- Descripcion aproximada del estadio:
- Estáis en un estadio muy amplio, de unos 120 metros de largo y 90 de ancho, cuyo suelo esta completamente construido de marmol blanco de las mejores canteras del paraíso. Se puede comprobar que en el centro y en cada esquina un circulo de dos metros de diámetro, como si antaño hubiera habido algo. En esos cirulos solo hay tierra, una tierra negruzca y seca.
¡Comienza el de menor nivel!
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Joder, Kath... ¿en qué estabas pensando?
Observó por última vez la nota de su capitana. Gana por mí. Volveré. ¿Volver de dónde? Podría al menos haberse molestado en avisarle de que iba a marcharse, o decirle a dónde, o algo. ¿No confiaba en él, o estaba molesta porque le hubiese ganado? A decir verdad no tenía claro ni cómo lo había logrado. Es decir, sabía el motivo. Ellos habían decidido pactar un empate y los jueces se habían marchado a deliberar, pero como acto seguido Katharina había dejado la isla habían decidido declararle ganador. Le fastidiaba haber recibido la victoria en esas condiciones, y de hecho no la consideraba como tal. Algún día volvería enfrentarse a ella y esa vez la derrotaría con todas las de la ley. Es decir, si lograba que la muy loca comprendiera el significado de "combate amistoso".
Finalmente se guardó el papel y salió al campo. Esta vez no había foso de agua, ni árboles, ni nada particular. El suelo era de mármol salvo por cinco agujeros en los que había tierra negra y reseca. Se acercó al centro del estadio mientras escuchaba los gritos de la multitud. A diferencia de con el combate anterior, esta vez no les prestó mucha atención ni dio un discurso. No estaba de humor tras esa nota... esperaba que el combate fuese lo bastante interesante como para distraerlo de sus pensamientos. Más valía, porque su rival no era otro que el descamisetado en persona. Zane D. Kenshin, el antiguo capitán de Katharina y el pirata que todos señalaban como el próximo Yonkou del Nuevo Mundo. No tenía muy claras sus habilidades o qué estilo llevaba. Podría habérselo preguntado a Kath... si no hubiese decidido largarse sin decir nada, la jodida capulla.
- En fin, no es como si fuese a ser un problema. Estoy acostumbrado a ir a ciegas.
Se agachó y removió la tierra con la mano. Estaba seca, pero no era muy compacta. Dio un fuerte pisotón, dejando la marca de su suela y removiendo toda la tierra por la potencia del impacto. Entonces metió la mano en el interior de su chaqueta y sacó una de sus pistolas. Le metió un cargador de munición rápida y la escondió entre la tierra. En algún punto del combate ese pequeño seguro podría darle ventaja. Es decir, si era lo bastante espabilado como para no volver a olvidarse. Recordó con cierta rabia que en el combate anterior había dejado un dial olvidado en su manga... dial que podría haber aprovechado en alguna de las acometidas de Katharina. Suspiró profundamente y se incorporó, mezclando la tierra con la bota para disimular la marca de la suela y de haber enterrado algo. Que la hubiese removido antes de empezar y que no fuese húmeda ayudaba. De haberlo estado, se hubiese notado que había sido toqueteada por las diferencias de color por la humedad. Tras eso se limpió el polvo de la mano y aguardó.
Cuando finalmente le vio llegar, percibió por qué se hablaba con tales halagos de él. Percibía en su olor un poder tan arrollador que sintió el impulso instintivo de retroceder un paso. Lo hubiera hecho, pero Ivan no era una persona que se dejase llevar por sus miedos. En su lugar, le dedicó una media sonrisa y desenvainó a Vanator. La espada bastarda, de filo negro como la noche, destelló al salir de su vaina. Zane era una persona corpulenta y alta, más grande que él. Pelirrojo y con heterecromía, portaba un atuendo y unas armas que le hicieron pensar que a lo mejor venía del East Blue o de Wano. Aquel hombre le imponía respeto con su mera presencia. Se merecía, al igual que Katharina, la deferencia de que blandiese su mejor acero desde el comienzo.
- Katharina me ha hablado mucho de ti - le dijo, saludándole con un gesto con la siniestra - Si la mitad de lo que ella o la gente dice es cierto, creo que será un combate divertido. ¿Serás el tercero en lograr que me esfuerce en serio, o a la tercera va la vencida, Descamisetado? - le dirigió una sonrisa ligeramente burlona, pero desafiándole con la mirada - Empecemos cuando quieras.
Observó por última vez la nota de su capitana. Gana por mí. Volveré. ¿Volver de dónde? Podría al menos haberse molestado en avisarle de que iba a marcharse, o decirle a dónde, o algo. ¿No confiaba en él, o estaba molesta porque le hubiese ganado? A decir verdad no tenía claro ni cómo lo había logrado. Es decir, sabía el motivo. Ellos habían decidido pactar un empate y los jueces se habían marchado a deliberar, pero como acto seguido Katharina había dejado la isla habían decidido declararle ganador. Le fastidiaba haber recibido la victoria en esas condiciones, y de hecho no la consideraba como tal. Algún día volvería enfrentarse a ella y esa vez la derrotaría con todas las de la ley. Es decir, si lograba que la muy loca comprendiera el significado de "combate amistoso".
Finalmente se guardó el papel y salió al campo. Esta vez no había foso de agua, ni árboles, ni nada particular. El suelo era de mármol salvo por cinco agujeros en los que había tierra negra y reseca. Se acercó al centro del estadio mientras escuchaba los gritos de la multitud. A diferencia de con el combate anterior, esta vez no les prestó mucha atención ni dio un discurso. No estaba de humor tras esa nota... esperaba que el combate fuese lo bastante interesante como para distraerlo de sus pensamientos. Más valía, porque su rival no era otro que el descamisetado en persona. Zane D. Kenshin, el antiguo capitán de Katharina y el pirata que todos señalaban como el próximo Yonkou del Nuevo Mundo. No tenía muy claras sus habilidades o qué estilo llevaba. Podría habérselo preguntado a Kath... si no hubiese decidido largarse sin decir nada, la jodida capulla.
- En fin, no es como si fuese a ser un problema. Estoy acostumbrado a ir a ciegas.
Se agachó y removió la tierra con la mano. Estaba seca, pero no era muy compacta. Dio un fuerte pisotón, dejando la marca de su suela y removiendo toda la tierra por la potencia del impacto. Entonces metió la mano en el interior de su chaqueta y sacó una de sus pistolas. Le metió un cargador de munición rápida y la escondió entre la tierra. En algún punto del combate ese pequeño seguro podría darle ventaja. Es decir, si era lo bastante espabilado como para no volver a olvidarse. Recordó con cierta rabia que en el combate anterior había dejado un dial olvidado en su manga... dial que podría haber aprovechado en alguna de las acometidas de Katharina. Suspiró profundamente y se incorporó, mezclando la tierra con la bota para disimular la marca de la suela y de haber enterrado algo. Que la hubiese removido antes de empezar y que no fuese húmeda ayudaba. De haberlo estado, se hubiese notado que había sido toqueteada por las diferencias de color por la humedad. Tras eso se limpió el polvo de la mano y aguardó.
Cuando finalmente le vio llegar, percibió por qué se hablaba con tales halagos de él. Percibía en su olor un poder tan arrollador que sintió el impulso instintivo de retroceder un paso. Lo hubiera hecho, pero Ivan no era una persona que se dejase llevar por sus miedos. En su lugar, le dedicó una media sonrisa y desenvainó a Vanator. La espada bastarda, de filo negro como la noche, destelló al salir de su vaina. Zane era una persona corpulenta y alta, más grande que él. Pelirrojo y con heterecromía, portaba un atuendo y unas armas que le hicieron pensar que a lo mejor venía del East Blue o de Wano. Aquel hombre le imponía respeto con su mera presencia. Se merecía, al igual que Katharina, la deferencia de que blandiese su mejor acero desde el comienzo.
- Katharina me ha hablado mucho de ti - le dijo, saludándole con un gesto con la siniestra - Si la mitad de lo que ella o la gente dice es cierto, creo que será un combate divertido. ¿Serás el tercero en lograr que me esfuerce en serio, o a la tercera va la vencida, Descamisetado? - le dirigió una sonrisa ligeramente burlona, pero desafiándole con la mirada - Empecemos cuando quieras.
Su anterior combate había acabado en otra victoria para su palmarés personal, aunque había sido por un margen demasiado pequeño. Su actuación, desde el punto de vista del pirata, después de haberla visto en una de las grabaciones que tenía Lord William para el recuerdo, tuvo muchos fallos debidos a su excesiva confianza. «No me volverá a pasar», se decía a sí mismo frente al espejo, mientras evocaba a su mente alguna de las imágenes que había visto la tarde anterior, para justo después de enjuagarse la cara con cristalina agua.
Era un día precioso, de esos en lo que prefieres estar en la playa tomando el sol, bebiendo una buena cerveza y jugando al voleibol con los amigos. Ni una nube en el cielo y un sol cada vez apretando con más fuerza. Miró el gran reloj de la plaza y aún quedaban un par de horas para su siguiente enfrentamiento. Tenía que pelear contra el otro individuo que tenía pleno en todos sus combates, siendo, incluso, capaz de ganar a su vieja amiga Katharina. «Ivan Markov», pensó. ¿De qué le sonaba ese nombre? No era capaz de recordarlo bien.
Se puso con sus mejores ropajes para la batalla, adoptando un look wanense que le hacía parecer un samurái sin armadura, llevando por encima el haori celeste con detalles en blanco y gris perla que tanto le gustaba. Puso sobre su cinturón sus dos preciadas katanas, su preciado tanto y los protectores de sus brazos, los cuales apretó con fuerza usando manos y dientes.
Su anterior combate había acabado en victoria para él, aunque por muy poco margen. Debido a su actuación se había ganado algunos detractores, que le reprochaban que por su culpa habían perdido las cejas y habían caído desmayados. ¿En serio les culpaban de aquello? El pirata no daba crédito cada vez que escuchaba algún comentario como ese. En fin. Se entretuvo durante un rato en una taberna cercana, contando alguna que otra anécdota y se bebió un par de cuncas de vino. Era una especie de vaso parecido a un cuenco en el que te servían la bebida. ¿Extraño? Sí. Pero le encantó.
Con su exótico vasito en la mano fue directo hasta el estadio. La gente estaba también entrando para ver el combate. Algunos tenían carteles con el nombre de su oponente, mientras otros tenían dibujada su cicatriz en la cara y llevaban pelucas de cabellos rojizos.
Se fue hacia bastidores, entrando por una puerta lateral, y esperó allí hasta que le dieran el turno para acceder al campo. Observaba el largo pasillo que estaba frente a él y en el que ya se encontraba su contrincante. Los vítores de gran parte del público podían escucharse, pero en ese momento llegó su turno. Camino altivo, con la mano reposada sobre el mango de una de sus espadas, y un haz de luz le golpeó en los ojos. Un sector gritaba su nombre eufórico, mientras que otros muchos comenzaron a abuchearle. Las palabras pirómano, cejas y quemadas llegaron a sus oídos de distintos sectores de las gradas, haciendo que el pirata se encogiera de hombros durante un instante.
—¡Coño! —exclamó en voz alta—. Tú eres el del discursito de hace un par de años, ¿no? ¡Ya decía que me sonaba tu nombre! —le dijo, sonriente, mientras echaba un vistazo rápido al estadio antes de posar la vista sobre su oponente. Tenía una extensión similar a los otros campos, con suelo de piedra y algunos círculos de tierra. Su oponente, por su parte, postraba una espada muy bonita. Por su aspecto y acabado, al menos sin poder observarla al tacto, parecía de gran calidad—. Tenía ganas de enfrentarme a un espadachín desde hace tiempo. Espero que sea un combate digno de dos esgrimistas de nuevo mundo —Y le hizo una pequeña reverencia.
Aprovechando la leve inclinación de su cuerpo, llevo la mano izquierda la empuñadura de la novena hoja fiordiana, al mismo tiempo que retrasaba su pierna derecha y le guiñaba un ojo a su contrincante. Desenfundó su espada con un movimiento ascendente, tan rápido como le fuera posible, intentando trazar una diagonal que apuntara directamente a su torso. Del mismo modo, a medida que realizaba el movimiento, la fuerza del mismo cortaría el aire y proyectaría una onda que avanzaría a gran velocidad.
«Comencemos con esto»
Era un día precioso, de esos en lo que prefieres estar en la playa tomando el sol, bebiendo una buena cerveza y jugando al voleibol con los amigos. Ni una nube en el cielo y un sol cada vez apretando con más fuerza. Miró el gran reloj de la plaza y aún quedaban un par de horas para su siguiente enfrentamiento. Tenía que pelear contra el otro individuo que tenía pleno en todos sus combates, siendo, incluso, capaz de ganar a su vieja amiga Katharina. «Ivan Markov», pensó. ¿De qué le sonaba ese nombre? No era capaz de recordarlo bien.
Se puso con sus mejores ropajes para la batalla, adoptando un look wanense que le hacía parecer un samurái sin armadura, llevando por encima el haori celeste con detalles en blanco y gris perla que tanto le gustaba. Puso sobre su cinturón sus dos preciadas katanas, su preciado tanto y los protectores de sus brazos, los cuales apretó con fuerza usando manos y dientes.
Su anterior combate había acabado en victoria para él, aunque por muy poco margen. Debido a su actuación se había ganado algunos detractores, que le reprochaban que por su culpa habían perdido las cejas y habían caído desmayados. ¿En serio les culpaban de aquello? El pirata no daba crédito cada vez que escuchaba algún comentario como ese. En fin. Se entretuvo durante un rato en una taberna cercana, contando alguna que otra anécdota y se bebió un par de cuncas de vino. Era una especie de vaso parecido a un cuenco en el que te servían la bebida. ¿Extraño? Sí. Pero le encantó.
Con su exótico vasito en la mano fue directo hasta el estadio. La gente estaba también entrando para ver el combate. Algunos tenían carteles con el nombre de su oponente, mientras otros tenían dibujada su cicatriz en la cara y llevaban pelucas de cabellos rojizos.
Se fue hacia bastidores, entrando por una puerta lateral, y esperó allí hasta que le dieran el turno para acceder al campo. Observaba el largo pasillo que estaba frente a él y en el que ya se encontraba su contrincante. Los vítores de gran parte del público podían escucharse, pero en ese momento llegó su turno. Camino altivo, con la mano reposada sobre el mango de una de sus espadas, y un haz de luz le golpeó en los ojos. Un sector gritaba su nombre eufórico, mientras que otros muchos comenzaron a abuchearle. Las palabras pirómano, cejas y quemadas llegaron a sus oídos de distintos sectores de las gradas, haciendo que el pirata se encogiera de hombros durante un instante.
—¡Coño! —exclamó en voz alta—. Tú eres el del discursito de hace un par de años, ¿no? ¡Ya decía que me sonaba tu nombre! —le dijo, sonriente, mientras echaba un vistazo rápido al estadio antes de posar la vista sobre su oponente. Tenía una extensión similar a los otros campos, con suelo de piedra y algunos círculos de tierra. Su oponente, por su parte, postraba una espada muy bonita. Por su aspecto y acabado, al menos sin poder observarla al tacto, parecía de gran calidad—. Tenía ganas de enfrentarme a un espadachín desde hace tiempo. Espero que sea un combate digno de dos esgrimistas de nuevo mundo —Y le hizo una pequeña reverencia.
Aprovechando la leve inclinación de su cuerpo, llevo la mano izquierda la empuñadura de la novena hoja fiordiana, al mismo tiempo que retrasaba su pierna derecha y le guiñaba un ojo a su contrincante. Desenfundó su espada con un movimiento ascendente, tan rápido como le fuera posible, intentando trazar una diagonal que apuntara directamente a su torso. Del mismo modo, a medida que realizaba el movimiento, la fuerza del mismo cortaría el aire y proyectaría una onda que avanzaría a gran velocidad.
«Comencemos con esto»
Ivan Markov
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Respondió a la reverencia con una media sonrisa y una inclinación de cabeza. Así que recordaba su discurso de Gray Rock... era irónico, en el momento no lo había hecho para llamar la atención de nadie más que el Gobierno Mundial. Claro que hacerlo implicaba despertar el interés de más gente, especialmente si lo gritabas en mitad de una batalla naval. Había sido un resultado obvio y esperable. ¿Qué había dicho, aparte de declararse hijo de Derian y mandarlos a la mierda? Sinceramente no lo recordaba, ni era el momento de hacer memoria.
Al ver a Zane colocarse en posición retrocedió un paso, retrasando la pierna derecha y colocando el cuerpo de lado. Alzó la espada colocándose en una pose de esgrima que parecía más apropiada para un estoque que para una mano y media, y analizó el movimiento del pelirrojo. Los gestos de su rival era precisos, veloces y medidos, y sólo los reflejos del albino le permitieron reaccionar a tiempo. En cuanto la katana salió de la vaina, avanzó con un juego de pies lanzando una estocada para desviar su arma antes de que completara el movimiento. Más aún, su espada siguió deslizándose sobre el filo del arma del Descamisetado, dispuesto a abrir el combate con un contraataque. Su intención era hacerle un corte en el brazo hábil, pulsando el botón de succión de Vanator para robarle parte de su sangre si lograba herirle.
Hubo algo con lo que no contó. Lo primero fue la fuerza de Zane, que hizo que le costara desviar el corte, apenas lográndolo. Lo segundo fue que su objetivo no era simplemente lanzarle un corte desenvainando, sino que su veloz movimiento generó una onda cortante que Ivan no había previsto. Aún habiéndola desviado parcialmente y estar colocado de lado, le trazó un feo corte en el pecho, del que saltó una buena cantidad de sangre. Entre los gritos enfervorecidos del público, Ivan retrocedió un paso y luego dio un salto hacia atrás. En el aire dio dos giros sobre sí mismo, y en medio de cada uno de ellos trazó un corte horizontal con la espada hacia Zane, lanzando dos ondas cortantes azules con forma de media luna. Pretendía devolverle el favor. Al caer, dio un nuevo giro realizando una elegante filigrana con la espada, completando el movimiento encarado hacia el pelirrojo y trazando un nuevo corte, este horizonte y descendente, con el que generó una tercera onda.
El corazón latiéndole con fuerza, el dolor de la herida, su respiración agitada... hacía tiempo que no se sentía así. Tan vivo. No solía pelear en forma humana. Más aún, estaba conteniendo su regeneración. Su intención era, a diferencia de lo que había hecho en los combates anteriores, ocultar sus bazas de momento. Así cuando empezase a moverse más rápido y pegar con más fuerza sería una sorpresa, así como cuando sus heridas comenzasen a cerrarse. Además... había algo mucho menos racional en su decisión. Era simplemente mucho más emocionante así. Es posible que esa búsqueda de emociones fuertes le pasase factura, pero, qué diablos. Había ido a aquel torneo a pasárselo bien. Mientras Zane entendiera (a diferencia de Kath) que no era un combate a muerte, todo debería ir bien.
. Buen comienzo, desde luego. Está bien para calentar - esbozó una sonrisa salvaje pasándose un dedo por la herida y probando su propia sangre - Eres el que ha tardado menos en herirme, por ahora. Procura mantener el nivel y tal vez logres impresionarme - dijo intentando provocarle.
Al ver a Zane colocarse en posición retrocedió un paso, retrasando la pierna derecha y colocando el cuerpo de lado. Alzó la espada colocándose en una pose de esgrima que parecía más apropiada para un estoque que para una mano y media, y analizó el movimiento del pelirrojo. Los gestos de su rival era precisos, veloces y medidos, y sólo los reflejos del albino le permitieron reaccionar a tiempo. En cuanto la katana salió de la vaina, avanzó con un juego de pies lanzando una estocada para desviar su arma antes de que completara el movimiento. Más aún, su espada siguió deslizándose sobre el filo del arma del Descamisetado, dispuesto a abrir el combate con un contraataque. Su intención era hacerle un corte en el brazo hábil, pulsando el botón de succión de Vanator para robarle parte de su sangre si lograba herirle.
Hubo algo con lo que no contó. Lo primero fue la fuerza de Zane, que hizo que le costara desviar el corte, apenas lográndolo. Lo segundo fue que su objetivo no era simplemente lanzarle un corte desenvainando, sino que su veloz movimiento generó una onda cortante que Ivan no había previsto. Aún habiéndola desviado parcialmente y estar colocado de lado, le trazó un feo corte en el pecho, del que saltó una buena cantidad de sangre. Entre los gritos enfervorecidos del público, Ivan retrocedió un paso y luego dio un salto hacia atrás. En el aire dio dos giros sobre sí mismo, y en medio de cada uno de ellos trazó un corte horizontal con la espada hacia Zane, lanzando dos ondas cortantes azules con forma de media luna. Pretendía devolverle el favor. Al caer, dio un nuevo giro realizando una elegante filigrana con la espada, completando el movimiento encarado hacia el pelirrojo y trazando un nuevo corte, este horizonte y descendente, con el que generó una tercera onda.
El corazón latiéndole con fuerza, el dolor de la herida, su respiración agitada... hacía tiempo que no se sentía así. Tan vivo. No solía pelear en forma humana. Más aún, estaba conteniendo su regeneración. Su intención era, a diferencia de lo que había hecho en los combates anteriores, ocultar sus bazas de momento. Así cuando empezase a moverse más rápido y pegar con más fuerza sería una sorpresa, así como cuando sus heridas comenzasen a cerrarse. Además... había algo mucho menos racional en su decisión. Era simplemente mucho más emocionante así. Es posible que esa búsqueda de emociones fuertes le pasase factura, pero, qué diablos. Había ido a aquel torneo a pasárselo bien. Mientras Zane entendiera (a diferencia de Kath) que no era un combate a muerte, todo debería ir bien.
. Buen comienzo, desde luego. Está bien para calentar - esbozó una sonrisa salvaje pasándose un dedo por la herida y probando su propia sangre - Eres el que ha tardado menos en herirme, por ahora. Procura mantener el nivel y tal vez logres impresionarme - dijo intentando provocarle.
«Es rápido», pensó al ver la velocidad de reacción que había demostrado a su movimiento. La hoja del sable de su oponente se deslizó hasta el frente, pero la inercia de su propio ataque logró que la hoja no tocara la carne, sino que se desviara y chocara contra el protector de su brazo, evitando de esa forma resultar herido. De inmediato, dio un salto hacia atrás, alejándose de su oponente lo más rápido que pudo, algo que Ivan también hizo, aunque con una ligera diferencia. Fue lo suficientemente hábil para lanzar dos ondas cortantes casi consecutivas. Eran de un precioso azul cielo, pero todo lo que tenían de bellas también lo tenían de peligrosas.
Con su espada bloqueó la primera de ellas, realizando un movimiento ascendente que la cortó en dos, haciendo que el corte se dividiera en caminos distintos y se desvanecieran en el aire. Mientras que la segunda de ellas, pese a bloquearla en parte, tuvo la fuerza suficiente como para atravesar su acero y dibujarle una herida que, de no usar los poderes regenerativos de su fruta del diablo, se convertiría en una preciosa cicatriz en la parte superior del torso, mediante el cual rasgó su preciado haori.
Los espectadores estaban expectantes a la actuación que ambos guerreros iban a demostrarle en aquella batalla. Ambos eran piratas conocidos, excelentes espadachines y, además, cada uno formaba parte de los pocos… ¿afortunados?, que pertenecían a la élite de su generación y obtenían el sobrenombre de supernova. No obstante, había una cuestión que únicamente respondería el desenlace de aquel encuentro: ¿qué generación era más poderosa? ¿La de Zane D. Kenshin o la de Ivan Markov?
Y finalmente un tercer ataque a distancia procedente del albino, el cual recorría con brío la separación que los separaba. Ante aquello, flexionó sus piernas y dio un poderoso salto que resquebrajó el mármol que se encontraba bajo sus pies, creando dos hendiduras como epicentro de aquel leve destrozo. Mientras caía al suelo, no dudó en llevar la mano a la parte trasera de su haori y quitárselo con un ágil movimiento. Cualquiera que conociera al bueno de Zane sabía que eso era la máxima señal de respeto que él podía procesar a alguien con el que iba a combatir. Con Zuko lo hizo porque era su amigo, mientras que con Ivan era distinto. Le había hecho un corte en el pecho, y eso decía mucho de su habilidad con la espada.
En el gesto de Zane podía vislumbrarse una mezcla de emociones que podrían definirise únicamente como emoción, o tal vez nerviosismo. Apenas acababan de empezar y unas gotas de sudor se deslizaban por masculino rostro.
—Lo mismo te digo. Hacía mucho tempo que alguien no lograba hacerme un corte como el que me has hecho —Asimismo, llevó su diestra a la empuñadura de izanami y la desenvaino, apuntándole justo después con ella—. Así que demuéstrame que eres capaz de hacer y demos un buen espectáculo.
Una sonrisa de par en par pareció deslumbrar el estadio durante una fracción de segundo, en los que el pirata adoptó una guardia alta completamente ofensiva. Les separaba una distancia de apenas cuatro o cinco metros, así que no dudó en impulsarse con contra su oponente, trazando primero un arco ascendente con su diestra, mientras que con la espada restante buscaba darle una estocada. De igual modo, aprovechando la velocidad del impulso, realizaría un giro alrededor de su contrincante y realizaría dos cortes simultáneos con sus aceros justo antes de dar un salto hacía atrás, colocándose en guardia neutra.
Con su espada bloqueó la primera de ellas, realizando un movimiento ascendente que la cortó en dos, haciendo que el corte se dividiera en caminos distintos y se desvanecieran en el aire. Mientras que la segunda de ellas, pese a bloquearla en parte, tuvo la fuerza suficiente como para atravesar su acero y dibujarle una herida que, de no usar los poderes regenerativos de su fruta del diablo, se convertiría en una preciosa cicatriz en la parte superior del torso, mediante el cual rasgó su preciado haori.
Los espectadores estaban expectantes a la actuación que ambos guerreros iban a demostrarle en aquella batalla. Ambos eran piratas conocidos, excelentes espadachines y, además, cada uno formaba parte de los pocos… ¿afortunados?, que pertenecían a la élite de su generación y obtenían el sobrenombre de supernova. No obstante, había una cuestión que únicamente respondería el desenlace de aquel encuentro: ¿qué generación era más poderosa? ¿La de Zane D. Kenshin o la de Ivan Markov?
Y finalmente un tercer ataque a distancia procedente del albino, el cual recorría con brío la separación que los separaba. Ante aquello, flexionó sus piernas y dio un poderoso salto que resquebrajó el mármol que se encontraba bajo sus pies, creando dos hendiduras como epicentro de aquel leve destrozo. Mientras caía al suelo, no dudó en llevar la mano a la parte trasera de su haori y quitárselo con un ágil movimiento. Cualquiera que conociera al bueno de Zane sabía que eso era la máxima señal de respeto que él podía procesar a alguien con el que iba a combatir. Con Zuko lo hizo porque era su amigo, mientras que con Ivan era distinto. Le había hecho un corte en el pecho, y eso decía mucho de su habilidad con la espada.
En el gesto de Zane podía vislumbrarse una mezcla de emociones que podrían definirise únicamente como emoción, o tal vez nerviosismo. Apenas acababan de empezar y unas gotas de sudor se deslizaban por masculino rostro.
—Lo mismo te digo. Hacía mucho tempo que alguien no lograba hacerme un corte como el que me has hecho —Asimismo, llevó su diestra a la empuñadura de izanami y la desenvaino, apuntándole justo después con ella—. Así que demuéstrame que eres capaz de hacer y demos un buen espectáculo.
Una sonrisa de par en par pareció deslumbrar el estadio durante una fracción de segundo, en los que el pirata adoptó una guardia alta completamente ofensiva. Les separaba una distancia de apenas cuatro o cinco metros, así que no dudó en impulsarse con contra su oponente, trazando primero un arco ascendente con su diestra, mientras que con la espada restante buscaba darle una estocada. De igual modo, aprovechando la velocidad del impulso, realizaría un giro alrededor de su contrincante y realizaría dos cortes simultáneos con sus aceros justo antes de dar un salto hacía atrás, colocándose en guardia neutra.
Ivan Markov
Fama
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Se había quitado la parte superior de la ropa? Bueno, por eso le llamaban Descamisetado, supuso. No era quién para juzgar teniendo en cuenta que más a menudo que no iba vestido solo con pantalones y la chaqueta abierta. "¿Por qué la gente se empeña en usar dos espadas? Aplicas menos fuerza que empuñando una a dos manos" pensó al verle desenvainar una segunda katana. Sin embargo pese a sus consideraciones personales no iba a subestimar a Zane. Así que decidió al fin centrarse en su kenbunshoku. Al ver venir sus intenciones concentró su haki en su mano izquierda, generando una pequeña barrera invisible de busoushoku en forma de escudo. Frenó el primer golpe de Zane interponiendo el escudo en su camino, pero la inercia de la carga junto con la fuerza del pelirrojo le desestabilizaron por un momento. Aunque no tardó en recomponerse, fue el tiempo justo para que el segundo golpe llegase atravesando sus defensas, penetrando en su vientre. Soltó un gañido de dolor y agarró a Vanator con ambas manos para frenar la última acometida. Interpuso el oscuro filo en la trayectoria de los dos aceros, intentando usar en la medida de lo posible el fuerte de la espada. A pesar de ello la fuerza del pirata estuvo a punto de romper su guardia, y una de sus espadas quedó rozando su hombro y la otra su mejilla, causándole sendos cortes.
Contenerse estaba siendo difícil. Más aún, pelear con heridas... no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Iba a tener que subir el ritmo antes de lo que esperaba o estaría el problemas. Apretó la espada y respiró hondo, tratando de calmar sus jadeos y su corazón desbocado. Y mientras espiraba, su piel palideció y sus colmillos crecieron. Era hora de entrar en su forma híbrida e ir enseñando algunos de sus ases. Dejó de contener su regeneración, con lo que la marca de su rostro se desvaneció como si no hubiera existido, dejando solo la sangre. Las otras heridas empezaron a cerrarse, lenta pero visiblemente. Le devolvió la sonrisa que le había dedicado él antes de atacar y se puso en guardia.
- Ahora entiendo que fueses capitán de Kath. Eres realmente fuerte, lo admito.
"Pero es hora de que pruebes un poco del poder de la noche." Bajó la espada y se lanzó hacia él, preparando un corte ascendente. Gracias a su Celeridad su aceleración era excelente cuando se transformaba, y con eso y su aumento de velocidad, agilidad y fuerza esperaba pillarle por sorpresa. Apenas un instante antes de llegar, cambio rápidamente de posición la espada apoyando la siniestra sobre el contrapeso del mango para levantarla más rápido, y en lugar de un corte le lanzó una estocada al torso con toda la fuerza que pudo reunir, potenciando el golpe con su haki de armadura. Había un truco en aquel ataque: la punta de su espada tenía kairoseki casi puro. En caso de que Zane fuese usuario pasaría un mal rato. No las tenía todas consigo de todos modos, ¿qué probabilidades había de que tres de tres enemigos en el torneo lo fuesen? En cualquier caso volvió a prepararse para pulsar el botón de succión de sangre en caso de que lograse impactar.
Contenerse estaba siendo difícil. Más aún, pelear con heridas... no era algo a lo que estuviera acostumbrado. Iba a tener que subir el ritmo antes de lo que esperaba o estaría el problemas. Apretó la espada y respiró hondo, tratando de calmar sus jadeos y su corazón desbocado. Y mientras espiraba, su piel palideció y sus colmillos crecieron. Era hora de entrar en su forma híbrida e ir enseñando algunos de sus ases. Dejó de contener su regeneración, con lo que la marca de su rostro se desvaneció como si no hubiera existido, dejando solo la sangre. Las otras heridas empezaron a cerrarse, lenta pero visiblemente. Le devolvió la sonrisa que le había dedicado él antes de atacar y se puso en guardia.
- Ahora entiendo que fueses capitán de Kath. Eres realmente fuerte, lo admito.
"Pero es hora de que pruebes un poco del poder de la noche." Bajó la espada y se lanzó hacia él, preparando un corte ascendente. Gracias a su Celeridad su aceleración era excelente cuando se transformaba, y con eso y su aumento de velocidad, agilidad y fuerza esperaba pillarle por sorpresa. Apenas un instante antes de llegar, cambio rápidamente de posición la espada apoyando la siniestra sobre el contrapeso del mango para levantarla más rápido, y en lugar de un corte le lanzó una estocada al torso con toda la fuerza que pudo reunir, potenciando el golpe con su haki de armadura. Había un truco en aquel ataque: la punta de su espada tenía kairoseki casi puro. En caso de que Zane fuese usuario pasaría un mal rato. No las tenía todas consigo de todos modos, ¿qué probabilidades había de que tres de tres enemigos en el torneo lo fuesen? En cualquier caso volvió a prepararse para pulsar el botón de succión de sangre en caso de que lograse impactar.
Los fluidos e instintivos movimientos del albino al defenderse comenzaron a encender el interior del espíritu de Zane, cuya temperatura corporal pareció aumentar de golpe durante un breve instante, llegando, incluso, a generar una diminuta llama alrededor de sus extremidades sin darse cuenta de ello. El fuego estaba tan asociado a la forma de combatir del pirata que muchas veces emergía por si sola de la emoción de una batalla. Dexter en su día definió aquello como inconsciencia, aunque el pelirrojo lo ha definido siempre como pasión materializada. No obstante, cesó tan rápido como había parecido, pues desde que contempló la espada de Ivan al comenzar el combate había querido tener un combate entre espadachines, sin habilidades de fruta del diablo de por medio. Únicamente ellos, sus aceros y su voluntad para ganar. Nada más. Razón por la que se estaba autoimponiendo una regla muy simple: no usar fuego a menos que sea estrictamente necesario.
Fue en ese momento, a unos metros de su enemigo, que pudo ver como su pálida piel comenzaba a descolarse más todavía, volviéndose aún más blanca. «¿Estará enfermo?», se preguntó al ver aquello. Sin embargo, al contemplar como unos afilados colmillos emergían en su dentadura, a la par que sus heridas se iban cerrando, lo comprendió. El combate entre espadachines había terminado. «Es una pena… Me lo estaba pasando bien”, pensó.
—Puedo decirte lo mismo, pero es una lástima que esto vaya a…
Y antes de que pudiera terminar de hablar ya lo tenía encima. «Es más rápido», pensó con asombro, mientras inclinaba el torso hacia su costado para evitar el ataque de su oponente. Al hacerlo, notó como la hoja de su espada se deslizaba por su parrilla costal, haciéndole un feo corte que levantó la piel. El contacto de la espada en su cuerpo, en cuanto hizo la primera incisión, le debilitó y le hizo sentir un gran dolor. Fue una sensación que había sentido antes, pero no lograba comprender donde. Ante aquello, dio un salto hacia atrás y se alejó de si oponente.
—¿No te han dicho que es de mala educación cortar una conversación? —le preguntó, viendo con su espada tenía demasiada sangre en su hoja para haber realizado un corte como el que tenía. Levantó el brazo y echó un ojo a su costado, contemplando como la herida estaba algo blanquecina de lo normal.
Tras alejarse, su cuerpo recuperó las fuerzas de golpe. Se fijó en el arma de su oponente más detenidamente, y vio como el color de su punta era distinto al del resto de la hoja, presentándose algo más cerúleo. «Así que kairoseki…», pensó. Su cuerpo entonces se envolvió de un manto de un manto de llamas que comenzó a girar a su alrededor, mientras su envergadura iba aumentando y en su piel nacían unas bellas plumas de color carmesí con destellos en dorado. Sus manos se volvieron afiladas garras, que sujetaban con fuerza las empuñaduras de sus dos preciadas espadas, mientras que sus heterocromados ojos se rasgaron como los de un ave rapaz.
—Como te estaba diciendo... —dijo, haciendo propagar su voluntad destructiva por toda la arena de combate—. Es una pena que esto vaya a dejar de ser una batalla de espadachines. Francamente, me estaba divirtiendo.
La temperatura del ambiente comenzó a caldearse a medida que un manto ígneo parecía envolver por completo al suzaku, que no tardó en impulsarse hacia su contrincante elevándose unos pocos centímetros y arremeter contra él trazando una diagonal con su brazo derecho apuntando a la axila de su oponente, mientras que con su mano izquierda le lanzaba un intenso fogonazo justo antes de intentar clavarle la novena hoja fiordiana en el estómago.
Fue en ese momento, a unos metros de su enemigo, que pudo ver como su pálida piel comenzaba a descolarse más todavía, volviéndose aún más blanca. «¿Estará enfermo?», se preguntó al ver aquello. Sin embargo, al contemplar como unos afilados colmillos emergían en su dentadura, a la par que sus heridas se iban cerrando, lo comprendió. El combate entre espadachines había terminado. «Es una pena… Me lo estaba pasando bien”, pensó.
—Puedo decirte lo mismo, pero es una lástima que esto vaya a…
Y antes de que pudiera terminar de hablar ya lo tenía encima. «Es más rápido», pensó con asombro, mientras inclinaba el torso hacia su costado para evitar el ataque de su oponente. Al hacerlo, notó como la hoja de su espada se deslizaba por su parrilla costal, haciéndole un feo corte que levantó la piel. El contacto de la espada en su cuerpo, en cuanto hizo la primera incisión, le debilitó y le hizo sentir un gran dolor. Fue una sensación que había sentido antes, pero no lograba comprender donde. Ante aquello, dio un salto hacia atrás y se alejó de si oponente.
—¿No te han dicho que es de mala educación cortar una conversación? —le preguntó, viendo con su espada tenía demasiada sangre en su hoja para haber realizado un corte como el que tenía. Levantó el brazo y echó un ojo a su costado, contemplando como la herida estaba algo blanquecina de lo normal.
Tras alejarse, su cuerpo recuperó las fuerzas de golpe. Se fijó en el arma de su oponente más detenidamente, y vio como el color de su punta era distinto al del resto de la hoja, presentándose algo más cerúleo. «Así que kairoseki…», pensó. Su cuerpo entonces se envolvió de un manto de un manto de llamas que comenzó a girar a su alrededor, mientras su envergadura iba aumentando y en su piel nacían unas bellas plumas de color carmesí con destellos en dorado. Sus manos se volvieron afiladas garras, que sujetaban con fuerza las empuñaduras de sus dos preciadas espadas, mientras que sus heterocromados ojos se rasgaron como los de un ave rapaz.
—Como te estaba diciendo... —dijo, haciendo propagar su voluntad destructiva por toda la arena de combate—. Es una pena que esto vaya a dejar de ser una batalla de espadachines. Francamente, me estaba divirtiendo.
La temperatura del ambiente comenzó a caldearse a medida que un manto ígneo parecía envolver por completo al suzaku, que no tardó en impulsarse hacia su contrincante elevándose unos pocos centímetros y arremeter contra él trazando una diagonal con su brazo derecho apuntando a la axila de su oponente, mientras que con su mano izquierda le lanzaba un intenso fogonazo justo antes de intentar clavarle la novena hoja fiordiana en el estómago.
Ivan Markov
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La primera pista de que algo iba a ir terriblemente mal fueron las chispas alrededor de los brazos del pirata. Luego el olor a decepción que sintió en él. Y entonces fue cuando empezó a cambiar, adoptando una forma aviar. "Zoan... y por el fuego diría, ¿mitológica?" Aquello era un problema. Si Zane ya era una bestia físicamente en su forma humana, transformado sería un problema serio. Así que un pájaro de fuego. No se le ocurrían muchos mitos sobre animales así, el ave fénix era uno. ¿Sería ese? Si lo era se vería arrastrado a un duelo de regeneración en que probablemente el pelirrojo le ganaría por puro potencial físico. Salvo, claro está, que aprovechase al máximo la ventaja que le daba su kairoseki. Sonrió tratando de mostrar confianza y dijo:
- Es una lástima que no quieras continuar nuestro duelo de espadas... pero de acuerdo. En ese caso yo también sacaré la artillería.
Mientras decía eso su piel se volvió cadavérica y sus ojos azules se volvieron dorados. Si Zane había decidido ir con todo, contenerse sería peligroso. Vio venir con el mantra sus intenciones, y un escalofrío recorrió su espalda: fuego. ¿Por qué tenía que ser siempre fuego? Tenía que pensar rápido cómo hacer frente a aquella amenaza. Era pronto para usar la forma de niebla. No, si el fuego era su elemento tenía que reservarlo para un ataque no pudiera evitar de otra manera. Iba a tener que improvisar. Retrocedió un paso empuñando a Vanator a dos manos. Inició su defensa bajando la espada y empezando a trazar un círculo con ella, ascendiendo hacia el lado por el que venía la primera espada. La desvió violentamente hacia arriba y continuó el movimiento girando rápidamente su arma en un círculo, tan rápido que generó una cierta corriente de viento. Entonces llegó el fogonazo de Zane. Conteniendo su miedo instintivo a las llamas, continuó el movimiento. El dolor cuando sus manos y antebrazos fueron abrasados por el fuego fue indecible... pero logró desviar el ataque lo suficiente como para evitar acabar quemado entero.
Y entonces la segunda espada se dirigió a su estómago. No sólo no se molestó en esquivarla, sino que avanzó dejándole empalar por ella. Con los brazos así no podía atacar fácilmente... le dolían demasiado y debía esperar a que los tejidos sanasen un poco. Pero tenía otras maneras de atacar. El vampiro avanzó clavándose totalmente en la espada, con una mueca de dolor que pronto sustituyó por una sonrisa fiera. Sus ojos se clavaron en los del capitán pirata, y el dorado se tiñó de rojo. Utilizando el dolor para alimentar su ira y su sed de sangre, envió un ataque mental con su Jäger Schau. Pretendía hacer que sintiera su beligerencia, y transmitirle una imagen mental. Una falsa premonición de mantra. En la visión vería a Ivan desvaneciéndose y apareciendo a su espalda, atravesando su cuerpo con Vanator. Entonces empleó su furia para aumentar su concentración mediante su Raserei y preparar un segundo truco: el beso del vampiro, Der Kuss. Inmediatamente se abalanzó a por cuello dispuesto a hundirle los colmillos y beber de él. Si lograba morderle, sentiría un placer tan intenso que podría dejarle en trance si no era capaz de sobreponerse. Y entonces simplemente se alimentaría a gusto.
- Es una lástima que no quieras continuar nuestro duelo de espadas... pero de acuerdo. En ese caso yo también sacaré la artillería.
Mientras decía eso su piel se volvió cadavérica y sus ojos azules se volvieron dorados. Si Zane había decidido ir con todo, contenerse sería peligroso. Vio venir con el mantra sus intenciones, y un escalofrío recorrió su espalda: fuego. ¿Por qué tenía que ser siempre fuego? Tenía que pensar rápido cómo hacer frente a aquella amenaza. Era pronto para usar la forma de niebla. No, si el fuego era su elemento tenía que reservarlo para un ataque no pudiera evitar de otra manera. Iba a tener que improvisar. Retrocedió un paso empuñando a Vanator a dos manos. Inició su defensa bajando la espada y empezando a trazar un círculo con ella, ascendiendo hacia el lado por el que venía la primera espada. La desvió violentamente hacia arriba y continuó el movimiento girando rápidamente su arma en un círculo, tan rápido que generó una cierta corriente de viento. Entonces llegó el fogonazo de Zane. Conteniendo su miedo instintivo a las llamas, continuó el movimiento. El dolor cuando sus manos y antebrazos fueron abrasados por el fuego fue indecible... pero logró desviar el ataque lo suficiente como para evitar acabar quemado entero.
Y entonces la segunda espada se dirigió a su estómago. No sólo no se molestó en esquivarla, sino que avanzó dejándole empalar por ella. Con los brazos así no podía atacar fácilmente... le dolían demasiado y debía esperar a que los tejidos sanasen un poco. Pero tenía otras maneras de atacar. El vampiro avanzó clavándose totalmente en la espada, con una mueca de dolor que pronto sustituyó por una sonrisa fiera. Sus ojos se clavaron en los del capitán pirata, y el dorado se tiñó de rojo. Utilizando el dolor para alimentar su ira y su sed de sangre, envió un ataque mental con su Jäger Schau. Pretendía hacer que sintiera su beligerencia, y transmitirle una imagen mental. Una falsa premonición de mantra. En la visión vería a Ivan desvaneciéndose y apareciendo a su espalda, atravesando su cuerpo con Vanator. Entonces empleó su furia para aumentar su concentración mediante su Raserei y preparar un segundo truco: el beso del vampiro, Der Kuss. Inmediatamente se abalanzó a por cuello dispuesto a hundirle los colmillos y beber de él. Si lograba morderle, sentiría un placer tan intenso que podría dejarle en trance si no era capaz de sobreponerse. Y entonces simplemente se alimentaría a gusto.
«Que mal rollo da es tío», fue lo primero que vino a la cabeza de Zane al ver como su contrincante se volvía aún más pálido. ¿Qué clase de fruta te hacía parecer tan enfermizo? Había oído rumores sobre frutas del diablo que te hacían rozar la inmortalidad de maneras completamente insospechadas, ¿sería aquella una de ellas? No lo tenía del todo claro. No obstante, lo que si sabía era que su oponente era peligroso. Algo en su aura había cambiado, y eso no terminaba de gradarle.
Su contrincante no pareció haber hecho nada para evitar su fuerte estocada, sino que parecía como si se hubiera dejado atravesar como un pollo en un asador. El pirata le miró desconcertado, pero únicamente vio una sonrisa en su rostro. Cuando alguien sonreía al tener una katana en el interior de su cuerpo, atravesándole completamente la musculatura y quizá algún órgano no debía actuar de esa manera. Fue en ese momento cuando el pirata, mientras clavaba su mirada en los rojizos ojos de su oponente, haciendo acopio de todas sus fuerzas trataría de levantar la espada apuntando al cielo con la idea de estrellarlo contra el suelo justo después. Sin embargo, su oponente desapareció al instante.
—¿Dónde coño se ha metido?
Preguntó en voz alta casi sin poder evitarlo, haciendo acopio de lo que estaba pensando en ese mismísimo instante. Fue entonces cuando vio a Ivan aparecer a su espalda con intenciones hostiles. Sin embargo, si era así…, ¿por qué continuaba notando su espada tan pesada? Su preciado sable no era tan pesado. Notaba como el brazo le temblaba al tener que aguantar el equilibrio, como si continuara allí. «¿Otra vez ilusiones?», se cuestionó en una fracción de segundo. Aquella no era la primera vez que se enfrentaba a algo como eso, así que la única solución era continuar enfadando a los bomberos sin fronteras que habían ayudado a calmar las llamas de su anterior combate y haciendo acopio del elemento natural que era capaz de controlar se envolvió en un mar de llamas tan cálidas que pocas personas eran capaces de aguantar. Tras ello, al igual que había tenido pensado desde un principio, mientras gritaba repleto de furia e ira, llevaría su espada hacia adelante con mucha fuerza, para luego alzar el vuelo y elevarse sobre el terreno de juego.
Se sentía extraño. No sabía porque, pero no le gustaba la sensación que estaba teniendo en su cuerpo. «Debo tener cuidado con este tío», discernió mientras su cuerpo reducía su tamaño, mas no perdía su aspecto plumífero. Su plumaje rojizo empezó a brillar con destellos dorados y zarcos, al mismo tiempo que un manto de llamas lo envolvía y las heridas que tenía empezaban a cerrarse más rápidamente. En ese momento todas las habilidades que le otorgaba su fruta se vieron incrementadas: su fuego era más intenso, su capacidad de regeneración más rápida y su vista era mejor. Ya no era un suzaku normal, sino que se había convertido en un paladín del purgatorio.
Inmediatamente después, trataría de localizar a su oponente mediante el aumento de sus sentidos que le otorgaba su mantra, ya fuera escuchando sus movimientos, oliendo su hedor a quemado o viéndolo a simple vista, y le lanzaría una cadena de ondas cortantes imbuidas en un fuego tan intenso como el del mismísimo infierno.
—¡Vamos, Ivan! —alzó la voz—. ¡Es hora de que cojas un poco de color!
Su contrincante no pareció haber hecho nada para evitar su fuerte estocada, sino que parecía como si se hubiera dejado atravesar como un pollo en un asador. El pirata le miró desconcertado, pero únicamente vio una sonrisa en su rostro. Cuando alguien sonreía al tener una katana en el interior de su cuerpo, atravesándole completamente la musculatura y quizá algún órgano no debía actuar de esa manera. Fue en ese momento cuando el pirata, mientras clavaba su mirada en los rojizos ojos de su oponente, haciendo acopio de todas sus fuerzas trataría de levantar la espada apuntando al cielo con la idea de estrellarlo contra el suelo justo después. Sin embargo, su oponente desapareció al instante.
—¿Dónde coño se ha metido?
Preguntó en voz alta casi sin poder evitarlo, haciendo acopio de lo que estaba pensando en ese mismísimo instante. Fue entonces cuando vio a Ivan aparecer a su espalda con intenciones hostiles. Sin embargo, si era así…, ¿por qué continuaba notando su espada tan pesada? Su preciado sable no era tan pesado. Notaba como el brazo le temblaba al tener que aguantar el equilibrio, como si continuara allí. «¿Otra vez ilusiones?», se cuestionó en una fracción de segundo. Aquella no era la primera vez que se enfrentaba a algo como eso, así que la única solución era continuar enfadando a los bomberos sin fronteras que habían ayudado a calmar las llamas de su anterior combate y haciendo acopio del elemento natural que era capaz de controlar se envolvió en un mar de llamas tan cálidas que pocas personas eran capaces de aguantar. Tras ello, al igual que había tenido pensado desde un principio, mientras gritaba repleto de furia e ira, llevaría su espada hacia adelante con mucha fuerza, para luego alzar el vuelo y elevarse sobre el terreno de juego.
Se sentía extraño. No sabía porque, pero no le gustaba la sensación que estaba teniendo en su cuerpo. «Debo tener cuidado con este tío», discernió mientras su cuerpo reducía su tamaño, mas no perdía su aspecto plumífero. Su plumaje rojizo empezó a brillar con destellos dorados y zarcos, al mismo tiempo que un manto de llamas lo envolvía y las heridas que tenía empezaban a cerrarse más rápidamente. En ese momento todas las habilidades que le otorgaba su fruta se vieron incrementadas: su fuego era más intenso, su capacidad de regeneración más rápida y su vista era mejor. Ya no era un suzaku normal, sino que se había convertido en un paladín del purgatorio.
Inmediatamente después, trataría de localizar a su oponente mediante el aumento de sus sentidos que le otorgaba su mantra, ya fuera escuchando sus movimientos, oliendo su hedor a quemado o viéndolo a simple vista, y le lanzaría una cadena de ondas cortantes imbuidas en un fuego tan intenso como el del mismísimo infierno.
—¡Vamos, Ivan! —alzó la voz—. ¡Es hora de que cojas un poco de color!
Ivan Markov
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No funcionó como había esperado. En lugar de desorientarse y darle tiempo a morderle, lo alzó en el aire apartándolo de su cuello. Contuvo un grito de dolor al notar el acero haciendo presión contra sus tripas. Había sentido muchos dolores terrible a lo largo de su vida, y aunque alguno habían sido mucho peores... aquel era de los más incómodos con diferencia. Entonces su mantra le alertó: volvía a estar en peligro... fuego otra vez. La táctica que había empleado para ir contra Zane y evitar que pudiera escapársele ahora jugaba en su contra, ¿cómo iba a esquivarle estando atrapado en su espada? Era hora de utilizar la niebla, no quedaba otro remedio. En cuanto las llamas comenzaron a formarse, la figura del vampiro se desdibujó. Vanator cayó al suelo, incapaz de transformarse con su dueño por culpa del kairoseki. Entonces las llamas golpearon la forma etérea del vampiro, dispersando el banco por toda la zona y convirtiendo parte de la niebla en vapor. Como en el combate contra Katharina, el calor fue tan intenso que logró herirle a pesar de su transformación
Estaba en peligro. Zane no era como Katharina, no era que parte de su poder se basara en el fuego, sino que era su elemento principal y se veía que lo dominaba con suma facilidad. No necesitaba gastar tiempo canalizando conjuros. Por primera vez desde que había comenzado el torneo, y como pocas veces le había pasado al orgulloso vampiro, se vio perdiendo el combate. Si normalmente era él el que dictaba el ritmo de la batalla, incluso contra oponentes tan poderosos como su capitana, con Zane no era así. No sólo era más poderoso físicamente que él, sino que efectivamente también se regeneraba y aún encima manipulaba su elemento némesis. Por azar o por destino, se estaba enfrentando a alguien que tenía las herramientas perfectas para derrotarle.
Observó desde su forma de niebla la criatura en los cielos. Tenía que encontrar una forma de vencerle. ¿Ir cuerpo a cuerpo? Sería una locura. Cuanto más cerca estuviera más probabilidades de acabar chamuscado. Podía ir a por su pistola... pero dudaba que disparar sin más fuese a funcionar. Por otro lado estaba cargada con balas rápidas. Tal vez lograse que alguna le diera. ¿Funcionaría disparar sin más? No, tenía que pensar con cabeza. "Si lo bajo a tierra tendré más posibilidades." Con un plan en mente, reformó su cuerpo en el centro del estadio y enterró al momento su mano en la arena. Pero Zane estaba esperándole. Así como apareció, con la niebla aún desvaneciéndose, desató un infierno de ondas ígneas sobre él. Desenterró la pistola oculta y apuntó con toda la presteza que pudo, concentrando su endurecimiento para potenciar los proyectiles, disparando cuatro balas hacia sus alas.
No fue la mejor táctica. Había querido aprovechar el elemento sorpresa, pero eso le había restado tiempo para intentar esquivar. Rodó a un lado, evitando por milímetros una onda, pero una segunda le impactó en el hombro izquierdo. Sin tiempo para comprobar daños, aunque sintiéndose raro y con un dolor insoportable, comenzó a moverse por el campo tratando de evitar los ataques, hasta que otra onda más lo tumbó y le trazó una horrible herida en el torso. Se le habían curado las heridas anteriores, salvo la puñalada en el estómago, pero los ataques de las ondas al tener fuego eran otra historia totalmente distinta. Se incorporó temblando, en parte por el miedo y en otra por el dolor. Se tambaleó y se notó desequilibrado... y fue entonces cuando se fijó en el resultado de la primera onda: no tenía brazo izquierdo. Dio un grito de dolor y rabia. ¿Cómo podía estarle saliendo todo tan mal?
- Sangre... necesito beber - murmuró, y comenzó a correr hacia Vanator.
Estaba en peligro. Zane no era como Katharina, no era que parte de su poder se basara en el fuego, sino que era su elemento principal y se veía que lo dominaba con suma facilidad. No necesitaba gastar tiempo canalizando conjuros. Por primera vez desde que había comenzado el torneo, y como pocas veces le había pasado al orgulloso vampiro, se vio perdiendo el combate. Si normalmente era él el que dictaba el ritmo de la batalla, incluso contra oponentes tan poderosos como su capitana, con Zane no era así. No sólo era más poderoso físicamente que él, sino que efectivamente también se regeneraba y aún encima manipulaba su elemento némesis. Por azar o por destino, se estaba enfrentando a alguien que tenía las herramientas perfectas para derrotarle.
Observó desde su forma de niebla la criatura en los cielos. Tenía que encontrar una forma de vencerle. ¿Ir cuerpo a cuerpo? Sería una locura. Cuanto más cerca estuviera más probabilidades de acabar chamuscado. Podía ir a por su pistola... pero dudaba que disparar sin más fuese a funcionar. Por otro lado estaba cargada con balas rápidas. Tal vez lograse que alguna le diera. ¿Funcionaría disparar sin más? No, tenía que pensar con cabeza. "Si lo bajo a tierra tendré más posibilidades." Con un plan en mente, reformó su cuerpo en el centro del estadio y enterró al momento su mano en la arena. Pero Zane estaba esperándole. Así como apareció, con la niebla aún desvaneciéndose, desató un infierno de ondas ígneas sobre él. Desenterró la pistola oculta y apuntó con toda la presteza que pudo, concentrando su endurecimiento para potenciar los proyectiles, disparando cuatro balas hacia sus alas.
No fue la mejor táctica. Había querido aprovechar el elemento sorpresa, pero eso le había restado tiempo para intentar esquivar. Rodó a un lado, evitando por milímetros una onda, pero una segunda le impactó en el hombro izquierdo. Sin tiempo para comprobar daños, aunque sintiéndose raro y con un dolor insoportable, comenzó a moverse por el campo tratando de evitar los ataques, hasta que otra onda más lo tumbó y le trazó una horrible herida en el torso. Se le habían curado las heridas anteriores, salvo la puñalada en el estómago, pero los ataques de las ondas al tener fuego eran otra historia totalmente distinta. Se incorporó temblando, en parte por el miedo y en otra por el dolor. Se tambaleó y se notó desequilibrado... y fue entonces cuando se fijó en el resultado de la primera onda: no tenía brazo izquierdo. Dio un grito de dolor y rabia. ¿Cómo podía estarle saliendo todo tan mal?
- Sangre... necesito beber - murmuró, y comenzó a correr hacia Vanator.
Si de algo estaba completamente seguro a esas alturas de la batalla era que a su contrincante le hacía mucho daño el fuego, más que a otros de sus combatientes durante el torneo. El primero —Zuko Kasai— porque el fuego era su elemento, y el segundo —Anders D. Thawne— porque vete a saber por qué. Sin embargo, todos y cada uno de ellos, incluido Ivan, tenían en común algo que ansiaba el pelirrojo con todo su ser: ropa resistente al fuego. No sabía dónde las habían comprado, pero todo el mundo salvo él tenía prendas resistentes al fuego. «¿Dónde demonios las compraran?», se preguntaba con indignación.
En fin. Ivan comenzó a correr hacia el centro del campo mientras él terminaba de descargar la última de sus ardientes ondas cortantes. No eran muy potentes, pero hacían pupa y eso el albino lo sabía. No tenía muy claro porque corría hacía ese lugar, ¿qué estaba planeando? ¿Algún tipo de contraofensiva? Ni mucho menos. Sacó de debajo de la tierra una pistola. «¿Cuándo la ha puesto ahí?», se preguntó viendo como su oponente disparaba cuatro tiros consecutivos. Instintivamente se agitó sus alas y se echó hacia atrás, mientras con un movimiento de su diestra desviaba el primer proyectil hacía abajo, recibiendo el segundo en sus plumas secundarias, mientras que con su zurda trató de desviar las dos balas restantes, pero no fue suficiente. Uno le dio en el hombro, atravesándole de lleno el deltoides izquierdo. Una herida limpia, pero no por ello menos dolorosa. El pirata gimió de dolor, mientras que hacía acopio de toda su habilidad para desviar el otro, cuyo cambio de orientación hizo que le rozara la parte externa del álula de su ala derecha, haciendo que le costara mantenerse en el aire.
Zane no tuvo más remedio que descender hasta volver a suelo de mármol recién tostado del campo de batalla. Estaba alejado de Ivan, que había ido a recoger su espada. Podría haberle atacado en ese momento, pero el señor de la piratería no era de los que atacaba por espalda. Podía ser muchas cosas: un gañán, un narcisista, un liante…, pero nunca alguien que atacara por la retaguardia.
—Está siendo un gran combate, Ivan —le dijo le pirata, cruzando ambos pies, de modo que el talón de uno de ellos estuviera a la misma altura que los dedos del otro, y viceversa. Para luego flexionar sus rodillas unos centímetros. Del mismo modo, su brazo izquierdo aguantaba su espada haciendo un pequeño arco con su brazo frente a él, mientras el derecho estaba sobre su cabeza. —. Pero es hora de acabar con esto.
Fue entonces, cuando el pirata comenzó a dar pequeños brincos, y una extraña energía de color rosácea comenzó a envolverlo. Dio un giro, seguido de un segundo y luego un salto hacia un lado, estirando su cuerpo en una amplia estirada. Tras eso, llevó toda la energía a sus espadas y trató de realizar dos poderosas ondas cortantes apuntando a su oponente, al mismo tiempo que culminaba una rotación de trescientos sesenta grados.
—Okama Mugetsu
Pese a la ridícula puesta en escena de aquel ataque, podría decirse que era uno de sus movimientos más poderosos. Las ondas avanzaron rápidamente hacia su rival, cerniéndose sobre él a medida que giraban sobre sí misma. A su paso, la piedra de mármol blanco que cubría el terreno de juego fue resquebrajándose y levantándolo por los aires, a la par que creaba un gran surco sobre la tierra, cuya profundidad era de algo más de un metro.
El pirata esperaba que eso hubiera sido suficiente, no obstante, mientras sus heridas continuaban curándose esperaría a su enemigo manteniendo una guardia neutra, atento a los movimientos que pudiera realizar.
En fin. Ivan comenzó a correr hacia el centro del campo mientras él terminaba de descargar la última de sus ardientes ondas cortantes. No eran muy potentes, pero hacían pupa y eso el albino lo sabía. No tenía muy claro porque corría hacía ese lugar, ¿qué estaba planeando? ¿Algún tipo de contraofensiva? Ni mucho menos. Sacó de debajo de la tierra una pistola. «¿Cuándo la ha puesto ahí?», se preguntó viendo como su oponente disparaba cuatro tiros consecutivos. Instintivamente se agitó sus alas y se echó hacia atrás, mientras con un movimiento de su diestra desviaba el primer proyectil hacía abajo, recibiendo el segundo en sus plumas secundarias, mientras que con su zurda trató de desviar las dos balas restantes, pero no fue suficiente. Uno le dio en el hombro, atravesándole de lleno el deltoides izquierdo. Una herida limpia, pero no por ello menos dolorosa. El pirata gimió de dolor, mientras que hacía acopio de toda su habilidad para desviar el otro, cuyo cambio de orientación hizo que le rozara la parte externa del álula de su ala derecha, haciendo que le costara mantenerse en el aire.
Zane no tuvo más remedio que descender hasta volver a suelo de mármol recién tostado del campo de batalla. Estaba alejado de Ivan, que había ido a recoger su espada. Podría haberle atacado en ese momento, pero el señor de la piratería no era de los que atacaba por espalda. Podía ser muchas cosas: un gañán, un narcisista, un liante…, pero nunca alguien que atacara por la retaguardia.
—Está siendo un gran combate, Ivan —le dijo le pirata, cruzando ambos pies, de modo que el talón de uno de ellos estuviera a la misma altura que los dedos del otro, y viceversa. Para luego flexionar sus rodillas unos centímetros. Del mismo modo, su brazo izquierdo aguantaba su espada haciendo un pequeño arco con su brazo frente a él, mientras el derecho estaba sobre su cabeza. —. Pero es hora de acabar con esto.
Fue entonces, cuando el pirata comenzó a dar pequeños brincos, y una extraña energía de color rosácea comenzó a envolverlo. Dio un giro, seguido de un segundo y luego un salto hacia un lado, estirando su cuerpo en una amplia estirada. Tras eso, llevó toda la energía a sus espadas y trató de realizar dos poderosas ondas cortantes apuntando a su oponente, al mismo tiempo que culminaba una rotación de trescientos sesenta grados.
—Okama Mugetsu
Pese a la ridícula puesta en escena de aquel ataque, podría decirse que era uno de sus movimientos más poderosos. Las ondas avanzaron rápidamente hacia su rival, cerniéndose sobre él a medida que giraban sobre sí misma. A su paso, la piedra de mármol blanco que cubría el terreno de juego fue resquebrajándose y levantándolo por los aires, a la par que creaba un gran surco sobre la tierra, cuya profundidad era de algo más de un metro.
El pirata esperaba que eso hubiera sido suficiente, no obstante, mientras sus heridas continuaban curándose esperaría a su enemigo manteniendo una guardia neutra, atento a los movimientos que pudiera realizar.
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Logró llegar a su espada. Por algún motivo, Zane no había intentado atacarle mientras se dirigía hacia ella. ¿Era un hombre de honor, una de esas personas que no atacaban a alguien desarmado o distraído? En un paso hubiese despreciado esa actitud, y aunque ahora seguía pareciéndole un lamentable defecto en un guerrero le causaba curiosidad. De todos modos no le interesaba demasiado en ese momento; el dolor se ocupó de recordarle que tenía asuntos más urgentes. Enfundó la pistola y recogió a Vanator, pulsando al momento el botón que traspasaba la sangre de la reserva a su cuerpo. Varias agujas se clavaron en la palma de su mano y le empezaron a suministrar la sangre robada al pirata. Sintió un alivio instantáneo, así como una poderosa euforia. La sangre de Zane era espesa, intensa y rebosaba poder. Justo lo que necesitaba para poder recuperarse. Las quemaduras comenzaron a quemarse lentamente al potenciarse su regeneración, mientras que otra parte de la sangre consumida la usó para potenciar su fuerza física.
Mucho más calmado y seguro de sí mismo, observó al pirata con atención. Estaba... ¿qué estaba haciendo? Por un momento logró desconcertarle y hacerle preguntarse si se estaba riendo de él. Eso fue, claro, hasta que presintió con su mantra que se iba a producir un ataque y vio el brillo rosado recubriendo al pirata. "Esta visto que a algunos no les va lo de cuidar la estética." Debía dejar de subestimar a Zane. No solo estaba al nivel de Katharina, sino que sus poderes concretos ponían en jaque a su akuma no mi. En términos de potencial físico estaba por encima incluso de la bruja. Si no se ponían en serio, realmente perdería. Una niebla oscura comenzó a rodear al vampiro, mientras sus uñas se convertían en garras y sus ojos pasaban del dorado al rojo sangre. Dos enormes alas de murciélago nacieron a su espada, y el propio Ivan comenzó a crecer de tamaño hasta alcanzar los dos metros y medio de altura. Ahora no tenía dos colmillos, sino que toda su boca eran dientes afilados como cuchillas. Dirigió una mirada seria y desafiante a su rival y dijo:
- Enséñame lo que tienes. Vamos a llevar esto al siguiente nivel.
Las ondas de Zane fueron tan veloces que normalmente no hubiese podido reaccionar. Es decir, si no fuera por el poder de su Despertar. Y realmente aunque podía ver el ataque, no era tan rápido... no a esa distancia. Pero tenía otros trucos. Cuando la equis cortante llegó hasta él, en el lugar ya no estaba Ivan, sino una nube de murciélagos que dispersó en todas direcciones, mientras que Vanator volvió a caer al suelo. Un buen número de ellos fueron cortados entre agudos chillidos. Cuando las ondas pasaron de largo, la nube volvió a reformarse en el vampiro. Le faltaban trozos del torso y de las alas, fruto de los murciélagos que habían muerto en el ataque... pero casi al momento la carne, huesos y piel volvieron a reconstruirse. El corte hecho con fuego seguía ahí, aunque ahora se estaba curando notoriamente más rápido, y del muñón de su hombro izquierda empezaba a crecer de nuevo la extremidad.
Ivan apretó su puño derecho con fuerza, y en un rápido y violento movimiento se agachó descargando un puñetazo con toda la fuerza que pudo reunir contra el suelo. Aquel era poder más que suficiente para derribar una catedral, y liberado de esa manera generó un pequeño cráter, agrietó y reventó las baldosas cercanas e hizo temblar el suelo. Para eso le había querido llevar al suelo. Aprovechando el breve momento que ganaría con el temblor y la rotura del suelo atacaría. Recogió a Vanator y se incorporó, cargando contra el pirata a toda la velocidad que fue capaz. Su intención era lanzarle una estocada imbuida de haki al torso, pero no se quedaría ahí. Así como su brazo izquierdo terminó de formarse, se lanzó con este a intentar agarrar a Zane del cuello, el hombro o donde lograra sujetarlo. ¿Dónde estaba el truco? En la boca de la palma de su mano, que se abrió ansiosamente buscando carne en la que clavar sus colmillos. Nuevamente se concentró para usar Der Kuss e intentar incapacitarlo con el placer para alimentarse a placer. Probablemente no llegara para detener a alguien como Zane, pero sí para ganar unos segundos más y hacerle perder más sangre.
Mucho más calmado y seguro de sí mismo, observó al pirata con atención. Estaba... ¿qué estaba haciendo? Por un momento logró desconcertarle y hacerle preguntarse si se estaba riendo de él. Eso fue, claro, hasta que presintió con su mantra que se iba a producir un ataque y vio el brillo rosado recubriendo al pirata. "Esta visto que a algunos no les va lo de cuidar la estética." Debía dejar de subestimar a Zane. No solo estaba al nivel de Katharina, sino que sus poderes concretos ponían en jaque a su akuma no mi. En términos de potencial físico estaba por encima incluso de la bruja. Si no se ponían en serio, realmente perdería. Una niebla oscura comenzó a rodear al vampiro, mientras sus uñas se convertían en garras y sus ojos pasaban del dorado al rojo sangre. Dos enormes alas de murciélago nacieron a su espada, y el propio Ivan comenzó a crecer de tamaño hasta alcanzar los dos metros y medio de altura. Ahora no tenía dos colmillos, sino que toda su boca eran dientes afilados como cuchillas. Dirigió una mirada seria y desafiante a su rival y dijo:
- Enséñame lo que tienes. Vamos a llevar esto al siguiente nivel.
Las ondas de Zane fueron tan veloces que normalmente no hubiese podido reaccionar. Es decir, si no fuera por el poder de su Despertar. Y realmente aunque podía ver el ataque, no era tan rápido... no a esa distancia. Pero tenía otros trucos. Cuando la equis cortante llegó hasta él, en el lugar ya no estaba Ivan, sino una nube de murciélagos que dispersó en todas direcciones, mientras que Vanator volvió a caer al suelo. Un buen número de ellos fueron cortados entre agudos chillidos. Cuando las ondas pasaron de largo, la nube volvió a reformarse en el vampiro. Le faltaban trozos del torso y de las alas, fruto de los murciélagos que habían muerto en el ataque... pero casi al momento la carne, huesos y piel volvieron a reconstruirse. El corte hecho con fuego seguía ahí, aunque ahora se estaba curando notoriamente más rápido, y del muñón de su hombro izquierda empezaba a crecer de nuevo la extremidad.
Ivan apretó su puño derecho con fuerza, y en un rápido y violento movimiento se agachó descargando un puñetazo con toda la fuerza que pudo reunir contra el suelo. Aquel era poder más que suficiente para derribar una catedral, y liberado de esa manera generó un pequeño cráter, agrietó y reventó las baldosas cercanas e hizo temblar el suelo. Para eso le había querido llevar al suelo. Aprovechando el breve momento que ganaría con el temblor y la rotura del suelo atacaría. Recogió a Vanator y se incorporó, cargando contra el pirata a toda la velocidad que fue capaz. Su intención era lanzarle una estocada imbuida de haki al torso, pero no se quedaría ahí. Así como su brazo izquierdo terminó de formarse, se lanzó con este a intentar agarrar a Zane del cuello, el hombro o donde lograra sujetarlo. ¿Dónde estaba el truco? En la boca de la palma de su mano, que se abrió ansiosamente buscando carne en la que clavar sus colmillos. Nuevamente se concentró para usar Der Kuss e intentar incapacitarlo con el placer para alimentarse a placer. Probablemente no llegara para detener a alguien como Zane, pero sí para ganar unos segundos más y hacerle perder más sangre.
Una densa bruma comenzó a cernirse sobre el cuerpo de su contrincante. Estaba claro que no era una persona normal y corriente, pero ¿quién en este mundo loco lo era? Jamás se había enfrentado a alguien tan persistente teniendo tal cantidad de heridas en su cuerpo y eso para el pirata era algo digno de elogio. En su cara podía verse una sonrisa de orgullo, pero la alegre expresión de su rostro fue cambiando a una más preocupada a medida que se fijaba más en su oponente. Algo en él estaba cambiando, no solo a nivel morfológico, que su humanizado rostro se había marchado para dejar paso una horripilante bestia de grandes garras, colmillos afilados y una piel tan blanca como la nieve. Sino que su aura era completamente distinta, más poderosa y destructiva que antes.
Y como por arte de magia, después de haberle dirigido unas palabras y reaccionar como pudo… Desapareció convertido en un centenar de murciélagos.
—Creo que lo he enfadado —comentó en voz baja, aunque en el silencio que envolvió durante un instante el campo de batalla podría haber sido escuchado por alguien lo suficientemente atento.
Fue entonces cuando usó su mantra. Por alguna razón que no llegaba a comprender era incapaz de saber en qué lugar se encontraba su contrincante exactamente, pero en el momento en el que volvió a materializarse en un cuerpo físico todo cambió. Fue capaz de ver la forma en la que iba a golpear el suelo, haciendo tambalear los fuertes cimientos del estadio a la par que hacía una depresión de un amplio radio sobre la arena de juego. La manera en la que se impulsaría a por él con su espada en ristre para clavársela en el pecho y luego estirar uno de sus brazos para agarrarlo y succionarle lo que había dentro. Ciertamente estaba luchando contra un verdadero monstruo.
En el preciso instante en el que su oponente golpeó el suelo, el pirata flexionó sus rodillas y dio un salto hacia arriba, abriendo sus alas y aguantando en el aire. La velocidad de recuperación que le otorgaba aquella transformación de su fruta, tal y como se refería a ella el bueno de Therax, era absurda. La herida de su ala se había cerrado, al igual que la de su hombro. Se sentía bien, algo cansado, pero aún podía continuar con la ardua batalla.
Esa vez no tendría la gran ventaja que le otorgaba volar, pues su contrincante también era dueño de los cielos. Aguardaba aferrado al mango de sus armas, cuyas hojas habían abandonado su color natural para adoptar un negro metalizado tan bello como la noche junto al de sus brazos. Y en el momento idóneo, cuando su oponente tenía su afilada arma frente a él, realizó un movimiento lateral con izanami, haciendo uso de la habilidad especial que ésta le otorgaba y crear una onda barrera de haki en forma de onda que impedía el ataque de su oponente. Tras eso, aprovechando la situación en la que se encontraba, no dudó en atacarle de frente. Cargó contra él con todo lo que tenía, envuelto en un fuego de color azul con destellos dorados tan intenso que ardía a más de dos mil grados centígrados que se desplazaría con cada golpe. Trazó una ardiente diagonal descendente con su diestra, apuntando a su cuello, mientras que con su zurda dibujaba una llameante horizontal a la altura de su cintura. Inmediatamente después, comenzaría a girar sobre sí mismo acumulando una cantidad ingente de fuego a su alrededor, la cual, llegado en preciso momento se expandiera en un radio de cuarenta metros, con la intención de acabar con su oponente de una vez por todas.
«Algo me dice que me he vuelto a pasar»
Y como por arte de magia, después de haberle dirigido unas palabras y reaccionar como pudo… Desapareció convertido en un centenar de murciélagos.
—Creo que lo he enfadado —comentó en voz baja, aunque en el silencio que envolvió durante un instante el campo de batalla podría haber sido escuchado por alguien lo suficientemente atento.
Fue entonces cuando usó su mantra. Por alguna razón que no llegaba a comprender era incapaz de saber en qué lugar se encontraba su contrincante exactamente, pero en el momento en el que volvió a materializarse en un cuerpo físico todo cambió. Fue capaz de ver la forma en la que iba a golpear el suelo, haciendo tambalear los fuertes cimientos del estadio a la par que hacía una depresión de un amplio radio sobre la arena de juego. La manera en la que se impulsaría a por él con su espada en ristre para clavársela en el pecho y luego estirar uno de sus brazos para agarrarlo y succionarle lo que había dentro. Ciertamente estaba luchando contra un verdadero monstruo.
En el preciso instante en el que su oponente golpeó el suelo, el pirata flexionó sus rodillas y dio un salto hacia arriba, abriendo sus alas y aguantando en el aire. La velocidad de recuperación que le otorgaba aquella transformación de su fruta, tal y como se refería a ella el bueno de Therax, era absurda. La herida de su ala se había cerrado, al igual que la de su hombro. Se sentía bien, algo cansado, pero aún podía continuar con la ardua batalla.
Esa vez no tendría la gran ventaja que le otorgaba volar, pues su contrincante también era dueño de los cielos. Aguardaba aferrado al mango de sus armas, cuyas hojas habían abandonado su color natural para adoptar un negro metalizado tan bello como la noche junto al de sus brazos. Y en el momento idóneo, cuando su oponente tenía su afilada arma frente a él, realizó un movimiento lateral con izanami, haciendo uso de la habilidad especial que ésta le otorgaba y crear una onda barrera de haki en forma de onda que impedía el ataque de su oponente. Tras eso, aprovechando la situación en la que se encontraba, no dudó en atacarle de frente. Cargó contra él con todo lo que tenía, envuelto en un fuego de color azul con destellos dorados tan intenso que ardía a más de dos mil grados centígrados que se desplazaría con cada golpe. Trazó una ardiente diagonal descendente con su diestra, apuntando a su cuello, mientras que con su zurda dibujaba una llameante horizontal a la altura de su cintura. Inmediatamente después, comenzaría a girar sobre sí mismo acumulando una cantidad ingente de fuego a su alrededor, la cual, llegado en preciso momento se expandiera en un radio de cuarenta metros, con la intención de acabar con su oponente de una vez por todas.
«Algo me dice que me he vuelto a pasar»
Ivan Markov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Las palabras de Zane, apenas un susurro, llegaron igualmente hasta él, aunque no contestó a ellas. ¿Enfadado? No. ¿Determinado a ganar? Totalmente. Aún habiendo visto todo el poder de su enemigo, Ivan no era la clase de persona que se rindiera en circunstancias adversas. Nunca lo había sido y no iba a empezar ahora. Sin embargo no pudo evitar una mezcla de preocupación y admiración al ver la habilidad y rapidez con que Zane reaccionó a su puñetazo. Que la primera parte de su ofensiva hubiera fallado no fue suficiente para minar su confianza y se lanzó volando tras él, dejando una estela de niebla negra por donde pasaba. Pero tal vez debiera haber rectificado cuando la táctica del temblor falló, porque ahora el pelirrojo le esperaba totalmente alerta y listo para defenderse. Nunca llegó a acercarse lo suficiente para morderle, pues una barrera de haki detuvo su estocada a medio camino. Chispas negras brotaron del contacto del arma y la defensa. El choque directo de su voluntades influyó sobre el propio aire, generando fuertes rachas de viento que azotaron el estadio.
- Dritter Mond: Boreas.
Pasó la mano izquierda por el filo de Vanator, cortándose y dejando su sangre en este. Entonces empuñó el arma a dos manos y canalizó el frío de la muerte a través de esta, materializándolo en forma de una llama azul. Aunque lo aparentara, no era fuego. Todo lo contrario, aquella llama enfriaba y congelaba donde una normal quemaría. Vio venir las intenciones de Zane con su haki, aunque realmente no le hacía falta. Estaba más que evidentemente cargando sobre él y lo que venía a continuación, las llamas que le envolvían bien lo auguraban. Preparó una defensa alta, bloqueando el arma del espadachín con el fuerte de la hoja. Notó que en aquel momento, aunque su oponente era superior a él en otros aspectos, en ese momento su fuerza era mayor. Sin perder un momento aleteó para apartarse de él, plegando el ala izquierda en el mismo movimiento para apartarse de él desviándose hacia su izquierda y evitar que le partiera por la mitad con el otro ataque. Aún así se llevó un doloroso corte bajo las costillas, profundo. Gruñó de furia y dolor y se alejó.
- Da igual lo que saque... ¿acaso puede con todo?
No... no iba a permitir que pensamientos negativos se interpusieran en su camino. Había visto con su premonición que el siguiente ataque tenía el potencial de derrotarlo o incluso de matarle si no se protegía. Se repetía la escena del combate contra Katharina, y la única ventaja que tenía en ese caso era que al menos el fuego de Zane no era supersónico. Alzó a Vanator sobre su cabeza, envolviendo el arma con su endurecimiento, mientras preparaba el poder de su haoshoku. Cuando la onda ígnea se abalanzó sobre él, aunque el miedo atenazaba su garganta con fuerza, afrontó con valentía el ataque y liberó su Voluntad en forma de un estallido en torno a él. Parte de las llamas se dispersaron... momentáneamente. Antes de que todo el infierno se abalanzase sobre él, manteniendo localizado a Zane a través de las llamas con su haki, liberó una única onda cortante endurecidaen la que empleó toda su fuerza. La medialuna azul que surgió de su espada dividió a la mitad la ola de fuego y se dirigió a gran velocidad hacia su rival... y mientras tanto, las llamas engulleron a Ivan, arrancándole un aullido de agonía. Toda su ropa menos la chaqueta ardió, y su cuerpo sufrió una tortura indecible. Dolía tanto que creía que fuese a volverse loco. Cayó hacia el suelo, apenas consciente y con la piel prácticamente carbonizada. Tratando de sobreponerse al dolor, reunió las fuerzas justas para incorporarse y acabar en pie, apoyado sobre su espalda y temblando.
- Dritter Mond: Boreas.
Pasó la mano izquierda por el filo de Vanator, cortándose y dejando su sangre en este. Entonces empuñó el arma a dos manos y canalizó el frío de la muerte a través de esta, materializándolo en forma de una llama azul. Aunque lo aparentara, no era fuego. Todo lo contrario, aquella llama enfriaba y congelaba donde una normal quemaría. Vio venir las intenciones de Zane con su haki, aunque realmente no le hacía falta. Estaba más que evidentemente cargando sobre él y lo que venía a continuación, las llamas que le envolvían bien lo auguraban. Preparó una defensa alta, bloqueando el arma del espadachín con el fuerte de la hoja. Notó que en aquel momento, aunque su oponente era superior a él en otros aspectos, en ese momento su fuerza era mayor. Sin perder un momento aleteó para apartarse de él, plegando el ala izquierda en el mismo movimiento para apartarse de él desviándose hacia su izquierda y evitar que le partiera por la mitad con el otro ataque. Aún así se llevó un doloroso corte bajo las costillas, profundo. Gruñó de furia y dolor y se alejó.
- Da igual lo que saque... ¿acaso puede con todo?
No... no iba a permitir que pensamientos negativos se interpusieran en su camino. Había visto con su premonición que el siguiente ataque tenía el potencial de derrotarlo o incluso de matarle si no se protegía. Se repetía la escena del combate contra Katharina, y la única ventaja que tenía en ese caso era que al menos el fuego de Zane no era supersónico. Alzó a Vanator sobre su cabeza, envolviendo el arma con su endurecimiento, mientras preparaba el poder de su haoshoku. Cuando la onda ígnea se abalanzó sobre él, aunque el miedo atenazaba su garganta con fuerza, afrontó con valentía el ataque y liberó su Voluntad en forma de un estallido en torno a él. Parte de las llamas se dispersaron... momentáneamente. Antes de que todo el infierno se abalanzase sobre él, manteniendo localizado a Zane a través de las llamas con su haki, liberó una única onda cortante endurecidaen la que empleó toda su fuerza. La medialuna azul que surgió de su espada dividió a la mitad la ola de fuego y se dirigió a gran velocidad hacia su rival... y mientras tanto, las llamas engulleron a Ivan, arrancándole un aullido de agonía. Toda su ropa menos la chaqueta ardió, y su cuerpo sufrió una tortura indecible. Dolía tanto que creía que fuese a volverse loco. Cayó hacia el suelo, apenas consciente y con la piel prácticamente carbonizada. Tratando de sobreponerse al dolor, reunió las fuerzas justas para incorporarse y acabar en pie, apoyado sobre su espalda y temblando.
Su azulado fuego parecía estar logrando su cometido, pero entonces ocurrió algo que el pirata jamás hubiera esperado. El pirata fue capaz de sentir toda la fuerza de voluntad de su oponente concentrándose en un único punto a una velocidad pasmosa. Era capaz de palpar a ras de piel a ira, el coraje y la decisión de su contrincante, así como el terror que todo ser vivo tiene al enfrentarse a aquello con lo que no puede luchar. ¿Pero qué persona normal no tenía algún temor? Tan solo los insensatos impasibles con aquello que no conocen o le hacen daño; e Ivan había demostrado durante todo el combate no ser un completo imprudente.
«Voy a corresponderte con lo mismo, Ivan», se dijo el espadachín, mientras concentraba su propia voluntad sobre las hojas de sus espadas teñidas de negro.
De su oponente, con un poderoso movimiento descendente, emergió la onda cortante más poderosa que había visto en mucho tiempo, pudiendo ser, incluso, más fuerte que las suyas propias. Sonriente, el pirata cruzó sus katanas a la altura de su cabeza, arqueando sus brazos hacia atrás, e intentó contrarrestar la onda de su oponente con otras dos lanzadas por él con todas sus fuerzas. El choque de ambos ataques creó una gran corriente de aire que movió los escombros de mármol que había sobre la arena. Sin embargo, el pirata sabía que sus ondas estaban cediendo. «Así que tenías eso guardado… Me gusta», pensó, mientras endurecía con su haki de armadura todo tren superior, a medida que sus dos ondas cedían la de su contrincante, cuya fuerza había disminuido. Y sin apenas poder reaccionar, cruzó los brazos y el ataque lo golpeó, enviándolo hacia la pared del estadio. El muro se fracturó, creando un cráter que hizo fracturar parte de su estructura.
Los guanteletes del pirata se habían roto, y tenía cortes en los brazos, el abdomen y en uno de sus brazos, concretamente el derecho no podía moverlo con soltura. Hacía mucho tiempo que Zane no se encontraba en un estado tan deplorable como aquel, pero lo estaba disfrutando. ¿Se encontraba al fin frente a un rival que no era Dexter obligandole a usar su despertar? Sí, eso parecía.
El suzaku se levantó de entre los escombros, caminando a duras penas, mientras su fuego intentaba recuperar sus heridas, pero no era suficiente. Su contrincante estaba en el suelo, en un estado tan lamentable como el suyo, pero no podía dejarse ganar. No si quería alcanzar la cima del mundo. No si quería que todo el mundo lo considerara el siguiente emperador del nuevo mundo. Entonces, su cuerpo se envolvió de nuevo de fuego, creciendo y creciendo hasta alcanzar la altura de los seis metros. A medida que su cuerpo iba aumentando su tamaño sus heridas se iban cerrando cada vez más rápido. Sus espadas parecían pequeños cuchillos en sus manos, así que hizo gala de aquello que había aprendido, y su cuerpo volvió a menguar hasta convertirse en una figura de su despertar, pero a un tamaño más reducido —la misma altura que su forma híbrida normal—. Era la simbiosis perfecta entre el demonio que vivía en su interior y un ser humano. En su cara había un pico, sus manos y pies eran afiladas garras, mientras que sus alas eran grandes y blancas, en lugar de rojo carmesí como el resto de su plumaje.
Aleteó, y sus alas provocaron llamaradas a su alrededor. Pudo notar como su mera presencia cambió el clima de la isla, haciendo que su temperatura primaveral se tornara veraniega. Hacía calor, mucho calor.
—Ha sido un gran combate, Ivan Markov —le dijo, apuntándole con su arma—. Pero es hora de acabar con esto.
Su cuerpo estaba completamente rodeado de intenso fuego, así que desde el suelo se impulsó hacia su oponente, posicionándose frente a él en menos de lo que dura un parpadeo, propinándole una serie de ataques con sus espadas. El orden de sus ataques sería el siguiente: un doble corte diagonal con ambas espadas a la altura de sus hombros, seguido de un tajo horizontal con su diestra apuntando a su costado, y una fuerte estocada con su zurda apuntando al vientre. Todos ellos acompañados las ráfagas de llamas que tanto daño le hacía a su contrincante al máximo de la temperatura que era capaz de generar. Tenía que derrotarlo fuera como fuere, después de todo aquello era un torneo.
«Voy a corresponderte con lo mismo, Ivan», se dijo el espadachín, mientras concentraba su propia voluntad sobre las hojas de sus espadas teñidas de negro.
De su oponente, con un poderoso movimiento descendente, emergió la onda cortante más poderosa que había visto en mucho tiempo, pudiendo ser, incluso, más fuerte que las suyas propias. Sonriente, el pirata cruzó sus katanas a la altura de su cabeza, arqueando sus brazos hacia atrás, e intentó contrarrestar la onda de su oponente con otras dos lanzadas por él con todas sus fuerzas. El choque de ambos ataques creó una gran corriente de aire que movió los escombros de mármol que había sobre la arena. Sin embargo, el pirata sabía que sus ondas estaban cediendo. «Así que tenías eso guardado… Me gusta», pensó, mientras endurecía con su haki de armadura todo tren superior, a medida que sus dos ondas cedían la de su contrincante, cuya fuerza había disminuido. Y sin apenas poder reaccionar, cruzó los brazos y el ataque lo golpeó, enviándolo hacia la pared del estadio. El muro se fracturó, creando un cráter que hizo fracturar parte de su estructura.
Los guanteletes del pirata se habían roto, y tenía cortes en los brazos, el abdomen y en uno de sus brazos, concretamente el derecho no podía moverlo con soltura. Hacía mucho tiempo que Zane no se encontraba en un estado tan deplorable como aquel, pero lo estaba disfrutando. ¿Se encontraba al fin frente a un rival que no era Dexter obligandole a usar su despertar? Sí, eso parecía.
El suzaku se levantó de entre los escombros, caminando a duras penas, mientras su fuego intentaba recuperar sus heridas, pero no era suficiente. Su contrincante estaba en el suelo, en un estado tan lamentable como el suyo, pero no podía dejarse ganar. No si quería alcanzar la cima del mundo. No si quería que todo el mundo lo considerara el siguiente emperador del nuevo mundo. Entonces, su cuerpo se envolvió de nuevo de fuego, creciendo y creciendo hasta alcanzar la altura de los seis metros. A medida que su cuerpo iba aumentando su tamaño sus heridas se iban cerrando cada vez más rápido. Sus espadas parecían pequeños cuchillos en sus manos, así que hizo gala de aquello que había aprendido, y su cuerpo volvió a menguar hasta convertirse en una figura de su despertar, pero a un tamaño más reducido —la misma altura que su forma híbrida normal—. Era la simbiosis perfecta entre el demonio que vivía en su interior y un ser humano. En su cara había un pico, sus manos y pies eran afiladas garras, mientras que sus alas eran grandes y blancas, en lugar de rojo carmesí como el resto de su plumaje.
Aleteó, y sus alas provocaron llamaradas a su alrededor. Pudo notar como su mera presencia cambió el clima de la isla, haciendo que su temperatura primaveral se tornara veraniega. Hacía calor, mucho calor.
—Ha sido un gran combate, Ivan Markov —le dijo, apuntándole con su arma—. Pero es hora de acabar con esto.
Su cuerpo estaba completamente rodeado de intenso fuego, así que desde el suelo se impulsó hacia su oponente, posicionándose frente a él en menos de lo que dura un parpadeo, propinándole una serie de ataques con sus espadas. El orden de sus ataques sería el siguiente: un doble corte diagonal con ambas espadas a la altura de sus hombros, seguido de un tajo horizontal con su diestra apuntando a su costado, y una fuerte estocada con su zurda apuntando al vientre. Todos ellos acompañados las ráfagas de llamas que tanto daño le hacía a su contrincante al máximo de la temperatura que era capaz de generar. Tenía que derrotarlo fuera como fuere, después de todo aquello era un torneo.
Ivan Markov
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Estaba en las últimas. Aquellas quemaduras eran tan terribles que apenas se tenía en pie. La posibilidad de regenerarlas pronto estaba fuera de la mesa... salvo que jugara su última carta. Solo le quedaba un último truco bajo la manga, y si no funcionaba... ya podía darse por derrotado. Recurrió a sus reservas de sangre. A la que tenía almacenada en su cuerpo de emergencia se sumaban los restos de la que había robado a Zane. Gastó esas dos últimas reservas en potenciar su regeneración todo lo que pudo y aumentar su fuerza y velocidad. Trozos de carne carbonizada se desprendieron de su cuerpo, y en su lugar tejidos sanos volvieron a formarse. Las heridas se cerraron, invirtiendo en ello sus últimas reservas de sangre y casi todas las energías sobrantes. Le quedaba fuerza para un único ataque final. Ni siquiera podría defenderse. Tenía que darlo todo en un último golpe suicida y tratar de forzar el empate.
Aunque su determinación y voluntad no flaquearon, sus esperanzas se desvanecieron al ver el ave de llamas creciendo y adoptando una nueva forma. No lo había dicho y tampoco tenía motivos racionales para pensarlo, pero... instintivamente lo reconoció. Simplemente lo sabía aunque no supiera explicarlo. Era el Despertar de Zane. Devolvió una mirada seria al pirata y volvió a pasar su mano por el filo de Vanator, volviendo a cubrirlo de la llama azul de Boreas. Sostuvo la mirada de Zane y empuñó a Vanator a dos manos, recubriendo una última vez con su endurecimiento el arma. Durante un momento el tiempo pareció detenerse. ¿Era la adrenalina, la expectación del combate? Todo parecía ir mucho más lento. Contempló en apenas unos instantes más de veinte posibilidades, que incluían intentar usar un dial, lanzarle escombros y algunas tácticas más sucias. Sin embargo... el pirata le estaba enfrentando con todo su poder y cara a cara. Si ese iba a ser su último ataque, haría lo mismo. De frente y con todo lo que tenía.
- ¡Schwanenlied! - gritó.
Las llamas crecieron en intensidad, como respondiendo a su grito. Entonces ambos se abalanzaron el uno contra el otro. Mientras que el ave de fuego lanzó una sucesión de cortes, el vampiro le lanzó un único golpe con toda su velocidad y fuerza, un corte horizontal mientras pasaba a su lado. El choque duró apenas un instante, y cuando acabó Ivan estaba a unos dos metros de Zane, dándole la espalda y aún en posición de atacar. Hubo un tenso silencio, y entonces cuatro cortes se dibujaron en su cuerpo. Con un gruñido, se tambaleó. Vanator se cayó de su mano, y los brazos le colgaron inertes. Podía haber perdido, pero se negaba a perder de rodillas o derribado. Soportaría el dolor y lo haría con orgullo y la cabeza bien alta.
- Tú ganas, pelirrojo. Yo invito a la primera ronda.
Y acto seguido, se desplomó inconsciente.
Aunque su determinación y voluntad no flaquearon, sus esperanzas se desvanecieron al ver el ave de llamas creciendo y adoptando una nueva forma. No lo había dicho y tampoco tenía motivos racionales para pensarlo, pero... instintivamente lo reconoció. Simplemente lo sabía aunque no supiera explicarlo. Era el Despertar de Zane. Devolvió una mirada seria al pirata y volvió a pasar su mano por el filo de Vanator, volviendo a cubrirlo de la llama azul de Boreas. Sostuvo la mirada de Zane y empuñó a Vanator a dos manos, recubriendo una última vez con su endurecimiento el arma. Durante un momento el tiempo pareció detenerse. ¿Era la adrenalina, la expectación del combate? Todo parecía ir mucho más lento. Contempló en apenas unos instantes más de veinte posibilidades, que incluían intentar usar un dial, lanzarle escombros y algunas tácticas más sucias. Sin embargo... el pirata le estaba enfrentando con todo su poder y cara a cara. Si ese iba a ser su último ataque, haría lo mismo. De frente y con todo lo que tenía.
- ¡Schwanenlied! - gritó.
Las llamas crecieron en intensidad, como respondiendo a su grito. Entonces ambos se abalanzaron el uno contra el otro. Mientras que el ave de fuego lanzó una sucesión de cortes, el vampiro le lanzó un único golpe con toda su velocidad y fuerza, un corte horizontal mientras pasaba a su lado. El choque duró apenas un instante, y cuando acabó Ivan estaba a unos dos metros de Zane, dándole la espalda y aún en posición de atacar. Hubo un tenso silencio, y entonces cuatro cortes se dibujaron en su cuerpo. Con un gruñido, se tambaleó. Vanator se cayó de su mano, y los brazos le colgaron inertes. Podía haber perdido, pero se negaba a perder de rodillas o derribado. Soportaría el dolor y lo haría con orgullo y la cabeza bien alta.
- Tú ganas, pelirrojo. Yo invito a la primera ronda.
Y acto seguido, se desplomó inconsciente.
Gareth Silverwing
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Akuma no mi
Varios
Buenas tardes caballeros. Soy Arthur y he sido asignado por el poder del dedo para realizar las labores de arbitraje. Antes de empezar dejar claro que seré fiel al código del árbitro de no hacer amigos bajo ninguna circunstancia, así que las quejas al segundo moderador. Una vez dicho esto pasemos al lío.
Victoria bélica: Ivan ha caído al suelo derrotado, por lo tanto la victoria del combate va para Zane. 5 Puntos para el pelirrojo.
Narración y estilo: Ambos habéis permanecido fieles al personaje, manteniendo un combate fluido. El estilo narrativo ha sido limpio y entretenido, así que no veo diferencias que me hagan decantarme por ninguno de los participantes. 0 puntos.
Asunción de daños: Bueno, la verdad es que ha sido curioso leer un combate en el que ambos participantes poseen poderes regenerativos. Ninguno de los dos ha fallado a la hora de respetar los ataques del oponente, realizando defensas acordes a lo que cabría esperar de las capacidades que tienen. 0 Puntos.
Originalidad y entorno: Bueno, en este caso la verdad es que el terreno aporta bastante poco. Veo referencias a este, pero es más como una consecuencia que como un efecto activo. En cuanto a la originalidad... todo sea dicho, ambos habéis tenido pequeñas joyas, como Ivan recibiendo deliberadamente la estocada para llegar a Zane y este dándose cuenta del detalle del peso. De todas formas creo que el vampiro ha sido más creativo a la hora de usar sus trucos. 2 Puntos para Ivan.
Pulcritud de escritura: Nada que objetar, en algún post se os ha colado la típica palabra que se os olvidaría borrar, pero esos errores de tecleo puntuales no van a decidir nada. 0 Puntos.
Faltas: Ninguna por parte de nadie. 0 Puntos.
Con todo esto el combate queda 5 Puntos para Zane, 2 Puntos para Ivan. Ganador Zane.
Victoria bélica: Ivan ha caído al suelo derrotado, por lo tanto la victoria del combate va para Zane. 5 Puntos para el pelirrojo.
Narración y estilo: Ambos habéis permanecido fieles al personaje, manteniendo un combate fluido. El estilo narrativo ha sido limpio y entretenido, así que no veo diferencias que me hagan decantarme por ninguno de los participantes. 0 puntos.
Asunción de daños: Bueno, la verdad es que ha sido curioso leer un combate en el que ambos participantes poseen poderes regenerativos. Ninguno de los dos ha fallado a la hora de respetar los ataques del oponente, realizando defensas acordes a lo que cabría esperar de las capacidades que tienen. 0 Puntos.
Originalidad y entorno: Bueno, en este caso la verdad es que el terreno aporta bastante poco. Veo referencias a este, pero es más como una consecuencia que como un efecto activo. En cuanto a la originalidad... todo sea dicho, ambos habéis tenido pequeñas joyas, como Ivan recibiendo deliberadamente la estocada para llegar a Zane y este dándose cuenta del detalle del peso. De todas formas creo que el vampiro ha sido más creativo a la hora de usar sus trucos. 2 Puntos para Ivan.
Pulcritud de escritura: Nada que objetar, en algún post se os ha colado la típica palabra que se os olvidaría borrar, pero esos errores de tecleo puntuales no van a decidir nada. 0 Puntos.
Faltas: Ninguna por parte de nadie. 0 Puntos.
Con todo esto el combate queda 5 Puntos para Zane, 2 Puntos para Ivan. Ganador Zane.
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