[Moderado Nivel 2 - Ashaazar] Un trabajito en la isla de las flores.

Son las diez de la mañana de un día cualquiera en el mar del oeste. Te encuentras en un precioso y maloliente barco mercante con rumbo a la isla de las flores, aunque si lo piensas bien de precioso tiene poco, pero mucho de maloliente. A cambio de un viaje repleto de lujos que se resumen en una hamaca y tres comidas diarias tan solo tienes que llevar un cargamento a la gran ciudad de la isla. ¿Fácil verdad?

Cuando bajas del barco, acompañado de otro de los tripulantes, un hombre de la tribu de los piernas-largas llamado Gus, descargáis la mercancía, la montáis sobre una carreta y os ponéis en camino. La isla es bastante grande y está rodeada de montaña muy rocosas, aunque hay un camino hecho para acceder a la gran ciudad. Pasada una hora, hacéis una pequeña paradita para recobrar el aliento y descansar un poco. Notáis algo en el cuello, como un pinchazo, al quitároslo veis que es una aguja con plumas y os quedáis profundamente dormido.

—¿Estás bien? —te pregunta el capitán del barco, incorporándote. Se trata de un hombre de excesiva altura y apariencia muy apacible—. ¿Qué os ha pasado?

PD: Eres libre de narrar todo lo que quieras, interactuar con los personajes e improvisar.

El país de la flores, menudo destino. La verdad es que preferiría estar en muchos otros lados antes que en esta pequeña isla del West Blue. Pero así es la vida, no siempre da lo que uno quiere. Y hay veces en las que está bien que nuestros mayores deseos no se cumplan, pues no siempre somos conscientes de las consecuencias que implican.

La travesía no ha sido mejor que el destino, un pequeño barco, o quizás más bien barcaza pero en peores transportes he estado en el pasado y la comida sin ser buena se dejaba comer agusto. Tras atracar en un pequeño muelle toca bajar la mercancía y entregarla en la ciudad de la isla. Levanto la cabeza y solo veo montañas y un pequeño sendero. “Mierda, no es una ciudad costera”. El sendero serpentea entre las montañas, como accediendo a un valle interior.

—¿Me toca ir a entregarlo, verdad? —Le pregunto al capitán, ya bajando del barco y preparando la carreta.

—Sí, pero Gus irá contigo. —El capitán se gira y llama a gritos al tal Gus, un hombre de la extraña tribu de los brazos largos. “Al menos será fácil cargar la parte de atrás de la carreta”.

Gus baja y se me presenta. Le estrecho la mano, con un poco de curiosidad observando su brazo. No es la primera vez que veo uno de su tribu, pero no es habitual encontrarlos muy a menudo. Tras cargar la carreta me subo en el asiento que dirige las riendas con el brazos-largos a mi lado. Del bolsillo de mi guardapolvo saco una pitillera, la abro y le ofrezco uno a Gus que niega mi oferta con un gesto. No le doy importancia y enciendo el cigarro con una cerilla que tras su uso agito para apagar y tiro al suelo. Tras eso, saco una pequeña petaca y voy a darle un trago cuando veo por el rabillo del ojo a Gus.

—¿De esto si que quieres? —Le pregunto en tono distendido. Me responde asintiendo y le paso el licor. Me lo devuelve y le pego un trago yo también. Tras ello guardo la petaca y empezamos el camino ascendente por el camino.

Tras más o menos una hora de camino veo a mi acompañante algo cansado y decidimos parar a pegar otro trago y descansar cinco minutos antes de seguir con el camino.

“Y todavía queda camino empedrado ascendente, espero que tras esa curva acabe de una vez la dichosa subida. Era sólo entregar unas mercancías, y mira lo que está costando. ¿Quien me manda a mi hacer todo esto?" Pienso para mis adentros, mientras comparto mis vicios con Gus cuando de repente noto un pinchazo en la nuca.¿Como no he podido verlo venir? Estoy demasiado poco concentrado con el alrededor, y demasiado tranquilo y poco preocupado. Me llevo la mano al punto donde he notado el pinchazo y mi mano recoge un proyectil. Al acercarlo a mi campo visual entiendo qué está pasando.

Unas plumas, sueño, rodillas en el suelo, un golpe en la cara, silencio, descanso.

—¿Estás bien?¿Qué os ha pasado? —me pregunta el capitán del barco, despertandome de forma airada. Se notaba nervioso, con sus ojos proyectándose al exterior de sus órbitas. Aún con los sentidos medio dormidos del recién despertar noto que hay algo que no va bien.

—Sí, estamos bien. Bueno… Alguien nos atacó, más bien nos durmió, con una especie de dardos. —Tras decir esto me fijo en que algunos hombres están despertando a Gus, que yacía dormido cerca de donde yo mismo lo estaba haciendo hace un minuto.—Capitán, pensaba que esta era una isla tranqui… —No acabo de hablar cuando ya un poco más despierto noto que falta la carreta.

El trabajo se complica, debería haberlo imaginado. Cuando el capitán se ha percatado de la desaparición de la carreta se ha mostrado muy preocupado. Y el resto de su tripulación también, saben más cosas de las que me han contado.  Esto me pasa por no investigar un poco antes de para quien me ofrecía trabajar. Debí suponerlo cuando me ofrecieron el trabajo. Aparentemente sencillo, sin mucha complicación, una entrega, como si fuera un cartero, y bien pagado, ahí estaba el gato encerrado.

—¿Capitán, qué pasa? Estáis todos demasiados preocupados por una simple entrega de suministros para esta isla perdida de la mano del Gorosei. ¿Ocultas algo no? —El capitán traga saliva ante mi pregunta.

—Verás.. —Empieza a decir. —Si te digo algo, quizá te meta en un lío, estás mejor sin saberlo Asahzaar.

—No, no pienso seguir trabajando para ti si me ocultas algo. —Le respondo de forma instantánea.

Los otros tripulantes se miran nerviosos, esperando la respuesta de su capitán, que no se demora más de tres segundos, tras un suspiro como de resentimiento.  Uno incluso se lleva la mano a la espada. Antes de que la llegue a tocar, mi revólver está apuntándole, mientras no le quito el ojo al capitán.

—Está bien, el cargamento es para un contacto de Viktor Elric. ¿Sabes quien es? —Asiento a la pregunta del capitán. —Lo mejor será separarnos añade —Antonio, Gus y tú, Ashaazar, iréis a la capital de la isla e investigaréis allí si alguien ha entrado con alguna carreta.

—Está bien, pero te voy a salir más caro de lo que quedamos viendo lo que está pasando. —Tras decir esto, bajo el percutor del revólver, y retiro el arma que seguía apuntando a Antonio. Le ofrezco la mano. —Sin rencores. —Por su parte él también me la tiende.

Siguiendo el camino que apunta hacia el interior de la Isla, atravesamos un buen trecho hasta llegar a la ciudad.  Unas pocas granjas se asientan a su alrededor, en las afueras. En ellas, tanto Gus como Antonio se paran a preguntar por la carreta pero el único hombre que les responde es con una negativa.

—Vamos, será más fácil encontrar alguna pista en la ciudad. —Les digo para que aligeren el paso.

La ciudad hace notar su historia solo con observarla. Sus edificios son en su gran mayoría antiguos, con un estilo que recuerda al lejano país de Wano. Entramos sin llamar demasiado la atención. Tras dar una pequeña vuelta analizando las calles, me llevo a mis dos acompañantes a un pequeño callejón, resguardados de la gente que pasea por las avenidas principales.

—Vamos a ver. Quienquiera que se hizo con la carreta y la mercancía la ha robado ¿Verdad? —Ellos dos asienten. —Así que no irá a venderla al mercado. ¿Me seguís? Habrá que buscar en sitios, digamos… menos ortodoxos. Yo empezaría buscando algún local, ya sabeis de baja calaña, donde la peor escoria de esta ciudad se reúna, allí creo que encontraremos más información. Y si lo que llevábamos era lo que creo que es… mejor que ninguno se acerque a preguntarle a un guardia o marine. ¿Entendido?.

Tras esto empiezo a buscar un lugar parecido al que he descrito, donde alguien por un puñado de berries es m´sa fácil que largue lo que queremos saber.