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¿De dónde demonios había salido aquella ráfaga? ¿Del pasillo? No, era imposible que un golpe de viento con suficiente potencia como para desarmar a un hombre hubiese llegado hasta allí con esa precisión, y mucho menos que sirviese para desarmar a alguien que habría sujetado a saber cuántas armas de fuego en su vida. Miré a Ash con el ceño fruncido, clavando mis ojos en los suyos de forma inquisitiva, casi acusadora. No obstante, terminé por sonreír y hacer como si nada hubiese sucedido, lanzándome a por Silverman para inmovilizarle.
La discreción era muy valiosa en mi trabajo y, en general, en los ambientes en los que solía moverme. Las preguntas realizadas por simple curiosidad no traían más que problemas, así que opté por cerrar la boca y conducir al pirata relacionado con la Revolución al exterior. Caminaba algunos pasos frente a mí y, aunque sus ojos no fuesen distinguibles, pude intuir por el movimiento de su cabeza que miraba uno a uno a sus hombres caídos. Su actitud corporal no reflejaba pena ni lamento, sólo desconcierto.
―Como le comenté, caballero, la señorita tiene que ponerle a disposición de las autoridades. Yo la acompañaré para que no haya ningún problema, pero a partir de ese momento nuestra relación se acabará. Ha sido todo un placer conocerle ―dije, sonriendo en una mueca irónica antes de encender un nuevo Ursus. No llegaría a apurarlo por completo, lo que no dejaba de ser una verdadera lástima.
Le di dos largas caladas, reduciendo su longitud a la mitad en un instante y poniéndome en marcha de nuevo. Separé la colilla de mis labios, arrojándola al interior de la vivienda por una ventana abierta. Entonces aconteció la explosión, haciendo saltar por los aires ladrillos, tejas y cualquier elemento del interior de la construcción. Los gritos de sorpresa y terror en las edificaciones cercanas no se hicieron esperar, proporcionándonos los minutos de confusión necesarios para desaparecer de la zona. Tendría que informar de los medios utilizados para cumplir la misión con el fin de que la agencia diese una explicación razonable a lo sucedido. La opinión pública nunca debía llegar a saber la realidad ―como tantas otras veces, por cierto―, pero antes debía responder por la entrega de Silverman por parte de Ash. Tenía que ganarse la vida y el resultado de cara a mis labores sería el mismo al fin y al cabo, ¿no? Si no recordaba mal, la recompensa que figuraba por la cabeza de aquel señor era de sesenta millones de berries. Resultaría en un buen pellizco para ella.
La discreción era muy valiosa en mi trabajo y, en general, en los ambientes en los que solía moverme. Las preguntas realizadas por simple curiosidad no traían más que problemas, así que opté por cerrar la boca y conducir al pirata relacionado con la Revolución al exterior. Caminaba algunos pasos frente a mí y, aunque sus ojos no fuesen distinguibles, pude intuir por el movimiento de su cabeza que miraba uno a uno a sus hombres caídos. Su actitud corporal no reflejaba pena ni lamento, sólo desconcierto.
―Como le comenté, caballero, la señorita tiene que ponerle a disposición de las autoridades. Yo la acompañaré para que no haya ningún problema, pero a partir de ese momento nuestra relación se acabará. Ha sido todo un placer conocerle ―dije, sonriendo en una mueca irónica antes de encender un nuevo Ursus. No llegaría a apurarlo por completo, lo que no dejaba de ser una verdadera lástima.
Le di dos largas caladas, reduciendo su longitud a la mitad en un instante y poniéndome en marcha de nuevo. Separé la colilla de mis labios, arrojándola al interior de la vivienda por una ventana abierta. Entonces aconteció la explosión, haciendo saltar por los aires ladrillos, tejas y cualquier elemento del interior de la construcción. Los gritos de sorpresa y terror en las edificaciones cercanas no se hicieron esperar, proporcionándonos los minutos de confusión necesarios para desaparecer de la zona. Tendría que informar de los medios utilizados para cumplir la misión con el fin de que la agencia diese una explicación razonable a lo sucedido. La opinión pública nunca debía llegar a saber la realidad ―como tantas otras veces, por cierto―, pero antes debía responder por la entrega de Silverman por parte de Ash. Tenía que ganarse la vida y el resultado de cara a mis labores sería el mismo al fin y al cabo, ¿no? Si no recordaba mal, la recompensa que figuraba por la cabeza de aquel señor era de sesenta millones de berries. Resultaría en un buen pellizco para ella.
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