Dark Satou
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Era hora de dar el primer golpe a la cadena que había estado montando. Si realmente gozaba de una amnistía hasta que el juicio ocurriese —cosa la cual no sabía a ciencia cierta, pero era lo más probable—, iba a aprovecharla al máximo. Sabía que todo lo que hizo en Jaya estuvo mal, por lo que tocaba clavar su bandera en un gobierno que estaba podrido por dentro. ¿Y con quién mejor podía hacerlo que con ella? Eran muy parecidos, y sus habilidades procedían de la misma familia de frutas. A pesar de tener pequeñas diferencias, tanto su mesmerismo como su influencia en el deseo podían derrocar islas desde dentro. Además de una simple cosa: le divertía mucho hacer locuras con ella. Quizás escalar de montar en góndola a influenciar en una isla entera era un paso mayor, pero se iban a divertir.
Y por ello mismo había quedado con Lysbeth Ardian delante de Thesalia: gracias a estar tan cerca de Samirn, lo único que tuvo que hacer fue volar hacia la zona y buscar la basta presencia de la súcubo. Además de que, para qué mentir, el Loreley se veía a cientos de metros de distancia. No había tardado mucho en pensar lo que iban a hacer, pero quería darle una pequeña pincelada de su amiga. Estaba seguro de que vendría con un plan igual de bueno que el suyo, y para qué mentir. Quería de alguna forma entretenerla. Le había jodido escuchar la historia de la pirata, sobretodo si se parecía tanto a la suya. Y quizás podría entretenerla unos días gracias a lo que iba a proponerle. Por lo que aterrizó con cuidado, intentando no partir la cubierta, y se abrió de brazos para recibirla.
—Nee nee, Lys-chan —dijo casi como un crío pequeño—. ¿Cómo estás? ¿Estás preparada?
Le indicó con un dedo hacia la cabina donde se encontraba el timón, dirigiéndose hacia esta tras saludar y escuchar lo que tenía que decirle. La verdad es que le había dado pequeñas pinceladas por la llamada en la que quedaron: dos cosas le dijo, sin demasiado contexto: Thesalia y joder un gobierno. Y si estaba allí es porque estaba casi igual de interesada que él en hacer aquello. ¿Seguiría bien? ¿Habría escuchado el cassette? No lo sabía. Pero no lo quería de vuelta todavía. No hasta que le dijese su verdadero nombre, o por lo menos la esplendida —o más bien fatídica, conociendo el contexto— noticia de que había recuperado la memoria.
—Ya tengo estudiada Thesalia entera. No ha sido demasiado difícil destripar su historia —exclamó mientras sacaba de su sombra una mesa entera, con una bolsa. Procedió inmediatamente a colocarla al lado del timón y empezar a mover piezas y papeles—. Verás, sé que te gusta divertirte. ¿Qué dices a derrocar un gobierno entero y mandar sobre una isla desde las sombras? —Tomó una pequeña pausa—. Estoy seguro de que no se esperan a dos demonios.
Efectivamente, era imposible esperarse aquello. ¿Por qué? No habían hecho nada previamente. No tenían fama local. Eran simplemente dos piratas solitarios poderosísimos en una aventura épica que seguramente tendría barcos, gigolós y scorts, negocios turbios, corrupción, chantaje y... el demonio y la súcubo.
Y por ello mismo había quedado con Lysbeth Ardian delante de Thesalia: gracias a estar tan cerca de Samirn, lo único que tuvo que hacer fue volar hacia la zona y buscar la basta presencia de la súcubo. Además de que, para qué mentir, el Loreley se veía a cientos de metros de distancia. No había tardado mucho en pensar lo que iban a hacer, pero quería darle una pequeña pincelada de su amiga. Estaba seguro de que vendría con un plan igual de bueno que el suyo, y para qué mentir. Quería de alguna forma entretenerla. Le había jodido escuchar la historia de la pirata, sobretodo si se parecía tanto a la suya. Y quizás podría entretenerla unos días gracias a lo que iba a proponerle. Por lo que aterrizó con cuidado, intentando no partir la cubierta, y se abrió de brazos para recibirla.
—Nee nee, Lys-chan —dijo casi como un crío pequeño—. ¿Cómo estás? ¿Estás preparada?
Le indicó con un dedo hacia la cabina donde se encontraba el timón, dirigiéndose hacia esta tras saludar y escuchar lo que tenía que decirle. La verdad es que le había dado pequeñas pinceladas por la llamada en la que quedaron: dos cosas le dijo, sin demasiado contexto: Thesalia y joder un gobierno. Y si estaba allí es porque estaba casi igual de interesada que él en hacer aquello. ¿Seguiría bien? ¿Habría escuchado el cassette? No lo sabía. Pero no lo quería de vuelta todavía. No hasta que le dijese su verdadero nombre, o por lo menos la esplendida —o más bien fatídica, conociendo el contexto— noticia de que había recuperado la memoria.
—Ya tengo estudiada Thesalia entera. No ha sido demasiado difícil destripar su historia —exclamó mientras sacaba de su sombra una mesa entera, con una bolsa. Procedió inmediatamente a colocarla al lado del timón y empezar a mover piezas y papeles—. Verás, sé que te gusta divertirte. ¿Qué dices a derrocar un gobierno entero y mandar sobre una isla desde las sombras? —Tomó una pequeña pausa—. Estoy seguro de que no se esperan a dos demonios.
Efectivamente, era imposible esperarse aquello. ¿Por qué? No habían hecho nada previamente. No tenían fama local. Eran simplemente dos piratas solitarios poderosísimos en una aventura épica que seguramente tendría barcos, gigolós y scorts, negocios turbios, corrupción, chantaje y... el demonio y la súcubo.
Aki D. Arlia
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Exactamente, para recapitular, ¿cómo había acabado ahí?
Oh, cierto, joder un gobierno.
El de Thesalia, para ser más exactos. Nunca había estado en el lugar, pero quien le había avisado era Dark y hasta ahora no había demostrado mal criterio. Estaba segura de que cuando le explicara la situación entendería a qué venía la emergencia, pero no iba a negar que la propuesta le interesaba sumamente. Sonaba caótico, complejo y entretenido. Una maravilla de plan. Por no hablar de que la idea de conseguir una segunda residencia le tentaba bastante. Entre una cosa y otra, lo cierto era que empezaba a estar un poco harta de tanto navegar.
Podía ver la isla acercándose, pero no hizo falta que llegara hasta el puerto. Dark aterrizó con suavidad en medio del Loreley y ella salió a cubierta a recibirle con una sonrisa. Le dio un pequeño abrazo, contenta de volver a verle. Todavía recordaba lo bien que se lo habían pasado en las calles de Water Seven.
-¿Preparada? Yo siempre, aunque todavía no entiendo qué tiene esta isla de especial.
No conocía mucho de Thesalia. Sabía que Claude era de allí, pero eso no le decía nada importante. E intuía que si Dark quería hacerse con el lugar, algo sucio tenía que estar sucediendo en su forma de gobernar. Y si era así, estaba más que encantada de echar una mano. Atendió mientras iba colocando todas las figuritas y papeles. Le habría llevado a una de las salas del barco, pero había empezado a montarlo todo de la nada y no quería interrumpirle; parecía ilusionado.
-Incluso aunque nos esperasen.- Comentó con una pequeña sonrisa.- No creo que pudieran hacer nada al respecto. Pero cuéntame entonces, ¿por qué Thesalia?
Se estaban acercando cada vez más. Lysbeth no se había molestado en cambiar las velas de su barco, había hecho los deberes y una cosa que sí sabía era que la marina no operaba en la isla. Suponía que tendrían alguna clase de seguridad propia, pero mientras no armaran jaleo no tenían motivos para atacarles. Contempló los edificios blancos con interés mientras llegaban al puerto y una vez hubieron atracado, se recogió el pelo en una coleta y le tendió una mano a Dark para ayudarle a saltar a tierra firme.
-Bueno, estoy lista. Juguemos.
Oh, cierto, joder un gobierno.
El de Thesalia, para ser más exactos. Nunca había estado en el lugar, pero quien le había avisado era Dark y hasta ahora no había demostrado mal criterio. Estaba segura de que cuando le explicara la situación entendería a qué venía la emergencia, pero no iba a negar que la propuesta le interesaba sumamente. Sonaba caótico, complejo y entretenido. Una maravilla de plan. Por no hablar de que la idea de conseguir una segunda residencia le tentaba bastante. Entre una cosa y otra, lo cierto era que empezaba a estar un poco harta de tanto navegar.
Podía ver la isla acercándose, pero no hizo falta que llegara hasta el puerto. Dark aterrizó con suavidad en medio del Loreley y ella salió a cubierta a recibirle con una sonrisa. Le dio un pequeño abrazo, contenta de volver a verle. Todavía recordaba lo bien que se lo habían pasado en las calles de Water Seven.
-¿Preparada? Yo siempre, aunque todavía no entiendo qué tiene esta isla de especial.
No conocía mucho de Thesalia. Sabía que Claude era de allí, pero eso no le decía nada importante. E intuía que si Dark quería hacerse con el lugar, algo sucio tenía que estar sucediendo en su forma de gobernar. Y si era así, estaba más que encantada de echar una mano. Atendió mientras iba colocando todas las figuritas y papeles. Le habría llevado a una de las salas del barco, pero había empezado a montarlo todo de la nada y no quería interrumpirle; parecía ilusionado.
-Incluso aunque nos esperasen.- Comentó con una pequeña sonrisa.- No creo que pudieran hacer nada al respecto. Pero cuéntame entonces, ¿por qué Thesalia?
Se estaban acercando cada vez más. Lysbeth no se había molestado en cambiar las velas de su barco, había hecho los deberes y una cosa que sí sabía era que la marina no operaba en la isla. Suponía que tendrían alguna clase de seguridad propia, pero mientras no armaran jaleo no tenían motivos para atacarles. Contempló los edificios blancos con interés mientras llegaban al puerto y una vez hubieron atracado, se recogió el pelo en una coleta y le tendió una mano a Dark para ayudarle a saltar a tierra firme.
-Bueno, estoy lista. Juguemos.
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Llegaron las preguntas. Era lógico: pero iba a responderlas. A su ritmo, claro.
—Porque odio la corrupción. ¿Qué mejor corruptos que nosotros, Lys-chan? —Preguntó con una sonrisa pícara.
Le agradeció con un gesto de cabeza la ayuda con las figuras y papeles y empezó a señalar con el dedo de un lugar para otro, explicando las posibles rutas que podían tener entorno a varios géneros: guardia de la isla, material de las minas y paseos de habitantes. Era muy importante ser discretos, por lo que esperó que Lysbeth memorizase todo lo que le había enseñado. A él no le costaba memorizar nada, por lo que si necesitaba ayuda le dibujaría un croquis en un papel por otro lado. No dibujaba bien, pero sería lo suficientemente entendible como para que no se perdiese.
—Por cierto... Allá donde vayamos, siempre será un lugar especial —aclaró poniendo la mano en su cadera—, somos fabulosos. Pero ese no es el problema; el objetivo real es suplantar a una serie de parejas que pueden optar al parlamento. El objetivo será adentrarnos como supuestos nobles, estudiar el comportamiento de la pareja que queramos suplantar y polimorfarnos en ellos.
Se quitó la parte de arriba del kimono y la dejó en la cubierta del Loreley, agarrando la mano de Lysbeth y dedicándole una cálida sonrisa. Saltó con ella y una vez aterrizaron en el suelo, miró hacia Thesalia. La estructura era tal y como había estudiado: la costa era bastante escarpada —cerca del puerto en el que habían embarcado— y podía escuchar una y otra vez el oleaje chocando contra las rocas de la isla. En cierta parte le relajaba el sonido. Paró un momento para disfrutar la brisa contra la piel de sus brazos y elevó brevemente estos, cerrando los ojos e inspirando una bocanada de aire.
—¿Te unes? —Preguntó, aún con los ojos cerrados y la sonrisa—. Esto es la calma antes de la tormenta.
Se centró con la postura y empezó a polimorfarse, adquiriendo un aspecto de lo más peculiar: un traje de dos piezas negro, acompañado de una camisa blanca con los dos botones de arriba desabrochados. No llevaba corbata y el cuello iba a su rollo, pero no le importaba demasiado. Después echó hacia atrás una mata de pelo blanco, dándole un aspecto engominado. Todavía conservaba parte de volumen, por lo que le daba cierto atractivo que a él le encantaba. Abrió los ojos, con un color azul claro en cada uno de las pupilas: no las tenía rasgadas, pero podía notarse aún en el contorno de sus ojos que era él. Mantenía la misma mirada, una fija e intimidante. Comprobó los zapatos y después se ató el cinturón, estirándose brevemente y señalando hacia el camino principal. Esperaba que se hubiese polimorfado también: no sería bueno que les reconociesen. Aunque era libre de hacerlo, claro.
—Si vamos por allí iremos directos a la ciudad, ahí podremos empezar a investigar. ¿Te hace?
Tras esperar el tiempo que necesitase su amiga, decidió encaminarse con cuidado para no mancharse demasiado. Al lado de ella, claro. Dirigiría la marcha pero sin adelantarse demasiado. Le hacía ilusión hacer esto con una persona que tenía los mismos poderes que él más o menos.
—Porque odio la corrupción. ¿Qué mejor corruptos que nosotros, Lys-chan? —Preguntó con una sonrisa pícara.
Le agradeció con un gesto de cabeza la ayuda con las figuras y papeles y empezó a señalar con el dedo de un lugar para otro, explicando las posibles rutas que podían tener entorno a varios géneros: guardia de la isla, material de las minas y paseos de habitantes. Era muy importante ser discretos, por lo que esperó que Lysbeth memorizase todo lo que le había enseñado. A él no le costaba memorizar nada, por lo que si necesitaba ayuda le dibujaría un croquis en un papel por otro lado. No dibujaba bien, pero sería lo suficientemente entendible como para que no se perdiese.
—Por cierto... Allá donde vayamos, siempre será un lugar especial —aclaró poniendo la mano en su cadera—, somos fabulosos. Pero ese no es el problema; el objetivo real es suplantar a una serie de parejas que pueden optar al parlamento. El objetivo será adentrarnos como supuestos nobles, estudiar el comportamiento de la pareja que queramos suplantar y polimorfarnos en ellos.
Se quitó la parte de arriba del kimono y la dejó en la cubierta del Loreley, agarrando la mano de Lysbeth y dedicándole una cálida sonrisa. Saltó con ella y una vez aterrizaron en el suelo, miró hacia Thesalia. La estructura era tal y como había estudiado: la costa era bastante escarpada —cerca del puerto en el que habían embarcado— y podía escuchar una y otra vez el oleaje chocando contra las rocas de la isla. En cierta parte le relajaba el sonido. Paró un momento para disfrutar la brisa contra la piel de sus brazos y elevó brevemente estos, cerrando los ojos e inspirando una bocanada de aire.
—¿Te unes? —Preguntó, aún con los ojos cerrados y la sonrisa—. Esto es la calma antes de la tormenta.
Se centró con la postura y empezó a polimorfarse, adquiriendo un aspecto de lo más peculiar: un traje de dos piezas negro, acompañado de una camisa blanca con los dos botones de arriba desabrochados. No llevaba corbata y el cuello iba a su rollo, pero no le importaba demasiado. Después echó hacia atrás una mata de pelo blanco, dándole un aspecto engominado. Todavía conservaba parte de volumen, por lo que le daba cierto atractivo que a él le encantaba. Abrió los ojos, con un color azul claro en cada uno de las pupilas: no las tenía rasgadas, pero podía notarse aún en el contorno de sus ojos que era él. Mantenía la misma mirada, una fija e intimidante. Comprobó los zapatos y después se ató el cinturón, estirándose brevemente y señalando hacia el camino principal. Esperaba que se hubiese polimorfado también: no sería bueno que les reconociesen. Aunque era libre de hacerlo, claro.
—Si vamos por allí iremos directos a la ciudad, ahí podremos empezar a investigar. ¿Te hace?
Tras esperar el tiempo que necesitase su amiga, decidió encaminarse con cuidado para no mancharse demasiado. Al lado de ella, claro. Dirigiría la marcha pero sin adelantarse demasiado. Le hacía ilusión hacer esto con una persona que tenía los mismos poderes que él más o menos.
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Alzó una ceja, curiosa. Así que corrupción… okay. Nunca le había interesado mucho la política, pero tenía bastante claro que no iban a utilizar la vía convencional. Por otro lado, nunca era demasiado tarde para probar cosas nuevas. Quién sabe, igual se llevaba una sorpresa.
Prestó suma atención a sus explicaciones, memorizando las diferentes rutas y lo que le iba contando del gobierno de la isla. En realidad no era un mal sistema, por lo menos a su juicio. Pero si lo que decía era verdad y estaba podrido por dentro… no hacían mal echando una mano. Estaba convencida de que había algún negocio sucio en el centro de la isla; solía suceder en estos casos.
El plan de convertirse en una de las parejas que aspiraban al parlamento no era una mala idea. Podrían de paso hacerse con la casa y tener un lugar de vacaciones. Rió entre dientes al escucharle, pero cerró los ojos y ella misma cambió de apariencia. Su pelo se volvió el tono más pálido de rosa y cambió su llamativo atuendo por un vestido suave de color blanco con adornos dorados, largo y algo recatado. En combinación con un par de sencillos ojos verdes, era completamente diferente a hace un momento. Sin embargo, su sonrisa era la misma y se la dedicó al apuesto caballero que había ahora a su lado. No le sentaba mal el traje.
-Vayamos allá, pues.
Comenzaron a caminar con calma. Hacía un día precioso y no tardaron en adentrarse en la ciudad. La gente iba de aquí para allá atendiendo a sus asuntos, aunque pronto quedó bastante claro que les reconocían como extranjeros. No le extrañaba del todo, si eran una comunidad que se ocupaba tanto de sí misma era normal que destacasen. Por otro lado, la ciudad era una auténtica belleza. Levópolis, si no recordaba mal. Todos los edificios eran blancos y había columnas por todas partes. Se adelantó un poco y se agarró del brazo de su acompañante. Si iban a suplantar a una pareja era mejor meterse en el papel.
-Creo que el distrito nobiliario está por ahí.
En la cima de la montaña, por supuesto. Simbólico, pero también un sutil recordatorio. Llegaron allí caminando tranquilamente, atravesando plazas y carreteras hechas de piedras. La verdad es que cada vez le parecía más bonito el lugar.
Prestó suma atención a sus explicaciones, memorizando las diferentes rutas y lo que le iba contando del gobierno de la isla. En realidad no era un mal sistema, por lo menos a su juicio. Pero si lo que decía era verdad y estaba podrido por dentro… no hacían mal echando una mano. Estaba convencida de que había algún negocio sucio en el centro de la isla; solía suceder en estos casos.
El plan de convertirse en una de las parejas que aspiraban al parlamento no era una mala idea. Podrían de paso hacerse con la casa y tener un lugar de vacaciones. Rió entre dientes al escucharle, pero cerró los ojos y ella misma cambió de apariencia. Su pelo se volvió el tono más pálido de rosa y cambió su llamativo atuendo por un vestido suave de color blanco con adornos dorados, largo y algo recatado. En combinación con un par de sencillos ojos verdes, era completamente diferente a hace un momento. Sin embargo, su sonrisa era la misma y se la dedicó al apuesto caballero que había ahora a su lado. No le sentaba mal el traje.
-Vayamos allá, pues.
Comenzaron a caminar con calma. Hacía un día precioso y no tardaron en adentrarse en la ciudad. La gente iba de aquí para allá atendiendo a sus asuntos, aunque pronto quedó bastante claro que les reconocían como extranjeros. No le extrañaba del todo, si eran una comunidad que se ocupaba tanto de sí misma era normal que destacasen. Por otro lado, la ciudad era una auténtica belleza. Levópolis, si no recordaba mal. Todos los edificios eran blancos y había columnas por todas partes. Se adelantó un poco y se agarró del brazo de su acompañante. Si iban a suplantar a una pareja era mejor meterse en el papel.
-Creo que el distrito nobiliario está por ahí.
En la cima de la montaña, por supuesto. Simbólico, pero también un sutil recordatorio. Llegaron allí caminando tranquilamente, atravesando plazas y carreteras hechas de piedras. La verdad es que cada vez le parecía más bonito el lugar.
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Vale, cada vez tenía más ganas de que Thesalia fuese suya desde las sombras. ¿Y ese tipo de arquitectura? No se asemejaba a nada de lo que hubiese leído, por lo menos entorno a ruinas y civilizaciones pasadas. Él iba sonriente todo el rato, mirando de un lugar para otro y disfrutando del paseo. De hecho habría soltado alguno de sus comentarios sarcásticos, pero prefirió callar y disfrutar del momento. Prefería guardar las energías de sus cuerdas vocales para manipular a los que iban a venir. Por lo que acabaron llegando: un edificio parecido a un catedral, por lo menos en proporciones. No se asemejaba exactamente a una, por lo menos porque carecía de una torre significativa, pero no podía quejarse. ¿Ese era el lugar en el que se iban a reunir con el resto del consejo? Le parecía de lo más excéntrico. Pero también sabía que eran unos elitistas, por lo que invertir gran parte de la economía de la isla en dar una buena impresión a futuros turistas era un buen movimiento. No iba a juzgarlo.
Pasaron por unas puertas correderas de cristal, algo desentonantes con el resto de la estructura del edificio y acabó llegando hasta delante del mostrador. Una mujer les atendió rápidamente, bajando un pequeño auricular de su oído y apartando una horda de papeles. El lugar estaba completamente vacío, sin nadie más que lo hospedase por el momento. Y solo parecía haber una salida por detrás del mostrador, desde el lateral derecho.
—¿Disculpe, a qué vienen? ¿Me pueden dar sus nombres, por favor? —Inquirió con una pequeña sonrisa, siendo lo más educada posible. Se notaba que tenía nivel atendiendo.
—Mykhael Lukyen, negocios —exclamó con un marcado acento de Russuam, recordando en ese momento que no habían acordado nombres—. Mi compañera sabe presentarse por sí sola, ¿verdad? —Acabó preguntando mientras ladeaba la cabeza hacia Lysbeth.
Una vez comunicase su nombre, o por lo menos dijese lo que tenía que decir, saldría un botones que empezaría a guiarlos por la estructura de la cámara principal. Era un salón grande, de forma rectangular y lleno de decoraciones de lo más caras. El interior contrastaba ligeramente con el exterior: se podía ver mármol por el suelo y las paredes, además de ébano conjuntando y haciendo patrones. Dark se tomó un tiempo para observarlo bastante fascinado: todo lo que fuesen lugares o experiencias nuevas le sacaban el niño que tenía dentro. Acabaron delante de una puerta de roble, barnizada y tratada también con mucho cuidado. El guía pasó una tarjeta y sacó un cojín, con una tarjeta extra encima. Parecía del mismo tipo con la que había abierto la puerta, por lo que el moreno la cogió encantado.
—Si necesitan algo, marquen al número de referencia —explicó aún con medio torso torcido—. Es el once ocho once.
—Qué pegadizo, la verdad —contestó mientras guardaba la tarjeta en el bolsillo interior de su traje y sacaba una pequeña bolsa de berries a método de propina—. Toma, te lo has ganado.
El botones les dedicó una cálida sonrisa a los dos y agarró la bolsa, despidiéndose con otra reverencia y dejándoles solos. Dark cruzó su mirada intentando buscar la de su compañera y después pasó hacia dentro, quitándose los zapatos y tirándose a la cama. ¿Era una suit de esas VIP? Recordaba que en Norin, siempre que hacía negocios en la época de emperador, se hospedaba en lugares así. Había un minibar de lo más completo, junto a una barra llena de vasos: desde copas hasta artilugios de coctelería. Máquina para picar hielo, cafetera...
Después de mirar varias veces a su alrededor, vio un lavabo también con unas racholas de una calidad increíble, bañera y todo tipo de botes distintos de geles, champús y acondicionadores. Miró su pelo en el espejo y se contuvo en el sitio de la emoción: en Samirn no es que tuviese una bañera de la hostia, había reformado una casa vieja con muy pocos conocimientos y tenía que conformarse con una de pie. Se adentró por dentro y miró sorprendido unas sales de baño, de todos los colores y olores. Dejó correr el agua y salió hacia fuera, dirigiéndose hacia la barra y abriendo la nevera.
—Hoy no duermo —dijo mientras soltaba una carcajada y agarraba una botella de Whisky—. Por lo menos no seré yo quien cierre los ojos, ya dejaré que lo haga el licor. Yo ya me quedaré a dormir en el suelo, tranquila —exclamó mientras señalaba con un dedo la cama de matrimonio—. Toda tuya. En Norin estábamos más que acostumbrados a dormir en tatamis, por lo que no me molesta.
Echó varios hielos al vaso y los agitó, echando después un chorro largo del licor. Lo degustó por un segundo y suspiró aliviado: parecía de reserva, o por lo menos era mucho más bueno que el que tenía en la petaca. Se desabrochó dos botones de la camisa y tiró la chaqueta del traje hacia un lado, remangándose la camisa hasta un poco más allá de los codos. Se giró en el taburete y elevó el vaso en dirección hacia su amiga.
—¿Te hace la revancha? Este no es whisky barato. Estoy seguro de que puedo aguantar mucho más —le retó, recordando lo embarazosa que fue la vez que la conoció—. Si no nos podemos pedir un festín al once ocho once. Lo que le venga más en gana a la señorita.
Pasaron por unas puertas correderas de cristal, algo desentonantes con el resto de la estructura del edificio y acabó llegando hasta delante del mostrador. Una mujer les atendió rápidamente, bajando un pequeño auricular de su oído y apartando una horda de papeles. El lugar estaba completamente vacío, sin nadie más que lo hospedase por el momento. Y solo parecía haber una salida por detrás del mostrador, desde el lateral derecho.
—¿Disculpe, a qué vienen? ¿Me pueden dar sus nombres, por favor? —Inquirió con una pequeña sonrisa, siendo lo más educada posible. Se notaba que tenía nivel atendiendo.
—Mykhael Lukyen, negocios —exclamó con un marcado acento de Russuam, recordando en ese momento que no habían acordado nombres—. Mi compañera sabe presentarse por sí sola, ¿verdad? —Acabó preguntando mientras ladeaba la cabeza hacia Lysbeth.
Una vez comunicase su nombre, o por lo menos dijese lo que tenía que decir, saldría un botones que empezaría a guiarlos por la estructura de la cámara principal. Era un salón grande, de forma rectangular y lleno de decoraciones de lo más caras. El interior contrastaba ligeramente con el exterior: se podía ver mármol por el suelo y las paredes, además de ébano conjuntando y haciendo patrones. Dark se tomó un tiempo para observarlo bastante fascinado: todo lo que fuesen lugares o experiencias nuevas le sacaban el niño que tenía dentro. Acabaron delante de una puerta de roble, barnizada y tratada también con mucho cuidado. El guía pasó una tarjeta y sacó un cojín, con una tarjeta extra encima. Parecía del mismo tipo con la que había abierto la puerta, por lo que el moreno la cogió encantado.
—Si necesitan algo, marquen al número de referencia —explicó aún con medio torso torcido—. Es el once ocho once.
—Qué pegadizo, la verdad —contestó mientras guardaba la tarjeta en el bolsillo interior de su traje y sacaba una pequeña bolsa de berries a método de propina—. Toma, te lo has ganado.
El botones les dedicó una cálida sonrisa a los dos y agarró la bolsa, despidiéndose con otra reverencia y dejándoles solos. Dark cruzó su mirada intentando buscar la de su compañera y después pasó hacia dentro, quitándose los zapatos y tirándose a la cama. ¿Era una suit de esas VIP? Recordaba que en Norin, siempre que hacía negocios en la época de emperador, se hospedaba en lugares así. Había un minibar de lo más completo, junto a una barra llena de vasos: desde copas hasta artilugios de coctelería. Máquina para picar hielo, cafetera...
Después de mirar varias veces a su alrededor, vio un lavabo también con unas racholas de una calidad increíble, bañera y todo tipo de botes distintos de geles, champús y acondicionadores. Miró su pelo en el espejo y se contuvo en el sitio de la emoción: en Samirn no es que tuviese una bañera de la hostia, había reformado una casa vieja con muy pocos conocimientos y tenía que conformarse con una de pie. Se adentró por dentro y miró sorprendido unas sales de baño, de todos los colores y olores. Dejó correr el agua y salió hacia fuera, dirigiéndose hacia la barra y abriendo la nevera.
—Hoy no duermo —dijo mientras soltaba una carcajada y agarraba una botella de Whisky—. Por lo menos no seré yo quien cierre los ojos, ya dejaré que lo haga el licor. Yo ya me quedaré a dormir en el suelo, tranquila —exclamó mientras señalaba con un dedo la cama de matrimonio—. Toda tuya. En Norin estábamos más que acostumbrados a dormir en tatamis, por lo que no me molesta.
Echó varios hielos al vaso y los agitó, echando después un chorro largo del licor. Lo degustó por un segundo y suspiró aliviado: parecía de reserva, o por lo menos era mucho más bueno que el que tenía en la petaca. Se desabrochó dos botones de la camisa y tiró la chaqueta del traje hacia un lado, remangándose la camisa hasta un poco más allá de los codos. Se giró en el taburete y elevó el vaso en dirección hacia su amiga.
—¿Te hace la revancha? Este no es whisky barato. Estoy seguro de que puedo aguantar mucho más —le retó, recordando lo embarazosa que fue la vez que la conoció—. Si no nos podemos pedir un festín al once ocho once. Lo que le venga más en gana a la señorita.
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Destreza
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Siguió a Dark, convencida de que él sabía por dónde iban. Llegaron a la parte alta de la ciudad y a su alrededor todo eran columnas, teatros y bibliotecas. No tardaron en localizar el… ¿Foro? Por lo menos eso decía el cartel. Un edificio enorme, de tal altura que incluso a ella le hacía sentir pequeña. Si no había entendido mal, ahí era dónde se celebraría la asamblea. Detrás del edificio, una platea en medio círculo serviría de escenario para todas las parejas que se presentasen al gobierno. Solo 24 personas podían optar a ese puesto, 12 parejas provenientes de las familias más influyentes. Ellos eran extranjeros, por lo que lo primero que tendrían que hacer sería encontrar a alguien a quien suplantar. No creía que hubiera elecciones a mitad de año, al fin y al cabo. Pero estaban en el lugar correcto y tarde o temprano se encontrarían con alguien saliendo o entrando de la Asamblea. Era un pequeño juego de paciencia.
Dark le dirigió a otro edificio, un tanto más extravagante. Parecía casi una enorme catedral y aunque estaba hecho de piedra como el resto de los que le rodeaban, tenía elementos bastante más modernos que sus vecinos. Las puertas de cristal y la secretaria estresada, al menos, no parecían cuadrar mucho con la sobredosis de columnas. Sin embargo, de alguna manera, resultaba elegante.
-Margareth Lenian. Estamos buscando alguna oportunidad… inmobiliaria.- Comentó con voz suave y tono dulce, bastante acorde al físico que vestía.
En seguida, un hombre vestido de botones apareció y les guió sin preguntarles nada más hasta una puerta de roble. Le extrañaba un poco, pero suponía que no eran los primeros turistas adinerados que se dejaban caer por ahí. Claramente, sabían tratar a sus huéspedes. Dark le dio una propina y les dejaron a solas en una lujosa habitación. ¡Tenía de todo! Y la cama parecía tremendamente cómoda. Se rió entre dientes al escuchar el plan de Dark y mientras se pasaba la mano por el pelo recuperó su propio físico y se fue a correr las cortinas, examinando las vistas primero. No creía que fueran a molestarles y echaba de menos su propio cuerpo.
-Hemos tenido suerte, nos han dado una buena habitación. Desde aquí veo la entrada del Foro, no nos costará encontrar un par de objetivos.
Todavía sonriente, se dirigió al baño y tras juguetear con diferentes botellitas, comenzó a llenar la bañera.
-Creo que yo no voy a dormir hoy. ¿Tú lo necesitas? Qué curioso. Pero hoy me contentaré con cuidar que no salgas a hacer tonterías, disfruta la botella. Yo tengo ganas de un baño.
Se desnudó en el baño, dejándose un bikini ilusiorio por encima. Algo de decoro estaba en orden, al fin y al cabo. Se metió en la bañera y pasó un rato toqueteando las diferentes botellas. En seguida estuvo completamente cubierta por una cantidad simplemente obscena de burbujitas.
-Okay, igual me he pasado un poco. Te diría que te unieras, pero igual desborda. Aunque si quieres venir y traerme una botella de vino para mí, no te diré que no. Podemos hablar de nuestras opciones, ¿conoces alguna de las parejas del Parlamento?
No había por qué fingir, el que había hecho los deberes era él y ella estaba ahí para ser bonita, causar el caos y, ya que estaba, disfrutar de un buen baño. Ugh, que bien sentaba el agua calentita.
Dark le dirigió a otro edificio, un tanto más extravagante. Parecía casi una enorme catedral y aunque estaba hecho de piedra como el resto de los que le rodeaban, tenía elementos bastante más modernos que sus vecinos. Las puertas de cristal y la secretaria estresada, al menos, no parecían cuadrar mucho con la sobredosis de columnas. Sin embargo, de alguna manera, resultaba elegante.
-Margareth Lenian. Estamos buscando alguna oportunidad… inmobiliaria.- Comentó con voz suave y tono dulce, bastante acorde al físico que vestía.
En seguida, un hombre vestido de botones apareció y les guió sin preguntarles nada más hasta una puerta de roble. Le extrañaba un poco, pero suponía que no eran los primeros turistas adinerados que se dejaban caer por ahí. Claramente, sabían tratar a sus huéspedes. Dark le dio una propina y les dejaron a solas en una lujosa habitación. ¡Tenía de todo! Y la cama parecía tremendamente cómoda. Se rió entre dientes al escuchar el plan de Dark y mientras se pasaba la mano por el pelo recuperó su propio físico y se fue a correr las cortinas, examinando las vistas primero. No creía que fueran a molestarles y echaba de menos su propio cuerpo.
-Hemos tenido suerte, nos han dado una buena habitación. Desde aquí veo la entrada del Foro, no nos costará encontrar un par de objetivos.
Todavía sonriente, se dirigió al baño y tras juguetear con diferentes botellitas, comenzó a llenar la bañera.
-Creo que yo no voy a dormir hoy. ¿Tú lo necesitas? Qué curioso. Pero hoy me contentaré con cuidar que no salgas a hacer tonterías, disfruta la botella. Yo tengo ganas de un baño.
Se desnudó en el baño, dejándose un bikini ilusiorio por encima. Algo de decoro estaba en orden, al fin y al cabo. Se metió en la bañera y pasó un rato toqueteando las diferentes botellas. En seguida estuvo completamente cubierta por una cantidad simplemente obscena de burbujitas.
-Okay, igual me he pasado un poco. Te diría que te unieras, pero igual desborda. Aunque si quieres venir y traerme una botella de vino para mí, no te diré que no. Podemos hablar de nuestras opciones, ¿conoces alguna de las parejas del Parlamento?
No había por qué fingir, el que había hecho los deberes era él y ella estaba ahí para ser bonita, causar el caos y, ya que estaba, disfrutar de un buen baño. Ugh, que bien sentaba el agua calentita.
Dark Satou
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—No, no haré tonterías. Sé coger el punto, a no ser que me metan una mierda de whisky en una jarra de las grandes. Soy inmune al fuego, pero esa puta jarra me reventó la garganta —recordó tras sentir un escalofrío—. Y sí, necesito dormir. Aunque poco, la verdad. Con cuatro horitas al día voy servido, pero también puedo aguantar tres o cuatro días sin dormir.
Observó cómo se iba hacia el lavabo y suspiró. La verdad es que no le gustaba beber solo, porque no quería coger el hábito principalmente. Así que sacó la petaca de su bolsillo del pantalón y la llenó de la botella de whisky, volviéndola a guardar mientras escuchaba a Lysbeth de fondo.
—Nee, ¿botella de vino? —Inquirió con una ceja arqueada—. Pues no sé si hay, pero te busco.
Se separó de la barra y dejó todo encima, volviendo también a recuperar sus partes físicas. Quitó las cintas de su pelo y lo dejó caer libremente, suspirando aliviado. Era una sensación de lo más placentera, sobretodo con lo largo que tenía el pelo. Recordaba haberlo tenido así con veintisiete años, antes de que todo se jodiese del todo ahí arriba. Y como lo anhelaba, decidió que lo llevaría así por las promesas que él mismo se hizo. Le llegaba hasta debajo de la cintura, casi a los muslos. No sabía si lo tenía más largo que Lysbeth, tampoco se había parado a comprobarlo... aunque no entendía tampoco la necesidad, así que prefirió no hacerlo.
Rodeó la barra y empezó a mirar por las estanterías: no podía estar en la nevera si era vino, porque no se servía frío. Encontró varias botellas, todas de reserva y con pinta de ser extremadamente caras. ¿Le gustaría tinto? ¿Blanco o rosado? ¿Nobles o añejos? Se mordió el labio inferior y miró algo preocupado la cantidad de botellas. ¿Y si las llevaba todas? Quizás era el movimiento acertado, pero tampoco quería quedar como un estúpido. Así que tras meditarlo, decidió generalizar y agarrar tres: una noble, otra añeja y otra tinta. Si no le gustaba ninguna se giraría a coger las blancas y rosadas. ¿Por qué cojones sabía tanto de vinos? No creía haber llegado al punto de su vida donde intentaba substituir el alcohol duro por los refinados vinos. Eso le haría sentir viejo.
Entró en el baño con una botella en la mano izquierda y dos pegadas entre su antebrazo y torso, además de la copa agarrada entre los dientes. Esta vez no quería cometer el mismo error de la primera vez y verla desnuda, por lo que dejó las cosas en el suelo como pudo. Aún así, decidió pecar por un segundo y acabó dándose cuenta de que llevaba algo. Así que suspiró aliviado y se colocó a la vera de la bañera, sentado. Se remangó los pantalones hasta las rodillas y metió las piernas dentro. Así no se desbordaría y por lo menos disfrutaría de las burbujas, que habían demasiadas. Además de que el agua estaba en su punto, para qué mentir.
—Volviendo a lo de las opciones, los puestos del parlamento son públicos. He invertido ya un dinero en comprar información, sobretodo para tener una pequeña red de informantes por aquí —le explicó mientras estiraba las piernas y soltaba una mueca de satisfacción—. Decidí que suplantásemos los que tienen un vínculo romántico y se suelen ver más o menos juntos. ¿El por qué? —Tomó una pequeña pausa para beber de la petaca que tenía en el bolsillo izquierdo de los pantalones—. Sencillo. No nos harán preguntas. Si la cagásemos individualmente, opción que tenemos que tener más que en cuenta si queremos hacer esto rápido, nos cuestionarían a la mínima. Pero un pequeño fallo, un desliz en las palabras... A lo mejor la pareja tiene un problema, están enfadados entre ellos... Ya sabes. No se meterán en nuestros asuntos, y también tendremos la excusa para ir sin separarnos. ¿Qué opinas? Seguramente también tengas ideas o algo que comentar. Una vez lo hagas te seguiré explicando sobre las costumbres de la isla, dónde podemos atacar y qué hacer. Pero... ¿Se te da bien algún arte? Según la cultura que tienen, nos iría bien que uno de los dos danzase, cantase, pintase o esculpiese —acabó preguntando.
Dejó el espacio suficiente para que comentase, pero todavía le quedaba mucho que explicar. Por lo que esperó para escuchar su opinión mientras se encendía un cigarro, también de un bolsillo del pantalón. Lo encendió, se lo colocó entre los dedos y miró hacia el techo. Estaba bastante excitado por ver qué pasaría con lo del congreso. De todas las cosas que había hecho, era una idea loquísima. Y eso le traía diversión, lo único que buscaba.
Observó cómo se iba hacia el lavabo y suspiró. La verdad es que no le gustaba beber solo, porque no quería coger el hábito principalmente. Así que sacó la petaca de su bolsillo del pantalón y la llenó de la botella de whisky, volviéndola a guardar mientras escuchaba a Lysbeth de fondo.
—Nee, ¿botella de vino? —Inquirió con una ceja arqueada—. Pues no sé si hay, pero te busco.
Se separó de la barra y dejó todo encima, volviendo también a recuperar sus partes físicas. Quitó las cintas de su pelo y lo dejó caer libremente, suspirando aliviado. Era una sensación de lo más placentera, sobretodo con lo largo que tenía el pelo. Recordaba haberlo tenido así con veintisiete años, antes de que todo se jodiese del todo ahí arriba. Y como lo anhelaba, decidió que lo llevaría así por las promesas que él mismo se hizo. Le llegaba hasta debajo de la cintura, casi a los muslos. No sabía si lo tenía más largo que Lysbeth, tampoco se había parado a comprobarlo... aunque no entendía tampoco la necesidad, así que prefirió no hacerlo.
Rodeó la barra y empezó a mirar por las estanterías: no podía estar en la nevera si era vino, porque no se servía frío. Encontró varias botellas, todas de reserva y con pinta de ser extremadamente caras. ¿Le gustaría tinto? ¿Blanco o rosado? ¿Nobles o añejos? Se mordió el labio inferior y miró algo preocupado la cantidad de botellas. ¿Y si las llevaba todas? Quizás era el movimiento acertado, pero tampoco quería quedar como un estúpido. Así que tras meditarlo, decidió generalizar y agarrar tres: una noble, otra añeja y otra tinta. Si no le gustaba ninguna se giraría a coger las blancas y rosadas. ¿Por qué cojones sabía tanto de vinos? No creía haber llegado al punto de su vida donde intentaba substituir el alcohol duro por los refinados vinos. Eso le haría sentir viejo.
Entró en el baño con una botella en la mano izquierda y dos pegadas entre su antebrazo y torso, además de la copa agarrada entre los dientes. Esta vez no quería cometer el mismo error de la primera vez y verla desnuda, por lo que dejó las cosas en el suelo como pudo. Aún así, decidió pecar por un segundo y acabó dándose cuenta de que llevaba algo. Así que suspiró aliviado y se colocó a la vera de la bañera, sentado. Se remangó los pantalones hasta las rodillas y metió las piernas dentro. Así no se desbordaría y por lo menos disfrutaría de las burbujas, que habían demasiadas. Además de que el agua estaba en su punto, para qué mentir.
—Volviendo a lo de las opciones, los puestos del parlamento son públicos. He invertido ya un dinero en comprar información, sobretodo para tener una pequeña red de informantes por aquí —le explicó mientras estiraba las piernas y soltaba una mueca de satisfacción—. Decidí que suplantásemos los que tienen un vínculo romántico y se suelen ver más o menos juntos. ¿El por qué? —Tomó una pequeña pausa para beber de la petaca que tenía en el bolsillo izquierdo de los pantalones—. Sencillo. No nos harán preguntas. Si la cagásemos individualmente, opción que tenemos que tener más que en cuenta si queremos hacer esto rápido, nos cuestionarían a la mínima. Pero un pequeño fallo, un desliz en las palabras... A lo mejor la pareja tiene un problema, están enfadados entre ellos... Ya sabes. No se meterán en nuestros asuntos, y también tendremos la excusa para ir sin separarnos. ¿Qué opinas? Seguramente también tengas ideas o algo que comentar. Una vez lo hagas te seguiré explicando sobre las costumbres de la isla, dónde podemos atacar y qué hacer. Pero... ¿Se te da bien algún arte? Según la cultura que tienen, nos iría bien que uno de los dos danzase, cantase, pintase o esculpiese —acabó preguntando.
Dejó el espacio suficiente para que comentase, pero todavía le quedaba mucho que explicar. Por lo que esperó para escuchar su opinión mientras se encendía un cigarro, también de un bolsillo del pantalón. Lo encendió, se lo colocó entre los dedos y miró hacia el techo. Estaba bastante excitado por ver qué pasaría con lo del congreso. De todas las cosas que había hecho, era una idea loquísima. Y eso le traía diversión, lo único que buscaba.
Aki D. Arlia
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-Para ser justos, tampoco era un whisky muy bueno. Con lo cual no sé si este te sentará peor o mejor, pero por favor, por mi no te cortes. Que aproveche.
Sonrió con maldad y entonces algo captó su atención. Eso era… ¿un cajón? ¿Dentro de la bañera? Se hundió un poquito más en el agua hasta que le llegaba casi por la nariz y tiró suavemente del pequeño pomo que asomaba entre las burbujas. Instantes después, cuatro o cinco patitos de goma amarillo se desparramaron del cajón y empezaron a flotar tranquilamente en el agua. La cara de Lysbeth se iluminó mientras cogía uno. Qué tontería más maravillosa.
En ese momento entró Dark, con su apariencia normal. Traía tres botellas y una copa en la boca. Sonrió, agradecida. En realidad solo necesitaba una, pero entendía el gesto. Lo descorchó ella misma, ayudándose de una uña mientras él se unía como podía a su baño de burbujas. Se sirvió la primera copa y mandó dos patitos de goma hacia él mientras se recostaba y escuchaba sus planes. Así que esta era la buena vida. Dio un trago, sin dejar de sonreír. Delicioso.
-Tiene sentido, la verdad. ¿Deberíamos quitarlos del medio? Por un lado haría nuestra tapadera más convincente, pero por otro lado significaría que tendríamos que estar aquí todo el tiempo… hm. No, creo que podemos… convencerlos, de que nos ayuden.
Si bien encerrar a una pareja en su propia casa no era un problema, no era práctico. Esto tenía pinta de ir a ser un juego a largo plazo y si en algún momento decidían ausentarse, la fachada se caería a pedazos. Sin embargo, colarse en la casa de alguna pareja y convencerles de que habían sido elegidos para un grandísimo honor… Una sonrisa traviesa se dibujó en la cara de la súcubo.
-Podríamos convencerles de que somos dioses. Te apuesto algo a que somos capaces. Y entonces podríamos explicarles que venimos aquí única y exclusivamente a salvar su isla, por lo que deberían obedecer a todo lo que les digamos.
Al fin y al cabo, seguramente se las verían con una pareja no muy joven que no habría salido de esta isla en su vida. Si tenían la más mínima idea de la corrupción que podía haber en el parlamento, ellos dos parecerían llegados del mismísimo cielo. Y un poquito de arte y algún que otro truco ayudarían a terminar de vender el invento. No era un mal plan. Se rió entre dientes al escuchar la pregunta de Dark, pero respondió con total seguridad:
-¿Qué si se me da bien algo de eso? Soy muy posiblemente la mejor bailarina que verás en tu vida. En ese sentido, estamos más que cubiertos.
Y tenía razón. Lys controlaba todo baile que había contemplado alguna vez, además de varios de los que solo había oído hablar. Ballet, salsa, danza del vientre, capoeira… su cuerpo se plegaba a sus deseos y no había danza que no fuera capaz de hacer suya.
-¿Deberíamos ir mañana a buscar a la pareja o sorprenderlos esta noche en su casa? – estaba un poco illusionada. La posibilidad se le antojaba divertida y cuanto más lo pensaba más ganas tenía de salir e improvisar alguna locura.
Sonrió con maldad y entonces algo captó su atención. Eso era… ¿un cajón? ¿Dentro de la bañera? Se hundió un poquito más en el agua hasta que le llegaba casi por la nariz y tiró suavemente del pequeño pomo que asomaba entre las burbujas. Instantes después, cuatro o cinco patitos de goma amarillo se desparramaron del cajón y empezaron a flotar tranquilamente en el agua. La cara de Lysbeth se iluminó mientras cogía uno. Qué tontería más maravillosa.
En ese momento entró Dark, con su apariencia normal. Traía tres botellas y una copa en la boca. Sonrió, agradecida. En realidad solo necesitaba una, pero entendía el gesto. Lo descorchó ella misma, ayudándose de una uña mientras él se unía como podía a su baño de burbujas. Se sirvió la primera copa y mandó dos patitos de goma hacia él mientras se recostaba y escuchaba sus planes. Así que esta era la buena vida. Dio un trago, sin dejar de sonreír. Delicioso.
-Tiene sentido, la verdad. ¿Deberíamos quitarlos del medio? Por un lado haría nuestra tapadera más convincente, pero por otro lado significaría que tendríamos que estar aquí todo el tiempo… hm. No, creo que podemos… convencerlos, de que nos ayuden.
Si bien encerrar a una pareja en su propia casa no era un problema, no era práctico. Esto tenía pinta de ir a ser un juego a largo plazo y si en algún momento decidían ausentarse, la fachada se caería a pedazos. Sin embargo, colarse en la casa de alguna pareja y convencerles de que habían sido elegidos para un grandísimo honor… Una sonrisa traviesa se dibujó en la cara de la súcubo.
-Podríamos convencerles de que somos dioses. Te apuesto algo a que somos capaces. Y entonces podríamos explicarles que venimos aquí única y exclusivamente a salvar su isla, por lo que deberían obedecer a todo lo que les digamos.
Al fin y al cabo, seguramente se las verían con una pareja no muy joven que no habría salido de esta isla en su vida. Si tenían la más mínima idea de la corrupción que podía haber en el parlamento, ellos dos parecerían llegados del mismísimo cielo. Y un poquito de arte y algún que otro truco ayudarían a terminar de vender el invento. No era un mal plan. Se rió entre dientes al escuchar la pregunta de Dark, pero respondió con total seguridad:
-¿Qué si se me da bien algo de eso? Soy muy posiblemente la mejor bailarina que verás en tu vida. En ese sentido, estamos más que cubiertos.
Y tenía razón. Lys controlaba todo baile que había contemplado alguna vez, además de varios de los que solo había oído hablar. Ballet, salsa, danza del vientre, capoeira… su cuerpo se plegaba a sus deseos y no había danza que no fuera capaz de hacer suya.
-¿Deberíamos ir mañana a buscar a la pareja o sorprenderlos esta noche en su casa? – estaba un poco illusionada. La posibilidad se le antojaba divertida y cuanto más lo pensaba más ganas tenía de salir e improvisar alguna locura.
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¿Patitos de goma? Frunció el ceño y no pudo evitar soltar una carcajada mientras los atraía hacia él. Apretó el único que agarró y se rió al escuchar el cuack, un sonido de lo más familiar. No sabía por qué, pero siempre los patitos le habían recordado a Ivan.
—La verdad, no soy partidario de matar porque sí. No tengo problema en hacerlo, pero tanto tú como yo tenemos los suficientes poderes como para hacer que quieran quedarse clavados a una silla una semana. Ya sea por extorsión, o por simple orden.
¿Y si la súcubo les hacía desear la casa tanto que no querrían salir de ella? No sabía si funcionaba exactamente así su poder, pero se les podía ocurrir algo mejor. Apretó la cola del patito y lo hizo girar sobre su dedo índice mientras seguía escuchando. Pero claro, también tenía parte de razón. Si iban a suplantarlos verían después su pérdida cuando tanto él como ella ya no estuviesen en la isla. Era una cuestión de lo más difícil, pero podían llegar a algo juntos. Después no pudo evitar reírse otra vez, bastante sorprendido del tema de los dioses.
—¿Realmente lo crees? Bueno, si no me equivoco en su cultura... creen en los dioses en sí, asignados a cosas sencillas como un dios de la cosecha, otro de la fertilidad, etcétera —soltó el pato y empezó a frotar su sien con los dedos, intentando pensar—. Es una buena idea, para qué mentir. Sobretodo alocada. Y creo que ahora mismo necesitamos más locura que lógica.
La conversación continuó con la suficiente fluidez como para darse cuenta de que había hecho bien llamándola a ella. Confiaba en sus conocidos lo suficiente como para pegarles una llamada también, pero entre la polimorfia, su labia y ahora las presuntas dotes de danza de las que alardeaba, no había un sujeto mejor para el encargo. Sonrió e intentó imaginársela bailando, con algo de envidia. Él era pésimo haciéndolo, aún teniendo una gran coordinación a la hora de moverse. Simplemente no sabía adaptarse bien al ritmo, o por lo menos eso creía. Tampoco le había cogido alguien, le había soltado una bofetada y le había dicho que bailaba mal.
—¿En serio? Perfecto. Ahí es donde entra la fase dos del plan. Y creo que te voy a invitar a una cita esta noche, en la ágora —sonrió mientras la miraba—. Para que puedas danzar y participar en un concurso agonístico. Si logras atraer suficiente la atención de la gente acabarán presentándose a la fiesta los que queremos suplantar y nos ahorraremos la modestia de buscarlos casa por casa. ¿Te hace?
Sacó los pies del agua y se secó las piernas con una única llamarada concentrada en estas. Se dirigió hacia el espejo y decidió llevar un traje más acorde a la población. Ahora que la había visto en primera instancia sabía de qué iba el rollo, por lo que pegarían aún más. Elevó los brazos y recuperó una vez más el físico que había adoptado antes, pasándose una toga por el cuello de color azul marino, y otra principal que le servía de soporte por el torso, de color blanco. Unas sandalias doradas y varios artículos de oro, tanto de pendientes como pulseras. Así sí que parecería un dios, por lo menos de los que pintaban los locales. Aunque se veía un poco estúpido en toga, para qué mentir. Suspiró y decidió no darle mucha importancia, ya que ahora mismo estaba más interesado en cómo era la idea de una diosa según su compañera.
—Sorpréndeme, Lys-chan —acabó retándole, pegándole otro trago al whisky, esta vez directamente de la botella.
—La verdad, no soy partidario de matar porque sí. No tengo problema en hacerlo, pero tanto tú como yo tenemos los suficientes poderes como para hacer que quieran quedarse clavados a una silla una semana. Ya sea por extorsión, o por simple orden.
¿Y si la súcubo les hacía desear la casa tanto que no querrían salir de ella? No sabía si funcionaba exactamente así su poder, pero se les podía ocurrir algo mejor. Apretó la cola del patito y lo hizo girar sobre su dedo índice mientras seguía escuchando. Pero claro, también tenía parte de razón. Si iban a suplantarlos verían después su pérdida cuando tanto él como ella ya no estuviesen en la isla. Era una cuestión de lo más difícil, pero podían llegar a algo juntos. Después no pudo evitar reírse otra vez, bastante sorprendido del tema de los dioses.
—¿Realmente lo crees? Bueno, si no me equivoco en su cultura... creen en los dioses en sí, asignados a cosas sencillas como un dios de la cosecha, otro de la fertilidad, etcétera —soltó el pato y empezó a frotar su sien con los dedos, intentando pensar—. Es una buena idea, para qué mentir. Sobretodo alocada. Y creo que ahora mismo necesitamos más locura que lógica.
La conversación continuó con la suficiente fluidez como para darse cuenta de que había hecho bien llamándola a ella. Confiaba en sus conocidos lo suficiente como para pegarles una llamada también, pero entre la polimorfia, su labia y ahora las presuntas dotes de danza de las que alardeaba, no había un sujeto mejor para el encargo. Sonrió e intentó imaginársela bailando, con algo de envidia. Él era pésimo haciéndolo, aún teniendo una gran coordinación a la hora de moverse. Simplemente no sabía adaptarse bien al ritmo, o por lo menos eso creía. Tampoco le había cogido alguien, le había soltado una bofetada y le había dicho que bailaba mal.
—¿En serio? Perfecto. Ahí es donde entra la fase dos del plan. Y creo que te voy a invitar a una cita esta noche, en la ágora —sonrió mientras la miraba—. Para que puedas danzar y participar en un concurso agonístico. Si logras atraer suficiente la atención de la gente acabarán presentándose a la fiesta los que queremos suplantar y nos ahorraremos la modestia de buscarlos casa por casa. ¿Te hace?
Sacó los pies del agua y se secó las piernas con una única llamarada concentrada en estas. Se dirigió hacia el espejo y decidió llevar un traje más acorde a la población. Ahora que la había visto en primera instancia sabía de qué iba el rollo, por lo que pegarían aún más. Elevó los brazos y recuperó una vez más el físico que había adoptado antes, pasándose una toga por el cuello de color azul marino, y otra principal que le servía de soporte por el torso, de color blanco. Unas sandalias doradas y varios artículos de oro, tanto de pendientes como pulseras. Así sí que parecería un dios, por lo menos de los que pintaban los locales. Aunque se veía un poco estúpido en toga, para qué mentir. Suspiró y decidió no darle mucha importancia, ya que ahora mismo estaba más interesado en cómo era la idea de una diosa según su compañera.
—Sorpréndeme, Lys-chan —acabó retándole, pegándole otro trago al whisky, esta vez directamente de la botella.
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