Kumi Asagiri
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Akuma no mi
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La misma noche en la que realicé aquel robo a una carroza, había conseguido un botín más que decente. Todos los objetos que robé, los pude colocar por un buen precio, todos, salvo uno. No sabía que cosa era, ni para qué funcionaría, así que tampoco sabía quién podría estar interesado. En cualquier caso, necesitaba encontrar a alguien interesado en este objeto, o al menos que supiera que era eso. Por el momento, no tenía ni una cosa ni la otra. Así que, como siempre, me encontraba en una de las tabernas de los más bajos fondos de Hallstat. Aquí era muy común encontrar clientes potenciales, criminales y mercenarios. Extrañamente, yo encajaba en el perfil de esos tres.
Pero, para mi mala suerte, no pude encontrar nadie interesado en aquel objeto, el cual lo mantenía guardado en un pequeño cofre de madera. Suspiré desanimada dejándolo en la mesa para luego tomar mi vaso de whisky, de un trago me la bebí. Con fuerza, lo dejé, para luego llevar mi mirada al camarero. Sin decirle nada, solo le dediqué un gesto para que me llenara la copa. Mientras esperaba a que el señor me rellenase la copa, saqué de mi bolsillo un papel para fumar, un poco de tabaco, mezclado con ciertas plantas las cuales combinaban muy bien. Una vez lo había preparado por completo, me lo puse en los labios, y con un mechero lo prendí, aspirando el humo mientras lo encendía. Alcé la mirada al techo, mientras me relajaba por sentir el efecto que este humo me producía, para luego exhalarlo paulatinamente.
El camarero finalmente rellenaba mi copa. Bajé mi mirado, para ver la como este la rellenaba, una vez el vaso quedó lleno el hombre se trataba de marchar con la botella. Sin embargo, yo se la tomé de la mano dejándola en la mesa. - Ya me ocupo yo de esta. - Decía de mal humor, con un tono amenazador, el hombre se sorprendió, este sabía que era mejor no meterse conmigo, pues ya me conocía de antes y era conocedor de lo que pasa si me hacía enfadar. Este se marchó sin más, paro dejarme tranquila en mis pensamientos. - Y yo que hago ahora con esto... - Preguntaba de forma retórica, abriendo el cofre y viendo el peculiar cinturón. - ¿Qué clase de usos tendrá esto?... - Cuestionaba sin tener ni idea de para qué servía.
Pero, para mi mala suerte, no pude encontrar nadie interesado en aquel objeto, el cual lo mantenía guardado en un pequeño cofre de madera. Suspiré desanimada dejándolo en la mesa para luego tomar mi vaso de whisky, de un trago me la bebí. Con fuerza, lo dejé, para luego llevar mi mirada al camarero. Sin decirle nada, solo le dediqué un gesto para que me llenara la copa. Mientras esperaba a que el señor me rellenase la copa, saqué de mi bolsillo un papel para fumar, un poco de tabaco, mezclado con ciertas plantas las cuales combinaban muy bien. Una vez lo había preparado por completo, me lo puse en los labios, y con un mechero lo prendí, aspirando el humo mientras lo encendía. Alcé la mirada al techo, mientras me relajaba por sentir el efecto que este humo me producía, para luego exhalarlo paulatinamente.
El camarero finalmente rellenaba mi copa. Bajé mi mirado, para ver la como este la rellenaba, una vez el vaso quedó lleno el hombre se trataba de marchar con la botella. Sin embargo, yo se la tomé de la mano dejándola en la mesa. - Ya me ocupo yo de esta. - Decía de mal humor, con un tono amenazador, el hombre se sorprendió, este sabía que era mejor no meterse conmigo, pues ya me conocía de antes y era conocedor de lo que pasa si me hacía enfadar. Este se marchó sin más, paro dejarme tranquila en mis pensamientos. - Y yo que hago ahora con esto... - Preguntaba de forma retórica, abriendo el cofre y viendo el peculiar cinturón. - ¿Qué clase de usos tendrá esto?... - Cuestionaba sin tener ni idea de para qué servía.
- Objeto:
- Nombre del objeto: Arnés de pasión MC II-FB
Descripción: Se trata de último modelo de strap-on creado con la tecnología punta de Creamland dotado con las mejores prestaciones para proveer el mayor placer a tu pareja. El arnés es de cuero de primera calidad de laphan exportado de la isla de sakura con un cuerpo de silicona con crestas por lo largo del tronco y una punta con vibración propia y temperatura térmica para maximizar la pasión del encuentro, a su vez cuenta de un cuerpo interior para placer de la/el usuari@
Cualidades del material: Impermeable, elasticidad y resistencia a la corrosión.(Mítico)
Cualidades excepcionales: Está dotado de 12 velocidades de tracción y 7 niveles de vibración las cuales están divididas entre las distintas partes del conjunto, pudiendo modificar la intensidad de la vibración de 4 puntos distintos del cuerpo de silicona (2 interiores y 2 exteriores). Además de un regulador de temperatura para dar una mayor versatilidad con el frío y el calor.
Funciones: Asegurar la experiencia más cremosa para ambos participantes del encuentro pasional.
Base científica: Desarrollado por la mente maestra detrás de la monarquía de Creamland se trata de la versión definitiva del producto para adultos estrella de su isla la versión MC-IIFB se sincroniza con la mente de quien lo enfunda descargando una cantidad abundante (Aunque puede modificarse al gusto) de crema MC justo en el momento del clímax.
Yarmin Prince
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Una vez más pasaba sus días libres en medio de Hallstat. ¿Quién no querría dedicar su tiempo de asueto a visitar una isla norteña llena de luchas por el poder constantes entre barones y, a veces, entre condes? No le disgustaba la visita; de hecho, la disfrutaba. "Trabaja en lo que ames y no trabajarás nunca", solía decir su padre, y Yarmin había aprendido hacía un tiempo ya que lo que amaba era agitar la política de aquella isla. Cada vez que una disputa surgía entre los nobles sus armas se vendían como la espuma, y gracias al apellido Markov que Mihaela le procuraba -y las joyas que le había robado para demostrarle, así como una foto de Mika con un bebé rubio- hacían que el "heredero" fuese muy bien recibido a cambio de un pequeño apoyo que, a veces, nunca llegaba.
Pero ese día no estaba en un gran salón, ni tampoco en el palacio de un duque organizando la enésima revuelta contra una corona vacía de mando; ni siquiera estaba en la cama de una hija convenciéndola de tomar el título familiar ayudada de un poco de veneno: Estaba en un cuartucho de taberna, a solas, sin nada mejor que hacer que sacarle brillo a sus armas mientras esperaba una llamada de la gente adecuada. Por el momento debía permanecer relativamente oculto mientras sus "heraldos" mandaban cartas a tres señores menores haciéndoles creer que podrían aspirar a un ducado si respaldaban económicamente la revuelta que tramaba para alzarse con el poder. En realidad tenía otros planes para ellos, pero primero necesitaba descubrir hasta qué punto eran leales a la corona. Esperaba que poco.
Pasó un rato jugando con su cuchillo. Primer amor, una daga lo suficientemente larga como para atravesar a una persona no muy oronda desde el pecho a la espalda seguía sin decepcionarlo: El aire silbaba según iba moviéndolo como una simple extensión de su brazo, pasándolo de una mano a otra y dejando la habitación, en general, llena de sutiles cortes por toda la habitación de madera. Aunque al final el tedio se impuso y salió de la habitación, esperando encontrar algo interesante que pudiese hacer para matar la espera, aunque fuese un rato, pero lo que se encontró en la estancia principal de la posada fue poco más que un velatorio con copas. "En fin, algo habrá que hacer".
Sin prestar atención a nadie se acercó a la barra, donde una niña bebía whisky y el camarero parecía asustado de ella. Eso ponía a Yarmin en un aprieto, pero trató de resolverlo de la forma más amable posible:
- Disculpe, ¿tiene más whisky aparte de ese? -preguntó-. Estoy sediento y me vendría bien una copa.
- Lo siento, señor. La señorita está consumiendo la última botella. -Se acercó a él, invadiendo un poco su espacio personal, y le susurró al oído-: Se pone algo violenta cuando bebe.
No tenía idea de si eso era cierto, aunque parecía un miedo genuino. Lo tomó por bueno.
- En fin, póngame un bourbon, si no queda más remedio. Y recuerde no dar de beber a más niñas, que es delito.
El hombre asintió, algo conmocionado, y se dio la vuelta para buscar la botella.
Pero ese día no estaba en un gran salón, ni tampoco en el palacio de un duque organizando la enésima revuelta contra una corona vacía de mando; ni siquiera estaba en la cama de una hija convenciéndola de tomar el título familiar ayudada de un poco de veneno: Estaba en un cuartucho de taberna, a solas, sin nada mejor que hacer que sacarle brillo a sus armas mientras esperaba una llamada de la gente adecuada. Por el momento debía permanecer relativamente oculto mientras sus "heraldos" mandaban cartas a tres señores menores haciéndoles creer que podrían aspirar a un ducado si respaldaban económicamente la revuelta que tramaba para alzarse con el poder. En realidad tenía otros planes para ellos, pero primero necesitaba descubrir hasta qué punto eran leales a la corona. Esperaba que poco.
Pasó un rato jugando con su cuchillo. Primer amor, una daga lo suficientemente larga como para atravesar a una persona no muy oronda desde el pecho a la espalda seguía sin decepcionarlo: El aire silbaba según iba moviéndolo como una simple extensión de su brazo, pasándolo de una mano a otra y dejando la habitación, en general, llena de sutiles cortes por toda la habitación de madera. Aunque al final el tedio se impuso y salió de la habitación, esperando encontrar algo interesante que pudiese hacer para matar la espera, aunque fuese un rato, pero lo que se encontró en la estancia principal de la posada fue poco más que un velatorio con copas. "En fin, algo habrá que hacer".
Sin prestar atención a nadie se acercó a la barra, donde una niña bebía whisky y el camarero parecía asustado de ella. Eso ponía a Yarmin en un aprieto, pero trató de resolverlo de la forma más amable posible:
- Disculpe, ¿tiene más whisky aparte de ese? -preguntó-. Estoy sediento y me vendría bien una copa.
- Lo siento, señor. La señorita está consumiendo la última botella. -Se acercó a él, invadiendo un poco su espacio personal, y le susurró al oído-: Se pone algo violenta cuando bebe.
No tenía idea de si eso era cierto, aunque parecía un miedo genuino. Lo tomó por bueno.
- En fin, póngame un bourbon, si no queda más remedio. Y recuerde no dar de beber a más niñas, que es delito.
El hombre asintió, algo conmocionado, y se dio la vuelta para buscar la botella.
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Miraba aquel objeto, pensando que era, tenía una forma verdaderamente extraña, y, sinceramente no le veía ningún tipo de uso. Así que simplemente que podía hacer con él... pues ni yo misma lo sabía, tal vez al final debería metérmelo en algún orificio ya que quizá nadie pague por esto. En cualquier caso, debería dejar de pensar negativamente. - Seguro que lo acabo encasquetando... - Murmuraba, de forma pensativa mientras agarraba el vaso para darle un trago. Tras ese pequeño trago de whisky, venía la puntilla, lo que acentuaba el sabor y mi estado de relajación. Inhalaba fuertemente el humo de aquel cigarro, compuesto por estupefacientes especialmente del tipo relajantes, pues de lo contrario, sería demasiado insufrible. Nadie quiere ver a una chica tan explosiva como yo, hasta las cejas de estimulantes.
En ese momento, pode escuchar como un hombre pedía una botella de whisky, pero el camarero le explicaba que solo le quedaba la botella que yo estaba acaparando. - ¿Hum? - Pronuncié mientras miraba al hombre que la pedía. Exhalaba el humo que había tragado, para luego, sacar de mis labios aquel cigarro, dejándolo en el cenicero. Suspiré levemente, mientras miraba la botella, había bastante, supongo que no habría problema si la compartía.
Aquel hombre, parecía desentonar en la taberna, era tremendamente alto, rubio y bien vestido, eso llamaba cierta curiosidad en mí. Además, sus modales eran completamente distintos que el resto. Se podía ver a simple vista que no era igual que la calaña a la que estaba acostumbrada a ver en este recinto. Él se conformó con otra bebida, realmente me parecía un tipo interesante, así que si con eso conseguía algo pues arriesgaría. - No hace falta. - Pronuncié para llamar la atención de este. - Hay suficiente para los dos. - Añadía a la vez que le deslizaba la botella por la barra acercándola a él. - A esta invito yo. - Concluía mirándolo con cierta sonrisa, solo esperaba descubrir, el motivo del porqué un tipo como él se encontraba en una taberna de mala muerte con esta.
En ese momento, pode escuchar como un hombre pedía una botella de whisky, pero el camarero le explicaba que solo le quedaba la botella que yo estaba acaparando. - ¿Hum? - Pronuncié mientras miraba al hombre que la pedía. Exhalaba el humo que había tragado, para luego, sacar de mis labios aquel cigarro, dejándolo en el cenicero. Suspiré levemente, mientras miraba la botella, había bastante, supongo que no habría problema si la compartía.
Aquel hombre, parecía desentonar en la taberna, era tremendamente alto, rubio y bien vestido, eso llamaba cierta curiosidad en mí. Además, sus modales eran completamente distintos que el resto. Se podía ver a simple vista que no era igual que la calaña a la que estaba acostumbrada a ver en este recinto. Él se conformó con otra bebida, realmente me parecía un tipo interesante, así que si con eso conseguía algo pues arriesgaría. - No hace falta. - Pronuncié para llamar la atención de este. - Hay suficiente para los dos. - Añadía a la vez que le deslizaba la botella por la barra acercándola a él. - A esta invito yo. - Concluía mirándolo con cierta sonrisa, solo esperaba descubrir, el motivo del porqué un tipo como él se encontraba en una taberna de mala muerte con esta.
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No tenía claro qué era más bizarro en la escena: Una niña bebiendo y fumando, el tabernero aterrado o el ofrecimiento que acababa de hacerle repentinamente, con un talante más propio de un adulto pendenciero que de una niña que todavía tenía edad para vestirse de princesa. Habría arqueado una ceja, pero en su lugar prefirió ignorar la extraña situación.
Miró al hombre tras la barra e inclinó la cabeza hacia la botella levemente, como preguntándole hasta qué punto era seguro aceptar. No tenía claro que hubiese entendido su "pregunta", pero se encogió de hombros y le puso un vaso delante que, con expeditiva eficiencia, comenzó a llenar hasta los tres dedos. No le gustó que pusiese el hielo después, aunque tampoco dijo nada. Inclinó la cabeza y él se retiró, alejándose tanto como pudo de la extraña pareja, dedicándole un último vistazo con cierta lástima. ¿Tan mala idea parecía sentarse junto a una niña?
- Gracias -dijo, alzando el vaso sobre sus ojos-. Por los encuentros azarosos.
No tenía muy claro por qué demonios brindaba con una niña que debería estar en clase o buscando marido en lugar de perder su tiempo en una taberna, pero tampoco tenía nada mucho mejor que hacer hasta que le diesen el soplo. Al final del día daba igual niña o mujer, todas sangraban al terminar. Aunque para ser sinceros no tenía muy claro que las paredes de la taberna estuviesen insonorizadas, y padre siempre le decía "no cagues donde comas", y teniendo negocios no podía exponerse a perder su fachada. No en esa isla, al menos.
- ¿Y qué hace una niña en una sórdida taberna de mala muerte? Cualquiera aquí podría querer robarte, o algo peor. -Trató de mantener una máscara de genuina curiosidad, aunque había que ser retrasado para no darse cuenta de que ahí pasaba algo raro.
Miró al hombre tras la barra e inclinó la cabeza hacia la botella levemente, como preguntándole hasta qué punto era seguro aceptar. No tenía claro que hubiese entendido su "pregunta", pero se encogió de hombros y le puso un vaso delante que, con expeditiva eficiencia, comenzó a llenar hasta los tres dedos. No le gustó que pusiese el hielo después, aunque tampoco dijo nada. Inclinó la cabeza y él se retiró, alejándose tanto como pudo de la extraña pareja, dedicándole un último vistazo con cierta lástima. ¿Tan mala idea parecía sentarse junto a una niña?
- Gracias -dijo, alzando el vaso sobre sus ojos-. Por los encuentros azarosos.
No tenía muy claro por qué demonios brindaba con una niña que debería estar en clase o buscando marido en lugar de perder su tiempo en una taberna, pero tampoco tenía nada mucho mejor que hacer hasta que le diesen el soplo. Al final del día daba igual niña o mujer, todas sangraban al terminar. Aunque para ser sinceros no tenía muy claro que las paredes de la taberna estuviesen insonorizadas, y padre siempre le decía "no cagues donde comas", y teniendo negocios no podía exponerse a perder su fachada. No en esa isla, al menos.
- ¿Y qué hace una niña en una sórdida taberna de mala muerte? Cualquiera aquí podría querer robarte, o algo peor. -Trató de mantener una máscara de genuina curiosidad, aunque había que ser retrasado para no darse cuenta de que ahí pasaba algo raro.
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