Roland Oppenheimer
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Hacía no mucho que Roland había apresado a un par de criminales de poca monta. Normalmente su trabajo consistía en atraparlos y ya, pero, tras una disputa que tuvo con otro agente, le encargaron trabajo extra como castigo, siendo este el supervisar el transporte de los criminales hasta el G-2 de la marina.
- Bajad del barco - ordenó Roland cuando el barco atracó mientras les empujaba dándoles una patada en el culo -. Este es el primer día del resto de vuestras vidas, y os prometo que no os va a gustar.
Roland solía ser más indiferente respecto a los criminales. No tenía motivos personales para estar molesto con ellos y tratarles de esa forma, pero estaba molesto por tener que trabajar de más y lo pagaba con ellos. Los llevó de malas maneras hasta sus respectivas prisiones y se aseguró que no pudieran escapar. Ahora ya podría volver a Ennies Lobby y... ¿Qué diantres era esa música?
Roland salió de los calabozos y se dirigió a la zona de dónde la música. Cuando llegó hasta allí la escena fue un tanto bizarra. Cuando observó el panorama no pudo más que alarmarse porque ante él estaba la mente maestra tras la revolución, Bleyd, el hombre cuyo rostro se hallaba oculto por una armadura. Vio cómo le daba un abrazo a un poni rosado mientras se iba hacia otro lugar. No sabía por qué estaba ahí ni cuales eran sus intenciones, pero debía hacer algo para impedir sus planes ya que debía estar ahí por algún motivo.
Pero no sería tan fácil, una serie de torretas estaban disparando, con poca precisión, pero inagotable munición, a un ritmo frenético. El agente, sin perder ni un segundo, creó un espejo en el cual metió un brazo y al sacarlo había en él un escudo. Se agachó todo lo que pudo y posicionó el escudo delante suyo, usándolo de cobertura para la ráfaga de ataques. Si no hacía algo pronto no podría perseguir al revolucionario, así que tras pensar en sus posibilidades durante un corto periodo de tiempo, se lanzó en su dirección. Portando aún el escudo para que le protegiera de la mayor cantidad de disparos, se movió a una alta velocidad con su Soru para huir de la zona de acción de las torretas y, una vez conseguido siguió el mismo camino que el revolucionario, esperando alcanzarle.
- Bajad del barco - ordenó Roland cuando el barco atracó mientras les empujaba dándoles una patada en el culo -. Este es el primer día del resto de vuestras vidas, y os prometo que no os va a gustar.
Roland solía ser más indiferente respecto a los criminales. No tenía motivos personales para estar molesto con ellos y tratarles de esa forma, pero estaba molesto por tener que trabajar de más y lo pagaba con ellos. Los llevó de malas maneras hasta sus respectivas prisiones y se aseguró que no pudieran escapar. Ahora ya podría volver a Ennies Lobby y... ¿Qué diantres era esa música?
Roland salió de los calabozos y se dirigió a la zona de dónde la música. Cuando llegó hasta allí la escena fue un tanto bizarra. Cuando observó el panorama no pudo más que alarmarse porque ante él estaba la mente maestra tras la revolución, Bleyd, el hombre cuyo rostro se hallaba oculto por una armadura. Vio cómo le daba un abrazo a un poni rosado mientras se iba hacia otro lugar. No sabía por qué estaba ahí ni cuales eran sus intenciones, pero debía hacer algo para impedir sus planes ya que debía estar ahí por algún motivo.
Pero no sería tan fácil, una serie de torretas estaban disparando, con poca precisión, pero inagotable munición, a un ritmo frenético. El agente, sin perder ni un segundo, creó un espejo en el cual metió un brazo y al sacarlo había en él un escudo. Se agachó todo lo que pudo y posicionó el escudo delante suyo, usándolo de cobertura para la ráfaga de ataques. Si no hacía algo pronto no podría perseguir al revolucionario, así que tras pensar en sus posibilidades durante un corto periodo de tiempo, se lanzó en su dirección. Portando aún el escudo para que le protegiera de la mayor cantidad de disparos, se movió a una alta velocidad con su Soru para huir de la zona de acción de las torretas y, una vez conseguido siguió el mismo camino que el revolucionario, esperando alcanzarle.
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El agente corrió veloz, trazando el mismo camino que creía que había hecho el revolucionario. Aprovechó el corto trayecto para sacar otro objeto de la Dimensión Reflejo, en esta ocasión una lanza. En estas circunstancias su poder realmente era útil, como si de una armería de bolsillo se tratase. Mientras el mink pensaba que debía recolectar más objetos para tener una mayor variedad de armas que poder utilizar en cualquier instante, se encontró de frente con el revolucionario. Se encontraba por fuera de una garita. Los guardias asignados no estaban, por lo que aprovechó para guardar un par de armas en un saco de arpillera que portaba.
- No soy ninguna rata, soy Roland Oppenheimer - respondió el agente realmente molesto - y tú eres Bleyd el Revolucionario.Puede que aún no me conozcas, pero recuerda mi nombre, porque yo seré quien te atrape.
Antes de poder contestar a la respuesta del asaltante, ya se había ido atravesando la pared contigua. Debía perseguirle pero en mitad del camino había dejado...un juguete automático. "¿Qué broma es esta? Puede ser una trampa, lo mejor es que tome distancia ya que no sé qué es lo que puede hacer, o si puede hacer algo directamente, pero también tengo que darme prisa. Ya sé" pensó Roland.
Agarró la lanza que portaba en la mano derecha por la parte trasera del mango y tomando toda la distancia que pudiera golpeó el muñeco con la punta, lanzándolo hacia un lado lo más lejos que pudo. Sin embargo, en mitad del aire, el muñeco se convirtió en una muchedumbre de muñecos más pequeños que volaban por el aire en todas direcciones. Cuando Roland se dio cuenta de ese suceso, ya era demasiado tarde. Los muñecos empezaron a brillar hasta que estallaron en un sinfín de explosiones que cubrió toda la zona.
El agente apenas pudo protegerse con su escudo, y acabó cayendo de espaldas contra el suelo, completamente magullado. Trazas de humo brotaban de su pelaje, el cuál ahora tenía calvas en algunas zonas del cuerpo, y su en la punta de su cola había una pequeña llamita.
- ¡Maldición! ¡Me las pagarás Bleyd el bastardo! - gritó por todo lo alto.
Acto seguido creó de nuevo un espejo estrecho y alargado, pero esta vez no fue para sacar o guardar ningún objeto, sino para subirse sobre él y, gracias al poder de su habilidad, usarlo como un vehículo que podía controlar mentalmente. Enseguida volvió a perseguir al revolucionario, atravesando el hueco con forma humanoide que había dejado en la pared y descendiendo suavemente hasta llegar al interior de la base. Una buena cantidad de marines se movían con presteza, dirigiéndose a distintas ubicaciones de la fortaleza para detener el ataque enemigo. ¿Ninguno se había dado cuenta de que el cabecilla del ataque se dirigía a la armería? Daba igual, así si lo encontraba y lo detenía, el mérito sería solamente suyo.
Así que, todavía montado sobre su espejo, esquivó a varios marines que se quedaron con cara de sorprendidos al ver a un hombre-gato volar en un espejo y puso rumbo hacia la armería.
- No soy ninguna rata, soy Roland Oppenheimer - respondió el agente realmente molesto - y tú eres Bleyd el Revolucionario.Puede que aún no me conozcas, pero recuerda mi nombre, porque yo seré quien te atrape.
Antes de poder contestar a la respuesta del asaltante, ya se había ido atravesando la pared contigua. Debía perseguirle pero en mitad del camino había dejado...un juguete automático. "¿Qué broma es esta? Puede ser una trampa, lo mejor es que tome distancia ya que no sé qué es lo que puede hacer, o si puede hacer algo directamente, pero también tengo que darme prisa. Ya sé" pensó Roland.
Agarró la lanza que portaba en la mano derecha por la parte trasera del mango y tomando toda la distancia que pudiera golpeó el muñeco con la punta, lanzándolo hacia un lado lo más lejos que pudo. Sin embargo, en mitad del aire, el muñeco se convirtió en una muchedumbre de muñecos más pequeños que volaban por el aire en todas direcciones. Cuando Roland se dio cuenta de ese suceso, ya era demasiado tarde. Los muñecos empezaron a brillar hasta que estallaron en un sinfín de explosiones que cubrió toda la zona.
El agente apenas pudo protegerse con su escudo, y acabó cayendo de espaldas contra el suelo, completamente magullado. Trazas de humo brotaban de su pelaje, el cuál ahora tenía calvas en algunas zonas del cuerpo, y su en la punta de su cola había una pequeña llamita.
- ¡Maldición! ¡Me las pagarás Bleyd el bastardo! - gritó por todo lo alto.
Acto seguido creó de nuevo un espejo estrecho y alargado, pero esta vez no fue para sacar o guardar ningún objeto, sino para subirse sobre él y, gracias al poder de su habilidad, usarlo como un vehículo que podía controlar mentalmente. Enseguida volvió a perseguir al revolucionario, atravesando el hueco con forma humanoide que había dejado en la pared y descendiendo suavemente hasta llegar al interior de la base. Una buena cantidad de marines se movían con presteza, dirigiéndose a distintas ubicaciones de la fortaleza para detener el ataque enemigo. ¿Ninguno se había dado cuenta de que el cabecilla del ataque se dirigía a la armería? Daba igual, así si lo encontraba y lo detenía, el mérito sería solamente suyo.
Así que, todavía montado sobre su espejo, esquivó a varios marines que se quedaron con cara de sorprendidos al ver a un hombre-gato volar en un espejo y puso rumbo hacia la armería.
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Perseguir al revolucionario resultó ser una tarea realmente sencilla. Roland únicamente debía seguir el rastro de destrucción y marines derrotados que había dejado a su paso. Eso solo demostraba la incompetencia de los defensores de la justicia y la necedad del revolucionario. ¿Cómo tantos hombres no podían derrotar a una sola persona? ¿Y a quién se le ocurriría infiltrarse en una base marina de una forma tan llamativa? A no ser que su objetivo fuera causar estragos y destruir la base, no tenía ningún sentido.
El mink no llegaba a comprender del todo las intenciones del asaltante, pero si se le conocía por ser la mente mestra tras la Revolución debía ser por algo. Decidió que, si lo alcanzaba, cosa de la que estaba completamente convencido, actuaría con mucha cautela. Intentaría dejarlo con vida, porque eso le traería más prestigio y el Gobierno Mundial querría hacer una ejecución pública para dar ejemplo, pero si no le quedaba otra lo mataría. No pretendía tener piedad con alguien de su calaña y mucho menos dejar que se saliera con la suya.
Tras terminar de seguir la escabechinesca escena dejada por Bleyd, se topó con una blindada puerta de metal. Intentó abrirla, en vano. Se hallaba herméticamente cerrada, siendo imposible su acceso. Si Roland no estaba equivocado, se trataba de la armería, y el revolucionario debía de encontrarse tras la puerta. Solo había una opción para entrar rápidamente, pero estaría solo. Una vez entrara, no podría llamar por refuerzos, aunque le daba igual. En ningún momento había pretendido recurrir a la ayuda de los demás. Así que creó un espejo el cuál servía de portal a la Dimensión Reflejo. Primero echó dentro el escudo y la lanza, y después cruzó él. Una vez dentro de la gigantesca estancia blanca, observó todos los espejos que habían a su alrededor. El espejo de un lavabo, el espejo de un camarote... y bingo, un espejo dentro de la cámara por el cuál podía ver a Bleyd. Parecía estar guardando todas las armas que podía en unos sacos de arpillera mientras una especie de humo empezaba a recorrer la estancia. Entonces Roland cogió su escudo del suelo y una espada corta que tenía bien guardada en la Dimensión Reflejo ya que la lanza solo le estorbaría en una habitación tan pequeña. Con la mano de la espada se subió la bufanda hasta tapar su nariz y boca, para evitar respirar ese humo o gas en la medida de lo posible. Atravesó el espejo y sin dudar ni un momento se abalanzó contra el revolucionario para asestarle un corte diagonal con la espada mientras un sarta de chispas eléctricas azules empezaban a brotar de esta.
El mink no llegaba a comprender del todo las intenciones del asaltante, pero si se le conocía por ser la mente mestra tras la Revolución debía ser por algo. Decidió que, si lo alcanzaba, cosa de la que estaba completamente convencido, actuaría con mucha cautela. Intentaría dejarlo con vida, porque eso le traería más prestigio y el Gobierno Mundial querría hacer una ejecución pública para dar ejemplo, pero si no le quedaba otra lo mataría. No pretendía tener piedad con alguien de su calaña y mucho menos dejar que se saliera con la suya.
Tras terminar de seguir la escabechinesca escena dejada por Bleyd, se topó con una blindada puerta de metal. Intentó abrirla, en vano. Se hallaba herméticamente cerrada, siendo imposible su acceso. Si Roland no estaba equivocado, se trataba de la armería, y el revolucionario debía de encontrarse tras la puerta. Solo había una opción para entrar rápidamente, pero estaría solo. Una vez entrara, no podría llamar por refuerzos, aunque le daba igual. En ningún momento había pretendido recurrir a la ayuda de los demás. Así que creó un espejo el cuál servía de portal a la Dimensión Reflejo. Primero echó dentro el escudo y la lanza, y después cruzó él. Una vez dentro de la gigantesca estancia blanca, observó todos los espejos que habían a su alrededor. El espejo de un lavabo, el espejo de un camarote... y bingo, un espejo dentro de la cámara por el cuál podía ver a Bleyd. Parecía estar guardando todas las armas que podía en unos sacos de arpillera mientras una especie de humo empezaba a recorrer la estancia. Entonces Roland cogió su escudo del suelo y una espada corta que tenía bien guardada en la Dimensión Reflejo ya que la lanza solo le estorbaría en una habitación tan pequeña. Con la mano de la espada se subió la bufanda hasta tapar su nariz y boca, para evitar respirar ese humo o gas en la medida de lo posible. Atravesó el espejo y sin dudar ni un momento se abalanzó contra el revolucionario para asestarle un corte diagonal con la espada mientras un sarta de chispas eléctricas azules empezaban a brotar de esta.
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Sorprendente pero cierto, Roland no había sido capaz de superar con su arma de la armadura de Bleyd. Es más, no parecía haber tenido efecto ninguno sobre él. Siquiera se dio la vuelta cuando habló con el mink y acto seguido lanzó lo que parecía ser un petardo. Después del explosivo de antes Roland se esperaba más trucos del mismo estilo, así que levantó su escudo con pericia y golpeó el explosivo para alejarlo de él lo suficiente.
Por desgracia esto no salió como esperaba. El petardo se distanció lo suficiente para que Roland no se viera afectado por una poderosa explosión, es más, no sufrió daños de esa clase ya que se había protegido con su escudo de la onda expansiva, pero no había contado con que se tratase de un explosivo especialmente ruidoso. Ahí, de pie, con el escudo en alto, empezó a sentir como corría la sangre por sus felinas orejas. No podía escuchar nada. Le había arrebatado uno se sus sentidos, una gran jugada debía admitir, pero no era suficiente para detenerle, no cuando le tenía tan cerca.
Se dirigió hacia Bleyd con intención de volver a atacar, pero no era nada fácil. La cámara acorazada se había llenado de humo, impidiendo la visibilidad y las llamas de su alrededor, provocadas por una sustancia que se estaba comiendo el techo, probablemente la zona de huida del asaltante. Tenía pocas opciones, era un rival con muchos trucos y se estaba quedando sin fuerzas. Probablemente solo tuviera uno o dos golpes más antes de tener que retirarse por sus espejos nuevamente, así que los aprovechó al máximo.
Una persona normal hubiera tenido dificultades para localizar a alguien dentro de esa cortina de humo, pero Roland, gracias a su visión mejorada como mink felino era capaz de ver, con cierta dificultad, a través del humo.. Se centró en lo que había a su alrededor y encontró al revolucionario, muy cerca de él. Se guardó la espada y lanzó un Rankyaku con su pierna derecha. Este no era un Rankyaku normal, ya que no solo lo había lanzado con todas su fuerzas sino que lo había imbuido con su haki de armadura. Aún siendo uno de sus ataques más poderosos, no se detuvo ahí. El ataque probablemente no sería tan efectivo debido a la resistente armadura de Bleyd, así que usando su propio escudo como espejo lanzó un rayo de luz concentrada del él, tras el ataque del Rokushiki. En ese momento, era la mejor baza para poder vencer a su rival.
Por desgracia esto no salió como esperaba. El petardo se distanció lo suficiente para que Roland no se viera afectado por una poderosa explosión, es más, no sufrió daños de esa clase ya que se había protegido con su escudo de la onda expansiva, pero no había contado con que se tratase de un explosivo especialmente ruidoso. Ahí, de pie, con el escudo en alto, empezó a sentir como corría la sangre por sus felinas orejas. No podía escuchar nada. Le había arrebatado uno se sus sentidos, una gran jugada debía admitir, pero no era suficiente para detenerle, no cuando le tenía tan cerca.
Se dirigió hacia Bleyd con intención de volver a atacar, pero no era nada fácil. La cámara acorazada se había llenado de humo, impidiendo la visibilidad y las llamas de su alrededor, provocadas por una sustancia que se estaba comiendo el techo, probablemente la zona de huida del asaltante. Tenía pocas opciones, era un rival con muchos trucos y se estaba quedando sin fuerzas. Probablemente solo tuviera uno o dos golpes más antes de tener que retirarse por sus espejos nuevamente, así que los aprovechó al máximo.
Una persona normal hubiera tenido dificultades para localizar a alguien dentro de esa cortina de humo, pero Roland, gracias a su visión mejorada como mink felino era capaz de ver, con cierta dificultad, a través del humo.. Se centró en lo que había a su alrededor y encontró al revolucionario, muy cerca de él. Se guardó la espada y lanzó un Rankyaku con su pierna derecha. Este no era un Rankyaku normal, ya que no solo lo había lanzado con todas su fuerzas sino que lo había imbuido con su haki de armadura. Aún siendo uno de sus ataques más poderosos, no se detuvo ahí. El ataque probablemente no sería tan efectivo debido a la resistente armadura de Bleyd, así que usando su propio escudo como espejo lanzó un rayo de luz concentrada del él, tras el ataque del Rokushiki. En ese momento, era la mejor baza para poder vencer a su rival.
- Rankyaku:
- Rankyaku: Es la segunda técnica compleja del Rokushiki. Esta técnica genuina sólo se puede desarrollar conociendo el Soru y el Geppou, permitiendo utilizar las piernas para liberar potentísimas ondas cortantes capaces de partir edificios de tamaño medio sin dificultad.
- Rayo Reflector:
Nombre de la técnica: Rayo Reflector.
Naturaleza de la técnica: Técnica de Akuma no mi.
Descripción de la técnica: Roland puede disparar rayos de sus espejos al condensar la luz que refleja normalmente. Esta técnica solo puede usarse bajo la luz del día o cuando haya luz artificial capaz de sustituir a esta, y tiene el poder suficientes para romper paredes de ladrillo. Además, al ser luz, el rayo podrá rebotar en espejos y demás superficies reflectantes.
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El revolucionario al fin cayó. Roland a su vez se encontraba de rodillas. Estaba habituado a trabajar con vapores tóxicos en su laboratorio, pero la exposición prolongada al humo de la sala cada vez hacía mayor mella en él. Al menos había sido capaz de vencerlo. Ahora solo debía encerrarlo en la Dimensión Reflejo y entregarlo a la justicia. Una vez hecho los ascensos lloverían sobre él, y ningún mindundi del tres al cuarto podría darle órdenes estúpidas.
Se incorporó y se acercó al cuerpo, pero algo que no esperaba sucedió.
- ¿Cómo puedes ponerte en pie después de eso? - le gritó incrédulo cuando vio como se levantaba del suelo. No tenía daños aparentes en el cuerpo, aunque era difícil juzgarlo debido a la armadura que le cubría por completo.
Debe estar en las últimas. Con un último ataque le aplastaré como al insecto que es reflexionó el agente, y, haciendo un último esfuerzo levantó su escudo y enfrentó a su adversario, cubriendo el brazo derecho de electricidad. Solo necesitaba otro golpe más. Si se acercaba con el Soru, sería capaz de asestar el primer golpe y finalmente alzarse con la victoria, pero por desgracia para el mink eso nunca sucedió.
El revolucionario sacó rápidamente otro extraño artefacto y lo lanzó. Roland se estaba cansando de sus explosivos, esta vez no pensaba dejarse pillar por sorpresa, así que con un hábil golpe de escudo devolvió al artefacto a su dueño esperando que probase su propia medicina, pero al parecer no todo su arsenal constaba de material explosivo como había demostrado hasta ahora. Roland no pudo ver sus efectos directamente, pero se percató de cómo el fuego de la habitación se había extinto, y cuando fue a tomar aire no podía. Mierda, ¿qué es esa cosa? ¿Ha succionado el aire de aquí dentro? Estamos en una estancia cerrada herméticamente, esto no pinta bien, debo de salir de aquí antes de perder la consciencia pensó el mink. Sin perder tiempo se dejó caer por un espejo que creó en ese mismo instante, accediendo nuevamente a la Dimensión Reflejo.
Una vez a salvo de la succión del aire, respiró y se llenó de ira, aún más si podía ser. Había jugado con él, y en ningún momento le enfrentó cara a cara. Era un cobarde que solo sabía usar aparatitos para salirse con la suya. Incluso necesitaba una armadura para sentirse protegido. Roland no cabía en sí de la furia. Al principio pensó que se trataba de un rival digno ya que era realmente famoso y peligroso, pero ahora no podía dejar de verlo como un payaso cobarde. En cuando se recuperase iría a la carga de nuevo, esta vez sin bajar la guardia ante ninguna otra clase de arma que tuviera, y conseguiría hacerle pagar por tal humillación.
- Me las pagarás, maldito Bleyd - dijo para sí.
Acto seguido empezó a recorrer la Dimensión Reflejo, preguntando a los espejos de las inmediaciones si habían visto a Bleyd el Revolucionario.
Se incorporó y se acercó al cuerpo, pero algo que no esperaba sucedió.
- ¿Cómo puedes ponerte en pie después de eso? - le gritó incrédulo cuando vio como se levantaba del suelo. No tenía daños aparentes en el cuerpo, aunque era difícil juzgarlo debido a la armadura que le cubría por completo.
Debe estar en las últimas. Con un último ataque le aplastaré como al insecto que es reflexionó el agente, y, haciendo un último esfuerzo levantó su escudo y enfrentó a su adversario, cubriendo el brazo derecho de electricidad. Solo necesitaba otro golpe más. Si se acercaba con el Soru, sería capaz de asestar el primer golpe y finalmente alzarse con la victoria, pero por desgracia para el mink eso nunca sucedió.
El revolucionario sacó rápidamente otro extraño artefacto y lo lanzó. Roland se estaba cansando de sus explosivos, esta vez no pensaba dejarse pillar por sorpresa, así que con un hábil golpe de escudo devolvió al artefacto a su dueño esperando que probase su propia medicina, pero al parecer no todo su arsenal constaba de material explosivo como había demostrado hasta ahora. Roland no pudo ver sus efectos directamente, pero se percató de cómo el fuego de la habitación se había extinto, y cuando fue a tomar aire no podía. Mierda, ¿qué es esa cosa? ¿Ha succionado el aire de aquí dentro? Estamos en una estancia cerrada herméticamente, esto no pinta bien, debo de salir de aquí antes de perder la consciencia pensó el mink. Sin perder tiempo se dejó caer por un espejo que creó en ese mismo instante, accediendo nuevamente a la Dimensión Reflejo.
Una vez a salvo de la succión del aire, respiró y se llenó de ira, aún más si podía ser. Había jugado con él, y en ningún momento le enfrentó cara a cara. Era un cobarde que solo sabía usar aparatitos para salirse con la suya. Incluso necesitaba una armadura para sentirse protegido. Roland no cabía en sí de la furia. Al principio pensó que se trataba de un rival digno ya que era realmente famoso y peligroso, pero ahora no podía dejar de verlo como un payaso cobarde. En cuando se recuperase iría a la carga de nuevo, esta vez sin bajar la guardia ante ninguna otra clase de arma que tuviera, y conseguiría hacerle pagar por tal humillación.
- Me las pagarás, maldito Bleyd - dijo para sí.
Acto seguido empezó a recorrer la Dimensión Reflejo, preguntando a los espejos de las inmediaciones si habían visto a Bleyd el Revolucionario.
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"No, no lo he visto", dijo un espejo. "Yo tampoco", gritó otro un poco más lejos. De repente todos los espejos empezaron a hablar al unísono formando un coro de voces a destiempo. El agente empezó a perder la paciencia, había momentos en los que detestaba su habilidad, y ese era uno de ellos.
- ¡CÁLLENSE DE UNA JODIDA Y PUÑETERA VEZ! - les gritó a todos los espejos que tenía delante. En la estancia reinó el silencio, siendo ahora Roland el único que producía sonidos al moverse. Lo más curioso es que los espejos poseían voluntad propia, es decir, si se habían callado era por el miedo que les infundó el grito, no por la orden en sí. Roland no estaba de humor y se le notaba. Cualquiera que se cruzara en su camino ahora mismo podría acabar malparado, pero en ese momento solo le interesaba cruzarse con una persona.
Siguió moviéndose de espejo a espejo preguntando por su objetivo. No se había reflejado en ninguno de ellos. A ese ritmo no le quedaría más que salirse de la dimensión y volver a buscarlo a la antigua. Visto su modus operandi, no sería difícil seguir su rastro, y ahora que se había recuperado un poco sería capaz de volver a hacerle frente. Se acercó a un espejo decidido a salir por él cuando saltó el mil pedazos. ¿Se había roto? En ese caso no le quedaba otra que salir por otro espejo, tampoco era nada demasiado difícil, pero el mismo sonido de cristales rotos cayendo sobre el suelo hizo que se diera la vuelta. Un espejo era casualidad, dos espejos significa que una mole humana andaba con prisas destruyendo todo a su paso.
Observando el rastro de espejos rotos junto a las preguntas que les hacía al resto de espejos que seguían colgando de las paredes, se dio cuenta de hacia donde estaba yendo Bleyd. Sin duda había cumplido su objetivo en la base marine y ahora pretendía escapar en su nave voladora, pero Roland no lo permitiría. Buscó hasta dar con un espejo que se adelantase al revolucionario y volvió al mundo real a través de él. Siguió la ruta hacia el vehículo del revolucionario donde el mismo poni que había venido con él estaba esperando. Bien, había conseguido adelantarse a su huida, y ahora le tocaba detenerle y apresarle. En esta ocasión iba un paso por delante y estaba preparado para darle de su propia medicina.
En cuando Bleyd apareciera Roland sacaría un pequeño ratoncito de juguete junto a una especie de mando. Los sostendría con la mano izquierda mientras con la derecha apuntaba al revolucionario diciéndole:
- Hasta aquí has llegado. No escaparás de mí. Ven si te atreves.
A pesar de la actitud confiada y desafiante, estaba atento a cualquier movimiento y preparado para reaccionar ante el peligro. Esperaba haberle provocado para que realizara un ataque directo ya que, en caso de hacerlo, podría aprovechar para contraatacar.
- ¡CÁLLENSE DE UNA JODIDA Y PUÑETERA VEZ! - les gritó a todos los espejos que tenía delante. En la estancia reinó el silencio, siendo ahora Roland el único que producía sonidos al moverse. Lo más curioso es que los espejos poseían voluntad propia, es decir, si se habían callado era por el miedo que les infundó el grito, no por la orden en sí. Roland no estaba de humor y se le notaba. Cualquiera que se cruzara en su camino ahora mismo podría acabar malparado, pero en ese momento solo le interesaba cruzarse con una persona.
Siguió moviéndose de espejo a espejo preguntando por su objetivo. No se había reflejado en ninguno de ellos. A ese ritmo no le quedaría más que salirse de la dimensión y volver a buscarlo a la antigua. Visto su modus operandi, no sería difícil seguir su rastro, y ahora que se había recuperado un poco sería capaz de volver a hacerle frente. Se acercó a un espejo decidido a salir por él cuando saltó el mil pedazos. ¿Se había roto? En ese caso no le quedaba otra que salir por otro espejo, tampoco era nada demasiado difícil, pero el mismo sonido de cristales rotos cayendo sobre el suelo hizo que se diera la vuelta. Un espejo era casualidad, dos espejos significa que una mole humana andaba con prisas destruyendo todo a su paso.
Observando el rastro de espejos rotos junto a las preguntas que les hacía al resto de espejos que seguían colgando de las paredes, se dio cuenta de hacia donde estaba yendo Bleyd. Sin duda había cumplido su objetivo en la base marine y ahora pretendía escapar en su nave voladora, pero Roland no lo permitiría. Buscó hasta dar con un espejo que se adelantase al revolucionario y volvió al mundo real a través de él. Siguió la ruta hacia el vehículo del revolucionario donde el mismo poni que había venido con él estaba esperando. Bien, había conseguido adelantarse a su huida, y ahora le tocaba detenerle y apresarle. En esta ocasión iba un paso por delante y estaba preparado para darle de su propia medicina.
En cuando Bleyd apareciera Roland sacaría un pequeño ratoncito de juguete junto a una especie de mando. Los sostendría con la mano izquierda mientras con la derecha apuntaba al revolucionario diciéndole:
- Hasta aquí has llegado. No escaparás de mí. Ven si te atreves.
A pesar de la actitud confiada y desafiante, estaba atento a cualquier movimiento y preparado para reaccionar ante el peligro. Esperaba haberle provocado para que realizara un ataque directo ya que, en caso de hacerlo, podría aprovechar para contraatacar.
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Agudeza
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- ¡Tú, bastardo! - gritó echando una mirada de ira sobre el revolucionario - ¡No me iré a ninguna parte hasta que haya acabado contigo!
No parecía que Bleyd tuviera intención de alargar el combate. Es más, siquiera tenía intención de empezarlo puesto que comenzó a andar tranquilamente hacia su vehículo para después irse sin más, ignorando al mink. A Roland esto no le sentó nada bien. Sentía que le trataba como a una rata, y ya estaba harto. Si debía inmolarse junto a él para enseñarle una lección, lo haría. No pretendía dejarle escapar sin que escarmentara. Pero lo que peor le sentó fue lo que vino a continuación.
El poni rosado del revolucionario no había apartado su mirada con gesto juguetón del mink, aunque claro está este no se había percatado. En cierto momento, durante la breve charla entre Roland y Bleyd, había pasado a ponerse a jugar con la cola del felino, que entre su ira y su orgullo herido no se había dado cuenta. Cuando el revolucionario lo llamó a su lado, el poni no tuvo mejor idea que mandarle una dentellada a la punta de la cola obteniendo así un pequeño trozo cubierto de pelo chamuscado, para volver rápidamente con Bleyd. Cuando eso pasó el mink estaba más pendiente de su rival que de una simple mascota, pero su cuerpo fue recorrido por una sensación de dolor que le hizo cambiar la expresión de su rostro e hirió aún más su orgullo.
- ¡Joder! ¿Eres tan cobarde que necesitas de artefactos y mascotas para enfrentarme? - el mink ya no podía más - Hasta aquí ha llegado mi paciencia. Ahora vas a saber lo que se siente cuando juegan contigo.
Acto seguido se rodeó de electricidad y empezó a desplazarse en zigzag hacia el revolucionario, tan rápido que era muy difícil seguirle con la vista. Cuando se acercó dejó entre las manos del maldito Bleyd el ratón de juguete para situarse con el mismo movimiento en zigzag detrás de él. Tras ese último movimiento activaría el botón de su mando que le ordenaba al ratón explosionar. El revolucionario no era el único con juguetes explosivos.
No parecía que Bleyd tuviera intención de alargar el combate. Es más, siquiera tenía intención de empezarlo puesto que comenzó a andar tranquilamente hacia su vehículo para después irse sin más, ignorando al mink. A Roland esto no le sentó nada bien. Sentía que le trataba como a una rata, y ya estaba harto. Si debía inmolarse junto a él para enseñarle una lección, lo haría. No pretendía dejarle escapar sin que escarmentara. Pero lo que peor le sentó fue lo que vino a continuación.
El poni rosado del revolucionario no había apartado su mirada con gesto juguetón del mink, aunque claro está este no se había percatado. En cierto momento, durante la breve charla entre Roland y Bleyd, había pasado a ponerse a jugar con la cola del felino, que entre su ira y su orgullo herido no se había dado cuenta. Cuando el revolucionario lo llamó a su lado, el poni no tuvo mejor idea que mandarle una dentellada a la punta de la cola obteniendo así un pequeño trozo cubierto de pelo chamuscado, para volver rápidamente con Bleyd. Cuando eso pasó el mink estaba más pendiente de su rival que de una simple mascota, pero su cuerpo fue recorrido por una sensación de dolor que le hizo cambiar la expresión de su rostro e hirió aún más su orgullo.
- ¡Joder! ¿Eres tan cobarde que necesitas de artefactos y mascotas para enfrentarme? - el mink ya no podía más - Hasta aquí ha llegado mi paciencia. Ahora vas a saber lo que se siente cuando juegan contigo.
Acto seguido se rodeó de electricidad y empezó a desplazarse en zigzag hacia el revolucionario, tan rápido que era muy difícil seguirle con la vista. Cuando se acercó dejó entre las manos del maldito Bleyd el ratón de juguete para situarse con el mismo movimiento en zigzag detrás de él. Tras ese último movimiento activaría el botón de su mando que le ordenaba al ratón explosionar. El revolucionario no era el único con juguetes explosivos.
- Electro Walk:
- Nombre de la técnica: Electro Walk
Naturaleza de la técnica: Kenpo del Rokushiki
Descripción de la técnica: Haciendo gala de sus habilidades en el soru como agente del gobierno y la capacidad de generar electricidad estática de un mink, Roland es capaz de realizar un desplazamiento en zigzag a gran velocidad, logrando alcanzar los 40 m/s.
Tiempo de canalización: 2 segundos.
- Rantoncito Bum-Bum:
- Nombre del objeto: Ratoncito Bum-Bum
Descripción: Y vamos a empezar por lo básico. ¿Qué es lo que cazan los gatos? Roedores, efectivamente. Si tienen permiso para salir al exterior, lo harán como han hecho siempre, pero los que no podrán igualmente cazar a su particular ratón. Un ratón que es robótico y que funciona con una pequeña batería.Cualidades del material:
Atermia infrecuente: Un material infrecuente atérmico resiste cambios de temperatura de doscientos grados positivos o diez negativos.
Liviandad infrecuente: Un material infrecuente liviano pesa dos tercios de su equivalente común.
Cualidades excepcionales:
Carga explosiva: Consta de un pequeño mando a distancia con dos botones: avanzar/frenar y detonar. Aunque su autonomía es de apenas 5 metros en línea recta, este pequeño ratoncito es capaz de detonar generando una pequeña explosión. Esta es una explosión de 200° en un radio de 10 metros a la redonda.
Roland Oppenheimer
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Si había algo que al mink le molestaba era que sus planes fallaran, pero aún le molestaba más la habilidad y desfachatez del revolucionario. No solo había salido ileso de la explosión, sino que además de algún modo había amortiguado el poder del explosivo, se había movido a velocidades inimaginables incluso para un agente del Cipher Pol y le había llamado insecto. Todo eso combinado hizo que el mink estallase en ira y se lanzase en picado hacia su objetivo dispuesto a realizar un Shigan cubierto de haki de armadura.
Percibió una onda de energía oscura que parecía brotar del cuerpo del revolucionario y a mitad de camino hubo algo que le hizo detenerse. Esa energía que brotaba de su cuerpo le cubrió, al igual que al resto de la plaza, y había impedido que continuase avanzando. Algo dentro suyo le advertía que era peligroso. ¿Peligroso? ¿Acaso tenía miedo? Eso era imposible, el mink nunca sentía miedo, eran sus rivales los que le temían.
Entonces todo cambió. Los marines restantes en la plaza se incorporaban, tambaleándose y tomando extrañas posturas. Mientras lo hacían, su piel se iba desgarrando, la sangre brotaba de sus cuerpos y parecían más muertos que vivos. Sus huesos, los que les quedaban, se convertían en armas y todos miraban al agente, con ansias de matar. Lentamente, se iban acercando al mink, aún paralizado, mientras Bleyd seguía en su sitio. Cuando empezaron a rodearle, Roland retrocedió varios pasos, alejándose de las criaturas que se alzaban ante él.
¿Qué está pasando? ¿Los ha convertido a todos en monstruos? pensaba mientras evitaba ataques del flanco izquierdo. No puede ser, no ha llegado a tocarlos. De haber sido así yo también estaría como ellos razonaba buscando un explicación lógica. No sabía cómo lo había hecho, y ya no le importaba si era una táctica cobarde, ahora solo estaba centrado en sobrevivir. Ya pensaría en cómo derrotar al revolucionario más tarde. Sacó nuevamente su lanza de la dimensión reflejo y se puso a la defensiva. Observó a todas las criaturas que habían sido marines antes de convertirse en lo que quiera que fuesen ahora y luchó por su vida. Asestó un tajo horizontal hacia la derecha, después dejó caer su arma sobre otra criatura a su izquierda. Dio dos pasos hacia atrás y siguió describiendo movimientos con su lanza, intentando atacar a los que pudiera con un solo ataque. Cuando atravesaba a uno, este desaparecía y volvía a aparecer otro. No tenía fin, y no podía hacer nada más que luchar por su vida.
Percibió una onda de energía oscura que parecía brotar del cuerpo del revolucionario y a mitad de camino hubo algo que le hizo detenerse. Esa energía que brotaba de su cuerpo le cubrió, al igual que al resto de la plaza, y había impedido que continuase avanzando. Algo dentro suyo le advertía que era peligroso. ¿Peligroso? ¿Acaso tenía miedo? Eso era imposible, el mink nunca sentía miedo, eran sus rivales los que le temían.
Entonces todo cambió. Los marines restantes en la plaza se incorporaban, tambaleándose y tomando extrañas posturas. Mientras lo hacían, su piel se iba desgarrando, la sangre brotaba de sus cuerpos y parecían más muertos que vivos. Sus huesos, los que les quedaban, se convertían en armas y todos miraban al agente, con ansias de matar. Lentamente, se iban acercando al mink, aún paralizado, mientras Bleyd seguía en su sitio. Cuando empezaron a rodearle, Roland retrocedió varios pasos, alejándose de las criaturas que se alzaban ante él.
¿Qué está pasando? ¿Los ha convertido a todos en monstruos? pensaba mientras evitaba ataques del flanco izquierdo. No puede ser, no ha llegado a tocarlos. De haber sido así yo también estaría como ellos razonaba buscando un explicación lógica. No sabía cómo lo había hecho, y ya no le importaba si era una táctica cobarde, ahora solo estaba centrado en sobrevivir. Ya pensaría en cómo derrotar al revolucionario más tarde. Sacó nuevamente su lanza de la dimensión reflejo y se puso a la defensiva. Observó a todas las criaturas que habían sido marines antes de convertirse en lo que quiera que fuesen ahora y luchó por su vida. Asestó un tajo horizontal hacia la derecha, después dejó caer su arma sobre otra criatura a su izquierda. Dio dos pasos hacia atrás y siguió describiendo movimientos con su lanza, intentando atacar a los que pudiera con un solo ataque. Cuando atravesaba a uno, este desaparecía y volvía a aparecer otro. No tenía fin, y no podía hacer nada más que luchar por su vida.
Roland Oppenheimer
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Tras un tiempo, Roland no sabía cuanto, se despertó. Estaba tumbado en el suelo, magullado, herido y, en general, con mal aspecto. El revolucionario ya no se encontraba allí, había huido. Le contaron a Roland que todos los presentes en la plaza habían sufrido de alucinaciones e incluso hasta desmayos.
Roland se encontraba realmente cabreado. No porque hubieran logrado huir de él, sino por haber caído en un truco tan estúpido y haber perdido. Tuvo claro que debía hacerse más fuerte si quería derrotar a ese sujeto, y así haría, susurrando un promesa:
- Maldito seas Bleyd el Revolucionario, te derrotaré.
Roland se encontraba realmente cabreado. No porque hubieran logrado huir de él, sino por haber caído en un truco tan estúpido y haber perdido. Tuvo claro que debía hacerse más fuerte si quería derrotar a ese sujeto, y así haría, susurrando un promesa:
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