Dark Dome City fue en su día una ciudad en el centro de la isla Evernight, aunque con el tiempo la ciudad se extendió de una costa a otra y el nombre de la isla cayó en el olvido. La ciudad, en otra época poco más que un asentamiento para marginados y fugitivos, se convirtió muy pronto en un enclave estratégico para marineros y contrabandistas que, poco a poco, hicieron crecer el pequeño basurero que era Evernight hasta la abigarrada e informe masa de edificios que hoy se alzan desde las entrañas de la tierra hacia el cielo, cubriendo las estrellas del manto nocturno.
Las luces de neón con el tiempo ocultaron la noche, pero desataron una oscuridad más profunda: Los casinos trajeron el juego, y el juego llamó pronto a la prostitución. La tecnología que ladrones y locos llevaron a la isla no sepultó la inmoralidad sobre la que se asentó: Por cada nueva chimenea que se alzaba más gente moría al año en el domo oscuro; por cada nueva luz que se encendía una nueva mujer era abusada durante la noche y por cada nuevo negocio que abrió un señor del crimen llegó a encumbrar su nuevo y fatídico poder.
En la ciudad surgió el poder, claro que sí. Nadie pudo reinar ni proclamarse rey, pero aquellos que aceptaron la tarea de gobernar por sus conciudadanos duraron poco. Surgieron cuerpos policiales, militares y de auxilio, pero nada hacían en comparación a los cada vez más numerosos ejércitos de los señores del crimen. El control de la ciudad, tras muchos años, cayó bajo el poder de las mafias y todos los alcaldes tras ello juraron lealtad a los cada vez menos, pero más poderosos, Reyes de Dark Dome. Esto no fue en balde, y una delicada paz se instauró cuando los nueve reyes firmaron el Acta de Hermandad. En este documento, firmado hace apenas diez años entre los nueve grandes líderes del Hampa y el todavía alcalde Goge Vandire, se recogen los pactos a los que se sometieron todos y cada uno de ellos, pero ahora... El Lazo Rojo ha caído.
Con la desaparición de una de las más preeminentes familias la tensión se palpa en el ambiente: Partidarios de buscar a los culpables se debaten con aquellos que buscan expandir su poder más allá, tomando el lugar que el Lazo Rojo dejó. Pequeñas organizaciones que no solían tener ni siquiera nombre empiezan a revolverse y los cuerpos militares del alcalde empiezan a disparar ocasionalmente contra aquellos que parecen haber salido del redil, una opción que tampoco parece muy inteligente pero, en tiempo de guerra... Quién sabe cómo juzgará la historia.
Vosotros, por vuestra parte... Os encontráis en una pequeña nave industrial cerca del puerto. Habéis organizado una pequeña base en él y habéis reunido a las cabezas de vuestro ejército, apenas doce personas a las que transmitir vuestras órdenes e intenciones para con la ciudad. ¿Me refrescáis la memoria? ¿Quién está con vosotros?
Por otro lado se habla de una situación muy tensa en la zona noreste. La conocéis, es el viejo territorio del Lazo Rojo: El más amplio, pero también el más empobrecido de todos; también la única zona de la ciudad donde se extraen recursos mineros. Una zona clave que, de un momento a otro, podría arder.
Las luces de neón con el tiempo ocultaron la noche, pero desataron una oscuridad más profunda: Los casinos trajeron el juego, y el juego llamó pronto a la prostitución. La tecnología que ladrones y locos llevaron a la isla no sepultó la inmoralidad sobre la que se asentó: Por cada nueva chimenea que se alzaba más gente moría al año en el domo oscuro; por cada nueva luz que se encendía una nueva mujer era abusada durante la noche y por cada nuevo negocio que abrió un señor del crimen llegó a encumbrar su nuevo y fatídico poder.
En la ciudad surgió el poder, claro que sí. Nadie pudo reinar ni proclamarse rey, pero aquellos que aceptaron la tarea de gobernar por sus conciudadanos duraron poco. Surgieron cuerpos policiales, militares y de auxilio, pero nada hacían en comparación a los cada vez más numerosos ejércitos de los señores del crimen. El control de la ciudad, tras muchos años, cayó bajo el poder de las mafias y todos los alcaldes tras ello juraron lealtad a los cada vez menos, pero más poderosos, Reyes de Dark Dome. Esto no fue en balde, y una delicada paz se instauró cuando los nueve reyes firmaron el Acta de Hermandad. En este documento, firmado hace apenas diez años entre los nueve grandes líderes del Hampa y el todavía alcalde Goge Vandire, se recogen los pactos a los que se sometieron todos y cada uno de ellos, pero ahora... El Lazo Rojo ha caído.
Con la desaparición de una de las más preeminentes familias la tensión se palpa en el ambiente: Partidarios de buscar a los culpables se debaten con aquellos que buscan expandir su poder más allá, tomando el lugar que el Lazo Rojo dejó. Pequeñas organizaciones que no solían tener ni siquiera nombre empiezan a revolverse y los cuerpos militares del alcalde empiezan a disparar ocasionalmente contra aquellos que parecen haber salido del redil, una opción que tampoco parece muy inteligente pero, en tiempo de guerra... Quién sabe cómo juzgará la historia.
Vosotros, por vuestra parte... Os encontráis en una pequeña nave industrial cerca del puerto. Habéis organizado una pequeña base en él y habéis reunido a las cabezas de vuestro ejército, apenas doce personas a las que transmitir vuestras órdenes e intenciones para con la ciudad. ¿Me refrescáis la memoria? ¿Quién está con vosotros?
Por otro lado se habla de una situación muy tensa en la zona noreste. La conocéis, es el viejo territorio del Lazo Rojo: El más amplio, pero también el más empobrecido de todos; también la única zona de la ciudad donde se extraen recursos mineros. Una zona clave que, de un momento a otro, podría arder.
Ivan Markov
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Al fin había llegado el momento. Años de preparación culminarían en las próximas horas. Ivan respiró hondo, tratando de mantener sus nervios bajo control. Impaciencia, expectación, ansiedad y otras emociones se agolpaban bajo la superficie. Sin embargo estaba a punto de tener la reunión que daría comienzo a todo, y no podía permitirse dar una imagen que no fuese de perfecta confianza y control. Apretó los puños, y dejó que el humano fuese sustituido por el vampiro. Su corazón se ralentizó hasta detenerse, su calor corporal se desvaneció y su piel se volvió mortalmente pálida. Espiró el aire y abrió los ojos, mostrando unas pupilas doradas que relucían en la oscuridad del cuarto. Nada delataba ya los sentimientos que latían bajo la superficie. Más confiado, abrió la puerta y salió a la nave principal, echando a caminar con paso tranquilo. En esta esperaban ya los diferentes asistentes, reunidos en torno a una mesa sobre la que tenían un callejero de la ciudad.
- Caballeros y señoritas, bienvenidos - comenzó, con una sonrisa cortés y tono frío - a la reunión que hará caer el cuchillo sobre esta podrida ciudad. Hace ya demasiado tiempo que las nueve familias gobiernan y pudren Dark Dome, no sólo impidiendo que otros negocios ajenos a los suyos florezcan, sino trayendo a las calles inseguridad, asesinatos, caos. Yo he venido a cambiar esto.
Ocupó su lugar a la cabecera de la mesa y miró a Michael. El ghoul, un hombre de mediana edad moreno con una piel que en un pasado había sido bronceada por el sol, ahora grisácea y muerte, se acercó con una jarra y le sirvió una copa de sangre. Era uno de sus leales sirvientes no muertos. Normalmente era el timonel del Leviatán en sus ausencias, pero aquel día sería uno de sus comandantes. Le había ordenado ser quien coordinara y dirigiera las escuadras motorizadas. Paseó su mirada por la mesa, observando al resto de los asistentes. Empezando por los más leales, estaba Friedrich. El caballero ghoul era una imponente figura de más de dos metros de altura enfundada en una pesada armadura de metal, con un escudo a la espalda y una espada apoyada junto a la mesa. Ahora mismo no llevaba el casco, mostrando un rostro bastante más deteriorado y consumido por el paso del tiempo que el de Michael. Luego estaba Helen Foster, detective del DPDD (Departamento de Policía de Dark Dome), y tras su encuentro con él, una vampiresa.
- No vengo a traer una utopía ni a prometer lo que no puedo dar. Pero sí a dar lo que esta ciudad se merece: orden. Un orden que permita a todos disfrutar de su libertad sin miedo, en el que la ciudad prospere y nuevas asociaciones dignas de confianza ocupen el vacío que dejen las viejas familias.
Miró significativamente a Corvus y sus invitados. El hombre, un darkdominer bajito con barba de chivo oscura, era uno de los dealers de información más importantes de la ciudad. Tenía contactos en todos lados. Ivan se había asegurado su lealtad prometiéndole que bajo el nuevo régimen su importancia aumentaría, así como sus ingresos y negocios. Buena parte de la logística de la operación se la debía a su trabajo. Junto a él había cinco hombres de negocios de la ciudad, gente que no había podido prosperar demasiado bajo las nueve familias y se habían visto obligados a subyugarse a una u otra y pagar impuestos por su protección. Sin embargo los tiburones habían olido la sangre, y el hecho de que hubiese logrado hacer desaparecer en una noche a una familia entera había sido suficiente para convencer a unos cuantos de que los tiempos estaban por cambiar. Además de ellos, estaban Exael, el Sumo Sacerdote de Émile, y dos de sus hombres. Uno era el que ocuparía el puesto de obispo en la congregación, un tal Arcael, y el otro su subalterno. Estaba seguro de que esos eran nombres religiosos. ¿Quién le ponía a su hijo "Exael"?
- Bajo mi mandato se acabará el imperio de los señores de la pólvora y el plomo. Y por eso os he llamado: quiero que seáis mis partícipes en esta empresa. Cuando las ocho familias restantes y su títere, Vandire, hayan caído, nuevos poderes tendrán que alzarse para reestablecer el orden. Apoyadme y seréis quienes tomen las riendas de la nueva era que traigo a esta ciudad.
Dirigió una última a las personas que estaban a la mesa: Katharina y dos ghouls más. Su capitana había aceptado ayudarle en la tarea, pues al fin y al cabo le beneficiaba. La banda pasaría a tener un puerto franco y la isla bajo su protección. Los otros dos ghouls que quedaban eran parte de los que había creado como parte de su ejército. Eran de los que más visión táctica habían demostrado, así que los había elegido como comandantes de sus huestes de no muertos junto a Friedrich y Michael. Mientras terminaba de dar el discurso, empleó el poder de su mantra para intentar atender a las emociones de los diferentes participantes.
- Pasando a la operación: ahora mismo puede mascarse la tensión entre las diferentes familias. Si apretamos las teclas correctas, harán buena parte del trabajo por sí solas. Lo primero será trabajo tuyo, Corvus. Necesito que des uso a tu red de contactos para dar información falsa a las familias. Quiero que crean que todas las demás están preparándose para moverse, y que es el momento de intentar reclamar zona minera. Sin embargo esto no será creíble sin generar algo de acción. Ahí es donde entra la gente de Exael - se volvió hacia el sacerdote - Necesito que te coordines con Corvus y pongas a tus feligreses a hacerse pasar por gente de las diferentes familias. Confío en que, sabiendo cómo es tu culto, ya incluso tengas fieles entre las familias. Ponlos a trabajar: quiero que se muevan por el territorio del Lazo Rojo. El objetivo es que las familias empiecen a enfrentarse entre sí. Que siembren confusión y caos: que finjan peleas entre diferentes facciones, que hagan ataques en nombre de diferentes familias, todo eso. Mientras tanto - se volvió ahora hacia la detective - Necesito que vayas a la comisaría central cuando todo haya comenzado y des falsos informes para que la policía se movilice hacia esa y estas otras zonas - señaló diferentes puntos del mapa - En algunas habrá emboscadas de mis fuerzas, pero quiero al núcleo principal de la policía en la zona minera. Ahí es donde entran Katharina y Friedrich. Quiero aplastar a las fuerzas de combate de las familias y de Vandire al mismo tiempo. El grueso de mis zombies y ghouls están en almacenes o enterrados cerca de las minas. Friedrich, tú comandarás a los no muertos, pero esperarás a que la batalla entre las familias haya estallado. Katharina, confío en tu buen juicio. Causa todo el caos que puedas. Vosotros, mis buenos señores - se giró hacia los empresarios - No espero que en esta fase cumpláis un gran papel. Os necesito para cuando la ciudad sea nuestra. Sin embargo sí espero que uséis vuestras conexiones con las familias para alimentar de manera indirecta el clima de paranoia y la desinformación. Corvus os coordinará. Por último... Michael y tus dos chicos, una vez las familias hayan enviado sus fuerzas al combate, mandarás nuestras furgonetas cargadas de ghouls y zombies a acabar con las más problemáticas. Empieza por los Mascarpone. Bien, ¿alguna duda, sugerencia o pregunta? Si no, podemos empezar.
- Caballeros y señoritas, bienvenidos - comenzó, con una sonrisa cortés y tono frío - a la reunión que hará caer el cuchillo sobre esta podrida ciudad. Hace ya demasiado tiempo que las nueve familias gobiernan y pudren Dark Dome, no sólo impidiendo que otros negocios ajenos a los suyos florezcan, sino trayendo a las calles inseguridad, asesinatos, caos. Yo he venido a cambiar esto.
Ocupó su lugar a la cabecera de la mesa y miró a Michael. El ghoul, un hombre de mediana edad moreno con una piel que en un pasado había sido bronceada por el sol, ahora grisácea y muerte, se acercó con una jarra y le sirvió una copa de sangre. Era uno de sus leales sirvientes no muertos. Normalmente era el timonel del Leviatán en sus ausencias, pero aquel día sería uno de sus comandantes. Le había ordenado ser quien coordinara y dirigiera las escuadras motorizadas. Paseó su mirada por la mesa, observando al resto de los asistentes. Empezando por los más leales, estaba Friedrich. El caballero ghoul era una imponente figura de más de dos metros de altura enfundada en una pesada armadura de metal, con un escudo a la espalda y una espada apoyada junto a la mesa. Ahora mismo no llevaba el casco, mostrando un rostro bastante más deteriorado y consumido por el paso del tiempo que el de Michael. Luego estaba Helen Foster, detective del DPDD (Departamento de Policía de Dark Dome), y tras su encuentro con él, una vampiresa.
- No vengo a traer una utopía ni a prometer lo que no puedo dar. Pero sí a dar lo que esta ciudad se merece: orden. Un orden que permita a todos disfrutar de su libertad sin miedo, en el que la ciudad prospere y nuevas asociaciones dignas de confianza ocupen el vacío que dejen las viejas familias.
Miró significativamente a Corvus y sus invitados. El hombre, un darkdominer bajito con barba de chivo oscura, era uno de los dealers de información más importantes de la ciudad. Tenía contactos en todos lados. Ivan se había asegurado su lealtad prometiéndole que bajo el nuevo régimen su importancia aumentaría, así como sus ingresos y negocios. Buena parte de la logística de la operación se la debía a su trabajo. Junto a él había cinco hombres de negocios de la ciudad, gente que no había podido prosperar demasiado bajo las nueve familias y se habían visto obligados a subyugarse a una u otra y pagar impuestos por su protección. Sin embargo los tiburones habían olido la sangre, y el hecho de que hubiese logrado hacer desaparecer en una noche a una familia entera había sido suficiente para convencer a unos cuantos de que los tiempos estaban por cambiar. Además de ellos, estaban Exael, el Sumo Sacerdote de Émile, y dos de sus hombres. Uno era el que ocuparía el puesto de obispo en la congregación, un tal Arcael, y el otro su subalterno. Estaba seguro de que esos eran nombres religiosos. ¿Quién le ponía a su hijo "Exael"?
- Bajo mi mandato se acabará el imperio de los señores de la pólvora y el plomo. Y por eso os he llamado: quiero que seáis mis partícipes en esta empresa. Cuando las ocho familias restantes y su títere, Vandire, hayan caído, nuevos poderes tendrán que alzarse para reestablecer el orden. Apoyadme y seréis quienes tomen las riendas de la nueva era que traigo a esta ciudad.
Dirigió una última a las personas que estaban a la mesa: Katharina y dos ghouls más. Su capitana había aceptado ayudarle en la tarea, pues al fin y al cabo le beneficiaba. La banda pasaría a tener un puerto franco y la isla bajo su protección. Los otros dos ghouls que quedaban eran parte de los que había creado como parte de su ejército. Eran de los que más visión táctica habían demostrado, así que los había elegido como comandantes de sus huestes de no muertos junto a Friedrich y Michael. Mientras terminaba de dar el discurso, empleó el poder de su mantra para intentar atender a las emociones de los diferentes participantes.
- Pasando a la operación: ahora mismo puede mascarse la tensión entre las diferentes familias. Si apretamos las teclas correctas, harán buena parte del trabajo por sí solas. Lo primero será trabajo tuyo, Corvus. Necesito que des uso a tu red de contactos para dar información falsa a las familias. Quiero que crean que todas las demás están preparándose para moverse, y que es el momento de intentar reclamar zona minera. Sin embargo esto no será creíble sin generar algo de acción. Ahí es donde entra la gente de Exael - se volvió hacia el sacerdote - Necesito que te coordines con Corvus y pongas a tus feligreses a hacerse pasar por gente de las diferentes familias. Confío en que, sabiendo cómo es tu culto, ya incluso tengas fieles entre las familias. Ponlos a trabajar: quiero que se muevan por el territorio del Lazo Rojo. El objetivo es que las familias empiecen a enfrentarse entre sí. Que siembren confusión y caos: que finjan peleas entre diferentes facciones, que hagan ataques en nombre de diferentes familias, todo eso. Mientras tanto - se volvió ahora hacia la detective - Necesito que vayas a la comisaría central cuando todo haya comenzado y des falsos informes para que la policía se movilice hacia esa y estas otras zonas - señaló diferentes puntos del mapa - En algunas habrá emboscadas de mis fuerzas, pero quiero al núcleo principal de la policía en la zona minera. Ahí es donde entran Katharina y Friedrich. Quiero aplastar a las fuerzas de combate de las familias y de Vandire al mismo tiempo. El grueso de mis zombies y ghouls están en almacenes o enterrados cerca de las minas. Friedrich, tú comandarás a los no muertos, pero esperarás a que la batalla entre las familias haya estallado. Katharina, confío en tu buen juicio. Causa todo el caos que puedas. Vosotros, mis buenos señores - se giró hacia los empresarios - No espero que en esta fase cumpláis un gran papel. Os necesito para cuando la ciudad sea nuestra. Sin embargo sí espero que uséis vuestras conexiones con las familias para alimentar de manera indirecta el clima de paranoia y la desinformación. Corvus os coordinará. Por último... Michael y tus dos chicos, una vez las familias hayan enviado sus fuerzas al combate, mandarás nuestras furgonetas cargadas de ghouls y zombies a acabar con las más problemáticas. Empieza por los Mascarpone. Bien, ¿alguna duda, sugerencia o pregunta? Si no, podemos empezar.
- datos varios:
- Para facilitar la moderación, dejo algunos datos a disposición del narrador:
Asistentes:
- Exael: Sumo Sacerdote de la Iglesia del Ángel Negro. Es el representante de Émile en la ciudad hasta que la Iglesia esté bien asentada, momento en que dejará el poder en el obispo.
- Arcael: Obispo de la Iglesia del Ángel Negro.
- Subalterno de Arcael.
- Corvus: Uno de los principales dealers de información de Dark Dome, y el encargado de la logística tras la operación.
- Friedrich: Caballero ghoul y comandante general de los no muertos.
- Michael: Comandante ghoul.
- Subalternos de Michael: También ghouls.
- Empresarios: Cinco empresarios reunidos por Corvus que han decidido apoyar el plan de Ivan.
A grandes rasgos el plan es hacer una campaña de desinformación y ataques en falsa bandera para hacer que las familias se enfrenten entre sí y atraer a sus fuerzas al territorio del Lazo Rojo, junto a la policía de Vandire. Esa sería la primera fase. En la segunda, cuando la situación esté madura y se haya pasado (mediante la intervención de la gente de Exael, Corvus y los empresarios) de escaramuzas a enfrentamientos abiertos entre las familias, Katharina y los no muertos comandados por Friedrich atacarán a las fuerzas de las familias y de Vandire. Mientras Michael y los otros dos comandantes ghouls llevarán en las furgonetas grupos de asalto de no muertos para destruir las bases de las familias más problemáticas y descabezarlas.
Katharina von Steinhell
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Había llegado a la improvisada sala de reuniones cuando aún estaba vacía, tomó asiento y dejó que sus pensamientos vagasen libremente. Estaba ahí por una razón extrañamente simple: una promesa. Le había dicho a Ivan que podía contar con sus espadas en todo momento, y no tenía intenciones de faltar a su palabra. Además, esperaba que la conquista de la ciudad supusiera una ventaja a futuro. Si bien no conocía Dark Dome tan bien como el vampiro, tuvo el agrado de ver con sus propios ojos algunos paisajes nocturnos y urbanos extraordinarios, como el lago iluminado y la vista irremplazable desde lo alto del cielo; si fuese a necesitar otra razón para convencerse, la encontraría en la belleza de una ciudad que resultaba muy distinta a lo que estaba acostumbrada. Nada de grandes muros ni estrechos pasajes con olores a orina y a vómito. Incluso la estructura jerárquica era completamente diferente al modelo feudal que conocía de sobra. Al pensar que todo eso pasaría a formar parte de su territorio una intensa emoción le invitaba a obviar todo plan y lanzarse como una bestia salvaje a por ello.
Poco a poco fueron llegando quienes, a partir de ese momento, eran sus aliados. Sólo conocía a Michael, el navegante secundario del Leviatán, pero los demás eran desconocidos. Afortunadamente, Ivan no tardó en llegar y atravesar esa pesada puerta para adueñarse de las miradas de la gente. Entonces, comenzó a hablar. A medida que las palabras salían de su boca y paseaba sus ojos por cada uno de los presentes, la bruja le seguía el movimiento con la mirada. Se detuvo principalmente en quienes vestían… diferente. Sabía que el turbio culto religioso del Emperador del Mar, Lion D. Émile, estaría presente durante la toma de la ciudad. Y tenía razones de sobra para desconfiar de ellos, así que usaría disimuladamente su mantra para obtener algo de información sobre sus personalidades y, de ser posible, miedos. Continuó en silencio, escuchando atentamente el discurso de quien, incluso en ese momento, era el subcapitán de una banda pirata emergente: The Sinners.
Esbozó una sonrisa de orgullo al escuchar el plan de Ivan, demostrando poseer grandes dotes de líder. Sus palabras estaban cargadas de sentido y raciocinio, lo que le dejaba profundamente tranquila. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que trabajó voluntariamente bajo las órdenes de otra persona, aunque no era exactamente ese el caso. Por otra parte, le parecía correcto que ella fuese la encargada de diezmar las caóticas fuerzas de las familias, pues conocía un par de trucos lo suficientemente poderosos para causar una destrucción sin precedentes. Sin embargo, había un par de cosas que no le terminaban de dejar tranquila. Primero, no tenía información alguna sobre el territorio minero; segundo, necesitaba tiempo para prepararlo correctamente y no actuar basándose exclusivamente en la improvisación; tercero, debían asegurar un método para que la información que ellos manejaban no llegase a manos enemigas. Si bien contaban con el factor sorpresa y que las familias no eran conscientes de su existencia, era mejor actuar con precaución para no encontrarse con noticias desafortunadas.
Así que una vez Ivan hubo terminado de hablar, Katharina habló:
—Espero que ante un plan pensado con la cabeza y elaborado con tiempo todas las partes se muestren de acuerdo. —Su voz, como de costumbre, sonaba tajante e imponente—. Ahora, para minimizar aún más la posibilidad de que no todo salga como lo hemos planeado, necesitaré toda la información que actualmente se posea sobre el antiguo territorio del Lazo Rojo. Seguramente quienes hayan pasado toda su vida en Dark Dome podrán ayudarme con esto —mencionó, clavando sus ojos azul hielo en el hombre de la barba de chivo—. Esto es para elaborar emboscadas, rutas de huida y tener en cuenta los puntos más ventajosos del terreno.
Katharina poseía conocimientos históricos y teóricos sobre tácticas militares para realizar maniobras capaces de diezmar a grandes batallones, pero era fundamental tener información sobre el campo de batalla. Esperaba que alguno de los presentes pudiese satisfacer su hambre de conocimiento, de lo contrario, se encargaría ella misma.
Poco a poco fueron llegando quienes, a partir de ese momento, eran sus aliados. Sólo conocía a Michael, el navegante secundario del Leviatán, pero los demás eran desconocidos. Afortunadamente, Ivan no tardó en llegar y atravesar esa pesada puerta para adueñarse de las miradas de la gente. Entonces, comenzó a hablar. A medida que las palabras salían de su boca y paseaba sus ojos por cada uno de los presentes, la bruja le seguía el movimiento con la mirada. Se detuvo principalmente en quienes vestían… diferente. Sabía que el turbio culto religioso del Emperador del Mar, Lion D. Émile, estaría presente durante la toma de la ciudad. Y tenía razones de sobra para desconfiar de ellos, así que usaría disimuladamente su mantra para obtener algo de información sobre sus personalidades y, de ser posible, miedos. Continuó en silencio, escuchando atentamente el discurso de quien, incluso en ese momento, era el subcapitán de una banda pirata emergente: The Sinners.
Esbozó una sonrisa de orgullo al escuchar el plan de Ivan, demostrando poseer grandes dotes de líder. Sus palabras estaban cargadas de sentido y raciocinio, lo que le dejaba profundamente tranquila. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que trabajó voluntariamente bajo las órdenes de otra persona, aunque no era exactamente ese el caso. Por otra parte, le parecía correcto que ella fuese la encargada de diezmar las caóticas fuerzas de las familias, pues conocía un par de trucos lo suficientemente poderosos para causar una destrucción sin precedentes. Sin embargo, había un par de cosas que no le terminaban de dejar tranquila. Primero, no tenía información alguna sobre el territorio minero; segundo, necesitaba tiempo para prepararlo correctamente y no actuar basándose exclusivamente en la improvisación; tercero, debían asegurar un método para que la información que ellos manejaban no llegase a manos enemigas. Si bien contaban con el factor sorpresa y que las familias no eran conscientes de su existencia, era mejor actuar con precaución para no encontrarse con noticias desafortunadas.
Así que una vez Ivan hubo terminado de hablar, Katharina habló:
—Espero que ante un plan pensado con la cabeza y elaborado con tiempo todas las partes se muestren de acuerdo. —Su voz, como de costumbre, sonaba tajante e imponente—. Ahora, para minimizar aún más la posibilidad de que no todo salga como lo hemos planeado, necesitaré toda la información que actualmente se posea sobre el antiguo territorio del Lazo Rojo. Seguramente quienes hayan pasado toda su vida en Dark Dome podrán ayudarme con esto —mencionó, clavando sus ojos azul hielo en el hombre de la barba de chivo—. Esto es para elaborar emboscadas, rutas de huida y tener en cuenta los puntos más ventajosos del terreno.
Katharina poseía conocimientos históricos y teóricos sobre tácticas militares para realizar maniobras capaces de diezmar a grandes batallones, pero era fundamental tener información sobre el campo de batalla. Esperaba que alguno de los presentes pudiese satisfacer su hambre de conocimiento, de lo contrario, se encargaría ella misma.
- Cosillas varias:
- Lo primero de todo, quiero pediros disculpas por la demora. No tengo excusa y si después de esta moderación decidís que no queréis que siga, lo comprenderé. Sin embargo, debo comprometerme a postearos como mínimo cada domingo (una vez a la semana), aunque si los posts van ligeros puede que modere más. Dicho esto, una serie de cuestiones:
A más riesgo, mayor premio: Ya sabéis que me encanta esto. No seáis idiotas pero tampoco dejéis de rolear a vuestro personaje como debéis por miedo a que sufra.
Sucesos aleatorios: Voy a tirar dados muchas veces, y en futuras moderaciones veréis que tal vez os dejo tirar a vosotros. Estableceré un tema específico para estos menesteres y lo pondré en mi firma.
No es un Hack'n Slash: Sí, sois muy poderosos. No hace falta que me lo recordéis en cada post; las conquistas requieren cerebro.
No leo spoilers: Si hacéis un post muy largo y creéis que algo se me podría pasar, haced una lista de acciones relevantes en uno marcado con ese mismo título. Sin explicar intenciones, solo la acción. Lo mismo para las técnicas, si usáis una poned su nombre en negrita durante el rol.
Suerte: Espero que lo paséis bien y que terminéis el rol con todas vuestras extremidades intactas.
Hay un momento de silencio en la nave, mientras los ecos del discurso aún resuenan. La gente cruza miradas, entre tensas e ilusionadas, sin saber muy bien qué decir, hasta que Exael se levanta y señala el mapa en la pared.
- Mapa:
El blanco es el puerto, azul el café y marroncillo la fábrica.
- Cualquiera podría pensar que por la naturaleza de esta ciudad nuestra pequeña sociedad ha logrado instalarse hasta la médula -dice, con voz altisonante, aunque se puede notar cierta vergüenza en el fondo de sus palabras-, pero casi no se puede hablar de una integración exitosa. Aunque de los nueve territorios de las familias tenemos gente en cinco y con la caída del Lazo Rojo podríamos decir que estamos en cinco de las ocho... Ni son muchas personas ni ocupan cargos realmente relevantes en las organizaciones; de hecho tanto la familia Damnos como Russ y los Rocket Corps han no solo frustrado varios intentos de asimilación sino que han formado una suerte de "Inquisición". Esto no sería un verdadero problema de no ser porque Vandire está conchabado con los Russ, así que de facto...
- Russ controla la ciudad -completa Corvus-. Lo cual tiene mucho mérito dado que en los últimos veinte años no se le ha visto nunca, y hay muchas voces que sugieren, tanto dentro como fuera de la familia, que se fue para no volver. Pero se trata del verdadero dueño de la isla en cualquier caso; los demás o lo odian o le lamen las botas, como Damnos y Dagon. Es juez en las disputas entre familias, cobra peaje en todo su territorio y más que como una mafia actúa como un verdadero ejército. Hasta ahora lo único que mantiene la paz es su poco interés por aplastar a las demás familias, pero con la caída del Lazo Rojo nadie sabe si todas las demás juntas podrían hacerle frente.
Cuando la explicación concluye y Katharina hace su pregunta, de nuevo es Corvus quien alza la voz:
- El Lazo Rojo controlaba casi la mitad del territorio de la isla, y aunque en su parte más oriental es zona pobre, es rica en recursos. De hecho, las minas de cromo y níquel del sureste así como las de hierro y silicio al norte reparten a todo el sistema tecnológico de la isla. Por otro lado, sabemos que persisten algunas células que pretenden restablecer el Lazo Rojo, aunque no sabemos cuántas, de qué poder ni cuáles son sus planes. Por lo que -mira a Ivan- probablemente sea un suicidio estratégico incitar a una guerra en ese territorio. Solo dos familias podrían llegar al territorio sin entrar en dominio rival, y solo una tercera podría adentrarse de forma no hostil... Y nadie quiere despertar al Lobo.
Se puede ver un escalofrío recorrer a todos los darkdominers presentes, por lo que tal vez "El Lobo" sea algo bastante más literal de lo que uno podría esperar.
- Tampoco habrá mucha gente que se crea que todos planean ir, puesto que Jalisco no tiene medios y Babydoll está perdiendo su territorio por ellos. Por otro lado, tal vez deberíamos hablar de qué se cuece en el sur. Acero Oscuro y Ojo Negro llevan una década en guerra sin cuartel, y aunque sus terrenos florecen cerca de Russ y hacia la costa la frontera casi es un baldío de edificios destrozados siempre luchando. También, al otro lado del fiordo, Rocket Corps solía ser el principal aliado del Lazo Rojo, y ahora está desprotegido frente a una posible absorción de Dagon o Russ... Y no nos compensa que Russ crezca, creedme, pero como le pidan protección Russ poseerá una de las mayores fuentes tecnológicas de todo Dark Dome. Hay muchos frentes abiertos ahora mismo, e independientemente de lo que hagamos algo se va a descontrolar.
Si desoís los consejos de Corvus los presentes se levantarán uno a uno, empezando por Exael, que os dirige una sutil reverencia. Seguramente vaya a cumplir con vuestras órdenes, aunque quién sabe. En cualquier caso...
Alguien llama a la puerta de la nave, resonando en todo el interior. Cuando alguien le abra verá a un policía totalmente uniformado, vestido de antidisturbios y una cohorte detrás.
- Ivan Markov, ¡queda arrestado en nombre de la ley! ¡Entréguese y nadie saldrá herido!
Ivan Markov
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Maldita sea... sus informes estaban anticuados. Menos mal que tenía a Corvus para echarle un cable. Igual tendría que haber dedicado más tiempo a informarse cuando retornó. Esos nuevos datos hacían que fuese mejor cancelar el plan y replantear sus ideas. En ese caso... lo mejor sería por ahora mantener a todo el mundo a la espera mientras él amañaba el terreno de juego. Si Russ era tan fuerte, lo mejor sería encargarse de que dejase de serlo. Por otro lado, aunque dificultaría la conquista, eran excelentes noticias que a la Iglesia del Ángel Negro le hubiese ido mal en la implantación. Eso significaba que sería más fácil expulsarlos de la isla cuando decidiera romper su alianza con Émile. Suspiró profundamente y dedicó unos instantes a replantear las ideas que había pensado. En lugar de intentar atraerlos a una trampa y eliminar a todas las familias... tendría que conseguir más aliados.
- Bien, en ese caso, borrón y cuenta nueva. Tengo otras ideas en mente, pero... - se tuvo y planteó bien sus palabras - Por ahora retiraos y manteneos a la espera, pero listos para entrar en acción. Pronto os mandaré a todos nueva información y órdenes. Primero tengo que asegurarme de que el terreno de juego nos sea favorable. Podéis retiraros.
Acto seguido dio una orden mental a los ghouls: "id a preparar todo para que las tropas estén listas en cuanto de la orden. Quiero que haya al menos un ghoul con cada batallón de zombies para mantenerlos controlados." Tras eso se acercó a Corvus.
- Necesito todo lo que sepas o puedas enterarte sobre Russ. Concretamente lo que sepas de sus lugartenientes, base principal, fuerzas... lo que sepas.
A continuación fue hacia Katharina. Para ella tenía reservada una tarea delicada para la que no se fiaría de nadie más, salvo tal vez de Corvus. Pero Corvus ya tenía que coordinar bastante cosas, y seguía fiándose más de ella que de nadie.
- Ve a Rocket Corps y ofréceles nuestra protección. Tienes carta blanca a la hora de negociar, simplemente sé juiciosa y ten cuidado con lo que prometes.
A continuación hizo un gesto a Michael y este se alejó un momento de la mesa, trayendo un paquete alargado con papel de regalo. Ivan soltó una risa maliciosa y tras cogerlo se lo entregó a Kath. En el interior estaba la escoba voladora que le había conseguido. La había sacado de la bóveda del emperador de Tlaseseyan, sin decirle a su capitana qué había pedido como recompensa por su parte. Había estado guardándola esperando al momento apropiado.
- Feliz cumpleaños, brujita - le dio una palmada en el hombro.
Entonces escuchó ruidos en el exterior. Alguien llamó violentamente a la puerta y reclamó que se entregara. ¿La policía? Ivan suspiró entornando los ojos.
- Saca a todos de aquí por la salida secreta, Corvus. Mándame el informe sobre Russ lo antes posible. Kath, antes de ir a lo que te he mandado, ve con ellos por si acaso, por favor. Asegúrate de que todos salen de aquí sin problemas - se acercó más a él y le susurró - Alguien ha debido dar el chivatazo. Trata de enterarte de quién ha sido.
A continuación le dio una orden a la detective Foster, su vampiresa "mantenle un ojo echado a Corvus, pero sin que se note. Una cosa es fiarse de él, pero otra ser idiotas. Recogió el mapa y se lo guardó en el interior de la chaqueta. A continuación sacó unas gafas de sol, hizo que su chaqueta se convirtiera en una larga gabardina y cambió su aspecto con su polimorfia, adoptando la forma que había utilizado para cooperar con la policía de Dark Dome unas semanas atrás. Ahora era un hombre de pelo negro largo, ojos negros y labios finos, bastante diferente a Ivan en general. Mientras todo el mundo se iba, hizo que uno de sus ghouls se quedara y le ordenó mentalmente hacerse el muerto. Eligió el que había convertido más recientemente para que diese el pego por un cadáver reciente. Una vez todos hubieron desaparecido, se acercó a la puerta de la nave y la abrió.
- Buenas noches, agente - le hizo una ligera inclinación de cabeza - Helkan, limpiador. Tal vez haya oído de mí, el alcaide Betorius me debe un favor. Su hombre no está aquí, aunque he estado interrogando a uno de sus compañeros. Me temo que no ha sobrevivido al proceso - dijo con su sonrisa más siniestra y desagradable - Pero ha dicho algunas cosas muy interesantes. Parece ser que su jefe se dirigía al Red Strips, en el territorio de Babydoll.
Si lograba librarse de esos idiotas sin que intentaran arrestarle o entorpecerle más, se alejaría del lugar, cogería la THC y pondría rumbo al territorio de Russ. Una vez tuviera la información que le había pedido a Corvus, tomaría decisiones más concretas.
- Bien, en ese caso, borrón y cuenta nueva. Tengo otras ideas en mente, pero... - se tuvo y planteó bien sus palabras - Por ahora retiraos y manteneos a la espera, pero listos para entrar en acción. Pronto os mandaré a todos nueva información y órdenes. Primero tengo que asegurarme de que el terreno de juego nos sea favorable. Podéis retiraros.
Acto seguido dio una orden mental a los ghouls: "id a preparar todo para que las tropas estén listas en cuanto de la orden. Quiero que haya al menos un ghoul con cada batallón de zombies para mantenerlos controlados." Tras eso se acercó a Corvus.
- Necesito todo lo que sepas o puedas enterarte sobre Russ. Concretamente lo que sepas de sus lugartenientes, base principal, fuerzas... lo que sepas.
A continuación fue hacia Katharina. Para ella tenía reservada una tarea delicada para la que no se fiaría de nadie más, salvo tal vez de Corvus. Pero Corvus ya tenía que coordinar bastante cosas, y seguía fiándose más de ella que de nadie.
- Ve a Rocket Corps y ofréceles nuestra protección. Tienes carta blanca a la hora de negociar, simplemente sé juiciosa y ten cuidado con lo que prometes.
A continuación hizo un gesto a Michael y este se alejó un momento de la mesa, trayendo un paquete alargado con papel de regalo. Ivan soltó una risa maliciosa y tras cogerlo se lo entregó a Kath. En el interior estaba la escoba voladora que le había conseguido. La había sacado de la bóveda del emperador de Tlaseseyan, sin decirle a su capitana qué había pedido como recompensa por su parte. Había estado guardándola esperando al momento apropiado.
- Feliz cumpleaños, brujita - le dio una palmada en el hombro.
Entonces escuchó ruidos en el exterior. Alguien llamó violentamente a la puerta y reclamó que se entregara. ¿La policía? Ivan suspiró entornando los ojos.
- Saca a todos de aquí por la salida secreta, Corvus. Mándame el informe sobre Russ lo antes posible. Kath, antes de ir a lo que te he mandado, ve con ellos por si acaso, por favor. Asegúrate de que todos salen de aquí sin problemas - se acercó más a él y le susurró - Alguien ha debido dar el chivatazo. Trata de enterarte de quién ha sido.
A continuación le dio una orden a la detective Foster, su vampiresa "mantenle un ojo echado a Corvus, pero sin que se note. Una cosa es fiarse de él, pero otra ser idiotas. Recogió el mapa y se lo guardó en el interior de la chaqueta. A continuación sacó unas gafas de sol, hizo que su chaqueta se convirtiera en una larga gabardina y cambió su aspecto con su polimorfia, adoptando la forma que había utilizado para cooperar con la policía de Dark Dome unas semanas atrás. Ahora era un hombre de pelo negro largo, ojos negros y labios finos, bastante diferente a Ivan en general. Mientras todo el mundo se iba, hizo que uno de sus ghouls se quedara y le ordenó mentalmente hacerse el muerto. Eligió el que había convertido más recientemente para que diese el pego por un cadáver reciente. Una vez todos hubieron desaparecido, se acercó a la puerta de la nave y la abrió.
- Buenas noches, agente - le hizo una ligera inclinación de cabeza - Helkan, limpiador. Tal vez haya oído de mí, el alcaide Betorius me debe un favor. Su hombre no está aquí, aunque he estado interrogando a uno de sus compañeros. Me temo que no ha sobrevivido al proceso - dijo con su sonrisa más siniestra y desagradable - Pero ha dicho algunas cosas muy interesantes. Parece ser que su jefe se dirigía al Red Strips, en el territorio de Babydoll.
Si lograba librarse de esos idiotas sin que intentaran arrestarle o entorpecerle más, se alejaría del lugar, cogería la THC y pondría rumbo al territorio de Russ. Una vez tuviera la información que le había pedido a Corvus, tomaría decisiones más concretas.
Katharina von Steinhell
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Desconfiaba de todos los hombres allí presentes, salvo el propio vampiro y sus no-muertos, especialmente de aquellos que pertenecían al culto religioso. El que no pudieran integrarse correctamente en las mafias era tanto una buena como mala noticia. De acuerdo al agudo intelecto de su amigo, seguramente se le pasó por la cabeza lo mismo: dificultaría la conquista, pero facilitaría todo lo posterior. Y también escuchó las respuestas de Corvus, llegando a la conclusión de que había que cambiar el plan y comenzar uno completamente nuevo. Quizás se habían apresurado al no tener toda la información necesaria, aunque tampoco cambiaba el evidente desenlace: la victoria de The Sinners.
Por otra parte, no le había gustado que el vampiro le diese órdenes tan a la ligera. Eran amigos y él estaba a cargo de todo, pero ella seguía siendo su capitana. Bueno, tampoco era un gesto merecedor de importancia ni iba a empezar con sus caprichos en medio de una cuestión tan seria. Ahora, le parecía correcto que fuese ella quien se encargase de las negociaciones con Rocket Corps. Tenía la seguridad de que daría una buena imagen el que fuese la capitana en persona a hablar con esos mafiosos. Esperaba que su presencia en ese lugar fuera motivo suficiente para hacerles pensar que les tomaban en serio.
—No te preocupes, yo me encargo —le aseguró.
No tenía pensado hacer promesas que no podría cumplir en un futuro ni cuestiones que comprometieran directamente los intereses de The Sinners. Debía hacerles ver que podían confiar en ella y en su protección, aunque tampoco temía romper sus espíritus y aplastarlos como los insectos que eran en caso de hacer falta. Sin embargo, esperaba no recurrir a la violencia y llegar a un acuerdo como gente civilizada. Sabía que no todo podía solucionarse con el acero de una espada.
Estaba a punto de largarse de la sala cuando escuchó las palabras de su amigo. Le miró perpleja y boquiabierta. ¿Cómo sabía que era su cumpleaños…? Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien le felicitó. Freya fue la última en hacerlo, la verdad, y ese día se cumplían exactamente cinco años desde entonces. «Da igual», pensó. Una sonrisa genuina se dibujó en su rostro y cogió el paquete con cuidado de no arrugar innecesariamente el papel; tenía pensado conservar incluso el envoltorio. Poco importaba lo que hubiera dentro, no es que fuera una persona materialista y el gesto de Ivan bastaba para hacerle sonreír. Sin embargo, tampoco pudo ocultar la sorpresa luego de ver lo que el vampiro le había regalado.
—¿Una escoba…? —preguntó, tiritándole el ojo izquierdo. No es que sintiera decepción, ¿pero quién regalaba algo como eso?—. G-Gracias, Ivan. Es algo simbólico, ¿no? Me estás diciendo algo como: «Toma, Katharina, para que barras a estos mafiosos hijos de puta» —comentó de inmediato, frunciendo el ceño y agravando la voz para sonar malosa.
La bruja no era de abrazos ni caricias, así que se limitó con darle un toquecito en el pecho y volver a agradecerle por el gesto. ¿Sería capaz de usar una escoba como espada…? Bueno, había diez mil mafiosos allá fuera que servirían como muñecos de prueba. Lamentablemente su pajería mental fue interrumpida cuando escuchó una voz agresiva proveniente del exterior. ¿La policía intentaba arrestar a Ivan? Al parecer alguien quería quitarle el primer puesto de estupidez a los marines.
—Salgan todos en orden y no entren en pánico, por favor —anunció como si fuera una profesora guiando a sus estudiantes en medio de un terremoto, aunque en realidad era ella quien estaba siguiendo a Corvus.
Antes de abandonar el almacén, la bruja cambió su apariencia física para evitar ser reconocida. Si la policía sabía que Ivan Markov estaba en la isla, seguramente la mafia también. No quería que le vieran caminando por ahí para que pudieran relacionar la aparición de dos grandes piratas y sacar conclusiones desventajosas. Al igual que su cabello recogido en una cola de caballo, sus ojos se tornaron de un negro impoluto. Sus pechos perdieron al menos un par de copas y sus facciones se volvieron algo más infantiles. Ya que se estaba volviendo más vieja no estaba mal aparentar ser una joven de dieciocho, ¿verdad? Faltaba poquito para entrar en la crisis de los treinta… Como sea, vestía una sudadera gris y unas calzas negras ajustadas que seguían el contorno de sus muslos y piernas, además de unas zapatillas deportivas. Esperaba pasar desapercibida con esas pintas prácticamente de jovencita rebelde.
Por otra parte, no le había gustado que el vampiro le diese órdenes tan a la ligera. Eran amigos y él estaba a cargo de todo, pero ella seguía siendo su capitana. Bueno, tampoco era un gesto merecedor de importancia ni iba a empezar con sus caprichos en medio de una cuestión tan seria. Ahora, le parecía correcto que fuese ella quien se encargase de las negociaciones con Rocket Corps. Tenía la seguridad de que daría una buena imagen el que fuese la capitana en persona a hablar con esos mafiosos. Esperaba que su presencia en ese lugar fuera motivo suficiente para hacerles pensar que les tomaban en serio.
—No te preocupes, yo me encargo —le aseguró.
No tenía pensado hacer promesas que no podría cumplir en un futuro ni cuestiones que comprometieran directamente los intereses de The Sinners. Debía hacerles ver que podían confiar en ella y en su protección, aunque tampoco temía romper sus espíritus y aplastarlos como los insectos que eran en caso de hacer falta. Sin embargo, esperaba no recurrir a la violencia y llegar a un acuerdo como gente civilizada. Sabía que no todo podía solucionarse con el acero de una espada.
Estaba a punto de largarse de la sala cuando escuchó las palabras de su amigo. Le miró perpleja y boquiabierta. ¿Cómo sabía que era su cumpleaños…? Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien le felicitó. Freya fue la última en hacerlo, la verdad, y ese día se cumplían exactamente cinco años desde entonces. «Da igual», pensó. Una sonrisa genuina se dibujó en su rostro y cogió el paquete con cuidado de no arrugar innecesariamente el papel; tenía pensado conservar incluso el envoltorio. Poco importaba lo que hubiera dentro, no es que fuera una persona materialista y el gesto de Ivan bastaba para hacerle sonreír. Sin embargo, tampoco pudo ocultar la sorpresa luego de ver lo que el vampiro le había regalado.
—¿Una escoba…? —preguntó, tiritándole el ojo izquierdo. No es que sintiera decepción, ¿pero quién regalaba algo como eso?—. G-Gracias, Ivan. Es algo simbólico, ¿no? Me estás diciendo algo como: «Toma, Katharina, para que barras a estos mafiosos hijos de puta» —comentó de inmediato, frunciendo el ceño y agravando la voz para sonar malosa.
La bruja no era de abrazos ni caricias, así que se limitó con darle un toquecito en el pecho y volver a agradecerle por el gesto. ¿Sería capaz de usar una escoba como espada…? Bueno, había diez mil mafiosos allá fuera que servirían como muñecos de prueba. Lamentablemente su pajería mental fue interrumpida cuando escuchó una voz agresiva proveniente del exterior. ¿La policía intentaba arrestar a Ivan? Al parecer alguien quería quitarle el primer puesto de estupidez a los marines.
—Salgan todos en orden y no entren en pánico, por favor —anunció como si fuera una profesora guiando a sus estudiantes en medio de un terremoto, aunque en realidad era ella quien estaba siguiendo a Corvus.
Antes de abandonar el almacén, la bruja cambió su apariencia física para evitar ser reconocida. Si la policía sabía que Ivan Markov estaba en la isla, seguramente la mafia también. No quería que le vieran caminando por ahí para que pudieran relacionar la aparición de dos grandes piratas y sacar conclusiones desventajosas. Al igual que su cabello recogido en una cola de caballo, sus ojos se tornaron de un negro impoluto. Sus pechos perdieron al menos un par de copas y sus facciones se volvieron algo más infantiles. Ya que se estaba volviendo más vieja no estaba mal aparentar ser una joven de dieciocho, ¿verdad? Faltaba poquito para entrar en la crisis de los treinta… Como sea, vestía una sudadera gris y unas calzas negras ajustadas que seguían el contorno de sus muslos y piernas, además de unas zapatillas deportivas. Esperaba pasar desapercibida con esas pintas prácticamente de jovencita rebelde.
Dubitativo. Ese es el adjetivo que tal vez mejor defina la expresión del hombre que, bajo el casco, no termina de comprender lo que está sucediendo. Atiende a las palabras del bueno de Helkan, asintiendo como si realmente no se enterase, pero mira a su espalda esperando la aprobación de alguien. No distingues quién ha podido dárselo, pero cuando lo recibes puedes darte cuenta. Su semblante ha cambiado a una forzada amabilidad, casi tensa, y da un paso hacia adelante.
- Muchísimas gracias por su inestimable ayuda -dice, tratando de ser jovial-, pero me temo que no podemos volver sin cerciorarnos de que todo está en orden aquí. ¿Le importará que echemos un vistazo? Al fin y al cabo, se le ha visto entrar aquí.
Tras él nadie se mueve, pero parecen totalmente preparados para iniciar un ataque en cualquier momento. Algunos llevan armas de fuego automáticas, otros cargan calibres muy altos, y bastantes llevan escudos y porras electrificadas.
[En un espacio diferente, pero un tiempo parecido...]
Lográis salir sin ningún problema, aunque a medida que vais avanzando la gente que hay alrededor de la nave se va parando para echaros un vistazo. Sois una comitiva un tanto extraña, a decir verdad, pero quizá sea más llamativo quién no mira hacia vosotros: Hay algunos capataces, constantemente apuntando cosas en agendas, por toda el área circundante al ritmo que las cargas se van vaciando. Lo verdaderamente extraño es que ninguno de los que os vais encontrando mira directamente hacia vosotros, y uno empieza a caminar con algo de apuro cuando suena su den den mushi. Pero nada importante, seguro.
Nada os impide separaros, y cuando empiezas a dirigirte hacia el territorio Rocket, tienes el pequeño problema de ver cómo entre tú y su zona se levantan las barriadas Dagon, una zona no poco peligrosa para cualquiera que intente pasar sin la cautela adecuada. Sin embargo, seguro que eso no es un problema para ti.
Si ignoras esto y continúas caminando un rato, podrás escuchar un grito en tu flanco, algo alejado:
- ¡Guapa! -te grita un hombre, seguramente borracho, acercándose a ti medio tambaleante-. ¿Has terminado ya la escuela? ¿Te acompaño a casa?
Y esto sin siquiera haber pisado el terreno enemigo todavía. ¡Vaya!
- Muchísimas gracias por su inestimable ayuda -dice, tratando de ser jovial-, pero me temo que no podemos volver sin cerciorarnos de que todo está en orden aquí. ¿Le importará que echemos un vistazo? Al fin y al cabo, se le ha visto entrar aquí.
Tras él nadie se mueve, pero parecen totalmente preparados para iniciar un ataque en cualquier momento. Algunos llevan armas de fuego automáticas, otros cargan calibres muy altos, y bastantes llevan escudos y porras electrificadas.
[En un espacio diferente, pero un tiempo parecido...]
Lográis salir sin ningún problema, aunque a medida que vais avanzando la gente que hay alrededor de la nave se va parando para echaros un vistazo. Sois una comitiva un tanto extraña, a decir verdad, pero quizá sea más llamativo quién no mira hacia vosotros: Hay algunos capataces, constantemente apuntando cosas en agendas, por toda el área circundante al ritmo que las cargas se van vaciando. Lo verdaderamente extraño es que ninguno de los que os vais encontrando mira directamente hacia vosotros, y uno empieza a caminar con algo de apuro cuando suena su den den mushi. Pero nada importante, seguro.
Nada os impide separaros, y cuando empiezas a dirigirte hacia el territorio Rocket, tienes el pequeño problema de ver cómo entre tú y su zona se levantan las barriadas Dagon, una zona no poco peligrosa para cualquiera que intente pasar sin la cautela adecuada. Sin embargo, seguro que eso no es un problema para ti.
Si ignoras esto y continúas caminando un rato, podrás escuchar un grito en tu flanco, algo alejado:
- ¡Guapa! -te grita un hombre, seguramente borracho, acercándose a ti medio tambaleante-. ¿Has terminado ya la escuela? ¿Te acompaño a casa?
Y esto sin siquiera haber pisado el terreno enemigo todavía. ¡Vaya!
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Helkan, o más bien Ivan, amplió su sonrisa y le dedicó una leve inclinación, haciéndose a un lado para permitirle pasar. No le quedaba más remedio que dejarles entrar. De todos modos... en principio no quedaba ninguna prueba de lo que había ahí. Solo un ghoul haciéndose pasar por un cadáver para cubrir su tapadera y su mentira de que había interrogado a un hombre.
- Por supuesto, agente. Y por favor, dígale al detective jefe que vuelva a tenerme en cuenta para futuros trabajos. Especialmente si quiere ayuda para cazar a ese pirata.
Les dejó entrar y se apoyó contra una de las paredes del almacén, con expresión calmada e incluso ligeramente aburrida. En realidad no estaba perdiendo detalle de cuántos eran o su equipo, inspeccionándolos con cuidado. Eran muchos y estaban bien armados, además de ser hábiles. Sin embargo en el peor caso podía enfrentarse a ellos. Un tema preocupante, sin embargo, era que tenían escudos y porras electrificadas. Bueno, preocupante no. Una molestia. No le apetecía llevarse un chispazo, o que le se quedase el arma atorada. Viendo cómo iban preparados, lo mejor sería una aproximación sigilosa.
- ¿Todo en orden, jefe? - comentó - Puedo ayudar a echar un ojo. A lo mejor alguno más está escondido por ahí. Donde hay una rata, suele haber más cerca.
Así como ellos le mantenían el ojo encima, él tampoco perdía atención de sus actos e intenciones. Los mantuvo vigilados con su mantra, listo para reaccionar a una intención hostil. Comenzó a moverse por las zonas donde no hubiese un agente inspeccionando, fingiendo estar también vigilando. Salvo que le dijeran que no se moviera, en cuyo caso se mantendría cerca de la entrada. Sus acciones dependerían de lo que hicieran ellos: si se tragaban su engaño y se marchaban sin más, los dejaría irse. Si en cambio empezaban a dudar, intentar rastrear la zona o daban señales de que iban a intentar atacarle, aprovecharía algún punto ciego para desaparecer un instante de su vista, activar el camuflaje de su capa y levitar en silencio total. Una vez estuviera fuera de la vista, se prepararía para eliminarlos en silencio.
- Por supuesto, agente. Y por favor, dígale al detective jefe que vuelva a tenerme en cuenta para futuros trabajos. Especialmente si quiere ayuda para cazar a ese pirata.
Les dejó entrar y se apoyó contra una de las paredes del almacén, con expresión calmada e incluso ligeramente aburrida. En realidad no estaba perdiendo detalle de cuántos eran o su equipo, inspeccionándolos con cuidado. Eran muchos y estaban bien armados, además de ser hábiles. Sin embargo en el peor caso podía enfrentarse a ellos. Un tema preocupante, sin embargo, era que tenían escudos y porras electrificadas. Bueno, preocupante no. Una molestia. No le apetecía llevarse un chispazo, o que le se quedase el arma atorada. Viendo cómo iban preparados, lo mejor sería una aproximación sigilosa.
- ¿Todo en orden, jefe? - comentó - Puedo ayudar a echar un ojo. A lo mejor alguno más está escondido por ahí. Donde hay una rata, suele haber más cerca.
Así como ellos le mantenían el ojo encima, él tampoco perdía atención de sus actos e intenciones. Los mantuvo vigilados con su mantra, listo para reaccionar a una intención hostil. Comenzó a moverse por las zonas donde no hubiese un agente inspeccionando, fingiendo estar también vigilando. Salvo que le dijeran que no se moviera, en cuyo caso se mantendría cerca de la entrada. Sus acciones dependerían de lo que hicieran ellos: si se tragaban su engaño y se marchaban sin más, los dejaría irse. Si en cambio empezaban a dudar, intentar rastrear la zona o daban señales de que iban a intentar atacarle, aprovecharía algún punto ciego para desaparecer un instante de su vista, activar el camuflaje de su capa y levitar en silencio total. Una vez estuviera fuera de la vista, se prepararía para eliminarlos en silencio.
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Dejó escapar un suspiro luego de escabullirse por la puerta trasera del almacén, dejando al vampiro allí solo con esos hombres que llamaban su nombre. Confiaba en ese hombre lo suficiente como para no preocuparse de que fuese a hacer un mal trabajo, además tenía sus propias preocupaciones: Rocket Corps. Antes de separarse del pintoresco grupo que había reunido Ivan, se dirigió hacia Corvus para hacerle un par de preguntas. Le parecía una pésima idea adentrarse en territorio desconocido sin poseer información, y el hombre de la barba parecía ser el que más sabía de Dark Dome. ¿Con quién debía hablar para formar una alianza beneficiosa? ¿Y dónde encontraría a esa persona? Como estaban juntos en ello esperaba que no le molestasen sus preguntas.
—Cualquier información que puedas darme sobre Rocket Corps será productiva para nuestra compañía, Corvus —agregó por último con un tono de voz inexpresivo y educado, seguro.
Se despidió de sus compañeros de equipo y puso rumbo a su destino, encontrándose con una zona que gritaba a viva voz lo peligrosa que era. Podía ver casas a medio construir, la gran mayoría hechas con materiales desechados seguramente por los privilegiados de la ciudad. Era… deprimente, no había una palabra más precisa para describir lo que sus ojos veían. A pesar de lo avanzada que era Dark Dome, un barrio como ese no distaba demasiado de un pueblo medieval. Y estaba convencida de que las malas costumbres eran una semejanza decepcionante. ¿Acaso ese era el legado de un país gobernado por el crimen organizado? ¿O era una situación conducida por los propios ciudadanos? No le gustaba lo que observaba, así que una vez la isla estuviese bajo su nombre y estandarte haría lo posible para borrar esa huella de manera definitiva.
Podía ser orgullosa y arrogante, incluso a veces podía actuar imprudentemente, pero no era idiota. Lo último que necesitaba su bando era montar un escándalo innecesario, llamar la atención del hombre equivocado o meterse con quien no debía. Debió haber elegido otro aspecto, eso seguro, como el de un cuervo tan negro como la noche que tenía permanentemente la ciudad. Si lo hubiera pensado mejor, no habría sido molestada por ese imbécil que se le acercaba sin siquiera poder mantener el equilibrio.
—No molestes —le ordenó con un tono de voz siniestro e intimidante, mirándole con sus ojos tan negros como una obsidiana y sin una pizca de paciencia. Odiaba a esa clase de hombre. Y dudaba que pudiera mantenerse de pie si se le seguía acercando, pues su propia voluntad era tan poderosa que, aun reteniéndola, distorsionaba el entorno a su alrededor y lo volvía más pesado.
Si continuaba molestándole o nacía la intención de hacerle daño, su mantra lo detectaría y entonces actuaría. Sin embargo, no creía que el típico borracho de media noche tuviera el valor de decirle algo, ni siquiera de sostener su mirada por más de un segundo. Continuaría su camino, manteniéndose alerta y vigilando a cualquiera que se le acercase demasiado. En última instancia optaría por transformarse en un ave y echaría a volar, pero de momento no: quería experimentar en primera persona cómo era la totalidad de la isla que estaba a punto de conquistar.
—Cualquier información que puedas darme sobre Rocket Corps será productiva para nuestra compañía, Corvus —agregó por último con un tono de voz inexpresivo y educado, seguro.
Se despidió de sus compañeros de equipo y puso rumbo a su destino, encontrándose con una zona que gritaba a viva voz lo peligrosa que era. Podía ver casas a medio construir, la gran mayoría hechas con materiales desechados seguramente por los privilegiados de la ciudad. Era… deprimente, no había una palabra más precisa para describir lo que sus ojos veían. A pesar de lo avanzada que era Dark Dome, un barrio como ese no distaba demasiado de un pueblo medieval. Y estaba convencida de que las malas costumbres eran una semejanza decepcionante. ¿Acaso ese era el legado de un país gobernado por el crimen organizado? ¿O era una situación conducida por los propios ciudadanos? No le gustaba lo que observaba, así que una vez la isla estuviese bajo su nombre y estandarte haría lo posible para borrar esa huella de manera definitiva.
Podía ser orgullosa y arrogante, incluso a veces podía actuar imprudentemente, pero no era idiota. Lo último que necesitaba su bando era montar un escándalo innecesario, llamar la atención del hombre equivocado o meterse con quien no debía. Debió haber elegido otro aspecto, eso seguro, como el de un cuervo tan negro como la noche que tenía permanentemente la ciudad. Si lo hubiera pensado mejor, no habría sido molestada por ese imbécil que se le acercaba sin siquiera poder mantener el equilibrio.
—No molestes —le ordenó con un tono de voz siniestro e intimidante, mirándole con sus ojos tan negros como una obsidiana y sin una pizca de paciencia. Odiaba a esa clase de hombre. Y dudaba que pudiera mantenerse de pie si se le seguía acercando, pues su propia voluntad era tan poderosa que, aun reteniéndola, distorsionaba el entorno a su alrededor y lo volvía más pesado.
Si continuaba molestándole o nacía la intención de hacerle daño, su mantra lo detectaría y entonces actuaría. Sin embargo, no creía que el típico borracho de media noche tuviera el valor de decirle algo, ni siquiera de sostener su mirada por más de un segundo. Continuaría su camino, manteniéndose alerta y vigilando a cualquiera que se le acercase demasiado. En última instancia optaría por transformarse en un ave y echaría a volar, pero de momento no: quería experimentar en primera persona cómo era la totalidad de la isla que estaba a punto de conquistar.
Las campanas resuenan momentáneamente por toda la ciudad. Una, dos, tres... Así hasta doce veces, y una última. Tal vez sea porque se trata de la ciudad que nunca duerme, pero diferencian la medianoche del mediodía por una última campanada, por la hora trece. Normalmente se cuenta a los niños que, si escuchan esa campanada, están perdidos; pero se trata de un simple cuento de viejas al que casi nadie hace caso, si bien al llevar un poco de tiempo aquí sabéis que este momento es el de máxima brutalidad policial, mayor criminalidad y, lógicamente, menos movimiento de las Grandes Familias que evitan correr riesgos innecesarios. Probablemente sea una de las pocas horas a las que casi nadie trabaja, y quien se atreve normalmente es porque oculta algo o, simplemente, se la come todo de lado. Por eso es tan preocupante que tantísimos policías hayan aparecido frente a vuestras puertas.
[En una nave industrial, en el puerto pero no en el agua y en obviamente no en un barco...]
- Por favor, manténgase a la espera -te comenta el que abría la marcha, ahora apartándose para dejar a diez hombres entrar y realizar la búsqueda tranquilamente-. No podemos permitir que un civil intervenga en investigaciones policiales. Igual que tendremos que preguntar a su acompañante si va a presentar cargos por la paliza. -Se ríe con un poco de sorna-. Puto imbécil ese Markov, ¿eh?
Los agentes exploran con el dorso de la mano cada pared, buscando espacios huecos y recovecos en los que tú ni habrías pensado que podría esconderse algo. Revisan cada mueble, cada mesa y cada uno de los contenedores que, a excepción de los albaranes y algún cargamento que todavía no ha salido, están vacíos.
Tardan cerca de diez minutos en revisar a fondo todo el local, asegurándose además de pasar por zonas que en algunos momentos te entran en punto ciego, aunque tampoco deberías mirar demasiado porque el hombre te sigue hablando y, si te descuidas, podrá ver tu curiosidad.
- Es extraño, ¿no te parece? -comenta, así como de pasada-. Recibimos un chivatazo, nos personamos y los delincuentes ya se han largado de aquí antes de que lleguemos. Solo están un civil y un cadáver; parece un mal chiste.
Según notas con tu Haki de observación, simplemente te está dando coba. Se le debe estar haciendo algo larga la investigación, o es un poquito tonto... Quién sabe.
- Hemos terminado, teniente -dice un tipo, una vez los agentes se reúnen ante vosotros-. Algunas huellas alrededor de una mesa, pero ha podido ser hace hasta tres horas. Sin embargo, sabemos cuánta gente...
Un den den mushi interrumpe la conversación, y el "teniente" se aleja un poco para hablar más en privado. Con tus sentidos híper sensibles puedes notar que le mencionan algo de ganado, mil trescientas cabezas, marcas visibles, aún calientes y alguna que otra palabra entre las que se encuentran Dark Dome, pepinillos y chivo. Una llamada un tanto extraña, y sin duda bastante inoportuna.
El teniente vuelve a acercarse tras colgar y sigue manteniendo su rostro entre amable y tenso, como si siguiera sin entender del todo qué hace allí.
- Bueno, parece que todo está en orden. Sin embargo, en lo que hacemos la identificación del cadáver, ¿le importaría acompañarnos a comisaría para tomarle declaración? Hay muchas cosas que no terminamos de comprender y seguro que usted puede ayudarnos.
Si decides acompañarle te escoltará por el lateral de la larga hilera de antidisturbios. Contarás unos noventa, más los diez que entraron y algunos de escolta que están a los lados. Esta gente venía buscando fiesta, por lo que parece.
Si por el contrario optases por resistirte... No se lo tomarán bien, pero tampoco te detendrán. Eso sí, recuerda que hay un cadáver en la sala y has confesado el asesinato.
[Fuera de una nave que no es un barco, acercándose peligrosamente a un barrio que tampoco es un barco, Katharina...]
- La Rocket Corps -dice Corvus, pensativo por un instante-. Hm... Bueno, es una interesante pregunta. Al principio, hace muchos años, se instaló en Dark Dome como una empresa de tecnología que muy pronto destacó, pero eso era solo la punta del Iceberg. Giovanni Robles, su CEO, ocultó a través de sus negocios transacciones ilícitas entre las que se incluyen trata de blancas, tráfico de armas y falsificaciones de tecnología, además de espionaje. Nunca han tenido una relación particularmente mala con los Russ a pesar de trabajar en intereses opuestos, por eso es un riesgo totalmente realista a prevenir y... Bueno, sin darte una conferencia eso es todo lo que puedo contarte. -Hace una pausa-. Ah, cierto. Casi se me olvidaba, trafican con animales vivos y a veces instalan cámaras u otras cosas en sitios que no deberían.
Las palabras de Corvus resuenan en tu cabeza a medida que avanzas por la barriada casi vacía, e incluso cuando te frenas no dejas de pensar en ello. Por su parte el hombre al que te revuelves por un momento se detiene, casi asustado. Sin embargo menea la cabeza y, casi a tumbos, sigue acercándose a ti con expresión grosera y una sonrisa perturbadora, intentando ponerte las manos encima mientras dice:
- Vamos guapa, no estés tan seria. -Trata de abrazarte, y manosear un poco la mercancía si no se lo impides-. Te llevo a casa y así puedes descansar, que te veo muy cansada y no está bien que estés cansada. Yo te canto algo, y te meto en la cama...
Si sales corriendo podrías dejarlo atrás, y de hacerlo no tardarías mucho en atravesar el territorio Dagon, aunque una niña en medio de la noche llama bastante la atención y mucha gente (la poca que hay) se fijará en ti. Que no te dará mayor problema, pero el verdadero estaría en que, una vez llegues... ¿Cómo planeas continuar tu búsqueda?
[En una nave industrial, en el puerto pero no en el agua y en obviamente no en un barco...]
- Por favor, manténgase a la espera -te comenta el que abría la marcha, ahora apartándose para dejar a diez hombres entrar y realizar la búsqueda tranquilamente-. No podemos permitir que un civil intervenga en investigaciones policiales. Igual que tendremos que preguntar a su acompañante si va a presentar cargos por la paliza. -Se ríe con un poco de sorna-. Puto imbécil ese Markov, ¿eh?
Los agentes exploran con el dorso de la mano cada pared, buscando espacios huecos y recovecos en los que tú ni habrías pensado que podría esconderse algo. Revisan cada mueble, cada mesa y cada uno de los contenedores que, a excepción de los albaranes y algún cargamento que todavía no ha salido, están vacíos.
Tardan cerca de diez minutos en revisar a fondo todo el local, asegurándose además de pasar por zonas que en algunos momentos te entran en punto ciego, aunque tampoco deberías mirar demasiado porque el hombre te sigue hablando y, si te descuidas, podrá ver tu curiosidad.
- Es extraño, ¿no te parece? -comenta, así como de pasada-. Recibimos un chivatazo, nos personamos y los delincuentes ya se han largado de aquí antes de que lleguemos. Solo están un civil y un cadáver; parece un mal chiste.
Según notas con tu Haki de observación, simplemente te está dando coba. Se le debe estar haciendo algo larga la investigación, o es un poquito tonto... Quién sabe.
- Hemos terminado, teniente -dice un tipo, una vez los agentes se reúnen ante vosotros-. Algunas huellas alrededor de una mesa, pero ha podido ser hace hasta tres horas. Sin embargo, sabemos cuánta gente...
Un den den mushi interrumpe la conversación, y el "teniente" se aleja un poco para hablar más en privado. Con tus sentidos híper sensibles puedes notar que le mencionan algo de ganado, mil trescientas cabezas, marcas visibles, aún calientes y alguna que otra palabra entre las que se encuentran Dark Dome, pepinillos y chivo. Una llamada un tanto extraña, y sin duda bastante inoportuna.
El teniente vuelve a acercarse tras colgar y sigue manteniendo su rostro entre amable y tenso, como si siguiera sin entender del todo qué hace allí.
- Bueno, parece que todo está en orden. Sin embargo, en lo que hacemos la identificación del cadáver, ¿le importaría acompañarnos a comisaría para tomarle declaración? Hay muchas cosas que no terminamos de comprender y seguro que usted puede ayudarnos.
Si decides acompañarle te escoltará por el lateral de la larga hilera de antidisturbios. Contarás unos noventa, más los diez que entraron y algunos de escolta que están a los lados. Esta gente venía buscando fiesta, por lo que parece.
Si por el contrario optases por resistirte... No se lo tomarán bien, pero tampoco te detendrán. Eso sí, recuerda que hay un cadáver en la sala y has confesado el asesinato.
[Fuera de una nave que no es un barco, acercándose peligrosamente a un barrio que tampoco es un barco, Katharina...]
- La Rocket Corps -dice Corvus, pensativo por un instante-. Hm... Bueno, es una interesante pregunta. Al principio, hace muchos años, se instaló en Dark Dome como una empresa de tecnología que muy pronto destacó, pero eso era solo la punta del Iceberg. Giovanni Robles, su CEO, ocultó a través de sus negocios transacciones ilícitas entre las que se incluyen trata de blancas, tráfico de armas y falsificaciones de tecnología, además de espionaje. Nunca han tenido una relación particularmente mala con los Russ a pesar de trabajar en intereses opuestos, por eso es un riesgo totalmente realista a prevenir y... Bueno, sin darte una conferencia eso es todo lo que puedo contarte. -Hace una pausa-. Ah, cierto. Casi se me olvidaba, trafican con animales vivos y a veces instalan cámaras u otras cosas en sitios que no deberían.
Las palabras de Corvus resuenan en tu cabeza a medida que avanzas por la barriada casi vacía, e incluso cuando te frenas no dejas de pensar en ello. Por su parte el hombre al que te revuelves por un momento se detiene, casi asustado. Sin embargo menea la cabeza y, casi a tumbos, sigue acercándose a ti con expresión grosera y una sonrisa perturbadora, intentando ponerte las manos encima mientras dice:
- Vamos guapa, no estés tan seria. -Trata de abrazarte, y manosear un poco la mercancía si no se lo impides-. Te llevo a casa y así puedes descansar, que te veo muy cansada y no está bien que estés cansada. Yo te canto algo, y te meto en la cama...
Si sales corriendo podrías dejarlo atrás, y de hacerlo no tardarías mucho en atravesar el territorio Dagon, aunque una niña en medio de la noche llama bastante la atención y mucha gente (la poca que hay) se fijará en ti. Que no te dará mayor problema, pero el verdadero estaría en que, una vez llegues... ¿Cómo planeas continuar tu búsqueda?
Ivan Markov
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Eran bastantes más de los que se había imaginado, ahora que se fijaba. Percibía muchas voces al otro lado de la puerta. A lo mejor se estaba metiendo en la boca del lobo. Podía acompañarles y luego escabullirse una vez en comisaría. Es decir, con semejante contingente posiblemente vendrían de la comisaría central. Allí podía encontrar información interesante, o tal vez incluso cargarse a algún detective importante (tal vez al comisario jefe) y convertirlo en su marioneta no muerta. De hecho eso no sonaba a tan mal plan. Era arriesgado, pero el riesgo era parte de aquella clase de tareas.
- Claro jefe, ningún problema.
Asintió y se dejó escoltar. Una vez en el exterior vio que efectivamente venían preparados para dar caña. De haberse tenido que enfrentar a los cien a la vez probablemente hasta él hubiese tenido problemas por puro peso numérico. Sin embargo en una ciudad como Dark Dome el entorno estaba de su parte: habría podido escabullirse, hacerles perseguirle y matarlos poco a poco por grupos. No por nada había escogido aquel lugar para establecer su base. La noche eterna de la isla le beneficiaba.
Una vez llegasen a la comisaría, siempre y cuando no hubiese mayores problemas como que intentasen arrestarle, daría un completo informe sobre todo lo que había "descubierto". Procuraría entremezclar datos falsos y verdades a medias para hacerlo creíble... al fin y al cabo parecía que esa gente estaba muy bien informada. Les diría que Ivan Markov pretendía alterar el statu quo de la ciudad, para lo que pretendía negociar con ciertas familias y volverlas contra las otras y quedarse con parte de los territorios de las familias derrotadas. También les diría que el muerto era un criminal al servicio de este que había muerto accidentalmente intentando huir durante el interrogatorio.
- Claro jefe, ningún problema.
Asintió y se dejó escoltar. Una vez en el exterior vio que efectivamente venían preparados para dar caña. De haberse tenido que enfrentar a los cien a la vez probablemente hasta él hubiese tenido problemas por puro peso numérico. Sin embargo en una ciudad como Dark Dome el entorno estaba de su parte: habría podido escabullirse, hacerles perseguirle y matarlos poco a poco por grupos. No por nada había escogido aquel lugar para establecer su base. La noche eterna de la isla le beneficiaba.
Una vez llegasen a la comisaría, siempre y cuando no hubiese mayores problemas como que intentasen arrestarle, daría un completo informe sobre todo lo que había "descubierto". Procuraría entremezclar datos falsos y verdades a medias para hacerlo creíble... al fin y al cabo parecía que esa gente estaba muy bien informada. Les diría que Ivan Markov pretendía alterar el statu quo de la ciudad, para lo que pretendía negociar con ciertas familias y volverlas contra las otras y quedarse con parte de los territorios de las familias derrotadas. También les diría que el muerto era un criminal al servicio de este que había muerto accidentalmente intentando huir durante el interrogatorio.
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Hubo una vez un hombre que, enfadado por haber sido rechazado frente a toda una comunidad de vírgenes, le acusó de perra bruta y aburrida sin un ápice de humor. Intentó humillarla en público y a cambio recibió una buena patada en los huevos. En otra ocasión muy parecida, un sujeto le dijo que era una maldita vieja bruja atrapada en el cuerpo de una jovencita con buenas tetas. ¡Y todo por haberle roto un vaso en la cabeza! Se lo tenía merecido por haber intentado tocarle un pecho. ¿Por qué los hombres tenían esa mala costumbre de acosar a las mujeres? ¿Cómo es que no entendían el significado de un no? Y ese maldito hijo de perra no era distinto. ¿No le había dicho que dejase de molestar? «La estupidez se paga caro, idiota», pensó tan molesta que le era imposible ocultar esa vena hinchada sobre su sien.
En esa situación tenía decenas, no, cientos de formas distintas de librarse y continuar con su camino. Nada le impedía volverse invisible y atravesar tranquilamente esa zona tan peligrosa de Dark Dome. Incluso podía correr tan rápido que nadie sería capaz de seguirle con la mirada. ¡Hasta podía crear un maldito portal y desentenderse del tema! Pero estaba enfadada y no iba a romper esa larga tradición de golpear viejos borrachos. Así que, sin siquiera suponerle un esfuerzo, esquivó el abrazo del idiota y luego le dedicó una mirada fulminante. No le importaba si era el puto rey del mundo, jamás toleraría que un hombre se comportase así con ella. Acomodó todo su cuerpo para intentar propinarle una veloz patada en la entrepierna, reuniendo tanta fuerza como para destrozarle la pierna a un gigante.
«¿Por qué nunca aprenden?», refunfuñó en sus pensamientos mientras retomaba la caminata nocturna. O al menos mientras lo intentaba; quién sabe si ese maldito viejo borracho tenía las bolas hechas de acero. ¿No había una criatura mitológica que destacaba por el tamaño de sus testículos? En fin, no quería lidiar con vagabundos ni ancianos borrachos, por lo que se envolvió en una ilusión y una larga capa negra con capucha surgió aparentemente de la nada. Quizás así no llamaría tanto la atención, aunque siempre había pensado que la gente encapuchada levantaba sospechas… Por otra parte, y si es que conseguía atravesar el territorio Dagon sin complicaciones, iniciaría la búsqueda principal. Pensaba que preguntar directamente por Giovanni Robles no tenía demasiado sentido y hasta podía ser peligroso, no obstante, pedirle a alguien las indicaciones para llegar a Rocket Corps era mucho más… normal.
Esperaba que hubiera gente a su alrededor como para darle la información que buscaba o, como mínimo, tiendas comerciales para preguntar sobre Rocket Corps. Oh, y no podía olvidarse de comprar un helado. ¿Habría una heladería con forma de barco en Dark Dome? O quizás una hamburguesería; pelear con borrachos apestosos y cancerígenos siempre le daba hambre.
En esa situación tenía decenas, no, cientos de formas distintas de librarse y continuar con su camino. Nada le impedía volverse invisible y atravesar tranquilamente esa zona tan peligrosa de Dark Dome. Incluso podía correr tan rápido que nadie sería capaz de seguirle con la mirada. ¡Hasta podía crear un maldito portal y desentenderse del tema! Pero estaba enfadada y no iba a romper esa larga tradición de golpear viejos borrachos. Así que, sin siquiera suponerle un esfuerzo, esquivó el abrazo del idiota y luego le dedicó una mirada fulminante. No le importaba si era el puto rey del mundo, jamás toleraría que un hombre se comportase así con ella. Acomodó todo su cuerpo para intentar propinarle una veloz patada en la entrepierna, reuniendo tanta fuerza como para destrozarle la pierna a un gigante.
«¿Por qué nunca aprenden?», refunfuñó en sus pensamientos mientras retomaba la caminata nocturna. O al menos mientras lo intentaba; quién sabe si ese maldito viejo borracho tenía las bolas hechas de acero. ¿No había una criatura mitológica que destacaba por el tamaño de sus testículos? En fin, no quería lidiar con vagabundos ni ancianos borrachos, por lo que se envolvió en una ilusión y una larga capa negra con capucha surgió aparentemente de la nada. Quizás así no llamaría tanto la atención, aunque siempre había pensado que la gente encapuchada levantaba sospechas… Por otra parte, y si es que conseguía atravesar el territorio Dagon sin complicaciones, iniciaría la búsqueda principal. Pensaba que preguntar directamente por Giovanni Robles no tenía demasiado sentido y hasta podía ser peligroso, no obstante, pedirle a alguien las indicaciones para llegar a Rocket Corps era mucho más… normal.
Esperaba que hubiera gente a su alrededor como para darle la información que buscaba o, como mínimo, tiendas comerciales para preguntar sobre Rocket Corps. Oh, y no podía olvidarse de comprar un helado. ¿Habría una heladería con forma de barco en Dark Dome? O quizás una hamburguesería; pelear con borrachos apestosos y cancerígenos siempre le daba hambre.
Cuando las campanas se van y su eco se disipa la ciudad parece quedar en un antinatural silencio. Incluso en medio de una conversación parece que estas son, de pronto, mucho más ruidosas. La gente parece hablar demasiado alto, los pasos en las calles encharcadas resuenan con mayor intensidad y los ronquidos y alaridos de indigentes hacen eco en los callejones. Es un silencio extraño el de esta ciudad, en la que ni los alaridos de la gente herida parecen resistirse al influjo de las campanadas. Pero eso es otra historia...
[En una comisaría del distrito financiero, Ivan...]
La formación se va rompiendo poco a poco a medida que os alejáis del lugar, de forma completamente ordenada. Diez atrás se quedan vigilando el edificio, y a medida que os acercáis a la comisaría vuestro grupo se va reduciendo, quedando apenas un grupo de siete personas orbitando a tu alrededor mientras disfrutáis de una constructiva e irrelevante cháchara en la que no pocas veces se menciona el apellido Markov y palabras demasiado duras sobre lo que le harían al pobre Ivan. Menos mal que eres Helkan, porque algunas cosas son... Bueno, son. Pero parecen más bien fanfarrones que rivales capacitados, así que podemos concluir que poseen una viva imaginación mal aprovechada.
El caso es que antes de darte cuenta termináis llegando a la comisaría. Es un edificio grande y majestuoso, con grandes columnas de piedra y frontal neoclásico, con bajorrelieves minimalistas y un tímpano decorado con el altorrelieve de la justicia ciega, pero hay un detalle que te escama: La balanza está inclinada hacia el castigo. De todos modos te acompañan al interior y te sientan frente a una mesa de cubículo -afortunadamente, no es una sala de interrogatorio, ya sabemos cómo terminaría eso- y un hombre de gabardina y sombrero en la percha, con un cigarrillo en la boca y una prominente barriga a juego con su desarreglada barba te toma declaración.
- Entonces usted llegó, interrogó a este hombre... -Te hace un gesto para que repitas su nombre-. Sucedió un accidente y ahora nuestro único indicio es un limpiador, ¿verdad?
Va tomando nota de todo lo que dices con un lápiz, sin prestarte mucha atención. Por tu parte, si te fijas en el interior del edificio verás que es una nave de una única planta, pero de varias alturas a los lados llenas de celdas, salas y archivos. En la parte baja hay varias puertas, aunque el trajín constante de gente te permite ver que son la oficina del forense y el depósito de cadáveres, además de un par de despachos para los subomisarios e inspectores. De estos hay, respectivamente, cuatro y doce. Aparte, frente a ti, subiendo una escalera, el despacho del Comisario Jefe. Según cuentas en estos momentos de la noche hay unos treinta policías en el lugar.
- ¿Qué interés podía tener usted en asaltar las propiedades del señor Markov? -pregunta, al final, mirándote por primera vez a los ojos.
Independientemente de lo que contestes, el hombre asentirá y seguirá apuntando en su hoja, y tras un instante alguien posa el hombro sobre él. Por la placa parece uno de los subcomisarios.
- Harvey, te necesitan en interrogatorio 1. Yo te cubro.
Se sienta delante de ti un hombre rubio, con corte militar, un traje perfectamente ajustado y una placa que apenas sobresale de su pantalón. Puedes notar el olor a seguridad en uno mismo y un nivel de poder... Bueno, no es tan fuerte como tú, eso seguro. Guarda en un cajón la libreta de Harvey y saca la suya. Si le dejas te hará exactamente las mismas preguntas que él. Curioso, ¿no?
[Mientras tanto, buscando un Wendy's, Katharina...]
Esa patada hace saltar al hombre más de dos metros en el aire, y lo desplaza al menos veinte. La poca gente que había en la calle se queda congelada por un instante y acto seguido sale corriendo mientras chilla, aunque no logra ahogar los gritos de dolor del hombre. Su entrepierna está ensangrentada completamente, y huele a vísceras y orina. Probablemente la patada haya reventado algo dentro de él, pero lo que está claro es que el golpe ha sido terriblemente doloroso. Además, claro, de que si nadie le ayuda es improbable que sobreviva. Pero no importa, solo es otro cadáver más en Dark Dome, verdad?
Lo que sí, poco antes de crear la capa puedes ver cómo resulta extraordinariamente llamativo que las luces se van encendiendo a tu alrededor. El ruido está atrayendo miradas curiosas, y es muy probable que alguien se haya percatado de tu presencia en el lugar. ¿Tal vez sea hora de acabar con el barrio entero?
Si prosigues con tus planes y te alejas podrás darte cuenta de que, poco a poco, la gente asustada va desapareciendo, pero también de que tu atuendo es extramadamente llamativo en un clima de prostitutas y borrachos que visten, más bien, con ropas llamativas y modernas -aunque bastante horteras-. Locales comerciales no hay muchos abiertos, pero un sinfín de baretos, pubs, restaurantes 24 horas y clubs de alterne, entre otros, sí, y aunque la gente por la calle no parece muy dispuesta a contestar -algunos de hecho en cuanto dices eso se dan la vuelta y marchan-, en un local comercial te atiende una muchacha de cabello azul y delantal rosa. Estás en la heladería Bunny Coldy, donde todos los helados tienen orejitas de conejo, pero cuando le preguntas por Rocket Corps se queda helada.
- ¿Perdón? -pregunta, con una sonrisa tensa-. ¿Se refiere a la compañía de entretenimiento alternativo? Está a un par de kilómetros su sede, pero... Se la encontrará cerrada.
En cualquier caso, se mantiene afable pero notablemente nerviosa mientras sigues en el lugar. Puedes seguir tu camino o tratar de tirar del hilo, eso ya es cosa tuya.
[En una comisaría del distrito financiero, Ivan...]
La formación se va rompiendo poco a poco a medida que os alejáis del lugar, de forma completamente ordenada. Diez atrás se quedan vigilando el edificio, y a medida que os acercáis a la comisaría vuestro grupo se va reduciendo, quedando apenas un grupo de siete personas orbitando a tu alrededor mientras disfrutáis de una constructiva e irrelevante cháchara en la que no pocas veces se menciona el apellido Markov y palabras demasiado duras sobre lo que le harían al pobre Ivan. Menos mal que eres Helkan, porque algunas cosas son... Bueno, son. Pero parecen más bien fanfarrones que rivales capacitados, así que podemos concluir que poseen una viva imaginación mal aprovechada.
El caso es que antes de darte cuenta termináis llegando a la comisaría. Es un edificio grande y majestuoso, con grandes columnas de piedra y frontal neoclásico, con bajorrelieves minimalistas y un tímpano decorado con el altorrelieve de la justicia ciega, pero hay un detalle que te escama: La balanza está inclinada hacia el castigo. De todos modos te acompañan al interior y te sientan frente a una mesa de cubículo -afortunadamente, no es una sala de interrogatorio, ya sabemos cómo terminaría eso- y un hombre de gabardina y sombrero en la percha, con un cigarrillo en la boca y una prominente barriga a juego con su desarreglada barba te toma declaración.
- Entonces usted llegó, interrogó a este hombre... -Te hace un gesto para que repitas su nombre-. Sucedió un accidente y ahora nuestro único indicio es un limpiador, ¿verdad?
Va tomando nota de todo lo que dices con un lápiz, sin prestarte mucha atención. Por tu parte, si te fijas en el interior del edificio verás que es una nave de una única planta, pero de varias alturas a los lados llenas de celdas, salas y archivos. En la parte baja hay varias puertas, aunque el trajín constante de gente te permite ver que son la oficina del forense y el depósito de cadáveres, además de un par de despachos para los subomisarios e inspectores. De estos hay, respectivamente, cuatro y doce. Aparte, frente a ti, subiendo una escalera, el despacho del Comisario Jefe. Según cuentas en estos momentos de la noche hay unos treinta policías en el lugar.
- ¿Qué interés podía tener usted en asaltar las propiedades del señor Markov? -pregunta, al final, mirándote por primera vez a los ojos.
Independientemente de lo que contestes, el hombre asentirá y seguirá apuntando en su hoja, y tras un instante alguien posa el hombro sobre él. Por la placa parece uno de los subcomisarios.
- Harvey, te necesitan en interrogatorio 1. Yo te cubro.
Se sienta delante de ti un hombre rubio, con corte militar, un traje perfectamente ajustado y una placa que apenas sobresale de su pantalón. Puedes notar el olor a seguridad en uno mismo y un nivel de poder... Bueno, no es tan fuerte como tú, eso seguro. Guarda en un cajón la libreta de Harvey y saca la suya. Si le dejas te hará exactamente las mismas preguntas que él. Curioso, ¿no?
[Mientras tanto, buscando un Wendy's, Katharina...]
Esa patada hace saltar al hombre más de dos metros en el aire, y lo desplaza al menos veinte. La poca gente que había en la calle se queda congelada por un instante y acto seguido sale corriendo mientras chilla, aunque no logra ahogar los gritos de dolor del hombre. Su entrepierna está ensangrentada completamente, y huele a vísceras y orina. Probablemente la patada haya reventado algo dentro de él, pero lo que está claro es que el golpe ha sido terriblemente doloroso. Además, claro, de que si nadie le ayuda es improbable que sobreviva. Pero no importa, solo es otro cadáver más en Dark Dome, verdad?
Lo que sí, poco antes de crear la capa puedes ver cómo resulta extraordinariamente llamativo que las luces se van encendiendo a tu alrededor. El ruido está atrayendo miradas curiosas, y es muy probable que alguien se haya percatado de tu presencia en el lugar. ¿Tal vez sea hora de acabar con el barrio entero?
Si prosigues con tus planes y te alejas podrás darte cuenta de que, poco a poco, la gente asustada va desapareciendo, pero también de que tu atuendo es extramadamente llamativo en un clima de prostitutas y borrachos que visten, más bien, con ropas llamativas y modernas -aunque bastante horteras-. Locales comerciales no hay muchos abiertos, pero un sinfín de baretos, pubs, restaurantes 24 horas y clubs de alterne, entre otros, sí, y aunque la gente por la calle no parece muy dispuesta a contestar -algunos de hecho en cuanto dices eso se dan la vuelta y marchan-, en un local comercial te atiende una muchacha de cabello azul y delantal rosa. Estás en la heladería Bunny Coldy, donde todos los helados tienen orejitas de conejo, pero cuando le preguntas por Rocket Corps se queda helada.
- ¿Perdón? -pregunta, con una sonrisa tensa-. ¿Se refiere a la compañía de entretenimiento alternativo? Está a un par de kilómetros su sede, pero... Se la encontrará cerrada.
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Ivan Markov
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Había ido para conquistar esa isla... y acababa haciendo papeleo. Trató de contener su aburrimiento lo mejor que pudo y contestó a las preguntas del detective manteniendo su fachada y respondiendo de acuerdo al papel que había decidido interpretar. Siempre con una sonrisa perfecta, manos entrecruzadas y sin dejar de mirar fijamente a los ojos a la persona que tuviese delante. Sin embargo era difícil hacerlo mientras el detective garabateaba sus respuestas, así que aprovechó los segundos muertos para examinar el lugar con su haki. Había unas treinta Voces, una particularmente poderosa. Algo que le puso ligeramente nervioso fue que el hombre que tenía enfrente no emitía una presencia que pudiera escuchar u oler con su kenbunshoku. Debido a eso fue particularmente cuidadoso y no inició ninguna jugada con él.
- Es un criminal - se encogió de hombros - Y tengo clientes que lo quieren fuera de su camino. Estaba buscando pistas sobre su paradero y tratando de encontrar información que pudiera resultarles útil.
Por primera vez el hombre le miró a los ojos. Pero entonces llegó un segundo agente, un armario empotrado con pinta de tener un palo de escoba metido por el culo. Solo que el palo tenía clavos oxidados. Y además estaban en llamas. Lo que en el lenguaje de Ivan se puede traducir como que tenía pinta de ser alguien relamido, pero duro e inflexible. Este sustituyó al policía, que resultó llamarse Harvey. Por un momento sintió que tal vez fuese a haber alguna novedad, que fuesen a soltarle, preguntarle otra cosa u ofrecerle un trabajito para quitárselo de en medio y ponerle a hacer algo útil... pero en lugar de eso el tipo se sentó y se puso a interrogarlo. Con mayormente las mismas preguntas. Al oler el ambiente se dio cuenta de que olía fuerte. A peligro. Era la persona poderosa que había sentido antes, aunque ahora que lo tenía cerca estaba seguro de que no lo era tanto como él. Aún así... ¿por qué? Parecía un policía de alta graduación. ¿Qué hacía perdiendo el tiempo con él y haciendo las mismas...? Oh. Era eso. Estaban tratando de ganar tiempo.
- ¿Hay algo más que quieran saber? Estaré encantado de contestar a todas sus preguntas, pero su compañero me ha preguntado todo esto hace un momento.
Si estaban reteniéndolo con un amago tan simple... ¿pretendían simplemente comprobar su coartada llamando al alcaide para confirmar su identidad? Si fuese solo eso, habrían terminado pronto. Por otro lado era medianoche y tal vez no fuese tan sencillo contactar con el alcaide a esas horas. Pero había otra posibilidad más preocupante, que le estuvieran reteniendo mientras intentaban dar caza a Katharina o a Corvus y el resto. Era probable, y tenía sentido, que desconfiasen de él. Tal vez incluso supieran (o más bien sospechasen) que estaba conchabado con Ivan o que él mismo lo era, y estaban intentando ganar tiempo mientras venía algún pez gordo con toda una cuadrilla de matones con esteroides a encargarse de él. O puede que simplemente fuesen imbéciles. Quién sabe. En cualquier caso, no quería perder más tiempo allí. Aquel hombre parecía más confiado en sí mismo; la gente así tendía a mantener el contacto visual al hablar, así que intentó aprovechar alguno de esos momentos para clavar su mirada en la suya e hipnotizarlo. Aquel tipo iba a ser su putita.
- Señor... ¿subcomisario, verdad? - amplió ligeramente la sonrisa, amistosamente - Creo que podríamos aprovechar mejor nuestro tiempo cooperando. Como le indiqué al agente con el que hablé en el almacén, descubrí algunas cosas como que hubo gente de Markov en ese sitio poco antes de mi llegada, y que el propio bastardo estaba dirigiéndose al norte. En lugar de repetir unas preguntas que ya he contestado, podría soltarme y yo le ayudaría a ir a dar caza a ese hombre. O podría incluso hablarle de quiénes están interesados en Markov y me han contratado... de manera no oficial. No debería hablar de trabajo con demasiados oídos.
No se limitó a ser agradable, sino que fue casi cercano. Mantuvo sus ojos centrados en los suyos, usando la hipnosis para que le percibiera como una persona de fiar, simpática y tal vez, si es que le iba ese rollo, atractiva. De hecho procuró mostrar una actitud más distendida, y si notaba por su olor corporal una reacción positiva, incluso le tocaría el brazo con la mano. ¿Estaba ligando con él? Estaba ligando con él.
- Es un criminal - se encogió de hombros - Y tengo clientes que lo quieren fuera de su camino. Estaba buscando pistas sobre su paradero y tratando de encontrar información que pudiera resultarles útil.
Por primera vez el hombre le miró a los ojos. Pero entonces llegó un segundo agente, un armario empotrado con pinta de tener un palo de escoba metido por el culo. Solo que el palo tenía clavos oxidados. Y además estaban en llamas. Lo que en el lenguaje de Ivan se puede traducir como que tenía pinta de ser alguien relamido, pero duro e inflexible. Este sustituyó al policía, que resultó llamarse Harvey. Por un momento sintió que tal vez fuese a haber alguna novedad, que fuesen a soltarle, preguntarle otra cosa u ofrecerle un trabajito para quitárselo de en medio y ponerle a hacer algo útil... pero en lugar de eso el tipo se sentó y se puso a interrogarlo. Con mayormente las mismas preguntas. Al oler el ambiente se dio cuenta de que olía fuerte. A peligro. Era la persona poderosa que había sentido antes, aunque ahora que lo tenía cerca estaba seguro de que no lo era tanto como él. Aún así... ¿por qué? Parecía un policía de alta graduación. ¿Qué hacía perdiendo el tiempo con él y haciendo las mismas...? Oh. Era eso. Estaban tratando de ganar tiempo.
- ¿Hay algo más que quieran saber? Estaré encantado de contestar a todas sus preguntas, pero su compañero me ha preguntado todo esto hace un momento.
Si estaban reteniéndolo con un amago tan simple... ¿pretendían simplemente comprobar su coartada llamando al alcaide para confirmar su identidad? Si fuese solo eso, habrían terminado pronto. Por otro lado era medianoche y tal vez no fuese tan sencillo contactar con el alcaide a esas horas. Pero había otra posibilidad más preocupante, que le estuvieran reteniendo mientras intentaban dar caza a Katharina o a Corvus y el resto. Era probable, y tenía sentido, que desconfiasen de él. Tal vez incluso supieran (o más bien sospechasen) que estaba conchabado con Ivan o que él mismo lo era, y estaban intentando ganar tiempo mientras venía algún pez gordo con toda una cuadrilla de matones con esteroides a encargarse de él. O puede que simplemente fuesen imbéciles. Quién sabe. En cualquier caso, no quería perder más tiempo allí. Aquel hombre parecía más confiado en sí mismo; la gente así tendía a mantener el contacto visual al hablar, así que intentó aprovechar alguno de esos momentos para clavar su mirada en la suya e hipnotizarlo. Aquel tipo iba a ser su putita.
- Señor... ¿subcomisario, verdad? - amplió ligeramente la sonrisa, amistosamente - Creo que podríamos aprovechar mejor nuestro tiempo cooperando. Como le indiqué al agente con el que hablé en el almacén, descubrí algunas cosas como que hubo gente de Markov en ese sitio poco antes de mi llegada, y que el propio bastardo estaba dirigiéndose al norte. En lugar de repetir unas preguntas que ya he contestado, podría soltarme y yo le ayudaría a ir a dar caza a ese hombre. O podría incluso hablarle de quiénes están interesados en Markov y me han contratado... de manera no oficial. No debería hablar de trabajo con demasiados oídos.
No se limitó a ser agradable, sino que fue casi cercano. Mantuvo sus ojos centrados en los suyos, usando la hipnosis para que le percibiera como una persona de fiar, simpática y tal vez, si es que le iba ese rollo, atractiva. De hecho procuró mostrar una actitud más distendida, y si notaba por su olor corporal una reacción positiva, incluso le tocaría el brazo con la mano. ¿Estaba ligando con él? Estaba ligando con él.
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No, la vida de ese hombre no le importaba lo más mínimo. Le había pedido educadamente que le dejase tranquila, ¿no? Si las palabras no servían, entonces la fuerza sí lo haría. Por la razón o por la fuerza, ¿verdad? Ese era el lema de su banda y no tenía pensado ignorarlo. El problema de su imprudente gesto, no obstante, eran los múltiples testigos. Una jovencita vestida de estudiante con la suficiente fuerza para destrozar el cuerpo de un hombre daría de qué hablar. Inevitablemente, los rumores recorrerían Dark Dome y no era una idea descabellada dar por hecho que las grandes esferas de poder terminarían enterándose.
Miró a su alrededor antes de seguir su camino. Los hombres y las mujeres huyeron despavoridos entre gritos y chillidos. Debía cambiar una vez más su aspecto físico, usar uno que no llamase tanto la atención, uno que se… mimetizase mejor con las gentes de las barriadas. Una capa no sería suficiente para que la estudiante rompe-huevos dejase de ser llamativa. Así que buscaría un sitio solitario y oscuro (un callejón, por ejemplo), y usaría su mantra para comprobar que efectivamente no hubiese nadie. No quería ni necesitaba más ojos curiosos ni oídos inquietos. Pasaría de la capa e ignoraría momentáneamente las luces que se encendían, que no presagiaban nada bueno.
En caso de encontrar un sitio solitario y oscuro, al menos lo suficiente para que nadie le viese transformándose, reuniría energía mágica. Se concentraría y visualizaría su nueva apariencia física. Abandonaría la idea de atravesar las barriadas como una chica decente, como una mujer imponente. Sus cabellos negros se encogerían y adoptarían un peinado corto, lo suficiente para que las orejas se le viesen. Su estatura aumentaría hasta el metro ochenta, viéndose un hombre joven de treinta años, piel más o menos pálida y cejas finas. Llevaría sobre sí misma la ilusión de prendas medianamente elegantes, aunque viejas. La chaqueta negra tendría pelos de gato, le faltaría un botón y una disimulada mancha de algún líquido en la manga derecha. Algunos hilos del chaleco estarían descosidos. Y los zapatos negros arrastrarían la suciedad del suelo, mostrarían una fina capa de polvo.
Esperaba que su nueva apariencia no atrajese vagabundos borrachos ni pervertidos, esperaba que las luces y las miradas peligrosas cesasen una vez comenzase a caminar de nuevo por la… ¿avenida principal de la barriada? Ni idea lo que era. Y entonces haría la pregunta: ¿Dónde está Rocket Corps?
Luego de fallar estrepitosamente, pues ninguno de los hombres estuvo dispuesto a revelar información, se dirigió hacia una heladería. Bien podía tener otro aspecto, pero seguía siendo la Katharina de siempre. Pidió un helado de chocolate blanco (el que tuviesen orejitas de conejo le daba un plus importante) y entonces le preguntó a la muchacha de cabellos azules.
«Compañía de entretenimiento alternativo mis ovarios», se dijo a sí misma. La chica de la heladería se notaba nerviosa. «Supongo que nadie quiere dar información sobre una de las familias mafiosas importantes de la isla». Una lástima por la heladera, pero necesitaba respuestas, necesitaba llegar hasta Giovanni Robles.
—Una pena que se encuentre cerrada… —dijo con voz cansada, fingiendo una ligera decepción, y entonces suspiró—. Menuda suerte la mía… He venido a Dark Dome en busca de trabajo, comenzar una nueva vida, ¿sabes? Apenas sobrevivo con los pocos ahorros que logré juntar antes de marchar de casa. —Jugueteó un poco con el helado, mirándolo fijamente—. Pero la esperanza es lo último que se pierde, ¿no? Agradecería mucho que me dijeras cómo llegar —le pidió luego de estar unos segundos en silencio con una sonrisa amable, aunque fingida—. Quizás encuentre lo que he estado buscando y, si no, al menos podré descartar con total seguridad la opción.
Esperaría la respuesta de la chica y acabaría dándole las gracias con una sonrisa amable, amistosa. Pagaría el helado y le ofrecería quedarse con el cambio por las molestias tomadas.
No, la vida de ese hombre no le importaba lo más mínimo. Le había pedido educadamente que le dejase tranquila, ¿no? Si las palabras no servían, entonces la fuerza sí lo haría. Por la razón o por la fuerza, ¿verdad? Ese era el lema de su banda y no tenía pensado ignorarlo. El problema de su imprudente gesto, no obstante, eran los múltiples testigos. Una jovencita vestida de estudiante con la suficiente fuerza para destrozar el cuerpo de un hombre daría de qué hablar. Inevitablemente, los rumores recorrerían Dark Dome y no era una idea descabellada dar por hecho que las grandes esferas de poder terminarían enterándose.
Miró a su alrededor antes de seguir su camino. Los hombres y las mujeres huyeron despavoridos entre gritos y chillidos. Debía cambiar una vez más su aspecto físico, usar uno que no llamase tanto la atención, uno que se… mimetizase mejor con las gentes de las barriadas. Una capa no sería suficiente para que la estudiante rompe-huevos dejase de ser llamativa. Así que buscaría un sitio solitario y oscuro (un callejón, por ejemplo), y usaría su mantra para comprobar que efectivamente no hubiese nadie. No quería ni necesitaba más ojos curiosos ni oídos inquietos. Pasaría de la capa e ignoraría momentáneamente las luces que se encendían, que no presagiaban nada bueno.
En caso de encontrar un sitio solitario y oscuro, al menos lo suficiente para que nadie le viese transformándose, reuniría energía mágica. Se concentraría y visualizaría su nueva apariencia física. Abandonaría la idea de atravesar las barriadas como una chica decente, como una mujer imponente. Sus cabellos negros se encogerían y adoptarían un peinado corto, lo suficiente para que las orejas se le viesen. Su estatura aumentaría hasta el metro ochenta, viéndose un hombre joven de treinta años, piel más o menos pálida y cejas finas. Llevaría sobre sí misma la ilusión de prendas medianamente elegantes, aunque viejas. La chaqueta negra tendría pelos de gato, le faltaría un botón y una disimulada mancha de algún líquido en la manga derecha. Algunos hilos del chaleco estarían descosidos. Y los zapatos negros arrastrarían la suciedad del suelo, mostrarían una fina capa de polvo.
Esperaba que su nueva apariencia no atrajese vagabundos borrachos ni pervertidos, esperaba que las luces y las miradas peligrosas cesasen una vez comenzase a caminar de nuevo por la… ¿avenida principal de la barriada? Ni idea lo que era. Y entonces haría la pregunta: ¿Dónde está Rocket Corps?
Luego de fallar estrepitosamente, pues ninguno de los hombres estuvo dispuesto a revelar información, se dirigió hacia una heladería. Bien podía tener otro aspecto, pero seguía siendo la Katharina de siempre. Pidió un helado de chocolate blanco (el que tuviesen orejitas de conejo le daba un plus importante) y entonces le preguntó a la muchacha de cabellos azules.
«Compañía de entretenimiento alternativo mis ovarios», se dijo a sí misma. La chica de la heladería se notaba nerviosa. «Supongo que nadie quiere dar información sobre una de las familias mafiosas importantes de la isla». Una lástima por la heladera, pero necesitaba respuestas, necesitaba llegar hasta Giovanni Robles.
—Una pena que se encuentre cerrada… —dijo con voz cansada, fingiendo una ligera decepción, y entonces suspiró—. Menuda suerte la mía… He venido a Dark Dome en busca de trabajo, comenzar una nueva vida, ¿sabes? Apenas sobrevivo con los pocos ahorros que logré juntar antes de marchar de casa. —Jugueteó un poco con el helado, mirándolo fijamente—. Pero la esperanza es lo último que se pierde, ¿no? Agradecería mucho que me dijeras cómo llegar —le pidió luego de estar unos segundos en silencio con una sonrisa amable, aunque fingida—. Quizás encuentre lo que he estado buscando y, si no, al menos podré descartar con total seguridad la opción.
Esperaría la respuesta de la chica y acabaría dándole las gracias con una sonrisa amable, amistosa. Pagaría el helado y le ofrecería quedarse con el cambio por las molestias tomadas.
Es una noche hermosa en Dark Dome. Ni siquiera la contaminación lumínica puede evitar que las estrellas se vean desde las azoteas de los rascacielos, y apenas se escucha el grito indefenso de mujeres siendo acosadas. Algún grito de dolor se puede escuchar, pero es solamente una nota disonante en el armónico silencio de la noche Darkdominer, roto por los bajos de las discotecas y las puertas de los bares.
El ambiente también huele a silencio, a un silencio húmedo como el del mar en calma... Es como si los barcos no atracaran esta noche, como si el mundo se detuviese en una muy delicada calma que está a punto de romperse. Es un silencio tenso; un silencio tan tenso que, si prestáis suficiente atención, vibra como un aullido lejano.
[Mientras tanto, en la comisaría central del DDPD, Ivan...]
El hombre se queda mirándote por un momento, embobado. Parece que escucha tus palabras, cada vez más receptivo, pero si te fijas bien notarás que frunce ligeramente el ceño y aprieta los dedos a medida que va escribiendo hasta que, finalmente, clava el lápiz en la hoja y rompe la madera en dos con el pulgar. Sigue mirándote mientras hablas, pero ahora su rostro muestra un gesto más molesto y paternal de lo que querrías.
- ¡Maldición, muchacho! ¡¿Quién querría mojar el churro entre dos nalgas?! -pregunta, en un tono bastante alterado-. Estás aquí para ser interrogado, no para flirtear con la policía, por el amor de Dios. ¿Usted sabe que eso es delito en todos los distritos? Una salida más de tono y pasará la noche con las drag queens.
Señala con el dedo a una celda donde tres hombres, uno de ellos un imponente negro de dos metros, están sentados en un banco. Los tres llevan ropas eminentemente femeninas, restos de maquillaje y algunas pelucas pueblan el suelo. Diecisiete, cuentas. ¿Qué estará siendo de las que faltan?
- Entonces, repasemos: Ha sido usted contratado para encontrar información acerca del demonio bastardo... Escriba el nombre de su contratante en eta hoja, por favor, y la forma de contacto que utilizan. -Te tiende una ficha en la que aparecen, de una u otra forma, todas las familias en diversos apartados-. Si considera que hay algún error tipográfico, no dude en tacharlo.
Al igual que el anterior, guarda la libreta en un cajón y echa llave, pero escribe en un papel una nota que no logras leer. Tiene muy mala letra, y leída del revés... Sin embargo, se la da a una mujer de aspecto voluptuoso, y enseguida entra al despacho del comisario que, según tu Haki de observación, está vacío. Igual va a hacer una llamada, pero entonces, ¿por qué no hacerla en la sala principal? Muchas preguntas...
En cualquier caso, si rellenas el papel, el hombre asentirá complacido y se levantará.
- Señor Helkan, creo que hemos terminado -te dice-. Ha sido usted de gran ayuda; compararemos su declaración con la de la agente F... -se para de golpe. Parece bastante compungido, pero tras un instante te mira-, de otra testigo, y de ese modo atraparemos al señor Markov. El alcalde Vandire estará muy contento de saber que esta amenaza se resolverá de forma sencilla. Muchísimas gracias y, si acompaña al inspector Gordon él es el hombre a cargo de esta investigación.
Reconoces su presencia, y su olor. Sin el traje de antidisturbios puedes ver una cabellera rubia con numerosos mechones de punta. Además es alto y tiene una expresión como de abuelo estricto. Te mira con sus ojos azules y te tiende la mano.
- Inspector Rand C. Gordon, a su servicio -se presenta-. ¿Es usted mi asesor civil, entonces? -te tiende una tarjeta que parece bastante usada ya. Es muy gruesa y tiene el nombre borrado varias veces. Además, está caliente-. Espéreme en la entrada, tengo un poco de papeleo que hacer, pero en un minuto estaré con usted.
Te dejan solo por un momento, ya que el subcomisario se marcha y Gordon también parece alejarse. Nadie te presta demasiada atención, y aunque hay un par de cámaras no parece que los ángulos sean óptimos. Elige tu camino.
[Mientras tanto, en las calles, Katharina...]
Mientras te mantienes en el callejón no detectas nada, pero en cuanto estás a mitad de tu transformación notas un pinchazo en el hombro, como si un mosquito acabase de morderte. No tienes muy claro lo que acaba de suceder, pero tampoco le das mucha importancia porque... Bueno, porque ni siquiera ha sido doloroso. Sin embargo, que la gente se aleje de ti con una expresión bastante confundida te deja algo extrañada, y no es hasta que escuchas tu voz cuando te das cuenta: Suena extraña. Es como masculina, pero muy aguda y con numerosos gallos. Entonces te fijas en tu reflejo...
Es extraño, pero no pareces un hombre... O no del todo. Tu rostro es una amalgama de rasgos entre masculinos y femeninos, con una mezcla de peinados entre la adolescente y el hombre adulto. Eres alta, pero con una pierna ligeramente más larga que la otra, y tus brazos son uno corto, como si no encajase con tu altura, y el otro perfectamente formado. Además tu vestido ha dejado de estar cubierto por una ilusión, de modo que tu ropa y armas se vuelven reconocibles, si es que alguien te conoce. Cuando intentas volver a la normalidad, cambiar de forma, generar fuego... No puedes, y entonces piensas en tu hombro. Tal vez sí hubiera alguien observando.
- E-esto... ¿Señor? -No sabe muy bien cómo tratarte, y está claro que se encuentra aterrada-. S-solo siga r-rect-to la-la c-calle... L-legará a-al dist-t-trit-to t-t-t-tecnológico.
Te sigue explicando entre tartamudeos, aunque poco a poco le cuesta menos, que cuando alcances el distrito tecnológico -al parecer resulta bastante evidente- donde una avenida se alza en tres niveles diferentes, y hagas derecha-recto-izquierda en los cruces para acceder a una calle principal. Sin embargo, tal vez primero necesites encontrar a un médico.
El ambiente también huele a silencio, a un silencio húmedo como el del mar en calma... Es como si los barcos no atracaran esta noche, como si el mundo se detuviese en una muy delicada calma que está a punto de romperse. Es un silencio tenso; un silencio tan tenso que, si prestáis suficiente atención, vibra como un aullido lejano.
[Mientras tanto, en la comisaría central del DDPD, Ivan...]
El hombre se queda mirándote por un momento, embobado. Parece que escucha tus palabras, cada vez más receptivo, pero si te fijas bien notarás que frunce ligeramente el ceño y aprieta los dedos a medida que va escribiendo hasta que, finalmente, clava el lápiz en la hoja y rompe la madera en dos con el pulgar. Sigue mirándote mientras hablas, pero ahora su rostro muestra un gesto más molesto y paternal de lo que querrías.
- ¡Maldición, muchacho! ¡¿Quién querría mojar el churro entre dos nalgas?! -pregunta, en un tono bastante alterado-. Estás aquí para ser interrogado, no para flirtear con la policía, por el amor de Dios. ¿Usted sabe que eso es delito en todos los distritos? Una salida más de tono y pasará la noche con las drag queens.
Señala con el dedo a una celda donde tres hombres, uno de ellos un imponente negro de dos metros, están sentados en un banco. Los tres llevan ropas eminentemente femeninas, restos de maquillaje y algunas pelucas pueblan el suelo. Diecisiete, cuentas. ¿Qué estará siendo de las que faltan?
- Entonces, repasemos: Ha sido usted contratado para encontrar información acerca del demonio bastardo... Escriba el nombre de su contratante en eta hoja, por favor, y la forma de contacto que utilizan. -Te tiende una ficha en la que aparecen, de una u otra forma, todas las familias en diversos apartados-. Si considera que hay algún error tipográfico, no dude en tacharlo.
Al igual que el anterior, guarda la libreta en un cajón y echa llave, pero escribe en un papel una nota que no logras leer. Tiene muy mala letra, y leída del revés... Sin embargo, se la da a una mujer de aspecto voluptuoso, y enseguida entra al despacho del comisario que, según tu Haki de observación, está vacío. Igual va a hacer una llamada, pero entonces, ¿por qué no hacerla en la sala principal? Muchas preguntas...
En cualquier caso, si rellenas el papel, el hombre asentirá complacido y se levantará.
- Señor Helkan, creo que hemos terminado -te dice-. Ha sido usted de gran ayuda; compararemos su declaración con la de la agente F... -se para de golpe. Parece bastante compungido, pero tras un instante te mira-, de otra testigo, y de ese modo atraparemos al señor Markov. El alcalde Vandire estará muy contento de saber que esta amenaza se resolverá de forma sencilla. Muchísimas gracias y, si acompaña al inspector Gordon él es el hombre a cargo de esta investigación.
Reconoces su presencia, y su olor. Sin el traje de antidisturbios puedes ver una cabellera rubia con numerosos mechones de punta. Además es alto y tiene una expresión como de abuelo estricto. Te mira con sus ojos azules y te tiende la mano.
- Inspector Rand C. Gordon, a su servicio -se presenta-. ¿Es usted mi asesor civil, entonces? -te tiende una tarjeta que parece bastante usada ya. Es muy gruesa y tiene el nombre borrado varias veces. Además, está caliente-. Espéreme en la entrada, tengo un poco de papeleo que hacer, pero en un minuto estaré con usted.
Te dejan solo por un momento, ya que el subcomisario se marcha y Gordon también parece alejarse. Nadie te presta demasiada atención, y aunque hay un par de cámaras no parece que los ángulos sean óptimos. Elige tu camino.
[Mientras tanto, en las calles, Katharina...]
Mientras te mantienes en el callejón no detectas nada, pero en cuanto estás a mitad de tu transformación notas un pinchazo en el hombro, como si un mosquito acabase de morderte. No tienes muy claro lo que acaba de suceder, pero tampoco le das mucha importancia porque... Bueno, porque ni siquiera ha sido doloroso. Sin embargo, que la gente se aleje de ti con una expresión bastante confundida te deja algo extrañada, y no es hasta que escuchas tu voz cuando te das cuenta: Suena extraña. Es como masculina, pero muy aguda y con numerosos gallos. Entonces te fijas en tu reflejo...
Es extraño, pero no pareces un hombre... O no del todo. Tu rostro es una amalgama de rasgos entre masculinos y femeninos, con una mezcla de peinados entre la adolescente y el hombre adulto. Eres alta, pero con una pierna ligeramente más larga que la otra, y tus brazos son uno corto, como si no encajase con tu altura, y el otro perfectamente formado. Además tu vestido ha dejado de estar cubierto por una ilusión, de modo que tu ropa y armas se vuelven reconocibles, si es que alguien te conoce. Cuando intentas volver a la normalidad, cambiar de forma, generar fuego... No puedes, y entonces piensas en tu hombro. Tal vez sí hubiera alguien observando.
- E-esto... ¿Señor? -No sabe muy bien cómo tratarte, y está claro que se encuentra aterrada-. S-solo siga r-rect-to la-la c-calle... L-legará a-al dist-t-trit-to t-t-t-tecnológico.
Te sigue explicando entre tartamudeos, aunque poco a poco le cuesta menos, que cuando alcances el distrito tecnológico -al parecer resulta bastante evidente- donde una avenida se alza en tres niveles diferentes, y hagas derecha-recto-izquierda en los cruces para acceder a una calle principal. Sin embargo, tal vez primero necesites encontrar a un médico.
- Aviso:
- No se corrige ninguna acción después de que modere.
Ivan Markov
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fuerza
Fortaleza
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Agilidad
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Intelecto
Agudeza
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Akuma no mi
Varios
Putos homófonos... o bueno, homófobos. Aunque ciertamente un poco monótono era el tipo ese. ¿Contaba como homófono eso? Rellenó los papeles que le había entregado decidiendo poner que su contratante era Gustavo di Fiore y el método de contacto, den den mushi. Era un miembro de una de las familias escindidas del Lazo Rojo al que había matado y convertido en su ghoul. Lo mantenía en la ciudad para usarlo como tapadera en aquella clase de asuntos. Preventivamente, decidió enviarle una orden mental: "Si te preguntan al respecto, dirás que contrataste al limpiador Helkan contra Ivan Markov." Sacado ese asunto de en medio, le tocó saludar al policía de antes, el detective Gordon. Por algún motivo, olía a furia y a orégano.
- Allí estaré, detective.
La tarjeta le despertó cierta curiosidad. Le echó un vistazo rápido a ver si veía algo interesante entre los datos, o si lograba discernir que había puesto debajo antes de ser borrada. Y además la olfateó discretamente, con intención de percibir si el olor de su propietario le daba algún dato útil. Tras eso... tenía un minuto, ¿eh? Lo aprovecharía bien. Tenía intención de volver a la comisaría en algún momento, así que dejaría el despacho del comisario para más tarde. Por ahora iría al sitio que más poderosamente llamaba su atención: la morgue. Quién sabe qué pequeños tesoros esperando a ser despertados le aguardaban allá abajo. Así pues, atendiendo a la localización de las cámaras, salió del "despacho" y se dirigió hacia la puerta procurando evitarlas y usando toda su capacidad de discreción para no llamar la atención. Procuró simplemente "mezclarse" con el ambiente. Se colaría en la morgue en silencio, y una vez tras la puerta activaría cautelarmente la invisibilidad de su Manto Sombras. Hora de trabajar.
En caso de que no hubiese nadie (vivo) en aquel momento en el lugar, su trabajo sería sencillo. Se situaría en el centro de la estancia tras comprobar que no había cámaras. Si las había, primero intentaría desactivarlas con su Bat-ladrón en caso de que no fuesen den den mushis. Si no, simplemente procuraría usar los puntos muertos. En cualquier caso, empezaría a emitir una niebla morada que se colaría en las neveras, corrompiendo los cadáveres del interior y convirtiéndolos en no muertos. Los fuertes despertarían como ghouls, los débiles como zombies. Inmediatamente daría una orden silenciosa a los no muertos recién creados: manteneos quietos y en silencio. Hasta que os diga los contrario, sois cadáveres. Si, por el contrario, había alguien, valoraría su nivel de poder con su mantra. Si parecía lo bastante débil, lo intentaría asesinar en silencio cortándole el cuello con su Hoja Negra, para luego levantarlo como no muerto y proceder con el resto de la estancia. En cualquier caso, una vez terminados sus asuntos allí, procedería a volverse niebla, salir por la ventilación hacia el exterior, volver a forma humana bajo su apariencia de Helkan e irse a la puerta principal.
- Allí estaré, detective.
La tarjeta le despertó cierta curiosidad. Le echó un vistazo rápido a ver si veía algo interesante entre los datos, o si lograba discernir que había puesto debajo antes de ser borrada. Y además la olfateó discretamente, con intención de percibir si el olor de su propietario le daba algún dato útil. Tras eso... tenía un minuto, ¿eh? Lo aprovecharía bien. Tenía intención de volver a la comisaría en algún momento, así que dejaría el despacho del comisario para más tarde. Por ahora iría al sitio que más poderosamente llamaba su atención: la morgue. Quién sabe qué pequeños tesoros esperando a ser despertados le aguardaban allá abajo. Así pues, atendiendo a la localización de las cámaras, salió del "despacho" y se dirigió hacia la puerta procurando evitarlas y usando toda su capacidad de discreción para no llamar la atención. Procuró simplemente "mezclarse" con el ambiente. Se colaría en la morgue en silencio, y una vez tras la puerta activaría cautelarmente la invisibilidad de su Manto Sombras. Hora de trabajar.
En caso de que no hubiese nadie (vivo) en aquel momento en el lugar, su trabajo sería sencillo. Se situaría en el centro de la estancia tras comprobar que no había cámaras. Si las había, primero intentaría desactivarlas con su Bat-ladrón en caso de que no fuesen den den mushis. Si no, simplemente procuraría usar los puntos muertos. En cualquier caso, empezaría a emitir una niebla morada que se colaría en las neveras, corrompiendo los cadáveres del interior y convirtiéndolos en no muertos. Los fuertes despertarían como ghouls, los débiles como zombies. Inmediatamente daría una orden silenciosa a los no muertos recién creados: manteneos quietos y en silencio. Hasta que os diga los contrario, sois cadáveres. Si, por el contrario, había alguien, valoraría su nivel de poder con su mantra. Si parecía lo bastante débil, lo intentaría asesinar en silencio cortándole el cuello con su Hoja Negra, para luego levantarlo como no muerto y proceder con el resto de la estancia. En cualquier caso, una vez terminados sus asuntos allí, procedería a volverse niebla, salir por la ventilación hacia el exterior, volver a forma humana bajo su apariencia de Helkan e irse a la puerta principal.
Tic, tac. Tic, tac. Todo parece moverse al ritmo de las manecillas del reloj en la vieja Dark Dome, e incluso se puede detectar un patrón rítmico en los movimientos de cada miembro de la comisaría. Grapa, clac. Hojas, ras. La escritura, silenciosa, también parece sucumbir a ese ritmo y a medida que te fijas más automatizado parece ir todo en el interior del edificio. Cada trabajador, cada instrumento, cada mínimo detalle, obedece a la fría lógica del paso del tiempo. Incluso tú, Ivan, dentro del edificio, notas cómo ese ritmo va tomando fuerza en tu corazón, que empieza a bombear exactamente sesenta veces por minuto, si has contado bien. Uno, dos, tres...
Las cuentas mientras caminas y tus pasos van, poco a poco, obedeciendo a esta lógica. Incluso en el suelo ajedrezado no puedes pisar las líneas, tocando blanco los segundos impares, negro las pares. Ese reloj empieza a escucharse cada vez con más fuerza, casi presionando tus oídos, siendo dolorosamente perfecto.
Notas una ligera presión cuando abres la puerta, y te das cuenta de que hay uno de esos molestos avisadores metálicos, aunque no resuena mucho. Miras a tu espalda y no parece que nadie esté observándote, pero el susto te lo has llevado. Al menos, si hay un avisador analógico no habrá un sensor, ¿o sí? En cualquier caso, cierras la puerta y te encuentras de lleno en la morgue. Recuerdas que has revisado la tarjeta, y el último nombre parece ser Jessica Fletcher. Te suena de algo, aunque no sabes mucho más fuera de que es una conocida investigadora. Eso no debería ser nada si no fuese porque, efectivamente, huele a mujer. ¿Será todo una trampa?
- Señor, por favor -interrumpe tus pensamientos una voz antes de que puedas ponerte a explorar-. Retírese de la morgue o deberé tomar medidas.
Su voz monótona parece ir a un ritmo perfectamente marcado por el tempo, pero te habla sin siquiera levantar la vista de un periódico cuyas hojas va pasando a razón de una cada treinta y un segundos -veinticinco, si tiene alguna imagen-. No parece ni siquiera molestarse en prestarte atención, y si utilizas el Haki de observación sobre él no sentirás nada. Pero por el resto, la morgue tiene cuarenta compartimentos numerados desde el 10 hasta el 49 (siendo en horizontal el avance de 0 a 9 y en vertical de 1 a 4), repartidos en diez columnas de cuatro de altura. Aparte hay un par de lavamanos, varios estantes con órganos trepanados o extirpados y un par de camillas, aunque ninguna herramienta.
- Señor, por favor -repite, pasando la hoja. Parece que tarda más en retomar el diálogo mientras pasa la página-. Se lo he advertido una vez, retírese de la morgue o deberé tomar medidas.
Es un tipo extraño, de pantalones verdes y gafas, con facciones rectas y mirada, pese a no dirigirla hacia ti, bastante inquisitorial.
Las cuentas mientras caminas y tus pasos van, poco a poco, obedeciendo a esta lógica. Incluso en el suelo ajedrezado no puedes pisar las líneas, tocando blanco los segundos impares, negro las pares. Ese reloj empieza a escucharse cada vez con más fuerza, casi presionando tus oídos, siendo dolorosamente perfecto.
Notas una ligera presión cuando abres la puerta, y te das cuenta de que hay uno de esos molestos avisadores metálicos, aunque no resuena mucho. Miras a tu espalda y no parece que nadie esté observándote, pero el susto te lo has llevado. Al menos, si hay un avisador analógico no habrá un sensor, ¿o sí? En cualquier caso, cierras la puerta y te encuentras de lleno en la morgue. Recuerdas que has revisado la tarjeta, y el último nombre parece ser Jessica Fletcher. Te suena de algo, aunque no sabes mucho más fuera de que es una conocida investigadora. Eso no debería ser nada si no fuese porque, efectivamente, huele a mujer. ¿Será todo una trampa?
- Señor, por favor -interrumpe tus pensamientos una voz antes de que puedas ponerte a explorar-. Retírese de la morgue o deberé tomar medidas.
Su voz monótona parece ir a un ritmo perfectamente marcado por el tempo, pero te habla sin siquiera levantar la vista de un periódico cuyas hojas va pasando a razón de una cada treinta y un segundos -veinticinco, si tiene alguna imagen-. No parece ni siquiera molestarse en prestarte atención, y si utilizas el Haki de observación sobre él no sentirás nada. Pero por el resto, la morgue tiene cuarenta compartimentos numerados desde el 10 hasta el 49 (siendo en horizontal el avance de 0 a 9 y en vertical de 1 a 4), repartidos en diez columnas de cuatro de altura. Aparte hay un par de lavamanos, varios estantes con órganos trepanados o extirpados y un par de camillas, aunque ninguna herramienta.
- Señor, por favor -repite, pasando la hoja. Parece que tarda más en retomar el diálogo mientras pasa la página-. Se lo he advertido una vez, retírese de la morgue o deberé tomar medidas.
Es un tipo extraño, de pantalones verdes y gafas, con facciones rectas y mirada, pese a no dirigirla hacia ti, bastante inquisitorial.
Ivan Markov
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Características
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Agente F, Jessica Fletcher... el vampiro se devanó los sesos un momento, tratando de resolver ese pequeño rompecabezas. Una agente bajo el pseudónimo F estaba informando sobre sus movimientos. Y el policía al que estaba asignado tenía una tarjeta que antes había pertenecido a la detective Fletcher. ¿Estaba esa mujer actuando de incógnito en otros ambientes de la ciudad? Igual debía preguntarle a Helen, pero el den den mushi no era un medio de comunicación seguro. Dado que era detective, algo sabría sobre el tema, así que le preguntaría cuando se volviera a reunir con ella. Mientras pensaba en estos asuntos, llegó a la morgue sin mayores incidentes... pero su suerte pareció acabarse al entrar en el interior. El agente que estaba dentro lo percibió sin problemas. A simple vista no parecía alguien especial, algo desmentido por su carencia de Voz. No quería montar un jaleo en mitad de la comisaría tan pronto...
- Usted perdone. Buscaba el baño.
Salió de inmediato del lugar y se dirigió a los baños de la comisaría para intentar disimular un poco. Entonces se dio cuenta del extraño ritmo del lugar... todos los movimientos de los policías estaban perfectamente coordinados, como si interpretasen una extraña sinfonía o siguiesen una canción que él no podía oír. O tal vez sí la oía sin ser consciente de ello, pues al pensarlo se dio cuenta de que él también estaba atrapado en aquel extraño ritmo. Apretó el puño y se detuvo por un momento, molesto. Odiaba que jugasen con su mente y sentidos. Tomó aire, lo retuvo contando hasta diez y empezó a tararear la canción que había compuesto junto a Brianna, tratando de romper el ritmo que le habían impuesto. Ayudaba que la canción estuviese en un compás diferente a la "música" de la comisaría. La canción le dio ánimos y valor, ayudándole a sacar las fuerzas para seguir adelante y pensar con la mente fría.
Al entrar en el baño fue directamente a las piletas y se lavó la cara con uno de los grifos con agua fría, intentando despejarse. ¿Era el influjo de una akuma no mi lo que había sentido? Tal vez. ¿Qué función cumplía? Necesitaba respuestas. Diablos. Igual no era lo más sensato. Su sentido común le gritaba que simplemente abandonase el lugar y se fuese a esperar a Gordon antes de que empezasen a buscarlo... pero otra parte de él le gritaba que agarrase a algún desgraciado, se lo comiera entero, le arrancase sus recuerdos de su sangre y los usase para descubrir los secretos del cabrón que estaba controlando esa comisaría. ¿Y por qué no ambas cosas? "Porque sería arriesgado. Sería dar un paso en falso antes de tiempo. Calma. Llevas preparando esto demasiado tiempo como para estropearlo ahora." Respiró hondo, se secó las manos y la cara y salió de los baños. Iría al exterior intentando no seguir el siniestro ritmo de la comisaría y esperaría a Gordon fuera.
- Usted perdone. Buscaba el baño.
Salió de inmediato del lugar y se dirigió a los baños de la comisaría para intentar disimular un poco. Entonces se dio cuenta del extraño ritmo del lugar... todos los movimientos de los policías estaban perfectamente coordinados, como si interpretasen una extraña sinfonía o siguiesen una canción que él no podía oír. O tal vez sí la oía sin ser consciente de ello, pues al pensarlo se dio cuenta de que él también estaba atrapado en aquel extraño ritmo. Apretó el puño y se detuvo por un momento, molesto. Odiaba que jugasen con su mente y sentidos. Tomó aire, lo retuvo contando hasta diez y empezó a tararear la canción que había compuesto junto a Brianna, tratando de romper el ritmo que le habían impuesto. Ayudaba que la canción estuviese en un compás diferente a la "música" de la comisaría. La canción le dio ánimos y valor, ayudándole a sacar las fuerzas para seguir adelante y pensar con la mente fría.
Al entrar en el baño fue directamente a las piletas y se lavó la cara con uno de los grifos con agua fría, intentando despejarse. ¿Era el influjo de una akuma no mi lo que había sentido? Tal vez. ¿Qué función cumplía? Necesitaba respuestas. Diablos. Igual no era lo más sensato. Su sentido común le gritaba que simplemente abandonase el lugar y se fuese a esperar a Gordon antes de que empezasen a buscarlo... pero otra parte de él le gritaba que agarrase a algún desgraciado, se lo comiera entero, le arrancase sus recuerdos de su sangre y los usase para descubrir los secretos del cabrón que estaba controlando esa comisaría. ¿Y por qué no ambas cosas? "Porque sería arriesgado. Sería dar un paso en falso antes de tiempo. Calma. Llevas preparando esto demasiado tiempo como para estropearlo ahora." Respiró hondo, se secó las manos y la cara y salió de los baños. Iría al exterior intentando no seguir el siniestro ritmo de la comisaría y esperaría a Gordon fuera.
- Señor, por favor...
Escuchas cómo su voz, ahogada por la puerta que os separa una vez la cierras, repite las mismas palabras que te ha dicho al verte. Resulta perturbador, pero no tanto como el extraño compás que sigue reteniendo la comisaría. ¿Por qué todo va al ritmo? Quieres pensar que es una fruta del diablo, pero por otro lado esa resulta una explicación demasiado casual. ¿Qué sentido tendría acompasarlo todo? ¿Por qué nadie habría de gastar su tiempo en eso?
Te lavas la cara en un grifo que detecta tu mano bajo la boca, agradeciendo que en Dark Dome haya tantos automatismos para hacer la vida más fácil, pero al mismo tiempo da la sensación de que el espacio queda más desangelado, frío. Falta calidez en el ambiente. Incluso los abrazos de Katharina son más cálidos que ese lugar.
Sigues una ruta que te das cuenta está algo más gastada de lo que cabría esperar, formando una sutil franja sin brillo en medio del suelo apenas detectable para la mayoría. También resulta sorprendente que la mayoría de gente con la que te cruzas mira al suelo, no apartándose de tu camino sino parándose y esperando a que avances tú por otro lado. Todo eso, sin perder nunca el ritmo marcado por el pulso de reloj.
En cualquier caso, si sales fuera te encontrarás con Gordon fumando un cigarro largo. Una vez le hagas una señal se girará hacia ti, molesto.
- ¡Se supone que debías esperarme tú a mí! -te regaña-. Tenía que hacer papeleo, ¿dónde te has metido para tardar tanto?
Niega con la cabeza, tirando el pitillo al suelo. Lo pisa sin miramientos y mira a todas partes, como esperando algo. Es entonces que, frente a la comisaría, se detiene una suerte de bote negro con ruedas y cubierta de cristal tintado. Se abre hacia arriba y un mayordomo de tez morena y aspecto latino sale de él, dándole las llaves a Gordon.
- El señó Vein ehpera que tengan una buena casa. ¡Mucha suelte!
Mientras se va alejando, Gordon lo despide.
- Muchas gracias Alfredo. Hasta la vista. -Se gira hacia ti-. ¿Subimos?
Mientras te lleva en el extraño artilugio te va contando la historia de la familia Veine, de la que un tal Gus es el único heredero. Al parecer mantenía una gran relación con las principales industrias de la ciudad, pero hace años se ha recluido en su mansión y no parece salir. De todos modos, no menciona en qué parte vive y no habías oído nunca hablar de Gus Veine, así que seguramente está en una parte del territorio asquerosamente rica.
Termináis llegando a un restaurante que reconoces: Es el "Brandy and Loster café", uno de los espacios más exclusivos de todo el distrito rojo, donde empresarios de toda la ciudad llevan a cenar a sus acompañantes.
- Está bien, muchacho. Verás. Ese bastardo de Markov ha estado moviendo negocios a espaldas de las familias, y sabemos que en este local se mueve gran parte de su droga. Necesitamos localizar a alguien que sepa cómo la mueve. Su contacto, ya sabes. Pero a mí ya me conocen, así que puede ser la oportunidad de tu vida. Consígueme una pista y no les diré a mis jefes que trabajas para él.
¡Ay la chingada! Bueno, si vas a intentar entrar, hay un par de guardias de seguridad en cada entrada, incluida la de servicio. Conoces a un par, pero ellos no te conocen a ti, y si quieres ir de incógnito... Hay una ventana a unos tres metros de altura, algo apartada, que a saber dónde lleva.
Nota: Puedes interrumpir la acción libremente en cualquier momento de esta moderación, si lo deseas.
Escuchas cómo su voz, ahogada por la puerta que os separa una vez la cierras, repite las mismas palabras que te ha dicho al verte. Resulta perturbador, pero no tanto como el extraño compás que sigue reteniendo la comisaría. ¿Por qué todo va al ritmo? Quieres pensar que es una fruta del diablo, pero por otro lado esa resulta una explicación demasiado casual. ¿Qué sentido tendría acompasarlo todo? ¿Por qué nadie habría de gastar su tiempo en eso?
Te lavas la cara en un grifo que detecta tu mano bajo la boca, agradeciendo que en Dark Dome haya tantos automatismos para hacer la vida más fácil, pero al mismo tiempo da la sensación de que el espacio queda más desangelado, frío. Falta calidez en el ambiente. Incluso los abrazos de Katharina son más cálidos que ese lugar.
Sigues una ruta que te das cuenta está algo más gastada de lo que cabría esperar, formando una sutil franja sin brillo en medio del suelo apenas detectable para la mayoría. También resulta sorprendente que la mayoría de gente con la que te cruzas mira al suelo, no apartándose de tu camino sino parándose y esperando a que avances tú por otro lado. Todo eso, sin perder nunca el ritmo marcado por el pulso de reloj.
En cualquier caso, si sales fuera te encontrarás con Gordon fumando un cigarro largo. Una vez le hagas una señal se girará hacia ti, molesto.
- ¡Se supone que debías esperarme tú a mí! -te regaña-. Tenía que hacer papeleo, ¿dónde te has metido para tardar tanto?
Niega con la cabeza, tirando el pitillo al suelo. Lo pisa sin miramientos y mira a todas partes, como esperando algo. Es entonces que, frente a la comisaría, se detiene una suerte de bote negro con ruedas y cubierta de cristal tintado. Se abre hacia arriba y un mayordomo de tez morena y aspecto latino sale de él, dándole las llaves a Gordon.
- El señó Vein ehpera que tengan una buena casa. ¡Mucha suelte!
Mientras se va alejando, Gordon lo despide.
- Muchas gracias Alfredo. Hasta la vista. -Se gira hacia ti-. ¿Subimos?
Mientras te lleva en el extraño artilugio te va contando la historia de la familia Veine, de la que un tal Gus es el único heredero. Al parecer mantenía una gran relación con las principales industrias de la ciudad, pero hace años se ha recluido en su mansión y no parece salir. De todos modos, no menciona en qué parte vive y no habías oído nunca hablar de Gus Veine, así que seguramente está en una parte del territorio asquerosamente rica.
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¡Ay la chingada! Bueno, si vas a intentar entrar, hay un par de guardias de seguridad en cada entrada, incluida la de servicio. Conoces a un par, pero ellos no te conocen a ti, y si quieres ir de incógnito... Hay una ventana a unos tres metros de altura, algo apartada, que a saber dónde lleva.
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