- Descripción aproximada de la arena del torneo:
- Se trata de una réplica a escala de una gran ciudad, cuyo edifico más alto mide siete metros de altura, situado en el centro neurálgico del área de combate. Alrededor del edificio se cierne el resto de la ciudad, con distintas edificaciones, calles y establecimientos, hasta abarcar los ciento veinte metros de largo y noventa de ancho del terreno de juego.
¡Comienza el de menor nivel!
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Patrocinadores. ¿En serio? Que poco le gustaba aquello. ¿De verdad tenían que aprovechar cualquier oportunidad que pillasen para intentar ganar dinero? Suspiró. En realidad no podía negarse. Osuka le había dejado el gi hecho unos zorros y le ofrecían llevar una pieza de ropa. Ciertamente, lo que le ofrecían era un qipao, una ropa tradicional bastante usada en su tierra natal. Era azul oscuro y largo hasta las espinillas, con puntas blancas en las mangas. No tendría ningún problema serio con eso, de no ser porque tenía estampado en la espalda un horrible logo que era hasta ofensivo para su herencia cultural: Una caricatura de un dragón rojo de cuernos azules y largos bigotes, como una ridiculización de los sagrados animales que en Reddo se adoraban, sonreía a quien lo miraba haciendo la señal del "okay" con una mano. Debajo rezaban las palabras "El dragón solitario".
Suspiró, caminando entre los edificios. Era como una ciudad en miniatura y Zuko se sentía como un gigante. Como un monje gigante, ciertamente. Se encontró con un edificio familiar. Parecía una versión en miniatura, aunque bastante más grande que él, de un templo de su tierra. Sonrió, con cierta nostalgia. Entonces, flexionó las piernas y dio un fuerte salto. Aterrizó sobre lo más alto del tejado. Se dio cuenta de que aquel era el edificio más alto. Divirtiéndose mientras esperaba a su contrincante, una mujer conocida como Lysbeth, decidió intentar imitar a los monjes de las historias de su isla.
Mantuvo el equilibrio en un pie, colocando la pierna ladeada y flexionada, con la planta del pie tocando el lateral de su otra rodilla. En una postura propia del tai chi, un arte marcial de relajación, juntó ambas manos ocultas bajo su manga y cerró los ojos. Aquello solía hacerlo cuando entrenaba con su maestro, el Sacerdote del Sol, en el templo que había en la Montaña del Mundo. Se mantuvo allí, completamente quieto y como una estatua. Era bastante bueno manteniendo el equilibrio. Y ciertamente, sabía que estando en lo más alto su contrincante podría encontrarle.
Suspiró, caminando entre los edificios. Era como una ciudad en miniatura y Zuko se sentía como un gigante. Como un monje gigante, ciertamente. Se encontró con un edificio familiar. Parecía una versión en miniatura, aunque bastante más grande que él, de un templo de su tierra. Sonrió, con cierta nostalgia. Entonces, flexionó las piernas y dio un fuerte salto. Aterrizó sobre lo más alto del tejado. Se dio cuenta de que aquel era el edificio más alto. Divirtiéndose mientras esperaba a su contrincante, una mujer conocida como Lysbeth, decidió intentar imitar a los monjes de las historias de su isla.
Mantuvo el equilibrio en un pie, colocando la pierna ladeada y flexionada, con la planta del pie tocando el lateral de su otra rodilla. En una postura propia del tai chi, un arte marcial de relajación, juntó ambas manos ocultas bajo su manga y cerró los ojos. Aquello solía hacerlo cuando entrenaba con su maestro, el Sacerdote del Sol, en el templo que había en la Montaña del Mundo. Se mantuvo allí, completamente quieto y como una estatua. Era bastante bueno manteniendo el equilibrio. Y ciertamente, sabía que estando en lo más alto su contrincante podría encontrarle.
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El día siguiente a su combate con Dexter había sido una pesadilla. Había abierto los ojos, se había incorporado y tras musitar un pequeñísimo ''no'', había procedido a caer rendida en la cama y dormir durante 48 horas sin interrupción.
Por suerte para ella, con eso y una visita al médico ya estaba más o menos bien recuperada. Dos días tomados con tranquilidad y un montón de buena comida hicieron el resto. La verdad es que agradecía que Lord William les hubiera dado a todos una semana para recomponerse, porque le había hecho buena falta. Ahora estaba lista para salir y comerse a su próximo contendiente.
Un par de horas antes del combate se encontraba decidiendo qué ponerse mientras afilaba sus cuchillos cuando la interrumpieron unos hombres que se hacían llamar patrocinadores. Le entregaron varios gorros del mismo estilo y le pidieron que los llevara puestos en los combates, a cambio de una buena suma de dinero si quedaba lo bastante alta en el ranking. Examinó el complemento, tratando de decidirse. Era achatado y no tenía manera de sujetarlo, saldría volando a la primera de cambio. Aceptó la oferta, sin embargo, y procedió a vestirse.
Desde su último combate había ido de compras. Dexter le había descubierto un estilo de ropa que no conocía y que, francamente, le sentaba de muerte. Curiosamente, ese mismo estilo serviría para enmascarar un poco lo cutre que era el sombrero que le habían dejado. Se colocó con cuidado todas las capas de ropa, apretando bien el corsé en su sitio y asegurándose de que podía deshacerse de la falda en cualquier momento. Era corta por delante, alargada por detrás y pese a ser preciosa, no podía negar que no era lo más manejable del mundo. Serviría para el comienzo, sin embargo. Llenó de rizos amplios y sueltos su melena y se colocó la txapela, asegurándola con imperdibles para que no saliera volando en el combate. Acabó de asegurarse a la cadera las fundas con los sai y comprobó en el espejo que las ligas con los cuchillos asomaban amenazadoras debajo de la falda cuando caminaba. Perfecto.
El escenario le sorprendió y cautivó a un tiempo. ¡Era como una ciudad en miniatura! El público rompió en una ovación atronadora cuando entró al campo, pero ella solo tenía ojos para cada uno de los edificios que había delante de ella. Resistiendo el impulso de echarse a volar, dio un pequeño salto y comenzó a caminar de tejado en tejado, apreciando el lugar y buscando a su contrincante. No le costó encontrarle; estaba esperándola en lo más alto de la más alta torre. Esta vez había hecho los deberes y sabía quién era: estaba ante un vicealmirante de la marina, el Príncipe Dragón. Dos dragones seguidos, a este paso tendría que comprarse un bozal XL para enseñarles quien mandaba.
Sonriendo, se acercó a un castillo que quedaba relativamente cerca de la torre. Saltó y saltó hasta quedarse en una de las almenas, un par de metros por debajo del marine pero lo bastante cerca como para que pudiera verla y oírla.
-Buenos días, vicealmirante. ¿Desea comenzar?
Aguardaría, alerta. Prefería ceder el primer movimiento para tomar nota de su primer impulso a la hora de atacarla. Cualquier información acerca de su forma de pelear era valiosa, al fin y al cabo.
Por suerte para ella, con eso y una visita al médico ya estaba más o menos bien recuperada. Dos días tomados con tranquilidad y un montón de buena comida hicieron el resto. La verdad es que agradecía que Lord William les hubiera dado a todos una semana para recomponerse, porque le había hecho buena falta. Ahora estaba lista para salir y comerse a su próximo contendiente.
Un par de horas antes del combate se encontraba decidiendo qué ponerse mientras afilaba sus cuchillos cuando la interrumpieron unos hombres que se hacían llamar patrocinadores. Le entregaron varios gorros del mismo estilo y le pidieron que los llevara puestos en los combates, a cambio de una buena suma de dinero si quedaba lo bastante alta en el ranking. Examinó el complemento, tratando de decidirse. Era achatado y no tenía manera de sujetarlo, saldría volando a la primera de cambio. Aceptó la oferta, sin embargo, y procedió a vestirse.
Desde su último combate había ido de compras. Dexter le había descubierto un estilo de ropa que no conocía y que, francamente, le sentaba de muerte. Curiosamente, ese mismo estilo serviría para enmascarar un poco lo cutre que era el sombrero que le habían dejado. Se colocó con cuidado todas las capas de ropa, apretando bien el corsé en su sitio y asegurándose de que podía deshacerse de la falda en cualquier momento. Era corta por delante, alargada por detrás y pese a ser preciosa, no podía negar que no era lo más manejable del mundo. Serviría para el comienzo, sin embargo. Llenó de rizos amplios y sueltos su melena y se colocó la txapela, asegurándola con imperdibles para que no saliera volando en el combate. Acabó de asegurarse a la cadera las fundas con los sai y comprobó en el espejo que las ligas con los cuchillos asomaban amenazadoras debajo de la falda cuando caminaba. Perfecto.
El escenario le sorprendió y cautivó a un tiempo. ¡Era como una ciudad en miniatura! El público rompió en una ovación atronadora cuando entró al campo, pero ella solo tenía ojos para cada uno de los edificios que había delante de ella. Resistiendo el impulso de echarse a volar, dio un pequeño salto y comenzó a caminar de tejado en tejado, apreciando el lugar y buscando a su contrincante. No le costó encontrarle; estaba esperándola en lo más alto de la más alta torre. Esta vez había hecho los deberes y sabía quién era: estaba ante un vicealmirante de la marina, el Príncipe Dragón. Dos dragones seguidos, a este paso tendría que comprarse un bozal XL para enseñarles quien mandaba.
Sonriendo, se acercó a un castillo que quedaba relativamente cerca de la torre. Saltó y saltó hasta quedarse en una de las almenas, un par de metros por debajo del marine pero lo bastante cerca como para que pudiera verla y oírla.
-Buenos días, vicealmirante. ¿Desea comenzar?
Aguardaría, alerta. Prefería ceder el primer movimiento para tomar nota de su primer impulso a la hora de atacarla. Cualquier información acerca de su forma de pelear era valiosa, al fin y al cabo.
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Como una borrosa presencia uniforme sintió a su contrincante llegar. Aún con los ojos cerrados Zuko era capaz de "ver" lo que había a su alrededor. No de forma precisa, ni mucho menos, y era poco útil para los enemigos a los que se enfrentaba. Pero seguía siendo algo que pudiese hacer. Abrió los ojos cuando escuchó su voz y la miró. Ciertamente, era una mujer hermosa, aunque el enorme gorro negro era un poco... demasiado. ¿Pero quién era él para juzgar? Llevaba un dragón de dibujos a la espalda. El vicealmirante, todavía queriendo imitar a los monjes de las historias, sacó las manos de entre las mangas e hizo un lento movimiento, extendiendo los brazos y haciéndolos girar en direcciones contrarias para después juntar las manos frente a su pecho, en una señal de rezo propia de los monjes.
—El dragón que se queda inmóvil en aguas profundas acaba siendo devorado por los cangrejos.
No tenía ni idea de lo que aquello significaba. Se lo había oído a su tío una vez y no tenía muy claro lo que significaba. Y, como siempre que le preguntaba a su tío, no se lo explicó. ¿Por qué tenía que hablar así? Era raro. Se paró un instante a pensar en lo que significaba. Tal vez... Tal vez el dragón debía actuar, pues un dragón vago acaba siendo devorado por los... cangrejos... que serían las... ¿adversidades...?
Bajó el pie y apoyó ambos en la punta de aquella torre. Cogió mucho aire y después expiró, dejando escapar una llama con su respiración. Entonces, en un rápido movimiento, saltó. La fuerza del salto fue tal que se transmitió hacia abajo, recorriendo el edificio y haciéndolo temblar, rompiendo los cristales de sus ventanas. Saltó hacia delante, directo hacia la hermosa mujer conocida como Lysbeth, girando sobre si mismo en un pequeño torbellino de fuego durante el camino. Al llegar hacia ella dirigiría una fuerte patada potenciada por el fuego que utilizó para propulsarse, yendo el talón directo a impactar contra su hombro como primer ataque. Era la primera vez en el torneo que empezaba él y... era interesante, la verdad. Y tenía esperanzas. Si Lysbeth había sido capaz de llegar hasta ahí, es que era capaz de aguantar los golpes más fuertes.
—El dragón que se queda inmóvil en aguas profundas acaba siendo devorado por los cangrejos.
No tenía ni idea de lo que aquello significaba. Se lo había oído a su tío una vez y no tenía muy claro lo que significaba. Y, como siempre que le preguntaba a su tío, no se lo explicó. ¿Por qué tenía que hablar así? Era raro. Se paró un instante a pensar en lo que significaba. Tal vez... Tal vez el dragón debía actuar, pues un dragón vago acaba siendo devorado por los... cangrejos... que serían las... ¿adversidades...?
Bajó el pie y apoyó ambos en la punta de aquella torre. Cogió mucho aire y después expiró, dejando escapar una llama con su respiración. Entonces, en un rápido movimiento, saltó. La fuerza del salto fue tal que se transmitió hacia abajo, recorriendo el edificio y haciéndolo temblar, rompiendo los cristales de sus ventanas. Saltó hacia delante, directo hacia la hermosa mujer conocida como Lysbeth, girando sobre si mismo en un pequeño torbellino de fuego durante el camino. Al llegar hacia ella dirigiría una fuerte patada potenciada por el fuego que utilizó para propulsarse, yendo el talón directo a impactar contra su hombro como primer ataque. Era la primera vez en el torneo que empezaba él y... era interesante, la verdad. Y tenía esperanzas. Si Lysbeth había sido capaz de llegar hasta ahí, es que era capaz de aguantar los golpes más fuertes.
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¿Qué? Es decir, ¿Qué? No sabía que esperar exactamente, pero cualquier cosa que se hubiera imaginado estaba bastante lejos de una frase misteriosa y enrevesada. Pero si él era el dragón…
-¿Me estás llamando cangrejo?
No estaba ofendida, tan solo confusa. Mucho. ¿Y dónde estaba el agua? Quizá él estaba más confuso que ella. Una luz la sacó de su ensimismamiento y se dio cuenta de que el hombre acababa de respirar fuego. Soltó un pequeño silbido de admiración, era un truco bastante interesante. Quizá debería pedirle que le enseñara, aunque solo fuera para imponer más. De todas formas, ahora mismo no necesitaba resultar imponente. Ya tendría miedo en cuanto viera en qué manos estaba.
Se lanzó a por ella envuelto en una especie de torbellino de fuego. Algo le decía que este escenario tampoco iba a durar mucho. La torre en la que él había estado hasta un segundo atrás ya se estaba desplomando por la fuerza de su despegue. Se preparó para escapar, pero al ver cómo se colocaba para darle en el hombro cambió de idea y levantando la pierna interpuso su talón con el pie recubierto de haki de armadura, frenando el golpe. No estaba segura de haber podido hacerlo con el brazo, pero no había gastado tantas horas de su vida bailando para nada y sus pies lo sabían. Los había visto desviando balas y ahora podía añadir la patada de un dragón a la lista. El impacto había dolido, claro, pero no parecía nada más grave que un moratón. Bajó la pierna con cuidado, dando un paso a un lado para salir de su trayectoria.
-Está bien, señor Vicealmirante. Quizá sea hora de presentarnos apropiadamente. Mi nombre es Lysbeth Ardian, no soy un cangrejo y yo también se jugar con fuego.
Dio una pequeña vuelta sobre si misma mientras hablaba, moviendo las caderas y los brazos, bailando en el sitio de forma relajada. En cuanto terminó de hablar señaló al suelo bajo los pies de Zuko y una imponente columna de fuego surgió en el acto. Era fuego infernal y aunque sospechaba que poco le haría al dragón no haría daño asegurarse. Y si no, se contentaría con haberle dado un pequeño susto.
-¿Me estás llamando cangrejo?
No estaba ofendida, tan solo confusa. Mucho. ¿Y dónde estaba el agua? Quizá él estaba más confuso que ella. Una luz la sacó de su ensimismamiento y se dio cuenta de que el hombre acababa de respirar fuego. Soltó un pequeño silbido de admiración, era un truco bastante interesante. Quizá debería pedirle que le enseñara, aunque solo fuera para imponer más. De todas formas, ahora mismo no necesitaba resultar imponente. Ya tendría miedo en cuanto viera en qué manos estaba.
Se lanzó a por ella envuelto en una especie de torbellino de fuego. Algo le decía que este escenario tampoco iba a durar mucho. La torre en la que él había estado hasta un segundo atrás ya se estaba desplomando por la fuerza de su despegue. Se preparó para escapar, pero al ver cómo se colocaba para darle en el hombro cambió de idea y levantando la pierna interpuso su talón con el pie recubierto de haki de armadura, frenando el golpe. No estaba segura de haber podido hacerlo con el brazo, pero no había gastado tantas horas de su vida bailando para nada y sus pies lo sabían. Los había visto desviando balas y ahora podía añadir la patada de un dragón a la lista. El impacto había dolido, claro, pero no parecía nada más grave que un moratón. Bajó la pierna con cuidado, dando un paso a un lado para salir de su trayectoria.
-Está bien, señor Vicealmirante. Quizá sea hora de presentarnos apropiadamente. Mi nombre es Lysbeth Ardian, no soy un cangrejo y yo también se jugar con fuego.
Dio una pequeña vuelta sobre si misma mientras hablaba, moviendo las caderas y los brazos, bailando en el sitio de forma relajada. En cuanto terminó de hablar señaló al suelo bajo los pies de Zuko y una imponente columna de fuego surgió en el acto. Era fuego infernal y aunque sospechaba que poco le haría al dragón no haría daño asegurarse. Y si no, se contentaría con haberle dado un pequeño susto.
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Su patada rebotó contra su pierna en un choque de fuerza contra haki bastante interesante, que hizo temblar un poco los alrededores. Tras el rebote giró sobre si mismo y se quedó de pie mientras notaba como el edificio en el que estaba antes subido empezaba a derrumbarse, tanto por la fuerza del salto como la del impacto posterior. Se quedó en posición de combate observando a la bella mujer. Ciertamente, le había sorprendido esa flexibilidad. Tan directa, ágil, tan... ¿sensual? ¿Por qué estaba empezando a tener pensamientos lascivos hacia Lysbeth? Él siempre se había controlado bien, no era la primera vez que luchaba con mujeres...
Sacudió la cabeza, intentando quitarse esos extraños pensamientos de la mente. Pero no podía. Su mente seguía intentando imaginarla desnuda, por mucho que intentaba forzarla a no hacerlo. Apretó los dientes, maldiciéndose y decidiendo simplemente ignorarlo ahora que podía. Escuchó lo que le dijo.
—¿Eh? No, yo no quería decir que eres un cang...
Y ella bailó. Cosa que no ayudó para nada a sus intentos de ignorar los pensamientos lascivos. Gruñó, más enfadado consigo mismo que con ella. No tenía ni idea de por qué le estaba pasando eso, pero por el momento no podía hacer mucha cosa. Entonces, del suelo bajo sus pies emergió una columna de fuego que lo envolvió por completo. Zuko adoptó una postura más relajada, sintiendo como las llamas acariciaban su cuerpo sin quemarle. No iba a juzgar, pues su contrincante no tenía motivos para creer que era inmune al fuego. Era un buen intento, sin duda, y para alguien tan fuerte como él que no fuese ignífugo aquello habría sido ciertamente devastador. Aunque no le estaba haciendo nada, aquella demostración de poder creó en el dragón un sentimiento de respeto hacia Lysbeth.
Mientras seguía oculto tras la cortina de fuego alzó la mano, enviando sus propias llamas en enorme cantidad hacia arriba. Su idea era crear en el cielo una enorme esfera de fuego de unos cuatro metros de diámetro, casi como un sol en miniatura a juego con la ciudad en la que estaban. Aunque en ese caso no sería para nada la misma escala, por supuesto. Espero que la propia columna hiciese que no se diese cuenta de ello y el pequeño sol estuviese allí el tiempo suficiente antes de que se diese cuenta. Lo peor de eso es que mientras tuviese que concentrarse en mantener el fuego en una esfera era posible que su coordinación y capacidad de combate se viesen mermadas. Pero esa esfera podría serle útil.
En cuanto el fuego de la columna se dispersó pudo verse de nuevo a Zuko allí, de pie, con expresión totalmente seria. Sus ojos fijos en su oponente y, en su hombro, seguía habiendo una llama resultado del ataque. Se llevó la mano al hombro y lo sacudió un poco, como quien se quita el polvo o suciedad, apagando dicha llama. Flexionó un poco las piernas. Si bien la temperatura aumentada debería haber bajado después de que se dispersaran las llamas, por culpa de la bola de fuego que mantenía la temperatura se mantuvo estable, cosa que podía delatarle si la pirata se diese cuenta.
Si bien podría ir hacia delante y entrar en combate cuerpo a cuerpo, sabía que mientras estuviese aquella bola de fuego allí su concentración se mermaría. Debía hacer otra cosa. Saltó, agrietando el suelo, mientras empezaba a dar saltos en el aire utilizando el geppou, cogiendo altura para llegar a lo alto de otro de los edificios. Esperaba que lo siguiera, necesitaba mover ese combate a las alturas.
Sacudió la cabeza, intentando quitarse esos extraños pensamientos de la mente. Pero no podía. Su mente seguía intentando imaginarla desnuda, por mucho que intentaba forzarla a no hacerlo. Apretó los dientes, maldiciéndose y decidiendo simplemente ignorarlo ahora que podía. Escuchó lo que le dijo.
—¿Eh? No, yo no quería decir que eres un cang...
Y ella bailó. Cosa que no ayudó para nada a sus intentos de ignorar los pensamientos lascivos. Gruñó, más enfadado consigo mismo que con ella. No tenía ni idea de por qué le estaba pasando eso, pero por el momento no podía hacer mucha cosa. Entonces, del suelo bajo sus pies emergió una columna de fuego que lo envolvió por completo. Zuko adoptó una postura más relajada, sintiendo como las llamas acariciaban su cuerpo sin quemarle. No iba a juzgar, pues su contrincante no tenía motivos para creer que era inmune al fuego. Era un buen intento, sin duda, y para alguien tan fuerte como él que no fuese ignífugo aquello habría sido ciertamente devastador. Aunque no le estaba haciendo nada, aquella demostración de poder creó en el dragón un sentimiento de respeto hacia Lysbeth.
Mientras seguía oculto tras la cortina de fuego alzó la mano, enviando sus propias llamas en enorme cantidad hacia arriba. Su idea era crear en el cielo una enorme esfera de fuego de unos cuatro metros de diámetro, casi como un sol en miniatura a juego con la ciudad en la que estaban. Aunque en ese caso no sería para nada la misma escala, por supuesto. Espero que la propia columna hiciese que no se diese cuenta de ello y el pequeño sol estuviese allí el tiempo suficiente antes de que se diese cuenta. Lo peor de eso es que mientras tuviese que concentrarse en mantener el fuego en una esfera era posible que su coordinación y capacidad de combate se viesen mermadas. Pero esa esfera podría serle útil.
En cuanto el fuego de la columna se dispersó pudo verse de nuevo a Zuko allí, de pie, con expresión totalmente seria. Sus ojos fijos en su oponente y, en su hombro, seguía habiendo una llama resultado del ataque. Se llevó la mano al hombro y lo sacudió un poco, como quien se quita el polvo o suciedad, apagando dicha llama. Flexionó un poco las piernas. Si bien la temperatura aumentada debería haber bajado después de que se dispersaran las llamas, por culpa de la bola de fuego que mantenía la temperatura se mantuvo estable, cosa que podía delatarle si la pirata se diese cuenta.
Si bien podría ir hacia delante y entrar en combate cuerpo a cuerpo, sabía que mientras estuviese aquella bola de fuego allí su concentración se mermaría. Debía hacer otra cosa. Saltó, agrietando el suelo, mientras empezaba a dar saltos en el aire utilizando el geppou, cogiendo altura para llegar a lo alto de otro de los edificios. Esperaba que lo siguiera, necesitaba mover ese combate a las alturas.
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En cuanto las llamas le envolvieron supo que no iba a hacerle nada. No podía verle claramente, pero intuía su silueta y vio cómo sus hombros se relajaban. Se sentía a gusto rodeado de fuego… como el buen dragón que era, por otro lado. Debería haberlo sospechado. Aguardó tranquilamente a que decidiera salir de allí, con los brazos cruzados. Esperó a que las llamas se apagaran, lo que no fue precisamente pronto. ¿Acaso estaba haciendo algo ahí dentro o solo quería presumir? Cuando por fin salió todavía tenía una pequeña llamita ardiéndole en el hombro, pero en seguida dio cuenta de ella. Lys alzó una ceja, poco impresionada.
-No eres muy hablador, ¿verdad?
Por toda respuesta el hombre saltó, alejándose de ella por los tejados. El logo hortera que lucía a la espalda quedó a la vista. Vaya, no era la única a la que habían comprado. Pobre desgraciado. Frunciendo el ceño, la pirata se apresuró a lanzarle dos cuchillos, uno envuelto en la sombra del otro. Había calculado el tiro para que cada uno se dirigiera hacia un tobillo. A ella no se le dejaba plantada, iba a cortarle los tendones de los pies a ese maleducado.
Fue a seguirle, pero se paró un momento a pensar. ¿Por qué alguien que acababa de presumir delante de ella salía corriendo? Desde luego no estaba huyendo, no tenía sentido. Seguro que tramaba algo, o quizás se creía que no podía seguirle el ritmo y pretendía pillarla desprevenida. No se dejaría.
En cuestión de un segundo, la morena corría tras él. Sus saltos no eran tan poderosos como los del marine, pero lo compensaba con agilidad y uso del terreno. A base de balcones, almenas y chimeneas se impulsaba para continuar persiguiéndole. Tan solo había un inconveniente y es que aunque lo parecía, esa no era Lys.
Había creado un clon idéntico a ella y lo había mandado tras él, mientras ella tomaba la ruta alternativa. En lugar de seguirle por los tejados se había hundido entre los edificios, camuflando su presencia para que pareciera la de una simple chica del público. Se dedicó a avanzar por las calles, ocultándose en esquinas y sombras para poder seguir con la vista el espectáculo en los tejados sin dejarse ver. Si salía bien, fuera cual fuera su plan su clon se lo comería con patatas. Un momento, ¿qué era eso? Estaba segura de que el escenario no tenía un sol a juego… ¿no? No, eso era cosa del marine. Quizá sí que había aprovechado su tiempo en el baño de llamas. De todas formas, ahora no podía ocuparse de la bola sin llamar atención hacia sí misma, así que tendría que ser paciente. Vería desde el suelo qué pretendía hacerle a su pobre clon.
-No eres muy hablador, ¿verdad?
Por toda respuesta el hombre saltó, alejándose de ella por los tejados. El logo hortera que lucía a la espalda quedó a la vista. Vaya, no era la única a la que habían comprado. Pobre desgraciado. Frunciendo el ceño, la pirata se apresuró a lanzarle dos cuchillos, uno envuelto en la sombra del otro. Había calculado el tiro para que cada uno se dirigiera hacia un tobillo. A ella no se le dejaba plantada, iba a cortarle los tendones de los pies a ese maleducado.
Fue a seguirle, pero se paró un momento a pensar. ¿Por qué alguien que acababa de presumir delante de ella salía corriendo? Desde luego no estaba huyendo, no tenía sentido. Seguro que tramaba algo, o quizás se creía que no podía seguirle el ritmo y pretendía pillarla desprevenida. No se dejaría.
En cuestión de un segundo, la morena corría tras él. Sus saltos no eran tan poderosos como los del marine, pero lo compensaba con agilidad y uso del terreno. A base de balcones, almenas y chimeneas se impulsaba para continuar persiguiéndole. Tan solo había un inconveniente y es que aunque lo parecía, esa no era Lys.
Había creado un clon idéntico a ella y lo había mandado tras él, mientras ella tomaba la ruta alternativa. En lugar de seguirle por los tejados se había hundido entre los edificios, camuflando su presencia para que pareciera la de una simple chica del público. Se dedicó a avanzar por las calles, ocultándose en esquinas y sombras para poder seguir con la vista el espectáculo en los tejados sin dejarse ver. Si salía bien, fuera cual fuera su plan su clon se lo comería con patatas. Un momento, ¿qué era eso? Estaba segura de que el escenario no tenía un sol a juego… ¿no? No, eso era cosa del marine. Quizá sí que había aprovechado su tiempo en el baño de llamas. De todas formas, ahora no podía ocuparse de la bola sin llamar atención hacia sí misma, así que tendría que ser paciente. Vería desde el suelo qué pretendía hacerle a su pobre clon.
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Había cometido un error de novato: dar la espalda a su oponente. Si bien la velocidad de reacción del dragón era admirable, el haberle dado la espalda y además tener que estar concentrado en mantener la bola de fuego, hizo que no tuviese demasiado tiempo a esquivar el cuchillo que venía hacía él. A la desesperada cargó su talón de haki y se giró para chutarlo, desviándolo del camino. Cuando ya estaba sonriendo satisfecho debido a su maniobra sintió algo atravesar su espinilla. Miró hacia abajo para ver un cuchillo clavado en su pierna, a unos cinco centímetros más arriba del tobillo.
«Un segundo cuchillo... Astuta.»
Su resistencia al dolor hacía que pudiese seguir saltando, pero ciertamente el cuchillo se había clavado bastante hondo. En cuanto vio que la mujer, que lo perseguía, llegaba a la azotea de uno de los edificios, él siguió subiendo en el aire. Se giró estirando una pierna directa hacia la bola de fuego. Una lengua de llamas salió del sol en miniatura, directa a envolverse en su pierna, como si se estuviesen uniendo. Entonces el sol empezó a caer. El dragón dio una patada que, además del sol, dirigiría hacia la mujer un Phoenix Emperor.
Una onda cortante ígnea con forma de fénix salió disparada de su pie, justo detrás del sol, alcanzando los cinco metros de punta a punta. Aquella onda, derivada del poderoso Rankyaku, tenía mucha más capacidad de corte, por lo que esperaba que cortase los edificios que se encontraban en su camino, así como dañarla a ella, demostrarle que él también iba en serio... o tal vez chulearse un poco. Ciertamente, había oído cosas de Zane en otros combates. No le gustaba mucho que le eclipsasen como Señor del Fuego. Una vez hubo atacado, diese o no, aterrizaría en lo primero que encontrase, fuese lo poco que quedara en pie del edificio o el propio suelo, y se arrancaría el cuchillo de la espinilla con una mueca.
«Un segundo cuchillo... Astuta.»
Su resistencia al dolor hacía que pudiese seguir saltando, pero ciertamente el cuchillo se había clavado bastante hondo. En cuanto vio que la mujer, que lo perseguía, llegaba a la azotea de uno de los edificios, él siguió subiendo en el aire. Se giró estirando una pierna directa hacia la bola de fuego. Una lengua de llamas salió del sol en miniatura, directa a envolverse en su pierna, como si se estuviesen uniendo. Entonces el sol empezó a caer. El dragón dio una patada que, además del sol, dirigiría hacia la mujer un Phoenix Emperor.
Una onda cortante ígnea con forma de fénix salió disparada de su pie, justo detrás del sol, alcanzando los cinco metros de punta a punta. Aquella onda, derivada del poderoso Rankyaku, tenía mucha más capacidad de corte, por lo que esperaba que cortase los edificios que se encontraban en su camino, así como dañarla a ella, demostrarle que él también iba en serio... o tal vez chulearse un poco. Ciertamente, había oído cosas de Zane en otros combates. No le gustaba mucho que le eclipsasen como Señor del Fuego. Una vez hubo atacado, diese o no, aterrizaría en lo primero que encontrase, fuese lo poco que quedara en pie del edificio o el propio suelo, y se arrancaría el cuchillo de la espinilla con una mueca.
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El primer cuchillo había fallado, pero el segundo tocó carne. Siguió saltando, sin embargo, y tanto Lys como su clon fueron por detrás, cada una a una altura. Una entre las sombras, la otra a la luz de los dos soles que tenían por encima.
De repente, dio un salto que la morena no pudo seguir. Se elevó en el aire y una lengua de fuego unió su pierna con el sol que había fabricado. No había dudas, iba a lanzárselo. Por suerte, no parecía que se hubiera dado cuenta de que era una copia. Le vio dar la patada y el sol comenzó a caer hacia su clon, seguido de una espectacular onda cortante de fuego, un pájaro en llamas que se cernía sobre ella.
Se dio cuenta de que no estaba a salvo. Esa cosa no iba a frenar al toparse con el clon, seguiría adelante y arrasaría con todo lo que se le pusiera por delante. Actuó rápido, hizo que su clon echara a correr hacia atrás a la desesperada y ella misma cambió de dirección hasta situarse en el mismo edificio en el que estaba Zuko un momento antes, solo que en la base. Estaba huecos por dentro y ahí se ocultó, mirando lo que ocurría.
Cuatro edificios se vieron reducidos a escombros por el poder de su ataque. El sol era más lento de lo que había imaginado y fue como ver varias piezas de dominó caer una tras otra, amenazadora y estrepitosamente. Su pobre copia había caído entre todo eso y el polvo y algún que otro cacho de edificio ocultaban lo que quedaba de su cuerpo. Creía tener más o menos claro el lugar en el que había terminado y pensó en forzar su suerte. Había funcionado una vez, ¿por qué no dos? Creó un nuevo clon, haciendo desaparecer lo que quedaba del primero. Se aseguró de crearla cubierta de hollín y con algún que otro arañazo aquí y allá. Si colaba, debería meterle un buen susto verla salir más o menos indemne de semejante cataclismo. Si no… bueno, aún tendría que encontrarla.
La Lysbeth falsa se incorporó de entre los escombros, tosiendo y a trompicones. Terminó de ponerse en pie y se ajustó la txapela, que se le había ladeado de más. Acto seguido, pasó a su forma completa y de un poderoso aleteo echó a volar en dirección al marine. Este había terminado en otro edificio, justo en el límite de la zona de escombros. La demonio falsa aterrizó junto a él en un magnífico ejemplo de delicadeza y, con una sonrisa, se palmeó la ropa para quitarle el polvo mientras empleaba sus poderes para aumentar el deseo del dragón hacia ella.
-Un ataque impresionante.- Diría con su voz.- ¿Hay algo más que quieras mostrarme?
De repente, dio un salto que la morena no pudo seguir. Se elevó en el aire y una lengua de fuego unió su pierna con el sol que había fabricado. No había dudas, iba a lanzárselo. Por suerte, no parecía que se hubiera dado cuenta de que era una copia. Le vio dar la patada y el sol comenzó a caer hacia su clon, seguido de una espectacular onda cortante de fuego, un pájaro en llamas que se cernía sobre ella.
Se dio cuenta de que no estaba a salvo. Esa cosa no iba a frenar al toparse con el clon, seguiría adelante y arrasaría con todo lo que se le pusiera por delante. Actuó rápido, hizo que su clon echara a correr hacia atrás a la desesperada y ella misma cambió de dirección hasta situarse en el mismo edificio en el que estaba Zuko un momento antes, solo que en la base. Estaba huecos por dentro y ahí se ocultó, mirando lo que ocurría.
Cuatro edificios se vieron reducidos a escombros por el poder de su ataque. El sol era más lento de lo que había imaginado y fue como ver varias piezas de dominó caer una tras otra, amenazadora y estrepitosamente. Su pobre copia había caído entre todo eso y el polvo y algún que otro cacho de edificio ocultaban lo que quedaba de su cuerpo. Creía tener más o menos claro el lugar en el que había terminado y pensó en forzar su suerte. Había funcionado una vez, ¿por qué no dos? Creó un nuevo clon, haciendo desaparecer lo que quedaba del primero. Se aseguró de crearla cubierta de hollín y con algún que otro arañazo aquí y allá. Si colaba, debería meterle un buen susto verla salir más o menos indemne de semejante cataclismo. Si no… bueno, aún tendría que encontrarla.
La Lysbeth falsa se incorporó de entre los escombros, tosiendo y a trompicones. Terminó de ponerse en pie y se ajustó la txapela, que se le había ladeado de más. Acto seguido, pasó a su forma completa y de un poderoso aleteo echó a volar en dirección al marine. Este había terminado en otro edificio, justo en el límite de la zona de escombros. La demonio falsa aterrizó junto a él en un magnífico ejemplo de delicadeza y, con una sonrisa, se palmeó la ropa para quitarle el polvo mientras empleaba sus poderes para aumentar el deseo del dragón hacia ella.
-Un ataque impresionante.- Diría con su voz.- ¿Hay algo más que quieras mostrarme?
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Un total de cuatro edificios cayeron pasto de la onda cortante y las llamas. Algunos escombros seguían ardiendo y, cuando el polvo desapareció, allí seguía ella, con apenas rasguños. Al verla se colocó en posición, moviendo el cuello para crugirlo. Cuanto más rato pasaba, más veía que aquella bella mujer era de armas tomar. Se transformó, naciendo tras ella una cola y un par de alas con las que empezó a volar hacia él. En su cabeza nacieron un par de cuernos negros. Le recordaba en parte a su propia forma híbrida de dragón, aunque mucho más sutil y sin escamas. Aterrizó delante de él y...
Sintió mariposas en el estómago. Si bien aquella mujer le parecía guapa antes, veía ahora en ella al pináculo de la belleza misma. Como si Dios hubiese creado al ser humano perfecto y se lo hubiese puesto delante. Su corazón empezó a latir con fuerza y, todavía mucho peor, algo empezó a endurecerse. Ahora, los intentos de su mente para desnudarla en su imaginación eran muchísimo más fuertes, irrefrenables y poderosos. Podía verla desnuda, claro como el día, imaginando su cuerpo y todos sus recovecos.
Los clamores del público los oía ahogados, lejanos, como si sonaran bajo el agua. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Tan bella era aquella mujer que podía ahogar sus sentidos? Gruñó, obligándose a concentrarse. No pudo ahogar el deseo, ni mucho menos, pero evitó que el mundo a su alrededor fuese un tubo en el que solo existía ella. Entonces, le preguntó si tenía algo más que mostrarle.
—Sí, mi p... ¡NO! ¡NO! ¡ESTATE QUIETA! —gritó, aunque no le estaba dando la orden a ella precisamente—. Te mostraré el verdadero poder de un dragón.
Cambió de forma. Su altura estuvo a punto de alcanzar los tres metros, aumentando ligeramente su musculatura. Su piel se convirtió en escamas rojizas y brillantes, sus uñas en garras. A su espalda nació una gruesa cola terminaba en una mata de pelo rojizo, mismo color que adoptó el pelo de su cabeza. Cuernos azules, como astas de ciervo, nacieron de su frente hacia atrás a la par que dos alas nacían a su espalda, extensas. Llevó el puño atrás y, cargándolo de haki, dio un fuerte puñetazo al suelo.
Se agrietó varios metros en un radio, con él en el centro, y el suelo tembló como si de un terremoto localizado se tratase. Seguro que Eric le habría dicho que le roba las técnicas. Buscando haberla desestabilizado con aquello, se dispuso a saltar directo hacia ella para dirigirle una patada, mientras activaba su haki de observación con la esperanza de poder prever un contraataque. Sin embargo... al hacerlo sintió algo. Algo que hizo que no saltara. Una presencia por el escenario, una presencia... Normal.
—Alguien... Creo que alguien del público está en el escenario... Se habrá caído, como le caiga un ataque desviado... ¡Acabará herido! ¡Ahora vuelvo!
Y se fue volando, dirección a aquella presencia intrusa en el escenario.
Sintió mariposas en el estómago. Si bien aquella mujer le parecía guapa antes, veía ahora en ella al pináculo de la belleza misma. Como si Dios hubiese creado al ser humano perfecto y se lo hubiese puesto delante. Su corazón empezó a latir con fuerza y, todavía mucho peor, algo empezó a endurecerse. Ahora, los intentos de su mente para desnudarla en su imaginación eran muchísimo más fuertes, irrefrenables y poderosos. Podía verla desnuda, claro como el día, imaginando su cuerpo y todos sus recovecos.
Los clamores del público los oía ahogados, lejanos, como si sonaran bajo el agua. ¿Qué demonios le estaba pasando? ¿Tan bella era aquella mujer que podía ahogar sus sentidos? Gruñó, obligándose a concentrarse. No pudo ahogar el deseo, ni mucho menos, pero evitó que el mundo a su alrededor fuese un tubo en el que solo existía ella. Entonces, le preguntó si tenía algo más que mostrarle.
—Sí, mi p... ¡NO! ¡NO! ¡ESTATE QUIETA! —gritó, aunque no le estaba dando la orden a ella precisamente—. Te mostraré el verdadero poder de un dragón.
Cambió de forma. Su altura estuvo a punto de alcanzar los tres metros, aumentando ligeramente su musculatura. Su piel se convirtió en escamas rojizas y brillantes, sus uñas en garras. A su espalda nació una gruesa cola terminaba en una mata de pelo rojizo, mismo color que adoptó el pelo de su cabeza. Cuernos azules, como astas de ciervo, nacieron de su frente hacia atrás a la par que dos alas nacían a su espalda, extensas. Llevó el puño atrás y, cargándolo de haki, dio un fuerte puñetazo al suelo.
Se agrietó varios metros en un radio, con él en el centro, y el suelo tembló como si de un terremoto localizado se tratase. Seguro que Eric le habría dicho que le roba las técnicas. Buscando haberla desestabilizado con aquello, se dispuso a saltar directo hacia ella para dirigirle una patada, mientras activaba su haki de observación con la esperanza de poder prever un contraataque. Sin embargo... al hacerlo sintió algo. Algo que hizo que no saltara. Una presencia por el escenario, una presencia... Normal.
—Alguien... Creo que alguien del público está en el escenario... Se habrá caído, como le caiga un ataque desviado... ¡Acabará herido! ¡Ahora vuelvo!
Y se fue volando, dirección a aquella presencia intrusa en el escenario.
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Le costó no echarse a reír al escuchar su reacción, pero por suerte el clon era un poco más fácil de manipular. Mientras la verdadera Lys se tapaba la boca para no hacer ruido, la falsa tan solo compuso una pequeña y maliciosa sonrisa. Ambas observaron con sorpresa la transformación de su oponente. Era casi el doble de grande que Lys y bastante imponente. Cada una de sus alas era fácilmente del tamaño de las dos que ella poseía juntas, aunque tenía que decir que le gustaba más su cola que la de él. Demasiado pelo. Los cuernos, sin embargo, eran preciosos, muy solemnes. Pero ninguna de esas cosas iba a cambiar el destino de ese combate, lo tenía muy claro.
Dio un puñetazo al suelo y la falsa Lys salió revoloteando hacia atrás, dando una voltereta en el aire para intentar estabilizarse. No le habría salvado de la patada que se le venía encima, pero por suerte o por desgracia el dragón se detuvo en el último momento. Lo anunció en voz alta y la pirata entendió enseguida que se refería a ella. Porras.
Se metió por la puerta más cercana que encontró. Era una diminuta casa de dos pisos, con el espacio justo para que una persona no muy alta se colocara de pie en la planta de abajo y mirase al piso de arriba asomándose por las escaleras. Estaba convencida de que el segundo piso no aguantaría el peso de nadie, pero tampoco necesitaba ir tan lejos. Pensando rápido, cambió su aspecto. Pelo rubio y suave, recogido en trenzas. Ojos azules, enormes y asustados. Un pequeño y conservador vestido blanco, algo manchado de polvo. Un paño de tela en la mano y la cara roja, con rastros de lágrimas. Se sentó en una esquina de la casita y aguardó a que el dragón llegara a buscarla, asegurándose de que el clon le seguía.
Una vez estuviera allí fingiría asustarse, sobresaltándose y rogándole que no le comiera. Comenzaría a cambiar de dirección el deseo del dragón hacia ella, poco a poco. Muy poco a poco. Tenía que parecer natural, al fin y al cabo. Tenía que engañarle si quería que saliera bien.
-¡Lo siento, lo siento! No tenía que estar aquí, estaba terminando de limpiar el lugar y tardé demasiado, las puertas se cerraron y ya no pude salir. Me quedé aquí dentro para no estorbar… ¡No quería molestar, por favor, tengan piedad!
La falsa Lys, que sí cabía por la puerta, se acercaría y le haría salir, aupándola y sujetándola del hombro con cuidado.
-G-gracias… lo siento, de verdad… ¡Oh, van a despedirme, estoy segura!
Al ver al dragón de cerca se quedaría mirándole, frotándose un poco un ojo y tranquilizándose. De repente, apoyaría la cabeza y una mano en su pecho, para después mirarle al hocico.
-Gracias por preocuparse por mí…
Esperaba que su deseo por ella hubiera aumentado lo suficiente, pero decidió darle un último empujón en ese momento. Era el momento crucial. Aprovechándose de su agilidad, agarraría uno de sus sai y trataría de clavárselo con toda la fuerza que podía allí a donde llegaba su brazo. ¿Estómago? ¿Pecho? No estaba segura de a qué equivalía, pero esperaba poder atravesar las escamas. La punta de kairo del arma debería ayudarle, pero todavía recordaba lo duro que era el cuerpo del otro dragón al que se había enfrentado. Cruzó los dedos mentalmente y se preparó para un posible contraataque en caso de que la argucia no hubiera funcionado.
Dio un puñetazo al suelo y la falsa Lys salió revoloteando hacia atrás, dando una voltereta en el aire para intentar estabilizarse. No le habría salvado de la patada que se le venía encima, pero por suerte o por desgracia el dragón se detuvo en el último momento. Lo anunció en voz alta y la pirata entendió enseguida que se refería a ella. Porras.
Se metió por la puerta más cercana que encontró. Era una diminuta casa de dos pisos, con el espacio justo para que una persona no muy alta se colocara de pie en la planta de abajo y mirase al piso de arriba asomándose por las escaleras. Estaba convencida de que el segundo piso no aguantaría el peso de nadie, pero tampoco necesitaba ir tan lejos. Pensando rápido, cambió su aspecto. Pelo rubio y suave, recogido en trenzas. Ojos azules, enormes y asustados. Un pequeño y conservador vestido blanco, algo manchado de polvo. Un paño de tela en la mano y la cara roja, con rastros de lágrimas. Se sentó en una esquina de la casita y aguardó a que el dragón llegara a buscarla, asegurándose de que el clon le seguía.
Una vez estuviera allí fingiría asustarse, sobresaltándose y rogándole que no le comiera. Comenzaría a cambiar de dirección el deseo del dragón hacia ella, poco a poco. Muy poco a poco. Tenía que parecer natural, al fin y al cabo. Tenía que engañarle si quería que saliera bien.
-¡Lo siento, lo siento! No tenía que estar aquí, estaba terminando de limpiar el lugar y tardé demasiado, las puertas se cerraron y ya no pude salir. Me quedé aquí dentro para no estorbar… ¡No quería molestar, por favor, tengan piedad!
La falsa Lys, que sí cabía por la puerta, se acercaría y le haría salir, aupándola y sujetándola del hombro con cuidado.
-G-gracias… lo siento, de verdad… ¡Oh, van a despedirme, estoy segura!
Al ver al dragón de cerca se quedaría mirándole, frotándose un poco un ojo y tranquilizándose. De repente, apoyaría la cabeza y una mano en su pecho, para después mirarle al hocico.
-Gracias por preocuparse por mí…
Esperaba que su deseo por ella hubiera aumentado lo suficiente, pero decidió darle un último empujón en ese momento. Era el momento crucial. Aprovechándose de su agilidad, agarraría uno de sus sai y trataría de clavárselo con toda la fuerza que podía allí a donde llegaba su brazo. ¿Estómago? ¿Pecho? No estaba segura de a qué equivalía, pero esperaba poder atravesar las escamas. La punta de kairo del arma debería ayudarle, pero todavía recordaba lo duro que era el cuerpo del otro dragón al que se había enfrentado. Cruzó los dedos mentalmente y se preparó para un posible contraataque en caso de que la argucia no hubiera funcionado.
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Sintió el viento chocar contra sus alas, ayudándole a volar. Se inclinaba hacia los lados para esquivar edificios mientras se acercaba cada vez más a aquella intrusa presencia, todavía intentando ignorar los lascivos pensamientos hacia su contrincante. Aterrizó en el suelo, justo frente a una casa en miniatura de dos pisos. No podía entrar, no cabía, pero si que podía asomarse. Abrió la puerta y asomó la cabeza, observando. En su interior había una chica, asustada y de rubios cabellos. El dragón le tendió la mano para que saliera.
—No voy a hacerte daño, no vamos a pelear mientras sigas aquí, vamos...
Y la muchacha salió ayudada por su contrincante. El vicealmirante empezó a fijarse en pequeños detalles, en como su figura se marcaba bajo aquel blanco vestido, su bello rostro, sus brillantes ojos... Todo lo que antes sentía por Lysbeth ahora lo sentía por aquella recién llegada. Se mareó, intentando pensar en que estaba ocurriendo. Cuando veía a la morena ya no tenía esos pensamientos, ahora se aplicaban a... la rubia... Se sonrojó cuando tocó su pecho y oyó sus sollozos.
—Que está... n...
Abrió los ojos de golpe. Colocó su mano delante de la trayectoria del sai, aunque no le dio tiempo a imbuirlo en haki. Si hubiese golpeado la parte delantera de su torso, que no estaba protegida por sus duras escamas, seguramente habría sido un duro golpe. En cambio, las escamas de su mano consiguieron pararlo, pues la fuerza de su con... de Lys... no era... Le dolía la mano. Se estaba mareando. El sai se había hundido en su carne medio centímetro. Algo así no debería haber podido atravesar sus escamas, no debería dolerle, como era que...
—Kairos...
Tiró de la mano hacia atrás, buscando enseguida librarse del contacto con aquel vil metal. Jadeaba de cansancio mientras recuperaba la estabilidad mental. Enseguida, llevó la otra mano hacia atrás, cargando una bola de fuego en la misma, y la lanzó con fuerza contra el suelo. Una explosión flamígera tuvo lugar, empujándolo hacía atrás con el propósito de alejarse de su contrincante que contaba con tal peligroso objeto, además de dañarla con la propia explosión si era posible.
¿Se podía tener aliados en el torneo? No. La extraña lujuria repentina, los mareos... Estaba jugando con su mente. Se mantuvo en el aire tras la explosión y frunció el ceño. Un aura dorada recorrió su cuerpo y sus cabellos rojizos de su forma híbrida tomaron ahora un color dorado, aumentando así su fuerza. Aquella mujer merecía el respeto de tener que aumentar su fuerza para derrotarla. Fue volando al lateral de un edificio y, orientando hacia Lys, lo golpeó varias veces a gran velocidad, buscando derribar el edificio en su dirección y que le cayese encima.
—No voy a hacerte daño, no vamos a pelear mientras sigas aquí, vamos...
Y la muchacha salió ayudada por su contrincante. El vicealmirante empezó a fijarse en pequeños detalles, en como su figura se marcaba bajo aquel blanco vestido, su bello rostro, sus brillantes ojos... Todo lo que antes sentía por Lysbeth ahora lo sentía por aquella recién llegada. Se mareó, intentando pensar en que estaba ocurriendo. Cuando veía a la morena ya no tenía esos pensamientos, ahora se aplicaban a... la rubia... Se sonrojó cuando tocó su pecho y oyó sus sollozos.
—Que está... n...
Abrió los ojos de golpe. Colocó su mano delante de la trayectoria del sai, aunque no le dio tiempo a imbuirlo en haki. Si hubiese golpeado la parte delantera de su torso, que no estaba protegida por sus duras escamas, seguramente habría sido un duro golpe. En cambio, las escamas de su mano consiguieron pararlo, pues la fuerza de su con... de Lys... no era... Le dolía la mano. Se estaba mareando. El sai se había hundido en su carne medio centímetro. Algo así no debería haber podido atravesar sus escamas, no debería dolerle, como era que...
—Kairos...
Tiró de la mano hacia atrás, buscando enseguida librarse del contacto con aquel vil metal. Jadeaba de cansancio mientras recuperaba la estabilidad mental. Enseguida, llevó la otra mano hacia atrás, cargando una bola de fuego en la misma, y la lanzó con fuerza contra el suelo. Una explosión flamígera tuvo lugar, empujándolo hacía atrás con el propósito de alejarse de su contrincante que contaba con tal peligroso objeto, además de dañarla con la propia explosión si era posible.
¿Se podía tener aliados en el torneo? No. La extraña lujuria repentina, los mareos... Estaba jugando con su mente. Se mantuvo en el aire tras la explosión y frunció el ceño. Un aura dorada recorrió su cuerpo y sus cabellos rojizos de su forma híbrida tomaron ahora un color dorado, aumentando así su fuerza. Aquella mujer merecía el respeto de tener que aumentar su fuerza para derrotarla. Fue volando al lateral de un edificio y, orientando hacia Lys, lo golpeó varias veces a gran velocidad, buscando derribar el edificio en su dirección y que le cayese encima.
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Uh, había tocado carne. Sonrió por lo bajo mientras veía como el dragón trataba de agarrar el sai y fallaba al rozar el kairoseki. Estaba atenta y al ver cómo llevaba la mano atrás y esta se llenaba de fuego, imitó su movimiento. En la mano de Lys, sin embargo, en lugar de fuego había un orbe oscuro. Dirigió su explosión junto a la de él para que en lugar de apartarle, le impulsara en la misma dirección. Se cubrió con haki y cerró los ojos, apretando los dientes y acompañando a Zuko varios metros hacia atrás. Había logrado mantener el sai en su sitio un par de segundos, pero en cuanto él se estabilizó se elevó en el aire, dejándola ahí.
Lys se puso en pie, estirándose un poco y haciendo inventario. Dios, le dolía todo el cuerpo. Mañana sería un precioso tapiz de moretones. Al menos dado que ninguna de las explosiones le había dado directamente no parecía que tuviera ningún daño grave. Eran buenas noticias y menos mal, porque lo que estaba viendo en el cielo era todo lo contrario.
Un hecho que tenía que asumir es que no sabía nada de dragones. Por más que fuera su segundo enfrentamiento con uno, su conocimiento se resumía a identificar hocico, alas, patas y cola, acompañados todos de escamas y una buena dosis de fuego. Eso y que los había de diferentes colores, claro, aunque era la primera vez que veía uno dorado. ¿Venderían algún Manual de cómo Someter a tu Dragón en la librería local? A este paso podía venirle bien una copia antes del siguiente combate, si es que llegaba de una pieza. El marine estaba brillando e incluso su pelo se había vuelto de color dorado. Y ahora… oh, dios, ahora quería tirarle una casa encima, podía verle golpeándola con toda la mala saña.
-¿Acaso tengo cara de Bruja Mala del East Blue? Soy un súcubo, por dios, un poco de respeto.
Lo decía medio en broma medio en serio. Lys no era mucho de cuentos, pero ese en particular lo había leído de pequeña, no tenía muy claro dónde, y recordaba la historia con cariño. Quizá la broma ayudara a que el marine se relajase, ya que lo último que le había dicho antes del incidente de la rubia tenía que ver con cangrejos y no tenían por qué quedar en tan extraños términos. Echó a volar hacia atrás para conseguir distancia y tiempo de maniobra, pero al final tan solo le dio tiempo a recubrirse con haki y plantar entre ella y la casa un muro de energía.
Al principio pareció que aguantaba, la casa se estrelló contra el muro y Lys aleteó, subiendo para alejarse. Sin embargo apenas duró un par de estantes, el muro se resquebrajó y desvaneció haciendo que alguno de los escombros fueran a estrellarse contra la pirata. Esquivó los que pudo, pero un cacho de pared particularmente tenaz, seguido de una teja bastante afilada terminaron por alcanzarla. El primero le dio en el hombro, arrancándole un quejido de dolor, mientras que la segunda marcó un precioso corte a lo ancho de todo su muslo izquierdo.
Lys gruñó, viendo como la casa terminaba de estrellarse en el suelo. Sangraba por la pierna y aunque no era precisamente superficial, todavía podía moverla bien. Se arrancó una manga y rápidamente se la ató al muslo para asegurarse de que no empeoraba. El hombro le dolía más y aunque no estaba segura sospechaba que se lo había dislocado. Bueno, seguía atado a su pecho y a su brazo. Ya se lo recomponerían.
-Lo lamento, pero tú lo has querido. Dado que a los lagartos os gusta el sol… toma calor.
Pese a sus palabras, no le lanzó fuego. Sabía que era inútil. En lugar de eso, voló hasta situarse a unos metros de su cara y tras lanzar un par de orbes oscuros algo desviados con el brazo malo, para hacer que se apartara hacia donde ella quería, le lanzó al pecho un rayo de energía demoníaca, con potencia suficiente como para atravesar dos casas como la que acababa de tirarle encima. Ale. Así aprendería. Mantendría el rayo durante tres segundos, siguiéndole si se movía y después aguardaría su respuesta agarrando su sai de nuevo.
Lys se puso en pie, estirándose un poco y haciendo inventario. Dios, le dolía todo el cuerpo. Mañana sería un precioso tapiz de moretones. Al menos dado que ninguna de las explosiones le había dado directamente no parecía que tuviera ningún daño grave. Eran buenas noticias y menos mal, porque lo que estaba viendo en el cielo era todo lo contrario.
Un hecho que tenía que asumir es que no sabía nada de dragones. Por más que fuera su segundo enfrentamiento con uno, su conocimiento se resumía a identificar hocico, alas, patas y cola, acompañados todos de escamas y una buena dosis de fuego. Eso y que los había de diferentes colores, claro, aunque era la primera vez que veía uno dorado. ¿Venderían algún Manual de cómo Someter a tu Dragón en la librería local? A este paso podía venirle bien una copia antes del siguiente combate, si es que llegaba de una pieza. El marine estaba brillando e incluso su pelo se había vuelto de color dorado. Y ahora… oh, dios, ahora quería tirarle una casa encima, podía verle golpeándola con toda la mala saña.
-¿Acaso tengo cara de Bruja Mala del East Blue? Soy un súcubo, por dios, un poco de respeto.
Lo decía medio en broma medio en serio. Lys no era mucho de cuentos, pero ese en particular lo había leído de pequeña, no tenía muy claro dónde, y recordaba la historia con cariño. Quizá la broma ayudara a que el marine se relajase, ya que lo último que le había dicho antes del incidente de la rubia tenía que ver con cangrejos y no tenían por qué quedar en tan extraños términos. Echó a volar hacia atrás para conseguir distancia y tiempo de maniobra, pero al final tan solo le dio tiempo a recubrirse con haki y plantar entre ella y la casa un muro de energía.
Al principio pareció que aguantaba, la casa se estrelló contra el muro y Lys aleteó, subiendo para alejarse. Sin embargo apenas duró un par de estantes, el muro se resquebrajó y desvaneció haciendo que alguno de los escombros fueran a estrellarse contra la pirata. Esquivó los que pudo, pero un cacho de pared particularmente tenaz, seguido de una teja bastante afilada terminaron por alcanzarla. El primero le dio en el hombro, arrancándole un quejido de dolor, mientras que la segunda marcó un precioso corte a lo ancho de todo su muslo izquierdo.
Lys gruñó, viendo como la casa terminaba de estrellarse en el suelo. Sangraba por la pierna y aunque no era precisamente superficial, todavía podía moverla bien. Se arrancó una manga y rápidamente se la ató al muslo para asegurarse de que no empeoraba. El hombro le dolía más y aunque no estaba segura sospechaba que se lo había dislocado. Bueno, seguía atado a su pecho y a su brazo. Ya se lo recomponerían.
-Lo lamento, pero tú lo has querido. Dado que a los lagartos os gusta el sol… toma calor.
Pese a sus palabras, no le lanzó fuego. Sabía que era inútil. En lugar de eso, voló hasta situarse a unos metros de su cara y tras lanzar un par de orbes oscuros algo desviados con el brazo malo, para hacer que se apartara hacia donde ella quería, le lanzó al pecho un rayo de energía demoníaca, con potencia suficiente como para atravesar dos casas como la que acababa de tirarle encima. Ale. Así aprendería. Mantendría el rayo durante tres segundos, siguiéndole si se movía y después aguardaría su respuesta agarrando su sai de nuevo.
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¿Un súcubo? ¡Ajá! Eso explicaba su poder. Las llamas demoníacas, el deseo sexual desenfrenado, los juegos mentales y las transformaciones. ¿Cómo podía estar tan ciego? Su transformación lo revelaba totalmente, estaba muy claro lo que era. De donde venían esas habilidades, su fuerza, su capacidad de...
«¿Qué es un súcubo?»
No tenía ni idea. Pero todo indicaba que era una usuaria de una zoan mitológica. ¿Cuantos de esos había en el torneo? Él, Zane, Therax, Lysbeth... Había visto el nombre de Dexter en las tablas de puntuación. Y al tal Thawne, aunque había desaparecido... Al resto de nombres no los reconoció, pero no podía ser que hubiesen más usuarios de ese tipo de fruta del diablo entre ellos... ¿no? Aunque había visto el nombre de Arthur Silverwing. Si bien no era un ser mitológico, los rumores sobre su temperamento bien podría sugerir que tenía la ira de un dios.
El edificio cayó, siendo parado a mitad de camino, seguramente por ella o alguna habilidad suya. Era una contrincante dura de roer, sin duda. Oyó sus palabras y como le llamaba lagarto para después decirle que le iba a dar verdadero calor. Sonrió. Si no había aprendido su lección y pensaba que el fuego le haría daño pues... Espera... Eso no era fuego...
Colocó los brazos en cruz, imbuyéndolos en haki. Aquel extraño rayo le golpeó con fuerza, empujándolo hacia atrás a una velocidad increíble. Pocas cosas eran capaces de superar la resistencia al dolor del vicealmirante y, ciertamente, esa era una de ellas. chocó contra uno de los edificios y rompió la pared, casi instantaneamente, quedando en su interior. Allí dentro pudo zafarse a un lado del rayo mientras este terminaba de atravesar el edificio. Respiró con profundidad, intentando resistir el dolor de sus brazos que, de no ser por su haki, estarían ahora inutilizados. Se dispuso a salir del edificio, directo hacia Lysbeth, sin embargo...
El edificio empezó a temblar y derrumbarse. En cuestión de segundos, Zuko fue enterrado bajo escombros de un edificio a escala que alcanzaba los seis metros de altura. Se quedó unos segundos bajo los escombros. Era muy posible que tuviese una costilla rota... tal vez un brazo dislocado. Si bien no le dolía, sabía que las heridas estaban allí. Le sangraba la cabeza y varias heridas que tenía con el cuerpo. Había querido tirarle un edificio encima y ella se lo había devuelto. Gruñó.
Apartó los escombros de encima suya y se puso de pie, mirando a Lysbeth desde su posición. Ya no tenía el pelo dorado. Ahora era de color azul y bailaba como el fuego. Llamas azules salían de sus muñecas y tobillos, así como en su pecho subiendo hasta rodear su cuello como un colgante de fuego. Ya no tenía alas y sus cuernos eran más largos, como astas de ciervo que rodeaban su cabeza en forma de corona, como Rey de los Dragones. Respiraba con profundidad mientras la temperatura a su alrededor empezaba a aumentar, sofocante.
—Dragón, dragón... —dijo siguiendo la broma que la mujer había hecho antes—. No lagarto. Yo no hago eso de la lengua.
Y siseó con su lengua de reptil. Debía aprovechar ahora que su fuerza bruta había aumentado, que en aquella forma sus puñetazos podían llegar a ser increiblemente devastadores. Utilizando el soru desapareció de entre los escombros, moviéndose a una velocidad vertiginosa, demasiado rápida para el ojo no entrenado, y posicionándose delante de Lysbeth en menos de un segundo. No quiso darle tiempo a un contraataque, aunque no sabía su tiempo de reacción. Dirigió un puñetazo directo a su pómulo izquierdo, con el propósito de noquearla, que iría seguido de un golpe recto a su torso, cuyo propósito sería mandarla lejos de él antes de que pudiese sacar su sai.
«¿Qué es un súcubo?»
No tenía ni idea. Pero todo indicaba que era una usuaria de una zoan mitológica. ¿Cuantos de esos había en el torneo? Él, Zane, Therax, Lysbeth... Había visto el nombre de Dexter en las tablas de puntuación. Y al tal Thawne, aunque había desaparecido... Al resto de nombres no los reconoció, pero no podía ser que hubiesen más usuarios de ese tipo de fruta del diablo entre ellos... ¿no? Aunque había visto el nombre de Arthur Silverwing. Si bien no era un ser mitológico, los rumores sobre su temperamento bien podría sugerir que tenía la ira de un dios.
El edificio cayó, siendo parado a mitad de camino, seguramente por ella o alguna habilidad suya. Era una contrincante dura de roer, sin duda. Oyó sus palabras y como le llamaba lagarto para después decirle que le iba a dar verdadero calor. Sonrió. Si no había aprendido su lección y pensaba que el fuego le haría daño pues... Espera... Eso no era fuego...
Colocó los brazos en cruz, imbuyéndolos en haki. Aquel extraño rayo le golpeó con fuerza, empujándolo hacia atrás a una velocidad increíble. Pocas cosas eran capaces de superar la resistencia al dolor del vicealmirante y, ciertamente, esa era una de ellas. chocó contra uno de los edificios y rompió la pared, casi instantaneamente, quedando en su interior. Allí dentro pudo zafarse a un lado del rayo mientras este terminaba de atravesar el edificio. Respiró con profundidad, intentando resistir el dolor de sus brazos que, de no ser por su haki, estarían ahora inutilizados. Se dispuso a salir del edificio, directo hacia Lysbeth, sin embargo...
El edificio empezó a temblar y derrumbarse. En cuestión de segundos, Zuko fue enterrado bajo escombros de un edificio a escala que alcanzaba los seis metros de altura. Se quedó unos segundos bajo los escombros. Era muy posible que tuviese una costilla rota... tal vez un brazo dislocado. Si bien no le dolía, sabía que las heridas estaban allí. Le sangraba la cabeza y varias heridas que tenía con el cuerpo. Había querido tirarle un edificio encima y ella se lo había devuelto. Gruñó.
Apartó los escombros de encima suya y se puso de pie, mirando a Lysbeth desde su posición. Ya no tenía el pelo dorado. Ahora era de color azul y bailaba como el fuego. Llamas azules salían de sus muñecas y tobillos, así como en su pecho subiendo hasta rodear su cuello como un colgante de fuego. Ya no tenía alas y sus cuernos eran más largos, como astas de ciervo que rodeaban su cabeza en forma de corona, como Rey de los Dragones. Respiraba con profundidad mientras la temperatura a su alrededor empezaba a aumentar, sofocante.
—Dragón, dragón... —dijo siguiendo la broma que la mujer había hecho antes—. No lagarto. Yo no hago eso de la lengua.
Y siseó con su lengua de reptil. Debía aprovechar ahora que su fuerza bruta había aumentado, que en aquella forma sus puñetazos podían llegar a ser increiblemente devastadores. Utilizando el soru desapareció de entre los escombros, moviéndose a una velocidad vertiginosa, demasiado rápida para el ojo no entrenado, y posicionándose delante de Lysbeth en menos de un segundo. No quiso darle tiempo a un contraataque, aunque no sabía su tiempo de reacción. Dirigió un puñetazo directo a su pómulo izquierdo, con el propósito de noquearla, que iría seguido de un golpe recto a su torso, cuyo propósito sería mandarla lejos de él antes de que pudiese sacar su sai.
Aki D. Arlia
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Demonios. Quería inutilizarle, no tirarle un edificio encima. Había calculado mal y observó un tanto preocupada cómo los seis metros de réplica se caían sobre el vicealmirante. Demonios otra vez. Esto no aumentaría su recompensa, ¿verdad?
Por suerte, un par de segundos después una mano apartó los escombros y el dragón emergió de entre los destrozos. Y… había vuelto a cambiar de color. Un azul verdaderamente bonito, aunque intuía que también peligroso. Escuchó sus palabras con atención mientras activaba su haki mantra por lo que pudiera suceder; parecía que después de todo sí tenía sentido del humor, pero su pelo azul le recordaba que estaban en un combate y no debía subestimarlo por ningún motivo.
-Ey, ¡pero si acabas de hacer eso con la lengua!
Le vio en su mente a su lado, su puño en su cara. Casi a la vez, llegó de verdad. Logró activar su haki armadura e interponer un muro entre ambos, pero no lo bastante rápido como para evitar el primer golpe. Toda su cabeza resonó con el puñetazo y un instante después volaba hacia atrás, no por propia voluntad. Chocó contra el tejado de un edificio y se quedó allí tirada un instante, hundida entre las tejas.
Estaba mareada, bastante mareada. Se llevó una mano a la boca, sorprendida de que todos sus dientes siguieran en su sitio; la mejilla ya estaba empezando a hinchársele y su labio se había partido de forma bastante brutal. Lamió la herida, confiando en que las propiedades coagulantes de su sangre bastaran para contenerla. Al saborear la sangre, todo su cuerpo se volvió alerta. Se dio cuenta de que le dolía mucho más el pecho de lo que había creído hace un segundo, lo que probablemente fuera una pésima señal. Eso sí, ahora podía elegir ignorarlo. No tenía dudas de que tenía varias costillas rotas, si no algo peor. Pero no iba a rendirse, no estaba allí para eso.
Se incorporó, bastante agitada. No iba a devolverle el puñetazo, eso sería una estupidez. Pero tenía bastante claro que tendría venganza. Esprintó, pero no hacia él. Hacia el suelo. Todavía había bastantes edificios en pie, y aquellos que su combate había reducido a escombros tan solo le daban más juego. Tan pronto piso el suelo, creó tres clones de sí misma y los envió a correr entre las callejuelas, a la vez que disfrazaba su aura de forma que fuera tan anodina que casi resultara indetectable. Corrió igual que sus clones, hasta meterse dentro de una casa. Utilizó su mantra para detectar al dragón y, a través del techo, le disparó un rayo de energía como en su último ataque. No contenta con eso, sin pararse a mirar si le había dado, esprintaría y repetiría su ataque dos veces más, desde puntos distintos para confundirle. Todavía tenía el sabor de su propia sangre en su boca y no le importaba cuántos edificios cayeran en el proceso. Escaparía de los escombros antes de que pudieran tocar el suelo y repetiría su ofensiva hasta que el dragón cayera al suelo y ella, con suerte, estuviera satisfecha.
Por suerte, un par de segundos después una mano apartó los escombros y el dragón emergió de entre los destrozos. Y… había vuelto a cambiar de color. Un azul verdaderamente bonito, aunque intuía que también peligroso. Escuchó sus palabras con atención mientras activaba su haki mantra por lo que pudiera suceder; parecía que después de todo sí tenía sentido del humor, pero su pelo azul le recordaba que estaban en un combate y no debía subestimarlo por ningún motivo.
-Ey, ¡pero si acabas de hacer eso con la lengua!
Le vio en su mente a su lado, su puño en su cara. Casi a la vez, llegó de verdad. Logró activar su haki armadura e interponer un muro entre ambos, pero no lo bastante rápido como para evitar el primer golpe. Toda su cabeza resonó con el puñetazo y un instante después volaba hacia atrás, no por propia voluntad. Chocó contra el tejado de un edificio y se quedó allí tirada un instante, hundida entre las tejas.
Estaba mareada, bastante mareada. Se llevó una mano a la boca, sorprendida de que todos sus dientes siguieran en su sitio; la mejilla ya estaba empezando a hinchársele y su labio se había partido de forma bastante brutal. Lamió la herida, confiando en que las propiedades coagulantes de su sangre bastaran para contenerla. Al saborear la sangre, todo su cuerpo se volvió alerta. Se dio cuenta de que le dolía mucho más el pecho de lo que había creído hace un segundo, lo que probablemente fuera una pésima señal. Eso sí, ahora podía elegir ignorarlo. No tenía dudas de que tenía varias costillas rotas, si no algo peor. Pero no iba a rendirse, no estaba allí para eso.
Se incorporó, bastante agitada. No iba a devolverle el puñetazo, eso sería una estupidez. Pero tenía bastante claro que tendría venganza. Esprintó, pero no hacia él. Hacia el suelo. Todavía había bastantes edificios en pie, y aquellos que su combate había reducido a escombros tan solo le daban más juego. Tan pronto piso el suelo, creó tres clones de sí misma y los envió a correr entre las callejuelas, a la vez que disfrazaba su aura de forma que fuera tan anodina que casi resultara indetectable. Corrió igual que sus clones, hasta meterse dentro de una casa. Utilizó su mantra para detectar al dragón y, a través del techo, le disparó un rayo de energía como en su último ataque. No contenta con eso, sin pararse a mirar si le había dado, esprintaría y repetiría su ataque dos veces más, desde puntos distintos para confundirle. Todavía tenía el sabor de su propia sangre en su boca y no le importaba cuántos edificios cayeran en el proceso. Escaparía de los escombros antes de que pudieran tocar el suelo y repetiría su ofensiva hasta que el dragón cayera al suelo y ella, con suerte, estuviera satisfecha.
Hayden Ashworth
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El puño del dragón conectó con su cara, mandándola volar a lo lejos. La fuerza del impacto levantó varias corrientes de aire por el choque que se expandieron a su alrededor, meciendo sus cabellos y su ropa holgada. El suelo se había agrietado por la potencia desmedida que el dragón tenía en aquella forma. En cuanto vio como caía sobre uno de los edificios empezó a volar hasta ella con el geppou, saltando en el aire con demasiada fuerza, haciendo que con cada salto temblase un poco el propio ambiente. Conforme se iba acercando la vio levantarse y pudo notar en su mirada el éxtasis de la batalla conforme se acercaba. Estaba orgulloso de ser capaz de hacer que su oponente llegase a aquel estado.
Ella también empezó a correr, pero... no hacia él. Bajó al suelo. Zuko la miró, extrañado, viendo como se dividía en cuatro Lysbeths idénticas y empezaban a esparcirse entre las calles. Gruñó mientras empezaba a coger altura. No tenía ni idea de cual de ellas era la auténtica. Claramente pretendía confundirlo. Miraba hacia los edificios mientras rebotaba en el aire, inquieto y sin saber muy bien como podría encontrarlas.
Un inesperado rayo le golpeó la barbilla. Era fuerte, consiguió hacer que saliese disparado hacia atrás, dando vueltas en el aire. Volvió a estabilizarse mientras miraba abajo y se preparaba para otro posible ataque, sin embargo... Le dolía. Aquella mujer había sido capaz de superar su alta resistencia al dolor y provocárselo justo en la cara. Aquello le hizo sentir... vivo. Un segundo rayo fue volando hacia él, desde una posición totalmente distinta, seguramente enviado por otra de las Lysbeth. Al estar preparado pudo reaccionar a tiempo, saltando a un lado para esquivarlo, sin embargo...
Al hacerlo se puso justo en medio de la trayectoria de un tercer rayo, que golpeó su espalda haciendo que se arqueara de dolor, abriendo la boca en un grito ahogado. Fue empujado un par de metros pero enseguida utilizó su propio fuego para frenarse y después mantenerse en el aire sin tener que estar dando patadas. Apretó los dientes y los puños, en un gruñido de furia. Miró hacia arriba y gritó, en un fuerte rugido de dragón furioso:
—¡BASTA! —gritó levantando una mano hacia el cielo—. ¡Si no puedo saber donde estás entonces caerá todo el escenario! — Su cuerpo entero empezó a generar llamas azules que bailaban y lo rodeaban en espiral, subiendo hasta la mano que tenía alzada. Entonces, el fuego azul que superaba los dos mil grados empezó a subir hacia el cielo, formando sobre su mano una enorme bola de fuego que empezaba a aumentar de tamaño — ¡Todo arde bajo la sombra de mis alas!
¿Se estaba pasando con las frasecitas? Puede ser. Pero se lo estaba pasando bien y siempre había sido un intensito cuando se lo pasaba bien. La bola de fuego azul creció hasta ser más grande y ardiente que la que creó al principio del combate. La temperatura del lugar subió, en un calor sofocante que bien podría equipararse a los días más cálidos en los desiertos de Arabasta. Su brazo tembló por el esfuerzo de controlar tal cantidad de fuego, mientras buscaba aumentar su intensidad.
—Muere... —susurró, más bien para si mismo con el propósito de mantenerse en su propia intensidad. No quería matarla de verdad y, por lo que había visto, sería capaz de sobrevivir a ello, pues no pensaba que pudiese arrasar con toda aquella ciudad en miniatura. Que sobreviviese ilesa, en cambio, puede que fuese algo a debatir.
Sonaron las campanas que marcaban el fin del combate. Como si hubiese salido de un estado de trance, Zuko miró a un lado. Su brazo se relajó y la bola de fuego se disipó en cuestión de segundos, volviendo todo a una temperatura más normal. Una vez más, aquella batalla llegó a su fin y se decidió sin un ganador claro, al menos por el momento. Desactivó la forma del rey de los dragones, volviendo a su forma híbrida normal, y extendió las alas para empezar a bajar en un suave planeo circular. Al llegar al suelo volvería a su forma humana.
—¡¿Hola?! ¡¿Lys?! ¡¿Puedo llamarte Lys?! ¡Lo de que todo arderá era broma! ¡Todo ha terminado! ¡Me ha gustado mucho pelear contigo, puedo invitarte a algo si quieres, una vez nos curen!
Ella también empezó a correr, pero... no hacia él. Bajó al suelo. Zuko la miró, extrañado, viendo como se dividía en cuatro Lysbeths idénticas y empezaban a esparcirse entre las calles. Gruñó mientras empezaba a coger altura. No tenía ni idea de cual de ellas era la auténtica. Claramente pretendía confundirlo. Miraba hacia los edificios mientras rebotaba en el aire, inquieto y sin saber muy bien como podría encontrarlas.
Un inesperado rayo le golpeó la barbilla. Era fuerte, consiguió hacer que saliese disparado hacia atrás, dando vueltas en el aire. Volvió a estabilizarse mientras miraba abajo y se preparaba para otro posible ataque, sin embargo... Le dolía. Aquella mujer había sido capaz de superar su alta resistencia al dolor y provocárselo justo en la cara. Aquello le hizo sentir... vivo. Un segundo rayo fue volando hacia él, desde una posición totalmente distinta, seguramente enviado por otra de las Lysbeth. Al estar preparado pudo reaccionar a tiempo, saltando a un lado para esquivarlo, sin embargo...
Al hacerlo se puso justo en medio de la trayectoria de un tercer rayo, que golpeó su espalda haciendo que se arqueara de dolor, abriendo la boca en un grito ahogado. Fue empujado un par de metros pero enseguida utilizó su propio fuego para frenarse y después mantenerse en el aire sin tener que estar dando patadas. Apretó los dientes y los puños, en un gruñido de furia. Miró hacia arriba y gritó, en un fuerte rugido de dragón furioso:
—¡BASTA! —gritó levantando una mano hacia el cielo—. ¡Si no puedo saber donde estás entonces caerá todo el escenario! — Su cuerpo entero empezó a generar llamas azules que bailaban y lo rodeaban en espiral, subiendo hasta la mano que tenía alzada. Entonces, el fuego azul que superaba los dos mil grados empezó a subir hacia el cielo, formando sobre su mano una enorme bola de fuego que empezaba a aumentar de tamaño — ¡Todo arde bajo la sombra de mis alas!
¿Se estaba pasando con las frasecitas? Puede ser. Pero se lo estaba pasando bien y siempre había sido un intensito cuando se lo pasaba bien. La bola de fuego azul creció hasta ser más grande y ardiente que la que creó al principio del combate. La temperatura del lugar subió, en un calor sofocante que bien podría equipararse a los días más cálidos en los desiertos de Arabasta. Su brazo tembló por el esfuerzo de controlar tal cantidad de fuego, mientras buscaba aumentar su intensidad.
—Muere... —susurró, más bien para si mismo con el propósito de mantenerse en su propia intensidad. No quería matarla de verdad y, por lo que había visto, sería capaz de sobrevivir a ello, pues no pensaba que pudiese arrasar con toda aquella ciudad en miniatura. Que sobreviviese ilesa, en cambio, puede que fuese algo a debatir.
Sonaron las campanas que marcaban el fin del combate. Como si hubiese salido de un estado de trance, Zuko miró a un lado. Su brazo se relajó y la bola de fuego se disipó en cuestión de segundos, volviendo todo a una temperatura más normal. Una vez más, aquella batalla llegó a su fin y se decidió sin un ganador claro, al menos por el momento. Desactivó la forma del rey de los dragones, volviendo a su forma híbrida normal, y extendió las alas para empezar a bajar en un suave planeo circular. Al llegar al suelo volvería a su forma humana.
—¡¿Hola?! ¡¿Lys?! ¡¿Puedo llamarte Lys?! ¡Lo de que todo arderá era broma! ¡Todo ha terminado! ¡Me ha gustado mucho pelear contigo, puedo invitarte a algo si quieres, una vez nos curen!
Abigail Mjöllnir
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¡Buenos días! Zuko debe estar harto de mí a estas alturas. Efectivamente, vicealmirante, vuelvo a ser tu árbitro por tercera vez en lo que va de torneo. Como es habitual, os refrescamos la memoria con el conteo de puntos y los apartados que valoramos:
Victoria bélica: 5 puntos para el ganador del combate según vuestra narración.
Narración y estilo: 2 puntos.
Asumir daños: 2 puntos.
Originalidad y entorno: 2 puntos.
Pulcritud de escritura: 1 punto.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción ilegal que no sea consentida por el motivo que sea.
También me gustaría recordaros que en los apartados en los que recibáis 0 puntos no es que lo hagáis mal, es que se ha valorado como un empate. Igual cuando hay superioridad, no lo hacéis mal, pero vuestro oponente lo ha hecho mejor.
Sin más, os dejo aquí el pequeño análisis de los distintos apartados, el veredicto final lo tendréis después de estas breves explicaciones, notas, consejos, o lo que vea necesario deciros.
Victoria bélica: Según vuestra narración el combate finaliza sin ningún ganador, por lo que son 0 puntos.
Narración y estilo: Aquí no tengo mucho que decir, debo juzgaros dentro de vuestro propio estilo y ninguno de los dos se sale de éste o lo empeora, estáis bastante equiparados en este aspecto. Empate: 0 puntos.
Asumir daños: Los dos os coméis bastante daño pero como esto no va de cantidad si no de coherencia... debo dar un empate. Puede que Zuko haya recibido menos daños físicos, la mayoría por daños de entorno (el hecho de que Lys use fuego es una ventaja para el dragón), pero considero que ha asumido bien los "daños psicológicos" de los poderes de lujuria de Lysbeth y de no ser por su inmunidad al fuego esto le habría jodido entre mucho y muchísimo. Lys por su parte se ha comido bastantes daños físicos, todo en orden teniendo en cuenta la diferencia de fuerza y resistencia/velocidad, especialmente tras la última transformación de Zuko. 0 puntos para ambos.
Originalidad y entorno: Y aquí viene el que para mí es el apartado decisivo dado que no hay ganador bélico. Aunque hay muchas maniobras con clones que se pueden hacer hay una en concreto que me ha parecido fantástica: El hecho de aprovechar no el entorno en sí -que también-, si no la destrucción del entorno provocada por Zuko para crear un segundo clon con fuerzas renovadas pero con un aspecto cubierto de hollín y dañada para engañarlo y que siga pensando que es la real. Creo que esto ha sido decisivo para seguir manteniendo la ventaja que tenía hasta ese momento y poder ejecutar bien la treta con el Sai de kairoseki. En cuanto a Zuko, la idea de usar ese sol para potenciar tu Phoenix Emperor ha estado muy bien, pero lejos de darte ventaja, esa destrucción le ha facilitado a Lys el seguir con el engaño por lo que ya he explicado arriba. En cuanto a este apartado, debo darle la ventaja a Lysbeth porque sus maniobras en el entorno -y la originalidad que veo en aprovechar tu ataque para camuflar un segundo clon- han tenido un efecto mayor, y a su favor, en el desarrollo del combate. 2 puntos para Lysbeth. Vuelvo a recalcar lo que puse al principio, no lo has hecho mal en esto, Zuko, de verdad, pero siento que debo concederle este apartado.
Pulcritud de escritura: No hay nada que decir aquí, ambos tenéis una escritura muy pulida. Es inevitable que haya algún gazapo suelto pero no veo nada que decante la balanza hacia un lado o hacia otro. 0 puntos, empate.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): No veo acciones cerradas ni faltas de ningún tipo. Todo legal, no hay penalizaciones para nadie.
» Conteo final de puntos:
- Lysbeth: 2.
- Zuko: 0.
» La victoria, reñida de narices en este combate, es para Lysbeth Ardian.
Como siempre, también os recuerdo que si no estáis de acuerdo con esta moderación por el motivo que sea, tenéis derecho a una segunda moderación que llevará a cabo alguno de mis compañeros. Por favor, avisad lo antes posible si necesitáis esta segunda moderación, así se agilizará el proceso. Si ninguno de los dos avisa, entenderemos que estáis de acuerdo y que podemos proceder con la siguiente ronda.
Victoria bélica: 5 puntos para el ganador del combate según vuestra narración.
Narración y estilo: 2 puntos.
Asumir daños: 2 puntos.
Originalidad y entorno: 2 puntos.
Pulcritud de escritura: 1 punto.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): -1 punto por cada acción ilegal que no sea consentida por el motivo que sea.
También me gustaría recordaros que en los apartados en los que recibáis 0 puntos no es que lo hagáis mal, es que se ha valorado como un empate. Igual cuando hay superioridad, no lo hacéis mal, pero vuestro oponente lo ha hecho mejor.
Sin más, os dejo aquí el pequeño análisis de los distintos apartados, el veredicto final lo tendréis después de estas breves explicaciones, notas, consejos, o lo que vea necesario deciros.
Victoria bélica: Según vuestra narración el combate finaliza sin ningún ganador, por lo que son 0 puntos.
Narración y estilo: Aquí no tengo mucho que decir, debo juzgaros dentro de vuestro propio estilo y ninguno de los dos se sale de éste o lo empeora, estáis bastante equiparados en este aspecto. Empate: 0 puntos.
Asumir daños: Los dos os coméis bastante daño pero como esto no va de cantidad si no de coherencia... debo dar un empate. Puede que Zuko haya recibido menos daños físicos, la mayoría por daños de entorno (el hecho de que Lys use fuego es una ventaja para el dragón), pero considero que ha asumido bien los "daños psicológicos" de los poderes de lujuria de Lysbeth y de no ser por su inmunidad al fuego esto le habría jodido entre mucho y muchísimo. Lys por su parte se ha comido bastantes daños físicos, todo en orden teniendo en cuenta la diferencia de fuerza y resistencia/velocidad, especialmente tras la última transformación de Zuko. 0 puntos para ambos.
Originalidad y entorno: Y aquí viene el que para mí es el apartado decisivo dado que no hay ganador bélico. Aunque hay muchas maniobras con clones que se pueden hacer hay una en concreto que me ha parecido fantástica: El hecho de aprovechar no el entorno en sí -que también-, si no la destrucción del entorno provocada por Zuko para crear un segundo clon con fuerzas renovadas pero con un aspecto cubierto de hollín y dañada para engañarlo y que siga pensando que es la real. Creo que esto ha sido decisivo para seguir manteniendo la ventaja que tenía hasta ese momento y poder ejecutar bien la treta con el Sai de kairoseki. En cuanto a Zuko, la idea de usar ese sol para potenciar tu Phoenix Emperor ha estado muy bien, pero lejos de darte ventaja, esa destrucción le ha facilitado a Lys el seguir con el engaño por lo que ya he explicado arriba. En cuanto a este apartado, debo darle la ventaja a Lysbeth porque sus maniobras en el entorno -y la originalidad que veo en aprovechar tu ataque para camuflar un segundo clon- han tenido un efecto mayor, y a su favor, en el desarrollo del combate. 2 puntos para Lysbeth. Vuelvo a recalcar lo que puse al principio, no lo has hecho mal en esto, Zuko, de verdad, pero siento que debo concederle este apartado.
Pulcritud de escritura: No hay nada que decir aquí, ambos tenéis una escritura muy pulida. Es inevitable que haya algún gazapo suelto pero no veo nada que decante la balanza hacia un lado o hacia otro. 0 puntos, empate.
Faltas (cerradas, power rol, meta rol): No veo acciones cerradas ni faltas de ningún tipo. Todo legal, no hay penalizaciones para nadie.
» Conteo final de puntos:
- Lysbeth: 2.
- Zuko: 0.
» La victoria, reñida de narices en este combate, es para Lysbeth Ardian.
Como siempre, también os recuerdo que si no estáis de acuerdo con esta moderación por el motivo que sea, tenéis derecho a una segunda moderación que llevará a cabo alguno de mis compañeros. Por favor, avisad lo antes posible si necesitáis esta segunda moderación, así se agilizará el proceso. Si ninguno de los dos avisa, entenderemos que estáis de acuerdo y que podemos proceder con la siguiente ronda.
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