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Kaito Takumi
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El Reino de Kieyskaya es un lugar frío, congelado y duro. Aún así, la gente de esta isla ha prosperado bajo la figura del Zar regocijándose de levantar su aberrante peso bajo la idea de que todo cuanto hace es por y para el pueblo. Sí, así es la gente de Kieyskaya, fiel, comprometida y resiliente. Solo las promesas del más duro de los inviernos mantienen la chispa de la revolución viva entre las brasas porque, cuando este llegue, quizás el Zar prefiera revelar su verdadero rostro. O el que creen que es su verdadero rostro. Porque, ¿hace falta una revolución en un país donde todo es "justo"? No, pero los jóvenes tienen el deber de rebelarse contra algo.
—¡Suka Blyat! —chilla un joven antes de bailar con una música demasiado moderna que sale de una radio medio rota.
El grupo de Slavs, término que has escuchado alguna que otra vez con desdén en la extrafalaria lengua local, se repite cada vez que te cruzas con estas bandas de indeseables. Son ruidosos, desconsiderados y casi siempre están de cuclillas bailando, bebiendo o dando la brasa a la población local demasiado ocupada en sus asuntos como para molestarse en llamar a los guardias. Son pedros ladradores y poco mordedores al fin y al cabo. Pero tú sabes un secreto sobre ellos.
Lo descubriste en uno de esos incómodos momentos en los que pasaste por la "tierra de nadie" que separaba a un pobre viejo de estos imbéciles, justo en el momento en el que le lanzaron una botella vacía. Aunque esta no le dió, te obligó apartarte a un lado para que las esquirlas no te cortasen. Entonces lo viste. Viste cómo la etiqueta no era más que una vulgar imitación del famoso Vodka de Kieyskaya. Quizás investigar una red de alcohol ilegal sea algo... bajo para tí, pero por lo más bajo debe empezarse, ¿no?
O puedes plantearte hacer otra cosa, el reino es grande. ¿Te apetece una ensaladilla? ¿Nos vamos a comprar matrioskas?
PD: Puedes asumir o pasar de largo el cómo has llegado a la isla. Es tu elección :D.
Info adicional:
Tª actual: 3ºC. Mediodía. Cielo abierto con nubes sueltas.
Localización de la isla: Poblados agrícolas Nalchik, el más cercano a la Ciudad roja de Amstel.
—¡Suka Blyat! —chilla un joven antes de bailar con una música demasiado moderna que sale de una radio medio rota.
El grupo de Slavs, término que has escuchado alguna que otra vez con desdén en la extrafalaria lengua local, se repite cada vez que te cruzas con estas bandas de indeseables. Son ruidosos, desconsiderados y casi siempre están de cuclillas bailando, bebiendo o dando la brasa a la población local demasiado ocupada en sus asuntos como para molestarse en llamar a los guardias. Son pedros ladradores y poco mordedores al fin y al cabo. Pero tú sabes un secreto sobre ellos.
Lo descubriste en uno de esos incómodos momentos en los que pasaste por la "tierra de nadie" que separaba a un pobre viejo de estos imbéciles, justo en el momento en el que le lanzaron una botella vacía. Aunque esta no le dió, te obligó apartarte a un lado para que las esquirlas no te cortasen. Entonces lo viste. Viste cómo la etiqueta no era más que una vulgar imitación del famoso Vodka de Kieyskaya. Quizás investigar una red de alcohol ilegal sea algo... bajo para tí, pero por lo más bajo debe empezarse, ¿no?
O puedes plantearte hacer otra cosa, el reino es grande. ¿Te apetece una ensaladilla? ¿Nos vamos a comprar matrioskas?
- ¡Es tu primerito día!:
Como es tu primer rol:
Intenta mantener siempre el mismo tipo de narracion y tiempo para que el relato sea fluido.
Las cosas que intervengan con otra gente y puedan estar lejos de lo que se considere tus habilidades por tier se realizan en condicional, para que el moderador de turno (yo) decida si tienen resultado o cómo de bien/mal lo tienen. Una "acción cerrada" o "cerrada" sería asumir que alguien recibe un golpe, que algo se abre, etc, y está muy mal visto (y penalizado) tanto a la hora de la corrección como por el moderador (que normalmente puede normalizar el "karma" del rol puteándote consecuentemente).
Por lo demás mientras actúes como tu pj, todo bien.
Disfrute. Preferí esto a lo de "Navidad". VIVA LA PATRIA KIEYSKAYA
PD: Puedes asumir o pasar de largo el cómo has llegado a la isla. Es tu elección :D.
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Era el comienzo de mi propio camino, estando en la cubierta de aquel barco sentía como los trozos de hielo chocaban con el casco del navío. El buque atracó en un puerto de Kieyskaya, sinceramente me importó más bien poco donde fuese aquella embarcación, solo necesitaba ver nuevo mundo. Allí estaba yo, con el gorro de mi sudadera puesto y mi siempre leal bastón atado en la espalda, sintiendo el aire frío que me recordaba a mi niñez en Isla Copo. Aunque este sitio... poco tenía que ver con mi isla más allá de la escarcha y el frío.
Bajé al puerto y escuché a un joven gritar "Suka Blyat", antes de empezar a bailar como si estuviese poseído por el mismo demonio. Por como lo dijo y por las miradas que le dedicaba la gente, supongo que no debieron de ser palabras demasiado agradables,además, ¿que demonios era esa música? Es decir, tenía su punto y tal pero era algo tan... loco y caótico que no sabría explicar en palabras lo que esta música me transmitía, supongo que indiferencia al fin y al cabo.
Decidí dirigirme a buscar alguna posada para pasar los próximos días mientras buscaba algún trabajo del que encargarme, así que me coloqué mi falsa máscara de felicidad y comencé a andar hacia el poblado mientras veía grupos de jóvenes como yo, incluso más, con pintas de no tener ganas de hacer amistades, la gente los llamaba "grupos de Slavs", uno de estos grupos intentó lanzar una botella de alcohol aunque no tenía pinta de ser un diestro lanzador, esquivé las esquirlas tranquilamente mientras pensaba "Menudos sin clase, os haría falta recibir más de una lección de Gorgona", aunque me mantuve en silencio.
Una de las esquirlas de la botella calló cerca de mi, la que mostraba el nombre de la marca de este alcohol "Esta marca... sin duda es una imitación del reconocido vodka de Kieyskaya, lo que me hace pensar que probablemente haya algo interesante tras la cortina de normalidad que tiene este pueblo... Si bien es cierto que es solo alcohol, lo mismo puede llegar a servirme para obtener algo de dinero extra e incluso me hago con mi primer negocio, sería dar un paso de bebé hacia mi sueño... pero un paso es un paso." pensé mientras miraba la marca, entonces lo decidí, iré a reservar una habitación a la posada más cercana y después iría a las licorerías y cantinas cercanas a preguntar. Guardé la esquirla con la marca y proseguí mi viaje por allí, quizás llegaría a pasar algo interesante en ese páramo helado, tan parecido y distinto a la vez de mi isla natal.
Bajé al puerto y escuché a un joven gritar "Suka Blyat", antes de empezar a bailar como si estuviese poseído por el mismo demonio. Por como lo dijo y por las miradas que le dedicaba la gente, supongo que no debieron de ser palabras demasiado agradables,además, ¿que demonios era esa música? Es decir, tenía su punto y tal pero era algo tan... loco y caótico que no sabría explicar en palabras lo que esta música me transmitía, supongo que indiferencia al fin y al cabo.
Decidí dirigirme a buscar alguna posada para pasar los próximos días mientras buscaba algún trabajo del que encargarme, así que me coloqué mi falsa máscara de felicidad y comencé a andar hacia el poblado mientras veía grupos de jóvenes como yo, incluso más, con pintas de no tener ganas de hacer amistades, la gente los llamaba "grupos de Slavs", uno de estos grupos intentó lanzar una botella de alcohol aunque no tenía pinta de ser un diestro lanzador, esquivé las esquirlas tranquilamente mientras pensaba "Menudos sin clase, os haría falta recibir más de una lección de Gorgona", aunque me mantuve en silencio.
Una de las esquirlas de la botella calló cerca de mi, la que mostraba el nombre de la marca de este alcohol "Esta marca... sin duda es una imitación del reconocido vodka de Kieyskaya, lo que me hace pensar que probablemente haya algo interesante tras la cortina de normalidad que tiene este pueblo... Si bien es cierto que es solo alcohol, lo mismo puede llegar a servirme para obtener algo de dinero extra e incluso me hago con mi primer negocio, sería dar un paso de bebé hacia mi sueño... pero un paso es un paso." pensé mientras miraba la marca, entonces lo decidí, iré a reservar una habitación a la posada más cercana y después iría a las licorerías y cantinas cercanas a preguntar. Guardé la esquirla con la marca y proseguí mi viaje por allí, quizás llegaría a pasar algo interesante en ese páramo helado, tan parecido y distinto a la vez de mi isla natal.
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Ah... el lindo asentamiento de Russki, uno de tantos de los poblados Nalchik, qué lugar para vivir. A pesar de tener puerto, este actua poco o nada como puerto turístico, y sus exportaciones e importaciones se basan simplemente en el fuerte comercio nacionalista a otros lugares de la costa. Aunque muchos usan la pequeña estación de tren en el anillo exterior. Pero, usarla dada la cercanía de la Ciudad Roja a veces resulta... contraproducente, aunque esta no tiende a meterse mucho en los asuntos del pueblo que la sustenta.
Aunque existen edificaciones de fría y austera piedra que cumple sin duda su propósito y alguna que otra iglesia, la gran mayoría de las casas externas al casco central son de madera y anexadas a pequeños recintos que hacen las veces de granja. Gallinas, cerdos, alguna que otra vaca los pueblan ahora que hace demasiado frío como para que haya otra cosa que comer aparte de paja y matojos.
—доброе утро (Dobroye utro)—dice un sorprendido posadero, peludo como son allí todos los hombres, demasiado ocupado en otros clientes como para acercársete.
Todos te miran con cierto excepticismo, pero al fin y al cabo eres un extranjero, aunque no todos lo notan. Una niña pequeña, de no más de siete años, se te acerca con un vestido tan modesto como el resto del abarrotado edificio. No parece incómoda en esquivar los ires y venires de los campesinos, sino que el saltar las piernas que se le cruzan le parece como un juego. En sus brazos lleva lo que parece ser un menú.
—¡Sígueme! —te dice mientras te acompaña a una de las pocas mesas que no estan llenas de brutos y mozas de campo —. Me llamo, Tanya.
Qué sonrisa llena de ilusión tiene la pequeña. ¡Quizás es hoy el primer día que la dejan trabajar allí! ¡Quizá ya es lo suficientemente mayor! Qué cuca. Te pone hasta el taburete, y subiéndose a otro pone el libretito sobre la mea.
—Te la puedo leer si quieres, no la tenemos en иностранные. (Inostraye)
¡¿Cómo le vas a decir que no?! ¡Con esa carita! Aunque bueno, a lo mejor piensas que es muy pateable, patea-niños. De todas formas quizás ya tengas lo que neceistas, porque en otras mesas hay las mismas botellas de etiqueta claramente imitada.
Al cabo de un momento una muchacha de unos dieciséis años y el cuerpo que solo una chica de dieciséis años puede tener se acerca con paso apresurado. Parece que la pobre no para.
— Tanya, ¡не беспокойся! (Ne bespokoysya)
Luego la niña intenta defenderse en su propio idioma, pero una mirada de la que por sus rasgos parece ser su hermana, su prima, o su madre, la manda de vuelta a... Bueno, a donde quiera estuviese antes de salir de aquella multitud que puebla el local.
—Perdone, ¿en qué puedo atenderle? —dice con una sonrisa tan bonita que se hereda en su familia.
Aunque existen edificaciones de fría y austera piedra que cumple sin duda su propósito y alguna que otra iglesia, la gran mayoría de las casas externas al casco central son de madera y anexadas a pequeños recintos que hacen las veces de granja. Gallinas, cerdos, alguna que otra vaca los pueblan ahora que hace demasiado frío como para que haya otra cosa que comer aparte de paja y matojos.
—доброе утро (Dobroye utro)—dice un sorprendido posadero, peludo como son allí todos los hombres, demasiado ocupado en otros clientes como para acercársete.
Todos te miran con cierto excepticismo, pero al fin y al cabo eres un extranjero, aunque no todos lo notan. Una niña pequeña, de no más de siete años, se te acerca con un vestido tan modesto como el resto del abarrotado edificio. No parece incómoda en esquivar los ires y venires de los campesinos, sino que el saltar las piernas que se le cruzan le parece como un juego. En sus brazos lleva lo que parece ser un menú.
—¡Sígueme! —te dice mientras te acompaña a una de las pocas mesas que no estan llenas de brutos y mozas de campo —. Me llamo, Tanya.
Qué sonrisa llena de ilusión tiene la pequeña. ¡Quizás es hoy el primer día que la dejan trabajar allí! ¡Quizá ya es lo suficientemente mayor! Qué cuca. Te pone hasta el taburete, y subiéndose a otro pone el libretito sobre la mea.
—Te la puedo leer si quieres, no la tenemos en иностранные. (Inostraye)
¡¿Cómo le vas a decir que no?! ¡Con esa carita! Aunque bueno, a lo mejor piensas que es muy pateable, patea-niños. De todas formas quizás ya tengas lo que neceistas, porque en otras mesas hay las mismas botellas de etiqueta claramente imitada.
Al cabo de un momento una muchacha de unos dieciséis años y el cuerpo que solo una chica de dieciséis años puede tener se acerca con paso apresurado. Parece que la pobre no para.
— Tanya, ¡не беспокойся! (Ne bespokoysya)
Luego la niña intenta defenderse en su propio idioma, pero una mirada de la que por sus rasgos parece ser su hermana, su prima, o su madre, la manda de vuelta a... Bueno, a donde quiera estuviese antes de salir de aquella multitud que puebla el local.
—Perdone, ¿en qué puedo atenderle? —dice con una sonrisa tan bonita que se hereda en su familia.
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Llegué al pueblo justo cuando comenzó a nevar.El lugar parecía prácticamente deshabitado, no se veía mucho más que unas cuantas casas de madera con sus pequeños establos, algunas un poco más protegidas del frío siendo de piedra y teniendo estas una chimenea por casa y alguna que otra iglesia (aunque no resaltase mucho).
Avancé entre las gélidas miradas de la gente que circulaba a mi alrededor, estas personas me observaban de arriba a abajo y no era de extrañar, en un pueblo tan pequeño era de suponer que todos o casi todos se conocerían entre sí, ver a alguien nuevo debe ser algo raro para ellos, no creo que un lugar así recibiese muchas visitas a lo largo del año.
Entré en la primera cantina que llamó mi atención, era un edificio de 2 plantas construido de piedra, con una chimenea humeante en el tejado. En la entrada, sobre la puerta de madera y metal, había un cartel de madera con el nombre del establecimiento, estaba en bastante buen estado a pesar del frío y la nieve que lo dejaba a medio ver, solo se podía leer "... salvaje", el resto estaba cubierto.
Entré en el sitio, sacudí la nieve que tenía sobre la sudadera y me retiré mi capucha, dejando al descubierto mi pelo blanco, esto no hizo más que incrementar las miradas y los susurros de la gente a mi alrededor, hablando en un idioma del que no entendía demasiado, no les hice demasiado caso. Me dirigí a la barra y antes de poder abrir la boca aquel hombre grande, calvo y peludo se dirigió a mí en la lengua local del sitio, no lo entendía antes y seguía sin entenderlo ahora así que simplemente me aparté un poco de él hasta que noté un tirón en la sudadera y miré hacia abajo, donde para mi sorpresa había una niña pequeña con una radiante sonrisa que casi derritió mi... nah, en verdad no, pero he de admitir que si que era tierna. Era una niña pelirroja con los ojos verdes, muy bien abrigada y con un gorro típico del lugar muy adorable.
Seguí a esa chica hasta a una mesa ,mientras sentía como las frías miradas de los demás se clavaban en mi nuca como si de flechas se tratasen. Una vez llegamos, la niña se ocupó de prepararme la silla e incluso se subió en una silla a mi lado y se ofreció a leerme el menú. Pensé en responder con palabras pero igual la chica entendía lo justo de mi idioma así que opté por simplemente mantener una sonrisa cálida y agradable mientras asentía. Poco después y justo antes de que la pobre niña empezase a explicarme el menú, una chica preciosa salió de la nada llamando a la niña, Tanya. Levanté la mirada de la carta y pude verla, era una chica joven, no mucho menor que yo, era pelirroja y tenía un tirabuzón a cada lado de su rojo pelo, mientras el resto era liso, tenía unos ojos verdes que derrochaban vitalidad y, al igual que su hermana, vestía muy abrigada.
Mientras ellas discutían en su idioma prácticamente inteligible (para mí al menos), miré alrededor y de repente... ¡bingo! Prácticamente en cada mesa había una botella de alcohol falso, de la misma marca que la botella que me lanzaron antes.
Antes de que me diese cuenta, una dulce voz volvió a llamarme, me giré de nuevo hacia la chica y, mientras veía a su hermana irse corriendo a lo que parecía ser la parte superior del local, ella me pidió mi orden. Con una sonrisa de seguridad y casi cautivadora dije
-Verá, es que soy nuevo aquí y no se muy bien las especialidades del lugar, ¿podría hacerme una recomendación? dije acercándome un poco a ella. "Debo intentar establecer un vinculo de confianza con alguien de este local si quiero conseguir información verídica de quien distribuye el alcohol, así que empezaré intentando acercarme un poco a la chica."Pensé.
-Por cierto, eres muy guapa dije con una risa picaresca y llena de vida, como un tonto enamorado en primavera.
-Gracias a ti ahora se el nombre de esa chiquilla que supongo que es tu hermanita pero, ¿como te llamas tú? pregunté mirándola a los ojos.
La gente joven suele ser siempre incauta, puede que esta sea la forma más sencilla de enterarme sin levantar sospechas.
Avancé entre las gélidas miradas de la gente que circulaba a mi alrededor, estas personas me observaban de arriba a abajo y no era de extrañar, en un pueblo tan pequeño era de suponer que todos o casi todos se conocerían entre sí, ver a alguien nuevo debe ser algo raro para ellos, no creo que un lugar así recibiese muchas visitas a lo largo del año.
Entré en la primera cantina que llamó mi atención, era un edificio de 2 plantas construido de piedra, con una chimenea humeante en el tejado. En la entrada, sobre la puerta de madera y metal, había un cartel de madera con el nombre del establecimiento, estaba en bastante buen estado a pesar del frío y la nieve que lo dejaba a medio ver, solo se podía leer "... salvaje", el resto estaba cubierto.
Entré en el sitio, sacudí la nieve que tenía sobre la sudadera y me retiré mi capucha, dejando al descubierto mi pelo blanco, esto no hizo más que incrementar las miradas y los susurros de la gente a mi alrededor, hablando en un idioma del que no entendía demasiado, no les hice demasiado caso. Me dirigí a la barra y antes de poder abrir la boca aquel hombre grande, calvo y peludo se dirigió a mí en la lengua local del sitio, no lo entendía antes y seguía sin entenderlo ahora así que simplemente me aparté un poco de él hasta que noté un tirón en la sudadera y miré hacia abajo, donde para mi sorpresa había una niña pequeña con una radiante sonrisa que casi derritió mi... nah, en verdad no, pero he de admitir que si que era tierna. Era una niña pelirroja con los ojos verdes, muy bien abrigada y con un gorro típico del lugar muy adorable.
Seguí a esa chica hasta a una mesa ,mientras sentía como las frías miradas de los demás se clavaban en mi nuca como si de flechas se tratasen. Una vez llegamos, la niña se ocupó de prepararme la silla e incluso se subió en una silla a mi lado y se ofreció a leerme el menú. Pensé en responder con palabras pero igual la chica entendía lo justo de mi idioma así que opté por simplemente mantener una sonrisa cálida y agradable mientras asentía. Poco después y justo antes de que la pobre niña empezase a explicarme el menú, una chica preciosa salió de la nada llamando a la niña, Tanya. Levanté la mirada de la carta y pude verla, era una chica joven, no mucho menor que yo, era pelirroja y tenía un tirabuzón a cada lado de su rojo pelo, mientras el resto era liso, tenía unos ojos verdes que derrochaban vitalidad y, al igual que su hermana, vestía muy abrigada.
Mientras ellas discutían en su idioma prácticamente inteligible (para mí al menos), miré alrededor y de repente... ¡bingo! Prácticamente en cada mesa había una botella de alcohol falso, de la misma marca que la botella que me lanzaron antes.
Antes de que me diese cuenta, una dulce voz volvió a llamarme, me giré de nuevo hacia la chica y, mientras veía a su hermana irse corriendo a lo que parecía ser la parte superior del local, ella me pidió mi orden. Con una sonrisa de seguridad y casi cautivadora dije
-Verá, es que soy nuevo aquí y no se muy bien las especialidades del lugar, ¿podría hacerme una recomendación? dije acercándome un poco a ella. "Debo intentar establecer un vinculo de confianza con alguien de este local si quiero conseguir información verídica de quien distribuye el alcohol, así que empezaré intentando acercarme un poco a la chica."Pensé.
-Por cierto, eres muy guapa dije con una risa picaresca y llena de vida, como un tonto enamorado en primavera.
-Gracias a ti ahora se el nombre de esa chiquilla que supongo que es tu hermanita pero, ¿como te llamas tú? pregunté mirándola a los ojos.
La gente joven suele ser siempre incauta, puede que esta sea la forma más sencilla de enterarme sin levantar sospechas.
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Casi puedes ver un pequeño brillo en los ojos de la muchacha cuando le preguntas por recomendaciones. No sabes qué puede ser, pero no tiene que ser malo... ¿verdad? Pero qué más da, tu halago llega pronto.
—Vaya, muchas gracias —te dice con una sonrisa más cálida si cabe—. Verás, tenemos distintos platos locales, la mayoría con remolacha y cebolla, pero también tenemos muy buen pollo y cerdo. Podrías pedir un Borsh, que es una sopa caliente de verduras, o si te apetece algo más contundente y un poco más caro tenemos nuestro Pelmeni especial, que es un rulo relleno de carne de pollo especiado. También podríamos asarte un cochinillo, si el dinero no es problema.
Oh, el dinero. Hmm. ¿Llevas dinero? Eso sería una cuestión importante de la que preocuparse si no quieres marcarte un simpa. A ver, algo tienes, pero... bueno, debes preocuparte también del alojamiento ¿no? En fin, seguro que tu gran imaginación piensa algo para solventar estas dos cosas a la vez.
—меня зовут катерина (Menya zovut Katerina) —te dice en su extraña lengua haciendo hincapié en su nombre—. Puedes llamarme Rina si quieres.
Parecen llamarla de otra mesa, o quizás la voz esa grave es de su padre que la reclama, quién sabe, la cuestión es que se pone un poco de puntillas para ver dónde tiene que ir y con un movimiento de mano te pide que la disculpes un segundo. Una vez se va puedes notar como unas cuantas miradas afiladas como cuchillos se te clavan en un costado. Provienen de una mesa de jóvenes muchachos tan rudos como el resto de la población labrada en la dureza del campo.
La ocupada chica tardará unos minutos en volver, y lo hará de paso que va cargada a la cocina con platos rebañados.
—¿Y qué va a ser?
Quizás si tuvieras millones y fueras ya un jefe de la mafia podrías pedírtela a ella y todo. Es una pena que tengas que ir tan pendiente de cómo gastas el dinero para exprimir cada berrie.
—Vaya, muchas gracias —te dice con una sonrisa más cálida si cabe—. Verás, tenemos distintos platos locales, la mayoría con remolacha y cebolla, pero también tenemos muy buen pollo y cerdo. Podrías pedir un Borsh, que es una sopa caliente de verduras, o si te apetece algo más contundente y un poco más caro tenemos nuestro Pelmeni especial, que es un rulo relleno de carne de pollo especiado. También podríamos asarte un cochinillo, si el dinero no es problema.
Oh, el dinero. Hmm. ¿Llevas dinero? Eso sería una cuestión importante de la que preocuparse si no quieres marcarte un simpa. A ver, algo tienes, pero... bueno, debes preocuparte también del alojamiento ¿no? En fin, seguro que tu gran imaginación piensa algo para solventar estas dos cosas a la vez.
—меня зовут катерина (Menya zovut Katerina) —te dice en su extraña lengua haciendo hincapié en su nombre—. Puedes llamarme Rina si quieres.
Parecen llamarla de otra mesa, o quizás la voz esa grave es de su padre que la reclama, quién sabe, la cuestión es que se pone un poco de puntillas para ver dónde tiene que ir y con un movimiento de mano te pide que la disculpes un segundo. Una vez se va puedes notar como unas cuantas miradas afiladas como cuchillos se te clavan en un costado. Provienen de una mesa de jóvenes muchachos tan rudos como el resto de la población labrada en la dureza del campo.
La ocupada chica tardará unos minutos en volver, y lo hará de paso que va cargada a la cocina con platos rebañados.
—¿Y qué va a ser?
Quizás si tuvieras millones y fueras ya un jefe de la mafia podrías pedírtela a ella y todo. Es una pena que tengas que ir tan pendiente de cómo gastas el dinero para exprimir cada berrie.
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La muchacha sonrió alegremente con un brillo vivaz en los ojos, parece que el halago funcionó. Comenzó a decirme las especialidades de la casa como el Borsh, una sopa de verduras o el Pelmeni especial, un rulo de carne de pollo con especias el cual sonaba muy bien, pero el dinero era algo que no me sobraba así que, por ahora, tendré que contentarme con el Borsh. Además, me dijo que su nombre era Katerina, aunque podía llamarla Rina.
-Un placer Rina, mi nombre es Frostward aunque puedes llamarme Frost si quieres. dije con un tono jovial.
Justo cuando iba a encargar mi orden, llamaron a Rina de otra mesa con una profunda voz, la chica se disculpó un segundo y fue a atender a otra mesa. Mientras que Rina no estaba, pude sentir como unas miradas afiladas se clavaban en mi costado, intenté no darle mucha importancia pero se estaban haciendo cada vez más afiladas así que decidí mirar la sala entera y, en especial, a esa mesa que tenía tanto interés en mi. Cuando giré la cabeza pude verlo, una mesa con unos cuantos jóvenes mirándome con un odio inconmensurable.No había mucho que destacar de aquel grupo sobre los demás de aquel lugar, eran fornidos, peludos y no tenían pinta de querer hacer amigos.
Volví a dirigir mi mirada hacia el frente, comprobé cuanto dinero me quedaba y comencé a calcular "Con este dinero si quito lo que vale el Borsh (o lo que me parecía mas similar a una sopa en la carta, lo que supuse que era este plato), tendría para pasar 4 o 5 días en una posada,dependiendo del precio del lugar... Sí, creo que pedir el Borsh será lo mejor."
Rina volvió a mi mesa cargada con platos hasta los topes, no podía dejar pasar la oportunidad de ayudarla, necesitaba recortar tiempo de investigación por donde sea si quiero enterarme sobre aquellas imitaciones. Entonces ella me preguntó sobre mi pedido a lo que yo respondí levantándome de la mesa e intentando agarrar un puñado de platos de sus manos.
-Dejame ayudarte,Rina. Se ve que hay mucha gente aún en el lugar y yo tengo práctica de camarero. "Al fin y al cabo yo era siempre quien servía la comida en las reuniones de Gorgona" pensé.
-No hace falta que me paguéis nada así que no te preocupes, está en mi naturaleza ayudar a la gente que lo necesita. dije con una sonrisa tan deslumbrante como el primer rayo de sol.
¿Quien se negaría a tener mano de obra con conocimiento y gratis? Si todo sale bien y Rina me dejaba ayudarla, intentaría mantener esa actitud risueña mientras ayudo en el local, recogiendo platos y dedicando de vez en cuando una sonrisa a Rina y una vez cerrase el local, trataría de establecer una conversación con la chica mientras la ayudaba a limpiar el lugar.
-Madre mía, ¿todos los días son así de ajetreados? Tiene que ser algo complicado la verdad. Dime Rina, ¿este lugar es de tu familia? ¿Ayudas cuando hay días así de ajetreados o directamente trabajas aquí? Porque a pesar de parecer alguien tan joven has trabajado muy duro hoy, ¿estudias en algún sitio de por aquí? Trataría de mantener una charla casual y tranquila con la chica hasta que echasen la llave y cuando tocase la hora de irse, le preguntaría a la chica sobre algún lugar para pasar la noche, con algo de suerte me dejaría pasar la noche allí si no, al menos ya tendré alguna indicación de una posada cercana.
-Un placer Rina, mi nombre es Frostward aunque puedes llamarme Frost si quieres. dije con un tono jovial.
Justo cuando iba a encargar mi orden, llamaron a Rina de otra mesa con una profunda voz, la chica se disculpó un segundo y fue a atender a otra mesa. Mientras que Rina no estaba, pude sentir como unas miradas afiladas se clavaban en mi costado, intenté no darle mucha importancia pero se estaban haciendo cada vez más afiladas así que decidí mirar la sala entera y, en especial, a esa mesa que tenía tanto interés en mi. Cuando giré la cabeza pude verlo, una mesa con unos cuantos jóvenes mirándome con un odio inconmensurable.No había mucho que destacar de aquel grupo sobre los demás de aquel lugar, eran fornidos, peludos y no tenían pinta de querer hacer amigos.
Volví a dirigir mi mirada hacia el frente, comprobé cuanto dinero me quedaba y comencé a calcular "Con este dinero si quito lo que vale el Borsh (o lo que me parecía mas similar a una sopa en la carta, lo que supuse que era este plato), tendría para pasar 4 o 5 días en una posada,dependiendo del precio del lugar... Sí, creo que pedir el Borsh será lo mejor."
Rina volvió a mi mesa cargada con platos hasta los topes, no podía dejar pasar la oportunidad de ayudarla, necesitaba recortar tiempo de investigación por donde sea si quiero enterarme sobre aquellas imitaciones. Entonces ella me preguntó sobre mi pedido a lo que yo respondí levantándome de la mesa e intentando agarrar un puñado de platos de sus manos.
-Dejame ayudarte,Rina. Se ve que hay mucha gente aún en el lugar y yo tengo práctica de camarero. "Al fin y al cabo yo era siempre quien servía la comida en las reuniones de Gorgona" pensé.
-No hace falta que me paguéis nada así que no te preocupes, está en mi naturaleza ayudar a la gente que lo necesita. dije con una sonrisa tan deslumbrante como el primer rayo de sol.
¿Quien se negaría a tener mano de obra con conocimiento y gratis? Si todo sale bien y Rina me dejaba ayudarla, intentaría mantener esa actitud risueña mientras ayudo en el local, recogiendo platos y dedicando de vez en cuando una sonrisa a Rina y una vez cerrase el local, trataría de establecer una conversación con la chica mientras la ayudaba a limpiar el lugar.
-Madre mía, ¿todos los días son así de ajetreados? Tiene que ser algo complicado la verdad. Dime Rina, ¿este lugar es de tu familia? ¿Ayudas cuando hay días así de ajetreados o directamente trabajas aquí? Porque a pesar de parecer alguien tan joven has trabajado muy duro hoy, ¿estudias en algún sitio de por aquí? Trataría de mantener una charla casual y tranquila con la chica hasta que echasen la llave y cuando tocase la hora de irse, le preguntaría a la chica sobre algún lugar para pasar la noche, con algo de suerte me dejaría pasar la noche allí si no, al menos ya tendré alguna indicación de una posada cercana.
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En un principio arruga la nariz ante tu propuesta, pero una vez terminas tu alegato de hacerlo gratis simplemente se encoge de hombros.
—Pero lo que rompas lo pagas, eh —dice con una jovialidad espeluznante. No ha sonado a amenaza, pero casi que la has sentido en los huesos.
Quién iba a pensar que algo dicho en boca de una chica tan guapa y con un tono tan cordial podía ser tan... chungo. El caso es que te deja ayudarla, aunque no te da más trabajo del que puedas llevar bien. Parece acostumbrada a cargar peso en las bandejas que con tanta destreza sostiene sobre sus manos. Poco a poco la gente va abandonando el local, y aunque este no cierra, se nota que el mayor volumen de clientela que ha ido temprano a almorzar vuelve a sus quehaceres. Eso sí, los muchachos de antes no se van...
La chica te va contestando a las preguntas según las vas haciendo, ya que como buen muchacho encantador sabes esperar tu turno. La cosa va tal que así:
—Casi todos, ofrecemos un buen precio y eso atrae a la clientela. Sí, la familia Pávlov regenta esta posada desde que se construyó, aunque antes teníamos otra en madera. Terminé de estudiar este año en Amstel, ya que mi tía tiene una escuela para jovencitas, y me he vuelto para ayudar a la familia con el negocio. No me desagrada el ajetreo, la verdad, pero me gustaría cambiar unas cuantas cosas por aquí...
Suena a que su padre no le deja modernizar las cosas. Así es la vida, en todos los sitios. Apoyándo la espalda sobre la pared justo al lado de la puerta de la cocina adelanta una y sube la otra graciosamente plantando la suela de sus zapatos justo en el bordillo. Sonríe recolocándose el pelo que, a pesar de tanto ajetreo, sigue igual de bonito.
—Bueno, tú preguntas mucho pero no me cuentas nada de tí... ¿Quién eres, Frost? ¿Y qué te trae al reino?
Sus ojos pasan por encima tuya un instante, una rápida mirada como la de alguien que ha visto algo sin demasiada importancia pasar tras de ti. Eres lo suficientemente listo como para saber que ha sido en la mesa de los jóvenes, pero si te giras no verás nada allí más que miradas de odio.
La pequeña Tanya, sujetando un vaso de caldito entre sus manos, se acerca dándole sorbitos para miraros. Una vez respondas, o dejes la pregunta airearse, la niña le dirá algo a su hermana en su extraño idioma.
—Pero lo que rompas lo pagas, eh —dice con una jovialidad espeluznante. No ha sonado a amenaza, pero casi que la has sentido en los huesos.
Quién iba a pensar que algo dicho en boca de una chica tan guapa y con un tono tan cordial podía ser tan... chungo. El caso es que te deja ayudarla, aunque no te da más trabajo del que puedas llevar bien. Parece acostumbrada a cargar peso en las bandejas que con tanta destreza sostiene sobre sus manos. Poco a poco la gente va abandonando el local, y aunque este no cierra, se nota que el mayor volumen de clientela que ha ido temprano a almorzar vuelve a sus quehaceres. Eso sí, los muchachos de antes no se van...
La chica te va contestando a las preguntas según las vas haciendo, ya que como buen muchacho encantador sabes esperar tu turno. La cosa va tal que así:
—Casi todos, ofrecemos un buen precio y eso atrae a la clientela. Sí, la familia Pávlov regenta esta posada desde que se construyó, aunque antes teníamos otra en madera. Terminé de estudiar este año en Amstel, ya que mi tía tiene una escuela para jovencitas, y me he vuelto para ayudar a la familia con el negocio. No me desagrada el ajetreo, la verdad, pero me gustaría cambiar unas cuantas cosas por aquí...
Suena a que su padre no le deja modernizar las cosas. Así es la vida, en todos los sitios. Apoyándo la espalda sobre la pared justo al lado de la puerta de la cocina adelanta una y sube la otra graciosamente plantando la suela de sus zapatos justo en el bordillo. Sonríe recolocándose el pelo que, a pesar de tanto ajetreo, sigue igual de bonito.
—Bueno, tú preguntas mucho pero no me cuentas nada de tí... ¿Quién eres, Frost? ¿Y qué te trae al reino?
Sus ojos pasan por encima tuya un instante, una rápida mirada como la de alguien que ha visto algo sin demasiada importancia pasar tras de ti. Eres lo suficientemente listo como para saber que ha sido en la mesa de los jóvenes, pero si te giras no verás nada allí más que miradas de odio.
La pequeña Tanya, sujetando un vaso de caldito entre sus manos, se acerca dándole sorbitos para miraros. Una vez respondas, o dejes la pregunta airearse, la niña le dirá algo a su hermana en su extraño idioma.
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Todo transcurrió como tenía planeado hasta el momento, pude ayudar con el ajetreo del lugar lo que me dejó un momento para hablar con la chica la cual era más interesante de lo que pensaba, puede que incluso esta señorita me llegase a caer bien (no me mires así, incluso a alguien con dificultad para entender los sentimientos puede tener alguna que otra amistad). Me contó que esta posada perteneció a la familia Pávlov durante generaciones lo cual no es de extrañar, la gente con cantinas pequeñas suelen hacer lo mismo en todos lados, por lo que tengo entendido. Cada vez que Rina me respondía algo, siempre prestaba atención con una sonrisa cordial. Además de esto me contó como acabó sus estudios Amstel, en una escuela llevada por su tía.
No tardó mucho en preguntar sobre mí, se colocó cerca de la puerta de la cocina y preguntó quién era yo, acto seguido hizo un ligero movimiento para mirar por encima de mi hombro. No necesitaba darme la vuelta para saber que aquellos jóvenes seguían clavándome sus miradas de odio en la nuca, podía sentirlas como quien siente una hoja de un cuchillo cerca de su cuello. Obviando a los chicos respondí sonriente.
-Pues verás, no hay mucho que contar sobre mí. Nací en Isla Copo y viví toda mi vida en un orfanato hasta que pude salir, cuando cumplí 15 años comencé a trabajar como ayudante de muchas personas, agricultores, pescaderos... también trabajé durante un tiempo en una cantina cercana para ganar dinero y cuando cumplí 18 años y pude abandonar aquel orfanato me dediqué a viajar por el mundo. Aún vuelvo para ayudar allí de vez en cuando para pagar por toda la ayuda que recibí y un día cogí un barco cualquiera y aquí estoy, un año más tarde desde que empecé a viajar. Conté con una gran sonrisa.
-Ya ves que no hay mucho que ver, me enseñeron a pelear con este gran bastón que llevo en la espalda y bueno, también intento ayudar a alguien siempre que lo necesita. Dije mientras intentaba ignorar aquellas miradas que cada vez se afilaban más y más.
Poco después, pude ver a Tanya con un vaso lleno de caldo acercarse a nosotros, así que me senté para ponerme a su altura, coloqué mi mano en su cabeza, sobre el gorro y empecé a hablarle con un tono cariñoso, casi como de un hermano mayor se tratase.
-¡Vaya! ¡Si está aquí Tanya! Muchas gracias por atenderme antes, si no fuese por ti habría estado perdido Esperando que me entendiera bien, le dediqué una cálida sonrisa. Acto seguido me levanté y la pequeña Tanya le diría algo a Rina en su idioma (aún sigo sin acostumbrarme a este idioma, parece que se están atragantando). Mientras hablaban aproveché para mirar por encima de mi hombro el local y, en especial, aquella mesa de jóvenes. Por lo que pude suponer, Tanya era una chica muy exclusiva y uno de esos campesinos estaría enamorado de ella, si no, ¿por qué me iban a mirar de esa manera? Por lo demás, el local parecía mucho más tranquilo y a excepción de esa mesa y a unas cuantas personas de la barra, el local estaba vacío. No sé el tiempo que pasé ayudando pero desde luego se hizo tarde. Cuando las hermanas terminasen de hablar, intentaría preguntar a Rina sobre el hospedaje.
-Oye Rina, ¿puedo quedarme en esta posada? El dinero no será un problema y me gustaría asegurarme un lugar donde dormir antes de que sea demasiado tarde Dije casualmente.
-También me gustaría pedirte un favor, ¿podrías enseñarme los alrededores del sitio? Quiero familiarizarme un poco con el lugar y ya que eres de la únicas personas que conozco aquí, me gustaría que me enseñases el lugar y me hablases un poco en general de tu pueblo Sonreí amablemente.
Si Rina aceptase, me prepararía en la puerta, me colocaría mi gorro y afianzaría las cuerdas que atan el bastón a mi espalda mientras la espero, le abriría la puerta cordialmente y la acompañaría alrededor del lugar y, una vez fuera, le preguntaría sobre aquellos tipos.
-Oye Rina, ¿sabes quienes eran los que me miraban de esa manera en la posada? No se si hice algo malo pero me estaban matando con la mirada. Ahora sin ellos observandome me siento mucho más aliviado, ¿o quizás es por estar contigo?Dije bromeando entre risas. Estaría muy atento al pueblo y a todo lo que Rina me dijera, buscaría algún sitio sospechoso donde poder investigar más tarde y una vez acabásemos, le preguntaría a Rina si podría hablar con su padre.
-Oye Rina, la verdad es que me gustaría preguntarle a tu padre unas cuantas cosas sobre la posada y un par de recetas,lo hacéis tan bien aquí que quizás podría ayudar a las cantinas cerca de mi orfanato con algún que otro consejo, porque no las he visto tan llenas como esta en mi vida sonreiría con un brillo en los ojos, esperando su respuesta.
No tardó mucho en preguntar sobre mí, se colocó cerca de la puerta de la cocina y preguntó quién era yo, acto seguido hizo un ligero movimiento para mirar por encima de mi hombro. No necesitaba darme la vuelta para saber que aquellos jóvenes seguían clavándome sus miradas de odio en la nuca, podía sentirlas como quien siente una hoja de un cuchillo cerca de su cuello. Obviando a los chicos respondí sonriente.
-Pues verás, no hay mucho que contar sobre mí. Nací en Isla Copo y viví toda mi vida en un orfanato hasta que pude salir, cuando cumplí 15 años comencé a trabajar como ayudante de muchas personas, agricultores, pescaderos... también trabajé durante un tiempo en una cantina cercana para ganar dinero y cuando cumplí 18 años y pude abandonar aquel orfanato me dediqué a viajar por el mundo. Aún vuelvo para ayudar allí de vez en cuando para pagar por toda la ayuda que recibí y un día cogí un barco cualquiera y aquí estoy, un año más tarde desde que empecé a viajar. Conté con una gran sonrisa.
-Ya ves que no hay mucho que ver, me enseñeron a pelear con este gran bastón que llevo en la espalda y bueno, también intento ayudar a alguien siempre que lo necesita. Dije mientras intentaba ignorar aquellas miradas que cada vez se afilaban más y más.
Poco después, pude ver a Tanya con un vaso lleno de caldo acercarse a nosotros, así que me senté para ponerme a su altura, coloqué mi mano en su cabeza, sobre el gorro y empecé a hablarle con un tono cariñoso, casi como de un hermano mayor se tratase.
-¡Vaya! ¡Si está aquí Tanya! Muchas gracias por atenderme antes, si no fuese por ti habría estado perdido Esperando que me entendiera bien, le dediqué una cálida sonrisa. Acto seguido me levanté y la pequeña Tanya le diría algo a Rina en su idioma (aún sigo sin acostumbrarme a este idioma, parece que se están atragantando). Mientras hablaban aproveché para mirar por encima de mi hombro el local y, en especial, aquella mesa de jóvenes. Por lo que pude suponer, Tanya era una chica muy exclusiva y uno de esos campesinos estaría enamorado de ella, si no, ¿por qué me iban a mirar de esa manera? Por lo demás, el local parecía mucho más tranquilo y a excepción de esa mesa y a unas cuantas personas de la barra, el local estaba vacío. No sé el tiempo que pasé ayudando pero desde luego se hizo tarde. Cuando las hermanas terminasen de hablar, intentaría preguntar a Rina sobre el hospedaje.
-Oye Rina, ¿puedo quedarme en esta posada? El dinero no será un problema y me gustaría asegurarme un lugar donde dormir antes de que sea demasiado tarde Dije casualmente.
-También me gustaría pedirte un favor, ¿podrías enseñarme los alrededores del sitio? Quiero familiarizarme un poco con el lugar y ya que eres de la únicas personas que conozco aquí, me gustaría que me enseñases el lugar y me hablases un poco en general de tu pueblo Sonreí amablemente.
Si Rina aceptase, me prepararía en la puerta, me colocaría mi gorro y afianzaría las cuerdas que atan el bastón a mi espalda mientras la espero, le abriría la puerta cordialmente y la acompañaría alrededor del lugar y, una vez fuera, le preguntaría sobre aquellos tipos.
-Oye Rina, ¿sabes quienes eran los que me miraban de esa manera en la posada? No se si hice algo malo pero me estaban matando con la mirada. Ahora sin ellos observandome me siento mucho más aliviado, ¿o quizás es por estar contigo?Dije bromeando entre risas. Estaría muy atento al pueblo y a todo lo que Rina me dijera, buscaría algún sitio sospechoso donde poder investigar más tarde y una vez acabásemos, le preguntaría a Rina si podría hablar con su padre.
-Oye Rina, la verdad es que me gustaría preguntarle a tu padre unas cuantas cosas sobre la posada y un par de recetas,lo hacéis tan bien aquí que quizás podría ayudar a las cantinas cerca de mi orfanato con algún que otro consejo, porque no las he visto tan llenas como esta en mi vida sonreiría con un brillo en los ojos, esperando su respuesta.
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Ah la historia de tu vida, una historia en la que casualmente dejas de largo el mentar nada ilegal. Bien, haces bien. La chica sonríe, aunque parece preocupada por que hayas tenido que vivir experiencias tan duras al criarte sin padres, ir de trabajo en trabajo... ¡Es que eres tan joven! ¡Y ella tan buena!
—Por supuesto que puedes quedarte, tenemos habitaciones de sobra. Y si me ayudas un poquito con las cosas del local sabré recompensártelo.
Las cosas van rápido, pero así es la gente joven, ¿no? Aunque claro, a lo mejor ese pequeño deje ha sido solo imaginaciones tuyas, que estás en la edad, ya que su tono y compostura siguen irradiando esa maravillosa bondad. ¡Qué buena moza!
—Por supuesto que sí, Frost. De hecho hoy tenía que hacer unas cuantas compras, y no me vendrá nada mal tener un poco de compañia.
¿Es el acento? Desde luego es un bonito acento, uno de las muchachas criadas en un clima tan frío que necesitan derretir a la gente con sus palabras.
—Termino unas cuantas cosas y salimos, ¿vale? —te dice sabiendo ya cuál va a ser tu respuesta—. Mientras puedes dejar tus cosas en la habitación.
No tarda mucho en acercarse a la barra donde, tras una corta charla con su padre, te hace de intermediaria para conseguir la llave de tu habitación. Está en la planta superior, y aunque es modesta está resguardada del frío exterior. La ventana está en la esquina del edificio, y si te pegas al marco puedes ver la puerta. Puerta por la que, mires o no, habrán salido los jóvenes que antes amargaban tu existencia. Cuando vuelvas ya no estarán, y Rina se habrá cambiado a un vestido algo más cómodo y desde luego mucho más limpio.
Salís de allí como amigos pero la cesta que lleva en sus brazos, la gracia que tiene al andar y la sonrisa que te lanza apunta a algo más. Pero antes de adelantarnos a los acontecimientos responderá a tus preguntas.
—Son chicos —dice como solo una mujer puede decir aquello— ¿tú que crees?
Es una forma muy sutil y encantadora de decir que su compañía está solicitada de una manera muy celosa, ¿no? Aún así, hay cierta timidez, o quizás inocencia, en su forma de hablar. Quizá eso hace que la deseen más. Tú, como eres raro, ya sabrás lo que sientes o no.
Mientras paseáis te da una vuelta por el pueblo diciéndote los nombres de distintas granjas que, a tu juicio, suenan todos casi igual. "K", "R", muchas "SS"; ese idioma es la mar de raro y complejo. En fin, allí poco hay que ver aparte de la capilla dedicada a un santo de nombre complejo, el pequeño cuartel donde hay guardias uniformados y un pequeño busto del Zar en sus tiempos mozos. Nada realmente fuera de lo común, todo mundano y pueblerino...
—¿A mi padre? Mi madre es la que cocina realmente, aunque aún no la has visto, y desde que llegué me ocupo yo de las cuentas de la casa. Lo cierto es que no hay ningún secreto, solo ofrecer a tus clientes lo que quieren... A buen precio.
Cuando llegáis a una parte del pueblo, que casi parece igual que las otras a tus ojos de extranjero, se para un momento.
—Tengo que ir a hablar con un viejo amigo al que no le gustan nada, pero nada los extranjeros. ¿Te importa esperar aquí un rato?
Ya sabe la respuesta, pero por si acaso te coje la mano suavemente y la aprieta con una agradable y cariñosa firmeza.
—No tardo.
¿Conseguirá esta muchacha hacerte sentir alguna de las emociones que tanto anhelas? Meh. No sé. Solo tú lo sabes. El caso que cinco minutos después de irse una sombra tan grande como una montaña aparece a tu espalda. Es uno de los chicos de antes, y no te mira con buenos ojos.
—идиот (Idiot)
No hay que ser muy listo para saber qué te ha dicho. Parece que esa palabra suena igual en todas partes.
—Por supuesto que puedes quedarte, tenemos habitaciones de sobra. Y si me ayudas un poquito con las cosas del local sabré recompensártelo.
Las cosas van rápido, pero así es la gente joven, ¿no? Aunque claro, a lo mejor ese pequeño deje ha sido solo imaginaciones tuyas, que estás en la edad, ya que su tono y compostura siguen irradiando esa maravillosa bondad. ¡Qué buena moza!
—Por supuesto que sí, Frost. De hecho hoy tenía que hacer unas cuantas compras, y no me vendrá nada mal tener un poco de compañia.
¿Es el acento? Desde luego es un bonito acento, uno de las muchachas criadas en un clima tan frío que necesitan derretir a la gente con sus palabras.
—Termino unas cuantas cosas y salimos, ¿vale? —te dice sabiendo ya cuál va a ser tu respuesta—. Mientras puedes dejar tus cosas en la habitación.
No tarda mucho en acercarse a la barra donde, tras una corta charla con su padre, te hace de intermediaria para conseguir la llave de tu habitación. Está en la planta superior, y aunque es modesta está resguardada del frío exterior. La ventana está en la esquina del edificio, y si te pegas al marco puedes ver la puerta. Puerta por la que, mires o no, habrán salido los jóvenes que antes amargaban tu existencia. Cuando vuelvas ya no estarán, y Rina se habrá cambiado a un vestido algo más cómodo y desde luego mucho más limpio.
Salís de allí como amigos pero la cesta que lleva en sus brazos, la gracia que tiene al andar y la sonrisa que te lanza apunta a algo más. Pero antes de adelantarnos a los acontecimientos responderá a tus preguntas.
—Son chicos —dice como solo una mujer puede decir aquello— ¿tú que crees?
Es una forma muy sutil y encantadora de decir que su compañía está solicitada de una manera muy celosa, ¿no? Aún así, hay cierta timidez, o quizás inocencia, en su forma de hablar. Quizá eso hace que la deseen más. Tú, como eres raro, ya sabrás lo que sientes o no.
Mientras paseáis te da una vuelta por el pueblo diciéndote los nombres de distintas granjas que, a tu juicio, suenan todos casi igual. "K", "R", muchas "SS"; ese idioma es la mar de raro y complejo. En fin, allí poco hay que ver aparte de la capilla dedicada a un santo de nombre complejo, el pequeño cuartel donde hay guardias uniformados y un pequeño busto del Zar en sus tiempos mozos. Nada realmente fuera de lo común, todo mundano y pueblerino...
—¿A mi padre? Mi madre es la que cocina realmente, aunque aún no la has visto, y desde que llegué me ocupo yo de las cuentas de la casa. Lo cierto es que no hay ningún secreto, solo ofrecer a tus clientes lo que quieren... A buen precio.
Cuando llegáis a una parte del pueblo, que casi parece igual que las otras a tus ojos de extranjero, se para un momento.
—Tengo que ir a hablar con un viejo amigo al que no le gustan nada, pero nada los extranjeros. ¿Te importa esperar aquí un rato?
Ya sabe la respuesta, pero por si acaso te coje la mano suavemente y la aprieta con una agradable y cariñosa firmeza.
—No tardo.
¿Conseguirá esta muchacha hacerte sentir alguna de las emociones que tanto anhelas? Meh. No sé. Solo tú lo sabes. El caso que cinco minutos después de irse una sombra tan grande como una montaña aparece a tu espalda. Es uno de los chicos de antes, y no te mira con buenos ojos.
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Bingo, el plan proseguía y mucho mejor de lo esperado, además, la chica me ofreció una "recompensa" si ayudaba en el local y claro, no pude negarme. ¿Que era esto que pasaba? Jamás había sentido nada en toda su vida y de repente esa sonrisa recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica, nunca logré conectar con nadie pero,¿quizás solo era por haber estado en un lugar equivocado todo este tiempo? Fuera como fuese, decidí olvidar eso y continuar adelante.
Rina aceptó el servirme de guía en el pueblo y allí estaba otra vez, ese tono, ese acento, ese gesto, no se que era pero volví a sentir otra vez esa descarga atravesando mi cuerpo de arriba abajo, se me encogió el corazón un momento pero volví a la normalidad enseguida. No podía permitirme errores, la gente de por ahí era enorme, un solo desliz y probablemente acabaría muy mal parado.
La chica tuvo que ausentarse un momento, de mientras, me dijo de subir mis cosas a mi habitación y eso hice. "Es la última ¿cierto? La que hace esquina..." Pensaba mientras avanzaba por el pasillo de la parte superior del edificio. Las demás habitaciones parecían vacías o, al menos, no se escuchaba demasiado en ellas. Llegué a mi habitación, abrí la puerta y me lancé de cara a la cama, era muy suave y blanda. A parte de esto, solo había un pequeño escritorio, una lámpara de aceite y una ventana, por la cual decidí asomarme.
Eran ellos, aquellos muchachos que fundían mi nuca con su mirada, verlos marchar fue un alivio en principio pero volviéndolo a pensar, esto significará que me los podré encontrar fuera y eso no sería nada bueno. Me alejé de la ventana, dejé todo en mi cuarto excepto mi bastón y salí de la habitación, dispuesto a volver al comedor a esperar a Rina.
Esperando en la puerta escuché su voz llamarme desde atrás, me giré a verla y allí estaba ella, con un largo y precioso vestido gris que tenía pinta de ser extremadamente suave y calentita pero que en ella adquiere también el ser precioso... ¿Pero que estoy pensando? No entiendo lo que ocurre, nunca han pasado estos pensamientos por mi cabeza con nadie, nunca me he parado a pensar en nadie ¿y ahora estoy diciendo esto? En fin, será mejor obviar el tema ahora. Me recompuse de verla que con el vestido a mi cara normal, aunque seguramente me hubiese visto boquiabierto durante un segundo.
Cuando me respondió sobre lo de aquel grupo de chicos, mis sospechas se confirmaron, simplemente sentían una rivalidad romántica hacia mi, así que más me valía evitarlos por el momento y buscarme los mínimos problemas posibles.
Salimos del local mientras la observaba, ella iba con una cesta de mimbre vacía, se movía con gracia y con una sonrisa deslumbrante pero tímida a la vez, desde luego no me extrañaba por qué aquella gente me miraba de una manera tan... profunda, esta chica era un encanto. Me llevó a varios sitios diferentes pero que para mí parecían todos iguales, que si "Krikessko", que si "Ruskelosski" o yo que se qué, a mi todo me parecía igual menos un par de estatuas y el cuartel general. No había nada sospechoso, así que si quiero enterarme sobre lo del alcohol, debería preguntar directamente, seguramente lo haré esta noche.
Mientras caminábamos, compartíamos sonrisas y juegos, empujones y bromas, fue bastante divertido aunque no recuerdo la última vez que sonreía así,de verdad, quizás porque no hubo una última vez. Llegamos a una casa hecha de piedra como... muchas otras casas del lugar, solo había casas de piedra y madera en ese sitio. Sinceramente, yo pensaba que habíamos dado la vuelta pero parece ser que no, que esta era otra parte del pueblo pero bueno, supongo que ya me adaptaré a este lugar si es necesario. Rina dijo que tenía que hablar con un amigo al que no le gustan los extranjeros "¿Y a los demás de este sitio si les gustan? Porque si eso es una cálida bienvenida..." pensé para mí mientras Rina me dijo que esperara fuera, agarrando mi mano y haciéndome sentir de nuevo esa extraña sensación. Y eso hice, me quité mi gorro de nuevo dejando al descubierto mi pelo blanco, me senté en el suelo y esperé mientras veía a la gente caminar... o al menos esa era mi intención, hasta que una sombra eclipsó el poco sol que había y se escuchó un claro "idiota" aunque algo más gangoso, no se si lo dijo en mi idioma o es que esa palabra sonaba igual en cualquier idioma. Me giré y allí estaba, un hombre peludo, rubio con un pelo corto y mucho, mucho pelo en el cuerpo. Que visión más grotesca para alguien tan insignificante.
-Verá señor, no se quien es usted pero lleva todo el día detrás de nosotros, molestando. Le agradecería que nos dejase en paz de una vez, a mi y a Rina, lo digo por la señorita más que por mí, creo que la está haciendo sentir incómoda. Dije con un tono humilde y sereno, carente de provocación. Solo quería que aquel bicho de señor me dejase en paz mientras hacía mi trabajo, la basura como él debería conocer su lugar y dejar de mirar tanto a la gente que no conoce.
En caso de que fallase mi petición y aquel hombre tratase de golpearme, trataría de esquivar el primer golpe mientras desataría el bastón de mi espalda, me colocaría en posición de combate, de un rápido movimiento trataría de agarrar su pierna por atrás, doblandole la rodilla y provocando que pierda el equilibrio, si esto tiene efecto, volveré a la posición de guardia para realizar un Kōtta hangeki directo a su cabeza y dejarle fuera de juego. En caso de que no se desequilibrase, realizaría un Kōri no keimusho para ganar tiempo, seguido de un golpe directo en la mandíbula para intentar dejarlo KO, acto después, funcionase o no, me retiraría y me colocaría de nuevo en guardia.
En caso de que no se llegase a la pelea, lo cual sería lo idóneo viendo que todos aquí están curtidos con tantos músculos, continuaría hablando con el joven.
-Chico, se que Rina es una chica encantadora pero eso no te da derecho a intentar amedrentar a los demás con tus actos o con tus miradas, debes ganarte su corazón siendo una mejor persona, comportarte como un caballero. No debes culpar a los demás porque alguien no te haga el caso que quieres, a la única persona que debes culpar es a ti mismo.
Una vez acabase todo, esperaría a Rina en la puerta de aquella casa y le explicaría todo lo ocurrido con aquel muchacho en el camino de vuelta a la posada y, una vez allí, intentaría ayudar a Rina con las labores que le quedasen por hacer gustosamente.
Rina aceptó el servirme de guía en el pueblo y allí estaba otra vez, ese tono, ese acento, ese gesto, no se que era pero volví a sentir otra vez esa descarga atravesando mi cuerpo de arriba abajo, se me encogió el corazón un momento pero volví a la normalidad enseguida. No podía permitirme errores, la gente de por ahí era enorme, un solo desliz y probablemente acabaría muy mal parado.
La chica tuvo que ausentarse un momento, de mientras, me dijo de subir mis cosas a mi habitación y eso hice. "Es la última ¿cierto? La que hace esquina..." Pensaba mientras avanzaba por el pasillo de la parte superior del edificio. Las demás habitaciones parecían vacías o, al menos, no se escuchaba demasiado en ellas. Llegué a mi habitación, abrí la puerta y me lancé de cara a la cama, era muy suave y blanda. A parte de esto, solo había un pequeño escritorio, una lámpara de aceite y una ventana, por la cual decidí asomarme.
Eran ellos, aquellos muchachos que fundían mi nuca con su mirada, verlos marchar fue un alivio en principio pero volviéndolo a pensar, esto significará que me los podré encontrar fuera y eso no sería nada bueno. Me alejé de la ventana, dejé todo en mi cuarto excepto mi bastón y salí de la habitación, dispuesto a volver al comedor a esperar a Rina.
Esperando en la puerta escuché su voz llamarme desde atrás, me giré a verla y allí estaba ella, con un largo y precioso vestido gris que tenía pinta de ser extremadamente suave y calentita pero que en ella adquiere también el ser precioso... ¿Pero que estoy pensando? No entiendo lo que ocurre, nunca han pasado estos pensamientos por mi cabeza con nadie, nunca me he parado a pensar en nadie ¿y ahora estoy diciendo esto? En fin, será mejor obviar el tema ahora. Me recompuse de verla que con el vestido a mi cara normal, aunque seguramente me hubiese visto boquiabierto durante un segundo.
Cuando me respondió sobre lo de aquel grupo de chicos, mis sospechas se confirmaron, simplemente sentían una rivalidad romántica hacia mi, así que más me valía evitarlos por el momento y buscarme los mínimos problemas posibles.
Salimos del local mientras la observaba, ella iba con una cesta de mimbre vacía, se movía con gracia y con una sonrisa deslumbrante pero tímida a la vez, desde luego no me extrañaba por qué aquella gente me miraba de una manera tan... profunda, esta chica era un encanto. Me llevó a varios sitios diferentes pero que para mí parecían todos iguales, que si "Krikessko", que si "Ruskelosski" o yo que se qué, a mi todo me parecía igual menos un par de estatuas y el cuartel general. No había nada sospechoso, así que si quiero enterarme sobre lo del alcohol, debería preguntar directamente, seguramente lo haré esta noche.
Mientras caminábamos, compartíamos sonrisas y juegos, empujones y bromas, fue bastante divertido aunque no recuerdo la última vez que sonreía así,de verdad, quizás porque no hubo una última vez. Llegamos a una casa hecha de piedra como... muchas otras casas del lugar, solo había casas de piedra y madera en ese sitio. Sinceramente, yo pensaba que habíamos dado la vuelta pero parece ser que no, que esta era otra parte del pueblo pero bueno, supongo que ya me adaptaré a este lugar si es necesario. Rina dijo que tenía que hablar con un amigo al que no le gustan los extranjeros "¿Y a los demás de este sitio si les gustan? Porque si eso es una cálida bienvenida..." pensé para mí mientras Rina me dijo que esperara fuera, agarrando mi mano y haciéndome sentir de nuevo esa extraña sensación. Y eso hice, me quité mi gorro de nuevo dejando al descubierto mi pelo blanco, me senté en el suelo y esperé mientras veía a la gente caminar... o al menos esa era mi intención, hasta que una sombra eclipsó el poco sol que había y se escuchó un claro "idiota" aunque algo más gangoso, no se si lo dijo en mi idioma o es que esa palabra sonaba igual en cualquier idioma. Me giré y allí estaba, un hombre peludo, rubio con un pelo corto y mucho, mucho pelo en el cuerpo. Que visión más grotesca para alguien tan insignificante.
-Verá señor, no se quien es usted pero lleva todo el día detrás de nosotros, molestando. Le agradecería que nos dejase en paz de una vez, a mi y a Rina, lo digo por la señorita más que por mí, creo que la está haciendo sentir incómoda. Dije con un tono humilde y sereno, carente de provocación. Solo quería que aquel bicho de señor me dejase en paz mientras hacía mi trabajo, la basura como él debería conocer su lugar y dejar de mirar tanto a la gente que no conoce.
En caso de que fallase mi petición y aquel hombre tratase de golpearme, trataría de esquivar el primer golpe mientras desataría el bastón de mi espalda, me colocaría en posición de combate, de un rápido movimiento trataría de agarrar su pierna por atrás, doblandole la rodilla y provocando que pierda el equilibrio, si esto tiene efecto, volveré a la posición de guardia para realizar un Kōtta hangeki directo a su cabeza y dejarle fuera de juego. En caso de que no se desequilibrase, realizaría un Kōri no keimusho para ganar tiempo, seguido de un golpe directo en la mandíbula para intentar dejarlo KO, acto después, funcionase o no, me retiraría y me colocaría de nuevo en guardia.
En caso de que no se llegase a la pelea, lo cual sería lo idóneo viendo que todos aquí están curtidos con tantos músculos, continuaría hablando con el joven.
-Chico, se que Rina es una chica encantadora pero eso no te da derecho a intentar amedrentar a los demás con tus actos o con tus miradas, debes ganarte su corazón siendo una mejor persona, comportarte como un caballero. No debes culpar a los demás porque alguien no te haga el caso que quieres, a la única persona que debes culpar es a ti mismo.
Una vez acabase todo, esperaría a Rina en la puerta de aquella casa y le explicaría todo lo ocurrido con aquel muchacho en el camino de vuelta a la posada y, una vez allí, intentaría ayudar a Rina con las labores que le quedasen por hacer gustosamente.
- Técnicas que podrían ser utilizadas:
- Kōri no keimusho: El usuario golpea al rival con la palma de la mano en la boca del estómago, dejandolo momentaneamente sin aire.
Kōtta hangeki: El usuario se coloca en guardia y se preprara para propinar un gran golpe al rival.
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- Nota para el moderador:
- Tras consultarlo con el usuario, lo último lo dice también en este caso de que no prosigue la pelea depués del primer movimiento
Suspira exasperado tras escucharte exponer tu primer argumento, y luego pasa al ataque. La descomunal y fornida mano de aquel muchacho se avalanza sobre tí abierta, pero la colleja se queda en poco más que un despeine. Consigues esquivarle por poco, y se nota que el fornido no es precisamente ágil. Eso sí, cuando intentas hacerle perder el equilibrio te das cuenta de que sería más fácil arrancar un tocón del suelo.
Mirándote por encima del hombro te lanza una sonrisa que es mezcla de superioridad y lástima. "Pobre niño", sí, eso es lo que dice aquel par de ojos. Tu golpe al estómago siguiente va con toda la rabia originada por el menosprecio y le hace agacharse un poco más que por un verdadero daño por la impresión, y luego el puñetazo a la mandíbula, a la que por poco no llegas, da de lleno. Lo malo es que ahora te duele la mano, y lo peor es que el tío te mira con cara de muy pocos amigos.
Llevándose su propia y peluda garra a la la barbilla, se la masajea y mueve en un intento de quitarse el dolor que le has causado. No parece tener mucho éxito, aunque tampoco es que no esté acostumbrado a una buena trifulca. Es duro, como todos allí... mucho más duro de lo que tú llegarás a ser. Al menos físicamente hablando.
Te mira desde lo alto, como no podría ser siendo un mamotreto, y tras escucharte mueve la cabeza a un lado y al otro crujíendose el cuello comienza a darse la vuelta. Parece que no le merece la pena perder el tiempo allí.
—До свидания. (Das-vidanya)
Atacarle por la espalda sería grosero, poco elegante y desde luego desconsiderado. En este caso, ignora lo siguiente que pasará al marcharse.
Rina vuelve, y lo hace con la bolsa cargada. ¿Qué llevará dentro? Quién sabe. La cosa es que cuando se lo explica se te queda mirando con una cara de preocupación maternal que va de las manos con las prisas con las que habla.
—¿Pero no te ha hecho nada, no? —dice intentando tocarte la cabeza—. ¿Y qué te ha dicho ese imbécil? Mira que... póbrecito Frost, en los líos que te metes por mi culpa.
Tras ver que no tienes nada y darte un cariñoso despeine, la chica propone volver alegremente a la posada. Al cabo de un rato, si te ofreces o si caes en los suspiros y el hecho de que le cueste llevar la bolsa, te permitirá echarle una mano. Sea lo que sea pesa bastante, tanto que solo te permitirá levantarlo tu orgullo ayudado de la testosterona, y tal y como suena parecen... botellas.
Pero sería demasiada casualidad, ¿no? No, la verdad es que no. Si echas un vistazo dentro podrás confirmar que son lo que, obviamente, se sospecha. Quizá sea hora de hacer preguntas... o visitas... o dejarte llevar por el amor de la juventud.
Frostward
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Tras aquel pequeño lío, aquel monstruo se fue por donde vino con una expresión de no merecer la pena, da gracias a que no hubiese usado mi arma si no, otro gallo cantaría. Antes de perderse de mi vista, farfulló algo que sonaba como "Das-viñata" o algo así, la verdad es que no decidí darle más importancia a aquel cabeza hueca, al menos no más de la necesaria.
Cuando Rina salió y le conté lo sucedido ella pareció preocupada por mi, ¿lo diría en serio? ¿o solo era culpa de mi falta de comprensión sentimental? Igual hasta me está intentando engañar... Bueno, por ahora correré el riesgo, me sentía demasiado bien con ella para pensar en conspiraciones extrañas. Acarició mi cabeza cariñosamente mientras me preguntaba sobre lo sucedido.
-Si si, no te preocupes, puede que él fuese fornido pero no tiene ni un poco de mi técnica y velocidad. Cuando todo acabó se fue farfullando algo como Das vidaña o algo parecido, la verdad no le presté mucha más atención. Sonreí aliviado de que el altercado hubiese pasado rápido y de que Rina no se hubiese visto envuelta.
Poco después de emprender el camino de regreso, vi que la pesada cesta de Rina podría ser un poco demasiado para ella así que apoyé mi bastón sobre mi hombro y me ofrecí a llevar la cesta. Si me diese, la colocaría en la parte de gancho de mi bastón y lo utilizaría para hacer el efecto palanca, aliviando el peso y permitiendo llevarlo sin demasiado problema, aunque algo sonaba raro. Al cargar la cesta se escuchaban botellas tintinear. Antes de colgarla la miré rápidamente y lo pude comprobar, era aquel alcohol de imitación de antes, la investigación dio sus frutos mucho antes de lo esperado.
Cargué la cesta en el bastón y continuamos andando y hablando normalmente hasta llegar a la posada.
-Oye Rina, me gustaría hablar contigo a solas en mi habitación más tarde, si no es mucha molestia. Dije con una sonrisa tranquila y algo tímida... ¡¿Tímida?! ¿Cuando he sentido yo timidez? Algo raro me estaba pasando... pero no interfería con mi plan así que por qué no, no era una sensación tan mala así que no tendría problema con aguantar esto un tiempo, al fin y al cabo soy un gran imitador, mientras esté en guardia no se me escaparán las emociones.De todas formas, necesito información sobre aquel negocio de forma rápida y este golpe de suerte me vendrá muy bien.
Llegamos al hostal, llevé las botellas donde me dijo Rina y me dirigí a mi cuarto. Cuando entré por la puerta, los últimos rayos de sol bañaban la habitación, dejé mi bastón al lado de la cama apoyado en la pared y me senté en la misma mientras miraba el lugar, toda la gente trabajadora, toda la gente viviendo sus vidas... era una visión que transmitía calma. Después de ser un mandado durante tanto tiempo y no tener ni un segundo para mí, por fin puedo contemplar unas vistas así sin necesidad de pensar en que el cliente tardará X o Y en recoger el pedido, ni en esconder nada. Saqué aquel trozo de botella con la marca del falso alcohol y me quedé un poco mirándola,pensando en como podría hacerme con el negocio de alguien así por aquí, donde todos son tan fuertes. Aunque lo que tienen de músculo les falta de cerebro, si es como aquel joven lo mismo podría hasta convencerle de hacer lo que yo quiera con simples palabras.
Esperaría hasta que Rina llegase, cuando entrase por la puerta me quedaría un segundo estupefacto por verla "¿cada vez que la veo se vuelve más guapa o que?" Pensaría para mis adentros. La invitaría sentarse en la cama mientras yo me levantaría de ella y trataría de mover la silla del escritorio justo delante de ella para sentarme al revés, es decir, con el respaldo mirando hacia ella. La miraría a los ojos y no me saldría mas que sonreír, pero necesitaría la información, así que llegaría el momento de obviar todo sentimiento y preguntar directamente. Respiraría profundamente y le preguntaría.
-Oye Rina, respecto a tu amigo de esta tarde... ¿quien es? Escuche el tintineo así que supongo que serían botellas pero,¿por qué detesta a los extranjeros? Me ha picado la curiosidad, me gustaría que me hablases de él. Preguntaría con una mirada curiosa como la de un niño descubriendo el mundo. Necesitaba respuestas y pronto tendría que encarar a aquella persona, así que necesitaría toda la información posible.
Cuando Rina salió y le conté lo sucedido ella pareció preocupada por mi, ¿lo diría en serio? ¿o solo era culpa de mi falta de comprensión sentimental? Igual hasta me está intentando engañar... Bueno, por ahora correré el riesgo, me sentía demasiado bien con ella para pensar en conspiraciones extrañas. Acarició mi cabeza cariñosamente mientras me preguntaba sobre lo sucedido.
-Si si, no te preocupes, puede que él fuese fornido pero no tiene ni un poco de mi técnica y velocidad. Cuando todo acabó se fue farfullando algo como Das vidaña o algo parecido, la verdad no le presté mucha más atención. Sonreí aliviado de que el altercado hubiese pasado rápido y de que Rina no se hubiese visto envuelta.
Poco después de emprender el camino de regreso, vi que la pesada cesta de Rina podría ser un poco demasiado para ella así que apoyé mi bastón sobre mi hombro y me ofrecí a llevar la cesta. Si me diese, la colocaría en la parte de gancho de mi bastón y lo utilizaría para hacer el efecto palanca, aliviando el peso y permitiendo llevarlo sin demasiado problema, aunque algo sonaba raro. Al cargar la cesta se escuchaban botellas tintinear. Antes de colgarla la miré rápidamente y lo pude comprobar, era aquel alcohol de imitación de antes, la investigación dio sus frutos mucho antes de lo esperado.
Cargué la cesta en el bastón y continuamos andando y hablando normalmente hasta llegar a la posada.
-Oye Rina, me gustaría hablar contigo a solas en mi habitación más tarde, si no es mucha molestia. Dije con una sonrisa tranquila y algo tímida... ¡¿Tímida?! ¿Cuando he sentido yo timidez? Algo raro me estaba pasando... pero no interfería con mi plan así que por qué no, no era una sensación tan mala así que no tendría problema con aguantar esto un tiempo, al fin y al cabo soy un gran imitador, mientras esté en guardia no se me escaparán las emociones.De todas formas, necesito información sobre aquel negocio de forma rápida y este golpe de suerte me vendrá muy bien.
Llegamos al hostal, llevé las botellas donde me dijo Rina y me dirigí a mi cuarto. Cuando entré por la puerta, los últimos rayos de sol bañaban la habitación, dejé mi bastón al lado de la cama apoyado en la pared y me senté en la misma mientras miraba el lugar, toda la gente trabajadora, toda la gente viviendo sus vidas... era una visión que transmitía calma. Después de ser un mandado durante tanto tiempo y no tener ni un segundo para mí, por fin puedo contemplar unas vistas así sin necesidad de pensar en que el cliente tardará X o Y en recoger el pedido, ni en esconder nada. Saqué aquel trozo de botella con la marca del falso alcohol y me quedé un poco mirándola,pensando en como podría hacerme con el negocio de alguien así por aquí, donde todos son tan fuertes. Aunque lo que tienen de músculo les falta de cerebro, si es como aquel joven lo mismo podría hasta convencerle de hacer lo que yo quiera con simples palabras.
Esperaría hasta que Rina llegase, cuando entrase por la puerta me quedaría un segundo estupefacto por verla "¿cada vez que la veo se vuelve más guapa o que?" Pensaría para mis adentros. La invitaría sentarse en la cama mientras yo me levantaría de ella y trataría de mover la silla del escritorio justo delante de ella para sentarme al revés, es decir, con el respaldo mirando hacia ella. La miraría a los ojos y no me saldría mas que sonreír, pero necesitaría la información, así que llegaría el momento de obviar todo sentimiento y preguntar directamente. Respiraría profundamente y le preguntaría.
-Oye Rina, respecto a tu amigo de esta tarde... ¿quien es? Escuche el tintineo así que supongo que serían botellas pero,¿por qué detesta a los extranjeros? Me ha picado la curiosidad, me gustaría que me hablases de él. Preguntaría con una mirada curiosa como la de un niño descubriendo el mundo. Necesitaba respuestas y pronto tendría que encarar a aquella persona, así que necesitaría toda la información posible.
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¡Maldito seas Arquímides, tú y tu principio de la palanca! Bien hecho, científico, aunque de todas formas vas que no puedes con tu vida y lucirás pronto un largo moratón por la presión. Nada grave, pero es el precio a pagar por llevar las botellas.
—Oh... Pero Frost, ¡qué atrevido eres! —te dice dándote una suave palmada en el brazo. Qué mona ella—. Veré qué puedo hacer.
¿Es calor lo que siente tu corazón, Frost? Desde luego las orejas las tienes como un tomate por mucho que controles tus músculos faciales. ¡Qué bonito es el amor joven! Por suerte tras dejarle la botella, de las que se encargará ella, que tu ya has hecho suficiente, puedes subir a refugiarte en tu habitación.
Una vez estás en tu cuarto tienes tiempo para tranquilizarte, filosofar y disfrutar del mundanal estilo de vida que irradia el pueblo. Quizás, casi rozando lo imposible, podrías dejar a un lado tus deseos de ser un criminal... ¿no? La gente aquí vive tan tranquila y sin problemas... O... puedes seguir con tu idea de manipularles. ¿Sería justo? Bueno, qué más da, la vida no es justa y tú no vas a empezar a serlo.
Al llegar Rina llama suavemente antes de abrir, trae mantas, y no hay que ser muy listo para saber que ha venido con la excusa de que los extranjeros siempre pasan frío por las noches. Desde luego con ella presente este narrador pseudoomnisciente está seguro de que tienes de todo menos frío. Eso sí, deja la puerta abierta no vaya a ser que hablen mal de ella. Mientras le preguntas se pone a vestirte la cama con la paciencia que exige deshacer la más mínima dobladura. Está de espaldas, pero es claro que no te ignora.
—¿El señor Kartoffen? —dice parándose a pensar justo cuando remete el lado más lejano quedándose en pompa durante un instante. Luego vuelve al tajo —. Según lo que sé de él su padre no era precisamente... bueno . Desde ahí y por no se qué de unas setas que le infectaron las patatas les tiene cierta tirria. No es mal hombre, aunque está un poco obsesionado con sus cultivos, la verdad.
Hecha la cama se sacude las manos con satisfacción y se gira.
—¿Qué estás tramando, Frost? Mi hermana tiene esa misma mirada cuando planea alguna travesura, y siempre me acaban culpando a mí de no vigilarla lo suficiente.
El sol cae finalmente con esa última pregunta, aunque no es que se haga de noche precisamente muy tarde. Así es el North. Así es el Reino. Aunque aún se puede ver las sombras no tardarán mucho en reclamar los rincones que son suyos por derecho. Paso a paso ella irá acerándose a tí, o más bien al escritorio, para encender suavemente la vela con una caja de cerillas. Teóricamente hay electricidad en el pueblo, pero esa habitación, por cuestiones de la vida, o quizás por recursos literarios de un loco poeta, no tiene.
—Oh... Pero Frost, ¡qué atrevido eres! —te dice dándote una suave palmada en el brazo. Qué mona ella—. Veré qué puedo hacer.
¿Es calor lo que siente tu corazón, Frost? Desde luego las orejas las tienes como un tomate por mucho que controles tus músculos faciales. ¡Qué bonito es el amor joven! Por suerte tras dejarle la botella, de las que se encargará ella, que tu ya has hecho suficiente, puedes subir a refugiarte en tu habitación.
Una vez estás en tu cuarto tienes tiempo para tranquilizarte, filosofar y disfrutar del mundanal estilo de vida que irradia el pueblo. Quizás, casi rozando lo imposible, podrías dejar a un lado tus deseos de ser un criminal... ¿no? La gente aquí vive tan tranquila y sin problemas... O... puedes seguir con tu idea de manipularles. ¿Sería justo? Bueno, qué más da, la vida no es justa y tú no vas a empezar a serlo.
Al llegar Rina llama suavemente antes de abrir, trae mantas, y no hay que ser muy listo para saber que ha venido con la excusa de que los extranjeros siempre pasan frío por las noches. Desde luego con ella presente este narrador pseudoomnisciente está seguro de que tienes de todo menos frío. Eso sí, deja la puerta abierta no vaya a ser que hablen mal de ella. Mientras le preguntas se pone a vestirte la cama con la paciencia que exige deshacer la más mínima dobladura. Está de espaldas, pero es claro que no te ignora.
—¿El señor Kartoffen? —dice parándose a pensar justo cuando remete el lado más lejano quedándose en pompa durante un instante. Luego vuelve al tajo —. Según lo que sé de él su padre no era precisamente... bueno . Desde ahí y por no se qué de unas setas que le infectaron las patatas les tiene cierta tirria. No es mal hombre, aunque está un poco obsesionado con sus cultivos, la verdad.
Hecha la cama se sacude las manos con satisfacción y se gira.
—¿Qué estás tramando, Frost? Mi hermana tiene esa misma mirada cuando planea alguna travesura, y siempre me acaban culpando a mí de no vigilarla lo suficiente.
El sol cae finalmente con esa última pregunta, aunque no es que se haga de noche precisamente muy tarde. Así es el North. Así es el Reino. Aunque aún se puede ver las sombras no tardarán mucho en reclamar los rincones que son suyos por derecho. Paso a paso ella irá acerándose a tí, o más bien al escritorio, para encender suavemente la vela con una caja de cerillas. Teóricamente hay electricidad en el pueblo, pero esa habitación, por cuestiones de la vida, o quizás por recursos literarios de un loco poeta, no tiene.
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Rina aceptó el encontrarse más tarde conmigo en mi habitación, no creo poder establecer conexión con este señor por Rina y desde luego no quiero que ella se involucre, así que simplemente trataré de sacar la información que pueda antes de hablar con él directamente, debo confiar en mi labia y mis habilidades para hacer que alguien así me deje encargarme del negocio, tenía una idea en mente pero habrá que esperar para ver si tiene efecto.
Llegamos a la posada y estaba bastante vacía, se notaba que estaba apunto de anochecer (a pesar de no ser demasiado tarde, pero así son estos lugares fríos, ¿no? Le devolví las botellas a Rina, me despedí con una sonrisa y subí a mi habitación. Mirando por la ventana pude ver a la gente, como andaba de un lugar para otro, como cada uno vivía su vida... Yo jamás tuve eso, viví solo toda mi vida y cuando Gorgona me recogió la cosa no hizo más que avanzar en un solo camino, pero tengo una misión, una misión aún mayor que yo mismo, luchaba por una libertad de comercio justa, lucho por no favorecer unos productos a otros solo porque unos los haga una gran corporación y otros unos artesanos. Vivir en un mundo así no sería justo para nadie, ni para mi, ni para Rina, ni para los montones de familias cuyos productos son eclipsados y no tienen dinero para vivir.
Mi mirada estaba perdida y melancólica, observando como el sol caía por fin y daba paso a la noche cuando escuché la puerta y ahí estaba Rina, traía unas mantas así que supongo que vino con la excusa de cambiar las mantas o quizás la mandaron directamente y ella aprovechó. Se veía genial, entró en la habitación y se quitó su gorro, dejando una total visión de su pelo rojo, como brasas al viento, y comenzó a poner las sábanas en la cama, mientras le pregunté sobre aquel hombre y su odio por los extranjeros.
Respondió justo cuando estaba colocando las mantas por el lugar más alejado de la cama, poniéndose en pompa. Casi como acto reflejo, aparté la mirada algo sonrojado aunque sin mostrar vergüenza ninguna con los músculos de la cara, intentaba mantener el control.
Me habló sobre aquel hombre, el "Señor Kartoffen" y sobre su padre, también me dijo no se qué de unas setas aunque la verdad, siento que tiene que haber algo más profundo que unos hongos que infectan unas patatas para tenerle odio a todas las personas que vienen de fuera de tu isla, pero supongo que ya averiguaría más motivos al hablar directamente con él.
Rina me miró, sonrió y me preguntó que tramaba, podría contarle la verdad pero eso solo sería hacerle daño y realmente, bastante tenía con vivir aquí como para tener que molestarla más, pero..., ¿debía engañar a la única persona que me ha hecho bien en toda mi vida? Menudo lío, esto de los sentimientos era demasiado complicado. Ella se acercó a encender la luz, estaba tan cerca de mi que solo pude sonrojarme y quedarme paralizado. Cuando volvió a alejarse decidí que ella merecía saberlo.
-Bueno... la verdad es que es algo complicado... Me acomodé en la silla mientras mi expresión cambió a una más seria.
-Rina, eres la primera persona en toda mi vida que me ha hecho sentir algo que no sea miserable así que mereces saber esto, mereces saber mi sueño. Desde siempre he sido alguien que ha vivido despegado de los demás, he sido un recipiente carente de cualquier sentimiento excepto por la ira,la soledad y la preocupación. Cuando vivía en el orfanato solía escaparme por las noches y veía como montones de gente vendía sus productos, productos que nadie compraba. Excepto una familia, la cual vendía imitaciones de joyas casi reales a precio irrisorio. Parecía que por fin podrían tener algo que comer y, un día, desaparecieron. No tardé mucho en enterarme de que esta familia fue asesinada a sangre fría por aquellos que controlan el mercado actual. Aquello me llenó de desprecio al gobierno y hacia aquellas personas que se valían por su fuerza para coaccionar a la gente,controlando toda la riqueza actual. Me prometí a mi mismo que un día uniría a todo el mercado, tanto el mercado normal como el mercado negro en uno solo y yo lo controlaría, para asegurarme de que todos tengan las mismas oportunidades, para asegurarme de que todos puedan avanzar si son buenos en ello. Quiero poder asegurar a todo el mundo una seguridad y un buen punto de comienzo para cualquier negocio no dañino a los demás... Por eso quiero hablar con Kartoffen, necesito ir estableciendo contactos, agregando pequeños artesanos de todos los campos a mí para algún día tras quien sabe cuanto tiempo... Poder cumplir mi ambición. Quiero que sepas que nada de lo que te he contado es falso, he ayudado a todo el mundo con que me he encontrado y recompensado a mi orfanato por cuidarme pero... Este es mi sueño. No se cual es tu pensamiento sobre mí ahora, probablemente pienses que soy un criminal más, que quiero actuar fuera de la ley por gusto o incluso pienses que esto lo hago en beneficio propio y, si fueses cualquier otra persona me daría igual pero... Es la primera vez que no me da igual lo que otra persona pueda pensar de mi.
Aparté la mirada, no me sentía capaz de mirarla a los ojos tras esto, no me sentía capaz de seguir sonriendo tras esto, no me sentía capaz de hablar y no me sentía capaz de ver su reacción. Apreté el puño cargado de miedo, no comprendía muy bien todo lo que me estaba pasando en ese momento pero no estaba bien, todo en lo que se cimentaba mi forma de ser estaba derrumbándose ¿acaso no conocer los sentimientos hasta ahora me hizo pensar que yo soy así? ¿Es esta una excepción? ¿Puede que algo en mi haya empezado a conectar? Algo que no existía en mí todos estos años... No se que me pasaba, era un huracán de sentimientos, de problemas, de miedos... Sin darme cuenta, unas lágrimas escaparon de mis ojos, una chica, en un solo día, consiguió hacerme replanterme toda mi forma de ser. ¿Las relaciones funcionaban así? No, claro que no. Recordé aquellos datos sobre psicología que estudié bajo la tutela de Gorgona, las personas que más solas están tienden a apegarse muy rápido a la gente que les hace caso. Quizás ese era mi problema, viví solo tanto tiempo que al apegarme a una persona tan rápido sentía el deber de no decepcionarla... En fin, ya estaba echo, apreté mis puños sobre mis rodillas mientras miraba hacia abajo, no sabía que más hacer, estaba... paralizado.
Llegamos a la posada y estaba bastante vacía, se notaba que estaba apunto de anochecer (a pesar de no ser demasiado tarde, pero así son estos lugares fríos, ¿no? Le devolví las botellas a Rina, me despedí con una sonrisa y subí a mi habitación. Mirando por la ventana pude ver a la gente, como andaba de un lugar para otro, como cada uno vivía su vida... Yo jamás tuve eso, viví solo toda mi vida y cuando Gorgona me recogió la cosa no hizo más que avanzar en un solo camino, pero tengo una misión, una misión aún mayor que yo mismo, luchaba por una libertad de comercio justa, lucho por no favorecer unos productos a otros solo porque unos los haga una gran corporación y otros unos artesanos. Vivir en un mundo así no sería justo para nadie, ni para mi, ni para Rina, ni para los montones de familias cuyos productos son eclipsados y no tienen dinero para vivir.
Mi mirada estaba perdida y melancólica, observando como el sol caía por fin y daba paso a la noche cuando escuché la puerta y ahí estaba Rina, traía unas mantas así que supongo que vino con la excusa de cambiar las mantas o quizás la mandaron directamente y ella aprovechó. Se veía genial, entró en la habitación y se quitó su gorro, dejando una total visión de su pelo rojo, como brasas al viento, y comenzó a poner las sábanas en la cama, mientras le pregunté sobre aquel hombre y su odio por los extranjeros.
Respondió justo cuando estaba colocando las mantas por el lugar más alejado de la cama, poniéndose en pompa. Casi como acto reflejo, aparté la mirada algo sonrojado aunque sin mostrar vergüenza ninguna con los músculos de la cara, intentaba mantener el control.
Me habló sobre aquel hombre, el "Señor Kartoffen" y sobre su padre, también me dijo no se qué de unas setas aunque la verdad, siento que tiene que haber algo más profundo que unos hongos que infectan unas patatas para tenerle odio a todas las personas que vienen de fuera de tu isla, pero supongo que ya averiguaría más motivos al hablar directamente con él.
Rina me miró, sonrió y me preguntó que tramaba, podría contarle la verdad pero eso solo sería hacerle daño y realmente, bastante tenía con vivir aquí como para tener que molestarla más, pero..., ¿debía engañar a la única persona que me ha hecho bien en toda mi vida? Menudo lío, esto de los sentimientos era demasiado complicado. Ella se acercó a encender la luz, estaba tan cerca de mi que solo pude sonrojarme y quedarme paralizado. Cuando volvió a alejarse decidí que ella merecía saberlo.
-Bueno... la verdad es que es algo complicado... Me acomodé en la silla mientras mi expresión cambió a una más seria.
-Rina, eres la primera persona en toda mi vida que me ha hecho sentir algo que no sea miserable así que mereces saber esto, mereces saber mi sueño. Desde siempre he sido alguien que ha vivido despegado de los demás, he sido un recipiente carente de cualquier sentimiento excepto por la ira,la soledad y la preocupación. Cuando vivía en el orfanato solía escaparme por las noches y veía como montones de gente vendía sus productos, productos que nadie compraba. Excepto una familia, la cual vendía imitaciones de joyas casi reales a precio irrisorio. Parecía que por fin podrían tener algo que comer y, un día, desaparecieron. No tardé mucho en enterarme de que esta familia fue asesinada a sangre fría por aquellos que controlan el mercado actual. Aquello me llenó de desprecio al gobierno y hacia aquellas personas que se valían por su fuerza para coaccionar a la gente,controlando toda la riqueza actual. Me prometí a mi mismo que un día uniría a todo el mercado, tanto el mercado normal como el mercado negro en uno solo y yo lo controlaría, para asegurarme de que todos tengan las mismas oportunidades, para asegurarme de que todos puedan avanzar si son buenos en ello. Quiero poder asegurar a todo el mundo una seguridad y un buen punto de comienzo para cualquier negocio no dañino a los demás... Por eso quiero hablar con Kartoffen, necesito ir estableciendo contactos, agregando pequeños artesanos de todos los campos a mí para algún día tras quien sabe cuanto tiempo... Poder cumplir mi ambición. Quiero que sepas que nada de lo que te he contado es falso, he ayudado a todo el mundo con que me he encontrado y recompensado a mi orfanato por cuidarme pero... Este es mi sueño. No se cual es tu pensamiento sobre mí ahora, probablemente pienses que soy un criminal más, que quiero actuar fuera de la ley por gusto o incluso pienses que esto lo hago en beneficio propio y, si fueses cualquier otra persona me daría igual pero... Es la primera vez que no me da igual lo que otra persona pueda pensar de mi.
Aparté la mirada, no me sentía capaz de mirarla a los ojos tras esto, no me sentía capaz de seguir sonriendo tras esto, no me sentía capaz de hablar y no me sentía capaz de ver su reacción. Apreté el puño cargado de miedo, no comprendía muy bien todo lo que me estaba pasando en ese momento pero no estaba bien, todo en lo que se cimentaba mi forma de ser estaba derrumbándose ¿acaso no conocer los sentimientos hasta ahora me hizo pensar que yo soy así? ¿Es esta una excepción? ¿Puede que algo en mi haya empezado a conectar? Algo que no existía en mí todos estos años... No se que me pasaba, era un huracán de sentimientos, de problemas, de miedos... Sin darme cuenta, unas lágrimas escaparon de mis ojos, una chica, en un solo día, consiguió hacerme replanterme toda mi forma de ser. ¿Las relaciones funcionaban así? No, claro que no. Recordé aquellos datos sobre psicología que estudié bajo la tutela de Gorgona, las personas que más solas están tienden a apegarse muy rápido a la gente que les hace caso. Quizás ese era mi problema, viví solo tanto tiempo que al apegarme a una persona tan rápido sentía el deber de no decepcionarla... En fin, ya estaba echo, apreté mis puños sobre mis rodillas mientras miraba hacia abajo, no sabía que más hacer, estaba... paralizado.
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¡Vaya! ¡Qué inesperado! Desde luego sí que Gorgona tenía razón en eso que decías. La gente desesperada se agarra a cualquier... cosa. Lo cierto es que es una suerte que mires al suelo. Durante tu discurso su sonrisa ha ido desapareciendo lenta y progresivamente. Su expresión se ha endurecido, como si intentase digerir toda aquella información dada de golpe, como si todo aquello fuese demasiado para ella. Haces bien al mirar al suelo porque, cuando terminas, toda esa sonrisa que antes iluminaba la habitación entera se ha desvanecido.
Eso sí, es una pena que no veas cómo te juzga mientras permaneces cabizbajo. ¿Por qué? Porque es un juicio exacto, frío y carente de preocupaciones sobre la moralidad. Eres una pieza, un precio, un negocio. No eres nada más. Pero es una pena, una auténtica pena, que no lo sepas. Aún, claro.
A ver, porque una femme fatale tiene que cuidarse las espaldas con cada movimiento que hace. Cada gesto seductor es un ingrediente de una complicada receta para ablandar corazones que, en ciertos casos, puede llegar explosiva. Hay que tener mucho cuidado con qué corazones se juega, y aunque pareces un niñato fácilmente influenciable hay algo en tu monólogo que apesta. "Orfanato", "Asocial", "Nunca sentí", expresiones que tienden a repetirse en psicópatas que, visto lo visto, suelen obsesionarse muy fácilmente. Y el peor enemigo que puede tener una mujer que juega con los hombres es uno que esté demasiado apegado a ella. Es decir, los peones tienen que trabajar para la reina, pero deben seguir siendo... peones. El caso es que tiene que tomar una opción, una que no la deje mal parada...
Y finalmente se decide, porque tenerte como responsable de cualquier acto ilegal le viene de perlas. Eso sí, tiene que reducir sus artes para que solo, y recalcosolo, sea tu amiga. Eso sí, una buena amiga. Una a la que puedes ir a llorar y que, aunque quieras algo más de ella, no puedas obtenerlo.
Podrás mirar, pero no tocar. Ese es el buen credo de las strippers.
Antes de que subas la cabeza en un humilde gesto de súplica digno del más sufrido de los santos, Rina te coge la cara. Al principio te parece un gesto dulce, propio de un amante, pero pronto sus pulgares pinzan tus mejillas y te extienden y deforman el rostro.
—¿Tú estás tonto o qué? ¿Cómo se te ocurre decirle eso a quien acabas de conocer? Si no me gustase tu idea estaría ya llamando a los guardias para denunciarte por tus intenciones criminales —dice "masajeándote" la cara. Te hace daño. Un daño cómico y sincero que solo una buena amiga podría hacer —. Anda, anda. Llorando y todo.
Luego se separa de ti, poniendo las manos en las caderas como una madre que reprocha a un hijo demasiado tonto. Ya no es la seductora de antes; no tiene que serlo.
—¿Y los que no sabemos hacer nada qué? ¿Nos comemos una mierda? Porque ese mercado de libre comercio está muy bien para los artesanos, pero yo me curro mis gestiones para proveer de buenos servicios a buen precio.
¡Y qué servicios! Ah no, que tú ya no los vas a ver. Mira que ha pasado los últimos años en la mejor escuela para jovencitas del barrio rojo... ¡Qué desperdicio!
Una vez le des una respuesta, se encogerá de hombros, emitirá un largo suspiro (sí, independientemente de cual sea) y volverá a irse a trabajar sin más despedidas que un leve cabeceo.
¿No ha salido todo tan mal, no? En fin, tienes toda la noche para hacer lo que quieras, aunque probablemente te pases un buen rato comiéndote el tarro ¿no? En la cena Rina estará ajetreada y no podrá hablar mucho contigo, pero su actitud de doncella inocente y preocupada pasará a una más relajada de alegre doncella de campo.
Al fin y al cabo es actriz. Lo sepas o no.
En fin, que esto es un moderado, tienes libertad de acciones que planear, hacer, discutir, pensar. Eso independientemente de la trama telenovelesca en la que te has metido de cabeza.
Eso sí, es una pena que no veas cómo te juzga mientras permaneces cabizbajo. ¿Por qué? Porque es un juicio exacto, frío y carente de preocupaciones sobre la moralidad. Eres una pieza, un precio, un negocio. No eres nada más. Pero es una pena, una auténtica pena, que no lo sepas. Aún, claro.
A ver, porque una femme fatale tiene que cuidarse las espaldas con cada movimiento que hace. Cada gesto seductor es un ingrediente de una complicada receta para ablandar corazones que, en ciertos casos, puede llegar explosiva. Hay que tener mucho cuidado con qué corazones se juega, y aunque pareces un niñato fácilmente influenciable hay algo en tu monólogo que apesta. "Orfanato", "Asocial", "Nunca sentí", expresiones que tienden a repetirse en psicópatas que, visto lo visto, suelen obsesionarse muy fácilmente. Y el peor enemigo que puede tener una mujer que juega con los hombres es uno que esté demasiado apegado a ella. Es decir, los peones tienen que trabajar para la reina, pero deben seguir siendo... peones. El caso es que tiene que tomar una opción, una que no la deje mal parada...
Y finalmente se decide, porque tenerte como responsable de cualquier acto ilegal le viene de perlas. Eso sí, tiene que reducir sus artes para que solo, y recalcosolo, sea tu amiga. Eso sí, una buena amiga. Una a la que puedes ir a llorar y que, aunque quieras algo más de ella, no puedas obtenerlo.
Podrás mirar, pero no tocar. Ese es el buen credo de las strippers.
Antes de que subas la cabeza en un humilde gesto de súplica digno del más sufrido de los santos, Rina te coge la cara. Al principio te parece un gesto dulce, propio de un amante, pero pronto sus pulgares pinzan tus mejillas y te extienden y deforman el rostro.
—¿Tú estás tonto o qué? ¿Cómo se te ocurre decirle eso a quien acabas de conocer? Si no me gustase tu idea estaría ya llamando a los guardias para denunciarte por tus intenciones criminales —dice "masajeándote" la cara. Te hace daño. Un daño cómico y sincero que solo una buena amiga podría hacer —. Anda, anda. Llorando y todo.
Luego se separa de ti, poniendo las manos en las caderas como una madre que reprocha a un hijo demasiado tonto. Ya no es la seductora de antes; no tiene que serlo.
—¿Y los que no sabemos hacer nada qué? ¿Nos comemos una mierda? Porque ese mercado de libre comercio está muy bien para los artesanos, pero yo me curro mis gestiones para proveer de buenos servicios a buen precio.
¡Y qué servicios! Ah no, que tú ya no los vas a ver. Mira que ha pasado los últimos años en la mejor escuela para jovencitas del barrio rojo... ¡Qué desperdicio!
Una vez le des una respuesta, se encogerá de hombros, emitirá un largo suspiro (sí, independientemente de cual sea) y volverá a irse a trabajar sin más despedidas que un leve cabeceo.
¿No ha salido todo tan mal, no? En fin, tienes toda la noche para hacer lo que quieras, aunque probablemente te pases un buen rato comiéndote el tarro ¿no? En la cena Rina estará ajetreada y no podrá hablar mucho contigo, pero su actitud de doncella inocente y preocupada pasará a una más relajada de alegre doncella de campo.
Al fin y al cabo es actriz. Lo sepas o no.
En fin, que esto es un moderado, tienes libertad de acciones que planear, hacer, discutir, pensar. Eso independientemente de la trama telenovelesca en la que te has metido de cabeza.
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Me quedé mucho mas tranquilo de lo que podía haber llegado a imaginar una vez saqué todo lo que guardaba, esta explosión de sentimientos daba paso a un remanso de paz donde poder volver a ser yo. No pude ver la cara de Rina pero seguramente debiese de ser un espectáculo,aunque no precisamente agradable.
Lo siguiente que sentí fue su mano rozando su cara y, breves momentos después, pellizcarme los mofletes. Parece que no se tomó tan mal lo que dije aunque en el fondo sé que jamás me vería con los mismos ojos y es normal, nadie lo haría. Poco después me pregunto que qué pasaría con los que no saben hacer nada, me pareció una respuesta tan obvia que ni siquiera respondí, los que no saben hacer nada siempre pueden dedicarse a servir a los que sí saben, esto es un método que siempre ha dado resultado y que, bien llevado, produce beneficios a todas las partes incluidas en el acuerdo, aunque no podía dejarla sin respuesta así que lo resumí.
-La gente que no sabe hacer nada siempre puede ayudar a los que saben, con un buen acuerdo ambas partes pueden salir beneficiadas. Dije mientras secaba el rastro de las pocas lágrimas que se escaparon y cambiaba mi expresión a la típica sonrisa de siempre.
Rina se fue, tardé un par de minutos en recuperar la compostura y entonces me levanté, coloqué mi bastón a mi espalda, agarré lo más importante y me dí un par de golpes en los mofletes. Ya había descubierto el origen del alcohol y tras esta vivencia, estaba listo para dar el primer paso hacia mi sueño. ¿Preocuparse por los comercios pequeños? Claro que se verán beneficiados cuando culmine mi meta, pero solo son algo secundario. ¿Por qué iban a importarme realmente gente que solo ha estorbado en mi camino? O incluso gente que ni he visto en mi vida. Actuar por caridad... le dejo eso a los héroes, mi meta siempre la tuve clara, unificaré y potenciaré el mercado siendo la cabeza, tendré tanto poder que será increíble y entonces podré aplastar incluso al gobierno central. En este mundo llaman criminales a los que se salen de sus cánones de perfección. Los piratas son criminales, la gente como yo son criminales, incluso algunos cazarrecompensas se consideran criminales. ¿Quien les ha dado el derecho a ellos para decir que alguien es criminal? Es una palabra tan mundana... Realmente me dan asco, los controlaré como la mano negra, como alguien fuera del alcance de cualquier persona. La gente que ha sido diferente siempre hemos sido los criminales, la gente a la que cazar pero algún día... algún día eso cambiará.
Respiré profundamente, motivado de nuevo a cumplir mi propósito en esa isla. Salí por la puerta sin mediar palabra, estaba motivado por dar el primer paso de mi carrera costase lo que costase. Corrí entre las casas de madera, de reojo me pareció ver a alguien de los que estaban esta mañana en la mesa pero no le dí más importancia. Avancé entre el barullo de la gente hasta llegar a la casa del señor Kartoffen, era momento de tener una charla entre empresarios. Toqué la fuerza solemnemente y coloqué una mirada que irradiaba seguridad.
Si abriese la puerta diría.
-Buenas noches señor Kartoffen, me gustaría hablar con usted, de empresario a empresario. Mientras, sacaría la esquirla de la botella de esta mañana y la señalaría. Si Kartoffen decidiese cerrar la puerta de golpe, utilizando mi velocidad introduciría el bastón en la puerta, haría efecto palanca una vez más para intentar abrirla con más fuerza de la que podría ejercer de normal y entraría en su casa. Una vez dentro de su casa (sea como sea) me fijaría bien en su aspecto.
-Señor Kartoffen, ha llegado a mis oídos algo sobre su destilería de alcohol y esta extraña... marca, parecida al alcohol de Kyeskaya. Me gustaría ofrecerle un trato pero antes, ¿por qué no nos conocemos mejor? Cuénteme, por qué le tiene tanto odio a los extranjeros?
Lo siguiente que sentí fue su mano rozando su cara y, breves momentos después, pellizcarme los mofletes. Parece que no se tomó tan mal lo que dije aunque en el fondo sé que jamás me vería con los mismos ojos y es normal, nadie lo haría. Poco después me pregunto que qué pasaría con los que no saben hacer nada, me pareció una respuesta tan obvia que ni siquiera respondí, los que no saben hacer nada siempre pueden dedicarse a servir a los que sí saben, esto es un método que siempre ha dado resultado y que, bien llevado, produce beneficios a todas las partes incluidas en el acuerdo, aunque no podía dejarla sin respuesta así que lo resumí.
-La gente que no sabe hacer nada siempre puede ayudar a los que saben, con un buen acuerdo ambas partes pueden salir beneficiadas. Dije mientras secaba el rastro de las pocas lágrimas que se escaparon y cambiaba mi expresión a la típica sonrisa de siempre.
Rina se fue, tardé un par de minutos en recuperar la compostura y entonces me levanté, coloqué mi bastón a mi espalda, agarré lo más importante y me dí un par de golpes en los mofletes. Ya había descubierto el origen del alcohol y tras esta vivencia, estaba listo para dar el primer paso hacia mi sueño. ¿Preocuparse por los comercios pequeños? Claro que se verán beneficiados cuando culmine mi meta, pero solo son algo secundario. ¿Por qué iban a importarme realmente gente que solo ha estorbado en mi camino? O incluso gente que ni he visto en mi vida. Actuar por caridad... le dejo eso a los héroes, mi meta siempre la tuve clara, unificaré y potenciaré el mercado siendo la cabeza, tendré tanto poder que será increíble y entonces podré aplastar incluso al gobierno central. En este mundo llaman criminales a los que se salen de sus cánones de perfección. Los piratas son criminales, la gente como yo son criminales, incluso algunos cazarrecompensas se consideran criminales. ¿Quien les ha dado el derecho a ellos para decir que alguien es criminal? Es una palabra tan mundana... Realmente me dan asco, los controlaré como la mano negra, como alguien fuera del alcance de cualquier persona. La gente que ha sido diferente siempre hemos sido los criminales, la gente a la que cazar pero algún día... algún día eso cambiará.
Respiré profundamente, motivado de nuevo a cumplir mi propósito en esa isla. Salí por la puerta sin mediar palabra, estaba motivado por dar el primer paso de mi carrera costase lo que costase. Corrí entre las casas de madera, de reojo me pareció ver a alguien de los que estaban esta mañana en la mesa pero no le dí más importancia. Avancé entre el barullo de la gente hasta llegar a la casa del señor Kartoffen, era momento de tener una charla entre empresarios. Toqué la fuerza solemnemente y coloqué una mirada que irradiaba seguridad.
Si abriese la puerta diría.
-Buenas noches señor Kartoffen, me gustaría hablar con usted, de empresario a empresario. Mientras, sacaría la esquirla de la botella de esta mañana y la señalaría. Si Kartoffen decidiese cerrar la puerta de golpe, utilizando mi velocidad introduciría el bastón en la puerta, haría efecto palanca una vez más para intentar abrirla con más fuerza de la que podría ejercer de normal y entraría en su casa. Una vez dentro de su casa (sea como sea) me fijaría bien en su aspecto.
-Señor Kartoffen, ha llegado a mis oídos algo sobre su destilería de alcohol y esta extraña... marca, parecida al alcohol de Kyeskaya. Me gustaría ofrecerle un trato pero antes, ¿por qué no nos conocemos mejor? Cuénteme, por qué le tiene tanto odio a los extranjeros?
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Inesperado. Es decir, creía que antes ibas a intentar hablar con Rina, pero no. Pero oye, me gusta tu entusiasmo, chico. Aunque supongo que las advertencias que te ha dado la muchacha no son suficientes como para entrar en tu dura cabeza.
La granja del señor Kartoffen está actualmente sin una sola planta. Las nevadas del otoño han empezado, y ya hace mucho que las patatas han sido recogidas y guardadas para el año siguiente. Atravesando el cerco que delimita su propiedad, medianamente extensa y parcialmente salvaje, llegas a la puerta de la casa labrada en una madera mucho más vieja que tú. Aunque algo ajada no parece que esté mal mantenida... Desde allí puedes escuchar el sonido de algo mecánico dentro, un murmullo hidráulico que es constante y, a la vez, errático.
Unos pasos lentos pero poderosos discurren por el edificio... cada vez está mas cerca. Pum...pum... pum... Se toma su tiempo, como si no esperara más visitas hasta dentro de un largo largo invierno. Pum... Pumm... Pum... La puerta se abre con el grito de una visagra vieja y desde allí puedes ver un recibidor molesto en el que se apilan cajas y cajas de patatas. También ves un gato, un pesado felino de veinte kilos que tiene más de tigre que de gato doméstico. La bestia se asemeja en tamaño y fiereza más a un perro, pero tú no sabes que así son los gatos que tiran de los carros de los dioses. Así son los gatos de Kieskaya.
¿Y Kartoffen? Kartoffen está al lado, mirándote con cara de pocos amigos vistiendo un abrigo pesado pero corto. Tan corto como es él. El que parecía un coloso no mide más de metro cincuenta, pero el tamaño de sus brazos y su torso musculado poco tienen que desear a los de los gigantes.
Te escucha. Te mira de arriba a abajo antes de, obviamente, cerrarte la puerta en las narices. No parece que le interesen demasiado los empresarios, ni mucho menos los vendedores de puerta en puerta. Desgraciadamente, sí, he dicho desgraciadamente, eres más rápido que su impaciencia. Consigues entrar... ¿pero a qué precio?
—Если вы скажете мне что-нибудь на моем языке, я вас выслушаю (Yesli vy skazhete mne chto-nibud' na moyem yazyke, ya vas vyslushayu) —dice con una voz monótona y seria—. Я даю тебе три секунды (YA dayu tebe tri sekundy) —añade extendiendo tres de sus cortos pero gruesos dedos—. три, два... Один .
Y si consigues hacer lo que te ha pedido (que sería raro), no dirá "Ешь это" (Yesh' eto) a su gatazo para que te salte encima con intenciones... bueno, poco agradables. Para que te hagas una idea, el gato te saca muchos, pero que muchos niveles, como casi toda la fauna kieskense.
Por muy carismático que seas, Frost, será difícil que te libres de esta con palabras.
Por supuesto siempre puedes huir, o hacer lo que te ha pedido... Aunque sin saber el idioma es muy pero que muy difícil.
La granja del señor Kartoffen está actualmente sin una sola planta. Las nevadas del otoño han empezado, y ya hace mucho que las patatas han sido recogidas y guardadas para el año siguiente. Atravesando el cerco que delimita su propiedad, medianamente extensa y parcialmente salvaje, llegas a la puerta de la casa labrada en una madera mucho más vieja que tú. Aunque algo ajada no parece que esté mal mantenida... Desde allí puedes escuchar el sonido de algo mecánico dentro, un murmullo hidráulico que es constante y, a la vez, errático.
Unos pasos lentos pero poderosos discurren por el edificio... cada vez está mas cerca. Pum...pum... pum... Se toma su tiempo, como si no esperara más visitas hasta dentro de un largo largo invierno. Pum... Pumm... Pum... La puerta se abre con el grito de una visagra vieja y desde allí puedes ver un recibidor molesto en el que se apilan cajas y cajas de patatas. También ves un gato, un pesado felino de veinte kilos que tiene más de tigre que de gato doméstico. La bestia se asemeja en tamaño y fiereza más a un perro, pero tú no sabes que así son los gatos que tiran de los carros de los dioses. Así son los gatos de Kieskaya.
¿Y Kartoffen? Kartoffen está al lado, mirándote con cara de pocos amigos vistiendo un abrigo pesado pero corto. Tan corto como es él. El que parecía un coloso no mide más de metro cincuenta, pero el tamaño de sus brazos y su torso musculado poco tienen que desear a los de los gigantes.
- El rostro de Kartoffen:
- El gatete tamaño familiar:
Te escucha. Te mira de arriba a abajo antes de, obviamente, cerrarte la puerta en las narices. No parece que le interesen demasiado los empresarios, ni mucho menos los vendedores de puerta en puerta. Desgraciadamente, sí, he dicho desgraciadamente, eres más rápido que su impaciencia. Consigues entrar... ¿pero a qué precio?
—Если вы скажете мне что-нибудь на моем языке, я вас выслушаю (Yesli vy skazhete mne chto-nibud' na moyem yazyke, ya vas vyslushayu) —dice con una voz monótona y seria—. Я даю тебе три секунды (YA dayu tebe tri sekundy) —añade extendiendo tres de sus cortos pero gruesos dedos—. три, два... Один .
Y si consigues hacer lo que te ha pedido (que sería raro), no dirá "Ешь это" (Yesh' eto) a su gatazo para que te salte encima con intenciones... bueno, poco agradables. Para que te hagas una idea, el gato te saca muchos, pero que muchos niveles, como casi toda la fauna kieskense.
Por muy carismático que seas, Frost, será difícil que te libres de esta con palabras.
Por supuesto siempre puedes huir, o hacer lo que te ha pedido... Aunque sin saber el idioma es muy pero que muy difícil.
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Aquella puerta se abrió lentamente, o al menos eso me pareció con la tensión del momento. Tras aquella puerta, un hombre con una barba enorme o, más bien, un hombre pegado a una barba gigante y frondosa, ya que aquel señor que tanto odiaba a los extranjeros media aproximadamente lo mismo que la hermana de Rina.
Tras escuchar mis palabras, aquel enano musculado con cara de pocos amigos trató de cerrarme la puerta en la cara aunque, por suerte o por desgracia y actuando por instinto, logré bloquear la puerta y colarme. Kartoffen no estaba demasiado feliz al respecto. Al entrar miré alrededor de mi, solo podía llegar a ver un pasillo y, entre cajas y cajas de patatas, un gato de un tamaño descomunal. Me quedé un par de segundos mirando al gato, no parecía agresivo pero tampoco amistoso a primera instancia, solo estaba ahí, mirándonos, haciendo cosas que un gato haría y eso nunca es bueno.
Poco después de entrar, Kartoffen me dijo algo en su idioma, no entendí nada de nada pero parecía seguro de si mismo y, a la vez, seguía manteniendome esa mirada de asco. Parecía que en cualquier momento me reventaría la nuca de un puñetazo pero bueno, todos los hombres de este lugar eran igual así que ya estaba realmente acostumbrado. Esta era una situación de emergencia, una verdadera situación de emergencia. Si quería tener la más mínima oportunidad de sacar algo de esta situación, necesitaría responder a lo que dijo. No podía huir porque quedaría como un cobarde y eso acabaría con todas las posibilidades de negocio. Ya lo decía Gorgona, los negocios y la diplomacia solo se dan entre iguales, si quieres negociar con alguien tienes que demostrar que estáis a la misma altura.
Mantuve la calma mientras hablaba, como siempre. Pensé en que pudo haberme dicho y empecé a montar un mapa mental de lo que sabía de aquel señor. Tuvo problemas con extranjeros y por eso no les gusta, se niega a hablar en otro idioma por cortesía y por su cara de pocos amigos supongo que no es alguien muy amable... La gente así suele ser muy cerrada de mente, no sería la primera persona que se niega a hablarme en su idioma... En su idioma... ¡Eso es! Si quiero saber qué narices me ha dicho, como extranjero, tengo que hacerle pensar que respeto su idioma, al fin y al cabo un idioma es tan representativo en una nación como su bandera, incluso más, pero... esto me dejaba en problemas. Soy incapaz de pronunciar casi nada en su idioma lo cual me dejaba en una posición bastante jodida. Tardé poco en recordar algo que leía en el viaje en el barco. Dicen que siempre tienes que ir preparado para todo así que en el viaje de venida aquí traté de aprenderme como se decía "No conozco tu idioma" o algo así en Kyeskaya. Siempre que me hablaron en este extraño idioma apareció un sujeto hablando en un idioma conocido así que no tuve que utilizarlo. Pero, esta vez no me iba a salvar nadie. Era el primer momento donde dependía solo de mi.
-Извини я не знаю твой язык (Izvini ya ne znayu tvoy yazyk)Dije, con una pronunciación verdaderamente horrible aunque entendible. No sabía si lo habría dicho bien o mal o si le valdría a alguien así, simplemente decidí guardar la compostura y no apartar la mirada de los ojos de Kartoffen.
Si Kartoffen acepta esto como válido, lo primero que haría sería preguntar si puedo sentarme, en caso de que diga que sí lo haría, si no, simplemente me mantendría en el mismo lugar. Sea como sea, lo próxima que intentaría sería seguir hablando con él.
-Disculpe por no conocer más de su lengua señor, la verdad esque es bastante complicada para mi, al menos por ahora. Me gustaría preguntarle un par de cosas sobre usted, antes de entrar en materia. Me gustaría saber por qué le tiene tanto odio a los extranjeros y me encantaría demostrarle que estoy dispuesto a ayudarle en todo lo que pueda, a usted y a su negocio Entonces, sacaría la esquirla de la botella de mi bolsillo.
-Por lo que veo, le encantan las patatas o al menos lleva la vida plantando y recogiendo patatas, me gustaría ayudarle a subir de nivel su negocio, una vez lo haga, usted podrá decidir dejarme todo a mi y tomarse un descanso o colaborar conmigo, en ambos casos se llevaría una parte de todo lo producido.Sonreí tranquila y afablemente.
-Tengo un gran plan que puede beneficiar a ambos, solo necesito que me dé una oportunidad para demostrar que solo quiero ayudarle. Dije con un tono amigable. No ocultaba nada ya que decía la verdad, esto le ayudaría a él y a mi, todos saldríamos beneficiados así que no había ni un rastro de culpa o inseguridad en mis palbras.
En caso de que no pasase la prueba y aquel gato gigante se abalanzase sobre mi, utilizaría mi "Criogénesis" en el lugar a la vez que me intentaría apartar, provocando que el gato se congelase o, al menos, resbalase con el hielo. Acto seguido me dirigiría a la puerta y le dedicaría una mirada llena de seguridad a Kartoffen.
-Esto no ha terminado señor Kartoffen, de una forma u otra me ganaré su respeto y entonces podremos hablar de negocios, de igual a igual. Y acto seguido me iría por la puerta a dar una vuelta y seguir explorando el pueblo, esta vez, en solitario.
Tras escuchar mis palabras, aquel enano musculado con cara de pocos amigos trató de cerrarme la puerta en la cara aunque, por suerte o por desgracia y actuando por instinto, logré bloquear la puerta y colarme. Kartoffen no estaba demasiado feliz al respecto. Al entrar miré alrededor de mi, solo podía llegar a ver un pasillo y, entre cajas y cajas de patatas, un gato de un tamaño descomunal. Me quedé un par de segundos mirando al gato, no parecía agresivo pero tampoco amistoso a primera instancia, solo estaba ahí, mirándonos, haciendo cosas que un gato haría y eso nunca es bueno.
Poco después de entrar, Kartoffen me dijo algo en su idioma, no entendí nada de nada pero parecía seguro de si mismo y, a la vez, seguía manteniendome esa mirada de asco. Parecía que en cualquier momento me reventaría la nuca de un puñetazo pero bueno, todos los hombres de este lugar eran igual así que ya estaba realmente acostumbrado. Esta era una situación de emergencia, una verdadera situación de emergencia. Si quería tener la más mínima oportunidad de sacar algo de esta situación, necesitaría responder a lo que dijo. No podía huir porque quedaría como un cobarde y eso acabaría con todas las posibilidades de negocio. Ya lo decía Gorgona, los negocios y la diplomacia solo se dan entre iguales, si quieres negociar con alguien tienes que demostrar que estáis a la misma altura.
Mantuve la calma mientras hablaba, como siempre. Pensé en que pudo haberme dicho y empecé a montar un mapa mental de lo que sabía de aquel señor. Tuvo problemas con extranjeros y por eso no les gusta, se niega a hablar en otro idioma por cortesía y por su cara de pocos amigos supongo que no es alguien muy amable... La gente así suele ser muy cerrada de mente, no sería la primera persona que se niega a hablarme en su idioma... En su idioma... ¡Eso es! Si quiero saber qué narices me ha dicho, como extranjero, tengo que hacerle pensar que respeto su idioma, al fin y al cabo un idioma es tan representativo en una nación como su bandera, incluso más, pero... esto me dejaba en problemas. Soy incapaz de pronunciar casi nada en su idioma lo cual me dejaba en una posición bastante jodida. Tardé poco en recordar algo que leía en el viaje en el barco. Dicen que siempre tienes que ir preparado para todo así que en el viaje de venida aquí traté de aprenderme como se decía "No conozco tu idioma" o algo así en Kyeskaya. Siempre que me hablaron en este extraño idioma apareció un sujeto hablando en un idioma conocido así que no tuve que utilizarlo. Pero, esta vez no me iba a salvar nadie. Era el primer momento donde dependía solo de mi.
-Извини я не знаю твой язык (Izvini ya ne znayu tvoy yazyk)Dije, con una pronunciación verdaderamente horrible aunque entendible. No sabía si lo habría dicho bien o mal o si le valdría a alguien así, simplemente decidí guardar la compostura y no apartar la mirada de los ojos de Kartoffen.
Si Kartoffen acepta esto como válido, lo primero que haría sería preguntar si puedo sentarme, en caso de que diga que sí lo haría, si no, simplemente me mantendría en el mismo lugar. Sea como sea, lo próxima que intentaría sería seguir hablando con él.
-Disculpe por no conocer más de su lengua señor, la verdad esque es bastante complicada para mi, al menos por ahora. Me gustaría preguntarle un par de cosas sobre usted, antes de entrar en materia. Me gustaría saber por qué le tiene tanto odio a los extranjeros y me encantaría demostrarle que estoy dispuesto a ayudarle en todo lo que pueda, a usted y a su negocio Entonces, sacaría la esquirla de la botella de mi bolsillo.
-Por lo que veo, le encantan las patatas o al menos lleva la vida plantando y recogiendo patatas, me gustaría ayudarle a subir de nivel su negocio, una vez lo haga, usted podrá decidir dejarme todo a mi y tomarse un descanso o colaborar conmigo, en ambos casos se llevaría una parte de todo lo producido.Sonreí tranquila y afablemente.
-Tengo un gran plan que puede beneficiar a ambos, solo necesito que me dé una oportunidad para demostrar que solo quiero ayudarle. Dije con un tono amigable. No ocultaba nada ya que decía la verdad, esto le ayudaría a él y a mi, todos saldríamos beneficiados así que no había ni un rastro de culpa o inseguridad en mis palbras.
En caso de que no pasase la prueba y aquel gato gigante se abalanzase sobre mi, utilizaría mi "Criogénesis" en el lugar a la vez que me intentaría apartar, provocando que el gato se congelase o, al menos, resbalase con el hielo. Acto seguido me dirigiría a la puerta y le dedicaría una mirada llena de seguridad a Kartoffen.
-Esto no ha terminado señor Kartoffen, de una forma u otra me ganaré su respeto y entonces podremos hablar de negocios, de igual a igual. Y acto seguido me iría por la puerta a dar una vuelta y seguir explorando el pueblo, esta vez, en solitario.
- Técnica que podría ser usada (o no, depende de la situación):
- Criogénesis: Al usuario le brillan los ojos con un azul intenso, de sus manos sale un vaho helado y cuando este golpea una superficie la congela casi instantáneamente en un rango de 3 metros, dejando atrapados a la gente que está en su rango. El campo helado dura 4 posts antes de derretirse.
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Bueno, Kartoffen es un hombre de palabra, y, aunque no lo sepas, te había dicho "Si me dices algo en mi idioma, te escucharé". Supongo que esa frase cuenta, pero la verdad es que se esperaba poco de un niño extranjero y no te ha pedido mucho; felicidades. Aún así no todo son buenas noticias.
El barbudo frunce el ceño al escuchar tus palabras, a su humilde juicio, poco acertadas. Eres joven y apasionado y, desde luego, para él esto significa estupidez. ¿Pero en qué manera podría hacerte crecer lo suficiente como para mantener una conversación? ¿Cómo puede hacerte un hombre? ¿Cómo? Desde luego no como Rina lo haría, por suerte para ti. Con un agrio carraspeo y una palmada en sus pantalones para que su gato le siga, y quizás también tú, atraviesa el descansillo rumbo a un salón con más cajas, un sofá y una tele vieja para luego continuar hasta una diminuta cocina anexa. El ruido no viene de allí, sino de una puerta cerrada justo al lado del ajado sofá.
No tarda ni medio minuto en volver con una botella sin etiqueta de vodka y un par de vasos bajos. Se deja caer en el sofá y rellena los vasos casi hasta el borde. Te tiende uno.
—Bebe.
Porque lo mejor que podrías hacer es beber en casa de un extraño, sobretodo después de ese comentario de tu narrador sobre hacerte un hombre. Claro que sí. O también podrías huir y buscar ayuda, o un policía.
Él se toma el vaso de un trago como bien se ha acostumbrado a hacerlo. Por supuesto su garganta está curtida, pero el vodka del reino, y mucho menos el de Kartoffen, no es algo que la mayoría de gente de fuera pueda soportar. Y si consigues evitar escupir aquel licor que bien podría disolver pintura este no tardará prácticamente nada en llenarte de su influjo.
—Hablas mal y solo me vendes humo —dice con un marcado acento—. Y encima tienes la desfachatez de sugerir la posibilidad de que te legue todo el fruto de mi esfuerzo. ¿Tú no haces nada, no? —te acusa, y parece que su gato también lo hace—. ¿Cómo alguien como tú puede sugerir siquiera que alguien renuncie al placer de su trabajo? Al fruto de su sangre y sudor.
Porque imagínate tú que te llega un joven a tu casa, a decirte estas cosas, a tí, un curtido señor del huerto que además odia a los extranjeros. Sin mediador. Sin Rina. Sin una cabecita de salmón que echarle al gato siquiera. ¿Cómo vas a persuadirle? ¿Y cómo vas a hacerlo con el trancazo que te vas a pillar si bebes? Eso si tu complexión no hace que te caigas al suelo directo.
El barbudo frunce el ceño al escuchar tus palabras, a su humilde juicio, poco acertadas. Eres joven y apasionado y, desde luego, para él esto significa estupidez. ¿Pero en qué manera podría hacerte crecer lo suficiente como para mantener una conversación? ¿Cómo puede hacerte un hombre? ¿Cómo? Desde luego no como Rina lo haría, por suerte para ti. Con un agrio carraspeo y una palmada en sus pantalones para que su gato le siga, y quizás también tú, atraviesa el descansillo rumbo a un salón con más cajas, un sofá y una tele vieja para luego continuar hasta una diminuta cocina anexa. El ruido no viene de allí, sino de una puerta cerrada justo al lado del ajado sofá.
No tarda ni medio minuto en volver con una botella sin etiqueta de vodka y un par de vasos bajos. Se deja caer en el sofá y rellena los vasos casi hasta el borde. Te tiende uno.
—Bebe.
Porque lo mejor que podrías hacer es beber en casa de un extraño, sobretodo después de ese comentario de tu narrador sobre hacerte un hombre. Claro que sí. O también podrías huir y buscar ayuda, o un policía.
Él se toma el vaso de un trago como bien se ha acostumbrado a hacerlo. Por supuesto su garganta está curtida, pero el vodka del reino, y mucho menos el de Kartoffen, no es algo que la mayoría de gente de fuera pueda soportar. Y si consigues evitar escupir aquel licor que bien podría disolver pintura este no tardará prácticamente nada en llenarte de su influjo.
—Hablas mal y solo me vendes humo —dice con un marcado acento—. Y encima tienes la desfachatez de sugerir la posibilidad de que te legue todo el fruto de mi esfuerzo. ¿Tú no haces nada, no? —te acusa, y parece que su gato también lo hace—. ¿Cómo alguien como tú puede sugerir siquiera que alguien renuncie al placer de su trabajo? Al fruto de su sangre y sudor.
Porque imagínate tú que te llega un joven a tu casa, a decirte estas cosas, a tí, un curtido señor del huerto que además odia a los extranjeros. Sin mediador. Sin Rina. Sin una cabecita de salmón que echarle al gato siquiera. ¿Cómo vas a persuadirle? ¿Y cómo vas a hacerlo con el trancazo que te vas a pillar si bebes? Eso si tu complexión no hace que te caigas al suelo directo.
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Kartoffen no cambió su expresión, no sabía si lo había hecho bien o algo había salido mal. No tardó mucho en dar un golpe en su pantalón y dirigirse al otro lado del descansillo. Supuse que debería seguirlo, puesto que quedarme ahí sería de mala educación, así que cerré la puerta y seguí a aquel enano.
Poco después llegamos a lo que parecía ser el salón de la casa, era algo más espacioso de lo que podía parecer desde el exterior pero poco importaba,puesto que todo estaba lleno de cajas y cajas... y una tele. Este señor tenía un problema con las patatas. Kartoffen entró un segundo en la cocina y salió al momento con dos vasos y una botella de vodka, se dejó caer en el sofá y me dijo que bebiese. Esto pintaba bien, compartir alcohol con alguien siempre es una forma de demostrar aceptación.Después de todo, los mejores negocios siempre se han trazado con una botella de alcohol. Por suerte, yo no tenía problema para tomar alcohol ,ya que es algo normal en este mundillo, o eso pensaba. Cogí el vaso y me mentalice para tomar el trago.
-¡Salud! Pobrecito de mi, menudo golpetazo me dio aquel vodka. Al principio no sentí más que la quemazón del alcohol bajar por mi garganta, pero conforme Kartoffen hablaba, el alcohol se introducía en mi sangre produciéndome una sensación de calor y mareo. ¿De que estaba hecho esto? ¿De cianuro? Mientras me instruían para el negocio me dijeron que debía acostumbrarme al alcohol, no soy un gran fan pero llevaba bebiendo desde los 16 para acostumbrarme y que no me golpeasen demasiado fuerte con él pero esto era otro rollo. Mantenía los músculos de la cara prácticamente impasibles, pero poco a poco mis mejillas se fueron sonrojando y me ví obligado a tomar asiento. Una vez me estabilicé (más o menos) intenté hablar con él.
-Ufff, llevo bebiendo to...toda mi fida pero esto es lo más fuerte y lo mejor que he probado. Dije antes que nada.
Intenté mantener la cabeza fría y hablarle lo que quería hacer, de mi plan.
-No señor Kartoffen yo n...no quiero dejarle sin su trabajo y mmucho menos recibir beneficio sin trabajo. No le exijo que con...confíe en mi ahora, le mostraré que puedo serle de gran ayu... ayuda. Puedo ir a la ... como se llamaba... ¿ciudad... Roja? Eso, Ciudad Roja. Puedo ayudarle a expandir su negocio, ganará mas dinero aún y podrá invertirlo co...como quiera. ¿Que me dice? Si le demuestro que pu...pu...puedo ayudarle, ¿estará dispuesto a pensarse mi oferta? Me llevé las manos frías a la frente, tratando calmar un poco el mareo con el frescor de mis manos, poco después, volvería a mirarle a los ojos, decidido, este podría ser el primer paso para mi sueño y haría lo que fuese necesario para que saliera bien.
En caso de que aceptase, me despediría cordialmente de Kartoffen y me dirigiría a la posada a dormir hasta el próxima día, entraría por la puerta, saludaría a Rina con la mano si estuviese por ahí y me iría a la cama directamente, con el único pensamiento de "Necesito llegar a cama y no morir en el intento". Caería encima de la cama sin taparme ni nada y me pondría a dormir.
En caso de que no aceptase, volvería a insistir en demostrarle que no todos los extranjeros somos malos, que yo solo quería ayudarle y haría lo necesario para demostrárselo.
Poco después llegamos a lo que parecía ser el salón de la casa, era algo más espacioso de lo que podía parecer desde el exterior pero poco importaba,puesto que todo estaba lleno de cajas y cajas... y una tele. Este señor tenía un problema con las patatas. Kartoffen entró un segundo en la cocina y salió al momento con dos vasos y una botella de vodka, se dejó caer en el sofá y me dijo que bebiese. Esto pintaba bien, compartir alcohol con alguien siempre es una forma de demostrar aceptación.Después de todo, los mejores negocios siempre se han trazado con una botella de alcohol. Por suerte, yo no tenía problema para tomar alcohol ,ya que es algo normal en este mundillo, o eso pensaba. Cogí el vaso y me mentalice para tomar el trago.
-¡Salud! Pobrecito de mi, menudo golpetazo me dio aquel vodka. Al principio no sentí más que la quemazón del alcohol bajar por mi garganta, pero conforme Kartoffen hablaba, el alcohol se introducía en mi sangre produciéndome una sensación de calor y mareo. ¿De que estaba hecho esto? ¿De cianuro? Mientras me instruían para el negocio me dijeron que debía acostumbrarme al alcohol, no soy un gran fan pero llevaba bebiendo desde los 16 para acostumbrarme y que no me golpeasen demasiado fuerte con él pero esto era otro rollo. Mantenía los músculos de la cara prácticamente impasibles, pero poco a poco mis mejillas se fueron sonrojando y me ví obligado a tomar asiento. Una vez me estabilicé (más o menos) intenté hablar con él.
-Ufff, llevo bebiendo to...toda mi fida pero esto es lo más fuerte y lo mejor que he probado. Dije antes que nada.
Intenté mantener la cabeza fría y hablarle lo que quería hacer, de mi plan.
-No señor Kartoffen yo n...no quiero dejarle sin su trabajo y mmucho menos recibir beneficio sin trabajo. No le exijo que con...confíe en mi ahora, le mostraré que puedo serle de gran ayu... ayuda. Puedo ir a la ... como se llamaba... ¿ciudad... Roja? Eso, Ciudad Roja. Puedo ayudarle a expandir su negocio, ganará mas dinero aún y podrá invertirlo co...como quiera. ¿Que me dice? Si le demuestro que pu...pu...puedo ayudarle, ¿estará dispuesto a pensarse mi oferta? Me llevé las manos frías a la frente, tratando calmar un poco el mareo con el frescor de mis manos, poco después, volvería a mirarle a los ojos, decidido, este podría ser el primer paso para mi sueño y haría lo que fuese necesario para que saliera bien.
En caso de que aceptase, me despediría cordialmente de Kartoffen y me dirigiría a la posada a dormir hasta el próxima día, entraría por la puerta, saludaría a Rina con la mano si estuviese por ahí y me iría a la cama directamente, con el único pensamiento de "Necesito llegar a cama y no morir en el intento". Caería encima de la cama sin taparme ni nada y me pondría a dormir.
En caso de que no aceptase, volvería a insistir en demostrarle que no todos los extranjeros somos malos, que yo solo quería ayudarle y haría lo necesario para demostrárselo.
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Aunque le halagas el Señor Kartoffen es consciente de que no habrás bebido mucho. Y desde luego nada tan bueno como los licores que curten y asientan el espíritu de la población kieskense. El caso es que te escucha. Te escucha con lo que parece ser una pequeña sonrisa de contento. Lo cierto es que le hace gracia el cómo te está afectando el alcohol, porque ahora tu plan parece justificado. Desde luego es el plan de un borracho, de un niño que no sabee nada.
—Me lo pensaré. ¿Verdad, перчатки? (Perchatki)
El gato maulla en respuesta. Es un maullido grave, ronco, y desde luego tan pesado y temible como él.
El caso es que te despides y sales a trompicones de allí, golpeándote con alguna que otra caja de patatas en el camino que casi que te caigas al suelo. El camino es largo, aunque el frío no es un problema para tí, sí que lo son los adoquines congelados por la nieve nocturna. Tropiezas unas cuantas veces, pero por suerte tu arma sirve también para propósitos más mundanos que evitan que tu cara golpee el suelo.
Cuando llegas la poca gente que queda ya casi está terminando de cenar y Rina sale a tu encuentro. Desgraciadamente tu consciencia no dura a subir las escaleras. Caes presa del mayor depredador del reino, el alcohol.
A la mañana siguiente despiertas en tu cama, y lo haces con el desagradable ruido de una aguda risa golpeandote sin misericordia en la resaca. Luego un peso se abalanza sobre tí, es la pequeña Tanya.
—¡доброе утро (dobroye utro), Frost! ¡Aunque ya es casi de tarde! —dice zarándeándote—. ¡Vamos, que tienes que desayunar!
—Mao.
Es ese maullido otra vez. El pequeño Perchatki está en la puerta mirándote con cara de pocos amigos, pero pronto su atención se desvía a la pequeña que sale corriendo hacia él para abrazarle con cariño y demasiada fuerza.
—¡Qué suavecito eres Perchatki! —dice restregando su cara contra la suya, ante lo cual el pobre gato solo maulla con una infinita paciencia—. En tu idioma se llamaría Guantes, Frost ¿lo sabías?
Y la niña sigue hablando diciéndote lo que ha dibujado, que si ha estado jugando con sus amigos, que si se ha parado a hablar con un dibujante callejero y otras tantas cosas que ha hecho a lo largo de la mañana que tu te has pasado sobando. Parece que Tanya no se callaría ni debajo del agua.
—Me lo pensaré. ¿Verdad, перчатки? (Perchatki)
El gato maulla en respuesta. Es un maullido grave, ronco, y desde luego tan pesado y temible como él.
El caso es que te despides y sales a trompicones de allí, golpeándote con alguna que otra caja de patatas en el camino que casi que te caigas al suelo. El camino es largo, aunque el frío no es un problema para tí, sí que lo son los adoquines congelados por la nieve nocturna. Tropiezas unas cuantas veces, pero por suerte tu arma sirve también para propósitos más mundanos que evitan que tu cara golpee el suelo.
Cuando llegas la poca gente que queda ya casi está terminando de cenar y Rina sale a tu encuentro. Desgraciadamente tu consciencia no dura a subir las escaleras. Caes presa del mayor depredador del reino, el alcohol.
A la mañana siguiente despiertas en tu cama, y lo haces con el desagradable ruido de una aguda risa golpeandote sin misericordia en la resaca. Luego un peso se abalanza sobre tí, es la pequeña Tanya.
—¡доброе утро (dobroye utro), Frost! ¡Aunque ya es casi de tarde! —dice zarándeándote—. ¡Vamos, que tienes que desayunar!
—Mao.
Es ese maullido otra vez. El pequeño Perchatki está en la puerta mirándote con cara de pocos amigos, pero pronto su atención se desvía a la pequeña que sale corriendo hacia él para abrazarle con cariño y demasiada fuerza.
—¡Qué suavecito eres Perchatki! —dice restregando su cara contra la suya, ante lo cual el pobre gato solo maulla con una infinita paciencia—. En tu idioma se llamaría Guantes, Frost ¿lo sabías?
Y la niña sigue hablando diciéndote lo que ha dibujado, que si ha estado jugando con sus amigos, que si se ha parado a hablar con un dibujante callejero y otras tantas cosas que ha hecho a lo largo de la mañana que tu te has pasado sobando. Parece que Tanya no se callaría ni debajo del agua.
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Almenos tenía un comienzo, me fui satisfecho de la casa de Kartoffen mientras me tambaleaba. Andar en linea recta y yo no eramos compatibles en ese momento ,pero bueno, logré lo que quería así que valió la pena. Salí por la puerta mientras sentía que aquel gato no me apartaba la vista para nada. Una vez fuera, comencé a vagabundear por las calles con varios tropiezos hasta, de alguna forma, llegar vivo a la taberna. Entré, saludé a Rina y cuando iba a subir las escaleras se acabó el aguante, caí redondo al suelo y poco mas recuerdo.
Me desperté a regañadientes con una aguda y difusa risa. Tenía ganas de arrancarle a cabeza a quien estuviese gritando ahora pero bueno,supongo que esto era solo culpa mía por recibir esa ostia del alcohol. Abrí los ojos de golpe cuando una pequeña sombra se abalanzó sobre mi con toda su energía. Sacándome el aire de golpe, provocando un soplido. Miré sobre mi regazo y ahí estaba Tanya, tirada sobre mi. "No es la hermana que me gustaría que se lanzase encima, pero esta chiquilla es adorable" Pensé, intentando desviar mi atención del dolor de cabeza y de las ganas de reventar a alguien con el bastón.
-Buenos días peque Dije mientras bostezaba y le acariciaba la cabeza suavemente.
-Perdón perdón, ayer fue un día largo y necesitaba dormir. Venga vamos a desayunar, muéstrame el camino capitana. Dije mientras miraba a Tanya sonriente, entonces, escuché algo que me sonaba familiar, un maullido. No un maullido cualquiera no, era ese maullido, el del gato de Kartoffen, Perchaki o Perchatki, algo de eso. Era un maullido profundo, digno de un gran felino como él. Me coloqué bien mi bastón a la espalda y bajé las escaleras mientras Tanya me hablaba de su mañana, que si había jugado, que si había hablado con un pintor, que si tal que si cual... o me he perdido mucha mañana o esta niña tiene demasiada energía. Nada mas bajar pedí un café y me senté en una mesa. Vi a Tanya correr hacia aquel felino, no tenía la fuerza para decirle que tuviera cuidado así que simplemente hice un gesto de preocupación con la cara, gesto que se esfumó rápido al ver como la niña ninguneaba al gato, abrazándolo como si no pareciese un maldito dinosaurio disfrazado.Además, Tanya me dijo que su nombre en mi idioma significaba "Guantes", tócate las narices, que ese pedazo de bicho se llame Guantes, increíble. Sinceramente, pienso que le quedaría mejor algo más acertado como "Bulldozer" o "Revientacráneos".
-Que cosita más mona de gato, veo que os lleváis muy bien Dije sonriente. Tanya siguió hablándome de su mañana, de lo que había hecho y solo parte de mi atención estaba con ella, el resto estaba en no morirme esa mañana. Aunque lo que de verdad me llamaba la atención era el gato, ¿que hacía el gato aquí?.
-Oye Tanya, ¿viene Perchatki aquí todos los días? Dije intrigado, porque hasta que no aprenda a hablar gato, no se si viene por gusto o a llamarme con Kartoffen, fuese lo que fuese, debería esperar a que me tomase mi café para intentar volver a ser persona.Hoy debería ir a la ciudad roja y pedir una audiencia con el Zar. Conozco a los de su calaña, a la gente poderosa les da igual su pueblo siempre que ellos salgan beneficiados, si hablo con Kartoffen y le pregunto cuanto consigue en un año o en un mes, lo mismo puedo hacer negocios con eso. ¿Quien no iba a querer más dinero por menos precio?
-¿Y hace cuanto que eres amiga del gatete Tanya? Diría sonriente, la verdad es que aquella chiquilla parecía un ser de luz.
Cuando terminase el café intentaría buscar a Rina para darle las gracias por ayudarme ayer a subir a mi habitación y le contaría como fue mi pequeña reunión con Kartoff aunque obviando lo del trato, simplemente le diría que estuvimos hablando y le preguntaría si tiene que volver a salir a hacer recados. En caso de que dijese que si, me ofrecería a ayudarla y si dijese que no, me acercaría a Tanya para intentar acariciar al gato e iría a dar una vuelta para que el frío me despejara la mente.
Me desperté a regañadientes con una aguda y difusa risa. Tenía ganas de arrancarle a cabeza a quien estuviese gritando ahora pero bueno,supongo que esto era solo culpa mía por recibir esa ostia del alcohol. Abrí los ojos de golpe cuando una pequeña sombra se abalanzó sobre mi con toda su energía. Sacándome el aire de golpe, provocando un soplido. Miré sobre mi regazo y ahí estaba Tanya, tirada sobre mi. "No es la hermana que me gustaría que se lanzase encima, pero esta chiquilla es adorable" Pensé, intentando desviar mi atención del dolor de cabeza y de las ganas de reventar a alguien con el bastón.
-Buenos días peque Dije mientras bostezaba y le acariciaba la cabeza suavemente.
-Perdón perdón, ayer fue un día largo y necesitaba dormir. Venga vamos a desayunar, muéstrame el camino capitana. Dije mientras miraba a Tanya sonriente, entonces, escuché algo que me sonaba familiar, un maullido. No un maullido cualquiera no, era ese maullido, el del gato de Kartoffen, Perchaki o Perchatki, algo de eso. Era un maullido profundo, digno de un gran felino como él. Me coloqué bien mi bastón a la espalda y bajé las escaleras mientras Tanya me hablaba de su mañana, que si había jugado, que si había hablado con un pintor, que si tal que si cual... o me he perdido mucha mañana o esta niña tiene demasiada energía. Nada mas bajar pedí un café y me senté en una mesa. Vi a Tanya correr hacia aquel felino, no tenía la fuerza para decirle que tuviera cuidado así que simplemente hice un gesto de preocupación con la cara, gesto que se esfumó rápido al ver como la niña ninguneaba al gato, abrazándolo como si no pareciese un maldito dinosaurio disfrazado.Además, Tanya me dijo que su nombre en mi idioma significaba "Guantes", tócate las narices, que ese pedazo de bicho se llame Guantes, increíble. Sinceramente, pienso que le quedaría mejor algo más acertado como "Bulldozer" o "Revientacráneos".
-Que cosita más mona de gato, veo que os lleváis muy bien Dije sonriente. Tanya siguió hablándome de su mañana, de lo que había hecho y solo parte de mi atención estaba con ella, el resto estaba en no morirme esa mañana. Aunque lo que de verdad me llamaba la atención era el gato, ¿que hacía el gato aquí?.
-Oye Tanya, ¿viene Perchatki aquí todos los días? Dije intrigado, porque hasta que no aprenda a hablar gato, no se si viene por gusto o a llamarme con Kartoffen, fuese lo que fuese, debería esperar a que me tomase mi café para intentar volver a ser persona.Hoy debería ir a la ciudad roja y pedir una audiencia con el Zar. Conozco a los de su calaña, a la gente poderosa les da igual su pueblo siempre que ellos salgan beneficiados, si hablo con Kartoffen y le pregunto cuanto consigue en un año o en un mes, lo mismo puedo hacer negocios con eso. ¿Quien no iba a querer más dinero por menos precio?
-¿Y hace cuanto que eres amiga del gatete Tanya? Diría sonriente, la verdad es que aquella chiquilla parecía un ser de luz.
Cuando terminase el café intentaría buscar a Rina para darle las gracias por ayudarme ayer a subir a mi habitación y le contaría como fue mi pequeña reunión con Kartoff aunque obviando lo del trato, simplemente le diría que estuvimos hablando y le preguntaría si tiene que volver a salir a hacer recados. En caso de que dijese que si, me ofrecería a ayudarla y si dijese que no, me acercaría a Tanya para intentar acariciar al gato e iría a dar una vuelta para que el frío me despejara la mente.
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El padre de Tanya te pone el café con un gruñido, no parece que le caigas mal pero tampoco bien; es como la gente en general de aquel país. Mientras continúa con sus quehaceres limpiando la barra y atendiendo a los pocos clientes que quedan por ahí tomando una tardía media mañana. Rina no parece estar por ninguna parte.
La chica te sigue a la mesa, seguida por el gato y luego se sube a una silla cogiendo al gato como un peluche. ¡Qué paciencia tiene ese dinosaurio disfrazado!
—¡Ojalá! —dice abrazándolo como a un muñeco—. El señor Kartoffen pasó por aquí esta mañana y le dije si se lo podía cuidar hasta que volviese, ¡y dijo que sí! Ya me gustaría a mí que viniera todos los días a visitarme, ¿verdad Perchatki?
—Mao.
Pobre bicho, zarandeado de aquí para allá y acariciado en contra de su voluntad. Si fuese otro gato Tanya ya estaría con un par de gañafones.
—Puees... creo que conocí a Perchatki el año pasado, un día de tormenta que iba volviendo a casa tras irme a jugar tarde. ¡Por suerte lo encontré y lo guié hasta la casa del señor Kartoffen, que me invitó a un estofado de patatas! ¡Qué buenas estaban!
Claro que, a lo mejor, ella se cree la heroína de esa historia. ¿Pero quién va a decirle lo contrario? ¿Tú? Anda ya... no serás tan cruel como para ir rompiendo infancias.
El café está bueno. Y la niña si no la paras te empezará a contar lo bien que dibujaba el artista, y que qué grande es la barba del señor Kartoffen, que qué bonito es el gato. ¿A que es bonito? Y lo que le gustaría dibujarlo, y si estás cojo porque llevas un bastón, y... y... y... más cosas.
La chica te sigue a la mesa, seguida por el gato y luego se sube a una silla cogiendo al gato como un peluche. ¡Qué paciencia tiene ese dinosaurio disfrazado!
—¡Ojalá! —dice abrazándolo como a un muñeco—. El señor Kartoffen pasó por aquí esta mañana y le dije si se lo podía cuidar hasta que volviese, ¡y dijo que sí! Ya me gustaría a mí que viniera todos los días a visitarme, ¿verdad Perchatki?
—Mao.
Pobre bicho, zarandeado de aquí para allá y acariciado en contra de su voluntad. Si fuese otro gato Tanya ya estaría con un par de gañafones.
—Puees... creo que conocí a Perchatki el año pasado, un día de tormenta que iba volviendo a casa tras irme a jugar tarde. ¡Por suerte lo encontré y lo guié hasta la casa del señor Kartoffen, que me invitó a un estofado de patatas! ¡Qué buenas estaban!
Claro que, a lo mejor, ella se cree la heroína de esa historia. ¿Pero quién va a decirle lo contrario? ¿Tú? Anda ya... no serás tan cruel como para ir rompiendo infancias.
El café está bueno. Y la niña si no la paras te empezará a contar lo bien que dibujaba el artista, y que qué grande es la barba del señor Kartoffen, que qué bonito es el gato. ¿A que es bonito? Y lo que le gustaría dibujarlo, y si estás cojo porque llevas un bastón, y... y... y... más cosas.
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Comencé a sorber el café, sentir ese calor bajar por mi garganta era estimulante y me ayudaba a ir aclarándome poco a poco. Cuando quise darme cuenta, Tanya estaba aquí en la mesa antes de que me diese cuenta y con aquel león que parecía muy suave y esponjoso.
Me contó que el señor Kartoffen estuvo por aquí esta mañana y le dejó cuidar al gato de mientras, ¿quizás me buscaría a mi? Me resultaría raro pero es posible, al fin y al cabo me acuerdo de lo justo de ayer.
-¿Y sabes que quería el señor Kartoffen peque?Le dije mientras le dedicaba la mejor sonrisa que el dolor de cabeza y el cansancio me dejaban esbozar. Si al final es verdad que ha venido a por mi, lo mejor sería esperarle en la posada, ya que se supone que va a volver por aquí. ¿Habré dicho algo que le molestase? Quizás viene para reventarme la cabeza, o puede que sea lo contrario y venga a decirme que acepta mi ayuda. En cualquier caso seguía tranquilamente con mi café.
-Buah, eres una heroína, seguro que Perchatki te lo agradece de corazón.Dije mientras escuchaba la historia de la pequeña Tanya de como se conocieron. Y pensar que aquel ratón estaba zarandeando de un lado a otro a aquel bicho... aunque si que es verdad que parece blandito... y achuchable...
-Oye Tanya, crees que puedo acariciar a Perchatki? ¿O es un poco reacio a los desconocidos? Pregunté. Quería acariciar toda esa esponjosidad, es cierto que se veía grande pero... tanto pelo... es tentador. Seguí bebiéndome el café tranquilamente mientras Tanya me hablaba de lo que se le iba ocurriendo, total, mientras desayunaba no tenía mucho más que hacer.
Terminé el café y se me ocurrió una idea, una idea para que Tanya dejase de hablar tanto y a la vez para seguir ganándome la confianza de esta gente,que nunca viene mal (aunque lo más importante sea poder descansar un rato).
-Oye Tanya, ¿quieres ver un truco? Te va a encantar ya verás, pero vamos a necesitar un descampado así que vamos a salir de aquí, aunque sea al lado de la posada. Pagué el café al padre de Rina y Tanya, me aseguré de que Tanya estuviese bien abrigada y salí fuera, busqué un lugar amplio y le dije que se apartase un momento. Mis ojos comenzaron a brillar con un azul intenso y un vaho salió de mis manos, entonces golpeé el suelo con la palma de mi mano derecha y se creó una pista de hielo de unos 3 metros de diámetro.
-¿Que te ha parecido? Eres libre de patinar sobre él si quieres. En caso de que no supiera patinar, yo la ayudaría.
Así pasaría el tiempo con Tanya entretenida mientras volvía el señor Kartoffen.
Me contó que el señor Kartoffen estuvo por aquí esta mañana y le dejó cuidar al gato de mientras, ¿quizás me buscaría a mi? Me resultaría raro pero es posible, al fin y al cabo me acuerdo de lo justo de ayer.
-¿Y sabes que quería el señor Kartoffen peque?Le dije mientras le dedicaba la mejor sonrisa que el dolor de cabeza y el cansancio me dejaban esbozar. Si al final es verdad que ha venido a por mi, lo mejor sería esperarle en la posada, ya que se supone que va a volver por aquí. ¿Habré dicho algo que le molestase? Quizás viene para reventarme la cabeza, o puede que sea lo contrario y venga a decirme que acepta mi ayuda. En cualquier caso seguía tranquilamente con mi café.
-Buah, eres una heroína, seguro que Perchatki te lo agradece de corazón.Dije mientras escuchaba la historia de la pequeña Tanya de como se conocieron. Y pensar que aquel ratón estaba zarandeando de un lado a otro a aquel bicho... aunque si que es verdad que parece blandito... y achuchable...
-Oye Tanya, crees que puedo acariciar a Perchatki? ¿O es un poco reacio a los desconocidos? Pregunté. Quería acariciar toda esa esponjosidad, es cierto que se veía grande pero... tanto pelo... es tentador. Seguí bebiéndome el café tranquilamente mientras Tanya me hablaba de lo que se le iba ocurriendo, total, mientras desayunaba no tenía mucho más que hacer.
Terminé el café y se me ocurrió una idea, una idea para que Tanya dejase de hablar tanto y a la vez para seguir ganándome la confianza de esta gente,que nunca viene mal (aunque lo más importante sea poder descansar un rato).
-Oye Tanya, ¿quieres ver un truco? Te va a encantar ya verás, pero vamos a necesitar un descampado así que vamos a salir de aquí, aunque sea al lado de la posada. Pagué el café al padre de Rina y Tanya, me aseguré de que Tanya estuviese bien abrigada y salí fuera, busqué un lugar amplio y le dije que se apartase un momento. Mis ojos comenzaron a brillar con un azul intenso y un vaho salió de mis manos, entonces golpeé el suelo con la palma de mi mano derecha y se creó una pista de hielo de unos 3 metros de diámetro.
-¿Que te ha parecido? Eres libre de patinar sobre él si quieres. En caso de que no supiera patinar, yo la ayudaría.
Así pasaría el tiempo con Tanya entretenida mientras volvía el señor Kartoffen.
- Tecnica usada:
- Criogénesis: Al usuario le brillan los ojos con un azul intenso, de sus manos sale un vaho helado y cuando este golpea una superficie la congela casi instantáneamente en un rango de 3 metros, dejando atrapados a la gente que está en su rango. El campo helado dura 4 posts antes de derretirse.
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La peque se encoge de hombros mientra sigue con su cariñoso maltrato al minino.
—No sé, pero se fue a hablar con Rina. No sé de qué.
Parece que a ella solo le importa el gato. El caso es que te dice un "Claro, si es muy bueno" cuando le preguntas, pero aquel dinosaurio disfrazado saca las garras, sin levantarlas, como gesto de advertencia. Si le acaricias es más que probable que te quedes sin algún dedo de la mano. O sin mano.
Es curioso como a pesar de que se han ido juntos (y tras consultarte por privado) no les sigas. De hecho no haces ningún intento en averiguar qué está pasando entre esos dos, ni qué traman, ni de qué hablan ni nada de nada. No, tú te quedas con la pequeña Tanya y el gato...
Por supuesto esta decisión no pasará desapercibida... mucho menos por la pequeña y dulce Tanya. Obviamente lo flipa en colores cuando ve tu curiosa demostración y a saltitos abandona al gato que actúa desde ese momento como un peludo y vago supervisor.
La niña se pone a patinar con sus zapatos, y aunque algo torpemente parece pasárselo bien. No os habéis alejado mucho de la posada, de hecho estáis en uno de los callejones del lado, y tras abrirse una ventana una mujer, una belleza que aún persiste a pesar del tiempo suelta una frase corta y rápida en el extraño idioma que, sin ninguna duda, es una regañina.
—¡Tú, muchacho! —dice acusándote con sus manos firmemente talladas en mármol —. ¿Qué estás haciendo? ¿¡No sabes lo peligroso que es el hielo?! ¿Y si se cae? ¡¿Y quién eres tú para estar aquí con mi niñita?!
Comienzan a hablar en su extraño idioma de R's al revés y lentamente la niña va a la ventana haciendo pucheros. Te has dado de bruces con una mujer de armas tomar, una que no tarda en llamar a su marido a gritos exigiéndole a través de la cocina que le explique todo aquello. Con lo tranquilo que parece el padre... De hecho va hacia la cocina con cara de "Esta mujer..." Lo que, obviamente, le gana una bronca en esa lengua que hace que la discusión parezca más agresiva.
Tu sabrás qué haces.
—No sé, pero se fue a hablar con Rina. No sé de qué.
Parece que a ella solo le importa el gato. El caso es que te dice un "Claro, si es muy bueno" cuando le preguntas, pero aquel dinosaurio disfrazado saca las garras, sin levantarlas, como gesto de advertencia. Si le acaricias es más que probable que te quedes sin algún dedo de la mano. O sin mano.
Es curioso como a pesar de que se han ido juntos (y tras consultarte por privado) no les sigas. De hecho no haces ningún intento en averiguar qué está pasando entre esos dos, ni qué traman, ni de qué hablan ni nada de nada. No, tú te quedas con la pequeña Tanya y el gato...
- Para el moderador:
- Que sí, que le he preguntado y se qeudaba, yo me he quedado también sorprendido
Por supuesto esta decisión no pasará desapercibida... mucho menos por la pequeña y dulce Tanya. Obviamente lo flipa en colores cuando ve tu curiosa demostración y a saltitos abandona al gato que actúa desde ese momento como un peludo y vago supervisor.
La niña se pone a patinar con sus zapatos, y aunque algo torpemente parece pasárselo bien. No os habéis alejado mucho de la posada, de hecho estáis en uno de los callejones del lado, y tras abrirse una ventana una mujer, una belleza que aún persiste a pesar del tiempo suelta una frase corta y rápida en el extraño idioma que, sin ninguna duda, es una regañina.
—¡Tú, muchacho! —dice acusándote con sus manos firmemente talladas en mármol —. ¿Qué estás haciendo? ¿¡No sabes lo peligroso que es el hielo?! ¿Y si se cae? ¡¿Y quién eres tú para estar aquí con mi niñita?!
Comienzan a hablar en su extraño idioma de R's al revés y lentamente la niña va a la ventana haciendo pucheros. Te has dado de bruces con una mujer de armas tomar, una que no tarda en llamar a su marido a gritos exigiéndole a través de la cocina que le explique todo aquello. Con lo tranquilo que parece el padre... De hecho va hacia la cocina con cara de "Esta mujer..." Lo que, obviamente, le gana una bronca en esa lengua que hace que la discusión parezca más agresiva.
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