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Frostward
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Parece que se fue a hablar con Rina, se supone que son amigos así que al principio no es algo que me extrañara, ayer se encontraron también así que al principio no le dí demasiada importancia, no me habían dado motivos para desconfiar de ninguno de los dos realmente (aunque no si Kartoffen me los dió, recuerdo poco de nuestra conversación).
Cuando hice el espectáculo con mi criogénesis para la pequeña Tanya, la chica flipó en colores, dejó al pobre gatete (el cual casi me arranca la mano hace unos minutos) y se acercó a la pista de hielo. Comenzó a patinar torpemente mientras yo me mantenía cerca, patinando grácilmente (o lo que me dejaba mi jaqueca) asegurándome de que no le pasaba nada. De pronto, una estridente voz volvió a romper la tranquilidad del ambiente, cuando alcé la mirada para ver de quien se trataba pude ver que era una mujer a través de la ventana de la cocina. Supuse que era la madre de Rina y Tanya, aunque se conservaba espectacularmente. Parecía una mujer de armas tomar, pero su belleza era equiparable a la de Rina.
-Disculpe señora, mi nombre es Frost y he estado ayudando gratis a su local desde ayer con Rina y demás. No tiene por qué preocuparse por Tanya, tanto Perchatki como yo estábamos manteniendo un ojo sobre ella todo el rato, no hay nada que preocuparse. Dije con una sonrisa de seguridad. Poco después comenzó a gritar cosas en su idioma (o a invocar al demonio, no lo sé muy bien) y la pequeña Tanya acudió hacia ella, le vi mala cara así que para que no se fuese triste le dije que ya jugaríamos luego.
A partir de ese momento todo fueron voces, voces para el hombre, voces para Tanya, incluso voces para el pobre gatosaurio. Me quedé sin nada que hacer y aquel lugar estaba lleno de gritos así que no me quedaría por ahí, decidí dar una vuelta por el pueblo y buscar a Rina y Kartoffen, a ver qué estaban haciendo.
Cuando hice el espectáculo con mi criogénesis para la pequeña Tanya, la chica flipó en colores, dejó al pobre gatete (el cual casi me arranca la mano hace unos minutos) y se acercó a la pista de hielo. Comenzó a patinar torpemente mientras yo me mantenía cerca, patinando grácilmente (o lo que me dejaba mi jaqueca) asegurándome de que no le pasaba nada. De pronto, una estridente voz volvió a romper la tranquilidad del ambiente, cuando alcé la mirada para ver de quien se trataba pude ver que era una mujer a través de la ventana de la cocina. Supuse que era la madre de Rina y Tanya, aunque se conservaba espectacularmente. Parecía una mujer de armas tomar, pero su belleza era equiparable a la de Rina.
-Disculpe señora, mi nombre es Frost y he estado ayudando gratis a su local desde ayer con Rina y demás. No tiene por qué preocuparse por Tanya, tanto Perchatki como yo estábamos manteniendo un ojo sobre ella todo el rato, no hay nada que preocuparse. Dije con una sonrisa de seguridad. Poco después comenzó a gritar cosas en su idioma (o a invocar al demonio, no lo sé muy bien) y la pequeña Tanya acudió hacia ella, le vi mala cara así que para que no se fuese triste le dije que ya jugaríamos luego.
A partir de ese momento todo fueron voces, voces para el hombre, voces para Tanya, incluso voces para el pobre gatosaurio. Me quedé sin nada que hacer y aquel lugar estaba lleno de gritos así que no me quedaría por ahí, decidí dar una vuelta por el pueblo y buscar a Rina y Kartoffen, a ver qué estaban haciendo.
Kaito Takumi
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—¿Perchatki? ¿¡Perchatki?! —te grita acusadoramente antes de intentar lanzarse a por ti a traves de la ventana.
Pero su marido la distrae, dandote tiempo, redirigiendo la ira de su mujer a él. Anda tú que decirle que un gato es capaz de vigilar a una niña... después de lo que pasó con el puñetero gato cuando Tanya se perdió. Si fuera por ella metería al gato en una cazuela. En fin, ya has descubierto porqué esta señora solo está en la cocina y no atiende a nadie.
Cuando huyes vilmente de allí, pero con razón, el gato se piensa el seguirte... Finalmente se queda, al lado de la pequeña, intentando consolarla con su presencia. O quizás espera que le de atún luego, que es un gato. El caso es que te vas solito.
Tardas un rato, pero te encuentras al Señor Kartoffen apoyado en la pared de un cúmulo de casas que forman, más o menos, una calle. Está observando las granjas ajenas con la nariz arrugada, viendo como los cerdos y las vacas comen patatas para saciar su hambre. Te ve, pero solo responde a tu presencia con un leve gruñido. Parece disgustado por algo más que las patatas, pero a saber.
Si quieres un curso de acción diferente, moderaré consecuentemente. Esto es un moderado y esta es tu historia.
Pero su marido la distrae, dandote tiempo, redirigiendo la ira de su mujer a él. Anda tú que decirle que un gato es capaz de vigilar a una niña... después de lo que pasó con el puñetero gato cuando Tanya se perdió. Si fuera por ella metería al gato en una cazuela. En fin, ya has descubierto porqué esta señora solo está en la cocina y no atiende a nadie.
Cuando huyes vilmente de allí, pero con razón, el gato se piensa el seguirte... Finalmente se queda, al lado de la pequeña, intentando consolarla con su presencia. O quizás espera que le de atún luego, que es un gato. El caso es que te vas solito.
Tardas un rato, pero te encuentras al Señor Kartoffen apoyado en la pared de un cúmulo de casas que forman, más o menos, una calle. Está observando las granjas ajenas con la nariz arrugada, viendo como los cerdos y las vacas comen patatas para saciar su hambre. Te ve, pero solo responde a tu presencia con un leve gruñido. Parece disgustado por algo más que las patatas, pero a saber.
- Si no haces nada:
- Ah, pues en esta post no pasa nada más que el tiempo.
- Si le preguntas que le pasa:
—Nada, muchacho. Aunque no me termino de fiar de ti, Rina dice que no eres mal chico. ¡Qué sabrá ella de chicos malos!
Si yo te contara...
- Si le preguntas donde está Rina:
- —Está por ahí —dice saalando una de las intersecciones—. Hablando con un artistucho para que nos pinte una etiqueta en condiciones. No me gusta eso de falsificar un producto pudiendo tener nuestra marca. Mis patatas y vodka son los mejores en todo el reino como para ir mintiendo
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Salí corriendo de aquel lugar cuando la madre empezó a gritarme como una loca, era muy guapa pero desde luego que mala leche tenía un rato. Casi me revienta los tímpanos y lo peor era que no entendía su enfado. Era una madre ¿no? Y su hija se lo estaba pasando pipa en el hielo, además de estar siendo vigilada por alguien competente. Desde luego que aún me quedaba mucho que aprender de la mayoría de emociones de las personas.
Aprovechando que su marido hizo que desviase la atención, me alejé lo más que pude y comencé a buscar a Kartoffen y a Rina, a saber qué estaban haciendo juntos, lo mismo Rina planea una sorpresa y Kartoffen le ayuda o Kartoffen planea mi asesinato y Rina intenta impedírselo, cualquier cosa es posible realmente si involucra a esos dos. Poco a poco me fue naciendo una sonrisa conforme pensaba en Rina, sé que ya no sería igual pero bueno, su recuerdo aún me alegra.
Tras un rato deambulando y muchas miradas curiosas dirigidas a mi persona, encontré a Kartoff, el cual al saludarle solo me dedicó un gruñido. Me acerqué le pregunté que qué le pasaba, y este me dijo que no se termina de fiar de mi.
-Le comprendo señor Kartoffen, es la primera vez que me ve y me contaron que tuvo unos problemas con unos extranjeros, así que le entiendo. También entiendo que mi petición podría haber sonado llena de promesas vacías y eso no es algo que llame a nadie, por eso no le pido que confíe en mi ahora, le enseñaré que puede confiar en mí.Dije con una sonrisa llena de juventud mientras me daba un pequeño golpe en el pecho. Tras su respuesta, echaría un ligero vistazo a mi alrededor.
-Y una cosa más señor, ¿donde está Rina? Quería buscarla para agradecerle el llevarme a la cama anoche después del golpazo que me dió su vodka.Kartoffen me dijo que estaba en una de las intersecciones hablando con un artista, supuse enseguida que aquel artista sería el que Tyna había visto esta mañana.
-Desde luego, el sabor es mejor y es diez veces más fuerte. Voy a ver como le va a Rina, discúlpeme un segundo. Tras eso, corrí a la intersección que había señalado Kartoffen para hablar con Rina y ver a aquel artista del que tanto he oído hablar esta mañana.
Aprovechando que su marido hizo que desviase la atención, me alejé lo más que pude y comencé a buscar a Kartoffen y a Rina, a saber qué estaban haciendo juntos, lo mismo Rina planea una sorpresa y Kartoffen le ayuda o Kartoffen planea mi asesinato y Rina intenta impedírselo, cualquier cosa es posible realmente si involucra a esos dos. Poco a poco me fue naciendo una sonrisa conforme pensaba en Rina, sé que ya no sería igual pero bueno, su recuerdo aún me alegra.
Tras un rato deambulando y muchas miradas curiosas dirigidas a mi persona, encontré a Kartoff, el cual al saludarle solo me dedicó un gruñido. Me acerqué le pregunté que qué le pasaba, y este me dijo que no se termina de fiar de mi.
-Le comprendo señor Kartoffen, es la primera vez que me ve y me contaron que tuvo unos problemas con unos extranjeros, así que le entiendo. También entiendo que mi petición podría haber sonado llena de promesas vacías y eso no es algo que llame a nadie, por eso no le pido que confíe en mi ahora, le enseñaré que puede confiar en mí.Dije con una sonrisa llena de juventud mientras me daba un pequeño golpe en el pecho. Tras su respuesta, echaría un ligero vistazo a mi alrededor.
-Y una cosa más señor, ¿donde está Rina? Quería buscarla para agradecerle el llevarme a la cama anoche después del golpazo que me dió su vodka.Kartoffen me dijo que estaba en una de las intersecciones hablando con un artista, supuse enseguida que aquel artista sería el que Tyna había visto esta mañana.
-Desde luego, el sabor es mejor y es diez veces más fuerte. Voy a ver como le va a Rina, discúlpeme un segundo. Tras eso, corrí a la intersección que había señalado Kartoffen para hablar con Rina y ver a aquel artista del que tanto he oído hablar esta mañana.
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De nuevo, Kartoffen gruñe por tu entusiasmo. El cálido entusiasmo de la juventud es demasiado tórrido para él, especialmente si procede de alguien de una isla menos fría. Porque si nos vamos a las estadísticas Kieskaya es un poquitito más fría que la isla copo. Eso es así. ¡Que sí! ¡¿Contaminación?! ¡¿Dónde?!
Luego te contesta, yada yada y finalmente antes de irte puedes ver claramente como su rostro duro, serio y labrado a golpes en piedra se ablanda hasta ser poco más que una masa de miel y algodón. Si le ponemos un gorro de capirón podríamos decir que vive en un arbol junto a su raíz, porque siete veces más fuerte que tú seguro que ya lo es.
—Diez veces dice... mejor... dice... —murmulla con ese feliz orgullo que le doma.
En fin, tras irte no tardas mucho en encontrar a Rina con tu paso apresurado. Está en una especie de callejon, una junta entre dos granjas que se han ido peleando por la tierra que las separa hasta juntarlas en una especie de corrillo que impide llamar al estrecho pasillo que dejan entre sí una calle. Solo Tanya podría pasar por allí. El caso es que está con un tipo larguirucho, mugriento y algo cadavérico que no para de relamerse sus largos dientes. Está encorvado, manteniendo una conversación privada con la muchacha mucho más baja que él y, durante un instante, ves un brillo en sus ojos. Un brillo más peligroso que la daga que acaba de sacarse de su larga y harapienta manga.
A su alrededor te das cuenta que la mayoría de cuadros que tiene expuestos están sobre lienzos de piel blanca... y que el color más bello de sus obras, las protagonicen o no, es el rojo. Más claro o más oscuro, pero desde el burdeos al carmesí las obras de guerra, torcido paisajismo y desnudos presentan una paleta muy... reducida. Con esas pintas, y con lo que tiene que gastarse en los vicios que han dejado su cuerpo tan enjuto y demacrado, puede que no tenga dinero para pinturas...
Luego te contesta, yada yada y finalmente antes de irte puedes ver claramente como su rostro duro, serio y labrado a golpes en piedra se ablanda hasta ser poco más que una masa de miel y algodón. Si le ponemos un gorro de capirón podríamos decir que vive en un arbol junto a su raíz, porque siete veces más fuerte que tú seguro que ya lo es.
—Diez veces dice... mejor... dice... —murmulla con ese feliz orgullo que le doma.
En fin, tras irte no tardas mucho en encontrar a Rina con tu paso apresurado. Está en una especie de callejon, una junta entre dos granjas que se han ido peleando por la tierra que las separa hasta juntarlas en una especie de corrillo que impide llamar al estrecho pasillo que dejan entre sí una calle. Solo Tanya podría pasar por allí. El caso es que está con un tipo larguirucho, mugriento y algo cadavérico que no para de relamerse sus largos dientes. Está encorvado, manteniendo una conversación privada con la muchacha mucho más baja que él y, durante un instante, ves un brillo en sus ojos. Un brillo más peligroso que la daga que acaba de sacarse de su larga y harapienta manga.
A su alrededor te das cuenta que la mayoría de cuadros que tiene expuestos están sobre lienzos de piel blanca... y que el color más bello de sus obras, las protagonicen o no, es el rojo. Más claro o más oscuro, pero desde el burdeos al carmesí las obras de guerra, torcido paisajismo y desnudos presentan una paleta muy... reducida. Con esas pintas, y con lo que tiene que gastarse en los vicios que han dejado su cuerpo tan enjuto y demacrado, puede que no tenga dinero para pinturas...
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Me despedí de Kartoffen y fui corriendo al encuentro con Rina. No tardé mucho en llegar y ver a Rina hablando con una figura larga y desnutrida que no inspiraba mucha confianza.
-¡Hola Rina! Grité cuando la vi mientras corría hacia ella con una cara de felicidad, la cual se fue oscureciendo cuando vi un brillo asesino en lo ojos de aquel misterioso hombre. Mi foco de atención cambió a el completamente, reconocía esa mirada llena de sed de sangre. Tras de él se podían ver unos cuadros llenos de rojo sobre un lienzo claro, tan claro como la piel de... Rina.
Mis ojos cambiaron a unos ojos de cazador, no estaban llenos de odio, solo de sed de sangre, igual que él. Sonreía con una mueca de tranquilidad mientras corría hacia él.
-¡Rina, aléjate de él ya! Grité lo más fuerte que pude. Extendí mi bastón lo más que pude intentando rodear a Rina con la parte del gancho y atrayéndola hacia mí de un tirón y recogerla con los brazos antes de que se cayese. Si logro salvar a Rina a tiempo miraría fijamente a los ojos de Rina con una gran ternura.
-Vuelve con Kartoffen, Rina. Yo tomaré las negociaciones a partir de ahora. Diría cambiando mi atención hacia aquel extraño hombre mientras me aseguraba de que Rina saliese de aquel callejón estrecho. Estaba claro que estaba en desventaja, en aquel estrecho callejón un arma larga como la mía estaría en desventaja contra una daga. Agarré mi bastón con una mano y no me coloqué en guardia si quiera. Mi meta no era pelear con él, solo asesinarlo.
Sonreí con una sonrisa tranquila mientras me acercaba hacia él. Andé hacia él con una sonrisa indefensa como la de un niño, sin denotar nada de instinto asesino hasta estar cerca de él. En el ultimo momento, trataría de asestar un golpe directo a su cabeza. Si esto fallaba, aprovecharía el desconcierto causado y su perdida de equilibrio. Con la mano libre agarraría su camiseta,provocando su caída y tratando de caer detrás de él, ya que trataría de inmovilizar sus brazos con las piernas mientras utilizaba el palo para estrangularlo.
Trataba de dejarlo inconsciente, pero mientras como sentía como le presionaba la carótida y cortaba su riego de sangre en el cerebro, decidí torturarle un poco.
-¿Y tú te consideras un artista? No tienes clase, no tienes gracia, solo eres un crío incivilizado. Déjame enseñarte lo que es la belleza, lo que es la clase, lo que es el asesinato de verdad. Una vez perdiese la consciencia, clavaría mi bastón en uno de sus ojos, manchándolo de sangre.Si esto lo despierta le volvería a dejar inconsciente con un Kōtta hangeki. Agarraría uno de sus lienzos y lo estrellaría en su cara, poco después, dibujaría un precioso copo de nieve de un color rojo carmesí en el lugar donde estaría la frente y trataría de clavar el bastón junto en el centro del copo, es decir, en el centro de la frente.
Si no cayese en el primer truco y, de alguna forma, lograse no cae al suelo, utilizaría el Sunōfurēku para provocar cortes en él, haciendo que perdiese la concentración y trataría de agarrarlo del pié con el gancho del bastón y hacer que perdiese el equilibrio. Que fuese un callejón tan estrecho me privaba de poder utilizar golpes más amplios, pero el gancho de mi bastón seguiría siendo útil siempre. Una vez en el suelo, me apresuraría a intentar aplastar su mano dominante con mi bastón y, después, le pisaría la mano. Entonces, patearía su cabeza hasta dejarle inconsciente y, después, haría lo anteriormente escrito.
-No te entristezcas, ahora tú también serás arte. Diría. Después, patearía su cuerpo hacia sus lienzos y, tras eso, me acercaría a comprobar los lienzos y la pintura para confirmar mis sospechas de que aquellos lienzos eran las pieles de mujeres jóvenes o de gente con la piel clara. Al irme, dibujaría en el suelo con su sangre una brisa con copos de nieve mientras limpiaría el bastón.
En ese momento una gran sonrisa se dibujaba en mi cara, una sonrisa tan tierna como la de un niño con unos ojos tan llenos de instinto asesino como los de una serpiente. Cambié a mi rostro de siempre pero aparentado que me afectó lo que ocurrió allí, como una cara normal pero asustada. Volví con Kartoffen y Rina a comprobar si ambos estaban bien.
-¿Estás bien Rina? Diría mientras la miraba con unos ojos despreocupados y seguros y les contaría todo lo que vi.
-Jamás permitiré que nadie te haga daño, ni ese artista rarito ni nadie. Dije convencido. Tras su respuesta me dirigiría a Kartoffen.
-Siento que este hombre no haya resultado ser quien era, supongo que tiene razón con eso de que Rina no sabe mucho sobre gente mala. Soltaría una pequeña carcajada nerviosa.
-No soy un artista pero puedo ayudarle con el logo. Si me deja, claro Le pediría a Kartoffen mientras le ofrecería la mano. Esto podría ser el primer paso, estaba al alcance de mi mano.
-¡Hola Rina! Grité cuando la vi mientras corría hacia ella con una cara de felicidad, la cual se fue oscureciendo cuando vi un brillo asesino en lo ojos de aquel misterioso hombre. Mi foco de atención cambió a el completamente, reconocía esa mirada llena de sed de sangre. Tras de él se podían ver unos cuadros llenos de rojo sobre un lienzo claro, tan claro como la piel de... Rina.
Mis ojos cambiaron a unos ojos de cazador, no estaban llenos de odio, solo de sed de sangre, igual que él. Sonreía con una mueca de tranquilidad mientras corría hacia él.
-¡Rina, aléjate de él ya! Grité lo más fuerte que pude. Extendí mi bastón lo más que pude intentando rodear a Rina con la parte del gancho y atrayéndola hacia mí de un tirón y recogerla con los brazos antes de que se cayese. Si logro salvar a Rina a tiempo miraría fijamente a los ojos de Rina con una gran ternura.
-Vuelve con Kartoffen, Rina. Yo tomaré las negociaciones a partir de ahora. Diría cambiando mi atención hacia aquel extraño hombre mientras me aseguraba de que Rina saliese de aquel callejón estrecho. Estaba claro que estaba en desventaja, en aquel estrecho callejón un arma larga como la mía estaría en desventaja contra una daga. Agarré mi bastón con una mano y no me coloqué en guardia si quiera. Mi meta no era pelear con él, solo asesinarlo.
Sonreí con una sonrisa tranquila mientras me acercaba hacia él. Andé hacia él con una sonrisa indefensa como la de un niño, sin denotar nada de instinto asesino hasta estar cerca de él. En el ultimo momento, trataría de asestar un golpe directo a su cabeza. Si esto fallaba, aprovecharía el desconcierto causado y su perdida de equilibrio. Con la mano libre agarraría su camiseta,provocando su caída y tratando de caer detrás de él, ya que trataría de inmovilizar sus brazos con las piernas mientras utilizaba el palo para estrangularlo.
Trataba de dejarlo inconsciente, pero mientras como sentía como le presionaba la carótida y cortaba su riego de sangre en el cerebro, decidí torturarle un poco.
-¿Y tú te consideras un artista? No tienes clase, no tienes gracia, solo eres un crío incivilizado. Déjame enseñarte lo que es la belleza, lo que es la clase, lo que es el asesinato de verdad. Una vez perdiese la consciencia, clavaría mi bastón en uno de sus ojos, manchándolo de sangre.Si esto lo despierta le volvería a dejar inconsciente con un Kōtta hangeki. Agarraría uno de sus lienzos y lo estrellaría en su cara, poco después, dibujaría un precioso copo de nieve de un color rojo carmesí en el lugar donde estaría la frente y trataría de clavar el bastón junto en el centro del copo, es decir, en el centro de la frente.
Si no cayese en el primer truco y, de alguna forma, lograse no cae al suelo, utilizaría el Sunōfurēku para provocar cortes en él, haciendo que perdiese la concentración y trataría de agarrarlo del pié con el gancho del bastón y hacer que perdiese el equilibrio. Que fuese un callejón tan estrecho me privaba de poder utilizar golpes más amplios, pero el gancho de mi bastón seguiría siendo útil siempre. Una vez en el suelo, me apresuraría a intentar aplastar su mano dominante con mi bastón y, después, le pisaría la mano. Entonces, patearía su cabeza hasta dejarle inconsciente y, después, haría lo anteriormente escrito.
-No te entristezcas, ahora tú también serás arte. Diría. Después, patearía su cuerpo hacia sus lienzos y, tras eso, me acercaría a comprobar los lienzos y la pintura para confirmar mis sospechas de que aquellos lienzos eran las pieles de mujeres jóvenes o de gente con la piel clara. Al irme, dibujaría en el suelo con su sangre una brisa con copos de nieve mientras limpiaría el bastón.
- (Algo así):
En ese momento una gran sonrisa se dibujaba en mi cara, una sonrisa tan tierna como la de un niño con unos ojos tan llenos de instinto asesino como los de una serpiente. Cambié a mi rostro de siempre pero aparentado que me afectó lo que ocurrió allí, como una cara normal pero asustada. Volví con Kartoffen y Rina a comprobar si ambos estaban bien.
-¿Estás bien Rina? Diría mientras la miraba con unos ojos despreocupados y seguros y les contaría todo lo que vi.
-Jamás permitiré que nadie te haga daño, ni ese artista rarito ni nadie. Dije convencido. Tras su respuesta me dirigiría a Kartoffen.
-Siento que este hombre no haya resultado ser quien era, supongo que tiene razón con eso de que Rina no sabe mucho sobre gente mala. Soltaría una pequeña carcajada nerviosa.
-No soy un artista pero puedo ayudarle con el logo. Si me deja, claro Le pediría a Kartoffen mientras le ofrecería la mano. Esto podría ser el primer paso, estaba al alcance de mi mano.
- Técnicas usadas:
- Sunōfurēku: Consiste deslizar el bastón por delante de ti en un movimiento circular, provocando un movimiento del aire que levantará una leve brisa que puede llegar a realizar cortes superficiales.
Kōtta hangeki: El usuario se coloca en guardia y se preprara para propinar un gran golpe al rival.
Kaito Takumi
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Fortaleza
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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La muchacha se gira ante tu saludo, pero no se aprecia en ella molestia por la interrupción; aunque lo esté. La sonrisa que te manda como saludo se interrumpe gracias a tu grito, y salta en el momento justo para esquivar la puñalada que ese indeseable iba a lanzarle al costado. La muchacha cae al suelo, como buena muchacha desvalida que es mientras su caballero de hielo carga para salvarla. ¡Qué bonito todo! Y el malechor sonríe frustrado, como buen malechor, mientras retrocede y se mete en el estrecho canal que bien has sabido tener en cuenta.
Tu golpe con el bastón falla, pero el empuje y el agarre de camisa le pillan por sorpresa. No tanta como para que evitas una puñalada al costado, pero suelta su arma clavada al estamparse su cráneo contra el frío suelo. Gruñe de dolor y pierde el aire, lo que te viene de perlas en tu posterior uso del bastón.
Tus rodillas están clavadas en sus brazos, cerca del codo, y el empuje de tu propio peso con el bastón es suficiente para que no pueda levantarse. Poco a poco sus ojos van saliéndose de sus órbitas mientras sus brazos te golpean y arañan los muslos en un primal intento por quitarte de ahí. Patalea, pero no tiene la agilidad suficiente como para hacer más que darte rodillazos en la espalda... El suelo frío y húmedo le hace resbalarse al intentar encontrar el agarre para quitarte de ahí. No tiene escapatoria. Parece que pronto va a perder el conocimiento...
Y lo hace. Por suerte sus oídos solo pueden escuchar el palpitar de su corazón y su cabeza tiene tan poco oxígeno que no procesa la información. ¿Que un matao despierte el haki del rey en un moderado de nivel 2? Nah. Pero he estado tentado de hacerlo. Es alguien que vive para su arte... O bueno, vivía.
Tras hincarle tu bastón en la cuenca grita como un descosido, pero su cuerpo no tiene la fuerza suficiente para levantarse antes de que le produzcas una lesión cerebral con el golpe. De ahí a la exagerada muestra de maldad que rezumas por cada poro de tu piel al ensartarle con tu arma —que resbala y encuentra de nuevo la otra cuenca hasta el cerebro esta vez— no pasa apenas un instante. ¿Eufórico? Puede. ¿Desquiciado? Sin duda. Ha intentado hacer daño a la única persona que has podido querer, y es normal que gestiones tus emociones de... bueno, de esta forma. Ha sido frío, pero quizás ha sido demasiado... de sociópata.
Efectivamente los lienzos son de piel, probablemente humana como sospechas, y sin duda la pintura es sangre. O eso crees, que la titulación en arte no la tienes. El caso es que tras decir lo del arte y terminar tu inspección te giras para volver con Rina y Kartoffen.
Pero Rina no se había ido.
Y esta ahí, depie, mirando el destrozo que ha contemplado desde el principio sin saber si ahora está en más peligro del que estaba antes. Ya ha empezado a retroceder, con el gesto serio, sin permitirse sentirse el miedo que, sin duda, cualquier persona normal sentiría. Su mano se aferra a una pistola ridículamente pequeña que, aunque no te apunta directamente, podría por la posición en la que está, fácilmente rebentarte una rodilla.
—Frost... ¿qué...?
¿Qué has hecho Frost? ¿Qué haces? ¿Por qué no juegas con otros niños? ¿Por qué no te asustas? ¿Por qué has empujado a ese niño? ¿Qué haces con ese pájaro? ¿Por qué te has peleado? ¿Por qué estas solo? Solo... Solo. Nunca has sido normal, y aunque crees entender qué es normal para imitarlo, en estos momentos está muy claro que tienes mucho que aprender. ¿Pero qué podrías hacer? Rina es de las pocas personas que se han portado bien contigo... ¿Está mal proteger a quién quieres? No, claro que no.
Pero lo que la ha asustado es la crueldad, el regocijo, los insultos y la innecesaria violencia de tus actos. Eso... no es, ni nunca será, normal. No aquí. No para ella al menos. ¿Pero cómo podrías saberlo? Esto es solo un soliloquio para dar sabor a la moderación.
Y ahí estás, al final de un callejón sangrando por una herida que apenas te duele. Con un cuerpo tirado al lado como la basura que fue en vida... Y aunque Rina está, estás solo.
La carisma de tu fachada tienes sus límites, especialmente para aquellos que han visto lo que hay detrás.
Es... tu turno.
Tu golpe con el bastón falla, pero el empuje y el agarre de camisa le pillan por sorpresa. No tanta como para que evitas una puñalada al costado, pero suelta su arma clavada al estamparse su cráneo contra el frío suelo. Gruñe de dolor y pierde el aire, lo que te viene de perlas en tu posterior uso del bastón.
Tus rodillas están clavadas en sus brazos, cerca del codo, y el empuje de tu propio peso con el bastón es suficiente para que no pueda levantarse. Poco a poco sus ojos van saliéndose de sus órbitas mientras sus brazos te golpean y arañan los muslos en un primal intento por quitarte de ahí. Patalea, pero no tiene la agilidad suficiente como para hacer más que darte rodillazos en la espalda... El suelo frío y húmedo le hace resbalarse al intentar encontrar el agarre para quitarte de ahí. No tiene escapatoria. Parece que pronto va a perder el conocimiento...
Y lo hace. Por suerte sus oídos solo pueden escuchar el palpitar de su corazón y su cabeza tiene tan poco oxígeno que no procesa la información. ¿Que un matao despierte el haki del rey en un moderado de nivel 2? Nah. Pero he estado tentado de hacerlo. Es alguien que vive para su arte... O bueno, vivía.
Tras hincarle tu bastón en la cuenca grita como un descosido, pero su cuerpo no tiene la fuerza suficiente para levantarse antes de que le produzcas una lesión cerebral con el golpe. De ahí a la exagerada muestra de maldad que rezumas por cada poro de tu piel al ensartarle con tu arma —que resbala y encuentra de nuevo la otra cuenca hasta el cerebro esta vez— no pasa apenas un instante. ¿Eufórico? Puede. ¿Desquiciado? Sin duda. Ha intentado hacer daño a la única persona que has podido querer, y es normal que gestiones tus emociones de... bueno, de esta forma. Ha sido frío, pero quizás ha sido demasiado... de sociópata.
Efectivamente los lienzos son de piel, probablemente humana como sospechas, y sin duda la pintura es sangre. O eso crees, que la titulación en arte no la tienes. El caso es que tras decir lo del arte y terminar tu inspección te giras para volver con Rina y Kartoffen.
Pero Rina no se había ido.
Y esta ahí, depie, mirando el destrozo que ha contemplado desde el principio sin saber si ahora está en más peligro del que estaba antes. Ya ha empezado a retroceder, con el gesto serio, sin permitirse sentirse el miedo que, sin duda, cualquier persona normal sentiría. Su mano se aferra a una pistola ridículamente pequeña que, aunque no te apunta directamente, podría por la posición en la que está, fácilmente rebentarte una rodilla.
—Frost... ¿qué...?
¿Qué has hecho Frost? ¿Qué haces? ¿Por qué no juegas con otros niños? ¿Por qué no te asustas? ¿Por qué has empujado a ese niño? ¿Qué haces con ese pájaro? ¿Por qué te has peleado? ¿Por qué estas solo? Solo... Solo. Nunca has sido normal, y aunque crees entender qué es normal para imitarlo, en estos momentos está muy claro que tienes mucho que aprender. ¿Pero qué podrías hacer? Rina es de las pocas personas que se han portado bien contigo... ¿Está mal proteger a quién quieres? No, claro que no.
Pero lo que la ha asustado es la crueldad, el regocijo, los insultos y la innecesaria violencia de tus actos. Eso... no es, ni nunca será, normal. No aquí. No para ella al menos. ¿Pero cómo podrías saberlo? Esto es solo un soliloquio para dar sabor a la moderación.
Y ahí estás, al final de un callejón sangrando por una herida que apenas te duele. Con un cuerpo tirado al lado como la basura que fue en vida... Y aunque Rina está, estás solo.
La carisma de tu fachada tienes sus límites, especialmente para aquellos que han visto lo que hay detrás.
Es... tu turno.
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Akuma no mi
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Todo había acabado, los gritos del momento, la adrenalina, la emoción... todo. De repente un increíble silencio inundaba el callejón, donde solo silbaba el aire y goteaba la sangre. Sentía mi corazón ir a mil, hacía mucho que no sentía esta sensación de locura, esta sed de sangre, este instinto asesino que recorría cada uno de mis nervios y golpeaba mi cabeza constantemente. Es una sensación que me hacía sentir vivo, pero no es una sensación que me gustara. Las vidas de las personas son efímeras. Aparecen y desaparecen con la fragilidad de una flor sin dejar ni el menor rastro de su existencia una vez desaparece. ¿Quien soy yo para decidir si alguien podría vivir o morir? No tenía esa autoridad, nadie tiene esa autoridad.
Cuando los gritos se ahogaron de golpe, me giré dispuesto a volver con Rina y Kartoffen... o esa era mi intención. En un segundo, todo se vino abajo. Rina seguía en el callejón, mirándome con unos ojos serios y sosteniendo una pistola con la mano, la cual apuntaba hacia a mi rodilla. Conocía esa cara, era la cara de la decepción, era la cara de alguien que, aunque pidiese una excusa, jamás la aceptaría. Confronté aquella mirada con una mirada de decisión. Es cierto que arrebaté la vida a alguien pero, ¿acaso no se lo merecía? Mató a montones de personas y las convirtió en sus obras. Una persona que mata debe estar dispuesta a morir un día por sus propios métodos. Lo que hice está mal pero no me avergonzaba. Me quedé totalmente quieto dándole espacio a Rina y hablé con una voz solemne.
-Rina, diga lo que diga sé que no va a ser suficiente. Después de todo lo que he liado ahí ni yo mismo tengo excusa. Supongo que la falta de sentimientos humanos y el odio al ver las intenciones de ese hombre me llegaron a este punto. La vida de una persona es como una flor, preciosa, llena de color y efímera. Nadie debería tener el derecho de arrancar una flor antes de tiempo y, sin embargo, hay gente que lo hace. Por su propia enfermedad, por proteger a los demás... es gracioso, ¿sabes? Creo que aquel hombre y yo eramos parecidos y, a la vez, muy diferentes. El mataba por gusto, ¿viste sus lienzos, verdad? Están hechos de piel humana. Y pintaba sobre ellos como si fuese lo más normal del mundo. Aquella persona... se ha dedicado toda su vida a segar vidas de aquellas personas que han caído en su trampa ¿y todo por qué? No ha protegido a nadie, no ha logrado nada. Todo fue por el mismo y su propia sed de sangre.Es cierto que la gente que padecemos psicopatía carecemos de estos sentimientos o nos cuestan más desarrollarlos, pero eso no es razón para asesinar por gusto. Por tu cara veo que ahora piensas que soy un asesino y puede que sea verdad, peroo lo hice por un buen motivo. No solo por ti, no por mi, si no por todas las flores que ha cortado y todas las que podría llegar a cortar en un futuro. Quien mata debe estar dispuesto a morir. Y se que piensas que lo habrían llevado a psiquiatra, a un especialista pero no sabes como lo pasa la gente como él allí, es peor que la muerte... Por eso hice esto por tí, por sus victimas, por todas las personas que podrían haber caído después y por él, librandolo de este infierno.
La adrenalina se estaba acabando y aquella herida cada vez me dolía más, ya que el propio bombeo de la sangre la estaba ensanchando cada vez más. Necesitaba salir de ahí y curarme la herida pero si Rina decidía no confiar en mí... todo estaba perdido. La herida estaba infectándose y la perdida de sangre junto la bajada de adrenalina me estaba dejando sin fuerzas. Caí al suelo de culo, las piernas me temblaban y el frío cada vez se hacía más notable.
-Rina, se queno debí pasarme, solo pensaba en ti y en aquellos lienzos hechos de piel humana y actué por instinto, nunca fui nadie para arrebatar una vida y nunca lo seré, pero esta vez se que es lo que debía de hacer. Créeme, por favor.
El frío rodeaba mi herida, sentía como la sangre dentro de mí se congelaba y como el mundo poco a poco se iba difuminando. Al no sacarme el arma, la herida no sangraba demasiado, pero el agotamiento, el abandono de la adrenalina... Todo estaba provocándome un gran mareo, no el suficiente para desmayarse pero sí para sentir que todo el mundo daba vueltas. No tenía mas que decir a Rina, no tenía más que decirle a nadie. Volvía a estar donde empecé, solo. En aquel callejón yo estaba solo. En aquel barco a Kyeskaya yo estaba solo. En aquel orfanato yo estaba solo. ¿Por qué tuve que ser yo? ¿Por qué tuve que nacer si iba a ser abandonado? No lo entiendo, no lo entendía, no podía saberlo. Siempre estuve solo pero, por un momento, pensé que podría contar con alguien y ahora... volvería a depender solo de mí mismo.Me derrumbé en posición fetal mientras lloraba, lloré y lloré mientras la sangre salía de aquella herida que me dolía menos que mi interior. Simplemente no lo comprendía ¿era culpa mía estar solo? ¿Era culpa mía querer sentir lo mismo que hacen los demás...? ¿Era culpa mía no poder sentirlo...?
Cuando los gritos se ahogaron de golpe, me giré dispuesto a volver con Rina y Kartoffen... o esa era mi intención. En un segundo, todo se vino abajo. Rina seguía en el callejón, mirándome con unos ojos serios y sosteniendo una pistola con la mano, la cual apuntaba hacia a mi rodilla. Conocía esa cara, era la cara de la decepción, era la cara de alguien que, aunque pidiese una excusa, jamás la aceptaría. Confronté aquella mirada con una mirada de decisión. Es cierto que arrebaté la vida a alguien pero, ¿acaso no se lo merecía? Mató a montones de personas y las convirtió en sus obras. Una persona que mata debe estar dispuesta a morir un día por sus propios métodos. Lo que hice está mal pero no me avergonzaba. Me quedé totalmente quieto dándole espacio a Rina y hablé con una voz solemne.
-Rina, diga lo que diga sé que no va a ser suficiente. Después de todo lo que he liado ahí ni yo mismo tengo excusa. Supongo que la falta de sentimientos humanos y el odio al ver las intenciones de ese hombre me llegaron a este punto. La vida de una persona es como una flor, preciosa, llena de color y efímera. Nadie debería tener el derecho de arrancar una flor antes de tiempo y, sin embargo, hay gente que lo hace. Por su propia enfermedad, por proteger a los demás... es gracioso, ¿sabes? Creo que aquel hombre y yo eramos parecidos y, a la vez, muy diferentes. El mataba por gusto, ¿viste sus lienzos, verdad? Están hechos de piel humana. Y pintaba sobre ellos como si fuese lo más normal del mundo. Aquella persona... se ha dedicado toda su vida a segar vidas de aquellas personas que han caído en su trampa ¿y todo por qué? No ha protegido a nadie, no ha logrado nada. Todo fue por el mismo y su propia sed de sangre.Es cierto que la gente que padecemos psicopatía carecemos de estos sentimientos o nos cuestan más desarrollarlos, pero eso no es razón para asesinar por gusto. Por tu cara veo que ahora piensas que soy un asesino y puede que sea verdad, peroo lo hice por un buen motivo. No solo por ti, no por mi, si no por todas las flores que ha cortado y todas las que podría llegar a cortar en un futuro. Quien mata debe estar dispuesto a morir. Y se que piensas que lo habrían llevado a psiquiatra, a un especialista pero no sabes como lo pasa la gente como él allí, es peor que la muerte... Por eso hice esto por tí, por sus victimas, por todas las personas que podrían haber caído después y por él, librandolo de este infierno.
La adrenalina se estaba acabando y aquella herida cada vez me dolía más, ya que el propio bombeo de la sangre la estaba ensanchando cada vez más. Necesitaba salir de ahí y curarme la herida pero si Rina decidía no confiar en mí... todo estaba perdido. La herida estaba infectándose y la perdida de sangre junto la bajada de adrenalina me estaba dejando sin fuerzas. Caí al suelo de culo, las piernas me temblaban y el frío cada vez se hacía más notable.
-Rina, se queno debí pasarme, solo pensaba en ti y en aquellos lienzos hechos de piel humana y actué por instinto, nunca fui nadie para arrebatar una vida y nunca lo seré, pero esta vez se que es lo que debía de hacer. Créeme, por favor.
El frío rodeaba mi herida, sentía como la sangre dentro de mí se congelaba y como el mundo poco a poco se iba difuminando. Al no sacarme el arma, la herida no sangraba demasiado, pero el agotamiento, el abandono de la adrenalina... Todo estaba provocándome un gran mareo, no el suficiente para desmayarse pero sí para sentir que todo el mundo daba vueltas. No tenía mas que decir a Rina, no tenía más que decirle a nadie. Volvía a estar donde empecé, solo. En aquel callejón yo estaba solo. En aquel barco a Kyeskaya yo estaba solo. En aquel orfanato yo estaba solo. ¿Por qué tuve que ser yo? ¿Por qué tuve que nacer si iba a ser abandonado? No lo entiendo, no lo entendía, no podía saberlo. Siempre estuve solo pero, por un momento, pensé que podría contar con alguien y ahora... volvería a depender solo de mí mismo.Me derrumbé en posición fetal mientras lloraba, lloré y lloré mientras la sangre salía de aquella herida que me dolía menos que mi interior. Simplemente no lo comprendía ¿era culpa mía estar solo? ¿Era culpa mía querer sentir lo mismo que hacen los demás...? ¿Era culpa mía no poder sentirlo...?
Kaito Takumi
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¿Pero a quién pretendes convencer, Frost? ¿A ella o a tí mismo? Aunque, la verdad, no parece que tengas mucho éxito en ambas cosas. O quizás solo lo tengas en una. Las dos... es improbable...
Hablas y hablas, y mira que hablas, y es normal que vayas perdiendo la vida que pierdes por la boca. Rina te mira igual en todo momento, pero , al principio hay un breve destello de algo que podría ser miedo, y luego, casi al final, otro de lo que podría ser casi pena. Pero bueno, ha sido un monólogo hiperlargo y el breve que lanzas después al perder las fuerzas hace que, finalmente, te desvanezcas.
No sin antes hundirte en tu propia miseria, claro. Y al límite de tu consciencia escuchas unos disparos a los que le siguen disparos.
Hablas y hablas, y mira que hablas, y es normal que vayas perdiendo la vida que pierdes por la boca. Rina te mira igual en todo momento, pero , al principio hay un breve destello de algo que podría ser miedo, y luego, casi al final, otro de lo que podría ser casi pena. Pero bueno, ha sido un monólogo hiperlargo y el breve que lanzas después al perder las fuerzas hace que, finalmente, te desvanezcas.
No sin antes hundirte en tu propia miseria, claro. Y al límite de tu consciencia escuchas unos disparos a los que le siguen disparos.
- HAS MUERTO:
QUE NOOOOO
Cuando despiertas tu pesadilla parece haber acabado. Estás sobre una cama, tapadito con mantas calentitas y con la luz de una tenue y mortecina vela iluminándote desde la mesilla de noche. No es tu cuarto, este es mejor. Con la tenue lumbre que hay allí no puedes ver mucho, pero la luz que mana de ella es reconocible hasta en la oscuridad. Rina está en una silla a los pies de la cama, reposando su cabeza en la pared que tiene detrás cansada de esperarte.
—Sí que te gusta dormir...—dice con gracia frotándose la cara—. Me alegro de que estés bien, Frost.
Todo ha salido bien. Ahora tienes amigos, amigos que se preocupan por ti, y eres un héroe en el pequeño pueblo, y un gran héroe dentro de la familia, por salvar a Rina. Eso sí, menos mal que ella llevaba un arma y le destrozó la cabeza al criminal tras que recibieras la puñalada que iba destinada a la chica. ¡Qué gran héroe! Y como todos los héroes, sabes que la historia ha sido exagerada.
¿Pero porqué? Podrías preguntarlo, ¿pero no prefieres mejor vivir en esta reconfortante mentira? Ahora tienes dos amigos, y podrás tener muchos más, y, por si fuera poco, formas parte de un nuevo comercio de vodka... Tan solo os hará falta una etiqueta, a menos que sigas queriendo que los dibujos de Tanya, que malamente copia las etiquetas de otras marcas, sigan siendo lo que os defina.- Peticiones sugeridas:
Un negocio ilegal de destilación de alcohol (Vodka), con sus 2 NPC que tendrás que crear. (Rina y Kartoffen) según lo que has visto en el moderado (Me puedes consultar, si te aceptan). Ruego a los moderadores que, a pesar del nivel del rol, estas son las peticiones más apropiadas para lo que se ha hecho.
También, creo considerar, despiertas el Bokushou Haki por lanzarte a por el tipo con odio y rabia.
Eso sí, Rina con su profesión de psicóloga estará muy pendiente de tu avance en tu trastorno. Es obvio que necesitas ayuda.
Puedes elegir cerrar poniendo un post más, o si quieres sigue abierto para trama, pero recomiendo otro moderado futuro o diarios o lo que veas.
Frostward
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Hablé y hablé y aunque mi mirada era borrosa pude imaginarme la cara de Rina. Poco a poco la vida se fue escapando de entre mis manos y pensé que este era el fin. Mi consciencia se desvaneció al ritmo de dos disparos, que sonaron como tambores. "¿Mi requiem es así de cutre? Pues vaya..." Fue mi último pensamiento antes de sentir como me desmayaba.
No había nada y, de repente, puedo volver a abrir los ojos más o menos. ¿Estaba muerto? Porque si estaba muerto esperaba algo un poco más... inexistente. Giré pesadamente mi cabeza hacia los pies de la cama y vi a Rina. Su cara no era la de rencor, ni siquiera molestia. Se la veía preocupada. No estaba entendiendo nada pero por primera vez en mi existencia... me alegré de volver a sentir algo como la vida.
-Que puedo decir. Me canso fácilmente, supongo Contesté a medias con una sonrisa gastada por el cansancio y la pérdida de sangre. Poco más recuerdo de esa conversación porque volví a caer dormido poco después por el mareo y el cansancio.
Pasé un par de días en cama y, aunque casi no me podía mover, las visitas no paraban de venir, agradeciéndome mi heroicidad. Incluso Kartoffen pasó y aceptó a trabajar conmigo, aunque él se llevaría el 60% de los beneficios mensuales y no me pareció mal. Al fin y al cabo era él quien llevaba matándose a trabajar tantos años. También pude hablar sobre un montón de cosas con Rina, sentía que, de repente, intentaba conocerme mejor. Incluso como si empezase a analizarme... Aunque después de lo que ocultó por mi, ¿por qué tendría que sospechar de ella?
La pequeña Tanya también se paseaba por mi habitación todos los días, que si mira que dibujo se me ha ocurrido, que si hoy he jugado a esto, que si mi madre dice que no debo hacer esto pero a mi me gusta... Tanya siendo Tanya, ni más ni menos. Tener tanta gente alrededor hizo que los días pasasen de forma muy amena.
Antes de darme cuenta ya pasó una semana y estaba completamente sano de nuevo. Hoy era mi último día en esa isla, debía de encontrar nuevos sitios, nuevos negocios de los que nutrirme con tal de completar mi sueño.
-Gracias a todos, no tengo palabras para expresar lo bien que he estado aquí con vosotros. Esto no es un adiós, es un hasta luego. Cuando tenga la fuerza para presentarme en el castillo del Zar, esto va a ser la bomba así que no decaigáis. Nos vemos. Con una sonrisa algo melodramática, me despedí de todo el mundo y zarpé en el siguiente barco en dirección desconocida.
No había nada y, de repente, puedo volver a abrir los ojos más o menos. ¿Estaba muerto? Porque si estaba muerto esperaba algo un poco más... inexistente. Giré pesadamente mi cabeza hacia los pies de la cama y vi a Rina. Su cara no era la de rencor, ni siquiera molestia. Se la veía preocupada. No estaba entendiendo nada pero por primera vez en mi existencia... me alegré de volver a sentir algo como la vida.
-Que puedo decir. Me canso fácilmente, supongo Contesté a medias con una sonrisa gastada por el cansancio y la pérdida de sangre. Poco más recuerdo de esa conversación porque volví a caer dormido poco después por el mareo y el cansancio.
Pasé un par de días en cama y, aunque casi no me podía mover, las visitas no paraban de venir, agradeciéndome mi heroicidad. Incluso Kartoffen pasó y aceptó a trabajar conmigo, aunque él se llevaría el 60% de los beneficios mensuales y no me pareció mal. Al fin y al cabo era él quien llevaba matándose a trabajar tantos años. También pude hablar sobre un montón de cosas con Rina, sentía que, de repente, intentaba conocerme mejor. Incluso como si empezase a analizarme... Aunque después de lo que ocultó por mi, ¿por qué tendría que sospechar de ella?
La pequeña Tanya también se paseaba por mi habitación todos los días, que si mira que dibujo se me ha ocurrido, que si hoy he jugado a esto, que si mi madre dice que no debo hacer esto pero a mi me gusta... Tanya siendo Tanya, ni más ni menos. Tener tanta gente alrededor hizo que los días pasasen de forma muy amena.
Antes de darme cuenta ya pasó una semana y estaba completamente sano de nuevo. Hoy era mi último día en esa isla, debía de encontrar nuevos sitios, nuevos negocios de los que nutrirme con tal de completar mi sueño.
-Gracias a todos, no tengo palabras para expresar lo bien que he estado aquí con vosotros. Esto no es un adiós, es un hasta luego. Cuando tenga la fuerza para presentarme en el castillo del Zar, esto va a ser la bomba así que no decaigáis. Nos vemos. Con una sonrisa algo melodramática, me despedí de todo el mundo y zarpé en el siguiente barco en dirección desconocida.
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