Therax Palatiard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
![¿Y por qué tan lejos? - Privado/Pasado [Annie & Therax] Empty](https://2img.net/i/empty.gif)
No le había quedado otra que hacerse a la idea de que aquel funesto temporal le recibiría en cuanto se acercase lo suficiente al reino de Sakura. Hacía mucho tiempo que no ponía un pie en aquella isla; desde que Luka y él se viesen inmersos en una serie de problemas que tendrían que haber rehuido. Aunque hacer consideraciones como aquélla a posteriori resultaba un tanto ventajista. La naturaleza de las personas era descrita por su pasado y las acciones que habían tomado en ese momento, así que incluso ese error había contribuido a formarle como persona.
El barco atracó en el muelle, desierto como consecuencia de la ventisca que azotaba la isla aquel día. Maldiciendo por lo bajo su suerte, Therax cubrió sus hombros con un grueso abrigo negro y ordenó a la tripulación que tendiese la pasarela que le permitiría bajar del navío. La Princesa de Cuento había sido el barco encargado de transportarle en aquella ocasión. Su capitana, Rosana, mucho más seria y marcial que la mayoría de sus compañeras, se cuadró cuando el contramaestre de los Arashi no Kyoudai se dispuso a bajar del barco. Era un gesto absolutamente innecesario, pero el espadachín se había cansado de repetirlo y había optado por dejarlo por imposible.
Spanner le había tomado por el tonto del grupo, eso había quedado más que claro. Después de que Zane hubiese tomado Momoiro bajo su protección, la tierra de los okamas había pasado a convertirse en el lugar al que los Hermanos de la Tormenta regresaban cuando no tenían otro objetivo en el horizonte. El pelirrojo no se preocupaba demasiado por los asuntos diplomáticos y, si se detenía a pensarlo durante un instante, ninguno de sus tripulantes tampoco.
Dejando eso a un lado, era una verdad innegable que lo mínimo era saber cómo digeriría el resto de islas de aquella parte del vasto océano la nueva soberanía de Momoiro. ¿Y quién había sido el encargado de visitar la mayoría de ellas? Él, por supuesto. Dudaba que el subcapitán de los Arashi le hubiese ocultado algo como aquello al Descamisetado, pero algo le hacía sospechar que tampoco se había molestado en darle todos los detalles.
Y allí estaba, peleando contra el temporal por cada paso que daba. Avanzaba con serenidad y templado ímpetu, ganándole terreno a la nieve con paso lento pero firme. En teoría su destino era presentarse ante el regente, alcalde, rey o lo que demonios hubiese en Sakura. El objetivo era más que evidente: asegurarse de que nadie en todo el Paraíso se atreviese a cuestionar la autoridad y legitimidad del pelirrojo.
—¿Pero por qué me tiene que tocar siempre a mí, joder? —se quejó, dando fin en voz alta al hilo de sus pensamientos.
El barco atracó en el muelle, desierto como consecuencia de la ventisca que azotaba la isla aquel día. Maldiciendo por lo bajo su suerte, Therax cubrió sus hombros con un grueso abrigo negro y ordenó a la tripulación que tendiese la pasarela que le permitiría bajar del navío. La Princesa de Cuento había sido el barco encargado de transportarle en aquella ocasión. Su capitana, Rosana, mucho más seria y marcial que la mayoría de sus compañeras, se cuadró cuando el contramaestre de los Arashi no Kyoudai se dispuso a bajar del barco. Era un gesto absolutamente innecesario, pero el espadachín se había cansado de repetirlo y había optado por dejarlo por imposible.
Spanner le había tomado por el tonto del grupo, eso había quedado más que claro. Después de que Zane hubiese tomado Momoiro bajo su protección, la tierra de los okamas había pasado a convertirse en el lugar al que los Hermanos de la Tormenta regresaban cuando no tenían otro objetivo en el horizonte. El pelirrojo no se preocupaba demasiado por los asuntos diplomáticos y, si se detenía a pensarlo durante un instante, ninguno de sus tripulantes tampoco.
Dejando eso a un lado, era una verdad innegable que lo mínimo era saber cómo digeriría el resto de islas de aquella parte del vasto océano la nueva soberanía de Momoiro. ¿Y quién había sido el encargado de visitar la mayoría de ellas? Él, por supuesto. Dudaba que el subcapitán de los Arashi le hubiese ocultado algo como aquello al Descamisetado, pero algo le hacía sospechar que tampoco se había molestado en darle todos los detalles.
Y allí estaba, peleando contra el temporal por cada paso que daba. Avanzaba con serenidad y templado ímpetu, ganándole terreno a la nieve con paso lento pero firme. En teoría su destino era presentarse ante el regente, alcalde, rey o lo que demonios hubiese en Sakura. El objetivo era más que evidente: asegurarse de que nadie en todo el Paraíso se atreviese a cuestionar la autoridad y legitimidad del pelirrojo.
—¿Pero por qué me tiene que tocar siempre a mí, joder? —se quejó, dando fin en voz alta al hilo de sus pensamientos.
Rei Arslan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El tiempo había pasado muy rápido en compañía del joven Lance. A pesar de que solo había consistido en dar una vuelta, la vida no paraba de cambiar y ya llevaba demasiados días atracada en Sakura. Por no hablar del cabreo de Robin, iba a ser monumental por entretenerse tanto. Desde que este le había contado que pasó con una agente de pelo rosa ya no era el mismo, se había vuelto más duro, frío y distante y Annie no sabía como hacer que volviera a ser el muchacho risueño de siempre.
La nieve comenzó a caer con fuerza a medida que caminaba por las angostas calles del reino. Se abrochó el abrigo pese a no tener frío por el poder que llevaba en su interior, pero aun con eso si podía sentir los copos de nieve posarse sobre su piel o pelo y eso si que estaba frío. Caminó sin ganas y sin rumbo, pensando en qué hacer. Sakura le gustaba mucho, un lugar frío, agradable y acogedor, lejos de la vida mundanal y del ruido que causaba la sociedad que una vez más la atosigaba.
El hecho de tener una recompensa alta por su cabeza la traía de mal humor últimamente. Encima que intentó salvar al mundo, encima que se puso del lado del gobierno no tuvo otra recompensa más que aumentar el precio de su cabeza. Annie llevaba mucho tiempo pensándolo, ¿por qué seguir ayudando al pueblo cuando al final iban en su contra? Estaba enfadada con el mundo, con la gente desagradecida que lo habitaba y aun así, no podía hacer nada, tan solo desaparecer una temporada y, Sakura le resultaba un lugar ideal para esconderse y vivir en paz durante un tiempo.
Pero una voz captó su atención, una voz muy conocida. Se quedó parada, ensimismada y con los ojos como platos. Habían pasado semanas desde la última vez que le había escuchado y aquel cabello rubio sedoso le delataba. Annie cogió un puñado de nieve y le dio forma, para después lanzársela a la espalda con fuerza. La ventisca había amainado un poco, pero conociendo a Therax, seguro que se lo tomaría a mal.
-Porque eres un blando que no sabe decir que no - comentó con sorna para después coger otra bola de nieve y apuntarle.
La nieve comenzó a caer con fuerza a medida que caminaba por las angostas calles del reino. Se abrochó el abrigo pese a no tener frío por el poder que llevaba en su interior, pero aun con eso si podía sentir los copos de nieve posarse sobre su piel o pelo y eso si que estaba frío. Caminó sin ganas y sin rumbo, pensando en qué hacer. Sakura le gustaba mucho, un lugar frío, agradable y acogedor, lejos de la vida mundanal y del ruido que causaba la sociedad que una vez más la atosigaba.
El hecho de tener una recompensa alta por su cabeza la traía de mal humor últimamente. Encima que intentó salvar al mundo, encima que se puso del lado del gobierno no tuvo otra recompensa más que aumentar el precio de su cabeza. Annie llevaba mucho tiempo pensándolo, ¿por qué seguir ayudando al pueblo cuando al final iban en su contra? Estaba enfadada con el mundo, con la gente desagradecida que lo habitaba y aun así, no podía hacer nada, tan solo desaparecer una temporada y, Sakura le resultaba un lugar ideal para esconderse y vivir en paz durante un tiempo.
Pero una voz captó su atención, una voz muy conocida. Se quedó parada, ensimismada y con los ojos como platos. Habían pasado semanas desde la última vez que le había escuchado y aquel cabello rubio sedoso le delataba. Annie cogió un puñado de nieve y le dio forma, para después lanzársela a la espalda con fuerza. La ventisca había amainado un poco, pero conociendo a Therax, seguro que se lo tomaría a mal.
-Porque eres un blando que no sabe decir que no - comentó con sorna para después coger otra bola de nieve y apuntarle.
Therax Palatiard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El rubio se había perdido por los callejones de Sakura. Únicamente conocía la zona más cercana al puerto, la dominada por los escalafones más bajos de la sociedad de la isla helada. El jolgorio traspasaba las puertas de los negocios más turbios, que, a consecuencia del frío y la nieve, servían como el alojamiento perfecto para la gente del lugar.
No se molestó en entrar en ninguno, pero, para su desgracia, se había perdido. Lo cierto era que para calificar su errante caminata de ese modo primero debería saber moverse por el reino. Evidentemente, no era el caso, pero no se le ocurría un mejor modo de describir la situación en la que se encontraba. Acababa de detenerse para valorar sus opciones, justo después de maldecir su suerte en voz alta, cuando algo golpeó su espalda. Su estado anímico no propiciaba que se tomara un gesto como aquél a modo de broma ni mucho menos, de modo que se giró con enfado para increpar al mocoso gracioso de turno.
Cuál fue su sorpresa al comprobar que, contra todo pronóstico y rompiendo por completo sus esquemas y expectativas, una preciosa melena plateada irrumpió en su campo de visión. ¿Qué hacía allí Annie? ¿Por qué no había detectado su presencia? Tal vez, ensimismado como estaba en su desdicha, había obviado por completo su percepción del entorno en un clima como el que le rodeaba.
Sonrió como no recordaba haberlo hecho en muchísimo tiempo; probablemente desde que había visto por última vez la preciosa cicatriz de su cara. Annie volvía a dar forma a una bola de nieve en sus manos, quieta en uno de los callejones que llevaban hasta él. ¿Quería una guerra de nieve? ¿Allí en medio? Se podría decir que se alegró, que su mente se colmó de una inmensa felicidad por un gesto tan simple, natural e inocente como ése; como si cada gesto y acción de la albina fuesen capaces de apartar al rubio del mundo de intrigas y disputas en el que vivía.
—¿Quieres guerra, eh? —comentó en tono fanfarrón. El viento sopló con un poco más de fuerza de lo normal sobre sus cabezas, empujando los cúmulos de nieve que se habían ido formando en los tejados. Cayeron con estrépito sobre la cabeza de Annie, intentando sepultarla en una pequeña montaña de copos blancos—. ¡Pues toma guerra! —exclamó, comenzando a reír a continuación como lo haría un niño pequeño en pleno juego.
No se molestó en entrar en ninguno, pero, para su desgracia, se había perdido. Lo cierto era que para calificar su errante caminata de ese modo primero debería saber moverse por el reino. Evidentemente, no era el caso, pero no se le ocurría un mejor modo de describir la situación en la que se encontraba. Acababa de detenerse para valorar sus opciones, justo después de maldecir su suerte en voz alta, cuando algo golpeó su espalda. Su estado anímico no propiciaba que se tomara un gesto como aquél a modo de broma ni mucho menos, de modo que se giró con enfado para increpar al mocoso gracioso de turno.
Cuál fue su sorpresa al comprobar que, contra todo pronóstico y rompiendo por completo sus esquemas y expectativas, una preciosa melena plateada irrumpió en su campo de visión. ¿Qué hacía allí Annie? ¿Por qué no había detectado su presencia? Tal vez, ensimismado como estaba en su desdicha, había obviado por completo su percepción del entorno en un clima como el que le rodeaba.
Sonrió como no recordaba haberlo hecho en muchísimo tiempo; probablemente desde que había visto por última vez la preciosa cicatriz de su cara. Annie volvía a dar forma a una bola de nieve en sus manos, quieta en uno de los callejones que llevaban hasta él. ¿Quería una guerra de nieve? ¿Allí en medio? Se podría decir que se alegró, que su mente se colmó de una inmensa felicidad por un gesto tan simple, natural e inocente como ése; como si cada gesto y acción de la albina fuesen capaces de apartar al rubio del mundo de intrigas y disputas en el que vivía.
—¿Quieres guerra, eh? —comentó en tono fanfarrón. El viento sopló con un poco más de fuerza de lo normal sobre sus cabezas, empujando los cúmulos de nieve que se habían ido formando en los tejados. Cayeron con estrépito sobre la cabeza de Annie, intentando sepultarla en una pequeña montaña de copos blancos—. ¡Pues toma guerra! —exclamó, comenzando a reír a continuación como lo haría un niño pequeño en pleno juego.
Rei Arslan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Annie esbozó la sonrisa más sincera en cuanto el rubio se giró. Se alegraba mucho de verlo, incluso su corazón palpitaba a pesar del poco tiempo que había pasado. No le gustaba estar separada de él y tras su último encuentro creía que las cosas se habrían torcido más de lo previsto, pero al final no ha cambiado nada y se unieron todavía más. La muchacha siguió dando forma a su bola de nieve y la alzó nada más escuchar su preguntas.
Su sonrisa sincera desapareció para dejar paso a un semblante arrogante. Apretó la bola con un poco de fuerza y la lanzó, dispuesta a darle en la cara con la potencia de su viento. No sabía si le daría, el muchacho siempre era muy escurridizo y avispado, por lo que Annie a veces se enfadaba fugazmente, pero no hasta el punto de destruir una taberna como en la anterior isla.
Sin embargo, ella no tuvo tanta oportunidad de escapar de un montón de copos de nieve y quedó cubierta hasta la mitad de su cuerpo. Sacudió la cabeza para deshacerse de los restos aguados que habían permanecido en su pelo y después estiró los brazos para abandonar aquel cúmulo de nieve. Su ropa estaba húmeda y a pesar de no sentir el frío en su interior, se había calado hasta los huesos.
Sacudió partes de su cuerpo nuevamente para desprenderse de los restos de nieve que quedaban y miró al rubio, listo para seguir con la guerra mientras se reía como un niño pequeño. Annie corrió a por él, dispuesta a abalanzarse y tirarlo contra la fría nieve. Se agarró cual koala, enlazando sus manos por detrás de su cuello y después caer juntos, con ella sobre él.
Una vez allí abajo, le besó durante un momento fugaz, sus labios gélidos chocaron contra los suyos, con una temperatura más cálida. Deseó que aquel momento no terminara y no lo haría, pues Annie esta vez acompañaría al rubio a sus quehaceres fueran los que fueran, aunque primero quería hablar un poco con él. Cuando hablaban, el tiempo se detenía a su alrededor y pese a que fueran momentos que desearan ser eternos siempre terminaban siendo fugaces.
-¿Cómo has venido a parar a un sitio tan remoto? - Inquirió, levantándose y tendiéndole una mano para que se irguiera -. Te he echado de menos, ¡ha sido una sorpresa encontrarte aquí!
Su sonrisa sincera desapareció para dejar paso a un semblante arrogante. Apretó la bola con un poco de fuerza y la lanzó, dispuesta a darle en la cara con la potencia de su viento. No sabía si le daría, el muchacho siempre era muy escurridizo y avispado, por lo que Annie a veces se enfadaba fugazmente, pero no hasta el punto de destruir una taberna como en la anterior isla.
Sin embargo, ella no tuvo tanta oportunidad de escapar de un montón de copos de nieve y quedó cubierta hasta la mitad de su cuerpo. Sacudió la cabeza para deshacerse de los restos aguados que habían permanecido en su pelo y después estiró los brazos para abandonar aquel cúmulo de nieve. Su ropa estaba húmeda y a pesar de no sentir el frío en su interior, se había calado hasta los huesos.
Sacudió partes de su cuerpo nuevamente para desprenderse de los restos de nieve que quedaban y miró al rubio, listo para seguir con la guerra mientras se reía como un niño pequeño. Annie corrió a por él, dispuesta a abalanzarse y tirarlo contra la fría nieve. Se agarró cual koala, enlazando sus manos por detrás de su cuello y después caer juntos, con ella sobre él.
Una vez allí abajo, le besó durante un momento fugaz, sus labios gélidos chocaron contra los suyos, con una temperatura más cálida. Deseó que aquel momento no terminara y no lo haría, pues Annie esta vez acompañaría al rubio a sus quehaceres fueran los que fueran, aunque primero quería hablar un poco con él. Cuando hablaban, el tiempo se detenía a su alrededor y pese a que fueran momentos que desearan ser eternos siempre terminaban siendo fugaces.
-¿Cómo has venido a parar a un sitio tan remoto? - Inquirió, levantándose y tendiéndole una mano para que se irguiera -. Te he echado de menos, ¡ha sido una sorpresa encontrarte aquí!
Therax Palatiard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La segunda bola de nieve se estampó sin misericordia contra su cara, causando que comenzase a toser cuando parte de la misma se desprendió y fue a parar a su garganta. Estaba fría, la muy condenada. ¿Y si se había pasado arrojando tanta sobre Annie? Cuando volvió a ser capaz de abrir los ojos y se disponía a pedirle disculpas, se encontró con la figura de la albina abalanzándose sobre él. No había hecho el menor ruido y, para qué negarlo, Therax tampoco hubiese hecho el más mínimo esfuerzo por apartarse.
La recibió con los brazos abiertos, abrazándola en cuanto la supo suficientemente cerca y dejándose derribar. Su cuerpo se hundió casi por completo en el manto níveo que había cubierto el suelo de Sakura, pero no le importó en absoluto. ¿Qué significaba su abrigo o cualquier otra cosa en comparación con ella? Sus labios se fundieron en un beso tan corto como intenso. Estaban húmedos y fríos a consecuencia de la nieve, pero no le molestó. No tendría problema alguno en permanecer en esa posición hasta lograr calentarlos... o incluso más.
No obstante, Annie no tardó en apartarse y ponerse en pie, tendiéndole la mano para que se pudiera incorporar él también. La tomó con firmeza, jalando levemente para ayudarse a erguirse de nuevo. El vaho nacía de su boca con cada exhalación, concediéndole una inocente belleza de la que no parecía ser consciente. Apartó los últimos restos de nieve del rostro y el cabello de la albina antes de responder a su pregunta, asegurándose de que las yemas de sus dedos acariciasen cálidamente los ángulos de su rostro:
—Y yo a ti, muchísimo —sonrió, sacudiéndose durante un instante los pantalones para evitar que quedasen empapados—. Zane reclamó Momoiro bajo su protección después de la que se armó en torno a la ejecución de Legim, así que se puede decir que ahora vivimos allí cuando no estamos en el mar. —Comenzó a caminar sin rumbo fijo, invitándola a que le acompañase únicamente por el sencillo placer de pasear junto a ella—. No es que la diplomacia nos haya importado mucho nunca, pero no está del todo mal saber qué opinan las islas de la zona de nuestra presencia, ¿no crees? Y por eso estoy aquí, para asegurarme de que el Reino de Sakura no tenga ningún problema con nosotros. Somos buenos vecinos —sonrió—. Oye, ¿y si te vienes conmigo? No entiendo por qué tenemos que estar siempre tan lejos uno del otro, separados. —Un nostálgico matiz de tristeza impregnó el timbre de su voz al lanzar de sopetón aquella proposición.
La pregunta había nacido desde lo más profundo de su ser y de forma completamente involuntaria, como si un deseo oculto gestado durante meses hubiese encontrado el camino hacia la luz. Estaba nervioso y al mismo tiempo temía la respuesta, pero se esforzó por ocultarlo tras unos ojos sólo desprendían sinceridad. Aunque no quisiese aceptarlo, le aterraba la posibilidad de que Annie rechazase su ofrecimiento.
La recibió con los brazos abiertos, abrazándola en cuanto la supo suficientemente cerca y dejándose derribar. Su cuerpo se hundió casi por completo en el manto níveo que había cubierto el suelo de Sakura, pero no le importó en absoluto. ¿Qué significaba su abrigo o cualquier otra cosa en comparación con ella? Sus labios se fundieron en un beso tan corto como intenso. Estaban húmedos y fríos a consecuencia de la nieve, pero no le molestó. No tendría problema alguno en permanecer en esa posición hasta lograr calentarlos... o incluso más.
No obstante, Annie no tardó en apartarse y ponerse en pie, tendiéndole la mano para que se pudiera incorporar él también. La tomó con firmeza, jalando levemente para ayudarse a erguirse de nuevo. El vaho nacía de su boca con cada exhalación, concediéndole una inocente belleza de la que no parecía ser consciente. Apartó los últimos restos de nieve del rostro y el cabello de la albina antes de responder a su pregunta, asegurándose de que las yemas de sus dedos acariciasen cálidamente los ángulos de su rostro:
—Y yo a ti, muchísimo —sonrió, sacudiéndose durante un instante los pantalones para evitar que quedasen empapados—. Zane reclamó Momoiro bajo su protección después de la que se armó en torno a la ejecución de Legim, así que se puede decir que ahora vivimos allí cuando no estamos en el mar. —Comenzó a caminar sin rumbo fijo, invitándola a que le acompañase únicamente por el sencillo placer de pasear junto a ella—. No es que la diplomacia nos haya importado mucho nunca, pero no está del todo mal saber qué opinan las islas de la zona de nuestra presencia, ¿no crees? Y por eso estoy aquí, para asegurarme de que el Reino de Sakura no tenga ningún problema con nosotros. Somos buenos vecinos —sonrió—. Oye, ¿y si te vienes conmigo? No entiendo por qué tenemos que estar siempre tan lejos uno del otro, separados. —Un nostálgico matiz de tristeza impregnó el timbre de su voz al lanzar de sopetón aquella proposición.
La pregunta había nacido desde lo más profundo de su ser y de forma completamente involuntaria, como si un deseo oculto gestado durante meses hubiese encontrado el camino hacia la luz. Estaba nervioso y al mismo tiempo temía la respuesta, pero se esforzó por ocultarlo tras unos ojos sólo desprendían sinceridad. Aunque no quisiese aceptarlo, le aterraba la posibilidad de que Annie rechazase su ofrecimiento.
Rei Arslan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Estar entre sus brazos le reconfortaba de una manera increíble. Sentir su calidez y, aunque no fuera así, una sensación de protección la inundaba en una calma y serenidad extraña, como si todos los problemas que la asolaran se desvanecieran por unos instantes. Pero todo lo bueno terminaba y ambos se apartaron del uno al otro. A veces deseaba que momentos así fuesen eternos, pero las responsabilidades siempre los acechaban, tanto a uno como al otro. Therax no podía vivir sin los Arashi no Kyoudai y ella, ella necesitaba navegar por los mares hasta encontrar un lugar en el mundo, un lugar en donde pudiera sentirse acogida y de donde no tuviera que estar escapando siempre.
Annie no era tonta, sitio al que pisaba sitio del que tenía que huir porque los Claveles la seguían. ¿Qué tenía ella que tanto ansiaran? Nunca supieron de su poder, o eso pensaba ella, pero a este paso que siguieran sus pasos tan de cerca no hacía más que aterrarle. La última vez se llevaron su barco con Robin y rescatar ambos fue una odisea en la compañía de Osuka, solo pensar que podían estar en Sakura observando sus pasos y los de seguramente a Therax le enfadaba.
Escuchó con atención la historia del rubio en aquel callejón. Sí que había llegado lejos con su banda y eso le alegraba, en el fondo se sentía orgullosa de que Momoiro les perteneciera aunque por lo que había escuchado de aquel lugar, no se hacía a la idea de ver a Therax o a Zane en compañía de aquellas gentes, pero quién era ella para juzgarlos. Ante la pregunta del pirata se quedó en silencio, ¿ir con él en una misión diplomática? Sonaba muy bien y seguramente pasasen un rato muy ameno, pero llegar hasta el castillo no era fácil, se encontraba a las afueras de la villa y con la tormenta que a ratos amainaba y a ratos se ponía a nevar copiosamente no sabía cuán seguro era.
-Claro, por una vez no nos meteremos en problemas, ¿no crees? - Inquirió esbozando una sonrisa mientras caminaba para abandonar aquel callejón -. En el tiempo que llevo aquí he visto el castillo de lejos y se cómo llegar por un atajo, pero no podemos ir volando con el tiempo que hace. Esta gente es de costumbres antiguas y si ves nuestros poderes se escandalizarán y seguro que montan algún desastre. Tocará ir caminando o...
Sus ojos se detuvieron a la entrada de una casa. Al lado de esta parecía había una moto encendida que parecía deslizarse por la nieve sin problemas. No había nadie a su alrededor y en dentro de aquella casa parecían estar bastante entretenidos para no salir a apagarla. Miró a Therax, mordiéndose el labio inferior y después a la moto.
-Por un solo problema no nos pasará nada - musitó -. Pero esta vez conduciré yo, que la última acabamos empapados en una fuente.
Tras eso Annie echó a correr hasta la moto, esperando a que el rubio la siguiera y se montara. No sabía controlarla muy bien, pero con la práctica no podía ser difícil. Tras eso aceleró con fuerza hacia la salida de la villa. La nieve volvía a caer copiosamente y la visión era borrosa, por no decir que no había ni camino, pero recordaba las dirección. Al salir de la villa hacia la izquierda, luego recto y a la derecha, y allí encontrarían el famoso castillo.
-¡Agárrate! - Exclamó Annie, manejando con dificultad el volante.
Annie no era tonta, sitio al que pisaba sitio del que tenía que huir porque los Claveles la seguían. ¿Qué tenía ella que tanto ansiaran? Nunca supieron de su poder, o eso pensaba ella, pero a este paso que siguieran sus pasos tan de cerca no hacía más que aterrarle. La última vez se llevaron su barco con Robin y rescatar ambos fue una odisea en la compañía de Osuka, solo pensar que podían estar en Sakura observando sus pasos y los de seguramente a Therax le enfadaba.
Escuchó con atención la historia del rubio en aquel callejón. Sí que había llegado lejos con su banda y eso le alegraba, en el fondo se sentía orgullosa de que Momoiro les perteneciera aunque por lo que había escuchado de aquel lugar, no se hacía a la idea de ver a Therax o a Zane en compañía de aquellas gentes, pero quién era ella para juzgarlos. Ante la pregunta del pirata se quedó en silencio, ¿ir con él en una misión diplomática? Sonaba muy bien y seguramente pasasen un rato muy ameno, pero llegar hasta el castillo no era fácil, se encontraba a las afueras de la villa y con la tormenta que a ratos amainaba y a ratos se ponía a nevar copiosamente no sabía cuán seguro era.
-Claro, por una vez no nos meteremos en problemas, ¿no crees? - Inquirió esbozando una sonrisa mientras caminaba para abandonar aquel callejón -. En el tiempo que llevo aquí he visto el castillo de lejos y se cómo llegar por un atajo, pero no podemos ir volando con el tiempo que hace. Esta gente es de costumbres antiguas y si ves nuestros poderes se escandalizarán y seguro que montan algún desastre. Tocará ir caminando o...
Sus ojos se detuvieron a la entrada de una casa. Al lado de esta parecía había una moto encendida que parecía deslizarse por la nieve sin problemas. No había nadie a su alrededor y en dentro de aquella casa parecían estar bastante entretenidos para no salir a apagarla. Miró a Therax, mordiéndose el labio inferior y después a la moto.
-Por un solo problema no nos pasará nada - musitó -. Pero esta vez conduciré yo, que la última acabamos empapados en una fuente.
Tras eso Annie echó a correr hasta la moto, esperando a que el rubio la siguiera y se montara. No sabía controlarla muy bien, pero con la práctica no podía ser difícil. Tras eso aceleró con fuerza hacia la salida de la villa. La nieve volvía a caer copiosamente y la visión era borrosa, por no decir que no había ni camino, pero recordaba las dirección. Al salir de la villa hacia la izquierda, luego recto y a la derecha, y allí encontrarían el famoso castillo.
-¡Agárrate! - Exclamó Annie, manejando con dificultad el volante.
Therax Palatiard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se había expresado mal, rematadamente mal, pero no fue consciente hasta que escuchó la respuesta de Annie. En su mente figuraba una idea mucho más profunda. Le había pedido que le acompañase de vuelta a Momoiro, que aceptase vivir todos y cada uno de sus días junto a él, que despertase a diario a su lado, despeinada y con un hilillo de saliva luchando por abandonar su preciosa boca... Que fueran uno desde ese momento en adelante. Pero ¿por qué tendría ella que ser capaz de intuir sus verdaderas intenciones? Hasta donde él sabía la albina no tenía la capacidad de leer la mente y su ofrecimiento había sido sincero, sí, pero no concreto.
No pudo evitar ruborizarse mínimamente y esbozar una sonrisa que rayaba la tristeza. ¿Cómo había podido ser tan torpe? Reformular su pregunta anterior rayaría lo patético, así que descartó esa posibilidad de inmediato. Ya tendría tiempo de volver a sugerirlo más adelante, o eso esperaba.
—Sí, no estaría mal no tener que salir huyendo por una vez —rió, pero las palabras que nacieron sigilosamente a continuación de la boca de la muchacha le obligaron a tragarse las suyas. ¿Qué diabólica idea habría cobrado forma en su interior? Siguió su mirada, identificando un vehículo sospechosa y peligrosamente encendido no demasiado lejos de ellos—. No creo que estés pensando lo que creo que... —Pero sí, lo estaba haciendo. Ambos tenían peligrosos antecedentes en lo que a conducir vehículos desconocidos se refería, pero ¿qué les impedía probar de nuevo? Asintió, sonriendo con malicia y siguiendo los pasos de Annie. ¿Qué era lo peor que podría pasarles?
Therax se sentó justo detrás de ella, pegando su cuerpo y abrazando con fuerza su cintura. Era sorprendentemente fina y esbelta. Bueno, calificar aquella apreciación como sorprendente distaba mucho de la realidad. El recuerdo del níveo matiz de su piel acudió a la mente del domador. La albina le había hecho tiempo atrás el regalo más puro que jamás había recibido. Recorrió en su mente cada curva de su cuerpo desnudo, cada pliegue de su piel e incluso el agradable tacto de su anatomía.
Cuando quiso darse cuenta, Annie había girado el puño de la motocicleta y, lanzando un cúmulo de nieve a sus espaldas, había puesto rumbo hacia el palacio. Aseguraba conocer el camino, así que Therax confió en que iban en la dirección indicada. No obstante, lo que más le preocupaba no era el destino final, sino el camino que seguirían y el modo en que lo recorrerían.
Efectivamente, la trayectoria del vehículo era cuanto menos errática. Los pocos valientes que se habían atrevido a salir de sus casas en un día tan poco propicio se apartaban precipitadamente para salvar sus vidas. El rubio reía como un niño pequeño, esforzándose por mantener el equilibrio al tiempo que observaba las asustadas facciones de los transeúntes.
—¡A tu derecha! ¡No, tu otra derecha! —exclamó tras unos minutos. Habían abandonado la villa, lo que en principio debería entrañar menos peligro. No obstante, se dirigían inexorablemente hacia un voluminoso montículo de nieve que la moto no podría escalar.
No pudo evitar ruborizarse mínimamente y esbozar una sonrisa que rayaba la tristeza. ¿Cómo había podido ser tan torpe? Reformular su pregunta anterior rayaría lo patético, así que descartó esa posibilidad de inmediato. Ya tendría tiempo de volver a sugerirlo más adelante, o eso esperaba.
—Sí, no estaría mal no tener que salir huyendo por una vez —rió, pero las palabras que nacieron sigilosamente a continuación de la boca de la muchacha le obligaron a tragarse las suyas. ¿Qué diabólica idea habría cobrado forma en su interior? Siguió su mirada, identificando un vehículo sospechosa y peligrosamente encendido no demasiado lejos de ellos—. No creo que estés pensando lo que creo que... —Pero sí, lo estaba haciendo. Ambos tenían peligrosos antecedentes en lo que a conducir vehículos desconocidos se refería, pero ¿qué les impedía probar de nuevo? Asintió, sonriendo con malicia y siguiendo los pasos de Annie. ¿Qué era lo peor que podría pasarles?
Therax se sentó justo detrás de ella, pegando su cuerpo y abrazando con fuerza su cintura. Era sorprendentemente fina y esbelta. Bueno, calificar aquella apreciación como sorprendente distaba mucho de la realidad. El recuerdo del níveo matiz de su piel acudió a la mente del domador. La albina le había hecho tiempo atrás el regalo más puro que jamás había recibido. Recorrió en su mente cada curva de su cuerpo desnudo, cada pliegue de su piel e incluso el agradable tacto de su anatomía.
Cuando quiso darse cuenta, Annie había girado el puño de la motocicleta y, lanzando un cúmulo de nieve a sus espaldas, había puesto rumbo hacia el palacio. Aseguraba conocer el camino, así que Therax confió en que iban en la dirección indicada. No obstante, lo que más le preocupaba no era el destino final, sino el camino que seguirían y el modo en que lo recorrerían.
Efectivamente, la trayectoria del vehículo era cuanto menos errática. Los pocos valientes que se habían atrevido a salir de sus casas en un día tan poco propicio se apartaban precipitadamente para salvar sus vidas. El rubio reía como un niño pequeño, esforzándose por mantener el equilibrio al tiempo que observaba las asustadas facciones de los transeúntes.
—¡A tu derecha! ¡No, tu otra derecha! —exclamó tras unos minutos. Habían abandonado la villa, lo que en principio debería entrañar menos peligro. No obstante, se dirigían inexorablemente hacia un voluminoso montículo de nieve que la moto no podría escalar.
Rei Arslan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sentir el tacto del rubio rodeando su cintura con suavidad le provocó un escalofrío y se sonrojó, evitando mirarlo. ¿Por qué a pesar de todo lo que habían pasado juntos seguía poniéndose nerviosa ante él? Los recuerdos fugaces de la última vez que se vieron regresaron a su mente. Recuerdos ardientes en la Estrella del Viento, llenos de caricias y besos de los que solo ambos podían ser testigos. La verdad es que extrañaba aquella sensación y cuando terminara todo el viaje diplomático tenía ganas de secuestrarlo de nuevo en su barco.
Annie no tenía mucha práctica conduciendo, pero todo era cuestión de seguir haciéndolo y aquella moto empezaba a gustarle. Tenía muy buen agarre y deslizaba de maravilla, pero tenía una serie de botones y seguramente ocultase más secretos que tarde o temprano averiguaría. Si bien no era una experta conductora, las voces de Therax gritando hacia donde debía dirigirse la ponían más nerviosa aún.
Los giros bruscos del volante casi hacen que vuelquen más de una vez y sin comerlo ni beberlo consiguió estabilizar el vehículo. Pero a su frente se erguía un enorme montículo de nieve y quizás la moto no fuese capaz de evitarlo. Annie aceleró de nuevo ya que aquello no le detenía y fue de frente. Se imaginaba la reacción del rubio al ver aquello, pero la revolucionaria confiaba en sus aptitudes. Aceleró más, hasta el punto de que la moto comenzaba hacer ruidos extraños y ascendió por el montículo, dando un gran salto en el aire.
Los vientos rodearon el vehículo y este siguió deslizándose por los aires. Desde arriba, Annie consiguió visualizar las luces del castillo a lo lejos, las cuales estaban borrosas por la espesa niebla. No faltaba mucho para llegar y poco a poco la moto fue descendiendo con suavidad. Sus cabellos comenzaron a mecerse con el viento y miró para atrás, sonriendo al ver la reacción de su chico. Una vez la moto tocó el suelo, Annie volvió a acelerar. Era un camino recto y nada podía pasar, pero la muchacha se dio cuenta de una cosa terrible.
-Therax - dijo en voz alta -. ¡No sé frenar!
Y cada vez, con el castillo más cerca a punto de chocarse contra los muros, en un arrebato de desesperación Annie giró con fuerza el manillar de la moto, haciendo que derrapara y acabase volcando. La muchacha dio un par de vueltas por la nieve, pero esta vez no había caído sobre Therax, si no que parecía que iba a ser aplastada por él.
Annie no tenía mucha práctica conduciendo, pero todo era cuestión de seguir haciéndolo y aquella moto empezaba a gustarle. Tenía muy buen agarre y deslizaba de maravilla, pero tenía una serie de botones y seguramente ocultase más secretos que tarde o temprano averiguaría. Si bien no era una experta conductora, las voces de Therax gritando hacia donde debía dirigirse la ponían más nerviosa aún.
Los giros bruscos del volante casi hacen que vuelquen más de una vez y sin comerlo ni beberlo consiguió estabilizar el vehículo. Pero a su frente se erguía un enorme montículo de nieve y quizás la moto no fuese capaz de evitarlo. Annie aceleró de nuevo ya que aquello no le detenía y fue de frente. Se imaginaba la reacción del rubio al ver aquello, pero la revolucionaria confiaba en sus aptitudes. Aceleró más, hasta el punto de que la moto comenzaba hacer ruidos extraños y ascendió por el montículo, dando un gran salto en el aire.
Los vientos rodearon el vehículo y este siguió deslizándose por los aires. Desde arriba, Annie consiguió visualizar las luces del castillo a lo lejos, las cuales estaban borrosas por la espesa niebla. No faltaba mucho para llegar y poco a poco la moto fue descendiendo con suavidad. Sus cabellos comenzaron a mecerse con el viento y miró para atrás, sonriendo al ver la reacción de su chico. Una vez la moto tocó el suelo, Annie volvió a acelerar. Era un camino recto y nada podía pasar, pero la muchacha se dio cuenta de una cosa terrible.
-Therax - dijo en voz alta -. ¡No sé frenar!
Y cada vez, con el castillo más cerca a punto de chocarse contra los muros, en un arrebato de desesperación Annie giró con fuerza el manillar de la moto, haciendo que derrapara y acabase volcando. La muchacha dio un par de vueltas por la nieve, pero esta vez no había caído sobre Therax, si no que parecía que iba a ser aplastada por él.
Therax Palatiard
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Por un momento había experimentado cierto alivio. El vehículo volaba por los aires y, como venía siendo habitual, cuando se encontraba en las alturas notaba una placentera sensación que expulsaba cualquier otra apreciación. No obstante, cuando quiso darse cuenta habían comenzado a descender de nuevo. Los rostros de ambos se acercaban peligrosamente a un inmenso manto blanco, pero Annie consiguió corregir la trayectoria en el último momento y no se dieron de bruces con el suelo.
Respiró profundamente, sobrecogido por el pánico que le provocaba la albina al volante de la moto, y se forzó a mirar una vez más hacia delante. Ya habían divisado la estructura desde las alturas, pero, ya en el suelo, los muros del castillo comenzaban a emerger a no demasiada distancia de donde se encontraban. Milagrosamente, habían llegado a salvo. Sólo tenía que ir bajando la velocidad y, llegado el momento indicado, detenerse junto al acceso a la residencia real.
—¿Cómo que no sabes frenar? —preguntó, asustado, un momento después. ¿Qué era eso de que no sabía frenar? Su rostro palideció hasta el extremo, dejando incluso sus labios sumidos en un débil matiz blanquecino que reflejaba el temor que experimentaba. ¡Se iban a estrellar!
Giró bruscamente el manillar, derrapando y saliendo despedida hacia delante. Annie voló en línea recta, mientras que Therax fue impulsado hacia arriba para comenzar a caer poco después. Por un curioso capricho del destino, la chica se detuvo justo debajo de él... y aterrizó. Sólo había oscuridad y un sorprendente tacto blando y suave bajo su rostro, tan cálido como placentero. Palpó la zona con cierta timidez, no tardando en darse cuenta de qué había sucedido exactamente.
Al alzar la mirada, encontró el níveo rostro de Annie y no pudo reprimir una sonrisa. Un fugaz rubor devolvió a su rostro el color, concediéndole a sus facciones una apariencia que rozaba lo irresistible. Se levantó con cuidado, tendiéndole la mano para ayudarla a incorporarse.
—Te prometo que ha sido sin querer —dijo, sonriéndole una vez más antes de dirigir su vista a las murallas—, aunque no me arrepiento —musitó acto seguido—. No tengo ni idea de cómo se llama quien vive aquí ni qué piensa de nosotros, pero tengo que presentarnos. ¿Preparada?
Tras la respuesta de Annie se dirigió al acceso del palacio, donde sendos caballeros de relucientes armaduras flanqueaban la entrada con sus alabardas. Therax no sabía que en aquel lugar vestían de un modo tan estrafalario. De hecho, tenía entendido que lo hacían de forma más... normal. Obvió ese detalle y se presentó como Therax Palatiard, enviado del nuevo señor de Momoiro. Del mismo modo, identificó a Annie como una de los Hermanos de la Tormenta para asegurarse de que también pudiese acceder. Al hacer aquello pudo verse a sí mismo junto a ella, surcando los mares y viviendo al fin como merecían: juntos. Aun así, pospuso sus cavilaciones y anhelos y se introdujo en el lugar.
—Dime, ¿has estado alguna vez en un palacio? Civilizadamente, quiero decir —matizó tras recordar turbulentas experiencias del pasado—, porque yo no.
Respiró profundamente, sobrecogido por el pánico que le provocaba la albina al volante de la moto, y se forzó a mirar una vez más hacia delante. Ya habían divisado la estructura desde las alturas, pero, ya en el suelo, los muros del castillo comenzaban a emerger a no demasiada distancia de donde se encontraban. Milagrosamente, habían llegado a salvo. Sólo tenía que ir bajando la velocidad y, llegado el momento indicado, detenerse junto al acceso a la residencia real.
—¿Cómo que no sabes frenar? —preguntó, asustado, un momento después. ¿Qué era eso de que no sabía frenar? Su rostro palideció hasta el extremo, dejando incluso sus labios sumidos en un débil matiz blanquecino que reflejaba el temor que experimentaba. ¡Se iban a estrellar!
Giró bruscamente el manillar, derrapando y saliendo despedida hacia delante. Annie voló en línea recta, mientras que Therax fue impulsado hacia arriba para comenzar a caer poco después. Por un curioso capricho del destino, la chica se detuvo justo debajo de él... y aterrizó. Sólo había oscuridad y un sorprendente tacto blando y suave bajo su rostro, tan cálido como placentero. Palpó la zona con cierta timidez, no tardando en darse cuenta de qué había sucedido exactamente.
Al alzar la mirada, encontró el níveo rostro de Annie y no pudo reprimir una sonrisa. Un fugaz rubor devolvió a su rostro el color, concediéndole a sus facciones una apariencia que rozaba lo irresistible. Se levantó con cuidado, tendiéndole la mano para ayudarla a incorporarse.
—Te prometo que ha sido sin querer —dijo, sonriéndole una vez más antes de dirigir su vista a las murallas—, aunque no me arrepiento —musitó acto seguido—. No tengo ni idea de cómo se llama quien vive aquí ni qué piensa de nosotros, pero tengo que presentarnos. ¿Preparada?
Tras la respuesta de Annie se dirigió al acceso del palacio, donde sendos caballeros de relucientes armaduras flanqueaban la entrada con sus alabardas. Therax no sabía que en aquel lugar vestían de un modo tan estrafalario. De hecho, tenía entendido que lo hacían de forma más... normal. Obvió ese detalle y se presentó como Therax Palatiard, enviado del nuevo señor de Momoiro. Del mismo modo, identificó a Annie como una de los Hermanos de la Tormenta para asegurarse de que también pudiese acceder. Al hacer aquello pudo verse a sí mismo junto a ella, surcando los mares y viviendo al fin como merecían: juntos. Aun así, pospuso sus cavilaciones y anhelos y se introdujo en el lugar.
—Dime, ¿has estado alguna vez en un palacio? Civilizadamente, quiero decir —matizó tras recordar turbulentas experiencias del pasado—, porque yo no.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.