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Ivan Markov
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Akuma no mi
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Le dedicó una sonrisa dulce y sincera, agradeciendo su comprensión. Se sintió mucho más tranquilo y seguro al escucharla, al tiempo que una alegría cálida se asentaba en él. Sabía que le correspondía, lo había sentido. Su aroma a lilas y grosellas era más hermoso y dulce que nunca, pues podía oler en medio sus sentimientos hacia él. Aún así, escuchárselo decir le hizo ampliar su sonrisa. Le dejó que le tomara la mano, mirándola a los ojos mientras se la apoyaba en el pecho.
- Sé que no lo tienes - alzó la mano acariciándole suavemente la mejilla - como sé lo que sientes. Lo que sentimos.
Por un lado no le gustaba haber llorado delante de ella, menos justo tras ese momento tan especial e íntimo. Pero al mismo tiempo se sentía tan lleno, tan vivo y tan feliz que daba igual. Y la respuesta de ella había terminado de despejar sus dudas. Si ella había podido aceptar la situación tan fácilmente, ¿por qué él no iba a hacer lo mismo? Sentía cosas por ella. En el fondo lo había sabido desde aquella noche en el castillo. Había sabido que ella era especial y que sería capaz de amarla, de darlo todo y de volver a dar una oportunidad a la vida. No había creído que fuese capaz de sentir algo así por nadie de nuevo. Podía achacarse a la idiotez e inexperiencia emocional de la juventud, y en parte no sería incorrecto, pero por otro lado Ivan sabía, y esto era bien cierto, que muy pocas personas eran capaces de despertar aquella clase de sentimientos en él. Sonrió de nuevo y se arrodilló a su lado.
- Ya has aceptado viajar a mi lado, pero ahora voy a hacerlo bien. Brianna - empezó con seriedad - Tal vez no sea un hombre de ley, pero sí soy uno de palabra, y puedo prometerte que mientras estés conmigo te protegeré y haré lo que sea por hacerte sonreír. ¿Quieres navegar conmigo, de aquí hasta el Grand Line y a donde nos lleve el viento?
¿Por qué pedirle de nuevo lo que ya habían hablado? Porque evidentemente lo importante no era lo que decía con las palabras, sino con sus ojos. No le estaba pidiendo simplemente que viajaran juntos. Le estaba pidiendo que compartieran el viaje. Podría haber sido más directo, pero no habría sido él. Ese no hubiera sido su estilo. Al fin y al cabo, en el fondo era un romántico perdido. Le tendió la mano y esperó a su respuesta, escuchando los latidos de su corazón. Sabía cuál sería su respuesta, su cuerpo hablaba por ella, pero... quería oírselo decir. Darle la oportunidad de expresarlo ella misma. Y de elegir, más allá de lo que le pidieran sus sentimientos.
- Sé que no lo tienes - alzó la mano acariciándole suavemente la mejilla - como sé lo que sientes. Lo que sentimos.
Por un lado no le gustaba haber llorado delante de ella, menos justo tras ese momento tan especial e íntimo. Pero al mismo tiempo se sentía tan lleno, tan vivo y tan feliz que daba igual. Y la respuesta de ella había terminado de despejar sus dudas. Si ella había podido aceptar la situación tan fácilmente, ¿por qué él no iba a hacer lo mismo? Sentía cosas por ella. En el fondo lo había sabido desde aquella noche en el castillo. Había sabido que ella era especial y que sería capaz de amarla, de darlo todo y de volver a dar una oportunidad a la vida. No había creído que fuese capaz de sentir algo así por nadie de nuevo. Podía achacarse a la idiotez e inexperiencia emocional de la juventud, y en parte no sería incorrecto, pero por otro lado Ivan sabía, y esto era bien cierto, que muy pocas personas eran capaces de despertar aquella clase de sentimientos en él. Sonrió de nuevo y se arrodilló a su lado.
- Ya has aceptado viajar a mi lado, pero ahora voy a hacerlo bien. Brianna - empezó con seriedad - Tal vez no sea un hombre de ley, pero sí soy uno de palabra, y puedo prometerte que mientras estés conmigo te protegeré y haré lo que sea por hacerte sonreír. ¿Quieres navegar conmigo, de aquí hasta el Grand Line y a donde nos lleve el viento?
¿Por qué pedirle de nuevo lo que ya habían hablado? Porque evidentemente lo importante no era lo que decía con las palabras, sino con sus ojos. No le estaba pidiendo simplemente que viajaran juntos. Le estaba pidiendo que compartieran el viaje. Podría haber sido más directo, pero no habría sido él. Ese no hubiera sido su estilo. Al fin y al cabo, en el fondo era un romántico perdido. Le tendió la mano y esperó a su respuesta, escuchando los latidos de su corazón. Sabía cuál sería su respuesta, su cuerpo hablaba por ella, pero... quería oírselo decir. Darle la oportunidad de expresarlo ella misma. Y de elegir, más allá de lo que le pidieran sus sentimientos.
Brianna Byrne
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Estaba nerviosa, asustada, abrumada, no sabía si todo aquello estaba bien, tampoco sabía si dar aquellos pasos era lo correcto o no. Pero sabía lo que sentía y lo que le pedía su corazón, su corazón y su mente le pedían que cogiera esa mano, que entrelazara sus dedos con él y que volviera a besar sus labios una vez más. Le miro, sus ojos violáceos, misteriosos y mágicos como siempre los habían descrito quedaron fijos en los ojos masculinos. Aquellos ojos que tanto le gustaban, que por alguna razón conseguían hipnotizarla y hacerla sentir mejor, la hacían perderse en sus propios pensamientos.
Un leve suspiro salió de sus labios mientras acercaba su mano hasta la de él y la tomaba. Asintió y se acerco un poquito más a su cuerpo — si, quiero viajar contigo, quiero descubrir el mundo contigo — sabía que él la protegería, tal y como había hecho en el castillo de Hallstat, sabía que cuidaría de ella y que no permitiría que volviera a sufrir lo que había sufrido en su pasado. Por alguna razón algo le decía que aquel hombre sería la persona que cuidaría de ella y la haría sentir nuevamente feliz. La haría sentir que estaba nuevamente en casa, que no tenía que seguir buscando por que había encontrado a alguien que la acompañara.
Aún no conocía del todo bien su historia, la historia del vampiro era un misterio y bueno, ella tampoco había compartido del todo su historia así que en algún momento ambos deberían abrirse y compartir sus vivencias. Sentía que era algo importante para llegar a conocerse realmente bien. Conocer el pasado de la gente te ayuda a comprender muchas cosas, sus comportamientos, sus pensamientos, incluso el modo en el que actúa en su presente y lo hará en su futuro. Puede que resulte absurdo o ilógico pensar de aquella manera, pero Brianna lo había visto tantas veces.
Hombres justos corruptos por un pasado tormentoso, mujeres perdidas en la podredumbre de un mundo que no deja de girar y que si puede te abandona y no te permite respirar. Ella había vivido presa de aquella rueda que no para, de aquel giro catastrófico que te arrastra y te perturba sin que puedas ver la salida a un lúgubre y funesto túnel sin final. Y te preguntas si encontrarás a alguien que pueda ayudarte, alguien que te de la fuerza necesaria para seguir adelante, para querer luchar por ti misma. En realidad no es que sea necesario encontrar a alguien en particular, tal vez alguien que te dedica una sonrisa, una palabra amable, que te demuestre que el mundo no es tan malo como aparenta.
Que las sombras no son mas largas que la luz que las proyecta, que aún en la más profunda oscuridad puedes encontrar un atisbo de luz. Eso era lo que Brianna había encontrado el día en que decidió huir, el día en que pudo escapar, el día en que su mundo volvió a girar. Ahora aquel hombre que tenía frente a sus ojos le estaba dando la oportunidad de vivir sin miedo, de descubrir un mundo que se le había negado, que no había podido conocer fuera de los palacios de aquellos ricos que pagaban por sus servicios. Lejos del camarote del capitán que la mantenía prisionera, lejos de aquella jaula donde solían encerrarla tras los latigazos cuando hacía algo que no complacía a ese hombre sin escrúpulos. Ahora se daría la oportunidad real de vivir aún cuando tuviera que seguir huyendo de aquellos que aún ahora querían seguir haciéndole daño.
Un leve suspiro salió de sus labios mientras acercaba su mano hasta la de él y la tomaba. Asintió y se acerco un poquito más a su cuerpo — si, quiero viajar contigo, quiero descubrir el mundo contigo — sabía que él la protegería, tal y como había hecho en el castillo de Hallstat, sabía que cuidaría de ella y que no permitiría que volviera a sufrir lo que había sufrido en su pasado. Por alguna razón algo le decía que aquel hombre sería la persona que cuidaría de ella y la haría sentir nuevamente feliz. La haría sentir que estaba nuevamente en casa, que no tenía que seguir buscando por que había encontrado a alguien que la acompañara.
Aún no conocía del todo bien su historia, la historia del vampiro era un misterio y bueno, ella tampoco había compartido del todo su historia así que en algún momento ambos deberían abrirse y compartir sus vivencias. Sentía que era algo importante para llegar a conocerse realmente bien. Conocer el pasado de la gente te ayuda a comprender muchas cosas, sus comportamientos, sus pensamientos, incluso el modo en el que actúa en su presente y lo hará en su futuro. Puede que resulte absurdo o ilógico pensar de aquella manera, pero Brianna lo había visto tantas veces.
Hombres justos corruptos por un pasado tormentoso, mujeres perdidas en la podredumbre de un mundo que no deja de girar y que si puede te abandona y no te permite respirar. Ella había vivido presa de aquella rueda que no para, de aquel giro catastrófico que te arrastra y te perturba sin que puedas ver la salida a un lúgubre y funesto túnel sin final. Y te preguntas si encontrarás a alguien que pueda ayudarte, alguien que te de la fuerza necesaria para seguir adelante, para querer luchar por ti misma. En realidad no es que sea necesario encontrar a alguien en particular, tal vez alguien que te dedica una sonrisa, una palabra amable, que te demuestre que el mundo no es tan malo como aparenta.
Que las sombras no son mas largas que la luz que las proyecta, que aún en la más profunda oscuridad puedes encontrar un atisbo de luz. Eso era lo que Brianna había encontrado el día en que decidió huir, el día en que pudo escapar, el día en que su mundo volvió a girar. Ahora aquel hombre que tenía frente a sus ojos le estaba dando la oportunidad de vivir sin miedo, de descubrir un mundo que se le había negado, que no había podido conocer fuera de los palacios de aquellos ricos que pagaban por sus servicios. Lejos del camarote del capitán que la mantenía prisionera, lejos de aquella jaula donde solían encerrarla tras los latigazos cuando hacía algo que no complacía a ese hombre sin escrúpulos. Ahora se daría la oportunidad real de vivir aún cuando tuviera que seguir huyendo de aquellos que aún ahora querían seguir haciéndole daño.
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Al despertar, no le llevó mucho situarse. Aún así le costó asumir que estaba despierto y no soñando. Él no compartía su cama, nunca lo había hecho. Siempre había dormido solo, por muchas razones. Desconfianza, falta de interés en ello, comodidad, seguridad... y sin embargo, ahí estaba. Observó con una sonrisa a Brianna aún dormida a su lado y su corazón se aceleró ligeramente. Había decidido abrirse a alguien y la sensación era... rara. No le era sencillo hacerlo y sin embargo resultaba satisfactorio. Le acarició suavemente la cara, apartándole un mechón de pelo, y tras eso se levantó con cuidado de no despertarla.
Tras ponerse los pantalones y coger la espada, salió a cubierta. Primero hizo una comprobación del rumbo del barco y del cabo que mantenía el timón fijo. Tras ver que todo estaba en orden y ajustar un poco la dirección, se alejó y comenzó a entrenar como cada mañana. Sus golpes se habían vuelto seguros y precisos en esas semanas. Ya no iba a ciegas, variando en cada repetición la ejecución para buscar la más óptima, ni tampoco se limitaba a mejorar sus tiempos. Ahora estaba perfeccionando su memoria muscular de la técnica, para poder ejecutarla a la perfección en cuanto lo necesitara. Por lo demás, estaba más que acabada.
No dedicó tanto tiempo como los otros días, sino que tras media hora de ejercicio intenso, se limpió el sudor con una esponja como las otras veces y se fue a preparar el desayuno. Al fin y al cabo no necesitaba mucho más, y le apetecía darle una sorpresa a Brianna cuando se despertara. Sonrió para sí mismo, en calma. En general era una persona feliz, no le costaba seguir adelante con optimismo y encontrar cosas buenas en malas situaciones. Sin embargo rara vez se había sentido tan en paz y en calma. No había dormido mucho y se sentía descansado y tranquilo. Al fin parecía que las cosas realmente empezaban a irle bien. Y ahora ya no estaba solo.
Tras ponerse los pantalones y coger la espada, salió a cubierta. Primero hizo una comprobación del rumbo del barco y del cabo que mantenía el timón fijo. Tras ver que todo estaba en orden y ajustar un poco la dirección, se alejó y comenzó a entrenar como cada mañana. Sus golpes se habían vuelto seguros y precisos en esas semanas. Ya no iba a ciegas, variando en cada repetición la ejecución para buscar la más óptima, ni tampoco se limitaba a mejorar sus tiempos. Ahora estaba perfeccionando su memoria muscular de la técnica, para poder ejecutarla a la perfección en cuanto lo necesitara. Por lo demás, estaba más que acabada.
No dedicó tanto tiempo como los otros días, sino que tras media hora de ejercicio intenso, se limpió el sudor con una esponja como las otras veces y se fue a preparar el desayuno. Al fin y al cabo no necesitaba mucho más, y le apetecía darle una sorpresa a Brianna cuando se despertara. Sonrió para sí mismo, en calma. En general era una persona feliz, no le costaba seguir adelante con optimismo y encontrar cosas buenas en malas situaciones. Sin embargo rara vez se había sentido tan en paz y en calma. No había dormido mucho y se sentía descansado y tranquilo. Al fin parecía que las cosas realmente empezaban a irle bien. Y ahora ya no estaba solo.
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