Ojos violetas entre las luces de colores. [Pasado/Privado de Red Tea y Brianna]

Las luces y el sonido de las apuestas eran cada vez mayores, o eso le parecía a Isak. Quizá el volumen se mantuvo igual todo el tiempo, pero le había comenzado a doler la cabeza al llegar a esa isla… tuvo que dejar a Dahlia en el barco que los había llevado hasta allí. Era una niña, no iba a dejar que viese a un montón de ludópatas perder todo el dinero que tenían sin saber cuando parar. O incluso peor, ¡borrachos agresivos, mujeres ligeras de ropa y "entretenimiento" para adultos! Era habitual que en un lugar así hubiera varias de las cosas mencionadas y no eran aptas para ella.

A pesar de que él era un adulto tampoco era un fan acérrimo de lo que sucedía a su alrededor. Es más, lo aborrecía. Había llegado por casualidad y quería conseguir algo de comida y poco más. Esa isla no suscitaba en su interior el más mínimo interés. Por fortuna tampoco parecía que hubiera cazadores o marines. Aunque, pensándolo bien, ¿por qué estarían allí? ¿Para gastarse su sueldo en las máquinas? No quería ni pensarlo pero lo cierto es que tampoco le extrañaba en lo más mínimo.

Tras permitir que un leve suspiro saliese de su boca observó uno de los grandes edificios que había allí. Por si acaso llevaba la espada bajo su enorme gabardina, oculta de miradas indiscretas, aunque sabía que si entraba y la veían podía tener problemas. En fin, la vida son problemas, ¿por qué no arriesgarse un poquito de tanto en tanto? Eso sí, antes de traspasar el umbral de la puerta sacó de su mochila un termo lleno de té rojo para darle un largo sorbo y lo guardó nuevamente.

Finalmente entró en el edificio, siendo deslumbrado por la insana cantidad de luces resplandecientes… ¿¡Por qué a la gente les gustaba eso!? Para Isak era algo incomprensible. Ugh… demasiado pomposo y a su vez insignificante. No había que confundirse, a él le encanta la diversión, pero no dejarse llevar por ella hasta el punto de olvidar quién son y dónde están. Allí había muchos que ya no sabían ni cuánto dinero les quedaba. Quizá podría hablar con la revolución de crear un centro de ayuda contra la ludopatía, en parte eso también es ayudar a la gente.

Caminó entre las máquinas con una expresión clara de no saber qué diablos hacía ahí. ¿Tan siquiera podría conseguir la comida que andaba buscando? Justo cuando esa duda se formó en su mente una mujer con una bandeja llena de canapés apareció, ofreciéndole uno. Aceptó por cortesía, aunque no era exactamente lo que quería. Parecía más bien una cruel broma del destino burlándose de su blando y sensible corazón.

Había decidido aceptar aquel trabajo única y exclusivamente por que la persona que la contacto siempre se había portado bien con ella. Aquel hombre de unos sesenta o setenta años más o menos desde que la conocía había tratado a Brianna como a una hija. De los contratistas que habían gozado de sus servicios como cantante en la época en la que era una cautiva de los piratas era el más agradable y por ese motivo la joven doctora había accedido a realizar aquel trabajo. Era un evento especial, la inauguración de una sala de juegos en el casino y querían una actuación elegante para ese momento.

Llego a la isla aquella mañana, no tardaron mucho en preguntarle como quería el escenario, las luces si tocaría algún instrumento o si simplemente usaría su voz y dejaría que otros tocaran. Le preguntaron la canción, el tono, incluso el color del vestido y si quería o no llevar maquillaje, el peinado, todo. Una vez que Brianna decidió todo lo que quería usar y lo que no se dispuso a prepararse bien para el espectáculo. La gente estaba emocionada con la idea de ser invitados o de asistir a la inauguración de una nueva ala del casino y aunque a Brianna aquello le daba bastante igual, era un trabajo y no tenía quejas al respecto.

Sobre las seis de la tarde salieron a anunciar que daría comienzo el espectaculo, aunque claro, cualquier sabe que hora es dentro del casino. Sin ventanas, sin relojes, bien podrían ser las seis de la tarde o las seis de la mañana. Tras esperar a que la gente se congregase frente al escenario salió el presentador para presentar a la preciosa Brianna Byrne. La morena salió de entre bastidores y se colocó frente al micro esperando que los músicos comenzaran con la melodía. No tardo demasiado en abrir la boca y comenzar a cantar con fuerza pero dulzura al mismo tiempo, era una canción potente.

La gente no tardo en animarse, la inauguración iba a ser todo un exito, una vez que la canción terminase Brianna bajaría del escenario para ir a beber algo. La mayoría de los asistentes irían directamente descubrir los juegos nuevos de la sala mientras ella recibía los halagos de sus contratistas. Con una sonrisa agradeció a todo el mundo su tiempo y su confianza y luego se acercaría a la barra a pedir algo de beber. Tenía barra libre tanto en comida como en bebida al ser la artista pero por suerte para ellos y para ella misma, la doctora no bebía alcohol apenas y tampoco era de comer en exceso.

Canción:

Parecía que sin querer había acabado en una inauguración. Ni siquiera se había percatado de que lo era puesto que era la primera vez que visitaba Casino Island. Tampoco se iba a quejar, pero que nadie esperase verlo apostar en ningún lado. Ni siquiera tenía dinero suficiente para ello.

Al parecer iba a haber una actuación en directo… ¡Qué emoción! Hacía mucho tiempo que no iba a ningún concierto. También era cierto que las festividades de su pueblo eran muy diferentes a la que iba a presenciar. No tardó demasiado en aparecer una mujer de cabellera negra y ojos violetas. Oh, aquel color era llamativo, sin duda. Isak no pudo evitar quedarse mirando hacia los iris de la dama mientras atendía con suma dedicación a la canción que entonaba de forma tan melódica.

Para cuando hubo terminado el revolucionario ya se había desplazado hacia la barra para pedir algo que beber, pero se interrumpió a sí mismo para aplaudir. Para su sorpresa la artista se acercó a la barra para beber algo tras finalizar, cerca de dónde estaba él. Aunque pensándolo bien era normal que quisiera refrescar su garganta tras ello, pero Isak no pudo evitar sentirse de aquella forma.

- Si me permite la osadía he de admitir que posee una excelente voz. Mi enhorabuena. - Le confesó en voz alta tras acercarse a ella.

Cuando el camarero se acercó dejó que ella pidiese primero, por cortesía. Era consciente de que podría estar sedienta y necesitaba mantener sus cuerdas vocales intactas si quería seguir cantando de una manera tan hermosa cómo lo había hecho. Una vez ella hubiera pedido él se dispondría a hacer lo propio.

- ¿Podría ponerme un zumo de naranja si es tan amable? Gracias. - Le dijo al camarero con su habitual educación, guardando respeto por el empleado. Estaba seguro de que el pobre hombre estaría muy agobiado con la inauguración y la gran cantidad de clientes que parecía haber en el casino. El habitual ajetreo de las zonas turísticas le resultaba enormemente incómodo a Isak, prefiriendo la tranquila y apacible comodidad de la naturaleza. Aunque de todos modos había que adaptarse a distintos ámbitos.

El camarero no tardó demasiado en servirle su zumo. Con una gran sonrisa el revolucionario le dio las monedas que costaba la bebida. No tenía muchas pero por gastar un poco no iba a ocurrir nada. O eso esperaba.

- Gracias, caballero. - Agarró su vaso para darle el primer sorbo y, tras ello, miró de reojo el resto del local. Él tampoco bebía alcohol, o no habitualmente, y no tenía planeado comenzar en ese instante. Era un riesgo no sólo para su salud sino para su bolsillo.

Había bajado del escenario y se había terminado de acercar a la barra para pedir algo de beber. La verdad es que estaba un poco cansada, las inauguraciones y ese tipo de eventos siempre eran demasiado ajetreados. Ahora en el escenario había una especie de juegos de malabares y cosas así para continuar el espectáculo aunque la mayoría de la gente había huido a probar los nuevos juegos con los que contaba el casino. Brianna una vez estuvo cerca de la barra se sentó en uno de los taburetes y antes de que pudiera pedir escucho la voz de un hombre a su lado.

Giro el rostro para dedicarle una dulce y radiante sonrisa — muchas gracias, me alegra saber que le ha gustado la actuación — aunque ella solía cantar mas baladas o algo por el estilo, sin embargo para aquel tipo de lugares no podían ser canciones demasiado tranquilas o la gente se relajaba y perdía el ritmo del juego. Pidió un vaso de zumo de melocotón, siempre le había ido bastante bien para la garganta, no tanto para refrescarse pero si para sentir la garganta mas limpia y suave era algo así como una cucharada de miel.

Cuando el camarero les llevo a ambos lo que habían pedido la doctora se llevo el vaso a los labios para dar un trago y relajarse un poco sobre la silla. Necesitaba un momento para recuperar la calma, estar sobre un escenario no era sencillo, la adrenalina, los nervios, las ganas de hacerlo bien, todo eso se acumulaba y podría llegar a resultar realmente agotador, tanto física como mentalmente. La gente iba de un lado a otro jugando y probando todas las maquinas que encontraban, gastando dinero que tenían y seguramente el que no tenían en todo aquel bullicio, era una locura.

Definitivamente los casinos no eran para ella, nunca le habían gustado y no empezarían a gustarle ahora. No entendía las ganas que tenía la gente de gastar algo que costaba tanto conseguir como lo era el dinero. Sobretodo cuando se podía emplear en cosas mucho mas beneficiosas — nunca entenderé por que a la gente les gustan estas cosas — suspiro levemente mientras hablaba más bien para ella aunque seguramente su compañero de bebida en aquel momento la habría escuchado. No tardaría demasiado en salir del casino, tantas luces y ruido de fondo iban a terminar de volverla loca, era abrumador en más de un sentido.