[Misión heroica-Paraíso] La costa del silencio... Y los manatíes

Contratante: Abby Mason, coordinadora del Centro de Inteligencia de Marineford

Descripción de la misión: hace unos meses estamos escuchando extrañas y perturbadoras señales por toda la primera mitad de Grand Line, pero no entendemos a qué se debe y cada vez tanto animales como reyes marinos se vuelven más locos. Los kung fu dugongs de Arabasta se han organizado en una banda de delincuentes que asalta a todos los incautos que se acercan, y eso está destruyendo el turismo allí.

Objetivos: Detén a los dugongs sin matarlos.

Objetivos secundarios: Recluta a los kung fu dugongs para luchar por el Gobierno Mundial.

Premios: Una semana de vacaciones pagadas y tres puntos de entrenamiento para técnicas físicas.

Premios por objetivos secundarios: Un dugong mascota.

Sus auxiliares estaban descargando el resto de su equipo del vagón de equipaje del Umi Reesha mientras él miraba, fumándose un cigarro. Realmente lo único que quedaba que bajasen eran la Traveler, su moto de viaje. El resto iba en su maletín o lo llevaba encima. Miró a la gente que esperaba a los viajeros en la estación, buscando uniformes de la Marina. Teóricamente iba a llevar a cabo su tarea con un miembro de la Marina. De hecho oficialmente él estaba allí como su apoyo, aunque sus superiores le habían ordenador hablar con el marine para lograr que los kung fu dugongs les ayudasen.

- ¿La sacamos del embalaje, agente Omega?

- Adelante.

Observó cómo sacaban la gran moto negra y la ponían sobre el suelo de la estación. Con una sonrisa, Atsu se acercó y abrió el maletero. Puso el maletín y sacó los dos cascos, dejándolos sobre el asiento. Arabasta igual no era el mejor sitio para poner a prueba la Traveler, pero hacía tiempo que quería ponerla prueba. Y de todos modos no iban a internarse en el desierto, donde la arena sería demasiado fina y profunda como para llevar cómodamente su moto. Yendo por la línea de costa siempre y cuando tuviera cuidado, estaría bien.

Tras la misión de pelear contra la flota de Julius el Galeón de Galhard aún tenía que ser reparado y los subalternos de Galhard aún seguían en estado grave por lo que estaban fuera de juego, una pequeña embarcación que el cuartel de Dressrosa prestó a Galhard le dejó cerca de una estación de Umi Reesha para llegar a Arabasta, allí una congregación de Dugongs había empezado a ser hostil y eso afectaba al turismo y a los incautos que se acercaban, el encargo venía desde Marineford así que Galhard no tenía otra opción que aceptar, además esos animales siempre habían despertado fascinación en el marine, quizás si había suerte no estaría solo en la misión pensó mientras bajaba en la estación.

Una vez en Arabasta, cuando los viajeros desocuparon el tren no pudo creer lo que sus ojos veían ¿No era ese hombre moreno Omega? ¿Su blue bro?.

-Ooooooooiiiiiii- Gritó sin disimulo Galhard mientras se acercó con rapidez al agente del CP -¡Omega!

-Que agradable sorpresa volverte a ver, desde Enies que no sabía nada de ti, supongo que estás aquí por lo mismo que yo- exclamó mientras se llevaba la mano al mentón. -Eso hará el trabajo más sencillo, por cierto... Horrible lo que Oppen nos hizo- Murmuró al agente mientras una preciosa moto negra era depositada cerca de ellos.

- ¡GALHAAARD!

Al ver a su bro, salió corriendo a su encuentro y le puso el puño para hacer un choque épico de bros. No sería tan poderoso e íntimo como el cruce de sables de bros, pero bastante más apropiado para un espacio público. Sonrió ampliamente, contento. No podía haber pedido mejor compañero para la tarea. Ya solo por ser alguien a quien conocía y con quien se llevaba bien, era objetivamente mejor que acabar con algún marine desconocido.

- No hablemos de ese traidor - escupió a un lado, molesto - No soporto a ese tipo. Me lo crucé en una operación en Water Seven e intentó entorpecérmela. Y eso supongo, porque tú también vienes por lo de los dugongs, ¿verdad?

Se acercó con él a la moto y le pasó uno de los cascos, poniéndose el otro. A continuación se subió a esta y le hizo un gesto a Galhard con la cabeza para que se colocara a su espalda. Era lo bastante grande como para que fueran los dos con comodidad, y tenía estribos para llevar a un pasajero. Hizo rugir el motor, disfrutando del sonido del aparato.

- ¿Te gusta? Todo terreno, 500 c. c. y la he hecho yo mismo. Es mi pequeña - sonrió - Agárrate.

Apretó el acelerador y empezó a moverse rápidamente, notando el motor vibrar en el interior del ciclomotor. Esquivó a la gente y salió de la estación rápidamente, ignorando la conmoción que dejaba detrás. Sin meterse en las calles principales de Nanohana, siguió la línea de costa, esquivando los obstáculos del puerto.

Al marine le alegró que el sentimiento de felicidad fuese mutuo y con gusto chocó sus puños con él.

-Sí, bueno... En cuanto las cosas estén más tranquilas y tenga tiempo libre pienso ir personalmente a atraparle y llevarle ante la justicia, no solo rompió el código de bros si no reunió un gran número de crímenes en su historial, lo tomaré como un deber personal.- Remató Galhard mientras miró con fascinación aquella moto y cogía al vuelo el casco que Omega le pasó.

-Es toda una preciosidad, me recuerda a las que la brigada usa... lástima que acabé hundiendo una en las costas de Sabaody, debes ser todo un manitas para haber hecho semejante bestia.- Se acomodó el casco y subió a la moto, colocándose frente a la espalda de Omega, apoyando los pies en los estribos y agarrando con sus brazos el torso del agente.

Aquel vehículo era rápido y el aire que sentía mientras la moto corría le aliviaba el horrible calor que sentía en Arabasta. La velocidad era agradable y agradeció no tener que caminar por la arena de aquella isla.

- Y bien ¿Sabes si la costa donde esos animalillos están causando revuelo está muy lejos de aquí? Espero que el viaje no se nos haga corto, esto es genial.- Habló Gal aunque no sabía si su compañero le escucharía entre el viento y el hecho de que se encontraba de espaldas al marine.

Sin duda la misión sería más agradable con todas las oportunidades que se presentaban, los Dugongs tenían fama de saber pelear y quizás podría aprender algo de aquellos animales y ¿quien sabe? Quizás podía aumentar la colección de animales de la brigada.

- No andan muy lejos. Nanohana es el principal puerto de conexión de Arabasta con el mundo exterior, y precisamente el problema de estos pequeñajos es que están dando problemas con el turismo y el comercio. Algunos de los ataques han sido a barcos que llevaban a turistas a ver la desembocadura del Sandora. Y soy nativo de aquí, conozco el lugar y sé de varios sitios donde los kung fu dugongs se reúnen. Era guardia de caravana antes que agente del Gobierno, y solíamos evitar esas zonas por esto mismo.

Le costaba un poco hablar con Galhard por culpa del viento y la velocidad, pero se iba apañando. Se mantenía con el cuerpo ligeramente inclinado hacia la derecha para que cuando Galhard hablase el sonido le llegase directo, en lugar de rebotar contra su espalda. Por lo demás, fue un viaje agradable. Hacía mucho calor pero para Omega aquello era otro día más. Había vivido la mayor parte de su vida en aquella isla y estaba acostumbrado al ardiente sol del desierto. El calor de la costa era nada al lado de eso.

- Llegaremos en media hora o así. La Traveler es una maravilla, a pie o a camello hubiese sido un viaje largo.

No era el terreno más apropiado para una moto. Aunque no fuese la fina arena del desierto, el suelo era seco, polvoriento, a ratos rocoso y a ratos arenoso. Se las apañaba para no acabar metiendo la rueda en sitios donde pudiera quedar encallada, pero exigía que estuviese atento y a ratos iban algo más lento de lo que le gustaría. Sin embargo si fuese fácil, sería aburrido.

-Oh, desconocía que fueses de esta isla, la verdad si bien es preciosa y he escuchado montones de historias de este lugar para mi es un infierno el clima y la arena, ya sabes... El cliché de que los que nos hemos criado en climas fríos no llevamos bien el calor- Comentó el marine, menos mal que no había hecho un comentario malo o hiriente sobre la arena que encontraba un incordio.

-Entonces son todo un problema... Bueno, no creo que den más guerra que aquellos marines y agentes del gobierno que nos quisieron atacar cuando ocurrió lo de Enies lobby aunque... Quizás nos sorprendan oye.- Comentó mientras sudaba por el horrible calor que ya ni el viento que sentía de correr subido en la moto podía aliviarle.

En su mente los 30 minutos se harían eternos pero una vez allí podría remojarse en el agua y atraer a los Dugongs.

-Doy fe de que es una maravilla, siempre quise montar un pato de los que viven por estas tierras pero esto es mucho mejor y más rápido... Comentó mientras agradecía no haber tenido que sufrir la hora más alta de calor en este lugar.

Los minutos pasaron, si bien el viaje se hizo algo largo Galhard no paró de darle a la sin hueso y hablar de tonterías hasta que en el horizonte se dibujaba la costa donde los animales causaban aquel revuelo.

-Ah... Al fin... La costa, agua fría... ¿Hay chiringuitos o algún puesto que vendan bebidas frías? Me muero de sed y calor.- Dijo el marine en un tono pueril mientras cada vez estaban más cerca del lugar de la misión.

- Eso puedo entenderlo. Me pasa lo contrario, no soporto el frío. Puedes meterme en el desierto a cincuenta grados, que mientras tenga una cantimplora y ropas apropiadas saldré entero. En cambio en el momento en que la temperatura baja de quince grados, empiezo a pasarlo mal. Lo peor del desierto no es el calor, son las noches. En las más frías, el agua se congela en las cantimploras.

Recordó un viaje especialmente complicado en que durante una noche particularmente gélida, la bajada de las temperaturas y una brutal tormenta de arena les había obligado a sacrificar a sus camellos para meterse dentro. Le contó la historia a Galhard para matar el rato mientras avanzaban, hasta que al fin tuvieron la desembocadura del Sandora a la vista.

- La verdad es que un chapuzón no me vendría mal - comentó.

Aceleró para llegar al fin al lugar, frenando a unos metros de la playa. Puso la pata de cabra y bajó de un salto. Se quitó el casco y lo dejó encima de la moto, y a continuación empezó a quitarse el traje. Igual debería haber llevado la túnica del desierto directamente. Hubiese sido mejor para acabar menos acalorado. Por otro lado, aquella temperatura podía llevarla muy bien incluso con aquella ropa. Se dejó puestas la camisa y los pantalones, dejando la chaqueta, la corbata y los zapatos en la moto. A continuación miró con reprobación a Galhard.

- ¿Vienes a Arabasta y no te traes una cantimplora? - negó con la cabeza - Si los climas cálidos no son lo tuyo, deberías ser especialmente cuidadoso. No quiero que te de una insolación.

Echó mano de su cantimplora y se la pasó. La había llenado en el tren con agua fría, y al estar hecha para el desierto aislaba bien térmicamente el líquido. Debía estar fresca aún.

- No bebas muy de golpe - dijo mientras echaba una ojeada a los alrededores, en busca de sus objetivos.

-Entonces las noches son mucho más agradables- respondiendo a Omega sin reparar que eso no era precisamente agradable.

Galhard arrugó la nariz ante la anécdota de Omega para luego preguntarse a que debería saber la carne de camello. Eso le recordaba a la anécdota que su padre le explicó con un caballo que luego acabó cocinando después.

-Lo que temo que quitarme la ropa para mojarme será un error, una quemadura con este sol tiene que ser horrible y dudo que la crema proteja del todo con esta chicharra.-

El agente reprochó a Galhard con razón aquel acto pero la verdad estaba alejada de lo que Omega le decía.

-Mira, pues verás... Sí traía cantimplora pero ¿Te acuerdas de esa duna que sorteaste con la moto y me avisaste de que me agarrase bien? Pues estaba bebiendo en ese momento... Y pues... Eso... La cantimplora voló- Dijo algo sonrojado el marine, aunque la coloración que estaba cogiendo por el sol disimuló un poco aquello.

Con gusto el marine tomó la cantimplora de Omega y bebió lentamente.

Galhard reparó en contemplar la costa, se veía hermosa, una bahía de arena blanca chocaba con la dorada del desierto y allí una suerte de edificios destrozados eran ahora poblados por Dugongs, que por una extraña razón llevaban lentes de sol y habían adornado con conchas aquel lugar.

Se encogió de hombros al escuchar su explicación. Al menos no había sido tan descuidado como para ir sin cantimplora. Entonces se fijo en los edificios abandonados y confirmó su teoría: había kung fu dugongs. Y realmente estaban montados en el berrie: había trofeos de sus saqueos por la zona: barcas apoyadas contra edificios, sacos de patatas, bolsos...

- Hora de trabajar.

En un veloz movimiento se arrancó la ropa. Sin embargo por algún motivo debajo del traje no iba desnudo: llevaba un uniforme de artes marciales blanco con un cinturón negro. Sí, aquella sería la mejor manera para provocar el espíritu marcial de los kung fu dugongs. Con un agudo grito de guerra de karateka, corrió hacia los edificios.

- ¡OS DESAFIAMOS, DUGONGS! ¡SI OS VENCEMOS, SEREMOS VUESTROS MAESTROS!

Se montón un buen jaleo. Peor del que esperaba, de hecho. De todos los escondrijos posibles empezaron a salir hordas de los pequeños bichos, abalanzándose sobre él. Si hubiese sabido que eran tantos hubiese ido con más cuidado.

- El riesgo que tomé era calculado... - comentó al verse rodeados - Pero joder, siempre he sido malo en mates.

Apretó los puños y se puso en posición. En cuanto los primeros se abalanzaron sobre él, adoptó una postura estable y lanzó una sucesión de fuertes puñetazos que los mandaron a volar. Habiendo aprendido a pelear para matar, era complicado restringirse para evitar cargarse a los animalejos. Iba a tener que ser cuidadoso.

Aquello si que era vida, los pequeños animales sabían como era disfrutar de los pequeños placeres y Galhard empezó a replantearse sus elecciones en la vida -Realmente... No es mala vida la que llevan estos-

Aquella indecisión se vio disipada en cuanto contempló el espíritu combativo de su bro que había escondido en todo momento un traje de karateka debajo de sus ropas. "Con razón sudaba tanto el pobre, yo con lo que llevo me estoy muriendo"

La atención de la turba de animales se centró en su moreno compañero que mientras corría hacia el lugar hacía que los dugongs levantasen sus lentes de sol por un breve instante, como si dijeran: -¿Es él el enemigo que estábamos esperando durante tanto tiempo para enfrentar?-

La turba rodeo a Omega que no tardó en verse en apuros, ante esa situación la mente de Galhard se despejó y quitándose la chaqueta corrió hacia donde su compañero estaba peleando lanzando una patada voladora a uno de los dugongs que había decidido atacarle por la retaguardia.

-Mientras yo esté aquí tu espalda no tiene nada que temer Omega... ¡Preparaos tortugas! Hoy dejaréis de ser unos maleantes y entenderéis el verdadero Kung fu.-

Realmente, no había sido la más sabia de las decisiones pues si bien había roto el cerco al entrar, este se había vuelto a cerrar y ambos estaban chocando espaldas rodeados por varios Dugongs que flexionaban sus brazos y un dugong algo más grande que miraba desde lejos, con los brazos cruzados, debía ser el líder pues, a parte de su tamaño era el único que llevaba unas gafas de sol de color rosa.

Su bro se juntó con él, cubriéndole las espaldas. Juntos podrían hacer frente a esa marea de enemigos... o eso esperaba. Eran muchísimos. Varios más intentaron ir a por ellos. Atsu apretó su músculos activando su tekkai para resistir su acometida, recibiendo... ¿aletazos? en su pecho, cara y entrepierna. A pesar del tekkai, ese último golpe dolió como mil infiernos. Con un grito de guerra, mandó volando de una patada al que había tenido la osadía, a lo que los otros dugong respondieron aplaudiendo. Varios hasta levantaron carteles con puntuaciones.

- ¿Pero qué les pasa a estos bichos?

Decidió que era hora de pasar a la acción. Activó su "sexto sentido", ese que le permitía percibir las intenciones hostiles de otros, y se metió en la masa de dugongs. Usando su kamie, empleó la elasticidad de su cuerpo para empezar a retorcerse sobre sí mismo, evitando golpes al tiempo que respondía con patadas, puñetazos, codazos y golpeando en general con lo que mejor le viniera en el momento. Los animalejos iban y venían. Algunos quedaban noqueados, pero otros se levantaban y volvían al ataque.

- ¡Son demasiados! ¿Alguna idea?

La marea de animales no se detenía, parecía que por cada dugong que Omega y Galhard derrotaban tres más salían para tomar el lugar del derrotado ¿Es que el reino de Arabasta no había puesto en practica un control de plagas o un plan de control de población de los animales?

Galhard observó a su compañero, ese endurecimiento del cuerpo funcionaba distinto del suyo, quizás con el tiempo ambos podrían intercambiar técnicas. Mientras pensaba un Dugong le arreó un aletazo en la cara, haciendo que su sombrero cayese en la cabeza del Dugong líder que empezó a reír.

-Es verdad ¿Estos bichos no funcionan por jerarquía? Si logramos llegar al líder y nos encargamos de él seguro que nos seguirán como moscas... Aunque están siendo molestos como ellas ya.- Otro Dugong intentó imitar a su compañero pero Galhard endureció con haki su frente y golpeó con su cabeza al animal.

-¿Crees que podrían aguantar un golpe que tumbase a un semi-gigante o un barco sin morir? podría intentar sacar tiempo... haciendo algo más bestia que esto-. Lanzó una moneda de cinco berries que se rompió en el aire en diez trozos, los cuales tumbaron a diez dugongs que se encontraban más alejados del circulo ante asombro de los mismos.

- Procura evitar golpes potencialmente mortales. No podemos cargárnoslos.

Se sacó a uno que le estaba mordiendo el codo de un buen cabezazo. Atontado y haciendo ruiditos, el dugong se soltó de su codo y se cayó al suelo. Galhard tenía razón... así no iban a llegar a ningún lado. Tenían que tumbar a su líder... pero con tantos seguidores, sería invitar a que les diesen una buena paliza.

- Yo te dejo camino libre, tú vete a por el jefazo.

Dio un salto alto y una vez en el aire se impulsó hacia el frente con un geppou con una sola pierna. Usando la inercia, empezó a girar sobre sí mismo con las piernas extendidas, avanzando con una peonza voladora y lanzando en todas direcciones a los animalejos. Sin embargo fue una táctica improvisada que sólo había meditado y pensado antes, pero nunca ensayado. El resultado fue que, tras abrirle camino a su bro, cayó de culo al suelo, más mareado que un pato borracho.

- ¡Ve, ahora!

Mientras tanto, una marea de furiosos dugongs se lanzaron sobre él a devolverle a aletazos y golpes el daño hecho. Todo lo que pudo hacer Atsu fue cubrirse con los brazos, cerrar las piernas y activar su tekkai. Y a aguantar.

Ante aquel sacrificio que Omega iba a hacer para que el marine pudiese avanzar hasta el cabecilla de los dugongs Galhard no pudo soltar otra cosa que no fuese la cúspide de toda relación de amistad entre dos hombres.

-Bro...-

No podía dejar que aquella estrategia arriesgada quedase en saco roto, mientras que los animalilllos iban cerrando el circulo nuevamente se lanzó a correr hasta el líder mientras esos pequeños animales empezaban a envolver los alrededores de Omega.

-¡Tuuu! ¡En nombre de mi bro te desafío a un duelo, uno contra uno en el ring de conchas de la muerte!- Gritó el marine mientras que con su dedo apuntaba al Dugong de lentes rosas que sonrío maquiavelicamente, como si aquello fuese parte de su plan.

El líder hizo un aplauso que llamó la atención de cinco dugongs pequeños, los cuales con conchas hicieron un ring improvisado donde Galhard y Dungi, como el último decidió llamar al dugong se batirían en un acalorado combate.

Los cinco compinches se retiraron rodando dejando el ring libre mientras poco a poco se iban congregando alrededor de aquel ring, parecía que los combates de ese estilo trascendían entre especies pues no hacía falta que nadie dijese las reglas, esas reglas estaban impresas en el adn de todo ser sapiente.

Con gran confianza Dungi dejó caer sus gafas rosas fuera del ring y con una posición de pelea calmada miró a los ojos del marine que no tardó en adoptar una posición de combate tras dejar su espada en la arena, también lejos del ring. Sabía que era momento de flexear y eso hizo Gal. de su bolsillo sacó una moneda de 100 berries y aprovechando que los Dugongs habían dejado un barco a la deriva cerca de la costa lanzó la moneda que derribó el barco ante la sorpresa de los dugongs. Quería pelear sí, pero sabía que este combate no atraería la atención de todos los animales que querían cebarse con su compañero si no había una premisa fuerte.

Atsu era en general muy resistente y fuerte. Caray, se había llevado algunos golpes que hubiesen mandado a otros al hospital sin apenas pestañear. Pero aquello era demasiado. Demasiados enemigos a la vez, y lo bastante fuertes como para hacerle daño. Poco a poco su tekkai empezó a flaquear, y aún con este, por puro golpeo repetitivo empezaba a doler bastante. Entonces escuchó un poderoso estallido y la presión se aflojó. Algo había llamado la atención de los dugongs, y Atsu no pensaba perder la oportunidad.

- ¡Largaos, sucias ratas de mar!

Se levantó de golpe impulsando con sus brazos a los que tenía encima. Tenía el uniforme de kárate destrozado, la cara llena de moretones, un ojo hinchado y una expresión de furia digna de un rey del mar al que le hubiesen estropeado el almuerzo. Los dugongs retrocedieron un paso al ver su cara, y al unísono tragaron saliva con tanta fuerza que fue audible. Atsu avanzó un paso, y los animales retrocedieron uno. Los tenía donde quería.

- ¡ME VAIS A PAGAR MI TRAJE NUEVO!

Echó a correr tras los dugongs, que se batieron en retirada con el furioso agente tras ellos. En el fondo, pese a su furia, todo lo que pretendía era mantenerlos distraídos y en movimiento. Había visto por el rabillo del ojo que su bro estaba en medio de su épico combate 1v1 sin camiseta, y no quería que ninguno de esos bichos le interrumpiera.

- ¡Cómetelo con patatas, bro!

Los ánimos estaban por las nubes, los dugongs gritaban mientras Dungi hacía poses de batalla intentando calmar y mantener sus seguidores tras la potencia mostrada por Galhard tirando monedas.

Galhard miró con alivio como los animales dejaban a Omega y se alegró de tenerle como espectador aunque aún siguiese arremetiendo contra un par de animalillos pero la verdad el pobre tenía la ropa hecha girones y la cara que parecía que no había dormido en días.

Un dugong vestido con una pajarita usó un silbato para indicar que el combate empezaba y ambos luchadores se golpearon al mismo tiempo con un contundente puñetazo.

Ese Dungi sin duda era algo distinto, normal que fuese el líder.

Con orgullo se levantó inflando pecho y preparando un segundo golpe hasta que Galhard le golpeó con su pierna.

-No gires ni cargues los brazos para dar un puñetazo que si haces eso sabré por donde atacas- espetó mientras golpeó de nuevo a Dungi y este le dio un coletazo como respuesta que le hizo sangrar la nariz.

Tras dar buena cuenta de los malditos aprovechados, y en cuanto tuvo claro que habían captado el mensaje, se acercó cojeado hasta el ring, uniéndose a la masa de dugongs espectadores. Se metió la mano dentro del traje y sacó una caja de tabaco aplastada. Buscó un cigarrillo que no hubiese quedado destrozado, sacando uno doblado y retorcido, y se lo llevó a la boca. Junto a la caja llevaba su zippo, que por suerte seguía entero. Lo encendió y observó el combate mientras fumaba.

- ¡Eso, dale duro bro! Uy... eso ha debido doler.

El dugong jefe le había metido tal coletazo a Galhard que este parecía haber retrocedido... no, estaba bien, pero tenía una hemorragia nasal. Atsu se sentó en el suelo cruzando las piernas, atendiendo con emoción al combate. Los dos eran endiabladamente fuertes, aunque Galhard era más hábil y mejor. Estaba claro desde su punto de vista quién iba a ganar el combate.

- ¡Guyah!

- ¡¿Qué no?! ¡Te apuesto doce conchas a que gana mi bro!

Uno de los dugongs había tenido la osadía de decir mediante gestos que su jefe era más fuerte. Ni de coña iba a tolerar que el honor de su bro fuese mancillado de esa manera. Le respaldaría desde el público. Se fijó en que el resto de dugongs iban volviendo poco a poco, uniéndose al público en lugar de seguir armando bulla.

El intercambio de golpes entre los dos contrincantes dentro del ring continuaba mientras cada vez más la montaña de conchas se hacía más grande en la pila de apuestas, como era de esperar las conchas apostadas en favor de Dungi superaban las mil mientras que las que se posicionaban a favor de Galhard se situaban solo sobre las ciento treinta, posiblemente más de la mitad venían de Omega por lo que si ganaba podría vivir entre conchas por el resto de su vida.

Dungi con el ojo magullado no se echaba atrás ante un Galhard que, con la cara llena de su propia sangre, atacaba sin descanso ¿Era posible que aquella pelea le estaba siendo igual de divertida que sus entrenamientos con Dark en Dangerous? Solo lo sabría si el combate continuaba y él se alzaba con la victoria.

En un movimiento arriesgado Galhard casi cayó en la trampa que Dungi le había puesto para que saliese del ring, al moverse este de forma rápida hacia un lado pero en los últimos segundos el marine pudo recular y golpear con su pierna el caparazón de Dungi causando que este rodase hasta el otro extremo del ring.

El público quedó en silencio, la batalla estaba por decidirse hasta que un último intercambio de golpes entre el Dugong alfa y Galhard levantó gran parte de la arena del ring.

Esos segundos de incertidumbre se hicieron eternos hasta que la nube de arena se disipó, Dungi estaba inconsciente ante un Galhard que gritaba con el puño levantado y lleno de orgullo.

-SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIUUUUUUUUUUUUUU- Dijo mientras caía de culo poco después de que el Dugong con pajarita silbase anunciando el final del encuentro. Los demás dugongs empezaron a aplaudir mientras un grupito de ellos lloraba por haber perdido todos sus ahorros de conchas en la apuesta.

- ¡SÍIIIIIIII! ¡ESE ES MI BRO! ¡Que os zurzan, ahora vuestras conchas son mías!

Le echó la lengua a los dugongs mientras empezaba a meter las conchas en un saco. Ni idea de dónde había salido el saco, pero olía a bacalao. Con aquello tendrían suficientes ahorros conchiles para... bueno, para nada, eran conchas. Pero solo con ver la frustración en los ojos de aquellos monstruitos (al menos con el ojo sano) le era suficiente. Tras asegurar su botín y cerrar la bolsa, subió al ring y le tendió la mano a Galhard para ayudarlo a levantarse.

- Sabía que podías, compañero. Les has demostrado el poder del Brokárate frente a su kung fu.

Entonces los animales empezaron a inclinarse ante Galhard. Incluso el malherido jefe se levantó con esfuerzo y se inclinó ante él. En los ojos de los dugongs podía ver... ¿admiración? Había oído hablar mucho sobre cómo si vencías a un kung fu dugong este se volvía leal a ti, pero era la primera vez que lo veía. Casi hasta parecían monos entre la cara que estaban poniendo y esos bigotitos.

- Bien, misión cumplida. Si vamos al Umi Reesha siguiendo la costa, nos seguirán desde el agua seguramente. Salvo que sean tan idiotas como para intentar seguir la moto a pie. ¿Nos vamos?

Jadeando cogió la mano de su bro mientras se preguntaba que narices comían esos bichos para tener tanta energía, después de esto debía partir hacia Morango así que no podía perder mucho tiempo pero empezó a dar puñetazos al aire que fueron imitados por los dugongs hasta que el mushi de Gal empezó a sonar.



-Mmm... Será lo mejor, he de partir cuanto antes hacia Dressrosa nuevamente, una operación para la marina ya sabes. Julius está que no para estos días y no es la única amenaza del lugar, creo que si unos dugongs han dado faena no quiero imaginarme todo lo otro.-

Los dugogns pusieron una cara triste mientras Galhard señaló a Omega y luego al mar.

-Discipulos, mi bro es igual de fuerte que yo, podréis aprender mucho mucho de él, más que de mi ahora, quiero que nos sigáis hasta el tren y luego marchéis a entrenar con él, cuando esté libre entrenaré con vosotros y volveré a pelear contra Dungi, seguro que habréis crecido mucho con Omega y los demás del gobierno-

Les dijo a los dugongs mientras se sentaba en la moto de su amigo y los manatíes se tiraban a la costa para seguirlos en su trayecto.