Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Era una noche calmada. Lo cual no habría tenido nada de especial o destacable si no fuera porque eran las 5 de la tarde. Aún así, todo a su alrededor estaba completamente negro. Lo único que le impedía ver las estrellas en el cielo eran las luces de la ciudad. Era su primera vez en Dark Dome City y se encontraba un poco perdida. Estaba acostumbrada a los cambios de temperatura; el frío por ejemplo no hacía mella en la marine y como solía vestir poca ropa no le costaba adaptarse al calor. Pero esto… esto era una primera vez para ella. ¿Noche perpetua? ¿Cómo podía nadie convivir con eso? Bueno, ella iba a tener que hacerlo.
Estaría parada en esa isla por lo menos dos días más, hasta que vinieran a recogerla para llevarle a su siguiente misión. Había conseguido una posada y había echado a caminar… sin saber muy bien hacia donde. Sabía que la isla no estaba anexada al Gobierno Mundial y que había más que unos pocos malhechores en ella. No es que le inquietase, más bien tenía que recordarse que no estaba de servicio y no era su trabajo arreglar los problemas de ese lugar. Aún así, era consciente de que caminar con su uniforme particular podía no ser la mejor idea. Lo prefería, le era cómodo, así que no se había molestado en cambiarse. De todas formas, entre una cosa y otra no podía evitar estar un tanto alerta mientras avanzaba entre las calles.
¿Debería comer algo? ¿Tal vez beber? No había bebido alcohol nunca, no más allá de probar para comprobar el sabor. No estaba segura de querer que su primera experiencia de verdad fuera en esas condiciones. Tampoco tenía hambre y no podía entrenar porque desconocía de un sitio que no estuviera lleno de civiles.
Al final, un tanto confusa, fue a sentarse en el borde de una fuente. Era grande, tenía tres pisos y el reborde de piedra era lo bastante ancho como para que pudiera sentarse con comodidad. En el fondo de la fuente había una miríada de berries que la gente había arrojado. Sabía que se suponía que te concedía un deseo lanzar uno, pero no estaba segura de que funcionase. Tras un par de minutos debatiéndose, sin embargo, decidió probar suerte. No tenía nada mejor que hacer, al fin y al cabo. Deseando estar un poco menos perdida y tal vez algo menos sola, lanzó una moneda que tras dar mil vueltas, entró al agua con un decidido chapoteo.
Con una pequeña sonrisa de burla hacia sí misma, Elya miró a su alrededor y aguardó el milagro.
Estaría parada en esa isla por lo menos dos días más, hasta que vinieran a recogerla para llevarle a su siguiente misión. Había conseguido una posada y había echado a caminar… sin saber muy bien hacia donde. Sabía que la isla no estaba anexada al Gobierno Mundial y que había más que unos pocos malhechores en ella. No es que le inquietase, más bien tenía que recordarse que no estaba de servicio y no era su trabajo arreglar los problemas de ese lugar. Aún así, era consciente de que caminar con su uniforme particular podía no ser la mejor idea. Lo prefería, le era cómodo, así que no se había molestado en cambiarse. De todas formas, entre una cosa y otra no podía evitar estar un tanto alerta mientras avanzaba entre las calles.
¿Debería comer algo? ¿Tal vez beber? No había bebido alcohol nunca, no más allá de probar para comprobar el sabor. No estaba segura de querer que su primera experiencia de verdad fuera en esas condiciones. Tampoco tenía hambre y no podía entrenar porque desconocía de un sitio que no estuviera lleno de civiles.
Al final, un tanto confusa, fue a sentarse en el borde de una fuente. Era grande, tenía tres pisos y el reborde de piedra era lo bastante ancho como para que pudiera sentarse con comodidad. En el fondo de la fuente había una miríada de berries que la gente había arrojado. Sabía que se suponía que te concedía un deseo lanzar uno, pero no estaba segura de que funcionase. Tras un par de minutos debatiéndose, sin embargo, decidió probar suerte. No tenía nada mejor que hacer, al fin y al cabo. Deseando estar un poco menos perdida y tal vez algo menos sola, lanzó una moneda que tras dar mil vueltas, entró al agua con un decidido chapoteo.
Con una pequeña sonrisa de burla hacia sí misma, Elya miró a su alrededor y aguardó el milagro.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Era hora de descansar un poco. Llevaba unas semanas sin pasarme por la oficina ni pasear por las calles de Dark Dome. Tras los eventos de la carrera y el corte de suministros de la revolución había decidido tomarme un tiempo para mí misma. Tenía la piel mal cuidada y el pelo encrespado. La humedad constante del mar no me había hecho bien. Así que tras darme los cuidados intensivos que necesitaba, tanto de depilación como cremas y un potingue de champús y acondicionadores salí como nueva del baño. «Me encuentro extraordinariamente bien. Echaba de menos mi hogar.» pensé mientras estaba sentada en el sofá peinándome con cuidado. Me levanté y empecé a vestirme, colocándome un vestido que había comprado antes de partir a Shabaody. Tenía un toque morado y no llevaba cuerdas, por lo que se agarraba a la cintura con una cremallera que estaba colocada en la espalda.
Me coloqué un cigarro en la oreja y llevé otro a mi mano, encendiéndolo y saliendo hacia fuera. Me tocaba dar un paseo por allí: no tenía mucho que hacer y necesitaba despejarme tras lo que pasó con mi padre. No estaba totalmente bien de la cabeza tras haber recibido odio de mi propia sangre, pero estaba en una posición en la que la justicia era mi senda. Igualmente ahora podía apartarse un poco de mi cabeza. Me tocaba ser Rayne y no una máscara impuesta por el gobierno. Así que me dirigí hacia un lugar que solía frecuentar cuando necesitaba esperanza. No muy lejos de mi casa había una fuente que solía acudir todas las personas de la ciudad para tirar una moneda y pedir un deseo. Yo no solía pedir deseos, pero la verdad es que hoy necesitaba algo que me sacase de la rutina. Así que me senté en la fuente y miré de un lado para otro.
Tras pasar un rato, algo chocó contra mí. Me daba por la espalda, por lo que seguramente quien había tirado la moneda no se había dado cuenta de que estaba ahí. Me levanté sacudiéndome el agua del vestido y me acerqué hacia la persona, girándome y abriendo la boca ligeramente. «¿Esa es Elya-chan? ¿Qué hace en Dark Dome? Menuda casualidad.» pensé mientras me colocaba delante de ella y echaba parte de mi pelo hacia detrás de la oreja para que no me tapase la cara. La verdad es que estaba algo nerviosa por verla fuera de una misión, pero a parte de lo guapa que era, era una persona increíble. Me abrí de brazos y le ofrecí un abrazo.
—Nee, Elya-chan, me dejas asombrada. ¡Bienvenida a donde vivo! —exclamé en voz alta mientras sonreía—. ¿Qué te trae por aquí, preciosa? ¿Te invito a algo?
Volví a mirar de arriba para abajo y solté un pequeño silbido. La verdad es que iba preciosa, pero debía mantener mis maneras. A una compañera de trabajo no podía entrarle, aquella era la regla que me había autoimpuesto siempre. Pero no sabía por qué, quizás fruto de la casualidad o el destino pero me apetecía hacerlo. Aunque no por ahora. Si aceptaba le acompañaría hasta el bar que había debajo de mi oficina, no muy lejos de allí. El clima estaba en su punto perfecto y la noche era joven.
Aunque la noche era eterna en Dark Dome y la juventud eterna no siempre era algo que todos deseaban.
Me coloqué un cigarro en la oreja y llevé otro a mi mano, encendiéndolo y saliendo hacia fuera. Me tocaba dar un paseo por allí: no tenía mucho que hacer y necesitaba despejarme tras lo que pasó con mi padre. No estaba totalmente bien de la cabeza tras haber recibido odio de mi propia sangre, pero estaba en una posición en la que la justicia era mi senda. Igualmente ahora podía apartarse un poco de mi cabeza. Me tocaba ser Rayne y no una máscara impuesta por el gobierno. Así que me dirigí hacia un lugar que solía frecuentar cuando necesitaba esperanza. No muy lejos de mi casa había una fuente que solía acudir todas las personas de la ciudad para tirar una moneda y pedir un deseo. Yo no solía pedir deseos, pero la verdad es que hoy necesitaba algo que me sacase de la rutina. Así que me senté en la fuente y miré de un lado para otro.
Tras pasar un rato, algo chocó contra mí. Me daba por la espalda, por lo que seguramente quien había tirado la moneda no se había dado cuenta de que estaba ahí. Me levanté sacudiéndome el agua del vestido y me acerqué hacia la persona, girándome y abriendo la boca ligeramente. «¿Esa es Elya-chan? ¿Qué hace en Dark Dome? Menuda casualidad.» pensé mientras me colocaba delante de ella y echaba parte de mi pelo hacia detrás de la oreja para que no me tapase la cara. La verdad es que estaba algo nerviosa por verla fuera de una misión, pero a parte de lo guapa que era, era una persona increíble. Me abrí de brazos y le ofrecí un abrazo.
—Nee, Elya-chan, me dejas asombrada. ¡Bienvenida a donde vivo! —exclamé en voz alta mientras sonreía—. ¿Qué te trae por aquí, preciosa? ¿Te invito a algo?
Volví a mirar de arriba para abajo y solté un pequeño silbido. La verdad es que iba preciosa, pero debía mantener mis maneras. A una compañera de trabajo no podía entrarle, aquella era la regla que me había autoimpuesto siempre. Pero no sabía por qué, quizás fruto de la casualidad o el destino pero me apetecía hacerlo. Aunque no por ahora. Si aceptaba le acompañaría hasta el bar que había debajo de mi oficina, no muy lejos de allí. El clima estaba en su punto perfecto y la noche era joven.
Aunque la noche era eterna en Dark Dome y la juventud eterna no siempre era algo que todos deseaban.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tardó un poco en reaccionar. Bastante, de hecho. O por lo menos, más de lo que suponía era normal en esas situaciones. Una mujer preciosa había aparecido de la nada tan pronto su moneda había caído al agua y antes de que hubiera podido abrir la boca, ya le estaba abrazando. Subió los brazos de forma mecánica para corresponder, pero se apartó antes de que pudiera. Fue entonces cuando sus palabras cobraron sentido para Elya y la reconoció.
Se puso colorada casi en seguida, sin poder evitarlo. No hacía tanto que había visto a Rayne, pero siempre le había visto si no de uniforme, vestida para trabajar. Ropa cómoda y que, aunque no ocultaba su atractivo, no podía compararse con lo que llevaba esa noche. A su pesar, se encontró admirando el vestido morado que vestía. Le sentaba como un guante y se movía con soltura en él. Ella no habría podido, no con algo tan ajustado. Y no era lo único diferente. De alguna forma, parecía bastante más relajada que la última vez que se habían visto. ¿Había dicho que vivía ahí? Ladeó la cabeza. Sí, de alguna manera podía entenderlo. La extraña oscuridad de ese lugar le pegaba. Se sentía un poco más confiada al haberse topado con ella. Para cuando le respondió, ya se había olvidado de su moneda, quieta y silenciosa en el fondo de la fuente.
-Claro. No conozco la zona, me hará bien tener una guía.
Se levantó, bastante impresionada con su propia iniciativa. Caminaron tranquilamente mientras Elya intentaba entender qué le estaba poniendo tan nerviosa. No tardó mucho en llegar a la conclusión inevitable, pero de alguna manera eso no le ayudó mucho. Eran compañeras de trabajo y todavía recordaba lo que había sucedido la última vez que se había dejado llevar con una. Aunque tenía que reconocer que la moral y el compromiso de Rayne con todo aquello que era justo era innegable. Le había visto en acción lo suficiente como para estar segura de eso. Y aún así… ¿se le habría pasado a ella lo mismo por la cabeza? ¿Había siquiera una forma de saberlo? Desde luego no pensaba preguntar, eso sería de una tremenda mala educación…
Antes de darse cuenta, habían llegado a la puerta de un bar. Entraron, Elya llena de curiosidad repentina. El lugar era acogedor y no había mucha gente dentro. Se sentaron en la barra, una frente a otra y un camarero acudió para preguntarles qué iban a tomar. La marine escaneó la lista de bebidas durante unos segundos, pero pronto entendió que no tenía ni idea de qué quería tomar. Recogiéndose el pelo detrás de la oreja con algo de timidez, le explicó a su inesperada acompañante:
-Lo cierto es que no he probado mucho alcohol. ¿Te apetece escogerme una bebida? Me gustan las cosas dulces, pero todos estos nombres son un galimatías para mí.
Intentó apartar sus pensamientos insidiosos de su cabeza. Respetaba a la mujer, la apreciaba como compañera de misiones. No iba a intentar nada, ni siquiera habría sabido por dónde empezar y… precisamente por eso no tenía sentido hacerlo. No había necesidad de ponerse en ridículo o hacerle sentir incómoda. Lo mejor era relajarse y disfrutar de la velada. Por lo menos ahora tenía alguien que le hiciera compañía esos dos días.
Se puso colorada casi en seguida, sin poder evitarlo. No hacía tanto que había visto a Rayne, pero siempre le había visto si no de uniforme, vestida para trabajar. Ropa cómoda y que, aunque no ocultaba su atractivo, no podía compararse con lo que llevaba esa noche. A su pesar, se encontró admirando el vestido morado que vestía. Le sentaba como un guante y se movía con soltura en él. Ella no habría podido, no con algo tan ajustado. Y no era lo único diferente. De alguna forma, parecía bastante más relajada que la última vez que se habían visto. ¿Había dicho que vivía ahí? Ladeó la cabeza. Sí, de alguna manera podía entenderlo. La extraña oscuridad de ese lugar le pegaba. Se sentía un poco más confiada al haberse topado con ella. Para cuando le respondió, ya se había olvidado de su moneda, quieta y silenciosa en el fondo de la fuente.
-Claro. No conozco la zona, me hará bien tener una guía.
Se levantó, bastante impresionada con su propia iniciativa. Caminaron tranquilamente mientras Elya intentaba entender qué le estaba poniendo tan nerviosa. No tardó mucho en llegar a la conclusión inevitable, pero de alguna manera eso no le ayudó mucho. Eran compañeras de trabajo y todavía recordaba lo que había sucedido la última vez que se había dejado llevar con una. Aunque tenía que reconocer que la moral y el compromiso de Rayne con todo aquello que era justo era innegable. Le había visto en acción lo suficiente como para estar segura de eso. Y aún así… ¿se le habría pasado a ella lo mismo por la cabeza? ¿Había siquiera una forma de saberlo? Desde luego no pensaba preguntar, eso sería de una tremenda mala educación…
Antes de darse cuenta, habían llegado a la puerta de un bar. Entraron, Elya llena de curiosidad repentina. El lugar era acogedor y no había mucha gente dentro. Se sentaron en la barra, una frente a otra y un camarero acudió para preguntarles qué iban a tomar. La marine escaneó la lista de bebidas durante unos segundos, pero pronto entendió que no tenía ni idea de qué quería tomar. Recogiéndose el pelo detrás de la oreja con algo de timidez, le explicó a su inesperada acompañante:
-Lo cierto es que no he probado mucho alcohol. ¿Te apetece escogerme una bebida? Me gustan las cosas dulces, pero todos estos nombres son un galimatías para mí.
Intentó apartar sus pensamientos insidiosos de su cabeza. Respetaba a la mujer, la apreciaba como compañera de misiones. No iba a intentar nada, ni siquiera habría sabido por dónde empezar y… precisamente por eso no tenía sentido hacerlo. No había necesidad de ponerse en ridículo o hacerle sentir incómoda. Lo mejor era relajarse y disfrutar de la velada. Por lo menos ahora tenía alguien que le hiciera compañía esos dos días.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tras reencontrarnos, le dirigí una cálida sonrisa. La verdad es que la chica era un encanto, demasiado actualmente. La forma en la que se comportaba en general era de lo más adorable. Por ello mismo asentí con la cabeza cuando me comentó lo de que le iría bien un guía. Nos encaminamos hasta el bar que le cité, entrando hacia dentro y obligándome a desviar un poco mi mirada de los laterales. Siempre que entraba se giraban a verme y era algo que no me gustaba demasiado. Mi compañera aprovechó para sentarse y, aunque actuaba un poco extraña, me alegré al ver que me dejaba elegir tras revisar la carta. Apoyé mi codo izquierdo en la barra y dejé reposar el otro brazo encima de la pierna de Elya. Le sonreí brevemente y miré hacia un lado, llamando al camarero e indicándole con un movimiento de cabeza que viniese hacia nosotras.
—Anda, Rayne, tú por aquí. Veo que vas bien acompañada —comentó el camarero mientras limpiaba un vaso con un paño—. Y menuda chica, vamos —exclamó mientras soltaba un silbido.
Le miré brevemente y fruncí el ceño, enseñándole un colmillo por un momento. El hombre se sintió aludido inmediatamente y elevó un poco las manos, siguiéndome la corriente.
—Nee, trae una botella de lo más bueno que tengas, preferiblemente de cereza. Otro de crema. Además de una bolsa de hielo y chicles. ¿Te gustan los chicles, Elya-chan? —le pregunté mientras le dedicaba una dulce sonrisa.
Le ofrecí mi brazo para salir del bar. Al fin y al cabo lo único que hacían era mirarnos y soltar piropos que me molestaban. No necesitaba escuchar ahora a hombres de barrio con el líbido por los aires. Más bien necesitaba escuchar a Elya. Se estaba comportando ligeramente extraña y me había dado la sensación de que se había sonrojado, pero ningún color en Dark Dome era natural debido a la noche eterna. Los focos, farolas e iluminación en general solían diferir de tonos rojizos, blancos y amarillentos. Pero había algo que realmente destacaba: sus ojos. Aquellas dos cuencas evadían el cambio de tonalidad porque brillaban de forma inusual. No era la primera vez que me perdía ante la mirada de la peliblanca, ya que la sinceridad y humildad que retransmitía hacía que fuese de lo más dulce. Así que aproveché para ofrecerle subir a casa. Estaba segura de que aceptaría, por lo que saqué el manojo de llaves de mi escote y procedí a meterlas en la cerradura. Tras un giro y una onomatopeya de «clack» cedió. Arrastré brevemente la puerta y le ofrecí pasar primera, aguantándola para ella.
Una vez dentro me acomodé quitándome los zapatos con sutileza y colocándolos en la entrada. Le recomendé hacer lo mismo ya que prefería andar descalza por la casa, costumbres japonesas. Pasé hacia dentro y saqué dos vasos, colocándolos en la mesa del centro y ofreciéndole a sentarse en el sofá. Era de dos plazas y daba la impresión de ser muy mullido, a parte de tener una funda con rosas que cubría toda la tapicería. Me agaché delante de ella y le serví la copa con el licor más suave, el de cereza. Si no estaba acostumbrada a beber podía acabar K.O. rápidamente y era algo que no me interesaba... Por ahora.
—Nee, Elya-chan... ¿Qué has pedido de deseo? —le pregunté mientras volvía a colocar la mano en su pierna y me acercaba a ella sentada—. Porque la moneda me ha salpicado, ¿no crees que es una bonita coincidencia? —comenté mientras acercaba mis labios al vaso y dejaba deslizar por la garganta el alcohol.
Anteriormente, Claudia tomaba la iniciativa con estas cosas. Y me veía ligeramente reflejaba en Elya, por lo que empezaba a dudar. ¿Debía tomar yo la iniciativa o simplemente estaba malinterpretando la situación? No era de dudar de que yo también me encontraba ligeramente sonrojada. ¿Cómo no iba a estarlo? Era imposible con semejante persona de ese calibre delante de mí. Así que esperaría a que el alcohol nos guiase. Mi padre me había enseñado que a veces ser el alcohol era bueno, pero prefería ser yo misma. Rayne. Y que Elya me conociese de verdad.
—Anda, Rayne, tú por aquí. Veo que vas bien acompañada —comentó el camarero mientras limpiaba un vaso con un paño—. Y menuda chica, vamos —exclamó mientras soltaba un silbido.
Le miré brevemente y fruncí el ceño, enseñándole un colmillo por un momento. El hombre se sintió aludido inmediatamente y elevó un poco las manos, siguiéndome la corriente.
—Nee, trae una botella de lo más bueno que tengas, preferiblemente de cereza. Otro de crema. Además de una bolsa de hielo y chicles. ¿Te gustan los chicles, Elya-chan? —le pregunté mientras le dedicaba una dulce sonrisa.
Le ofrecí mi brazo para salir del bar. Al fin y al cabo lo único que hacían era mirarnos y soltar piropos que me molestaban. No necesitaba escuchar ahora a hombres de barrio con el líbido por los aires. Más bien necesitaba escuchar a Elya. Se estaba comportando ligeramente extraña y me había dado la sensación de que se había sonrojado, pero ningún color en Dark Dome era natural debido a la noche eterna. Los focos, farolas e iluminación en general solían diferir de tonos rojizos, blancos y amarillentos. Pero había algo que realmente destacaba: sus ojos. Aquellas dos cuencas evadían el cambio de tonalidad porque brillaban de forma inusual. No era la primera vez que me perdía ante la mirada de la peliblanca, ya que la sinceridad y humildad que retransmitía hacía que fuese de lo más dulce. Así que aproveché para ofrecerle subir a casa. Estaba segura de que aceptaría, por lo que saqué el manojo de llaves de mi escote y procedí a meterlas en la cerradura. Tras un giro y una onomatopeya de «clack» cedió. Arrastré brevemente la puerta y le ofrecí pasar primera, aguantándola para ella.
Una vez dentro me acomodé quitándome los zapatos con sutileza y colocándolos en la entrada. Le recomendé hacer lo mismo ya que prefería andar descalza por la casa, costumbres japonesas. Pasé hacia dentro y saqué dos vasos, colocándolos en la mesa del centro y ofreciéndole a sentarse en el sofá. Era de dos plazas y daba la impresión de ser muy mullido, a parte de tener una funda con rosas que cubría toda la tapicería. Me agaché delante de ella y le serví la copa con el licor más suave, el de cereza. Si no estaba acostumbrada a beber podía acabar K.O. rápidamente y era algo que no me interesaba... Por ahora.
—Nee, Elya-chan... ¿Qué has pedido de deseo? —le pregunté mientras volvía a colocar la mano en su pierna y me acercaba a ella sentada—. Porque la moneda me ha salpicado, ¿no crees que es una bonita coincidencia? —comenté mientras acercaba mis labios al vaso y dejaba deslizar por la garganta el alcohol.
Anteriormente, Claudia tomaba la iniciativa con estas cosas. Y me veía ligeramente reflejaba en Elya, por lo que empezaba a dudar. ¿Debía tomar yo la iniciativa o simplemente estaba malinterpretando la situación? No era de dudar de que yo también me encontraba ligeramente sonrojada. ¿Cómo no iba a estarlo? Era imposible con semejante persona de ese calibre delante de mí. Así que esperaría a que el alcohol nos guiase. Mi padre me había enseñado que a veces ser el alcohol era bueno, pero prefería ser yo misma. Rayne. Y que Elya me conociese de verdad.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El brazo de Rayne en su pierna le quemaba. Incluso Elya era lo bastante avispada como para entender que no era un acercamiento que uno hiciera a la luz del día. Por suerte para ambas, allí siempre era de noche. Desde el momento en el que su mano se posó en su pierna, empezaron a pitarle los oídos. Logró pedirle ayuda para escoger la bebida, pero toda su atención se centraba en ella y no se dio cuenta ni de la reacción del camarero ni de los gritos obscenos del resto de hombres en el bar.
No era que no estuviera acostumbrada. Por supuesto que había escuchado barbaridades antes. Pero los hombres nunca le habían interesado. Eran buenos compañeros, profesionales, mentores. Amigos, en algunos casos muy aislados. ¿Pero amantes? No. No para ella, al menos. En cuanto escuchaba el cambio de tono o veía una mirada demasiado intensa, dejaba de prestar atención. Normalmente era el mejor camino para ahuyentarlos. El desinterés genuino hacía más para desilusionarles que una negativa directa. La gente de aquel bar no podía decir nada que no hubiera escuchado antes y toda su atención estaba centrada en Rayne. Levantó la mirada con curiosidad al escuchar los sabores que había elegido. Cereza y crema. ¿De verdad había alcohol que sabía a eso? Intentó pensar en qué cosas había probado antes, pero tan solo recordaba un sorbo de cerveza y otro de whisky, ninguno había sido especialmente de su agrado. Algo le decía que esta vez sería diferente.
Se agarró a su brazo con algo de timidez, sorprendida al darse cuenta de que en efecto prefería salir de allí. Su casa… ella no tenía. Siempre la había compartido con otras personas, primero con la gente de La Guardia y luego con otros marines, si es que a los cuarteles se les podía llamar casa. Tenía curiosidad por ver cómo era la guarida de Rayne.
Le dejó pasar primero y, siguiendo su ejemplo, se quitó las sandalias que llevaba. Estaba más cómoda descalza de todas formas. Empezó a mirar a su alrededor mientras se dirigía al salón y sintió que sus nervios se calmaban un poco, distraídos por el nuevo ambiente. Era más íntimo, pero también más acogedor.
Se sentaron en el sofá, la una al lado de la otra y el licor de cereza fue el primero en abrirse. Un olor dulzón las envolvió y Elya tomó un pequeño sorbo mientras volvía a notar la mano de Rayne quemándole en la pierna. El licor le atravesó suavemente, calentándola por dentro y se dio cuenta de que le gustaba. Podía notar el corazón latiéndole como loco en el pecho, pero se encontraba calmada. Esta no era una situación de trabajo. Tampoco de amistad, estaba segura. No sabía a dónde se dirigía ni cómo llegaría allí, pero todavía no quería parar. Acababa de llegar y el licor estaba bueno. Dio otro sorbito, apreciándolo. La pregunta de Rayne le hizo soltar una risita nerviosa. Oh, no podía decírselo, se reiría de ella. Había sido demasiada coincidencia. Rescató de su memoria una frase que había oído decir a una pareja en Water Seven y se aferró a ella como un clavo ardiendo:
-¿No lo sabes? Si te lo cuento, no se cumple.
Pero ya se había cumplido, desde luego. Ya no se sentía tan sola y desde luego estaba demasiado entretenida como para sentirse perdida. De repente, recordó otra cosa y se giró a ella con la interrogación pintada en el rostro. Estaban a centímetros la una de la otra.
-Lo que decías antes… la verdad es que creo que nunca he probado un chicle. Sé lo que son, claro, pero no he tenido oportunidad. Donde crecí no había y en la marina no los regalan precisamente.- Levantó un poco el vaso, intentando adivinar sus intenciones.- ¿Pueden mezclarse con esto o algo? ¿Es un juego?
Se le quedó mirando mientras una tímida sonrisa asomaba a su cara. Elya no era una mujer que sonriera a menudo, pero poco a poco iba relajándose. Se sentía cómoda con Rayne y en ese instante, no pensaba en nada más.
No era que no estuviera acostumbrada. Por supuesto que había escuchado barbaridades antes. Pero los hombres nunca le habían interesado. Eran buenos compañeros, profesionales, mentores. Amigos, en algunos casos muy aislados. ¿Pero amantes? No. No para ella, al menos. En cuanto escuchaba el cambio de tono o veía una mirada demasiado intensa, dejaba de prestar atención. Normalmente era el mejor camino para ahuyentarlos. El desinterés genuino hacía más para desilusionarles que una negativa directa. La gente de aquel bar no podía decir nada que no hubiera escuchado antes y toda su atención estaba centrada en Rayne. Levantó la mirada con curiosidad al escuchar los sabores que había elegido. Cereza y crema. ¿De verdad había alcohol que sabía a eso? Intentó pensar en qué cosas había probado antes, pero tan solo recordaba un sorbo de cerveza y otro de whisky, ninguno había sido especialmente de su agrado. Algo le decía que esta vez sería diferente.
Se agarró a su brazo con algo de timidez, sorprendida al darse cuenta de que en efecto prefería salir de allí. Su casa… ella no tenía. Siempre la había compartido con otras personas, primero con la gente de La Guardia y luego con otros marines, si es que a los cuarteles se les podía llamar casa. Tenía curiosidad por ver cómo era la guarida de Rayne.
Le dejó pasar primero y, siguiendo su ejemplo, se quitó las sandalias que llevaba. Estaba más cómoda descalza de todas formas. Empezó a mirar a su alrededor mientras se dirigía al salón y sintió que sus nervios se calmaban un poco, distraídos por el nuevo ambiente. Era más íntimo, pero también más acogedor.
Se sentaron en el sofá, la una al lado de la otra y el licor de cereza fue el primero en abrirse. Un olor dulzón las envolvió y Elya tomó un pequeño sorbo mientras volvía a notar la mano de Rayne quemándole en la pierna. El licor le atravesó suavemente, calentándola por dentro y se dio cuenta de que le gustaba. Podía notar el corazón latiéndole como loco en el pecho, pero se encontraba calmada. Esta no era una situación de trabajo. Tampoco de amistad, estaba segura. No sabía a dónde se dirigía ni cómo llegaría allí, pero todavía no quería parar. Acababa de llegar y el licor estaba bueno. Dio otro sorbito, apreciándolo. La pregunta de Rayne le hizo soltar una risita nerviosa. Oh, no podía decírselo, se reiría de ella. Había sido demasiada coincidencia. Rescató de su memoria una frase que había oído decir a una pareja en Water Seven y se aferró a ella como un clavo ardiendo:
-¿No lo sabes? Si te lo cuento, no se cumple.
Pero ya se había cumplido, desde luego. Ya no se sentía tan sola y desde luego estaba demasiado entretenida como para sentirse perdida. De repente, recordó otra cosa y se giró a ella con la interrogación pintada en el rostro. Estaban a centímetros la una de la otra.
-Lo que decías antes… la verdad es que creo que nunca he probado un chicle. Sé lo que son, claro, pero no he tenido oportunidad. Donde crecí no había y en la marina no los regalan precisamente.- Levantó un poco el vaso, intentando adivinar sus intenciones.- ¿Pueden mezclarse con esto o algo? ¿Es un juego?
Se le quedó mirando mientras una tímida sonrisa asomaba a su cara. Elya no era una mujer que sonriera a menudo, pero poco a poco iba relajándose. Se sentía cómoda con Rayne y en ese instante, no pensaba en nada más.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Bueno, dicen que si cuentas los deseos no se cumplen. Pero yo puedo ayudarte a cumplir el que necesites —comenté mientras pegaba mi brazo con el suyo.
Podía notar cómo su piel se erizaba con mi tacto, o por lo menos cómo se tensaba. Eso a efectos prácticos era que podía sentirse estimulada por ello… Y era mi intención. Le pasé un dedo lentamente por la pierna y acabé volviendo a colocar la mano, pero orientada más al muslo. No era algo descarado, pero estaba avanzando poco a poco y si se iba dejando era una buena señal. Solté una pequeña carcajada cuando pegó el primer trago. Se notaba que no estaba acostumbrada a beber, quizás por la expresión o el sonido del trago. Eso solo hacía que la viese aún más mona. Encontrar una mujer como Elya era muy difícil y no podía perder esta oportunidad que nos había deparado el destino. Así que abrí el envoltorio y saqué un chicle de fresa.
—Nee, verás... Puedo compartir los chicles contigo. No me parecen un juego, pero si quieres que lo sean puedo ingeniármelas —le expliqué mientras pasaba un dedo por su cara y le acercaba a sus labios la goma de mascar—. Los suelo comprar para que no me huela el aliento a tabaco, pero están muy buenos. Me gustan los de fresa y los de menta, así que puedes probar todos los que quieras.
Sonreí brevemente y volví a mirar hacia sus ojos. Podía... notarla un poco roja, pero podía ser perfectamente por el alcohol. Aun así, la cabeza me daba vueltas. No podía casi ni concentrarme mientras le miraba. Sentía la respiración extraordinariamente pesada, el pecho bailar claqué. «Rayne, esto está yendo lejos. Demasiado. Y no hace nada, no sé si realmente quiere. Pero es que yo... quiero. ¿Debería de? ¿A lo mejor me rechaza y perdemos la amistad? Yo... a la mierda.» pensé mientras acercaba mi cabeza hacia la de ella y procedía a besarla. Si se dejaba, sería de lo más íntimo. Empezando por juntar los labios y después jugar con ella un poco, claro. Si me lo permitía haría uso de la lengua. Si no simplemente le dedicaría un largo beso en los labios mientras le rodeaba la espalda con mis manos y pegaba mi pecho al suyo.
—Espero... espero que no te moleste esto —le dije casi a modo de disculpa, con la cara más que roja y la respiración muy acelerada—. Si te sientes incómoda… Puedo parar.
No quería que Elya se sintiese obligada a hacer esto. Entendería perfectamente si no quería hacerlo. Pero yo lo necesitaba, sentía un ardor por todo el cuerpo que me pedía una y otra vez de besarla durante toda la noche. Tampoco quería que pensase que fuese una depredadora o una facilona. No me costaba empatizar con las personas y gracias a haber trabajado con ella más de una vez llegaba a entender que a lo mejor le iba lo mismo que a mí. No difería entre hombres y mujeres si me llegaban a gustar, ya que era bastante abierta de mentalidad. Pero ahora mi mente solo me pedía Elya.
Podía notar cómo su piel se erizaba con mi tacto, o por lo menos cómo se tensaba. Eso a efectos prácticos era que podía sentirse estimulada por ello… Y era mi intención. Le pasé un dedo lentamente por la pierna y acabé volviendo a colocar la mano, pero orientada más al muslo. No era algo descarado, pero estaba avanzando poco a poco y si se iba dejando era una buena señal. Solté una pequeña carcajada cuando pegó el primer trago. Se notaba que no estaba acostumbrada a beber, quizás por la expresión o el sonido del trago. Eso solo hacía que la viese aún más mona. Encontrar una mujer como Elya era muy difícil y no podía perder esta oportunidad que nos había deparado el destino. Así que abrí el envoltorio y saqué un chicle de fresa.
—Nee, verás... Puedo compartir los chicles contigo. No me parecen un juego, pero si quieres que lo sean puedo ingeniármelas —le expliqué mientras pasaba un dedo por su cara y le acercaba a sus labios la goma de mascar—. Los suelo comprar para que no me huela el aliento a tabaco, pero están muy buenos. Me gustan los de fresa y los de menta, así que puedes probar todos los que quieras.
Sonreí brevemente y volví a mirar hacia sus ojos. Podía... notarla un poco roja, pero podía ser perfectamente por el alcohol. Aun así, la cabeza me daba vueltas. No podía casi ni concentrarme mientras le miraba. Sentía la respiración extraordinariamente pesada, el pecho bailar claqué. «Rayne, esto está yendo lejos. Demasiado. Y no hace nada, no sé si realmente quiere. Pero es que yo... quiero. ¿Debería de? ¿A lo mejor me rechaza y perdemos la amistad? Yo... a la mierda.» pensé mientras acercaba mi cabeza hacia la de ella y procedía a besarla. Si se dejaba, sería de lo más íntimo. Empezando por juntar los labios y después jugar con ella un poco, claro. Si me lo permitía haría uso de la lengua. Si no simplemente le dedicaría un largo beso en los labios mientras le rodeaba la espalda con mis manos y pegaba mi pecho al suyo.
—Espero... espero que no te moleste esto —le dije casi a modo de disculpa, con la cara más que roja y la respiración muy acelerada—. Si te sientes incómoda… Puedo parar.
No quería que Elya se sintiese obligada a hacer esto. Entendería perfectamente si no quería hacerlo. Pero yo lo necesitaba, sentía un ardor por todo el cuerpo que me pedía una y otra vez de besarla durante toda la noche. Tampoco quería que pensase que fuese una depredadora o una facilona. No me costaba empatizar con las personas y gracias a haber trabajado con ella más de una vez llegaba a entender que a lo mejor le iba lo mismo que a mí. No difería entre hombres y mujeres si me llegaban a gustar, ya que era bastante abierta de mentalidad. Pero ahora mi mente solo me pedía Elya.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sintió un escalofrío recorrerla cuando le acarició la cara con el dedo. Cerró los ojos por un breve segundo y cuando los abrió, tenía una bolita de fresa frente a sus labios. El olor dulzón del chicle llegó hasta ella y llegó a la conclusión de que le gustaba su estrategia. Ella no fumaba y si su boca iba a saber a eso que estaba oliendo, lo prefería…
Interrumpió el pensamiento de golpe, pero ya era demasiado tarde. La imagen mental de Rayne besándola había llegado para quedarse, porque pese a que tenía a la real a centímetros de sí, no era capaz de ahuyentar a la de la pequeña fantasía mental que se había montado en un segundo. Se sonrojó más y de repente el chicle desapareció. Fue a seguirlo con la mirada, pero se topó con la de Rayne y esa arrebató toda su atención.
Por un segundo, se quedó quieta como un conejillo asustado. La imagen de su cabeza se esfumó y de un momento a otro, todo en lo que podía pensar era en lo cerca que estaban la una de la otra. Algo dentro de ella tomó las riendas y antes de que pudiera darse cuenta, había asentido casi imperceptiblemente. Lo siguiente que sintió fueron los labios de Rayne sobre los suyos y a su corazón saltarse un latido.
Besaba bien. Dentro del caos que era su pecho en ese momento, comenzó a relajarse. Se dejó besar y cuando ella quiso ir más allá, abrió la boca para dejarle pasar. Jugó con ella, moviéndose tímidamente mientras tanteaba cómo utilizar la lengua. ¿Esto era algo normal? Le gustaba. Era extraño.
Poco a poco, se fueron juntando más. Sintió cómo Rayne le rodeaba y se acurrucó entre sus brazos. Se sentía arder y no tenía claro si el calor provenía de su piel o de la de ella. Quizá de ambas. Cuando se separaron, ambas jadeaban y la cabeza le daba vueltas. Volvían a pitarle los oídos, pero paró en cuanto le escuchó hablar. Caviló un momento, reflexionando. Sabía a qué se refería, pero nunca lo había hecho. Nunca había llegado tan lejos. Siempre había actuado con suma cautela, cada beso que había dado había sido un lujo. ¿Y esto? Esto era un derroche. Se preguntó si lo quería y volvió a quedarse atrapada, primero en sus ojos y luego en sus labios. Ella parecía saber lo que hacía. Por una vez, podría dejarse llevar. Ella no habría sabido seguir, pero escuchándola y sintiéndola a su alrededor, quería aprender. Explorar. Averiguar qué pasaba a continuación. Negó suavemente con la cabeza.
-No me incomoda. Pero… tendrás que enseñarme. ¿Eso está bien?
Podría entender que no quisiera hacerse cargo de su primera vez. Le habría decepcionado, pero no le culparía. Lo justo era dejarle saber, que pudiera decidir. No tenía ni idea de si se le daría bien. Pero… tenía ganas de que volviera a besarle, así que persiguió sus labios una vez más, cubriéndolos con los suyos. Rayne había acertado en una cosa.
Le gustaba cómo sabía el licor de cereza.
Interrumpió el pensamiento de golpe, pero ya era demasiado tarde. La imagen mental de Rayne besándola había llegado para quedarse, porque pese a que tenía a la real a centímetros de sí, no era capaz de ahuyentar a la de la pequeña fantasía mental que se había montado en un segundo. Se sonrojó más y de repente el chicle desapareció. Fue a seguirlo con la mirada, pero se topó con la de Rayne y esa arrebató toda su atención.
Por un segundo, se quedó quieta como un conejillo asustado. La imagen de su cabeza se esfumó y de un momento a otro, todo en lo que podía pensar era en lo cerca que estaban la una de la otra. Algo dentro de ella tomó las riendas y antes de que pudiera darse cuenta, había asentido casi imperceptiblemente. Lo siguiente que sintió fueron los labios de Rayne sobre los suyos y a su corazón saltarse un latido.
Besaba bien. Dentro del caos que era su pecho en ese momento, comenzó a relajarse. Se dejó besar y cuando ella quiso ir más allá, abrió la boca para dejarle pasar. Jugó con ella, moviéndose tímidamente mientras tanteaba cómo utilizar la lengua. ¿Esto era algo normal? Le gustaba. Era extraño.
Poco a poco, se fueron juntando más. Sintió cómo Rayne le rodeaba y se acurrucó entre sus brazos. Se sentía arder y no tenía claro si el calor provenía de su piel o de la de ella. Quizá de ambas. Cuando se separaron, ambas jadeaban y la cabeza le daba vueltas. Volvían a pitarle los oídos, pero paró en cuanto le escuchó hablar. Caviló un momento, reflexionando. Sabía a qué se refería, pero nunca lo había hecho. Nunca había llegado tan lejos. Siempre había actuado con suma cautela, cada beso que había dado había sido un lujo. ¿Y esto? Esto era un derroche. Se preguntó si lo quería y volvió a quedarse atrapada, primero en sus ojos y luego en sus labios. Ella parecía saber lo que hacía. Por una vez, podría dejarse llevar. Ella no habría sabido seguir, pero escuchándola y sintiéndola a su alrededor, quería aprender. Explorar. Averiguar qué pasaba a continuación. Negó suavemente con la cabeza.
-No me incomoda. Pero… tendrás que enseñarme. ¿Eso está bien?
Podría entender que no quisiera hacerse cargo de su primera vez. Le habría decepcionado, pero no le culparía. Lo justo era dejarle saber, que pudiera decidir. No tenía ni idea de si se le daría bien. Pero… tenía ganas de que volviera a besarle, así que persiguió sus labios una vez más, cubriéndolos con los suyos. Rayne había acertado en una cosa.
Le gustaba cómo sabía el licor de cereza.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Quizás habría reído en voz alta, pero me guardé el sentimiento y me limité a soltar una pequeña carcajada. Me hacía realmente feliz que Elya hubiese continuado mi beso e incluso haberme robado uno. Deslicé mis dedos entre el pelo de su frente y acerqué lentamente mi cabeza hacia su oreja, dejando escapar un poco de aliento para encenderla aún más. Sentir contra la piel el aire caliente era una sensación de lo más agradable, por lo que me limité a bajar el tono de mi voz y pegarme a ella.
—Tranquila. ¿Soy tu guía en Dark Dome, recuerdas? —musité en su oído—. Te prometo que voy a hacerte sentir la persona más especial del mundo.
Tras susurrar aquello bajé lentamente mi cabeza y acerqué mis labios a la piel de su cuello, dándole pequeños besos conforme recorría este. Volví a cruzar los brazos por detrás de ella y procedí a empezar a desvestirla con cuidado, acariciando parte de su espalda conforme tenía oportunidad de roce. Notaba su respiración pegaba a la mía y eso solo lograba excitarme aún más. Así que me separé brevemente de ella y bajé la cremallera de mi vestido, levantándome mientras tanto y dirigiéndome hacia la pared para apagar las luces. Si realmente era su primera vez, necesitaría la máxima privacidad posible y mostrándome yo primera sin ropa quizás lograría que tuviese un poco más de confianza. Acerqué unas velas que tenía en una estantería a la mesa que estaba colocada a nuestro lado y las encendí, iluminándonos a las dos con una pequeña llama tenue que se agitaba con la misma corriente que pasaba por debajo de la puerta. Procedí a quitarle el resto de ropa y la coloqué en un lado junto a la mía.
—Tienes un cuerpo precioso —volví a susurrarle, mirándole fijamente a los ojos—. Eres de las personas más preciosas que he llegado a conocer, Elya.
Volví a deslizar lentamente el dedo ante ella mientras con la otra mano la recostaba en el sofá con cuidado. Cabíamos las dos perfectamente, por lo que al asegurarme de que no pudiese caerse, deslicé mi mano una vez más por encima de ella, jugando con cada rincón de su torso pero sin llegar a los pechos. Prefería estimularla lo suficiente ayudándome del tacto para erizar su piel y provocar que transformase su vergüenza por lujuria. Aquello funcionaba conmigo al principio, por lo que debía de asegurarme que la aventura en la que nos estábamos embarcando la disfrutase de la mejor forma. Mis movimientos eran suaves y muy lentos, pero no olvidaba que Elya parecía ser besucona, por lo que de vez en cuando aprovechaba para rozar mis labios con los suyos.
—¿Cómo lo llevas, preciosa? —le pregunté tras separarme de un beso—. ¿Prefieres que vaya más lenta...? Puedes tocarme todo lo que quieras y por donde quieras —le acabé recomendando con una sonrisa pícara.
Al fin y al cabo, nos habíamos metido en un barco en el que las dos teníamos que remar para llegar al destino.
—Tranquila. ¿Soy tu guía en Dark Dome, recuerdas? —musité en su oído—. Te prometo que voy a hacerte sentir la persona más especial del mundo.
Tras susurrar aquello bajé lentamente mi cabeza y acerqué mis labios a la piel de su cuello, dándole pequeños besos conforme recorría este. Volví a cruzar los brazos por detrás de ella y procedí a empezar a desvestirla con cuidado, acariciando parte de su espalda conforme tenía oportunidad de roce. Notaba su respiración pegaba a la mía y eso solo lograba excitarme aún más. Así que me separé brevemente de ella y bajé la cremallera de mi vestido, levantándome mientras tanto y dirigiéndome hacia la pared para apagar las luces. Si realmente era su primera vez, necesitaría la máxima privacidad posible y mostrándome yo primera sin ropa quizás lograría que tuviese un poco más de confianza. Acerqué unas velas que tenía en una estantería a la mesa que estaba colocada a nuestro lado y las encendí, iluminándonos a las dos con una pequeña llama tenue que se agitaba con la misma corriente que pasaba por debajo de la puerta. Procedí a quitarle el resto de ropa y la coloqué en un lado junto a la mía.
—Tienes un cuerpo precioso —volví a susurrarle, mirándole fijamente a los ojos—. Eres de las personas más preciosas que he llegado a conocer, Elya.
Volví a deslizar lentamente el dedo ante ella mientras con la otra mano la recostaba en el sofá con cuidado. Cabíamos las dos perfectamente, por lo que al asegurarme de que no pudiese caerse, deslicé mi mano una vez más por encima de ella, jugando con cada rincón de su torso pero sin llegar a los pechos. Prefería estimularla lo suficiente ayudándome del tacto para erizar su piel y provocar que transformase su vergüenza por lujuria. Aquello funcionaba conmigo al principio, por lo que debía de asegurarme que la aventura en la que nos estábamos embarcando la disfrutase de la mejor forma. Mis movimientos eran suaves y muy lentos, pero no olvidaba que Elya parecía ser besucona, por lo que de vez en cuando aprovechaba para rozar mis labios con los suyos.
—¿Cómo lo llevas, preciosa? —le pregunté tras separarme de un beso—. ¿Prefieres que vaya más lenta...? Puedes tocarme todo lo que quieras y por donde quieras —le acabé recomendando con una sonrisa pícara.
Al fin y al cabo, nos habíamos metido en un barco en el que las dos teníamos que remar para llegar al destino.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La carcajada que soltó hizo que algo se agitara en su pecho. Intuía que había más de donde había salido esa y quería escucharlas todas. Su voz envió un ramalazo de electricidad por todo su cuerpo y para cuando sus labios se apoderaron de su cuello se sentía arder. Gruñó ante la sensación, sintiendo como uno a uno todos sus pensamientos se iban sustituyendo por uno solo: Rayne.
Le estaba volviendo loca. Reconocía las sensaciones, pero no se reconocía a sí misma. Quería ir más allá. Dejó que le desvistiera con tranquilidad; nunca había sido vergonzosa y no iba a empezar ahora. Había trabajado su cuerpo durante demasiados entrenamientos como para intentar cubrirlo por pudor.
Cuando se levantó elevó los brazos sin casi darse cuenta. ¿A dónde iba? ¿Se había cansado? ¿Qué acababa de pasar? Un momento de pánico y la oscuridad se apoderó del cuarto. Se calmó, aunque no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Le habría gustado poder mirarla a los ojos. Pero entonces regresó y trajo la luz con ella. Una luz diferente, más pequeña, más tenue. Más íntima. Sonriendo en silencio, le acarició la cara con las manos. Rayne era verdaderamente hermosa.
Comenzó a besarle mientras le acariciaba y podía notar como poco a poco se iba aventurando por su pecho. Cara caricia era un nuevo cosquilleo y una nueva sensación. Sus cumplidos le hacían sonrojarse, pero también sentirse a gusto. No sabía qué decir en respuesta y cuando le dio permiso para tocarle supo que tenía que explicarse de alguna manera.
Estaba bajo ella en el sofá y por muy encantada que estuviera entre sus brazos, así no tenía toda la libertad que necesitaba. Un tanto mareada por la situación, se dejó llevar y se incorporó mientras rodeaba a Rayne con sus brazos, sentándola sobre si. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro un momento, feliz. Notó que la cremallera de su vestido estaba bajada y le acarició la espalda con la yema de los dedos, de arriba abajo y de abajo arriba. Tras unos segundos, comenzó a dejar pequeños besos por toda su piel, comenzando en sus hombros y siguiendo el caminito de su cuello, hasta llegar a su oído.
-Gracias.
No sabía qué más decirle. Había un solo pensamiento en su cabeza y no estaba segura de si se atrevería a hacerlo realidad. Que ella estuviera medio desnuda era una cosa, pero desnudar a otra persona…
Como por encanto, sus manos se movieron solas. Temblaba un poco, pero le bajó el vestido hasta la cintura con cuidado y se la rodeó mientras volvía a besarla en los labios. Con delicadeza, acarició uno de sus pechos con la mano y pasó el pulgar por el centro. No tenía muy claro qué estaba haciendo, pero sabía que ella había cumplido. Le estaba haciendo sentir especial y sentía el anhelo de corresponderle.
Le estaba volviendo loca. Reconocía las sensaciones, pero no se reconocía a sí misma. Quería ir más allá. Dejó que le desvistiera con tranquilidad; nunca había sido vergonzosa y no iba a empezar ahora. Había trabajado su cuerpo durante demasiados entrenamientos como para intentar cubrirlo por pudor.
Cuando se levantó elevó los brazos sin casi darse cuenta. ¿A dónde iba? ¿Se había cansado? ¿Qué acababa de pasar? Un momento de pánico y la oscuridad se apoderó del cuarto. Se calmó, aunque no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Le habría gustado poder mirarla a los ojos. Pero entonces regresó y trajo la luz con ella. Una luz diferente, más pequeña, más tenue. Más íntima. Sonriendo en silencio, le acarició la cara con las manos. Rayne era verdaderamente hermosa.
Comenzó a besarle mientras le acariciaba y podía notar como poco a poco se iba aventurando por su pecho. Cara caricia era un nuevo cosquilleo y una nueva sensación. Sus cumplidos le hacían sonrojarse, pero también sentirse a gusto. No sabía qué decir en respuesta y cuando le dio permiso para tocarle supo que tenía que explicarse de alguna manera.
Estaba bajo ella en el sofá y por muy encantada que estuviera entre sus brazos, así no tenía toda la libertad que necesitaba. Un tanto mareada por la situación, se dejó llevar y se incorporó mientras rodeaba a Rayne con sus brazos, sentándola sobre si. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro un momento, feliz. Notó que la cremallera de su vestido estaba bajada y le acarició la espalda con la yema de los dedos, de arriba abajo y de abajo arriba. Tras unos segundos, comenzó a dejar pequeños besos por toda su piel, comenzando en sus hombros y siguiendo el caminito de su cuello, hasta llegar a su oído.
-Gracias.
No sabía qué más decirle. Había un solo pensamiento en su cabeza y no estaba segura de si se atrevería a hacerlo realidad. Que ella estuviera medio desnuda era una cosa, pero desnudar a otra persona…
Como por encanto, sus manos se movieron solas. Temblaba un poco, pero le bajó el vestido hasta la cintura con cuidado y se la rodeó mientras volvía a besarla en los labios. Con delicadeza, acarició uno de sus pechos con la mano y pasó el pulgar por el centro. No tenía muy claro qué estaba haciendo, pero sabía que ella había cumplido. Le estaba haciendo sentir especial y sentía el anhelo de corresponderle.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
«Solo... ¿gracias?» pensé mientras me separaba momentáneamente de ella, aún dejándome tocar. Bajé un poco la cabeza pero tampoco me quise mostrar demasiado vulnerable. Volví a coger la misma actitud que ella y dejarme llevar por sus manos. Sabía cómo tocar, sin lugar a dudas. Sentía algo electrizante a la altura de mis pechos, pero era una sensación de lo más agradable. También besaba bien, sabía cómo mover los labios y cómo jugar con mi lengua. Pude olvidarme rápido de mi repentina preocupación, volviéndome a inclinar hacia ella para tomar el control una vez más. Tenía que guiarla y no podía decepcionarla de ninguna forma. Apoyé mi mano una vez más en su torso y empecé a bajar, arrastrándola de la forma más suave posible. Después introduje ligeramente los dedos por debajo de su falda, pero sin llegar demasiado lejos.
—Ahora viene lo bueno, Elya —volví a susurrarle mientras tanteaba con mis dedos por la parte de su pelvis.
Me ofrecí a quitarle la parte de abajo mientras jugaba con ella, dándole pequeños besos y caricias. Pero estaba encendiéndome demasiado con todo aquello. Podía notarlo, tanto en mis pechos como abajo. Y si no hacía algo para bajar ese ardor se me iba a ir la cabeza. Así que acerqué la boca hasta su cuello y le hinqué los dientes con suavidad, dejando un pequeño rastro de saliva en el cual pasé mi dedo. Bajé la mano y empecé a tocarla suavemente en sus partes, haciendo pequeños círculos muy sutiles en su pequeño botón con el dedo ensalivado. La ventaja de estar en una situación tan íntima entre mujeres era que sabía exactamente dónde tocar y cómo hacerlo, o por lo menos lo hacía como me gustaba a mí. Aproveché la mano libre para masajear su pecho, haciendo pequeños círculos también por el centro, jugando on el roce del pezón.
En todo momento me mantenía mirándola directamente a los ojos. Le había intentado hablar pero no sabía si realmente se sentía cómoda con ello así que preferí callar. Podíamos mantener la misma comunicación usando nuestras manos y cuerpos. Tenía la cabeza dándome vueltas y quería pasar a una mayor acción, pero debía ser paciente y continuar con aquel juego. Pero no podría aguantar demasiado tiempo: si seguía tocándola de esa forma pasaría a tocarme yo sola y no quería parecer una desesperada. Por lo que bajé lentamente mi cabeza y me ofrecí a abrirla de piernas con mis manos, acercando mi boca a sus partes íntimas y dedicándole una última mirada antes de empezar a pasar la lengua. Seguiría así hasta que me pidiese que parase: me ayudaría con los dedos para complementar los juegos de lengua, tocando y lamiendo cada parte posible. Elya sabía realmente bien y yo estaba demasiado encendida como para parar.
—Ahora viene lo bueno, Elya —volví a susurrarle mientras tanteaba con mis dedos por la parte de su pelvis.
Me ofrecí a quitarle la parte de abajo mientras jugaba con ella, dándole pequeños besos y caricias. Pero estaba encendiéndome demasiado con todo aquello. Podía notarlo, tanto en mis pechos como abajo. Y si no hacía algo para bajar ese ardor se me iba a ir la cabeza. Así que acerqué la boca hasta su cuello y le hinqué los dientes con suavidad, dejando un pequeño rastro de saliva en el cual pasé mi dedo. Bajé la mano y empecé a tocarla suavemente en sus partes, haciendo pequeños círculos muy sutiles en su pequeño botón con el dedo ensalivado. La ventaja de estar en una situación tan íntima entre mujeres era que sabía exactamente dónde tocar y cómo hacerlo, o por lo menos lo hacía como me gustaba a mí. Aproveché la mano libre para masajear su pecho, haciendo pequeños círculos también por el centro, jugando on el roce del pezón.
En todo momento me mantenía mirándola directamente a los ojos. Le había intentado hablar pero no sabía si realmente se sentía cómoda con ello así que preferí callar. Podíamos mantener la misma comunicación usando nuestras manos y cuerpos. Tenía la cabeza dándome vueltas y quería pasar a una mayor acción, pero debía ser paciente y continuar con aquel juego. Pero no podría aguantar demasiado tiempo: si seguía tocándola de esa forma pasaría a tocarme yo sola y no quería parecer una desesperada. Por lo que bajé lentamente mi cabeza y me ofrecí a abrirla de piernas con mis manos, acercando mi boca a sus partes íntimas y dedicándole una última mirada antes de empezar a pasar la lengua. Seguiría así hasta que me pidiese que parase: me ayudaría con los dedos para complementar los juegos de lengua, tocando y lamiendo cada parte posible. Elya sabía realmente bien y yo estaba demasiado encendida como para parar.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
¿Se estaba emborrachando? Apenas había dado un sorbo, pero era así como se lo había imaginado. De alguna manera su cabeza estaba tan ligera que mareaba, pero sus manos se sentían pesadas y cada toque la recorría entera. Empezaba a sentirse inquieta en la entrepierna. Cuando Rayne pugnó por recuperar el control, no pudo hacer más que dejarse hacer y caer en el sofá, completamente a su merced.
La miraba, claro. Le maravillaba como alguien podía sentirse tan segura en esa situación. Sus dedos se perdieron bajo su falda y aunque no llegaron muy lejos, se mordió el labio en anticipación. Para cuando por fin le quitó la ropa que le quedaba puesta, estaba ardiendo y ella lo notó. Se ocupó de aplacarle enseguida, mientras volvía a atacarle el cuello. Elya gimió por primera vez mientras sus manos la buscaban entera, aferrándose allí donde podían. Le apretaba los pechos, se colgaba de sus pezones y, ante todo, se movía contra ella porque de alguna manera, de alguna maldita manera de repente ninguna cercanía le satisfacía y aunque sintiera su piel contra la suya no era suficiente.
Estaba completamente roja y para cuando Rayne se alejó de su boca y bajó entre sus piernas su corazón latía a toda velocidad y su voz estaba ronca. Tardó unos segundos en procesar lo que iba a hacer y el primer lametón la cogió por sorpresa. Volvió a jadear y enterró la mano en el pelo de Rayne, aferrándoselo. No habría sabido describir la sensación, ni un solo pensamiento conseguía entrar a su cabeza. Todo su mundo en ese instante se componía de Rayne, de los dos ojos morados que tenía clavados en ella y en lo que estaba haciéndole.
-M-más. Por… favor.
Su voz sonaba entrecortada. ¿Siempre había sonado así de desesperada? Sabía que no, pero un nuevo gemido se llevó consigo también ese pensamiento. Cerró los ojos un instante y le pareció que casi lo sentía más, pero volvió a abrirlos en seguida. No quería olvidarlo, ni perderse nada. Absolutamente nada.
La explosión también le pilló por sorpresa. Llegó sin avisar, como una ola rompiendo contra las rocas y todo lo que pudo hacer fue agarrar el sofá con fuerza y mover las caderas contra la otra mujer, suplicando sin decir nada. Cabalgó la ola sin saber bien cómo, aprovechando cada envite y gimiendo cada vez más alto.
Al final, su voz se volvió queda y cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que le temblaban las piernas. Todo su cuerpo se sentía perezoso, pero vio a la morena a sus pies, con la boca todavía mojada y supo que tenía que hacer algo al respecto. Tragó saliva, un tanto nerviosa, pero se puso manos a la obra. Se apartó de ella y antes de que pudiera decir nada, le hizo sentarse en el sofá y se sentó sobre ella. Comenzó a besarle con una fiereza diferente, recién encontrada. Quería devolverle cada mimo, cada beso, cada sensación que acababa de regalarle.
Fue bajando por su cuerpo, centímetro a centímetro, sin parar en un maremágnum de necesidad. De alguna manera, anhelaba complacerla. Se paró frente a sus pechos y atrapó un pezón entre los labios, extasiada. La diferencia entre sus pieles le asombraba, pero adoraba el contraste y de repente quería degustar cada parte de ella. Le desnudó con decisión y… entonces vaciló. No queriendo parar, continuó dándole besos por los muslos hasta que se armó de valor para sumergirse en ella. Justo antes, sin embargo, miró hacia arriba y esbozó una tímida sonrisa.
-Avísame si no sé cómo te gusta.
Comenzó a investigar por la zona, primero con la lengua y luego con los dedos. Parte instinto, parte lo que acababa de sentir, jugó con ella y se familiarizó con su sabor salado. Decidió que le gustaba, casi tanto como el licor de cereza. Poco a poco, fue cogiendo confianza y velocidad y atendiendo a sus reacciones, fue puliendo su técnica. No tardó en sentirse inquieta y se preguntó si sería de mala educación atenderse a ella misma a la vez. No quería interrumpir lo que estaba haciendo, así que se limitó a frotarse los muslos con algo de ansia mientras doblegaba sus atenciones para Rayne.
Quería que se sintiera tan bien como le había hecho sentirse a ella.
La miraba, claro. Le maravillaba como alguien podía sentirse tan segura en esa situación. Sus dedos se perdieron bajo su falda y aunque no llegaron muy lejos, se mordió el labio en anticipación. Para cuando por fin le quitó la ropa que le quedaba puesta, estaba ardiendo y ella lo notó. Se ocupó de aplacarle enseguida, mientras volvía a atacarle el cuello. Elya gimió por primera vez mientras sus manos la buscaban entera, aferrándose allí donde podían. Le apretaba los pechos, se colgaba de sus pezones y, ante todo, se movía contra ella porque de alguna manera, de alguna maldita manera de repente ninguna cercanía le satisfacía y aunque sintiera su piel contra la suya no era suficiente.
Estaba completamente roja y para cuando Rayne se alejó de su boca y bajó entre sus piernas su corazón latía a toda velocidad y su voz estaba ronca. Tardó unos segundos en procesar lo que iba a hacer y el primer lametón la cogió por sorpresa. Volvió a jadear y enterró la mano en el pelo de Rayne, aferrándoselo. No habría sabido describir la sensación, ni un solo pensamiento conseguía entrar a su cabeza. Todo su mundo en ese instante se componía de Rayne, de los dos ojos morados que tenía clavados en ella y en lo que estaba haciéndole.
-M-más. Por… favor.
Su voz sonaba entrecortada. ¿Siempre había sonado así de desesperada? Sabía que no, pero un nuevo gemido se llevó consigo también ese pensamiento. Cerró los ojos un instante y le pareció que casi lo sentía más, pero volvió a abrirlos en seguida. No quería olvidarlo, ni perderse nada. Absolutamente nada.
La explosión también le pilló por sorpresa. Llegó sin avisar, como una ola rompiendo contra las rocas y todo lo que pudo hacer fue agarrar el sofá con fuerza y mover las caderas contra la otra mujer, suplicando sin decir nada. Cabalgó la ola sin saber bien cómo, aprovechando cada envite y gimiendo cada vez más alto.
Al final, su voz se volvió queda y cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que le temblaban las piernas. Todo su cuerpo se sentía perezoso, pero vio a la morena a sus pies, con la boca todavía mojada y supo que tenía que hacer algo al respecto. Tragó saliva, un tanto nerviosa, pero se puso manos a la obra. Se apartó de ella y antes de que pudiera decir nada, le hizo sentarse en el sofá y se sentó sobre ella. Comenzó a besarle con una fiereza diferente, recién encontrada. Quería devolverle cada mimo, cada beso, cada sensación que acababa de regalarle.
Fue bajando por su cuerpo, centímetro a centímetro, sin parar en un maremágnum de necesidad. De alguna manera, anhelaba complacerla. Se paró frente a sus pechos y atrapó un pezón entre los labios, extasiada. La diferencia entre sus pieles le asombraba, pero adoraba el contraste y de repente quería degustar cada parte de ella. Le desnudó con decisión y… entonces vaciló. No queriendo parar, continuó dándole besos por los muslos hasta que se armó de valor para sumergirse en ella. Justo antes, sin embargo, miró hacia arriba y esbozó una tímida sonrisa.
-Avísame si no sé cómo te gusta.
Comenzó a investigar por la zona, primero con la lengua y luego con los dedos. Parte instinto, parte lo que acababa de sentir, jugó con ella y se familiarizó con su sabor salado. Decidió que le gustaba, casi tanto como el licor de cereza. Poco a poco, fue cogiendo confianza y velocidad y atendiendo a sus reacciones, fue puliendo su técnica. No tardó en sentirse inquieta y se preguntó si sería de mala educación atenderse a ella misma a la vez. No quería interrumpir lo que estaba haciendo, así que se limitó a frotarse los muslos con algo de ansia mientras doblegaba sus atenciones para Rayne.
Quería que se sintiera tan bien como le había hecho sentirse a ella.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No parecía haber perdido mi técnica. Me limpié la cara un poco y lo llevé hacia mis labios, relamiéndolo y sonriendo pícaramente. Elya era de lo más mona, hasta corriéndose. Por suerte para mí intercambió el papel y empezó a jugar conmigo. La sentía por todos los lados, en el roce... El roce era lo que más me gustaba. Sobretodo la forma en la que tanteaba y me preguntaba. Hacía que se agitase aún más mi corazón, mirándola con los ojos entrecerrados. Si seguía haciendo aquello me iba a volver loca del todo. Hacía demasiado tiempo que no me sentía tan bien, y estar con una chica que consideraba tan especial...
—L-le estás... dando justo en el clavo... —le hice saber mientras agarraba los pelos de su cabeza con las dos manos.
Para qué mentir: no podía ni siquiera aguantar las piernas del todo abiertas, para ser primeriza, la forma en la que usaba la lengua o los dedos era de lo mejor. Todo mi cuerpo se estremecía y temblaba ante el sentimiento que tenía conforme ocurría cada movimiento. Cerré los ojos y me dejé llevar, agarrándome al sofá para no estirar de ella. Me gustaba estirar y morder, pero no sabía si ella estaba conforme, por lo que me limité a clavar las uñas en el sofá para no clavárselas a ella. Lo logré, por lo menos durante unos segundos. Elevé las manos casi como un acto reflejo y raspé su espalda conforme seguía tocándome. Ya no era yo, casi no podía pensar con claridad. Ahora solo podía guiarme por lo que sentía. Y sentía a Elya por todas partes haciéndome arder.
Tras pasar el suficiente rato, empecé a agitarme mientras contraía mi cuerpo hacia ella. Los jadeos pesados que soltaba empezaron a mezclarse con gemidos muy fuertes. Había intentado soltar el mínimo ruido pero no pude cuando acabé culminando. Me retorcí en el sitio y crucé mis piernas por su espalda, temblando durante varios segundos y después perdiendo toda la fuerza en estas. Las dejé caer y seguí jadeando mientras bajaba mi mirada hacia ella. Le invité a subir un poco para abrazarla y besarla varias veces en la boca.
—Este... este ha sido uno de los mejores orgasmos que he tenido —dije entre jadeos.
Volví a pasar los dedos entre su pelo y bajé las manos hasta su cara, agarrándola de las mejillas y dedicándole una larga mirada mientras me mordía el labio. Me había demostrado lo buena que era y aquello más que algo bueno, sería algo malo a la larga. Porque por ahora, yo, a pesar de haber acabado una vez, necesitaba acabar muchas más. Y era mi turno para demostrarle qué era pasar una noche entera con Rayne. Agarré sus nalgas con las dos manos y la apreté contra mí, bajando mi mano por mi muslo y volviendo a comprobar si todavía tenía energías para un asalto más. Seguía mojada. No podía comprobar si más que yo, pero era una buena señal.
—Elya, ¿quieres divertirte toda la noche conmigo? —le pregunté mientras le robaba otro beso y me agitaba en el sitio—. Las noches en Dark Dome son eternas.
Mientras le preguntaba y hablaba con ella, mis dedos seguían danzando en sus partes íntimas. Al fin y al cabo, teníamos toda la noche por delante y no éramos hombres, no teníamos que esperar los dichosos cinco minutitos.
—L-le estás... dando justo en el clavo... —le hice saber mientras agarraba los pelos de su cabeza con las dos manos.
Para qué mentir: no podía ni siquiera aguantar las piernas del todo abiertas, para ser primeriza, la forma en la que usaba la lengua o los dedos era de lo mejor. Todo mi cuerpo se estremecía y temblaba ante el sentimiento que tenía conforme ocurría cada movimiento. Cerré los ojos y me dejé llevar, agarrándome al sofá para no estirar de ella. Me gustaba estirar y morder, pero no sabía si ella estaba conforme, por lo que me limité a clavar las uñas en el sofá para no clavárselas a ella. Lo logré, por lo menos durante unos segundos. Elevé las manos casi como un acto reflejo y raspé su espalda conforme seguía tocándome. Ya no era yo, casi no podía pensar con claridad. Ahora solo podía guiarme por lo que sentía. Y sentía a Elya por todas partes haciéndome arder.
Tras pasar el suficiente rato, empecé a agitarme mientras contraía mi cuerpo hacia ella. Los jadeos pesados que soltaba empezaron a mezclarse con gemidos muy fuertes. Había intentado soltar el mínimo ruido pero no pude cuando acabé culminando. Me retorcí en el sitio y crucé mis piernas por su espalda, temblando durante varios segundos y después perdiendo toda la fuerza en estas. Las dejé caer y seguí jadeando mientras bajaba mi mirada hacia ella. Le invité a subir un poco para abrazarla y besarla varias veces en la boca.
—Este... este ha sido uno de los mejores orgasmos que he tenido —dije entre jadeos.
Volví a pasar los dedos entre su pelo y bajé las manos hasta su cara, agarrándola de las mejillas y dedicándole una larga mirada mientras me mordía el labio. Me había demostrado lo buena que era y aquello más que algo bueno, sería algo malo a la larga. Porque por ahora, yo, a pesar de haber acabado una vez, necesitaba acabar muchas más. Y era mi turno para demostrarle qué era pasar una noche entera con Rayne. Agarré sus nalgas con las dos manos y la apreté contra mí, bajando mi mano por mi muslo y volviendo a comprobar si todavía tenía energías para un asalto más. Seguía mojada. No podía comprobar si más que yo, pero era una buena señal.
—Elya, ¿quieres divertirte toda la noche conmigo? —le pregunté mientras le robaba otro beso y me agitaba en el sitio—. Las noches en Dark Dome son eternas.
Mientras le preguntaba y hablaba con ella, mis dedos seguían danzando en sus partes íntimas. Al fin y al cabo, teníamos toda la noche por delante y no éramos hombres, no teníamos que esperar los dichosos cinco minutitos.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había pocas palabras que pudieran describir el éxtasis de verla derretirse ante sí. Los arañazos en su espalda le pillaron por sorpresa, pero enseguida se descubrió queriendo más y acelerando el ritmo. No tardó en obtener su recompensa y una vez dejó de estremecerse, subió para acurrucarse en sus brazos. Los besos eran dulces y la respiración pesada en su oído deliciosa, pero mentiría si dijera que estaba satisfecha. Cuando Rayne le preguntó si quería pasar la noche con ella, se rió entre dientes y no tardó nada en enterrar la nariz en su cuello, volviendo a besarlo.
-Desde luego con esta alternativa, no quiero volver a la posada.
Sintió sus dedos indagando más allá de su cadera y se acomodó para facilitarle el paso. Medio encima de ella, medio a su lado, su mano se coló también entre sus piernas. Estaba empapada y al sentirlo tuvo que volver a besarla de nuevo. Se preguntó si la estaría agobiando entre tanto beso y decidió morderle el labio. Entre una cosa y otra intuía que era algo que podía gustarle.
Comenzó despacio y, de alguna manera, la segunda vez se sintió más íntima que la primera, al menos para Elya. Esta vez sus ojos estaban a la misma altura y mientras se hacían gemir mutuamente, no era capaz de apartar la mirada. Todavía le miraba cuando volvió a correrse entre sus manos y aunque todo su cuerpo quería que cerrara los ojos por vergüenza, consiguió no hacerlo para que ella también pudiera ver su cara cuando llegó al final.
No fue la última, por descontado. Ni se le acercaba. Después del sofá vino la mesita en la que habían bebido un mísero trago, seguida del suelo. El frío las despertó a ambas y azuzó sus ganas, que no parecían terminar. El tiempo pasó y al final terminaron agotadas y sudorosas, pero satisfechas. A Elya le daba vueltas la cabeza y no tenía ni idea de la hora que era. Todas eran iguales en Dark Dome, una noche eterna. Empezaba a pensar que podía ser un pequeño paraíso. Era muy fácil escapar cuando no había nada que te recordase que existía un día más allá de la noche, un presente al que volver. Por lo que a ella respectaba, de momento no lo había. Besó la cabecita de Rayne, antes de decirle con la voz un tanto ronca:
-Me estoy muriendo de sed. ¿No había otra botella que querías que probara? Ahora necesito ordenar mi top tres de esta noche: el licor de cereza, tu cuerpo o la botella misteriosa.
-Desde luego con esta alternativa, no quiero volver a la posada.
Sintió sus dedos indagando más allá de su cadera y se acomodó para facilitarle el paso. Medio encima de ella, medio a su lado, su mano se coló también entre sus piernas. Estaba empapada y al sentirlo tuvo que volver a besarla de nuevo. Se preguntó si la estaría agobiando entre tanto beso y decidió morderle el labio. Entre una cosa y otra intuía que era algo que podía gustarle.
Comenzó despacio y, de alguna manera, la segunda vez se sintió más íntima que la primera, al menos para Elya. Esta vez sus ojos estaban a la misma altura y mientras se hacían gemir mutuamente, no era capaz de apartar la mirada. Todavía le miraba cuando volvió a correrse entre sus manos y aunque todo su cuerpo quería que cerrara los ojos por vergüenza, consiguió no hacerlo para que ella también pudiera ver su cara cuando llegó al final.
No fue la última, por descontado. Ni se le acercaba. Después del sofá vino la mesita en la que habían bebido un mísero trago, seguida del suelo. El frío las despertó a ambas y azuzó sus ganas, que no parecían terminar. El tiempo pasó y al final terminaron agotadas y sudorosas, pero satisfechas. A Elya le daba vueltas la cabeza y no tenía ni idea de la hora que era. Todas eran iguales en Dark Dome, una noche eterna. Empezaba a pensar que podía ser un pequeño paraíso. Era muy fácil escapar cuando no había nada que te recordase que existía un día más allá de la noche, un presente al que volver. Por lo que a ella respectaba, de momento no lo había. Besó la cabecita de Rayne, antes de decirle con la voz un tanto ronca:
-Me estoy muriendo de sed. ¿No había otra botella que querías que probara? Ahora necesito ordenar mi top tres de esta noche: el licor de cereza, tu cuerpo o la botella misteriosa.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La cabeza me daba vueltas, demasiadas. Habíamos pasado demasiado tiempo jugando entre nosotras y ya no tenía la cuenta de las veces que me había corrido. ¿Diez? ¿Once? Creo que incluso más: Elya sin lugar a dudas me había dejado agotada. Casi ni podía moverme, temblando aún de la última vez. Me giré mirándola y estiré los brazos mientras hacía pucheros. Realmente no sabía si le gustaría aquella actitud, por lo que esperé que se acercase a mí y me besase. De hecho hasta solté un pequeño sonido bastante bajo, casi imitando a una cría pequeña pidiendo mimos. Señalé hacia la mesa, donde estaba el licor y podía verse la vela casi consumida. Realmente habíamos pasado demasiado tiempo en ese sofá. Pero podía decir con certeza que había sido la mejor noche de mi vida. O por lo menos el transcurso de esta, al estar en Dark Dome.
—Ahora... te traigo el agua... —le dije mientras me levantaba, totalmente desnuda y aún temblando.
Me llevé las manos hacia mis pechos algo nerviosa. Después recordé que los había visto de sobras y relajé la postura, mostrándome de lo más normal andando hacia la cocina. Agarré una botella de la nevera que estaba bastante fría y dos vasos, que coloqué delante de la mesa y serví con las manos temblando. Crucé mi brazo con el suyo y le dediqué un largo beso en los labios, pero esta vez sin meter lengua. Simplemente me apetecía besarle y hacerle sentir bien. Se lo merecía mejor que nadie en ese momento. Notaba el pecho acelerado y, aunque me seguía excitando verla desnuda, me sentía tranquila y con ganas de descansar un rato. De hecho creía que aquel momento, agarrada a su brazo y mirándola fijamente, era el momento perfecto para hablar.
—Yo... no sé si lo pillarás... —dije casi sin poder entonar lo que se me pasaba por la mente—. Pero no quiero que esto quede en una sola vez. Diría noche... pero es algo difícil en Dark Dome —le comenté mientras jugaba con un rulo de su pelo entre mi dedo y dejaba reposar mi cabeza en su hombro—. Me gusta esto, Elya. Me haces sentir bien... Y llevaba demasiado tiempo sin despejar la mierda de mi cabeza. Qué... ¿qué me dices ante la propuesta?
Era demasiado orgullosa como para pedirle de salir directamente, por lo que allanando el terreno, si lo entendía, me libraría el momento de poder ser rechazada. Quizás le apetecía tanto como yo unas horas como estas y no lo veía como nada más. Pero mi pecho retumbaba y me seguía pidiendo Elya, aún sin estar encendida. Y tenía la suficiente inteligencia emocional como para saber lo que sentía. Si no siempre nos quedaba agarrar la botella de crema, hidratarnos y volver al ajo. Pero ahora prefería estar abrazadas hablando. Sentía la necesidad de saber más de ella.
—Ahora... te traigo el agua... —le dije mientras me levantaba, totalmente desnuda y aún temblando.
Me llevé las manos hacia mis pechos algo nerviosa. Después recordé que los había visto de sobras y relajé la postura, mostrándome de lo más normal andando hacia la cocina. Agarré una botella de la nevera que estaba bastante fría y dos vasos, que coloqué delante de la mesa y serví con las manos temblando. Crucé mi brazo con el suyo y le dediqué un largo beso en los labios, pero esta vez sin meter lengua. Simplemente me apetecía besarle y hacerle sentir bien. Se lo merecía mejor que nadie en ese momento. Notaba el pecho acelerado y, aunque me seguía excitando verla desnuda, me sentía tranquila y con ganas de descansar un rato. De hecho creía que aquel momento, agarrada a su brazo y mirándola fijamente, era el momento perfecto para hablar.
—Yo... no sé si lo pillarás... —dije casi sin poder entonar lo que se me pasaba por la mente—. Pero no quiero que esto quede en una sola vez. Diría noche... pero es algo difícil en Dark Dome —le comenté mientras jugaba con un rulo de su pelo entre mi dedo y dejaba reposar mi cabeza en su hombro—. Me gusta esto, Elya. Me haces sentir bien... Y llevaba demasiado tiempo sin despejar la mierda de mi cabeza. Qué... ¿qué me dices ante la propuesta?
Era demasiado orgullosa como para pedirle de salir directamente, por lo que allanando el terreno, si lo entendía, me libraría el momento de poder ser rechazada. Quizás le apetecía tanto como yo unas horas como estas y no lo veía como nada más. Pero mi pecho retumbaba y me seguía pidiendo Elya, aún sin estar encendida. Y tenía la suficiente inteligencia emocional como para saber lo que sentía. Si no siempre nos quedaba agarrar la botella de crema, hidratarnos y volver al ajo. Pero ahora prefería estar abrazadas hablando. Sentía la necesidad de saber más de ella.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Creyó que se derretía al escuchar a Rayne pidiendo más mimos con un gruñido incoherente. Se los dio, por supuesto, e iba a protestar cuando se levantó hasta que escuchó a donde iba. Era cierto que había pedido el otro licor, pero la sola mención de agua hizo que recordase lo seca que tenía en general la boca y la garganta. Curioso, en realidad, porque los labios todavía los notaba pegajosos. Se relamió distraídamente mientras se giraba en el sofá y la veía ir hasta la cocina con pasos temblorosos. Se habría reído, pero teniendo en cuenta que ella había logrado levantarse y Elya todavía no, habría sido bastante injusto.
Regresó con una botella de agua helada, dos vasos y un beso. Este fue más tierno y calmado que los primeros y si Rayne no le hubiera puesto el vaso lleno en la mano, habría seguido besándola… no sabía cuánto. Se encontraba tremendamente a gusto, todavía un poco emocionada por lo que acababa de pasar. No se había esperado para nada una noche así. Vaya, ni siquiera se había esperado encontrársela a ella. Y aunque tenía que admitir que algo parecido se le había pasado por la cabeza antes… la realidad no llegaba ni a los tacones de su ambigua fantasía. Sin embargo… ¿Y ahora qué? No tenía claro qué buscaba la morena con ello y, ya que lo pensaba, no estaba segura de qué buscaba ella misma. Rayne pareció haberle leído la mente, porque habló, despejándole las dudas sobre sus intenciones. O, al menos, unas pocas.
Mientras le escuchaba hablar, Elya se dio cuenta de varias cosas. En primer lugar… no se conocían. ¿La mierda de su cabeza? Se mordió la lengua para no preguntarle inmediatamente. Quería conocerla, entenderla, pero… no se había esperado que dijese eso. Entendió que había asumido que aquello sería historia de una sola vez, no porque lo quisiese, si no porque de alguna manera lo había esperado de ella. Y ahora le había sorprendido con justo lo contrario. Claramente no la conocía. Le gustaba, eso sí. Mucho. Pero entendió que no era suficiente como para aceptar incondicionalmente. Al fin y al cabo, Rayne tampoco le conocía. No es que hubiera mucho que saber, al menos en su opinión, pero era algo a tener en cuenta. Por otro lado… ¿Y si solo lo decía por la emoción del momento? No quería que en cuanto llegaran a un sitio con luz solar o se cruzaran en una misión hiciera como si no hubiera ocurrido nada. ¿Qué podía hacer? Dio otro trago al agua helada mientras paladeaba sus palabras, tratando de aclararse.
-Me gustaría que se repitiera más veces.- Era muy cierto.- Pero… creo que quiero más. Como mínimo, quiero conocerte, Rayne. Y que me conozcas. Y si un día o una noche decides que te has cansado o aburrido, solo tienes que decirlo. ¿Te parece un buen trato?
Al empezar a hablar la miraba a los ojos, al final no tanto. Que se aburriera y todo esto fuera producto de la ilusión de haber hecho algo tan maravilloso… no podía descartarlo. No quería volver a ilusionarse sin motivos. Puede que ella no fuera una revolucionaria encubierta, pero sería estúpido pensar que no tenía secretos. Escucharía su respuesta y, tras dar otro trago al agua helada, le haría una proposición no-tan-indecente.
-Ey… ¿qué me dices de darnos una ducha? Puedo enjabonarte, así nos quitaremos todo lo pegajoso...
Regresó con una botella de agua helada, dos vasos y un beso. Este fue más tierno y calmado que los primeros y si Rayne no le hubiera puesto el vaso lleno en la mano, habría seguido besándola… no sabía cuánto. Se encontraba tremendamente a gusto, todavía un poco emocionada por lo que acababa de pasar. No se había esperado para nada una noche así. Vaya, ni siquiera se había esperado encontrársela a ella. Y aunque tenía que admitir que algo parecido se le había pasado por la cabeza antes… la realidad no llegaba ni a los tacones de su ambigua fantasía. Sin embargo… ¿Y ahora qué? No tenía claro qué buscaba la morena con ello y, ya que lo pensaba, no estaba segura de qué buscaba ella misma. Rayne pareció haberle leído la mente, porque habló, despejándole las dudas sobre sus intenciones. O, al menos, unas pocas.
Mientras le escuchaba hablar, Elya se dio cuenta de varias cosas. En primer lugar… no se conocían. ¿La mierda de su cabeza? Se mordió la lengua para no preguntarle inmediatamente. Quería conocerla, entenderla, pero… no se había esperado que dijese eso. Entendió que había asumido que aquello sería historia de una sola vez, no porque lo quisiese, si no porque de alguna manera lo había esperado de ella. Y ahora le había sorprendido con justo lo contrario. Claramente no la conocía. Le gustaba, eso sí. Mucho. Pero entendió que no era suficiente como para aceptar incondicionalmente. Al fin y al cabo, Rayne tampoco le conocía. No es que hubiera mucho que saber, al menos en su opinión, pero era algo a tener en cuenta. Por otro lado… ¿Y si solo lo decía por la emoción del momento? No quería que en cuanto llegaran a un sitio con luz solar o se cruzaran en una misión hiciera como si no hubiera ocurrido nada. ¿Qué podía hacer? Dio otro trago al agua helada mientras paladeaba sus palabras, tratando de aclararse.
-Me gustaría que se repitiera más veces.- Era muy cierto.- Pero… creo que quiero más. Como mínimo, quiero conocerte, Rayne. Y que me conozcas. Y si un día o una noche decides que te has cansado o aburrido, solo tienes que decirlo. ¿Te parece un buen trato?
Al empezar a hablar la miraba a los ojos, al final no tanto. Que se aburriera y todo esto fuera producto de la ilusión de haber hecho algo tan maravilloso… no podía descartarlo. No quería volver a ilusionarse sin motivos. Puede que ella no fuera una revolucionaria encubierta, pero sería estúpido pensar que no tenía secretos. Escucharía su respuesta y, tras dar otro trago al agua helada, le haría una proposición no-tan-indecente.
-Ey… ¿qué me dices de darnos una ducha? Puedo enjabonarte, así nos quitaremos todo lo pegajoso...
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Algo bueno de Elya es que lograba sorprenderme. Era muy sincera y no se andaba con tapujos, cosa la cual me gustaba bastante. Quizás en aquel aspecto nos parecíamos y era algo que valoraba mucho. No la conocía, no, pero ya habíamos trabajado un par de veces juntas. Y con lo bien que nos lo estábamos pasando —que sinceramente, congeniar en la cama o en este caso, en el sofá, era un gran paso a descubrir— no veía por qué no intentarlo. Sin embargo volvió a leerme la mente cuando acabó de hablar. Le iba a sugerir lo mismo, aunque no fuese la mejor idea del mundo. Estábamos pegajosas y sudadas y no iba a manchar la cama con eso. Porque quería dormir a ella abrazada y teníamos que entrar limpias. Así que asentí con la cabeza, no sin antes explicarle cómo me sentía.
—Yo también quiero conocerte. Y... no digas eso, con como usas los dedos o la lengua no me vas a aburrir en una buena temporada —le repliqué con una sonrisa pícara—. Claro que podemos darnos una ducha, pero no soy dueña de mis acciones si tengo que limpiarte —acabé diciendo mientras le pasaba un dedo por el labio y me lo llevaba a la boca, relamiéndomelo.
Me gustaba mucho la idea, pero no sabía si era del todo acertada. Si volvíamos a tirarnos un rato como este iba a desmayarme literalmente. Ya tenía los ojos bastante pesados, pero quería hacerlo por ella. ¿Cómo iba a rechazarla? Volví a levantarme del sofá, esta vez sin temblar tanto y le ofrecí mi mano para entrecruzar mis dedos con los suyos y guiarla hasta el baño. Una vez llegamos le indiqué por donde podía pasar: no era excepcionalmente grande, pero estaba bastante ordenado. Tenía tanto cremas como maquillaje en la cerámica del mueble donde estaba acoyado el lavamanos y las toallas en la pared que estaba enfrente. Sin embargo el plató de ducha no era excepcionalmente grande, ya que la parte de la mampara cubría bastante. Podíamos caber, sí, pero no sin rozarnos. Al fin y al cabo era una ducha de una sola persona, creada para que tuviese un poco más de espacio. Me agaché para sacar champús y acondicionadores, junto con cremas para el pelo y le ofrecí entrar la primera.
Saqué dos esponjas y le ofrecí una, colgándome la mía de una pequeña cuerda que tenía en la muñeca. Cerré la mampara detrás de nosotras y accioné el agua, saliendo un primer chorro frío que cubrí por ella. No pude evitar soltar un chillido ahogado por la temperatura a la que estaba, pero intenté hacerme la dura ante ella. Era así, vamos. Un poco orgullosa pero por una buena razón. Acomodé el agua a unos treinta y ocho grados, más o menos, para que estuviese caliente pero no ardiendo. Me abracé a ella para agarrar el champú que tenía detrás al no caber casi y después se lo ofrecí, volviendo a respirar pesadamente. «No puede ser, estoy empezando a volver a tener las mismas ganas...» pensé mientras no podía evitar mirarla de vez en cuando. Definitivamente iba a acabar inconsciente en la ducha.
—Yo también quiero conocerte. Y... no digas eso, con como usas los dedos o la lengua no me vas a aburrir en una buena temporada —le repliqué con una sonrisa pícara—. Claro que podemos darnos una ducha, pero no soy dueña de mis acciones si tengo que limpiarte —acabé diciendo mientras le pasaba un dedo por el labio y me lo llevaba a la boca, relamiéndomelo.
Me gustaba mucho la idea, pero no sabía si era del todo acertada. Si volvíamos a tirarnos un rato como este iba a desmayarme literalmente. Ya tenía los ojos bastante pesados, pero quería hacerlo por ella. ¿Cómo iba a rechazarla? Volví a levantarme del sofá, esta vez sin temblar tanto y le ofrecí mi mano para entrecruzar mis dedos con los suyos y guiarla hasta el baño. Una vez llegamos le indiqué por donde podía pasar: no era excepcionalmente grande, pero estaba bastante ordenado. Tenía tanto cremas como maquillaje en la cerámica del mueble donde estaba acoyado el lavamanos y las toallas en la pared que estaba enfrente. Sin embargo el plató de ducha no era excepcionalmente grande, ya que la parte de la mampara cubría bastante. Podíamos caber, sí, pero no sin rozarnos. Al fin y al cabo era una ducha de una sola persona, creada para que tuviese un poco más de espacio. Me agaché para sacar champús y acondicionadores, junto con cremas para el pelo y le ofrecí entrar la primera.
Saqué dos esponjas y le ofrecí una, colgándome la mía de una pequeña cuerda que tenía en la muñeca. Cerré la mampara detrás de nosotras y accioné el agua, saliendo un primer chorro frío que cubrí por ella. No pude evitar soltar un chillido ahogado por la temperatura a la que estaba, pero intenté hacerme la dura ante ella. Era así, vamos. Un poco orgullosa pero por una buena razón. Acomodé el agua a unos treinta y ocho grados, más o menos, para que estuviese caliente pero no ardiendo. Me abracé a ella para agarrar el champú que tenía detrás al no caber casi y después se lo ofrecí, volviendo a respirar pesadamente. «No puede ser, estoy empezando a volver a tener las mismas ganas...» pensé mientras no podía evitar mirarla de vez en cuando. Definitivamente iba a acabar inconsciente en la ducha.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Le devolvió la sonrisa, pero no terminaba de estar… ¿satisfecha? No era aburrirle en la cama lo que preocupaba a la marine. Las últimas horas le habían enseñado lo suficiente como para continuar siendo imaginativa y apasionada durante mucho tiempo. Y valoraba eso, pero precisamente no era el problema. No recordaba haber tenido ninguna conversación particularmente larga con ella, al menos no una que versara de algo más que trabajo. Quizá cuando por fin surgiera el momento descubrieran que no tenían nada de qué hablar.
Pero… ¿valía la pena preocuparse por eso? Decía que quería conocerla, pero empezaba a sospechar que lo que Rayne buscaba era simplemente una compañera de juegos. ¿Podía con ello? Tras meditarlo un instante, decidió que sí. Era más sencillo aceptar eso desde el principio que hacerse cualquier tipo de ilusiones estúpidas. Lo mejor que podía hacer ahora era disfrutar del tipo de ducha que le estaba ofreciendo.
Entró al baño con ella mansamente y se quedó un momento mirando todo lo que había dentro. Cada botella y cosa de las que había ahí le hablaban un poco más de Rayne. Casi sin darse cuenta prestó atención a los colores y olores que había en todo, hasta que al final su vista se detuvo en la ducha. Era para una sola persona, claro, pero cabrían sin muchos problemas.
Le dio una esponja y tras un pequeño traspiés con la temperatura de la ducha, ambas terminaron bajo el agua caliente. Suspiró, era justamente lo que necesitaba. Rayne le abrazó y no le llevó mucho tiempo a Elya conectar los puntos y averiguar en qué estaba pensando. Con una diminuta sonrisa y la burla en la mirada, decidió agacharse mientras le iba acariciando con la esponja. Que todavía no tuviera jabón era absolutamente irrelevante, porque para su objetivo no lo necesitaba. Se apoyó con una mano en la pared mientras, con delicadeza, volvía a sumergirse en ella. Elya se encontraba bien, pero era lo bastante educada como para no dejarla encendida bajo el agua. Ya le enjabonaría a conciencia una vez necesitara sentarse en la ducha, porque no iba a conformarse con menos.
Pero… ¿valía la pena preocuparse por eso? Decía que quería conocerla, pero empezaba a sospechar que lo que Rayne buscaba era simplemente una compañera de juegos. ¿Podía con ello? Tras meditarlo un instante, decidió que sí. Era más sencillo aceptar eso desde el principio que hacerse cualquier tipo de ilusiones estúpidas. Lo mejor que podía hacer ahora era disfrutar del tipo de ducha que le estaba ofreciendo.
Entró al baño con ella mansamente y se quedó un momento mirando todo lo que había dentro. Cada botella y cosa de las que había ahí le hablaban un poco más de Rayne. Casi sin darse cuenta prestó atención a los colores y olores que había en todo, hasta que al final su vista se detuvo en la ducha. Era para una sola persona, claro, pero cabrían sin muchos problemas.
Le dio una esponja y tras un pequeño traspiés con la temperatura de la ducha, ambas terminaron bajo el agua caliente. Suspiró, era justamente lo que necesitaba. Rayne le abrazó y no le llevó mucho tiempo a Elya conectar los puntos y averiguar en qué estaba pensando. Con una diminuta sonrisa y la burla en la mirada, decidió agacharse mientras le iba acariciando con la esponja. Que todavía no tuviera jabón era absolutamente irrelevante, porque para su objetivo no lo necesitaba. Se apoyó con una mano en la pared mientras, con delicadeza, volvía a sumergirse en ella. Elya se encontraba bien, pero era lo bastante educada como para no dejarla encendida bajo el agua. Ya le enjabonaría a conciencia una vez necesitara sentarse en la ducha, porque no iba a conformarse con menos.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Volvía a notar mi piel erizarse conforme rozaba poco a poco mi cuerpo con la esponja. No sabía qué tenía la chica en aquellas manos, pero a pesar de haber estado horas dándole al tema volvía a necesitar darle. Me abrí un poco de piernas y me restregué un poco encima de su muslo para enseñarle qué quería. Bajé lentamente la mano y agarré la suya, colocándola encima de uno de mis pechos. El agua caía y salpicaba entre las dos, creando un pequeño vapor que se pegaba contra el techo y recorría este hasta salir por una pequeña rendija de ventilación. Pero lo importante es que volvía a mirarle a los ojos, a sentir su tacto sobre mí. ¿Era lo correcto seguir haciéndolo? Le había evitado conversaciones y no había sido del todo sincera. A lo mejor malpensaba de mí todavía. Así que me armé de valor, pegándome a la pared y alejándome de ella. Bajé la cabeza y miré hacia el suelo.
—No te he sido sincera del todo. Quiero algo en especial de ti, más que el sexo o la diversión. Soy mujer de una sola mujer —le expliqué mientras jugaba con un rulo de mi pelo—. Quédate unos días conmigo. Si me conoces y te gusto, sal conmigo. Como pareja. Sé que es demasiado pronto pero no quiero que nos volvamos a cruzar y esto no haya pasado. Quiero recordar para siempre esta noche eterna.
Me llevé las manos a los pechos pero para tapármelos un poco. Sabía que era algo agresivo, pero quería darle sentido a todo esto. No quería simplemente un aquí te pillo aquí te mato, aunque en unas horas hubiésemos tenido más de diez. Quería tener a Elya de mi lado y conocerla, ir un poco más lentas y hablar de todo. No sabía nada y mi mente resonaba una y otra vez, pidiéndome de saber más de ella. No me la podía quitar de la cabeza, para bien o para mal.
Mientras esperaba la respuesta, noté que tenía demasiado calor. Entre tenerla delante desnuda y el agua caer empezó a marearme un poco. Me costaba respirar y sentía el pecho pesado, por lo que lo último que hice fue empezar a cerrar los ojos y caer en el sitio. No sabía si llegaría a agarrarme o haría algo al respecto pero caí en contra de mi voluntad. Me había dado mucha ansiedad pedirle algo de ese calibre y todos los factores de alrededor no ayudaban. Estaba muy cansada en general y había colapsado. Esperaba haberla escuchado antes.
—No te he sido sincera del todo. Quiero algo en especial de ti, más que el sexo o la diversión. Soy mujer de una sola mujer —le expliqué mientras jugaba con un rulo de mi pelo—. Quédate unos días conmigo. Si me conoces y te gusto, sal conmigo. Como pareja. Sé que es demasiado pronto pero no quiero que nos volvamos a cruzar y esto no haya pasado. Quiero recordar para siempre esta noche eterna.
Me llevé las manos a los pechos pero para tapármelos un poco. Sabía que era algo agresivo, pero quería darle sentido a todo esto. No quería simplemente un aquí te pillo aquí te mato, aunque en unas horas hubiésemos tenido más de diez. Quería tener a Elya de mi lado y conocerla, ir un poco más lentas y hablar de todo. No sabía nada y mi mente resonaba una y otra vez, pidiéndome de saber más de ella. No me la podía quitar de la cabeza, para bien o para mal.
Mientras esperaba la respuesta, noté que tenía demasiado calor. Entre tenerla delante desnuda y el agua caer empezó a marearme un poco. Me costaba respirar y sentía el pecho pesado, por lo que lo último que hice fue empezar a cerrar los ojos y caer en el sitio. No sabía si llegaría a agarrarme o haría algo al respecto pero caí en contra de mi voluntad. Me había dado mucha ansiedad pedirle algo de ese calibre y todos los factores de alrededor no ayudaban. Estaba muy cansada en general y había colapsado. Esperaba haberla escuchado antes.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando la atmósfera del cuarto cambió, lo notó en seguida. Fue una mira, suficiente para hacer que le prestase atención a ella y no a lo que estaba a punto de hacer. Y entonces… habló. Elya no podía imaginarse que le diría eso, en ese momento, en ese lugar. Pero desde que escuchó la petición salir de sus labios supo que quería aceptar. Que quería conocerla y quedarse a su lado, por lo menos un poco más. Quería descubrir cuánto más podía llegar a gustarle y empezaba a sospechar que no era poco.
Se incorporó lentamente, mientras su sonrisa se ensanchaba. Le acarició la cara con una mano, intentando ordenar sus pensamientos para responderle. Sin embargo, en seguida se dio cuenta de que algo no iba bien. La expresión de Rayne había cambiado y ya no parecía estar centrada en ella. O en el presente, en realidad. De repente, cerró los ojos y se precipitó al suelo. Elya la agarró enseguida, cayendo con ella en el proceso. Una mano en su cintura y la otra tras su cabeza, para evitar que se diera contra nada. La preocupación se apoderó de su rostro mientras cerraba el agua de la ducha y sacudía a Rayne un poco, sin entender qué acababa de pasarle. Miró a su alrededor con algo de desesperación, pero no tardó en ponerse en marcha.
Se levantó llevando a Rayne en brazos y agarró una de las enormes toallas que estaban preparadas para cuando salieran de la ducha. Le envolvió con ella y salió del baño. Se quedó mirando el pasillo un instante, algo perdida, pero enseguida encontró el dormitorio y la dejó tumbada sobre la cama con delicadeza. Se ausentó un momento, solo para volver en seguida con la botella de agua fría y un vaso. Los dejó en la mesita y volvió a intentar despertarla, verdaderamente preocupada.
-¿Rayne? ¿Rayne, estás bien? Despierta, por favor…
No sabía qué iba a hacer si no lograba despertarla. ¡Ni siquiera sabía qué ocurría, se había derrumbado! Notaba una piedra en el estómago y no fue capaz de respirar con normalidad hasta que le vio abrir los ojos. Le abrazó con fuerza, algo agobiada, antes de susurrarle:
-Te lo ruego, no vuelvas a darme un susto así.
Se incorporó lentamente, mientras su sonrisa se ensanchaba. Le acarició la cara con una mano, intentando ordenar sus pensamientos para responderle. Sin embargo, en seguida se dio cuenta de que algo no iba bien. La expresión de Rayne había cambiado y ya no parecía estar centrada en ella. O en el presente, en realidad. De repente, cerró los ojos y se precipitó al suelo. Elya la agarró enseguida, cayendo con ella en el proceso. Una mano en su cintura y la otra tras su cabeza, para evitar que se diera contra nada. La preocupación se apoderó de su rostro mientras cerraba el agua de la ducha y sacudía a Rayne un poco, sin entender qué acababa de pasarle. Miró a su alrededor con algo de desesperación, pero no tardó en ponerse en marcha.
Se levantó llevando a Rayne en brazos y agarró una de las enormes toallas que estaban preparadas para cuando salieran de la ducha. Le envolvió con ella y salió del baño. Se quedó mirando el pasillo un instante, algo perdida, pero enseguida encontró el dormitorio y la dejó tumbada sobre la cama con delicadeza. Se ausentó un momento, solo para volver en seguida con la botella de agua fría y un vaso. Los dejó en la mesita y volvió a intentar despertarla, verdaderamente preocupada.
-¿Rayne? ¿Rayne, estás bien? Despierta, por favor…
No sabía qué iba a hacer si no lograba despertarla. ¡Ni siquiera sabía qué ocurría, se había derrumbado! Notaba una piedra en el estómago y no fue capaz de respirar con normalidad hasta que le vio abrir los ojos. Le abrazó con fuerza, algo agobiada, antes de susurrarle:
-Te lo ruego, no vuelvas a darme un susto así.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Desperté y pude ver a mi preciosa compañera muy preocupada por mí. Me costó despegar los párpados pero acabé bebiendo algo de agua para reincorporarme. Estábamos en la cama y algo mojadas, y no en el mal sentido. Seguramente me había caído en la ducha, pero me había agarrado bien. Esbocé una pequeña sonrisa y me dispuse a responderle.
—Lo siento... Si no fueses tan buena haciéndome sentir una mujer de verdad no perdería la cabeza de esa forma —le expliqué mientras la atraía hacia mí y fundía mis labios con los suyos—. ¿Quieres dormir? A mí me apetece dormir contigo.
Me ofrecí para girarla y abrazarla por la espalda una vez tumbadas, acariciando su estómago y pegando mis pechos en su espalda mientras deslizaba los dedos por su piel. Podía oler su pelo que, aún sin estar lavado del todo, me hacía enloquecer. Le di varios besos en el cuello y acabé de abrazarla del todo, juntando mis piernas con las suyas. Estábamos colocadas de lado y haciendo una cucharita, ¿no era genial? Me sentía bien y viva. El hecho de estar con ella compartiendo todos estos momentos me hacían acelerar el corazón a mil. Sentía una especie de mareo en el estómago que subía hacia arriba, que iba calmando conforme me pegaba más a ella. No le iban a faltar mimos o cariño conmigo, ni mucho menos. Por muy dura que fuese en general así es como era yo. Una bola de sentimientos loca que necesitaba alguien a quien querer.
—Verás, te he comentado antes lo de mi mierda. No quiero que me tomes como una loca —empecé a explicarle, era hora de que nos conociésemos—. Quiero contarte qué me pasa en general. Quién soy. Soy Rayne Satou Von Valliere, hija de un tal Dark E. Satou que va por ahí pegando a tenryubitos. Sí, lo has oído bien. El que fue un día vice-almirante y me animó a entrar al cipher pool me traicionó de esa forma. Ahora es un pirata muy famoso y, aunque todos suelen hablar bien de él, yo estoy jodida por dentro. No por todo lo que ha pasado, si no porque había desaparecido nueve años. Y en un intento desesperado de llamar su atención, tendí una trampa a mi hermana —empezó a romperse mi voz y a correr las lágrimas, no estaba preparada para esto, pero Elya tenía que saberlo—. Era una pirata también, pero totalmente ida de la cabeza. Mataba por placer y hacía lo que le venía en gana. Pero me quería y me aproveché de eso. Yo también la quería, pero no iba por el camino de la justicia. Logré que viniesen los dos pero la trampa que tendí yo era una más elaborada. Y acabó todo con mi padre matando a mi hermana obligado por unos putos locos que llevaban persiguiéndole décadas. Era eso o morir todos. Y eligió matarla a ella antes que a mí —me aferré a ella con más fuerza—. Eso es mi mierda, esa es la clase de persona que soy. Una puta loca que excusa todo con la justicia. Y quiero que me digas que sí, que seas mi novia. Pero entenderé lo que me digas. Eres demasiado buena y dulce para un monstruo como yo —acabé diciendo.
Bajé un poco los brazos y me coloqué mirando hacia el techo mientras no podía evitar llorar. Echaba mucho de menos a Kiseki y a papá.
—Lo siento... Si no fueses tan buena haciéndome sentir una mujer de verdad no perdería la cabeza de esa forma —le expliqué mientras la atraía hacia mí y fundía mis labios con los suyos—. ¿Quieres dormir? A mí me apetece dormir contigo.
Me ofrecí para girarla y abrazarla por la espalda una vez tumbadas, acariciando su estómago y pegando mis pechos en su espalda mientras deslizaba los dedos por su piel. Podía oler su pelo que, aún sin estar lavado del todo, me hacía enloquecer. Le di varios besos en el cuello y acabé de abrazarla del todo, juntando mis piernas con las suyas. Estábamos colocadas de lado y haciendo una cucharita, ¿no era genial? Me sentía bien y viva. El hecho de estar con ella compartiendo todos estos momentos me hacían acelerar el corazón a mil. Sentía una especie de mareo en el estómago que subía hacia arriba, que iba calmando conforme me pegaba más a ella. No le iban a faltar mimos o cariño conmigo, ni mucho menos. Por muy dura que fuese en general así es como era yo. Una bola de sentimientos loca que necesitaba alguien a quien querer.
—Verás, te he comentado antes lo de mi mierda. No quiero que me tomes como una loca —empecé a explicarle, era hora de que nos conociésemos—. Quiero contarte qué me pasa en general. Quién soy. Soy Rayne Satou Von Valliere, hija de un tal Dark E. Satou que va por ahí pegando a tenryubitos. Sí, lo has oído bien. El que fue un día vice-almirante y me animó a entrar al cipher pool me traicionó de esa forma. Ahora es un pirata muy famoso y, aunque todos suelen hablar bien de él, yo estoy jodida por dentro. No por todo lo que ha pasado, si no porque había desaparecido nueve años. Y en un intento desesperado de llamar su atención, tendí una trampa a mi hermana —empezó a romperse mi voz y a correr las lágrimas, no estaba preparada para esto, pero Elya tenía que saberlo—. Era una pirata también, pero totalmente ida de la cabeza. Mataba por placer y hacía lo que le venía en gana. Pero me quería y me aproveché de eso. Yo también la quería, pero no iba por el camino de la justicia. Logré que viniesen los dos pero la trampa que tendí yo era una más elaborada. Y acabó todo con mi padre matando a mi hermana obligado por unos putos locos que llevaban persiguiéndole décadas. Era eso o morir todos. Y eligió matarla a ella antes que a mí —me aferré a ella con más fuerza—. Eso es mi mierda, esa es la clase de persona que soy. Una puta loca que excusa todo con la justicia. Y quiero que me digas que sí, que seas mi novia. Pero entenderé lo que me digas. Eres demasiado buena y dulce para un monstruo como yo —acabé diciendo.
Bajé un poco los brazos y me coloqué mirando hacia el techo mientras no podía evitar llorar. Echaba mucho de menos a Kiseki y a papá.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Dios mío, estaba bien. Menos mal que estaba bien. No sabía si darle un golpecito en la cabeza o besarla. ¿De verdad había sido por esa tontería? Iba a llevar chocolate consigo a todas partes. O una cola. Lo que fuera para evitarle otro mal trago como ese. Seguro que había sido un bajón de azúcar, llevaban bastantes horas sin comer nada.
Pero entonces le pidió que durmiera con ella y no pudo evitar aceptar. Se derritió un poquito en sus brazos y rodeó su mano con la suya cuando le abrazó por la espalda. No estaba acostumbrada a ser la cucharita pequeña. De hecho, ¿era la primera vez? Eso creía. Le gustaba. Con cariño, se llevó su mano a los labios y le dio un beso. Todavía no terminaba de creerse lo que acababa de pasar. ¿Tenía pareja? ¿Era oficial?
Su historia interrumpió sus pensamientos. Le escuchó con atención, cada titubeo y cada valiente frase. No podía ser sencillo contar algo así. Notaba una piedra en el estómago cuanto más avanzaba la historia y tenía que contenerse para no darse la vuelta y abrazarla. Por supuesto que había oído hablar de Satou, pero nunca se le había pasado por la cabeza que ella pudiera ser su hija. Por lo visto no era un apellido muy común, o quizás solo había tenido puntería. En cualquier caso, había una cosa que tenía muy clara.
Se giró y se la encontró llorando. Le faltó tiempo para envolverla en sus brazos y apretarla contra su pecho. Le dio un beso en la coronilla con algo de rabia. No quería volver a verla así de mal y menos por algo tan horrible.
-Los crímenes de tu padre no son los tuyos, Rayne. Hiciste lo que creíste que tenías que hacer. Seguiste tu instinto y tu moral y eso es lo importante. Es una de las cosas que más me gustan de ti, ¿sabes? Distingues entre el bien y el mal y eso guía tus acciones.- Paró un momento, insegura de si estaba diciendo lo correcto. No quería hacer que se sintiera peor.- Siento que hayas tenido que pasar por todo eso, siento que tuvieras que hacer todo eso. Pero ya ha pasado y de momento, nada de eso importa.
Le levantó la cara para mirarla y le besó en los labios, mientras le enjugaba las lágrimas.- Aquí solo estamos tú y yo, nada malo va a alcanzarte. Y en el momento en el que tengamos que salir y enfrentarnos al mundo, te cubriré las espaldas a cada paso. Eso… es lo que más deseo hacer.
Pero entonces le pidió que durmiera con ella y no pudo evitar aceptar. Se derritió un poquito en sus brazos y rodeó su mano con la suya cuando le abrazó por la espalda. No estaba acostumbrada a ser la cucharita pequeña. De hecho, ¿era la primera vez? Eso creía. Le gustaba. Con cariño, se llevó su mano a los labios y le dio un beso. Todavía no terminaba de creerse lo que acababa de pasar. ¿Tenía pareja? ¿Era oficial?
Su historia interrumpió sus pensamientos. Le escuchó con atención, cada titubeo y cada valiente frase. No podía ser sencillo contar algo así. Notaba una piedra en el estómago cuanto más avanzaba la historia y tenía que contenerse para no darse la vuelta y abrazarla. Por supuesto que había oído hablar de Satou, pero nunca se le había pasado por la cabeza que ella pudiera ser su hija. Por lo visto no era un apellido muy común, o quizás solo había tenido puntería. En cualquier caso, había una cosa que tenía muy clara.
Se giró y se la encontró llorando. Le faltó tiempo para envolverla en sus brazos y apretarla contra su pecho. Le dio un beso en la coronilla con algo de rabia. No quería volver a verla así de mal y menos por algo tan horrible.
-Los crímenes de tu padre no son los tuyos, Rayne. Hiciste lo que creíste que tenías que hacer. Seguiste tu instinto y tu moral y eso es lo importante. Es una de las cosas que más me gustan de ti, ¿sabes? Distingues entre el bien y el mal y eso guía tus acciones.- Paró un momento, insegura de si estaba diciendo lo correcto. No quería hacer que se sintiera peor.- Siento que hayas tenido que pasar por todo eso, siento que tuvieras que hacer todo eso. Pero ya ha pasado y de momento, nada de eso importa.
Le levantó la cara para mirarla y le besó en los labios, mientras le enjugaba las lágrimas.- Aquí solo estamos tú y yo, nada malo va a alcanzarte. Y en el momento en el que tengamos que salir y enfrentarnos al mundo, te cubriré las espaldas a cada paso. Eso… es lo que más deseo hacer.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Volvió a juntarse contra mí, llenarme a besos, consolarme y hablar. Y cada cosa que hacía me revolvía el corazón. Levantaba mis labios como una estúpida, riendo por lo bajo mientras se podía escuchar como resonaba mi nariz. Llorar tanto me había dejado mocosa, pero no dije nada al respecto. Agarré su mano y la junté una vez más a mi pecho, a la altura de mi corazón. Quería demostrarle lo que estaba sintiendo por ella en ese momento: estaba acelerado y se sentía fenomenal. Porque no era una aceleración de ansiedad. Era más bien un golpeteo que hacía tic y tac una y otra vez. Se iba calmando y empezaba a acostumbrarme a él, porque de aquí en adelante iba a sentirme siempre así por ella.
—¿En... serio? —pregunté casi sin creérmelo mientras me dejaba limpiar las lágrimas—. Gracias, Elya.
Me reincorporé un poco y levanté el puño cerrándolo. Elya tenía razón. No tenía que dejarme llevar por lo que había podido hacer o no mi padre. Ni tampoco Kiseki. Tenía que caminar mi propio camino sin importar lo que había atrás. Porque ahora tenía algo delante: a la peliblanca agarrándome de mi mano. Y eso me daba fuerzas para avanzar. Sonreí y después me llevé una mano a la cara algo avergonzada. Tendría que tener un mix de maquillaje, mocos y lágrimas que parecería un mapache. O peor. Pero me sentía con mucha confianza por tenerla a mi lado. Me pegué a ella una vez más y restregué mi moflete con el suyo, acabando en un largo beso en los labios.
—Ya basta de hablar de mí, me gustaría escuchar cosas de mi futura novia —le comuniqué mientras me apoyaba en la almohada, cruzada de piernas y con los brazos relajados en esta—. Cuéntame, Elya-chan. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
Miré una vez más a sus ojos, perdiéndome ante ellos. No había visto una persona con un color tan profundo. Elya era casi perfecta para mí, y estaba muy segura que conforme escuchase de ella me gustaría más y más. Así que esperé impaciente a que me contestase, balanceándome de un lado para otro. No quería hacerle parecer que quizás era un poco cría en estos sentidos, pero no podía comportarme de otra forma. Esta era yo, Rayne.
—¿En... serio? —pregunté casi sin creérmelo mientras me dejaba limpiar las lágrimas—. Gracias, Elya.
Me reincorporé un poco y levanté el puño cerrándolo. Elya tenía razón. No tenía que dejarme llevar por lo que había podido hacer o no mi padre. Ni tampoco Kiseki. Tenía que caminar mi propio camino sin importar lo que había atrás. Porque ahora tenía algo delante: a la peliblanca agarrándome de mi mano. Y eso me daba fuerzas para avanzar. Sonreí y después me llevé una mano a la cara algo avergonzada. Tendría que tener un mix de maquillaje, mocos y lágrimas que parecería un mapache. O peor. Pero me sentía con mucha confianza por tenerla a mi lado. Me pegué a ella una vez más y restregué mi moflete con el suyo, acabando en un largo beso en los labios.
—Ya basta de hablar de mí, me gustaría escuchar cosas de mi futura novia —le comuniqué mientras me apoyaba en la almohada, cruzada de piernas y con los brazos relajados en esta—. Cuéntame, Elya-chan. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
Miré una vez más a sus ojos, perdiéndome ante ellos. No había visto una persona con un color tan profundo. Elya era casi perfecta para mí, y estaba muy segura que conforme escuchase de ella me gustaría más y más. Así que esperé impaciente a que me contestase, balanceándome de un lado para otro. No quería hacerle parecer que quizás era un poco cría en estos sentidos, pero no podía comportarme de otra forma. Esta era yo, Rayne.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Empezó a relajarse al notar que Rayne se encontraba mejor. Menos mal. La prefería así, lágrimas y rímel y todo. Por lo menos volvía a sonreír. Sentía su corazón latir a toda velocidad y de alguna manera hacía que el suyo propio resonase en su cabeza. Iban casi al mismo ritmo. Volvió a sonrojarse al darse cuenta y por un momento quiso ocultar su rostro, así que volvió a enterrar a su novia en su pecho. Su novia… qué raro se le hacía decirlo. Qué fantástico. Qué bonito.
No pudo esconderla para siempre, sin embargo. Se apartó lo justo para mirarla a los ojos mientras le preguntaba por su propia historia. Elya se dio cuenta de que quería contárselo, todo, aunque no sabía por dónde empezar. Se tumbó bocabajo, los brazos detrás de la cabeza. Se quedó mirando al techo mientras intentaba organizar sus pensamientos y, poco a poco, comenzaba a recordar:
-Nací en el North Blue… creo. Nunca conocí a mis padres. Me adoptó un rey de una pequeña isla de allá.- Miró a la agente con una diminuta sonrisa, adivinando lo que iba a decir.- Eso no me hace una princesa. Él y su mujer se encargaron de los gastos de mi educación, pero me crió la Guardia Real. Teníamos nuestros propios aposentos, nuestro propio edificio al lado del palacio. Era una bonita familia. Me enseñaron a luchar y me dieron los valores que todavía hoy forman parte de mí y de todo lo que hago. Todo iba bien hasta qué… me equivoqué.
En su cabeza, volvió a ver la imagen que llevaba mucho tiempo intentando alejar. Un par de ojos azules, más azules que los suyos y una melena rubia, larga, larguísima. Tenía una sonrisa enorme e inocente y… y era preciosa. Demasiado. Se lo explicó a Rayne, titubeando un poco con las palabras.
-No creo que fuera humana, ¿sabes? No me he encontrado a nadie que fuera… como ella. No era cuestión de belleza, tenía… algo. No sé explicarlo bien.- Frunció el ceño, molesta consigo misma. No quería que pensara que las comparaba, porque no podía compararlas. No eran lo mismo. – Creo que la única… persona, que he conocido que tuviera eso también… era su sirvienta. Iba con ella a todas partes y… yo no le caía bien, claro.
Al fin y al cabo, la cosa era bastante simple. Ambas adoptadas por el rey, ambas enamoradas sin remedio de la princesa. ¿La diferencia? Bueno, una de ellas era correspondida y desde luego no era Elya.
-Se volvió… demasiado. Era como una enfermedad, creo que hasta tuve fiebre en algún punto.- Tenía recuerdos borrosos de pasar una temporada en cama, con alucinaciones de su pelo rubio y sin mucha conciencia del tiempo o el mundo exterior. A día de hoy, no podía explicarlo.- Sé que hablé con la sirvienta, pero no recuerdo la conversación. Al acabar, supe que tenía que marcharme, así que eso hice. Es todo lo que recuerdo.
Se giró en la cama, apoyándose en un codo para mirarla. Empezó a acariciarle una mano de forma distraída, mientras acababa su historia.- Echaba de menos proteger a alguien, por eso me alisté en la marina. Les echo de menos, ¿sabes? A veces. A mi familia.- En ella… intentaba no pensar. Sabía que no tenía sentido hacerlo.- No he sido capaz de volver, la verdad. No estoy segura de si me arrepiento.
Esbozó una sonrisa algo tímida, mirándole a los ojos.- No es una historia tan impresionante como la tuya pero… aquí me tienes. Hasta aquí he llegado.
No pudo esconderla para siempre, sin embargo. Se apartó lo justo para mirarla a los ojos mientras le preguntaba por su propia historia. Elya se dio cuenta de que quería contárselo, todo, aunque no sabía por dónde empezar. Se tumbó bocabajo, los brazos detrás de la cabeza. Se quedó mirando al techo mientras intentaba organizar sus pensamientos y, poco a poco, comenzaba a recordar:
-Nací en el North Blue… creo. Nunca conocí a mis padres. Me adoptó un rey de una pequeña isla de allá.- Miró a la agente con una diminuta sonrisa, adivinando lo que iba a decir.- Eso no me hace una princesa. Él y su mujer se encargaron de los gastos de mi educación, pero me crió la Guardia Real. Teníamos nuestros propios aposentos, nuestro propio edificio al lado del palacio. Era una bonita familia. Me enseñaron a luchar y me dieron los valores que todavía hoy forman parte de mí y de todo lo que hago. Todo iba bien hasta qué… me equivoqué.
En su cabeza, volvió a ver la imagen que llevaba mucho tiempo intentando alejar. Un par de ojos azules, más azules que los suyos y una melena rubia, larga, larguísima. Tenía una sonrisa enorme e inocente y… y era preciosa. Demasiado. Se lo explicó a Rayne, titubeando un poco con las palabras.
-No creo que fuera humana, ¿sabes? No me he encontrado a nadie que fuera… como ella. No era cuestión de belleza, tenía… algo. No sé explicarlo bien.- Frunció el ceño, molesta consigo misma. No quería que pensara que las comparaba, porque no podía compararlas. No eran lo mismo. – Creo que la única… persona, que he conocido que tuviera eso también… era su sirvienta. Iba con ella a todas partes y… yo no le caía bien, claro.
Al fin y al cabo, la cosa era bastante simple. Ambas adoptadas por el rey, ambas enamoradas sin remedio de la princesa. ¿La diferencia? Bueno, una de ellas era correspondida y desde luego no era Elya.
-Se volvió… demasiado. Era como una enfermedad, creo que hasta tuve fiebre en algún punto.- Tenía recuerdos borrosos de pasar una temporada en cama, con alucinaciones de su pelo rubio y sin mucha conciencia del tiempo o el mundo exterior. A día de hoy, no podía explicarlo.- Sé que hablé con la sirvienta, pero no recuerdo la conversación. Al acabar, supe que tenía que marcharme, así que eso hice. Es todo lo que recuerdo.
Se giró en la cama, apoyándose en un codo para mirarla. Empezó a acariciarle una mano de forma distraída, mientras acababa su historia.- Echaba de menos proteger a alguien, por eso me alisté en la marina. Les echo de menos, ¿sabes? A veces. A mi familia.- En ella… intentaba no pensar. Sabía que no tenía sentido hacerlo.- No he sido capaz de volver, la verdad. No estoy segura de si me arrepiento.
Esbozó una sonrisa algo tímida, mirándole a los ojos.- No es una historia tan impresionante como la tuya pero… aquí me tienes. Hasta aquí he llegado.
Rayne Von Valliere
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Continuó haciéndome sentir bien, escuchándome y empezando a hablar ella. Iba asintiendo lentamente con mi cabeza mientras no dejaba de agarrar su mano. Quería prestarle todo el apoyo emocional que pudiese, limitándome a escuchar y acariciar. Era su turno y deseaba en lo más profundo de mi ser escuchar más de ella. Ella, al igual que yo, había pasado por una femme fatale. Quizás no exactamente ese término, pero se le notaba ligeramente tocada por ello. Y lo único que podía hacer era mirar y no dejar de apoyarla. Su buen juicio, la forma que tenía de ser... Y un pasado con dolor. Yo también sabía lo que era no conocer a tus padres, por lo menos al varón. Y sabía que Elya tendría que haberlo pasado mal. Por eso la necesitaba y ella me necesitaba a mí. Parecíamos complementarnos, por lo que una vez acabó de hablar procedí a responderle.
—Me parece increíble, cariño —le dije mientras acariciaba con delicadeza su pómulo—. A mí también me pasó algo muy parecido con otra mujer. No sientas vergüenza de expresar lo que has sentido. Estamos aquí para conocernos, ¿no? —pregunté mientras no separaba mi otra mano de la suya—. Yo acepto esa historia. Tú has aceptado la mía. ¿Hablar y aceptar es lo que hacen las parejas, no?
Notaba mi corazón palpitar más lentamente. Estaba un poco nerviosa por haber escuchado así hablar de otra persona, quizás casi rozando los celos. Pero no tenía que presionarla, y menos si acababa de contarme lo que la había traído hasta aquí. Quería comérmela a besos pero tampoco quería atosigarla, por lo que aproveché para sugerirle algo.
—Ahora sí que sí, ¿quieres dormir? —pregunté mientras volvía a hacer la cuchara con ella—. Te prometo que me despertaré antes y te daré el mejor desayuno del mundo —le acabé diciendo mientras entrecrucé mis dedos con los suyos.
Yo ya no aguantaba más, por lo que no tardé en quedarme dormida con la frente contra su espalda. Me sentía protegida y feliz con Elya, algo que llevaba años sin sentir. Y lo necesitaba.
—Me parece increíble, cariño —le dije mientras acariciaba con delicadeza su pómulo—. A mí también me pasó algo muy parecido con otra mujer. No sientas vergüenza de expresar lo que has sentido. Estamos aquí para conocernos, ¿no? —pregunté mientras no separaba mi otra mano de la suya—. Yo acepto esa historia. Tú has aceptado la mía. ¿Hablar y aceptar es lo que hacen las parejas, no?
Notaba mi corazón palpitar más lentamente. Estaba un poco nerviosa por haber escuchado así hablar de otra persona, quizás casi rozando los celos. Pero no tenía que presionarla, y menos si acababa de contarme lo que la había traído hasta aquí. Quería comérmela a besos pero tampoco quería atosigarla, por lo que aproveché para sugerirle algo.
—Ahora sí que sí, ¿quieres dormir? —pregunté mientras volvía a hacer la cuchara con ella—. Te prometo que me despertaré antes y te daré el mejor desayuno del mundo —le acabé diciendo mientras entrecrucé mis dedos con los suyos.
Yo ya no aguantaba más, por lo que no tardé en quedarme dormida con la frente contra su espalda. Me sentía protegida y feliz con Elya, algo que llevaba años sin sentir. Y lo necesitaba.
Elya Edelweiss
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-No lo sé.- Le dijo mientras le abrazaba fuerte.- Eres la primera que tengo. Pero me parece algo fantástico.
Se sentía increíblemente protegida y escuchada. En realidad, en medio de toda la felicidad, no se habían terminado de duchar y la realidad era que estaban tiradas en cama todavía medio húmedas, sin haber cenado y… y agotadas. Y solo por eso, el resto daba igual. Claro que quería dormir con ella. Ahora mismo no pensaba levantarse a menos que hubiera un terremoto. La promesa de un desayuno al día siguiente hizo su corazón latir un poco más rápido. Claramente decía en serio cada palabra que le había dedicado y el saber que Rayne cuidaría de ella le daba ganas de protegerla a toda costa, contra lo que hiciera falta.
La historia que le había contado todavía le daba vueltas en la cabeza. No era tonta y sabía que antes o después Rayne tendría que enfrentarse a las cosas que le asustaban. A ella no iban a venir a buscarla, pero no podía decir lo mismo de alguien como su padre. Por como hablaba de él… no parecía alguien que se rindiese fácilmente. Le daba igual. Estaría a su lado para lo que necesitase y se aseguraría de que nada pudiera con ella. Era muy fuerte y la admiraba por eso; por lo tanto, tenía que protegerla.
Poco a poco, sus pensamientos se fueron volviendo más y más borrosos. Acurrucada contra Rayne, antes de caer rendida le susurró en voz baja:
-No hay nadie… que sea más bonita que tú. Ni más importante. No la hay.
Lo último que cruzó su cabeza antes de quedarse dormida fue que, de alguna manera, Rayne todavía olía a cereza.
Se sentía increíblemente protegida y escuchada. En realidad, en medio de toda la felicidad, no se habían terminado de duchar y la realidad era que estaban tiradas en cama todavía medio húmedas, sin haber cenado y… y agotadas. Y solo por eso, el resto daba igual. Claro que quería dormir con ella. Ahora mismo no pensaba levantarse a menos que hubiera un terremoto. La promesa de un desayuno al día siguiente hizo su corazón latir un poco más rápido. Claramente decía en serio cada palabra que le había dedicado y el saber que Rayne cuidaría de ella le daba ganas de protegerla a toda costa, contra lo que hiciera falta.
La historia que le había contado todavía le daba vueltas en la cabeza. No era tonta y sabía que antes o después Rayne tendría que enfrentarse a las cosas que le asustaban. A ella no iban a venir a buscarla, pero no podía decir lo mismo de alguien como su padre. Por como hablaba de él… no parecía alguien que se rindiese fácilmente. Le daba igual. Estaría a su lado para lo que necesitase y se aseguraría de que nada pudiera con ella. Era muy fuerte y la admiraba por eso; por lo tanto, tenía que protegerla.
Poco a poco, sus pensamientos se fueron volviendo más y más borrosos. Acurrucada contra Rayne, antes de caer rendida le susurró en voz baja:
-No hay nadie… que sea más bonita que tú. Ni más importante. No la hay.
Lo último que cruzó su cabeza antes de quedarse dormida fue que, de alguna manera, Rayne todavía olía a cereza.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.