¡Comienza el de menor nivel!
- Descripción aproximada de la arena del torneo:
- Se trata de un campo completamente circular de ochenta metros de diámetro. Lo curioso de este campo es que cada cierto tiempo (una vez cada tres turnos) el campo comienza a girar rápidamente hasta el final del turno, haciendo que los combatientes que estén encima pierdan estabilidad.
Osuka Sumisu
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Que corto se le había hecho el combate contra el hombre pez. Para las pocas veces que disfrutaba las peleas, libres de follamentes y desquiciados con la boca demasiado suelta, se terminaban antes de que pudieran satisfacerle del todo. Había tenido sus altibajos dependiendo del contrincante. Algunos le habían sido como una patada en los huevos y otros habían sido más agradables, asi era la vida. Al menos se había llevado una cajita de vino de sus patrocinadores, y del bueno. Seguro que Zane no se negaría si le invitaba a él y al resto de su banda a una copa.
El estadio era más inusual que otras ocasiones, más simétrico, un círculo perfecto. Le recordaba a la arena que había en Dressora. Tenía el lugar fresco en la memoria debido que el vino era producto local y estos días había bebido más del líquido morado que propia agua. ¿Que la borrachera de vino era la peor de todas? Quizá, pero no quitaba que estuviera bueno, demasiado bueno. Quizá estaba bebiendo demasiado en ese torneo, pero ya lo compensaría con una temporada de abstinencia.
Empezó a hacer estiramientos y sus huesos crujían como una maquina oxidada. Su cuerpo era como una maquinaria vieja, pero tan capaz como el primer día, aunque tenía que admitir que tantos años luchando por la Armada le habían desgastado más de lo que cualquier persona le gustaría.
Como otras veces, quiso saber por sorpresa cuál era su rival. Era parte de la emoción, ya que si lo sabía por adelantado, hubiese planificado su estrategia y perdería su encanto. Sintió un escalofrió, y por primera vez, no era por la emoción de la pelea.
- Qué raro… parece que va a refrescar –musito-.
El estadio era más inusual que otras ocasiones, más simétrico, un círculo perfecto. Le recordaba a la arena que había en Dressora. Tenía el lugar fresco en la memoria debido que el vino era producto local y estos días había bebido más del líquido morado que propia agua. ¿Que la borrachera de vino era la peor de todas? Quizá, pero no quitaba que estuviera bueno, demasiado bueno. Quizá estaba bebiendo demasiado en ese torneo, pero ya lo compensaría con una temporada de abstinencia.
Empezó a hacer estiramientos y sus huesos crujían como una maquina oxidada. Su cuerpo era como una maquinaria vieja, pero tan capaz como el primer día, aunque tenía que admitir que tantos años luchando por la Armada le habían desgastado más de lo que cualquier persona le gustaría.
Como otras veces, quiso saber por sorpresa cuál era su rival. Era parte de la emoción, ya que si lo sabía por adelantado, hubiese planificado su estrategia y perdería su encanto. Sintió un escalofrió, y por primera vez, no era por la emoción de la pelea.
- Qué raro… parece que va a refrescar –musito-.
Había estado repasando la clasificación en las horas previas al enfrentamiento. La mitad de la tabla estaba muy ajustada, con una gran cantidad de competidores condensados en torno a los seis, siete y ocho puntos. Zane y Arthur Silverwing encabezaban la clasificación con cierta diferencia, aunque Therax aún no estaba fuera de las semifinales. Y es que si vencía a su próximo oponente, Osuka Sumisu, e Ivan Markov perdía o empataba ―también si Lysbeth era derrotada por éste―, cabía la posibilidad de que se colase en la siguiente ronda.
Accedió al estadio entre el clamor del público, que había hecho sus apuestas y sabia lo que estaba en juego. La multitud rugió cuando su traje de color burdeos fue iluminado por los rayos del sol. Era el último regalo que le había hecho uno de sus patrocinadores, a juego con una chistera del mismo color decorada con una cinta dorada en su base. Tal vez fuese un poco estrafalario, pero al rubio le agradaba el atuendo.
La arena era simple: un campo circular cuyo perímetro se encontraba marcado por unos raíles de metal. En cierto modo era parecido al terreno en el que había combatido contra Luka. Circular y simple, era un área en el que las habilidades de los luchadores serían las que marcasen el devenir del combate.
Frente a él se encontraba el que sería su contrincante. Zane le había hablado de él, y es que, según parecía, se conocían desde hacía tiempo; mucho antes de que la figura del pelirrojo se hubiese convertido en una de las cabezas visibles de la piratería.
―Therax ―se presentó, desenfundando a Kaze no Michi y clavándola en el suelo antes de rebasar su posición. Quedó hundida hasta la mitad de la longitud de su hoja y, justo después, desenvainó a Wirapuru y a Yuki-onna―. Siento decirte que no puedo permitirme ir a medio gas en este combate.
Yuki-onna segó el aire, dando forma a una onda cortante que, propulsada por una corriente para incrementar notablemente su velocidad, se dirigía con voracidad hacia el revolucionario. Aquel gesto de cortesía, ese ataque que daba inicio a la batalla, sería el único respiro que le diese a Osuka en lo que restaba de lucha. Tenía que vencer sí o sí, y no admitiría un resultado que no fuese aquél.
Al mismo tiempo, su voluntad se extendió por la zona como un manto del que se valdría en la disputa que estaba por venir. Aquél era uno de sus puntos fuertes, Therax lo sabía, pero no había hecho uso de él en todo el torneo. No se le ocurría mejor momento que aquél para mostrar sus habilidades en todo su esplendor. Una vez más, ganaría.
Accedió al estadio entre el clamor del público, que había hecho sus apuestas y sabia lo que estaba en juego. La multitud rugió cuando su traje de color burdeos fue iluminado por los rayos del sol. Era el último regalo que le había hecho uno de sus patrocinadores, a juego con una chistera del mismo color decorada con una cinta dorada en su base. Tal vez fuese un poco estrafalario, pero al rubio le agradaba el atuendo.
La arena era simple: un campo circular cuyo perímetro se encontraba marcado por unos raíles de metal. En cierto modo era parecido al terreno en el que había combatido contra Luka. Circular y simple, era un área en el que las habilidades de los luchadores serían las que marcasen el devenir del combate.
Frente a él se encontraba el que sería su contrincante. Zane le había hablado de él, y es que, según parecía, se conocían desde hacía tiempo; mucho antes de que la figura del pelirrojo se hubiese convertido en una de las cabezas visibles de la piratería.
―Therax ―se presentó, desenfundando a Kaze no Michi y clavándola en el suelo antes de rebasar su posición. Quedó hundida hasta la mitad de la longitud de su hoja y, justo después, desenvainó a Wirapuru y a Yuki-onna―. Siento decirte que no puedo permitirme ir a medio gas en este combate.
Yuki-onna segó el aire, dando forma a una onda cortante que, propulsada por una corriente para incrementar notablemente su velocidad, se dirigía con voracidad hacia el revolucionario. Aquel gesto de cortesía, ese ataque que daba inicio a la batalla, sería el único respiro que le diese a Osuka en lo que restaba de lucha. Tenía que vencer sí o sí, y no admitiría un resultado que no fuese aquél.
Al mismo tiempo, su voluntad se extendió por la zona como un manto del que se valdría en la disputa que estaba por venir. Aquél era uno de sus puntos fuertes, Therax lo sabía, pero no había hecho uso de él en todo el torneo. No se le ocurría mejor momento que aquél para mostrar sus habilidades en todo su esplendor. Una vez más, ganaría.
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Su contrincante se paró frente a él. Su pelo rubio y la manera de empuñar las espadas, le recordaron a uno de los oficiales de la banda del pelirrojo. Primero Luka y ahora Therax, ¿pero cuantos Arashis se habían apuntado al torneo? ¿No era así más probable que el premio acabase en su tesorería? Porque dudaba mucho que no lo compartieran. ¿Y lo más importante? ¿De que iba vestido? Mira que el atuendo de Trajes Lolita que le habían obligado a poner a Osu era incomodo, pero aquello que llevaba el rubio era ridículo. Era elegante y todo eso, pero se iba a manchar si o si durante la pelea e iba a ser una autentica pena.
Uno de sus aceros danzo como su dueño le ordenaba con el movimiento de muñeca. El aire se estremeció y como estuviera de parte del pirata, guiaron la onda cortante que había lanzado como las velas de un navío a toda velocidad. Por lo poco que sabía de su compañero, sobre todo habladurías con el desamistado, el viento solía ser el mejor amigo del rubio. No se sentía intimidado, pues él no era el mejor amigo de la tierra, era la tierra en sí. La extensión misma del elemento por muy vanidoso que sonara.
Un pilar de piedra surgido del suelo se interpuso entre los dos, llevándose el impacto del ataque, que hizo saltar fragmentos y dejar en la estructura una hendidura penetrante. El pilar se reformo, como arcilla más que dura roca, y adopto la forma de un brazo del tamaño que usaría un gigante.
- Eso espero. –le respondió al comentario de no contenerse de Therax-. De no ser así… Me habría mosqueado mucho.
Hizo un gesto de golpear el suelo, y la gran replica rocosa lo imito. Cuando el brazo colosal de piedra impacto contra el suelo, una marea de espinas rocosas que llegaban a la cintura surgieron de la superficie en forma de cono que iban apareciendo a gran velocidad hasta encontrarse con el espadachín. Iba a enseñarle que no era el único con los elementos a favor.
Uno de sus aceros danzo como su dueño le ordenaba con el movimiento de muñeca. El aire se estremeció y como estuviera de parte del pirata, guiaron la onda cortante que había lanzado como las velas de un navío a toda velocidad. Por lo poco que sabía de su compañero, sobre todo habladurías con el desamistado, el viento solía ser el mejor amigo del rubio. No se sentía intimidado, pues él no era el mejor amigo de la tierra, era la tierra en sí. La extensión misma del elemento por muy vanidoso que sonara.
Un pilar de piedra surgido del suelo se interpuso entre los dos, llevándose el impacto del ataque, que hizo saltar fragmentos y dejar en la estructura una hendidura penetrante. El pilar se reformo, como arcilla más que dura roca, y adopto la forma de un brazo del tamaño que usaría un gigante.
- Eso espero. –le respondió al comentario de no contenerse de Therax-. De no ser así… Me habría mosqueado mucho.
Hizo un gesto de golpear el suelo, y la gran replica rocosa lo imito. Cuando el brazo colosal de piedra impacto contra el suelo, una marea de espinas rocosas que llegaban a la cintura surgieron de la superficie en forma de cono que iban apareciendo a gran velocidad hasta encontrarse con el espadachín. Iba a enseñarle que no era el único con los elementos a favor.
El revolucionario paró su onda cortante sin moverse siquiera. Un gran pilar de roca nació del terreno, deteniendo la ráfaga cortante en seco y liberando numerosas esquirlas como consecuencia de su parcial fragmentación. No obstante, la defensa no tardó en tornarse en ataque. La piedra se deformó hasta adquirir una nueva naturaleza. Un brazo de tierra se erguía ante él, amenazador e imponente. Y golpeó el suelo, provocando que su esencia se extendiese por el mismo para dar origen a una infinidad de estacas que se dirigían hacia él trazando una letal y recta trayectoria.
Un manto azulado comenzó a nacer de los poros de la piel del rubio, cubriendo poco a poco su anatomía al tiempo que el viento rugía con fuerza a su alrededor. Therax se hizo a un lado mientras el manto azulado adquiría una apariencia que confirmaba su origen demoníaco. Dos alas pasaron a adornar su espalda y, del mismo modo, la energía se condensó en la zona de su cabeza para darle la apariencia de un águila que, por otro lado, no impedía ver la silueta y las facciones del espadachín bajo ella.
Pese a que se había apartado en el último momento, uno de los conos acertó a provocarle un corte poco profundo en el muslo izquierdo. Un filo hilo de sangre recorrió su pierna, pero no le prestó mayor atención, pues era el momento de recuperar la iniciativa. El viento que había comenzado a moverse de forma antinatural cobró vida, condensándose hasta crear dos águilas que volaban en torno a su amo y señor. Las corrientes de viento generaban un agudo sonido al chocar entre sí, recordando de forma inequívoca al chillido de un águila.
Con Ostro flanqueando sus costados se lanzó al ataque. El viento hinchó sus alas, dotándole de una velocidad endiablada que le permitió alcanzar la posición de Osuka en un santiamén. Intentó rebasar el brazo de roca por la derecha, mientras que sus águilas alteraron su trayectoria para pasar a su izquierda y por encima. Sus garras y picos podían resultar letales, y su intención fue atacar el costado derecho y el torso de su oponente. Buscando sobrepasar cualquier defensa que el rival pudiese efectuar, el rubio empleó sus sables para atacar el flanco libre. Con su voluntad impregnando sus sables ―aunque en una proporción bastante menor de lo que sus capacidades le permitían―, trazó sendos cortes en dirección al flanco derecho de su objetivo.
El público rugió ante la peligrosa ofensiva del contramaestre de los Hermanos de la Tormenta, consciente de que en aquella disputa asistirían a un brutal despliegue de habilidades que cualquiera de ellos habría soñado con poseer. La multitud comenzó a aclamar a los luchadores. Algunos grupos de personas coreaban el nombre del domador, mientras que otros se inclinaban por apoyar al oficial de la Revolución.
Un manto azulado comenzó a nacer de los poros de la piel del rubio, cubriendo poco a poco su anatomía al tiempo que el viento rugía con fuerza a su alrededor. Therax se hizo a un lado mientras el manto azulado adquiría una apariencia que confirmaba su origen demoníaco. Dos alas pasaron a adornar su espalda y, del mismo modo, la energía se condensó en la zona de su cabeza para darle la apariencia de un águila que, por otro lado, no impedía ver la silueta y las facciones del espadachín bajo ella.
Pese a que se había apartado en el último momento, uno de los conos acertó a provocarle un corte poco profundo en el muslo izquierdo. Un filo hilo de sangre recorrió su pierna, pero no le prestó mayor atención, pues era el momento de recuperar la iniciativa. El viento que había comenzado a moverse de forma antinatural cobró vida, condensándose hasta crear dos águilas que volaban en torno a su amo y señor. Las corrientes de viento generaban un agudo sonido al chocar entre sí, recordando de forma inequívoca al chillido de un águila.
Con Ostro flanqueando sus costados se lanzó al ataque. El viento hinchó sus alas, dotándole de una velocidad endiablada que le permitió alcanzar la posición de Osuka en un santiamén. Intentó rebasar el brazo de roca por la derecha, mientras que sus águilas alteraron su trayectoria para pasar a su izquierda y por encima. Sus garras y picos podían resultar letales, y su intención fue atacar el costado derecho y el torso de su oponente. Buscando sobrepasar cualquier defensa que el rival pudiese efectuar, el rubio empleó sus sables para atacar el flanco libre. Con su voluntad impregnando sus sables ―aunque en una proporción bastante menor de lo que sus capacidades le permitían―, trazó sendos cortes en dirección al flanco derecho de su objetivo.
El público rugió ante la peligrosa ofensiva del contramaestre de los Hermanos de la Tormenta, consciente de que en aquella disputa asistirían a un brutal despliegue de habilidades que cualquiera de ellos habría soñado con poseer. La multitud comenzó a aclamar a los luchadores. Algunos grupos de personas coreaban el nombre del domador, mientras que otros se inclinaban por apoyar al oficial de la Revolución.
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Las finas gotas estallaron al encontrarse con el suelo, pues el ataque del revolucionario le dio parcialmente, rasgándole la piel y la ropa por igual. Ya sabía el que el atuendo no iba durar mucho entero, eso seguro que no lo cubriría la garantía. Como si al viento no le hubiese gustado haber herido a su protegido, arremetió con más furia. Las rachas de viento, tan poderosas y concentradas que se podían reconocer formas, adoptando la el aspecto de dos águilas gemelas e incluso imitaban sus majestuosos sonidos.
Como si se abalanzaran sobre su presa, cayeron en picado a por el revolucionario en gran velocidad armados con filosas garras y picos. Por su parte, Osuka no iba a dejar que le picotearan como si fuera un bicho. Con el mismo brazo de piedra que había usado antes, comenzó a agitarlo de lado a lado, evitando la carga de las aves, como quien espanta moscas con la mano. Lo que no noto fueron el corte que recibió en el costado. Clavo rodilla por el dolor y se llevó la mano a la herida que comenzó a sangrar. Al mirar hacia la dirección del ataque, vio los filos manchados con su sangre, empuñados por Therax. Buena maniobra de distracción, se notaba que el pelirrojo lo había reclutado. Necesitaba a gente que no se dedicara a simplemente a tirar para adelante sin camisa y gritando "Shiuuuuu".
- Joder… ¿Pero qué coño coméis los de tu banda para estar así todos? –pregunto, buscando unos segundos para procesar el dolor adecuado-.
Gruño al esforzarse para ponerse de pie de nuevo, escupió al suelo y se puso en marcha de nuevo. De los pies de sus contrincantes haría surgir una aérea de manos rocosas que le agarraban de las piernas y tiraban de sus pantalones con intenciones de ralentizarle. Los dedos de la mano le crujieron cuando formaron los puños y le lanzo tres ondas de choque; las dos primeras serian rápidas y ligeras, pero con la tercera se ensañaría usando toda su fuerza posible.
Como si se abalanzaran sobre su presa, cayeron en picado a por el revolucionario en gran velocidad armados con filosas garras y picos. Por su parte, Osuka no iba a dejar que le picotearan como si fuera un bicho. Con el mismo brazo de piedra que había usado antes, comenzó a agitarlo de lado a lado, evitando la carga de las aves, como quien espanta moscas con la mano. Lo que no noto fueron el corte que recibió en el costado. Clavo rodilla por el dolor y se llevó la mano a la herida que comenzó a sangrar. Al mirar hacia la dirección del ataque, vio los filos manchados con su sangre, empuñados por Therax. Buena maniobra de distracción, se notaba que el pelirrojo lo había reclutado. Necesitaba a gente que no se dedicara a simplemente a tirar para adelante sin camisa y gritando "Shiuuuuu".
- Joder… ¿Pero qué coño coméis los de tu banda para estar así todos? –pregunto, buscando unos segundos para procesar el dolor adecuado-.
Gruño al esforzarse para ponerse de pie de nuevo, escupió al suelo y se puso en marcha de nuevo. De los pies de sus contrincantes haría surgir una aérea de manos rocosas que le agarraban de las piernas y tiraban de sus pantalones con intenciones de ralentizarle. Los dedos de la mano le crujieron cuando formaron los puños y le lanzo tres ondas de choque; las dos primeras serian rápidas y ligeras, pero con la tercera se ensañaría usando toda su fuerza posible.
La sangre teñía los sables de Therax, que no pudo evitar sonreír ante el éxito de su ofensiva. No obstante, Osuka hacía gala de una resistencia envidiable y continuaba de pie, impertérrito como la tierra que encarnaba. ¿De qué demonios estaba hecho aquel tipo? Estaba seguro de que aquellos cortes hubieran sido capaces de herir gravemente a casi cualquier oponente, pero quedaba manifiestamente claro que aquel sujeto no era alguien normal; no era cualquiera.
Su voluntad le avisó de lo que estaba por venir e intentó apartarse, pero cuando creyó que había escapado del radio de acción del revolucionario una mano aferró su pie izquierdo. Como si de un ejército de no muertos se tratase, un sinfín de brazos acababa de nacer del suelo, proyectándose hacia lo alto en busca de cualquier pedazo de carne que aferrar. Y lo habían conseguido, obligando al domador a detenerse en seco para forcejear con ellos. Cortó dos de ellos con Wirapuru. Cuando alzó la vista ya era demasiado tarde. El puño del rebelde se había cerrado y vomitaba una onda de choque en su dirección. Impactó de pleno en su pecho, lanzándole hacia atrás y liberándole de las manos de piedra.
Una segunda nació inmediatamente, coincidiendo con un chasquido que brotó de los márgenes del terreno. Éste comenzó a girar valiéndose de los raíles, haciendo que los competidores también viesen alterada su posición en el espacio. A consecuencia de la rotación, la segunda onda de choque pasó a escasos centímetros de su brazo derecho, mientras que la tercera, mucho más poderosa, impactó en su ala derecha y le obligó a emitir un quejido de dolor. Eran simple y pura energía, pero los daños que sufrían se reflejaban en su escápula.
El público se había callado durante un instante, desestabilizado momentáneamente por la vibración del terreno, pero no tardó en volver a rugir fruto del éxtasis y la adrenalina que le transmitía el combate al que estaba asistiendo. La tierra, impasible y eterna, contra el viento, siempre fugaz y cambiante.
«El campo gira», se dijo, obligándose a recordarlo para el resto del enfrentamiento. Fuera como fuese, volvía a ser su turno. Movió circularmente el hombro del lado que había recibido los impactos, revelando que aquello estaba lejos de impedirle seguir combatiendo. Los chillidos de Ostro, que había sido repelido por la gran mano previamente, aún sonaban en las alturas cuando pasaron al ataque. Sendas águilas trazaron una trayectoria descendente, cayendo en picado sobre la cabeza de Osuka y trazando una espiral en su descenso.
No obstante, aquello no dejaba de ser una distracción; una que no debía ser obviada. Una vez más, el viento había comenzado a agitarse con furia a su alrededor, condensándose para dar forma a veinticinco esferas de aire que quedaron suspendidas en torno al domador. A una orden de su espada, cuando las aves estaban a punto de caer sobre su objetivo, quince de ellas surcaron el aire a gran velocidad hacia su contrincante.
Cada una de ellas poseía un diámetro de cinco centímetros y albergaba por sí misma la fuerza suficiente para atravesar sin dificultad una placa de acero. Por si no fuese suficiente, cada una de ellas hacía gala de una velocidad endiablada, como si el huracán más potente imaginable guiase su trayectoria hacia su objetivo. Las otras diez quedaron en el aire, flotando en torno a Therax en espera de recibir las órdenes pertinentes.
Su voluntad le avisó de lo que estaba por venir e intentó apartarse, pero cuando creyó que había escapado del radio de acción del revolucionario una mano aferró su pie izquierdo. Como si de un ejército de no muertos se tratase, un sinfín de brazos acababa de nacer del suelo, proyectándose hacia lo alto en busca de cualquier pedazo de carne que aferrar. Y lo habían conseguido, obligando al domador a detenerse en seco para forcejear con ellos. Cortó dos de ellos con Wirapuru. Cuando alzó la vista ya era demasiado tarde. El puño del rebelde se había cerrado y vomitaba una onda de choque en su dirección. Impactó de pleno en su pecho, lanzándole hacia atrás y liberándole de las manos de piedra.
Una segunda nació inmediatamente, coincidiendo con un chasquido que brotó de los márgenes del terreno. Éste comenzó a girar valiéndose de los raíles, haciendo que los competidores también viesen alterada su posición en el espacio. A consecuencia de la rotación, la segunda onda de choque pasó a escasos centímetros de su brazo derecho, mientras que la tercera, mucho más poderosa, impactó en su ala derecha y le obligó a emitir un quejido de dolor. Eran simple y pura energía, pero los daños que sufrían se reflejaban en su escápula.
El público se había callado durante un instante, desestabilizado momentáneamente por la vibración del terreno, pero no tardó en volver a rugir fruto del éxtasis y la adrenalina que le transmitía el combate al que estaba asistiendo. La tierra, impasible y eterna, contra el viento, siempre fugaz y cambiante.
«El campo gira», se dijo, obligándose a recordarlo para el resto del enfrentamiento. Fuera como fuese, volvía a ser su turno. Movió circularmente el hombro del lado que había recibido los impactos, revelando que aquello estaba lejos de impedirle seguir combatiendo. Los chillidos de Ostro, que había sido repelido por la gran mano previamente, aún sonaban en las alturas cuando pasaron al ataque. Sendas águilas trazaron una trayectoria descendente, cayendo en picado sobre la cabeza de Osuka y trazando una espiral en su descenso.
No obstante, aquello no dejaba de ser una distracción; una que no debía ser obviada. Una vez más, el viento había comenzado a agitarse con furia a su alrededor, condensándose para dar forma a veinticinco esferas de aire que quedaron suspendidas en torno al domador. A una orden de su espada, cuando las aves estaban a punto de caer sobre su objetivo, quince de ellas surcaron el aire a gran velocidad hacia su contrincante.
Cada una de ellas poseía un diámetro de cinco centímetros y albergaba por sí misma la fuerza suficiente para atravesar sin dificultad una placa de acero. Por si no fuese suficiente, cada una de ellas hacía gala de una velocidad endiablada, como si el huracán más potente imaginable guiase su trayectoria hacia su objetivo. Las otras diez quedaron en el aire, flotando en torno a Therax en espera de recibir las órdenes pertinentes.
Osuka Sumisu
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Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
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Que despiste más tonto, pues se había visto absorto de lo que ocurría de su ambiente. Se había visto descentrado por el dolor que tenía ahora mismo en el costado por el corte y había prestado demasiada atención en devolverle el golpe al pirata. El terreno había empezado a girar abruptamente y había desviado uno de sus ataques. Tuvo que haberse dado cuenta que aquel lugar tendría algún truco como el del combate contra Luka.
Estuvo a punto de caerse de morros, pero por suerte su cuerpo aún tenía memoria muscular del otro encuentro.
Las águilas de viento volvieron con fuerza que antes con un solo objetivo, tocarle las narices. Odiaba los pájaros; tenían mal humor, se te cagan encima y eran estridentes. Como un bicho de esos le cagaba encima, mataba al rubio ese, y sin remordimientos. Zane lo comprendería totalmente, más o menos. Los uso de nuevo como una ingeniosa distracción, mientras preparaba su auténtico ataque.
Una docena de esferas arreciaron contra él al ser comandadas por la punta de la espada de Therax, que golpeaban a gran potencia. El revolucionario se colocó en una postura férrea para aguantar mejor los impactos, pero aún eran muy poderosos, demasiado para su gusto.
- Vale… ugh… - mascullo-. Hora de ponerse serios.
El brazo de piedra que había invocado antes, despejo los últimos 5 proyectiles de viento de un manotazo. Ahí no acabo todo, pues un segundo brazo surgió de la tierra, y pegado a estos, el resto de un titánico cuerpo de piedra. El publico se quedo atónito ante la aparición de aquel ser. El revolucionario se alzo sobre el cuello del gigante, que le absorbió y termino formando la cabeza colosal.
Sus pasos retumbaban y el crujido de la roca sonaba como el gruñido de un dios furioso ancestral. Siendo grande incluso para la raza de los gigantes, el pirata ahora parecía una hormiga y no dudaría en aplastarla. Levanto el brazo derecho, en que el puño se tornó de negro azabache, y lo descendió a gran velocidad como un martillo lleno de furia.
Estuvo a punto de caerse de morros, pero por suerte su cuerpo aún tenía memoria muscular del otro encuentro.
Las águilas de viento volvieron con fuerza que antes con un solo objetivo, tocarle las narices. Odiaba los pájaros; tenían mal humor, se te cagan encima y eran estridentes. Como un bicho de esos le cagaba encima, mataba al rubio ese, y sin remordimientos. Zane lo comprendería totalmente, más o menos. Los uso de nuevo como una ingeniosa distracción, mientras preparaba su auténtico ataque.
Una docena de esferas arreciaron contra él al ser comandadas por la punta de la espada de Therax, que golpeaban a gran potencia. El revolucionario se colocó en una postura férrea para aguantar mejor los impactos, pero aún eran muy poderosos, demasiado para su gusto.
- Vale… ugh… - mascullo-. Hora de ponerse serios.
El brazo de piedra que había invocado antes, despejo los últimos 5 proyectiles de viento de un manotazo. Ahí no acabo todo, pues un segundo brazo surgió de la tierra, y pegado a estos, el resto de un titánico cuerpo de piedra. El publico se quedo atónito ante la aparición de aquel ser. El revolucionario se alzo sobre el cuello del gigante, que le absorbió y termino formando la cabeza colosal.
Sus pasos retumbaban y el crujido de la roca sonaba como el gruñido de un dios furioso ancestral. Siendo grande incluso para la raza de los gigantes, el pirata ahora parecía una hormiga y no dudaría en aplastarla. Levanto el brazo derecho, en que el puño se tornó de negro azabache, y lo descendió a gran velocidad como un martillo lleno de furia.
Pese a que Ostro se había abalanzado sobre él, las aves no parecían haberle hecho el menor daño a su contrincante, pero el rubio no se paró ni un instante a considerar las causas de aquello. Etesio, en cambio, sí había hecho mella en su cuerpo. Había escuchado a la perfección el sordo sonido que las esferas de viento habían generado al colisionar contra su cuerpo, pero el revolucionario hacía gala de una fortaleza indescriptible.
No obstante, aquello no acabaría allí y Therax lo sabía a la perfección. El suelo se estremeció cuando la gigantesca mano se apoyó en él para levantar el resto de un cuerpo pétreo. Primero otro brazo, después un torso y, en último lugar, dos enormes piernas que provocaron que la colosal silueta de tierra tapara el sol. La sombra se cernió sobre el rubio conforme los pasos del coloso le aproximaban al espadachín. ¿Cuánto mediría aquella cosa? El contramaestre había tenido la oportunidad de conocer a varios gigantes a lo largo de su corta vida. De hecho, varios individuos pertenecientes a aquella raza formaban parte de los Hermanos de la Tormenta, pero aquel ser era más grande incluso. Debía superar ampliamente los siete u ocho metros de altura, lo que no dejaba de perjudicar su agilidad en favor de una fuerza que sin duda sería descomunal.
Los pies de Therax se alzaron unos centímetros sobre el suelo cuando sus alas fueron hinchadas mínimamente por el viento. Ahí venía. Su voluntad le avisó de lo que estaba por suceder, pero incluso sin ella lo hubiese visto y se habría sentido en condiciones de reaccionar. Un gigantesco puño, dotado del poder de la ambición de su amo y señor, se cernió sobre él como un castigo de los dioses.
No obstante, cuando recorrió la nada desdeñable cantidad de metros que lo separaba del suelo el rubio ya no se encontraba allí. El viento había soplado con más fuerza, lateralmente en aquella ocasión, para apartarle de la trayectoria del golpe. El estadio al completo se estremeció como consecuencia del impacto, alterando el suelo y provocando que cediese en un amplio radio. El terreno se vio alterado, levántandose en determinados puntos como si de placas tectónicas se tratase y hundiéndose en otros puntos.
Varias de las plataformas, levantándose de improvisto y de forma anárquica, acertaron a golpear al rubio en diversos puntos de su cuerpo. Se vio obligado a emplear los filos de sus armas para estabilizarse, asemejándose por un momento a palos de esquí que le permitían no caer derribado. Cuando la deformación del lugar se detuvo Therax no lo hizo. Desplegó las alas cuan largas eran, dejando que el viento las golpease con furia para dotarle de una velocidad que para la mayoría ni siquiera se antojaría posible.
De las diez esferas de Etesio que había guardado en recámara, ocho habían sido destruidas. Las otras dos fueron propulsadas por nuevas corrientes de viento, que las dirigieron hacia la cabeza del titán de roca. Había alcanzado a ver cómo Osuka se encontraba cerca del cuello de la criatura, mas había desaparecido. Todo hacía pensar que se había integrado en la estructura de su creación, pero a saber dónde se había escondido. Fuera como fuere, los restos de Etesio se dirigieron hacia lo que debía ser el rostro de su imponente oponente.
Él, por el contrario, trazó una trayectoria circular para rodear el pie de aquella cosa y se elevó hacia las alturas. Avanzaba a un metro escaso de su espalda y, cuando alcanzó su cabeza, se detuvo en seco. El acero de Wirapuru y Yuki-ona adquirió el tenaz negro de toda su voluntad antes de que encadenase una serie de cortes en dirección a la nuca del coloso.
Inmediatemente después, y sin ser demasiado consciente de cuáles serían los daños recibidos por el revolucionario o, en su defecto, el ser al que había dado forma, quedó suspendido a unos tres metros de su cabeza. La potencia de aquella cosa era algo que estaba seguro de no querer experimentar en sus carnes, pero para hacerlo primero tendría que alcanzarle. A sus ojos, el rebelde hallaría la misma dificultad ―si no más― para golpearle que un humano al uso para atrapar a una siempre veloz y escurridiza mosca. Sólo que el rubio era mucho más peligroso que cualquiera de esos insectos.
No obstante, aquello no acabaría allí y Therax lo sabía a la perfección. El suelo se estremeció cuando la gigantesca mano se apoyó en él para levantar el resto de un cuerpo pétreo. Primero otro brazo, después un torso y, en último lugar, dos enormes piernas que provocaron que la colosal silueta de tierra tapara el sol. La sombra se cernió sobre el rubio conforme los pasos del coloso le aproximaban al espadachín. ¿Cuánto mediría aquella cosa? El contramaestre había tenido la oportunidad de conocer a varios gigantes a lo largo de su corta vida. De hecho, varios individuos pertenecientes a aquella raza formaban parte de los Hermanos de la Tormenta, pero aquel ser era más grande incluso. Debía superar ampliamente los siete u ocho metros de altura, lo que no dejaba de perjudicar su agilidad en favor de una fuerza que sin duda sería descomunal.
Los pies de Therax se alzaron unos centímetros sobre el suelo cuando sus alas fueron hinchadas mínimamente por el viento. Ahí venía. Su voluntad le avisó de lo que estaba por suceder, pero incluso sin ella lo hubiese visto y se habría sentido en condiciones de reaccionar. Un gigantesco puño, dotado del poder de la ambición de su amo y señor, se cernió sobre él como un castigo de los dioses.
No obstante, cuando recorrió la nada desdeñable cantidad de metros que lo separaba del suelo el rubio ya no se encontraba allí. El viento había soplado con más fuerza, lateralmente en aquella ocasión, para apartarle de la trayectoria del golpe. El estadio al completo se estremeció como consecuencia del impacto, alterando el suelo y provocando que cediese en un amplio radio. El terreno se vio alterado, levántandose en determinados puntos como si de placas tectónicas se tratase y hundiéndose en otros puntos.
Varias de las plataformas, levantándose de improvisto y de forma anárquica, acertaron a golpear al rubio en diversos puntos de su cuerpo. Se vio obligado a emplear los filos de sus armas para estabilizarse, asemejándose por un momento a palos de esquí que le permitían no caer derribado. Cuando la deformación del lugar se detuvo Therax no lo hizo. Desplegó las alas cuan largas eran, dejando que el viento las golpease con furia para dotarle de una velocidad que para la mayoría ni siquiera se antojaría posible.
De las diez esferas de Etesio que había guardado en recámara, ocho habían sido destruidas. Las otras dos fueron propulsadas por nuevas corrientes de viento, que las dirigieron hacia la cabeza del titán de roca. Había alcanzado a ver cómo Osuka se encontraba cerca del cuello de la criatura, mas había desaparecido. Todo hacía pensar que se había integrado en la estructura de su creación, pero a saber dónde se había escondido. Fuera como fuere, los restos de Etesio se dirigieron hacia lo que debía ser el rostro de su imponente oponente.
Él, por el contrario, trazó una trayectoria circular para rodear el pie de aquella cosa y se elevó hacia las alturas. Avanzaba a un metro escaso de su espalda y, cuando alcanzó su cabeza, se detuvo en seco. El acero de Wirapuru y Yuki-ona adquirió el tenaz negro de toda su voluntad antes de que encadenase una serie de cortes en dirección a la nuca del coloso.
Inmediatemente después, y sin ser demasiado consciente de cuáles serían los daños recibidos por el revolucionario o, en su defecto, el ser al que había dado forma, quedó suspendido a unos tres metros de su cabeza. La potencia de aquella cosa era algo que estaba seguro de no querer experimentar en sus carnes, pero para hacerlo primero tendría que alcanzarle. A sus ojos, el rebelde hallaría la misma dificultad ―si no más― para golpearle que un humano al uso para atrapar a una siempre veloz y escurridiza mosca. Sólo que el rubio era mucho más peligroso que cualquiera de esos insectos.
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El castigo del gigante cayó sobre su contrincante. El estadio se estremeció y ni el mismísimo suelo no pudo ser rival para el impacto. Se agrieto, agito y levanto en todo este, terraformandolo de un terreno llano a uno escarpado lleno de abruptas subidas y bajadas muy toscas. El coloso levanto el puño, pero no encontró al pirata, solo suelo reducido a polvo. Se había conseguido librar en el último momento y solo recibió la onda expansiva del impacto de por sí.
Le respondió lanzándole las últimas dos esferas de viento que habían quedado intactas directas a la cabeza. La primera le hizo estallar un pedazo, y la segunda no se quedó corta tampoco. El crujido de la piedra sonaba como un lamento, que en parte era bastante cierto. Las simples agitaciones por el impacto hacían sufrir al revolucionario, pues el ataque de las esferas de viento de antes le estaba empezando afectar. Era como comer algo picante y no notarlo hasta segundos después. Su cuerpo ya no podía contener más el dolor y ahora le estaba invadiendo de forma agresiva, aunque viendo lo que había provocado aquellas últimas dos no le extrañaba estar así ahora.
Aturdido por los impactos previos, el pirata escalo por la espalda del coloso hasta llegar al cogote y le propino una serie de devastadores cortes que concluyo con una apoteosis y la cabeza del coloso cayendo en picado. El coloso tropezó, cayendo de bruces contra el suelo con solo las manos para evitar estrellarse del todo. El estruendo fue tan grande con el golpe anterior, haciendo que el terreno siguiera cambiando y fragmentándose. Le costó volverse a poner en pie; la energía para controlar el gigante y la que estaba usando para aguantar el dolor le estaba llenando los cupos que tenía ahora mismo. La cabeza se regenero a poco ritmo, que miro fijamente al espadachín con una mirada vacía, propia de las estatuas.
Therax empezó a revolotear a su alrededor, como un molesto mosquito en una noche de verano. Primero intento derribarlo a base de manotazos como si fuera un bicho, pero si aquello no resultaba, tendría que usar algo más efectivo. Y a falta de matamoscas gigantes, tendría que usar un lanzallamas. El coloso abrió la boca y de forma grotesca, empezó a soltar magma candente hacia el pirata alado, como un vomito extra ardiente. Espero que no se lo tomara como algo personal.
Le respondió lanzándole las últimas dos esferas de viento que habían quedado intactas directas a la cabeza. La primera le hizo estallar un pedazo, y la segunda no se quedó corta tampoco. El crujido de la piedra sonaba como un lamento, que en parte era bastante cierto. Las simples agitaciones por el impacto hacían sufrir al revolucionario, pues el ataque de las esferas de viento de antes le estaba empezando afectar. Era como comer algo picante y no notarlo hasta segundos después. Su cuerpo ya no podía contener más el dolor y ahora le estaba invadiendo de forma agresiva, aunque viendo lo que había provocado aquellas últimas dos no le extrañaba estar así ahora.
Aturdido por los impactos previos, el pirata escalo por la espalda del coloso hasta llegar al cogote y le propino una serie de devastadores cortes que concluyo con una apoteosis y la cabeza del coloso cayendo en picado. El coloso tropezó, cayendo de bruces contra el suelo con solo las manos para evitar estrellarse del todo. El estruendo fue tan grande con el golpe anterior, haciendo que el terreno siguiera cambiando y fragmentándose. Le costó volverse a poner en pie; la energía para controlar el gigante y la que estaba usando para aguantar el dolor le estaba llenando los cupos que tenía ahora mismo. La cabeza se regenero a poco ritmo, que miro fijamente al espadachín con una mirada vacía, propia de las estatuas.
Therax empezó a revolotear a su alrededor, como un molesto mosquito en una noche de verano. Primero intento derribarlo a base de manotazos como si fuera un bicho, pero si aquello no resultaba, tendría que usar algo más efectivo. Y a falta de matamoscas gigantes, tendría que usar un lanzallamas. El coloso abrió la boca y de forma grotesca, empezó a soltar magma candente hacia el pirata alado, como un vomito extra ardiente. Espero que no se lo tomara como algo personal.
El gutural sonido de la roca al ser quebrada inundó el ambiente, pero no más que el estrépito que hizo el gólem al detener su caída con las manos. La arena cedió bajo sus pies, dejando que sus dedos se hundieran en el suelo y haciendo vibrar el estadio. Buena parte del público perdió el equilibrio, emitiendo gritos de asombro y miedo a partes iguales. Era lo mínimo que podían esperar si se prestaban a asistir a enfrentamientos como aquél, ¿no?
No obstante, la cabeza que le había sido arrebatada comenzó a nacer de nuevo. Las piedras se multiplicaban como si de cucarachas se tratasen, apilándose unas sobre otras para dar forma a la nueva testa. ¿Hasta dónde llegaban las habilidades de aquel hombre? Therax nunca había contemplado algo como aquello, lo que provocó que alzase la guardia en un movimiento casi instintivo.
El gigante de tierra volvió a erguirse, agitando sus brazos hacia él en actitud amenazadora. El rubio revoloteó a gran velocidad, apartándose de la trayectoria de los dedos y evitando cualquier colisión. Sin embargo, ocupado como estaba en zafarse de los poderosos envites se vio incapaz de zafarse del peligro que su voluntad le revelaba.
Una cortina de magma se cernió sobre él, naciendo de la artificial boca de su contrincante. ¿Tendría sistema digestivo más allá de la boca o sólo poseería esta última? ¿Y qué defecaría? Piedras como montes, seguro. Fuera como fuese, no tenía tiempo para pararse a considerar cuestiones como aquélla. Plegó sus alas de energía, envolviéndose con ellas para protegerse del incalculable poder destructivo del magma.
Gritó de puro dolor, y su voz se tornó en el agudo chillido de un águila. Los asistentes no pudieron evitar sobrecogerse ante el lastimero quejido, callándose y dejando que el silencio se apoderase del lugar mientras Therax caía en picado. «Lucha», se dijo, desplegando lo poco que quedaba de sus alas con un gesto brusco y dejando que el viento soplase en torno a ellas. El violento movimiento y las huracanadas corrientes de viento apartaron el magma de su anatomía, pero el manto azulado no tardó en comenzar a desvanecerse.
Sin embargo, el único objetivo de ello era que dejase su lugar a Mistral. Su altura se vio modificada hasta superar los dos metros de altura. Al mismo tiempo, un impoluto plumaje blanco pasó a cubrir la mayor parte de su cuerpo. Aun así, éste adquiría un tono azulado y mayor grosor en puntos estratégicos, confiriéndole en cierto modo el aire de una armadura.
Cuando apenas quedaban unos metros para que se estrellase contra el suelo desplegó las alas, alterando bruscamente la trayectoria para volar a ras de suelo. La espalda al completo le dolía como no había imaginado. No únicamente en el lugar donde se reflejaban los daños sufridos por las alas de su forma híbrida, sino en toda su extensión. No quería pensar en la gravedad de las quemaduras que habría sufrido, pero tenía claro que necesitaría asistencia médica cuando aquello acabase.
Cuando Mistral se materializaba en su cuerpo se volvía un ser mucho más ágil y veloz, por lo que se dirigió hacia Osuka con toda la celeridad que le podía imprimir su viento. Al alcanzar sus pies comenzó a elevarse, ascendiendo verticalmente en paralelo al cuerpo del gólem. Blandió a Wirapuru y a Yuki-onna. Su ambición impregnaba los filos con todo el ímpetu que el contramaestre podía imprimirles. Al alcanzar su entrepierna, estiró los brazos para trazar un corte vertical que no dudaba sería capaz de dividir a aquel ser en dos mitades ―o eso esperaba, ya que en realidad desconocía el alcance de su fortaleza―. Cuando llegó a la altura de su cabeza se detuvo en seco una vez más, realizando sendos cortes horizontales al unísono. Llevaban la misma potencia que el tajo vertical y, más aún, dieron lugar a la aparición de sendas ondas cortantes. Éstas avanzaron con el fin de volver a segar el cuello de aquel coloso.
No obstante, la cabeza que le había sido arrebatada comenzó a nacer de nuevo. Las piedras se multiplicaban como si de cucarachas se tratasen, apilándose unas sobre otras para dar forma a la nueva testa. ¿Hasta dónde llegaban las habilidades de aquel hombre? Therax nunca había contemplado algo como aquello, lo que provocó que alzase la guardia en un movimiento casi instintivo.
El gigante de tierra volvió a erguirse, agitando sus brazos hacia él en actitud amenazadora. El rubio revoloteó a gran velocidad, apartándose de la trayectoria de los dedos y evitando cualquier colisión. Sin embargo, ocupado como estaba en zafarse de los poderosos envites se vio incapaz de zafarse del peligro que su voluntad le revelaba.
Una cortina de magma se cernió sobre él, naciendo de la artificial boca de su contrincante. ¿Tendría sistema digestivo más allá de la boca o sólo poseería esta última? ¿Y qué defecaría? Piedras como montes, seguro. Fuera como fuese, no tenía tiempo para pararse a considerar cuestiones como aquélla. Plegó sus alas de energía, envolviéndose con ellas para protegerse del incalculable poder destructivo del magma.
Gritó de puro dolor, y su voz se tornó en el agudo chillido de un águila. Los asistentes no pudieron evitar sobrecogerse ante el lastimero quejido, callándose y dejando que el silencio se apoderase del lugar mientras Therax caía en picado. «Lucha», se dijo, desplegando lo poco que quedaba de sus alas con un gesto brusco y dejando que el viento soplase en torno a ellas. El violento movimiento y las huracanadas corrientes de viento apartaron el magma de su anatomía, pero el manto azulado no tardó en comenzar a desvanecerse.
Sin embargo, el único objetivo de ello era que dejase su lugar a Mistral. Su altura se vio modificada hasta superar los dos metros de altura. Al mismo tiempo, un impoluto plumaje blanco pasó a cubrir la mayor parte de su cuerpo. Aun así, éste adquiría un tono azulado y mayor grosor en puntos estratégicos, confiriéndole en cierto modo el aire de una armadura.
Cuando apenas quedaban unos metros para que se estrellase contra el suelo desplegó las alas, alterando bruscamente la trayectoria para volar a ras de suelo. La espalda al completo le dolía como no había imaginado. No únicamente en el lugar donde se reflejaban los daños sufridos por las alas de su forma híbrida, sino en toda su extensión. No quería pensar en la gravedad de las quemaduras que habría sufrido, pero tenía claro que necesitaría asistencia médica cuando aquello acabase.
Cuando Mistral se materializaba en su cuerpo se volvía un ser mucho más ágil y veloz, por lo que se dirigió hacia Osuka con toda la celeridad que le podía imprimir su viento. Al alcanzar sus pies comenzó a elevarse, ascendiendo verticalmente en paralelo al cuerpo del gólem. Blandió a Wirapuru y a Yuki-onna. Su ambición impregnaba los filos con todo el ímpetu que el contramaestre podía imprimirles. Al alcanzar su entrepierna, estiró los brazos para trazar un corte vertical que no dudaba sería capaz de dividir a aquel ser en dos mitades ―o eso esperaba, ya que en realidad desconocía el alcance de su fortaleza―. Cuando llegó a la altura de su cabeza se detuvo en seco una vez más, realizando sendos cortes horizontales al unísono. Llevaban la misma potencia que el tajo vertical y, más aún, dieron lugar a la aparición de sendas ondas cortantes. Éstas avanzaron con el fin de volver a segar el cuello de aquel coloso.
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El magma abrazo al pirata alado y le golpeo con su ardido dolor, cayendo en picado contra el deformado suelo. El grito de dolor fue helador y por un momento hizo flaquear al revolucionario, que detuvo el flujo de magma. ¿Quizá se había pasado? No quería dejarle marcas permanentes, pues Zane seguro que le daba una paliza de las gordas. Por no hablar de Annie, seguro que le mataba después de chamuscar a su novio, o peor; pensaría que esto sería una venganza por celos. Ahora las heridas que tenía el oficial no le parecían tan graves comparado con lo que le haría ella.
Casi suspiro aliviado cuando Therax apareció entre vendavales y huracanes, dispersando todo rastro de roca fundida de su cuerpo. Por otra, tenía que acordarse de que seguía teniendo un combate y que su contrincante no se iba a contener ni un pelo después de haberle churruscado como si fuera un pollo asado. Su forma se había vuelto más animal, lo cual era bastante estándar al tratarse de un zoan, pero su aura describía una fuerza sobrenatural, no era moco de pavo.
Su velocidad era el mismo viento, que a vista del lento coloso era incluso difícil seguirlo a la vista. Lo siguiente que noto es como no sentía nada de cintura para abajo de su marioneta gigante. De un poderoso corte lo había dividido en dos el muy bestia, y ni siquiera había terminado. Sin dejar que la parte superior terminase de caer, arremetió contra el resto del gigante. Le había dejado estupefacto por el anterior ataque, por lo que no reacciono hasta el primer corte, que le dio de forma diagonal comenzando por el hombro izquierdo.Tanto el como el coloso soltaron un grito de dolor gutural. Se desplazo por la piedra de la cabeza esquivando los cortes, pero con esa herida no iba a aguantar mucho más, por lo que solo le quedaba una última jugada.
El coloso, o lo que quedaba del el, agarro su propia cabeza (donde se resguardaba Osu) y se la arrancó de cuajo. De un poderoso lanzamiento la lanzo hacia arriba como una pelota, pero que por la velocidad sonaba como un cañonazo. Al alzarse varias decenas de metro de su contrincante, la cabeza se metamorfoseo en una criatura humanoide, carmesí como la sangre y un par de piernas potentes que eran tan grandes como el resto del cuerpo junto. Hubiese sido un desperdicio no usar al Wind Slayer contra un rival como él. Sus zancadas en el aire le permitían no caer, dándole un duelo de miradas con su rival durante unos segundos desde la altura. Dejo las zancadas y descendió de cabeza. A medida que caía cogía velocidad, además de empezar a dar zancadas en sentido contrario, impulsándolo más todavía. A mitad de camino imbuyo su pierna derecha con su voluntad y empezó a girar verticalmente como si fuera una sierra circular. Iba a ser un golpe rápido, poderoso, pero ante todo… Bastante guay, para ser sincero.
Casi suspiro aliviado cuando Therax apareció entre vendavales y huracanes, dispersando todo rastro de roca fundida de su cuerpo. Por otra, tenía que acordarse de que seguía teniendo un combate y que su contrincante no se iba a contener ni un pelo después de haberle churruscado como si fuera un pollo asado. Su forma se había vuelto más animal, lo cual era bastante estándar al tratarse de un zoan, pero su aura describía una fuerza sobrenatural, no era moco de pavo.
Su velocidad era el mismo viento, que a vista del lento coloso era incluso difícil seguirlo a la vista. Lo siguiente que noto es como no sentía nada de cintura para abajo de su marioneta gigante. De un poderoso corte lo había dividido en dos el muy bestia, y ni siquiera había terminado. Sin dejar que la parte superior terminase de caer, arremetió contra el resto del gigante. Le había dejado estupefacto por el anterior ataque, por lo que no reacciono hasta el primer corte, que le dio de forma diagonal comenzando por el hombro izquierdo.Tanto el como el coloso soltaron un grito de dolor gutural. Se desplazo por la piedra de la cabeza esquivando los cortes, pero con esa herida no iba a aguantar mucho más, por lo que solo le quedaba una última jugada.
El coloso, o lo que quedaba del el, agarro su propia cabeza (donde se resguardaba Osu) y se la arrancó de cuajo. De un poderoso lanzamiento la lanzo hacia arriba como una pelota, pero que por la velocidad sonaba como un cañonazo. Al alzarse varias decenas de metro de su contrincante, la cabeza se metamorfoseo en una criatura humanoide, carmesí como la sangre y un par de piernas potentes que eran tan grandes como el resto del cuerpo junto. Hubiese sido un desperdicio no usar al Wind Slayer contra un rival como él. Sus zancadas en el aire le permitían no caer, dándole un duelo de miradas con su rival durante unos segundos desde la altura. Dejo las zancadas y descendió de cabeza. A medida que caía cogía velocidad, además de empezar a dar zancadas en sentido contrario, impulsándolo más todavía. A mitad de camino imbuyo su pierna derecha con su voluntad y empezó a girar verticalmente como si fuera una sierra circular. Iba a ser un golpe rápido, poderoso, pero ante todo… Bastante guay, para ser sincero.
Aquello debía significar su derrota definitiva, ¿no? Había partido al golem en dos mitades y lo había decapitado. ¿Qué más podía necesitar para vencer al fin? «Oh, vamos. No me jodas», se lamentó el rubio al ver que el coloso de piedra no se quedaba quieto. Por el contrario, movió sus manos para separar la cabeza del resto del cuerpo y lanzarla hacia las alturas. En medio de la rotación comenzó a mutar, adquiriendo una forma humanoide de un intenso rojo. ¿Cuántos secretos escondía el revolucionario?
Cuando quiso darse cuenta, aquella cosa giraba a gran velocidad para lanzarse sobre él. La rotación fue acompañada del negro de la voluntad del rebelde, que amenazaba con patear su cabeza, hombro o lo que encontrase en su camino. Los sables de Therax eran espada y escudo, así que, ennegrecidos por su propia ambición, los interpuso en la trayectoria del golpe. No obstante, el impulso que su adversario llevaba le lanzó con violencia contra el suelo instantes después de que un nuevo chasquido sonase en los márgenes de la arena.
Varios metros por debajo de la superficie del estadio, Therax percibió cómo el terreno se movía a su alrededor. Había aterrizado justo en el centro del lugar, creando un agujero plagado de fragmentos pétreos. Se levantó algo mareado por la rotación, identificando la rojiza silueta de su oponente sobre él. Había sido un golpe poderoso, pero algo como aquello no bastaría para dejarle fuera de combate.
―Que así sea ―dijo el rubio en voz alta, alzando a Yuki-onna para que el viento comenzase a condensarse en su punta. Levante se fue formando lentamente, consolidándose como una esfera blanquecina que emitía un agudo sonido. Desde lo profundo del socavón, el águila antropomórfica intentó apuntar al cuerpo del ser carmesí. Una violenta corriente de viento, tan poderosa como continua, atravesó el aire con toda la celeridad del viento del espadachín. Tenía un poder destructivo colosal, tanto que el viento se hacía visible y adoptaba un refulgente color blanquecino, pero no sabía cómo afectaría a su oponente.
Cuando quiso darse cuenta, aquella cosa giraba a gran velocidad para lanzarse sobre él. La rotación fue acompañada del negro de la voluntad del rebelde, que amenazaba con patear su cabeza, hombro o lo que encontrase en su camino. Los sables de Therax eran espada y escudo, así que, ennegrecidos por su propia ambición, los interpuso en la trayectoria del golpe. No obstante, el impulso que su adversario llevaba le lanzó con violencia contra el suelo instantes después de que un nuevo chasquido sonase en los márgenes de la arena.
Varios metros por debajo de la superficie del estadio, Therax percibió cómo el terreno se movía a su alrededor. Había aterrizado justo en el centro del lugar, creando un agujero plagado de fragmentos pétreos. Se levantó algo mareado por la rotación, identificando la rojiza silueta de su oponente sobre él. Había sido un golpe poderoso, pero algo como aquello no bastaría para dejarle fuera de combate.
―Que así sea ―dijo el rubio en voz alta, alzando a Yuki-onna para que el viento comenzase a condensarse en su punta. Levante se fue formando lentamente, consolidándose como una esfera blanquecina que emitía un agudo sonido. Desde lo profundo del socavón, el águila antropomórfica intentó apuntar al cuerpo del ser carmesí. Una violenta corriente de viento, tan poderosa como continua, atravesó el aire con toda la celeridad del viento del espadachín. Tenía un poder destructivo colosal, tanto que el viento se hacía visible y adoptaba un refulgente color blanquecino, pero no sabía cómo afectaría a su oponente.
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Buenas noches. Soy Arthur y hoy tendréis el placer o la desgracia de que sea vuestro árbitro. Su pongo que a estas alturas ya sabéis cómo son los criterios de moderación, el sistema de puntuación y el sistema de clasificación. Así que pudiendo omitir esa repetición y, con vuestro permiso, pasamos a la moderación.
Victoria bélica: La campana ha sonado y ninguno de los contendientes ha sido derrotado. 0 Puntos.
Narración y estilo: Por una parte ambos os habéis ceñido a vuestros estilos narrativos, así como a la personalidad de vuestros personajes. Habéis narrado de forma aceptable los sucesos, así como vuestras acciones y las del oponente. De todas formas tengo que decantarme por Therax. A lo largo del combate he visto que su estilo está bastante más pulido que el de Osu, si se me permite señalar cual ha sido la diferencia, diré que la variedad del vocabulario empleado. 2 Puntos para Therax.
Originalidad y entorno: Poco que comentar al respecto, ambos habéis realizado estrategias de mayor o menor originalidad. Sería un empate de no ser por un pequeño detalle. Osu, te olvidaste de la particularidad del estadio, por lo que Therax tuvo que ponerla en su post. 2 Puntos para Therax.
Pulcritud de escritura: No voy a molestarme en aderezar esto con palabras bonitas. Osu, o sabes escribir algo, o no sabes, pero no me escribas bien una palabra en un párrafo para escribirla mal en el siguiente, esto no muestra desconocimiento sino dejadez. Dejaré por aquí una pequeña lista con los algunos de los errores encontrados.
Asunción de daños: Sin comentarios en este apartado. 0 Puntos.
Faltas: Ninguna por parte de nadie.
Ganador: Therax con 6 puntos. Obtiene 3 puntos de cara a la clasificación.
Victoria bélica: La campana ha sonado y ninguno de los contendientes ha sido derrotado. 0 Puntos.
Narración y estilo: Por una parte ambos os habéis ceñido a vuestros estilos narrativos, así como a la personalidad de vuestros personajes. Habéis narrado de forma aceptable los sucesos, así como vuestras acciones y las del oponente. De todas formas tengo que decantarme por Therax. A lo largo del combate he visto que su estilo está bastante más pulido que el de Osu, si se me permite señalar cual ha sido la diferencia, diré que la variedad del vocabulario empleado. 2 Puntos para Therax.
Originalidad y entorno: Poco que comentar al respecto, ambos habéis realizado estrategias de mayor o menor originalidad. Sería un empate de no ser por un pequeño detalle. Osu, te olvidaste de la particularidad del estadio, por lo que Therax tuvo que ponerla en su post. 2 Puntos para Therax.
Pulcritud de escritura: No voy a molestarme en aderezar esto con palabras bonitas. Osu, o sabes escribir algo, o no sabes, pero no me escribas bien una palabra en un párrafo para escribirla mal en el siguiente, esto no muestra desconocimiento sino dejadez. Dejaré por aquí una pequeña lista con los algunos de los errores encontrados.
- Spoiler:
- Que corto se le había hecho ---- Qué con acento
asi era la vida ---- Así con acento
pero cuantos Arashis se habían ---- Cuántos con acento
¿De que iba vestido? ---- Qué con acento
y la gran replica rocosa lo imito ---- La gran réplica rocosa lo imitó
Asunción de daños: Sin comentarios en este apartado. 0 Puntos.
Faltas: Ninguna por parte de nadie.
Ganador: Therax con 6 puntos. Obtiene 3 puntos de cara a la clasificación.
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