Tengo una proposición indecente [Lysbeth - Ivan] [Privado]

A la atención de Halcón Rojo.

Tengo una propuesta de trabajo. Si ha oído mi nombre antes, como espero que así haya sido, sabrá que no soy la clase de persona que hace perder el tiempo al resto. Huelga decir que haré que su tiempo merezca la pena, tanto si decide aceptar mi oferta como no. Si le interesa, acuda a Dark Dome City antes del dieciocho de marzo. Actualmente me hospedo en el hotel Vanschloss. Pregunte por el señor Horsten. Si no acude antes de la fecha, asumiré que ha decido desestimar la petición. En caso de que no pueda presentarse antes pero esté interesado, envíe una respuesta con este mismo mensajero.

Saludos cordiales,
Ivan Markov.

Hacía ya un tiempo que había enviado la carta, y se acercaba la fecha límite. El asesino con el que había contacto tenía fama de no rechazar los contratos que recibía, así que Ivan comenzaba a estar algo impaciente y molesto. ¿Se habría extraviado la carta? ¿Gervasio la habría perdido? El búho mensajero que había comprado era realmente estúpido. A veces se pasaba horas ululando a la pared, intentando picotear su reflejo en el agua o encarándose contra el espejo. De hecho la noche pasada se había metido un tortazo de campeonato intentando placarlo. Le sorprendía que un bicho con tan poco instinto de autoconservación siguiese entero. En aquel momento estaba en su percha girando el cuello lo máximo que podía, haciendo unos ululidos raros y súper agudos mientras Cooper-chan lo miraba desde el suelo con hambre.

- Bicho estúpido - masculló, acomodándose en el sofá.

Se aburría un poco. Katharina había marchado por su cuenta, y casi todo estaba preparado para el golpe. No quedaba demasiado que hacer antes de que iniciaran la conquista, y dada la tensión en las calles entre las bandas, tampoco era buena idea llamar la atención o causar algún escándalo que pudiera derivar en que las hostilidades comenzaran antes de tiempo. Así que estaba en la lujosa suite imperial, encerrado hinchándose a comer lo que pedía al servicio de habitaciones, bebiendo a ratos y esbozando esquemas de su próxima novela. Pero dado que tampoco estaba inspirado, el único resultado era que en la papelera había una montaña de papeles arrugados.

Finalmente hubo una novedad que lo sacó de su ensimismamiento. Arrugó la nariz y olfateó, captando un aroma nuevo. Se acercaba alguien por el pasillo. Llevaba tanto tiempo en el hotel que podía reconocer el olor de casi todos los empleados del servicio de habitaciones, y aun cuando eran nuevos, el olor a naftalina de los uniformes era inconfundible. Este no era el caso. Alguien se acercaba a su puerta, y no era del servicio del hotel. El hecho de que los pasos fuesen apenas audibles realzaba una sospecha: bien podía ser Halcón Rojo. Ya era hora. Se levantó de un salto y se dirigió a la cocina de la suite. Cogió dos vasos y sacó del congelador una cubitera y de un armarito una botella de whisky. Llevó todo a la sala y lo dejó sobre la mesa. Revisó su aspecto rápidamente: llevaba unos vaqueros nuevos, botas altas negras y su fiel chaqueta roja abierta, dejando ver su torso. Tal vez debería haberse puesto algo más, pero no se había esperado visita. Y de todos modos, estaba más cómodo así. Sacó el mando de la suite, que como estancia de lujo en una ciudad tan amante de la tecnología estaba por supuesto domotizada, y activó el equipo de sonido a un volumen bajo. A continuación desbloqueó la puerta pulsando un botón.

- Adelante.

Un asesino era un golpe bajo para la marina. A no ser, claro está, que aquel capitán hubiera decidido tomarse la justicia por su mano. Eso parecía bastante más probable. Ah… y pensar que habían llegado a esto.

Había entrado en su barco de noche. No le culpaba; las velas eran bastante reconocibles, pero no tenía intención ninguna de cambiarlas. Adoraba la ornamentada L y el color azul oscuro, noche, de la tela. Aunque… claramente, tenían sus inconvenientes. Suponía que no le había costado identificar el barco. Había llegado hasta los camarotes y en la oscuridad todos los cabellos son negros. Tenía suerte de haber escogido esa noche para dormir con la joven y no en su propia habitación. Y tenía todavía más suerte de que quien le hubiera contratado hubiera puesto la condición de piedad. Una sola muerte. Iluso. Ahora, el asesino estaba frente a ella, con su joven agarrada por el pelo y un cuchillo apoyado en su garganta. Sabía que había metido la pata y estaba intentando chantajearla. ¿Para qué? ¿Qué se entregase? ¿Qué se dejase matar? Ja. Podía haberlas matado a las dos y había decidido no hacerlo. Lys se levantó de la cama con parsimonia, consciente de que tenía la situación en la palma de su mano. Sonrió al hombre y los segundos pasaron. No dijo nada; no hacía falta. Poco a poco, el cuchillo comenzó a temblarle en la mano. Lys presionó un poco más. Él cerró los ojos, pero fue inútil. Al final, su acero tintineó al caer al suelo… segundos antes que él. Jadeante y de rodillas, se arrastró hasta las piernas de Lys y comenzó a besarlas con desesperación. Ugh. Poniendo los ojos en blanco, le hizo un gesto a la jovencita. Rápida, le trajo el cuchillo del hombre y unos segundos después, había dejado de ser un problema para convertirse en otro.

-¿Qué haremos con él?

Antes de nada, se aseguró de que ella estuviese bien. No tenía marcas en la garganta y no le había arrancado ningún mechón. Mejor, porque era muy tarde para ensañarse. Los cadáveres no hablan.

-Lo meteré en un saco y lo mandaré por correo urgente. – Frunció el ceño, molesta.- De hecho, voy a hacer eso ahora mismo. No quiero que empiece a oler. Siento que hayas tenido que pasar por esto.

Ella se encogió de hombros. Sabía dónde se metía.

Lys cumplió su palabra, pero antes de hacerlo registró el cuerpo. Se quedó con los pocos berries que llevaba encima, chico listo, y con el sobre que tenía oculto en la cadera. Una propuesta de trabajo… para un asesino. Ivan Markov. Rebuscó en su memoria, pero desconocía el nombre. No obstante, podían llegar a Dark Dome antes de esa fecha. Quizá no fuera mala idea decirle que su contacto había quedado indispuesto. El pobre hacía su trabajo; no le costaba tanto organizar sus asuntos para que la gente dejara de contactar con él. Qué menos. Tampoco tenía otra cosa que hacer. Finiquitó el recado y tras una ducha merecida, regresó a cama. Abrazó a la joven, imaginándose la cara que pondría el capitán al ver el regalito. Iba con nota explicativa incluida y se preguntó si le despedirían. Lo dudaba, pero como mínimo alguien le echaría la bronca. Estaba segura.

Un tiempo después

¿Había estado antes en Dark Dome? Creía que no, pero tan pronto pisó tierra sintió un deja vu por todo el cuerpo. Se lo sacudió y avanzó sin prisa, seguida de la jovencita. Pidió una suite para ambas en el hotel que citaba el sobre y se tomó su tiempo para asegurarse de que estuviera a gusto. En la isla siempre era de noche, pero esperaba que la luz eléctrica fuera suficiente para que pudiera pintar con calma. Sabía que eso le gustaba. Prometió volver y tras un pequeño abrazo, partió en busca del tal Markov.

No le costó encontrarle. En la recepción le indicaron hacia donde tenía que ir y allí se dirigió. Tampoco intentó ocultarse, pues sabía que él estaba esperando a alguien. De hecho, nada más llegar la puerta se abrió para ella. Por un breve momento, se preguntó si él sabría que no era el asesino. Podría jugar a ser él pero… no, no había venido a eso. Inspeccionó la sala y a su ocupante. Gótico. Recargado, casi rococó… pero con buen gusto. Una capa de elegancia cubría todo, incluyendo al hombre que le aguardaba. Estaba seria, pero la música no conseguía apagar los ululidos del búho que había en la percha y terminó por sonreír. Cerró la puerta a la espalda y le tendió el sobre que había robado.

-Ivan Markov, ¿No es así? Halcón Rojo no podrá acudir. Mi nombre es Lysbeth Ardian… un placer.

Se sentó donde le indicó, pero rechazó el whisky. No con un desconocido en frente. Quizá más tarde pudiera llevarse una botella y dos vasos a la suite, pero por el momento… mejor así. Le observó mientras él se llenaba el vaso y le acompañaba en otro sillón. Era un hombre de movimientos calculados y seguramente estaba dándole una vuelta al misterio que tenía delante. No, no era Halcón Rojo. ¿Tendría un nombre de verdad? Bueno, habría tenido. Sonaba tan arrogante… y ahora, ya no era relevante. En fin, era asesino. Una profesión con riesgos.

Ivan parecía ser consciente de ello, porque sus siguientes dos preguntas fueron directamente al grano. No obstante, su voz no denotaba nada que no fuera calma y, quizá, leve curiosidad. Se preguntó cuánto debería contarle. ¿Qué Halcón había irrumpido en su barco? ¿Qué ella tenía la culpa de que no estuviera hoy aquí? ¿Qué le había utilizado para dejar las cosas claras con un marine del tres al cuarto? No, estaba divagando. Nada de eso era necesario, al menos por el momento.

-Me temo que la respuesta a esas preguntas es un simple… no. De hecho, si pudiera extender la noticia sobre lo primero me ahorraría el trabajo. Dado que usted le contactó, quizá tenga medios menos farragosos que los míos.

Farragosos… en realidad no tenía muy claro por dónde empezar y la idea de ir buscando al gremio de asesinos local para llevarles la noticia le empezaba a parecer pretenciosa y cargante. Le daba pereza solo de pensarlo, sobre todo si eran todos como Halcón. Querrían matarla y la ducha que tendría que darse después de acabar con la situación sería demasiado larga. No, mejor desviar la responsabilidad a alguien más competente.

Dejó sus pensamientos atrás al captar algo interesante. Los ojos de su interlocutor estaban clavados en ella y su deseo… aumentaba por segundos. Lys alzó una ceja, devolviéndole la mirada sin amilanarse. Ahora, ¿de repente? No cuando entró por la puerta, no cuando se sentó en el sillón y no cuando comentó la muerte de Halcón con tranquilidad. No, justo ahora, cuando se quedaba mirándola porque… por algo sería. Sabía que toda su ropa permanecía en su sitio, así que no podía ser nada tan vulgar. Además, la forma en que ese deseo crecía la tenía un poco en ascuas. No era habitual y si bien era claramente sexual, tenía un tinte de algo que no terminaba de identificar. Por un momento, se preguntó si sería humano. Dejó ese interrogante en un cajón, sin embargo, pues el momento había pasado tan rápido como había venido, y él le estaba haciendo una pregunta. ¿Malentendidos? Le devolvió la sonrisa con dulzura.

-Supongo que requerías de los servicios de Halcón por algún motivo. Dado que yo soy la causa de que no haya podido estar presente, tomaré el trabajo. Dependiendo de su naturaleza, por supuesto. Las muertes pueriles o gratuitas no me interesan tanto. Pero si necesitas ayuda por un buen motivo… oh, eso podemos discutirlo.

Se planteó juguetear con su deseo para darle un pequeño susto. Una llamarada aquí y al segundo una carencia que poca gente sabría explicar. Podría haberlo hecho, pero… no. Se echó hacia atrás, cruzando las piernas y apoyando la cabeza en una mano. No hacía falta revelar sus bazas tan pronto.

Dejó el vaso en la mesa y entrecruzó los dedos, con un suspiro silencioso. Era una situación complicada. Si ella había matado a Halcón Rojo eso explicaba que tuviese la carta, pero... ¿quién era pues? Diría que le sonaba el nombre, pero eso no decía nada. Muchas personas tenían nombre similares, e incluso alguna compartían tanto este como el apellido, por casualidades. El problema estaba en la posibilidad de que estuviera escondiendo información, o que directamente hubiese mentido. ¿Y si era del Gobierno, o una cazadora de recompensas? Pero Halcón Rojo también había hecho trabajos sucios para el Gobierno, y no tenía recompensa por su cabeza. ¿Por qué iban a eliminarlo ellos? Demasiados interrogantes... si quería saber más de ella, no le iba a quedar más que tantearla. Le preocupaba que se hubiese presentado tan solícitamente para ser el remplazo de Halcón Rojo. Era la clase de ofrecimiento que olía a chamusquina.

- Está bien. Digamos que te creo - pasó a tutearla, igual que había hecho ella - En ese caso, es evidente que tienes capacidades, pues Halcón Rojo ha muerto por tu causa - evitó decir "por tu mano" dado que no sabía a ciencia cierta si había sido ella - Sin embargo, ¿quién me dice que tienes las que yo necesito? Mi trabajo va más allá de un vulgar asesinato. Necesito a alguien capaz de infiltrar a un pequeño grupo de personas en una fortaleza impenetrable sin que nos pillen, y que luego nos ayude a eliminar posibles amenazas hasta nuestro objetivo. ¿Te ves a la altura? - supuso que esa información bastaría. No había hablado del objetivo, sólo de los requisitos del trabajo. Además había llegado a la conclusión de que la mejor manera de intentar pillarla en un renuncio sería enzarzarse en una conversación y esperar a que cometiera un error. Aquello era demasiado bueno para ser verdad.

- Halcón Rojo era conocido por ser capaz de colarse en prácticamente cualquier sitio sin que le pillasen. Por eso quería sus habilidades - explicó, echando mano al vaso - Y para la tarea que tengo entre manos no necesito a cualquiera, sino a los mejores. Es un trabajo de alto riesgo - supuso que lo natural sería actuar como si realmente estuviera en una reunión de negocios. Que, hasta cierto punto, lo era. Si realmente Lysbeth podía ser útil y unirse al equipo, bienvenida fuera. No iban sobrados de manos precisamente, y alguien que probablemente había sido capaz de librarse de uno de los asesinos más temidos de aquel lado de la Red Line era una persona a tener en cuenta. Además, no parecía que la hipnosis hubiese sido muy efectiva. Podría haber atribuido a ella la respuesta tan solícita de ella, pero sabía muy bien qué efecto causaba en la gente, y Lysbeth parecía a todas luces retener su libre albedrío. Eso decía bastante de con quién estaba tratando... y reforzaba su pensamiento de que tenía que ser cuidadoso. "Si realmente es poderosa, su sangre debe ser verdaderamente deliciosa" el pensamiento pasajero lo traicionó, y por un momento volvió a sentir sed. Rápidamente se llevó el vaso a la boca y trató de ahogar el alcohol sus pensamientos y deseos.

Mentiría si dijera que no le había picado la curiosidad. ¿Colarse en una fortaleza impenetrable? Parecía emocionante, pero no le había respondido, no exactamente. Por sus palabras intuía que el ''objetivo'' era alguien poderoso y, para que negarlo, seguramente rico. Las fortalezas impenetrables llenas de amenazas para intrusos no salían baratas. Sin embargo, nada le decía que el motivo detrás de que Ivan se tomase tantas molestias fuera legítimo. No, necesitaría saber más antes de decidirse a hacerlo. No iba a colarse en un sitio así en compañía de desconocidos por un rifirrafe entre nobles o algo parecido. No era su estilo. No obstante, intuía que no iba a conseguir más información a no ser que le demostrase que podía con ello. Se encogió de hombros.

-Si hay guardias, nos abrirán la puerta entre reverencias. Si hay cámaras, no me verán llegar. Puedo colarme donde sea necesario en completo silencio. ¿A otra gente? Habría que pensarlo bien, pero es posible.

Supuso que esa pequeña explicación no iba a valerle de nada. No le culpaba, si el trabajo realmente era de alto riesgo. Lys podía estar mintiendo con todo el descaro del mundo, la única carta a su favor era su presencia allí. Sin embargo, no era su problema. No iba a rebajarse y mostrar todos sus trucos para probar que era merecedora. No había ido allí a regatear. Aunque… sí que podía darle una salida.

Se levantó y distraídamente se alisó el vestido, que en realidad no tenía ni una sola arruga. Tras unos segundos, alzo la vista y la clavó en las pupilas del Markov. Sonrió, no pudiendo evitar ser un poco condescendiente.

-¿Por qué no me pones a prueba? Dime un lugar y una hora para encontrarte de nuevo… y, estés donde estés, allí me colaré.

Comenzó a caminar hacia la puerta mientras escuchaba su respuesta. Lo cierto es que ahora sí se le antojaba esa copa, pero no con él. La esperaban en su suite.

-Oh, por cierto… el alcohol no puede ayudarte con eso.

¿Hora y media? Demasiado tiempo. Los navíos se mueven, es su principal utilidad. O su navío estaba tan bien protegido que requería más de una hora desactivar todo y noquear a los posibles protectores… o había gato encerrado. Arriesgarse sería estúpido.

Nada más salir del cuarto, buscó una ventana y se tiró sin pensarlo. La joven y esa copa que le apetecía deberían esperar, al menos por el momento. Pasando a forma híbrida, desplegó sus alas a medio camino del suelo y echó a volar hacia el puerto. No ascendió demasiado; prefirió quedarse a ras de los edificios para que le ocultaran de vez en cuando, tanto de la gente en el suelo como de cualquiera que pudiera estar encima de ella. No era algo muy probable, pero no dolía prevenir. Además, le gustaban las luces de la ciudad.

Avanzaba pensativa, había algo que no terminaba de cuadrarle. De todos los sitios en los que uno podría colarse, un navío desde luego no era el más complicado. Es decir… técnicamente, con que se posara en cubierta habría traspasado su propiedad y pasado la prueba. Más allá, ¿qué podía separarle de las estancias interiores? ¿Guardias? ¿una cerradura? Ni siquiera un idiota pondría bombas en su propio navío. No, había gato encerrado. Contaba con que le estuvieran esperando, pero no era… oh. Había llegado al puerto y automáticamente su atención se había visto reclamada por el enorme submarino que estaba emergiendo del agua. No contuvo su sonrisa. Claro. Si había algo en todo el puerto que era difícil de asaltar, sería aquello que podía, para empezar, esconderse de su vista y, para seguir, sumergirse en uno de los dos únicos elementos que le anulaban.  Y… ahí estaba Ivan, aparecido de la nada sobre la escotilla. Cómo no. Al parecer él también poseía algo fuera de lo normal. Algo que le permitía volar y ocultarse a los ojos de la gente… a lo mejor no eran tan diferentes.

Estaba contenta. Le gustaba el reto, que en realidad ahora no lo era tanto. Ya sabía a dónde tenía que ir, ahora se trataba de calcular bien el tiempo… y la potencia.

Aguardó lo justo, contando los segundos y obligándose a ser paciente. Una vez Ivan desapareció dentro del submarino, le siguió. Contó cinco segundos mientras trataba de abrir la escotilla. Cerrada, por supuesto. Y no tenía cerradura que pudiera maniobrar. Suspirando, se apartó un poco en el aire y, tras concentrarse, lanzó una bestial patada. La escotilla se hundió hacia dentro, justo en el centro. No era suficiente para colarse, pero sí para meter la mano y terminar de desbloquearla… si no lo estaba ya. Había hecho algo más de ruido de lo que había calculado, pero desde luego mucho menos de lo que debería. Para ser justos, era la primera vez que utilizaba esa clase de patada con algo así.

Se dejó caer en el interior del submarino y, cuchillo en mano, comenzó a recorrerlo rápido y en silencio. Suponía que la intención de Ivan era sumergirse para ponérselo más difícil, pero teniendo en cuenta la bonita fuga de agua que acababa de dejarle, no era lo más conveniente. A lo mejor ya habían dado la alarma, pero por si acaso aceleró todavía más. Volvió a su forma humana mientras caminaba y tras un par de giros equivocados, dio con la sala en la que se encontraba él. Sin soltar el cuchillo, se apoyó en el quicio de la puerta y le miró de arriba abajo. Claramente no era humano, como había supuesto. Sin embargo… no estaba segura de qué podía saber. Aún así, había una cosa que sí sabía y tenía muy clara:

-Sabes, un submarino no entra precisamente en la definición de ''navío''. A lo mejor quieres esperar a tapar la entrada, antes de sumergirte. Ah y… buenas noches. Precioso el lugar.

Sonreía, por supuesto. Ante todo, la educación era lo primero.

Cosa usada:

No tuvo tiempo ni a relajarse. Así como entró en su forma completa captó un aroma sutil y ya conocido, embriagador, así como unos pasos apenas audibles. Abrió los ojos y se encontró con una sonriente Lysbeth, que procedió a regodearse y darle las buenas noches. Sinceramente, seguirle sin ser detectada no era exactamente como esperaba que hubiera pasado la prueba, pero contaba. Se encogió de hombros y se levantó - Michael, cancela la inmersión. Y coge la caja de herramientas y arregla la escotilla de acceso, ¿quieres? - el ghoul pulsó varios botones y salió de la estancia en silencio. Por su parte Ivan se acercó a una de las sillas y se sentó, cruzando los dedos - No era exactamente lo que esperaba, pero mea culpa por dejarme ver antes de entrar. Ella había cumplido con su parte. Si bien no se había colado en el submarino bajo el agua, lo que sí habría sido impresionante, había logrado forzar la entrada sin que le escuchara, y eso no era moco de pavo.

Ahora tocaba decidir hasta qué punto se fiaba de ella. Tal vez no sería la mejor idea decirle de buenas a primeras quién era el objetivo... de hecho sería nefasta. El factor sorpresa, si bien dudoso porque probablemente Émile esperaba su traición, era de las pocas ventajas que podían esperar. Sin embargo por lo pronto podía explicarle lo más básico de lo que pretendía, y dejar los datos importantes para cuando fuese a ser la operación. Si es que para entonces aún seguía decidido a emplear sus servicios - Supongo que te has ganado saber algo más sobre lo que pretendo. Como decía, no va a ser un simple asesinato. Es una operación de rescate y castigo. Hay una persona importante para mí que ha sido secuestrada, y quiero liberarla. Y de paso, encargarme del responsable para que no vuelta a ponernos en peligro.

En el caso de que ella fuera alguien al servicio de Émile aquella declaración había sido una terrible idea, pero no creía que fuera el caso. Tal vez se estuviera arriesgando un poco de más. De todos modos, el mero de hecho de estar formando aquella operación ya era un riesgo enorme. Tenía que tomar decisiones peligrosas si quería llegar a algo, y no todos los días se encontraba a alguien capaz de seguirle sin que le escuchara. De todos modos, tampoco era tan idiota como para fiarse de ella ciegamente. Se cruzó de brazos y la miró con seriedad:

- Y ahora dime, ¿qué buscas realmente en todo esto? Porque dudo que hayas decidido venir a dar la noticia de la muerte de Halcón Rojo por la bondad de tu corazón, sabiendo que podías acabar haciéndote enemigos peligrosos o sufriendo un intento de asesinato. ¿Es simplemente por dinero?

Lys se encogió de hombros y alzó una ceja.

-Sinceramente, aunque no te hubiera visto aparecer habría probado suerte en el submarino gigante que casualmente surgía a flote justo cuando llegaba al puerto. Supuse que querrías ponérmelo lo más difícil posible y no era cuestión de perder el tiempo. El agua no es precisamente amiga mía.

La última frase daba muchas cosas a entender. Pero también las daban tanto la apariencia de Ivan como que hubiera escogido el mar como medio para protegerse. Prefería admitir desde el principio que tenía una akuma y marcar cierta igualdad entre ambos. Ella no sabía la suya, él no sabía la de ella y de momento eso debería bastar para marcar cierta… prudencia, por ambas partes.

Atendió a lo siguiente con más curiosidad. Rescate y castigo. Bien, eso sonaba como algo en lo que sí podría estar verdaderamente interesada. Parecía la clase de aventura que una vez llevada a cabo levantaba rumores en las tabernas. Y, al fin y al cabo, eso era justamente lo que estaba buscando. Sonrió con algo de timidez, más por haber sido pillada pensando justo en lo que le había preguntado que por la pregunta en sí. Todavía tenía aquella carta y las palabras que había escrito en otra vida guardadas a buen recaudo y memorizadas de corazón.

- Quiero hacerme un nombre. El dinero estaría bien, claro, aunque no lo necesito. No, busco aventuras. Algo que valga la pena, que deje marca.

Por un momento se preguntó si estaría compartiendo demasiado acerca de sus ilusiones y deseos. Pero realmente ella seguía siendo la protagonista de su propia historia, así que hiciera lo que hiciera no era algo que cualquiera pudiera estropearle. Mejor ser directa al respecto. Por otra parte, estaba claro que la misión iba a ser alto secreto hasta una vez cumplida. Tras escuchar el breve resumen, se convenció de que no sabría el nombre del objetivo hasta que fuera el momento. No le culpaba, claro. Si había que rescatar a alguien, quien la tuviera preso estaría atento, vigilante. Y Lys era una desconocida. Ya sabía que era precavido, pero confirmarlo una vez más siempre estaba bien.

-Y por otra parte… claramente necesitas ayuda. Eso que describes no parece tarea fácil. Aunque si te escama que no tenga un precio, siempre puedes quedarme a deber un favor. Seré buena.

Sonrió con calma. No era una mala oferta.

Por un momento la observó en silencio, valorando sus palabras. ¿Aventuras? ¿Dejar marca? Sonaba a lo que él mismo pensaría, aunque conociéndose aprovecharía para sacar tajada de alguna manera. Y parecía sincera, aunque eso no fuese una prueba irrefutable. Entrecerró los ojos tratando de parecer serio, pero la situación le resultaba demasiado graciosa e irónica. Ella quería hacerse un nombre, y había ido sin saberlo a meterse en una expedición para darle una patada en el culo al Yonkou más longevo, cruel y cabrón del momento. Como se decía en esos casos, vino buscando cobre y topó con oro. Sin poder contenerlo más, soltó una alegre carcajada y se golpeó la pierna con la mano.

- ¿Así que fama? Me caes bien, Lysbeth. Veo que no somos muy diferentes - sonrió jovialmente - Puedo prometerte que habrá aventura, una historia digna de ser contada y si lo logramos y salimos enteros, tanta fama como puedas desear. Y botín, seguramente. Aún no puedo revelarte más, pero te adelanto que va a ser un viaje movidito. Te avisaré de nuevo cuando llegue el momento, y hasta entonces te recomiendo prepararte. No sé cuándo tendré todo listo, podrían tanto ser cuatro meses como un año.

Una expedición como esa no era algo que se preparara de un día para otro. Iban a necesitar una flota fuerte para romper las defensas de los Nueve Infiernos, y aliados para enfrentarse a la numerosa tripulación del Ángel Negro. De momento podía contar con Katharina, y si lograba tomar Dark Dome, con la tecnología de la isla y las tropas que pudiera conseguir allí. Lysbeth sería otra pieza importante en el plan. Sin embargo aquello era sólo el comienzo. El precio de ella era aceptable, incluso bajo para lo que le iba a pedir, pero... eso no era problema suyo. Y de todos modos, aquella empresa era justo lo que estaba buscando, por lo que decía. Y en el mejor escenario posible, todas las riquezas del Ángel Negro acabarían en manos de los vencedores, así que probablemente consiguieran una buena cantidad de oro. Eso era si no acababan teniendo que poner pies en polvorosa una vez rescatasen a Iliana.

- Sobre tu precio, me parece justo. De hecho no tratando con una asesina, casi lo prefiero así. Antes prefiero posibles aliados que depender de alguien cuya lealtad se basa en el dinero.

Y hablando de aliados, aún no sabía nada sobre ella, ahora que caía. ¿Era cazadora, una aventurera sin más? Siendo tan habilidosa y con esas ambiciones, no le entraba en la cabeza que no tuviese ya una cierta fama. "Haz memoria... Lysbeth Ardian, seguro que has oído ese nombre antes." Se devanó los sesos dándole vueltas, pues ciertamente diría que en algún momento había topado ese nombre en algún lado.

- Y por cierto, diría que oído antes hablar de ti, pero no logro situar tu nombre. ¿Quién eres realmente?

Los ojos de Lysbeth relucieron como gemas al tiempo que alzaba una ceja y sonreía. Le habría bastado empezar por ahí para conseguir su ayuda pero claro, él no podía haberlo sabido. Ahora lo más importante estaba dicho. Se encogió de hombros al escuchar lo siguiente.

-Que no me dedique al asesinato de forma profesional no quiere decir que me sea ajeno, para bien o para mal. Dependiendo de cómo vaya esta gesta tuya podremos discutir lo de aliados. De momento, conocidos está bien.

Lo siguiente le arrancó otra sonrisa, un poco más discreta. Tenía sus sospechas acerca de por dónde circulaba su nombre, aunque todavía no se había molestado en comprobarlo.

-Es posible que vieras mi nombre en algún cartel de la marina. Si estoy en lo cierto, llevará un mes o así colgado por ahí.

Se planteó contarle la historia. De hecho, no era mala idea. Así entendería lo que le había sucedido a Halcón Rojo. Gajes del oficio, nada más. No obstante… no terminaba de estar a gusto en ese submarino, por más que todavía estuvieran en la superficie. No tenía nada en contra de los espacios cerrados, pero el suave balanceo le estaba haciendo echar de menos su propio barco.

-Te diré más. ¿Qué te parece si te enseño mi propio navío? Está en este mismo puerto y si te interesa puedo contarte como acabé con mi cara en uno de esos carteles.

Aguardó su respuesta. Suponía que aceptaría, aunque solo fuera por mera curiosidad o para poder identificar su barco más adelante. En cualquier caso, salió del submarino acompañada por él. Se planteó pasar a forma híbrida, pero todavía no quería darle más pistas sobre eso. En su lugar, caminó tranquilamente los 500 metros que les separaban del Loreley. Lo señaló con orgullo y le dejó subir a él primero. Parloteó durante un rato sobre las diferentes funciones  y habitaciones del navío, tan a gusto como la primera vez que había subido. Finalizó el tour improvisado en una de las salas de esparcimiento. Era como un pequeño salón, con un sofá, una mesita de café de madera y cristal y dos butacas aguardándoles. Le señaló una y se acercó al minibar que mantenía cerca.

En realidad, Lys no solía beber. El alcohol se le subía rápido y era extremadamente tonta y vivaracha una vez borracha. O al menos así se sentía a la mañana siguiente. No tenía resaca, claro, pero eso no lo compensaba. De todas formas, por una copa no pasaba nada. El peligro era a partir de la tercera. Preparó un whisky para su invitado, tratando de imitar el que le había visto tomar antes y se hizo un Martini para sí misma, mezclándolo con gaseosa de naranja. Delicioso.  Ocupó la butaca frente a Ivan y una vez ambos acomodados, le explicó el percal.

-Hace unos meses… recibí cierta información. Supongo que tú también has oído hablar de la ejecución del Yonkou, Dexter Black… quería ir. Le vi de lejos, hace tiempo. Parecía alguien cabal, respetable. Lo bastante como para que valiera la pena despedirse. Pero claro, para acudir necesitaba saber dónde y cuándo sería. Cogí prestado a un Capitán de la marina que tras algo de insistencia me facilitó la información. Le devolví sin más problema.

Tomó un lento sorbo de su bebida. Suponía que Ivan se estaba preguntando por qué le soltaba toda esa monserga, pero en seguida lo vería.

-El caso es que hace poco, cierto asesino al que ya conoces se coló en este barco, en mi camarote. Era bueno, eso se lo concedo. No lo suficiente, claro. Estoy bastante segura de que el Capitán lo mandó para que fuera detrás de mí. Mala idea, pero él no podía saberlo. Se lo envié de vuelta al marine. Con suerte, eso evitará que intente algo así de nuevo.

Le miró, estudiando su reacción. No creía que le fuera a repugnar, pero según el grado de sorpresa a lo mejor podía concretar cómo de turbios eran los asuntos en los que estaba metido… y en los que se estaba metiendo ella.

Se sorprendió al oírle reír. No porque se estuviera riendo, la historia lo merecía. Pero la gente cambiaba al reír. Una carcajada y dejó de parecer estirado  y cauteloso. En su lugar, parecía incluso amigable. No había oído hablar de su banda, pero eso no era extraño.

-Yo tiendo a viajar sola. No me gusta depender de los demás.

Era cierto, en parte. La joven no contaba; no había una ''banda'' oficial de la que formara parte. Viajaban juntas. Era suya. No su aliada.

Escuchó las peripecias que relataba Ivan con una mezcla de curiosidad y melancolía. Un hombre árbol Almirante, eso parecía algo digno de ver. Mientras arremetía contra su bebida, se preguntaba si le habría conocido. U oído hablar de él siquiera. O Ivan. Podría haber conocido a Ivan. No tenía ni idea y, en realidad, no quería saber nada. El pasado se llamaba así por una razón y si ella misma se había aconsejado no removerlo, lo mejor sería hacer caso. Aún así, a veces tenía miedo. Miedo a que la historia que había dejado atrás hubiera valido la pena. A haber tomado una decisión equivocada; irónicamente ella no había tenido nada que ver. Estaba muy segura de haber cambiado de una forma profunda e irrevocable, incluso sin conocer los medios o la razón. De una manera u otra, ahora era quien era. Y no había vuelta atrás.

Regresó al presente al escuchar la pregunta de Ivan. Con una pequeña sonrisa, brindó con él. ¿Por qué no? Parecía una verdadera aventura.

-Tenemos un trato. Cogeremos a ese cabrón.