Moderado nivel 3 osten y kristoph

Últimamente han llegado rumores de que un increíble y gran forjador se ha instalado en Hallstat, los bajos fondos han ofrecido una gran suma de dinero por encontrarlo y asegurar sus servicios exclusivamente. El problema. El tiempo vuela y tenéis muchos competidores, parece ser que el hombre puede recrear armas, armaduras, municiones y drogas de las mejores calidades.

No sabéis mucho del tipo, parece que siempre tiene un perfil bajo y que trabaja mediante intermediarios, las únicas pistas que os dieron es que vive en Hallstat, es un tipo de gran envergadura y altura y que suele ir acompañado por una extraña mascota.

Teneis la capitanía del puerto a unos cien metros a la izquierda y callejuelas de puerto se extienden en vuestras doce, al frente hay almacenes y alguna taberna. La sirena ruborizada, El esturión derrochon, por citar los mas cercanos, Transportistas y marineros cargan y descargan bienes de diversos barcos, aquí aparte de trabajadores y camareros, no hay populacho. Pero puede ser una buena zona para indagar y buscar pistas.

Kristoph miró a su izquierda, en dirección a la capitanía del puerto, tentado de ir a preguntar allí. Era consciente de que el tipo mantenía un perfil bajo, que trabajaba mediante intermediarios, por lo que, aunque en la capitanía seguramente habrían visto al forjador, dudaba que tuvieran información que Kristoph pudiera utilizar para avanzar en su búsqueda. Finalmente decidió acercarse a La Sirena Ruborizada, definitivamente en la taberna tendrían más información.

Kristoph entró a la taberna, no había demasiado ajetreo, algún que otro marinero sediento y con ganas de saciar su gula. Se acercó al tabernero y se sentó junto a la barra.

- Jefe, ponme un buen plato de carne. – Pese aunque no estaba hambriento, tal vez si consumía algo el tabernero se encontrara más dispuesto a compartir información. El tabernero hizo una señal a modo de afirmación y ordenó al cocinero el plato.

- Oye, jefe, estoy buscando a un forjador, dicen que es muy bueno. Verás, quiero cambiar mi katana por otra de mejor calidad ¿Sabes algo? – Preguntó finalmente Kristoph, que quedó a la espera de la respuesta.

Musica ambiental:

Osten y Kristoph llegaron al puerto donde supuestamente esperaban encontrar información sobre el forjador. Decidieron separarse para conseguir información sobre el hombre más rápido, Kristoph fue a la Sirena Ruborizada y Osten, aún en la calle, decidió darse una vuelta por allí para ver si veía algo interesante.

Había mucha actividad ese día, por lo que no vio más que estibadores cargando y descargando los diferentes barcos mercantes que había allí. También había unos cuantos camareros en las puertas de las tabernas, aprovechando para echarse un cigarro rápido.

-¿Tienes fuego? -Preguntó Osten a uno de los camareros con el cigarro en la boca. -Tú eres de aquí, ¿dónde puedo encontrar alguien que me arregle la espada? -Continuó mientras le daba una calada al cigarro, confiando que esa persona le dirigiera a uno de los intermediarios de esa persona.

Mientras esperaba una respuesta, echó un vistazo a la calle principal, con la mirada perdida.

-Hay unas cuantas herrerías en esta calle. Pregunta en alguna de ellas. -Le dijo mientras tiraba el cigarro y entraba en la taberna.

Se decidió a entrar en la primera herrería que encontrase, así que se puso en marcha y no dejó de observar toda la actividad hasta que llegó a la puerta de la herrería. "El Tritón de Acero", es lo que rezaba el cartel de la entrada.

- La carne estaba deliciosa jefe, pero ese último plato me ha llenado, no voy a poder tomar postre. – Mintió Kristoph viendo que allí ya no había nada que rascar.

Kristoph pagó su comida y salió de la taberna, decidió adentrarse más en la ciudad, a ver qué veía.

Siguió las calles principales, al principio había marineros deambulando, algunos buscando comida y otros llevando cajas de suministros, pero poco a poco el ambiente pasó a ser el de un pueblo, con su gente normal haciendo recados y sus típicas tiendas de comida.

Si Kristoph había oído bien, el forjador deambulaba por el pueblo con normalidad. Así que Kristoph quería probar suerte a ver si veía a su característica oveja rosa mientras disfrutaba de su paseo.

Llegó a una gran plaza, había bastante gentío por allí, incluso algún atisbo de lo que parecían ser las gentes más adineradas de la isla. Con su dedo meñique, Kristoph se limpió el oído, en un intento de escuchar cualquier murmullo sobre el buscado forjador.

Música de ambiente:

"Así que no es del gremio..." se quedó pensando Osten.

-Y, ¿podría decirme dónde encontrar una de esas tiendas de suministros? -Preguntó con el fin de no estar dando vueltas sin sentido por toda la ciudad.

Le indicó dónde podía encontrar la más cercana y le se puso a enseñarle un muestrario de sus productos, visiblemente esperanzado en conseguir otro cliente.

-Si tiene algo que cueste dos mil berries, estaré encantado de echarle un vistazo. -Dijo Osten esperando la negativa del dependiente.

Salió de la tienda, despidiéndose de un tipo que, aunque derrochaba cierta amabilidad, se le notaba en la mirada la sensación de frustración. Se dirigió calle arriba en busca de Kristoph, al que se encontró a la salida de la taberna.

-Si ya has terminado tu cuarta comida, he encontrado una pista. -Dijo Osten con mordacidad.

Anduvieron un poco mientras se ponían al tanto de lo que habían averiguado.

-Por mi parte, vamos a intentarlo en la tienda que me han dicho, y si no conseguimos nada nos ponemos a preguntar a lo loco de forma descarada. Así a lo mejor se interesa por quien hace tanto ruido metiendolo. -Le dijo a Kristoph de forma decidida.

Sin esperar respuesta empezó a andar a la tienda que le habían mencionado.

Os reunís brevemente para intercambiar información, así que decidís volver a separaros, en la plaza escuchas atentamente cualquier rumor o atisbo de información que te pueda ser útil, lamentablemente no hay mucho que puedas sacar en claro.

Koldwood:

ostenArd:

Osten aún no había salido de la tienda de suministros, seguramente se había embelesado con cualquier mierda que el tendero tuviera a la venta. Kristoph decidió acercarse al guarda a preguntar directamente.

El guarda no tardó en ver a Kristoph acercarse y, mirando con desdén, se detuvo a esperarlo.

- Buenas. – Kristoph estaba juntando todas sus fuerzas por sonar amable, lo último que buscaba era problemas con la guardia. – No he podido evitar fijarme en su epléndida espada, me preguntaba si será obra del maravilloso forjador del que tanto se habla, dicen que siempre va acompañado de su oveja rosa. Verá, estoy interesado en una nueva katana. – Terminó Kristoph de explicar.

El guarda le explicó que su espada se la habían fabricado en una pequeña herrería que pertenecía a familiares suyos. Le aclaró que no estaba seguro de dónde vivía aquel forjador, pero que, las pocas veces que lo veía, lo encontraba simplemente paseando junto a su oveja sin apariencia de tener un rumbo fijo.

Kristoph llegó a la conclusión de que el forjador era conocido en Hallstat, más por su extraña oveja que por ser forjador. Además, prefirió no seguir insistiendo al guarda. Así que fue a la tienda de suministros donde había entrado Osten.

La puerta, al abrirse, emitió un agradable sonido. Kristoph no tardó en encontrar a Osten completamente embelesado mirando una gran pistola que, aunque parecía potente, era tan bonita que casi parecía solo de decoración.

- Osten, no hemos venido aquí a mirar armas con los ojos como platos mientras se nos cae la baba. Tengo que encontrar al gran forjador de este pueblo para que me haga una buena katana ¿Usted no sabrá donde encontarlo? –Preguntó Kristoph pasando la mirada del tarado de su amigo al tendero. –Parece bastante esquivo y, a estas alturas, digamos que me sentiría “en deuda” si “alguien” me llevará hasta el forjador. –Dijo Kristoph mientras sacudía levemente su monedero, sugiriendo que si el tendero le llevaba donde él quería, le acabaría pagando.

No había sido muy difícil encontrar una pista de ese tipo, eso podía ser por dos motivos, o era muy torpe a la hora de esconderse, o lo suficientemente poderoso para no tener que ocultarse demasido. Fuera lo que fuese, ya habían dado con un rastro y, como todos los rastros, Osten no iba a dejarlo escapar.

Sonó la campanilla de la tienda y al darse la vuelta, vio cómo Kristoph entraba en ella. Como siempre, lo primero que le dijo a Osten fue para burlarse de él. Acto seguido, se dirigió al tendero.

-Tengo que encontrar al gran forjador de este pueblo para que me haga una buena katana ¿Usted no sabrá donde encontrarlo?. Parece bastante esquivo y, a estas alturas, digamos que me sentiría “en deuda” si “alguien” me llevará hasta el forjador. -Dijo a la vez que sacaba un saquito lleno de berries.

Nada más ver eso, Osten le dio un manotazo y cogiéndolo de la pechera lo sacó fuera de la tienda a la vez que le decía al tendero:

-Dígale que podrá encontrarnos en El Esturión Derrochón.

Al cerrarse la puerta, Osten tiró a Kristoph al suelo, éste se quedó mirándolo con cara de incrédulo.

-No puedes ir sobornando al primero que se te ocurra, imbécil. -Le dijo Osten con tono y gesto enfadado.

-Ya había conseguido que ese hombre se pusiera en contacto con el forjador. Ahora a saber si le dirá algo o no. Vayámonos de aquí. -Puntualizó Osten, pues varias personas que había por allí se habían parado para observar qué es lo que pasaba.

Salís de la tienda bajo la atenta mirada del tendero que os observa receloso. En la calle reina la tranquilidad tan solo rota por un grupo de chiquillos que corretean por la zona jugando inocentemente.

Os dirigís a la taberna del esturión derrochon, cuando vuestros ojos os juegan una mala pasada, una bola gigante de color rosa desaparece girando la esquina, salís en su persecución evitando a los transeúntes, sin embargo cuando llegáis os dais cuenta de que esta a varios metros de vosotros, lleva una bolsa en la cabeza y trota felizmente por la calle principal del puerto.

La calle aunque concurrida permite moverse con soltura, la mayoría de la gente son descargadores de muelle que miran y señalan al curioso animal llenos de sorpresa. Podéis seguir al animal o asaltarlo.

seguirlo:

si lo asaltais:

Kristoph llegó al Esturión Derrochón, se suponía que allí se verían con el esquivo forjador. Justo cuando estaban a punto de cruzar la puerta para entrar al local, sus ojos distinguieron una bola rosa moviéndose a lo lejos. Kistoph se paró en seco y corrió hacia el animal. Osten lo seguía.

Se detuvieron a pocos metros de la mascota, que trotaba con una bolsa en la cabeza ¿Tal vez estaba haciendo algún recado a su dueño? Decidieron seguirla, esperando que les llevara a su objetivo.

La oveja les llevó por calles estrechas, llenas de adoquines y casas evidentemente antiguas, de repente giró una esquina, Kristoph y Osten se esforzaron por seguirla, pero cuando llegaron a la esquina, el animal ya había desaparecido.

Se encontraban en una calle ancha, con suelo de adoquines, las casas eran algo más nuevas, aunque igualmente parecían tener ya unos años de más.

- Hemos perdido a la estúpida oveja por tu culpa, Osten, estás gordo y eres lento. Hemos perdido esta oportunidad y ahora nos toca esperar en el Esturión Derrochón a que al forjador le dé la gana de hablar con nosotros. De verdad que ni para correr vales. – Estuvieron discutiendo un rato sobre quién tenía la culpa y otras sandeces varias, hasta que los ojos de ambos se posaron en el letrero que tenían enfrente.

“Detective Privado”, rezaba el letrero. A Kristoph le extraño que en aquel pueblucho hubiera un detective, más aún en aquellas estrechas calles. Pero ya que estaban allí, decidieron entrar a ver qué conseguían.

Kristoph se acercó a la puerta y llamó, dando golpes con los nudillos, la puerta debía de estar abierta, porque se abrió con el segundo golpe. Kristoph y Osten entraron.

Parecía una casa completamente normal, su sala de estar, su baño, su cocina, había un pequeño comedor y, junto a la pared del comedor, unas escaleras que llevaban al segundo piso. Parecía una vivienda completamente normal, salvo porque estaba vacía, claro. Kristoph y Osten subieron las escaleras al piso de arriba, en cuanto llegaron a la segunda planta, una voz les sorprendió.

- ¿Cómo habéis entrado?– Era una voz de hombre, sentado tras un escritorio, en la habitación justo enfrente a las escaleras.

- La puerta estaba abierta. Sentimos la intrusión ¿Es usted el detective privado? – Mientras Kristoph pronunciaba las palabras, no podía alejar la vista de aquel extraño hombre. Era rubio, con el pelo largo y descuidado, sus ojos eran verdes y tenía una gran cicatriz que le cruzaba el rostro de lado a lado. – Querríamos preguntarle acerca del forjador que vive aquí, tiene una oveja rosa como mascota. Le buscamos para renovar nuestras armas. – Kristoph estaba extrañamente nervioso, y lo que más le molestaba era que no sabía exactamente el por qué. Osten le puso la mano en el hombro y calmó a su amigo, esperando una respuesta de aquel detective.

Siguieron a la estúpida oveja rosa por buena parte de la ciudad. Al cabo de un rato Osten se planteó secuestrarla, pero al girar la esquina que había doblado, ésta ya no estaba en ninguna parte. Kristoph le estuvo insultando otra vez, pero en aquella ocasión sólo le respondió una vez, pues detrás de su amigo vio un letrero que decía "Detective privado".

Después de mirarse un par de veces, Kristoph llamó a la puerta. Al segundo golpe se abrió sola, Osten entró en la casa detrás de Kristoph y cuando avanzaron un poco por la casa, una voz los sobresaltó.

-¿Cómo habéis entrado? -Preguntó una voz que procedía de una habitación situada en lo alto de las escaleras.

Era un hombre delgado, con el pelo canoso, ojos verdes, la nariz la tenía torcida, como si se la hubieran roto varias veces a lo largo de su vida. Estaba sentado detrás de un escritorio de ébano oscuro, con varios papeles encima de él, que Osten no llegó a distinguir qué ponía en ellos.

Kristoph contestó directamente, con el mismo tacto con el que tocaba a las mujeres con las que le gustaría yacer... Ninguno. Derecho a la boca del lobo, sin tantear el terreno, pisando todas las hojas secas del camino y activando las trampas que había para los animales.

-Siento la franqueza de mi amigo, aunque dentro de poco tendré que decir "difunto amigo". -Dijo Osten mirando con los ojos fuera de órbita a Kristoph.

-Pero ya que pregunta por el forjador de forma tan directa, yo tengo otra pregunta para usted, en el caso de que acepte ayudarnos ¿cuánto nos va a costar su ayuda? -Preguntó con la malicia que le correspondía.

El anciano os mira con terror, entre lantos logra articular.

-Yo... Yo....no se.... No se nada.-

Os acercáis al hombre despacio con a saber que intenciones crueles y malévolas para hacerle escupir todo lo que sabe.

Sin embargo a vuestra espalda la puerta se cierra de un golpe. Os quedáis en el sitio inmóviles, un sudor frió os recorre el cuerpo, sentís que si os movéis os dais la vuelta o tan siquiera respiráis moriréis a causa de una fuerza abrumadora.

Al abuelo se le iluminan los ojos y sale lo mas rápido que puede hacia vosotros rodeándoos con cautela.

-Bueno, bueno, bueno. ¿Que tenemos aquí? ¿Un par de ladrones?¿Asesinos tal vez?-

-Pttrrttt-

Una pedorreta dulce y agradable resuena en la sala, os dais cuenta de que la presion y las ansias de sangre que os amenazaban se han reducido considerablemente. Os volvéis para encontrar al abuelo junto a un tipo enorme, entre medio de ellos esta el pony rosa que perseguíais.

EL abuelo abre la puerta se despide y abandona la estancia, mientras tanto el tipo se mueve al escritorio y se sienta en la silla de detrás.

-Bueno sentaos, sean, bienvenidos a mi oficina. ¿En que puedo ayudarles caballeros?

El tono del hombre es duro y severo como un padre cuando pilla a su hijo robando galletas de la despensa.

Kristoph se estremeció, una gota de sudor frío recorría su frente. Aun así, la idea de tener a mano su arma y de tener a Osten al lado le tranquilizaba, si pasaba algo, serían dos contra uno y un pony rosa que soltaba pedorretas.

- ¿Esta mascota es suya, señor? – Consiguió articular Kristoph, sin llegar a entender la situación. Ya no sabía si estaba frente a un detective privado, frente a un forjador, o frente a un señor que se dedicaba a ambas cosas.

El hombre se echó hacia atrás en el asiento, acomodándose mejor, estaba claro que estaba totalmente relajado, no se sentía amenazado por la presencia de Osten y Kristoph allí. Permaneció callado, en silencio, como si Kristoph no hubiera hecho pregunta alguna ¿Tal vez era sordo? La tensión en el cuerpo de Kristoph no hacía sino aumentar.

Osten se dio media vuelta mientras el anciano cerraba la puerta al salir. Se encontró con el pony rosa que habían seguido hasta allí, detrás se encontraba un tipo enorme, que se dirigió al escritorio.

Abrumado por su presencia, Osten empezó a sudar, y Kristoph preguntó si el pony era su mascota. Era evidente que este tipo era el que estaban buscando, viendo su sola presencia no era de extrañar que alguien quisiera tenerlo de su parte.

-No venimos a hacer daño a nadie. Solo queríamos hablar con usted, señor. -Dijo Osten de la manera más calmada que pudo. Tuvo mucho cuidado en elegir bien sus palabras pues daba la impresión de que este tipo podría matarlos sin pestañear.

-Nos han dicho que podríamos encontrar un forjador muy talentoso en esta ciudad, por lo que veo, no solo se le da bien eso.

El hombre, con expresión divertida, encontró su mirada con la de Osten. Éste, pudo ver que ese hombre era sin duda un líder natural, pero hizo acopio de toda su voluntad para evitar bajar la vista, No iba a ser el que se doblegase, o, por lo menos, no con tanta facilidad como parecía creer ese hombre.

-Bueno, bueno, bueno. me temo que he de defraudaros, yo no soy aquel que buscáis, lamentablemente no tengo ni idea de forjar una espada, ni tan siquiera sabría calentar el acero correctamente.-

Fluffle sirvió una bandeja con algunos dulces, aunque un ojo entrenado se daría cuenta de que el pequeño animal tenia la boca y el pelaje lleno a rebosar de estos.

-Gracias Fluffle. Respecto a hacer daño... Permitirme deciros que si armáis jaleo en mi ciudad seré yo quien os cuelgue del mástil mas alto del primer barco que salga de Hallstat. Por otra parte, Fluffle no es una mascota, es un compañero. Yo que vosotros mediría mis palabras... Esta adorable bolita de amor es aquel a quien buscáis.-

Deje un rato para que se sorprendieran y dudaran.

-Muy bien, haremos una cosa,hacerme un pedido formal, puede ser lo que mas os guste. Fluffle y yo lo fabricaremos para vosotros sin coste alguno, sera una maravillosa obra maestra, podéis estar seguros. Después si estáis satisfechos, podéis darle mi tarjeta a vuestro contratante, ya con eso me pondré yo en contacto con el. ¿Tenemos un trato?

Ante las palabras de aquel señor, Kristoph se relajó casi totalmente.

- ¿Entonces este animalito tan adorable es el forjador? - Kristoph comenzó a acariciarle la cabeza a Fluffle, que emitió un leve sonido de satisfacción. - ¿Está seguro que no va a cobrarnos nada, señor? Me parece abusar un poco después de haber irrumpido así aquí... Pero si insiste, mi petición es una katana, a poder ser que tenga el mango negro, el resto lo dejo a vuestra elección. - Kristoph se cruzó de brazos, pensando en cómo se vería su nueva katana y si realmente Fluffle iba a forjarla y... ¿cómo demonios forjaría aquel animalillo una espada?

- Por otra parte, ¿cómo debería llamarle, señor? Me da no se qué no saber cómo dirigirme a usted. Yo me llamo Kristoph

- Desde luego, no te dirijas a mí de usted, Kristoph. Llámame Adam. - Adam se acomodó más, poniendo los pies sobre el escritorio.

El pelo de Fluffle era suave y aquel animal parecía cariñoso, Kristoph no podía resistirse a seguir acariciándolo sin parar, mientras esperaba a que Osten eligiera qué quería que le forjara.

Osten no se terminó de fiar del hombre. ¿Cómo era posible que el animal fuera el forjador?. Ante ese aluvión de información, a Osten no se le había olvidado la sensación que tuvo cuando entró ese hombre.

-Estoy seguro de que podrá hacer muchas cosas para nosotros, pero permite que desconfíe de su desinterés. -Dijo Osten al oír cómo se ofrecía a hacerles lo que quisieran "gratis".

Kristoph enseguida se apresuró a pedirle una katana, mientras acariciaba al animal.

-Desde luego, no te dirijas a mí de usted, Kristoph. Llámame Adam. -Dijo el hombre desenfadadamente.

-Muy bien Adam, no me interesa que hagas ningún objeto para mí. Pero si quisiera saber qué es lo que nos hiciste al entrar. -Osten se quedó mirándolo mientras se acomodaba en la silla. -Sin embargo, a nuestro cliente sí que le interesaría una total inmersión de tu trabajo. Y no es un hombre al que se le diga fácilmente que no.

Puestas las cartas sobre la mesa, Osten se sentó en la silla que había en el escritorio.

-Así que una katana... Algo muy típico, la gente se cree que son lo mas o algo, todo el mundo parece gustarle ese estilo, sera por que el capullo de Zane D kenshin lleva de esas, pero en fin... Si podemos hacerte una. Por otra parte si no quieres nada es cosa tuya. también te diré que si no sabes que es lo que sentiste al entrar, no merece la pena perder el tiempo explicándolo, eres demasiado joven aun, viaja mas y ve mundo encuentra un maestro y tal vez puedas averiguarlo.-

Le hice una seña a Fluffle para que comenzara a preparar todo lo necesario.

-¿Mi nombre? soy el señor Epico. No lo olvides. Créeme jovencito lo que quiera tu cliente me la trae al pairo, bastante habéis logrado que es que acceda a realizarle un trabajo y daros una muestra de el. Ahora marchaos, tengo mucho que hacer, volved mañana a primera hora, tendréis el encargo listo.

Fluffle,manos a la obra hagamos un arma de calidad.-

El hombre os despacha mientras señala la puerta y se reúne con el peludo y rosado animal para comenzar el trabajo.

Kristoph salió del edificio, notando aún en sus manos la textura suave de Fluffle, no podía creer que aquel animal fuera capaz de forjar nada ¿Acaso había comido una akuma no mi tipo zoan?

Se dirigían de nuevo al Esturión Derrochón, en busca de una cama y algo de comida, aunque después de haber llegado hasta allí persiguiendo a Fluffle, ahora estaban perdidos y no sabían volver.

Osten parecía molesto, no era capaz de ver que estaban consiguiendo su objetivo, que aquel señor se hubiera negado una vez no significa que lo fuera a hacer siempre. Kristoph suponía que era cuestión de hablarlo y de hacerle mucho la pelota.

Debido a su mal humor, Osten no quería pararse a preguntar el camino hasta los muelles, así que Kristoph estaba ojo avizor buscando cualquier silueta humana para preguntar el camino de vuelta.

Finalmente una señora entrada en años, con remilgos de grandeza y un bolso de brillaba de lejos, les indicó, haciendo ascos con la cara por la apariencia de Osten y Kristoph, el camino de vuelta a los muelles.

Kristoph no paraba de darle vueltas a la situación, un Osten cabreado que se negaba a mediar palabra y Epico, por su parte, se negaba a ir con ellos.

Sea como sea, parece ser que a Epico le importaba Hallstat, sería complicado sacarlo de allí, aunque claro, Epico no era el forjador. La clave era Fluffle, si se ganaban la confianza de aquel extraño animal tal vez conseguirían que les siguiera a ellos. Primero debían comprender la naturaleza de Fluflle.

Epico y Fluffle, dos nombres sin sentido para un hombre y una mascota "forjadora" sin sentido. En eso estaba pensando Osten cuando salió de aquella casa. Fue sin rumbo, sin pensar en que Kristoph estaba detrás de él, de hecho no reparaba en su presencia, iba pensando en lo que le había dicho Epico.

Al girar una esquina y no reconocer el sitio, miró en todas direcciones, y se dio cuenta que Kristoph estaba allí, hablando con una anciana. Le estaba indicando el camino a los muelles, la verdad es que no sabía dónde estaban y le vendría bien las indicaciones.

-¿A qué se refería con eso de que soy demasiado jóven?¿O es que acaso el señor "importante" es demasiado importante para pararse un minuto a explicar lo que pasó y no para hacerte una estúpida katana? -preguntó Osten furioso.

Fuese lo que fuese que quisiera decir, volvería a la taberna y esperaría al día siguiente para recoger la katana de Kristoph y llevarse a la maldita oveja rosa. Al fin y al cabo eso es lo que quería el contratante, asegurar sus servicios, y llevándole a Fluffle le aseguraría sus servicios.

-Kristoph, ¿qué piensas sobre el secuestro de animales? -preguntó esperando que su amigo comprendiese sin más explicación.

Llegáis a los muelles sin muchos mas problemas, para vuestra sorpresa han reservado una habitación para vosotros en el esturión derrochon, la habitación no es gran cosa pero tiene camas, y todo lo necesario para pasar una buena noche, ademas teneis pagada la cena, el menú de la noche es costillas, ensalada y besugo al horno.

Si increpáis al posadero sobre quien pago la habitación, después de un rato de evasivas conseguís que os diga que fue un tipo trajeado y estirado, pago al contado y no llega a recordar su rostro. La noche pasa sin incidentes y os despertáis a la mañana siguiente a base de golpes en la puerta.

-Señores el desayuno esta servido, pueden bajar a desayunar.-

Huevos con chorizo y tostadas con mermelada, un desayuno de campeones para el que lo quiera tomar. tenéis vía libre de recorrer la zona o hacer planes antes de ir a recoger la espada.

¿Hasta dónde llegaba la influencia de Epico en Hallstat? Kristoph empezó a pensar que aquel hombre realmente sabía todo lo que pasaba en su ciudad, y que probablemente no se estaba equivocando en decir que Hallstat era "su ciudad".

Kristoph, pese a sus tribulaciones, durmió en la habitación pagada a pierna suelta, pero cuando se encontró aquel desayuno con tan buena pinta, fue incapaz de comerlo sin pensar. De hecho, se fue del local sin desayunar, no quería ser envenenado, así que ni siquiera se le pasaba por la mente comer ni en el Esturión Derrochón ni en cualquier otra taberna de mala muerte en Hallstat.

- Tú - Dijo Kristoph mirando a Osten. - No tengo buenas sensaciones con esto, será mejor que no nos separemos por lo que pueda pasar.

Aún era temprano para ir a recoger la katana de Kristoph y hablar con Epico, así que decidieron alejarse un poco del bullicio del poblado, simplemente iban a dar un paseo por las afueras de la ciudad.

- ¿Qué crees que fue aquella extraña sensación? - Preguntó Kristoph refiriéndose al momento en que Epico entró en la sala.

Se levantó con la voz del posadero, "el desayuno está servido", no le gustó que también le pagaran el desayuno. Al bajar, se sentaron en una mesa, el posadero se acercó con una bandeja llena de zumo, café y tostadas. Epico no había reparado en gastos para ellos, sin pensar en otra cosa, se puso a comer. Kristoph no comió nada, era raro en él.

Al acabar, se pusieron en pie y salieron a la calle, era temprano, pero ya había mucha actividad en el puerto.

-Tú, no tengo buenas sensaciones con esto, será mejor que no nos separemos por lo que pueda pasar -le dijo Kristoph.

-Por una vez veo que estás pensando en algo útil -se burló Osten.

Fueron hacia la ciudad, allí no había tanta actividad como en el puerto, pero también se veían algunos negocios ya abiertos.

-¿Qué crees que fue aquella extraña sensación? -le preguntó Kristoph.

Osten no tenía respuesta, se quedó pensativo un momento y de fondo vio una librería.

-Pues no tengo ni idea, pero ya que tenemos algo de tiempo, ¿por qué no lo intentamos averiguar? -sugirió señalando el establecimiento.

Comenzáis una investigación, las preguntas sobre esa sensación son vagas y las respuestas van desde la incomprensión a la mas absoluta ignorancia. Sin embargo en vuestro camino se cruza un viejo mendigo, lleva harapos y camina ayudándose con un bastón, no parece haberse bañado en días y se le nota desnutrido. Sin embargo cuando os ve se ríe con una voz ronca y estridente. Cuando su ris cae os mira con ojos brillantes.

- Oh, nobles señores por unas monedas iluminare vuestras mas oscuras dudas, yo tengo la llave del conocimiento que buscáis, ¿Pero, estaréis preparados?

si le pagáis:

si no le pagáis: