Serleena
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Habían pasado unos días desde nuestras singladuras por aquel reino de Russuam. En una sola tarde-noche habíamos destrozado un bar, matado a un tipo, robado propiedad ajena, ser perseguidos por los tejados, hacer explotar unas cosas y no pagar una multa ¿No está mal verdad?. Así que como buenos masocas seguíamos en aquella isla ambos, Claude y yo, para tratar de descifrar el misterio misterioso de la llave. Había sido una gran decepción el no haber encontrado nada de valor en aquella bolsa, salvo quizás unas pocas monedas de oro que no cubrían los gastos de mis explosivos, que tan generosamente, había donado la semana pasada durante la persecución a los Russuanos.
Así que allí estábamos Claude y yo codo con codo por la plaza central en un día soleado. Había nieve obviamente, y algo de fresquete, pero ni la mitad de frío que solía hacer por la noche. Yo por mi parte estaba sentada en la fuente central de la plaza, ahora congelada tomándome un café que había pedido para llevar procedente de la tasca que asaltamos la última vez. El dueño no era el mismo, quizás había dimitido en el momento en que le reventamos el bar, y en su lugar había un chiquillo muy amable....casi me arrepentí de haberme ido haciendo un simpa.
-Bueno Claude,¿ que hacemos? Esa llave puede abrir cualquier cosa, y no es por nada, pero aquí hay muchas cerraduras y no tengo alma de cerrajera. Yo fuerzo cerraduras, no uso llaves.
Tras decir aquello di un pequeño sorbo al café.
Así que allí estábamos Claude y yo codo con codo por la plaza central en un día soleado. Había nieve obviamente, y algo de fresquete, pero ni la mitad de frío que solía hacer por la noche. Yo por mi parte estaba sentada en la fuente central de la plaza, ahora congelada tomándome un café que había pedido para llevar procedente de la tasca que asaltamos la última vez. El dueño no era el mismo, quizás había dimitido en el momento en que le reventamos el bar, y en su lugar había un chiquillo muy amable....casi me arrepentí de haberme ido haciendo un simpa.
-Bueno Claude,¿ que hacemos? Esa llave puede abrir cualquier cosa, y no es por nada, pero aquí hay muchas cerraduras y no tengo alma de cerrajera. Yo fuerzo cerraduras, no uso llaves.
Tras decir aquello di un pequeño sorbo al café.
Claude von Appetit
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A veces te encuentras en esta vida con cosas que no puedes entender. Qué hacemos desde hace varios días en esta isla persiguiendo una cerradura es una de ellas. En la última media semana Serleena y yo hemos rastreado todas las puertas exteriores de la ciudad, lo cual no ha sido una tarea fácil, pero hemos llegado a la conclusión más obvia: No pertenece a ningún hogar. Tiene sentido, al fin y al cabo, que si no se parece a ninguna llave ni ninguna cerradura es abierta por ella, no pertenezca a ninguna puerta.
Es por eso que estamos en medio de una terraza, tomándonos un refresco -ella un café- y preguntándonos cuál es el siguiente paso a seguir. Ella está hasta las narices de buscar dónde puede encajar, y yo empiezo a estar tan obsesionado que veo hasta en sueños esta forma, sin alcanzar nunca a descansar completamente. Hay momentos en los que incluso me persigue por pasillos estrechos hasta una puerta cerrada que no puedo abrir, porque la llave no está conmigo: Está detrás de mí. Y esa imagen me hace dormir peor, casi tanto que mi humor empieza a resentirse. Y estoy seguro que el de Serleena también, porque ya ni siquiera demanda mi atención ni me dedica los halagos que me dio la primera noche. Aunque, bien pensado, también puede deberse a que no he sido particularmente receptivo con ella. ¿Debería disculparme? No, qué va. Tengo derecho a no sentirme atraído por ella, por muy pelirroja que sea. Y eso tiene que respetarlo por muy loca que esté.
- Lo más lógico sería preguntar -contesto, sin dejar de mirar la llave entre mis manos. Es de color dorado, casi por completo, con rubíes engarzados y un extraño cabezal cilíndrico que me llama la atención. No entiendo mucho de cerraduras, pero parece empujar algún mecanismo de pistón o cilindro ligero. Me hago una imagen mental, más o menos, antes de darme cuenta de que en realidad, no tengo ni puta idea de cerrajería. Sin embargo por esto mi idea es tan buena-. A estas alturas si la llave es de esta ciudad alguien la habrá fabricado. Sea en tienda o en taller, y seguro que hay ferreterías y cerrajerías a tonel en este lugar. ¿Qué opinas?
Espero su respuesta, dando un trago a mi refresco. Es un zumo de arándanos con un poco de gas, el justo para sonar guay pero no tanto como para provocarme una mala digestión, así que es perfecto para un día de calor como hoy. Además, dan como ganas de ir a bañarse con este fresco y no tanto de ponernos a buscar gente que haga puertas. Pero bueno, ya es una cuestión personal.
Es por eso que estamos en medio de una terraza, tomándonos un refresco -ella un café- y preguntándonos cuál es el siguiente paso a seguir. Ella está hasta las narices de buscar dónde puede encajar, y yo empiezo a estar tan obsesionado que veo hasta en sueños esta forma, sin alcanzar nunca a descansar completamente. Hay momentos en los que incluso me persigue por pasillos estrechos hasta una puerta cerrada que no puedo abrir, porque la llave no está conmigo: Está detrás de mí. Y esa imagen me hace dormir peor, casi tanto que mi humor empieza a resentirse. Y estoy seguro que el de Serleena también, porque ya ni siquiera demanda mi atención ni me dedica los halagos que me dio la primera noche. Aunque, bien pensado, también puede deberse a que no he sido particularmente receptivo con ella. ¿Debería disculparme? No, qué va. Tengo derecho a no sentirme atraído por ella, por muy pelirroja que sea. Y eso tiene que respetarlo por muy loca que esté.
- Lo más lógico sería preguntar -contesto, sin dejar de mirar la llave entre mis manos. Es de color dorado, casi por completo, con rubíes engarzados y un extraño cabezal cilíndrico que me llama la atención. No entiendo mucho de cerraduras, pero parece empujar algún mecanismo de pistón o cilindro ligero. Me hago una imagen mental, más o menos, antes de darme cuenta de que en realidad, no tengo ni puta idea de cerrajería. Sin embargo por esto mi idea es tan buena-. A estas alturas si la llave es de esta ciudad alguien la habrá fabricado. Sea en tienda o en taller, y seguro que hay ferreterías y cerrajerías a tonel en este lugar. ¿Qué opinas?
Espero su respuesta, dando un trago a mi refresco. Es un zumo de arándanos con un poco de gas, el justo para sonar guay pero no tanto como para provocarme una mala digestión, así que es perfecto para un día de calor como hoy. Además, dan como ganas de ir a bañarse con este fresco y no tanto de ponernos a buscar gente que haga puertas. Pero bueno, ya es una cuestión personal.
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¿Preguntar¿- dije dando un sorbo al café- Oh si claro por supuesto vayamos a preguntar: Hola señor ¿Sabe de donde es esta llave? Se la robamos a unos tipos la semana pasada mientras reventábamos media ciudad en una persecución con las autoridades....y luego la loca soy yo- concluí indignada tirando el café al suelo y cruzándome de brazos.-
Me quedé mirando al frente unos segundos mientras pensaba. Y como no quería pensar demasiado ya que la cabeza solía echarme humo a los treinta segundos, le pregunté a Claude:
-¿Y si la cosa que abre esa llave ya no está en la isla? Quiero decir, quizás es de un cofre y se lo han llevado. Ya que si tienes la cerradura es fácil hacer un molde del mecanismo para el cierre y abrir así el cofre en cuestión.
A pesar de mis divagaciones mi compañero sacó a la luz una gran idea, buscar el origen de la fabricación de la llave. Que chico más listo joder. ¿Y sigue soltero?.
-Opino que eres la hostia en vinagre Claude. Es una magnífica idea. He visto una cerrajería a dos calles de aquí, junto a una tienda de deportes. Quizás podíamos empezar por allí, y de paso..ejem..quería comprar unas cosillas en la tienda de al lado. Eso si, no has pagado la multa, así que...¿no nos tocarán las narices las autoridades?
Me quedé mirando al frente unos segundos mientras pensaba. Y como no quería pensar demasiado ya que la cabeza solía echarme humo a los treinta segundos, le pregunté a Claude:
-¿Y si la cosa que abre esa llave ya no está en la isla? Quiero decir, quizás es de un cofre y se lo han llevado. Ya que si tienes la cerradura es fácil hacer un molde del mecanismo para el cierre y abrir así el cofre en cuestión.
A pesar de mis divagaciones mi compañero sacó a la luz una gran idea, buscar el origen de la fabricación de la llave. Que chico más listo joder. ¿Y sigue soltero?.
-Opino que eres la hostia en vinagre Claude. Es una magnífica idea. He visto una cerrajería a dos calles de aquí, junto a una tienda de deportes. Quizás podíamos empezar por allí, y de paso..ejem..quería comprar unas cosillas en la tienda de al lado. Eso si, no has pagado la multa, así que...¿no nos tocarán las narices las autoridades?
Claude von Appetit
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Pues claro que es una gran idea, se me ha ocurrido a mí. Aunque a ratos me da la sensación de que Serleena solo me da la razón por lo que siente por mí, tampoco puedo culparla. Lo que siente por mí es esencialmente debido a que soy, como ella dice, la hostia en vinagre. Que soy genial, vaya. Y eso es un hecho objetivo, por mucho que la pelirroja esté enamorada de mí. En cualquier caso, lo que no sé es por dónde vamos a empezar a buscar, dado que todas las cerrajerías capaces de hacer esto seguro que saben de inmediato que nos hemos hecho con la llave a través de métodos poco ortodoxos.
Aparte, tal vez deberíamos estar preocupados por la multa que me pusieron los cosacos, pero aún queda más de una semana para que venza y, si bien cuanto más tiempo pase más probable es que me reconozcan o pidan que me identifique, no debería haber ningún problema hasta que pasen los quince días. De todos modos, también puede ser razonable andar con pies de plomo y esta vez intentar no liarla. ¿Que siempre digo lo mismo y al final acabo liándola? Pues también. Pero en esta ocasión lo único que vamos a hacer es visitar un par de tiendas, así que, ¿por qué iba a liarse?
- Tienda de deportes... ¿Estás hablando de Aídas? -En Russuam es una marca que está muy de moda, y hace desde deportivas hasta trajes de novio de aspecto "funcional y elegante", aunque a mí me parecen solo chándales con solapas-. Es una idea brutal. Queda en el distrito nobiliario.
El distrito nobiliario es donde, por regla general, residen los personajes más preeminentes de la sociedad russuana, un espacio amplio de edificios nobles, lleno de lujosas boutiques y toda clase de servicios de alta gama. A pesar de estar lejos del puerto hay una suerte de concesionario de yates, una pajarería de animales raros, licorerías premium y en general un sinfín de cosas más. De hecho, una vez allí todo resulta mucho más impresionante de lo que recordaba en mi cabeza. Al fin y al cabo, yo estuve buscando cerraduras y no había llegado a apreciar las increíbles estructuras del lugar y sobre todo, el oro que recorre de una forma u otra cada espacio público en forma de bolardos y farolas, así como vallados y fachadas... ¿Debería llevarme algo de aquí?
- Controla tus impulsos, que nos conocemos -le digo a Serleena, y empiezo a caminar por la calle hasta la tienda de deportes.
Aparte, tal vez deberíamos estar preocupados por la multa que me pusieron los cosacos, pero aún queda más de una semana para que venza y, si bien cuanto más tiempo pase más probable es que me reconozcan o pidan que me identifique, no debería haber ningún problema hasta que pasen los quince días. De todos modos, también puede ser razonable andar con pies de plomo y esta vez intentar no liarla. ¿Que siempre digo lo mismo y al final acabo liándola? Pues también. Pero en esta ocasión lo único que vamos a hacer es visitar un par de tiendas, así que, ¿por qué iba a liarse?
- Tienda de deportes... ¿Estás hablando de Aídas? -En Russuam es una marca que está muy de moda, y hace desde deportivas hasta trajes de novio de aspecto "funcional y elegante", aunque a mí me parecen solo chándales con solapas-. Es una idea brutal. Queda en el distrito nobiliario.
El distrito nobiliario es donde, por regla general, residen los personajes más preeminentes de la sociedad russuana, un espacio amplio de edificios nobles, lleno de lujosas boutiques y toda clase de servicios de alta gama. A pesar de estar lejos del puerto hay una suerte de concesionario de yates, una pajarería de animales raros, licorerías premium y en general un sinfín de cosas más. De hecho, una vez allí todo resulta mucho más impresionante de lo que recordaba en mi cabeza. Al fin y al cabo, yo estuve buscando cerraduras y no había llegado a apreciar las increíbles estructuras del lugar y sobre todo, el oro que recorre de una forma u otra cada espacio público en forma de bolardos y farolas, así como vallados y fachadas... ¿Debería llevarme algo de aquí?
- Controla tus impulsos, que nos conocemos -le digo a Serleena, y empiezo a caminar por la calle hasta la tienda de deportes.
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No sé si estaba hablando de "Aídas" o de "Freska" que vendía ropa muy similar y algo más escueta. Mi idea era comprar unas cosillas que me hacían falta. Vamos, que en principio no pensaba liarla ni mucho menos. Tan sólo iría de compras y luego ya me plantearía el pagar las cosas o no.
El problema no era llegar hasta allí, sino saber donde estaba. Claude dijo que se encontraba en el distrito nobiliario. Por un momento me echó hacia atrás la idea, ya que los nobles suelen tener guardias y sistemas de seguridad. Así que a pesar de no ir muy confiada seguí a Claude por las calles.
Maldita la hora en que le hice caso. Aquel sitio era "villarobo" para mi, ya que había oro hasta en las farolas ¡ORO EN LAS MALDITAS FAROLAS! ¿Cómo no conocía esta parte de la ciudad? Umm, seguro que Claude se encargó de esta parte de la ciudad en los días que buscábamos la cerradura para la llave, ya que yo estuve en el barrio pobre. Que cerdo, me mandó a la zona pobre porque sabía que la iba a liar si venía aquí...compañero astuto.
Me quedé absorta con tanto lujo y alto standing. Claude sin embargo ya me advirtió de que no la liara demasiado, o directamente que no lo hiciera. El problema es que antes de que acabara Claude la frase ya estaba yo agarrada a una de las farolas como un coala sacando un punzón para quitarle las incrustaciones de oro que tenía su soporte.
-Perdona no te estaba escuchando ¿Decías?
El problema no era llegar hasta allí, sino saber donde estaba. Claude dijo que se encontraba en el distrito nobiliario. Por un momento me echó hacia atrás la idea, ya que los nobles suelen tener guardias y sistemas de seguridad. Así que a pesar de no ir muy confiada seguí a Claude por las calles.
Maldita la hora en que le hice caso. Aquel sitio era "villarobo" para mi, ya que había oro hasta en las farolas ¡ORO EN LAS MALDITAS FAROLAS! ¿Cómo no conocía esta parte de la ciudad? Umm, seguro que Claude se encargó de esta parte de la ciudad en los días que buscábamos la cerradura para la llave, ya que yo estuve en el barrio pobre. Que cerdo, me mandó a la zona pobre porque sabía que la iba a liar si venía aquí...compañero astuto.
Me quedé absorta con tanto lujo y alto standing. Claude sin embargo ya me advirtió de que no la liara demasiado, o directamente que no lo hiciera. El problema es que antes de que acabara Claude la frase ya estaba yo agarrada a una de las farolas como un coala sacando un punzón para quitarle las incrustaciones de oro que tenía su soporte.
-Perdona no te estaba escuchando ¿Decías?
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Cuando miro hacia Serleena, esta ya no se encuentra a mi lado. Miro a izquierda y derecha, cuidadosamente escrutando el panorama hasta darme cuenta de que la he dejado atrás. Bueno, atrás... Podría decirse que está arriba, como a unos tres metros por encima de mi cabeza, encaramada a una farola y con un destornillador -o algo así- intentando arrancar pedacitos de oro de las farolas. Por esa misma razón no quería meter a esta inconsciente aquí. ¿Cómo demonios no lo he recordado antes? Niego con la cabeza, sin saber muy bien cómo reaccionar, pero termino por elegir la opción más diplomática: Acercarme a ella de buenas, explicarle los motivos por los que no debe hacer eso y, tal vez, darle un ladrillazo tranquilizante si no baja. Al fin y al cabo, un buen diplomático debe saber cuándo una negociación debe darse por concluida.
Tras comprobar que no puedo arrancar ningún adoquín fácilmente me acerco a ella, desarmado, aunque las ganas no faltan de dejarla en el suelo de un buen zape. ¿De verdad podía estar preocupada por los cosacos y ni diez minutos después encaramarse a una columna como una niña a una cucaña? A veces pienso que soy el único responsable de los dos. Me quedo mirándola en silencio no poco tiempo hasta que, finalmente, me decido a hablar:
- Serleena, vida mía. -Espero sinceramente que no se lo tome de forma literal, porque como ahora se me suba a mí... No sé ni cómo tendré que reaccionar-. ¿Tú te das cuenta de que si vuelven los cosacos no van a ser tan amables como la primera vez?
En realidad no sé cuál es el protocolo de actuación de los cosacos, pero teniendo en cuenta a los veinte jinetes de osos persiguiéndonos para una multa de treinta mil berries no quiero pensar cómo actuarán frente a un reincidente que todavía no ha pagado y una mujer que está robando oro, ese metal tan famoso porque cuesta cerca de dos millones de berries el kilo. Porque vamos a ver, si un grupo de hombres están tan colgados como para montar osos, ¿qué no harán cuando deben usar fuerza bruta?
Arranco a Serleena como puedo de la farola y trato de guiarla, también como puedo, hasta la cerrajería. Steelkey & Co. es una empresa familiar en la que dos primos, Steelkey y Co., son copropietarios. No alcanzo a entender por qué alguien se apellidaría Co. -con un punto incluido-, pero tampoco soy quién de juzgar lo que hagan en Russuam. Es decir, ya bastante colgados están como para que me moleste siquiera en tratar de entenderlos. Están locos, eso es todo lo que hace falta saber, y todo a partir de ahí es pura tontería.
Abro la puerta.
Tras comprobar que no puedo arrancar ningún adoquín fácilmente me acerco a ella, desarmado, aunque las ganas no faltan de dejarla en el suelo de un buen zape. ¿De verdad podía estar preocupada por los cosacos y ni diez minutos después encaramarse a una columna como una niña a una cucaña? A veces pienso que soy el único responsable de los dos. Me quedo mirándola en silencio no poco tiempo hasta que, finalmente, me decido a hablar:
- Serleena, vida mía. -Espero sinceramente que no se lo tome de forma literal, porque como ahora se me suba a mí... No sé ni cómo tendré que reaccionar-. ¿Tú te das cuenta de que si vuelven los cosacos no van a ser tan amables como la primera vez?
En realidad no sé cuál es el protocolo de actuación de los cosacos, pero teniendo en cuenta a los veinte jinetes de osos persiguiéndonos para una multa de treinta mil berries no quiero pensar cómo actuarán frente a un reincidente que todavía no ha pagado y una mujer que está robando oro, ese metal tan famoso porque cuesta cerca de dos millones de berries el kilo. Porque vamos a ver, si un grupo de hombres están tan colgados como para montar osos, ¿qué no harán cuando deben usar fuerza bruta?
Arranco a Serleena como puedo de la farola y trato de guiarla, también como puedo, hasta la cerrajería. Steelkey & Co. es una empresa familiar en la que dos primos, Steelkey y Co., son copropietarios. No alcanzo a entender por qué alguien se apellidaría Co. -con un punto incluido-, pero tampoco soy quién de juzgar lo que hagan en Russuam. Es decir, ya bastante colgados están como para que me moleste siquiera en tratar de entenderlos. Están locos, eso es todo lo que hace falta saber, y todo a partir de ahí es pura tontería.
Abro la puerta.
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Dios santo, con dos farolas como esta tengo la hipoteca pagada, el barco y podría pagar a mi seguro. Claro está que no tenía ni hipoteca ni barco ni seguro, pero si cogía un pedacito de aquella farola igual podía, no sé, comprarme un bote. Sin embargo se me fastidió un poco el asunto ya que Claude me vino a molestar.¡Que huevos tenía! ¿Primero me pone el anzuelo llevándome a este barrio de lujo y "o sea chica tengo el dinero por castigo" y luego quiere sacarme de allí? Que soso.
Yo seguía a lo mío hasta que Claude mencionó lo de los cosacos. Si, esa gente tan amable que tiene osos por montura y que nos estuvo persiguiendo toda la noche de hace unas semanas. Yo guardé el punzón en mi bolsa y me quedé mirándole.
- Ah tranqui por mi ni te preocupes, yo ya puedo estar liándola parda/divirtiéndome que conque grite ¡Acosador! ya safo bien.
De todas todas bajé de la farola ya que Claude quiso quitarme de allí, y tras ponerme bien la ropa continué.
-Y de todas todas, la multa la tienes tu.
Le acompañé hasta la cerrajería a la que íbamos a preguntar. No era gran cosa y tampoco es que me decepcionara, al fin y al cabo era una simple cerrajería. Al lado de esta estaba la tienda de deportes a la que quería ir.
-Oye Claude....¿Entro contigo o vas tu hablando y yo voy a hacer una visita a la otra tienda? No me tardo, simplemente es que necesito un par de cosillas. Pero si quieres entro contigo primero y arreglamos este asunto. Lo digo porque si hay que salir corriendo después...emm digo, por si nos dan otra pista y tengamos que irnos rápido a otro sitio.
Yo seguía a lo mío hasta que Claude mencionó lo de los cosacos. Si, esa gente tan amable que tiene osos por montura y que nos estuvo persiguiendo toda la noche de hace unas semanas. Yo guardé el punzón en mi bolsa y me quedé mirándole.
- Ah tranqui por mi ni te preocupes, yo ya puedo estar liándola parda/divirtiéndome que conque grite ¡Acosador! ya safo bien.
De todas todas bajé de la farola ya que Claude quiso quitarme de allí, y tras ponerme bien la ropa continué.
-Y de todas todas, la multa la tienes tu.
Le acompañé hasta la cerrajería a la que íbamos a preguntar. No era gran cosa y tampoco es que me decepcionara, al fin y al cabo era una simple cerrajería. Al lado de esta estaba la tienda de deportes a la que quería ir.
-Oye Claude....¿Entro contigo o vas tu hablando y yo voy a hacer una visita a la otra tienda? No me tardo, simplemente es que necesito un par de cosillas. Pero si quieres entro contigo primero y arreglamos este asunto. Lo digo porque si hay que salir corriendo después...emm digo, por si nos dan otra pista y tengamos que irnos rápido a otro sitio.
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- Sí, sí, lo que tú digas -respondo, agarrándola. Ella por un momento intenta recolocarse la ropa, pero yo la afianzo contra mí antes de dejar que termine no vaya a ser que me la líe otra vez-. Pero no soy yo el que está a punto de reventar una farola por dos berries.
La verdad es que ambos sabemos que un pedazo de esa farola valdría bastante más de dos berries, pero es una forma de hablar y tampoco me interesa cuánto pueda valer algo hecho de oro. El dinero es un pozo en el que se hunde el alma cada vez más, una esclavitud que condena para siempre al espíritu. Por eso yo paso del oro: Prefiero robar las cosas ya preparadas. Me parece una alternativa más responsable y ecológica, dado que no obligo a nadie a fabricar expresamente para mí sino que aprovecho lo que otro ya no quiere -o que yo quiero más-. Pero si Serleena considera que ella necesita oro en su vida para comprar según qué cosas... Que se joda, se ha enamorado de mí y tendrá que hacer algún que otro sacrificio. Al menos, mientras quiera seguir a mi lado. Porque el día que me canse -o cuando sepa qué abre la llave, lo que suceda antes- me marcho para no volver. Seguramente.
Aun así logro hacer que se venga conmigo hasta la entrada de la tienda. No sé cómo voy a hacer que no la líe mientras estoy dentro, pero por lo menos mientras no me vean junto a ella mientras hace de las suyas puedo lidiar con ello, así que acepto a regañadientes.
- Está bien, ve. Pero más te vale estar aquí cuando yo salga, o me voy a la siguiente cerrajería sin ti. Y es en un barrio aún más rico.
Es mentira, pero si cree en eso igual no la lía tanto. Por mi parte, yo entro al lugar para dar con un señor de aspecto exótico, piel morena y un extraño lunar justo en el centro del turbante, perfectamente combinado con una tupida y cuidada barba a dos colores en un cono truncado invertido. ¿O es un cilindro? No sé, parece bastante recta, pero estoy seguro de que no tanto como para ser lados paralelos.
- SSinior, si sigue mirando la mi balba tendré que coblal-le.
Educado, pero guarda su intimidad. Seguro que es discreto. Sonrío, acercándome, y saco la llave del bolsillo , dejándola sobre el mostrador. El silencio se sobreviene durante unos segundos, hasta que por fin se anima a decir algo, aunque me deja helado con lo que dice:
- ¡Nununununu! Mí no compra lliave, mí vende liave. ¿Quiere kebap?
- ¡Claro! ¿Por qué no?
Me quedo un rato por ahí, conversando acerca de la compleja situación de los inmigrantes en Russuam, condenados al pluriempleo en negocios técnico-gastronómicos. Al parecer se llama Masrur, no ha creado él la llave pero ha oído hablar de un ferretero procedente de Disney que tal vez sepa su origen. Con la boca llena y el agradecimiento en el corazón, me despido. También me llevo una bolsa con siete kebabs.
- ¡Gracias y hasta pronto! -le digo, abriendo la puerta.
- Griacias una mierdia. ¡Tú paga kebap, hijopiuta!
Cierro la puerta sin atenderle. No sé por qué la gente se empeña en hacerme pagar, si está claro que no quiero hacerlo. Tan solo me aseguro de llevar todavía la llave y busco a Serleena, que debería estar aquí.
La verdad es que ambos sabemos que un pedazo de esa farola valdría bastante más de dos berries, pero es una forma de hablar y tampoco me interesa cuánto pueda valer algo hecho de oro. El dinero es un pozo en el que se hunde el alma cada vez más, una esclavitud que condena para siempre al espíritu. Por eso yo paso del oro: Prefiero robar las cosas ya preparadas. Me parece una alternativa más responsable y ecológica, dado que no obligo a nadie a fabricar expresamente para mí sino que aprovecho lo que otro ya no quiere -o que yo quiero más-. Pero si Serleena considera que ella necesita oro en su vida para comprar según qué cosas... Que se joda, se ha enamorado de mí y tendrá que hacer algún que otro sacrificio. Al menos, mientras quiera seguir a mi lado. Porque el día que me canse -o cuando sepa qué abre la llave, lo que suceda antes- me marcho para no volver. Seguramente.
Aun así logro hacer que se venga conmigo hasta la entrada de la tienda. No sé cómo voy a hacer que no la líe mientras estoy dentro, pero por lo menos mientras no me vean junto a ella mientras hace de las suyas puedo lidiar con ello, así que acepto a regañadientes.
- Está bien, ve. Pero más te vale estar aquí cuando yo salga, o me voy a la siguiente cerrajería sin ti. Y es en un barrio aún más rico.
Es mentira, pero si cree en eso igual no la lía tanto. Por mi parte, yo entro al lugar para dar con un señor de aspecto exótico, piel morena y un extraño lunar justo en el centro del turbante, perfectamente combinado con una tupida y cuidada barba a dos colores en un cono truncado invertido. ¿O es un cilindro? No sé, parece bastante recta, pero estoy seguro de que no tanto como para ser lados paralelos.
- SSinior, si sigue mirando la mi balba tendré que coblal-le.
Educado, pero guarda su intimidad. Seguro que es discreto. Sonrío, acercándome, y saco la llave del bolsillo , dejándola sobre el mostrador. El silencio se sobreviene durante unos segundos, hasta que por fin se anima a decir algo, aunque me deja helado con lo que dice:
- ¡Nununununu! Mí no compra lliave, mí vende liave. ¿Quiere kebap?
- ¡Claro! ¿Por qué no?
Me quedo un rato por ahí, conversando acerca de la compleja situación de los inmigrantes en Russuam, condenados al pluriempleo en negocios técnico-gastronómicos. Al parecer se llama Masrur, no ha creado él la llave pero ha oído hablar de un ferretero procedente de Disney que tal vez sepa su origen. Con la boca llena y el agradecimiento en el corazón, me despido. También me llevo una bolsa con siete kebabs.
- ¡Gracias y hasta pronto! -le digo, abriendo la puerta.
- Griacias una mierdia. ¡Tú paga kebap, hijopiuta!
Cierro la puerta sin atenderle. No sé por qué la gente se empeña en hacerme pagar, si está claro que no quiero hacerlo. Tan solo me aseguro de llevar todavía la llave y busco a Serleena, que debería estar aquí.
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¡Uy que bien! ¡Iba a ser libre como un colibrí por unos cinco minutos sin papá pelirrojo tocándome la penca intrauterina de la peineta!. Así que toda feliz me dirigí a la tienda de deportes sin quitar de mi vista el bate que había en su expositor. ¿Porqué quería un dichoso bate? Pues muy sencillo, necesitaba algo que golpeara duro las cabezas de la gente, ya que depender sólo de mis pistolas y de mi rifle de francotirador era algo muy peligroso. Ya me había pasado factura alguna que otra vez el haberme quedado sin munición en mitad de una reyerta y tener que usar mis pistolas como cachiporras...mataba de risa al enemigo. Así que quizás con un bate, y si lo tuneaba un poco, podría tener un arma contundente para reventar a cabezas de chorlito.
Así que me despedí de Claude y entré en la tienda de deportes. Me atendió un hombre delgado, jovencito y muy majo. Se dirigió a mi diciéndome si había algo en lo que me podía ayudar, a lo que yo le respondí.
-Bueno verás, ¿Ese bate de ahí fuera está a la venta verdad?-dije mientras empezaba a esbozar una sonrisa un poco sádica.
A los cinco minutos salí de la tienda toda feliz con el bate, el problema es que este estaba manchado un poquito de sangre en su punta, pero bueno, visto de lejos parecía más bien una simple decoración pictórica. Como ya tenía lo que quería volví rumbo a la cerrajería, pero para mi sorpresa Claude ya estaba fuera. Que rápido había acabado de charlar con el propietario. Esperaba que hubiera sacado algo en claro. Así que sin demorarme más le agarré del brazo y le pregunté.
- ¿Has descubierto algo Claude?. Si lo has descubierto ve contándome por el camino...ejem, no sé porque tengo la sensación de que no es buena idea que nos quedemos mucho por este sitio...puede que en unas horas vengan cosacos a comprarse unas zapatillas de deporte en esa tienda...así que..vámonos.
Si lograba llevármelo de allí y alejarlo de la zona le preguntaría acerca de sus palabras de antes de que nos separáramos, ya que, no habían caído en saco roto.
- ¿Dices tu de un barrio rico por aquí? ¿Más rico?- dije mientras trataba de engancharme el bate a la espalda y tapar la sangre de su borde ocultándolo con mi melena.
Así que me despedí de Claude y entré en la tienda de deportes. Me atendió un hombre delgado, jovencito y muy majo. Se dirigió a mi diciéndome si había algo en lo que me podía ayudar, a lo que yo le respondí.
-Bueno verás, ¿Ese bate de ahí fuera está a la venta verdad?-dije mientras empezaba a esbozar una sonrisa un poco sádica.
A los cinco minutos salí de la tienda toda feliz con el bate, el problema es que este estaba manchado un poquito de sangre en su punta, pero bueno, visto de lejos parecía más bien una simple decoración pictórica. Como ya tenía lo que quería volví rumbo a la cerrajería, pero para mi sorpresa Claude ya estaba fuera. Que rápido había acabado de charlar con el propietario. Esperaba que hubiera sacado algo en claro. Así que sin demorarme más le agarré del brazo y le pregunté.
- ¿Has descubierto algo Claude?. Si lo has descubierto ve contándome por el camino...ejem, no sé porque tengo la sensación de que no es buena idea que nos quedemos mucho por este sitio...puede que en unas horas vengan cosacos a comprarse unas zapatillas de deporte en esa tienda...así que..vámonos.
Si lograba llevármelo de allí y alejarlo de la zona le preguntaría acerca de sus palabras de antes de que nos separáramos, ya que, no habían caído en saco roto.
- ¿Dices tu de un barrio rico por aquí? ¿Más rico?- dije mientras trataba de engancharme el bate a la espalda y tapar la sangre de su borde ocultándolo con mi melena.
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Lo cierto es que, técnicamente, ha cumplido. Sin embargo no puedo evitar que mi boca se abra de golpe, casi llegando al suelo. ¿Cómo es capaz de liarla tan deprisa? Eso debería considerarlo un talento especial para buscar líos;no sé ni por dónde empezar a echarle la bronca. ¡Que ese bate gotea sangre! Se supone que tenemos que ser discretos, no llamar la atención, y tal vez robar algún que otro kebab ocasional. Simplemente, no puedo entender cómo lo ha hecho. Aunque tampoco quiero saber qué ha hecho ahí dentro. Y lo peor es que sé que igual debería.
- Espero que no hayas matado a nadie o tendremos que tener una conversación sobre límites tú y yo. -Le lanzo un kebab-. Ahora come; al menos así tienes las manos ocupadas.
Masrur me ha dado una serie de indicaciones bastante útiles de cara a resolver el misterio de la llave. En una zona más humilde, el barrio Tovarish, concretamente la calle Dovo, se encuentra un poderoso círculo de artesanos que sirven directamente a la casa real y a sus más allegados aristócratas. De hecho, la ferretería de este hombre parece estar en una suerte de alianza con una siderúrgica y una fragua para dedicarse a hacer puertas de seguridad y patitos de goma, así como otros elementos de protección tan necesarios para sobrevivir en el país invernal como cerraduras de cofre y herramientas varias. Tal vez encuentre un juego de cuchillos nuevo, o un mechero más potente, o... No, seguro que no tienen eso.
Empiezo a caminar en la dirección que me ha dado Masrur, evitando los encontronazos con unos guardias muy extraños que llevan gorros con orejeras y sobre todo, echando a correr cuando escucho la marcha de guerra cosaca. El "Ra-ra-rasputín" es como una rapsodia esquizofrénica que se me clava en los oídos, haciéndome daño cuanto más se acerca. Por suerte, corro muy deprisa y voy en dirección contraria, así que abandono la zona antes de que estos bichos me vean. Cada vez es más improbable que Serleena haya pagado por ese bate, aunque estoy bastante seguro de que alguien ha cobrado más de lo que podía gestionar.
- Serleena... Repite conmigo -digo, una vez se pone a mi altura-: Yo... no... voy... a... matar... a... nadie... si... no... es... absolutamente... imprescindible... -Hago una pusa, y cuando termina continúo un poco más-: Imprescindible... no... es... que... me... guste... ropa... sexy... para... atraer... a... un... hombre... que... figuradamente... es... fabuloso... como... por... ejemplo... Claude.
Seguro que así entiende que no puede matar gente por capricho;o al menos que no estoy de acuerdo con esa manera de actuar. Así que me relajo por un momento y camino calmadamente, sacando un nuevo kebab.
- Bueno, y ahora vamos a Disney, donde nuestros sueños se harán realidad.
- Espero que no hayas matado a nadie o tendremos que tener una conversación sobre límites tú y yo. -Le lanzo un kebab-. Ahora come; al menos así tienes las manos ocupadas.
Masrur me ha dado una serie de indicaciones bastante útiles de cara a resolver el misterio de la llave. En una zona más humilde, el barrio Tovarish, concretamente la calle Dovo, se encuentra un poderoso círculo de artesanos que sirven directamente a la casa real y a sus más allegados aristócratas. De hecho, la ferretería de este hombre parece estar en una suerte de alianza con una siderúrgica y una fragua para dedicarse a hacer puertas de seguridad y patitos de goma, así como otros elementos de protección tan necesarios para sobrevivir en el país invernal como cerraduras de cofre y herramientas varias. Tal vez encuentre un juego de cuchillos nuevo, o un mechero más potente, o... No, seguro que no tienen eso.
Empiezo a caminar en la dirección que me ha dado Masrur, evitando los encontronazos con unos guardias muy extraños que llevan gorros con orejeras y sobre todo, echando a correr cuando escucho la marcha de guerra cosaca. El "Ra-ra-rasputín" es como una rapsodia esquizofrénica que se me clava en los oídos, haciéndome daño cuanto más se acerca. Por suerte, corro muy deprisa y voy en dirección contraria, así que abandono la zona antes de que estos bichos me vean. Cada vez es más improbable que Serleena haya pagado por ese bate, aunque estoy bastante seguro de que alguien ha cobrado más de lo que podía gestionar.
- Serleena... Repite conmigo -digo, una vez se pone a mi altura-: Yo... no... voy... a... matar... a... nadie... si... no... es... absolutamente... imprescindible... -Hago una pusa, y cuando termina continúo un poco más-: Imprescindible... no... es... que... me... guste... ropa... sexy... para... atraer... a... un... hombre... que... figuradamente... es... fabuloso... como... por... ejemplo... Claude.
Seguro que así entiende que no puede matar gente por capricho;o al menos que no estoy de acuerdo con esa manera de actuar. Así que me relajo por un momento y camino calmadamente, sacando un nuevo kebab.
- Bueno, y ahora vamos a Disney, donde nuestros sueños se harán realidad.
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Me quedé mirando a Claude mientras caminábamos. No parecía muy contento, y a ver, podía entenderlo en parte. Lo importante de todo esto es que yo ya tenía mi bate, y a pesar de que la suposición de Claude era falsa le respondí.
-Bueno, digamos que me ha dejado el bate a buen precio- dije aceptándole el kebap. Una comida un tanto peculiar, y encima que estaba rica. Había escuchado hablar de ese tipo de comida...y que daba gases, muchos gases. Pero bueno, para adentro- Gracias Claude, la verdad es que ya tenía un poco de hambre.
Le di un mordisco al kebap mientras seguía a Claude por las calles. Imaginaba que el cerrajero nos había dado algún tipo de pista, y así fue. Cuando iba a preguntarle una cosa una sonora música se escuchaba de fondo: "Ra-ra -rasputín". ¡Oh conocía esa canción! y cuando me disponía a gritar la siguiente frase en alto Claude corrió en dirección contraria. Ya no me acordaba que esos buenos mozos eran los que nos multaron la última vez. ¿A que venían? Oh...ya....
-¡EH ESPERAME! -dije sin querer quedarme atrás esta vez. Tras correr unos segundos me puse a la par que Claude, pero este ya me había advertido de que no matara a nadie si no fuera necesario, en otras palabras...que no la liara. Así que cuando me dijo que repitiera lo que decía, eso hice.
- Yo... no... voy... a... matar... a... nadie... si... no... es... absolutamente... imprescindible...-dije vocalizando como una retrasada siguiéndole el rollo a Claude. Imprescindible... no... es... que... me... guste... ropa... sexy... para... atraer... a... un... hombre... que... figuradamente... es... fabuloso... como... por... ejemplo... Claude.
Me quedé pillada al decir esta última frase, con al boca abierta mientras en mi cabeza surgía la palabra "Narcisista". Agradecía que Claude se preocupara por mi, o al menos, que buscara que no la liara demasiado. Si es que era un cielo, narcisista, pero un cielo.
-Vale, te juro que no mataré a nadie si no es imprescindible. Pero...¿Y si me mira mal?- pregunté a modo de duda.
Mientras esperaba su respuesta volví a meterme el kebap en la boca y continué caminando a su lado. Me dijo que íbamos a "Disney", un lugar donde nuestros sueños se harían realidad.
-Soy una locaza, pero tampoco te flipes- dije en alusión a aquella frase, adelantándole mientras pegaba otro bocado al kebap.
-Bueno, digamos que me ha dejado el bate a buen precio- dije aceptándole el kebap. Una comida un tanto peculiar, y encima que estaba rica. Había escuchado hablar de ese tipo de comida...y que daba gases, muchos gases. Pero bueno, para adentro- Gracias Claude, la verdad es que ya tenía un poco de hambre.
Le di un mordisco al kebap mientras seguía a Claude por las calles. Imaginaba que el cerrajero nos había dado algún tipo de pista, y así fue. Cuando iba a preguntarle una cosa una sonora música se escuchaba de fondo: "Ra-ra -rasputín". ¡Oh conocía esa canción! y cuando me disponía a gritar la siguiente frase en alto Claude corrió en dirección contraria. Ya no me acordaba que esos buenos mozos eran los que nos multaron la última vez. ¿A que venían? Oh...ya....
-¡EH ESPERAME! -dije sin querer quedarme atrás esta vez. Tras correr unos segundos me puse a la par que Claude, pero este ya me había advertido de que no matara a nadie si no fuera necesario, en otras palabras...que no la liara. Así que cuando me dijo que repitiera lo que decía, eso hice.
- Yo... no... voy... a... matar... a... nadie... si... no... es... absolutamente... imprescindible...-dije vocalizando como una retrasada siguiéndole el rollo a Claude. Imprescindible... no... es... que... me... guste... ropa... sexy... para... atraer... a... un... hombre... que... figuradamente... es... fabuloso... como... por... ejemplo... Claude.
Me quedé pillada al decir esta última frase, con al boca abierta mientras en mi cabeza surgía la palabra "Narcisista". Agradecía que Claude se preocupara por mi, o al menos, que buscara que no la liara demasiado. Si es que era un cielo, narcisista, pero un cielo.
-Vale, te juro que no mataré a nadie si no es imprescindible. Pero...¿Y si me mira mal?- pregunté a modo de duda.
Mientras esperaba su respuesta volví a meterme el kebap en la boca y continué caminando a su lado. Me dijo que íbamos a "Disney", un lugar donde nuestros sueños se harían realidad.
-Soy una locaza, pero tampoco te flipes- dije en alusión a aquella frase, adelantándole mientras pegaba otro bocado al kebap.
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Me quedo aterrado tras comprobar que repite íntegramente todo lo que le digo. ¡Está hipnotizada por mi encanto! Incluso pone voz de lerda, algo que inequívocamente indica su amor por mí. Esta chica está muy pillada, y ya no sé ni cómo decirle que yo no siento lo mismo que ella, aunque pueda comprenderlo dado que... Bueno, soy la clase de hombre que cualquiera desearía tener delante para adorar o cualquier otro acto ligeramente más terrenal. Que vaya, no lo desapruebo, pero debería empezar a contenerse un poco. Al menos espero que el kebab rebaje un poco su libido.
- Si te mira mal mírale tú peor. -Arranco un buen pedazo de pan con los dientes, y aún con la boca llena, prosigo-: Do gue bedoz zoborda uba bezoba badeduvada ez...
Una gaviota me interrumpe, estampándose contra mi cabeza con tanta fuerza que me derriba. Tras eso, me roba el kebab y se va volando. Por un momento estoy a punto de salir tras ella y enseñarle quién manda, pero me doy cuenta a tiempo de que no puedo abandonar a Serleena aquí. Por muy loca que esté, y de hecho con más razón teniendo en cuenta que está como una puñetera cabra, es mi amiga. Solo mi amiga, por mucho que ella pueda perderse en esas ensoñaciones propias de cualquier cabeza enferma y, cuando es por mí, también sana. Porque es cierto que frente a mi encanto resulta complicado resistirse, y no podría culparla ni aunque estuviese bien de la cabeza. Sin embargo, es una enferma. Y eso es muy peligroso.
- Malditas gaviotas -me quejo, sacando un kebab más de la bolsa y levantándome. Sí, en ese orden-. A ver si podemos llegar hasta la calle sin más putas molestias.
Dicho y hecho. Tras un rato caminando nos ponemos en la alle Dovo, un espacio comercial donde hay múltiples talleres de una infinidad de cosas. Si antes el lujo lo impregnaba todo, ahora se nota un aura de austeridad que, sin embargo, resulta bastante agradable: Faroles de color negro con tulipas redondeadas, aceras de un bonito verde adoquín, carreteras de piedra pulida... La verdad es que más que opulencia resalta el buen gusto con el que todo está hecho, y en una casa que está volcada tengo la corazonada de que encontraré al ferretero que porá darme información. ¿Que cómo creo que el hombre de Disney estará en la única casa volcada? Pues porque todo el mundo sabe que, cuando ves algo raro, es muy probable que guarde algo más raro en su interior. Además, tiene un cartel de "Ferretería Wallabee", lo cual delata un poco su origen.
Sin embargo, no duro ni tres segundos dentro antes de salir corriendo despavorido. Un canguro gigante, algo así como Ilje pero en feo, nos ha atendido con un acento tan horrible que ni siquiera puedo describirlo sin inventarme una palabra. Una palabra que haga referencia a un territorio austral en el que algún imperio colonial con metrópolis en una isla tuviera una prisión gigante. Así de horrible es lo que me he encontrado. Sin embargo, al cabo de dos minutos corriendo vuelvo en mí. Debo entrar ahí y averiguar a qué pertenece la llave. Me acerco de nuevo a la puerta.
- Esta vez entra conmigo, por favor -le pido, girando el pomo.
- Si te mira mal mírale tú peor. -Arranco un buen pedazo de pan con los dientes, y aún con la boca llena, prosigo-: Do gue bedoz zoborda uba bezoba badeduvada ez...
Una gaviota me interrumpe, estampándose contra mi cabeza con tanta fuerza que me derriba. Tras eso, me roba el kebab y se va volando. Por un momento estoy a punto de salir tras ella y enseñarle quién manda, pero me doy cuenta a tiempo de que no puedo abandonar a Serleena aquí. Por muy loca que esté, y de hecho con más razón teniendo en cuenta que está como una puñetera cabra, es mi amiga. Solo mi amiga, por mucho que ella pueda perderse en esas ensoñaciones propias de cualquier cabeza enferma y, cuando es por mí, también sana. Porque es cierto que frente a mi encanto resulta complicado resistirse, y no podría culparla ni aunque estuviese bien de la cabeza. Sin embargo, es una enferma. Y eso es muy peligroso.
- Malditas gaviotas -me quejo, sacando un kebab más de la bolsa y levantándome. Sí, en ese orden-. A ver si podemos llegar hasta la calle sin más putas molestias.
Dicho y hecho. Tras un rato caminando nos ponemos en la alle Dovo, un espacio comercial donde hay múltiples talleres de una infinidad de cosas. Si antes el lujo lo impregnaba todo, ahora se nota un aura de austeridad que, sin embargo, resulta bastante agradable: Faroles de color negro con tulipas redondeadas, aceras de un bonito verde adoquín, carreteras de piedra pulida... La verdad es que más que opulencia resalta el buen gusto con el que todo está hecho, y en una casa que está volcada tengo la corazonada de que encontraré al ferretero que porá darme información. ¿Que cómo creo que el hombre de Disney estará en la única casa volcada? Pues porque todo el mundo sabe que, cuando ves algo raro, es muy probable que guarde algo más raro en su interior. Además, tiene un cartel de "Ferretería Wallabee", lo cual delata un poco su origen.
Sin embargo, no duro ni tres segundos dentro antes de salir corriendo despavorido. Un canguro gigante, algo así como Ilje pero en feo, nos ha atendido con un acento tan horrible que ni siquiera puedo describirlo sin inventarme una palabra. Una palabra que haga referencia a un territorio austral en el que algún imperio colonial con metrópolis en una isla tuviera una prisión gigante. Así de horrible es lo que me he encontrado. Sin embargo, al cabo de dos minutos corriendo vuelvo en mí. Debo entrar ahí y averiguar a qué pertenece la llave. Me acerco de nuevo a la puerta.
- Esta vez entra conmigo, por favor -le pido, girando el pomo.
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¿Que le mire peor? ¿Estaba seguro? A ver, si alguien me mira mal y yo le miro peor ¿dónde está la diversión? Normalmente me aberroncho contra el rocaje vivo en cuanto alguien se atreve a mirarme mal...pero ¿Mirarle yo mal? Era una técnica cojonuda, y además luego no tendría que limpiar sangre.
-Oye Claude, pues me gusta eso de mirar peor a la gente. Seguro que si miro mal a los tíos de los osos no se meterán conmigo- dije mirándole con cara super feliz hasta que le di un golpecito en el hombro- Que no tonto, que era bromi. Ahora vamos a por esa puñetera información.
Fui comiendo el kebap mientras Claude hacía también lo mismo. La verdad es que estaba buenisimo y no paraba de chuparme los dedos por el camino, entonces, pasó algo que me divirtió muchísimo. Una gaviota e estampó contra Claude, lo tiró al suelo y encima se llevó su comida jajajajajaja. Yo me quedaría paralizada viendo como aquella rata con alas se iba, y antes de que Claude se levantara miraría para los lados y me metería de golpe el resto del kebap en la boca. No quería darle mi trozo, o si, pero se lo daría babado y no era plan. Al fin y al cabo Claude me caía bien.
-¿A esa puedo mirarle también mal o no?- dije jocosa mientras pasaba por su lado rumbo a alle Dovo. Una vez allí el lugar me impresiono bastante, ya que estaba muy bien cuidado, era pintoresco...y había una casa volcada en el frente. Quizás no le pagaron suficiente al arquitecto, o vete tu a saber la cogorza que llevaría cuando levantó la casa.
La ferretería se llamaba Wallabee, un nombre pintoresco a decir verdad. A mi me recordó a una canción que escuchaba de pequeña. No tenía nada que ver pero empecé a tararear por lo bajini: Wanabe my lover..nananaaa. Si esto no fuera poco un puñetero canguro gigante ¡GIGANTE! era el ferretero. Claude salió corriendo por algún motivo que no llegaba a comprender. Si a él le aterraba a mi me fascinaba, pero de alguna manera debía cubrir a mi amigo.
-Oh discúlpale, el hombre ha ido al escusado. Venimos ahora- si, le estaba hablando a un puñetero canguro enorme.
Salí de la ferretería y busqué a Claude, el cual ya había vuelto en si. Me acerqué a él "preocupada" y le dije:
-Hay un canguro al otro lado, por supuesto que entro contigo.
-Oye Claude, pues me gusta eso de mirar peor a la gente. Seguro que si miro mal a los tíos de los osos no se meterán conmigo- dije mirándole con cara super feliz hasta que le di un golpecito en el hombro- Que no tonto, que era bromi. Ahora vamos a por esa puñetera información.
Fui comiendo el kebap mientras Claude hacía también lo mismo. La verdad es que estaba buenisimo y no paraba de chuparme los dedos por el camino, entonces, pasó algo que me divirtió muchísimo. Una gaviota e estampó contra Claude, lo tiró al suelo y encima se llevó su comida jajajajajaja. Yo me quedaría paralizada viendo como aquella rata con alas se iba, y antes de que Claude se levantara miraría para los lados y me metería de golpe el resto del kebap en la boca. No quería darle mi trozo, o si, pero se lo daría babado y no era plan. Al fin y al cabo Claude me caía bien.
-¿A esa puedo mirarle también mal o no?- dije jocosa mientras pasaba por su lado rumbo a alle Dovo. Una vez allí el lugar me impresiono bastante, ya que estaba muy bien cuidado, era pintoresco...y había una casa volcada en el frente. Quizás no le pagaron suficiente al arquitecto, o vete tu a saber la cogorza que llevaría cuando levantó la casa.
La ferretería se llamaba Wallabee, un nombre pintoresco a decir verdad. A mi me recordó a una canción que escuchaba de pequeña. No tenía nada que ver pero empecé a tararear por lo bajini: Wanabe my lover..nananaaa. Si esto no fuera poco un puñetero canguro gigante ¡GIGANTE! era el ferretero. Claude salió corriendo por algún motivo que no llegaba a comprender. Si a él le aterraba a mi me fascinaba, pero de alguna manera debía cubrir a mi amigo.
-Oh discúlpale, el hombre ha ido al escusado. Venimos ahora- si, le estaba hablando a un puñetero canguro enorme.
Salí de la ferretería y busqué a Claude, el cual ya había vuelto en si. Me acerqué a él "preocupada" y le dije:
-Hay un canguro al otro lado, por supuesto que entro contigo.
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Debo hacer de tripas corazón. No puedo dejarme guiar por prejuicios irracionales basados en la apariencia de la gente. A pesar de ser un animal gigante que habla de forma muy extraña, no se merece un trato tan vejatorio como huir de él nada más verlo. Puede ser un canguro, sí, y trabajar en un edificio del revés, también. Pero ante todo es una persona y tiene sentimientos. Debe ser muy duro para alguien así vivir en Russuam, lo último que debería hacer es señalarlo con el dedo mientras grito "monstruo".
Miro a Serleena fijamente.
- Gracias por entenderlo.
Miro la puerta durante un segundo, y dos, y tres. No quiero entrar, todavía tengo el corazón desbocado, pero exhalo una larga bocanada de aire y abro la puerta. Al otro lado de un mostrador finamente grabado de bronce nos observa un hombre de morro alargado, ojos pequeños y extremadamente musculoso. Lleva unas gafas de media luna sobre el hocico, y un bombín de color negro que contrasta con su pecho desnudo, sobre el que destaca una corbata. Por lo menos lleva pantalones, pero de verdad que me está resultando extremadamente perturbador. Igualmente saco la llave del bolsillo y la dejo sobre la placa de mármol superior.
El canguro la mira fijamente, acercándose casi hasta el punto de que si la llave pudiese hablar ya estaría pidiendo distancia de seguridad. También la olisquea, y mira hacia nosotros como pidiendo permiso para lamerla. Niego con la cabeza hasta que por fin el hombre recupera la compostura. Ha sido un momento bastante incómodo, pero por lo menos podemos decir alegremente que ha tenido un final feliz: Mi llave no está babada.
- Dígame lo que quiere saber, cobber. -Arqueo una ceja. ¿Qué carajo es un cobber?
- Pues... -Dudo. No tengo una forma de plantearlo, pero lo intento-. Verá, cobber, hace unos días encontré esta llave y no sé qué abre. Es demasiado extraña, y me dijo Masrur que usted podía ayudarme.
- ¿Quién es Masrur? -pregunta, apoyándose sobre el mostrador-. ¿Solo por vivir en la misma isla se supone que debería conocerlo?
- Sí.
- Pues efectivamente. Es mi ex-socio. -No parece decirlo con muy buen tono-. Solíamos irnos de coldies todas las semanas, y aunque era un poco dag podía soportarlo. Pero por unos furpies infundados decidió que nuestra relación estaba terminada, totalmente defo. Y desde entonces no ha querido hablarme, se ha ido al barrio rico porque consigue heaps de dinero sin apenas yakear.
- Vale, ¿y sobre la llave? -La verdad, entre las palabras que no entiendo y que sea un canguro que habla empiezo a perturbarme.
- Ah, sí. No es un modelo en serie, sino totalmente artesanal. No veía uno así desde que llegué a esta isla. Tenía tan poco que solo podía comer snags y en vez de zapatos usaba tangas. Pero...
Empieza a desvariar en una historia que, por suerte, conduce a una solución más o menos razonable. Al parecer hay un hombre que vive en la "zona salvaje", una suerte de herrero ermitaño que es el mejor artesano de todo Russuam, pero es tan exclusivo que solo trabaja para los reyes, y no atiende a nadie que no pueda ganarle en un concurso de "tinny stiffy", que al parecer es como le llama este hombre al clásico juego infantil de abrir latas con el pene erecto.
- Lo siento Serleena, parece que no vas a poder jugar -le digo, poniéndole la mano en el hombro-. ¿Hay alguien más que pueda haber hecho esa llave?
- Sí -responde-. Pero ya no vive en esta isla.
Mierda.
Miro a Serleena fijamente.
- Gracias por entenderlo.
Miro la puerta durante un segundo, y dos, y tres. No quiero entrar, todavía tengo el corazón desbocado, pero exhalo una larga bocanada de aire y abro la puerta. Al otro lado de un mostrador finamente grabado de bronce nos observa un hombre de morro alargado, ojos pequeños y extremadamente musculoso. Lleva unas gafas de media luna sobre el hocico, y un bombín de color negro que contrasta con su pecho desnudo, sobre el que destaca una corbata. Por lo menos lleva pantalones, pero de verdad que me está resultando extremadamente perturbador. Igualmente saco la llave del bolsillo y la dejo sobre la placa de mármol superior.
El canguro la mira fijamente, acercándose casi hasta el punto de que si la llave pudiese hablar ya estaría pidiendo distancia de seguridad. También la olisquea, y mira hacia nosotros como pidiendo permiso para lamerla. Niego con la cabeza hasta que por fin el hombre recupera la compostura. Ha sido un momento bastante incómodo, pero por lo menos podemos decir alegremente que ha tenido un final feliz: Mi llave no está babada.
- Dígame lo que quiere saber, cobber. -Arqueo una ceja. ¿Qué carajo es un cobber?
- Pues... -Dudo. No tengo una forma de plantearlo, pero lo intento-. Verá, cobber, hace unos días encontré esta llave y no sé qué abre. Es demasiado extraña, y me dijo Masrur que usted podía ayudarme.
- ¿Quién es Masrur? -pregunta, apoyándose sobre el mostrador-. ¿Solo por vivir en la misma isla se supone que debería conocerlo?
- Sí.
- Pues efectivamente. Es mi ex-socio. -No parece decirlo con muy buen tono-. Solíamos irnos de coldies todas las semanas, y aunque era un poco dag podía soportarlo. Pero por unos furpies infundados decidió que nuestra relación estaba terminada, totalmente defo. Y desde entonces no ha querido hablarme, se ha ido al barrio rico porque consigue heaps de dinero sin apenas yakear.
- Vale, ¿y sobre la llave? -La verdad, entre las palabras que no entiendo y que sea un canguro que habla empiezo a perturbarme.
- Ah, sí. No es un modelo en serie, sino totalmente artesanal. No veía uno así desde que llegué a esta isla. Tenía tan poco que solo podía comer snags y en vez de zapatos usaba tangas. Pero...
Empieza a desvariar en una historia que, por suerte, conduce a una solución más o menos razonable. Al parecer hay un hombre que vive en la "zona salvaje", una suerte de herrero ermitaño que es el mejor artesano de todo Russuam, pero es tan exclusivo que solo trabaja para los reyes, y no atiende a nadie que no pueda ganarle en un concurso de "tinny stiffy", que al parecer es como le llama este hombre al clásico juego infantil de abrir latas con el pene erecto.
- Lo siento Serleena, parece que no vas a poder jugar -le digo, poniéndole la mano en el hombro-. ¿Hay alguien más que pueda haber hecho esa llave?
- Sí -responde-. Pero ya no vive en esta isla.
Mierda.
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-Ah tranqui, puede que suela liarla pero se pillar estas cosas al vuelo. No te preocupes, todos perdemos la virilidad en algún momento.- dije con tono amable entrado detrás de él a la tienda.
La verdad es que era raro ver semejante bicho siendo el propietario del lugar, y más cuando era parlante. Aún así de todos modos me caía bien, al menos a mi ya que Claude parecía estar más tenso que una persona cagando en el baño de una taberna sin pestillo. Como quería ser buena con él no iba a hacer chanza de su susto tan...como diría el seguramente "indecoroso", ya que no quiero que deje de pensar que el es el mejor del mundo, a pesar de asustarle un canguro...´
El bicho tampoco se quedaba atrás en sus "rarezas", porque si no fuera por Claude acabaríamos con una llave babada, y ya sabes tu que los animales son portadores de muchas enfermedades, aparte, da asquete. Además tampoco le pillaba las palabras que decía hasta tal punto de darle con el codo sutílmente a Claude y susurrarle:
-¿Que carajo son los furpies? Tampoco le he entendido que te ha llamado exactamente, pero como sea un insulto lo reviento con o sin tu permiso.
Tras eso volvería a poner a sonrisa de niña inocente mientras seguía escuchando al canguro. Parecía que él se enteraba de todo lo que decía, pero tanto mi compañero y yo parecía que íbamos pillando fragmentos, con la suficiente suerte de que estaban bien conectados como para entenderlos. También hubiera preferido no haberme enterado, pues cuando la cosa empezó a ir de penes y competiciones "erectas" me quedé con la boca abierta hasta que Claude me habló de que no podía participar. Y por una vez en la vida no le iba a llevar la contraria.
- ¿Te has dado cuenta tu también no?-dije con tono burlesco antes de dirigirme al canguro. - Bueno, al menos nos puede decir donde vivía, si hay conocidos suyos, tal vez familiares por la zona....o si pudiera ser más práctico podría decirnos, si es tan amable, hacia donde ha ido o alguna vivienda que haya dejado cerrada por vacaciones...ya sabe, algo útil.
La verdad es que era raro ver semejante bicho siendo el propietario del lugar, y más cuando era parlante. Aún así de todos modos me caía bien, al menos a mi ya que Claude parecía estar más tenso que una persona cagando en el baño de una taberna sin pestillo. Como quería ser buena con él no iba a hacer chanza de su susto tan...como diría el seguramente "indecoroso", ya que no quiero que deje de pensar que el es el mejor del mundo, a pesar de asustarle un canguro...´
El bicho tampoco se quedaba atrás en sus "rarezas", porque si no fuera por Claude acabaríamos con una llave babada, y ya sabes tu que los animales son portadores de muchas enfermedades, aparte, da asquete. Además tampoco le pillaba las palabras que decía hasta tal punto de darle con el codo sutílmente a Claude y susurrarle:
-¿Que carajo son los furpies? Tampoco le he entendido que te ha llamado exactamente, pero como sea un insulto lo reviento con o sin tu permiso.
Tras eso volvería a poner a sonrisa de niña inocente mientras seguía escuchando al canguro. Parecía que él se enteraba de todo lo que decía, pero tanto mi compañero y yo parecía que íbamos pillando fragmentos, con la suficiente suerte de que estaban bien conectados como para entenderlos. También hubiera preferido no haberme enterado, pues cuando la cosa empezó a ir de penes y competiciones "erectas" me quedé con la boca abierta hasta que Claude me habló de que no podía participar. Y por una vez en la vida no le iba a llevar la contraria.
- ¿Te has dado cuenta tu también no?-dije con tono burlesco antes de dirigirme al canguro. - Bueno, al menos nos puede decir donde vivía, si hay conocidos suyos, tal vez familiares por la zona....o si pudiera ser más práctico podría decirnos, si es tan amable, hacia donde ha ido o alguna vivienda que haya dejado cerrada por vacaciones...ya sabe, algo útil.
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La historia que nos cuenta el hombre-canguro es curiosa. Parece que se remonta a hace quince años, cuando el señor Wallabee todavía era un mozalbete que iniciaba sus correrías por el bello paraje de Russuam. Bueno, llamarlo bello es exagerar, pero al parecer llegó aquí como aprendiz de herrero y tuvo más de diez años un maestro que lo maltrataba, hasta que conoció a Masrur. Él era otro muchacho de la calle venido en busca de nuevas oportunidades a la Gloriosa Russuam, y juntos abandonaron al viejo para encontrar a un ermitaño que contaban las leyendas del reino vivía en medio del bosque. Había aprendido las artes de la herrería de los herreros primordiales, unos seres tan antiguos que escapan de la comprensión humana.
- Vamos, que el viejo le daba a la droga.
- Exactamente -contesta, ajustándose las gafas cuidadosamente-. Sin embargo, fue el mejor herrero que jamás ha habido y habrá. Un día, en medio de un viaje astral -he comprendido que es el eufemismo para "pedo terrible"- decidió que este mundo era demasiado pequeño para él, y violento. No podía soportar tanto dolor, y simplemente... Desapareció.
Reflexiono por un momento. El mejor herrero que nunca hayamos visto, capaz de hacer cosas espectaculares estando incluso drogado. Solo hay un lugar donde este pueda estar, y desde luego no es fuera de la isla. ¡Nadie permitiría subir a un toxicómano a bordo! De ese modo, tiene que estar perdido en alguna parte del reino. Sin embargo, el reino es muy grande.
- ¿Dónde se le vio por última vez? Es más, ¿recuerdas dónde se le vio sobrio por última vez?
- La verdad es que no podría asegurarlo. Esto sucedió hace al menos diez años. Aunque Masrur seguro que tiene una idea más definida acerca de eso. Antes de dedicarse a los kebabs se dedicaba al narcotráfico. Así consiguió que nos adiestrara el hombre, porque al principio era muy reacio. De hecho, estoy seguro de que nunca salió del todo. De ahí que haya conseguido un local junto a Aídas.
Lo que dice es razonable, pero no me termina de convencer la idea de volver con un tipo al que no le he pagado los kebabs, así que miro a Serleena con cierta necesidad. No quiero deberle favores a esta loca, pero ya va siendo hora de que haga algo además de matar gente. Así que, finalmente, lo digo:
- Bueno, yo no puedo entrar a Masrur. Te va a tocar a ti interrogarlo.
Me guardo la llave, antes de que pueda siquiera pensar en quedársela. Capaz se larga. Quiere casi más a la pasta que a mí. Y mira que a mí me quiere, vaya.
- Vamos, que el viejo le daba a la droga.
- Exactamente -contesta, ajustándose las gafas cuidadosamente-. Sin embargo, fue el mejor herrero que jamás ha habido y habrá. Un día, en medio de un viaje astral -he comprendido que es el eufemismo para "pedo terrible"- decidió que este mundo era demasiado pequeño para él, y violento. No podía soportar tanto dolor, y simplemente... Desapareció.
Reflexiono por un momento. El mejor herrero que nunca hayamos visto, capaz de hacer cosas espectaculares estando incluso drogado. Solo hay un lugar donde este pueda estar, y desde luego no es fuera de la isla. ¡Nadie permitiría subir a un toxicómano a bordo! De ese modo, tiene que estar perdido en alguna parte del reino. Sin embargo, el reino es muy grande.
- ¿Dónde se le vio por última vez? Es más, ¿recuerdas dónde se le vio sobrio por última vez?
- La verdad es que no podría asegurarlo. Esto sucedió hace al menos diez años. Aunque Masrur seguro que tiene una idea más definida acerca de eso. Antes de dedicarse a los kebabs se dedicaba al narcotráfico. Así consiguió que nos adiestrara el hombre, porque al principio era muy reacio. De hecho, estoy seguro de que nunca salió del todo. De ahí que haya conseguido un local junto a Aídas.
Lo que dice es razonable, pero no me termina de convencer la idea de volver con un tipo al que no le he pagado los kebabs, así que miro a Serleena con cierta necesidad. No quiero deberle favores a esta loca, pero ya va siendo hora de que haga algo además de matar gente. Así que, finalmente, lo digo:
- Bueno, yo no puedo entrar a Masrur. Te va a tocar a ti interrogarlo.
Me guardo la llave, antes de que pueda siquiera pensar en quedársela. Capaz se larga. Quiere casi más a la pasta que a mí. Y mira que a mí me quiere, vaya.
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Todo aquello era muy interesante, y estuve a punto de prestar atención incluso. No era amiga de la palabrería y menos cuando se basaba en una historia sin chicha ni limoná. Me quedé esperando a que el tipo acabara su historia mientras hablaba con Claude, hasta que finalmente dijo queel herrero había desaparecido. En ese momento arqueé la ceja y me dirigí a él.
-La gente no desaparece así como así, y teniendo tan buenas habilidades...no, definitivamente no desapareció. O se ha vuelto un ermitaño o alguien lo tiene, así que vamos.-dije antes de escuchar lo de que esto había pasado hace diez años- Pues en ese caso....igual deberías buscar en un cementerio.
Dada mi aportación diaria me callé y esperé a que acabaran. El problema es que parecía que me iba a tocar trabajar, y nada menos que interrogar a un tipo.
-¿Yo? ¿Porqué? No se me da bien ese tipo de cosas. No sé, dime de robar algo, hacer explotar algo, hacer bromas por den den mushi o algo por el estilo. Yo si interrogo a ese tío , la que acaba hablando e insultándole soy yo con mi bate en su cabeza. Pero si tienes fe en mi..bueno, lo intentaré. ¿Vamos?
Tras decir aquello ni me despedí del otro tío. Apreciaba a Claude, pero esperaba que no se le ocurriera dejar la llave a la vista, no por la gente que pudiera robárnosla, sino porque sería yo misma capaz de ello.
-La gente no desaparece así como así, y teniendo tan buenas habilidades...no, definitivamente no desapareció. O se ha vuelto un ermitaño o alguien lo tiene, así que vamos.-dije antes de escuchar lo de que esto había pasado hace diez años- Pues en ese caso....igual deberías buscar en un cementerio.
Dada mi aportación diaria me callé y esperé a que acabaran. El problema es que parecía que me iba a tocar trabajar, y nada menos que interrogar a un tipo.
-¿Yo? ¿Porqué? No se me da bien ese tipo de cosas. No sé, dime de robar algo, hacer explotar algo, hacer bromas por den den mushi o algo por el estilo. Yo si interrogo a ese tío , la que acaba hablando e insultándole soy yo con mi bate en su cabeza. Pero si tienes fe en mi..bueno, lo intentaré. ¿Vamos?
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