La isla muerta || {Moderado nivel 2 - Helga}

Flevance es una isla que ahora está aclamada como un reino fantasma. Hace siglos la gente descubrió el origen de la naturaleza blanquecina de la flora y fauna, el plomo ámbar. Aquello, junto a la decisión de la familia real y el gobierno mundial de no avisar de la toxicidad del material, hizo que los habitantes de la isla muriesen poco a poco. Debido a eso, nadie osaría pisar la isla, pero hay zonas que gracias a esa decisión no están saqueadas. Tú, una valiente aventurera con sed de conocimiento y ganas de ser rica, llegas a la conclusión de que allí tiene que haber algo que supla tanto tu cartera como tus ganas de conocer historia.

Es un día como cualquier otro, con una temperatura sobre la media y el cielo despejado. Eres libre de elegir cómo llegas a la isla, pero tienes que tener en cuenta de que no hay mucha información sobre lo que ha pasado dentro. Puedes tener una ligera idea del estado de la isla, ya que su cuarentena fue famosa antaño. Dicho esto, tras desembarcar llegas a lo que parece que fue un pequeño pueblo costero. Todo está de blanco, algo totalmente usual, y quizás aquello te sorprenda. Tienes algo de libertad para moverte por aquí, y comprobar el interior de las casas, que son tres. Las puertas están algo abiertas y con un estado de deterioro increíble. Toda la zona parece totalmente abandonada, y si gritas, no tendrás respuesta alguna más que tu eco resonando. Ahora dime, ¿qué harías en esas condiciones?

El Sol se alzaba en lo alto cuando por fin llegué a una isla con mala fama en el North Blue debido a que nadie se atrevía pasar por la isla. Gracias a un conocido de mi hermana fue que logré alcanzar aquel lugar. Mi hermana había hecho amigos entre algunos comerciantes y aquel no era diferente. Respondía al nombre de Jule, un nativo de Arabasta que resultó ser un hombre agradable que me ayudó con gusto. ¿Que me llevaba a aquella isla? Fácil. Había leído en algún libro viejo algo sobre una pandemia o algo así. Eso significaba que no habría nadie por lo que podría dedicarme a saquear los edificios accesibles. Una de las cosas que más me gustaba del mundo era el poder conseguir dinero o cosas de valor de una forma sencilla.

No iba a dejar que aquella situación se me escapara de las manos, pero obviamente tendría cuidado o lo intentaría ,si mi avaricia me lo permitiera, no quería caer enferma de lo que quien sabe hubiese pasado antaño. Sin más tiempo que perder, el comerciante me acompañó hasta el puerto de un pequeño pueblo costero y con la misma se despidió hasta que yo volviera pues no quería poner un pie sobre aquella isla. Nada más el echar una rápida ojeada al puerto y al lugar, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Todo estaba de un color blanco. Aquella visión resultaba extraña pero... a la vez hermosa. ¿Que rayos había pasado para que todo hubiese adquirido aquel extraño blanco?

Caminé por los alrededores, cautivada por aquel misterio. Me daba la sensación de que era la única persona en aquella isla salvo por Jule que me estaría esperando en su barco. Una pequeña barca se encontraba junto a la orilla, me acerqué hasta mirar el nombre que alguien le habría puesto hace muchos años. "El pequeño Jack" era su nombre. Posiblemente perteneciera a un padre o quizás un chaval. Ahora se encontraba sola en el tiempo. Seguí caminando pendiente de lo que mis ojos observaban ensimismados. Una pelota, un rastrillo, alguna fregona, objetos que habían perdido su dueño en aquel infierno blanquecino.

Me topé con tres casas listas para ser inspeccionadas a fondo. Me fijé en si había alguna vía de entrada y observé que las puertas estaban algo abiertas y en estado en que el más mínimo golpe podría hacer que se convirtieran en polvo. ¿Cual sería la primera en ser registrada en busca de algo que saciara mi sed de tesoros? Dejé que la suerte lo decidiera por mí así que realicé el clásico pito pito gorgorito. Al final mi dedo se detuvo en la casa que se encontraba más hacia la izquierda. Me puse en frente de la puerta e intenté abrirla más sin que nada se rompiera para así poder descubrir que encontraría en la casa número uno. ¿Encontraría algo útil o solo cosas inútiles y el mismo silencio?

Caminas por la villa, lo observas todo detenidamente. Gracias a ésto puedes conseguir una pista antes de abrir la puerta. Algo sobre el pequeño Jack, y quizás deberás recordarlo, o no. Eso es tu decisión. Echas al azar la decisión y, tras jugar con tus dedos y recitar en voz alta el pito pito gorgorito decides ir a la casa orientada a tu izquierda. Una vez la abres puedes notar el crujir de la madera, incluso el chirriar de las bisagras. No ofrece resistencia alguna ante tu presión, y de hecho todo el metal que la compone parece algo oxidado. Entras dentro y, según como te lo tomes —a mal o a bien, eso va a tu criterio— puedes ver varios periódicos de la zona local. Estos no están impresos de ninguna forma: están escritos a mano, y con una letra bastante horrible. Si te paras a leerlo detenidamente conocerás un poco sobre los últimos días de la isla y el sufrimiento de los habitantes en la cuarentena. El mismo gobierno mundial los dejó a su suerte, acabando todos muertos. El periódico sigue hasta la mitad, donde no puede verse más información por culpa de lo que parece ser una garra. Está partido y se pueden ver los pedazos por el suelo, a parte de todo el interior derrumbado por lo que parece ser una pelea.

Si te acercas y observas a tu alrededor, puedes ver varias marcas más de garra por las paredes y el suelo. La envergadura de estas son algo grandes, y no parecen cubiertas de blanco. Además de que la madera parece estar ligeramente húmeda y no seca, por lo que si tienes el conocimiento suficiente, llegarás a la conclusión de que han sido en el mismo día. Después podrás tener un poco de libertad para describir el interior, y algo que reluce demasiado te llamará la atención. ¿Es eso una bola de oro? Puedes guardártela si quieres para venderla más tarde. No crees que puedas encontrar algo más de valor ahí, así que saldrás hacia fuera tras explorar.

Y escucharás un rugido ensordecedor. Quizás a unos treinta metros, metido en el bosque blanquecino. Tienes las casas de fuera para seguir explorando o la osadía de ir hacia el sonido. Tú decides.

Pude lograr abrir la puerta, me esperaba que se viniera abajo, pero por suerte solo cedió haciendo el típico ruido de puerta sin un cuidado especial. Con la puerta abierta, me adentré en el interior de la casa y me encontré con algunos periódicos tirados por el suelo que parecía ser de la localidad antes de que todo aquello se convirtiera en una isla fantasma. Me acerqué con cuidado a echarles un ojo. Al parecer estaban escritos a mano, quien fuera el escritor tenía que reconocer que su letra era francamente horrible. Cogí uno de ellos y me esforcé en al menos poder leer aunque fueran unas pocas líneas. Con la lectura descubrí que los últimos momentos de los lugareños no fueron precisamente agradables. Fueron dejados a su suerte por el Gobierno Mundial y condenados a morir atrapados.

Aquello me dio sentimientos encontrados. Por una parte, me daba rabia que Gobierno no hiciera nada para ayudarles y por otra parte el solo imaginarme que aquella rara enfermedad saliera de la isla me daba un escalofrío. Proseguí leyendo hasta que una extraña marca de animal me lo impidió. Trozos del papel estaban por el suelo. Fue entonces cuando me fijé que en el interior de la casa habían marcas del mismo animal. Fui examinando las paredes y el suelo, un animal salvaje había dejado sus huellas de garras por todo el lugar. Dejé atrás el salón y me adentré en la cocina.

La nevera estaba destruida y las mismas marcas del animal estaban ahí. ¿Habría estado buscando comida? Volví al salón y me adentré en otra habitación. Parecía ser el dormitorio. La cama estaba hecha jirones y los muebles blancos y rotos por el suelo. Retrocedí hasta el salón de nuevo, buscando algo que se me hubiese pasado por alto. Hasta que debajo de un sofá roto por las garras del animal, encontré algo cuyo brillo me había atraído como a un cuervo. Moví el sofá y era una bola hecha de oro.

- Por fin encuentro algo de valor en esta casa... - Dije aliviada de que mi incursión no hubiera sido en vano.

Guardé la bola en mi bolsa, a lo mejor podría sacar un buen pico por aquello. Pero tendría que encontrar a un mercader honrado, que me podrían timar. A lo mejor se la podría vender a Jule, se le veía buena gente y bueno en su trabajo. Con el tesoro asegurado, salí de la casa puesto que no tenía pinta de que hubiera algo más que mereciera la pena excepto de que no estaba sola en la isla. Un rugido terrible me puso en guardia. Parecía proceder a escasos metros en el bosque vuelto blanco. ¿Que sería aquello? ¿Podría ser un león o un oso? Dudé de si dirigirme a inspeccionar lo que era aquel animal o si registrar las otras dos casas.

Pero como la avaricia me podía pensando en que a lo mejor podría encontrar otra bola de oro o algo mejor, me dispuse a entrar en la casa más orientada hacia la derecha. Aunque mi instinto me decía que tarde o temprano acabaría haciendo frente a lo que fuera aquella bestia. Pensando en aquello, empujo la puerta delicadamente.

Tras guardar la bola en la bolsa y decidir que prefieres seguir explorando las casas, te diriges hasta la más próxima y la empujas delicadamente. Haces bien, ya que quizás por obra del destino, un pequeño cubo lleno de líquido azabache cae de encima de la puerta. Parece estar atado al pomo, y ves que todo el suelo empieza a extenderse de un negro viscoso. Si le echas una ojeada al interior de la casa, verás alguna que otra conserva cerrada. Quizás son latas que puedes reconocer de lejos, ya que son de marcas comunes por los blues. Están acompañados de botellas de agua también selladas, y una con el tapón desenroscado. Fuera de eso no puedes ver nada más, y el rugido de fondo vuelve a sonar, pero puedes reconocer que tiene una tonalidad distinta. Como de dolor.

A pesar de esforzarte continuamente en encontrar algo, no verás más que las conservas y una pequeña bolsa. Esta bolsa está llena de carteles piratas de no demasiada recompensa: si los examinas, no verás ninguno de más de veinte millones. A parte de que la bolsa parece no tener polvo como el resto de la sala. Si rebuscas encontrarás en los bolsillos interiores alguna que otra pluma, a parte de tinteros bien envasados. Te queda la opción de rebuscar en la sala aún más —lo cual será difícil que encuentres algo, aunque siempre puedes ser lo suficientemente original como para buscar algo que esté escondido—, o salir fuera y examinar la otra casa o el origen del rugido. Tienes varias opciones, y lo mejor será que elijas bien. No sabes por qué, pero tienes el presentimiento de que algo esconde todo esto.

Nada más empujar la puerta de la choza, cayó al suelo un extraño líquido de color negruzco proveniente de un cubo atado a la puerta. No tenía ni idea de que era eso, pero era mejor que no lo supiera. A lo mejor podría ser una sustancia dañina para el cuerpo y no quería que mi aventura acabase tan pronto. Intenté cruzar sin tocar aquella cosa. Luego en el interior, habían algunos muebles como dos sofás viejos blanquecinos y alguna silla rota. Inspeccioné cada rincón de la casa y encontré varias latas de conserva. Algunas me resultaban familiar pero otras eran todo un misterio. Podrían ser hasta viejas. También me topé con algunas botellas de agua bien tapadas. Aquello resultaba extraño. ¿Eran provisiones de los anteriores dueños o alguien había estado aquí? Preferí pensar que eran objetos viejos como el polvo.

Del silencio sepulcral volví a escuchar el rugido de la bestia de antes. Pero ahora no era de amenaza sino parecía ser que estuviera herida. Hice oídos sordos pero mi curiosidad volvía a incrementarse por aquel animal. ¿Que podría estar haciéndole daño? Proseguí con mi inspección de la casa. Pero no logré encontrar nada que tuviera valor en sí excepto una bolsa. Me dispuse a mirar su contenido, deseando encontrar dinero o más oro. Pero me llevé una decepción. Por alguna razón solo habían carteles de recompensas que, mirándolos con atención, ningún criminal superaba los 20 millones de berries. Seguí mirando y solo habían materiales para escribir como tinta y pluma. Algo me decía que no iba a encontrar nada más. Así que chasquee la lengua en señal de molestia y salí de la casa.

Me quedaba por registrar una casa más, la que está en el centro de las tres. Pero el grito de dolor de la bestia me llamó la atención por lo que poniéndome en guardia con el escudo y el hacha en la mano me dispuse a entrar en el bosque en la dirección del rugido del animal. Intentaría no llamar la atención del animal, solo quería ver lo que era aquella cosa de una vez. Aquella bolsa llena de recompensas y de materiales de escritura además de los suministros me dio mala espina. ¿Realmente podría ser que no estuviera sola?

Tras ir en guardia hacia donde parecen venir los rugidos de la bestia, pasas una pequeña zona de bosque. El aullido no suena demasiado lejos, pero el follaje es espeso y los árboles no ayudan, ya que hay una cantidad masiva de estos. El solo hecho de ir por zonas así deberían restarte movilidad, ya que la vegetación ha crecido de forma insana durante los años. Si te fijas bien, podrás ver al fondo a lo que parece ser un canino bastante grande, quizás de tres a cuatro metros de envergadura. Parece estar acorralado por lo que es un hombre, de dos metros y medio de altura. De lejos se ve bastante fornido, y parece que está acorralando a la bestia. La bestia puede verse asustada, quizás hasta el punto de la sumisión. Tiene un gran tajo en el lateral izquierdo, desde el que vienes tú.

—¡Muere, bestia inmunda! —Grita el hombre que tiene delante. Su voz parece pesada y cansada, casi arrastrando la última palabra.

Eleva un mandoble bastante grande y lo arquea hacia abajo dejándolo caer, a lo que el canino lo esquiva a duras penas. Ha pegado un pequeño salto hacia su lateral derecho, ya que no puede hacer fuerza en el izquierdo. El lobo le gruñe y puedes ver como entre la flema que suelta, hay rastros de sangre que tintan el suelo blanquecino. Se cae hacia su derecha a duras penas y hace el gesto de escarbar en el aire, no puede ni levantarse de la herida. El cazador sonríe, relamiéndose ligeramente y preparando una vez más el mandoble, esta vez colocándose en el lado de la bestia y preparándose para degollarla. ¿Qué harás?

Avancé con cuidado por el frondoso bosque, sin embargo la maleza era realmente molesta y me era complicado el caminar por la zona debido a la vegetación. Debido a eso tuve que abrirme paso usando mi hacha para poder despejar el camino. A medida que me iba acercando más y más a donde se suponía que venían los aullidos de la bestia, podía oírla mejor. Miré hacia el frente y para mi sorpresa me encontré con una escena un tanto peculiar. Había un enorme animal que parecía ser un perro grande o quizás un lobo más grande de la cuenta. Pero no estaba solo, pues un hombre de aspecto fuerte estaba peleando contra él. De hecho, la bestia estaba herida y aquel extraño estaba a punto de ganar. Acorraló al animal y este estaba ya intentando levantarse. El hombre estaba listo para dar el golpe final con su machete. Aquello era lo más normal, pues era un cazador a punto de acabar con su presa.

Pero luego me vino a la cabeza el nombre de la barca de antes, "El pequeño Jack". También pensé en que los objetos que encontré en la segunda casa probablemente pertenecieran al fortachón. Mi instinto me estaba diciendo que aquel no era un simple animal. A lo mejor me estaba equivocando y era un simple animal de la isla que se había adaptado a la situación de la isla. Me estaba doliendo la cabeza con tanto darle al coco, pero algo dentro de mí me decía que debía salvarlo. Por lo que avancé con prisa cortando la maleza que me impedía el paso y que mi hacha pudiera cortar y llamé la atención del hombre.

- ¡¿Quien eres y que haces aquí?! - Grité a pleno pulmón para atraer su atención.

Pareces sorprender al hombre, el cual para su movimiento en el aire. La bestia sigue en el mismo estado, gruñiendo sin hacer nada. Sigue mirando atenta al cazador, y puede darte la sensación de que saltará a por él si se distrae demasiado. Aún así, es una situación tensa, en el que tu juicio y acciones decidirán el resultado. Te echa una ojeada de arriba hacia abajo y frunce el ceño. Después ruge su estómago con tal fuerza que puedes escucharlo desde donde estás. Clava su espadón en el suelo y se lleva la mano al estómago, pegando un pesado suspiro. Está hambriento, y no de lo que puedas relacionar. Parece querer, con la misma mirada, asar a la bestia y comérsela ahí mismo.

—¡Llevo un mes comiendo conservas! —Grita al verte—. Necesito comer ya un buen filetón. De los ricos ricos. Así que, ¿te unes a mí a pegarte un buen festín o me vas a parar?

Te da tiempo a una respuesta, así que deberías de elegir. ¿Salvar a una bestia que está malherida u oponerte a la única persona que pueda darte pistas por ahora? El animal sigue alerta, así que si no haces nada saltará directamente y el hombre lo rematará con facilidad.

Conseguí que aquel hombre me oyera y se girase para mirarme. Mientras que la bestia seguía estando en la misma posición solo que esta vez parecía estar preparada para saltar encima del extraño. El hombre dejó su arma y pude escuchar como las tripas le rugían con furia furibunda. Me miró seriamente y me dijo que había estado alimentándose de reservas. Aquello ya me confirmó que las cosas que encontré en la casa pertenecían al hambriento hombre. Debido a su extenso tamaño y probablemente que no estuviera acostumbrado a comer en pequeñas cantidades, no le eran suficientes para calmar su apetito que quería matar al cánido. Pero siguiendo mi impulso, le plantee una solución diferente.

- No mates a ese animal. Si estoy en lo cierto, pertenecía a uno de los lugareños y el pobre animal ha estado solo en esta isla viviendo como podía sin su amo. Sin embargo, no he venido sola a la isla - Dije señalando atrás mía - Llegué a esta isla en un barco de un comerciante amigo de mi hermana, tendrá comida de sobra en su barco para poder saciar tu hambre. A cambio solo quiero tu palabra que no le harás daño ni a este animal ni al comerciante - Terminé de hablar intentando convencer al musculado para luego hablarle al lobo.

-¿Tu eres el pequeño Jack? - Pregunté con voz calmada para intentar relajar a la bestia y no atacase por la espalda.

Si aquel hombre se negara a mi proposición, no me daría otra elección salvo entablar combate con él. Aunque siempre podría equivocarme y aquel animal no fuera quien yo pensaba que era, lo cual sería un grave error por mi parte.

Cuando hablas con el lobo y le mencionas al pequeño Jack parecen brillar por un momento sus ojos. Pero antes de que puedas hacer nada, el hombre te corta. Se le ve bastante cabreado y con mucha impaciencia, hasta el punto de no querer escuchar nada de lo que tengas que decir. De hecho, se nota que no te ha hecho caso alguno. Parece tener más interés en la posible comida que tiene delante.

—No estoy aquí para hablar. No me importa nada de lo que puedas decirme. He venido por el tesoro de la isla, pero de poco te servirá esa información.

Le pega una fuerte patada en el morro al animal y este cae al suelo inconsciente. Después blande su espadón contra ti, haciendo un gran barrido hacia tu torso. Está pegando un gran tajo en horizontal, y se puede ver de lejos que, en base a la forma en la que pelea con su arma, es fuerte. Pero su movimiento es burdo y fácil de predecir. Quizás solo sea un puro músculos que tiene mucha confianza en él mismo.

Tras hacer su ataque, pega dos pasos hacia atrás y se pone en guardia. Su mandoble es bastante grande, y parece que tiene algo bajo su manga. De hecho está mirando al suelo en vez de mirarte a ti. Si tú mirases también, verías que faltan trozos de tierra por todos los lados. Son pequeños huecos de más o menos la misma envergadura que el filo de su arma.

Me pareció que el cánido reaccionó cuando escuchó el nombre de Jack. Pero poco iba a durar ese momento, pues el bruto se mostraba cabreado con mi propuesta. No estaba dispuesto a escuchar, no sabía si era porque el hambre le había quitado el sentido común o si era porque era todo músculos sin nada de cerebro. Pero algo de lo que dijo despertó mi curiosidad. Habló sobre un tesoro que se encontraba en la misma isla. A continuación se desquita con el animal mediante una patada, quedando inconsciente. Tenía ganas de pelear, pues agarró su arma de nuevo y se dispuso a dirigir un peligroso ataque contra mi cuerpo. No iba a usar mi escudo, pues viendo la fuerza con la que usaba su arma era muy probable que lo rompiera y me matara.

Sin embargo, aunque pareciera ser fuerte, sus movimientos no eran difíciles de ver venir. ¿Era quizás porque su arma pesaba tanto incluso para aquel gorila? Teniendo cuidado, salté hacia atrás para intentar evitar el ataque. Aquel hombre también retrocedió también y asumió una posición de guardia. Cuando estaba tomando su posición defensiva, me fijé que ocultaba algo bajo su manga. Aquello me llamó la atención. Tenía pinta de que podría usar un arma oculta si se viera en la necesidad. El hombre estaba mirando el suelo, por lo que eché un vistazo rápido. El golpe de su arma había provocado algunos agujeros por el suelo.

-Bueno, parece que tu desesperación no te deja pensar con claridad. Voy a tener que sacarte el sentido común a golpes - Dije preparándome para atacar.

Como no tenía mucha precisión, intenté atacar corriendo por los lados. Usando mi hacha, intenté golpear en su costado pero no quedándome en el mismo sitio para evitar morir. Tenía la intención de correr alrededor suyo golpeando donde dejara un hueco, aunque aquello era una apuesta que me podría salir cara. Pues se cansaba él o me cansaría yo  además de que a lo mejor me podría alcanzar. Solo podía esperar a que estando con hambre y cansado de luchar contra el lobo me diera una oportunidad. Si eso no funcionaba, usaría otros medios.

-Eres un bastardo duro - Comenté tosiendo por la tierra que levantaba su arma. Estaba motivada por el supuesto tesoro, sería mío a cualquier precio.

Cuando haces la táctica de correr hacia él, se extraña. Pero llámalo prepotencia o quizás de que te haya subestimado: logras hendirle el arma en el torso. No parece afectarle demasiado debido a tu gran musculatura, pero el lobo aprovecha el momento para saltar a su yugular y arrancársela. El guerrero cae hacia atrás llevándose las manos hacia el cuello, para después empezar a cerrar los ojos lentamente y dejar un charco de sangre debajo de él. El animal te mira fijamente, y después arquea su cabeza hacia una cueva. Parece que quiere que le sigas hasta allí, donde puedes escuchar pequeños rugidos, como de crías. Atando cabos ya puedes saber cuál era la situación real.

De hecho, al haber mencionado el pequeño Jack, parece ser bastante manso contigo. No podrías llegar a darle órdenes, pero sí parece entender tus intenciones de forma bastante sencilla. Puedes buscar y saquear al hombre si quieres, pero encontrarás poca cosa más que una nota. Esta nota dice expresamente que hay el mayor tesoro que nadie pueda codiciar dentro de la isla maldita. Le llaman el tesoro de midas, el don para volver en oro todo lo que toca una persona. Quizás no entiendas cuál es la leyenda real, pero por la trayectoria que estás tomando, hay algo dentro de esa isla importante.

Te quedan dos caminos por seguir. Siempre puedes volver a la zona del pueblo y seguir por la orilla, o seguir al animal hasta una cueva. Tú decies.

Gracias a los dioses mi táctica logró confundirle y conseguí asestarle un golpe en el costado con mi fiel hacha. Sin embargo, me di cuenta de que aquello no le hizo mucho daño debido a su cuerpo musculado. Iba a intentar propinarle otro ataque hasta que el lobo saltó sobre él y arrasó con su yugular. Al final aquel hombre hambriento y tonto murió bañándose en su propia sangre en medio de la nada, en una isla donde nadie le recordaría. A lo mejor si el hambre no le hubiese cegado en su locura las cosas podrían haber sido de otro modo. Miro hacia aquel ser con el que me quedé en medio del bosque, parecía que quería que le siguiese hacia su madriguera. Fue entonces cuando comprendí la tenacidad de aquel lobo. Pude oír lo que parecían ser sus cachorros. Un progenitor defendiendo a su progenie.

Pero antes de seguir al animal, me dispuse a examinar al cadáver del fortachón. No encontré nada interesante excepto un papel. Procedí a leerlo con atención. Mis manos temblaban de júbilo y si alguien mirase mis pupilas podría decirme que estaban dilatadas del interés acerca del contenido de la hoja. Hablaba sobre el tesoro de la isla que mencionó aquel hombre antes. Un tesoro capaz de otorgar a su portador el don de convertir en oro cualquier cosa que llegase a tocar. Aquello parecía sacado de las historias de mis antepasados. Hombres y mujeres con dones regalados por los dioses capaces de usar poderes divinos que escapaban de la realidad.

- Con esto ha merecido la pena venir a esta isla maldita - Dije rebosante de energía para así seguir al lobo hasta su cubil. A lo mejor me enseñaría algo interesante o simplemente me quería presentar a su camada y darme las gracias. Parecía que toleraba mi presencia y no me veía como una amenaza al mencionar a Jack.

Tu energía parece influenciar un poco al lobo. Tanto optimismo hace que el animal se sienta ligeramente más seguro a tu lado. Por su comportamiento, no parece salvaje. De hecho, bajo toda la sangre, hay un pelaje perfectamente cuidado y limpio. Si lo acompañas hasta la cueva, acabarás viendo sus cachorros. Parecen ser muy parecidos, compartiendo hasta el color de ojos y de pelaje con el mayor. Pero la cuestión más importante no es esa: has entrado a lo que parece ser una zona que está cubierta con madera, por dentro de la boca de la montaña. La madera parece estar en un mejor estado que el de las casas y no está completamente blanca. De hecho, parece tener motas y señales de que se está extendiendo lo blanquecino por las tablas, llegando hasta casi la mitad de la entrada. Si te adentras un poco, verás que la zona está totalmente preparada para vivir. Al final hay una cama con algo dentro moviéndose de un lado para otro.

El resto de la habitación tiene una pequeña cocina improvisada, un lugar donde poder hacer tus necesidades y una bañera que está conectada a un depósito de agua y tiene una pequeña manivela. Parece un sistema improvisado de ducha, quizás. Hay mesas y un mapay y si sigues más hacia el fondo acabarás viendo una puerta abierta que baja aún más hondo. La figura de la cama se levanta y se puede ver a un viejo hombre levantarse de esta. Te mira algo extrañado y suspira aliviado. Se acerca hacia ti tras agarrar un bastón y se cubre bien con la bata. Tose a cada paso que da y se le puede ver en un estado de salud pésimo.

—Por lo que he escuchado fuera... Parece ser que has ayudado a mi loba. —Para para toser y suelta un poco de flema mezclado con sangre—. Soy Jack. Supongo que habrás venido a lo mismo a lo que vienen todos. ¿Cómo te llamas, joven?

El lobo parecía sentirse a gusto con mi presencia, me fijé que dejando a un lado la sangre y su herida, estaba bien cuidado. ¿Sería simplemente casualidad o había alguien más en aquella isla? Continué siguiendo al animal hasta que por fin llegamos a lo que parecía ser su madriguera en una cueva. Entonces vi a sus cachorros, eran preciosos. Se me hacía la boca agua con sus patitas y sus ojos. Eran similares a su progenitor en cuanto a aspecto. Tuve cuidado de no acercarme mucho a su camada, no fuera a hacer que el lobo reaccionara de mala manera ahora que estaba en buenos términos con él. Pero lo que me llamó la atención es que había madera en aquella zona, como si fuera para mantener la estructura de la cueva y no estaba completamente blanca.

Continué examinando aquella extraña zona con atención. Para mi sorpresa, a medida que me iba adentrando en la cueva encontré un espacio construido para uso de vivienda. Había de todo, una letrina, una ducha con un mecanismo para el agua, una especie de cocina y en lo más profundo una cama con alguien o algo dando vueltas en ella. Aparte también habían otros muebles y un mapa, presumiblemente de la isla. Y más adentro una puerta abierta que bajaba hacia donde los dioses saben. Una persona se levantó de la cama y resultó ser un anciano que parecía estar enfermo por el sonido de su tos. Se me acercó lentamente mientras el sonido de su bastón contra el suelo se esparcía por el habitáculo. Era el dueño de la loba y lo más sorprendente, era el mismísimo Jack. Dijo que si había venido a lo que todos y preguntó por mi nombre.

- Me llamo Helga, hija de Eirik. Soy una pirata, le seré sincero,  y llegué a esta isla para investigar sobre lo que pasó en este lugar. He encontrado algunas viejas noticias en una de las casas del puerto. ¿Es usted habitante de esta isla? ¿Como ha sobrevivido? - Las preguntas no paraban de salir de mi boca y de formarse en mi cabeza -  ¿Habla usted sobre el tesoro del que hablaba el fortachón de antes? Pues me gustaría obtener dicho tesoro, mi sed de aventuras y tesoros está activada. ¿Sabe usted donde está? - Pregunté dejándole hablar por fin.

El hombre sonríe mientras te escucha, dejándote todo el tiempo necesario para que puedas comentarle todo. Rumia por un segundo cuando acabas de hablar y se coloca en la cama con algo de dificultad, apoyando la mitad de su torso en la pared. Vuelve a toser y mira hacia su mano preocupado. Por su aspecto físico y la forma en la que tose, no parece que le quede mucho. Tiene que estar afrontando alguna enfermedad y no se necesita demasiada cabeza para relacionarla con todo lo que recorre la isla. Señala hacia la puerta del fondo y te dedica una vaga sonrisa para después empezar a hablar.

—Me alegra que tengas tanta energía, joven Helga. La verdad es que me gustaría ver qué hay fuera de la isla pero no me queda mucho tiempo —baja la cabeza y chasquea su lengua algo molesto—. Si sigues por la puerta hallarás lo que buscas. Por lo menos lo que vienen a buscar todos. Quien ha dejado mi loba seguramente será uno de ellos... Quién sabe.

Señala hacia la pared y puede verse una antorcha, la cual muy seguramente te servirá más adelante. Después baja su dedo hasta una caja de cerillas que está algo húmeda, pero seguramente funcionen. La loba se encuentra lamiendo a sus cachorros y Jack acaba levantándose para meterle un ungüento en la herida. Después le aplica un vendaje y en ese momento si te quedas mirando puedes ver claramente que tiene muchas heridas ya cerradas y curadas. Muy seguramente es la defensora de esta cueva, pero nada te dice que puedan o no haber más peligros delante de esa puerta.

Si decides bajar necesitarás de la antorcha para ver una escalera bastante roída y en mal estado que tira directamente hacia abajo. La llama no cubre mucha distancia y se escucha un silencio que puedes tomártelo como la calma antes de la tormenta. Tienes libertad narrativa para cubrir una distancia razonable si decides ir por aquí y no quedarte conversando. En caso de que decidas conversar, se te adjuntará en la próxima moderación la respuesta de Jack, no te preocupes.

El hombre aguarda mientras oye lo que le digo, mirándole más de cerca daba más la sensación de que estaba débil y parecía que la enfermedad que azotó la isla antaño había llegado a su cuerpo. Acaba señalando una puerta al fondo. Comentó de que le hubiese gustado ver el mundo exterior y que si sigo por la puerta encontraré el supuesto tesoro de la isla. Habían una antorcha y unas cerillas que me podrían ayudar con la exploración. Antes de reaccionar, el viejo Jack se dispuso a curar a la loba. Mientras le daba su tratamiento, observé que poseía varias heridas de guerra. ¿Habrán sido otros saqueadores o a lo mejor habrían otros animales en la isla que sin presencia de humanos se habían adaptado y evolucionado? De todas formas, según el anciano aquel hombre de antes no era el primero en intentar llegar al tesoro, así que mi pregunta ya había sido respondida.

Tomo la antorcha y la caja de cerillas y me dispongo a bajar para ver que me podría encontrar, no sin antes dedicarle una sonrisa de emoción a Jack. Me encontraba bajando por unas escaleras que habían conocido días mejores y que parecían que podrían venirse abajo en segundos. Continué bajando, parecía que aquello iba a llevarme a una cueva inferior o algo así. La calma que había en el ambiente comenzaba a ser inquietante. Algo me decía por dentro que aquello no iba a durar demasiado así que respiré hondo y continué bajando sin descanso.

Me giré, miré arriba por donde había venido y ya parecía muy lejano. ¿Cuan profundo era aquello? Tras lo que había parecido una hora o más, el final de las escaleras me llevaron a otra cueva. Quizás había una red de cuevas o puede que fuera la misma pero más profunda. Estaba oscuro y tuve que ir caminando con cuidado haciendo uso de la antorcha, no quería despeñarme por algún agujero o peor. Usando la luz que tenía, miré las paredes. Parecían tener un extraño brillo blanco. Continué caminando mientras el sonido del agua llegaba a mis oídos. Resultó que había un pequeño manantial en aquella cueva. Al mirarlo, sentí ganas de ir hacia él y beber un poco pero luego pensé que a lo mejor el agua podría estar contaminada por la enfermedad.

- ¿Realmente hay algo aquí o solo penumbra y agua? - Dije en voz baja mientras continuaba explorando la zona en busca del famoso tesoro de Midas.

Andas mucho, lo suficiente como para darte cuenta que aquello es bastante profundo. Pero claro, también hay que remarcar una cosa: tu estómago ruge. Si tan solo tuvieses algo a lo que echarle el guante para comer... ¿O llevas algo por ahí para pegarle un buen mordisco? No sientes un tipo de hambre que te incapacite, pero ese vacío está ahí presente y te va a acompañar a no ser que te olvides de él o lo llenes con algo. Dicho esto, la estructura de la cueva es de lo más interesante, y con lo poco que ves puedes empezar a notar algo: unas vías junto a unos carros. Hay dos bifurcaciones y no puedes ver más allá de ellas, pero algo te puede llegar a hacer arquear una ceja: lógicamente, es una bifurcación por la cual se puede ir hacia un solo sentido, el que vienes. Pero uno de los pasajes las tiene rotas, descolocadas a propósito. Además que puede notarse una cosa bastante interesante: hay un eco de luz al fondo, muy tenue, que rebota contra las paredes húmedas.

¿Qué tomarás de camino? Porque por el de la derecha, el que tiene las vías intactas, acaba de salir una andanada de murciélagos. Blergh.

Mientras iba adentrándome más y más en aquel lugar, escuché como mi estómago comenzó a hacer de las suyas. Era cierto, no había comido nada desde antes de irme del barco del mercader. No tenía otra que aguantarme, a lo mejor Jack me podría dar algo de su comida. El pobre parecía que pronto no la iba a necesitar. El hambre tendría que seguir dándome por saco al menos un tiempo más. Solo esperaba no volverme loca y desesperada como el gorila de antes. Intentando ignorar mi estómago vacío, me centro en seguir explorando para iluminar la oscuridad. Para mi sorpresa, descubrí unas viejas vías con carros. ¿Era aquello una mina? Tendría sentido. Eran dos bifurcaciones que tenían un sentido, por donde venía yo. Era algo natural en caso de que fuera una mina, tendría que haber un camino para traer los minerales o lo que fuera que hubiera allí.

Mis ojos se fijaron en que por uno de los caminos que tenía las vías rotas, como si alguien o algo las hubiese quitado a mano y además había una débil luz al fondo. ¿Habría alguien más abajo? Por si acaso, fui escudo en alto y preparada para lo que podría pasar con rumbo hacia aquella zona iluminada andando con pies de plomo. Maldición, ¿tendría comida consigo si fuera una persona? Tenía que darme prisa y coger el tesoro.

Conforme te adentras hacia la luz, acabas viendo lo que realmente es: la entrada a una mina abandonada. La luz tenue proviene de una bombilla colocada en la pared, muy seguramente para iluminar el tunel. Ya no necesitas la antorcha para guiarte, todo está suficientemente iluminado como para andar por ahí sin problema. Todos los lugares llevan hacia otros túneles, siendo un montón de bifurcaciones y pareciendo esto como la galería central. Al fondo parece haber una pequeña caseta hecha de hormigón con un cristal en el que se pueden ver varias pantallas apagadas, y al exterior de esta un gran interruptor que puede pulsarse y pone "electricidad". Si llegases a entrar en la caseta de hormigón podrías ver que es la centralita que dirige todos los carros y también sirve para dirigir las vías por regla general. Por lo que puedes buscar y ver si encuentras algo interesante fuera de eso, también pulsar el botón si quieres.

Proseguí con mi camino hacia la misteriosa luz hasta que mi idea de lo que era aquel lugar acabó siendo correcta. Aquello era la entrada hacia una mina. Ya la luz de mi antorcha no era necesaria por el momento, pues una bombilla que había cerca en la pared emitía la suficiente cantidad de luminosidad para examinar lo que había en frente de mí. Diversos caminos que conducían a varios túneles, si no tenía cuidado posiblemente me podría perder en aquellos lugares. Pero lo que me llamó la curiosidad fue una especie de caseta en medio de lo que parecía ser la galería central. Me acerqué con cuidado a aquella caseta, mirando por el cristal habían varias pantallas apagadas y en el exterior se encontraba un botón que supuestamente era para activar la electricidad.

Entré en la caseta con delicadeza, abriendo la puerta lentamente por si había algo en ella o algo por el estilo. Parecía ser el centro de control que dirige tanto los carros como las vías de la mina. Por simple curiosidad, apreté el botón para ver si pasaba algo. Mientras esperaba a que ocurriera algo, me dispuse a examinar las gavetas de un escritorio y el interior de un fichero. Esperaba encontrar algo interesante en relación al pasado de la mina y a alguna pista sobre el tesoro. Algo me decía que tendría que entrar en alguno de los túneles. Menos mal que tenía aún la antorcha y las cerillas.

Puedes encontrar varios planos e indicaciones de cómo seguir: hay un pequeño mapa con una leyenda de la zona; parece bastante densa, sobretodo en caminos. Hay un sistema de raíles por toda la zona de minería, los cuales puedes ver tras un sonoro clack: se abre una puerta en uno de tus laterales, dejando ver una galería aún más grande y bastante iluminada. Las paredes son de un color negrizo bastante apagado, viendo que el color blanquecino de la isla ya no está presente de ninguna manera. Es demasiado hondo y un muro de hormigón lo protege, por lo que puedes quedarte tranquila. De hecho, uno de los papeles mencionan algo sobre una enfermedad relacionada con el polvo blanquecino que está impregnado por todos los lados.

Una vez pases por la recién improvisada salida, puedes fijarte en que hay tres túneles pequeños que están cortados por palancas. Si miras hacia el fondo de la sala, hay uno mucho más grande, pero el problema es que dentro de los cuatro túneles no hay nada de luz, por lo que no puedes intentar elegir el mejor. Además de que el mapa parece tener varios niveles llenos de túneles, por lo que no puedes distinguir por ahora cuál es el más idóneo. Quizás todos llevan al mismo lugar o alguno te conduce hacia fuera. Lo importante es que hay una vagoneta y cuatro caminos: tres bastante cercanos y pequeños y uno cuarto, solitario y grande. Por lo que tendrás que arrastrarla y colocarla cerca de una de las cuatro palancas para que le llegue la señal eléctrica y puedas ir con ella. ¿Qué eligirás?

Mientras iba rebuscando la caseta de control de la mina, encontré algunos planos de la misma además de un mapa el cual indicaba que aquel lugar parecía ser un laberinto por la cantidad de caminos que habían además de raíles. De repente, escuché un extraño sonido como si algo se hubiera abierto o activado. Una puerta se abrió en uno de los laterales y mostró una galería amplia y con luz. Cuando entré, me llamó la atención ver que las paredes de aquel paraje eran negras y no blancas. ¿Fue quizás porque aquel sitio estaba cerrado y no llegó la extraña plaga blanca que había azotado a el resto de la isla? Entre los papeles que encontré en la caseta había uno que hablaba sobre una enfermedad por un polvo blanco.

De todas formas, observé como aquel lugar se dividía en cuatro túneles, tres pequeños y uno más grande. La pega era que aquello estaba más oscuro que la boca de un lobo estepario de mi isla. Temía que alguno de esos caminos me llevara al vacío. Así que la única cosa que podía hacer era confiar mi suerte a los dioses y que se cumpliera el destino que tenían reservado para mí en aquella isla. Había una vagoneta cerca, la arrastré con esfuerzo hacia la palanca que conducía al túnel más grande. Esperaba no equivocarme y dar con el vacío o un camino sin salida. Me preguntaba cuantos caminos tendría que seguir hasta alcanzar mi objetivo.

La mirada de tu compañero, el enorme lobo albino al que encontraste en el bosque y el que te ha estado siguiendo por la mina, te dice que usar la vagoneta no es la mejor idea. Como consejo de ser omnipotente, yo tampoco lo haría. Verás, puede ser peligroso usar un vehículo que va a quién sabe qué velocidad por un camino desconocido y oscuro. ¿Y si de pronto te salta un monstruo? Al menos caminando tendrás más oportunidades… En caso de que decidas seguir mi consejo, entrarás en el túnel y te guiarás por la luz de tu antorcha. Aunque ya te digo que pronto no la necesitarás puesto que, a medida que avanzas, comienzas a ver diminutos destellos de luz entre las sombras, pequeñas pintitas de distintos colores. Pronto te das cuenta de que estas están pegadas tanto a las murallas como al suelo, ofreciéndote un paisaje casi onírico.

Los destellos de luz son, en realidad, pequeños hongos que brillan en todos colores y tienen una peculiaridad: poseen rostros. Hay unos que parecen estar sonriendo, mientras que otros dan la impresión de que han tenido el peor día de sus vidas. Estás hambrienta, ¿no? Puedes hacer la prueba y echarte uno a la boca. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Si te pica la curiosidad y tu estómago es lo más importante ahora, ya verás tú el buen sabor que tienen los hongos. Algunos saben a helado de fresa; otros, a miel con pimienta negra. Las vikingas grandes como tú pueden zamparse todo lo que quieran sin engordar, está escrito en las sagradas escrituras.

Dejando cena fuera, hay un solo camino que seguir. Está iluminado por tus amiguitos de ahora, los honguitos, así que tampoco necesitas la antorcha. Guárdala, puede que la vayas a usar más tarde. Nunca sabes si tendrás que darle con un palo a una araña gigante. Al fondo del conducto subterráneo comienzas a alucinar. No literalmente, claro. Hay una extraña mezcla entre tonos plateados y destellos color arcoíris. Pregúntate tú si las setas estas no son alucinógenas porque lo que ves cuando llegas al final del túnel es tan surreal como el pasillo de la felicidad.

Te encuentras en la cima de un pasaje escarpado, aunque lo suficientemente ancho para que tú y el lobo pasen (uno detrás del otro, no se apuren). Lo impresionante es el gigantesco castillo de cristal que parece estar flotando en la nada, aunque igual esto es un efecto óptico porque allá abajo todo está muy oscuro. El camino de roca sólida conduce a las puertas de este, y también a otras zonas menos… llamativas. No tienes idea de cuán abajo estás ni cómo ha llegado esa cosa ahí, o siquiera si alguien la ha hecho, porque con el relieve tan irregular que tiene igual es una maravilla de la naturaleza. Por si estás dudando qué hacer, tu buen amigo (ponle un nombre, no seas mala) te dará un suave empujoncito con su hocico. O es un lobo suicida, o le gusta mucho la aventura.

Esta es tu decisión, Helga. ¿Volverás por donde has llegado? ¿O te aventurarás en las entrañas del castillo de cristal? ¿Cómo es que algo así puede estar ahí? ¿Y qué harás cuando tengas ganas de pasar al baño? Demasiadas preguntas, pocas respuestas. Elige bien, pues una mala decisión puede causarte estreñimiento. No pasar al baño está feo.

Sé que quieres leerme: