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Los parpados del felino cayeron pesadamente al poco de asegurarse de que su huésped no se movía de más mientras dormía. Pensar que habían llegado a eso. Kougar seguí repitiéndole en su cabeza ante esas quejas suyas que podría simplemente haberle abandonado en el ascensor y que no debería ser tan blanda de ahora en adelante si quería sobrevivir en la boca del lobo, que iba a ser la organización anexa al gobierno mundial. Ella solo pudo resoplar en sus adentros. Eso ya lo sabía. Pero aún podía mantener un poco de su «humanidad» antes de llegar a Water Seven, así que eso haría… Por irónico que sonara eso de la humanidad mientras estaba transformada en un puma.
Su descanso tampoco duró mucho. Aunque la parte más perezosa de ella misma se negaba a despegar sus parpados para abrir los ojos, sus orejas se alzaron al escuchar cómo alguien se acababa de golpear la cabeza contra la pared. «Esperaba que durmiera hasta mañana… Hasta el mediodía, de hecho» se lamentó, casi protestando. Entreabrió un poco los ojos, viendo que aún era de noche y la penumbra les cubría con su manto. Simplemente volvió a cerrar los ojos, aunque se aseguró de mantener su mantra activado por si el contrario intentaba atacarla por la espalda pensando que aún dormía. Al no sentir ninguna hostilidad, volvió a ignorarlo. Cabe decir que no esperaba que el moreno empezase a acariciarle la cabeza. Gruñó levemente, esperando que así se detuviera. ¿Quién tenía tantas confianzas con un Puma dormido? Bueno, en primera instancia sí que lo iba a dejar pasar, pero cuando la mano ajena tocó lo que sería su lomo, consideró que se estaba pasando de la raya. ¿Qué era lo siguiente? ¿Agarrar su cola?
Con un gruñido, la felina encaró al hombre, mirándole desde abajo con el ceño fruncido y mostrando levemente los dientes, justo antes de mover su cola y darle con esta lo que equivaldría a un manotazo, para que apartara las manos de su cuerpo. Por un momento se planteó imbuirla en Haki, pero tampoco quería hacerle tanto daño. Solo que dejara de tocarla con tanta confianza. Porque, aunque su pecho en ese momento no estuviera en esa zona, no dejaba de estar acariciando su cuerpo desnudo. En cuanto se apartase –o al menos ella esperaba que lo hiciera– se pondría en pie sobre sus cuatro patas y bajaría de la cama, cambiando en el proceso a su forma «compacta» para ir cómodamente desde el cuarto al baño, no sin antes coger su ropa, tirada en el suelo. Al contrario que cierto desvergonzado que se había… «Oye, yo le había dejado la ropa de abajo sin tocar… ¿Por qué narices está desnudo? ¿Sabes qué? No quiero saberlo. De verdad. No quiero». Bufó a medio camino tras mirarle de arriba abajo y se metió en el baño.
Una vez dentro, se aseguraría de cerrar con el pestillo solo por si acaso. Otra vez en su forma humana, se miró al espejo. Iba a acabar con ojeras y perdiendo pelo. Bueno, con la mata de pelo que tenía, toda descolocada, quizás tampoco se notase mucho. La joven apenas tardó unos dos minutos en volver a ponerse su pijama –con la correspondiente ropa interior debajo– y pasar el cepillo por su pelo para quedar más presentable antes de abrir la puerta. Lo último que necesitaba era algún malentendido.
—Con lo escandaloso que fuiste antes, esperaba que durmieras más, la verdad— se quejó al salir del baño, llevando las manos a las caderas—. Si ya estás en tus cabales de nuevo, quizás quieras taparte eso que tienes por ahí colgando y volver a tu «suite».
Su descanso tampoco duró mucho. Aunque la parte más perezosa de ella misma se negaba a despegar sus parpados para abrir los ojos, sus orejas se alzaron al escuchar cómo alguien se acababa de golpear la cabeza contra la pared. «Esperaba que durmiera hasta mañana… Hasta el mediodía, de hecho» se lamentó, casi protestando. Entreabrió un poco los ojos, viendo que aún era de noche y la penumbra les cubría con su manto. Simplemente volvió a cerrar los ojos, aunque se aseguró de mantener su mantra activado por si el contrario intentaba atacarla por la espalda pensando que aún dormía. Al no sentir ninguna hostilidad, volvió a ignorarlo. Cabe decir que no esperaba que el moreno empezase a acariciarle la cabeza. Gruñó levemente, esperando que así se detuviera. ¿Quién tenía tantas confianzas con un Puma dormido? Bueno, en primera instancia sí que lo iba a dejar pasar, pero cuando la mano ajena tocó lo que sería su lomo, consideró que se estaba pasando de la raya. ¿Qué era lo siguiente? ¿Agarrar su cola?
Con un gruñido, la felina encaró al hombre, mirándole desde abajo con el ceño fruncido y mostrando levemente los dientes, justo antes de mover su cola y darle con esta lo que equivaldría a un manotazo, para que apartara las manos de su cuerpo. Por un momento se planteó imbuirla en Haki, pero tampoco quería hacerle tanto daño. Solo que dejara de tocarla con tanta confianza. Porque, aunque su pecho en ese momento no estuviera en esa zona, no dejaba de estar acariciando su cuerpo desnudo. En cuanto se apartase –o al menos ella esperaba que lo hiciera– se pondría en pie sobre sus cuatro patas y bajaría de la cama, cambiando en el proceso a su forma «compacta» para ir cómodamente desde el cuarto al baño, no sin antes coger su ropa, tirada en el suelo. Al contrario que cierto desvergonzado que se había… «Oye, yo le había dejado la ropa de abajo sin tocar… ¿Por qué narices está desnudo? ¿Sabes qué? No quiero saberlo. De verdad. No quiero». Bufó a medio camino tras mirarle de arriba abajo y se metió en el baño.
Una vez dentro, se aseguraría de cerrar con el pestillo solo por si acaso. Otra vez en su forma humana, se miró al espejo. Iba a acabar con ojeras y perdiendo pelo. Bueno, con la mata de pelo que tenía, toda descolocada, quizás tampoco se notase mucho. La joven apenas tardó unos dos minutos en volver a ponerse su pijama –con la correspondiente ropa interior debajo– y pasar el cepillo por su pelo para quedar más presentable antes de abrir la puerta. Lo último que necesitaba era algún malentendido.
—Con lo escandaloso que fuiste antes, esperaba que durmieras más, la verdad— se quejó al salir del baño, llevando las manos a las caderas—. Si ya estás en tus cabales de nuevo, quizás quieras taparte eso que tienes por ahí colgando y volver a tu «suite».
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Vale, esto es raro. El gato gigante parece que está medio enojado y se va al baño a… ¿Los gatos gigantes usan el retrete como los seres humanos? Pues no sé, no soy veterinario. Tomo asiento en el borde de la cama y me pongo a pensar un par de cosas. Me gustaría saber qué hago desnudo en… Ah, esto es mi culpa. Yo y mi mala costumbre de desnudarme cuando duermo. La verdadera pregunta es cómo he llegado aquí. Sólo por hoy andaré de creyente y le pediré a diosito que cuide el dinero que he dejado allá arriba, por favor. Son como unos cincuenta millones que se los cobraré al puto enano si es que desaparecen.
Es entonces que escucho una vocecita tierna detrás de mí. Pero lo tierna no me quita el susto. Me levanto de una de la cama y me tapo con las mantas como si sintiera vergüenza. Cuando me acuerdo quién soy yo las tiro y llevo las manos a la cintura, inflando el pecho y queriendo que el gato gigante contemple mi figura. Espera, ¿qué? ¿Cómo es que un gato pasa a ser una persona? Ah, vale, magia negra. Sí, es la única respuesta que se me ocurre. Bueno, el que Akane pueda transformarse en un maldito felino dice mucho de ella.
—Antes de nada… ¿Me has secuestrado? —le pregunto, fingiendo indignidad—. Puedo llamar a Servicio Infantil, ¿sabes? Mis padres deben estar muy preocupados por mí. Nah, mentira, nunca los conocí.
No es que me importe estar desnudo frente a una chica, es decir, me veo bastante bien. No es que sea narcisista, pero estos pectorales no los tiene cualquiera. ¿Y estos oblicuos? Los entreno todos los días, papá. Lo primero que encuentro es uno de los sujetadores de esta chica. Espero que no le vaya a importar demasiado que lo use para cubrirme a Misifú; si se enoja igual puedo pasárselos y andar en pelotas.
—No quiero volver —le respondo con los mofletes inflados y los brazos cruzados, cual niño malcriado que está a punto de montar un berrinche—. Quiero estar contigo, aquí y ahora. Y de paso que me respondas por qué me has traído a tu habitación.
En este momento me gustaría que leyera mis pensamientos porque hay algo que quiero decirle. Agh, maldita sea, tengo la cabeza hecha un desastre. Al menos huelo mucho mejor que antes y el efecto de las drogas se me ha pasado un poco harto. «El que no arriesga no gana», me digo a mí mismo. Es hora de intentarlo con riesgo de perder un testículo en el proceso. Creo que la pelirroja no se caracteriza por su buen genio, pero es hora de obedecer los latidos de mi pene. Bah, de mi corazón.
Me acerco hacia ella con el corazón latiéndome fuertemente. Tucum, tucum, suena. La miro directamente a los ojos, intentando que hablen lo que mi boca no quiere decir. Mis dedos buscan los suyos, y mi otra mano intenta encontrar su rostro. Trago saliva nervioso. ¿Por qué me siento así…? He hecho esto miles de veces, no sé por qué con esta chica es distinto. Si intenta decirme algo, le callaré con una sonrisa. Y entonces intentaré besarla.
Es entonces que escucho una vocecita tierna detrás de mí. Pero lo tierna no me quita el susto. Me levanto de una de la cama y me tapo con las mantas como si sintiera vergüenza. Cuando me acuerdo quién soy yo las tiro y llevo las manos a la cintura, inflando el pecho y queriendo que el gato gigante contemple mi figura. Espera, ¿qué? ¿Cómo es que un gato pasa a ser una persona? Ah, vale, magia negra. Sí, es la única respuesta que se me ocurre. Bueno, el que Akane pueda transformarse en un maldito felino dice mucho de ella.
—Antes de nada… ¿Me has secuestrado? —le pregunto, fingiendo indignidad—. Puedo llamar a Servicio Infantil, ¿sabes? Mis padres deben estar muy preocupados por mí. Nah, mentira, nunca los conocí.
No es que me importe estar desnudo frente a una chica, es decir, me veo bastante bien. No es que sea narcisista, pero estos pectorales no los tiene cualquiera. ¿Y estos oblicuos? Los entreno todos los días, papá. Lo primero que encuentro es uno de los sujetadores de esta chica. Espero que no le vaya a importar demasiado que lo use para cubrirme a Misifú; si se enoja igual puedo pasárselos y andar en pelotas.
—No quiero volver —le respondo con los mofletes inflados y los brazos cruzados, cual niño malcriado que está a punto de montar un berrinche—. Quiero estar contigo, aquí y ahora. Y de paso que me respondas por qué me has traído a tu habitación.
En este momento me gustaría que leyera mis pensamientos porque hay algo que quiero decirle. Agh, maldita sea, tengo la cabeza hecha un desastre. Al menos huelo mucho mejor que antes y el efecto de las drogas se me ha pasado un poco harto. «El que no arriesga no gana», me digo a mí mismo. Es hora de intentarlo con riesgo de perder un testículo en el proceso. Creo que la pelirroja no se caracteriza por su buen genio, pero es hora de obedecer los latidos de mi pene. Bah, de mi corazón.
Me acerco hacia ella con el corazón latiéndome fuertemente. Tucum, tucum, suena. La miro directamente a los ojos, intentando que hablen lo que mi boca no quiere decir. Mis dedos buscan los suyos, y mi otra mano intenta encontrar su rostro. Trago saliva nervioso. ¿Por qué me siento así…? He hecho esto miles de veces, no sé por qué con esta chica es distinto. Si intenta decirme algo, le callaré con una sonrisa. Y entonces intentaré besarla.
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La felina no pudo evitar alzar una ceja ante el comentario del moreno mientras sus labios se torcían en una mueca de disgusto. No tanto porque estuviera usando su sujetador para tapar sus partes íntimas, sino por sus comentarios de haberle secuestrado y su puchero de crío pequeño que se negaba a salir de la habitación para volver a la suya. Bueno, que se negase o no le importaba poco o menos. Era su cuarto y no iba a permitir que se quedase mucho más. De hecho, se había planteado en su enfado el cortarle el pene. Ya se lo había hecho a un desconocido horas atrás. Por qué no repetir el proceso.
«Buena forma de pasar una velada tranquila». Se recriminó a sí misma. Suspirando con exasperación antes de agacharse, agarrar la prenda inferior del chico y lanzársela a la cara con cierta fuerza de más.
—No te imagines tonterías, ¿quieres? —le replicó, pasando sus manos de la cadera para cruzarse debajo de su busto—. Simplemente pensé que era mejor evitarte el disgusto de que te tus «amigos» se aprovecharan de ti estando inconsciente para desfogarse. Aunque quizás hubiera sido mejor dejarte en el pasillo. O, aún mejor, en el ascensor subiendo y bajando toda la noche.
Esperaba que tras ese comentario el joven se echara hacia atrás con lo de quedarse ahí y simplemente se marchase. Para su sorpresa, no fue el caso. Akane llegó a la conclusión de que o estaba loco o se lo tenía demasiado creído al levantarse como lo hizo, mirándola de forma intensa. Por un momento, no pudo evitar retroceder por no saber cómo debería actuar con aquel sujeto que, dejando caer su sujetador se había incorporado y encaminado hacia ella, tomando una de sus manos y tratando acercar la otra a su cara. Al final, tras seguir retrocediendo un poco más, su espalda dio contra la pared y no pudo apartar más la cabeza tampoco. Estaba acorralada y a su cabeza no le dio para reaccionar lo suficientemente rápido como para apartar al chico, cuyos labios rozaron contra los suyos, tan solo un instante, antes de que Mura se agachará, zafándose del beso y propinándole un cabezazo en la barbilla al contrario con la esperanza de que se echase hacia atrás lo suficiente como para poder forzarle a girarse, doblando el brazo que él había agarrado a girarse en una para nada cómoda posición para él.
—Bueno, esa ha sido la gota que ha colmado el vaso —sentenció, con tono claramente irritado, haciendo un poco más de presión sobre el brazo ajeno antes de soltarlo—. No sé qué esperabas conseguir con eso, la verdad —recriminó, pasándose el dorso de la mano por los labios—, pero no creo que lo hayas pensado muy bien. Quizás unas horas atrás te hubiera servido de algo, sí. Pero tras lo de ahí arriba me sorprende que esta sea tu idea de arreglar las cosas. Así que hazme el favor de vestirte y salir de mi habitación porque te aseguro que ya no me queda paciencia para lo que queda de noche —sentenció antes de apartarse de él definitivamente y sentarse sobre la cama, creando un Muro de finos hilos de aura para que Volken no pudiera acercarse a ella mientras esperaba que hiciera lo que le había «pedido».
«Buena forma de pasar una velada tranquila». Se recriminó a sí misma. Suspirando con exasperación antes de agacharse, agarrar la prenda inferior del chico y lanzársela a la cara con cierta fuerza de más.
—No te imagines tonterías, ¿quieres? —le replicó, pasando sus manos de la cadera para cruzarse debajo de su busto—. Simplemente pensé que era mejor evitarte el disgusto de que te tus «amigos» se aprovecharan de ti estando inconsciente para desfogarse. Aunque quizás hubiera sido mejor dejarte en el pasillo. O, aún mejor, en el ascensor subiendo y bajando toda la noche.
Esperaba que tras ese comentario el joven se echara hacia atrás con lo de quedarse ahí y simplemente se marchase. Para su sorpresa, no fue el caso. Akane llegó a la conclusión de que o estaba loco o se lo tenía demasiado creído al levantarse como lo hizo, mirándola de forma intensa. Por un momento, no pudo evitar retroceder por no saber cómo debería actuar con aquel sujeto que, dejando caer su sujetador se había incorporado y encaminado hacia ella, tomando una de sus manos y tratando acercar la otra a su cara. Al final, tras seguir retrocediendo un poco más, su espalda dio contra la pared y no pudo apartar más la cabeza tampoco. Estaba acorralada y a su cabeza no le dio para reaccionar lo suficientemente rápido como para apartar al chico, cuyos labios rozaron contra los suyos, tan solo un instante, antes de que Mura se agachará, zafándose del beso y propinándole un cabezazo en la barbilla al contrario con la esperanza de que se echase hacia atrás lo suficiente como para poder forzarle a girarse, doblando el brazo que él había agarrado a girarse en una para nada cómoda posición para él.
—Bueno, esa ha sido la gota que ha colmado el vaso —sentenció, con tono claramente irritado, haciendo un poco más de presión sobre el brazo ajeno antes de soltarlo—. No sé qué esperabas conseguir con eso, la verdad —recriminó, pasándose el dorso de la mano por los labios—, pero no creo que lo hayas pensado muy bien. Quizás unas horas atrás te hubiera servido de algo, sí. Pero tras lo de ahí arriba me sorprende que esta sea tu idea de arreglar las cosas. Así que hazme el favor de vestirte y salir de mi habitación porque te aseguro que ya no me queda paciencia para lo que queda de noche —sentenció antes de apartarse de él definitivamente y sentarse sobre la cama, creando un Muro de finos hilos de aura para que Volken no pudiera acercarse a ella mientras esperaba que hiciera lo que le había «pedido».
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Todo va de maravilla: mi mano encuentra la de ella y mis labios están a nada de… Auch. Las lágrimas salen de mis ojos cuando esta chica me da un cabezazo en la quijada. ¡Pero qué le pasa! Ahora me agarra del brazo, maldita sea, duele un montón. Preferiría que usara esa energía para acariciarme los huevos, pero ya veo que no va a pasar. Me he arriesgado y he fallado, aunque así son las cosas en el amor. A veces ganas; otras, pierdes. Y no pasa nada por llevar una racha de fallos, creo que ya van por los 101. Como el número de emergencia de Casino Island, vaya coincidencia más turbia. No me sorprende que haya una recompensa billonaria por el cuerpecito bello de esta pelirroja, tiene tanta fuerza que podría romperme todos los huesos si lo quisiera. Sin embargo, no lo hace: creo que le gusto.
Menos mal me suelta porque ya me iba a poner a llorar, y tambaleo hacia delante con una sonrisa divertida en el rostro. A pesar de haber fallado, me está gustando esto de sacarla de quicio. ¿Será que comienza la relación más tóxica que he tenido en mi vida? Oh, espera, ahora es cuando me lanza platos y cuanta mierda encuentre para echarme de su habitación. No, aún peor: llamará a las feministas que se hospedan en los pisos de abajo. Creo que la cosa se está poniendo grave… Sin borrar la sonrisa en mi rostro, cojo el mismo sostén de antes y lo amarro rápidamente a mi cintura para cubrir lo que dios me dio.
—¡Joder, Saki, casi me rompes el brazo! —me quejo, sobándome con cuidado para no rompérmelo yo mismo—. Tus labios son muy suaves —le comento, guiñándole un ojo. ¿Debería comportarme de otra forma tras ser rechazado brutalmente? Nah, así la tengo loquita—. Gracias por salvarme el culo allá abajo y doble gracias por impedir que mis amigos abusasen de mí, eres muy linda. ¿Nos vemos mañana a las dos para almorzar? Genial, así te devuelvo esto —agrego de inmediato sin darle tiempo a responder y corro hacia la puerta—. ¡Chau!
No sé por qué la pareja de ancianos me mirará de esa forma, como si jamás hubieran visto a un hombre desnudo cubriéndose las bolas con un sostén robado. ¿Será que ahora Saki me persigue hecha un demonio…? Espero que no porque ya empiezo a tener un poco de miedo. El ascensor acaba en el último piso y desde aquí puedo escuchar el bombo de esa estupenda canción. Toco el timbre de mi propia suite y el puto enano de mierda me recibe casi feliz de verme. ¡Hasta me da un abrazo el asqueroso! Bueno, no está mal acariciarle la cabeza y entrar. Parece que el desmadre continúa y, de hecho, hasta hay más gente. Oh, Bobby me entrega un micrófono.
—Cuéntales a todos cómo te fue —me dice, dándome palmaditas en la espalda.
—¿A quién le importa eso? ¡Vamos a distorsionarnos, maldita sea! —La gente estalla en risas y gritos eufóricos. Los mafiosos de allá continúan esnifando polvo de ángel como si no temieran perder sus narices. Al parecer a nadie le importa que vaya vestido así, creo que es lo mejor de Casino Island. Busco mi maletín y me llevo una desagradable sorpresa: está abierto—. Me cago en sus muertos, hijos de perra, me han robado… ¡Me han dejado solo treinta putos millones! ¡¿En qué han gastado mi dinero, pedazos de mierda?!
Bobby me hace un gesto con la cabeza, apuntando a un trío de bellas mujeres que bailan entre ellas.
—Te están esperando, ¿por qué no te presentas?
—Tú sí sabes, hermano.
Menos mal me suelta porque ya me iba a poner a llorar, y tambaleo hacia delante con una sonrisa divertida en el rostro. A pesar de haber fallado, me está gustando esto de sacarla de quicio. ¿Será que comienza la relación más tóxica que he tenido en mi vida? Oh, espera, ahora es cuando me lanza platos y cuanta mierda encuentre para echarme de su habitación. No, aún peor: llamará a las feministas que se hospedan en los pisos de abajo. Creo que la cosa se está poniendo grave… Sin borrar la sonrisa en mi rostro, cojo el mismo sostén de antes y lo amarro rápidamente a mi cintura para cubrir lo que dios me dio.
—¡Joder, Saki, casi me rompes el brazo! —me quejo, sobándome con cuidado para no rompérmelo yo mismo—. Tus labios son muy suaves —le comento, guiñándole un ojo. ¿Debería comportarme de otra forma tras ser rechazado brutalmente? Nah, así la tengo loquita—. Gracias por salvarme el culo allá abajo y doble gracias por impedir que mis amigos abusasen de mí, eres muy linda. ¿Nos vemos mañana a las dos para almorzar? Genial, así te devuelvo esto —agrego de inmediato sin darle tiempo a responder y corro hacia la puerta—. ¡Chau!
No sé por qué la pareja de ancianos me mirará de esa forma, como si jamás hubieran visto a un hombre desnudo cubriéndose las bolas con un sostén robado. ¿Será que ahora Saki me persigue hecha un demonio…? Espero que no porque ya empiezo a tener un poco de miedo. El ascensor acaba en el último piso y desde aquí puedo escuchar el bombo de esa estupenda canción. Toco el timbre de mi propia suite y el puto enano de mierda me recibe casi feliz de verme. ¡Hasta me da un abrazo el asqueroso! Bueno, no está mal acariciarle la cabeza y entrar. Parece que el desmadre continúa y, de hecho, hasta hay más gente. Oh, Bobby me entrega un micrófono.
—Cuéntales a todos cómo te fue —me dice, dándome palmaditas en la espalda.
—¿A quién le importa eso? ¡Vamos a distorsionarnos, maldita sea! —La gente estalla en risas y gritos eufóricos. Los mafiosos de allá continúan esnifando polvo de ángel como si no temieran perder sus narices. Al parecer a nadie le importa que vaya vestido así, creo que es lo mejor de Casino Island. Busco mi maletín y me llevo una desagradable sorpresa: está abierto—. Me cago en sus muertos, hijos de perra, me han robado… ¡Me han dejado solo treinta putos millones! ¡¿En qué han gastado mi dinero, pedazos de mierda?!
Bobby me hace un gesto con la cabeza, apuntando a un trío de bellas mujeres que bailan entre ellas.
—Te están esperando, ¿por qué no te presentas?
—Tú sí sabes, hermano.
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«Esto es de lo que no hay. De verdad. Maldigo el momento en el que se me ocurrió. Debería haberle dejado en el ascensor y haber pulsado todos y cada uno de los botones de este para que se quedase toda la noche dando vueltas por el hotel». Y sin embargo ahí estaban. El hombre había tenido la decencia de taparse, al menos. Hubiera estado bien que no lo hubiera hecho con su sujetador. Pero la pelirroja está demasiado exhausta. Por poco no se echaba a llorar. Se planteó matarle en ese mismo momento y tener la fiesta en paz. Podría haberlo hecho, siendo sinceros, pero tener que explicar después a la persona que le había cedido la suite a cambio de algo de espectáculo porque las sabanas, el suelo y los muebles se habían llenado de sangre, así como la razón de que hubiera un cadáver en el suelo… Eran demasiados problemas. «Luego somos las mujeres las complicadas o las exquisitas. Por supuesto. Todo es nuestra culpa». Pensó con tono de sarcasmo al echar la vista atrás no solo a lo que había acontecido a lo largo del día sino a otras ocasiones.
Por suerte para ella, Volken se marchó sin siquiera darle posibilidades de replicarle. No sin antes preguntarle —asumiendo que diría que sí— si quería almorzar mañana con ella. Cuando se cerró la puerta tras de ella, relajó los hombros y cerró los ojos. De sus labios se escapó un largo suspiro antes de volver a separar los parpados, encontrándose con la ropa del hombre tirada en el suelo. No se lo pensó dos veces antes de abrir la puerta corredera de cristal que daba al balcón y tirarla por este, tomando de paso aire fresco. Dejaría esta entreabierta para que entrase aire fresco, aunque con la persiana bajada. Lo último que necesitaba era que alguien se colase en su habitación. Hecho eso, se dejó caer en la cama y escondió la cara bajo la almohada.
—Al fiiiiiin —gruñó contra la almohada, girándose después para mirar al techo—. Por un momento de verdad pensé que iba a matarle…
—¿Vas a poder aguantar otros dos días aquí?
—Pff. Por poder, puedo. Pero no me apetece —miró el maletín—. Y tengo dinero de sobra para irme. Creo que podría encontrar otro barco que me llevase a mi destino pagando un poco más y partir mañana por la tarde. Quiero lavar primero mis cosas y cambiar esas fichas por dinero. Tal vez hasta gane algo más —comentó con tono burlón—. Parece que se me da bien.
—¿Las trampas?
—Solo hago más justo el juego. En fin, buenas noches, Kougar.
—¿No vas a intentar recuperar tu sujetador?
—Buenas noches.
Por suerte para ella, Volken se marchó sin siquiera darle posibilidades de replicarle. No sin antes preguntarle —asumiendo que diría que sí— si quería almorzar mañana con ella. Cuando se cerró la puerta tras de ella, relajó los hombros y cerró los ojos. De sus labios se escapó un largo suspiro antes de volver a separar los parpados, encontrándose con la ropa del hombre tirada en el suelo. No se lo pensó dos veces antes de abrir la puerta corredera de cristal que daba al balcón y tirarla por este, tomando de paso aire fresco. Dejaría esta entreabierta para que entrase aire fresco, aunque con la persiana bajada. Lo último que necesitaba era que alguien se colase en su habitación. Hecho eso, se dejó caer en la cama y escondió la cara bajo la almohada.
—Al fiiiiiin —gruñó contra la almohada, girándose después para mirar al techo—. Por un momento de verdad pensé que iba a matarle…
—¿Vas a poder aguantar otros dos días aquí?
—Pff. Por poder, puedo. Pero no me apetece —miró el maletín—. Y tengo dinero de sobra para irme. Creo que podría encontrar otro barco que me llevase a mi destino pagando un poco más y partir mañana por la tarde. Quiero lavar primero mis cosas y cambiar esas fichas por dinero. Tal vez hasta gane algo más —comentó con tono burlón—. Parece que se me da bien.
—¿Las trampas?
—Solo hago más justo el juego. En fin, buenas noches, Kougar.
—¿No vas a intentar recuperar tu sujetador?
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