Cubitos de caldo de pollo (Priv. Claude)

-¡Vuelve pronto, Kia-chan! -La muchacha se despide de ti de forma alegre, mientras sonríes de manera suave al ver como intenta saltar cada vez más alto, tiene la esperanza de que la veas incluso cuando te alejas por el horizonte.

Llevas un par de días viajando con aquellas personas en barco, de un lado a otro, protegiendolos como guardaespaldas mientras ganas dinero como cantante ambulante, es divertido, no vas a negarlo. Ahora la isla de nieve te causa nostalgia, y aunque el frío debería dolerte, no se compara a la nieve de tu tierra natal. Decides dar un paseo por el puerto, caminar tranquilamente por la zona de la costa mientras los recién llegados se acercan.

Con la capucha puesta, el collar apretando tu garganta como durante años lleva haciendo y tu tranquilidad como sello, comienzas a tararear mientras tus pies se deslizan tranquilamente por las baldosas.

-¡AGARRAD AL LADRÓN! -El chillido te saca de tus pensamientos, y mientras ves una figurar correr atinas a hacer lo que llevas toda tu vida haciendo, desenfundar ambas katanas y colar con un paso lateral una de ellas entre sus pies, haciéndole caer.- Menuda prisa…¿Ibas a alguna parte?- Y con esa sonrisa tan zorruna tuya, paras al ladrón mientras buscas de reojo quién demonios ha gritado.

Pero en fin, cosas que pasan, ahora era el momento de que empezaran a explicarte que demonios había pasado. Fuera como fuera, pensabas que aquella era una isla tranquila, pero al parecer te has encontrado con algo que quita toda la tranquilidad posible a aquel lugar.

No se puede creer a la primera persona que grita cualquier tontería. Podría ser un mentiroso, un loco o ambas cosas. Podría estar intentando beneficiarse de la situación, aprovechándose de alguna clase de buena fe para hacer el mal o incluso simplemente por ganar al pilla pilla. Tal vez debería contar desde el principio cómo un muchacho joven, de cabello castaño y una parca barba rojiza, ha hurtado la cartera de uno de los tipos más increíbles que jamás ha pisado la isla. Pero no me interesa demasiado cómo me ha robado la cartera, sino cómo al recuperarla una puta vieja me ha acusado de ladrón. También me interesaría saber por qué esta loca va por ahí con dos espadas, pero la situación es algo desfavorable e igual me juego el cuello si pregunto yo algo.

- A ser posible a tu gimnasio. Menuda pierna buena has echado -respondo, guiñándole un ojo, y me levanto evitando la espada por los pelos-. Pero la verdad es que si me invitas a una copa también me vale.

El muchachito viene corriendo, muy seguro ahora que se piensa me tiene entre sus manos, pero yo siempre llevo fotos de la gente importante en mi cartera. La abro y se puede ver mi retrato en ella mientras le doy la espalda para meterle una patada en la cara al niñato. Tras eso me acerco a él tranquilamente; ha sido una patada suave, pero el ojo se le va a poner morado.

- Ahora te largas o llega otra.

Sale corriendo, y yo vuelvo a la muchacha. Va completamente de amarillo, como un pollito, y me inspira cierta ternura. Me acerco a ella con mi abrigo negro de plumas rojas en la capucha. Mi katana apenas se ve bajo sus faldones, pero puede presentirse por la curva en la espalda. Le sonrío con cierta jovialidad mientras recupero mi guitarra del suelo y, por fin, me presento:

- Claude von Appetit -explico-. Aunque tal vez te resulte más conocido como el Basilisco de Thesalia.

Pestañeas levemente, levantas la katana colocándole en tu hombro y ladeas el rostro con algo de duda en tus ojos.- Te puedo dar el número de mi entrenador personal si quieres, haremos algo con esas patitas de pollo.-Le guiñas un ojo al hombre, antes de dejar que se incorpore y escuchar sus palabras.- Me pensaré lo de invitarte…-Miras entonces la cartera, la foto es sin duda suya y piensas que tiene que ser muy triste solo tener fotos tuyas en la cartera o terriblemente egocéntrico, pero en fin.

-Tu ganas, te debo esa copa.- Ries de formas divertida, devolviendo las katanas a tu espalda baja, volviéndolas a cruzar.- Kia Sekai, no tengo ni idea de quién eres, pero no te lo tomes a lo personal, no tengo ni idea de quién es la mitad del mundo.-  Siempre has vivido centrándote en tus cosas y no en las de los demás, la única razón de que tus manos hayan tocado un periódico alguna vez es para ver en las crónicas de defunción si alguien interesante la ha palmado, pero nunca sueles tener suerte.

Miras la guitarra a su espalda con curiosidad, mientras tus ojos brillan un instante en contraste con los copos de nieve.- Oh, es bonita…¿Sabes tocarla? -Ladeas de nuevo el rostro, curiosa, antes de enderezarte y sonreirle.- Anda vamos a tomar algo antes de que te congeles, va a empezar una tormenta.- Un suave gesto con la cabeza, es fácil identificar la taberna desde allí, el humo de la chimenea caliente se puede apreciar con facilidad.

Eso de la patita de pollo podría resultar ofensivo, pero es cierto que las tengo un poco escuálidas. Además, si no hubiesen sido en algún momento patas de pollo ahora no serían formidables patas de gallo. De cualquier modo la chica se anima a invitarme a esa copa, aunque eso de que no sepa de mí me llega a resultar un poco incoherente. ¡Todo el mundo ha oído hablar de mí! Y si no, al tiempo. También es cierto que estamos en una isla llena de nieve y las noticias en los páramos van más bien lentas. En fin, no pasa nada.

Se fija en mi guitarra. Lógico, por otro lado, es una funda sólida en formato bandolera, cómoda y segura. Me habría costado un ojo de la cara si no fuera porque la robé. Todavía recuerdo cómo tuve que correr ese día; si me llego a encontrar a esta mujer de por medio me habría faltado hasta mar para evitarla.

- Voy a aceptar esa copa -digo, mirando al cielo. Lo cierto es que está verdaderamente encapotado, y no quiero acabar empapado como un pollito-, Kia Sekai.

Es un nombre interesante, aunque tampoco me suena de nada. Espero no olvidarlo, aunque a no ser que sea una mujer memorable lo más probable es que mi memoria se enfríe, más o menos como esta isla... Bien pensado, mejor pediré un chocolate.

- Toco -acabo respondiendo-, pero como afición. Mi vida es demasiado ajetreada como para practicar todo lo que me gustaría.

Camino junto a ella hacia el único local del que sale humo, que resulta ser una acogedora taberna de diseño norteño con maderas oscuras y acabados góticos, bastante acogedora para un rato pero tal vez demasiado recargada. Señalo dos sillones frente a una chimenea y me siento en uno de ellos, dejando la guitarra a un lado. Joder, qué gusto tras el batacazo sentarme en un cojín.

-Con que me llames Kia basta, no necesitas las formalidades señor Basilisco.- Le guiñas un ojo de forma divertida, mientras niegas calmadamente, sin duda tiene que ser un hombre interesante para tener un apodo como ese. Pero en fin, es hora de que te refugies entre las cálidas paredes de la taberna en la que en un rato comenzarás a trabajar.- Oh es interesante, yo soy músico ambulante, canto y toco en tabernas.- Le explicas con una suave sonrisa en el rostro, mientras tranquilamente os adentráis en aquel lugar.

El calor te sienta bien, pero enseguida notas que es demasiado para tu abrigo del color de la mostaza. Te lo quitas, revuelves suavemente tu cabello y aquellos ropajes coloridos y bastante provocadores salen a relucir. Como siempre te importa poco el que la gente te mire, te acercas a la barra y hablas animadamente con el dueño, antes de que te des cuenta ha aceptado contratarte para un par de canciones, a los hombres del norte les gustan las buenas historias.

Hay un grupo de gente tocando para amenizar la velada, sabes que luego solo tendrás que pedir que te acompañen y será sencillo. Luego pides un par de copas a la zona en la que estáis y el camarero las acerca, mientras le agradeces con una sonrisa.- Listo, la copa que te prometí.- Es una jarra de cerveza de cerca de un litro, pero una copa después de todo, asi que te la empiezas sin mucho problema.

Te bebes la mitad de un sorbo, mientras animada le sonríes y comienzas a preguntarle por su vida y sus cosas.- Cuéntame, ¿Qué te trae por aquí? Yo en un rato saldré a cantar algo, espero que te guste.- Dejas la copa en la mesa, miras el hogareño lugar, la nieve siempre te hace sentir que estás en casa, pero tampoco has tenido nunca una casa como tal, así que no es demasiado diferente.

Kia parece una mujer amable, de esas que te apoyan la mano en la espalda cuando tienes un problema y no tolera las injusticias. También parece bastante fuerte, y siempre he querido tener a una espadachina en mi tripulación. Tal vez sea el momento de sacar el palo de reclutar. Sin embargo, el chocolate que tenía en mente se convierte en una jarra de litro de cerveza que me pone ojitos, así que tengo asuntos más importantes.

- Músico ambulante -repito, curioso. No lleva ningún instrumento encima, y una vez veo su revelador atuendo me doy cuenta de que, si lo lleva escondido bajo la ropa, poco más que una armónica podrá ser. De todos modos, ella le queda bien a su ropa-. ¿Eres cantante a capela?

Sería lo más lógico, al fin y al cabo, pero tiene más mérito que tocar un instrumento. Con acompañamiento al final la voz se distorsiona, y si yo cantase de forma profesional -que sin duda podría- no dejaría que nada rompiese los armónicos de mi melodiosa voz. Tal vez ella piense de la misma forma, aunque cuando demuestre algo podré creerla.

- Si te digo la verdad... -Doy un trago a la cerveza, que baja un par de centímetros el nivel-, no he venido por nada en concreto. Estoy en medio de un viaje para derrotar a los más grandes espadachines. Otra vez.

Me toco la nuca mientras me recuesto. Es la segunda vez que recorro los mares en busca de un reto, pero esta vez no soy marine ni hay falsos amigos detrás de mí. En esta ocasión nada va a interponerse en mi camino; voy a lograrlo, sí o sí.

-Se tocar el piano, pero no hay siempre un piano en todas partes y eso de llevarlo a cuestas me da dolor de espaldas, así que me adapto a lo que encuentre.- Te encoges de hombros, te acaba la jarra del siguiente trago y haces otro gesto para que te traigan otra, te gusta por lo menos calentar el estómago antes de entrar en una actuación.- Digamos que de momento, canto y listo, pero haré un trato con el grupito que está ahí, espero les guste la canción.- Una sonrisa divertida y zorruna pinta tus labios, mientras el hombre empieza a recrearse en su historia y en su aventura.

Le enseñas tus katanas, solo tienes que apartar un momento el largo cabello como el oro para que vea ambos mangos y esa sonrisa vuelve de nuevo a tus labios.- Cuando quieras te pondré a prueba, no soy la mejor, pero puedo darte más dolores de cabeza que esa cerveza.- Le guiñas el ojo, mientras la siguiente cerveza tampoco parece durar demasiado en tus manos, el camarero comienza a pestañear como si fueras un fantasma y estas bastante entretenida con el señor Basilisco.

-Puedo preguntar…¿Y eso de Basilisco? ¿Por algo en concreto? -Pestañeas sin entenderlo muy bien, tal vez estás delante de alguien que es genial, épico, fantástico, pero tu solo ves a un pelirrojo bastante birria con una mirada intensa y pérdida en vete tu a saber donde.

Tal vez es eso lo que hace todo interesante, pero bueno, quizás una buena pelea después de cantar un par de canciones te acabe de subir el animo. Nada como quemar todas las calorías que cuatro o cinco cervezas de un litro pueden añadirle a tu cuerpo. Pero bueno, ahora mismo estás más interesada en la historia del emplumado caballero que tienes delante de tus ojos de hielo.

Piano... El piano es un instrumento que requiere disciplina, años de práctica y tesón. Mucho tesón. No hay talento en el uso del piano, o más bien el talento es una pequeña parte en comparación con otros instrumentos. Yo tengo talento, y aprendo muy rápido casi cualquier instrumento de cuerda desde violines a contrabajos, sobre todo punteada. Pero nunca he sido capaz de tocar más de un "estrellita dónde estás" en el piano.

- Seguro que cantas genial. -La verdad es que si no lo hace sin ayuda tan bien no debe hacerlo, pero le concedo por un momento el beneficio de la duda, aun estando seguro de que me va a decepcionar-. Sobre ponerme a prueba... Hay demasiado poder contenido en esta espada; prometí no volver a desenvainarla si no era para matar.

Lo que me hace reír, sin embargo, es que me pregunte por qué soy el basilisco. Giro la cabeza hacia ella, tranquilamente, y me quedo observándola. Es linda, de eso no hay duda, pero tampoco me dice mucho. Amable, dice algunas cosas sobre sí misma, pero sobre todo pregunta. Me gusta eso. Al fin y al cabo, si no preguntan, ¿cómo van a saber ante qué deben maravillarse?

- Gané mi nombre en Thesalia -contesto-, hace muchos años. Fue una época difícil, pero todo aquel que me miraba a los ojos acababa muerto al instante. Allí todo el mundo teme mi leyenda.

-Gracias, si todo sale bien podrás escucharlo en breve, estaré esperando tu juicio.- Mientras juegas tranquilamente con el vaso entre tus manos, no puedes evitar pensar que te gusta el hecho de que el hombre esté lo suficientemente metido en sí mismo como para no preocuparse en ti. La gente suele querer hacer preguntas después de que tu preguntes, pero de esta manera es mucho más cómodo para ella.- Es una noble decisión, pero eso quiere decir que no buscas enfrentarte con los espadachines más fuertes, si no librar al mundo de ellos.- Le miras con curiosidad, mientras la jarra acaba por desaparecer de nuevo y esa sonrisa de zorro desastroso vuelve a tus finos labios.

La historia del Basilisco hace que muevas la cabeza de arriba a abajo en silencio, mientras aceptas su historia como todos aceptan las tuyas, con una clara seguridad de que es mentira, pero sin querer romperle la ilusión.- Me siento honrada de saber que no moriré bajo el poder de tus ojos.- Un tono travieso, un gesto tranquilo y coqueto y sabes de sobra que aquel hombre no te hubiera matado aunque hubieras querido.

-Estoy segura de que algún día contaré una historia sobre ti...De momento, tendrás que conformarte con historias de otros sitios o personas.- Te encoges suavemente de hombros, mientras le miras con calma y diversión.- Y bebe, que se te calienta la cerveza.

Sabes de sobra que no todos tienen tu aguante casi demoníaco con el alcohol, pero eso no quiere decir que no estés disfrutando al meterte de esa forma con él. Tienes curiosidad por si empezara a hacer cosas raras con un par de copas de más.

Me reta a terminarme la jarra de un trago, pero intento no caer en sus provocaciones. Podría apurar una pinta, pero un litro casi son dos, y no creo que quepa tanto líquido en mi cuerpo. Pero lo cierto es que no todas las veces que intentas algo lo consigues, y me descubro bebiendo la jarra de un solo trago, solo para toser en cuanto dejo la jarra sobre la mesa.

- ¿De verdad disfrutas bebiendo así? -pregunto, golpeándome el pecho con el puño. Creo que el trago final se me ha ido por donde no debía-. Casi prefiero que para no enfriarse pidamos de pinta en pinta.

Teniendo en cuenta cómo bebe solo hay dos sitios de donde puede provenir esta mujer, pero teniendo en cuenta dónde estamos está claro que es russa. El reino Russuam, aquí al lado, está lleno de increíbles bebedores, pero también de gente con muy mal humor. Espero que esta chica solo sea de las primeras.

- No he dicho que fuera por mi mirada -contesto, igualmente, tocando el mango de mi espada-. Aunque es cierto que en esta vida hay miradas que matan.

Qué fácil sería todo si pudiese matar de un mal de ojo. También qué aburrido, en realidad. Prefiero ser un gallo, y cuando esté en la cima del mundo mi mérito será mayor, mi leyenda más épica y mi legado más glorioso. Claro que va a cantar mis historias; seguramente ya las canta, solo que no lo sabe. Todo el mundo tiende a olvidar el nombre del héroe.

-Soy de una ciudad donde esto no es alcohol, es agua, así que comprende que no me afecte demasiado.- Ries divertida sin decir mucho más, pero es verdad. Estás acostumbrada a esa clase de alcohol que te quema la garganta hasta destrozarla, ese mismo que luego te tiraban por la espalda con una sonrisa ladeada mientras llorabas.- Es costumbre de aquí ese tamaño, pero podemos bajar el ritmo si te ves agobiado.- Pestañeas divertida, casi como una niña encantadora que no teme decir lo que piensa o lo hace como si fuera de forma inocente.

El tema de la mirada te divierte, pero no puedes evitar pensar que quizás te estás divirtiendo demasiado con aquello, hay gente que ha dicho que tu mirada de hielo sería capaz de cortar a más de un incauto.- Hay miradas que matan, miradas que dan vida...La cosa es saber diferenciarlas, pero temeré tu espada si algún día nos encontramos en una batalla.- La verdad es que no temes nada en general, pero siempre queda bien decirle a un pobre iluso que le tendrás consideración con esa clase de cosas.

Un gesto llama tu atención, te levantas con una sonrisa mientras esperas que la gente se prepare.- Parece que es mi turno, ahora mismo vengo.- Es hora de que empiece el espectáculo, pero no puedes evitar sentirte algo inquieta con todo aquello, la expectación antes de un gran show que estás deseando crear.

Es la primera vez que alguien va a escuchar esa clase de canción.

- No es por el alcohol -intento explicar-. Una de las cosas a las que te enseña cocinar es a respetar cualquier ingrediente o preparado. Prefiero beberme veinte jarras de pinta y no diez de estas, porque así se mantienen mejor y puedo beberlas como merecen ser bebidas: Disfrutando cada trago.

Tal vez haya divagado un poco más de lo que debería, porque sin duda no me corto ahí. Le explico cómo la espuma debe acompañar proporcionalmente a cada trago, el poso final que hace más intensos los últimos tragos y cómo agarrar la jarra para minimizar la transmisión de calor, evitando así que el líquido se caliente. También le explico cómo funciona la boca y la impregnación de las papilas gustativas que, ante grandes masas de líquido, "se duermen". Beber a tragos está bien para calmar la sed, pero gastronómicamente es un delito.

- Tú puedes beber al ritmo que desees, pero yo prefiero disfrutar a mi manera.

No me importa demasiado que me vacilen, pero me hace perder bastante el interés en una persona. Su tono, esa risilla... Es simpática, pero no deja de ser otra incrédula más. Ojalá hubiese estado conmigo en Thesalia; si conociese ese infierno descubriría lo que es una vida difícil, no como la suya.

Por suerte antes de que diga algo de esto en voz alta la llaman a cantar, y una sonrisa avisa de que volverá en breve. Yo muevo levemente el cuerpo del sillón para poder evitar girar demasiado el cuello, y me quedo expectante mientras espero el momento en que la canción comience.

La explicación culinaria te pilla por sorpresa, no tienes ni zorra sobre el campo de la cocina y mucho menos te esperas que un hombre que va de luchador por la vida sea tan sabio sobre ese tema. Sigues con la sorpresa, asintiendo ante sus palabras con algo de duda, ya que no te esperabas que te fuera a caer una charla sobre la cocina. Esperas hasta que termine y finalmente acabas por aplaudir.-  Una charla interesante, pero lamento decirte que no se cocinar ni un huevo frito, así que no se que decirte sobre ello.- Has pasado la vida comiendo en la calle, no diferencias que está bueno de lo malo, no puedes negar que tu estómago se ha hecho de hierro ante tantas cosas.

Haces un gesto y decides no seguir con la conversación, no es algo que te apetezca hablar ahora mismo y sabes de sobra que el chico piensa que él es más importante, más digno y que ha vivido una vida oscura llena de penas y lamento. Bien por él, tu vida es la que es y hace años que has dejado de quejarte por ello, sea como sea aprendes a levantarte y a seguir.

Luego de aquello hablas con los músicos, finalmente se preparan para tocar y la melodía comienza poco a poco a elevarse mientras que cantas.

La historia habla sobre una flor y una mariposa, como un día una mujer se levanta transformada en una mariposa que vuela de un lado a otro buscando una flor de la que finalmente, se enamora. Casi como embrujada, perdida en cierta forma, tu voz guía el cuento en la taberna y la gente se queda callada para escuchar tranquilamente.

Poco a poco cuentas como la mariposa se pierde por la flor hasta no poder más, hasta que ella desea ser atrapada y amada por la flor, hasta desaparecer tranquilamente.

Mucha gente no sabe cocinar. No está mal, no todo el mundo tiene que saber hacer de todo, y por lo menos Kia ha tenido la delicadeza de no decir que le importa una putísima mierda lo que estoy contando. Tiene sus cosas, pero esta chiquilla parece buena persona. Aunque resulta extraño que una mujer viajera no sepa cocinar, a no ser que tenga un séquito de sirvientes que lo hacen todo por ella. ¿Será esta músico ambulante en realidad una princesa viajera? No me extrañaría, y en parte todo encaja. Sus armas parecen demasiado buenas, forjadas en el Nuevo Mundo seguro, y algo que requiere tanto esfuerzo como el canto o el piano no son cosas de pobres.

- Está bien, descuida. -No es difícil percatarse de que algo le incomoda, así que espero en el sillón mientras se levanta y observo cómo se prepara para cantar.

El grupo parece conocer la canción, o al menos entender lo que les está pidiendo para improvisar algo medio decente. Consiguen ponerse de acuerdo y todo comienza: desde luego, soy un aficionado comparado con ella. Bueno, soy un aficionado, aunque si tuviera más tiempo...

Lo que me escama es, sin embargo, la canción que ha elegido. No puedo evitar que me inspire cierta ternura, pero niego con la cabeza. ¿Cómo puedo tener semejante magnetismo? Apenas nos conocemos de hace unos minutos y ya me está dedicando una triste canción de amor. ¿Qué si no justifica que se haya ido tan apurada a cantar? Nunca sé cómo afrontar estos momentos, me da tanta rabia tener que negarle algo a la gente.

Espero a que vuelva, y hay dos nuevas jarras de litro en la mesa. Bueno, la mía está dentro de una cubitera para mantenerse fría, y aunque así no es la forma idónea es la que ella ha elegido para nuestra primera cita. Lo menos que puedo hacer es apreciarlo.

- Kia... Ha sido una canción preciosa. -No puedo decirle la segunda parte. No puedo decirle que no me siento atraído por ella. ¿Cómo voy a romperle el corazón?

Haces pequeñas reverencia a la gente que te aplaude, sonríes animada disfrutando de sus halagos y sus palabras. Poco a poco hablas con las personas que se cruzan en tu camino a la mesa, mientras el dueño te da un fajo de billetes y sonríes aun más, como adoras que te paguen por hacer algo que se te da tan bien y disfrutas haciendo.

Te sientas en la mesa, agradeces sus palabras con un simple movimiento mientras guardas el visible fajo de billetes en tu bolsillo. Nuestra dama ladea el rostro, sabe de sobra que hombre está esperando decir algo, pero como no parece decirlo simplemente te quedas ahí, encoges tus hombros y bebes con toda calma de tu jarra para mirarle.- Me alegra te gustara mi espectáculo, es la canción que más suelo cantar, a la gente le gusta y suelen pensar que el amor es bonito.- Un gesto extraño en tus labios, mientras tus orbes de hielo simplemente niegan con tranquilidad.

Es esa clase de cosas que hacen que tu estómago se revuelva por un instante, pero en seguida prefieres centrarte y mandar a tu pasado a una esquina, donde no pueda dar demasiado por culo.- Han decidido contratarme por unos días, me quedaré en una habitación de la posada que tienen, ¿Tu tienes donde quedarte? -A diferencia de ti, el hombre no parece especialmente acostumbrado al frío y dudas que sepa encontrar un lugar en el que quedarse a dormir, aunque bueno, quizás con sus dotes de cocina pueda trabajar en una cocina como ayudante o algo.

Oh, no, qué he hecho. Desvía la mirada, sin duda está avergonzada. Le he destrozado el corazón y la he obligado a buscar una excusa para esa canción. Y es una canción tan bonita, cargada de sentimiento y emociones... No puede ser la que más canta, o eso o es muy enamoradiza. Pero claro, tiene sentido que se enamore de mí a primera vista, y seguramente sea la última. ¿Cómo demonios voy a cortar esto? Necesito encontrar la manera de no hacerle daño, pero se me nota en la expresión, gélida y aterrada por un segundo, cuando me dice de compartir habitación.

- E-está bien -tartamudeo, mirando hacia la cerveza y apurándola de un trago-. Total, mi barco no sale hasta mañana y así no tengo que buscar alojamiento.

En realidad ya lo tenía buscado, una casa en bastantes buenas condiciones cuya puerta forcé hace un par de días y de la que entro y salgo tranquilamente, pero no sé si en medio de la tormenta lograré orientarme por las calles. Tampoco sé cómo demonios le he dicho que sí, si está deseando meterse en la cama conmigo... Venga Claude, piensa. Espera, Tienen cocina. ¡Tienen cocina! Puedo hacerme con ella y estar hasta que Kia se duerma, entonces acostarme en algún sillón o lo que sea y disculparme por la mañana diciéndole que no quería despertarla. Si es que soy un genio. Lo mejor es que así podré no partirle el corazón.

- Pero me sentiría en deuda si no ayudase yo a pagarla. -La verdad es que me da igual; nunca pago nada. Sin embargo, es una buena excusa-. Tal vez debería ayudar con la cocina, a ver qué se cuece.

Como quien no quiere la cosa, me alejo a preguntar a la camarera si hay algo con lo que pueda ayudar. Me dice que están buscando un pinche, así que acepto. No le digo que el pinche será el puto gordo inútil de la cocina, pero saco mi manta de cuchillos de la bandolera y entro a la cocina, poniéndome mi mandil de "Kiss the Cock", con un gallo dibujado. Es hora de la fiesta.

-¿Todo bien Claude? Te noto nervioso…- Es entonces que te das cuenta de algo, está inquieto, evita miradas largas, el contacto contigo es algo que parece quemarle y decides hacer algo para probar las aguas. Cuando habla del tema de dormir, no puedes evitar ponerle una mano en la suya, sonreír de esa forma zorruna y luego, pestañear de forma tranquila.- Siempre puedes compartir habitación conmigo…¿Sabes? - Te aguantas la risa, hay dos opciones, o le gustas y le pones nervioso, o no le gustas y le pones igualmente nervioso, sea cual sea la opción, te encanta verlo perder todas y cada una de las plumas.

Finalmente lo ves levantarse, hablar de la cocina y haces un gesto de la mano para que pase, sonriendo divertida.- Toda tuya, estoy segura de que agradecerán cualquier mano posible.- Lo dejas corretear a la cocina y mientras te estiras algo inquieta. Hay una figura al fondo de la taberna que no para de mirarte y no te gusta lo que ves en sus ojos.

Uno de los camareros pasa por tu lado, lo paras un momento y le dices que no mire hacia donde estás señalando con la mirada, pero le preguntas si sabe algo del tipo barbudo de la esquina. Lo único que atina a decir algo nervioso es la palabra pirata y tu no puedes evitar asentir en silencio. Dejas que se vaya y le metes algo de propina en el bolsillo, mientras te recuestas calmadamente en la silla y lo ves levantarte.

Sabes de sobra a que mesa se acerca.

No puedo evitar fijarme en su mano. Es pequeña, pero no particularmente delicada. Hace trabajos manuales, más allá de tocar el piano. Tal vez el arpa, o costura. Están demasiado cuidadas para dedicarse a la cocina, y ya ha reconocido que no tiene idea de cocinar. Cada vez cobra más fuerza la teoría de que sea una jovencita ricachona. Y eso, aun a las malas, podría aprovecharlo en mi favor.

- Eso -afirmo, clavando mi mirada en esos ojos azules-, es todo lo que podría pedir para rematar una velada ideal.

Me levanto con prisas igualmente y entro en la cocina. Mientras berreo con el cocinero, solo puedo pensar en que los cuchicheos y chismorreos de los asistentes de cámara son el camino más rápido hacia la fama: Si duermo con ella, más pronto que tarde seré la comidilla de Russuam por mi descaro. Me haré famoso. Y seguro que hay algún duque o príncipe celoso de su virtud que me reta a un duelo. Más fama, más fama... Y todo tan fácil. Incluso chillo al gordo con más energía sabiendo que mañana seré la comidilla de la alta sociedad.

- ¡Que la lasaña no lleva horchata! -intento explicarle. ¿Cómo ha conseguido chufa siquiera? -. ¡Se utiliza bechamel, o si eso queso! ¿Qué guarrada de reducción con mantequilla y vino estabas intentando preparar?

Acabo pegándole una patada en la cara. Parece que voy a tener que trabajar solo, pero tras ver los ingenios gastronómicos de este interfecto casi lo prefiero. Le robo el gorro de cocina, descubriendo su reluciente calva, y compruebo que ni siquiera está limpio. Y huele raro. Va a ser una jornada muy larga, así que saco el mío propio de mi bandolera. Es de color rojo y una silueta de gallo en la parte delantera lo decora, muy a juego con el delantal. En fin...

- Time to cock -digo en voz alta, sacando mis cuchillos, y empiezo a trabajar.

En las cámaras apenas hay nada, pero aun con conservas y alguna que otra verdura fresca logro sacar adelante una lasaña que logro hacer, como mínimo, deliciosa. Bueno, para unos estándares normales, porque si hubiese tenido carne fresca y un momento para hacer mi propia pasta estaría mucho mejor. Pero la bechamel con un toque de chocolate y la pasta cocida en leche le dan un toque único, agridulce, que casa muy bien con el relleno.

Por supuesto pongo mucha salsa, dado que así por lo menos disimulo que la carne no es tan buena, y mientras todo esto está en marcha voy dejando los preparativos para el resto de platos. Es hora de que alguien imponga orden en este chiringuito.

Las palabras del señor Basilisco te hacen alzar una ceja, pero no dices nada más al respecto, ha tenido sus huevos, se lo admites.- Entonces prometo hacer de tu noche la mejor de tu vida.- Y pobre del pobre que dude de tus capacidades para doblegar a un hombre como si fuera una simple gota moviéndose entre tus dedos. Pero ahora mismo no tienes que centrarte en eso, hay más cosas dando vueltas por tu mente.

En seguida hay revuelo en la cocina, hasta un tonto podría darse cuenta de ello, pero ese no es el caso, ahora mismo estas más interesada en el hombre que toma asiento tranquilamente enn donde antes estaba el pelirrojo.- ¿Puedo ayudarle en algo, caballero? -Ladeas suavemente el rostro, mientras el hombre se prepara para hablar. Antes de que tome aire para molestarte en decir algo lo paras.- Espera… La verdad es que no me interesa que demonios me puede decir un pirata, así que levántate de esa silla, vuelve a la tuya y apártate de mi vista, o te apartaré yo misma de ella.- Y la amenaza en tu voz corta tanto como el hielo de tus ojos, pero el hombre parece lo suficiente persistente como para querer hablarte. Frunces el ceño, antes de que abra la boca tu katana ha empujado la mesa y el arma en tu mano izquierda se ha clavado en la silla, mientras le mira.- ¿Hablo un idioma diferente para ti? - Otros hombres se levantan del final de la taberna, bufas.

Empujas la mesa a su sitio, quitas la katana de la silla y la guardas, mirándolos por encima del hombro no puedes evitar negar.- Salgamos fuera, y joder decirle al gilipollas de vuestro jefe que deje de mirarme el escote como si eso fuera a hacer que le hiciera caso.-Haces un gesto desde la cocina, esperando que Claude te vea, quizás quiera ayudar o tal vez pase, pero bueno, es hora de sacar la basura de la taberna.

La verdad es que la cocina se está llenando de unos aromas deliciosos. Ya estoy deseando probar la lasaña al chocolate, y el olor de las verduras recién cortadas resulta extremadamente agradable. Sin embargo escucho un par de ruidos en el exterior y miro por la ventana. ¿Se puede saber qué demonios ha liado esta mujer en un segundo? ¡Que nos van a hacer pagar la tapicería! Y encima llegan tres más para ayudar al pobre diablo que la ha ofendido. No sé cómo, pero para comportarse así la chica tiene que estar ofendida, porque no he escuchado a nadie gritar "al ladrón". Pero por lo menos lo de joven adinerada e indefensa queda totalmente descartado. Puede ser una joven adinerada, pero entre lo de antes y esto no es indefensa. En cambio, es totalmente imprudente.

¡Y encima mira hacia aquí! Me hace un gesto esperando que la ayude, pero estoy en una encrucijada. Si salgo ahora la lasaña podría quemarse, pero si apago el horno para evitar eso luego podría no tomar consistencia. ¿Qué hago, qué hago? No puedo parar una cocción una vez ha empezado, pero tampoco puedo dejar a la chica sin ayuda... Joder, Kia. ¿No podías esperar al menos diez minutos más? Espera... Diez minutos, cuatro personas... Algo puedo hacer.

Me alejo de la ventana y lleno un bol de agua. Abro el horno y extiendo la bandeja, cortando un poco de papel de aluminio y tapando la parte superior de la fuente. Subo la temperatura al máximo y meto el agua en la parte de abajo. Así solo necesitaré un minuto o dos para que todo esté listo, y cierro el horno.

- ¡Dame dos minutos! -grito, asomándome a la ventana para ver la situación. Ya tiene a los tres encima, mientras el resto de la tripulación observa.

Empiezo a ponerme tenso mientras cuento los segundos. Uno, dos, tres... Demasiado lento. ¡Espera! Tengo una idea. ¿El agua ya hierve? Vuelvo a abrir el horno y, efectivamente, hierve. Me pongo una sucia manopla acolchada y lo saco, abriendo la puerta y lanzando los tres litros aproximadamente del cacharro sobre el resto de gente. Tras eso, cierro tanto puerta como horno mientras un par lloran por sus ojos y otros dos se ponen en guardia, viniendo a por mí, mientras el capitán sigue mirando como un pasmarote.

Cierro el horno. Queda un minuto, y debo proteger esta lasaña con mi vida.

Con ambas katanas a la espalda miras a los hombres, ladeas suavemente el rostro cuando el capitán se queda detrás y niegas suavemente.- Se que no tengo pinta de ello, pero deberíais hacerme caso cuando os digo que os hará falta toda la ayuda posible.- Ellos te ignoran, el primero se lanza a darte un puñetazo, haces una pisada en diagonal, un movimiento rápido y la empuñadura de tu mano derecha se clava en su costado, antes de que le des un rodillazo en el estómago y lo alejes. Das un paso atrás esquivando el espadazo,apartas la espada con la katana izquierda y la derecha le da un fuerte golpe en la cabeza, usando la parte sin filo.

-Fuera dos…¿Quién es el siguiente? - La gente no lo sabe, pero aparte de cantante y esas cosas, te dedicas a hacer de guardaespaldas o de seguridad en los lugares en los que te quedas, como una ayuda extra por todo lo que hacen por ti. Normalmente te dan casa, algo de comer y un dinero sustancioso dependiendo de la gente que atraigas, y siempre suele ser mucha así que sales ganando.

Ahora mismo para ti, simplemente estás haciendo la otra parte de tu trabajo.

El tercero se prepara para sacar una pistola, pero das un paso más rápido de lo que él puede llegar apretar el gatillo y la dureza de tu katana hace que partir el cañón sea cosa de niños, finalmente le miras.- ¿Va a venir vuestro capitán? Me estoy aburriendo…-El hombre tira el arma, asustado de la mirada de hielo de tus ojos, mientras tú simplemente giras ambas katanas entre tus manos.

El segundo al mando parece dispuesto a salir a jugar antes de que su capitán tenga que hacer algo, no vamos a negar que al menos te estás divirtiendo con todo aquello.

Empiezo a escuchar ruido fuera. ¿Por qué cada vez que miro por la ventana esta chica la lía más? No tengo tiempo de pensarlo; un tipo intenta entrar a mi cocina, así que le meto una patada en la puerta. Lo retrasa, claro, pero no lo detiene, y abre con mucha más agresividad que antes. Yo, por mi parte, debería haber previsto eso, porque nuestro choque hace que la madera colapse en cientos de astillas. A él se le clavan algunas en la mano; a mí, por suerte, ninguna. Casi mejor, porque el quejido me hace entender que eso duele.

- ¿Tú estás seguro de que quieres enfrentarte al Basilisco de Thesalia? -pregunto, entrecerrando los ojos en una mirada amenazante-. Porque podría ser lo último que hagas en tu vida.

No parece que le haya intimidado, pero usa una espada y la cocina es muy pequeña. No tiene maniobrabilidad, así que yo me monto sobre una mesa accesoria y doy una voltereta hacia atrás, quedando protegido por ella y empujándola contra él antes de que consiga dar el primer tajo. Sin embargo no puedo hacer demasiada fuerza y pronto me frenan, tanto el primero como su amigo. Le daría una patada, pero entonces no podría controlar la dirección del golpe, y opto por sacar mi arma secreta.

Enciendo las freidoras con un codazo al tiempo que el horno pita, y ahora es una cuestión de vida o muerte. Golpeo la mesa y embisto hacia ella una vez se levanta, duplicando su aceleración. Duele, pero nada que un par de cervezas no arreglen. Intento apagar el horno y me doy cuenta por fin de que sigo llevando las manoplas y el bol conmigo. Tengo tiempo de quitarme una para girar las ruedas mientras el bol cae al suelo, justo a tiempo para que la mesa se me venga encima y quedarme yo en el suelo, cargando mi ballesta mientras me preparo para el gran espectáculo.

- ¡Dónde se ha metido! -pregunta uno, a voz de grito-. ¿Cómo se ha podido esconder?

Su compañero apunta hacia la mesa. No puedo verlo, pero lo sé porque veo sus pies moverse y noto el pesado silencio que ha caído de pronto. Bueno, tocará improvisar. Junto todas mis fuerzas para elevar hacia el techo la mesita, rodando hacia el lado en cuanto lo hago y disparando una pluma contra el de delante, y le acierto en el ojo. No se ha hundido mucho más, pero el dolor será suficiente como para tenerlo distraído. Me quito, ahora sí, la segunda manopla con los dientes, y saco el cuchillo.

- Voy a contar hasta tres -amenazo, esta vez con un tono mucho más oscuro-. Corre o muere. Cinco...

-Creo que no sois conscientes de una cosa…-Los hombres se tensan un momento, giras ligeramente la katana dejando a la vista el filo, mientras con calma pones la katana en posición de ataque.- Aun no he ido a matar...Pero las cosas van a cambiar.- Sobretodo si siguen empeñados en matarte, cosa que se ve en sus ojos que es la clara intención, es una pena, pero estás acostumbrada.

Adoras como queda el color de la sangre encima de la blanca nieve.

El primer hombre busca cortarte con un hacha, la paras con la katana izquierda obligandole a levantar el brazo y la katana derecha le corta el costado, hasta cerca del estomago con una facilidad pasmosa. Aguantan la respiración y simplemente ladeas el rostro, alzando una cejas les haces un gesto para que salten a por ti. Les acabas de demostrar que si no van en serio, terminaran muriendo todos y cada uno de ellos, uno a uno bajo sus armas.

Se tiran tres seguidos, lejos de sentirte presionada relajas el cuerpo,esquivas el primero con un paso corto a la derecha, dejando que pase de largo lo atraviesas de lado a lado, pateandolo contra el segundo para evitar su ataque. Cortas el brazo del tercero, tirándolo contra el cuarto y el quinto se come un puñetazo con la katana agarrada en tu mano, partiéndole la nariz.

-Vamos...Podéis hacerlo mucho mejor.- Solo queda el capitán, que te mira en una mezcla de furia y orgullo, sabes de sobra que es el momento en el que pierde todo rastro de cordura y explota. Entonces los ruidos de la cocina te llaman la atención, intentas ver si el señor Basilisco está bien, pero al parecer tendrás que esperar para saberlo.- ¡Venga hombre, que te pierdes lo interesante! - El capitán te mira incrédulo y tú alzas una ceja.- ¿Qué? Me gusta dar algo de espectáculo a veces.

El tipo parece acobardarse por un momento. Da un paso atrás, busca la puerta sin darme la espalda, respira alterado. Puedo oler su miedo, verlo temblar ligeramente, dudar. Para él los segundos deben estar siendo eternos, pero para mí lo son más. Lo cierto es que, aunque me vea bastante seguro, no estoy particularmente cómodo peleando en una cocina. El más sencillo traspiés puede significar que me caiga con todo el equipo, o que me resbale y quede a su merced. Parece que él llega a la misma conclusión que yo: Estoy en desventaja.

El tipo al que he dejado tuerto logra levantarse pese al dolor, y me mira con furia. Estoy seguro de que a estas alturas ya ni siquiera lo siente, porque se arranca la pluma y puedo ver el globo reventar mientras se lo retira. Él también tiembla, así que tal vez el dolor no se le haya ido, o sea de pura furia... En cualquier caso son dos contra uno, y ahora no tengo una mesa para evadirlos. Sin embargo, sí tengo algo con lo que defenderme. Y aunque lo voy a utilizar, lógicamente, esta vez no es mi pico de oro.

- Os estoy dando una oportunidad -explico, amenazante. Puedo escuchar el burbujeo, pero evito sonreír. Doy un casual paso atrás-. U os marcháis ahora o no podréis marcharos.

Eligen no marcharse. No importa. Nunca he sido un asesino, pero mentiría si dijese que no disfruto matando delincuentes. Hace años era la sensación de haber hecho justicia; mientras viajé con Roy fue la de estar haciendo lo correcto. Ahora simplemente es un hormigueo suave, un cierto placer en la idea de que, pese a la vida que he elegido, hago mi propia justicia. Por eso cuando se abalanzan sobre mí tiro el cuchillo y saco las mallas de la freidora. Los atrapo como si fuese un cazamariposas hirviendo, y aprovechando su propia inercia los empujo contra el aceite, que bulle dentro de la máquina.

Sé que intentan gritar; sé que intentan resistirse. Sin embargo, lo que más me importa ahora mismo, mientras sus caras se van desintegrando, es el estropicio que estoy haciendo aquí. El aceite cae a chorretones por la encimera y mancha el suelo de oro y sangre, y aunque mi indiferencia me hace pensar en si no habré pasado demasiado tiempo con Roy, reconozco al capitán. No recuerdo su nombre, pero su lista de delitos sí, y cualquiera que le siga merece la misma muerte que él. La peor de las muertes, de hecho.

Pero, antes de eso, aparto los cadáveres a una esquina y cojo una fregona. Debería limpiar este desastre.

Notas que el hombre no te escucha, bueno, en realidad ni el capitán ni el señor Basilisco parecen atentos a lo que salga de tus labios. El primero tiene la vista entre tus espadas y el escote, y el segundo parece tener su propia fiesta en la cocina. Sea como sea, las espadas de tus manos giran en un simple pero bien coordinado movimiento.- Saquemos la basura, tengo hambre y viene un buen olor de la cocina.- No sabes de qué es el olor, pero te gusta y tienes curiosidad por lo que ha cocinado el hombre, no para de ganar puntos si lo que cocina tiene ese buen aroma.

Sea como sea, el pirata se prepara y antes de que te des cuenta está intentando formar una extraña esfera con las manos, ha agarrado nieve y esta comienza a tomar forma de esfera entre sus manos.- ¿Guerra de bolas de nieve? -Pero deja de sonar gracioso cuando al esquivar la bola esta hace un buen agujero en el suelo.- ¿No me digas que tú te has comido una de esas frutas raras? -No me jodas…¿Y va a ser verdad que funcionan? Viajas con una en el bolsillo, dudando de que tan realistas son sus poderes pero joder, ese tío hace bolas con las cosas y las lanza de manera muy rara.

Total, que entre risas de malvado y mierdas varias te habla de una akuma que crea esferas de cosas que lo rodean y le permite lanzarlas y bla bla, a la segunda parte tu cerebro ha descolgado, y tienes curiosidad…¿Qué demonios haría esa akuma para que ese hombre la deseara tanto? Frunces el ceño, cortas la siguiente bolsa y con una finta, que por si no sabéis Dark le ha plagiado, consigues dejar un buen tajo en su cuello.

El hombre se cae al suelo y te giras sobre tus talones para ver un momento la bola que te ha caído cerca, por tu suertes sigues intacta. -Bien…-No acabas la frase, te giras dispuesta a acabar con el hombre ya que ha dado señales de levantarse, pero resulta que no hace falta que lo hagas.- Pienso desplumarte esta noche.- Y la sonrisa de zorro travieso que pinta tus labios deja claro que no es una advertencia, es una amenaza en todas las reglas.