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Los hombres se miran entre ellos por un momento y te dejan pasar, sin decir nada. Esto te permite recorrer por completo el pasillo mientras esos chillidos ahogados retumban en las paredes, aunque ya no sabrías identificar exactamente de dónde vienen. No obstante, tal vez no sea lo más prudente abrir puertas al azar en la casa de otro, y cuando abres la puerta que da al recibidor encuentras a seis guardias, dos a la vera de cada camino, y todos se quedan mirando hacia ti en cuanto asomas por el umbral.
- Buenos días, señor -dice uno, educadamente. Concretamente el que está a tu derecha-. Si necesita algo basta con que agite la campana de su dormitorio, y un lacayo llegará en breves para atenderlo.
La verdad es que los tapices son preciosos, aunque representan escenas que no parecen tener mucho que ver entre ellas. Una parece un linchamiento, otra una vaca corneando a un gordo con mandíbula de metal, y un hombre de aspecto morisco regalando un pequeño árbol de fruto amarillo a otro con corona. Esos son los que ves desde tu posición, claro, pero seguro que de cerca puedes verlos mucho mejor.
- Buenos días, señor -dice uno, educadamente. Concretamente el que está a tu derecha-. Si necesita algo basta con que agite la campana de su dormitorio, y un lacayo llegará en breves para atenderlo.
La verdad es que los tapices son preciosos, aunque representan escenas que no parecen tener mucho que ver entre ellas. Una parece un linchamiento, otra una vaca corneando a un gordo con mandíbula de metal, y un hombre de aspecto morisco regalando un pequeño árbol de fruto amarillo a otro con corona. Esos son los que ves desde tu posición, claro, pero seguro que de cerca puedes verlos mucho mejor.
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Esta vez intenté no liarme con nimiedades y preferí ignorar aquellos ruidos ahogados, pues no me incumbían. Nada más llegar al recibidor, como no, guardias. Afortunadamente eran solamente seis, pero de todas todas no me planteaba por nada del mundo crear problemas, y menos estando en casa de una princesa y de un rey que amablemente me han acogido ( a pesar de todo lo sucedido). Cuando me iba a acercar al limonero un guardia se dirigió a mi, y antes de que volviera a su posición le dije:
- Bueno, ya que lo dice me gustaría pedirle dos cosas si no es molestia. Primero me gustaría que dejaran algunos habanos en mi "cuarto", pues lamento decirle que soy fumador. En cuanto a mi segunda petición es más bien una pregunta. ¿Porqué hay un limonero en mitad de la sala de recepción?. Es bonito y elegante no lo niego, más de la tierra de donde yo vengo hay una tradición muy similar. ¿Proviene de Arabasta?.
Cuando me daría cuenta por mi mismo, gracias al tapiz, de que aquel árbol fue un regalo del rey de Arabasta al rey de Drum. Así que imaginaba que ese árbol no era moco de pavo, o quizás si y simplemente era eso, una decoración simbólica. Si el guardia/lacayo no me decía nada me acercaría al limonero para contemplarlo de más cerca, sobre todo, a la fruta que desentonaba totalmente con el resto de limones.
- Bueno, ya que lo dice me gustaría pedirle dos cosas si no es molestia. Primero me gustaría que dejaran algunos habanos en mi "cuarto", pues lamento decirle que soy fumador. En cuanto a mi segunda petición es más bien una pregunta. ¿Porqué hay un limonero en mitad de la sala de recepción?. Es bonito y elegante no lo niego, más de la tierra de donde yo vengo hay una tradición muy similar. ¿Proviene de Arabasta?.
Cuando me daría cuenta por mi mismo, gracias al tapiz, de que aquel árbol fue un regalo del rey de Arabasta al rey de Drum. Así que imaginaba que ese árbol no era moco de pavo, o quizás si y simplemente era eso, una decoración simbólica. Si el guardia/lacayo no me decía nada me acercaría al limonero para contemplarlo de más cerca, sobre todo, a la fruta que desentonaba totalmente con el resto de limones.
Arquea una ceja, ofendido, y puedes darte cuenta fácilmente de que pedirle a él un puro tal vez no haya sido lo más adecuado. Sin embargo, el tipo mira el árbol y parece sentir cierto orgullo.
- Es el símbolo de la amistad entre el reino de Sakura y el reino de Arabasta sobre cualquier otra cosa -explica, señalando el tapiz-, del mismo modo que el roble de Sakura se encuentra en el jardín del palacio de Alubarna. Ni las guerras, ni el Gobierno Mundial, ni ninguna clase de disputa puede hacernos olvidar las buenas relaciones con los hombres del desierto.
Tras eso simplemente se calla y sigue vigilando. No se mueven mientras te acercas, pero sí que escuchas un crujido a tu espalda cuando te acercas a un metro. Si te das la vuelta o miras a cualquiera de ellos te darás cuenta de que niegan con la cabeza, y uno de ellos ha cambiado la posición de su arcabuz. No te apunta, pero está en guardia.
- Es el símbolo de la amistad entre el reino de Sakura y el reino de Arabasta sobre cualquier otra cosa -explica, señalando el tapiz-, del mismo modo que el roble de Sakura se encuentra en el jardín del palacio de Alubarna. Ni las guerras, ni el Gobierno Mundial, ni ninguna clase de disputa puede hacernos olvidar las buenas relaciones con los hombres del desierto.
Tras eso simplemente se calla y sigue vigilando. No se mueven mientras te acercas, pero sí que escuchas un crujido a tu espalda cuando te acercas a un metro. Si te das la vuelta o miras a cualquiera de ellos te darás cuenta de que niegan con la cabeza, y uno de ellos ha cambiado la posición de su arcabuz. No te apunta, pero está en guardia.
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Vale, quizás no era buena idea del todo el acercarme al limonero. Parece que aquellos guardias iban a ser un problema si o si. Así que traté de tirar de engaño, y esperaba que funcionara, sino pues habría que planear un plan B. Decidí mirar a los guardias que me miraban y les dije con tono calmado y todo lo amistoso que pude, a pesar, de que tenía unas ganas terribles de clavarles sus dientes contra un bordillo.
-Da la casualidad que yo soy de Arabasta y por este motivo conozco este tipo de árboles. Mi rey ( vaya mentira, ya que yo soy mi propio jefe) tiene bastantes de estos árboles en el patio trasero del palacio. Dan unos bellos frutos y muy ricos. Sin embargo, no sabía que se tuviera tan poca consideración por el rey de Arabasta teniendo tan mal cuidado su árbol, el cual les fue entregado con todo el amor que se puede dar entre reyes.
Me dirigí esta vez al guardia más cercano.
-Usted por favor, acérquese y mire el árbol. ¿No ve que no está siendo cuidado adecuadamente?- dije mientras señalaba el fruto azul- Hay una fruta "enferma" y debe ser retirada antes de que la cepa mate el resto del árbol. Así que con su permiso, pueden apuntarme todo lo que quieran, no pienso hacer daño al árbol, pero tampoco me gustaría que Drum fuera desconsiderado con los regalos que se le hacen, pues para mi cultura es cosa seria.
Tras decir aquello y esperando que mi enfado amedrentara o al menos impidiera a los soldados actuar, decidí acercarme y coger aquella fruta "podre" con sumo cuidado. Saqué una pequeña navaja delante de los soldados aguantándola entre mi dedo pulgar y índice como si estuviera mostrándola intencionadamente para que vieran que no iba con malas intenciones. Acto seguido cortaría la fruta y me quedaría mirándola para finalmente decirles a los guardias.
-Han tenido suerte, la fruta está mal. Por suerte en un mes de ahí saldrá una nueva cepa. Y por favor, tengan más cuidado con estos árboles. No se lo digo como invitado de la princesa, sino como Arabastano preocupado.
Tras decir aquellas palabras, y si todo iba bien, me daría la vuelta ( guardando antes la fruta "podre" en mi bolsillo para luego vovler por el pasillo. Justo en el umbral de la puerta me detuve, y le dije a uno de los guardias.
-No se preocupen, no diré nada a la princesa y al rey sobre el maltrato del árbol, pueden estar tranquilos.
Tras eso volvería a mi habitación.
-Da la casualidad que yo soy de Arabasta y por este motivo conozco este tipo de árboles. Mi rey ( vaya mentira, ya que yo soy mi propio jefe) tiene bastantes de estos árboles en el patio trasero del palacio. Dan unos bellos frutos y muy ricos. Sin embargo, no sabía que se tuviera tan poca consideración por el rey de Arabasta teniendo tan mal cuidado su árbol, el cual les fue entregado con todo el amor que se puede dar entre reyes.
Me dirigí esta vez al guardia más cercano.
-Usted por favor, acérquese y mire el árbol. ¿No ve que no está siendo cuidado adecuadamente?- dije mientras señalaba el fruto azul- Hay una fruta "enferma" y debe ser retirada antes de que la cepa mate el resto del árbol. Así que con su permiso, pueden apuntarme todo lo que quieran, no pienso hacer daño al árbol, pero tampoco me gustaría que Drum fuera desconsiderado con los regalos que se le hacen, pues para mi cultura es cosa seria.
Tras decir aquello y esperando que mi enfado amedrentara o al menos impidiera a los soldados actuar, decidí acercarme y coger aquella fruta "podre" con sumo cuidado. Saqué una pequeña navaja delante de los soldados aguantándola entre mi dedo pulgar y índice como si estuviera mostrándola intencionadamente para que vieran que no iba con malas intenciones. Acto seguido cortaría la fruta y me quedaría mirándola para finalmente decirles a los guardias.
-Han tenido suerte, la fruta está mal. Por suerte en un mes de ahí saldrá una nueva cepa. Y por favor, tengan más cuidado con estos árboles. No se lo digo como invitado de la princesa, sino como Arabastano preocupado.
Tras decir aquellas palabras, y si todo iba bien, me daría la vuelta ( guardando antes la fruta "podre" en mi bolsillo para luego vovler por el pasillo. Justo en el umbral de la puerta me detuve, y le dije a uno de los guardias.
-No se preocupen, no diré nada a la princesa y al rey sobre el maltrato del árbol, pueden estar tranquilos.
Tras eso volvería a mi habitación.
Notas un carraspeo detrás de ti cuando intentas hacer eso, y si te giras verás que el tipo del arma se aclara la garganta mientras avanza hacia ti, intentando tirar de tu hombro hacia atrás para alejarte del árbol.
- Por favor, no se acerque al árbol -dice-. Solo el rey tiene autoridad para tocarlo, y si él desea que así se pudra así debe pudrirse.
Parece que el hombre no entiende demasiado de jardinería, pero algo sobre cumplir órdenes sabe. Te mira con dureza y cierta reprobación mientras con una mano te invita a alejarte.
- Si realmente desea ayudar, concierte una cita con Su Majestad.
- Por favor, no se acerque al árbol -dice-. Solo el rey tiene autoridad para tocarlo, y si él desea que así se pudra así debe pudrirse.
Parece que el hombre no entiende demasiado de jardinería, pero algo sobre cumplir órdenes sabe. Te mira con dureza y cierta reprobación mientras con una mano te invita a alejarte.
- Si realmente desea ayudar, concierte una cita con Su Majestad.
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No iba a negar que el guardia tenía razón. No era lo propio, sobre todo, porque mi ardid había fracasado como un Titanic ante el iceberg. Me di la vuelta y me dirigí al guardia que me había llamado la atención.
- Lo entiendo, y discúlpeme si he obrado mal ante ustedes caballeros.
Me alejé del árbol pero cavilando constantemente sobre como acercarme a aquella fruta rara. Sin duda alguna la mejor poción era la dicha por el guardia: una cita. Así que volví por donde vine, no sin antes preguntar al guardia donde podía encontrar al "chamberlán" del rey para concertar una cita. El guardia me dijo que estaba en la cámara contigua a la sala de recepciones, por la puerta que tenía a mi izquierda.
Caminé hasta ella y pude ver que estaba entrecerrada. El chamberlán estaba sentado en un escritorio en lo que parecía un pequeño despacho lleno de papeles y pergaminos varios. Peté en la puerta con los nudillos y pasé.
-Disculpe caballero ¿Es usted el chamberlán? Quería concertar una cita para hablar con el rey y me han comunicado que debía hablar con vos.- y para ahorrar protocolo concluí diciendo- Soy el "invitado" de la princesa, como puede ver no soy de aquí.
- Lo entiendo, y discúlpeme si he obrado mal ante ustedes caballeros.
Me alejé del árbol pero cavilando constantemente sobre como acercarme a aquella fruta rara. Sin duda alguna la mejor poción era la dicha por el guardia: una cita. Así que volví por donde vine, no sin antes preguntar al guardia donde podía encontrar al "chamberlán" del rey para concertar una cita. El guardia me dijo que estaba en la cámara contigua a la sala de recepciones, por la puerta que tenía a mi izquierda.
Caminé hasta ella y pude ver que estaba entrecerrada. El chamberlán estaba sentado en un escritorio en lo que parecía un pequeño despacho lleno de papeles y pergaminos varios. Peté en la puerta con los nudillos y pasé.
-Disculpe caballero ¿Es usted el chamberlán? Quería concertar una cita para hablar con el rey y me han comunicado que debía hablar con vos.- y para ahorrar protocolo concluí diciendo- Soy el "invitado" de la princesa, como puede ver no soy de aquí.
El despacho del chambelán parece una pequeña biblioteca, llena de libros y distintas clases de pergaminos, con una desorganizada mesa central repleta de papiros, vitelas y mapas bastante precisos con señales recién pintadas que apuntan a alguna clase de conflicto. También tiene un inusual número de den den mushis pegados en una pared, uno de los cuales clava sus ojos en ti en el mismo momento que llamas a la puerta.
- ¿Sí? -responde, alzando la vista y mostrando unos ojos hundidos, con profundas ojeras.
Cuando le explicas el motivo de tu visita rezonga momentáneamente, pero saca una agenda para ver si hay algún momento disponible en el que puedas verlo. No obstante, chasquea la lengua varias veces.
- Debo advertirle que, aun si yo puedo apuntarle, es muy probable que Su Majestad cancele la cita al, entre otras cosas, no ser usted más que un plebeyo invitado. Por otro lado, déjeme decirle que puedo apuntarle para muy pronto: el veintisiete de marzo, apenas en un par de semanas. ¿Le sirve? Antes de eso me temo que sería esperar alguna cancelación, o similar.
Parece que esto va a ser difícil, pero bueno.
- Si no le molesta... ¿Motivo de la reunión?
- ¿Sí? -responde, alzando la vista y mostrando unos ojos hundidos, con profundas ojeras.
Cuando le explicas el motivo de tu visita rezonga momentáneamente, pero saca una agenda para ver si hay algún momento disponible en el que puedas verlo. No obstante, chasquea la lengua varias veces.
- Debo advertirle que, aun si yo puedo apuntarle, es muy probable que Su Majestad cancele la cita al, entre otras cosas, no ser usted más que un plebeyo invitado. Por otro lado, déjeme decirle que puedo apuntarle para muy pronto: el veintisiete de marzo, apenas en un par de semanas. ¿Le sirve? Antes de eso me temo que sería esperar alguna cancelación, o similar.
Parece que esto va a ser difícil, pero bueno.
- Si no le molesta... ¿Motivo de la reunión?
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Arqueé la ceja ante su comentario. ¿Pueblerino?¿ Me acababa de llamar pueblerino este paleto? ¿Quién se ha creído que es? Bien le reventaría la garganta con ácido si no fuera por donde me encontraba. A pesar de estar deseando reventarle le dije con toda mi buena "fe" y tono calmado:
-No lo sé, pues pensé que el padre de la princesa sería más considerado con el que ha salvado la vida a su hija. Más témome que he errado en el lugar a preguntar. - y concluí levantando el tono para que me escucharan los guardias- No será necesario, volveré a mis habitaciones.
Estaba francamente cansado de todo aquello...de la nieve, del frío, de la marina, de los gordos, de la caca, de los yonkis y de los malditos guardias. Tenía mi pasta y bien podía largarme, pero oh, aquella cosa colgada del árbol me llamaba poderosamente la atención. Había escuchado historias sobre ciertas frutas "mágicas" de extrañas formas, sabores y olores. Estoy seguro de que esa fruta pocha vale más que todo el oro que pudiera haber en el castillo.
Me marché del despacho despidiéndome cordialmente para volver a la recepción donde estaban los guardias. Di una calada con el habano en la boca, profunda y caliente mientras me colocaba frente a un tapiz. En ese momento se me encendió una bombilla en la cabeza. Me giré y me puse de espaldas al tapiz, pero pegado a él como fingiendo que observaba el limonero nuevamente. En ese momento exhalaría una gran humareda por la boca mientras me sacaba el habano de la boca, y disimuladamente y evitando que los guardias me miraran fui escurriendo el habano en mi mano hasta mi espalda. Este tocaría con su parte prendida el tapiz, el cual comenzó a arder con un leve humillo. En unos pocos segundos eso prendería como yesca.
Así que como quien no quiere la cosa me llevé las manos a la espalda escondiendo en ella el habano encendido, obviamente quemándome un poco la mano, pero de tanto fumar uno ya estaba habituado. De este modo escondería la colilla y caminaría hacia el pasillo hasta mi cuarto, con total normalidad.
Cuando cruzara el umbral del pasillo que salía de la recepción el fuego tiraría hacia arriba. ¿Sería una buena distracción?
-No lo sé, pues pensé que el padre de la princesa sería más considerado con el que ha salvado la vida a su hija. Más témome que he errado en el lugar a preguntar. - y concluí levantando el tono para que me escucharan los guardias- No será necesario, volveré a mis habitaciones.
Estaba francamente cansado de todo aquello...de la nieve, del frío, de la marina, de los gordos, de la caca, de los yonkis y de los malditos guardias. Tenía mi pasta y bien podía largarme, pero oh, aquella cosa colgada del árbol me llamaba poderosamente la atención. Había escuchado historias sobre ciertas frutas "mágicas" de extrañas formas, sabores y olores. Estoy seguro de que esa fruta pocha vale más que todo el oro que pudiera haber en el castillo.
Me marché del despacho despidiéndome cordialmente para volver a la recepción donde estaban los guardias. Di una calada con el habano en la boca, profunda y caliente mientras me colocaba frente a un tapiz. En ese momento se me encendió una bombilla en la cabeza. Me giré y me puse de espaldas al tapiz, pero pegado a él como fingiendo que observaba el limonero nuevamente. En ese momento exhalaría una gran humareda por la boca mientras me sacaba el habano de la boca, y disimuladamente y evitando que los guardias me miraran fui escurriendo el habano en mi mano hasta mi espalda. Este tocaría con su parte prendida el tapiz, el cual comenzó a arder con un leve humillo. En unos pocos segundos eso prendería como yesca.
Así que como quien no quiere la cosa me llevé las manos a la espalda escondiendo en ella el habano encendido, obviamente quemándome un poco la mano, pero de tanto fumar uno ya estaba habituado. De este modo escondería la colilla y caminaría hacia el pasillo hasta mi cuarto, con total normalidad.
Cuando cruzara el umbral del pasillo que salía de la recepción el fuego tiraría hacia arriba. ¿Sería una buena distracción?
El hombre parece mirarte de arriba abajo con cierta condescendencia y un poquitín de desprecio. Sigue durante un poco a sus cosas y antes de que te marches te replica:
- Cualquiera diría que una habitación en el palacio real como huésped de honor sería premio suficiente -responde, sin levantar la mirada-. Asumiendo que se requiera un incentivo para ayudar a una niña en apuros, y no simplemente un poco de moral.
Con esas palabras te deja marchar, pero no parecen demasiado amables y crees escuchar el toque de línea de un den den mushi mientras cierras la puerta. Y, de nuevo en el recibidor, tu plan parece funcionar. El tapiz prende rápidamente y antes de que siquiera hayas sobrepasado el limonero el tapiz ya está ardiendo hasta la mitad. Por un lado ha funcionado, dado que los seis guardias no están preparados para hacer frente a esta clase de crisis, pero por el otro suman uno y uno.
Mientras uno sale corriendo gritando "fuego", otro se acerca a ti y te arranca el habano de la boca.
- ¡Pero pedazo de anormal! ¿Tú ves lo que has provocado? -te grita, notablemente enfadado, antes de ponerse a dar órdenes-: Tú y tú, descolgad los tapices contiguos, deprisa. Tú aparta la alfombra. Y tú ayúdame a mover el árbol, como prenda se acabó -le dice a sus hombres.
Parece gente bastante competente, pero el incendio poco a poco se extiende al techo, incendiándose las vigas de madera. Tal vez sea momento de pensar algo rápido.
- Cualquiera diría que una habitación en el palacio real como huésped de honor sería premio suficiente -responde, sin levantar la mirada-. Asumiendo que se requiera un incentivo para ayudar a una niña en apuros, y no simplemente un poco de moral.
Con esas palabras te deja marchar, pero no parecen demasiado amables y crees escuchar el toque de línea de un den den mushi mientras cierras la puerta. Y, de nuevo en el recibidor, tu plan parece funcionar. El tapiz prende rápidamente y antes de que siquiera hayas sobrepasado el limonero el tapiz ya está ardiendo hasta la mitad. Por un lado ha funcionado, dado que los seis guardias no están preparados para hacer frente a esta clase de crisis, pero por el otro suman uno y uno.
Mientras uno sale corriendo gritando "fuego", otro se acerca a ti y te arranca el habano de la boca.
- ¡Pero pedazo de anormal! ¿Tú ves lo que has provocado? -te grita, notablemente enfadado, antes de ponerse a dar órdenes-: Tú y tú, descolgad los tapices contiguos, deprisa. Tú aparta la alfombra. Y tú ayúdame a mover el árbol, como prenda se acabó -le dice a sus hombres.
Parece gente bastante competente, pero el incendio poco a poco se extiende al techo, incendiándose las vigas de madera. Tal vez sea momento de pensar algo rápido.
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El dinero permite comer, la moral no. No le di demasiada importancia a aquel necio a pesar de que su comentario fue punzante. Como no valía la pena ni tan siquiera el responderle salí de la sala escuchando el den den mushi sonar.
Cuando el ardid del fuego salió como esperaba, al menos en parte, me permitía actuar. Pude ver como los guardias, ahora más preocupados de salvar lo tapices y el limonero que en estar pendientes de mi corrían de un lado a otro. A pesar de mi cálculo, el fuego se extendió rápidamente hacia el techo y dos de los guardias sostenían el macetero intentando salvar al árbol. Esta era la mía, así que enfoqué el fruto.
-¡El techo!- dije señalando con intención de que los guardias alzaran la vista y vieran como aquellas llamas empezaban a quemar las vigas de madera. Aprovecharía el momento en que los guardias miraran para arriba, para en un rápido movimiento de mano, coger el fruto del árbol y esconderlo en el bolsillo. Si había suficiente humo provocado por el incendio quizás este pudiera dificultar la visión de los guardias, que obviamente tenían mayores preocupaciones.
Cuando el ardid del fuego salió como esperaba, al menos en parte, me permitía actuar. Pude ver como los guardias, ahora más preocupados de salvar lo tapices y el limonero que en estar pendientes de mi corrían de un lado a otro. A pesar de mi cálculo, el fuego se extendió rápidamente hacia el techo y dos de los guardias sostenían el macetero intentando salvar al árbol. Esta era la mía, así que enfoqué el fruto.
-¡El techo!- dije señalando con intención de que los guardias alzaran la vista y vieran como aquellas llamas empezaban a quemar las vigas de madera. Aprovecharía el momento en que los guardias miraran para arriba, para en un rápido movimiento de mano, coger el fruto del árbol y esconderlo en el bolsillo. Si había suficiente humo provocado por el incendio quizás este pudiera dificultar la visión de los guardias, que obviamente tenían mayores preocupaciones.
De alguna forma, cuando señalas al techo los guardias miran por un instante. No dura mucho, pero lo suficiente como para que puedas arrancar la fruta y esconderla. El árbol se resiente, pero no parece que le den mucha importancia a que se mueva una rama mientras lo están moviendo.
Eso te da unos segundos para irte, pero al mismo tiempo si lo haces tal vez todo el mundo se dé cuenta de qué dos cosas faltan cuando todo termine.
Si te quedas, verás cómo va entrando gente de golpe llevando cubos de agua, esponjas, toallas y en general un sinfín de bártulos antiincendios convencionales, incluyendo entre ellos un par de extintores de arena. Sin embargo, parece que el fuego va a más y van a necesitar ayuda de mayor calibre. Tal vez deberías ir a por un poco de nieve, acercar alguna escalera... Algo.
Eso te da unos segundos para irte, pero al mismo tiempo si lo haces tal vez todo el mundo se dé cuenta de qué dos cosas faltan cuando todo termine.
Si te quedas, verás cómo va entrando gente de golpe llevando cubos de agua, esponjas, toallas y en general un sinfín de bártulos antiincendios convencionales, incluyendo entre ellos un par de extintores de arena. Sin embargo, parece que el fuego va a más y van a necesitar ayuda de mayor calibre. Tal vez deberías ir a por un poco de nieve, acercar alguna escalera... Algo.
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¡¡Si!! ¡Es mía, toda mía mi tesoro! Cof, cof procedamos. La fruta ya era mía, y mi sudor me había costado, sin embargo había un tremendo caos en el palacio....era hora de salir por patas. Tiré el habano que me estaba fumando al suelo, para luego pisarlo y apagarlo ( no quería que ocurriera una tragedia). Aprovechando todo aquel tumulto tuve un tiempo muy corto y preciado que debía aprovechar.
Si me largaba ahora, para cuando se dieran cuenta ya estaría rumbo al puerto, y si no me encontraba con ningún problema más escaparía en un barco para nunca volver a esta maldita isla helada. Cuando me dispuse a batirme en retirada pude ver como entraba gente como loca con cubos de agua y extintores de arena. Era perfecto, ni el mismísimo Jack Sparrow lo hubiera planeado mejor, pues me escaparía entre la multitud y el caos por la puerta principal corriendo todo lo que podía, pues ¿Quién iba a escatimar en mi presencia ante tal revuelo?. Así que mientras corría aproveché para coger la fruta y asegurarme de que estaba en buenas condiciones. No quería que me pillaran con la prueba del delito encima y en mitad del palacio. Así que simplemente traté de huir. Alea iacta est.
Si me largaba ahora, para cuando se dieran cuenta ya estaría rumbo al puerto, y si no me encontraba con ningún problema más escaparía en un barco para nunca volver a esta maldita isla helada. Cuando me dispuse a batirme en retirada pude ver como entraba gente como loca con cubos de agua y extintores de arena. Era perfecto, ni el mismísimo Jack Sparrow lo hubiera planeado mejor, pues me escaparía entre la multitud y el caos por la puerta principal corriendo todo lo que podía, pues ¿Quién iba a escatimar en mi presencia ante tal revuelo?. Así que mientras corría aproveché para coger la fruta y asegurarme de que estaba en buenas condiciones. No quería que me pillaran con la prueba del delito encima y en mitad del palacio. Así que simplemente traté de huir. Alea iacta est.
Bueno, consigues abrir la puerta con mucha dificultad y algunas personas se fijan en ti. Evidentemente, algunos están a punto de perseguirte, pero el incendio de la madera resulta ser más importante y se dedican a intentar sofocarlo. Sin embargo, en cuanto sales puedes toparte de frente con la guardia real que te observaba mientras entraba. Al ver el humo, a uno de ellos se le va la vista, alarmado.
- ¿Qué demonios sucede ahí dentro? -pregunta, acercándose a la puerta.
- ¡Se está llevando el tesoro de Arabasta! -gritan desde dentro-. ¡Hay que recuperarlo!
Lo puedes escuchar perfectamente, y aunque tardan en reaccionar pronto comienzan a perseguirte. Piensa rápido.
- ¿Qué demonios sucede ahí dentro? -pregunta, acercándose a la puerta.
- ¡Se está llevando el tesoro de Arabasta! -gritan desde dentro-. ¡Hay que recuperarlo!
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La cosa se estaba poniendo muy caliente, y no, no era un chiste. Había logrado cruzar las puertas hacia el exterior, sin embargo me topé con la guardia real de frente. Esta me observó confusa al ver salir humo por la abertura de la puerta detrás de mi. Por si fuera poco sus gestos de confusión, desde dentro del edificio, les estaban informando de mi robo. Así que tenía pocos segundos para actuar, recordando en el transcurso de ese tiempo que si quería bajar de la montaña debía usar el elevado....manual. Necesitaba dos personas...y un rehén.
Así que antes de que pudieran atacarme o desenvainar me lancé contra el que tenía en frente, agarrándolo por el brazo y llevándoselo a la espalda con intención de inmovilizarlo. Rápidamente le apuntaría con el garfio en la garganta y me apartaría unos metros de los guardias, quedando estos frente a la puerta del palacio y yo de espaldas al camino que llevaba al elevador. De entrada y amenazándole conque no osara hacer ninguna necedad cogí su espada, desenfundándola con mi mano.
-Bien caballeros, lamento no poder quedarme más tiempo con ustedes, pero tendrán que decidir si quieren cogerme o ver como su castillo arde cual cerilla. Tan sólo puedo decirles que recordarán este glorioso día como el día en que casi capturan a mi persona.
Acto seguido empujaría al guardia contra el resto con gran fuerza para hacer que se empotrasen unos con otros y cayeran al suelo. En ese momento, y arpovechando unos segundos valiosos, comenzaría a correr como alma que lleva el diablo hacia el elevador.
Si lograba alcanzarlo me fijaría en sus poleas y cuerdas. Me agarraría a uno de los cabestrantes que mantenían la plataforma suspendida en el aire y lo cortaría con el garfio, haciendo que dicha platadorma cayera en picado montaña abajo hasta estamparse contra el suelo. Al menos así me garantizaba que nadie pudiera bajar.
Yo por mi parte me agarraría a una de las cuerdas de las poleas y comenzaría a descender haciendo rappel montaña abajo todo lo rápido que podía y usando el garfio como "agarre de seguridad".
Así que antes de que pudieran atacarme o desenvainar me lancé contra el que tenía en frente, agarrándolo por el brazo y llevándoselo a la espalda con intención de inmovilizarlo. Rápidamente le apuntaría con el garfio en la garganta y me apartaría unos metros de los guardias, quedando estos frente a la puerta del palacio y yo de espaldas al camino que llevaba al elevador. De entrada y amenazándole conque no osara hacer ninguna necedad cogí su espada, desenfundándola con mi mano.
-Bien caballeros, lamento no poder quedarme más tiempo con ustedes, pero tendrán que decidir si quieren cogerme o ver como su castillo arde cual cerilla. Tan sólo puedo decirles que recordarán este glorioso día como el día en que casi capturan a mi persona.
Acto seguido empujaría al guardia contra el resto con gran fuerza para hacer que se empotrasen unos con otros y cayeran al suelo. En ese momento, y arpovechando unos segundos valiosos, comenzaría a correr como alma que lleva el diablo hacia el elevador.
Si lograba alcanzarlo me fijaría en sus poleas y cuerdas. Me agarraría a uno de los cabestrantes que mantenían la plataforma suspendida en el aire y lo cortaría con el garfio, haciendo que dicha platadorma cayera en picado montaña abajo hasta estamparse contra el suelo. Al menos así me garantizaba que nadie pudiera bajar.
Yo por mi parte me agarraría a una de las cuerdas de las poleas y comenzaría a descender haciendo rappel montaña abajo todo lo rápido que podía y usando el garfio como "agarre de seguridad".
Cuando agarras al hombre, este suelta sus armas y te inmoviliza por un instante, haciendo que el garfio que estaba cercano a su cuello termine saliendo despedido, de esta forma, de un ligero golpe. Tras eso te empuja al suelo, lejos de él, y recoge su espada. Te apunta con ella, sin disimular una mueca de fastidio, pero se resiste a abalanzarse contra ti.
El grupo te va rodeando poco a poco, desenfundando sus rifles y preparándose para, en algún momento, apuntar. Afortunadamente entienden los riesgos de una formación en círculo cuando llevan armas de fuego, por lo que dejan un espacio abierto de un par de metros entre cada uno. ¿Tal vez una vía de escape?
- Devuélvenos el tesoro de Arabasta -ordena, con tono seco-, y tal vez llegues a tu juicio.
¿Por qué demonios le llaman tesoro de Arabasta a un limón azul? En cualquier caso, tal vez llegar hasta tu garfio sea complicado, y ponértelo complejo. Sin embargo, por un momento un guardia se rasca la oreja; eso podría serte de utilidad, de alguna forma.
El grupo te va rodeando poco a poco, desenfundando sus rifles y preparándose para, en algún momento, apuntar. Afortunadamente entienden los riesgos de una formación en círculo cuando llevan armas de fuego, por lo que dejan un espacio abierto de un par de metros entre cada uno. ¿Tal vez una vía de escape?
- Devuélvenos el tesoro de Arabasta -ordena, con tono seco-, y tal vez llegues a tu juicio.
¿Por qué demonios le llaman tesoro de Arabasta a un limón azul? En cualquier caso, tal vez llegar hasta tu garfio sea complicado, y ponértelo complejo. Sin embargo, por un momento un guardia se rasca la oreja; eso podría serte de utilidad, de alguna forma.
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Las cosas cada vez iban de mal en peor. Todo al traste y mi huída había sido totalmente cortada. No podía escapar ni al elevador ni defenderme con mi garfio, pues este ya no estaba en mi "mano". Por mucho que aguantara golpes no podría aguantar 10 tiros a quemarropa y menos a esa distancia. Bien podía aprovechar al tipo ese que se rascaba la oreja para interceptarlo y hacer que disparara al aire o alguno de los otros guaridas y tratar de escaparme por los huecos. El problema de esto es que no podría dar dos pasos a mayores sin recibir tiros por la espalda.
Un reguero de sudor cayó por mi sien, mis dientes estaban tan apretados que rechinaban. Era la primera vez que me sentía como un puñetero ratón acorralado. El guardia me pidió la fruta, y como era obvio no se la iba a dar. Si la pasta no era para mi, no lo sería para nadie...ya había pasado por mil penalidades en aquel trozo de hielo al que llamaban isla. Así que me llevé la mano al bolsillo agarrando la fruta sin sacarla.
-¿Queréis el limón? ¡Cogedlo si podéis!- dije antes de tragármela entera y masticarla con gran desdén, pues estaba más amarga que mi estancia en aquella isla. Ya era solo por fastidiar a aquellos guardias, si me iban a balear al menos me garantizaba darles por la parte trasera desde la otra vida.
Me quedé observando al de la oreja, pero no hice nada ya que no veía clara una fuga.
Un reguero de sudor cayó por mi sien, mis dientes estaban tan apretados que rechinaban. Era la primera vez que me sentía como un puñetero ratón acorralado. El guardia me pidió la fruta, y como era obvio no se la iba a dar. Si la pasta no era para mi, no lo sería para nadie...ya había pasado por mil penalidades en aquel trozo de hielo al que llamaban isla. Así que me llevé la mano al bolsillo agarrando la fruta sin sacarla.
-¿Queréis el limón? ¡Cogedlo si podéis!- dije antes de tragármela entera y masticarla con gran desdén, pues estaba más amarga que mi estancia en aquella isla. Ya era solo por fastidiar a aquellos guardias, si me iban a balear al menos me garantizaba darles por la parte trasera desde la otra vida.
Me quedé observando al de la oreja, pero no hice nada ya que no veía clara una fuga.
- ¡No! -grita el guardia de la espada, y se puede percibir la desesperación en su mirada mientras hace un gesto para que los demás guarden las armas.
Tú, por tu parte, te retuerces en el suelo de dolor. Esa fruta está tan mala que te sientes morir.
- Atrapadlo.
Los guardias empiezan a cerrar el círculo a tu alrededor, y si te dejas te arrastrarán al interior. Allí todavía están luchando contra el fuego, pero parece que lo van controlando, y te llevan a las mazmorras bajando unas escaleras de caracol ocultas tras una pared falsa del recibidor. Pero eso, si te dejas.
Si no te dejaras... ¿Qué harías?
Tú, por tu parte, te retuerces en el suelo de dolor. Esa fruta está tan mala que te sientes morir.
- Atrapadlo.
Los guardias empiezan a cerrar el círculo a tu alrededor, y si te dejas te arrastrarán al interior. Allí todavía están luchando contra el fuego, pero parece que lo van controlando, y te llevan a las mazmorras bajando unas escaleras de caracol ocultas tras una pared falsa del recibidor. Pero eso, si te dejas.
Si no te dejaras... ¿Qué harías?
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El dolor se me hacía más insoportable que aquella situación. ¿Me había comido una fruta podrida de verdad y no lo que creía? Si es así maldigo al limonero. Todavía seguía atrapado en aquella zona, rodeado y con pensamientos cada vez más derrotistas. ¿Había llegado mi fin ?
Mientras estaba combatiendo a mi propio estómago pude ver como los guardias se acercaban a mi, cerrando así cada vez más el círculo mientras uno de ellos decía "Atrapadlo". No estaba por la labor obviamente de dejarme atrapar, antes una muerte honrosa a un encarcelamiento ratero. Así que, si pudiera y sacara fuerzas, en cuanto me fueran a echar el guante para arrastrarme hasta el palacio propinaría un golpe con la bola ( ahora sin garfio) de mi mano contra el primer guardia que tuviera a tiro. Si lograba darle trataría de robarle la espada al mismo tiempo. Pasaría el brazo por detrás del cuello del que acaba de golpear y lo empujaría desde mi lado hacia atrás para que golpeara a los guardias que estuvieran detrás mía. Si lograba hacer esto, y si pudiera, saldría corriendo en dirección a mi garfio, ya que la única forma que se me ocurría para descender de la montaña era haciendo rappel con el garfio.
Mientras estaba combatiendo a mi propio estómago pude ver como los guardias se acercaban a mi, cerrando así cada vez más el círculo mientras uno de ellos decía "Atrapadlo". No estaba por la labor obviamente de dejarme atrapar, antes una muerte honrosa a un encarcelamiento ratero. Así que, si pudiera y sacara fuerzas, en cuanto me fueran a echar el guante para arrastrarme hasta el palacio propinaría un golpe con la bola ( ahora sin garfio) de mi mano contra el primer guardia que tuviera a tiro. Si lograba darle trataría de robarle la espada al mismo tiempo. Pasaría el brazo por detrás del cuello del que acaba de golpear y lo empujaría desde mi lado hacia atrás para que golpeara a los guardias que estuvieran detrás mía. Si lograba hacer esto, y si pudiera, saldría corriendo en dirección a mi garfio, ya que la única forma que se me ocurría para descender de la montaña era haciendo rappel con el garfio.
Parece que tu plan funciona, y aunque te llevas un par de cortes bastante dolorosos llegas a atrapar al guardia, que trata de resistirse con todo lo que tiene: codazos, patadas, coces... Pero no puede resistirse a tu fuerza y logras llegar hasta tu garfio. Sin embargo, esto tiene también serios problemas en los que tal vez no caíste. El más evidente de ellos, claro está, se encuentra en que ya no tienes nada que pueda protegerte de ellos.
- ¡No disparéis! -ordena sin embargo el de la espada, que parece ser el líder-. Si muere perderemos el tesoro del rey.
Con esa frase desenvainan una decena de sables y tratan, una vez más, de rodearte para hacerse cargo de ti. Sin embargo, parece que tienes una ventaja contigo: No pueden dejar que mueras, puesto que no saben qué será de lo que te acabas de comer. Así que debe ser una fruta del diablo. Pero también parece que te va a traer más quebraderos de cabeza de los que podrías esperar.
Se abalanzan a por ti en cuanto te agachas con el garfio. Tres saltan para intentar apresarte, mientras un par aceleran para interponerse en tu camino y el resto simplemente se mantienen a la espera.
- ¡No disparéis! -ordena sin embargo el de la espada, que parece ser el líder-. Si muere perderemos el tesoro del rey.
Con esa frase desenvainan una decena de sables y tratan, una vez más, de rodearte para hacerse cargo de ti. Sin embargo, parece que tienes una ventaja contigo: No pueden dejar que mueras, puesto que no saben qué será de lo que te acabas de comer. Así que debe ser una fruta del diablo. Pero también parece que te va a traer más quebraderos de cabeza de los que podrías esperar.
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Parecía que igual hasta lograba salvar el día, quien sabe. A pesar de haber logrado evadir los problemas por unos segundos eso no impide que me llevara varios cortes en el cuerpo. Los cortes se pueden curar, pero recuperar la cabeza ya era otro cuento.
El problema que tenía ahora era que no podía defenderme con nada, quedando una vez más expuesto al enemigo. Sin saber si había sido la divina providencia o la madonna el guardia dijo que no podían matarme. Esto me daba una clara ventaja, pues yo podía reventarles a ellos, pero ellos a mi no.
Ahora el problema era escapar de aquel maldito lugar y no pararme demasiado con los guardias. Estos no tardaron en desenfundar sables y cargar hacia mi. A los tres primeros que saltaron sobre mi, así que traté de echarme hacia la izquierda para que se comieran de morros el suelo.
Si esto funcionaba veía como otros dos, cogiendo carrerilla venían a por mi con espada en mano. Yo correría hacia ellos con la bola del garfio en una "mano" y en mi otra mano llevaba el propio garfio agarrado. Cuando estuviéramos a tres metros de distancia entre nosotros rodaría por el suelo, para después lanzar como si un shuriken fuera el garfio contra el guardia de mi derecha ( con intención de clavárselo en el hombro para distraerlo), acto seguido y una vez incorporado trataría de evitar apartándome un posible ataque de espada frontal del otro soldado, y acto seguido le propinaría un golpe en la nuca con la bola. Si todo esto salía bien cogería la espada del que dejé inconsciente y quitaría el garfio del pecho del otro. Tras eso intentaría alejarme corriendo del lugar rumbo al elevador, no tenía intención de continuar peleando pudiendo escapar.
El problema que tenía ahora era que no podía defenderme con nada, quedando una vez más expuesto al enemigo. Sin saber si había sido la divina providencia o la madonna el guardia dijo que no podían matarme. Esto me daba una clara ventaja, pues yo podía reventarles a ellos, pero ellos a mi no.
Ahora el problema era escapar de aquel maldito lugar y no pararme demasiado con los guardias. Estos no tardaron en desenfundar sables y cargar hacia mi. A los tres primeros que saltaron sobre mi, así que traté de echarme hacia la izquierda para que se comieran de morros el suelo.
Si esto funcionaba veía como otros dos, cogiendo carrerilla venían a por mi con espada en mano. Yo correría hacia ellos con la bola del garfio en una "mano" y en mi otra mano llevaba el propio garfio agarrado. Cuando estuviéramos a tres metros de distancia entre nosotros rodaría por el suelo, para después lanzar como si un shuriken fuera el garfio contra el guardia de mi derecha ( con intención de clavárselo en el hombro para distraerlo), acto seguido y una vez incorporado trataría de evitar apartándome un posible ataque de espada frontal del otro soldado, y acto seguido le propinaría un golpe en la nuca con la bola. Si todo esto salía bien cogería la espada del que dejé inconsciente y quitaría el garfio del pecho del otro. Tras eso intentaría alejarme corriendo del lugar rumbo al elevador, no tenía intención de continuar peleando pudiendo escapar.
Mientras ruedas para evitar a los que saltan sobre ti más van llegando, y cuando te lanzas contra ellos los que corren hacia ti parecen preparados para lo que pretendes hacer.
Les coge por sorpresa que ruedes por el suelo, pero pierdes mucha inercia y das tiempo a que te alcancen varios más. Al lanzar el garfio uno de ellos lo batea con la espada, enviándolo unos cinco metros a la derecha, y cuando te levantas en lugar de seguir corriendo hacia ti se mueven con cautela, dando pasos en círculos a tu alrededor esperando a que cometas un error.
Según se van sumando más al círculo las salidas se van cerrando poco a poco. Quedan cinco, cuatro, tres... Todas de cara al palacio; todas lejos del garfio. Y al salir, hay tres hombres acercándose a la formación que muy pronto van a llegar.
Les coge por sorpresa que ruedes por el suelo, pero pierdes mucha inercia y das tiempo a que te alcancen varios más. Al lanzar el garfio uno de ellos lo batea con la espada, enviándolo unos cinco metros a la derecha, y cuando te levantas en lugar de seguir corriendo hacia ti se mueven con cautela, dando pasos en círculos a tu alrededor esperando a que cometas un error.
Según se van sumando más al círculo las salidas se van cerrando poco a poco. Quedan cinco, cuatro, tres... Todas de cara al palacio; todas lejos del garfio. Y al salir, hay tres hombres acercándose a la formación que muy pronto van a llegar.
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En vista de que mi intento volvía a fallar y a que cada vez venían más guardias no tardaría aquello en ponerse totalmente en mi contra. Ya la balanza estaba desde hace unos cuantos minutos a favor de la guardia de palacio, sin embargo, todavía tenía una última oportunidad de escapar de aquella "jaula" de hombres. El problema es que las únicas salidas que quedaban enfocaban al palacio, y para más inri venían más soldados. Y en caso de que pudiera evitar a toda es gente tampoco sabía como demonios iba a bajar la maldita montaña.
Así que lo que haría sería lanzarme por el hueco que pudiera, tratando de correr todo lo posible antes de que los guardias pudieran flanquearme. Si lograran hacerlo, trataría de hacer alguna finta para evitarlos. Buscaba escapar, no enfrentarme a esos guardias. El garfio, a no ser que la cosa se complicara más lo daba ya por perdido, pues no tenía el tiempo como para perderlo en cogerlo nuevamente.
Si lograba salir por el hueco trataría de bordear el círculo de los guardias con el objetivo de llegar al camino del elevador, única salida ahora mismo. Si durante el rodeo algún guardia me salía al camino trataría de ir esquivando los golpes que me pudieran dar ( al fin y al cabo no me querían muerto), pero sin detenerme a pelear con ellos, yendo directo al objetivo principal: salir de allí.
Sinceramente ya no tenía claro que hacer. Mi idea era tratar de correr todo lo que podía para colarme entre alguno de los huecos de la guardia que daban al palacio
Así que lo que haría sería lanzarme por el hueco que pudiera, tratando de correr todo lo posible antes de que los guardias pudieran flanquearme. Si lograran hacerlo, trataría de hacer alguna finta para evitarlos. Buscaba escapar, no enfrentarme a esos guardias. El garfio, a no ser que la cosa se complicara más lo daba ya por perdido, pues no tenía el tiempo como para perderlo en cogerlo nuevamente.
Si lograba salir por el hueco trataría de bordear el círculo de los guardias con el objetivo de llegar al camino del elevador, única salida ahora mismo. Si durante el rodeo algún guardia me salía al camino trataría de ir esquivando los golpes que me pudieran dar ( al fin y al cabo no me querían muerto), pero sin detenerme a pelear con ellos, yendo directo al objetivo principal: salir de allí.
Sinceramente ya no tenía claro que hacer. Mi idea era tratar de correr todo lo que podía para colarme entre alguno de los huecos de la guardia que daban al palacio
Logras esquivar a los guardias que se ciernen a tu alrededor a duras penas y afortunadamente los coges tan de improviso que no son capaces de reaccionar a tiempo, de modo que tardan unos valiosos segundos en reaccionar. Sin embargo, según comienzas a torcer para dirigirte al elevador puedes observar unas dos estructuras que te llaman la atención. Probablemente no tengas tiempo de examinarlas, pero si te acercas un poco te darás cuenta de que son gigantescos nudos, atando una cuerda cuyo diámetro es, como mínimo, tu altura.
Es de locos, claro, porque ¿quién intentaría caminar por ella? Está congelada y el resbalón más tonto podría hacerte sufrir una caída de más de mil metros, pero... ¿Lanzarse en rápel con una cuerda sin agarres no lo es también? Además, si quieres llegar hasta el elevador esta gente ya está tratando de hacerte la envolvente y, como mínimo a uno, tendrás que placarlo.
Es de locos, claro, porque ¿quién intentaría caminar por ella? Está congelada y el resbalón más tonto podría hacerte sufrir una caída de más de mil metros, pero... ¿Lanzarse en rápel con una cuerda sin agarres no lo es también? Además, si quieres llegar hasta el elevador esta gente ya está tratando de hacerte la envolvente y, como mínimo a uno, tendrás que placarlo.
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Parece que mi suerte parecía estar volviendo. Por fortuna ya había logrado esquivar a aquellos guardias y sabía que no tendría mucho tiempo antes de que me volvieran a hacer la tangente. No eran tontos a pesar de ser soldados que seguían órdenes. El elevador tampoco sería ya una salida factible al ver como los soldados tratarían de bloquearme el paso ( cosa bastante lógica). Me mantuve en movimiento hasta que algo llamó mi atención.
Dos grandes estructuras se levantaban próximas a mi. Ambas tenían un gran nudo, cuyo grosor era prácticamente yo de pie. Até cabos, y nunca mejor dicho, ya que si el elevador ya no estaba a mi alcance sin ser acorralado, quizás tuviera más suerte con lo que tenía pensado hacer. Así que traté de torcer hacia aquellas estructuras. Si lograba alcanzarla podría ver como esta cuerda estaba congelada. Perfecto.
Me quité el abrigo de los hombros y lo puse estirado sobre la cuerda congelada, me puse sobre él y ayudándome con mis "manos" procuré empujarme hacia adelante. Si esto salía bien descendería a toda velocidad haciendo ski, y evitando así quemarme el culo ante la fricción del hielo.
Dos grandes estructuras se levantaban próximas a mi. Ambas tenían un gran nudo, cuyo grosor era prácticamente yo de pie. Até cabos, y nunca mejor dicho, ya que si el elevador ya no estaba a mi alcance sin ser acorralado, quizás tuviera más suerte con lo que tenía pensado hacer. Así que traté de torcer hacia aquellas estructuras. Si lograba alcanzarla podría ver como esta cuerda estaba congelada. Perfecto.
Me quité el abrigo de los hombros y lo puse estirado sobre la cuerda congelada, me puse sobre él y ayudándome con mis "manos" procuré empujarme hacia adelante. Si esto salía bien descendería a toda velocidad haciendo ski, y evitando así quemarme el culo ante la fricción del hielo.
Bueno, parece que vas a conseguir darles esquinazo. Ningún guardia, soldado, hombre o niño con más de dos neuronas va a seguirte en esa ruta suicida. No puedes mirar atrás porque la aceleración que alcanzas es tan decabellada que si mueves el cuello te arriesgas al latigazo vertical, y la vista de frente no es tan agradable como podría parecer: Poco a poco te aproximas a una masa boscosa. Si intentas saltar ahora seguramente te mates; estás a más de trescientos metros de altura, pero si sigues avanzando sin duda vas a estamparte contra el bosque, y puede que los pedacitos de Meneror sean mañana almorzados por peligrosos conejos de las nieves.
La velocidad no se siente nada bien. En un cálculo rápido estás a cien metros de distancia, como mucho. Noventa, ochenta, setenta, sesenta... Cada vez más rápido, cada vez más cerca, los troncos de los árboles empiezan a cobrar tonalidad y textura. El final de la cuerda ya es visible. Cuarenta metros. Se trata de un enorme árbol cuyo tronco hace parecer pequeña la cuerda. Veinte metros...
Todo tu cuerpo está esparcido por el suelo. Hay rastros de ti por gran parte del claro, que llegan hasta las copas de los árboles. Has dejado de sentir, de ver, de oír. Nada te duele, y parece que este es el fin. Se acabó... ¿O no? Cuando retomas la conciencia puedes ver que estás vivo, sobre una montaña de arena y con el abrigo completamente destrozado, la ropa quemada y tu pecho rasurado en una banda desde el ombligo. Pero oye, estás vivo. Y puede que te dé tiempo a huir.
La velocidad no se siente nada bien. En un cálculo rápido estás a cien metros de distancia, como mucho. Noventa, ochenta, setenta, sesenta... Cada vez más rápido, cada vez más cerca, los troncos de los árboles empiezan a cobrar tonalidad y textura. El final de la cuerda ya es visible. Cuarenta metros. Se trata de un enorme árbol cuyo tronco hace parecer pequeña la cuerda. Veinte metros...
Todo tu cuerpo está esparcido por el suelo. Hay rastros de ti por gran parte del claro, que llegan hasta las copas de los árboles. Has dejado de sentir, de ver, de oír. Nada te duele, y parece que este es el fin. Se acabó... ¿O no? Cuando retomas la conciencia puedes ver que estás vivo, sobre una montaña de arena y con el abrigo completamente destrozado, la ropa quemada y tu pecho rasurado en una banda desde el ombligo. Pero oye, estás vivo. Y puede que te dé tiempo a huir.
FIN DEL JUEGO
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