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Cuando me disponía a subirme a la vagoneta, sentí que no estaba sola pues el lobo de Jack me había seguido hasta aquí y me miraba como si me dijera que estaba loca por intentar ir en aquel medio de transporte. Decidí hacer caso al animal, tenían un sentido que a veces incluso daba miedo. Dejé a un lado la vagoneta y fui caminando por el túnel intentando ver por dónde iba con la fiel compañía de... Pensándolo bien. No me acordaba si Jack me dijo su nombre en algún momento. Bueno, en caso de que lo tuviera o no, le puse el nombre de Fantasma. Un buen nombre debido a que ni sentí que me estaba siguiendo por las minas. Probablemente Jack le dijo que me siguiera por si pasaba algo o me perdía. O eso al menos creía yo.
Sin más dilación, proseguí mi camino hasta que unas luces comenzaron a invadir la instancia. Para mi sorpresa, descubrí que eran una especie de hongos pequeños los cuales poseían como rostros o parecidos a ellos. No sabía si era buena idea comerlos, ya que desde hacía un buen rato el hambre se estaba despertando poco a poco y necesitaría energías por si tenía que luchar contra algo o hacer alguna actividad física. Arriesgándome a que me diese un cólico o vete a saber qué, me comí unos pocos. ¿Hongos con sabor a fresa? ¿Que clase de brujería era aquello? Algunos tenían un sabor picante y otros dulces. Aunque realmente el paisaje que ofrecían aquellos hongos lumínicos era ciertamente hermoso, como si de un sueño se tratase.
Debido a la luz que ofrecían los hongos, no vi necesaria la antorcha y la guardé para luego. Proseguí caminando siguiendo el sendero marcado por aquellos organismos hasta que en cierto punto comencé a ver colores que jamás había visto antes. ¿La había cagado comiendo esas cosas? Pero al menos había calmado mi apetito por el momento. Si hubiera alguna persona en aquel sitio, habría visto mi cara de estupefacción. No podía creerlo. Era un enorme castillo como los de los cuentos de hadas que parecía flotar mientras se alzaba majestuoso. Aunque no me fiaba, podría ser resultado de la ingesta de los hongos. Aunque un camino parecía conducir a las puertas de aquel castillo mágico. Ante mi duda de si proseguir y de cuánto había descendido, Fantasma me dio un leve empujón con su hocico. Parecía que quería que siguiera.
- Realmente te gustan las expediciones, Fantasma - Sonreí mirando a mi peluda compañía - Bueno, confío en ti. Después de todo, te salvé la vida y no creo que me conduzcas hacia mi muerte - Con aquello dicho, me dirigí hacia las puertas del castillo con la curiosidad de descubrir sus misterios y tesoros además de escribir sobre aquella fortaleza.
Sin más dilación, proseguí mi camino hasta que unas luces comenzaron a invadir la instancia. Para mi sorpresa, descubrí que eran una especie de hongos pequeños los cuales poseían como rostros o parecidos a ellos. No sabía si era buena idea comerlos, ya que desde hacía un buen rato el hambre se estaba despertando poco a poco y necesitaría energías por si tenía que luchar contra algo o hacer alguna actividad física. Arriesgándome a que me diese un cólico o vete a saber qué, me comí unos pocos. ¿Hongos con sabor a fresa? ¿Que clase de brujería era aquello? Algunos tenían un sabor picante y otros dulces. Aunque realmente el paisaje que ofrecían aquellos hongos lumínicos era ciertamente hermoso, como si de un sueño se tratase.
Debido a la luz que ofrecían los hongos, no vi necesaria la antorcha y la guardé para luego. Proseguí caminando siguiendo el sendero marcado por aquellos organismos hasta que en cierto punto comencé a ver colores que jamás había visto antes. ¿La había cagado comiendo esas cosas? Pero al menos había calmado mi apetito por el momento. Si hubiera alguna persona en aquel sitio, habría visto mi cara de estupefacción. No podía creerlo. Era un enorme castillo como los de los cuentos de hadas que parecía flotar mientras se alzaba majestuoso. Aunque no me fiaba, podría ser resultado de la ingesta de los hongos. Aunque un camino parecía conducir a las puertas de aquel castillo mágico. Ante mi duda de si proseguir y de cuánto había descendido, Fantasma me dio un leve empujón con su hocico. Parecía que quería que siguiera.
- Realmente te gustan las expediciones, Fantasma - Sonreí mirando a mi peluda compañía - Bueno, confío en ti. Después de todo, te salvé la vida y no creo que me conduzcas hacia mi muerte - Con aquello dicho, me dirigí hacia las puertas del castillo con la curiosidad de descubrir sus misterios y tesoros además de escribir sobre aquella fortaleza.
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Si fuera tú… Bueno, echarse a la boca unos hongos que crecen en una isla famosa por ser no apta para la vida no sé si habrá sido la mejor de las ideas. Te duele un poco el estómago y de pronto te atacan unas ganas de cagar, pero tras un pedo —o no, ya me contarás tú— todo parece estar en orden. Bueno, “orden”. Te sientes tan feliz que no puedes dejar de sonreír y todo a tu alrededor parece extrañamente simpático.
—Confiar en los compañeros es lo que hacemos los héroes.
Desde tu lado derecho escuchas una voz muy grave y profunda. Si decides voltear la mirada te darás cuenta de que hay un hombre. Y ya te digo que de hombre tiene poco. Es un champiñón antropomórfico cuya cabeza parece un paraguas, tiene los brazos muy delgados y el dorso demasiado… ancho. Mira con profundidad más allá del castillo, tienes la impresión de que su rostro siempre es así de arrugado. ¿Será un hongo mayor de edad? Igual huele un poco a viejo, pero puedes lidiar con eso. Tampoco es como si tú te hayas bañado recientemente. Entonces, voltea la cara, te mira y sonríe iluminándosele la dentadura.
—Soy Champolís, el Astronauta. ¡Permíteme acompañarte en tu aventura, joven heroína! —te dice animadamente, levantándote el pulgar.
Da igual si quieres que te acompañe o no, Champolís parece seguirte sin importar cuanto te esfuerces por echarlo. O no, quizás te cae bien y se vuelven mejores amigos. El caso es que acabas frente a una de las entradas del castillo de cristal. Ya te habrás dado cuenta de lo maravilloso que es por fuera, así que toca saber lo que hay dentro. Quieres atravesar las puertas, pero justo antes de hacerlo te percatas de que no estás sola (y no me refiero a Fantasma ni a Champolís). En el pasillo pasado la puerta hay una especie de “vigilante”.
Sentado en el suelo se encuentra una criatura que te hará pensar qué mierda tenían esos hongos. Es una roca antropomórfica con ojos rasgados y un gran mostacho verde. Lleva una bufanda hecha de tela y a su lado reposa un gigantesco mazo que da miedo. Tienes suerte de que esta roca humanoide esté cabeceando casi a punto de caer dormida. Si eres lo suficientemente silenciosa, quizás puedas atravesar el pasillo. No te recomiendo virar hacia la derecha porque justo ahí está el vigilante, pero puedes seguir derecho (ves una estancia que bien podría ser un enorme vestíbulo) o doblar hacia la izquierda y seguir por el pasillo. Ya me dirás qué es lo que harás.
—Confiar en los compañeros es lo que hacemos los héroes.
Desde tu lado derecho escuchas una voz muy grave y profunda. Si decides voltear la mirada te darás cuenta de que hay un hombre. Y ya te digo que de hombre tiene poco. Es un champiñón antropomórfico cuya cabeza parece un paraguas, tiene los brazos muy delgados y el dorso demasiado… ancho. Mira con profundidad más allá del castillo, tienes la impresión de que su rostro siempre es así de arrugado. ¿Será un hongo mayor de edad? Igual huele un poco a viejo, pero puedes lidiar con eso. Tampoco es como si tú te hayas bañado recientemente. Entonces, voltea la cara, te mira y sonríe iluminándosele la dentadura.
—Soy Champolís, el Astronauta. ¡Permíteme acompañarte en tu aventura, joven heroína! —te dice animadamente, levantándote el pulgar.
Da igual si quieres que te acompañe o no, Champolís parece seguirte sin importar cuanto te esfuerces por echarlo. O no, quizás te cae bien y se vuelven mejores amigos. El caso es que acabas frente a una de las entradas del castillo de cristal. Ya te habrás dado cuenta de lo maravilloso que es por fuera, así que toca saber lo que hay dentro. Quieres atravesar las puertas, pero justo antes de hacerlo te percatas de que no estás sola (y no me refiero a Fantasma ni a Champolís). En el pasillo pasado la puerta hay una especie de “vigilante”.
Sentado en el suelo se encuentra una criatura que te hará pensar qué mierda tenían esos hongos. Es una roca antropomórfica con ojos rasgados y un gran mostacho verde. Lleva una bufanda hecha de tela y a su lado reposa un gigantesco mazo que da miedo. Tienes suerte de que esta roca humanoide esté cabeceando casi a punto de caer dormida. Si eres lo suficientemente silenciosa, quizás puedas atravesar el pasillo. No te recomiendo virar hacia la derecha porque justo ahí está el vigilante, pero puedes seguir derecho (ves una estancia que bien podría ser un enorme vestíbulo) o doblar hacia la izquierda y seguir por el pasillo. Ya me dirás qué es lo que harás.
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La ingesta de los hongos había sido una mala idea, pues me dolía el estómago como un demonio y la naturaleza me llamaba para dejar un regalito. Aunque pareció que con solo un gas me sentí mejor. Menos mal que aquello quedó en un susto aunque era mejor comer algo para guardar energías. De repente me sentí muy risueña, todo me parecía gracioso y comenzaba a ver cosas extrañas a parte de aquel castillo. No sé si era producto de aquellas cosas que comí, pero oí una voz y apareció un extraño ser que parecía ser un hongo con forma humana. Solo faltaba que mi compañero peludo también comenzara a hablarme. Aquel hongo con pinta de anciano se presentó con el nombre de Champolís, el Astronauta. Realmente... no debí haber comido esas cosas del subsuelo.
-Cuantos más seamos más divertida será la aventura, señor Champolís - Dije con una sonrisa de drogata. Esperaba que no fuera una alucinación y me mandara a ir por algún sitio que fuera muerte segura.
Continuando mi camino hacia el castillo de las maravillas estaba a punto de abrir una de las puertas cuando me doy cuenta de una presencia nueva. Una roca con forma humana armada con un martillo y vestida con una cantosa bufanda verde estaba vigilando la entrada. Para mi suerte, el dios del sueño le tenía casi en su mundo. Podía ir por un pasillo por la izquierda o por un camino que llevaba a una sala. Intenté hacer uso del sigilo, pero siendo una guerrera me esperaba que algo me saliera mal ya que no soy precisamente propensa a que la gente no se percate de mi presencia. Teniendo cuidado de no despertar a aquella... ¿estatua? Me dirigí todo recto a ver que encontraba en aquella sala. Con suerte algún tesoro, con mala suerte algún otro guardia.
-Cuantos más seamos más divertida será la aventura, señor Champolís - Dije con una sonrisa de drogata. Esperaba que no fuera una alucinación y me mandara a ir por algún sitio que fuera muerte segura.
Continuando mi camino hacia el castillo de las maravillas estaba a punto de abrir una de las puertas cuando me doy cuenta de una presencia nueva. Una roca con forma humana armada con un martillo y vestida con una cantosa bufanda verde estaba vigilando la entrada. Para mi suerte, el dios del sueño le tenía casi en su mundo. Podía ir por un pasillo por la izquierda o por un camino que llevaba a una sala. Intenté hacer uso del sigilo, pero siendo una guerrera me esperaba que algo me saliera mal ya que no soy precisamente propensa a que la gente no se percate de mi presencia. Teniendo cuidado de no despertar a aquella... ¿estatua? Me dirigí todo recto a ver que encontraba en aquella sala. Con suerte algún tesoro, con mala suerte algún otro guardia.
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Llegas a la sala y te das cuenta de que no es lo uno ni lo otro: no hay tesoros ni guardias; ya me contarás si es bueno o malo, aunque a Champolís parece hacerle gracia. Y yo no sé si un hongo parlante necesite razones normales para reírse… Igual ve cosas que tú no. En fin, a ti te interesa saber que has pasado sin ningún problema la “guardia” de lo que tú llamas estatua. Se ha girado para un lado como acomodándose, pero más allá de eso nada que debiera llamar tu atención.
Bien, ahora mismo te encuentras en un enorme salón con columnas tan altas que parecen sostener el cielo mismo. ¿Lo curioso? Todas son de cristal, aunque habiendo visto el castillo desde fuera tampoco debería sorprenderte. Puedes ver que el interior guarda una belleza inigualable: todo brilla con suavidad y elegancia. El suelo quizás parezca resbaladizo, pero si pruebas a caminar te darás cuenta de que es tan firme como cualquier otro. En el centro hay una gigantesca estatua (también de cristal) que simula a una criatura, como la que acabas de ver, sosteniendo un martillo con todo tipo de joyas. Un verdadero pirata las robaría, aunque eso está muy alto…
Dejando la estatua a un lado te puedes fijar que hacia la izquierda se encuentra un enorme portón de como mínimo diez metros de alto. Si intentas empujarlo… Bueno, te verás solo un poco ridícula haciendo tremendo esfuerzo para nada. Podrías pedirle ayuda a Champolís. A tu derecha, por otra parte, puedes ver dos pasillos separados el uno del otro por otro enorme portón medio abierto.
—Jmmm, deberíamos tomar el pasillo de la derecha —dice Champolís con expresión pensante—. ¡El espíritu de la aventura ha hablado!
Parece que a Fantasma no le ha gustado la sugerencia del señor hongo, golpeándole con la cabeza para luego gruñirle. ¿El lobo también consumió honguitos de esos…? Moviéndote la cola te invita a tomar el camino de la izquierda. Puedes asomarte por cualquiera, aunque no verás gran cosa.
Bien, ahora mismo te encuentras en un enorme salón con columnas tan altas que parecen sostener el cielo mismo. ¿Lo curioso? Todas son de cristal, aunque habiendo visto el castillo desde fuera tampoco debería sorprenderte. Puedes ver que el interior guarda una belleza inigualable: todo brilla con suavidad y elegancia. El suelo quizás parezca resbaladizo, pero si pruebas a caminar te darás cuenta de que es tan firme como cualquier otro. En el centro hay una gigantesca estatua (también de cristal) que simula a una criatura, como la que acabas de ver, sosteniendo un martillo con todo tipo de joyas. Un verdadero pirata las robaría, aunque eso está muy alto…
Dejando la estatua a un lado te puedes fijar que hacia la izquierda se encuentra un enorme portón de como mínimo diez metros de alto. Si intentas empujarlo… Bueno, te verás solo un poco ridícula haciendo tremendo esfuerzo para nada. Podrías pedirle ayuda a Champolís. A tu derecha, por otra parte, puedes ver dos pasillos separados el uno del otro por otro enorme portón medio abierto.
—Jmmm, deberíamos tomar el pasillo de la derecha —dice Champolís con expresión pensante—. ¡El espíritu de la aventura ha hablado!
Parece que a Fantasma no le ha gustado la sugerencia del señor hongo, golpeándole con la cabeza para luego gruñirle. ¿El lobo también consumió honguitos de esos…? Moviéndote la cola te invita a tomar el camino de la izquierda. Puedes asomarte por cualquiera, aunque no verás gran cosa.
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Gracias a los dioses aquella especie de estatua viviente no se dio cuenta de mi presencia y pude dirigirme hacia aquella sala. Por desgracia para mi hambre codiciosa no habían tesoros aunque tampoco guardias ni nada peligroso a primera vista. El interior de aquella estancia era realmente hermoso. Columnas de cristal y un suelo que parecía un espejo gigante donde podía reflejarse hasta el alma de las personas. Temía que el piso se rompiera con tan solo apoyar el pie, pero gracias a los dioses era lo bastante sólido como para continuar caminando. Mis ojos se centraron en una gran estatua en el centro de la sala, parecía ser como el extraño ser de piedra que estaba custodiando el exterior. Pero lo que me llamó realmente la atención era que el martillo que portaba tenía unas relucientes joyas que pedían a gritos acabar en mis bolsillos... Lo malo era que no tenía forma de alcanzar el martillo, pues la estatua era muy alta.
Blasfemé por lo bajo y me resigné a seguir mi camino esperando conseguir algo más a mi alcance y que no tuviera que hacer tanto ruido. Hacia la izquierda de la estatua había un enorme portón. Intenté abrirlo con todas mis fuerzas pero , lamentablemente, parecía estar cerrado a cal y canto. Retrocedí para mirar por el otro lado de la estatua habían dos caminos que recorrer. El portón de esa zona estaba abierto lo cual me facilitó mucho el no tener que volver a donde el soldado de piedra. El champiñón que parecía ser fruto de lo que comí antes, sugirió ir por el pasillo de la derecha. Sin embargo, Fantasma no estaba de acuerdo y me señaló el de la izquierda con su cola. ¿Acaso el lobo había comido también y podía ver aquel ser que me acompañaba?
Al final decidí hacer caso a Fantasma. Me fiaba más del instinto animal que de alguien que bien podría ser una alucinación. Así pues tomé el pasillo de la izquierda aguardando a ver que descubría.
Blasfemé por lo bajo y me resigné a seguir mi camino esperando conseguir algo más a mi alcance y que no tuviera que hacer tanto ruido. Hacia la izquierda de la estatua había un enorme portón. Intenté abrirlo con todas mis fuerzas pero , lamentablemente, parecía estar cerrado a cal y canto. Retrocedí para mirar por el otro lado de la estatua habían dos caminos que recorrer. El portón de esa zona estaba abierto lo cual me facilitó mucho el no tener que volver a donde el soldado de piedra. El champiñón que parecía ser fruto de lo que comí antes, sugirió ir por el pasillo de la derecha. Sin embargo, Fantasma no estaba de acuerdo y me señaló el de la izquierda con su cola. ¿Acaso el lobo había comido también y podía ver aquel ser que me acompañaba?
Al final decidí hacer caso a Fantasma. Me fiaba más del instinto animal que de alguien que bien podría ser una alucinación. Así pues tomé el pasillo de la izquierda aguardando a ver que descubría.
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La expresión seria y pensante de Champolís desaparece de golpe cuando decides no hacerle caso, y pasa a llorar. Y no está llorando como un hombre normal, sino que ha hecho un berrinche de crío pesado. Se ha echado al suelo y, entre mocos y lágrimas, gira de allá para acá.
—¡Ño quiero derecha! ¡Ño, señol, ño quiero! —dice con voz de bebé. Si yo fuera tú no le haría demasiado caso, aunque seguro que te interesa girar como él.
Dejas a Champolís en su berrinche y continúas tu camino, tomando el camino de la izquierda como has dicho. El corredor es tan oscuro que apenas consigues ver la silueta de Fantasma a tu lado, aunque sabes que sigue ahí porque, bueno, te está siguiendo. Y huele a lobo, vamos, dudo que se haya pegado un baño en este último tiempo. Un escalofrío recorre tu espalda baja y los pelos se te erizan. Podrás pensar que estás en peligro, pero solo es Champolís intentando ver bajo tu falda de guerrera norteña. Si lo miras (antes de golpearle), el hongo te mirará con expresión seria como si de verdad estuviera haciendo algo importante y te dirá:
—Un aventurero siempre vigila el camino.
No tiene sentido, ¿verdad? Bueno, eso te pasa por comer hongos alucinógenos.
Puedes golpear a Champolís todo lo que tú quieras, pero este se transformará en niebla y volverá a aparecer. En fin, tú a lo tuyo. Continúas caminando por el pasillo hasta que llegas a una puerta de madera entreabierta. La empujas y esta cruje como los huesos de tu abuela. No es que tenga problemas con ella, pero es para que me entiendas. En caso de que entres a la habitación te darás cuenta de que esta está iluminada por unas débiles antorchas. Hay un montón de cajas de madera, alimentos repartidos por el suelo y todo indica que es un almacén. Igual te interesará más fijarte en dos cosas: la estatua de piedra, la misma que has visto antes, mirarte con recelo y la escalera que está detrás de esta.
—¡Intlusa! ¡Tenemos una intlusa!
La criatura de piedra mide cerca de dos metros de alto y lleva un espadón en ambas manos. Es lenta, sí, pero todo parece indicar que de un golpe te puede tumbar… Suelta un tajo en forma de media luna que busca tu dorso. ¿Consejo? Estaría bien coordinarse con Fantasma.
—¡Ño quiero derecha! ¡Ño, señol, ño quiero! —dice con voz de bebé. Si yo fuera tú no le haría demasiado caso, aunque seguro que te interesa girar como él.
Dejas a Champolís en su berrinche y continúas tu camino, tomando el camino de la izquierda como has dicho. El corredor es tan oscuro que apenas consigues ver la silueta de Fantasma a tu lado, aunque sabes que sigue ahí porque, bueno, te está siguiendo. Y huele a lobo, vamos, dudo que se haya pegado un baño en este último tiempo. Un escalofrío recorre tu espalda baja y los pelos se te erizan. Podrás pensar que estás en peligro, pero solo es Champolís intentando ver bajo tu falda de guerrera norteña. Si lo miras (antes de golpearle), el hongo te mirará con expresión seria como si de verdad estuviera haciendo algo importante y te dirá:
—Un aventurero siempre vigila el camino.
No tiene sentido, ¿verdad? Bueno, eso te pasa por comer hongos alucinógenos.
Puedes golpear a Champolís todo lo que tú quieras, pero este se transformará en niebla y volverá a aparecer. En fin, tú a lo tuyo. Continúas caminando por el pasillo hasta que llegas a una puerta de madera entreabierta. La empujas y esta cruje como los huesos de tu abuela. No es que tenga problemas con ella, pero es para que me entiendas. En caso de que entres a la habitación te darás cuenta de que esta está iluminada por unas débiles antorchas. Hay un montón de cajas de madera, alimentos repartidos por el suelo y todo indica que es un almacén. Igual te interesará más fijarte en dos cosas: la estatua de piedra, la misma que has visto antes, mirarte con recelo y la escalera que está detrás de esta.
—¡Intlusa! ¡Tenemos una intlusa!
La criatura de piedra mide cerca de dos metros de alto y lleva un espadón en ambas manos. Es lenta, sí, pero todo parece indicar que de un golpe te puede tumbar… Suelta un tajo en forma de media luna que busca tu dorso. ¿Consejo? Estaría bien coordinarse con Fantasma.
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Justo lo que me faltaba, un champiñón haciendo un maldito berrinche. Creyendo que era una simple alucinación, le ignoré y proseguí por donde me indicó mi peludo acompañante. Esperaba que el lobo no se equivocara, aunque mejor era hacerle caso a aquel animal que a una alucinación llorona. Por el camino de la izquierda no veía absolutamente nada, pero sentía que Fantasma me seguía como una sombra pues olía como a perro. Realmente me sentía extraña, sentí un intenso escalofrío y la piel de gallina hasta que bajo la mirada y me encuentro a aquel champiñón dando por saco una vez más viendo mis enaguas. Me molesté bastante pero no tenía caso golpearle, pues consideraba que en verdad no existía y solo era alucinación de las setas. Realmente no estaba segura de si el castillo realmente existía.
Tragándome la bilis, proseguí el sendero hasta que me topé con una puerta que parecía estar hecha de madera. Lo mejor era que estaba entreabierta. Puse mis manos sobre ella y empujé para poder entrar bien. Hizo un crujido raro como si alguien con problemas en los huesos se hubiera levantado rápido. Cuando entré a la nueva estancia, me fijé que la misma estaba alumbrada tenuemente por unas pocas antorchas. Me fijé en el suelo y habían cajas repartidas por toda la sala, con comida y otros enseres. Pero no estaba sola.
La estatua de antes me vio y se dirigió a atacarme con un enorme espadón. Para mi suerte, era lento como el gorila de antes. Le intenté esquivar como pude. Tenía que derrotarla antes de que vinieran más, si hubieran, claro. Le hice una seña a Fantasma para que le atacara por un flanco y así yo atacar por el otro. Agarrando fuerte mi hacha, me dispuse a golpear su costado izquierdo con toda la fuerza que tenía. Si realmente era de piedra o de algún mineral duro, iba a necesitar mucha fuerza para hacerle algo. También estuve pendiente para alejarme si contraatacaba y esperaba que Fantasma hiciera lo mismo.
Tragándome la bilis, proseguí el sendero hasta que me topé con una puerta que parecía estar hecha de madera. Lo mejor era que estaba entreabierta. Puse mis manos sobre ella y empujé para poder entrar bien. Hizo un crujido raro como si alguien con problemas en los huesos se hubiera levantado rápido. Cuando entré a la nueva estancia, me fijé que la misma estaba alumbrada tenuemente por unas pocas antorchas. Me fijé en el suelo y habían cajas repartidas por toda la sala, con comida y otros enseres. Pero no estaba sola.
La estatua de antes me vio y se dirigió a atacarme con un enorme espadón. Para mi suerte, era lento como el gorila de antes. Le intenté esquivar como pude. Tenía que derrotarla antes de que vinieran más, si hubieran, claro. Le hice una seña a Fantasma para que le atacara por un flanco y así yo atacar por el otro. Agarrando fuerte mi hacha, me dispuse a golpear su costado izquierdo con toda la fuerza que tenía. Si realmente era de piedra o de algún mineral duro, iba a necesitar mucha fuerza para hacerle algo. También estuve pendiente para alejarme si contraatacaba y esperaba que Fantasma hiciera lo mismo.
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Consigues esquivar el ataque de tu oponente, aunque Fantasma no corre la misma suerte. La punta del espadón, afortunadamente sin filo, le golpea un costado y escuchas un chillido de dolor. Si te volteas a comprobar el estado de tu compañero, verás que está en el suelo, gruñendo y gimiendo, sin poder levantarse por mucho que lo intente. Tal vez deberías haber esquivado de otra manera. O incluso haber bloqueado el ataque, aunque esto último tampoco parece ser lo más sensato del mundo, después de todo, hay una diferencia importante entre la “estatua” y tú, ¿no?
Tal y como has predicho, tu enemigo es lento pero resistente. Frunce las… ¿cejas? Bueno, no es que tenga cejas como tal, pero hace un movimiento que simula unas. En fin, las frunce cuando el filo de tu hacha le golpea un costado. Se ve que está molesto y dolorido, así que igual te estás enfrentando a algo más que solo una estatua. No sé, si siente dolor… El caso es que la ves preparándose para contraatacar. Retrocede unos pocos metros para acomodarse y entonces te mira, empuñando firmemente el espadón. Antes de abalanzarse te pregunta:
—¡¿Quién tú eles?! ¡Te matalé, intlusa! —te pregunta y luego afirma con una voz muy chillona impropia de un cuerpo tan… robusto.
Ya me dirás tú por qué se ha detenido a preguntarte algo así, pues tampoco parece abierto al diálogo. Es más, inmediatamente después de preguntarte se abalanza hacia ti. Realiza un esprint (bastante lento, por cierto) y una vez está cerca de ti eleva el espadón para dejarlo caer de manera vertical y con mucha violencia. Si consigue llegar al suelo y no a tu cabeza, dejará un cráter en este. Por último, le toma un segundo reposicionarse para lanzar un tajo ascendente y diagonal, dejando su guardia abierta. Un cuerpo tan lento y aparentemente resistente… ¿Tendrá puntos débiles?
Tal y como has predicho, tu enemigo es lento pero resistente. Frunce las… ¿cejas? Bueno, no es que tenga cejas como tal, pero hace un movimiento que simula unas. En fin, las frunce cuando el filo de tu hacha le golpea un costado. Se ve que está molesto y dolorido, así que igual te estás enfrentando a algo más que solo una estatua. No sé, si siente dolor… El caso es que la ves preparándose para contraatacar. Retrocede unos pocos metros para acomodarse y entonces te mira, empuñando firmemente el espadón. Antes de abalanzarse te pregunta:
—¡¿Quién tú eles?! ¡Te matalé, intlusa! —te pregunta y luego afirma con una voz muy chillona impropia de un cuerpo tan… robusto.
Ya me dirás tú por qué se ha detenido a preguntarte algo así, pues tampoco parece abierto al diálogo. Es más, inmediatamente después de preguntarte se abalanza hacia ti. Realiza un esprint (bastante lento, por cierto) y una vez está cerca de ti eleva el espadón para dejarlo caer de manera vertical y con mucha violencia. Si consigue llegar al suelo y no a tu cabeza, dejará un cráter en este. Por último, le toma un segundo reposicionarse para lanzar un tajo ascendente y diagonal, dejando su guardia abierta. Un cuerpo tan lento y aparentemente resistente… ¿Tendrá puntos débiles?
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Gracias a la fortuna de los dioses conseguí escapar del arma de aquel ser. Sin embargo, mi fiel acompañante no pudo evitar el golpe. Maldición, ¿acaso no puede moverse correctamente debido a las heridas del hombre de antes? Me dispuse a examinar el estado de Fantasma, realmente recibió de lleno el impacto y yacía en el suelo, incapaz de hacer nada. Su dolor me enfureció. Le había cogido cariño debido a que demostró una lealtad que muchas personas carecen. Aquella estatua pareció sentir el golpe, pero no fue suficiente. Necesitaba aplicar más fuerza o quizás un milagro para poder acabar con esa cosa. Lo raro era que parecía tener consciencia y capacidad de habla. Pero aquello en esos momentos no me interesaba, pues la rabia me consumía. Debía proteger a Fantasma y aquello sentía que me daba valentía aunque algunos lo llamasen temeridad.
Mi enemigo retrocedió un poco pero aquello no le había disuadido de continuar la pelea. Ignoré su pregunta, aunque tampoco habría podido responderle ya que ,alzando su espadón, intentó aplastarme con su fuerza. De alguna manera logré hacerme a un lado y el suelo se agrietó ante el ataque de la estatua. Pero la cosa no había acabado ahí, pues en seguida intentó atacarme una vez más. Lo bueno es que al saltar hacia atrás para intentar que no me diera, me fijé en que ahora tenía una ocasión para atacar ya que había dejado un hueco en su guardia. Aquella estatua no iba a matar a Fantasma ni acabaría conmigo, tenía grandes planes para el futuro y no iba a dejar que todo acabase en una cueva en medio de la nada. Con ira y un grito de guerra, lancé un golpe con mi hacha a sus piernas. Me pareció sentir una vibración o algo raro circulando por mi cuerpo. Podría ser la emoción de la batalla o algo más, lo ignoraba. Solo quería acabar con mi adversario, proteger a Fantasma y conseguir el tesoro.
Mi enemigo retrocedió un poco pero aquello no le había disuadido de continuar la pelea. Ignoré su pregunta, aunque tampoco habría podido responderle ya que ,alzando su espadón, intentó aplastarme con su fuerza. De alguna manera logré hacerme a un lado y el suelo se agrietó ante el ataque de la estatua. Pero la cosa no había acabado ahí, pues en seguida intentó atacarme una vez más. Lo bueno es que al saltar hacia atrás para intentar que no me diera, me fijé en que ahora tenía una ocasión para atacar ya que había dejado un hueco en su guardia. Aquella estatua no iba a matar a Fantasma ni acabaría conmigo, tenía grandes planes para el futuro y no iba a dejar que todo acabase en una cueva en medio de la nada. Con ira y un grito de guerra, lancé un golpe con mi hacha a sus piernas. Me pareció sentir una vibración o algo raro circulando por mi cuerpo. Podría ser la emoción de la batalla o algo más, lo ignoraba. Solo quería acabar con mi adversario, proteger a Fantasma y conseguir el tesoro.
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No consigues esquivar del todo bien el corte diagonal de tu oponente, aunque la buena noticia es que tampoco te ha dado de lleno. Recibes una incisión superficial en tu estómago que, si bien no te costará la vida, no es buena idea acumular heridas. Ahora vamos con lo que importa: ¿Qué le ha sucedido al soldado de piedra? A todo esto, ¿no te has preguntado de dónde han salido estas criaturas tan raras? No sé, se expresan raro y nada más mira cómo se ven… En fin, no quieres más rodeos.
Algo resuena en tu interior, algo que te ata a tu deseo de conseguir grandes cosas. Jurarías que el filo de tu hacha ha brillado más de lo normal, pero pronto pones toda tu atención en tu ataque. Un sonido pesado retumba en la habitación cuando tu arma golpea la pierna izquierda de tu oponente. Sin embargo, el haber golpeado un cuerpo de roca… Digamos que tu hacha ha perdido un poco su filo; te vendría bien un herrero. Tu adversario cae sin poder evitarlo, soltando un alarido de dolor.
—¡Tú sel mala! ¡¿Pol qué golpeal a Canni “Cabezablanda”?! —te pregunta casi entre lágrimas y en posición fetal, como un niño tocándose la rodilla cuando cae al suelo.
Tienes una gran oportunidad en frente. Tu ataque parece que ha causado estragos en la misteriosa anatomía de Canni Cabezablanda. Puedes rematarlo ahora, o igual es buena idea preguntarle qué es y cómo ha llegado ahí. Por si buscas consejo, Champolín está al lado tuyo echándose unas setas a la boca y viendo la situación con mirada de “te estoy juzgando”. Cuando deja de comer, saca una pipa y le da una calada.
—El camino del aventurero está lleno de dilemas morales. Matar o morir es como mear o ser meado… ¡Pero un verdadero héroe clama misericordia a los veinte vientos! —dice tu compañero de viaje sin mirarte y luego te levanta el pulgar—. Haz lo que tu corazón diga, hermana de armas.
Algo resuena en tu interior, algo que te ata a tu deseo de conseguir grandes cosas. Jurarías que el filo de tu hacha ha brillado más de lo normal, pero pronto pones toda tu atención en tu ataque. Un sonido pesado retumba en la habitación cuando tu arma golpea la pierna izquierda de tu oponente. Sin embargo, el haber golpeado un cuerpo de roca… Digamos que tu hacha ha perdido un poco su filo; te vendría bien un herrero. Tu adversario cae sin poder evitarlo, soltando un alarido de dolor.
—¡Tú sel mala! ¡¿Pol qué golpeal a Canni “Cabezablanda”?! —te pregunta casi entre lágrimas y en posición fetal, como un niño tocándose la rodilla cuando cae al suelo.
Tienes una gran oportunidad en frente. Tu ataque parece que ha causado estragos en la misteriosa anatomía de Canni Cabezablanda. Puedes rematarlo ahora, o igual es buena idea preguntarle qué es y cómo ha llegado ahí. Por si buscas consejo, Champolín está al lado tuyo echándose unas setas a la boca y viendo la situación con mirada de “te estoy juzgando”. Cuando deja de comer, saca una pipa y le da una calada.
—El camino del aventurero está lleno de dilemas morales. Matar o morir es como mear o ser meado… ¡Pero un verdadero héroe clama misericordia a los veinte vientos! —dice tu compañero de viaje sin mirarte y luego te levanta el pulgar—. Haz lo que tu corazón diga, hermana de armas.
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No pude esquivar bien el golpe de aquel ser hecho de roca, su arma me dejó una herida sangrante en mi estómago. Pero al menos no parecía ser algo grave. No podía permitirme el lujo de que me hirieran gravemente o de lo contrario era probable que no saliera de aquel lugar. Gracias a los dioses, mi ataque a la pierna del soldado misterioso funcionó y este cayó al suelo reclamando de por qué lo ataqué. Lo primero que hice fue arrancarme un trozo de tela y limpiarme la sangre para luego aplicarme saliva en la herida, para intentar que cicatrizara bien. Noté que mi hacha había perdido parte de su filo, pero nada que un buen trabajo en la forja no podía arreglar. O siempre podría hacerme o comprar una mejor. No le di mucha importancia y me acerqué a la extraña... ¿persona? Parecía estar al borde del llanto, como un niño pequeño.
-¿Acaso no es normal defenderte de alguien que te ataca? Y has lastimado a mi amigo peludo, eso me enfurece y no está bien - Digo contestándole a la figura - Por cierto, ¿donde carajos estoy? ¿Que es este lugar? ¿Como es que una figura de piedra como tu puede hablar y moverse? - Las preguntas no paraban de salir de mi boca pero mantenía una distancia prudente para que aquel ser no me atacara a lo sucio.
Volvió a aparecer el irritante hombre champiñón. Planteándome si perdonarle la vida o ponerle fin. Realmente no me parecía honorable atacar a alguien en peores condiciones que yo. Así que opté por dejarle como estaba. Si me intentaba atacar de todas formas, pues ya aquello se podría poner feo.
- Te perdonaré la vida, no me parece lo más óptimo para un guerrero el atacar a alguien herido. Pero espero que tu me respondas con el mismo grado de honor de no atacarme a traición - Dije intentando que no fuera tan cobarde como para hacerme algo a las espaldas.
Dicho esto, fui a comprobar el estado de Fantasma para ver que tal se encontraba. Esperaba que no hubiera recibido mucho daño y que pudiera moverse.
-¿Acaso no es normal defenderte de alguien que te ataca? Y has lastimado a mi amigo peludo, eso me enfurece y no está bien - Digo contestándole a la figura - Por cierto, ¿donde carajos estoy? ¿Que es este lugar? ¿Como es que una figura de piedra como tu puede hablar y moverse? - Las preguntas no paraban de salir de mi boca pero mantenía una distancia prudente para que aquel ser no me atacara a lo sucio.
Volvió a aparecer el irritante hombre champiñón. Planteándome si perdonarle la vida o ponerle fin. Realmente no me parecía honorable atacar a alguien en peores condiciones que yo. Así que opté por dejarle como estaba. Si me intentaba atacar de todas formas, pues ya aquello se podría poner feo.
- Te perdonaré la vida, no me parece lo más óptimo para un guerrero el atacar a alguien herido. Pero espero que tu me respondas con el mismo grado de honor de no atacarme a traición - Dije intentando que no fuera tan cobarde como para hacerme algo a las espaldas.
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El hombre de roca te mira con recelo luego de incorporarse y sentarse a lo indio. Parece dudar de tu honor, pero tras inspeccionarte un buen rato decide confiar en ti. Se seca las lágrimas de los ojos y entonces saca una especie de cigarrillo. Si la observas bien, te darás cuenta de que está hecho de piedra molida muy finamente envuelta en la carne de los hongos que comiste antes. ¿No será acaso un drogadicto perdido en un enorme castillo?
—Estás en el Castillo de Clistal —seguramente habrá querido decir Cristal, aunque a estas alturas de la vida seguro que ya le entiendes todo—, hogal del Glan Ley Clujidilo Dundee. O más bien del difunto Glan Ley. ¡Y no soy una figula de piedla! ¡Tengo nomble! ¡Canni Cabezablanda, jodel! —Oh, vaya, parece que tu comentario le ha molestado un poco—. Soy uno de los hijos del Glan Ley, honolable hijo.
Dejando a un lado la conversación con Canni, caminas hacia el lobo y lo inspeccionas lo mejor que puedes. No tiene las costillas rotas, pero se ha llevado un buen golpe. Necesitará un buen tratamiento para volver a caminar, aunque igual es solo cuestión de tiempo. Ya sabes, los animales son criaturas sorprendentemente inteligentes.
—¡Oh, queridísima hermana de armas, has hecho un gran trabajo perdonando la vida de este ser inferior! —dice Champolís con voz de dramaturgo—. ¡Continuemos nuestra aventura y hondemos en lo más profundo de este Castillo de Cristal!
Ahora bien, puedes volver por donde mismo has llegado o hacia dónde conducen las escaleras. Estas bajan, por cierto. En caso de que decidas largarte de la habitación, Canni Cabezablanda se limitará a comer la comida que hay en el suelo mientras fuma. Parece que no está interesado en frenarte, supongo que estará agradecido. Igual puedes convencerlo para que te acompañe, ya lo decidirás tú. En fin, si decides continuar tu viaje por las escaleras en forma de caracol, llegarás a un pasillo muy largo y oscuro, iluminado únicamente por unas pocas antorchas. No verás su final ni tampoco puertas en las murallas de cristal, solo es un extenso corredor del cual podrás decir con toda seguridad que desciende hacia… ¿Hacia dónde, exactamente?
—Estás en el Castillo de Clistal —seguramente habrá querido decir Cristal, aunque a estas alturas de la vida seguro que ya le entiendes todo—, hogal del Glan Ley Clujidilo Dundee. O más bien del difunto Glan Ley. ¡Y no soy una figula de piedla! ¡Tengo nomble! ¡Canni Cabezablanda, jodel! —Oh, vaya, parece que tu comentario le ha molestado un poco—. Soy uno de los hijos del Glan Ley, honolable hijo.
Dejando a un lado la conversación con Canni, caminas hacia el lobo y lo inspeccionas lo mejor que puedes. No tiene las costillas rotas, pero se ha llevado un buen golpe. Necesitará un buen tratamiento para volver a caminar, aunque igual es solo cuestión de tiempo. Ya sabes, los animales son criaturas sorprendentemente inteligentes.
—¡Oh, queridísima hermana de armas, has hecho un gran trabajo perdonando la vida de este ser inferior! —dice Champolís con voz de dramaturgo—. ¡Continuemos nuestra aventura y hondemos en lo más profundo de este Castillo de Cristal!
Ahora bien, puedes volver por donde mismo has llegado o hacia dónde conducen las escaleras. Estas bajan, por cierto. En caso de que decidas largarte de la habitación, Canni Cabezablanda se limitará a comer la comida que hay en el suelo mientras fuma. Parece que no está interesado en frenarte, supongo que estará agradecido. Igual puedes convencerlo para que te acompañe, ya lo decidirás tú. En fin, si decides continuar tu viaje por las escaleras en forma de caracol, llegarás a un pasillo muy largo y oscuro, iluminado únicamente por unas pocas antorchas. No verás su final ni tampoco puertas en las murallas de cristal, solo es un extenso corredor del cual podrás decir con toda seguridad que desciende hacia… ¿Hacia dónde, exactamente?
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Aquel ser de piedra parecía estar pensando en mis palabras, dejó de comportarse como un niño pequeño y se sentó mientras sacaba un cigarro y se disponía a echar una calada. Cuando le veo bien con la luz que había, parecía que no solo estaba hecho de piedras sino de los extraños hongos que me zampé anteriormente. Aquello me hizo dudar, ¿era realmente un humano o solo era producto de mi imaginación? Desconocía la respuesta, pero me quedé atenta a lo que tenía que decir. Por lo visto, estaba en un lugar llamado Castillo de Cristal. O eso me daba por entender, porque el tal Canni hablaba de una manera extraña. Se dio a conocer como uno de los hijos de un antiguo rey que falleció. Ahora dudaba aún más si lo que comí antes me dio un tremendo viaje que mi mente estaba creando parajes de leyenda.
-¿Y hay más como tú? ¿Sois humanos? Es que vos parecéis una estatua viviente, me disculpo si te ha molestado - Digo mientras le echo un ojo a las heridas de Fantasma.
No entendía casi nada de medicina, pero algo me decía que no era algo tan grave y que solo necesitaba descansar. Suspiré tranquila y le digo que se tome un buen descanso, pues se lo merecía. Pronto volvió a surgir el que parecía ser mi Petito Grillo, un personaje de cuentos infantiles que servía de consciencia de cierto personaje hecho de madera. Se alegró que perdonara la vida a Canni. Ahora debía continuar mi camino por aquel lugar de locos. Habían una especie de escaleras que bajaban a saber hacia donde. Me quedé pensando en si hacer que me acompañara el hijo del supuesto rey. Pero pensé que mejor era que cuidara de Fantasma.
-Sé que no tengo derecho a pediros nada - Empecé a decir - Pero os agradecería que cuidarais al lobo, pues yo me ausentaré unos instantes, si no os molesta - Pedí de forma sincera mientras veía como comía y fumaba. Independientemente de la respuesta, bajé por aquellas extrañas escaleras.
Continué bajando y bajando, teniendo cuidado de no romper la escalera ni de tropezarme. Había bajado bastante o eso me parecía a mí hasta llegar a un pasillo oscuro e largo. Parecía la boca de un lobo. Algunas pocas antorchas iluminaban el lugar. Aquello me daba mala espina, pero había llegado tan lejos que volver ahora sería una tontería. El camino parecía seguir yendo hacia abajo. Me limité a continuar avanzando, teniendo cuidado de que me podía encontrar. Pasos lentos, intentando no activar trampas y con el oído en alerta por si las moscas.
-¿Y hay más como tú? ¿Sois humanos? Es que vos parecéis una estatua viviente, me disculpo si te ha molestado - Digo mientras le echo un ojo a las heridas de Fantasma.
No entendía casi nada de medicina, pero algo me decía que no era algo tan grave y que solo necesitaba descansar. Suspiré tranquila y le digo que se tome un buen descanso, pues se lo merecía. Pronto volvió a surgir el que parecía ser mi Petito Grillo, un personaje de cuentos infantiles que servía de consciencia de cierto personaje hecho de madera. Se alegró que perdonara la vida a Canni. Ahora debía continuar mi camino por aquel lugar de locos. Habían una especie de escaleras que bajaban a saber hacia donde. Me quedé pensando en si hacer que me acompañara el hijo del supuesto rey. Pero pensé que mejor era que cuidara de Fantasma.
-Sé que no tengo derecho a pediros nada - Empecé a decir - Pero os agradecería que cuidarais al lobo, pues yo me ausentaré unos instantes, si no os molesta - Pedí de forma sincera mientras veía como comía y fumaba. Independientemente de la respuesta, bajé por aquellas extrañas escaleras.
Continué bajando y bajando, teniendo cuidado de no romper la escalera ni de tropezarme. Había bajado bastante o eso me parecía a mí hasta llegar a un pasillo oscuro e largo. Parecía la boca de un lobo. Algunas pocas antorchas iluminaban el lugar. Aquello me daba mala espina, pero había llegado tan lejos que volver ahora sería una tontería. El camino parecía seguir yendo hacia abajo. Me limité a continuar avanzando, teniendo cuidado de que me podía encontrar. Pasos lentos, intentando no activar trampas y con el oído en alerta por si las moscas.
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Querida Helga, todo lo que te cuenta tu antiguo adversario Canni es cierto. El Castillo de Cristal es tan real como el golpe que la criatura pétrea le dio a Fantasma en un costado, aunque no sé qué decir de Champolís... Se está sacando un moco mientras escucha la conversación y, si lo descubres, te sonreirá medio avergonzado pero te ofrecerá uno a modo de disculpa por no compartir la comida. Los modales hacen al hombre.
—¿Humanos? ¿Qué son humanos? —te pregunta, confundido mientras le echa una buena calada al puro de tabaco que ha sacado de... Esto... Algún lugar, sí. Algún lugar—. Hay otlos como yo, clalo. ¡Somos muchos! Aunque antes élamos más, mucho más... Con la paltida del Glan Ley muchos abandonalon el Castillo de Clistal en busca de aventulas, pero jamás leglesalon.
Canni te mira cuando le haces esa extraña solicitud y enseguida voltea la mirada hacia Fantasma, se encoge de hombros y le vuelve a dar una calada al cigarro.
—No ploblem —te responde con un acento tan malo como fingido—. Cuidalé al centaulo.
A medida que avanzas por el oscuro pasaje comienzas a escuchar un ruido metálico proveniente de algún lugar, un chirrido tan agudo como molesto. Es como si un enorme trozo de metal estuviera siendo arrastrado por el suelo. Te da mala espina, eso seguro, pero parece que a tu compañero Champolís le da un poco igual. Las ventajas de ser un hongo parlante, imagino. Continúas avanzando y no te preocupes, trampas no hay. Conforme tu mirada se acostumbra a la oscuridad te das cuenta de que al final del pasillo hay una enorme puerta de piedra arqueada de al menos cinco metros de alto. Está completamente cerrada, aunque podrás abrirla si te esfuerzas un poco.
Descubres que el ruido proviene del otro lado de la puerta y sientes que tus vellos se erizan, como si estos supieran mejor que tú del peligro que te espera. En caso de que decidas ingresar a la habitación, porque también puedes dar la vuelta y explorar tus otras opciones, te encontrarás en un lugar tan oscuro que ni siquiera consigues dimensionarlo del todo. Pero es en ese momento, cuando pisas una baldosa de piedra, que decenas de antorchas de fuego verde iluminan la estancia, mostrándote el monstruo de metal que te espera en el centro de la habitación.
Se trata de un gigante de piedra que arrastra un espadón hecho de metal. Su arma tiene el doble de tu tamaño, así que... Ten cuidado. Sientes el peligro en el ambiente y, a pesar de que no se ha dado cuenta de tu presencia, todo indica que lo hará más pronto que tarde. En cualquier caso, al otro lado de la estancia hay unas escaleras en caracol que suben hacia... Bueno, eso tendrás que descubrirlo tú misma.
—Oh, estamos en problemas, compañera... Yo... Esto... Iré a ver cómo le va a Canni, ¿vale? —te dice Champolís justo antes de desaparecer.
—¿Humanos? ¿Qué son humanos? —te pregunta, confundido mientras le echa una buena calada al puro de tabaco que ha sacado de... Esto... Algún lugar, sí. Algún lugar—. Hay otlos como yo, clalo. ¡Somos muchos! Aunque antes élamos más, mucho más... Con la paltida del Glan Ley muchos abandonalon el Castillo de Clistal en busca de aventulas, pero jamás leglesalon.
Canni te mira cuando le haces esa extraña solicitud y enseguida voltea la mirada hacia Fantasma, se encoge de hombros y le vuelve a dar una calada al cigarro.
—No ploblem —te responde con un acento tan malo como fingido—. Cuidalé al centaulo.
A medida que avanzas por el oscuro pasaje comienzas a escuchar un ruido metálico proveniente de algún lugar, un chirrido tan agudo como molesto. Es como si un enorme trozo de metal estuviera siendo arrastrado por el suelo. Te da mala espina, eso seguro, pero parece que a tu compañero Champolís le da un poco igual. Las ventajas de ser un hongo parlante, imagino. Continúas avanzando y no te preocupes, trampas no hay. Conforme tu mirada se acostumbra a la oscuridad te das cuenta de que al final del pasillo hay una enorme puerta de piedra arqueada de al menos cinco metros de alto. Está completamente cerrada, aunque podrás abrirla si te esfuerzas un poco.
Descubres que el ruido proviene del otro lado de la puerta y sientes que tus vellos se erizan, como si estos supieran mejor que tú del peligro que te espera. En caso de que decidas ingresar a la habitación, porque también puedes dar la vuelta y explorar tus otras opciones, te encontrarás en un lugar tan oscuro que ni siquiera consigues dimensionarlo del todo. Pero es en ese momento, cuando pisas una baldosa de piedra, que decenas de antorchas de fuego verde iluminan la estancia, mostrándote el monstruo de metal que te espera en el centro de la habitación.
Se trata de un gigante de piedra que arrastra un espadón hecho de metal. Su arma tiene el doble de tu tamaño, así que... Ten cuidado. Sientes el peligro en el ambiente y, a pesar de que no se ha dado cuenta de tu presencia, todo indica que lo hará más pronto que tarde. En cualquier caso, al otro lado de la estancia hay unas escaleras en caracol que suben hacia... Bueno, eso tendrás que descubrirlo tú misma.
—Oh, estamos en problemas, compañera... Yo... Esto... Iré a ver cómo le va a Canni, ¿vale? —te dice Champolís justo antes de desaparecer.
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Mientras avanzaba por el pasillo tenue, recordé las respuestas que me proporcionó el Canni o lo que sea esa cosa. No sabía que eran humanos y que habían más como él en el castillo. Curioso. ¿Serían una raza aparte? Cuando tuviera un momento de paz escribiría sobre este suceso histórico. A lo mejor no habían registros sobre esta clase de humanoides. Esperaba no encontrarme con alguien más. Ya la pelea contra Canni me había tomado de sorpresa y por poco no lo contaba. Por suerte, había accedido a cuidar a Fantasma. Sabía que no debía confiar en un extraño, pero al ser hijo de un rey y el no atacarme por la espalda ya me daban buenas razones para confiar. Aunque casi me rió cuando le llamó centauro. ¿Alguna vez habían subido al exterior? Lo ignoraba. Pero no era el momento para pensar en teorías, era el momento de abrir una inmensa puerta que me encontré al final de mi camino. Además, había empezado a escuchar de hace metros un extraño sonido que retumbaba por el lugar y se incrementaba a medida que me acercaba a la puerta. No me daba buena espina.
La muy condenada pesaba un quintal, pero mi hambre de tesoros no se iba a quedar sin saciar. Ejerciendo fuerza, al final logré abrirla un poco y me adentré en el interior. Cada célula de mi cuerpo gritaba que saliera corriendo. Pero mi curiosidad no me dejaba abandonar. Sin darme cuenta y en la oscuridad más absoluta, una especie de mecanismo a mis pies se activó, iluminando la estancia con antorchas que despertaron con fuerza y fuego verde. Y entonces... lo vi. Un enorme ser aguardaba mas adelante. Su arma era incluso mas grande que yo. Si esa cosa me daba, acabaría muerta segura. El champiñón que me acompañaba incluso puso pies en polvorosa. Mi propia alucinación dándome de lado.
Al menos tenía la suerte que el bicho de piedra no parecía haber reparado en mí. Eso podía darme ventaja... si es que la tenía. Al fondo habían escaleras que ascendían. Lo tenía claro. Debía intentar que aquel ser no me viera y al estar en su punto ciego, correr como nunca antes lo hubiera hecho. Intenté pegarme a la pared y dar un pequeño rodeo, intentando que no reparara en mi persona. Intenté no hacer ningún tipo de ruido así como rezar a los dioses por no activar algún mecanismo más que me perjudicara. Si lograba que no se diera cuenta de mí, cuando estuviese a sus espaldas, correría como el diablo hacia las escaleras e intentaría subirlas rápido antes de que la estatua me atacase o algo. Recé al Padre de Todo para que me diese fuerza para correr.
La muy condenada pesaba un quintal, pero mi hambre de tesoros no se iba a quedar sin saciar. Ejerciendo fuerza, al final logré abrirla un poco y me adentré en el interior. Cada célula de mi cuerpo gritaba que saliera corriendo. Pero mi curiosidad no me dejaba abandonar. Sin darme cuenta y en la oscuridad más absoluta, una especie de mecanismo a mis pies se activó, iluminando la estancia con antorchas que despertaron con fuerza y fuego verde. Y entonces... lo vi. Un enorme ser aguardaba mas adelante. Su arma era incluso mas grande que yo. Si esa cosa me daba, acabaría muerta segura. El champiñón que me acompañaba incluso puso pies en polvorosa. Mi propia alucinación dándome de lado.
Al menos tenía la suerte que el bicho de piedra no parecía haber reparado en mí. Eso podía darme ventaja... si es que la tenía. Al fondo habían escaleras que ascendían. Lo tenía claro. Debía intentar que aquel ser no me viera y al estar en su punto ciego, correr como nunca antes lo hubiera hecho. Intenté pegarme a la pared y dar un pequeño rodeo, intentando que no reparara en mi persona. Intenté no hacer ningún tipo de ruido así como rezar a los dioses por no activar algún mecanismo más que me perjudicara. Si lograba que no se diera cuenta de mí, cuando estuviese a sus espaldas, correría como el diablo hacia las escaleras e intentaría subirlas rápido antes de que la estatua me atacase o algo. Recé al Padre de Todo para que me diese fuerza para correr.
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Tus movimientos son silenciosos, sutiles. Lo estás haciendo muy bien al no llamar la atención del gigante de piedra. El chirrido provocado al arrastrar su enorme espada de metal te hace doler los oídos, aunque no es nada que una mujer aguerrida como tú no pueda soportar. Seguro que el corazón te late muy rápido y fuerte, tanto que en cualquier momento empiezas a temer que los latidos delatasen tu posición. Las pisadas del gigante hacen retumbar el suelo, levantando una pequeña nube de polvo. Y entonces comienzas a correr. Es en ese minuto, cuando decides romper el sigilo, que la criatura pétrea se da cuenta de tu presencia.
El monstruo se voltea, furioso. A nadie le gusta tener gente pequeña e intrusa en la casa sin siquiera pedir permiso, ¿verdad? Alza su espada mientras corre hacia ti, y cuando estás a punto de llegar a las escaleras la deja caer con una brutalidad inhumana. Un destello sucede inmediatamente después y el tiempo parece detenerse. Tu compañero que te había dejado sola, el Gran Señor Champolís, ha vuelto para interponerse entre el filo del arma y tú. Levanta las manos con la intención de detener el avance de la espada y, mientras te mira de reojo, te dice:
—¡Ve, compañera! ¡Vive y cuéntale al mundo lo que has visto aquí! ¡Has heredado la Gran Voluntad de Champolís!
Si fuera tú ni siquiera perdería el tiempo intentando responderle porque, bueno, la espada sigue su trayecto sin importar cuántos señores champiñones hubiera. Es más, lo ha atravesado como un fantasma. Cuando el arma golpea el suelo este se agrieta profundamente y un temblor sucede al instante, haciéndote tambalear. Pero eres fuerte, una mujer independiente y poderosa que continúa corriendo hasta que alcanzas las escaleras.
En caso de que decidas subirlas (lo más lógico, la verdad) te encontrarás frente a una enorme puerta arqueada y entreabierta. Si bien es pesada, no te costará mucho abrirla. Y entonces, mi querida amiga Helga, te das cuenta de que estás en el lugar más hermoso que alguna vez tus ojos han visto: el Salón del Trono. Todo es de cristal y oro, incluso los gigantescos pilares que sostienen un techo que simula una preciosa noche estrellada. Cientos de pequeñas luciérnagas que emiten un destello plateado revolotean de allá para acá, e incluso las hojas y flores que crecen entre las grietas parecen brillar. Sin embargo, lo que más llama tu atención es la criatura, casi tan grande como la que acabas de ver, sentada en el trono. Está ahí, completamente quieto. Y, aun así, parece que te está mirando.
A tu izquierda verás el portón arqueado y, cerca de este, un mecanismo que probablemente sirva para abrirlo. Hacia tu derecha, donde se encuentra el trono, verás un cofre ornamentado y, en caso de inspeccionarlo, encontrarás una carta:
“Queridos hijos:
Permaneceré encerrado por el resto de la eternidad en este sepulcro de oro y cristal. Incluso nosotros, seres hechos de mármol y caliza, estamos sujetos a los caprichos del tiempo. Y ha llegado mi momento de partir. Por ello es que guardo en esta habitación mis más preciados tesoros.
En caso de que decidas registrar el cofre, encontrarás una corona que curiosamente calza con tu cabeza. ¡Yay! ¡Omedetto! ¡Eres la Reina de las Criaturas de Cristal! Es una corona picuda hecha de oro puro con zafiros y diamantes incrustados. Si decides ponértela… Bueno, no pasará nada, pero igual es bonita y quién sabe para qué sirva. Igual esconde un misterio, ¿no? El caso es que no solo hay un montón de monedas de oro, espadas preciosas y un montón de joyas, sino también un fruto que vaya a saber uno cuánto tiempo lleva ahí.
Puedes tomarlo todo, Helga, pero recuerda: la codicia es un pecado capital.
El monstruo se voltea, furioso. A nadie le gusta tener gente pequeña e intrusa en la casa sin siquiera pedir permiso, ¿verdad? Alza su espada mientras corre hacia ti, y cuando estás a punto de llegar a las escaleras la deja caer con una brutalidad inhumana. Un destello sucede inmediatamente después y el tiempo parece detenerse. Tu compañero que te había dejado sola, el Gran Señor Champolís, ha vuelto para interponerse entre el filo del arma y tú. Levanta las manos con la intención de detener el avance de la espada y, mientras te mira de reojo, te dice:
—¡Ve, compañera! ¡Vive y cuéntale al mundo lo que has visto aquí! ¡Has heredado la Gran Voluntad de Champolís!
Si fuera tú ni siquiera perdería el tiempo intentando responderle porque, bueno, la espada sigue su trayecto sin importar cuántos señores champiñones hubiera. Es más, lo ha atravesado como un fantasma. Cuando el arma golpea el suelo este se agrieta profundamente y un temblor sucede al instante, haciéndote tambalear. Pero eres fuerte, una mujer independiente y poderosa que continúa corriendo hasta que alcanzas las escaleras.
En caso de que decidas subirlas (lo más lógico, la verdad) te encontrarás frente a una enorme puerta arqueada y entreabierta. Si bien es pesada, no te costará mucho abrirla. Y entonces, mi querida amiga Helga, te das cuenta de que estás en el lugar más hermoso que alguna vez tus ojos han visto: el Salón del Trono. Todo es de cristal y oro, incluso los gigantescos pilares que sostienen un techo que simula una preciosa noche estrellada. Cientos de pequeñas luciérnagas que emiten un destello plateado revolotean de allá para acá, e incluso las hojas y flores que crecen entre las grietas parecen brillar. Sin embargo, lo que más llama tu atención es la criatura, casi tan grande como la que acabas de ver, sentada en el trono. Está ahí, completamente quieto. Y, aun así, parece que te está mirando.
A tu izquierda verás el portón arqueado y, cerca de este, un mecanismo que probablemente sirva para abrirlo. Hacia tu derecha, donde se encuentra el trono, verás un cofre ornamentado y, en caso de inspeccionarlo, encontrarás una carta:
“Queridos hijos:
Permaneceré encerrado por el resto de la eternidad en este sepulcro de oro y cristal. Incluso nosotros, seres hechos de mármol y caliza, estamos sujetos a los caprichos del tiempo. Y ha llegado mi momento de partir. Por ello es que guardo en esta habitación mis más preciados tesoros.
Último Gran Rey del Castillo de Cristal, Crujidilo Dundee
”. En caso de que decidas registrar el cofre, encontrarás una corona que curiosamente calza con tu cabeza. ¡Yay! ¡Omedetto! ¡Eres la Reina de las Criaturas de Cristal! Es una corona picuda hecha de oro puro con zafiros y diamantes incrustados. Si decides ponértela… Bueno, no pasará nada, pero igual es bonita y quién sabe para qué sirva. Igual esconde un misterio, ¿no? El caso es que no solo hay un montón de monedas de oro, espadas preciosas y un montón de joyas, sino también un fruto que vaya a saber uno cuánto tiempo lleva ahí.
Puedes tomarlo todo, Helga, pero recuerda: la codicia es un pecado capital.
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La tensión se palpaba en el ambiente y mi cuerpo gritaba que corriera por donde había venido. Pero, parecía que el gigante no se dio cuenta de mis movimientos. Tenía el temor de que en algún momento uno de mis pasos no fuera tan silencioso como intentaba ser. Y encima el ruido molesto que producía el arma del coloso no ayudaba, era una tortura para mis oídos. Ya estaba cerca. Solo necesitaba un último impulso y aquel ser antiguo ya no sería un peligro inmediato para mí. Juntando toda mi fuerza en mis piernas, salí pitando hacia las escaleras. Sin embargo, como no, el grandullón se dio cuenta. Su arma se acercó con intención de acabar conmigo. Pero mi buen guía, el champiñón hablante, se interpuso en el ataque y me dijo que viviera. Sin pensarlo dos veces, continué mi escape no sin tenerlo en mis pensamientos por tan heroico sacrificio.
El arma golpeó el suelo con la furia de un guerrero y llegué a tambalearme. Llámalo suerte pero, de alguna manera, logré llegar hasta las escaleras y las subí tan rápido como pude. Corrí y corrí devorando las escaleras hasta llegar por fin al final de las mismas. Otra puerta se alzaba frente a mi. Con suerte, estaba entreabierta. Puse mis manos sobre la puerta y empujé con fuerza. La sala que había el otro lado era realmente hermosa. No pude evitar soltar una lágrima de tal bella visión. Era el salón del trono, pero la instancia era de otro mundo. Todo era resplandeciente, digno de llamarse un trozo del cielo. Incluso el mismo techo era tan brillante que parecía ser la misma noche con sus estrellas.
Pero lo que me llamó la atención y me hizo ponerme en guardia, era una inmensa figura sentada en un trono. Por suerte, parecía inerta. Había una puerta cerca con un extraño mecanismo cercano, pero lo que llamó mi hambre de tesoros y la recompensa después de tanto sufrimiento yacía a los pies del trono. Un cofre. Lo abrí con impaciencia y me dispuse a examinar su contenido. ¡Oro y Joyas! Había logrado alcanzar el tesoro de la isla. Pero no era lo único que había, pues una carta y un extraño fruto atrajeron mis ojos. Cogí la carta y la leí con cuidado. Al parecer la extraña criatura que yacía sentada en el trono era el antiguo rey, el padre del que me encontré antes. Me dio lástima pero, el lamentar su muerte no lo traería a la vida de nuevo.
Tomé el fruto que había en el cofre y me quedé mirándolo un buen rato. Había algo... que me llamaba a comerlo. Si estaba en el cofre del rey era algo importante. A lo mejor podría ser uno de esos extraños frutos que otorgan fragmentos del poder de los dioses. Abrí la boca y le pegué un mordisco. También sentía hambre, así que fuera lo que fuera, era bienvenido. Peor que los hongos de antes no podía ser. Tomé una bella corona de mi talla y una lujosa espada. Deseaba cogerlo todo, pero no podía cargar con tremendo tesoro. Ahora tocaba salir de allí. Pero... ¿como? Volver por donde había venido era muy mala idea. Creí que era mejor intentar buscar algún pasadizo secreto o algo que diera un camino más seguro. Seguía preocupada por Fantasma. Tenía que ver como estaba un animal tan leal. Inspeccioné la instancia, palpando las paredes y examinando de cerca el trono buscando alguna salida.
El arma golpeó el suelo con la furia de un guerrero y llegué a tambalearme. Llámalo suerte pero, de alguna manera, logré llegar hasta las escaleras y las subí tan rápido como pude. Corrí y corrí devorando las escaleras hasta llegar por fin al final de las mismas. Otra puerta se alzaba frente a mi. Con suerte, estaba entreabierta. Puse mis manos sobre la puerta y empujé con fuerza. La sala que había el otro lado era realmente hermosa. No pude evitar soltar una lágrima de tal bella visión. Era el salón del trono, pero la instancia era de otro mundo. Todo era resplandeciente, digno de llamarse un trozo del cielo. Incluso el mismo techo era tan brillante que parecía ser la misma noche con sus estrellas.
Pero lo que me llamó la atención y me hizo ponerme en guardia, era una inmensa figura sentada en un trono. Por suerte, parecía inerta. Había una puerta cerca con un extraño mecanismo cercano, pero lo que llamó mi hambre de tesoros y la recompensa después de tanto sufrimiento yacía a los pies del trono. Un cofre. Lo abrí con impaciencia y me dispuse a examinar su contenido. ¡Oro y Joyas! Había logrado alcanzar el tesoro de la isla. Pero no era lo único que había, pues una carta y un extraño fruto atrajeron mis ojos. Cogí la carta y la leí con cuidado. Al parecer la extraña criatura que yacía sentada en el trono era el antiguo rey, el padre del que me encontré antes. Me dio lástima pero, el lamentar su muerte no lo traería a la vida de nuevo.
Tomé el fruto que había en el cofre y me quedé mirándolo un buen rato. Había algo... que me llamaba a comerlo. Si estaba en el cofre del rey era algo importante. A lo mejor podría ser uno de esos extraños frutos que otorgan fragmentos del poder de los dioses. Abrí la boca y le pegué un mordisco. También sentía hambre, así que fuera lo que fuera, era bienvenido. Peor que los hongos de antes no podía ser. Tomé una bella corona de mi talla y una lujosa espada. Deseaba cogerlo todo, pero no podía cargar con tremendo tesoro. Ahora tocaba salir de allí. Pero... ¿como? Volver por donde había venido era muy mala idea. Creí que era mejor intentar buscar algún pasadizo secreto o algo que diera un camino más seguro. Seguía preocupada por Fantasma. Tenía que ver como estaba un animal tan leal. Inspeccioné la instancia, palpando las paredes y examinando de cerca el trono buscando alguna salida.
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Oh, mi querida Helga, así que has decidido tomar la corona. [Insertar risita tétrica de algún Souls]. Bien, bien, tú continúa. Sigue haciéndolo tan bien como lo estás haciendo…
¿Has probado la leche rancia mezclada con carne descompuesta y bañada en salsa de mosca? Ya sé que no, pero puedes hacerte una idea del asqueroso sabor de esa fruta. No sientes nada, realmente nada, solo que no se te quita el hambre y que la sensación de asco se te queda arraigada a la garganta. Quieres vomitar, seguro que lo haces, pero cuidado de no ensuciar los pies del Gran Champolís que te mira como un padre mira a su hija después de haber gastado el dinero que era para los cigarrillos.
—Los seres humanos son criaturas susceptibles a la tentación, mi querida aventurera, y todos los pecados encuentran su raíz en el peor de todos: el orgullo. Por orgullo se han cobrado miles de vida y destruido cientos de pueblos. Por orgullo es que el hombre está condenado a ser una criatura lamentable y repugnante en partes iguales. Por orgullo es que has decidido tomar una corona que no te pertenece —te dice. Su voz no suena como antes, de hecho, puedes sentir cierta melancolía y tristeza en ella—. ¿Sabes lo que significa una corona? No es solo gemas bonitas y oro, tiene un significado mucho más profundo. Un rey no es quien se sienta y exprime a sus súbditos para enriquecer sus arcas. Un rey debe guiar y entender, usar la sabiduría y la justicia para alcanzar la prosperidad tal como lo hizo el Gran Rey que yace dormido para siempre en este sepulcro legendario. Quieres la corona, ¿no es así? ¿Por qué no la querrías? Eres humana, después de todo. Si es así…
Un estoque de oro y cristal aparece en la mano de Champolís cuya empuñadura está adornada de preciosas flores amarillas, azules y rojas. Es largo y fino como la aguja de una abeja, aunque todo indica que es mucho más letal. De pronto, tu guía parece ser mucho más grande de lo que era. ¿Será efecto de los hongos que comiste o de verdad hay algo más allá? ¿Algo que no estás entendiendo?
—Puedes llevarte la corona, pero no sin antes demostrarme que eres digna de cargar con la voluntad del Gran Rey —sentencia, preparado para el combate.
Por cierto, puedes usar el mecanismo que está junto a la puerta para salir del Salón del Trono, aunque igual primero tienes que enfrentar a Champolís.
¿Has probado la leche rancia mezclada con carne descompuesta y bañada en salsa de mosca? Ya sé que no, pero puedes hacerte una idea del asqueroso sabor de esa fruta. No sientes nada, realmente nada, solo que no se te quita el hambre y que la sensación de asco se te queda arraigada a la garganta. Quieres vomitar, seguro que lo haces, pero cuidado de no ensuciar los pies del Gran Champolís que te mira como un padre mira a su hija después de haber gastado el dinero que era para los cigarrillos.
—Los seres humanos son criaturas susceptibles a la tentación, mi querida aventurera, y todos los pecados encuentran su raíz en el peor de todos: el orgullo. Por orgullo se han cobrado miles de vida y destruido cientos de pueblos. Por orgullo es que el hombre está condenado a ser una criatura lamentable y repugnante en partes iguales. Por orgullo es que has decidido tomar una corona que no te pertenece —te dice. Su voz no suena como antes, de hecho, puedes sentir cierta melancolía y tristeza en ella—. ¿Sabes lo que significa una corona? No es solo gemas bonitas y oro, tiene un significado mucho más profundo. Un rey no es quien se sienta y exprime a sus súbditos para enriquecer sus arcas. Un rey debe guiar y entender, usar la sabiduría y la justicia para alcanzar la prosperidad tal como lo hizo el Gran Rey que yace dormido para siempre en este sepulcro legendario. Quieres la corona, ¿no es así? ¿Por qué no la querrías? Eres humana, después de todo. Si es así…
Un estoque de oro y cristal aparece en la mano de Champolís cuya empuñadura está adornada de preciosas flores amarillas, azules y rojas. Es largo y fino como la aguja de una abeja, aunque todo indica que es mucho más letal. De pronto, tu guía parece ser mucho más grande de lo que era. ¿Será efecto de los hongos que comiste o de verdad hay algo más allá? ¿Algo que no estás entendiendo?
—Puedes llevarte la corona, pero no sin antes demostrarme que eres digna de cargar con la voluntad del Gran Rey —sentencia, preparado para el combate.
Por cierto, puedes usar el mecanismo que está junto a la puerta para salir del Salón del Trono, aunque igual primero tienes que enfrentar a Champolís.
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El comerme la fruta me había dado mucho asco. Y eso que había comido cosas en mi pueblo que le darían un infarto a los mejores cocineros. Me quedó un terrible sabor de boca mientras me preparaba para salir de la Sala del Trono y encima tenía aún un hambre que me comería un caballo. Pero de repente volvió a aparecer Champolís, ¿no había muerto? Ya no estaba segura de que estaba pasando, bueno, desde que comí aquellos hongos no sabía nada. ¿Era yo o se había hecho más grande? Parecía estar serio mientras me daba un discurso de la naturaleza del ser humano y sobre la responsabilidad de ser un rey. No iba a dejarme salir hasta que le demostrara ser digna de llevar la corona. ¿Entonces era real o seguía siendo producto de las drogas? Sacó un hermoso estoque y estaba preparado para combatir. Me dispuse a tomar posición de combate como él.
- Puedo llegar a entender lo que es ser un rey. Uno de mis antepasados lo llegó a ser y fue amado por su pueblo. Pero un rey no es solo aquel que imparte justicia y sabiduría. Un rey es aquel que ríe más fuerte y tiene mas furia que sus súbditos. Un rey debe ser mas avaricioso que todos sus súbditos. Él debe ser el ejemplo de todo lo bueno y lo malo en el reino. Esa es la razón de la por qué sus ciudadanos le adoran y admiran. Aquel cuyas llamas de aspiración pueden hasta quemar el sol, si se lo propone. Aquel que llega a cada corazón de cada uno de sus vasallos - Alcé mi hacha hacia él - Y seas real o no, te mostraré cuan ardiente puede ser la ambición de un ser humano y de que nada puede quebrantar un sueño -
Al acabar de decir mi propio concepto de lo que es un rey, me lancé hacia quien fue uno de mis mi guías por el castillo. Con un movimiento de mi hacha, lancé un golpe a su costado derecho mientras con mi otra mano tenía preparado mi escudo para intentar bloquear algún posible ataque. En caso de que aún no contraatacara, lanzaría una patada a su pierna izquierda e intentaría golpear su cabeza con mi escudo. Cada movimiento que hiciera, lo haría con todo mi coraje. Le demostraría cuan firme era mi postura.
- Puedo llegar a entender lo que es ser un rey. Uno de mis antepasados lo llegó a ser y fue amado por su pueblo. Pero un rey no es solo aquel que imparte justicia y sabiduría. Un rey es aquel que ríe más fuerte y tiene mas furia que sus súbditos. Un rey debe ser mas avaricioso que todos sus súbditos. Él debe ser el ejemplo de todo lo bueno y lo malo en el reino. Esa es la razón de la por qué sus ciudadanos le adoran y admiran. Aquel cuyas llamas de aspiración pueden hasta quemar el sol, si se lo propone. Aquel que llega a cada corazón de cada uno de sus vasallos - Alcé mi hacha hacia él - Y seas real o no, te mostraré cuan ardiente puede ser la ambición de un ser humano y de que nada puede quebrantar un sueño -
Al acabar de decir mi propio concepto de lo que es un rey, me lancé hacia quien fue uno de mis mi guías por el castillo. Con un movimiento de mi hacha, lancé un golpe a su costado derecho mientras con mi otra mano tenía preparado mi escudo para intentar bloquear algún posible ataque. En caso de que aún no contraatacara, lanzaría una patada a su pierna izquierda e intentaría golpear su cabeza con mi escudo. Cada movimiento que hiciera, lo haría con todo mi coraje. Le demostraría cuan firme era mi postura.
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Champolís se queda quieto sin inmutarse en lo más mínimo. ¿Estás segura de poder contra él…? Puedes abandonar la corona y marcharte, pero supongamos que no lo haces. Le atacas, pero necesitarás una estrategia mucho más contundente y elaborada para atravesar su defensa perfecta. Su estoque parece inamovible cuando frena el avance de tu hacha, defendiéndose el costado. No contraataca, al menos no todavía. Cuando tu pierna busca la suya, se limita a echarla hacia atrás y acabas golpeando el aire. Bloquea tu golpe de escudo con el estoque y entonces te mira. Hará falta un poco más de coraje y determinación para mostrarle de lo que eres capaz.
—¿Dices que un rey es aquel que carga con los pecados y virtudes de su pueblo? —te pregunta con expresión seria—. Dime, ¿por qué quieres la corona del Gran Rey? ¿Por qué has entrado a esta tumba de cristal?
Te dará tiempo para que respondas, después de todo, Champolís es un gran caballero. Amable, valiente y sabio. Todavía no tienes claro si es de verdad o una simple alucinación, aunque lo sabrás muy pronto. Tu oponente lanza una veloz estocada a la altura de tu hombro. Solo te pinchará; no tiene intenciones de hacerte demasiado daño. Falle o acierte, te pedirá que le muestres tu voluntad. ¿De qué estás hecha, Helga? ¿Eres una simple ladrona? ¿O escondes algo de valor tras tus imponentes armas? Champolís desaparece por un segundo de tu vista y, cuando te das cuenta, busca tu flanco izquierdo. De conseguirlo, soltará una ráfaga de estocadas. Todas se detendrán al tocar tu piel, sintiendo una multitud de pinchazos.
Es rápido, diestro y ágil. ¿Cómo vencerías a alguien así? O quizás esa no sea la pregunta verdadera, sino más bien… ¿Qué hacer para mostrarle tu valentía?
—¿Dices que un rey es aquel que carga con los pecados y virtudes de su pueblo? —te pregunta con expresión seria—. Dime, ¿por qué quieres la corona del Gran Rey? ¿Por qué has entrado a esta tumba de cristal?
Te dará tiempo para que respondas, después de todo, Champolís es un gran caballero. Amable, valiente y sabio. Todavía no tienes claro si es de verdad o una simple alucinación, aunque lo sabrás muy pronto. Tu oponente lanza una veloz estocada a la altura de tu hombro. Solo te pinchará; no tiene intenciones de hacerte demasiado daño. Falle o acierte, te pedirá que le muestres tu voluntad. ¿De qué estás hecha, Helga? ¿Eres una simple ladrona? ¿O escondes algo de valor tras tus imponentes armas? Champolís desaparece por un segundo de tu vista y, cuando te das cuenta, busca tu flanco izquierdo. De conseguirlo, soltará una ráfaga de estocadas. Todas se detendrán al tocar tu piel, sintiendo una multitud de pinchazos.
Es rápido, diestro y ágil. ¿Cómo vencerías a alguien así? O quizás esa no sea la pregunta verdadera, sino más bien… ¿Qué hacer para mostrarle tu valentía?
Helga Eiríksdóttir
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Champolís, un caballero sin igual, había detenido y esquivado con gracia mis ataques. Estaba claro que no podía hacerle ningún daño. Realmente su porte y sus habilidades me resultaban de gran admiración. No me gustaban las peleas sin honor, así que no haría nada sucio y menos contra una persona como él. Llegué a pensar que podría ser uno de los hijo del rey, como lo era Canni. ¿Pero entonces por qué solo lo podía ver yo? Pensé que lo podría averiguar o quizás no. Pero esto no era más que otra prueba en el camino. Buscaba que dijera o hiciera algo en concreto. ¿Renunciar a la corona? No. Eso no era parte de mí y menos cuando di aquel discurso sobre mi visión de lo que es un rey. Fue entonces cuando preguntó sobre lo que dije de un rey de soportar con todo lo que implica un pueblo y sobre para que quería la corona así como la razón del por qué entré a la tumba.
- Te seré sincera, anciano. Soy una pirata, mi vida se resume en acumular dinero y fama. Y después de llegar aquí, tenía pensado coger el tesoro. No me esperaba que hubiera una corona, pero nadie parece haber pisado esta tumba. Su majestad ya no la necesitará allá donde esté. Además, después de verla, he comenzado a pensar en mi propia ambición - Miré hacia el techo - Llegaré a ser reina y acabaré con la guerra civil de mi pueblo. Para ello, pienso llevarme esta corona. Una corona olvidada para que vuelva a ser admirada y reverenciada una vez más - Le volví a mirar-. Seré una pirata, pero como todas las personas albergo un sueño. Y si, mi estimado guía, el rey debe soportar todo de su pueblo para así poder guiarlos - Al terminar de hablar, fui atacada por el caballero.
Por alguna razón, los ataques del guerrero eran contenidos antes de golpearme. Era como sentir pequeñas agujas en la piel. Pero no me defendí. Ante sus ataques, expandí los brazos dejándome herir. No me podía permitir retroceder, solo avanzar. Y así, ante cada ataque suyo, daba un paso al frente para recibirlo y mirarle con seriedad. Mi ambición no se detendría en un lugar como este. El mundo y un trono me esperaba. La historia hablaría de Helga y sus aventuras.
- Si buscas algo de mí, ya te estoy mostrando mi ambición, mi valentía y mi sinceridad. Si tienes más preguntas que hacerme, con gusto las responderé - Dije con un tono tranquilo.
- Te seré sincera, anciano. Soy una pirata, mi vida se resume en acumular dinero y fama. Y después de llegar aquí, tenía pensado coger el tesoro. No me esperaba que hubiera una corona, pero nadie parece haber pisado esta tumba. Su majestad ya no la necesitará allá donde esté. Además, después de verla, he comenzado a pensar en mi propia ambición - Miré hacia el techo - Llegaré a ser reina y acabaré con la guerra civil de mi pueblo. Para ello, pienso llevarme esta corona. Una corona olvidada para que vuelva a ser admirada y reverenciada una vez más - Le volví a mirar-. Seré una pirata, pero como todas las personas albergo un sueño. Y si, mi estimado guía, el rey debe soportar todo de su pueblo para así poder guiarlos - Al terminar de hablar, fui atacada por el caballero.
Por alguna razón, los ataques del guerrero eran contenidos antes de golpearme. Era como sentir pequeñas agujas en la piel. Pero no me defendí. Ante sus ataques, expandí los brazos dejándome herir. No me podía permitir retroceder, solo avanzar. Y así, ante cada ataque suyo, daba un paso al frente para recibirlo y mirarle con seriedad. Mi ambición no se detendría en un lugar como este. El mundo y un trono me esperaba. La historia hablaría de Helga y sus aventuras.
- Si buscas algo de mí, ya te estoy mostrando mi ambición, mi valentía y mi sinceridad. Si tienes más preguntas que hacerme, con gusto las responderé - Dije con un tono tranquilo.
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—Una corona olvidada para que vuelva a ser admirada y reverenciada, ¿eh? —repite Champolís con una sonrisa en el rostro. No tienes ninguna duda, le ha gustado tu respuesta—. Te has adentrado en las entrañas del Castillo de Cristal por una corona que bien puede significar la esperanza de tu pueblo. O su destrucción. Lo que has tomado no es solo oro y gemas preciosas, guarda la voluntad del Gran Rey. Permíteme decírtelo, joven aventurera, pero alguien con un propósito tan noble no debería mancillar su honor siendo una vulgar pirata. Puedo verlo, querida Helga, estás destinada a ser más que una simple ladrona. —El caballero flexiona las piernas y te mira, decidido—. Acompáñame en este vals de cristal.
Mientras Champolís se dirige hacia ti tan veloz como seguro, sientes que algo resuena en tu interior. Parece una voz. Crees que dice muchas cosas, aunque no puedes entender una sola palabra, es como si hablara en una lengua que jamás has escuchado. Sin embargo, no necesitas saber su idioma para intuir lo que pasará a continuación. Te sientes más fuerte que de costumbre, sientes que tu voluntad fluye por tus venas animándote a alzar una vez más tus espadas para un combate que recordarás con una sonrisa por el resto de tus días. Levanta una vez más tu hacha, Helga, y concédele una última pieza a ese viejo espíritu errante.
Champolís dirige su estoque a tu pecho, aunque esta vez no lo detendrá ahí. Puede dejarte una herida muy fea si impacta. Algo dentro de ti dice que no estaría bien esquivarlo, no ahora, no cuando estás dispuesta a mostrarle tu verdadera voluntad. Lo ves casi en cámara lenta y, por un momento, crees que puedes detener su ataque con tu hacha. Lo intentarás, ¿verdad? Intentarás detener la estocada de Champolís. Si lo haces…, pronto lo descubrirás.
Mientras Champolís se dirige hacia ti tan veloz como seguro, sientes que algo resuena en tu interior. Parece una voz. Crees que dice muchas cosas, aunque no puedes entender una sola palabra, es como si hablara en una lengua que jamás has escuchado. Sin embargo, no necesitas saber su idioma para intuir lo que pasará a continuación. Te sientes más fuerte que de costumbre, sientes que tu voluntad fluye por tus venas animándote a alzar una vez más tus espadas para un combate que recordarás con una sonrisa por el resto de tus días. Levanta una vez más tu hacha, Helga, y concédele una última pieza a ese viejo espíritu errante.
Champolís dirige su estoque a tu pecho, aunque esta vez no lo detendrá ahí. Puede dejarte una herida muy fea si impacta. Algo dentro de ti dice que no estaría bien esquivarlo, no ahora, no cuando estás dispuesta a mostrarle tu verdadera voluntad. Lo ves casi en cámara lenta y, por un momento, crees que puedes detener su ataque con tu hacha. Lo intentarás, ¿verdad? Intentarás detener la estocada de Champolís. Si lo haces…, pronto lo descubrirás.
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En efecto, cada vez que hablaba el viejo caballero, más respeto me daba. El cambio era notorio. De resultar a ser como un niño pequeño a un guerrero que luchaba por la memoria de su rey era digno de alabanza. No era digna de cruzar espadas con alguien de tal calibre. Me dijo que con tal ambición y esperanza de ayudar a mi pueblo, no debería manchar mi honor siendo pirata. Bueno, me gustaba ir por libre. Y mi vida de antes no se diferenciaba mucho de la de ahora, un pueblo guerrero y que saquea pueblos y aldeas en otras islas. Todo para que nuestro pueblo pueda comer y sobrevivir al invierno. El caballero antiguo vio algo en mi futuro, una gloria que podría alcanzar.
- Con gusto te acompañaré en esta pieza, noble caballero. Me resultaría un placer el resonar el acero contigo - Dije respondiendo a su postura preparando mi hacha y mi escudo para el asalto.
El espadachín se abalanzó una vez más sobre mí, parecía ser hijo del mismo viento por la velocidad que alcanzaba. Pero algo estaba pasando en mi cabeza o algo así. Una voz resonaba por toda mi mente. No podía entender que rayos estaba diciendo pero...de repente mi cuerpo se sintió extraño. Me sentía poderosa, como si algo estuviera haciendo cosquillas por todo mi ser. El arma de mi otrora guía se acercaba peligrosamente a mi pecho. Algo dentro de mí, me decía que esta vez no se iba a contener y tiraría a matar. Pero solo era eso, un presentimiento.
Sin embargo, no sabía que demonios estaba pasándome que podía verle yendo lentamente hacía mi. Con un movimiento de brazo, levanté mi hacha e intenté parar la estocada. No sabía que iba a pasar a continuación, pero mi cuerpo se sentía muy extraño y no era muy consciente de lo que me estaba pasando. Con suerte, podría pararlo. De lo contrario, mi destino era morir en la tumba. Pero algo estaba decidido, no daría un paso atrás y me enfrentaría cara a cara con mi adversario.
- Con gusto te acompañaré en esta pieza, noble caballero. Me resultaría un placer el resonar el acero contigo - Dije respondiendo a su postura preparando mi hacha y mi escudo para el asalto.
El espadachín se abalanzó una vez más sobre mí, parecía ser hijo del mismo viento por la velocidad que alcanzaba. Pero algo estaba pasando en mi cabeza o algo así. Una voz resonaba por toda mi mente. No podía entender que rayos estaba diciendo pero...de repente mi cuerpo se sintió extraño. Me sentía poderosa, como si algo estuviera haciendo cosquillas por todo mi ser. El arma de mi otrora guía se acercaba peligrosamente a mi pecho. Algo dentro de mí, me decía que esta vez no se iba a contener y tiraría a matar. Pero solo era eso, un presentimiento.
Sin embargo, no sabía que demonios estaba pasándome que podía verle yendo lentamente hacía mi. Con un movimiento de brazo, levanté mi hacha e intenté parar la estocada. No sabía que iba a pasar a continuación, pero mi cuerpo se sentía muy extraño y no era muy consciente de lo que me estaba pasando. Con suerte, podría pararlo. De lo contrario, mi destino era morir en la tumba. Pero algo estaba decidido, no daría un paso atrás y me enfrentaría cara a cara con mi adversario.
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La Voz que resuena es producto de tu propia voluntad, de tu deseo por un futuro mejor para tu pueblo, de tu insaciable ansia de aventuras. Tu espíritu lo sabe tan bien como el hacha que levantas para detener la estocada que pudo significar el fin de tus días. La alzas, orgullosa, y notas que tienes más fuerza que de costumbre. Te das cuenta de que ese último ataque va cargado de ambición, de sueños.
Es como si el mundo se hubiera detenido frente a tus ojos, todo está en la calma absoluta y el chirrido provocado por el choque entre los aceros resuena en tu cabeza, aunque no cesa. Esa sensación desaparece y todo sucede muy deprisa frente a tus ojos. Has conseguido desviar el estoque de Champolís y, en vez de enfadarse o mostrarse frustrado, sonríe orgulloso como un padre al ver la graduación de su hija. Entonces, se detiene. Su arma desaparece de la misma forma que apareció. Tú dirías incluso que es magia, pero bien sabes que en el Castillo de Cristal pasan cosas muy locas.
—Tú también lo sentiste, ¿no es así? No fueron únicamente nuestras armas las que chocaron por ese instante. Nuestros espíritus también lo hicieron —te dice, dándose la vuelta y mirando el trono ocupado por el gigante de piedra—. Te reconozco como la heredera de la Corona del Gran Rey, Helga. Yo, el Espíritu Errante del Castillo de Cristal, te considero digna de ella y puedes llevarla a tus tierras como muestra de tu determinación. —Por un momento se queda en silencio como si quisiera contemplarlo un segundo—. Soy feliz, ¿sabes? Han pasado trescientos años desde la muerte del Gran Rey, trescientos años desde que me encargó hallar un heredero digno de su voluntad. Seguramente habrás escuchado que los barcos de los piratas tienen alma. Un castillo también puede tenerla. —Champolís se da vuelta y te mira con el pulgar alzado en señal de victoria. Sonríe como un niño, pero las lágrimas no dejan de caer de su rostro—. Soy… libre. Gracias, Helga, no sabes cuánto anhelaba descansar para poder visitar al Gran Rey. No mancilles su corona, por favor.
No tienes mucho tiempo, pero puedes decirle unas últimas palabras antes de que se desvanezca, mezclándose con la luz plateada de la Tumba del Gran Rey. Quién sabe dónde van las almas, pero seguro que a un lugar mejor. Puedes agradecerle, maldecirle o lo que tú veas, pero Champolís se marchará con una sonrisa de agradecimiento. Y con una pose de héroe: el pecho inflado y las manos en la cintura.
¡Felicidades! El moderado ha terminado y tienes absoluta libertad para decir que sales del Castillo de Cristal, encontrándote con Fantasma en el camino. También puedes rolear que abandonas la isla en dirección a donde tú quieras.
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Es como si el mundo se hubiera detenido frente a tus ojos, todo está en la calma absoluta y el chirrido provocado por el choque entre los aceros resuena en tu cabeza, aunque no cesa. Esa sensación desaparece y todo sucede muy deprisa frente a tus ojos. Has conseguido desviar el estoque de Champolís y, en vez de enfadarse o mostrarse frustrado, sonríe orgulloso como un padre al ver la graduación de su hija. Entonces, se detiene. Su arma desaparece de la misma forma que apareció. Tú dirías incluso que es magia, pero bien sabes que en el Castillo de Cristal pasan cosas muy locas.
—Tú también lo sentiste, ¿no es así? No fueron únicamente nuestras armas las que chocaron por ese instante. Nuestros espíritus también lo hicieron —te dice, dándose la vuelta y mirando el trono ocupado por el gigante de piedra—. Te reconozco como la heredera de la Corona del Gran Rey, Helga. Yo, el Espíritu Errante del Castillo de Cristal, te considero digna de ella y puedes llevarla a tus tierras como muestra de tu determinación. —Por un momento se queda en silencio como si quisiera contemplarlo un segundo—. Soy feliz, ¿sabes? Han pasado trescientos años desde la muerte del Gran Rey, trescientos años desde que me encargó hallar un heredero digno de su voluntad. Seguramente habrás escuchado que los barcos de los piratas tienen alma. Un castillo también puede tenerla. —Champolís se da vuelta y te mira con el pulgar alzado en señal de victoria. Sonríe como un niño, pero las lágrimas no dejan de caer de su rostro—. Soy… libre. Gracias, Helga, no sabes cuánto anhelaba descansar para poder visitar al Gran Rey. No mancilles su corona, por favor.
No tienes mucho tiempo, pero puedes decirle unas últimas palabras antes de que se desvanezca, mezclándose con la luz plateada de la Tumba del Gran Rey. Quién sabe dónde van las almas, pero seguro que a un lugar mejor. Puedes agradecerle, maldecirle o lo que tú veas, pero Champolís se marchará con una sonrisa de agradecimiento. Y con una pose de héroe: el pecho inflado y las manos en la cintura.
¡Felicidades! El moderado ha terminado y tienes absoluta libertad para decir que sales del Castillo de Cristal, encontrándote con Fantasma en el camino. También puedes rolear que abandonas la isla en dirección a donde tú quieras.
Premios conseguidos:
- Paramecia de Oro encontrada en el cofre de la Tumba del Gran Rey.
- Corona del Gran Rey, un objeto con dureza y tenacidad especiales. Además, tiene un poder oculto a ser liberado una vez se cumplan los requisitos.
- Fantasma, un lobo que acompañará a Helga en sus viajes. Ha de ser creado en su respectivo apartado.
- Haki de armadura despertado.
- Un abrazo de Champolís.
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