Movimientos en las sobras [Moderado nivel 3 Meneror]

Eres capaz de golpear su cabeza con la bola del garfio, pero esto no parece que haga mucho más que atontarlo durante un par de segundos. Dos segundos que podrías utilizar para... Yo qué sé, es poco tiempo y yo pienso despacio. Sin embargo, si te quedas todavía a pelear y mientras le cae un chorrillo de sangre por la cabeza brama con furia asesina y menta a todos tus muertos, abalanzándose sobre ti (o intentándolo) para asfixiarte con sus mórbidas y sucias manos.

Logras ponerte a su espalda y pasar el garfio por su cuello, pero opone una gran resistencia con una mano mientras con la otra trata de agarrar tu cuello. Los segundos se eternizan cuando la púa toca su cuello, pues saca fuerzas de flaqueza y es capaz de atrapar tu nuca entre sus enormes dedos. Pasa un minuto de forcejeo, tal vez dos, no lo sabes, mientras tu cara se va poniendo azul entre el esfuerzo y la pérdida de oxígeno, pero finalmente logras reventarle la yugular y pierde fuelle muy deprisa.

Caes al suelo sobre él, hiperventilando, y cuando te levantas la mujer sigue medio grogui en el suelo. Sin embargo con un poco de suerte podría saber de qué va todo esto. En cualquier caso, el piso tiene varias habitaciones que podrías explorar para saber quién es ese sujeto... Era. Quién era ese sujeto.

Empiezas a rebuscar por las habitaciones y te encuentras un par de cosas interesantes: Hay cerca de un millón de berries en billetes pequeños, un par de armas de fuego semiautomáticas, bastante más interesantes que tu trabuco, y un par de joyas y varias bolsas de diversas drogas. Hay también un baúl que no eres capaz de abrir, aunque a saber si tiene algo que resulte interesante.

Si te has aburrido ya, hagamos un repaso de situación: Has hecho explotar un barco, matado a varias personas, seguramente te estén buscando y una sombra te observaba por algún lado. De hecho, la sombra era lo que te trajo hasta aquí, ¿no?

La mujer mientras ibas de un lado a otro ha conseguido sentarse, y se mantiene en posición fetal mientras mira el cadáver con los ojos inyectados en sangre. ¿Qué había entre esos dos? Qué importa, por otro lado. ¿Sabes lo que sí importa? El frío que hace; nadie ha cerrado la puerta y tú tienes aún la ropa empapada. Igual te toca agarrar unos harapos del armario...

- No lo entenderás nunca, ¿verdad? -dice en un hilo de voz, sin apartar la mirada del cadáver. Apenas sí se mueve y ni siquiera se le van los ojos por un instante cuando le tiras las joyas-. Te lo merecías tanto como él...

Si no te quedas y decides continuar tu aventura... Hablemos de lo que sucede si atraviesas el umbral para abandonar la casa. La chica no te hace nada, faltaría más, y sales con tranquilidad al amparo de la noche. Podrías volver sobre tus pasos y acercarte a la zona central a ver cómo se desarrolla la noche, aunque se escucha a lo lejos el alboroto que seguramente tú hayas provocado. A estas alturas, te toca decidir qué sería lo más juicioso.

En el caso de que quieras ir al centro de la villa podrás ver cómo los marines están haciendo redadas en cada local y vivienda, buscando algo. Quién sabe por qué, o quién sabe cómo, pero antes de que puedas pensar qué hacer, una voz sale de un rincón. La conoces:

- ¡Es él! -grita-. ¡Él iba lleno de sangre, capitán!

Consigues escabullirte entre las sombras, aunque eres consciente de que con muy alta probabilidad te encontrarán antes o después. Caminas con algo de prisa entre callejones a lo que piensas es el lado opuesto de su trayectoria, y los gritos de la gente que podría buscarte poco a poco se pierden en la lejanía. Parece que, por el momento, les has dado esquinazo.

Aunque yo no me fiaría...

Notas cómo a medida que avanzas las casas se van haciendo más sencillas, las calles principales más modestas e incluso la gente... Bueno, en realidad todo está desierto salvo algunas esquinas oscuras. Aunque no creo que vayas a animarte a comprar drogas a estas horas, podría ser una compañía interesante para aprender a moverte por la ciudad o quién sabe. También podrías conseguir más dinero o buscar entre alguna de esas casas de ahí, que parecen abandonadas, un lugar donde pasar la noche y pensar en cómo proceder.

La casa más destartalada está a tres manzanas y te vas fijando en que cada una es de un estilo diferente a la anterior, aunque no todos son estilos diferentes. Parece que en el pasado, si bien muchos de los edificios son minúsculos, otros resultan pequeños palacetes de los que su gloria está más bien... En la mierda. Uno de estos es el que te llama más la atención, con algunas piezas ornamentales que te recuerdan a Arabasta: Gárgolas de oro con forma de gato y chacal, un tejado de arenisca a cuatro aguas y algún que otro adorno con forma de serpiente y águila.

Puedes detectar que en algún momento la casa exhibió piezas de oro, pero fueron arrancadas hace mucho y lo único que queda es metal desnudo y corroído, con el baño en algunos casos a medio quitar y de un mortecino refulgir dorado, apenas perceptible. Empujas la valla, que chirría, pero te has alejado de cuanta gente has podido ver en tu camino, y te adentras en un jardín de hierbas altas. Es curioso que la nieve no cubra varios centímetros aquí, aunque tampoco parece hierba normal.

Cuando abres la puerta de la casa notas un olor extraño y el ambiente parece viciado, como si no la hubiesen abierto en mucho tiempo. Y al cerrarla tras de ti y examinar el lugar te das cuenta, en la primera habitación a la que entras, de que hay quince personas tiradas en el suelo, exhalando un humo extraño.

- Tío... -dice uno con voz de perdido-. Si alguien ha atravesado ese vacío, ¿puede tener... Futuro?

Notas que otro le responde incoherencias semejantes, y alguno habla de un horrible gnomo que se coló en el baño. Hay algunos brownies, infusiones, muffins y demás comida. Parece una fiesta en la que podrías estar sin llamar la atención. De hecho, ahora que te fijas, algunas de las figuras están tiradas en un pequeño montón en la esquina más lejana del cuarto.

Avanzas cuidadosamente entre la gente. Algunos fuman, otros comen, pero todos hablan incoherencias con un desparpajo casi irritante. Por cierto, mencionan mucho al gnomo del baño. En cualquier caso te acercas al montón de oro y, en una visual rápida, te das cuenta de que se trata de oro bueno. También de la pota y el camping gas en el que están intentando fundirlo, lo que fácilmente se puede entender como que no tienen ni la más remota idea de qué hacen. Sin embargo, llegas a una conclusión: El que vivía aquí era de Arabasta.

Gatos, escarabajos, halcones, grandes ojos de gemas... Pero todo cubierto de una capa de mugre y una pátina de óxido; se trata de una casa muy vieja. No parece haber nada reseñable entre la montaña de bienes, pero tienen todos un tacto salado, como si los hubiesen sacado del mar: No fue esta gente la que los arrancó, pero sí han vuelto al hogar.

- Tío... Eso no mola... -te suelta uno sin levantarse, mientras cotilleas un tirador con forma de serpiente.

Cuando llegas al baño te encuentras con una de las gárgolas. Bueno, con una que no habías visto, pero del estilo que tienen el resto. Su cara está deformada, no sabes si por su diseño o por los años de erosión, pero tiene una extraña barba postiza y un gorrito: Efectivamente, es un gnomo muy feo. Lo que no tiene tanto sentido es que esté dentro del váter, rodeada de agua y algún que otro zurullo. Lo verdaderamente perturbador no es que esté ahí, sino que alguien haya usado ese retrete con la cosa atascando el sumidero. Pero en fin... Que es de oro.

Por lo demás, un baño desvencijado como cualquier otro: Un mueble de pared del que asoma papel higiénico, paredes con humedad, un espejo medio roto colgando de un papel húmedo, una ducha que gotea y una masa de pelos tan grande que jurarías tiene vida propia. Pero no hay mucho más en este baño. Por cierto, fuera siguen hablando de gnomo.

- ¿Un gnomo en el baño? -Abre los ojos de par en par-. Eso es... Estúpido...

- ¿Has dicho gnomo? -pregunta uno más atrás atrás-. ¿Sigue ahí?

- ¡Un gnomo! -exclama un tercero.

- El gnomo marca el camino -dice ahora el primero al que preguntaste-. Síguelo hasta... El viaje.

¿Están delirando? Siguen hablando del gnomo un rato y se van retroalimentando con cada nueva frase que dicen. Que si el gnomo llegó un día, que si está desde antes que ellos, que si oculta un tesoro bajo él... La verdad, eso seguramente no sea cierto, pero mencionan cosas sobre alguien que robó el culo del gnomo. Qué raro, ¿verdad?

Dicen que pisar una mierda trae buena suerte. Según ese razonamiento bañarse los zapatos en agua llena de heces debe traer una fortuna que te cagas. Nunca mejor dicho. Pero lo importante es que mientras las cataratas del iguazú se forman en la sucia porcelana cayendo con un sonoro "plop" logras sacar la gárgola, que curiosamente parece estar en mejor estado la parte húmeda, aunque empieza a oler todo tan mal que te dan náuseas.

Te lavas la mano con un jabón que no inspira mucha confianza, pero algo es algo, y frotas un poco toda la figura antes de ponerte a investigarla. Como dato, el retrete sigue atascado, pero el volumen desplazado por el oro hace que las aguas vuelvan a su cauce. Casi mejor así.

Puedes ver, una vez investigas la figura, cómo hay un conducto entre su parte trasera y su boca pero está atascado en algún punto del camino. Teniendo en cuenta que han cagado sobre ella yo no metería la mano, pero te das cuenta de que se percibe a través del tacto una inscripción. No la das visto, pero tras un rato más o menos logras desencriptarla con los dedos. Es una suerte que sean más sensibles al estar arrugaditos, ¿verdad?


Igual tu sentido del tacto no está tan desarrollado como para leer con él, pero parece alguna clase de refrán, frase hecha o declamación de quien hizo la casa. ¿Por qué en esa gárgola? ¿Cómo ha acabado esa justamente en el baño? Quién sabe, pero está clara una cosa: Menuda casualidad. ¿O no?

¡Hay una chimenea! Y el fuego está encendido, concretamente en la cocina, donde variada bollería se va inflando en el interior de un horno de piedra. Puedes ver su luz fácilmente cuando te acercas a la puerta entornada, y al abrirla te encuentras con una mujer de no menos de setenta años, anciana y con el pelo blanco, pero llena de contrastes: Chaleco de cuero negro y camiseta sin mangas que deja ver varios tatuajes en su piel marchita; un mandil de cuadros con un logo de alguna banda de Death Metal; la mitad de la cabeza rapada y unas zapatillas con patucos que no pegan nada con su minifalda vaquera. Parece que va casi tan colocada como los demás, pues aunque se sobresalta un poco al verte vuelve a la tranquilidad fácilmente.

- Theodor... Hijito... Te dije que llamases antes de venir, habría comprado tus favoritas -te tiende una seta en una bandeja. Igual es de mala educación no aceptar-. ¿Te ha llamado el gnomo de tu cuarto? Creo que Albert ha intentado insinuársele... Ya sabes, como Albert hace. Estos jóvenes...

La cocina está relativamente limpia, al menos en comparación al resto de la casa. Hay platos sucios en la pileta, un montón de harina desperdiciada por el suelo y alguna que otra cucaracha, pero por lo menos huele mejor que tus pies.

- Y qué mal huele, ¿no? Ya sabes que me gusta que dejéis esa puerta cerrada, desde que Timmy entró siempre huele a demonio. Ojalá alguien desatascase ya ese retrete, ¿a ti te parece que me guste vivir en una pocilga? Una no puede estar toda la vida haciendo sus necesidades en el patio trasero. Ya ni crece la hierba en mi esquinita, y eso no puede ser.

Parece que en la cocina, más allá de un cuadro general de la isla no hay mucha cosa. Se trata de un espacio bonito, todo blanco con toques naranjas que representan las luces por cada pequeño pueblo y en el castillo, las altas montañas que casi tocan el cielo... La verdad es que contrasta mucho con el pequeño mosaico del palacio real de Arabasta que se encuentra sobre el horno, pero vaya.

- Ay, Theodor... ¿Otra vez te has olvidado? -pregunta, con un suspiro agotado-. Cómo no vas a ser tú si estás aquí. Además, esta casa está mejor que nunca. Cuando tu abuelo se la compró a aquel extraño hombre de negocios estaba hecha una ruina. Ay, si tú la hubieses visto... Eso sí que era un desastre, con todo el ornamento oxidado y la mampostería a medio caerse. Nos dejamos la vida para hacerla un hogar acogedor, ¡¿Y tú la llamas abandonada?!

Golpea con una espátula sobre la mesa. Parece que el tema la pone algo nerviosa, o sentimental, o yo qué sé. Masca con la boca cerrada, como moviendo su dentadura postiza para recolocarla en un gesto muy desagradable mientras te mira mal y termina escupiendo en una masa de galletas a medio hacer, que sigue revolviendo. Te das cuenta de que también hay alguna que otra antena en el mejunje.

- Si tu abuelo levantase la cabeza... Esta casa se pagó con los ahorros de una vida, y fue más exclusiva que cualquiera de las yurtas que puedes encontrar fuera. -Sí, ha dicho yurta-. ¡La regaló el mismísimo rey de Sakura a un diplomático de esa dichosa isla Sandy! Un arabastino, o arabastense, o arabastano... Yo qué sé, gente del desierto. Odiosa gente.

- ¡Abuela! -grita alguien con una voz de fumado que no puede con ella-. ¿Están esas galletas?

- ¡Claro que sí, mi dulce tesoro! -le responde, recuperando una melosa voz de yaya mientras coge una bandeja ya lista-. Déjame pasar, Theodor, tus primitos necesitan a la nonna.

Mientras estás mirando por la ventana te fijas en que cada una de las casas es diferente, pero ninguna es tan lujosa como debería ser esta. Algunas incluso parecen chabolas que el moho ha dado un aspecto unificado, pero mientras estás mirando escuchas a la vieja un poco ahogada tras la puerta de la cocina:

- ¡Chicos, no os las comáis todas! -exclama-. ¡Theodor también tiene que comer!

- Theodor está muerto, yaya. Murió cuando metió la cabeza debajo del gnomo.

- ¡No está muerto! ¡Ha venido a vernos y está en la cocina!

- ¡¿Cómo?!

Escuchas un movimiento bastante acelerado de yonkis intentando levantarse y varios coscorrones. Tienes poco tiempo, dentro de cinco minutos seguro que han conseguido levantarse. Aunque, bueno, son yonkis. No creo que tengas problemas.