Página 1 de 2. • 1, 2
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras vaciar su tercera cerveza, suspiró con aburrimiento. Hacía mucho que no tenía algo de diversión. Tantos preparativos, tanta planificación... últimamente no hacía más que organizar su golpe. Observó los papeles frente a él. Documentos sobre las diferentes mafias, mapas de distribución de áreas de influencia en los barrios, negocios controlados, fotos de los líderes de las bandas... había llegado a la conclusión de que los Pisanob eran corruptibles y podía ser posible arrastrarlos a su bando utilizando al culto del Ángel, pero los Kasayovski iban a ser un hueso más duro. De momento estaba esperando a que el culto aumentase su influencia, aunque tras el jaleo que había armado en la base del Lazo Rojo ya no les quedaba demasiado tiempo de tranquilidad. Unas semanas, unos meses más a lo sumo, antes de que la situación estallara. Las diferentes mafias habían empezado a mostrar interés en todos los locales, territorios y bandas que la líder del Lazo había dejado a su muerte. En cuanto la guerra por esas influencias comenzara, sería su momento de mover ficha.
Se levantó de un salto y se dirigió hacia el balcón de su suite. Ya estaba harto de darle tantas vueltas. Por aquella noche sólo quería volar y sentirse libre. Rajar alguna garganta y beber sangre hasta saciarse, y luego tal vez irse de fiesta y beber hasta no recordar nada. Tal vez despertar con alguna sorpresa en su cama. Abrió las puertas y se subió a la balconada, mientras su iris azulado se tornaba dorado y su piel pálida como la luna. Con una sonrisa, se dejó caer y disfrutó de la sensación del viento acariciando su pelo y silbando en sus oídos mientras caía al vacío. Cuando estaba a media altura del rascacielos remontó el vuelo, echando a volar entre los oscuros edificios. Ante él tenía la inmensidad de la única ciudad que siempre estaba a oscuras, un lugar lleno de vicio, drogas baratas, locales de fiesta y presas fáciles. ¿Qué lugar escogería?
- Se piensa mejor con una bebida calentita - murmuró para sí, relamiéndose los labios.
Descendió zigzagueando entre los edificios hasta localizar una zona apropiada, un estrecho callejón poco iluminado. Se posó silenciosamente sobre una farola y activó su Manto de Sombras, volviéndose apenas perceptible. Y esperó. No tardó más de cinco minutos en lograr su objetivo; al fin y al cabo era una ciudad poblada. Un hombre joven entró en el callejón. Quién sabe cuál era su intención, ¿tal vez atajar hacia la otra calle? ¿Puede que estuviera buscando a su camello? ¿O que lo fuese él? En todo caso, antes de que pudiera siquiera darse cuenta, Ivan ya se había posado tras él. En un veloz movimiento lo agarró y mordió ferozmente su yugular, embriagándose del intoxicante sabor del líquido vital. Bebió con avidez, pero cuando hubo terminado la última gota, un sabor amargo le arruinó la comida. Dejó caer el cadáver y se limpió la boca con un pañuelo. ¿De qué le servía aquello? Las presas débiles no sabían tan bien como las más grandes, y desde que había recuperado su akuma no mi... aún no había cazado nada digno de mención. Ni siquiera obtenía placer como antes de matarles, ¿por qué seguir haciéndolo? Suspiró y se dio la vuelta para salir.
Se levantó de un salto y se dirigió hacia el balcón de su suite. Ya estaba harto de darle tantas vueltas. Por aquella noche sólo quería volar y sentirse libre. Rajar alguna garganta y beber sangre hasta saciarse, y luego tal vez irse de fiesta y beber hasta no recordar nada. Tal vez despertar con alguna sorpresa en su cama. Abrió las puertas y se subió a la balconada, mientras su iris azulado se tornaba dorado y su piel pálida como la luna. Con una sonrisa, se dejó caer y disfrutó de la sensación del viento acariciando su pelo y silbando en sus oídos mientras caía al vacío. Cuando estaba a media altura del rascacielos remontó el vuelo, echando a volar entre los oscuros edificios. Ante él tenía la inmensidad de la única ciudad que siempre estaba a oscuras, un lugar lleno de vicio, drogas baratas, locales de fiesta y presas fáciles. ¿Qué lugar escogería?
- Se piensa mejor con una bebida calentita - murmuró para sí, relamiéndose los labios.
Descendió zigzagueando entre los edificios hasta localizar una zona apropiada, un estrecho callejón poco iluminado. Se posó silenciosamente sobre una farola y activó su Manto de Sombras, volviéndose apenas perceptible. Y esperó. No tardó más de cinco minutos en lograr su objetivo; al fin y al cabo era una ciudad poblada. Un hombre joven entró en el callejón. Quién sabe cuál era su intención, ¿tal vez atajar hacia la otra calle? ¿Puede que estuviera buscando a su camello? ¿O que lo fuese él? En todo caso, antes de que pudiera siquiera darse cuenta, Ivan ya se había posado tras él. En un veloz movimiento lo agarró y mordió ferozmente su yugular, embriagándose del intoxicante sabor del líquido vital. Bebió con avidez, pero cuando hubo terminado la última gota, un sabor amargo le arruinó la comida. Dejó caer el cadáver y se limpió la boca con un pañuelo. ¿De qué le servía aquello? Las presas débiles no sabían tan bien como las más grandes, y desde que había recuperado su akuma no mi... aún no había cazado nada digno de mención. Ni siquiera obtenía placer como antes de matarles, ¿por qué seguir haciéndolo? Suspiró y se dio la vuelta para salir.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Lo había estado esperando muchísimo tiempo, incluso desde antes del horrible incidente de la Gran Aguja. Por supuesto que tuvo razones egoístas al luchar para evitar el fin del mundo, aunque no se las había dicho nada. No se trataba de recuperar ningún plano para replicar semejante máquina de destrucción, como muchos pudieron haber pensado. ¿Qué clase de persona creían que era Katharina? Sí, usaba métodos de dudosa moral, pero jamás había causado un mal realmente terrible. Como sea, las mismas razones egoístas que le obligaron a levantar su espada y luchar aquel día, le llevaron a Dark Dome. Cualquiera podría preguntarse qué hacía allí una de las criminales más buscadas actualmente. Los medios afirmaban haberla visto en el Nuevo Mundo; otros, en el North Blue. A la bruja le divertía la idea de que pensaran que tenía la habilidad de teletransportarse o abrir portales, después de todo, su fruta del diablo le otorgaba tantísimos poderes que considerarlo no sería especialmente tonto. Sin embargo, estaba lejos de ser verdad y es que Katharina siempre se preocupaba de viajar en los barcos más rápidos.
El reloj de oro e incrustaciones de diamantes marcaba las tres de la tarde, por lo que aún era de día, salvo que en Dark Dome esa diferencia no existía. Las condiciones atmosféricas, meteorológicas o geofísicas de la isla, la verdad la bruja no estaba muy enterada, hacían que siempre fuese de noche. Las infinitas luces de la ciudad impedían que sus ciudadanos pudieran ver las estrellas, pero a cambio ofrecía actividad cada minuto del día. O noche, como sea. Para ese momento había elegido un outfit veraniego que denotaba cierta clase, dándole el aspecto de una verdadera señorita. Vestía una camiseta blanca de cuello alto y sin mangas, la cual iba dentro de un pantalón ancho y de un suave color tierra para terminar en unos tacos más o menos anchos, de doce centímetros. Llevaba el cabello recogido en un moño, dejando que un largo mechón le cayese en el rostro.
Caminaba inmersa en sus pensamientos, intentando ocultarle al mundo la emoción que sentía puesto que ese día se estrenaba la tercera parte de «Una historia de verano», la novela romántica que la bruja llevaba siguiendo hacía más de cuatro años. No era difícil imaginarse el argumento que tenía, el caso es que era buenísimo. El libro del escritor que se refugiaba bajo un pseudónimo era un best seller. A todo el mundo le gustaban las buenas historias románticas, con mucho drama. Y es que ese libro lo tenía todo en sus medidas precisas. En serio quería saber lo que pasaría con Ethan y Ruby, una pareja que desde su concepción estaba destinada al fracaso. ¿Dos hermanos amándose? Daba igual que no compartiesen lazos de sangre, el mundo no los entendía y la sociedad los juzgaba. No es que Katharina fuese capaz de amar de esa manera a un hermano, pero esa manzana prohibida era extrañamente atractiva.
La verdadera pregunta era por qué viajar hasta Dark Dome solo para comprar un libro. Primero que todo, no se trataba “solo de un libro”; era el mejor de la década, eso sin duda. Segundo, el autor era originario de esa ciudad y las librerías de esta eran las que vendían los primeros ejemplares. Es por eso que había viajado desde tan lejos para pararse frente a ese edificio que no tenía nada en especial, abrir la puerta de vidrio y adentrarse en un mundo maravillosamente perfecto. Allá donde dirigiera la mirada había libros, estanterías y más libros. Ilusionada, le echó un vistazo a los que estaban en el mostrador más cercano a la entrada. Si bien los cuentos de fantasía no eran sus favoritos, tampoco pasaría nada si echaba un par de ellos a la canasta. Se detuvo un buen rato a mirar los libros de cocina, pensando si alguna vez podría superar ese lado tan desastroso de su persona, pero cuando entendió que era imposible negó con la cabeza y se acercó a uno de los vendedores.
—¡¿Cómo que no queda ninguno?! —le preguntó exaltada, siendo que la bruja jamás perdía los estribos. Pero… ¡¿Cómo es que no quedaba ni uno solo?!
—Lo siento, señorita, llega muy tarde. ¿Ve a ese hombre de ahí? Se lleva la última copia.
Katharina cayó dramáticamente sobre sus rodillas, completamente derrotada por el destino. Había viajado desde tan lejos para… No, espera. No todo estaba perdido; si bien era la librería más prestigiosa de toda la ciudad, quizás habría otras. Entonces, rápidamente se levantó y caminó hacia la salida con la determinación de que se iría de Dark Dome con al menos una copia de «Una historia de verano: Éxtasis». Igual podía asaltar al hombre y quedarse con su ejemplar, pero incluso Katharina tenía unos límites que no estaba dispuesta a cruzar. Seguramente ese sujeto estaba tan intrigado como ella y no quería arruinarle ese momento, no. Odiaría que se lo arruinasen a ella. ¿Acaso estaba desarrollando un poco de empatía? Quizás.
Había probado suerte en unas diez librerías y en ninguna de ellas encontró lo que buscaba. Solo por despecho compró unos cincuenta libros, ordenándoles a las tiendas que los enviaran al apartamento donde se hospedaba. Completamente humillada por el destino, la bruja se hallaba caminando apagadamente por las bulliciosas calles de Dark Dome, adentrándose en lugares que no había visto jamás y, en principio, parecían peligrosos. Reparó en el joven que entraba al callejón y continuó su triste caminata en busca de una librería que pudiera sacarla de esa desgracia. Fue entonces que, de pronto, un hombre alto apareció del oscuro pasaje. Katharina iba tan inmersa en sus pensamientos que, a menos que el desconocido la esquivase, chocaría fuertemente contra este y acabaría en el suelo.
El reloj de oro e incrustaciones de diamantes marcaba las tres de la tarde, por lo que aún era de día, salvo que en Dark Dome esa diferencia no existía. Las condiciones atmosféricas, meteorológicas o geofísicas de la isla, la verdad la bruja no estaba muy enterada, hacían que siempre fuese de noche. Las infinitas luces de la ciudad impedían que sus ciudadanos pudieran ver las estrellas, pero a cambio ofrecía actividad cada minuto del día. O noche, como sea. Para ese momento había elegido un outfit veraniego que denotaba cierta clase, dándole el aspecto de una verdadera señorita. Vestía una camiseta blanca de cuello alto y sin mangas, la cual iba dentro de un pantalón ancho y de un suave color tierra para terminar en unos tacos más o menos anchos, de doce centímetros. Llevaba el cabello recogido en un moño, dejando que un largo mechón le cayese en el rostro.
Caminaba inmersa en sus pensamientos, intentando ocultarle al mundo la emoción que sentía puesto que ese día se estrenaba la tercera parte de «Una historia de verano», la novela romántica que la bruja llevaba siguiendo hacía más de cuatro años. No era difícil imaginarse el argumento que tenía, el caso es que era buenísimo. El libro del escritor que se refugiaba bajo un pseudónimo era un best seller. A todo el mundo le gustaban las buenas historias románticas, con mucho drama. Y es que ese libro lo tenía todo en sus medidas precisas. En serio quería saber lo que pasaría con Ethan y Ruby, una pareja que desde su concepción estaba destinada al fracaso. ¿Dos hermanos amándose? Daba igual que no compartiesen lazos de sangre, el mundo no los entendía y la sociedad los juzgaba. No es que Katharina fuese capaz de amar de esa manera a un hermano, pero esa manzana prohibida era extrañamente atractiva.
La verdadera pregunta era por qué viajar hasta Dark Dome solo para comprar un libro. Primero que todo, no se trataba “solo de un libro”; era el mejor de la década, eso sin duda. Segundo, el autor era originario de esa ciudad y las librerías de esta eran las que vendían los primeros ejemplares. Es por eso que había viajado desde tan lejos para pararse frente a ese edificio que no tenía nada en especial, abrir la puerta de vidrio y adentrarse en un mundo maravillosamente perfecto. Allá donde dirigiera la mirada había libros, estanterías y más libros. Ilusionada, le echó un vistazo a los que estaban en el mostrador más cercano a la entrada. Si bien los cuentos de fantasía no eran sus favoritos, tampoco pasaría nada si echaba un par de ellos a la canasta. Se detuvo un buen rato a mirar los libros de cocina, pensando si alguna vez podría superar ese lado tan desastroso de su persona, pero cuando entendió que era imposible negó con la cabeza y se acercó a uno de los vendedores.
—¡¿Cómo que no queda ninguno?! —le preguntó exaltada, siendo que la bruja jamás perdía los estribos. Pero… ¡¿Cómo es que no quedaba ni uno solo?!
—Lo siento, señorita, llega muy tarde. ¿Ve a ese hombre de ahí? Se lleva la última copia.
Katharina cayó dramáticamente sobre sus rodillas, completamente derrotada por el destino. Había viajado desde tan lejos para… No, espera. No todo estaba perdido; si bien era la librería más prestigiosa de toda la ciudad, quizás habría otras. Entonces, rápidamente se levantó y caminó hacia la salida con la determinación de que se iría de Dark Dome con al menos una copia de «Una historia de verano: Éxtasis». Igual podía asaltar al hombre y quedarse con su ejemplar, pero incluso Katharina tenía unos límites que no estaba dispuesta a cruzar. Seguramente ese sujeto estaba tan intrigado como ella y no quería arruinarle ese momento, no. Odiaría que se lo arruinasen a ella. ¿Acaso estaba desarrollando un poco de empatía? Quizás.
Había probado suerte en unas diez librerías y en ninguna de ellas encontró lo que buscaba. Solo por despecho compró unos cincuenta libros, ordenándoles a las tiendas que los enviaran al apartamento donde se hospedaba. Completamente humillada por el destino, la bruja se hallaba caminando apagadamente por las bulliciosas calles de Dark Dome, adentrándose en lugares que no había visto jamás y, en principio, parecían peligrosos. Reparó en el joven que entraba al callejón y continuó su triste caminata en busca de una librería que pudiera sacarla de esa desgracia. Fue entonces que, de pronto, un hombre alto apareció del oscuro pasaje. Katharina iba tan inmersa en sus pensamientos que, a menos que el desconocido la esquivase, chocaría fuertemente contra este y acabaría en el suelo.
- Imagen referencial:
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando la figura tropezó con él, el vampiro retrocedió un paso. ¿Cómo no la había escuchado llegar? Se suponía que tenía mejores sentidos que la mayoría. Se regañó a sí mismo por no estar más atento y buscó con la mirada a quien había tropezado con él. Era una chica pelirrosa bastante hermosa, que por algún motivo le resultaba bastante familiar. Menuda lástima, en otra ocasión tal vez la habría invitado a una copa, pero seguramente vería el cadáver y se asustaría. Se encogió de hombros y fue a tenderle la mano para ayudarla a levantarse, cuando de repente se fijó bien en su rostro. "Espera, ¿en serio es ella?" Aquello era ridículamente coincidente. ¿Cómo podían dos personas cruzarse de casualidad dos veces en dos puntos opuestos del mundo? Salvo que no fuese una coincidencia claro.
- ¿Katharina? - de repente se le escapó una carcajada y comenzó a reírse animadamente - ¿Cómo te las apañas para arrinconarme siempre en un callejón oscuro cuando estoy alimentándome? - la ayudaría a levantarse en caso de que aceptase su mano. Seguía siendo bajita, pero había cambiado mucho en todo lo demás, hasta el color de pelo. ¿Se habría teñido? Recordó que hacía tiempo quería contactar con ella tras enterarse de que se había vuelto pirata. Todo el asunto con Kai y Émile le había mantenido demasiado ocupado para hacerlo, pero parecía que al final no iba a hacer falta buscarla.
- Has cambiado mucho desde que nos cruzamos en el North Blue. Si no fuese por tus carteles de se busca no te hubiera reconocido - dijo, ajustándose la chaqueta. En ese momento reparó en que había salido sin camiseta, pero decidió no darle importancia. No es como si fuese a resfriarse. Parecía que su noche comenzaba a mejorar por momentos. Con una sonrisa dijo - Hace tiempo que me interesaba verte. De marine a pirata, esa es una historia que merece la pena escuchar. Tú, yo, unas copas e intercambiamos historias. Y luego si nos aburrimos podemos ir a quemar un poco la ciudad. ¿Hace?
Ivan estaba bastante animado. Tanto que recordó tarde de que estaba transformado y que su sonrisa en un callejón oscuro debía resultar más siniestra que amigable, pero en fin, ¿qué más daba? No es como si fuese a asustar a alguien como ella. Katharina debía ser ya lo bastante fuerte como para no asustarse por unos colmillos, o no tendría semejante recompensa por su cabeza.
- ¿Katharina? - de repente se le escapó una carcajada y comenzó a reírse animadamente - ¿Cómo te las apañas para arrinconarme siempre en un callejón oscuro cuando estoy alimentándome? - la ayudaría a levantarse en caso de que aceptase su mano. Seguía siendo bajita, pero había cambiado mucho en todo lo demás, hasta el color de pelo. ¿Se habría teñido? Recordó que hacía tiempo quería contactar con ella tras enterarse de que se había vuelto pirata. Todo el asunto con Kai y Émile le había mantenido demasiado ocupado para hacerlo, pero parecía que al final no iba a hacer falta buscarla.
- Has cambiado mucho desde que nos cruzamos en el North Blue. Si no fuese por tus carteles de se busca no te hubiera reconocido - dijo, ajustándose la chaqueta. En ese momento reparó en que había salido sin camiseta, pero decidió no darle importancia. No es como si fuese a resfriarse. Parecía que su noche comenzaba a mejorar por momentos. Con una sonrisa dijo - Hace tiempo que me interesaba verte. De marine a pirata, esa es una historia que merece la pena escuchar. Tú, yo, unas copas e intercambiamos historias. Y luego si nos aburrimos podemos ir a quemar un poco la ciudad. ¿Hace?
Ivan estaba bastante animado. Tanto que recordó tarde de que estaba transformado y que su sonrisa en un callejón oscuro debía resultar más siniestra que amigable, pero en fin, ¿qué más daba? No es como si fuese a asustar a alguien como ella. Katharina debía ser ya lo bastante fuerte como para no asustarse por unos colmillos, o no tendría semejante recompensa por su cabeza.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se acarició la parte baja de la espalda al caer, aunque lo había hecho más por costumbre que por otra cosa; a esas alturas de la vida poco y nada le dolía una caída así. ¿Por qué el hombre no se había hecho a un lado? Que los movimientos de la bruja fueren silenciosos no eximía de culpa al desconocido. Fue entonces que escuchó su nombre e inmediatamente alzó la mirada, siendo incapaz de contener la sorpresa. Reconocía esa figura imponente e intimidante, tratándose de uno de los piratas independientes más temidos del mundo: Ivan Markov. Le conoció hace muchísimo tiempo cuando aún formaba parte de la Marina, y resultaba increíble que se lo encontrase en una situación tan similar. Habían pasado cuatro largos años desde que le vio por primera vez alimentándose de una chica, y aparentemente sus malos hábitos no habían cambiado en lo absoluto.
—No es que sea precisamente agradable verte vaciar a una persona —le respondió mientras aceptaba su mano. La bruja supuso que Ivan le había reconocido por el cartel con su rostro, puesto que su apariencia había cambiado en los últimos años. Si bien conservaba los mismos ojos, su cuerpo se había desarrollado en demasía. Y su color de pelo también había cambiado. Le bajó la melancolía al recordar que en ese entonces usaba una vieja libreta para comunicarse.
Aún no podía asimilar del todo el haberse encontrado con Ivan, cuando en realidad había viajado hasta Dark Dome para comprar un ejemplar de «Una historia de verano». De verdad esperaba conseguirlo antes de abandonar la isla.
—Han pasado muchas cosas desde entonces —dijo, recordando las decenas de aventuras que había vivido en los últimos cuatro años, aunque no todas ellas eran buenas—. Y tu historia no parece ser menos interesante. Supongo que en un buen restaurante podrás explicarme por qué querías verte conmigo —agregó luego, aceptando la invitación del buen pirata. Ciertamente le interesaba relacionarse con esa clase de persona, no porque tuviera ganas de ser chupada hasta secarse por completo, sino porque podía incluirlo en sus planes.
Jamás había aceptado una invitación en una situación tan… siniestra. El hecho de que hubiera un cadáver en el oscuro callejón y estuviera frente a semejante pirata no endulzaba las cosas. Sin embargo, la bruja no se echaría para atrás por algo como eso. Sus ojos habían visto toda clase de horrores y, para bien o para mal, la muerte ya no le afectaba. Se había acostumbrado demasiado a ella como para que empezara a sorprenderle.
—Es mi primer día en Dark Dome y no he tenido tiempo de recorrer sus ajetreadas calles. ¿Serías tan amable de indicarme el camino?
—No es que sea precisamente agradable verte vaciar a una persona —le respondió mientras aceptaba su mano. La bruja supuso que Ivan le había reconocido por el cartel con su rostro, puesto que su apariencia había cambiado en los últimos años. Si bien conservaba los mismos ojos, su cuerpo se había desarrollado en demasía. Y su color de pelo también había cambiado. Le bajó la melancolía al recordar que en ese entonces usaba una vieja libreta para comunicarse.
Aún no podía asimilar del todo el haberse encontrado con Ivan, cuando en realidad había viajado hasta Dark Dome para comprar un ejemplar de «Una historia de verano». De verdad esperaba conseguirlo antes de abandonar la isla.
—Han pasado muchas cosas desde entonces —dijo, recordando las decenas de aventuras que había vivido en los últimos cuatro años, aunque no todas ellas eran buenas—. Y tu historia no parece ser menos interesante. Supongo que en un buen restaurante podrás explicarme por qué querías verte conmigo —agregó luego, aceptando la invitación del buen pirata. Ciertamente le interesaba relacionarse con esa clase de persona, no porque tuviera ganas de ser chupada hasta secarse por completo, sino porque podía incluirlo en sus planes.
Jamás había aceptado una invitación en una situación tan… siniestra. El hecho de que hubiera un cadáver en el oscuro callejón y estuviera frente a semejante pirata no endulzaba las cosas. Sin embargo, la bruja no se echaría para atrás por algo como eso. Sus ojos habían visto toda clase de horrores y, para bien o para mal, la muerte ya no le afectaba. Se había acostumbrado demasiado a ella como para que empezara a sorprenderle.
—Es mi primer día en Dark Dome y no he tenido tiempo de recorrer sus ajetreadas calles. ¿Serías tan amable de indicarme el camino?
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Por supuesto, sígueme. Conozco el sitio perfecto para tener una comida agradable sin que nos molesten - antes de salir del callejón, miró al cadáver indeciso. ¿Y si lo convertía en zombie y lo mandaba a algún lado? No, mejor no llamar la atención o mostrar su as a la gente de la ciudad. Sus tropas de no muertos serían su arma cuando el golpe comenzara. Se dirigió a una calle más principal y mejor iluminada, volviendo a su forma humana antes de quedar a la vista de los transeúntes. Esbozó una mueca por un momento, incómodo. Se sentía mucho mejor transformado, la mortalidad resultaba... frágil. En parte era que tras todo el tiempo que había pasado sin su akuma echaba de menos disfrutar de las ventajas de ser un vampiro. Pero por otro lado, sin ser humano no podía disfrutar de un vino, de una comida o del calor humano. Tenía que reconciliar ambas partes si quería estar feliz.
- ¿Tú antes no eras muda? - le preguntó, mientras le abría la puerta al restaurante - cuando nos conocimos sólo te comunicabas con una libreta. - El local que había elegido era el Flawless Saxophone, uno con música en vivo, reservados situados en tribunas sobre los escenarios y buena comida. En cuanto el camarero salió a atenderlos, les dijo - ¿Tienen reserva, señores? Si no es así, debo pedirles que esperen - Ivan lo miró fijamente y por un momento sus ojos parecieron brillar hipnóticamente. El hombre fue incapaz de desviar la mirada - Creo que no necesitamos reserva. ¿No sabes quién soy? Estoy seguro de que tu jefe no se sentiría muy contento. Ve a ver si hay algún reservado libre y llévanos a él. Y súbenos una botella de bourbon. - El camarero pareció perder la concentración por un momento, y con la vista perdida contestó:
- Claro, en qué estaría pensando. Síganme, por favor.
Música de fondo
Ivan le dirigió una sonrisa traviesa a Katharina y alzó el pulgar en signo de victoria. A decir verdad se la había jugado un poco, de haberse encontrado con alguien de voluntad más fuerte no hubiera funcionado tan bien. Pero bueno, por algo era sólo un camarero, ¿no? El hombre les guió por unas escaleras y les llevó a una salita roja con una mesa y dos sillas, con una balconada que daba al escenario. El pirata se acomodó en una de las sillas, doblando una pierna sobre la otra y moviendo la cabeza al ritmo de la música con una sonrisa.
- Me gusta este sitio. Es agradable y dan buena comida - dirigió la mirada a Katharina - Ya que te he traído a este sitio, creo que tendré la osadía de preguntar a saco. ¿Qué planeas? ¿Por qué escoger la piratería siendo una marine?
- ¿Tú antes no eras muda? - le preguntó, mientras le abría la puerta al restaurante - cuando nos conocimos sólo te comunicabas con una libreta. - El local que había elegido era el Flawless Saxophone, uno con música en vivo, reservados situados en tribunas sobre los escenarios y buena comida. En cuanto el camarero salió a atenderlos, les dijo - ¿Tienen reserva, señores? Si no es así, debo pedirles que esperen - Ivan lo miró fijamente y por un momento sus ojos parecieron brillar hipnóticamente. El hombre fue incapaz de desviar la mirada - Creo que no necesitamos reserva. ¿No sabes quién soy? Estoy seguro de que tu jefe no se sentiría muy contento. Ve a ver si hay algún reservado libre y llévanos a él. Y súbenos una botella de bourbon. - El camarero pareció perder la concentración por un momento, y con la vista perdida contestó:
- Claro, en qué estaría pensando. Síganme, por favor.
Música de fondo
Ivan le dirigió una sonrisa traviesa a Katharina y alzó el pulgar en signo de victoria. A decir verdad se la había jugado un poco, de haberse encontrado con alguien de voluntad más fuerte no hubiera funcionado tan bien. Pero bueno, por algo era sólo un camarero, ¿no? El hombre les guió por unas escaleras y les llevó a una salita roja con una mesa y dos sillas, con una balconada que daba al escenario. El pirata se acomodó en una de las sillas, doblando una pierna sobre la otra y moviendo la cabeza al ritmo de la música con una sonrisa.
- Me gusta este sitio. Es agradable y dan buena comida - dirigió la mirada a Katharina - Ya que te he traído a este sitio, creo que tendré la osadía de preguntar a saco. ¿Qué planeas? ¿Por qué escoger la piratería siendo una marine?
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se detuvieron frente a un enorme edificio de dos plantas que tenía varias columnas de casi tres metros que sujetaban el balcón con vistas a la concurrida avenida. Tenía un letrero perfectamente iluminado con el nombre del restaurante inscrito en este: Flawless Saxophone. Frente a la entrada, y sin obstaculizarla, había un par de plantas bien cuidadas y de grandes hojas verdes, puestas ordenadamente en maceteros de cerámica. En la fachada podían verse las ventanas arqueadas, cuyas cortinas impedían ver hacia el interior del lugar. Ivan, en un gesto de cortesía, le abrió la puerta a la bruja mientras soltaba una pregunta muy interesante, una que merecía una respuesta concisa que ocultase todos los detalles sobre su causa.
—Qué recuerdos… Jamás fui muda, la verdad. Solo quería hacerme la interesante —mintió. La verdadera explicación de por qué usaba una libreta para comunicarse era engorrosa y larga, incluso aburrida. Había muy poca gente que estaba al tanto del pasado de la bruja, algunos sabían sobre su efímera pasantía por la Marina, pero su historia había comenzado muchísimo antes.
El camarero, un veinteañero delgado y de cabellos marrones, les preguntó si tenían una reserva. El joven parecía decidido a hacerles esperar, pero su compañero no tardó en convencerle de lo contrario. ¿Acaso era una habilidad particular de una fruta del diablo? ¿O simplemente Ivan era un hombre muy persuasivo? Estaba segura de que encontraría la respuesta que buscaba en ese momento al final de la noche. O día, según el reloj de Katharina. Y fue curioso verle alzar el pulgar a modo de victoria, comportamiento propio de un niño. Finalmente, el mesero les condujo a un balcón interior cuyas murallas tenían un tapiz carmesí que recordaba el color del vino tinto. Tenían vistas directas al escenario, donde los músicos tocaban en vivo una embriagadora melodía.
—Quizás en este restaurante encuentre al cocinero que llevo buscando tanto tiempo —comentó con la vista puesta en sus juguetonas manos, y luego levantó la mirada para encontrar los ojos del pirata—. Cualquier investigación relacionada con los Poneglyph, ya sea leer o traducir uno de estos, es duramente sancionada por el Gobierno Mundial. Era muy consciente de lo que hacía cuando descubrí uno en el North Blue, pero la curiosidad me ganó. ¿Cómo pudieron haberme acusado de traición solo por estar ahí? —preguntó al aire con cierto dejo de amargura.
Una jovencita de cabellos rubios, atados en una cola de caballo, y ojos verdes entró a la privilegiada habitación. Depositó con cuidado la botella de whisky que había solicitado Ivan y con suma elegancia vertió el brebaje en los vasos, llenándolos de ese exquisito líquido hasta la mitad. Le entregó la carta a cada uno de los comensales y les mencionó que volvería dentro de unos minutos para solicitar la orden.
—Estuve un tiempo merodeando de allá para acá, buscando mi lugar en el mundo y fue cuando conocí a Zane. Volví a encontrármelo en Sabaody y, por caprichos del destino, unos mafiosos terminaron relacionándome con él. Nos deshicimos de unos cuantos de ellos y al huir de la Marina acabé en su barco —contó sin ser capaz de ocultar un tono triste, apagado. Había abandonado a los Arashi por cuestiones personales, por la diferencia que había entre los ideales del capitán y los suyos—. Puede sonar tonto, pero no fui yo quien realmente escogió la piratería. —Katharina miraba el vaso de whisky, dudando de si sería buena idea beber esa noche—. Como sea, decidí que era hora de aceptar lo que el destino había preparado para mí y comencé a navegar por mi cuenta, pero… —Hizo una leve pausa y luego soltó una sonrisa algo torpe—. Creo que es aburrido viajar sin compañía, no sé. Si la comida resulta tan sabrosa como dices, puede que te cuente mis planes. He hablado mucho de mí y es hora de que yo haga las preguntas. ¿Qué haces en Dark Dome?
—Qué recuerdos… Jamás fui muda, la verdad. Solo quería hacerme la interesante —mintió. La verdadera explicación de por qué usaba una libreta para comunicarse era engorrosa y larga, incluso aburrida. Había muy poca gente que estaba al tanto del pasado de la bruja, algunos sabían sobre su efímera pasantía por la Marina, pero su historia había comenzado muchísimo antes.
El camarero, un veinteañero delgado y de cabellos marrones, les preguntó si tenían una reserva. El joven parecía decidido a hacerles esperar, pero su compañero no tardó en convencerle de lo contrario. ¿Acaso era una habilidad particular de una fruta del diablo? ¿O simplemente Ivan era un hombre muy persuasivo? Estaba segura de que encontraría la respuesta que buscaba en ese momento al final de la noche. O día, según el reloj de Katharina. Y fue curioso verle alzar el pulgar a modo de victoria, comportamiento propio de un niño. Finalmente, el mesero les condujo a un balcón interior cuyas murallas tenían un tapiz carmesí que recordaba el color del vino tinto. Tenían vistas directas al escenario, donde los músicos tocaban en vivo una embriagadora melodía.
—Quizás en este restaurante encuentre al cocinero que llevo buscando tanto tiempo —comentó con la vista puesta en sus juguetonas manos, y luego levantó la mirada para encontrar los ojos del pirata—. Cualquier investigación relacionada con los Poneglyph, ya sea leer o traducir uno de estos, es duramente sancionada por el Gobierno Mundial. Era muy consciente de lo que hacía cuando descubrí uno en el North Blue, pero la curiosidad me ganó. ¿Cómo pudieron haberme acusado de traición solo por estar ahí? —preguntó al aire con cierto dejo de amargura.
Una jovencita de cabellos rubios, atados en una cola de caballo, y ojos verdes entró a la privilegiada habitación. Depositó con cuidado la botella de whisky que había solicitado Ivan y con suma elegancia vertió el brebaje en los vasos, llenándolos de ese exquisito líquido hasta la mitad. Le entregó la carta a cada uno de los comensales y les mencionó que volvería dentro de unos minutos para solicitar la orden.
—Estuve un tiempo merodeando de allá para acá, buscando mi lugar en el mundo y fue cuando conocí a Zane. Volví a encontrármelo en Sabaody y, por caprichos del destino, unos mafiosos terminaron relacionándome con él. Nos deshicimos de unos cuantos de ellos y al huir de la Marina acabé en su barco —contó sin ser capaz de ocultar un tono triste, apagado. Había abandonado a los Arashi por cuestiones personales, por la diferencia que había entre los ideales del capitán y los suyos—. Puede sonar tonto, pero no fui yo quien realmente escogió la piratería. —Katharina miraba el vaso de whisky, dudando de si sería buena idea beber esa noche—. Como sea, decidí que era hora de aceptar lo que el destino había preparado para mí y comencé a navegar por mi cuenta, pero… —Hizo una leve pausa y luego soltó una sonrisa algo torpe—. Creo que es aburrido viajar sin compañía, no sé. Si la comida resulta tan sabrosa como dices, puede que te cuente mis planes. He hablado mucho de mí y es hora de que yo haga las preguntas. ¿Qué haces en Dark Dome?
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La verdad es que no era exactamente lo que se había esperado como respuesta. De haber apostado habría dicho que seguramente se había largado de la Marina tras decidir que prefería la libertad, o tras una gran y épica disputa. Aquello sonaba a una serie de coincidencias un tanto desdichadas. Esbozó una mueca de desagrado y cogió su vaso, dando un trago al licor. Disfrutó del sabor por un momento antes de tragarlo, y decir - Todos intentan arrancarnos la libertad. La única manera de defenderla es ser fuerte y estar decidido a no dejarse avasallar por nadie - agitó el vaso observando los hielos moverse en su interior, y volvió a dejarlo en la mesa. Tras eso cogió la carta y la ojeó rápidamente. Se le hizo la boca agua al ver que tenía filete de Greenlyn, un plato consistente en carne cruda de vaca picada muy fina con bastantes especias, cebolla y alcaparras. Ya tenía primer plato.
- ¿Qué hago aquí? - mostró una sonrisa amarga - En un primer momento vine porque parecía el lugar ideal para mí. Una urbe de grandes proporciones con abundantes distracciones, mucha gente y noche eterna. Ahora se podría decir que se ha convertido en mi jaula. Tengo asuntos que me atan a esta ciudad.
Dedicó un momento antes de seguir hablando a mirar el primer plato. ¿Tal vez un poco de huevas de atún elefante? Sonaba tentador. Sin embargo le apetecía algo un poco diferente. Tal vez más de su tierra. Había mucho donde elegir, pero estaba totalmente indeciso. Finalmente eligió un aperitivo de calamar-toro, una especie del Paraíso. Apartó la carta y se recostó en la silla, pensativo. No sabía hasta qué punto hablar, ya no solo porque Katharina pudiera interponerse, sino porque pudiera haber oídos indiscretos.
- Debo un favor a alguien, la clase de favores a los que no puedes decir simplemente no - su tono mostraba frustración - Y es el tipo de persona que cuando se lo haya cobrado va a seguir pidiendo cosas. Pero en fin - sacudió la cabeza - ¿Realmente te sientes cómoda siendo pirata? Tu historia suena a que lo eres más porque has acabado en esa posición que por gusto. Es un poco decepcionante, siendo sincero. Tenía intención de proponerte ir juntos tras algún botín o a montar algo de jaleo.
Le dirigió una sonrisa junto con esas últimas palabras, guiñándole el ojo. Siendo una ex-capitana de la Marina ciertamente no tenía claro hasta qué punto apreciaría una oferta de ir juntos a saquear, quemar cosas y divertirse causando problemas, pero qué más daba. Si había estado ya en una tripulación, ya estaría más que acostumbrada a todo eso. Salvo que el poderoso Zane dirigiese en realidad una de esas bandas de falsos piratas que no robaban ni se portaban en general como piratas, sino más como una especie de superhéroes de los mares o niños muy fuertes jugando a ser piratas. Siendo sincero, ni siquiera tenía muy claro a qué se dedicaba aquel capitán como pirata, pero sabía que últimamente había llamado mucho la atención.
- A decir verdad, estoy como tú. Como cazador de recompensas tenía un gremio. Tenía amigos, aliados y subordinados. Ahora los he perdido a todos de vista, bien porque han desaparecido del mapa o porque han seguido por el lado legal - se encogió de hombros - Estoy bien, pero soy un animal social. A veces es un poco solitario estar así.
- ¿Qué hago aquí? - mostró una sonrisa amarga - En un primer momento vine porque parecía el lugar ideal para mí. Una urbe de grandes proporciones con abundantes distracciones, mucha gente y noche eterna. Ahora se podría decir que se ha convertido en mi jaula. Tengo asuntos que me atan a esta ciudad.
Dedicó un momento antes de seguir hablando a mirar el primer plato. ¿Tal vez un poco de huevas de atún elefante? Sonaba tentador. Sin embargo le apetecía algo un poco diferente. Tal vez más de su tierra. Había mucho donde elegir, pero estaba totalmente indeciso. Finalmente eligió un aperitivo de calamar-toro, una especie del Paraíso. Apartó la carta y se recostó en la silla, pensativo. No sabía hasta qué punto hablar, ya no solo porque Katharina pudiera interponerse, sino porque pudiera haber oídos indiscretos.
- Debo un favor a alguien, la clase de favores a los que no puedes decir simplemente no - su tono mostraba frustración - Y es el tipo de persona que cuando se lo haya cobrado va a seguir pidiendo cosas. Pero en fin - sacudió la cabeza - ¿Realmente te sientes cómoda siendo pirata? Tu historia suena a que lo eres más porque has acabado en esa posición que por gusto. Es un poco decepcionante, siendo sincero. Tenía intención de proponerte ir juntos tras algún botín o a montar algo de jaleo.
Le dirigió una sonrisa junto con esas últimas palabras, guiñándole el ojo. Siendo una ex-capitana de la Marina ciertamente no tenía claro hasta qué punto apreciaría una oferta de ir juntos a saquear, quemar cosas y divertirse causando problemas, pero qué más daba. Si había estado ya en una tripulación, ya estaría más que acostumbrada a todo eso. Salvo que el poderoso Zane dirigiese en realidad una de esas bandas de falsos piratas que no robaban ni se portaban en general como piratas, sino más como una especie de superhéroes de los mares o niños muy fuertes jugando a ser piratas. Siendo sincero, ni siquiera tenía muy claro a qué se dedicaba aquel capitán como pirata, pero sabía que últimamente había llamado mucho la atención.
- A decir verdad, estoy como tú. Como cazador de recompensas tenía un gremio. Tenía amigos, aliados y subordinados. Ahora los he perdido a todos de vista, bien porque han desaparecido del mapa o porque han seguido por el lado legal - se encogió de hombros - Estoy bien, pero soy un animal social. A veces es un poco solitario estar así.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Su vaso estaba intacto, no le había dado un solo sorbo. Siempre había sido la aguafiestas de los Arashi, la que nunca participaba en las fiestas, la que nunca bebía una gota de alcohol. No pretendía hacer una excepción esa noche; simplemente no era su estilo. Solo cuando Ivan iba por la mitad la bruja recién le prestó atención, pues estaba demasiado concentrada en la orquesta. Estaba de acuerdo con él, resultaba utópico pensar que el mundo llegaría al punto de no tener conflictos y no fuese necesaria la fuerza, pero mientras siguiera siendo el que conocía… Usaría el método que mejor conocía para lograr sus objetivos. Ciertamente la fuerza le había liberado de ciertas cadenas a las que estaba atada, de decisiones que estaba obligada a tomar porque no había otra forma de hacer las cosas.
Pronto llegó la carta y fue la primera en ojearla, demostrando cierta ansiedad. Fue directo a la página de los platos principales. Decidir qué comer era el momento más difícil a la hora de ir a un restaurante. Había Venado de Broodney, un exquisito platillo compuesto de diferentes vegetales verdes y especias, además de hojas aromáticas. Lo había probado en Greytown, casi tres días antes de que secuestraran a su amigo. También había Costillar de Rinopiente y otros tantos más que nombrarlos todos tomaría el día entero. Continuó ojeando la carta, intentando tomar una decisión. No obstante, se le ocurrió una grandísima idea propia de una mente brillante. Y es que a la mesera le hizo anotar todo lo que había en la carta; lo probaría absolutamente todo. Por supuesto, no esperaba que se lo llevasen todo de un viaje, pero suponía que una hora era más que suficiente; incluso estaría siendo generosa al no presionar a los cocineros.
Sonrió maliciosamente al escuchar la respuesta del pirata, dedicándole una mirada divertida.
—Entonces no eres lo suficientemente fuerte para decir que no —respondió, pensando en que la única manera de defender la libertad era siendo fuerte—, y ese favor te tiene muy molesto, ¿verdad? —Debía admitirlo: quería sacarle información. ¿Qué clase de favor era? ¿Y a quién se lo debía como para estar obligado a pagarlo?—. La piratería me ha mostrado un mundo que antes no habría conocido, y me ha ayudado a aceptar mi destino. —Bebió del vaso de agua que estaba al lado del otro y continuó hablando—. Por favor, Ivan, ¿crees que me rebajaría a mero vandalismo? Podría trabajar contigo…, siempre y cuando la recompensa sea atractiva.
No estaba dispuesta a jugar a los piratas y asustar a unos desafortunados isleños, no perdería el tiempo en algo tan trivial. Había formas más inteligentes de conseguir riquezas, si es que ese era el objetivo. ¿O saquear y destruir cosas tenía otro propósito? Los piratas que conocía tenían una visión muy diferente, la mayoría de ellos solo eran bárbaros sin ambiciones. Podía sentirse cómoda en su posición porque resultaba muy ventajosa, el mundo le respetaba y temía por igual; no muchos pensarían en meterse con ella. Había decidido darle su propio significado a la piratería, uno que abrazase sus ideales. Sabía que encontraría gente que pensaba como ella, no podía estar sola en el mundo.
El Venado de Broodney fue el primero en llegar, presentándose como un jugoso trozo de carne cubierto de distintos tipos de hojas aromáticas y saborizantes. Desprendía un exquisito olor que le abriría el estómago a cualquiera. Daba igual que se hubiesen saltado el plato de entrada, seguramente no estaban acostumbrados a pedidos así. Se apresuró en darle el primer bocado, derritiéndose en un mar de sensaciones. ¡Cuánto amaba la comida! Definitivamente le pediría a uno de esos cocineros que se uniera a ella en su viaje. Y, sin entender muy bien porqué, creyó que sería necesario un barco propio para llevar al chef.
—¿Por qué no me hablas más de ese favor que debes? —le preguntó directamente luego de limpiarse la boca con la servilleta de tela—. Puede que los saqueos no me interesen por ser demasiado simples, pero algo me dice que lo tuyo es mucho más… llamativo.
Pronto llegó la carta y fue la primera en ojearla, demostrando cierta ansiedad. Fue directo a la página de los platos principales. Decidir qué comer era el momento más difícil a la hora de ir a un restaurante. Había Venado de Broodney, un exquisito platillo compuesto de diferentes vegetales verdes y especias, además de hojas aromáticas. Lo había probado en Greytown, casi tres días antes de que secuestraran a su amigo. También había Costillar de Rinopiente y otros tantos más que nombrarlos todos tomaría el día entero. Continuó ojeando la carta, intentando tomar una decisión. No obstante, se le ocurrió una grandísima idea propia de una mente brillante. Y es que a la mesera le hizo anotar todo lo que había en la carta; lo probaría absolutamente todo. Por supuesto, no esperaba que se lo llevasen todo de un viaje, pero suponía que una hora era más que suficiente; incluso estaría siendo generosa al no presionar a los cocineros.
Sonrió maliciosamente al escuchar la respuesta del pirata, dedicándole una mirada divertida.
—Entonces no eres lo suficientemente fuerte para decir que no —respondió, pensando en que la única manera de defender la libertad era siendo fuerte—, y ese favor te tiene muy molesto, ¿verdad? —Debía admitirlo: quería sacarle información. ¿Qué clase de favor era? ¿Y a quién se lo debía como para estar obligado a pagarlo?—. La piratería me ha mostrado un mundo que antes no habría conocido, y me ha ayudado a aceptar mi destino. —Bebió del vaso de agua que estaba al lado del otro y continuó hablando—. Por favor, Ivan, ¿crees que me rebajaría a mero vandalismo? Podría trabajar contigo…, siempre y cuando la recompensa sea atractiva.
No estaba dispuesta a jugar a los piratas y asustar a unos desafortunados isleños, no perdería el tiempo en algo tan trivial. Había formas más inteligentes de conseguir riquezas, si es que ese era el objetivo. ¿O saquear y destruir cosas tenía otro propósito? Los piratas que conocía tenían una visión muy diferente, la mayoría de ellos solo eran bárbaros sin ambiciones. Podía sentirse cómoda en su posición porque resultaba muy ventajosa, el mundo le respetaba y temía por igual; no muchos pensarían en meterse con ella. Había decidido darle su propio significado a la piratería, uno que abrazase sus ideales. Sabía que encontraría gente que pensaba como ella, no podía estar sola en el mundo.
El Venado de Broodney fue el primero en llegar, presentándose como un jugoso trozo de carne cubierto de distintos tipos de hojas aromáticas y saborizantes. Desprendía un exquisito olor que le abriría el estómago a cualquiera. Daba igual que se hubiesen saltado el plato de entrada, seguramente no estaban acostumbrados a pedidos así. Se apresuró en darle el primer bocado, derritiéndose en un mar de sensaciones. ¡Cuánto amaba la comida! Definitivamente le pediría a uno de esos cocineros que se uniera a ella en su viaje. Y, sin entender muy bien porqué, creyó que sería necesario un barco propio para llevar al chef.
—¿Por qué no me hablas más de ese favor que debes? —le preguntó directamente luego de limpiarse la boca con la servilleta de tela—. Puede que los saqueos no me interesen por ser demasiado simples, pero algo me dice que lo tuyo es mucho más… llamativo.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El vampiro frunció notoriamente el ceño, molesto. No le gustaba que le recordaran su debilidad frente al Yonkou, cómo había sido incapaz de escapar de su red de manipulación - Hay pocas personas lo bastante poderosas como para imponerme su voluntad en este mundo. Por desgracia unas de ellas ha centrado su atención en mí - había hablado de más al mencionar que debía un favor. Tal vez debería haberse callado la boca. A continuación, cuando ella descartó como vandalismo su oferta puso los ojos en blanco, para luego soltar una risa y decir - Creo que no estamos hablando de lo mismo. No soy un adolescente rebelde. Evidentemente no hablo de ir pintarrajear paredes, robar tiendas o mear en la pared de un cuartel de la Marina, hablando de lo cual, nunca he entendido que sea un delito tan grave - cogió el bourbon y le dio un trago - ¿Nunca te has embarcado en una tarea peligrosa y complicada por la emoción de la aventura? ¿Por ver si realmente eras capaz de hacerlo? Hablo de tareas más emocionantes como lograr engañar a dos mafias para que se enfrenten y sacar tajada de ello, o atacar y saquear un almacén de una tan rápido que no sepan quiénes fueron. ¿Y por qué hacer esas cosas? - sonrió - Hay mil motivos. Causar miedo. Obtener beneficios. Debilitar enemigos. Poner a prueba tus habilidades. O simplemente entrenar e ir preparándose para desafíos mayores. El tema es, cuando ya estás fuera de la ley, lo que elijas hacer poco importa mientras no choque con tus propias convicciones o te meta en un problema gordo.
No se le escapó que ella no estaba bebiendo, pero tampoco insistió. Cada cuál con sus gustos, y para él no era peligroso ser el ebrio del grupo. En cualquier momento podía pasar a forma completa y el alcohol no haría ningún efecto sobre su anatomía de no muerto. En cuanto pasaron a tomarles nota, Ivan se quedó un poco sorprendido al ver la inmensa cantidad de comida que pidió ella. Era impresionante que en un cuerpo tan pequeño cupiera tanta comida. Por otro lado había visto cosas más raras en otros momento, pero seguía siendo impactante.
- En todo caso, si lo que buscas es una buena recompensa, esta ciudad esta... podrida de dinero - su sonrisa se volvió irónica y macabra - Tanto que casi se les haría un favor a este hatajo de avariciosos adictos a los berries si se les aligerase un poco de su carga. Esta ciudad tiene un gobierno local que lo es sólo de nombre. El control está en manos de grupos criminales que realmente rigen los destinos de la ciudad y se reparten el control de la misma y sus negocios - el primer plato llegó bastante rápido. El pirata se relamió al ver el rechoncho calamar y comenzó a dar buena cuenta de él, hambriento. Entonces se dio cuenta de cuántas ganas tenía de comida sólida; llevaba bebiendo sangre unos cuantos días. Katharina no perdió su ocasión y trató de atacarle con la guardia baja, preguntando por el asunto del favor. El pirata dejó los cubiertos y se limpió la boca, algo incómodo.
- No es un tema del que hablar a la ligera - comenzó. Tenía en parte ganas de hablarlo. No tenía claro si sería el alcohol o llevar tanto tiempo sin mantener una conversación amistosa con una cara conocida. Por otra parte parecía que podía ser un tema que pudiera interesarle a ella, pero... ya iba a compartir el control de la ciudad con Émile. ¿Realmente quería a otra pirata más en el ajo? Por otra parte, a diferencia de Émile ella poca presión podía ejercerle. Aguzó su oído y activó su haki de observación, atendiendo a sus alrededores por si había algún extraño escuchando. No parecía que hubiese nadie al otro lado de la puerta. Entonces se levantó y comenzó a revisar las patas de la mesa, la pared, la baranda y la decoración en busca de micrófonos ocultos u otros aparatos de espionaje. Su búsqueda tuvo frutos, pues tras un cuadro de la pared encontró uno. Lo "desactivó" con un apretón entre sus dedos y volvió a dejar el cuadro en el sitio - En fin, arreglado - dijo sentándose - ¿Quieres saber qué voy a hacer aquí? De perdidos al río. Voy a aplastar a las mafias que controlan esta ciudad y hacerme con el control de ella. Evidentemente el favor tiene que ver con ello. Cierta persona se verá beneficiada de que esos grupos desaparezcan y que tome el control alguien dispuesto a hacer... cambios a su favor - suspiró y acabó el vaso de bourbon - No es la situación más agradable, pero ya planeaba conquistar esta ciudad y hacerla mi feudo antes de que esto ocurriera.
No se le escapó que ella no estaba bebiendo, pero tampoco insistió. Cada cuál con sus gustos, y para él no era peligroso ser el ebrio del grupo. En cualquier momento podía pasar a forma completa y el alcohol no haría ningún efecto sobre su anatomía de no muerto. En cuanto pasaron a tomarles nota, Ivan se quedó un poco sorprendido al ver la inmensa cantidad de comida que pidió ella. Era impresionante que en un cuerpo tan pequeño cupiera tanta comida. Por otro lado había visto cosas más raras en otros momento, pero seguía siendo impactante.
- En todo caso, si lo que buscas es una buena recompensa, esta ciudad esta... podrida de dinero - su sonrisa se volvió irónica y macabra - Tanto que casi se les haría un favor a este hatajo de avariciosos adictos a los berries si se les aligerase un poco de su carga. Esta ciudad tiene un gobierno local que lo es sólo de nombre. El control está en manos de grupos criminales que realmente rigen los destinos de la ciudad y se reparten el control de la misma y sus negocios - el primer plato llegó bastante rápido. El pirata se relamió al ver el rechoncho calamar y comenzó a dar buena cuenta de él, hambriento. Entonces se dio cuenta de cuántas ganas tenía de comida sólida; llevaba bebiendo sangre unos cuantos días. Katharina no perdió su ocasión y trató de atacarle con la guardia baja, preguntando por el asunto del favor. El pirata dejó los cubiertos y se limpió la boca, algo incómodo.
- No es un tema del que hablar a la ligera - comenzó. Tenía en parte ganas de hablarlo. No tenía claro si sería el alcohol o llevar tanto tiempo sin mantener una conversación amistosa con una cara conocida. Por otra parte parecía que podía ser un tema que pudiera interesarle a ella, pero... ya iba a compartir el control de la ciudad con Émile. ¿Realmente quería a otra pirata más en el ajo? Por otra parte, a diferencia de Émile ella poca presión podía ejercerle. Aguzó su oído y activó su haki de observación, atendiendo a sus alrededores por si había algún extraño escuchando. No parecía que hubiese nadie al otro lado de la puerta. Entonces se levantó y comenzó a revisar las patas de la mesa, la pared, la baranda y la decoración en busca de micrófonos ocultos u otros aparatos de espionaje. Su búsqueda tuvo frutos, pues tras un cuadro de la pared encontró uno. Lo "desactivó" con un apretón entre sus dedos y volvió a dejar el cuadro en el sitio - En fin, arreglado - dijo sentándose - ¿Quieres saber qué voy a hacer aquí? De perdidos al río. Voy a aplastar a las mafias que controlan esta ciudad y hacerme con el control de ella. Evidentemente el favor tiene que ver con ello. Cierta persona se verá beneficiada de que esos grupos desaparezcan y que tome el control alguien dispuesto a hacer... cambios a su favor - suspiró y acabó el vaso de bourbon - No es la situación más agradable, pero ya planeaba conquistar esta ciudad y hacerla mi feudo antes de que esto ocurriera.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Adoptó una expresión pensativa ante las palabras de su acompañante. No recordaba la última vez que hizo algo por mera diversión, descontando las comidas y los libros, claro. Ahora que lo pensaba, sí que había sentido esa emoción al enfrentar desafíos casi imposibles de superar, y la mayoría de ellos fueron en compañía de los Arashi. Quizás su visión de las aventuras había cambiado un poco y ya no las consideraba tan absurdas como hace unos años. Sin embargo, era esa clase de persona que hacía las cosas motivada por un sentido mucho más profundo que la búsqueda de nuevas sensaciones. No criticaba a la gente que lo hacía, por supuesto. Guardó especial atención en la parte de poner a prueba sus habilidades. Recordó haberlo hecho al enfrentarse a Denis en uno de los últimos pisos de la Gran Aguja, cuando ya todo estaba al borde del colapso. Fue una pelea dura, pero que careció de sentido y terminó siendo realmente decepcionante. Justo cuando las cosas se estaban poniendo interesantes el combate terminó de una manera abrupta.
Se llevó el tenedor a la boca y saboreó casi extasiada el exquisito sabor del Pato D’ Argenta, un plato exótico del mar del oeste. Esa sutil mezcla entre el sabor agrio de la carne y el dulzor del vino con la que se había preparado era realmente fascinante. Intentaba prestarles atención a las palabras de Ivan, pero no era tan sencillo teniendo tanta comida en frente.
—A todos nos viene bien algo de dinero extra —respondió sin estar demasiado conectada a la conversación—, aunque habría que ser demasiado tonto o valiente como para intentar robarle a la mafia. —Vació de un sorbo el vaso de agua y luego miró a Ivan—. Pero a mí no me importaría tenerlos de enemigos, después de todo, si decidiera robarles lo más probable es que acaben muertos.
Dejó de comer al ver que el pirata se levantaba y empezaba a inspeccionar la habitación, como si estuviese buscando algo. Revisó la mesa y las sillas, las paredes e incluso la decoración. Al terminar su búsqueda extrajo un micrófono del cuadro que estaba frente a la bruja para luego desactivarlo. Le gustaba que fuese listo.
—Podría ayudarte, aunque esperaría recibir algo a cambio. No planeo entrometerme en tu conquista ni te pediré una parte de la ciudad, pero sí del botín —le dijo con los dedos entrelazados y los ojos puestos en él, refiriéndose al dinero—. Por el momento, tengo los ojos puestos en el Nuevo Mundo, allá donde las cosas son más interesantes… y divertidas. —Hizo una leve pausa y su expresión se tornó seria—. Tengo… planes pensados para el futuro, Ivan, y ciertamente me gustaría contar con alguien de tu nivel para ejecutarlos. El problema es que no me sirve que estés bajo el yugo de otra persona, e imagino lo molesto que estás por ello. No eres de los que se arrodillan; no hace falta conocerte demasiado para saberlo. Debe tratarse de algo muy importante para que te veas realmente obligado a pagar ese favor, ¿verdad? Te propondré algo: a cambio de la promesa de contar contigo en un futuro no muy lejano, te ayudaré a romper las cadenas que te atan a esa persona.
Sabía muy bien lo que decía; no era ninguna tonta. Había muy pocas personas en el mundo con el suficiente poder para subyugar a Ivan Markov. Como el favor estaba relacionado a eliminar las mafias de Dark Dome para imponer un nuevo orden, dudaba de que se tratase de alguna facción del Gobierno Mundial. Podía ser un Señor del Crimen, como Viktor, o en el peor de los casos tratarse de un Emperador del Mar. Estaba consciente de los problemas que le traería involucrarse en esa clase de asuntos, pero lo había estado pensando hace un tiempo. Actualmente, Katharina no formaba parte de la élite y eso le hería profundamente el orgullo. Ir tras un criminal de esa envergadura y obtener la victoria le daría el poder, la influencia y la fama que necesitaba para dar inicio a sus planes. Sin embargo, ya venía siendo hora de poner a prueba sus habilidades, de saber cuánto había crecido realmente desde que abandonó a los Arashi.
Se llevó el tenedor a la boca y saboreó casi extasiada el exquisito sabor del Pato D’ Argenta, un plato exótico del mar del oeste. Esa sutil mezcla entre el sabor agrio de la carne y el dulzor del vino con la que se había preparado era realmente fascinante. Intentaba prestarles atención a las palabras de Ivan, pero no era tan sencillo teniendo tanta comida en frente.
—A todos nos viene bien algo de dinero extra —respondió sin estar demasiado conectada a la conversación—, aunque habría que ser demasiado tonto o valiente como para intentar robarle a la mafia. —Vació de un sorbo el vaso de agua y luego miró a Ivan—. Pero a mí no me importaría tenerlos de enemigos, después de todo, si decidiera robarles lo más probable es que acaben muertos.
Dejó de comer al ver que el pirata se levantaba y empezaba a inspeccionar la habitación, como si estuviese buscando algo. Revisó la mesa y las sillas, las paredes e incluso la decoración. Al terminar su búsqueda extrajo un micrófono del cuadro que estaba frente a la bruja para luego desactivarlo. Le gustaba que fuese listo.
—Podría ayudarte, aunque esperaría recibir algo a cambio. No planeo entrometerme en tu conquista ni te pediré una parte de la ciudad, pero sí del botín —le dijo con los dedos entrelazados y los ojos puestos en él, refiriéndose al dinero—. Por el momento, tengo los ojos puestos en el Nuevo Mundo, allá donde las cosas son más interesantes… y divertidas. —Hizo una leve pausa y su expresión se tornó seria—. Tengo… planes pensados para el futuro, Ivan, y ciertamente me gustaría contar con alguien de tu nivel para ejecutarlos. El problema es que no me sirve que estés bajo el yugo de otra persona, e imagino lo molesto que estás por ello. No eres de los que se arrodillan; no hace falta conocerte demasiado para saberlo. Debe tratarse de algo muy importante para que te veas realmente obligado a pagar ese favor, ¿verdad? Te propondré algo: a cambio de la promesa de contar contigo en un futuro no muy lejano, te ayudaré a romper las cadenas que te atan a esa persona.
Sabía muy bien lo que decía; no era ninguna tonta. Había muy pocas personas en el mundo con el suficiente poder para subyugar a Ivan Markov. Como el favor estaba relacionado a eliminar las mafias de Dark Dome para imponer un nuevo orden, dudaba de que se tratase de alguna facción del Gobierno Mundial. Podía ser un Señor del Crimen, como Viktor, o en el peor de los casos tratarse de un Emperador del Mar. Estaba consciente de los problemas que le traería involucrarse en esa clase de asuntos, pero lo había estado pensando hace un tiempo. Actualmente, Katharina no formaba parte de la élite y eso le hería profundamente el orgullo. Ir tras un criminal de esa envergadura y obtener la victoria le daría el poder, la influencia y la fama que necesitaba para dar inicio a sus planes. Sin embargo, ya venía siendo hora de poner a prueba sus habilidades, de saber cuánto había crecido realmente desde que abandonó a los Arashi.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se encogió de hombros cuando ella dijo lo de la mafia. Eran gente peligrosa, eso era cierto. Al fin y al cabo a duras penas había salido vivo del cuartel del Lazo Rojo. Pero eso había sido antes de recuperar su akuma; un grupo de criminales que vivían de extorsionar a gente más débil no eran algo que le quitara el sueño. Al fin y al cabo, poco podían hacer que pudiera hacerle daño, más allá de ir directamente contra él. No tenían a nadie a quien atacar para ponerlo en jaque, otra persona se había ocupado ya de quitarles esa baza. Miró con pena la copa vacía de bourbon y pensó en llamar al camarero, pero no le apetecía dar a nadie una excusa para escuchar sus asuntos. Entonces vio la copa aún llena de Katharina - no vas a beber, ¿verdad? ¿Puedo? - en caso de que ella le diese su permiso, la cogería y daría un generoso sorbo, saboreando el dulzón licor.
Entonces Katharina habló. Y sus palabras al principio lo sorprendieron, y luego removieron algo en su interior. ¿Desesperanza, amargura? Algo en él le hacía creer que no era posible derrotar al Yonkou. Pero... ¿desde cuándo era así? Ni siquiera cuando su padre era un obstáculo infranqueable había sentido dudas. Había de todos modos una gran diferencia entre Derian y Émile, que volvía al segundo aterrador. Mientras que el rey había sido una persona con códigos e ideas muy claras, el segundo resultaba... voluble, caprichoso y falto de ninguna clase de atadura moral o ética. Respiró hondo, y comenzó a reírse suavemente, en un tono lento y desagradable, falto de alegría - Romper mis cadenas, ¿eh? Sonaría hermoso, pero... no veo como podríamos hacerlo - cogió el vaso y volvió a beber - ¿Quieres saber quién es la persona que me retiene? Bien, te lo diré. No va a hacer gran diferencia que lo sepas. Es Lion D. Émile, el Ángel Negro. Uno de los Emperadores del Nuevo Mundo.
Se levantó con una mirada febril, y se paseó por la estancia, observando a los músicos desde la balconada - He estado allí, Katharina. He visto su palacio, y el lugar en que se resguarda. Se trata de un bastión inexpugnable, un archipiélago fuertemente protegido y con el acceso bloqueado por grandes puertas de cientos de metros de largo, con centenares de piratas veteranos guardándolas. Tras las puertas, de sobrevivir a la artillería que protege los estrechos, nos encontraríamos en un mar protegido por la flota de Shichi no Akuma. En el centro hay cuatro islas rodeando una quinta, en una zona de mar tan superficial que sólo los barcos de menor calado pueden navegar hasta el Palacio. Y allí nos encontraríamos con un lugar de proporciones exageradamente grandes, laberíntico a más no poder, sin la menor idea de dónde está lo que busco - sonrió. Por algún motivo, exponer lo desesperanzado de la situación, ponerle una lógica y arrancar los velos de misticismo, hacía que algo se agitara en él. ¿Era posible acometer semejante empresa suicida? - Émile se ha llevado a mi hermana. Es su seguro contra mí. Si no actúo como desea, quién sabe lo que hará con ella. Torturarla, matarla y revivirla por placer, tal vez volverla contra mí - suspiró, se rió suavemente de nuevo, negando con la cabeza, y se giró hacia ella - ¿Sigues dispuesta a ayudarme?
Entonces Katharina habló. Y sus palabras al principio lo sorprendieron, y luego removieron algo en su interior. ¿Desesperanza, amargura? Algo en él le hacía creer que no era posible derrotar al Yonkou. Pero... ¿desde cuándo era así? Ni siquiera cuando su padre era un obstáculo infranqueable había sentido dudas. Había de todos modos una gran diferencia entre Derian y Émile, que volvía al segundo aterrador. Mientras que el rey había sido una persona con códigos e ideas muy claras, el segundo resultaba... voluble, caprichoso y falto de ninguna clase de atadura moral o ética. Respiró hondo, y comenzó a reírse suavemente, en un tono lento y desagradable, falto de alegría - Romper mis cadenas, ¿eh? Sonaría hermoso, pero... no veo como podríamos hacerlo - cogió el vaso y volvió a beber - ¿Quieres saber quién es la persona que me retiene? Bien, te lo diré. No va a hacer gran diferencia que lo sepas. Es Lion D. Émile, el Ángel Negro. Uno de los Emperadores del Nuevo Mundo.
Se levantó con una mirada febril, y se paseó por la estancia, observando a los músicos desde la balconada - He estado allí, Katharina. He visto su palacio, y el lugar en que se resguarda. Se trata de un bastión inexpugnable, un archipiélago fuertemente protegido y con el acceso bloqueado por grandes puertas de cientos de metros de largo, con centenares de piratas veteranos guardándolas. Tras las puertas, de sobrevivir a la artillería que protege los estrechos, nos encontraríamos en un mar protegido por la flota de Shichi no Akuma. En el centro hay cuatro islas rodeando una quinta, en una zona de mar tan superficial que sólo los barcos de menor calado pueden navegar hasta el Palacio. Y allí nos encontraríamos con un lugar de proporciones exageradamente grandes, laberíntico a más no poder, sin la menor idea de dónde está lo que busco - sonrió. Por algún motivo, exponer lo desesperanzado de la situación, ponerle una lógica y arrancar los velos de misticismo, hacía que algo se agitara en él. ¿Era posible acometer semejante empresa suicida? - Émile se ha llevado a mi hermana. Es su seguro contra mí. Si no actúo como desea, quién sabe lo que hará con ella. Torturarla, matarla y revivirla por placer, tal vez volverla contra mí - suspiró, se rió suavemente de nuevo, negando con la cabeza, y se giró hacia ella - ¿Sigues dispuesta a ayudarme?
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Respondió a su pregunta con un gesto de mano, indicándole que tomara el vaso; no le apetecía beber esa noche. Dejó la comida a un lado y se centró en las palabras de Ivan, reconociendo ese tono amargo, desesperanzado. ¿Acaso había razón para no estarlo? Había pensado bien en creer que uno de los Emperadores del Nuevo Mundo estaba involucrado, aunque tampoco hacía falta ser demasiado listo para suponer algo así. Al decidir ofrecer su ayuda significaba que entendía algo: no todos los piratas eran como Zane. Conocía muy bien la regla de su excapitán; el pollo ardiente ese les perdonaba la vida a sus oponentes. Sin embargo, Lion D. Émile no se parecía en nada a Zane. Si decidía ir contra el Yonkou, podría ser un viaje de solo ida. Estaba apuntando muy alto, pero era la única forma de alcanzar sus objetivos y demostrar su fuerza era el primer paso. En caso de fallar…, pues esperaría que su muerte al menos hiciera algo de ruido. ¿Sus antiguos compañeros buscarían venganza? ¿O solo unos pocos lo lamentarían? Estaba segura de que a Spanner le daría igual.
Al ofrecer su ayuda ya había considerado la posibilidad de ir contra aquellos que miran a los demás desde lo más alto, como si fueran dioses inalcanzables. Y jamás lo hubiese ofrecido de no ser porque había una probabilidad de ganar. ¿Qué llegaría a pensar el Alto Mando si se enterase de que Katharina venció a un Yonkou? Por fin empezarían a considerar el verdadero peligro que suponía su nombre. Había luchado codo a codo con uno de los hombres más fuertes del mundo, por lo que podía imaginar la dificultad del reto. No era idiota, sabía muy bien que en su estado actual jamás podría derrotar a alguien como Lion D. Émile. Y las palabras de Ivan le hacían entender que llegar hasta él ya era imposible.
—Solo necesito unos cuantos meses de preparación y el Ángel Negro caerá de su trono. Soy un genio, puedo lograrlo —le aseguró como si no estuviese consciente del peligro que estaba decidiendo enfrentar. Cualquiera que tuviera un mínimo de cordura se reiría de tremenda insensatez—. Por favor, no me hagas creer que piensas en lo tonta que sueno. Entiendo lo que significa ir tras un Emperador del Nuevo Mundo, navegué un buen tiempo con un hombre que perfectamente podría ser uno de ellos; sé lo que un hombre de ese nivel puede llegar a hacer —continuó hablando, habiéndose olvidado por completo de la comida—. Mi oferta sigue en pie, pero esto también lo hago por mí. Tengo grandes planes, y para mí es necesario derrocar a un Emperador del Nuevo Mundo. Tarde o temprano haré mi jugada, Ivan, y te convendrá que sea contra Lion D. Émile.
Guardaba un propósito aún más personal, uno que nunca lo revelaría en voz alta. Estaba cansada de que el mundo le subestimara. Había decidido desaparecer de la mira del Gobierno Mundial, intentar pasar desapercibida sin que la Marina le estuviese siguiendo. Todo para luego hacer una gran aparición, yendo en contra un de pez gordo como ese; así demostraría lo fuerte que era. En un futuro no muy lejano estremecería por completo el tablero donde los grandes lo controlaban todo. Solo cuando escuchó las últimas palabras del hombre entendió por qué estaba obligado a cumplir las órdenes del Emperador. Ella hubiese hecho lo mismo por Freya, de hecho, ¿no lo había hecho ya? Le resultaba una broma de muy mal gusto que la situación fuese similar.
—También usaron a mi hermana como moneda de cambio y me obligaron a hacer cosas para otros; sé lo que se siente —le confesó sin poder ocultar resentimiento en su voz, un resentimiento mezclado con una agria nota de tristeza—. Puede que las condiciones no se parezcan demasiado, pero alguien me ayudó para recuperar a Freya. Nunca pensé que tendría la oportunidad de hacer lo mismo que hicieron por mí. —Hizo una leve pausa, se levantó e intentaría quitarle el vaso a Ivan para darle un buen sorbo—. Me conociste cuando no era ni la mitad de lo que soy ahora, he entrenado muy duro y te demostraré lo mucho que he crecido en este tiempo. Sé que no es suficiente para derrotar a ese hombre, pero que alguien te ofrezca una mano es el primer paso para empezar a imaginarlo. Quizás te parezca confuso que decida ayudarte en tremenda travesía, pero recuerda que tú eres el que más puede perder.
Al ofrecer su ayuda ya había considerado la posibilidad de ir contra aquellos que miran a los demás desde lo más alto, como si fueran dioses inalcanzables. Y jamás lo hubiese ofrecido de no ser porque había una probabilidad de ganar. ¿Qué llegaría a pensar el Alto Mando si se enterase de que Katharina venció a un Yonkou? Por fin empezarían a considerar el verdadero peligro que suponía su nombre. Había luchado codo a codo con uno de los hombres más fuertes del mundo, por lo que podía imaginar la dificultad del reto. No era idiota, sabía muy bien que en su estado actual jamás podría derrotar a alguien como Lion D. Émile. Y las palabras de Ivan le hacían entender que llegar hasta él ya era imposible.
—Solo necesito unos cuantos meses de preparación y el Ángel Negro caerá de su trono. Soy un genio, puedo lograrlo —le aseguró como si no estuviese consciente del peligro que estaba decidiendo enfrentar. Cualquiera que tuviera un mínimo de cordura se reiría de tremenda insensatez—. Por favor, no me hagas creer que piensas en lo tonta que sueno. Entiendo lo que significa ir tras un Emperador del Nuevo Mundo, navegué un buen tiempo con un hombre que perfectamente podría ser uno de ellos; sé lo que un hombre de ese nivel puede llegar a hacer —continuó hablando, habiéndose olvidado por completo de la comida—. Mi oferta sigue en pie, pero esto también lo hago por mí. Tengo grandes planes, y para mí es necesario derrocar a un Emperador del Nuevo Mundo. Tarde o temprano haré mi jugada, Ivan, y te convendrá que sea contra Lion D. Émile.
Guardaba un propósito aún más personal, uno que nunca lo revelaría en voz alta. Estaba cansada de que el mundo le subestimara. Había decidido desaparecer de la mira del Gobierno Mundial, intentar pasar desapercibida sin que la Marina le estuviese siguiendo. Todo para luego hacer una gran aparición, yendo en contra un de pez gordo como ese; así demostraría lo fuerte que era. En un futuro no muy lejano estremecería por completo el tablero donde los grandes lo controlaban todo. Solo cuando escuchó las últimas palabras del hombre entendió por qué estaba obligado a cumplir las órdenes del Emperador. Ella hubiese hecho lo mismo por Freya, de hecho, ¿no lo había hecho ya? Le resultaba una broma de muy mal gusto que la situación fuese similar.
—También usaron a mi hermana como moneda de cambio y me obligaron a hacer cosas para otros; sé lo que se siente —le confesó sin poder ocultar resentimiento en su voz, un resentimiento mezclado con una agria nota de tristeza—. Puede que las condiciones no se parezcan demasiado, pero alguien me ayudó para recuperar a Freya. Nunca pensé que tendría la oportunidad de hacer lo mismo que hicieron por mí. —Hizo una leve pausa, se levantó e intentaría quitarle el vaso a Ivan para darle un buen sorbo—. Me conociste cuando no era ni la mitad de lo que soy ahora, he entrenado muy duro y te demostraré lo mucho que he crecido en este tiempo. Sé que no es suficiente para derrotar a ese hombre, pero que alguien te ofrezca una mano es el primer paso para empezar a imaginarlo. Quizás te parezca confuso que decida ayudarte en tremenda travesía, pero recuerda que tú eres el que más puede perder.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La confianza de ella le hizo que le entraran ganas de reír. Probablemente él hubiera dicho lo mismo antes de morir. Y sin embargo, qué diablos. ¿De qué servía la vida si no se aprovechaba al máximo? Se había prometido vivir sin arrepentimientos, exprimiendo cada momento y tomando cada oportunidad. Sonrió, esta vez con genuina alegría así como un poco de sorna - Te tomo la palabra. Juntos iremos a por Lion D. Émile y le haremos caer, o moriremos luchando - se apoyó en la balconada, contento y por primera vez en un tiempo relajado - Pero recuerda, si me estás engañando, te mataré - no habló con acritud, sino con la certeza y calma de quien constata un hecho. En ese momento escuchó un ruido al pie de las escaleras, y le hizo un gesto a Katharina para que se callara. Entró un camarero a dejar el siguiente plato y retirar los anteriores, a lo que Ivan se apresuró a encargarle una botella de bourbon. Con un par de vasos no le iba a llegar. Además, habría que celebrarlo.
Tras eso la escuchó hablar de su hermana y le tendió el vaso cuando esta se lo pidió. Habían pasado por cosas amargamente similares, y el pirata sintió empatía hacia ella. A diferencia de muchos otros, Katharina podía entender por lo que estaba pasando, pues había sufrido lo mismo. La impotencia, la preocupación y la rabia. Ese sentimiento de libertad arrebatada. El vampiro meneó la cabeza, comenzando a notar los efectos del alcohol entumecer sus sentidos y soltar su lengua - Es lo que otros llamarían empresa suicida, y con razón. Sin embargo muchas grandes historias no son más que empresas suicidas que contra todo pronóstico, salieron adelante. Estoy dispuesto a luchar a tu lado, Katharina von Steinhell, pero quiero saber qué es lo que quieres tú. Hay grandes posibilidades para ti en derrotar a un Emperador del Mar, pero, ¿qué me pedirás a mí? Dudo que sea mi cara bonita lo que buscas - sonrió traviesamente - para eso no hace falta proponer una aventura potencialmente mortal.
Se fijó ahora, desinhibido por el licor, en lo hermosa que era ella. Le costaba reconocer a la chica pequeña y esmirriada que había visto hacía tantos años. Hasta su pelo, anteriormente blanco, ahora era de un tono diferente. ¿Se lo teñiría? Parecía natural. Se apoyó de espaldas contra la barandilla y se rió para sí mismo. En otro momento habría intentado seducirla, pero en aquel momento no podría cansarle más la idea. Estaba cansado de esa clase de encuentros esporádicos, y echaba de menos lo que había tenido hacía tantos años. Sabía que aunque rescatase a su hermana aquello no volvería, pero... demonios, ¿qué le impedía soñar? Hasta él necesitaba a veces sentir cariño y aprecio.
- Y hablando de planes más inmediatos, ¿qué querrás hacer hoy? ¿Ayudarme a dar cuenta de esa botella? Creo que ambos hemos sufrido la suficiente mierda como para merecernos darle una alegría al cuerpo y olvidarse de los problemas por unas horas.
Tras eso la escuchó hablar de su hermana y le tendió el vaso cuando esta se lo pidió. Habían pasado por cosas amargamente similares, y el pirata sintió empatía hacia ella. A diferencia de muchos otros, Katharina podía entender por lo que estaba pasando, pues había sufrido lo mismo. La impotencia, la preocupación y la rabia. Ese sentimiento de libertad arrebatada. El vampiro meneó la cabeza, comenzando a notar los efectos del alcohol entumecer sus sentidos y soltar su lengua - Es lo que otros llamarían empresa suicida, y con razón. Sin embargo muchas grandes historias no son más que empresas suicidas que contra todo pronóstico, salieron adelante. Estoy dispuesto a luchar a tu lado, Katharina von Steinhell, pero quiero saber qué es lo que quieres tú. Hay grandes posibilidades para ti en derrotar a un Emperador del Mar, pero, ¿qué me pedirás a mí? Dudo que sea mi cara bonita lo que buscas - sonrió traviesamente - para eso no hace falta proponer una aventura potencialmente mortal.
Se fijó ahora, desinhibido por el licor, en lo hermosa que era ella. Le costaba reconocer a la chica pequeña y esmirriada que había visto hacía tantos años. Hasta su pelo, anteriormente blanco, ahora era de un tono diferente. ¿Se lo teñiría? Parecía natural. Se apoyó de espaldas contra la barandilla y se rió para sí mismo. En otro momento habría intentado seducirla, pero en aquel momento no podría cansarle más la idea. Estaba cansado de esa clase de encuentros esporádicos, y echaba de menos lo que había tenido hacía tantos años. Sabía que aunque rescatase a su hermana aquello no volvería, pero... demonios, ¿qué le impedía soñar? Hasta él necesitaba a veces sentir cariño y aprecio.
- Y hablando de planes más inmediatos, ¿qué querrás hacer hoy? ¿Ayudarme a dar cuenta de esa botella? Creo que ambos hemos sufrido la suficiente mierda como para merecernos darle una alegría al cuerpo y olvidarse de los problemas por unas horas.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se llevó el vaso a la boca y el whisky le ardió le hizo arder la garganta.
—¿Matarme? —le preguntó con las cejas alzadas—. Tus probabilidades son de cero, Ivan, pero no pienses en que ello. Mi propuesta no esconde segundas intenciones, todo lo que te he dicho es cierto. —Quizás había ignorado algunos pequeños detalles, pero no influían en nada a la gran empresa—. Lo prometo, Ivan Markov, juntos le haremos caer y recuperaremos a tu hermana —le juró con los ojos puestos en él y enseguida guardó silencio cuando el mesero apareció.
Sonrió una vez escuchó las palabras de su acompañante, volteándose rápidamente para ocultar su rostro enrojecido por la vergüenza. Por supuesto que no le interesaba una aventura de esa clase, ni mucho menos osaría arriesgar tanto por algo tan… estúpido. Cuando hubo recuperado la compostura enfrentó la demanda de Ivan, preguntándose si era buena idea contarle todo. ¿Qué pensaría ese hombre una vez supiera que derrotar a Lion D. Émile era solo un peldaño más? Katharina apuntaba a lo más alto: destruir el Gobierno Mundial; su ambición significaba enfrentar al país más poderoso del mundo. Por otra parte, era justo que Ivan supiera en lo que se estaba metiendo. Una vez hubiese derrotado a Émile y recuperado a la hermana de Ivan, se lo llevaría a otra guerra.
—Todos tenemos un sueño por el que luchamos, algo que queremos lograr a pesar de todos los obstáculos que pudiera haber. ¿Alguna vez has imaginado un mundo más libre, Ivan? Un mundo donde no estemos obligados a seguir un camino que se nos ha impuesto, donde no nos castiguen por querer hacer las cosas de otra forma. En esta o en la otra vida, destruiré el Gobierno Mundial—. «Y haré de este mundo un mejor lugar para aquellos como Freya», omitió—. Cuando llegue el momento te necesitaré, encarnaremos la guerra más importante de este último tiempo. Y cambiaremos el mundo.
Cada día se convencía más de que era posible hacer realidad su sueño, podía visualizar en su mente el momento en donde la gente pudiera elegir qué quería para su futuro. Su misión no era decidir por los demás, solo entregarle al mundo la posibilidad de ser verdaderamente libres. No planeaba quedarse en el poder y dirigir todo; se convertiría en lo mismo que el Gobierno Mundial. Luego… Vaya, jamás había pensado qué sucedería después. Nunca había imaginado que podría vivir en el mundo que pretendía dejarles a los demás. Quizá después de todo podría permitírselo, disfrutar de sus esfuerzos y vivir libremente su propia vida.
—Definitivamente no quieres verme borracha —respondió con sinceridad—. Yo con este vaso estoy lista. Además… —De pronto recordó lo que había ido a buscar a Dark Dome—. Tengo… ¡Sí, eso! ¡Tengo cosas que hacer! ¿No dijiste que tenías asuntos aquí? Podría ayudarte con esos mafiosos, pero antes debo hacerme cargo de algo.
Esperaba que Ivan no se ofreciese a acompañarle, de lo contrario, revelaría uno de sus grandes secretos. Absolutamente nadie sabía lo mucho que le gustaba el romance y resultaba muy vergonzoso para ella. Sin embargo, si decidía hacerlo… Bueno, sería difícil encontrar una buena excusa para sacárselo de encima. Tendría que improvisar, y en serio era muy mala haciéndolo.
—¿Matarme? —le preguntó con las cejas alzadas—. Tus probabilidades son de cero, Ivan, pero no pienses en que ello. Mi propuesta no esconde segundas intenciones, todo lo que te he dicho es cierto. —Quizás había ignorado algunos pequeños detalles, pero no influían en nada a la gran empresa—. Lo prometo, Ivan Markov, juntos le haremos caer y recuperaremos a tu hermana —le juró con los ojos puestos en él y enseguida guardó silencio cuando el mesero apareció.
Sonrió una vez escuchó las palabras de su acompañante, volteándose rápidamente para ocultar su rostro enrojecido por la vergüenza. Por supuesto que no le interesaba una aventura de esa clase, ni mucho menos osaría arriesgar tanto por algo tan… estúpido. Cuando hubo recuperado la compostura enfrentó la demanda de Ivan, preguntándose si era buena idea contarle todo. ¿Qué pensaría ese hombre una vez supiera que derrotar a Lion D. Émile era solo un peldaño más? Katharina apuntaba a lo más alto: destruir el Gobierno Mundial; su ambición significaba enfrentar al país más poderoso del mundo. Por otra parte, era justo que Ivan supiera en lo que se estaba metiendo. Una vez hubiese derrotado a Émile y recuperado a la hermana de Ivan, se lo llevaría a otra guerra.
—Todos tenemos un sueño por el que luchamos, algo que queremos lograr a pesar de todos los obstáculos que pudiera haber. ¿Alguna vez has imaginado un mundo más libre, Ivan? Un mundo donde no estemos obligados a seguir un camino que se nos ha impuesto, donde no nos castiguen por querer hacer las cosas de otra forma. En esta o en la otra vida, destruiré el Gobierno Mundial—. «Y haré de este mundo un mejor lugar para aquellos como Freya», omitió—. Cuando llegue el momento te necesitaré, encarnaremos la guerra más importante de este último tiempo. Y cambiaremos el mundo.
Cada día se convencía más de que era posible hacer realidad su sueño, podía visualizar en su mente el momento en donde la gente pudiera elegir qué quería para su futuro. Su misión no era decidir por los demás, solo entregarle al mundo la posibilidad de ser verdaderamente libres. No planeaba quedarse en el poder y dirigir todo; se convertiría en lo mismo que el Gobierno Mundial. Luego… Vaya, jamás había pensado qué sucedería después. Nunca había imaginado que podría vivir en el mundo que pretendía dejarles a los demás. Quizá después de todo podría permitírselo, disfrutar de sus esfuerzos y vivir libremente su propia vida.
—Definitivamente no quieres verme borracha —respondió con sinceridad—. Yo con este vaso estoy lista. Además… —De pronto recordó lo que había ido a buscar a Dark Dome—. Tengo… ¡Sí, eso! ¡Tengo cosas que hacer! ¿No dijiste que tenías asuntos aquí? Podría ayudarte con esos mafiosos, pero antes debo hacerme cargo de algo.
Esperaba que Ivan no se ofreciese a acompañarle, de lo contrario, revelaría uno de sus grandes secretos. Absolutamente nadie sabía lo mucho que le gustaba el romance y resultaba muy vergonzoso para ella. Sin embargo, si decidía hacerlo… Bueno, sería difícil encontrar una buena excusa para sacárselo de encima. Tendría que improvisar, y en serio era muy mala haciéndolo.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Enfrentarse al Gobierno? Aquel parecía un sueño propio de un revolucionario que el objetivo de una pirata. Ivan negó con la cabeza, extrañado. No es que fuese a negarse, pero le había pillado desprevenido para ser sincero. En sí no había nada en la petición que fuese contra sus principios o planes; ya era una persona buscada y si iba a intentar estudiar el pasado de la humanidad, eso iba a enfrentarle al Gobierno antes o después. Centrar sus esfuerzos en destruirlo, sin embargo... se sentó a la mesa de nuevo, y se sirvió una copa de bourbon. Mientras meditaba probó el primer bocado del filete de Greenlyn. El sabor ligeramente ácido de la carne cruda y el picante de la pimienta invadieron su boca, arrancándole un pequeño escalofrío de placer.
- Está bien, te ayudaré a acabar con el Gobierno. Siempre y cuando, eso sí, no choque con mis propios intereses. No soy amigo de esa gente, pero tengo prioridades y objetivos propios. No voy a negar de todos modos que todo sería mucho más fácil si no estuvieran de por medio.
Tras eso centró su atención en el plato, saboreando cada bocado. El sabor de las especias se entremezclaban con la tierna carne en un concierto de sabores que sacudía a Ivan con cada trozo que se llevaba a la boca. ¿Sería limón ese ácido persistente de fondo? Para cuando se dio cuenta había acabado todo, y se encontró mirando con cierta pena el plato vacío. Se encogió de hombros y se empezó a beber el vaso mientras escuchaba a Katharina - Oh, créeme que sí me gustaría. La gente desinhibida es cuando se vuelve interesante - soltó una risa maliciosa - puedo acompañarte. De todos modos, no es como si tuviera nada más interesante que hacer, y conozco la ciudad mejor que tú.
Se levantó y cogió la botella de bourbon, haciéndola desaparecer en el interior de uno de los bolsillos de su chaqueta, como si no fuese más grande que un limón. Tras eso se dirigió a la puerta y bajó hacia la barra. Pagó su parte (no estaba en ese momento para tirar cohetes en cuanto a dinero), y salió hacia la calle. Había bastante movimiento en ese momento, con algunos de esos vehículos metálicos recorriendo las calles. No le resultaban agradables; hacían ruido y olían mal. Además de que él se desplazaba más rápido volando.
- ¿Y bien? ¿Qué tienes que hacer?
- Está bien, te ayudaré a acabar con el Gobierno. Siempre y cuando, eso sí, no choque con mis propios intereses. No soy amigo de esa gente, pero tengo prioridades y objetivos propios. No voy a negar de todos modos que todo sería mucho más fácil si no estuvieran de por medio.
Tras eso centró su atención en el plato, saboreando cada bocado. El sabor de las especias se entremezclaban con la tierna carne en un concierto de sabores que sacudía a Ivan con cada trozo que se llevaba a la boca. ¿Sería limón ese ácido persistente de fondo? Para cuando se dio cuenta había acabado todo, y se encontró mirando con cierta pena el plato vacío. Se encogió de hombros y se empezó a beber el vaso mientras escuchaba a Katharina - Oh, créeme que sí me gustaría. La gente desinhibida es cuando se vuelve interesante - soltó una risa maliciosa - puedo acompañarte. De todos modos, no es como si tuviera nada más interesante que hacer, y conozco la ciudad mejor que tú.
Se levantó y cogió la botella de bourbon, haciéndola desaparecer en el interior de uno de los bolsillos de su chaqueta, como si no fuese más grande que un limón. Tras eso se dirigió a la puerta y bajó hacia la barra. Pagó su parte (no estaba en ese momento para tirar cohetes en cuanto a dinero), y salió hacia la calle. Había bastante movimiento en ese momento, con algunos de esos vehículos metálicos recorriendo las calles. No le resultaban agradables; hacían ruido y olían mal. Además de que él se desplazaba más rápido volando.
- ¿Y bien? ¿Qué tienes que hacer?
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
De ninguna manera permitiría que otros vieran cómo se ponía cuando el alcohol se le subía a la cabeza. Una sola persona le había visto con un par de copas encima, alguien que simplemente había desaparecido del mundo, Uchiha Madara. Habían pasado muchísimos años desde ese extraño encuentro, pero podía recordar lo tonta que se había puesto cuando bebió una segunda copa de vino. ¡Y eso que solo era vino! No quería ni imaginar lo que le pasaría si continuaba vaciando el vaso. Sus excompañeros tenían la fiesta en la sangre y podían tirarse tres días seguidos bebiendo y consumiendo drogas, para luego seguir con sus vidas como si nada. Y maldijo para sí misma cuando Ivan se ofreció a acompañarle. ¿Ahora cómo se iba a librar de una situación potencialmente vergonzosa? El mundo le tenía por una mujer fría, cruel e individualista, pero esa imagen cambiaría en el momento que se empezase a conocer su adicción por las novelas románticas.
—E-Está bien —titubeó la pelirrosa, volviendo a la comida y zampándose un buen trozo de carne untado en una salsa de espárrago, cebolla y cilantro—. ¿Conoces una librería? He recorrido media ciudad y aún no logro encontrar el ejemplar que busco. Se estrenó hoy, de hecho, vine hasta Dark Dome solo para comprarlo…
El pirata escondió la botella entre sus prendas y luego apareció el mesero con una sonrisa amigable en el rostro. Normal, pues tocaba la hora de pagar. Había asumido que su acompañante pagaría las decenas de platillos que pidió, por lo que se llevó una desagradable sorpresa al verlo pagar únicamente su parte. Katharina le fulminó con la mirada y luego desvió los ojos hacia el mesero. La comida había estado excelente y el lugar era muy bonito, pero no le apetecía pagar incluso teniendo dinero para costear esa y mil cenas más. Y aun así seguiría sobrándole el billete. Así que le sonrió al mesero y se arrojó del balcón, cayendo ágilmente a la primera planta y atravesando la puerta principal en cuestión de segundos. Ivan había tomado la delantera y le esperaba fuera del restaurante, habiéndose perdido la escena de Katharina. Intentaría tomarlo del brazo y echaría a correr con él en cualquier dirección, pero definitivamente no pagaría esa cuenta.
—Primero perdemos a los cocineros enfurecidos y luego buscamos una librería —respondió—. Creo que podría proponerte algo más —agregó inmediatamente después con una sonrisa en el rostro.
—E-Está bien —titubeó la pelirrosa, volviendo a la comida y zampándose un buen trozo de carne untado en una salsa de espárrago, cebolla y cilantro—. ¿Conoces una librería? He recorrido media ciudad y aún no logro encontrar el ejemplar que busco. Se estrenó hoy, de hecho, vine hasta Dark Dome solo para comprarlo…
El pirata escondió la botella entre sus prendas y luego apareció el mesero con una sonrisa amigable en el rostro. Normal, pues tocaba la hora de pagar. Había asumido que su acompañante pagaría las decenas de platillos que pidió, por lo que se llevó una desagradable sorpresa al verlo pagar únicamente su parte. Katharina le fulminó con la mirada y luego desvió los ojos hacia el mesero. La comida había estado excelente y el lugar era muy bonito, pero no le apetecía pagar incluso teniendo dinero para costear esa y mil cenas más. Y aun así seguiría sobrándole el billete. Así que le sonrió al mesero y se arrojó del balcón, cayendo ágilmente a la primera planta y atravesando la puerta principal en cuestión de segundos. Ivan había tomado la delantera y le esperaba fuera del restaurante, habiéndose perdido la escena de Katharina. Intentaría tomarlo del brazo y echaría a correr con él en cualquier dirección, pero definitivamente no pagaría esa cuenta.
—Primero perdemos a los cocineros enfurecidos y luego buscamos una librería —respondió—. Creo que podría proponerte algo más —agregó inmediatamente después con una sonrisa en el rostro.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Una librería? Eso no sería problema. En los últimos meses había dedicado mucho de su precioso tiempo libre a recorrer cada librería y biblioteca de la isla en busca de tomos de historia en los que sumergirse y seguir tratando de completar su conocimiento sobre la humanidad. Sin embargo, un libro recién estrenado... ¿a qué le sonaba eso? Diría que había leído algo en el periódico hacía unas horas. Una sonrisa pícara y malévola se dibujó en el rostro del vampiro, que se rió por lo bajo para sí mismo. Vaya con la fría Katharina. Al final resulta que sí que tenía sentimientos. Una vez esta apareció corriendo y se le agarró iba a soltarle un pique al respecto, pero esta mencionó algo de unos cocineros enfadados y trató de llevárselo corriendo. Como queriendo dar fuerza a su afirmación, la puerta del local se abrió violentamente tras ellos. El joven se rió con ganas:
- ¡Y yo que empezaba a pensar que no sabías divertirte! Eres una caja de sorpresas. ¡Agárrate!
Le pasó un brazo por la espalda y la sujetó, para a continuación elevarse por los aires a toda velocidad. La calle pronto quedó abajo, y estuvieron rodeados por las luces de los rascacielos. Ivan continuó elevándose hasta situarse por encima de las altas agujas y tejados que coronaban la urbe, quedando ante ellos un paisaje esplendoroso y lleno de contrastes. La gran megalópolis era un espectáculo de luces de neón y edificios que se alzaban como torres, recortándose frente al paisaje del mar. En la línea del horizonte podía verse, muy lejos, la luz del día rodeando la permanentemente nocturna isla. Bastante más cerca tenían un río que dividía la ciudad en dos mitades, y cerca de la zona menos urbana, un gran parque. Hacia su izquierda había una parte a oscuras de la isla, una zona montañosa donde nacía el río de Dark Dome. Ivan se permitió sonreír ante lo hermoso de las vistas, y comenzó a avanzar descendiendo lentamente - Nunca hubiera imaginado que tú de entre todas las personas estaría interesada en esa clase de novelas. Pero bueno, cada uno tiene sus aficiones. Tú lees romances y yo me como personas - soltó como sin nada, con una suave risa - ¿Hum? ¿Que eso no me deja en buen lugar? Bobadas.
Finalmente aterrizó en un amplio balcón en una de las plantas más altas de un rascacielos. En este había una mesa de cristal con unas cuantas sillas acolchadas. Las vistas daban al extenso parque. El vampiro se estiró y dijo - Ponte cómoda. Vuelvo en un momento - entró en la habitación arrimando la puerta tras él. Se dirigió a una caja fuerte y tras poner la combinación, sacó un fajo de papeles. Tras eso cerró y fue a buscar una botella de cava y dos copas. Ella no parecía con muchos ánimos de beber, pero vaya, tenía sus esperanzas de que le entrasen los ánimos festivos. Además, ahora le había entrado curiosidad por eso que había dicho de no querer verla borracha. Entró en la terraza con las cosas, depositando las copas y la botella en la mesa. Se puso frente a ella con una sonrisa enigmática y le dijo - Es probable que esto sea más incómodo de leer que un libro normal, pero estoy seguro de que lo apreciarás - entonces puso en sus manos los papeles. Eran el manuscrito original de "Una historia de verano."
- Te dije que llevo un tiempo aquí, ¿no? Y yo también tengo... cierta debilidad por los amores imposibles - dijo con cierta ironía.
Tras eso apartó una de las sillas de la mesa y se acomodó en ella, aguardando la reacción de Katharina. ¿Sería aquel el día indicado? Aquella era una historia que le quemaba en los labios, y que sólo había contado dos veces en su vida. Más aún, nadie aún había escuchado de sus labios la historia completa, porque las veces que la contó, aún no se había terminado. Entrecruzó los dedos y dijo:
- Ya que te gustan las historias de amor, estoy dispuesto a contarte una. Es una con final triste, pero no por ello menos hermosa. ¿Te gustaría oírla?
- ¡Y yo que empezaba a pensar que no sabías divertirte! Eres una caja de sorpresas. ¡Agárrate!
Le pasó un brazo por la espalda y la sujetó, para a continuación elevarse por los aires a toda velocidad. La calle pronto quedó abajo, y estuvieron rodeados por las luces de los rascacielos. Ivan continuó elevándose hasta situarse por encima de las altas agujas y tejados que coronaban la urbe, quedando ante ellos un paisaje esplendoroso y lleno de contrastes. La gran megalópolis era un espectáculo de luces de neón y edificios que se alzaban como torres, recortándose frente al paisaje del mar. En la línea del horizonte podía verse, muy lejos, la luz del día rodeando la permanentemente nocturna isla. Bastante más cerca tenían un río que dividía la ciudad en dos mitades, y cerca de la zona menos urbana, un gran parque. Hacia su izquierda había una parte a oscuras de la isla, una zona montañosa donde nacía el río de Dark Dome. Ivan se permitió sonreír ante lo hermoso de las vistas, y comenzó a avanzar descendiendo lentamente - Nunca hubiera imaginado que tú de entre todas las personas estaría interesada en esa clase de novelas. Pero bueno, cada uno tiene sus aficiones. Tú lees romances y yo me como personas - soltó como sin nada, con una suave risa - ¿Hum? ¿Que eso no me deja en buen lugar? Bobadas.
Finalmente aterrizó en un amplio balcón en una de las plantas más altas de un rascacielos. En este había una mesa de cristal con unas cuantas sillas acolchadas. Las vistas daban al extenso parque. El vampiro se estiró y dijo - Ponte cómoda. Vuelvo en un momento - entró en la habitación arrimando la puerta tras él. Se dirigió a una caja fuerte y tras poner la combinación, sacó un fajo de papeles. Tras eso cerró y fue a buscar una botella de cava y dos copas. Ella no parecía con muchos ánimos de beber, pero vaya, tenía sus esperanzas de que le entrasen los ánimos festivos. Además, ahora le había entrado curiosidad por eso que había dicho de no querer verla borracha. Entró en la terraza con las cosas, depositando las copas y la botella en la mesa. Se puso frente a ella con una sonrisa enigmática y le dijo - Es probable que esto sea más incómodo de leer que un libro normal, pero estoy seguro de que lo apreciarás - entonces puso en sus manos los papeles. Eran el manuscrito original de "Una historia de verano."
- Te dije que llevo un tiempo aquí, ¿no? Y yo también tengo... cierta debilidad por los amores imposibles - dijo con cierta ironía.
Tras eso apartó una de las sillas de la mesa y se acomodó en ella, aguardando la reacción de Katharina. ¿Sería aquel el día indicado? Aquella era una historia que le quemaba en los labios, y que sólo había contado dos veces en su vida. Más aún, nadie aún había escuchado de sus labios la historia completa, porque las veces que la contó, aún no se había terminado. Entrecruzó los dedos y dijo:
- Ya que te gustan las historias de amor, estoy dispuesto a contarte una. Es una con final triste, pero no por ello menos hermosa. ¿Te gustaría oírla?
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sus pies se separaron del suelo en un segundo y el viento comenzó a golpearle el rostro, mientras el cielo se le acercaba rápidamente y la ciudad se le alejaba, entregándole un espectáculo de luces y contrastes de proporciones idílicas. Estando allá arriba tenía la impresión de que los problemas jamás le alcanzarían, le hacía pensar que todas sus preocupaciones se habían quedado en la tierra. Quería permanecer un minuto más en el oscuro cielo de Dark Dome, contemplando en silencio las maravillosas vistas que ofrecía la ciudad. La tranquilidad del cielo resultaba embriagadora y parecía que intentaba convencerle de quedarse para siempre en ese lugar, saboreando por siempre la libertad de ir hacia donde ella quisiese. Sin embargo, las palabras de Ivan lo arruinaron todo. No porque hubiese hablado y destrozado el reconfortante silencio, sino porque había descubierto su pequeño secreto. ¡Maldita sea, cuánto se arrepentía de haber hablado de más durante la cena!
—¡¿Qué estás queriendo decir?! ¡¿Eh?! —le preguntó a modo de protesta, negándose a confesar lo mucho que amaba las novelas románticas. Se movía enérgicamente mientras soltaba un mar de maldiciones y frases sin sentido, arriesgándose a que Ivan la soltara y cayera desde lo alto del cielo. Sin embargo, el pirata tenía la suficiente fuerza para sostenerla incluso en medio de su berrinche.
Al cabo de unos minutos, y luego de que la bruja se hubiese calmado solo un poco, aterrizaron en un balcón con vistas preciosas. Caminó de brazos cruzados hasta la silla acolchada y, con los mofletes inflados, siguió murmurando cosas. Esperaba que no fuese otro restaurante porque ahora no podría arrojarse por el balcón para huir. Bueno, tenía pocas pintas de serlo, en todo caso. Ivan volvió luego de un rato con copas y una botella en la mano, y un montón de papeles en la otra. No entendió el sentido de las palabras del pirata, pero una vez comenzó a hojear la pila de páginas se dio cuenta de todo. Leyó apresuradamente las primeras líneas y luego pasó a la siguiente hoja. Repitió el proceso una y otra vez, poniéndose cada vez más ansiosa. No podía creer lo que tenía en sus manos. No, no, era imposible, pero… ahí estaba. Lo había buscado durante horas y la gente se había llevado cada ejemplar, sin embargo, el destino le había sonreído al preparar la reunión entre Kath y Ivan.
La expresión en sus ojos era una mezcla de euforia, felicidad y emoción pura, manifestándose en forma de estrellas y corazones. Quería llorar, pero no lo haría. No en frente de Ivan. Colocó su mano sobre el manuscrito y transmutó sus hojas, creando dos orificios para luego pasar una improvisada cuerda de tal manera que su transporte fuese más cómodo. La emoción del momento le había impedido percatarse de una verdad que estaba ante sus ojos, una verdad que respondía a la pregunta: «¿Por qué Ivan tenía el manuscrito de Una historia de verano?». Y entonces lo comprendió; había solo una posible respuesta. Le tomó un rato procesar lo que estaba viviendo, y en su interior se libraba una lucha entre la emoción y la razón. Una parte de ella quería gritar y llorar, festejar hasta reventar el hígado y seguir celebrando. No obstante, su contraparte le exigía compostura, mantenerse siempre elegante y superior a los demás. Pero aquel día mandó al diablo la lucha interna y tomó la iniciativa para servir dos copas hasta la mitad.
—No tengo palabras —pudo decir finalmente tras darle un pequeño sorbo al vino, relamiéndose los labios—. O sea, ¿qué puedo decir? Me veía partiéndole el culo a Lion D. Émile, pero no compartiendo una cena con el autor de «Una historia de verano». Y, dentro de todas las personas de este mundo, eres tú. Te pediría un autógrafo, pero creo que esto es mucho mejor —le dijo con la mirada clavada en el manuscrito. ¿Se lo estaba prestando? ¿O se lo había regalado? Daba igual, lo leería en solo una noche y luego podría devolvérselo—. Eres bueno, Ivan, realmente bueno. Y ahora tengo más motivos que nunca para invitarte a surcar los mares conmigo —confesó finalmente, dejando el libro en la mesa y sonriendo amablemente—. Tampoco jamás imaginé que terminaría formando una banda pirata, pero aquí estoy. Ya habrá tiempo de contarte más sobre The Sinners, primero permíteme escuchar tu historia. Estoy segura de que me encantará.
—¡¿Qué estás queriendo decir?! ¡¿Eh?! —le preguntó a modo de protesta, negándose a confesar lo mucho que amaba las novelas románticas. Se movía enérgicamente mientras soltaba un mar de maldiciones y frases sin sentido, arriesgándose a que Ivan la soltara y cayera desde lo alto del cielo. Sin embargo, el pirata tenía la suficiente fuerza para sostenerla incluso en medio de su berrinche.
Al cabo de unos minutos, y luego de que la bruja se hubiese calmado solo un poco, aterrizaron en un balcón con vistas preciosas. Caminó de brazos cruzados hasta la silla acolchada y, con los mofletes inflados, siguió murmurando cosas. Esperaba que no fuese otro restaurante porque ahora no podría arrojarse por el balcón para huir. Bueno, tenía pocas pintas de serlo, en todo caso. Ivan volvió luego de un rato con copas y una botella en la mano, y un montón de papeles en la otra. No entendió el sentido de las palabras del pirata, pero una vez comenzó a hojear la pila de páginas se dio cuenta de todo. Leyó apresuradamente las primeras líneas y luego pasó a la siguiente hoja. Repitió el proceso una y otra vez, poniéndose cada vez más ansiosa. No podía creer lo que tenía en sus manos. No, no, era imposible, pero… ahí estaba. Lo había buscado durante horas y la gente se había llevado cada ejemplar, sin embargo, el destino le había sonreído al preparar la reunión entre Kath y Ivan.
La expresión en sus ojos era una mezcla de euforia, felicidad y emoción pura, manifestándose en forma de estrellas y corazones. Quería llorar, pero no lo haría. No en frente de Ivan. Colocó su mano sobre el manuscrito y transmutó sus hojas, creando dos orificios para luego pasar una improvisada cuerda de tal manera que su transporte fuese más cómodo. La emoción del momento le había impedido percatarse de una verdad que estaba ante sus ojos, una verdad que respondía a la pregunta: «¿Por qué Ivan tenía el manuscrito de Una historia de verano?». Y entonces lo comprendió; había solo una posible respuesta. Le tomó un rato procesar lo que estaba viviendo, y en su interior se libraba una lucha entre la emoción y la razón. Una parte de ella quería gritar y llorar, festejar hasta reventar el hígado y seguir celebrando. No obstante, su contraparte le exigía compostura, mantenerse siempre elegante y superior a los demás. Pero aquel día mandó al diablo la lucha interna y tomó la iniciativa para servir dos copas hasta la mitad.
—No tengo palabras —pudo decir finalmente tras darle un pequeño sorbo al vino, relamiéndose los labios—. O sea, ¿qué puedo decir? Me veía partiéndole el culo a Lion D. Émile, pero no compartiendo una cena con el autor de «Una historia de verano». Y, dentro de todas las personas de este mundo, eres tú. Te pediría un autógrafo, pero creo que esto es mucho mejor —le dijo con la mirada clavada en el manuscrito. ¿Se lo estaba prestando? ¿O se lo había regalado? Daba igual, lo leería en solo una noche y luego podría devolvérselo—. Eres bueno, Ivan, realmente bueno. Y ahora tengo más motivos que nunca para invitarte a surcar los mares conmigo —confesó finalmente, dejando el libro en la mesa y sonriendo amablemente—. Tampoco jamás imaginé que terminaría formando una banda pirata, pero aquí estoy. Ya habrá tiempo de contarte más sobre The Sinners, primero permíteme escuchar tu historia. Estoy segura de que me encantará.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una sonrisa, cálida y alegre como pocas que hubiese mostrado, asomó a los labios de Ivan. Aquel libro había sido para él una manera de descargar su mente, dejar salir sus pasiones y de paso hacerse un dinero. Pero más que eso le había servido para acallar sus sentimientos por Iliana, volcándolos en tinta y papel en una historia más alegre. En lo que podría haber sido. Nunca le había dado mucha importancia, para él era sólo una terapia, una manera de comulgar con una parte de sí mismo. Además el anonimato que había mantenido bajo el pseudónimo J. M. le había permitido mantenerse al margen de fans y seguidores. Sin embargo una parte de él se alegraba de ver que alguien pudiese apreciar tanto su historia. Entonces le logró el turno de sorprenderle a ella, haciéndole una oferta que le hizo quedarse por un momento sin palabras. Eso sí que no lo había esperado. Echó mano de su copa y bebió en silencio. Con un torrente de pensamientos en su mente, decidió ahogar en alcohol todo ello y comenzar su historia. Sacó un pequeño dial de grabación con una canción, y lo puso sobre la mesa, pulsando el botón de reproducción. Todo buen relato mejoraba con la ambientación apropiada, fuese música y alcohol o el calor y la luz de una hoguera.
Música de fondo
Hace tiempo, vivía un rey sin esposa. A pesar de que buscó a lo largo y ancho del reino, e incluso fue más allá de los mares, no logró encontrar a nadie que considerase digno de ser su compañera de vida. Los años pasaron y el rey comenzó a ver el final de su aventura cada vez más próximo, así que decidió que necesitaba un heredero. Cogió a sus mejores hombres y les ordenó buscar a los hijos ilegítimos que a lo largo de su vida había engendrado con diferentes mujeres del reino y más allá. Y tras una larga búsqueda estos le trajeron a una princesa, de origen humilde, pero hermosa e inteligente. El rey se sintió complacido y la nombró su heredera.
Sin embargo un tiempo después el último de sus hombres llegó con noticias: había un heredero varón. Un joven fuerte y valiente, que era la viva imagen del rey. Sin embargo este ya había proclamado a una heredera, así que no le convenía tener a alguien que disputase el derecho de gobernar de su hija. Tras mucho pensarlo, decidió acoger también a su hijo sin reconocerlo frente al reino, manteniendo el secreto de su origen. Decidió que sería el guardián del reino, lo entrenaría para ser fuerte y leal, la persona que protegería de todo mal a la princesa y a su país. Le enseñaría a ser discreto, a guardar silencio y a vigilar desde las sombras. Sería aquel que eliminaría a los enemigos en silencio y guardase a la gente cuando todos durmieran. Siempre en secreto, sin ser reconocido.
Frente a la corte, el joven guerrero no era más que un sirviente. Hasta sus rasgos y parecido con el rey fueron disimulados con disfraces y engaños que ocultaban su verdadero rostro. Y como era inevitable, acabó conociendo a la princesa. Eran tan diferentes como el día y la noche, y tan complementarios como ambos. Ella era alegre, radiante, hermosa y llena de vida. Él era silencioso, solemne, triste y dulce. Se vieron inevitablemente atraídos el uno hacia el otro, de una manera totalmente inevitable. Juntos eran uno. Junto a ella, él sacaba a relucir la belleza de su sonrisa, y ella a su lado se volvía cálida como el sol del mediodía. Al principio no comprendían lo que eran juntos, lo que sentían. Exploraron su relación con la inocencia de la juventud, al principio como amigos, casi como un juego. Pero lo que ellos compartían era una relación prohibida, tanto con máscaras como sin ellas. Ella era una princesa y él un sirviente, y aunque en realidad ambos compartiesen sangre real, eran medio hermanos.
Y finalmente se supo. El rey descubrió lo que había entre sus hijos, y su furia se volvió contra su hijo, al que consideró un traidor que había roto con su confianza. Habiéndole puesto como guardián de su hermana, había buscado robar su corazón. Pero había más en su rabia de lo que realmente entendía; veía en sus hijos la búsqueda que jamás había completado. Y en aquel amor maldito creía verse reflejado a sí mismo y su eterna soledad. Llevado por la cólera, desterró a su hijo del reino y castigó cruelmente a su hija por haber yacido con un criado. Le dijo que había hecho ejecutar a este, y le mostró el corazón de un joven criado ejecutado en su lugar, diciéndole que era el corazón de su amado. Ella se rompió del dolor, y creyendo a su amado muerto, se vio obligada a olvidar.
Pero él nunca pudo hacerlo. Sabiendo que ella seguía viva, surcó en solitario los anchos mares. En la luna veía la luz de su sonrisa, y en la suave caricia de la brisa el roce de sus labios. Recorrió tierras extranjeras y vio maravillas que nadie en su isla hubiese creído posible, bebió de fuentes puras en altas montañas y compartió aventuras con personas de toda clase. Sin embargo nada lograba calmar la herida en su corazón. Podía ser feliz y disfrutar de la oportunidad que se le había dado de recorrer el mundo, pero en el fondo, no era libre. Parte de su ser nunca había abandonado su tierra. No estaba completo. Un día llegó la noticia de la muerte del rey, y con ello el ascenso al trono de su querida hermana. Una parte de él pensó en volver. Una parte de él quería hacerlo y suplicarle que le tomase de vuelta a su lado. Pero otra parte sabía que no era justo ni la mejor idea. Aún con todo su amor, la había engañado, había ocultado su verdadera identidad y dejado que llorase su muerte.
Pero aún con todo cuanto hiciera, cuantos placeres obtuviera o maravillas contemplase, nada lograba calmar su corazón. Sus pensamientos y su alma siempre le traicionaban recordándole el hogar perdido y la mujer que había dejado atrás. Sus sentimientos le traicionaron, y finalmente volvió a buscarla. Pero ella ya no era quien era. Su luz había muerto, y su sonrisa, antes cálida, ahora era fría como el viento del norte. Cuando el joven guerrero volvió a su lado, esta se sintió dolida y traicionada. El hombre al que había llorado durante años había resultado ser un impostor, un mentiroso que le había ocultado su identidad y había dejado que lo creyera muerto. Hizo que lo arrojasen a la mazmorra más oscura del palacio y dejó que se pudriera allí.
Ambos eran para el otro como una vela para una luciérnaga. Cuanto más se aproximaban, más se quemaban, pero no podían evitarlo. Aunque ahora maltrechos y heridos, seguían siendo dos caras de la misma moneda, uno y lo mismo. Y cuando el joven guerrero se liberó de su celda, usando su ingenio y las habilidades que había aprendido en su largo viaje, capturó a la reina y con todo el dolor y rabia de su corazón, soltó palabras que jamás debieron ser pronunciadas, que luego se arrepentiría de haber dicho. Una terrible maldición: "Tú vida será eterna. Durante incontables noches caminarás maldiciendo tu destino. Tú, que dominaste a los hombres y jugaste con sus vidas, sufrirás el mismo destino que infligiste. Renacerás cuando el sol muera y caminarás bajo la luna, viviendo como una sombra de quién fuiste, obligada a alimentarte como un parásito de las vidas ajenas y morirás cada amanecer."
El vampiro espiró lentamente, tratando de contener y ocultar con relativo éxito un temblor en sus hombros. Sentía frío en las manos y los ojos llorosos, pero logró evitar mostrar sus lágrimas. ¿El alcohol lo había puesto sensible? Tal vez. No fue capaz de terminar la historia, no de golpe. Faltaba el momento final, la cumbre a aquella tragedia.
- La maldición de él no llegaría a cumplirse. Ella atravesó su corazón con una espada y se quitó la vida. Murieron juntos, sin haber sabido perdonarse y decirse que aún se amaban. Sin haber sabido aprovechar su última oportunidad.
Música de fondo
Hace tiempo, vivía un rey sin esposa. A pesar de que buscó a lo largo y ancho del reino, e incluso fue más allá de los mares, no logró encontrar a nadie que considerase digno de ser su compañera de vida. Los años pasaron y el rey comenzó a ver el final de su aventura cada vez más próximo, así que decidió que necesitaba un heredero. Cogió a sus mejores hombres y les ordenó buscar a los hijos ilegítimos que a lo largo de su vida había engendrado con diferentes mujeres del reino y más allá. Y tras una larga búsqueda estos le trajeron a una princesa, de origen humilde, pero hermosa e inteligente. El rey se sintió complacido y la nombró su heredera.
Sin embargo un tiempo después el último de sus hombres llegó con noticias: había un heredero varón. Un joven fuerte y valiente, que era la viva imagen del rey. Sin embargo este ya había proclamado a una heredera, así que no le convenía tener a alguien que disputase el derecho de gobernar de su hija. Tras mucho pensarlo, decidió acoger también a su hijo sin reconocerlo frente al reino, manteniendo el secreto de su origen. Decidió que sería el guardián del reino, lo entrenaría para ser fuerte y leal, la persona que protegería de todo mal a la princesa y a su país. Le enseñaría a ser discreto, a guardar silencio y a vigilar desde las sombras. Sería aquel que eliminaría a los enemigos en silencio y guardase a la gente cuando todos durmieran. Siempre en secreto, sin ser reconocido.
Frente a la corte, el joven guerrero no era más que un sirviente. Hasta sus rasgos y parecido con el rey fueron disimulados con disfraces y engaños que ocultaban su verdadero rostro. Y como era inevitable, acabó conociendo a la princesa. Eran tan diferentes como el día y la noche, y tan complementarios como ambos. Ella era alegre, radiante, hermosa y llena de vida. Él era silencioso, solemne, triste y dulce. Se vieron inevitablemente atraídos el uno hacia el otro, de una manera totalmente inevitable. Juntos eran uno. Junto a ella, él sacaba a relucir la belleza de su sonrisa, y ella a su lado se volvía cálida como el sol del mediodía. Al principio no comprendían lo que eran juntos, lo que sentían. Exploraron su relación con la inocencia de la juventud, al principio como amigos, casi como un juego. Pero lo que ellos compartían era una relación prohibida, tanto con máscaras como sin ellas. Ella era una princesa y él un sirviente, y aunque en realidad ambos compartiesen sangre real, eran medio hermanos.
Y finalmente se supo. El rey descubrió lo que había entre sus hijos, y su furia se volvió contra su hijo, al que consideró un traidor que había roto con su confianza. Habiéndole puesto como guardián de su hermana, había buscado robar su corazón. Pero había más en su rabia de lo que realmente entendía; veía en sus hijos la búsqueda que jamás había completado. Y en aquel amor maldito creía verse reflejado a sí mismo y su eterna soledad. Llevado por la cólera, desterró a su hijo del reino y castigó cruelmente a su hija por haber yacido con un criado. Le dijo que había hecho ejecutar a este, y le mostró el corazón de un joven criado ejecutado en su lugar, diciéndole que era el corazón de su amado. Ella se rompió del dolor, y creyendo a su amado muerto, se vio obligada a olvidar.
Pero él nunca pudo hacerlo. Sabiendo que ella seguía viva, surcó en solitario los anchos mares. En la luna veía la luz de su sonrisa, y en la suave caricia de la brisa el roce de sus labios. Recorrió tierras extranjeras y vio maravillas que nadie en su isla hubiese creído posible, bebió de fuentes puras en altas montañas y compartió aventuras con personas de toda clase. Sin embargo nada lograba calmar la herida en su corazón. Podía ser feliz y disfrutar de la oportunidad que se le había dado de recorrer el mundo, pero en el fondo, no era libre. Parte de su ser nunca había abandonado su tierra. No estaba completo. Un día llegó la noticia de la muerte del rey, y con ello el ascenso al trono de su querida hermana. Una parte de él pensó en volver. Una parte de él quería hacerlo y suplicarle que le tomase de vuelta a su lado. Pero otra parte sabía que no era justo ni la mejor idea. Aún con todo su amor, la había engañado, había ocultado su verdadera identidad y dejado que llorase su muerte.
Pero aún con todo cuanto hiciera, cuantos placeres obtuviera o maravillas contemplase, nada lograba calmar su corazón. Sus pensamientos y su alma siempre le traicionaban recordándole el hogar perdido y la mujer que había dejado atrás. Sus sentimientos le traicionaron, y finalmente volvió a buscarla. Pero ella ya no era quien era. Su luz había muerto, y su sonrisa, antes cálida, ahora era fría como el viento del norte. Cuando el joven guerrero volvió a su lado, esta se sintió dolida y traicionada. El hombre al que había llorado durante años había resultado ser un impostor, un mentiroso que le había ocultado su identidad y había dejado que lo creyera muerto. Hizo que lo arrojasen a la mazmorra más oscura del palacio y dejó que se pudriera allí.
Ambos eran para el otro como una vela para una luciérnaga. Cuanto más se aproximaban, más se quemaban, pero no podían evitarlo. Aunque ahora maltrechos y heridos, seguían siendo dos caras de la misma moneda, uno y lo mismo. Y cuando el joven guerrero se liberó de su celda, usando su ingenio y las habilidades que había aprendido en su largo viaje, capturó a la reina y con todo el dolor y rabia de su corazón, soltó palabras que jamás debieron ser pronunciadas, que luego se arrepentiría de haber dicho. Una terrible maldición: "Tú vida será eterna. Durante incontables noches caminarás maldiciendo tu destino. Tú, que dominaste a los hombres y jugaste con sus vidas, sufrirás el mismo destino que infligiste. Renacerás cuando el sol muera y caminarás bajo la luna, viviendo como una sombra de quién fuiste, obligada a alimentarte como un parásito de las vidas ajenas y morirás cada amanecer."
El vampiro espiró lentamente, tratando de contener y ocultar con relativo éxito un temblor en sus hombros. Sentía frío en las manos y los ojos llorosos, pero logró evitar mostrar sus lágrimas. ¿El alcohol lo había puesto sensible? Tal vez. No fue capaz de terminar la historia, no de golpe. Faltaba el momento final, la cumbre a aquella tragedia.
- La maldición de él no llegaría a cumplirse. Ella atravesó su corazón con una espada y se quitó la vida. Murieron juntos, sin haber sabido perdonarse y decirse que aún se amaban. Sin haber sabido aprovechar su última oportunidad.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se recostó en el asiento de mimbre y buscó una postura cómoda, tomó la copa y empezó a jugar con ella. El vino se deslizaba por las paredes de cristal, agitándose según su voluntad. «Una historia de verano» era un relato abordado inteligentemente, incluso diría con pasión. El argumento, los personales y las palabras cuidadosamente empleadas en su creación, secuestraban al lector a una montaña rusa de emociones. Era su propia forma de experimentar lo que nunca había sentido en carne propia: el amor de otra persona. En las palabras plasmadas sobre el papel podía encerrar sus propias fantasías, liberando sus deseos más íntimos y puros, completamente desconectada del mundo. Había veces que se imaginaba a sí misma dentro de la historia, creando su propia versión. Un buen libro era aquel que sacaba a flor de piel un mar de sensaciones, y Ivan lo había conseguido.
Empezó a escuchar totalmente concentrada las palabras del escritor, reconociendo una pizca de amargura en su voz. Solo bastó la primera oración para sumergirse en el relato, imaginando con profundo detalle lo que decía Ivan. Así funcionaba su cabeza. Le dio un profundo sorbo al vino, sintiendo esa dulce nota pasar por su garganta. No era justo. La historia del pirata calentaba su corazón desde dentro hacia fuera, derritiendo la fría coraza que lo mantenía aislado y seguro, aunque muerto. Podía imaginar los sentimientos de la princesa y su medio hermano: la esperanza y el amor; la frustración y la impotencia. Al igual que en «Una historia de verano» el origen de la relación estaba condenada a fracasar desde su concepción. El mundo jamás aceptaría el amor entre dos hermanos. Y a medida que las palabras parecían salir por si solas, Katharina comenzaba a ver la profundidad del relato. A un oído tan preparado como el suyo no se le escaparía ningún detalle; mucho menos ese dolor tan genuino que se ocultaba tras una pantalla tan rígida como el hielo de su corazón.
Había trazado una línea que conectaba todo lo que sabía respecto a Ivan, y luego de que el bastardo maldijese a la princesa, las dudas desaparecieron al instante de su mente. Sería un insulto al orgullo del pirata sentir lástima, así que no se compadecería. Sin embargo, los sentimientos que transportaba la voz del escritor calaron hondo en ella. Una lágrima recorrió su mejilla, la quitó con suavidad y acercó la copa a sus labios. ¿En qué momento sus ojos se habían humedecido al punto de traicionarle? Joder, no había derramado una sola lágrima frente a nadie desde el funeral de su hermana. Quiso excusarse en el alcohol, pero no había bebido ni un tercio comparada a Ivan. Era hora de aceptar que incluso ella tenía sentimientos, y que dejarlos fluir de vez en cuando era bueno; lo mismo había hecho el pirata frente a ella. Sin embargo, el final le descolocó al punto de no saber qué pensar. ¿Después de todo no se trataba de una historia vivida en carne propia? ¿O solo quería cambiar el final? No, estaba segura de que Ivan estaba contando su vida. Esa forma tan auténtica de transmitir un sentimiento era muy difícil de fingir.
—Aquí no termina, ¿verdad? —comentó, volviendo a acomodarse en la butaca—. Tu expresión melancólica te delata, Ivan, y si todo hubiese terminado así… no me estarías contando esta historia. ¿Qué pasó después?
Empezó a escuchar totalmente concentrada las palabras del escritor, reconociendo una pizca de amargura en su voz. Solo bastó la primera oración para sumergirse en el relato, imaginando con profundo detalle lo que decía Ivan. Así funcionaba su cabeza. Le dio un profundo sorbo al vino, sintiendo esa dulce nota pasar por su garganta. No era justo. La historia del pirata calentaba su corazón desde dentro hacia fuera, derritiendo la fría coraza que lo mantenía aislado y seguro, aunque muerto. Podía imaginar los sentimientos de la princesa y su medio hermano: la esperanza y el amor; la frustración y la impotencia. Al igual que en «Una historia de verano» el origen de la relación estaba condenada a fracasar desde su concepción. El mundo jamás aceptaría el amor entre dos hermanos. Y a medida que las palabras parecían salir por si solas, Katharina comenzaba a ver la profundidad del relato. A un oído tan preparado como el suyo no se le escaparía ningún detalle; mucho menos ese dolor tan genuino que se ocultaba tras una pantalla tan rígida como el hielo de su corazón.
Había trazado una línea que conectaba todo lo que sabía respecto a Ivan, y luego de que el bastardo maldijese a la princesa, las dudas desaparecieron al instante de su mente. Sería un insulto al orgullo del pirata sentir lástima, así que no se compadecería. Sin embargo, los sentimientos que transportaba la voz del escritor calaron hondo en ella. Una lágrima recorrió su mejilla, la quitó con suavidad y acercó la copa a sus labios. ¿En qué momento sus ojos se habían humedecido al punto de traicionarle? Joder, no había derramado una sola lágrima frente a nadie desde el funeral de su hermana. Quiso excusarse en el alcohol, pero no había bebido ni un tercio comparada a Ivan. Era hora de aceptar que incluso ella tenía sentimientos, y que dejarlos fluir de vez en cuando era bueno; lo mismo había hecho el pirata frente a ella. Sin embargo, el final le descolocó al punto de no saber qué pensar. ¿Después de todo no se trataba de una historia vivida en carne propia? ¿O solo quería cambiar el final? No, estaba segura de que Ivan estaba contando su vida. Esa forma tan auténtica de transmitir un sentimiento era muy difícil de fingir.
—Aquí no termina, ¿verdad? —comentó, volviendo a acomodarse en la butaca—. Tu expresión melancólica te delata, Ivan, y si todo hubiese terminado así… no me estarías contando esta historia. ¿Qué pasó después?
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Las lágrimas en su rostro y las palabras en su boca lo decían claramente: lo sabía. No era simplemente una historia. El pirata inspiró lentamente, y soltó todo el aire en un profundo suspiro, intentando calmar el incendio que azotaba su interior. A esas alturas, casi le daba igual no haber ocultado los detalles y dejarle adivinar la verdad tras la historia. Por algo la había contado. En el fondo había deseado que lo supiera, e inconscientemente había evitado ocultar detalles cruciales. Decir todo aquello era tomar aire tras un largo buceo. Se sentía débil, mareado. Su corazón latía con tanta fuerza que notaba cada pulsación en su muñeca, y oleadas de frío y calor le recorrían arrancándole pequeños escalofríos. Lentamente se levantó, echando hacia atrás los brazos para dejar caer la chaqueta. Su torso quedó al aire, mostrando un cuerpo atlético. Era delgado, pero sus músculos estaban perfectamente definidos y marcados, y su piel era pálida y tersa. Varias cicatrices desfiguraban su cuerpo. Tenía dos en los antebrazos, unas marcas de sutura casi a la altura de los codos como si le hubieran cosido estos en el sitio en el pasado. Las otras estaban en su pecho. Una era larga y gruesa, un corte horizontal que le cruzaba ambos pectorales. La otra era una fina incisión en el lado izquierdo de su pecho, a la altura del corazón.
- Mi cuerpo se cura completamente de todas las heridas que recibe, siempre. No me quedan cicatrices cuando me hieren, no desde que consumí mi akuma no mi - su tono era falsamente calmado, más una nota contenida de dolor. Entonces se llevó la mano a la cicatriz sobre su corazón - Excepto esta. Aquí fue donde la espada de kairoseki que Iliana empuñaba me atravesó. Ni siquiera yo puedo sobrevivir a una herida así, no con un arma como esa - no pudo evitarlo más. Una lágrima brotó, y otra la siguió - Ojalá hubiese acabado ahí. Le mentí, le hice sufrir y le arranqué su futuro y su reino, convirtiéndola en un monstruo. Merecía haberme muerto allí. Ella merecía el descanso - la voz se le entrecortó por un momento, pero inspiró hondo y logró controlarla - Pero él se interpuso. Nos devolvió la vida a ambos. Lion D. Émile... él... fue quien me devolvió la vida la primera vez. No he sido del todo correcto en mi historia. Mi padre no le enseñó ningún corazón a Iliana. Me asesinó delante de ella, como castigo. La obligó a verme morir. Y luego, hizo que Émile me devolviera a la vida. Ahora ha vuelto a hacer lo mismo, pero esta vez somos sus herramientas. Iliana es su prisionera, y el seguro de que colaboraré con sus planes.
Cogió su copa y se la bebió de un trago, con violencia y rabia. Dejó la copa con tanto descuido que estuvo a punto de romperla, pero Ivan no dio señales de darse cuenta. Rodeó la mesa y se acercó a la barandilla, sentándose sobre esta. Sus emociones anteriores habían desaparecido, ahora sus hombros estaban caídos y su mirada clavada en el suelo. Ya no quedaba nada de su pose orgullosa habitual o de su confianza y seguridad. No sentía ya tampoco todo ese cúmulo de pensamientos y emociones en su interior, todo había ardido y sólo cenizas quedaban. Sólo frío. Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa cruelmente triste - Mi vida es una broma de mal gusto. Rescatarla y lograr darle libertad para continuar su vida es toda la esperanza que me queda. He logrado que me odie hasta el punto de que no le importó morir para matarme. Y lo peor de esta mala comedia, es saber que han sido mis decisiones y acciones lo que me han llevado a esto.
Alzó ahora la mirada y la clavó en Katharina. Había algo febril en sus ojos, un brillo extraño, como de una llama moribunda - Por eso me prometí que aprovecharía esta nueva oportunidad de vivir. Me dije que viviría la vida sin arrepentimientos de ahora en adelante. He aceptado lo que ha ocurrido hasta ahora. Empezar a vivir de nuevo de cero - se levantó de la barandilla y caminó hacia ella - No soy un buen hombre. No soy la clase de persona que se detiene ante sus metas porque otros estén en medio. Ni de la clase que es delicado con sus compañeros cuando están mal. No soy de los que ponen un hombro sobre el que llorar. Pero sí puedes tener por seguro que soy de la clase de hombre que está con sus compañeros hasta el amargo final, contra viento y marea. De los que tal vez no te pregunten si estás bien, pero que cuando tropieces, te tenderán una mano. Si estás dispuesta a aceptar eso, tendrás un camarada. Si estás dispuesta a aceptarme y respetarme tal y como soy, tendrás a alguien fiel a ti - le tendió la mano. Su voz había sido, inesperado para él, solemne, emotiva y cargada de sentimiento. Mientras lo hacía, en ningún momento dejó de mirar a los ojos de la chica. Aun algo enrojecidos por las lágrimas, sus ojos seguían siendo hermosos, de un intenso azul hielo.
- Mi cuerpo se cura completamente de todas las heridas que recibe, siempre. No me quedan cicatrices cuando me hieren, no desde que consumí mi akuma no mi - su tono era falsamente calmado, más una nota contenida de dolor. Entonces se llevó la mano a la cicatriz sobre su corazón - Excepto esta. Aquí fue donde la espada de kairoseki que Iliana empuñaba me atravesó. Ni siquiera yo puedo sobrevivir a una herida así, no con un arma como esa - no pudo evitarlo más. Una lágrima brotó, y otra la siguió - Ojalá hubiese acabado ahí. Le mentí, le hice sufrir y le arranqué su futuro y su reino, convirtiéndola en un monstruo. Merecía haberme muerto allí. Ella merecía el descanso - la voz se le entrecortó por un momento, pero inspiró hondo y logró controlarla - Pero él se interpuso. Nos devolvió la vida a ambos. Lion D. Émile... él... fue quien me devolvió la vida la primera vez. No he sido del todo correcto en mi historia. Mi padre no le enseñó ningún corazón a Iliana. Me asesinó delante de ella, como castigo. La obligó a verme morir. Y luego, hizo que Émile me devolviera a la vida. Ahora ha vuelto a hacer lo mismo, pero esta vez somos sus herramientas. Iliana es su prisionera, y el seguro de que colaboraré con sus planes.
Cogió su copa y se la bebió de un trago, con violencia y rabia. Dejó la copa con tanto descuido que estuvo a punto de romperla, pero Ivan no dio señales de darse cuenta. Rodeó la mesa y se acercó a la barandilla, sentándose sobre esta. Sus emociones anteriores habían desaparecido, ahora sus hombros estaban caídos y su mirada clavada en el suelo. Ya no quedaba nada de su pose orgullosa habitual o de su confianza y seguridad. No sentía ya tampoco todo ese cúmulo de pensamientos y emociones en su interior, todo había ardido y sólo cenizas quedaban. Sólo frío. Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa cruelmente triste - Mi vida es una broma de mal gusto. Rescatarla y lograr darle libertad para continuar su vida es toda la esperanza que me queda. He logrado que me odie hasta el punto de que no le importó morir para matarme. Y lo peor de esta mala comedia, es saber que han sido mis decisiones y acciones lo que me han llevado a esto.
Alzó ahora la mirada y la clavó en Katharina. Había algo febril en sus ojos, un brillo extraño, como de una llama moribunda - Por eso me prometí que aprovecharía esta nueva oportunidad de vivir. Me dije que viviría la vida sin arrepentimientos de ahora en adelante. He aceptado lo que ha ocurrido hasta ahora. Empezar a vivir de nuevo de cero - se levantó de la barandilla y caminó hacia ella - No soy un buen hombre. No soy la clase de persona que se detiene ante sus metas porque otros estén en medio. Ni de la clase que es delicado con sus compañeros cuando están mal. No soy de los que ponen un hombro sobre el que llorar. Pero sí puedes tener por seguro que soy de la clase de hombre que está con sus compañeros hasta el amargo final, contra viento y marea. De los que tal vez no te pregunten si estás bien, pero que cuando tropieces, te tenderán una mano. Si estás dispuesta a aceptar eso, tendrás un camarada. Si estás dispuesta a aceptarme y respetarme tal y como soy, tendrás a alguien fiel a ti - le tendió la mano. Su voz había sido, inesperado para él, solemne, emotiva y cargada de sentimiento. Mientras lo hacía, en ningún momento dejó de mirar a los ojos de la chica. Aun algo enrojecidos por las lágrimas, sus ojos seguían siendo hermosos, de un intenso azul hielo.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sonrió amargamente; se parecían más de lo que le hubiese gustado. Reparó en las cicatrices de su cuerpo y sin poder evitarlo sintió un escalofrío. Casi inconscientemente posó con delicadeza su mano sobre el hombro opuesto, como queriendo tocarse la espalda. Había veces en la vida que solo se podía aprender del modo más inhumano, y solía dejar marcas que sirvieran como recordatorio, huellas que al mirarlas encarnaban el dolor de aquel entonces. Era la forma en que la vida les enseñaba que los fracasos se pagan muy caro. Y estaba segura de que cada vez que Ivan se mirase el pecho, recordaría que jamás estaría completo sin ella. Le costaba…, pero podía imaginarse el dolor que debía sentir el vampiro. ¿Qué sentiría ella si su hermana le odiase al punto de quitarse la vida para matarle? Y, por si fuera poco, era la persona que Ivan amaba. Que Iliana apuñalase a Ivan hubiese sido incluso un final feliz, en comparación a lo que ambos debían estar sufriendo ahora. Maldecía a Derian Markov. Y también a Lion D. Émile. No porque fuesen dos seres completamente aborrecibles incluso para alguien tan cruel como ella misma. Les maldecía por todo el dolor que le causaron —y le seguían causando— a quien sería su primer compañero luego de haber estado completamente sola. Y solo un idiota no se preocuparía de ser maldecido por una bruja.
Un recuerdo que había estado oculto por años apareció en forma de película, siendo invadida por una sensación de nostalgia a la que no sabía cómo reaccionar. Cuando su hermana estuvo presa en el castillo de ese hombre solo hubo una persona que le ayudó. A pesar de no tener lazos de sangre, Meredith lo arriesgó todo para liberar a Freya como si se tratase de su propia hija. Ir en contra de los intereses de la Orden Carmesí suponía un castigo peor que la muerte. Jamás lo hubiera admitido en voz alta por razones que ni ella entendía; quizás deseaba proteger la imagen que el mundo tenía de Katharina von Steinhell, aquella chica fría, cruel y arrogante. Pero por primera vez en mucho tiempo quería ayudar a otra persona sin tener intereses egoístas de por medio, sino porque creía que valía la pena luchar por mantener viva la esperanza de Ivan. Quizás aún no era lo suficientemente fuerte para cumplir su más grande ambición, pero por ahora…, por ahora pelearía para que el propio mundo del pirata fuese un mejor lugar. Y el primer paso para lograrlo era quitando a Lion D. Émile de en medio.
—No te atrevas a conformarte solo con liberar a Iliana porque no es más que el primer gran paso que darás en tu nueva vida. Arriesgaré mi vida al ir tras uno de los hombres más poderosos del mundo, Ivan, y no lo haré solo para demostrarle al Gobierno Mundial lo peligrosa que soy. —Hacía mucho que no se emocionaba tanto, le hacía sentirse… viva; tanto que no podía reprimir más su fuerza de voluntad que se hacía notar poco a poco, haciendo que todo a su alrededor se estremeciera—. Derrotaré a Lion D. Émile, juro que lo haré, y tú lucharás por recuperar lo que alguna vez te hizo creer que este mundo no está del todo podrido. Irás tras Iliana y le harás saber que ella es la razón por la que, a pesar de todo, aún mantienes esperanzas. Promételo que lo harás, y mis espadas cortarán cualquier obstáculo que haya en el camino, incluso a un Emperador del Mar.
Ya no podía seguir ocultándolo: era una maldita romántica. Quería que hubiera un final feliz para Ivan e Iliana, aunque tuviese que pelear contra el mismo destino. Sería incluso mejor que leer el resto de «Una historia de verano». Participaría en la propia historia. Y cuando su acompañante se aproximó hacia ella, se levantó y buscó su mirada. A diferencia de lo que su excapitán hizo con ella, jamás pisotearía los sentimientos de Ivan.
—No necesito un príncipe azul que intente consolarme cuando el destino se vuelva en mi contra, sino a un hombre que ni la propia muerte es capaz de vencer. —Esbozó una sonrisa genuina, aún con los ojos vidriosos—. Me siento extraña al saber que hay alguien que se parece tanto a mí, Ivan. «El mundo se divide entre cazadores y presas… Yo soy del primer tipo» —citó lo que le había dicho al vampiro hacía cuatro años—, ¿recuerdas que te lo dije? Puede que ante los ojos del mundo no sea más que una bruja desalmada, una asesina sin remordimientos ni sentimientos, pero es solo porque tengo el valor para hacer lo que otros no. Sin embargo, esa imagen es demasiado conveniente para el Gobierno Mundial; no soy de las que duda en quitar cualquier obstáculo que tenga en frente, es cierto, pero jamás me retracto de una promesa. Mientras me seas fiel podrás contar con una mano amiga en todo momento, incluso cuando creas que no queda esperanza te demostraré que los milagros existen. Navega a mi lado, Ivan, y juntos cambiaremos nuestros destinos —dijo finalmente, manteniendo la sonrisa de antes y respondiendo a sus palabras con un apretón de manos.
Jamás olvidaría el día en que conoció a Ivan Markov; mucho menos la abismal diferencia que había entre ellos dos en ese momento y que, de haberlo querido, el vampiro podría haber acabado con Katharina. «… creo que no comprendes que no estás en posición de negociar», recordó las palabras de Ivan, «en el momento en que dieras un paso hacia la salida del callejón, caerías muerta». Había recorrido un largo trecho si ahora alguien tan poderoso como él le confiaba su última esperanza. Y le demostraría estar a la altura de las expectativas que había formado. Por último, para cerrar la promesa con el destino como único testigo, la bruja miró la copa de vino y la vació por completo. Así era como los piratas hacían las cosas, ¿verdad?
Un recuerdo que había estado oculto por años apareció en forma de película, siendo invadida por una sensación de nostalgia a la que no sabía cómo reaccionar. Cuando su hermana estuvo presa en el castillo de ese hombre solo hubo una persona que le ayudó. A pesar de no tener lazos de sangre, Meredith lo arriesgó todo para liberar a Freya como si se tratase de su propia hija. Ir en contra de los intereses de la Orden Carmesí suponía un castigo peor que la muerte. Jamás lo hubiera admitido en voz alta por razones que ni ella entendía; quizás deseaba proteger la imagen que el mundo tenía de Katharina von Steinhell, aquella chica fría, cruel y arrogante. Pero por primera vez en mucho tiempo quería ayudar a otra persona sin tener intereses egoístas de por medio, sino porque creía que valía la pena luchar por mantener viva la esperanza de Ivan. Quizás aún no era lo suficientemente fuerte para cumplir su más grande ambición, pero por ahora…, por ahora pelearía para que el propio mundo del pirata fuese un mejor lugar. Y el primer paso para lograrlo era quitando a Lion D. Émile de en medio.
—No te atrevas a conformarte solo con liberar a Iliana porque no es más que el primer gran paso que darás en tu nueva vida. Arriesgaré mi vida al ir tras uno de los hombres más poderosos del mundo, Ivan, y no lo haré solo para demostrarle al Gobierno Mundial lo peligrosa que soy. —Hacía mucho que no se emocionaba tanto, le hacía sentirse… viva; tanto que no podía reprimir más su fuerza de voluntad que se hacía notar poco a poco, haciendo que todo a su alrededor se estremeciera—. Derrotaré a Lion D. Émile, juro que lo haré, y tú lucharás por recuperar lo que alguna vez te hizo creer que este mundo no está del todo podrido. Irás tras Iliana y le harás saber que ella es la razón por la que, a pesar de todo, aún mantienes esperanzas. Promételo que lo harás, y mis espadas cortarán cualquier obstáculo que haya en el camino, incluso a un Emperador del Mar.
Ya no podía seguir ocultándolo: era una maldita romántica. Quería que hubiera un final feliz para Ivan e Iliana, aunque tuviese que pelear contra el mismo destino. Sería incluso mejor que leer el resto de «Una historia de verano». Participaría en la propia historia. Y cuando su acompañante se aproximó hacia ella, se levantó y buscó su mirada. A diferencia de lo que su excapitán hizo con ella, jamás pisotearía los sentimientos de Ivan.
—No necesito un príncipe azul que intente consolarme cuando el destino se vuelva en mi contra, sino a un hombre que ni la propia muerte es capaz de vencer. —Esbozó una sonrisa genuina, aún con los ojos vidriosos—. Me siento extraña al saber que hay alguien que se parece tanto a mí, Ivan. «El mundo se divide entre cazadores y presas… Yo soy del primer tipo» —citó lo que le había dicho al vampiro hacía cuatro años—, ¿recuerdas que te lo dije? Puede que ante los ojos del mundo no sea más que una bruja desalmada, una asesina sin remordimientos ni sentimientos, pero es solo porque tengo el valor para hacer lo que otros no. Sin embargo, esa imagen es demasiado conveniente para el Gobierno Mundial; no soy de las que duda en quitar cualquier obstáculo que tenga en frente, es cierto, pero jamás me retracto de una promesa. Mientras me seas fiel podrás contar con una mano amiga en todo momento, incluso cuando creas que no queda esperanza te demostraré que los milagros existen. Navega a mi lado, Ivan, y juntos cambiaremos nuestros destinos —dijo finalmente, manteniendo la sonrisa de antes y respondiendo a sus palabras con un apretón de manos.
Jamás olvidaría el día en que conoció a Ivan Markov; mucho menos la abismal diferencia que había entre ellos dos en ese momento y que, de haberlo querido, el vampiro podría haber acabado con Katharina. «… creo que no comprendes que no estás en posición de negociar», recordó las palabras de Ivan, «en el momento en que dieras un paso hacia la salida del callejón, caerías muerta». Había recorrido un largo trecho si ahora alguien tan poderoso como él le confiaba su última esperanza. Y le demostraría estar a la altura de las expectativas que había formado. Por último, para cerrar la promesa con el destino como único testigo, la bruja miró la copa de vino y la vació por completo. Así era como los piratas hacían las cosas, ¿verdad?
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Por segunda vez en la noche, volvió a sonreír de manera totalmente sincera y alegre, sin gestos sarcásticos. Su rostro pareció perder años por un momento, y pareció un chico joven y alegre. Tras ese breve momento, una mueca ligeramente burlona se dibujó en su rostro - ¿estás segura de que querrás navegar con un pervertido con hambre de niñas? - replicó, haciendo referencia a lo que le había llamado ella cuando se conocieron. Tras eso le soltó la mano y cogió la botella para llenarse su copa. Hizo amago de llenar la de ella, comprobando su reacción para saber si servirle, y la dejó sobre la mesa. ¿Recuperar a Iliana? Probablemente sin el alcohol sería algo que le provocaría dolor y esperanza a partes iguales, pero anestesiado por el licor era, irónicamente, capaz de pensarlo con algo más de perspectiva. O más bien la estúpida sensación de invencibilidad que le hacía creer capaz de comerse el mundo. Se había dicho que la vida sin arrepentimientos, ¿no? Entonces debía intentarlo.
Se sentó en la mesa y vació la copa de un trago, pensativo a la par que animado - No sé si será posible. Recuperarla, digo. Pero si hay al menos una posibilidad, por pequeña que sea de que dejemos todo de lado, tengo que intentarlo. El tiempo que pasamos juntos... - negó con la cabeza - no fue tanto, realmente. ¿Medio año? Pero me marcó. No he vuelto a sentirme tan completo jamás en mi vida - se volvió hacia Katharina y volvió a llenarse la copa - Si te soy sincero, creo que no sería una buena pareja en términos convencionales. No me gusta estar atado a un único sitio mucho tiempo y me marchito sin acción. Necesito un objetivo en mi vida, necesito riesgo y aventuras. No disfrutaría de sentar la cabeza y tener una familia. Quiero ver el mundo, descubrir los secretos que oculta, desentrañar la historia oculta del Siglo Vacío, ver si Raftel existe... hay muchas cosas por hacer. Creo que ni siquiera estaría hecho para la fidelidad carnal. Es decir, si Iliana me lo pidiera, lo dejaría pasar y no estaría físicamente con nadie más. Pero ese no sería yo. Me gusta disfrutar de la vida, y el sexo es un placer más. No tiene por qué haber sentimientos ligados a él, mientras sea sólo atracción, ¿qué más da? - se encogió de hombros - supongo que mi perspectiva es diferente por quién soy. Hay un componente... casi erótico en alimentarse de la sangre de alguien, al menos como vampiro. Es una experiencia muy física, muy profunda y que causa un gran placer. Cuando estás acostumbrado a sentir cosas así cada vez que te alimentas, la intimidad física pierde misticismo.
El alcohol le había soltado la lengua, así como toda la situación. Se empezaba a sentir muy próximo a Katharina, y no solía tener ocasión de hablar temas así con nadie. Es decir, desde que Zero había desaparecido del mapa lo más parecido a un amigo que había tenido había sido Syxel, y con él todo se había limitado a fiestas, alcohol y alguna pelea amistosa ocasional. Resultaba un desahogo poder hablar con alguien sin más, sin poner filtros ni cuidarse de lo que decía o no. Llevaba demasiado tiempo entre falsos compañeros y enemigos. Estaba.... relajado y feliz. Como no lo estaba en años.
- ¿Y tú qué? ¿Hay alguien especial en tu vida, o prefieres disfrutar de la vida pirata? ¿Un alguien en cada puerto? - sonrió burlonamente.
Se sentó en la mesa y vació la copa de un trago, pensativo a la par que animado - No sé si será posible. Recuperarla, digo. Pero si hay al menos una posibilidad, por pequeña que sea de que dejemos todo de lado, tengo que intentarlo. El tiempo que pasamos juntos... - negó con la cabeza - no fue tanto, realmente. ¿Medio año? Pero me marcó. No he vuelto a sentirme tan completo jamás en mi vida - se volvió hacia Katharina y volvió a llenarse la copa - Si te soy sincero, creo que no sería una buena pareja en términos convencionales. No me gusta estar atado a un único sitio mucho tiempo y me marchito sin acción. Necesito un objetivo en mi vida, necesito riesgo y aventuras. No disfrutaría de sentar la cabeza y tener una familia. Quiero ver el mundo, descubrir los secretos que oculta, desentrañar la historia oculta del Siglo Vacío, ver si Raftel existe... hay muchas cosas por hacer. Creo que ni siquiera estaría hecho para la fidelidad carnal. Es decir, si Iliana me lo pidiera, lo dejaría pasar y no estaría físicamente con nadie más. Pero ese no sería yo. Me gusta disfrutar de la vida, y el sexo es un placer más. No tiene por qué haber sentimientos ligados a él, mientras sea sólo atracción, ¿qué más da? - se encogió de hombros - supongo que mi perspectiva es diferente por quién soy. Hay un componente... casi erótico en alimentarse de la sangre de alguien, al menos como vampiro. Es una experiencia muy física, muy profunda y que causa un gran placer. Cuando estás acostumbrado a sentir cosas así cada vez que te alimentas, la intimidad física pierde misticismo.
El alcohol le había soltado la lengua, así como toda la situación. Se empezaba a sentir muy próximo a Katharina, y no solía tener ocasión de hablar temas así con nadie. Es decir, desde que Zero había desaparecido del mapa lo más parecido a un amigo que había tenido había sido Syxel, y con él todo se había limitado a fiestas, alcohol y alguna pelea amistosa ocasional. Resultaba un desahogo poder hablar con alguien sin más, sin poner filtros ni cuidarse de lo que decía o no. Llevaba demasiado tiempo entre falsos compañeros y enemigos. Estaba.... relajado y feliz. Como no lo estaba en años.
- ¿Y tú qué? ¿Hay alguien especial en tu vida, o prefieres disfrutar de la vida pirata? ¿Un alguien en cada puerto? - sonrió burlonamente.
Katharina von Steinhell
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Hizo el amague de vomitar el cuarto de copa de vino que se había zampado de un solo sorbo, inclinándose ligeramente hacia delante y soltando una arcada. No es que el vino fuese malo, todo lo contrario, era realmente exquisito y muy pocas personas podrían costear una botella como esa. Estaba confundida, las palabras de Ivan por un momento se habían vuelto más… intensas, y le calaban profundamente el corazón. Dios, quería llorar. El alcohol empezaba a alterar sus sentidos, volviéndola mucho más susceptible a la emoción del ambiente. Si hubiera estado en una fiesta, probablemente estaría gritando y bailando de allá para acá sin importarle lo más mínimo el qué dirán. Sin embargo, se encontraba en una velada cargada de sentimientos muy intensos, revelaciones provenientes de lo más íntimo del corazón. Dudó cuando Ivan se ofreció a llenar su copa, pero era una situación muy especial: había conseguido a su primer compañero, así que se limitó a hacer un gesto afirmativo con la cabeza, soltando una sonrisa muy torpe.
Le dio un buen sorbo a la copa y sintió que el vino se había vuelto mucho más suave. ¿Y por qué Ivan parecía venir e irse en partes iguales? Enfocar la mirada cada vez era más difícil, joder. Sin prestarle demasiada atención a los extraños síntomas que estaba sintiendo, escuchó las palabras del vampiro. Hasta ahora pensaba que se parecían mucho, pero también tenían grandes diferencias. Tenía la impresión de que el pirata buscaba sensaciones muy intensas, variadas y profundas. Y sintió especial admiración al escucharle hablar sobre el Siglo Vacío. Al final sus objetivos estaban relacionados puesto que, una vez no hubiera Gobierno Mundial, sería muchísimo más fácil estudiar el pasado de la humanidad. Por otra parte, y a pesar de jamás haberlo experimentado, creía que el sexo no debía tratarse como una cuestión meramente banal, sino que este guardaba un significado mucho más íntimo. Lo veía como algo especial, una experiencia que no compartiría con cualquier persona, sino que le dedicaría ese momento único a la persona que alguna vez llegaría a amar.
Soltó una sonrisa apagada la oír la pregunta de Ivan, siendo incapaz de reprimir unas lágrimas. Se sentía extrañamente melancólica, triste, sola. Pero también le agradaba poder escuchar a alguien, y que este le escuchara de la misma forma. El vampiro se había explayado tan abiertamente que sería injusto no intentar lo mismo.
—Creo que eres la única persona que se ha detenido a preguntarme algo sobre mi vida personal. Desde la muerte de Freya no he hecho más que fortalecerme para algún día darles a los demás lo que no pude darle a ella: un mundo mejor. Sé que parece tonto que alguien como yo lo diga, incluso puede sonar hipócrita pues he hecho tanto daño… A veces pienso que, en vez de construir algo bueno, estoy haciendo todo lo contrario. —Humedeció la boca con un sorbo de vino. Ya casi no lo sentía y creía que tenía las fuerzas para hablar de cualquier cosa. Creía que era su momento—. He vivido tanto tiempo obsesionada con destruir al Gobierno Mundial que me he olvidado de vivir. No tengo amigos ni nadie a quien pueda considerar especial. ¿Sentirías lástima si te digo que estoy sola en este mundo? Mi madre murió luego de dar luz y mi padre desapareció años después. Freya…, ella ya no está conmigo por culpa de mis propias decisiones. —Por un momento parecía que su voz iba a romperse, pero consiguió recomponerse aun cuando los ojos le habían traicionado—. Tuve compañeros en la Marina; también desaparecieron. Y luego creí que había encontrado mi lugar al navegar con los Arashi, pero, joder, fui una estúpida al creerlo.
Con la copa en mano se levantó de la butaca y caminó hacia la baranda del balcón, sintiendo la suave brisa de la ciudad, dándole la espalda a Ivan. Parecía como si un mar de luces danzara para ella en un espectáculo de decenas de colores diferentes. Por momentos todo se veía tan… nítido, y por momentos todo lo contrario: distorsionado como si fuese imposible enfocar con la mirada. En cierta forma le alegraba tener esa copa en la mano. Si no fuese por el alcohol que tenía en el cuerpo, no hubiera podido hablar abiertamente; mucho menos haber llorado frente a otra persona.
—Seguí cada una de las órdenes de Zane e incluso arriesgué mi vida por sus intereses egoístas, solo por querer demostrarle al mundo lo poderoso que es. Y no solo me arrastraba a mí, a los demás también. —El solo recordar ese momento en la Gran Aguja le hacía hervir la sangre—. Sabía lo mucho que odio al Gobierno Mundial y a la Marina, pero igual me hizo aceptar un pacto que había hecho con ellos. No objeté y una vez más cumplí sus órdenes. ¿Qué crees que me dijo cuando le pedí ayuda para ir contra el Gobierno Mundial? «Deja de poner en riesgo a los demás. Somos piratas, no justicieros» —imitó a la perfección el tono y el timbre de su excapitán. Ya no podía seguir reprimiendo lo que sentía, liberando inconscientemente su voluntad, haciendo temblar el suelo—. Siento que di mucho por una persona que no me dio nada a cambio. Y, aun así, Zane fue lo más cercano a un amigo. —La bruja volteó hacia el vampiro. No sabía si era el alcohol o el momento, quizás ambos, pero por primera vez en años había desaparecido por completo esa expresión dura, rígida y distante, como si siempre estuviese enfadada con alguien o algo—. Para mí el sexo no es solo algo físico, un placer más. Creo que es necesario que haya sentimientos de por medio, odiaría volverlo algo tan banal como cualquier otra cosa. Puede que las novelas románticas me hayan hecho pensar así. Quizás sean las culpables de que aún esté esperando al amor de mi vida, pero quién sabe, puede que esté allá fuera, en algún lugar. Gracias, supongo, esta conversación me ha dado algo de esperanza.
Miró dudosamente la copa, pero mandó al diablo las consecuencias y la bajó de un sorbo, habiendo cruzado la línea que no debía cruzar por el bien de su dignidad. Y del orden.
Le dio un buen sorbo a la copa y sintió que el vino se había vuelto mucho más suave. ¿Y por qué Ivan parecía venir e irse en partes iguales? Enfocar la mirada cada vez era más difícil, joder. Sin prestarle demasiada atención a los extraños síntomas que estaba sintiendo, escuchó las palabras del vampiro. Hasta ahora pensaba que se parecían mucho, pero también tenían grandes diferencias. Tenía la impresión de que el pirata buscaba sensaciones muy intensas, variadas y profundas. Y sintió especial admiración al escucharle hablar sobre el Siglo Vacío. Al final sus objetivos estaban relacionados puesto que, una vez no hubiera Gobierno Mundial, sería muchísimo más fácil estudiar el pasado de la humanidad. Por otra parte, y a pesar de jamás haberlo experimentado, creía que el sexo no debía tratarse como una cuestión meramente banal, sino que este guardaba un significado mucho más íntimo. Lo veía como algo especial, una experiencia que no compartiría con cualquier persona, sino que le dedicaría ese momento único a la persona que alguna vez llegaría a amar.
Soltó una sonrisa apagada la oír la pregunta de Ivan, siendo incapaz de reprimir unas lágrimas. Se sentía extrañamente melancólica, triste, sola. Pero también le agradaba poder escuchar a alguien, y que este le escuchara de la misma forma. El vampiro se había explayado tan abiertamente que sería injusto no intentar lo mismo.
—Creo que eres la única persona que se ha detenido a preguntarme algo sobre mi vida personal. Desde la muerte de Freya no he hecho más que fortalecerme para algún día darles a los demás lo que no pude darle a ella: un mundo mejor. Sé que parece tonto que alguien como yo lo diga, incluso puede sonar hipócrita pues he hecho tanto daño… A veces pienso que, en vez de construir algo bueno, estoy haciendo todo lo contrario. —Humedeció la boca con un sorbo de vino. Ya casi no lo sentía y creía que tenía las fuerzas para hablar de cualquier cosa. Creía que era su momento—. He vivido tanto tiempo obsesionada con destruir al Gobierno Mundial que me he olvidado de vivir. No tengo amigos ni nadie a quien pueda considerar especial. ¿Sentirías lástima si te digo que estoy sola en este mundo? Mi madre murió luego de dar luz y mi padre desapareció años después. Freya…, ella ya no está conmigo por culpa de mis propias decisiones. —Por un momento parecía que su voz iba a romperse, pero consiguió recomponerse aun cuando los ojos le habían traicionado—. Tuve compañeros en la Marina; también desaparecieron. Y luego creí que había encontrado mi lugar al navegar con los Arashi, pero, joder, fui una estúpida al creerlo.
Con la copa en mano se levantó de la butaca y caminó hacia la baranda del balcón, sintiendo la suave brisa de la ciudad, dándole la espalda a Ivan. Parecía como si un mar de luces danzara para ella en un espectáculo de decenas de colores diferentes. Por momentos todo se veía tan… nítido, y por momentos todo lo contrario: distorsionado como si fuese imposible enfocar con la mirada. En cierta forma le alegraba tener esa copa en la mano. Si no fuese por el alcohol que tenía en el cuerpo, no hubiera podido hablar abiertamente; mucho menos haber llorado frente a otra persona.
—Seguí cada una de las órdenes de Zane e incluso arriesgué mi vida por sus intereses egoístas, solo por querer demostrarle al mundo lo poderoso que es. Y no solo me arrastraba a mí, a los demás también. —El solo recordar ese momento en la Gran Aguja le hacía hervir la sangre—. Sabía lo mucho que odio al Gobierno Mundial y a la Marina, pero igual me hizo aceptar un pacto que había hecho con ellos. No objeté y una vez más cumplí sus órdenes. ¿Qué crees que me dijo cuando le pedí ayuda para ir contra el Gobierno Mundial? «Deja de poner en riesgo a los demás. Somos piratas, no justicieros» —imitó a la perfección el tono y el timbre de su excapitán. Ya no podía seguir reprimiendo lo que sentía, liberando inconscientemente su voluntad, haciendo temblar el suelo—. Siento que di mucho por una persona que no me dio nada a cambio. Y, aun así, Zane fue lo más cercano a un amigo. —La bruja volteó hacia el vampiro. No sabía si era el alcohol o el momento, quizás ambos, pero por primera vez en años había desaparecido por completo esa expresión dura, rígida y distante, como si siempre estuviese enfadada con alguien o algo—. Para mí el sexo no es solo algo físico, un placer más. Creo que es necesario que haya sentimientos de por medio, odiaría volverlo algo tan banal como cualquier otra cosa. Puede que las novelas románticas me hayan hecho pensar así. Quizás sean las culpables de que aún esté esperando al amor de mi vida, pero quién sabe, puede que esté allá fuera, en algún lugar. Gracias, supongo, esta conversación me ha dado algo de esperanza.
Miró dudosamente la copa, pero mandó al diablo las consecuencias y la bajó de un sorbo, habiendo cruzado la línea que no debía cruzar por el bien de su dignidad. Y del orden.
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras vaciar de nuevo su copa, volvió a llenarla abundantemente. Igual no eran los recipientes más apropiados para beber cava; estaban tomándolo en copas de vino normales. De hecho con tanto viaje acababan de terminarse la botella. El pirata la miró por un momento algo entristecido de haberla acabado, se encogió de hombros y la dejó en la mesa, para luego dedicar su atención a su copa y bajarse casi sin darse cuenta media de un trago. Acostumbrado a destilados fuertes, aquello le resultaba casi tan suave y fácil de beber como el agua, más aún después de todo el bourbon que había bebido en el restaurante. Al apartar la mirada de su copa, vio las lágrimas en el rostro de Katharina, y por un momento se sorprendió. Iba a decirle algo, pero la lentitud de la embriaguez y sus palabras le hicieron detenerse y escucharla. El vampiro no era la mejor persona para aquello, y de hecho se sintió algo inútil; aunque entendía de manera racional sus palabras, ponerse en el lugar de otros no era su fuerte. Sin embargo hasta para él era obvia la tristeza que traslucían sus palabras.
Cuando comenzó a hablar de Zane, el tono de ella se cargó de ira, y por un momento su presencia sofocó al vampiro. Hasta el mismo balcón tembló, y por un momento Ivan tuvo que apoyarse sobre la mesa para no perder el equilibrio y caerse. ¿Haoshoku? La miró impresionado por un momento, aunque ella parecía demasiado metida en sus palabras como para reparar en ello. Probablemente ni siquiera era consciente de que acababa de emplearlo. Iba a decirle algo, pero nuevamente ella se le adelantó. Habiendo acabado de librar su furia contra su antiguo capitán, ahora empezó a hablar de su visión del sexo. Ivan negó para sí con la cabeza, nunca entendería aquella posición del todo. Es decir, cuando había sentimientos de por medio, era sin duda mejor. Se volvía mucho más intenso pero porque cargaba con otros significados. Pero aún sin amor, el sexo era una experiencia placentera, y merecía la pena disfrutarla aunque fuera por atracción física.
- Encontrarás a alguien. Hay millones de personas en el mar, es difícil que al menos una de ellas no sea lo que buscas. Y de todos modos, creo que... espera - reparó entonces en el significado de las palabras de ella. No se lo esperaba en absoluto, y se giró hacia ella sorprendido - ¿Aún eres virgen? ¿En serio? - negó con la cabeza para sí mismo, algo anonadado - Sé que hay muchas mujeres que esperan al matrimonio o a encontrar alguien especial, pero no me lo hubiera esperado en alguien como tú. Supongo que es cierto que no puedes juzgar a un libro por su portada - se mordió un dedo, distraído - ¿Nunca has sentido ganas de probar, o al menos curiosidad? Yo no tuve tanta paciencia. Para cuando conocí a Iliana ya hacía tiempo que no era virgen - se llevó de nuevo la copa a los labios. Para cuando se dio cuenta ya la había vaciado. No contento con ello, la dejó en la mesa y sacó la botella de bourbon que había traído del restaurante, destapándola y dándole un buen trago antes de apoyarla y seguir. Entonces la miró bien, y se dio cuenta de lo cerca que estaban. Aún con lo acostumbrado que estaba al alcohol, había bebido mucho y bastante rápido, con lo que empezaba a estar un poco fuera de sus cabales. Y fue entonces cuando su personalidad pasional tomó el control - Casi parece que este encuentro no fuese por coincidencia. Ambos hemos estado solos mucho tiempo y lo hemos pasado mal - se acercó más a ella mirándola intensamente, e hizo gesto de quitarle la copa - Si lo que necesitas es que sea una ocasión especial, no veo mejor momento. Haberte conocido ha sido lo mejor que me ha pasado en años, Kath - alzó la mano para acariciarle suavemente la mejilla y se aproximó más a ella, dispuesto a besarla.
Cuando comenzó a hablar de Zane, el tono de ella se cargó de ira, y por un momento su presencia sofocó al vampiro. Hasta el mismo balcón tembló, y por un momento Ivan tuvo que apoyarse sobre la mesa para no perder el equilibrio y caerse. ¿Haoshoku? La miró impresionado por un momento, aunque ella parecía demasiado metida en sus palabras como para reparar en ello. Probablemente ni siquiera era consciente de que acababa de emplearlo. Iba a decirle algo, pero nuevamente ella se le adelantó. Habiendo acabado de librar su furia contra su antiguo capitán, ahora empezó a hablar de su visión del sexo. Ivan negó para sí con la cabeza, nunca entendería aquella posición del todo. Es decir, cuando había sentimientos de por medio, era sin duda mejor. Se volvía mucho más intenso pero porque cargaba con otros significados. Pero aún sin amor, el sexo era una experiencia placentera, y merecía la pena disfrutarla aunque fuera por atracción física.
- Encontrarás a alguien. Hay millones de personas en el mar, es difícil que al menos una de ellas no sea lo que buscas. Y de todos modos, creo que... espera - reparó entonces en el significado de las palabras de ella. No se lo esperaba en absoluto, y se giró hacia ella sorprendido - ¿Aún eres virgen? ¿En serio? - negó con la cabeza para sí mismo, algo anonadado - Sé que hay muchas mujeres que esperan al matrimonio o a encontrar alguien especial, pero no me lo hubiera esperado en alguien como tú. Supongo que es cierto que no puedes juzgar a un libro por su portada - se mordió un dedo, distraído - ¿Nunca has sentido ganas de probar, o al menos curiosidad? Yo no tuve tanta paciencia. Para cuando conocí a Iliana ya hacía tiempo que no era virgen - se llevó de nuevo la copa a los labios. Para cuando se dio cuenta ya la había vaciado. No contento con ello, la dejó en la mesa y sacó la botella de bourbon que había traído del restaurante, destapándola y dándole un buen trago antes de apoyarla y seguir. Entonces la miró bien, y se dio cuenta de lo cerca que estaban. Aún con lo acostumbrado que estaba al alcohol, había bebido mucho y bastante rápido, con lo que empezaba a estar un poco fuera de sus cabales. Y fue entonces cuando su personalidad pasional tomó el control - Casi parece que este encuentro no fuese por coincidencia. Ambos hemos estado solos mucho tiempo y lo hemos pasado mal - se acercó más a ella mirándola intensamente, e hizo gesto de quitarle la copa - Si lo que necesitas es que sea una ocasión especial, no veo mejor momento. Haberte conocido ha sido lo mejor que me ha pasado en años, Kath - alzó la mano para acariciarle suavemente la mejilla y se aproximó más a ella, dispuesto a besarla.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Página 1 de 2. • 1, 2
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.