Pirates May Cry | Privado Dark, Ivan, Brianna.

Dark llevaba unas semanas viajando con Xiba por el paraíso tras el último conflicto que tuvieron en las islas del cielo. Su sed de conocimiento era algo que le había obligado a volverse, de alguna forma, un pirata. Un navegante sin rumbo concreto, buscando explorar todas las islas posibles para aprender del mundo lo máximo posible.
En aquella ardua tarea le acompañaba su mejor amigo y maestro, el cual velaba por él como si de su protector se tratase. Le explicaba sobre las zonas en las que viajaban, le guiaba para que su poder no se desbordase. Llevaban una temporada ya separados de su otro mejor amigo, Simo, el cual tenía unos conflictos pendientes con su vieja banda de piratas. El peliblanco tenía ganas de acompañar a su amigo pirata al reencuentro con las personas a las que el último buscaba, pero Xiba le había recomendado no hacerlo, ya que aquello era un proyecto personal de él. Accedieron a reunirse una vez Simo tuviese respuestas, y acabaron encontrándose Dark y Xiba en Dark Dome.

¿Qué razón tenían para estar por allí? Una simple. El nombre de la ciudad era el mismo del de nuestro protagonista, y quizás allí encontraría algo sobre el paradero que no quería desvelarle Xiba. La "pequeña" excursión que él le declaró, era un intento de encontrar pistas que le guiasen a algo más profundo. Su nombre no era usual, eso estaba claro, y tampoco era el de aquella ciudad. ¿Quizás allí encontraría algo fuera de lo corriente? Solo le quedaba una respuesta a aquella duda: la de explorar y ver dónde podía recabar más información.

Y aquello le guió hacia un pequeño local de copas. Dark Dome era una ciudad basada en la tecnología y se encontraba permanentemente en un estado de noche eterna. Había aprendido gracias a leer y las historias que le habían contado Xiba y Simo que los lugares más importantes para sacar información eran las tabernas o puestos guía que recorriesen la ciudad. Eso se aplicaba a cualquier lugar, y aquella metrópolis no se escaparía de la lógica de Dark.

-Me gustaría poder separarme - exclamó Dark a Xiba -. Me gustaría ver si puedo... Ya sabes, lo que hace la gente de mi edad. Echarme alguna titi o algo.

Su amigo no parecía demasiado molesto, así que le permitió explorar por su cuenta el bar mientras él tiraba a sus cosas. El peliblanco no se molestó en preguntar qué haría el monje; simplemente accedería el local para ver qué encontraba por ahí de interesante. A su vez Xiba se separó de su lado, así que una vez le vio torcer la esquina, se armó de valor, cogió aire y observó la fachada del edificio.
Le resultaba bastante extraña la forma de la construcción: entre todos los edificios que parecían más avanzados que este, moraba la identidad de algún especie de "antro" parecido a una catedral. Había una gran fachada principal que estaba guardada por un portón que parecía tener sus años encima. Este estaba abierto de par a par contra la pared, así que no tendría nada que le impidiese entrar al patio interior.
Una vez se encontró en el patio interior, caminó mientras se perdía por la belleza del ambiente; un sin fin de luces que contrastaban con la falta de luz ambiental del local. De los grandes ventanales parecía salir un rojo carmín, una iluminación propia de bares de ambiente. Dejó de dudar u observar y se dirigió al interior. O al menos aquella determinación le duró hasta que un segurata que residía en la puerta que se dirigía hacia dentro del edificio le parase.

-Disculpa, pero eres demasiado joven para estar por aquí. -Le exclamó con firmeza.

Dark observó mientras refunfuñaba por dentro. Era un guardia con una postura perfecta, el uniforme bien puesto y sin ninguna arruga en el traje. No parecía que fuese alguien que podría ser sobornado o que pudiese utilizar labia para convencerle de entrar. Leyó su aura por un momento y notó determinación. Se mostraba determinado a no dejarle pasar. Como el peliblanco no tenía demasiada paciencia ni quería ni siquiera intentarlo, miró hacia sus alrededores. No parecía haber nadie en el patio interior que viese lo que iba a hacer.
Inhaló profundamente y después exhaló, concentrando su voluntad sobre el guardia. No tardó más de medio segundo en caer de rodillas, en lo que Dark lo miraba descojonándose por dentro. Él sabía que no podía usar su poder del conquistador de esa forma, pero hacerlo sin que lo pudiesen regañar le causaba una satisfacción por encima de lo carnal.

Se abrió paso dejando al guardia atrás tirado y observó el interior del local. Jaulas colgando del techo con cadenas que llevaban hacia todas partes, una estatua de ángel de por lo menos tres metros en medio del salón... ¿Dónde mierda se había metido? ¿Era ésto algún antro de raritos? Lo que a una persona normal le hubiese echado hacia atrás, a él le incitaba a entrar aún más adentro. Sonrió brevemente mientras acababa de echarle una ojeada a todo y se dirigió hacia la barra, para pedir un whisky y empezar a observar a toda la gente que residía allí. La música acompañaba a la temática del local, y el humo del tabaco o sustancias extrañas invadían toda la planta... ¿Quizás era hora de probar cosas diferentes?

Dark no sabía lo que le esperaba, eso estaba claro. La noche era joven y no sabía que se iba a encontrar con alguien especial, quizás aún más de lo que creía que él mismo era.

Hasta que encontrara una casa propia que le gustara, mientras estaba en Dark Dome seguía manteniendo alquilada la suite imperial de uno de los hoteles de la ciudad. Se había acostumbrado a ella, y tener servicio de habitaciones era una comodidad. El caso era que, como había prometido a Brianna irse juntos a tomarse unas vacaciones una vez acabasen el asunto de Arabasta, se la llevó a Dark Dome. Al fin y al cabo era su ciudad. Podía ser un sitio donde no salía el sol y eso ser desagradable para otros, pero dudaba que para ella fuese a ser un problema. Además tenía muchas ventajas, como la gran cantidad de tecnología avanzada que hacía la vida más cómoda. Y allí tenía diferentes propiedades a las que pensaba sacar ventaja. En cuanto despertó, la observó por un momento a su lado y sintió ganar de besarla. Sin embargo quería darle una sorpresa, y eso la habría despertado. En su lugar se escabulló de la cama y se dirigió a la estancia principal, donde cogió un paquete que el servicio de habitaciones había dejado junto a la puerta, siguiendo sus instrucciones.

- Despierta, dormilona - le susurró cariñosamente al volver a su lado.

Se agachó a su lado y le dio beso lento y cálido, envolviéndola en sus brazos. En cuanto hubo despertado le sonrió y le acarició la mejilla - Tengo un regalo para ti. Mientras le echas un vistazo iré a ducharme - le guiñó el ojo, cogió algo de ropa limpia y se dirigió a la ducha. En el paquete lo que había era ropa de buena calidad, un encargo que había hecho en secreto a su fábrica. Había tanto ropa de día a día como varios vestidos del estilo que le gustaba a Bri, oscuros. Con la huida apresurada que habían tenido de Hallstat no se había llevado mucha ropa, así que supuso que le gustaría poder tener algo más de fondo de armario. Y para algo tenía una fábrica de ropa, ¿no? Una vez salió de la ducha en lugar de vestir como acostumbraba, lo hizo bastante más elegante que de costumbre: se puso una camisa roja, corbata negra, un chaleco gris, pantalones oscuros y mocasines a juego. Por último, convirtió su Manto de Sombras en una americana a juego con los pantalones.

- ¿Qué tal estoy? - preguntó con una sonrisa vanidosa en cuanto salió de la ducha.

Un rato más tarde estaban saliendo del hotel, ya tras haber desayunado algo y estar los dos totalmente arreglados. Fuera les esperaba la THC, su ciclomotor nuevo, un vehículo grande y negro con una tercera rueda central esférica. Se lo había traído para estrenarlo y tener un medio rápido y cómodo de viajar por la ciudad. No le apetecía andar volando de un lado a otro, y Brianna agradecería no andar colgando de sus brazos todo el rato. Porque podía parecer bonito, pero dudaba que fuese cómodo. Se montó y le tendió el casco a su chica. Él no lo necesitaba. Solo le entorpecía los sentidos, y una caída de una moto a él no lo iba a matar. En cuanto Brianna se hubo subido hizo rugir al motor, sonriendo al notar la maquinaria vibrar bajo su asiento. Aceleró y comenzó a recorrer las calles de Dark Dome a gran velocidad, esquivando a otros vehículos con sus reflejos sobrehumanos. Se llevó un par de pitidos de cláxones por su forma temeraria de conducir, pero en ningún momento estuvo a punto de tener un accidente real. Comparado con lo que enfrentaba cuando peleaba, conducir era un juego de niños.

- Aquí estamos - se levantó de un salto de su asiento, apagó el motor y sacó las llaves. Se levantó de un salto y se inclinó frente a Brianna, con una sonrisa ligeramente burlona - Señorita.

Le pasó las llaves al encargado de los vehículos y se acercó al edificio. Estaban frente a su local, el Goth&Rock. Tenía aspecto de catedral gótica, aunque el interior era de todo menos un lugar sagrado. Del interior salía el rumor de la música, sacándole una sonrisa a Ivan. Le apetecía algo de marcha. Sin embargo una vez dentro seguramente pediría algo más bailable para poder estar un rato con Brianna en la pista. Como era pronto (para los estándares de aquella descontrolada ciudad sin día) de momento no habría mucha gente y por eso estarían con música de ese estilo. No iba a quejarse, eran los horarios que él mismo había establecido con su gestor. Se acercó hacia la puerta, pero se detuvo de golpe al notar algo raro. Arrugó la nariz y dijo:

- Mantente detrás de mí.

Tras el portón de entrada, entreabierto como acostumbraba, había una antecámara donde el portero se encargaba de que no entrasen borrachos, gente que estuviera en la lista negra o niños. Sin embargo cuando entraron se encontró con que estaba desplomado en el suelo. Ivan se agachó y le tocó el cuello. Tenía pulso. Era lo que temía, creía haber percibido una presencia muy intensa al bajar de la moto. Casi como si alguien hubiese usado el haoshoku. Solo que ahora comprobaba que sin el casi. Extendió su haki de observación, en busca de presencias fuertes. Solo había una tan poderosa como para haber hecho eso. Entró en el local con mirada severa, y se dirigió directamente hacia esa persona. Un hombre joven, bastante joven de hecho. Parecía recién salido de la adolescencia. Albino como él. Le llamó la atención su brazo derecho, no parecía... humano. Era escamoso y con garras. Su presencia ya se lo había dicho, pero ahora le quedaba claro que no era una persona en absoluto normal. Se plantó frente a él cruzándose de brazos.

- Bueno, bueno, ¿a quién tenemos aquí? Cuéntame, compañero. ¿Qué crees que te da derecho a entrar en el local de alguien desmayando a sus empleados? Está bien tener una voluntad fuerte, pero andar enseñándosela a todo el mundo está feo, ¿sabes? - entonces liberó su propio haki del rey sobre el desconocido, ejerciendo toda su presión sobre él - O acabas dando derecho a otros a hacer lo mismo.

música del local:

ropa de Ivan:

Dark se encontraba tranquilamente probando por primera vez el sabor del whisky; extrañamente para él, no le irritaba el paladar ni tampoco le daba la sensación de ardor bajando por la garganta. Agitó la copa ligeramente, observando el final del vaso. ¿Quizás era normal que la primera vez que probaba el alcohol, no sintiese ningún malestar? Según podía entender, solo la gente experimentada en el arte de la bebida podría soportar un largo trago de whisky sin echarlo fuera. Aquel no era su caso, así que consideró un golpe de suerte haber quedado tan bien delante del camarero, el cual había observado sin titubear el largo trago que le había dedicado el peliblanco a la bebida. Miró fijamente al sirviente y le guiñó el ojo, levantando un pelín una de las comisuras de sus labios para pintar una sonrisa sarcástica. Saboreó una vez más la bebida, pegando un segundo trago: parecía tener esencia de vainilla, y muy seguramente por eso habría podido resistir tan bien el trago. Le sorprendió que hubiese una botella de alcohol con aquel suplemento, pero no podía quejarse por el sabor. Dejó el vaso en la mesa con un movimiento basto y giró el taburete ciento ochenta grados, para encontrarse de golpe con otra persona que parecía estar esperando a que se girase.

Varias cosas le extrañaron de aquel sujeto: la primera, que no había ni podido oír ante el nuevo tema musical las pisadas del hombre; la segunda, que tenía el pelo muy parecido al suyo; la tercera, que había ido directamente a él. Era un hombre que parecía rondar los treinta avanzados sobre su vista, e iba con un traje que parecía desentonar con el ambiente del local. Un negro aterciopelado combinado con unos colores rojos que, aunque no estuviese en sintonía con el lugar en el que se encontraban, le flipaban. Antes de que pudiese gesticular cualquier palabra, el hombre empezó la conversación, y parecía estar bastante serio. Le miró fijamente, desafiante, y reposó parte de su cuerpo en la barra mientras se cruzaba de piernas.

-Bueno, bueno, ¿a quién tenemos aquí? Cuéntame, compañero. ¿Qué crees que te da derecho a entrar en el local de alguien desmayando a sus empleados? Está bien tener una voluntad fuerte, pero andar enseñándosela a todo el mundo está feo, ¿sabes?

Notó poco a poco cómo su voluntad se doblegaba. Imposible. ¿Estaba usando haoshoku contra él? ¿Por qué su cabeza empezaba a darle vueltas? Intentó tragar saliva y elevó ligeramente su postura, apoyándose del todo contra la barra. Sentía, ante la mirada del albino, una presión que no podía quitar de su sien. Dark siguió mirando fijamente, esta vez con una mirada fría como el acero, los ojos del peliblanco. Era la primera vez que alguien con un poder extremadamente mayor al suyo se presentaba ante él, y aquello le hacía sentir un sudor frío recorrer toda su espalda. Tenía el presentimiento en aquel momento de que podría morir en un instante, así que tenía que actuar como él mejor sabía; usando su piquito de oro para sacarle de sus propias cagadas.

- O acabas dando derecho a otros a hacer lo mismo. - Acabó explicando.

Logró aguantar el haoshoku, cosa la cual le alivió por un instante. No sentía ya por todo su alrededor la presencia del sujeto. Se levantó del taburete y bajó de un salto, encarándose con el hombre. Tuvo el instinto de vacilarle o soltarle una de las suyas, pero decidió callarse por un segundo. Había resistido el haki del conquistador, y eso ya habría explicado algo a un ser tan fuerte como él. Que Dark, no era del montón común. La música acabó, y empezó una nueva. Aprovecharía aquel cambio de mezcla para poder evadir la situación.


-¡Por fin has venido hacia aquí! - Mintió, mientras se abría de brazos - Disculpa por lo del guardia. Necesitaba encontrar a alguien con una voluntad distinta. Se despertará en unos minutos, pero eso ya lo debes de saber de sobras.

¿Y qué diría ahora? Tenía que elegir con cuidado sus palabras y sonar lo más convincente posible. Si tenía una voluntad tan fuerte quizás hasta podría leer su aura a la hora de mentir. Pero Dark era bueno haciéndolo, y sabía que manteniendo un tono de voz convincente, el pulso sin acelerar demasiado y creyéndose él mismo lo que decía bastaría. Elevó su brazo y se lo enseñó. La gente solía reconocer su brazo. Lo solían comparar con el tal Dark Satou, aquel vice-almirante, señor de la caza... Quizás con eso podría arreglar eso. O no. Se había vuelto a dejar llevar por un impulso y no había pensado del todo la consecuencia de enseñar el brazo. ¿Y si era algún pirata o criminal? No le interesaría que le comparasen con Satou entonces. Una vez bajó el brazo empezó a rascárselo algo nervioso y se dirigió a la pista para comenzar a bailar al son de la música. "Dios Dark, a más hablas, más la cagas. Como siga así no voy a salir vivo del local." pensó mientras bailaba haciendo algo de tiempo. Necesitaba tiempo para saber qué decirle a aquel albino.

Por desgracia la música a todo volumen le impedía escuchar sus latidos para saber si mentía. Y el fuerte olor a licor y humanidad percibir cambios sutiles en su olor que le hubieran delatado. ¿Que le estaba esperando? Y ahora le enseñaba la mano escamosa. Arqueó mucho una ceja, totalmente extrañado. ¿Qué diablos estaba ocurriendo ahí? ¿Era alguien que tenía algún negocio con él? Pues había escogido la noche incorrecta. Resopló y se encogió de hombros, con un actitud notoriamente menos hostil. De hecho la situación era tan surrealista que cualquier pizca de agresividad se había evaporado.

- Pues qué quieres que te diga, tío. No me suenas de nada. En fin, no causes jaleos en mi local y no tendremos problemas. Y si has venido por negocios, lo siento pero esta es mi noche libre.

Se acercó a Brianna y se preocupó un poco al verla. No necesitaba sentidos aumentados de vampiro para reconocer aquella pose corporal: estaba preocupada. Y no era por menos. Tendría que haber sido algo menos... evidente con que estaba preocupado. Se le acercó con una sonrisa y le pasó un brazo por la espalda, dándole un cariñoso beso en la mejilla.

- Está todo bien... ¿creo? - dijo con cierta confusión - creo que era solo un chiquillo que se puso chulito con el guardia, nada preocupante - se encogió de hombros - estamos de vacaciones, así que no es problema mío.

Echó un vistazo a la lista de combinados. No había pasado mucho tiempo por el local, así que aún no se los sabía de memoria. Había algunos extraños y curiosos, pero... qué diablos, era su local. ¿Por qué pedir algo de la carta cuando podía hacer la carta? Rápidamente reunió una lista de ingredientes en su cabeza e hizo un gesto al tontatta que estaba de camarero.

- Johny, colega, pon un combinado nuevo en la pizarra: como base zumo de tomate. Échale tequila, papaya, pimienta negra y ponle una rodaja de limón. El nombre... The vampire's misstres - sonrió traviesamente - Y sírveme uno, claro.

Se giró hacia Brianna mientras el pequeño camarero trabajaba, Estaba resplandeciente con el vestido. Se le había estropeado un poco el peinado por el viaje en moto... pero eso tenía arreglo. Antes de que ella pudiera ni reaccionar, ya había sacado un peine y en una serie de veloces pasadas, tan rápidas que su mano era apenas visible, se lo había dejado como nuevo.

- Tal vez debería haberme hecho peluquero - bromeó engreídamente - Como nueva.

Para su suerte, el peliblanco dejó de mirarle y se fue tras advertirle de que no causase problemas en su local. Cruzó los brazos refunfuñando y volvió hacia la barra para pedir otro vaso de whisky. No sabía cómo ni por qué, pero algo dentro de él le pedía a gritos de hablar con el dueño del local. Aquella voluntad que tenía le había dejado todavía las manos temblando. Observó desde su asiento hacia donde fue y apoyó el codo en la barra, dejando caer su mentón sobre su puño. Se preguntó si vería correcto Xiba sobre ir bebiendo en un local así. No quería ni imaginar lo que pensaría su mentor si se enterase de que usaba el haoshoku para divertirse. Aquello no estaba bien, y eso él lo sabía. El albino le había demostrado con una lección cruda que no podía ir imponiendo su voluntad por ahí, así que se abstendría de hacerlo... Por ahora.

"¿Y ahora qué mierda hago?" se preguntó mientras observaba la pareja. La chica que iba con él parecía bastante guapa e iba también en un vestido que parecía bastante caro. Sonrió y se le ocurrió algo: se acercaría y vería hasta dónde la paciencia del otro podía llegar. Si estaba delante de su pareja y de la gente de su local, muy seguramente no llegaría a ponerle la mano encima. O eso rezaba Dark ya que, si se atrevía a hacerlo, dudaba si pudiese contra él peleando. Encima no llevaba nada de armas encima, Xiba se las había vuelto a requisar. Se acercó hacia la pareja y se abrió de brazos, para después volver a colocar el mentón sobre su mano y silbar a la morena.

-Vaya vaya, qué bien se las gasta el dueño del local, ¿eh? - Exclamó mientras pegaba pequeños codazos al peliblanco - Permítame presentarme, me llamo Dark. Soy un amigo de su pareja, señorita.

Miró de reojo al dueño del local esperando que siguiese su plan. No sabía por qué, quizás porque compartían color de pelo, pero algo le decía que podía sacar algo interesante de aquella conversación. Hizo una leve mueca con sus labios, casi como para sonreír escuetamente. Después esperó a ver cómo reaccionarían mientras inclinaba su torso hacia delante y tendía su mano a la dama para ver si le permitía bailar con él.

-Espero que no te moleste, amigo. - Le dijo sonriendo.