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Aquí no se bebe nada con menos de treinta grados (Privado Claude- Serleena) {Dom 6 Sep 2020 - 15:48}
No habían pasado ni tres días desde que había embarcado en aquel ferry rumbo a la isla de Russuam. Mi objetivo era echar un vistazo rápido a las distintas tiendas, museos y otros lugares de interés a los que me apeteciera probar su seguridad. Últimamente los robos eran muy fáciles de hacer, y aunque me pillaran siempre por A o por B lograba escaparme. La última vez es cierto que, bueno, volé medio barrio ¿pero quién no se ha confundido alguna vez una granada con una bomba de humo? ¿Y que culpa tenía yo de que ese almacén de pirotecnia estuviera al lado?. Yo era una profesional de todos modos.
Así que nada, llegué a San Beersburg, y como era costumbre en aquel lugar estar a quince bajo cero era como estar en verano. Así que como no llevaba ropa del todo adecuada para sobrevivir en sus calles ( ya que solo llevaba un traje de tres piezas y un anorak) y que tarde o temprano sería una estatua de hielo, decidí entrar en la primera tasca que vi alumbrada. Concretamente esta se llamaba "Red people item domun" y estaba llena de tipos cuya grasa podía alimentar a todo un poblado esquimal.
Yo me senté en la barra y pedí la bebida más caliente que tuvieran, y a poder ser que fuera alcohólica. El tabernero no tardó en sonreírme ante mi petición y me sirvió una copa de Vodka. Cuando iba a retirar la botella le hice un gesto con la mano para que la dejara sobre la barra. Me bebí el contenido de golpe y comencé a notar el ardor en la garganta, creo que me había pasado. Con lágrimas en los ojos pero manteniendo el tipo acabé por exhalar un suspiro del que salió un poco de humo. Tras eso me quedé en la barra sentada mirando las botellas que tenían en el expositor, ya que antes de preguntar nada sobre la ciudad prefería tomarme un descanso de unos cinco minutos.
Así que nada, llegué a San Beersburg, y como era costumbre en aquel lugar estar a quince bajo cero era como estar en verano. Así que como no llevaba ropa del todo adecuada para sobrevivir en sus calles ( ya que solo llevaba un traje de tres piezas y un anorak) y que tarde o temprano sería una estatua de hielo, decidí entrar en la primera tasca que vi alumbrada. Concretamente esta se llamaba "Red people item domun" y estaba llena de tipos cuya grasa podía alimentar a todo un poblado esquimal.
Yo me senté en la barra y pedí la bebida más caliente que tuvieran, y a poder ser que fuera alcohólica. El tabernero no tardó en sonreírme ante mi petición y me sirvió una copa de Vodka. Cuando iba a retirar la botella le hice un gesto con la mano para que la dejara sobre la barra. Me bebí el contenido de golpe y comencé a notar el ardor en la garganta, creo que me había pasado. Con lágrimas en los ojos pero manteniendo el tipo acabé por exhalar un suspiro del que salió un poco de humo. Tras eso me quedé en la barra sentada mirando las botellas que tenían en el expositor, ya que antes de preguntar nada sobre la ciudad prefería tomarme un descanso de unos cinco minutos.
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Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Voy contando el número de bares que me encuentro a mi paso por la isla, que resultan ser una barbaridad. Russuam es un lugar curioso, particularmente la ciudad imperial de San Beersburg, un sagrario dedicado a la vieja dinastía Cerveza, de la cual su rey, Cerveza XII, ha caído en desgracia hasta el punto de que se rumorea que el barón Vodka VII y la duquesa Kvas II están tramando un golpe de Estado en contra del débil rey, ya en el ocaso de sus días y un hijo, Cerveza XIII, que ha heredado todos los vicios de su familia y ninguna virtud de las pocas que alguna vez ha habido en su árbol genealógico.
Pero no vengo aquí por el olor a historia o la arquitectura, exageradamente pretenciosa en los edificios oficiales y austera -cuando no cutre- en las zonas de barriada. Hoy estoy aquí porque, a pesar del frío que hace en el lugar y lo mal que llegan a oler las calles a arenques fermentados, estoy seguro de que puedo encontrar algo que hacer que me convierta en la leyenda que, pese a todo, estoy destinado a ser. Y, como todo el mundo sabe, todas las leyendas empiezan en un bar. Por eso me está resultando tan complicado decidirme.
Pero de pronto, veo algo que me hace languidecer. Todos mis estudios de pronto me golpean en la frente y los ojos deciden casi sangrar del disgusto. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo hacen esa combinación de idiomas? Hago múltiples aspavientos y gestos de molestia. ¡Se escribe Rufi ite domum! ¿Qué es eso de Red people? Ni siquiera pelirrojos, no. ¡Rojos! Pero serán hijos de puta. En fin, que entro.
Y entro, claro que entro. El dueño del local, o el camarero más prominente, un tipo gordo de mirada perdida y mostacho -cómo no, tenía que tener mostacho- me mira mal cuando entro, pero no vacilo. Camino hasta la barra y me pongo peligrosamente cerca de él, iniciando un duelo de miradas que corta rápidamente con una frase:
- ¿Y tú qué miras?
- ¿Que qué miro? ¿Que qué miro? -Me indigno sensiblemente, y hasta le doy una bofetada-. ¡Escríbeme en este papel "rojos marchaos a casa"! ¡Y bien declinado! O si no...
- Cuidado Bröl -suelta uno, desde una mesa, con tono burlón-. Es el Basilisco de Thesalia, si no tienes cuidado encontrará el O...
Le endiño una patada tan fuerte que lo mando volando tres metros. Cae inconsciente sobre una mesa, molestando a unos parroquianos. Aun así, vuelvo con el tipo.
- Escribe bien el nombre de tu taberna. Y luego, ponme un trago.
Un poco asustado, el tabernero sale fuera. Yo, por mi parte, tengo un mal presentimiento. Pero en lo que llega la Marina...
- ¡Barra libre! -grito, saltando la barra.
Pero no vengo aquí por el olor a historia o la arquitectura, exageradamente pretenciosa en los edificios oficiales y austera -cuando no cutre- en las zonas de barriada. Hoy estoy aquí porque, a pesar del frío que hace en el lugar y lo mal que llegan a oler las calles a arenques fermentados, estoy seguro de que puedo encontrar algo que hacer que me convierta en la leyenda que, pese a todo, estoy destinado a ser. Y, como todo el mundo sabe, todas las leyendas empiezan en un bar. Por eso me está resultando tan complicado decidirme.
Pero de pronto, veo algo que me hace languidecer. Todos mis estudios de pronto me golpean en la frente y los ojos deciden casi sangrar del disgusto. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo hacen esa combinación de idiomas? Hago múltiples aspavientos y gestos de molestia. ¡Se escribe Rufi ite domum! ¿Qué es eso de Red people? Ni siquiera pelirrojos, no. ¡Rojos! Pero serán hijos de puta. En fin, que entro.
Y entro, claro que entro. El dueño del local, o el camarero más prominente, un tipo gordo de mirada perdida y mostacho -cómo no, tenía que tener mostacho- me mira mal cuando entro, pero no vacilo. Camino hasta la barra y me pongo peligrosamente cerca de él, iniciando un duelo de miradas que corta rápidamente con una frase:
- ¿Y tú qué miras?
- ¿Que qué miro? ¿Que qué miro? -Me indigno sensiblemente, y hasta le doy una bofetada-. ¡Escríbeme en este papel "rojos marchaos a casa"! ¡Y bien declinado! O si no...
- Cuidado Bröl -suelta uno, desde una mesa, con tono burlón-. Es el Basilisco de Thesalia, si no tienes cuidado encontrará el O...
Le endiño una patada tan fuerte que lo mando volando tres metros. Cae inconsciente sobre una mesa, molestando a unos parroquianos. Aun así, vuelvo con el tipo.
- Escribe bien el nombre de tu taberna. Y luego, ponme un trago.
Un poco asustado, el tabernero sale fuera. Yo, por mi parte, tengo un mal presentimiento. Pero en lo que llega la Marina...
- ¡Barra libre! -grito, saltando la barra.
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¿El Basilisco de Tesalia? No lo había escuchado nunca la verdad. Parecía ser un tipo bastante problemático ya que me estaba fastidiando la bebida. Para más lío, el tipo no dudó en pegarle una patada a un pobre paleto que estaba allí, y al cual, no le di importancia. Yo seguía bebiendo mi bebida tan tranquilamente, al fin y al cabo las peleas de tasca eran habituales fuera a la isla que fuera.
Me acabé mi consumición y el tipo dijo algo que me sonó bastante bien: "Barra libre". Estaba segura de que todos se lanzarían a por las botellas como locos o se emborracharían todavía más, y eso significaba carteras desprovistas. Yo por mi parte le seguí el rollo al tipo random y me estiré sobre la barra para coger la primera botella de aguardiente que vi, esta me iba a calentar durante mis viajes nocturnos por las calles.
Yo era feliz con mi botella de vodka y con mi botella de aguardiente. Sin embargo y a pesar de todo aquel tipo tan estrafalario me llamó la atención. ¿Le habría robado antes? No, no creo sino me acordaría de que esta más loco que yo. Así que nada, me volví a llenar el vaso y ante la tentantiva de un clientre, que estaba a mi lado de robarme la botella de aguardiente, le dije escuchándose un "click" bajo mi pecho.
-Ni se te ocurra birlármela. Tienes de sobra ahí enfrente, en el estante- dije bajando la mirada para que viera que tenía una de mis pistolas desenfundadas y apuntándole de abajo arriba desde mi regazo. El tío se dio por advertido y siguió a lo suyo, pero yo antes le diría susurrándole.
-¿Quién demonios es este tipo?
Me acabé mi consumición y el tipo dijo algo que me sonó bastante bien: "Barra libre". Estaba segura de que todos se lanzarían a por las botellas como locos o se emborracharían todavía más, y eso significaba carteras desprovistas. Yo por mi parte le seguí el rollo al tipo random y me estiré sobre la barra para coger la primera botella de aguardiente que vi, esta me iba a calentar durante mis viajes nocturnos por las calles.
Yo era feliz con mi botella de vodka y con mi botella de aguardiente. Sin embargo y a pesar de todo aquel tipo tan estrafalario me llamó la atención. ¿Le habría robado antes? No, no creo sino me acordaría de que esta más loco que yo. Así que nada, me volví a llenar el vaso y ante la tentantiva de un clientre, que estaba a mi lado de robarme la botella de aguardiente, le dije escuchándose un "click" bajo mi pecho.
-Ni se te ocurra birlármela. Tienes de sobra ahí enfrente, en el estante- dije bajando la mirada para que viera que tenía una de mis pistolas desenfundadas y apuntándole de abajo arriba desde mi regazo. El tío se dio por advertido y siguió a lo suyo, pero yo antes le diría susurrándole.
-¿Quién demonios es este tipo?
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Siento algún que otro cuchicheo a mi alrededor entre el jolgorio que se crea. Algunos siguen burlándose de mí, pero les dirijo una mirada helada y se quedan en silencio. Otros, asombrados, se retractan de las bromas, mientras la gran mayoría se aprovecha de esta situación de anarquía para entrar en una espiral de alcoholismo y violencia que, a decir verdad, casi me incomoda un poco. Casi.
Bueno, en realidad lo que me incomoda es tener que esquivar dientes cuando van saltando hacia la barra, pero estar detrás de ella repartiendo bebidas y, sobre todo, apartando las mejores para llevármelas conmigo más tarde, es una actividad que incluso me agrada. Es más, si en este pequeño espacio hubiese una cocina seguramente hasta dejase volar mi creatividad, pero sarna con gusto no pica. Al final, lo más importante aquí es que esta panda de borrachos y haraganes empiece a hablar de mí como es debido. No importa si es bien o mal, pero que lo hagan en serio. Cosa que parece que empieza a suceder, más o menos.
- Es un fantoche -susurra un tipo rubio, con demasiada melena-. Cree que llegó hasta el final de Gra...
Recibe una patada. Esta es más fuerte que la del otro tipo y sale despedido contra la pared, que queda hundida con su cuerpo. Con este no me he pasado, y desde luego esta vez nadie se fija en lo que acaba de pasar porque están demasiado ocupados bebiéndose hasta las copas de los árboles y pegándose unas palizas que casi duele mirar. Pero, aun si alguien lo hubiera visto, el mensaje que quiero dejarles espero que esté muy claro: Nunca deben mencionar eso. Porque si alguien lo hace, me lo cargo.
- Soy Claude von Appetit -le digo, apoyándome sobre la barra con una sonrisa. Me quedo muy cerca de ella, con el rostro ligeramente ladeado y dedicándole una mirada vaga-. Mejor espada del mundo y hombre de tus sueños. -Hago una pausa, sacando una cerveza del frigorífico-. Y de los demás, también.
Si no me conoce sin duda tengo una oportunidad de modelar lo que piensa de mí, lo que podría contar y callar, y es más, puedo hacerle ver que, si llega a conocer ese hecho, nada sucedió de verdad. Todo fue porque yo fingí dejarme engañar para llegar a lo alto de Skypeia con escolta... Sí, eso es.
- Aparte de mi autógrafo, ¿quieres algo de mí?
Le guiño un ojo.
Bueno, en realidad lo que me incomoda es tener que esquivar dientes cuando van saltando hacia la barra, pero estar detrás de ella repartiendo bebidas y, sobre todo, apartando las mejores para llevármelas conmigo más tarde, es una actividad que incluso me agrada. Es más, si en este pequeño espacio hubiese una cocina seguramente hasta dejase volar mi creatividad, pero sarna con gusto no pica. Al final, lo más importante aquí es que esta panda de borrachos y haraganes empiece a hablar de mí como es debido. No importa si es bien o mal, pero que lo hagan en serio. Cosa que parece que empieza a suceder, más o menos.
- Es un fantoche -susurra un tipo rubio, con demasiada melena-. Cree que llegó hasta el final de Gra...
Recibe una patada. Esta es más fuerte que la del otro tipo y sale despedido contra la pared, que queda hundida con su cuerpo. Con este no me he pasado, y desde luego esta vez nadie se fija en lo que acaba de pasar porque están demasiado ocupados bebiéndose hasta las copas de los árboles y pegándose unas palizas que casi duele mirar. Pero, aun si alguien lo hubiera visto, el mensaje que quiero dejarles espero que esté muy claro: Nunca deben mencionar eso. Porque si alguien lo hace, me lo cargo.
- Soy Claude von Appetit -le digo, apoyándome sobre la barra con una sonrisa. Me quedo muy cerca de ella, con el rostro ligeramente ladeado y dedicándole una mirada vaga-. Mejor espada del mundo y hombre de tus sueños. -Hago una pausa, sacando una cerveza del frigorífico-. Y de los demás, también.
Si no me conoce sin duda tengo una oportunidad de modelar lo que piensa de mí, lo que podría contar y callar, y es más, puedo hacerle ver que, si llega a conocer ese hecho, nada sucedió de verdad. Todo fue porque yo fingí dejarme engañar para llegar a lo alto de Skypeia con escolta... Sí, eso es.
- Aparte de mi autógrafo, ¿quieres algo de mí?
Le guiño un ojo.
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Parecía que aquel tipo estaba """divirtiéndose""", si, con muchas comillas. No sabía si realmente era un fantoche como decía aquel tipo que acabó siendo parte de la decoración de la pared. Tampoco sabía si era alguien a tener en cuenta ya que todos parecían tener cuidado de no enfrentarlo. El problema es que cada vez que abría esa boca soltaba alguna que otra perla , lo que provocó que suspirara más de una vez, y no, no era por su incontestable atractivo.
Finalmente aquel tipo o tipa, no sabría muy bien que decir la verdad se acercó a mi a molestarme. ¿ En serio? Yo estaba con mi vodka toda tranquilita sin molestar a nadie ¿No había más gente a la que atizar en el bar o que?. En cuanto hizo su presentación arqueé la ceja mientras volvía a beber un poco de mi vaso, pero ya la cosa que me rompió toda fue cuando me dijo lo del autógrafo...y que si quería algo de él.
Me quedé mirándole con una sonrisa dulce y amable y con toda la educación que mi buena madre, la cual no conocí, pudo darme le dije:
-Si, que desaparezcas... pero eso me impediría poder ver como atizas a otro borracho ¿verdad?.-Dije antes de pasar a susurrarle- Estos idiotas dijeron algo antes de una pelirroja con ínfulas de héroe que venía hacia la tasca. Imagino que se referían a ti, yo que tu los reventaba- dije antes de señalarle la mesa del fondo- Son esos tres. El gordo es el que lo dijo.
Tras decir aquello señalé con el pulgar hacia detrás mío donde estaban esos tres. Dejaría el vaso sobre la barra y me quedaría mirando al frente ya que uno de los borrachos puso una de sus manos sobre una botella a la que le había echado el ojo, esta vez, de licor de café.
-Shhh chato, tus dedos o la botella elije- dije ignorando a Claud por un segundo para centrarme en el borracho, el cual captó la amenaza al buelo. Tras eso me dirigí nuevamente a la chica, chico, yo que sé.
-Seerlena, mucho gusto.
Finalmente aquel tipo o tipa, no sabría muy bien que decir la verdad se acercó a mi a molestarme. ¿ En serio? Yo estaba con mi vodka toda tranquilita sin molestar a nadie ¿No había más gente a la que atizar en el bar o que?. En cuanto hizo su presentación arqueé la ceja mientras volvía a beber un poco de mi vaso, pero ya la cosa que me rompió toda fue cuando me dijo lo del autógrafo...y que si quería algo de él.
Me quedé mirándole con una sonrisa dulce y amable y con toda la educación que mi buena madre, la cual no conocí, pudo darme le dije:
-Si, que desaparezcas... pero eso me impediría poder ver como atizas a otro borracho ¿verdad?.-Dije antes de pasar a susurrarle- Estos idiotas dijeron algo antes de una pelirroja con ínfulas de héroe que venía hacia la tasca. Imagino que se referían a ti, yo que tu los reventaba- dije antes de señalarle la mesa del fondo- Son esos tres. El gordo es el que lo dijo.
Tras decir aquello señalé con el pulgar hacia detrás mío donde estaban esos tres. Dejaría el vaso sobre la barra y me quedaría mirando al frente ya que uno de los borrachos puso una de sus manos sobre una botella a la que le había echado el ojo, esta vez, de licor de café.
-Shhh chato, tus dedos o la botella elije- dije ignorando a Claud por un segundo para centrarme en el borracho, el cual captó la amenaza al buelo. Tras eso me dirigí nuevamente a la chica, chico, yo que sé.
-Seerlena, mucho gusto.
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Hay ciertas cosas que no suele ser buena idea decirle a una persona cuando está siendo amable contigo. Mandarla desaparecer es una de ellas. ¿Acaso he sido maleducado? La miro con cierta preocupación, preguntándome todo lo que pueda haber dicho -que no ha sido demasiado- para hacerla sentir incómoda, aunque la conclusión final está clara: Nada. Solo la he saludado, ella es la que estaba cuchicheando sobre mí y yo solo he venido a darle unas respuestas de las que, por lo visto, carece por completo.
Me quedo mirándola por un rato, observando el patrón de su conducta y... No llego a nada. No termino de entender las sutilezas del lenguaje no verbal, y solo puedo notar indiferencia -a pesar de que es imposible sentirse indiferente hacia mí-. Es una chica como un bloque de hielo, a muy pelirroja que sea, que además por lo que estoy viendo parece pretender aprovecharse de mí. Que no puedo culparla, claro, porque si una persona necesita algo lo más lógico es recurrir a mí, dado que si no, ¿a quién vas a llamar?
- Si están hablando de una chica seguro que no se refieren a mí -digo, con una sonrisa. Por favor, ¿de verdad le parezco una chica? Podría entenderlo si me hubiese disfrazado, pero es que voy con total normalidad, y ni siquiera... No sé, yo siempre me he visto bastante masculino. Pero bueno, tampoco debemos precipitarnos-. Al fin y al cabo, yo no soy una chica.
De todos modos me da curiosidad el grupo de gente al que señala, intentando deducir a qué se debe el interés que despiertan en la tal Serleena -si es que ese es su verdadero nombre-, tratando de entender qué le han hecho, o qué puede sacar de que les den una paliza. Lo único que puedo vislumbrar es un pequeño bulto en el bolsillo de uno de ellos, aunque no sabría decir qué es más allá de que brilla con luz propia. Podría entrever que sea alguna clase de moneda, joya, llave de algún cofre... Pero lo más llamativo es que se trata de un misterio que resolver, y los misterios también me llaman mucho la atención.
- Bueno, Serleena -comento, señalando al más gordo de los tres. Es el que lleva el bulto en el bolsillo, pero los otros dos parecen observarnos sin apenas pestañear. A pesar de la barra libre tampoco parecen estar interesados en seguir bebiendo. Algo ocultan, no cabe duda-. ¿Qué te traes con esa gente?
Me quedo mirándola por un rato, observando el patrón de su conducta y... No llego a nada. No termino de entender las sutilezas del lenguaje no verbal, y solo puedo notar indiferencia -a pesar de que es imposible sentirse indiferente hacia mí-. Es una chica como un bloque de hielo, a muy pelirroja que sea, que además por lo que estoy viendo parece pretender aprovecharse de mí. Que no puedo culparla, claro, porque si una persona necesita algo lo más lógico es recurrir a mí, dado que si no, ¿a quién vas a llamar?
- Si están hablando de una chica seguro que no se refieren a mí -digo, con una sonrisa. Por favor, ¿de verdad le parezco una chica? Podría entenderlo si me hubiese disfrazado, pero es que voy con total normalidad, y ni siquiera... No sé, yo siempre me he visto bastante masculino. Pero bueno, tampoco debemos precipitarnos-. Al fin y al cabo, yo no soy una chica.
De todos modos me da curiosidad el grupo de gente al que señala, intentando deducir a qué se debe el interés que despiertan en la tal Serleena -si es que ese es su verdadero nombre-, tratando de entender qué le han hecho, o qué puede sacar de que les den una paliza. Lo único que puedo vislumbrar es un pequeño bulto en el bolsillo de uno de ellos, aunque no sabría decir qué es más allá de que brilla con luz propia. Podría entrever que sea alguna clase de moneda, joya, llave de algún cofre... Pero lo más llamativo es que se trata de un misterio que resolver, y los misterios también me llaman mucho la atención.
- Bueno, Serleena -comento, señalando al más gordo de los tres. Es el que lleva el bulto en el bolsillo, pero los otros dos parecen observarnos sin apenas pestañear. A pesar de la barra libre tampoco parecen estar interesados en seguir bebiendo. Algo ocultan, no cabe duda-. ¿Qué te traes con esa gente?
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-Oh perdona, me dio esa impresión nada más verte- dije dejando la copa totalmente vacía sobre la barra y girando sobre mi silla hacia él. -Bueno, como te dije, me llamo Serleena así que un placer.
El "basilisco" no tardó en preguntarme que me traía con esos tres tipos. A ver, era lógico que se lo preguntara y más cuando yo le había dicho lo que le había dicho, así que me pareció de recibo contárselo...aunque no lo conociera de nada.
-Bueno, digamos que estaba interesada en esa bolsa que lleva colgando de su cinturón. Seguro que tiene cosas brillantes y de valor...pero pensándolo mejor no me apetece liarla aquí y menos por cuatro monedas, así que...- me llené la copa nuevamente- Me vale verga.
Di otro trago hasta vaciar el vaso, y tras eso le dije.
-Oye "hombre de mis sueños" ¿Porqué te llaman el Basilisco de Tesalia?.
La verdad es que me había despertado la curiosidad el saberlo y no sé ni porqué. Vale que fuera un desconocido, pero era un tipo que la ha liado nada más entrar a la taberna, va de gallito y encima parece que al igual que a mi, se la bufa todo. Quizás por una noche podría dejar de dedicarme a robar y dedicarme a escuchar historias, al menos mientras hubiera alcohol de por medio.
El "basilisco" no tardó en preguntarme que me traía con esos tres tipos. A ver, era lógico que se lo preguntara y más cuando yo le había dicho lo que le había dicho, así que me pareció de recibo contárselo...aunque no lo conociera de nada.
-Bueno, digamos que estaba interesada en esa bolsa que lleva colgando de su cinturón. Seguro que tiene cosas brillantes y de valor...pero pensándolo mejor no me apetece liarla aquí y menos por cuatro monedas, así que...- me llené la copa nuevamente- Me vale verga.
Di otro trago hasta vaciar el vaso, y tras eso le dije.
-Oye "hombre de mis sueños" ¿Porqué te llaman el Basilisco de Tesalia?.
La verdad es que me había despertado la curiosidad el saberlo y no sé ni porqué. Vale que fuera un desconocido, pero era un tipo que la ha liado nada más entrar a la taberna, va de gallito y encima parece que al igual que a mi, se la bufa todo. Quizás por una noche podría dejar de dedicarme a robar y dedicarme a escuchar historias, al menos mientras hubiera alcohol de por medio.
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Me resulta extraordinariamente llamativo lo que pende de la bolsa, aunque sé por propia experiencia que lo más interesante siempre es el misterio. Cuando lo descubra seguramente no sea para tanto, pero mientras pueda ser cualquier cosa es inusitadamente emocionante. De hecho, estoy al borde de la barra listo para saltar cuando una frase muy concreta me detiene en seco. ¿Acaba de reconocer que soy el hombre de sus sueños? Es normal que lo sea, pero hasta ahora no había conocido a una persona que reconozca tan rápido una magnitud de sentimientos semejante. Casi me emociono, de lo memorable que soy.
- Tú tampoco estás mal -respondo con cierta cortesía. La verdad es que a mí me quedaría mejor ese conjunto, pero es pelirroja y eso siempre suma puntos en la escala de "no-me-importaría-hacer-un-cumplido-a-estasidad". Que vaya, igual se está pasando un poco con el escote, que en esta isla hace un frío de narices, pero mientras no se le quede la piel de gallina allá ella. Yo por suerte no tengo ese problema-. Verás, Thesalia es una isla del Nuevo Mundo, y en ella se extendió el rumor de que quien veía mis ojos moría. He de reconocer que es cierto, aunque no era por ver mis ojos, sino por acercarse demasiado.
Thesalia era un lugar muy hostil; allí la única forma de sobrevivir era ser algo que nadie deseara cruzarse, por lo que me convertí en el basilisco. Yo no me puse el nombre, claro, pero sí que le saqué todo el rédito que pude y me formé una larga sombra con la intención de estar protegido. Nadie se acerca a ti si todos mueren. Nadie quiere ser el tío de la bolsa de plástico. Ni siquiera en una isla tan extraña como esa. Además, el cómo sobreviví es una historia a la altura de cómo salvé Wano, una aventura memorable que vale más que una sonrisa de la primera mozuela que se enamora de mí en una taberna. Como mínimo vale un barco.
- Ahora, si me disculpas, quiero esa bolsa -digo, saltando la barra-. Ahora vuelvo.
Me acerco al grupo con no demasiada discreción, pisando fuerte y tratando de resultar lo más amenazante posible. El más alto de ellos me observa, sin dejarse impresionar, y hace un ademán para que me largue. No hacerlo es un error, porque en cuanto doy un paso el calvo se levanta y me mete semejante hostiazo en el pecho... Logro evitar la peor parte del golpe, pero igualmente me lanza volando contra la pared de la taberna, reventando tras de mí un par de botellas cuyos cristales se habrían clavado en mi espalda de no haber activado mi Habuso a tiempo.
- Así que estos son fuertes. -Me levanto lentamente. Vienen a por mí. Voy a tener que pelear. Miro a Serlina, y la regaño-: Bueno, ya has conseguido lo que querías. Estarás contenta.
- Tú tampoco estás mal -respondo con cierta cortesía. La verdad es que a mí me quedaría mejor ese conjunto, pero es pelirroja y eso siempre suma puntos en la escala de "no-me-importaría-hacer-un-cumplido-a-estasidad". Que vaya, igual se está pasando un poco con el escote, que en esta isla hace un frío de narices, pero mientras no se le quede la piel de gallina allá ella. Yo por suerte no tengo ese problema-. Verás, Thesalia es una isla del Nuevo Mundo, y en ella se extendió el rumor de que quien veía mis ojos moría. He de reconocer que es cierto, aunque no era por ver mis ojos, sino por acercarse demasiado.
Thesalia era un lugar muy hostil; allí la única forma de sobrevivir era ser algo que nadie deseara cruzarse, por lo que me convertí en el basilisco. Yo no me puse el nombre, claro, pero sí que le saqué todo el rédito que pude y me formé una larga sombra con la intención de estar protegido. Nadie se acerca a ti si todos mueren. Nadie quiere ser el tío de la bolsa de plástico. Ni siquiera en una isla tan extraña como esa. Además, el cómo sobreviví es una historia a la altura de cómo salvé Wano, una aventura memorable que vale más que una sonrisa de la primera mozuela que se enamora de mí en una taberna. Como mínimo vale un barco.
- Ahora, si me disculpas, quiero esa bolsa -digo, saltando la barra-. Ahora vuelvo.
Me acerco al grupo con no demasiada discreción, pisando fuerte y tratando de resultar lo más amenazante posible. El más alto de ellos me observa, sin dejarse impresionar, y hace un ademán para que me largue. No hacerlo es un error, porque en cuanto doy un paso el calvo se levanta y me mete semejante hostiazo en el pecho... Logro evitar la peor parte del golpe, pero igualmente me lanza volando contra la pared de la taberna, reventando tras de mí un par de botellas cuyos cristales se habrían clavado en mi espalda de no haber activado mi Habuso a tiempo.
- Así que estos son fuertes. -Me levanto lentamente. Vienen a por mí. Voy a tener que pelear. Miro a Serlina, y la regaño-: Bueno, ya has conseguido lo que querías. Estarás contenta.
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Que majo el chico, al final parecía que me iba a llevar muy bien con ese tipo narcisista/flipado. El tipo muy amablemente me dijo que estaba muy bien, y le daría las gracias por ello pero eso significaba decirle que tendría razón...y no me apetecía alimentarle más el ego.
-Vaya, interesante tu historia. Me gusta mucho pensar que puedes fastidiar a gente con solo mirarla ¿ Te imaginas?-dije antes de ver como se despedía de mi y se dirigía a aquel grupito de imbéciles. Al final parecía que me iba a hacer el trabajito.
Y joder si lo hizo...pero al revés. Le pegaron semejante hostia que para mis adentros pensé "Sa matao". Así que en lo que el tipo se levantaba ( si no había cascado) yo llevaría mi mano a mi espalda muy lentamente y disimuladamente hasta agarrar el mango de la pistola. Si la cosa se torcía más, yo misma acabaría el trabajo. Por fortuna escuché que Claude dijo: "Así que estos son fuertes", o sea, no cascó.
-¿Estás bien?- le dije sin moverme de mi silla y sin quitar vista de los idiotas que le habían pegado.
No me pareció nada bien la respuesta de aquellos tipos, aunque bueno, Claude había hecho lo mismo antes así que...lo comido por lo servido. Así que sin más miramientos saqué la pistola y apunté al calvo, mientras que con la mano que me quedaba libre sacaba otra pistola de la cartuchera de la cadera.
-Chicos, ¿Dónde han quedado los modales?
-Vaya, interesante tu historia. Me gusta mucho pensar que puedes fastidiar a gente con solo mirarla ¿ Te imaginas?-dije antes de ver como se despedía de mi y se dirigía a aquel grupito de imbéciles. Al final parecía que me iba a hacer el trabajito.
Y joder si lo hizo...pero al revés. Le pegaron semejante hostia que para mis adentros pensé "Sa matao". Así que en lo que el tipo se levantaba ( si no había cascado) yo llevaría mi mano a mi espalda muy lentamente y disimuladamente hasta agarrar el mango de la pistola. Si la cosa se torcía más, yo misma acabaría el trabajo. Por fortuna escuché que Claude dijo: "Así que estos son fuertes", o sea, no cascó.
-¿Estás bien?- le dije sin moverme de mi silla y sin quitar vista de los idiotas que le habían pegado.
No me pareció nada bien la respuesta de aquellos tipos, aunque bueno, Claude había hecho lo mismo antes así que...lo comido por lo servido. Así que sin más miramientos saqué la pistola y apunté al calvo, mientras que con la mano que me quedaba libre sacaba otra pistola de la cartuchera de la cadera.
-Chicos, ¿Dónde han quedado los modales?
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Me reencajo la mandíbula, que ha quedado un poco suelta después del viaje. No es que sea nada grave, pero cruje cuando la coloco. Abro la boca un par de veces, como mascando, hasta que deja de doler. Pegan duro, pero nada que no pueda soportar, así que decido que voy a devolverles la pelota. Esta vez estaré atento y, por mucho que parezcan fuertes, seguro que solo son tres pringados más que me han cogido desprevenido.
Agarro una botella rota del suelo y me dispongo a saltar una vez más de la mesa, cuando en medio del alboroto una voz parece hacerse con el centro de la escena. Asiento a Serleena listo para atacar cuando, de pronto, ella decide cortarnos el rollo sacando un par de pistolas. Bueno, es un buen plan de choque y sin duda eso hace que nuestras opciones aumenten, pero ellos también sacan armas y nos apuntan a ambos, por lo que tal vez en retrospectiva lo ideal podría haber sido intentar llegar a un trato con ellos o apuñalarles la cara. Cualquiera de las opciones me habría venido bien.
- En fin, qué remedio...
Salto sobre la barra al mismo tiempo que desenfundo mis dos ballestas, clavando la mirada en dos de los tres tipos, asegurándome de no apuntar al mismo que Serleena con una de ellas. Observo cada movimiento y bajo de la barra al mismo tiempo que el cristal termina de caer, rompiéndose en mil pedazos. Aunque seguramente solo yo lo oiga dado el alboroto, por lo que se va a ver mucho menos guay de lo que ha sido. Aunque se ve sumamente guay, eso seguro.
- Hay algo que me escama -comento, casualmente, mientras me voy alejando de la pelirroja para tener un ángulo más adecuado-. Con esta pelea, todo el mundo nos está ignorando. ¿Tan habitual es esto?
Los tipos se miran entre ellos, como confusos, y terminan asintiendo al cabo de un par de segundos. Me congratula ver que en Russuam la gente se cose a balas por cualquier motivo, pero no deja de resultarme muy extravagante la idea de que nadie, ni siquiera una persona, se gire a ver cómo está yendo todo.
- Está bien, pues no seré yo quien destruya vuestras tradiciones.
Disparo ambas ballestas, y escucho disparos. Tiro cuerpo a tierra mientras recargo una de ellas y lanzo un segundo disparo al Talón de Aquiles del gordo: Su talón de Aquiles. En realidad es la debilidad de todo el mundo, ya que tengo entendido que duele de narices y no puedes caminar con él así. Pero venga, que ahora sí necesito saber qué demonios lleva en la bolsa.
Agarro una botella rota del suelo y me dispongo a saltar una vez más de la mesa, cuando en medio del alboroto una voz parece hacerse con el centro de la escena. Asiento a Serleena listo para atacar cuando, de pronto, ella decide cortarnos el rollo sacando un par de pistolas. Bueno, es un buen plan de choque y sin duda eso hace que nuestras opciones aumenten, pero ellos también sacan armas y nos apuntan a ambos, por lo que tal vez en retrospectiva lo ideal podría haber sido intentar llegar a un trato con ellos o apuñalarles la cara. Cualquiera de las opciones me habría venido bien.
- En fin, qué remedio...
Salto sobre la barra al mismo tiempo que desenfundo mis dos ballestas, clavando la mirada en dos de los tres tipos, asegurándome de no apuntar al mismo que Serleena con una de ellas. Observo cada movimiento y bajo de la barra al mismo tiempo que el cristal termina de caer, rompiéndose en mil pedazos. Aunque seguramente solo yo lo oiga dado el alboroto, por lo que se va a ver mucho menos guay de lo que ha sido. Aunque se ve sumamente guay, eso seguro.
- Hay algo que me escama -comento, casualmente, mientras me voy alejando de la pelirroja para tener un ángulo más adecuado-. Con esta pelea, todo el mundo nos está ignorando. ¿Tan habitual es esto?
Los tipos se miran entre ellos, como confusos, y terminan asintiendo al cabo de un par de segundos. Me congratula ver que en Russuam la gente se cose a balas por cualquier motivo, pero no deja de resultarme muy extravagante la idea de que nadie, ni siquiera una persona, se gire a ver cómo está yendo todo.
- Está bien, pues no seré yo quien destruya vuestras tradiciones.
Disparo ambas ballestas, y escucho disparos. Tiro cuerpo a tierra mientras recargo una de ellas y lanzo un segundo disparo al Talón de Aquiles del gordo: Su talón de Aquiles. En realidad es la debilidad de todo el mundo, ya que tengo entendido que duele de narices y no puedes caminar con él así. Pero venga, que ahora sí necesito saber qué demonios lleva en la bolsa.
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La cosa estaba más tensas que el día en que te dan las notas del colegio. Claude parecía que no se iba a dejar intimidar, y yo obviamente tampoco. Aquellos tipos tampoco se andaban con tonterías y parecía que iban a responder a las provocaciones que les pudiera hacer.
Claude también parecía gozar de hacer escenitas, y ahora me sentía como en un Western. Sólo faltaba el tío random tocando la pianola antes de que nos liáramos a tortas todos. Había una tensión en el aire, que de tener unas tijeras, se podría cortar.
Claude no tardó en disparar sus dos ballestas y empezar así lo que sería la reyerta. Yo simplemente dije: "Mierda" y pegaría un chimpo contra mi espalda hacia la barra cayendo detrás de ella, no sin antes abrir fuego contra el tipo que tenía apuntado previamente.
Una vez tras la barra me dispuse a dicha pistola y a preparar la otra, que seguía cargada. Seguramente los clientes escaparían de la tasca ante la reyerta, y otros seguramente se apuntarían a disparar a cualquiera que se les pusiera en medio, al fin y al cabo eran borrachos.
-¿Lo tienes controlado o necesitas un empujón?- le dije mientras estaba escondida tras la barra. dejando lista nuevamente mi arma para efectuar otro disparo.
Claude también parecía gozar de hacer escenitas, y ahora me sentía como en un Western. Sólo faltaba el tío random tocando la pianola antes de que nos liáramos a tortas todos. Había una tensión en el aire, que de tener unas tijeras, se podría cortar.
Claude no tardó en disparar sus dos ballestas y empezar así lo que sería la reyerta. Yo simplemente dije: "Mierda" y pegaría un chimpo contra mi espalda hacia la barra cayendo detrás de ella, no sin antes abrir fuego contra el tipo que tenía apuntado previamente.
Una vez tras la barra me dispuse a dicha pistola y a preparar la otra, que seguía cargada. Seguramente los clientes escaparían de la tasca ante la reyerta, y otros seguramente se apuntarían a disparar a cualquiera que se les pusiera en medio, al fin y al cabo eran borrachos.
-¿Lo tienes controlado o necesitas un empujón?- le dije mientras estaba escondida tras la barra. dejando lista nuevamente mi arma para efectuar otro disparo.
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De pronto, la taberna cae en un inusitado silencio. La gente que bebía y se peleaba a nuestro alrededor de pronto se queda mirando hacia el grupo que lucha a muerte en el centro mientras dos personas caen al suelo de golpe, alcanzadas por una bala perdida y una de mis plumas. No es la clase de situación en la que uno querría estar, mucho menos cuando escucho las palabras mágicas que convierten cualquier inocente disputa en un casus belli:
- ¿Quién ha sido?
Los Russuanos y yo nos miramos por un momento, sabiendo que ambos vamos a responder de la misma forma. Y efectivamente, ambos a la vez decimos "ha sido él", lo cual es cierto en su caso pero en el mío es una leve mentirijilla. Para cualquier espectador avezado, solo Serleena puede haber matado a alguien desde esa posición dado que, bueno, los demás apuntan hacia nosotros, pero no parece que esto sea impedimento para que la gente nos crea a ambos. Y ahí empieza la jarana...
Una jarana que no sé si quiero tener.
Una decena de hombres se abalanzan sobre el trío, dos de los cuales están heridos pero apenas parecen inmutarse, y otros tantos vienen a por mí. No vienen con intenciones amistosas, detecto, más por su expresión furiosa que por mi Hamon, aunque se enciende la lucecita de peligro y ruedo hacia atrás para levantarme de golpe, evitando que el primero se me tire encima pero recibiendo un botellazo en el hombro del segundo.
Guardo ambas ballestas y saco el cuchillo con premura, sin quitar tampoco ojo de los grandullones, que aprovechan a los agresores como munición y me los van lanzando mientras tengo que esquivar a esta gente por partida doble. Empiezo a cansarme de este juego.
Por eso, antes de dejar margen de maniobra, me cuelo entre la turba furiosa y trato de evitar las navajas. Es difícil, pero llego hasta la bolsa y puedo arrancarla y salir por el otro lado. No sé si se ha dado cuenta, pero está demasiado concentrado en lanzarme gente que al no verme simplemente no ha hecho nada y, ya desde la puerta, me despido de la pelirroja.
- ¡Hasta luego, Serleena! -grito, antes de cerrar-. ¡Gracias por la bolsa!
Espero que esto no le cause problemas, pero lo fundamental ahora es saber qué hay en el interior de la bolsa...
- ¿Quién ha sido?
Los Russuanos y yo nos miramos por un momento, sabiendo que ambos vamos a responder de la misma forma. Y efectivamente, ambos a la vez decimos "ha sido él", lo cual es cierto en su caso pero en el mío es una leve mentirijilla. Para cualquier espectador avezado, solo Serleena puede haber matado a alguien desde esa posición dado que, bueno, los demás apuntan hacia nosotros, pero no parece que esto sea impedimento para que la gente nos crea a ambos. Y ahí empieza la jarana...
Una jarana que no sé si quiero tener.
Una decena de hombres se abalanzan sobre el trío, dos de los cuales están heridos pero apenas parecen inmutarse, y otros tantos vienen a por mí. No vienen con intenciones amistosas, detecto, más por su expresión furiosa que por mi Hamon, aunque se enciende la lucecita de peligro y ruedo hacia atrás para levantarme de golpe, evitando que el primero se me tire encima pero recibiendo un botellazo en el hombro del segundo.
Guardo ambas ballestas y saco el cuchillo con premura, sin quitar tampoco ojo de los grandullones, que aprovechan a los agresores como munición y me los van lanzando mientras tengo que esquivar a esta gente por partida doble. Empiezo a cansarme de este juego.
Por eso, antes de dejar margen de maniobra, me cuelo entre la turba furiosa y trato de evitar las navajas. Es difícil, pero llego hasta la bolsa y puedo arrancarla y salir por el otro lado. No sé si se ha dado cuenta, pero está demasiado concentrado en lanzarme gente que al no verme simplemente no ha hecho nada y, ya desde la puerta, me despido de la pelirroja.
- ¡Hasta luego, Serleena! -grito, antes de cerrar-. ¡Gracias por la bolsa!
Espero que esto no le cause problemas, pero lo fundamental ahora es saber qué hay en el interior de la bolsa...
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¡Había empezado la fiesta y Claude había sido elegido el tipo del año!. La peña no dudó en ir a por él mientras yo estaba "tranquila" detrás de la barra bebiéndome, ahora, una botella que había tirada por el suelo. Se escuchaban disparos y Claude parecía estar entablando un combate bastante ceñido.
Los problemas empezaron a surgir en el momento en que pude ver como Claude enfocaba la bolsa del calvo. Le estaba leyendo las intenciones con solo verle, pero no pude hacer mucho ya que un tipo random me estaba disparando. Como era obvio fallando todos los disparos, los cuales, quedaban en la barra o en las botellas del expositor.
Así que saqué de mi bolsillo una pequeña bola de metal, vamos, una granada de humo. Eché un pequeño vistazo por el lateral de la barra para ver a Claude, el cual, durante la pelea había arrancado la bolsa de su dueño y se había largado entre el caos por la puerta de la tasca.
-¡EH! ¡ESA ES MI PASTA!- dije saltando por encima de la barra vaciando las pistolas con los dos primeros imbéciles que se encontraban en mi rango de visión. Saqué un pequeño cuchillo de la bota y los que intentaron detenerme por el camino cuando iba a la salida, fueron recibiendo algún puñetazo, o saltaba por encima de ellos, o me deslizaba por debajo de ellos o les daba alguna patada en sus partes. Eso si, cada vez que me deslizaba por debajo de las piernas tiraba de cuchillo y cortaba la soga de sus bolsas en un rápido movimiento llevándomelas.
Una vez salí de la tasca sabía que el gentío de adentro no tardaría mucho en darse cuenta de que faltábamos tanto yo como Claude, y menos cuando me había llevado tres bolsas por el camino. Este por su parte estaba fuera con la bolsa, mirándola.
-¡EH TU!- dije acercándome a él con furiosa cólera como si fuera a darle un puñetazo en cuanto lo tuviera lo suficientemente cerca. Sin embargo nada más estar cerca de él me cambiaría el semblante y el tomo pasaría a ser neutral- ¡Eso ha sido una pasada! ¿Le pegaste un tirón verdad?
Los problemas empezaron a surgir en el momento en que pude ver como Claude enfocaba la bolsa del calvo. Le estaba leyendo las intenciones con solo verle, pero no pude hacer mucho ya que un tipo random me estaba disparando. Como era obvio fallando todos los disparos, los cuales, quedaban en la barra o en las botellas del expositor.
Así que saqué de mi bolsillo una pequeña bola de metal, vamos, una granada de humo. Eché un pequeño vistazo por el lateral de la barra para ver a Claude, el cual, durante la pelea había arrancado la bolsa de su dueño y se había largado entre el caos por la puerta de la tasca.
-¡EH! ¡ESA ES MI PASTA!- dije saltando por encima de la barra vaciando las pistolas con los dos primeros imbéciles que se encontraban en mi rango de visión. Saqué un pequeño cuchillo de la bota y los que intentaron detenerme por el camino cuando iba a la salida, fueron recibiendo algún puñetazo, o saltaba por encima de ellos, o me deslizaba por debajo de ellos o les daba alguna patada en sus partes. Eso si, cada vez que me deslizaba por debajo de las piernas tiraba de cuchillo y cortaba la soga de sus bolsas en un rápido movimiento llevándomelas.
Una vez salí de la tasca sabía que el gentío de adentro no tardaría mucho en darse cuenta de que faltábamos tanto yo como Claude, y menos cuando me había llevado tres bolsas por el camino. Este por su parte estaba fuera con la bolsa, mirándola.
-¡EH TU!- dije acercándome a él con furiosa cólera como si fuera a darle un puñetazo en cuanto lo tuviera lo suficientemente cerca. Sin embargo nada más estar cerca de él me cambiaría el semblante y el tomo pasaría a ser neutral- ¡Eso ha sido una pasada! ¿Le pegaste un tirón verdad?
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La calle está relativamente desierta para la hora que es. El sol hace un rato que se ha puesto, sí, pero en Russuam eso sucede a apenas media tarde. Debería empezar a llevar reloj encima, porque tampoco veo en ningún edificio uno al que pueda acceder y, aunque tengo cierto sentido del tiempo, tampoco puedo determinarlo con exactitud si no veo el sol. Sin embargo, en una calle tan llena de tascas como esta, ver el espacio vacío es una cosa que me perturba mucho. Una barbaridad, vaya.
Comienzo a caminar tras soltar una larga bocanada de aire. El tabernero hace un rato que se ha ido, y si ha sido lo suficientemente dramático es posible que venga no solo la Marina sino también la caballería cosaca. Estos son jinetes de osos famosos por alimentarse de casi cualquier cosa, abrevar a sus monturas con vodka y ser total y absolutamente desquiciantes. Hablan el extraño idioma de la isla, que no sé quién puede entender, y dicen mucho "cyka". También llevan espadas de reluciente oro y cañones de la más fina plata, que no sé ni cómo resisten la potencia de esas balas de demolición que revientan paredes.
Pero, por ahora, no se escucha su marcha de guerra.
Estoy a punto de abrir la bolsa cuando escucho un grito a mi espalda. Reconocería esa voz en... Bueno, siendo sinceros la reconozco porque la acabo de escuchar, pero me giro ante semejante bramido con ganas de responderle con un grito de las mismas proporciones... Pero no. Parece contenta por la que se ha armado, así que sonrío complacido. Luego volveré a partirles la cara, pero las prioridades están claras. ¿Tesoros? ¿Una llave? El qué puede haber en una bolsa como esta empieza a picarme en la glándula de la curiosidad, así que la adelanto para que Serleena también pueda ver lo que hay en su interior, y...
- ¡Ra-Ra-Rasputín!
¡No! ¡Los cosacos! Miro a la pelirroja con urgencia mientras me guardo en el bolsillo el morral y salgo corriendo, agarrándola de la mano, hasta el umbral del portal más cercano, donde la dejo contra la pared y cubro su rostro con la mano, pegándome hasta estar frente a frente y pecho a pecho. Qué alta es, ahora que me fijo.
- No te ilusiones -susurro-, hace falta más para que los sueños se cumplan.
Detrás de mí, al cabo de unos segundos, una veintena de jinetes de oso pasa por la calle. Algunos se giran y animan, otros siguen cantando su marcha hasta que se detienen delante de la taberna que acabamos de dejar, o al menos eso estimo por la distancia que siguen recorriendo.
- ¡Lover of the Russian Queen!
Abren una puerta y se escucha alboroto. Definitivamente iban a por mí.
- Deberíamos alejarnos de la zona -termino por decir-. Ya veremos lo que hay en la bolsa más tarde.
Comienzo a caminar tras soltar una larga bocanada de aire. El tabernero hace un rato que se ha ido, y si ha sido lo suficientemente dramático es posible que venga no solo la Marina sino también la caballería cosaca. Estos son jinetes de osos famosos por alimentarse de casi cualquier cosa, abrevar a sus monturas con vodka y ser total y absolutamente desquiciantes. Hablan el extraño idioma de la isla, que no sé quién puede entender, y dicen mucho "cyka". También llevan espadas de reluciente oro y cañones de la más fina plata, que no sé ni cómo resisten la potencia de esas balas de demolición que revientan paredes.
Pero, por ahora, no se escucha su marcha de guerra.
Estoy a punto de abrir la bolsa cuando escucho un grito a mi espalda. Reconocería esa voz en... Bueno, siendo sinceros la reconozco porque la acabo de escuchar, pero me giro ante semejante bramido con ganas de responderle con un grito de las mismas proporciones... Pero no. Parece contenta por la que se ha armado, así que sonrío complacido. Luego volveré a partirles la cara, pero las prioridades están claras. ¿Tesoros? ¿Una llave? El qué puede haber en una bolsa como esta empieza a picarme en la glándula de la curiosidad, así que la adelanto para que Serleena también pueda ver lo que hay en su interior, y...
- ¡Ra-Ra-Rasputín!
¡No! ¡Los cosacos! Miro a la pelirroja con urgencia mientras me guardo en el bolsillo el morral y salgo corriendo, agarrándola de la mano, hasta el umbral del portal más cercano, donde la dejo contra la pared y cubro su rostro con la mano, pegándome hasta estar frente a frente y pecho a pecho. Qué alta es, ahora que me fijo.
- No te ilusiones -susurro-, hace falta más para que los sueños se cumplan.
Detrás de mí, al cabo de unos segundos, una veintena de jinetes de oso pasa por la calle. Algunos se giran y animan, otros siguen cantando su marcha hasta que se detienen delante de la taberna que acabamos de dejar, o al menos eso estimo por la distancia que siguen recorriendo.
- ¡Lover of the Russian Queen!
Abren una puerta y se escucha alboroto. Definitivamente iban a por mí.
- Deberíamos alejarnos de la zona -termino por decir-. Ya veremos lo que hay en la bolsa más tarde.
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Vaale, bueno...parece que los cosacos no tardaron en llegar a la fiesta. Me hacía mucha gracia que entonaran un sonoro Ra- Ra- Rasputín que me recordaba a una canción de tiempos mejores, obligándome a seguirla.
-...Russuam´s greatest love machine.
No pude cantar más ya que Claude me agarró por el brazo y tiró de mi hacia el portal más cercano. ¿Porqué todo el mundo la cogía con mi brazo?, primero Arik, luego Elina...apuf... a este paso iba a cobrar por tocármelo.
Lo peor no fue eso, lo peor es ver a Claude como un "caballero" pretencioso y egocéntrico lanzar una de sus frases, con la cual, para mi ya se había coronando. Arqueé la ceja y puse la mano entre mi pecho y su pecho.
-Si, ajá, pero que corra el aire.
Cuando quise apartarme de Claude para salir a la calle llegó una patrulla osuna....genial. No le daría importancia si no fuera porque escuché como ellos continuaban con el Ra ra Rasputín de los otros soldados con un "Lover of the Russian Queen". Se me hinchó la vena del cuello y me asomé desde el portal hasta la avenida.
-¡QUE NO ES ASÍ PUTOS INCULTOS!¡- dije con un enfado bastante notable antes de quedarme blanca como el mármol.- Mi-er-da.
Lo siento, pero no podía ignorar semejante afrenta a una letra musical que conocía desde niña. Y además, cuando estuve a punto de desenfundar una de las pistolas escuché a Claude decir que era hora de irse de allí. Así que esta vez corrí yo hacia él, le agarré por el brazo y tiré de él como alma que lleva el diablo por el callejón contiguo al portal.
-¡No pienso decirte que no a eso!-dije mientras trataba de correr como una loca.
-...Russuam´s greatest love machine.
No pude cantar más ya que Claude me agarró por el brazo y tiró de mi hacia el portal más cercano. ¿Porqué todo el mundo la cogía con mi brazo?, primero Arik, luego Elina...apuf... a este paso iba a cobrar por tocármelo.
Lo peor no fue eso, lo peor es ver a Claude como un "caballero" pretencioso y egocéntrico lanzar una de sus frases, con la cual, para mi ya se había coronando. Arqueé la ceja y puse la mano entre mi pecho y su pecho.
-Si, ajá, pero que corra el aire.
Cuando quise apartarme de Claude para salir a la calle llegó una patrulla osuna....genial. No le daría importancia si no fuera porque escuché como ellos continuaban con el Ra ra Rasputín de los otros soldados con un "Lover of the Russian Queen". Se me hinchó la vena del cuello y me asomé desde el portal hasta la avenida.
-¡QUE NO ES ASÍ PUTOS INCULTOS!¡- dije con un enfado bastante notable antes de quedarme blanca como el mármol.- Mi-er-da.
Lo siento, pero no podía ignorar semejante afrenta a una letra musical que conocía desde niña. Y además, cuando estuve a punto de desenfundar una de las pistolas escuché a Claude decir que era hora de irse de allí. Así que esta vez corrí yo hacia él, le agarré por el brazo y tiré de él como alma que lleva el diablo por el callejón contiguo al portal.
-¡No pienso decirte que no a eso!-dije mientras trataba de correr como una loca.
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¡Le falta el aire! Me alejo un poco, con una sonrisa de suficiencia. Siempre he tenido un efecto curioso en las mujeres, aunque espero que no pretenda que rompa la tensión sexual que acaba de generarse entre nosotros con un beso, porque por lo menos de mi parte es una tensión... Tensa. Es decir, no me gustaría estar en su pellejo, porque por lo menos por mi parte es una tensión por pensar en cómo voy a tener que rechazarla. Es tan duro ser extremadamente fabuloso... Cómo me alegro a veces de que nadie más lo sea, porque no sé cómo resistiría tener que romper tantos corazones. Ay, pobre gente.
Me alejo de ella lo justo para que pueda respirar sin hiperventilar, todavía cubriéndola de las miradas indiscretas de osos y cosacos. Sin embargo, a medida que estos se alejan me voy separando poco a poco teniendo sumo cuidado de ser lo más sutil posible, incluso rozándola por si alguien nos está mirando se piense que de verdad somos una pareja y no dos gañanes disimul... ¡Pero de qué va esta loca! Ha corregido a los cosacos mientras cantan su marcha de guerra, y ahora estamos en su punto de mira. Todos se giran hacia nosotros, y aunque no puedo oler el peligro, sí la caquita de los pocos viandantes, aterrados ante la idea de que los cosacos la tomen con ellos. De hecho, en cuanto me separo de Serleena puedo ver que hay al menos tres peatones que nos señalan con el dedo.
- ¡Eios son, camarradas! -grita uno. ¿Se le llama camarada a los cosacos? ¿Qué será lo próximo, cocinar un steak tartar entre un caballo y la silla de montar?-. ¡Eios han corregito cansión!
Estamos en problemas. Miro a Serleena con severidad, solo esperando que no se traumatice al ver cómo el hombre de sus sueños se molesta con ella. De hecho, al final no puedo mantener esa dureza en el rostro y le sonrío, giñándole el ojo hasta con cierta alegría, de una cierta picardía que solo espero no malinterprete.
- Corramos.
El mayor problema es que no es lo mismo caminar discretamente que correr huyendo de una manada semi-salvaje de osos alimentados con vodka, así que me preparo para saltar una de las lonas de los negocios y así huir por los tejados. Que aunque los osos sean plantígrados, cuento con que su peso les impida seguirnos. De ahí solo necesitamos correr por los tejados y... ¿Y qué más?
¿Qué más da? Ayudo a la pelirroja a subir si lo necesita y, antes de que el primer oso llegue, doy un salto para llegar.
- La que has liado, chata -la reprendo-. Así no me vas a conquistar, ¿sabes?
Me alejo de ella lo justo para que pueda respirar sin hiperventilar, todavía cubriéndola de las miradas indiscretas de osos y cosacos. Sin embargo, a medida que estos se alejan me voy separando poco a poco teniendo sumo cuidado de ser lo más sutil posible, incluso rozándola por si alguien nos está mirando se piense que de verdad somos una pareja y no dos gañanes disimul... ¡Pero de qué va esta loca! Ha corregido a los cosacos mientras cantan su marcha de guerra, y ahora estamos en su punto de mira. Todos se giran hacia nosotros, y aunque no puedo oler el peligro, sí la caquita de los pocos viandantes, aterrados ante la idea de que los cosacos la tomen con ellos. De hecho, en cuanto me separo de Serleena puedo ver que hay al menos tres peatones que nos señalan con el dedo.
- ¡Eios son, camarradas! -grita uno. ¿Se le llama camarada a los cosacos? ¿Qué será lo próximo, cocinar un steak tartar entre un caballo y la silla de montar?-. ¡Eios han corregito cansión!
Estamos en problemas. Miro a Serleena con severidad, solo esperando que no se traumatice al ver cómo el hombre de sus sueños se molesta con ella. De hecho, al final no puedo mantener esa dureza en el rostro y le sonrío, giñándole el ojo hasta con cierta alegría, de una cierta picardía que solo espero no malinterprete.
- Corramos.
El mayor problema es que no es lo mismo caminar discretamente que correr huyendo de una manada semi-salvaje de osos alimentados con vodka, así que me preparo para saltar una de las lonas de los negocios y así huir por los tejados. Que aunque los osos sean plantígrados, cuento con que su peso les impida seguirnos. De ahí solo necesitamos correr por los tejados y... ¿Y qué más?
¿Qué más da? Ayudo a la pelirroja a subir si lo necesita y, antes de que el primer oso llegue, doy un salto para llegar.
- La que has liado, chata -la reprendo-. Así no me vas a conquistar, ¿sabes?
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-Las manos en los bolsillos o en tu cartera- le dije a Claude ante su intento de "rozamiento casual".
Lo siento, que me perdonen todos los dioses pero no podía dejar que mancillaran una canción tan buena. Si estos gordos llenos de vodka iban a joderme la infancia, la menos les daría un par de lecciones. El problema de todo esto es que bueno...he atraído no pocas miradas y algunas cuantas lanzas hacia mi y mi compañero. Claude no lo dudó ni cinco segundos en decir que corriéramos de aquellos guardias, y como dije antes no le iba a llevar la contraria.
De hecho, para el momento en que dijo la segunda sílaba de aquella palabra, yo ya solo era una estela de humo corriendo por delante de Claude.
La verdad es que me estaba divirtiendo con este "chase" que Claude muy amablemente decidió continuar saltando hacia el primer tejado que vio.
-Oins, ¿y saltas como yo también?- dije siguiéndole chimpando en la lona que previamente había usado Claude para llegar al tejado junto a él. No parecía estar muy contento la verdad, tampoco le culpaba por querer divertirme yo mientras que él era un soso de cuidado.
-Pff, pues si llego a tener la cabeza de caballo, un par de cervezas y un Mentos igual te cagas de la party que monto aquí- dije mientras corría junto a él antes de contestar a su última frase- Me quitaría el sujetador como ofrenda para pedir tu perdón, pero creo que sólo me va a dar tiempo a hacer esto....
Sacaría una pequeña bola de metal de uno de mis bolsillos de la cintura y la lanzaría tras nosotros, explotaría y crearía una densa humareda negra para impedir la visión de nuestros perseguidores. Yo gritaría como una loca al ver que había acertado con la bola.
-¡Bieeen! ¡Esta vez no me he equivocado con las granadas! Al final ha sido buena idea poner etiquetas a los bolsillos.
Lo siento, que me perdonen todos los dioses pero no podía dejar que mancillaran una canción tan buena. Si estos gordos llenos de vodka iban a joderme la infancia, la menos les daría un par de lecciones. El problema de todo esto es que bueno...he atraído no pocas miradas y algunas cuantas lanzas hacia mi y mi compañero. Claude no lo dudó ni cinco segundos en decir que corriéramos de aquellos guardias, y como dije antes no le iba a llevar la contraria.
De hecho, para el momento en que dijo la segunda sílaba de aquella palabra, yo ya solo era una estela de humo corriendo por delante de Claude.
La verdad es que me estaba divirtiendo con este "chase" que Claude muy amablemente decidió continuar saltando hacia el primer tejado que vio.
-Oins, ¿y saltas como yo también?- dije siguiéndole chimpando en la lona que previamente había usado Claude para llegar al tejado junto a él. No parecía estar muy contento la verdad, tampoco le culpaba por querer divertirme yo mientras que él era un soso de cuidado.
-Pff, pues si llego a tener la cabeza de caballo, un par de cervezas y un Mentos igual te cagas de la party que monto aquí- dije mientras corría junto a él antes de contestar a su última frase- Me quitaría el sujetador como ofrenda para pedir tu perdón, pero creo que sólo me va a dar tiempo a hacer esto....
Sacaría una pequeña bola de metal de uno de mis bolsillos de la cintura y la lanzaría tras nosotros, explotaría y crearía una densa humareda negra para impedir la visión de nuestros perseguidores. Yo gritaría como una loca al ver que había acertado con la bola.
-¡Bieeen! ¡Esta vez no me he equivocado con las granadas! Al final ha sido buena idea poner etiquetas a los bolsillos.
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- No tenemos tanta confianza como para eso -le respondo. Al fin y al cabo, no estamos como para que le meta las manos en los bolsillos. Aunque no termino de entender a qué se refiere con lo de la cartera. Si no fuera porque no llevo, pensaría que me la ha robado para que busque. Igual está jugando con esa idea, hay mujeres muy retorcidas que harían lo que fuese para que las tocase. Pero, por suerte o por desgracia, no soy la clase de hombre que se deja engañar por semejantes trucos baratos-. Pero si te portas bien, te dejaré tocar mis abdominales.
Estoy a punto de levantarme sugerentemente la camiseta cuando tenemos que salir por patas, a lo que Serleena toma una decisión extraordinariamente expeditiva para poder huir de los cosacos: Usar explosivos. A ver, no es una mala opción, aunque eso de destrozar gratuitamente... Bueno, en realidad tampoco es que me moleste demasiado mientras no dañe a nadie. Lo que realmente suena perturbador es lo que sea que quiere hacer con una cabeza de caballo, un par de cervezas y... ¿Mentos? ¿Qué es un mento?
- La próxima vez mejor quítate el sujetador -comento, con expresión patidifusa. No porque me interese, sino porque como mínimo es una anécdota mejor que "la chica enamorada de mí provocó una masacre osuna para complacerme". ¿Por qué piensa que eso debería complacerme? Ah, sí, porque está chalada.
Estamos ya corriendo por los tejados cuando el sonido de un aerosol me saca de mi ensimismamiento. Me doy la vuelta y veo que es una granada de humo, así que me despreocupo. Los osos borrachos, de lograr seguirnos, por lo menos no acabarán totalmente desmembrados. Por lo tanto, huyendo de allí sigo corriendo mirando hacia delante, sin dejarme distraer por nada de lo que me encuentro hasta que acabamos al borde de una plaza. Es completamente verde, de suelos a tejados, en distintas tonalidades desde basalto hasta oliva, pasando por un agradable color "desastre radiactivo". Pero lo que es un hecho es que o nos encaramamos a los árboles o bajamos de una vez. ¿Pros de bajar? Suelo estable. ¿Contras? Osos borrachos.
Al final opto porque la idea de lidiar con osos borrachos -a los que debemos sacar una buena ventaja, a todo esto- es más atractiva que la de caminar por ramas de árboles, y de un salto acabo en el suelo. Nadie nota que he doblado las rodillas y flexionado los tobillos para minimizar daños debido a mi sublime postura, pero lo he hecho. Aparte, hace falta más que un tercer piso para hacerme daño. Miro a Serleena desde abajo y le hago un gesto con la mano.
- Si te da miedo, yo puedo recogerte -ofrezco, intentando que baje cuanto antes-. Pero si no saltas rápido nos alcanzarán.
Estoy a punto de levantarme sugerentemente la camiseta cuando tenemos que salir por patas, a lo que Serleena toma una decisión extraordinariamente expeditiva para poder huir de los cosacos: Usar explosivos. A ver, no es una mala opción, aunque eso de destrozar gratuitamente... Bueno, en realidad tampoco es que me moleste demasiado mientras no dañe a nadie. Lo que realmente suena perturbador es lo que sea que quiere hacer con una cabeza de caballo, un par de cervezas y... ¿Mentos? ¿Qué es un mento?
- La próxima vez mejor quítate el sujetador -comento, con expresión patidifusa. No porque me interese, sino porque como mínimo es una anécdota mejor que "la chica enamorada de mí provocó una masacre osuna para complacerme". ¿Por qué piensa que eso debería complacerme? Ah, sí, porque está chalada.
Estamos ya corriendo por los tejados cuando el sonido de un aerosol me saca de mi ensimismamiento. Me doy la vuelta y veo que es una granada de humo, así que me despreocupo. Los osos borrachos, de lograr seguirnos, por lo menos no acabarán totalmente desmembrados. Por lo tanto, huyendo de allí sigo corriendo mirando hacia delante, sin dejarme distraer por nada de lo que me encuentro hasta que acabamos al borde de una plaza. Es completamente verde, de suelos a tejados, en distintas tonalidades desde basalto hasta oliva, pasando por un agradable color "desastre radiactivo". Pero lo que es un hecho es que o nos encaramamos a los árboles o bajamos de una vez. ¿Pros de bajar? Suelo estable. ¿Contras? Osos borrachos.
Al final opto porque la idea de lidiar con osos borrachos -a los que debemos sacar una buena ventaja, a todo esto- es más atractiva que la de caminar por ramas de árboles, y de un salto acabo en el suelo. Nadie nota que he doblado las rodillas y flexionado los tobillos para minimizar daños debido a mi sublime postura, pero lo he hecho. Aparte, hace falta más que un tercer piso para hacerme daño. Miro a Serleena desde abajo y le hago un gesto con la mano.
- Si te da miedo, yo puedo recogerte -ofrezco, intentando que baje cuanto antes-. Pero si no saltas rápido nos alcanzarán.
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La verdad es que Claude me estaba cayendo muy bien a pesar de que tenía mi maldita bolsa. La persecución por los tejado también me estab divirtiendo lo suficiente como para prolongarla, pero luego me daba cuenta que si te persiguen creyéndose que te van a atrapar...ya no tiene gracia, al menos para mi.
Así que tras correr como puta Sakurana por los tejados llegamos hasta el borde de una plaza, y menos mal, al fin terreno tranquilo a pesar de las hordas que estaban tras nosotros. Claude no tardó ni un segundo en bajar aquella distancia, y como buen caballero, me dijo que me ayudaría a descender...cuando él ya estaba abajo. Así que me quedé mirándole ¿Acaso requiero ayuda par bajar tres piso? Por favor. Saco una pequeña pistola de una de mis cartucheras, concretamente la que tengo en el culo y la preparo en mi mano.
Doy unos pasos hacia atrás para coger carrerilla y salto al vacío. Caería sobre Claude si no fuera porque en el aire me giraría y dispararía la pistola contra el saliente del que había soltado. Acto seguido saldría un gancho con una cuerda de la pistola que se agarraría a la fachada y yo me apoyaría con los pues contra la pared a la altura del segundo piso, descendiendo poco a poco hasta tocar el suelo.
-Vale, coge el callejón de la derecha y los despistamos.-dije adelantándome a él corriendo hasta llegar al callejón donde había varios barriles amontonados. Le diría a Claude que se pusiera tras ellos, y yo por mi parte sacaría otra bola de metal de mi cinturón y tomaría cobertura con la pared de la entrada al callejón. Cuando los guardias se asomaran lanzaría la esfera contra la calle que teníamos en frente, rodaría un par de metros y explotaría, llamando la atención de la guardia hacia esa calle, y así, dejarnos tranquilos a nosotros.
Así que tras correr como puta Sakurana por los tejados llegamos hasta el borde de una plaza, y menos mal, al fin terreno tranquilo a pesar de las hordas que estaban tras nosotros. Claude no tardó ni un segundo en bajar aquella distancia, y como buen caballero, me dijo que me ayudaría a descender...cuando él ya estaba abajo. Así que me quedé mirándole ¿Acaso requiero ayuda par bajar tres piso? Por favor. Saco una pequeña pistola de una de mis cartucheras, concretamente la que tengo en el culo y la preparo en mi mano.
Doy unos pasos hacia atrás para coger carrerilla y salto al vacío. Caería sobre Claude si no fuera porque en el aire me giraría y dispararía la pistola contra el saliente del que había soltado. Acto seguido saldría un gancho con una cuerda de la pistola que se agarraría a la fachada y yo me apoyaría con los pues contra la pared a la altura del segundo piso, descendiendo poco a poco hasta tocar el suelo.
-Vale, coge el callejón de la derecha y los despistamos.-dije adelantándome a él corriendo hasta llegar al callejón donde había varios barriles amontonados. Le diría a Claude que se pusiera tras ellos, y yo por mi parte sacaría otra bola de metal de mi cinturón y tomaría cobertura con la pared de la entrada al callejón. Cuando los guardias se asomaran lanzaría la esfera contra la calle que teníamos en frente, rodaría un par de metros y explotaría, llamando la atención de la guardia hacia esa calle, y así, dejarnos tranquilos a nosotros.
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Efectivamente salta. Pero no para caer sobre mí, sino que toma todo el impulso que puede y salta al vacío, dándose la vuelta y disparando una pistola contra el saliente del tejado. ¡Espera! ¿Lanza cuerdas? Me quedo sorprendido ante semejante juguete y hasta un poco hipnotizado viéndola bajar. ¿Dónde me puedo comprar uno? O siete. Porque quiero tener un cacharro de esos. Siendo justos dudo que lo utilizase, ¿pero y lo que mola? Que vamos, yo no necesito esa clase de artilugios para caer como un gato, pero siempre impresiona ver uno en el cinturón y, si acaso, podría llegar a necesitarlo si la caída es demasiado alta.
- ¡Eso ha sido increíble! -exclamo, genuinamente-. ¡Ha sido casi tan espectacular como mi salto!
Parece muy centrada en la fuga, en cualquier caso, y me señala un callejón. No soy mucho de seguir órdenes, pero cuando estas son tan sumamente racionales como "sígueme o te come el oso" pues, oye, que uno tiende a hacerles caso, entre otras cosas porque es la clase de idea que ya estaba en mi mente de antes y solo es dejar a la muchacha elegir la dirección. Y parece elegir bien, dado que el callejón al que corremos está lleno de barriles tras los que refugiarnos, lo cual es muy útil sabiendo que por el tiempo que ha tardado en hacerse la guay ya se empieza a escuchar la marcha de los cosacos. Aún es un ahogado "uzian beem", pero muy pronto vamos a escuchar un sonoro "Rasputín".
Corro tras ella y me oculto, observando cómo esta vez saca otra granada que espero que no explote... Pero explota.
- ¡Pero cómo puedes ser tan inconsciente! -grito, antes de taparme la boca de golpe. Acabo de liarla.
- Porr ahí -termino escuchando.
No, se acabó. Toca pelear. Me remangoy me preparo para pegar una paliza a toda esta gente, cuando uno de ellos se detiene y baja de la montura, acercándose a mí al mismo ritmo que yo a él. Cruzamos miradas, compartimos una determinación y, justo cuando estoy a punto de lanzarme a por él, habla:
- Señorr, se nos ha inforrmado de que está causando disturrbios en la siudad. Russuam no puede admitirr este comporrtamiento, así que ha sido sansionado con trreinta mil berries de multa. Tiene quinse días parra pagarrlos. Tengan buena nochie.
Y se van. Me quedo flipando. ¿Qué demonios acaba de pasar?
- ¡Eso ha sido increíble! -exclamo, genuinamente-. ¡Ha sido casi tan espectacular como mi salto!
Parece muy centrada en la fuga, en cualquier caso, y me señala un callejón. No soy mucho de seguir órdenes, pero cuando estas son tan sumamente racionales como "sígueme o te come el oso" pues, oye, que uno tiende a hacerles caso, entre otras cosas porque es la clase de idea que ya estaba en mi mente de antes y solo es dejar a la muchacha elegir la dirección. Y parece elegir bien, dado que el callejón al que corremos está lleno de barriles tras los que refugiarnos, lo cual es muy útil sabiendo que por el tiempo que ha tardado en hacerse la guay ya se empieza a escuchar la marcha de los cosacos. Aún es un ahogado "uzian beem", pero muy pronto vamos a escuchar un sonoro "Rasputín".
Corro tras ella y me oculto, observando cómo esta vez saca otra granada que espero que no explote... Pero explota.
- ¡Pero cómo puedes ser tan inconsciente! -grito, antes de taparme la boca de golpe. Acabo de liarla.
- Porr ahí -termino escuchando.
No, se acabó. Toca pelear. Me remangoy me preparo para pegar una paliza a toda esta gente, cuando uno de ellos se detiene y baja de la montura, acercándose a mí al mismo ritmo que yo a él. Cruzamos miradas, compartimos una determinación y, justo cuando estoy a punto de lanzarme a por él, habla:
- Señorr, se nos ha inforrmado de que está causando disturrbios en la siudad. Russuam no puede admitirr este comporrtamiento, así que ha sido sansionado con trreinta mil berries de multa. Tiene quinse días parra pagarrlos. Tengan buena nochie.
Y se van. Me quedo flipando. ¿Qué demonios acaba de pasar?
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-Beh no te creas, la última vez se me rompió la cuerda y me empotré contra un árbol.
Los cosacos ya estaban encima nuestra prácticamente. Por fortuna lo de usar la granada en la calle contraria había funcionado bastante bien, y no como aquella vez en Sabaondy, donde todavía tengo que pagar los desperfectos. Claude por su parte parecía estar incómodo con todo esto, sobre todo porque no parecía entender lo de la granada, pero luego se dio cuenta del porqué, pero antes tuvo que montar un escándalo.
Le tapé la boca, pero bien le podía haber metido un puñetazo en ese pico que tenía por boca. El muy genio había tirado pro la borda mi distracción y uno de los guardias nos detectó, sobre todo cuando Claude decidió enfrentarlo. ¿Se pegaron? Que va, nos puso una multa por "desorden civil".
Mis mofletes se comenzaron a hinchar progresivamente mientras que con la boca aguantaba la risa ante la situación. Como no pude más, directamente me dejé llevar por el momento.
-PUAJAJAJAJAJAAJA- ¿Una multa? ¿En serio? ¿Y encima se la da a Claude?. No pude evitar caer al suelo de espaldas y partirme sola la cara torácica.
Lo mejor de eso no es la multa en si, sino que el guardia se fue sin más. O sea, ¿si llego a dinamitar un edificio entero también me pondrían una multa?. Era demasiado bueno.
-Eh Claude, ya sabes eh tienes "quinse" días para pagar eh- dije mientras seguía riéndome en el suelo.
Los cosacos ya estaban encima nuestra prácticamente. Por fortuna lo de usar la granada en la calle contraria había funcionado bastante bien, y no como aquella vez en Sabaondy, donde todavía tengo que pagar los desperfectos. Claude por su parte parecía estar incómodo con todo esto, sobre todo porque no parecía entender lo de la granada, pero luego se dio cuenta del porqué, pero antes tuvo que montar un escándalo.
Le tapé la boca, pero bien le podía haber metido un puñetazo en ese pico que tenía por boca. El muy genio había tirado pro la borda mi distracción y uno de los guardias nos detectó, sobre todo cuando Claude decidió enfrentarlo. ¿Se pegaron? Que va, nos puso una multa por "desorden civil".
Mis mofletes se comenzaron a hinchar progresivamente mientras que con la boca aguantaba la risa ante la situación. Como no pude más, directamente me dejé llevar por el momento.
-PUAJAJAJAJAJAAJA- ¿Una multa? ¿En serio? ¿Y encima se la da a Claude?. No pude evitar caer al suelo de espaldas y partirme sola la cara torácica.
Lo mejor de eso no es la multa en si, sino que el guardia se fue sin más. O sea, ¿si llego a dinamitar un edificio entero también me pondrían una multa?. Era demasiado bueno.
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- Está bien.
Me quedo observando cómo los cosacos se alejan, perplejo, mientras a mi espalda Serleena explota en una risotada malévola. ¿Me han puesto una multa? No, espera, ¿han enviado un escuadrón entero de cosacos solo para ponerme una multa? Bueno, por lo menos está claro que aquí se toman las cosas en serio. O todo lo contrario, porque a la penca terrorista esta parece que nadie va a decirle nada. ¡Que ha tirado bombas en medio de la calle! ¿Es que eso no les importa? Ah, no, cierto. Esta gente trabaja por órdenes. Si no hay una orden contra ella, como si se acuesta con una de las múltiples representaciones nudistas -y seguro que exageradas- del rey Cerveza XI.
La situación es ridícula, aunque debo agradecer que la pena quede en una simple multa. Al fin y al cabo, no voy a pagarla. De hecho, es más, ni siquiera voy a estar aquí en quince días, ¿cómo demonios esperan cobrarla? Ni siquiera saben mi nombre, y aunque la Marina podría dar cuenta de mi cartel de recompensa no parece que a los jinetes de osos no ha parecido importarles. Diría que tengo suerte, pero ni siquiera esto puede justificarse como suerte. Son simplemente negligentes. Pero bueno, yo agacho la cabeza, fingiendo agradecer su buena labor, despidiéndome con el tradicional tarareo del canto cosaco y haciendo una reverencia inversa, la cual consiste en mantener el tronco recto mientras inclinas las piernas hacia delante, levitando por unos segundos. En realidad nadie puede hacer eso, así que todo queda en un salto justo cuando el tarareo llega a "Rasputín".
- Tengan buena tarde, agentes. -Me despido y doy media vuelta, susurrando finalmente-: Panda subnormales.
Tras eso me aproximo a Serleena. Cuando deja de reírse la ayudo a levantarse, ignorando por un momento que se estaba riendo de mí, y me quedo pensando largo y tendido cómo demonios hemos podido llegar a una situación tan estúpida. En cualquier caso, todavía queda un misterio por resolver y me está dando cada vez más curiosidad saber qué se oculta dentro del morral. Lo saco de mi bolsillo y lo palpo, pero no puedo identificarlo fácilmente. Solo sé que brilla como el sol, pero por quién lo tenía tampoco puedo augurar que vaya a ser la gran cosa. Miro fijamente a la pelirroja, esperando que la codicia la llame más que yo... Aunque eso es imposible.
- Una vez abramos esta bolsa no hay vuelta atrás -le digo, alzándola-. ¿Estás preparada?
Me quedo observando cómo los cosacos se alejan, perplejo, mientras a mi espalda Serleena explota en una risotada malévola. ¿Me han puesto una multa? No, espera, ¿han enviado un escuadrón entero de cosacos solo para ponerme una multa? Bueno, por lo menos está claro que aquí se toman las cosas en serio. O todo lo contrario, porque a la penca terrorista esta parece que nadie va a decirle nada. ¡Que ha tirado bombas en medio de la calle! ¿Es que eso no les importa? Ah, no, cierto. Esta gente trabaja por órdenes. Si no hay una orden contra ella, como si se acuesta con una de las múltiples representaciones nudistas -y seguro que exageradas- del rey Cerveza XI.
La situación es ridícula, aunque debo agradecer que la pena quede en una simple multa. Al fin y al cabo, no voy a pagarla. De hecho, es más, ni siquiera voy a estar aquí en quince días, ¿cómo demonios esperan cobrarla? Ni siquiera saben mi nombre, y aunque la Marina podría dar cuenta de mi cartel de recompensa no parece que a los jinetes de osos no ha parecido importarles. Diría que tengo suerte, pero ni siquiera esto puede justificarse como suerte. Son simplemente negligentes. Pero bueno, yo agacho la cabeza, fingiendo agradecer su buena labor, despidiéndome con el tradicional tarareo del canto cosaco y haciendo una reverencia inversa, la cual consiste en mantener el tronco recto mientras inclinas las piernas hacia delante, levitando por unos segundos. En realidad nadie puede hacer eso, así que todo queda en un salto justo cuando el tarareo llega a "Rasputín".
- Tengan buena tarde, agentes. -Me despido y doy media vuelta, susurrando finalmente-: Panda subnormales.
Tras eso me aproximo a Serleena. Cuando deja de reírse la ayudo a levantarse, ignorando por un momento que se estaba riendo de mí, y me quedo pensando largo y tendido cómo demonios hemos podido llegar a una situación tan estúpida. En cualquier caso, todavía queda un misterio por resolver y me está dando cada vez más curiosidad saber qué se oculta dentro del morral. Lo saco de mi bolsillo y lo palpo, pero no puedo identificarlo fácilmente. Solo sé que brilla como el sol, pero por quién lo tenía tampoco puedo augurar que vaya a ser la gran cosa. Miro fijamente a la pelirroja, esperando que la codicia la llame más que yo... Aunque eso es imposible.
- Una vez abramos esta bolsa no hay vuelta atrás -le digo, alzándola-. ¿Estás preparada?
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Había sido muy divertido todo lo sucedido. Había hecho una amistad, había corrido como una loca por las calles en una intensa persecución, me había inflado a beber vodka y encima había hecho explotar cosas because yes....un día magnífico y redondo, y ni siquiera era todavía hora de desayunar.
Claude vino hacia mi una vez intercambió unas palabras "corteses" con aquellos agentes. Acto seguido me ayudó a levantarme, me sacudí el polvo de la nieve y le dije:
-Oye, si te han fastidiado mucho quizás podamos reventarles la comisaría, mira solo necesitaría un par de cartuchos de dinamita, un palo largo de madera y un unicornio de peluche, y por esto último ni te preguntes el porqué.
Después de divagar un poco recordé que estaba con Claude por la bolsa que me había quitado. No le protesté ni le amenacé, ya que ambos queríamos saber que había dentro. Ya habría tiempo de matarnos entre nosotros si era de valor o no.
-Si claro, adelante, ábrela.
Claude vino hacia mi una vez intercambió unas palabras "corteses" con aquellos agentes. Acto seguido me ayudó a levantarme, me sacudí el polvo de la nieve y le dije:
-Oye, si te han fastidiado mucho quizás podamos reventarles la comisaría, mira solo necesitaría un par de cartuchos de dinamita, un palo largo de madera y un unicornio de peluche, y por esto último ni te preguntes el porqué.
Después de divagar un poco recordé que estaba con Claude por la bolsa que me había quitado. No le protesté ni le amenacé, ya que ambos queríamos saber que había dentro. Ya habría tiempo de matarnos entre nosotros si era de valor o no.
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Es una sensación extraña, tenerlo tan cerca. Al mismo tiempo te separa un abismo de lo que quieres lograr, solo porque en el misterio se encuentra la emoción. Ese momento entre la duda y la verdad, en que hasta el más mínimo movimiento importa, te hace sentir vivo. Y es precisamente por esa sensación que, intentando retenerla por todo el tiempo posible, es tan difícil desamarrar la cuerda que cierra el saco. Tal vez tenga que ver también la estúpida carrerita que nos hemos marcado, los movimientos locos y todo eso para que el cierre se haya quedado más duro de lo que debiera, por lo que ni siquiera con lo hábil que soy puedo abrirlo fácilmente.
- Es la primera vez que me pasa -explico, mientras trasteo con el agujero del saco-. Normalmente soy capaz de abrirlo a la primera, pero hoy se está resistiendo.
No como ella, que está perdidamente enamorada de mí. En el fondo la entiendo, no todos los días aparece alguien como yo en la vida de todo el mundo, por lo que simplemente puedo sonreírle mientras trato de introducir los dedos en la bolsa. Casi puedo llegar a tocar lo que sea que haya en el interior, pero todavía no está lo bastante abierta. Ojalá tener un poco de mantequilla, pero me la he gastado toda con Ilje y no me queda nada más. Aunque claro, podría intentar comprar un poco... Pero demasiado tiempo. Al final, opto por la opción que cualquier persona cuerda habría tomado hace rato al ver que esto no funciona: Deshago el nudo primero.
Me cuesta un poco, pero en un minuto ya ha cedido y puedo acceder a todo su interior, metiendo el puño entero de golpe. Toco algo frío, aunque el forro resulta cálido y esponjoso. No obstante abro la mano, agarrando lo que se oculta dentro. Al sacarla distingo que hay unas pocas monedas de oro y una extraña llave, más brillante que cualquier metal que haya visto jamás en mi vida. Una llave de color amarillo oscuro, pero no tanto como el oro, y sin duda mucho más candoroso al punto de emitir su propia luz. No sé cómo puede hacerlo, o siquiera si esto es sano, pero si hay una llave...
- ¿Sabes de algún sitio donde meterla? -Ofrezco con la mano a Serleena las monedas. Yo no necesito dinero, si total no pago en ningún sitio-. La llave, me refiero. -No quiero llevarla a falsas expectativas. El gallo es solo del gallo.
Si los tipos más fuertes de la taberna, además de los más violentos, tenían esta llave, es porque tiene que haber algo interesante tras la puerta que esta abra. ¿Tesoros? ¿Armas? ¿Algún recetario ignoto? Casi puedo disfrutarlo antes de tenerlo, imagínate cuando le eche el guante.
Ojalá haya ideas para croquetas.
- Es la primera vez que me pasa -explico, mientras trasteo con el agujero del saco-. Normalmente soy capaz de abrirlo a la primera, pero hoy se está resistiendo.
No como ella, que está perdidamente enamorada de mí. En el fondo la entiendo, no todos los días aparece alguien como yo en la vida de todo el mundo, por lo que simplemente puedo sonreírle mientras trato de introducir los dedos en la bolsa. Casi puedo llegar a tocar lo que sea que haya en el interior, pero todavía no está lo bastante abierta. Ojalá tener un poco de mantequilla, pero me la he gastado toda con Ilje y no me queda nada más. Aunque claro, podría intentar comprar un poco... Pero demasiado tiempo. Al final, opto por la opción que cualquier persona cuerda habría tomado hace rato al ver que esto no funciona: Deshago el nudo primero.
Me cuesta un poco, pero en un minuto ya ha cedido y puedo acceder a todo su interior, metiendo el puño entero de golpe. Toco algo frío, aunque el forro resulta cálido y esponjoso. No obstante abro la mano, agarrando lo que se oculta dentro. Al sacarla distingo que hay unas pocas monedas de oro y una extraña llave, más brillante que cualquier metal que haya visto jamás en mi vida. Una llave de color amarillo oscuro, pero no tanto como el oro, y sin duda mucho más candoroso al punto de emitir su propia luz. No sé cómo puede hacerlo, o siquiera si esto es sano, pero si hay una llave...
- ¿Sabes de algún sitio donde meterla? -Ofrezco con la mano a Serleena las monedas. Yo no necesito dinero, si total no pago en ningún sitio-. La llave, me refiero. -No quiero llevarla a falsas expectativas. El gallo es solo del gallo.
Si los tipos más fuertes de la taberna, además de los más violentos, tenían esta llave, es porque tiene que haber algo interesante tras la puerta que esta abra. ¿Tesoros? ¿Armas? ¿Algún recetario ignoto? Casi puedo disfrutarlo antes de tenerlo, imagínate cuando le eche el guante.
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- [Pasado-Privado] Eso es... Si, se trata nada mas y nada... {Lollipop - Iro - Akai}
- Encuentro Jurásico ( Elina- Serleena, privado)
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- [Privado - Pasado] El mejor golpe sigue siendo de un bebe. [Arabel - Ruxer]
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