¿Tomamos el te? (Privado Dexter - Alpha)

En días como estos, me gustaría decir que todo lo que estaba planeado ocurriría tal o como estaba planteado. En días como estos, me gustaría decir que el destino a veces era un buen amigo o un cruel enemigo. En días como estos… honestamente no podía esperar que ocurriera nada normal, ya que el dragón azul se acerca. Tengo un largo tiempo observando crecer a mi chiquillo, es verdad. Incluso he de admitir que he visto como él ha llevado las cosas muy aceleradas, un claro ejemplo de ello ha sido la pérdida de su brazo con las amazonas. Un precio que él ha tenido que pagar, y la recompensa ha sido justo por no decir más.

Este archipiélago sin lugar a dudas es el lugar indicado para acordar aquella reunión entre el joven rey de la forja y el rey de los dragones. ¿He dicho rey de los dragones? Pues sí, en la perspectiva de nuestro protagonista de este cuento lleno de guerra y amor, no logra ver al señor Dexter de otra manera. ¿He dicho señor Dexter? Pues sí, se supone que es mayor de edad ya ¿no?

El Dragón humeante, así se llamaba el lugar donde se encontraba el pequeño esperando la llegada del revolucionario, una singular tienda de té con una temática oriental bastante acogedora. Un mesero se acercaba al joven Alpha, que se encontraba usando su típico kimono rojo con adornados de flores. Aquel distinguido empleado le preguntaría al pequeño si estaba listo para ordenar. – Aun no. Estoy esperando a alguien. – Aunque no les negare que de igual manera el joven dio un vistazo al menú, donde pudo divisar la increíble cantidad de bebidas y postres que el establecimiento ofrecía.

-Le llamara en cuanto mi acompañante llegue y estemos listos para ordenar. – Una reverencia y aquel caballero se retiraría. Por otro lado, el pirata se quedaría observando a través de la ventana. Acariciando su hombro y deslizando su mano por el resto de la tela de la manga, que obviamente estaba vacía. Un suspiro, era lo único que él podía hacer. Esperar, era lo único que le tocaba hacer.

Era la segunda vez en su vida que escuchaba hablar de ese tipo. Freites D. Alpha, una suerte de pirata que al parecer había dado apoyo táctico a Nassor durante la misión que él mismo había torcido para volver a su favor. Había que reconocer que el chiquillo tenía valor para reclamar de forma tan agresiva -en el sentido más educado de la palabra- un dinero que, de ganar, habría sido extraordinariamente sucio. Llevaba meses siguiendo la pista de todos los encargos que habían ido surgiendo mientras el mundo se iba volviendo cada vez más loco, y había llegado a una conclusión: Si el contratante tenía una mínima relación con algún fenómeno astronómico, estaba conchabado con la tripulación de Kepler. Lo que implicaba, a fin de cuentas, que Berthil la había cagado. Había dejado que una hermandad mercenaria, la Estrella Oscura, penetrase en Wano sin ninguna clase de impedimento, lo cual terminaba potencialmente con un largo reinado pirata sobre la isla. Había intentado explicárselo, pero hacía mucho tiempo que el dragón creía que había perdido la cordura. Tal vez eso había influenciado su decisión de atracar en Sabaody más que sus propias visiones, pero confiaba en que Akagami podría solucionar el problema por sí mismo, para encontrarse un sobre que ponía "ya te lo advertí" en su interior. En realidad llevaba años con él preparado por si las moscas, casi se alegraba de por fin darle uso.

Bajó de la Joya tras despedirse de la tripulación. Aunque era ya sabido que Dexter se había unido a la Revolución tras ser fallidamente ejecutado en Marineford, su rango exacto todavía no era conocido más que por un puñado de personas, si bien estaba bastante claro que ocupaba un puesto preeminente en la cadena de mando. Además, tendría sentido a ojos de mucha gente que la persona que subió hasta la cima de la Aguja para terminar con todo finalmente hubiese tomado bando, incluso quizá adoptando una Revolución huérfana para iniciar una ofensiva con cada vez mayor nivel de hostilidad hasta que, como siempre debía suceder en los mejores cuentos. los malos morían al final. Pero tal vez por falta de control en las cúpulas o por simple miedo a aceptar una verdad terrorífica -Dexter Black había puesto demasiadas veces en jaque y evidencia al Gobierno Mundial-, aún no se habían difundido nuevos carteles que explicasen su rango. Simplemente habían dejado de poner "emperador pirata" por "peligroso terrorista", lo cual no dejaba de hacerle gracia, ya que, al final, en Mary Geoise seguramente le tenían pánico.

Avanzó por los manglares con seguridad y en solitario, seguro y convencido de que nadie se atrevería a atacarlo, más confiado aún pensando que no habría nadie tan fuerte como para herirlo. Seguía sin saber cómo había accedido a aquella reunión, pero Nassor había insistido en ello y tampoco perdía nada por adelantar un día su llegada al archipiélago. Por eso estaba allí en ese momento, buscando "el Dragón humeante", una suerte de taberna en la que el "futuro rey" lo esperaba.

No fue difícil de encontrar, pero se percató de que en el interior del local había tan solo un niño y un sinfín de mesas vacías, así que se sentó en una de ellas tras saludar al camarero con una inclinación de cabeza. No dijo nada sobre el techo bajo ni las sillas pequeñas, tan solo intentó acomodarse como pudo y esperó al hombre, preguntándose cómo si él había llegado tarde el interesado no había aparecido.

La espera se había tornado un poco larga, tal vez, un poco demasiado larga. Bueno, tal vez Dexter era una persona que le gustaba hacerse esperar. ¿Tal vez era momento de ordenar? No, es de mala educación comer sin que todos estén en la mesa. Una de las cuestiones sobre nuestro pequeño, es que adora la sensación que brinda el momento de la comida. Todos juntos, unidos. Compartiendo en la misma mesa.

-Tal vez una botella de Sake no haga la diferencia. - Se dijo a sí mismo. Tal vez una ¿dos, tres o hasta cuatro? Todo dependía de lo mucho que tardara el caballero. Aunque volvíamos a lo mismo, tampoco era de buena educación estar ebrio al momento de recibir al invitado. – Esperemos entonces.

Y no se hizo esperar mucho. Allí estaba el, sin lugar a dudas era lo era. Muchas preguntas llegaron a la mente del joven pirata ¿Había fingido su muerte? ¿Por qué abandonaría el mundo pirata? ¿Cuáles eran sus siguientes objetivos? Realmente eran muchas preguntas, pero hoy no era el día ni el momento para contestarlas. Hoy era momento de ser un buen samaritano y ofrecer unas cuantas disculpas.

El joven se levantó de su mesa. Caminando directamente en dirección al líder revolucionario. ¿Quizás no le había reconocido? Probablemente Nassor olvido mencionar la apariencia del pirata, al menos le podría haber mostrado uno de los carteles del pequeño ¿No? Bueno, eso ya no importaba ya. Lo único que se podía escuchar en aquel vacío lugar, era el sonido de las Getas de Alpha que sonaban a cada paso que daba. Una vez estuvo al frente. Se inclinó haciendo una reverencia. Sonriente y feliz, como de costumbre.

- Es un placer conocerlo señor Black. Soy Freites D. Alpha. Es un gusto. – El joven se sentó justo al otro lado de la mesa. Observando la reacción del hombre al darse cuenta que la persona que esperaba o mejor dicho, que ya se encontraba en el lugar operándolo, era un joven. El camarero volvió a acercarse una vez más. El herrero ya estaba listo para ordenar. – Yo quiero te de jazmín, sake y un porción de diez piezas de carne de cerdo. ¿Usted va a ordenar algo señor Black? – Una vez Dexter diera su respuesta. El caballero se retiraría para dejar a los dos criminales en solitario. Alpha miraría directamente a los ojos del revolucionario, en todo momento. - Yo… antes que nada quisiera ofrecer una muy sincera disculpa. No debí haber escrito aquella carta. Me encontraba enojado y fuera de mí. El hecho es que… la revolución no debe pagarme nada, señor Black. Yo accedí a ayudar a un amigo. Y ver que sus objetivos fueron cumplidos. Me es más que suficiente. – Y una vez más, el chiquillo bajaría de nuevo la cabeza. Era una disculpa muy sincera salida de su corazón.

Los pedidos habían llegado, y claramente el pequeño se mostró muy feliz por aquello. Para nuestro protagonista el competir la mesa con un desconocido siempre era una gran experiencia. Siempre podrías aprender algo de cualquier persona. Mas cuando se trata del líder de la revolución.

-Digame ¿El viaje le ha sentado bien? – Y de nuevo, el sonrió.

El reloj no pudo avanzar demasiado antes de que el primer movimiento sucediese. No habría esperado toparse con aquella situación, pero el hecho era que estaba de lleno ante ella. Cuando el niño se levantó había sospechado algo, pero hasta que terminó de verbalizarlo no quiso creerlo. ¿De verdad estaba frente al "futuro rey"? Nassor tenía un sentido del humor muy retorcido si había planificado todo aquello, pero a decir verdad no era consciente de que el ciervo tuviese sentido del humor. Ni siquiera podría asegurar que conociese el significado de la palabra "broma". Y si eso era así, como mínimo debía darle al muchacho la oportunidad de hablar. Al fin y al cabo, Nassor confiaba en él. Y no parecía tener mal instinto.

- El gusto es mío -respondió, con una leve inclinación de cabeza, antes de clavar la vista en el tabernero-. Para mí... ¿Tiene un plato favorito, caballero? No conteste aún, tiene un poco de complicación. -El hombre arqueó una ceja, más patidifuso que inquisitivo-. Algo que le guste tanto que le da rabia servir, o algo que nunca ha preparado para que otro pruebe. ¿Se le ocurre algo?

- Tengo un par de ideas, señor Black. -La contestación llegó con un tono nervioso, pero se relajó bastante cuando Dexter empezó a sacar casi sin cuestionárselo doscientos mil berries de la cartera.

- Con esto debería ser suficiente. Para la comida, el té y su mejor botella de bourbon, por favor.

- Por supuesto.

Devolvió la mirada al joven, escuchando atentamente lo que debía decir, aunque, tal vez, eso era lo último que esperaba. Poca gente le pedía disculpas, menos aún por una simple carta. Sin embargo lo agradeció igualmente, e incluso dedicó una sonrisa relajada asomar por entre sus labios. Seguía sin saber qué buscaba de él, pero siempre estaba más dispuesto a escuchar a alguien educado que a un garrulo. Todavía recordaba las sandeces de Dark y otra gente, y cada vez tenía menos paciencia para aguantarlas.

- El viaje ha sido relajado. Demasiado, incluso. -Pocas veces tenía un problema en el mar, pero resultaba sorprendente la enorme cantidad de líos que se buscaban algunos durante sus viajes. Además, llevaba un tiempo alerta porque estaba seguro de que algo muy malo estaba a punto de suceder-. Las aguas están muy revueltas últimamente, es como si todo se estuviera volviendo loco de pronto. El Nuevo Mundo va a hervir, es un hecho. Pero deberíamos dejarnos de rodeos, ¿para qué estamos aquí?

-¿Para qué estamos aquí? Es simple, señor Black. Estamos aquí para para ver si los Big Brother Kaizokudan y la Revolución podemos lograr una poderosa alianza. Además, yo tengo un favor personal que pedir a usted.

La escena era algo más que cómoda, se podía decir que era bastante placentera. LA paz y la tranquilidad que podía disfrutar era algo que el pequeño capitán pirata agradecía con todo su corazón.

- Primero que nada, deberá saber que mi tripulación pirata es una tripulación que solo se muestra hostil contra otros piratas no aliados, Marines y el Gobiernos Mundial. Buscamos expandir nuestros dominios hasta donde alcance la vista, evitando el mayor daño colateral a los inocentes, no tiene nada de divertido luchar contra… alguien que no se puede defender. – Con cierta tranquilidad, el señor de la guerra tomaría la botella de Sake para llevarla a sus labios y comenzar a disgustar del delicioso sabor. Un profundo trago y una sonrisa llena de felicidad. Definitivamente el Sake le daba alegría a este herrero. – Si se pregunta por qué estoy contra los del Gobierno mundial, es un asunto personal. Ni más ni menos. Busco la alianza por que no me gustaría cruzarme en su camino. Y no es que tenga miedo, ni de lejos. Adoro los desafíos con todo mi corazón pero, nuestra lucha no tendría ningún beneficio ni propósito.

Luego, el pequeño corrió un poco el kimono dejando ver la falta de su brazo izquierdo. – El favor personal es que necesito recuperar esto. Así que no me vendría mal una consulta con alguien con sus conocimientos. Como pago, le puedo dar una muestra de mi sangre, soy la última criatura de mi especie ya que provengo de una línea sanguínea único.

Dexter esbozó una sonrisa. Tal vez no se pudiese definir como alegre, o complacida. Puede que, en muchos ámbitos, ni siquiera fuese considerada una sonrisa. Pero curvó los labios hacia arriba mientras escuchaba al pirata. "Una alianza", repitió para sus adentros. Aún no sabía ni a qué se dedicaban los Big Brother, aunque como breve resumen el ir buscando expandir sus dominios parecía ser una tarea tan loable como otra cualquiera. Loable, pero no justa. No al menos en el sentido ordinario de la palabra.

- ¿Sabes cuál es el problema al que se enfrenta la Armada Revolucionaria? -preguntó-.El mayor, el que está por encima de todos los demás.

Había muchos, aunque era difícil que desde fuera entendiese la compleja situación que vivía el ejército libertador que, de una u otra forma, llevaba unos pocos meses dirigiendo. Podía ser el Gobierno Mundial, una célula concreta dentro de este, las disidencias ideológicas -pocas, débiles, pero todo el mundo tenía voz- o el ser un número tan reducido en relación a la magnitud de su titánica tarea. Podían ser tantas cosas...

- La Armada no tiene un país detrás -concluyó-. Hay naciones que la apoyan, claro, pero ningún mando tiene derecho a ordenar nada a los aliados de la causa. Y ese mayor problema, esa ruina... Es lo que nos define: Nosotros no buscamos forjar nuevos gobiernos, luchamos por hacer del mundo un lugar mejor. Las ansias de conquista parecen invitar a rechazar esta propuesta, sobre todo porque no sé qué es realmente qué buscan los Big Brothers en ella. -Hizo una breve pausa, clavando en el niño sus pálidos ojos azules- ¿Que el mundo arda? ¿Convertirse en el nuevo señor? Tus motivaciones son tuyas, chico, pero las consecuencias de apoyarte pesan sobre mi espalda. ¿Qué es lo que harías con el apoyo de la Armada?

Dudaba que hubiese una respuesta correcta, pero estaba seguro de que no había una respuesta sencilla. La Revolución no había nacido para alimentar el ego de nadie, y él no se había puesto a los mandos para torcer ese rumbo. Quería ganar su batalla y hacer que el mundo fuese libre, pero la libertad no debía pagarse con vidas inocentes.

Tampoco vendiendo su alma al diablo.

- Un catorce, supongo -dijo, viendo el tamaño del muñón y la talla del joven. Tristemente, estaba ya muy hecho a encargarse de piezas como aquella-. Se me ocurren cosas, pero tendrás que decirme en qué estás pensando para hacer algo adecuado.

Mientras escuchaba a Alpha responder, dirigió su vista hacia la barra. El hombre estaba cocinando, pero no veía el qué.

Cada palabra, cada gesto y expresión, traía consigo un impacto que solo el lenguaje corporal del líder de la revolución podía expresar. Nassor le había comentado al pequeño pirata que Dexter era una persona tranquila y un poco difícil de entender a la primera. Definitivamente tenía razón. Black resulto ser a los ojos de Alpha, no solo alguien tranquilo y relajado, también demostró ser una persona que tenía muy clara todas sus convicciones. El cómo, cuándo y el porqué de todas las cosas.

- ¿Qué el mundo arda? ¿El nuevo señor del mundo? Son tonterías en las cuales nunca había pensado. Solo quiero un lugar al que pueda llamar hogar. – Y con una cálida sonrisa, le dijo – Con la ayuda de la armada revolucionaria pretendo armar la mejor fiesta de todas. Con toda la comida que puedas comer y, con todo el licor que puedas beber. Tan sencillo como eso, señor Black.

La mirada del joven rey de la forja era una bastante tranquila y fija. Respetaba mucho a Dexter, conocía bien que era. Sabía todo sobre su camino pirata y como se alzó como yonkou, Pero… este nuevo capítulo en la vida del líder revolucionario le resultaba bastante interesante. Llegando a lo admirable.

-Donde este la guerra allí estaré, ya sea de un lado o del otro. – Dijo dando un trago de sake. – Tal vez no sea la respuesta que usted esperaba, pero creo fervientemente que cualquier persona tiene derecho a luchar por lo que cree correcto. Son otros tiempos, Dexter. ¿La marina es la justicia y los piratas o revolucionarios son los malos? ¡Patrañas! Hace tiempo que esas “formalidades” se dejaron a un lado. Cada los cabecillas de cada facción se alzan con un propósito y el campo de batalla es la zona neutral donde se decidirá quién tiene la convicción más fuerte. Así lo veo yo.

Con mucho cuidado, el pequeño pirata tomo un trozo de carne con un tenedor. De un solo bocado lo introdujo en su boca. Disgustando el delicioso sabor de la carne. – La alianza sería más que nada, con propósitos de apoyarnos el uno al otro. Si usted necesita a alguien que destroce todo en su camino en una batalla. Puede contar conmigo. ¿Qué puedo necesitar yo de usted? … entrenamiento… solo eso. Y por lo del brazo. Busco un brazo que sea capaz de acumular grandes cantidades de calor y, que me permita arrojar ese calor en fuertes ráfagas de viento desde la palma de mi mano.

Ver a Alpha hablar le recordaba muchas cosas, algunas en las que una vez se había parecido a él y otras en las que no tanto. ¿Qué tendría, quince o dieciséis años? Más o menos él tenía la misma edad cuando se embarcó por primera vez, pero aun así lo que decía, por momentos... No le tenía sentido. ¿Había sido él tan contradictorio en su día? No, él solo había visto una forma fácil de mantener un tren de vida demasiado alocado, un tren que había descarrilado por tratar de hacer lo correcto.

- Para organizar la fiesta más grande que pueda imaginar no hace falta una alianza, ni extender ningún dominio -replicó-. Mira, tal vez esto sea porque todavía eres muy joven, pero no parece que tengas una idea particularmente clara de dónde te estás metiendo, pero en general la Marina es la justicia y los piratas son los malos. En general.

Él había visto la corrupción del brazo armado del Gobierno Mundial. Lo había sufrido en lo más profundo de su corazón, un corazón que había cerrado por mucho tiempo tras la muerte de Nadia. Pero a pesar de todo, había marines como Al Naion o Arthur Silverwing, que representaban a la gran mayoría de soldados: hombres leales a una idea y a una bandera, defensores de los débiles y no la soga del descarriado... Era una labor ardua, desagradecida y que muchas veces podía ser maliciosamente confundida con fines poco éticos, pero aunque había marines malos, la organización era buena: Justo lo contrario que con los piratas.

- No confundas la Marina con el Gobierno Mundial -explicó-. El Gobierno Mundial es una institución oligárquica basada en una suerte de teogonía profana, en la que muy pocos se aprovechan de muchos. La Marina, por su parte, es el ejército naval del Gobierno Mundial, pero sus funciones son esencialmente tres: hacer cumplir las leyes allá donde no hay una milicia o policía local, proteger o custodiar islas de gran importancia estratégica y, esta es importante, asegurarse de que los criminales no aterroricen a la población, sea en tierra o en mar. -Tal vez estaba explicando algo demasiado obvio, pero la gente solía, por su naturaleza tan evidente, ignorarlo-. Por su parte, un pirata por definición es un ladrón, secuestrador o asesino que actúa en el mar. Claro que hay mucha gente que romantiza este término y loa la aventura en el mar, pero solo por gritar "soy pirata" no ponen recompensa sobre tu cabeza. Te puede hacer pasar un mal rato con la Marina, pero los piratas son malos. Y los que no son malos, no son piratas. Son revolucionarios y aún no lo saben o simples aventureros. Aunque me he ido un poco del tema.

Afortunadamente, la charla valió para que el dueño de la posada se acercase con lo que parecía un plato delicioso, tan increíble que no podía ser descrito con palabras mundanas. Agradeció en silencio el esfuerzo y probó un bocado antes de continuar hablando:

- Yo lucho contra el Gobierno Mundial. El techo corrupto de una estructura que, en el fondo, no está tan mal. Ofrece seguridad y cohesión a un mundo muy complejo, y no hay que olvidar a quién te enfrentas realmente. Cada uno tenemos nuestra propia definición de qué es correcto y qué no, pero todos podemos entender qué es bueno y qué no. -Rio-. Perdona, me he vuelto a ir por las ramas. Puedo hacerte ese brazo, si lo necesitas, pero para una alianza que compromete a una organización tan grande como la Revolución necesito meditarlo con los comandantes primero. Y para eso, tendrás que decirme con total sinceridad qué buscas en realidad.

Dio un largo trago a su bebida, terminando el vaso casi sin darse cuenta.

- Ah, y la sangre paga el brazo. ¿Qué más vas a darme por el entrenamiento?

-¿El gobierno mundial ofrece un gobierno tiene una estructura que no está mal? Puede que si… puede que no. – Dijo. Claramente el pequeño pirata fruncio un poco el ceño ante aquel comentario. Toda y cada una de las palabras que Dexter apuntaban a una visión que Alpha no compartía pero, podía llegar a respetar. – En mi caso… ser revolucionario no va de mi rollo. No obedezco a nadie y solo me interesa velar por la seguridad de los que me sigan.

Las personas que siguen al señor de la guerra, aquellos que juraron lealtad a su causa y seguir el propósito de conquistarlo todo. Vivir por y para la guerra. Una causa noble que realmente le parecería una locura a más de uno, por supuesto, pero al mismo tiempo le daba un propósito a Alpha. Uno que a pesar que muchos le cuestionan y le critican, el disfruta.

- Puedo ver tu visión Dexter. No la comparto, pero la respeto. Desde el fondo de mi corazón y de un líder a otro, estoy seguro que mientras luches por lo que tú crees correcto y tengas el poder para tomarlo. Lograras todo lo que te propones. Y no, no te has ido de las ramas. Siempre es gratificante habla con alguien que tiene más cordura de la que yo puedo ofrecer. Usted y yo somos… las dos caras de una moneda, de cierta manera. – Otro trozo de carne directo a la boca, consumiéndola con total deleite. Un profundo trago de Sake. Las mejillas del pequeño capitán pirata comenzaron a sonrojarse, mientras una pequeña nube de vapor salía de sus fauces. Claramente la temperatura estaba algo arriba, lo suficiente como para que cuando el pequeño hablase, saliera vapor.

- Me alegra saber que la sangre será un buen pago por el brazo. En el cazo el entrenamiento… podría ofrecer dos cosas. – Del interior de su kimono saco una daga de un metal de hermoso color azulado. Con una empuñadura de cuero simple, pero que cumplía la función de ser cómoda al empuñarla. – Le ofrezco una de las cuatro Icy Steel. Una daga confeccionada con acero gélido de Hallstat. Forjadas por mí, utilizando el arte Freites en la herrería para crear esto. – Alpha la clavaria sobre la mesa. Justo en el centro. – lo segundo, va acompado junto con la respuesta a su pregunta, ¿Qué busco? Para saberlo, tendrá que saber la historia única sobre los Freites. La historia sobre nuestra extinción.

Alpha se mostraba un poco melancólico. Claramente era algo que no le gustaba recordar. Recuerdos que le traían alegría y felicidad pero, al mismo tiempo le traían dolor... uno muy profundo.

-Más de quinientos años en el arte de la herrería. Esa es la cantidad de tiempo que mi linaje ha trabajado con el arte de crear lo imposible con nuestras manos y el acero. Freites Lilith fue la primera. La matriarca única, mujer que desde un comienzo se dispuso a mejorar nuestra línea sanguínea mediante el matrimonio con muchos hombres. Fue la primera líder y la que inicio con todo.

Al pasar los años. Líder tras líder, sin importar que fuera hombre o mujer, había tenido la tarea de que las tradiciones se mantuviesen. Forjar, estudiar y vivir para la familia. Y como sospechas, cada líder fuera quien fuese, hombre o mujer, tenían la tarea de tener una cantidad considerable de esposos o esposas. Como trataban las tradiciones.

Pasaron las décadas. Pasaron los siglos. Y todo estaba bien ¿Sabes? Más de quinientos años donde solo vivimos en paz con el único interés de estudiar de la herrería. Y hace diecisiete años, nazco yo. Una criatura, hijo de una extraña combinación.

Se podía ver los cuernos del pirata salir de la cabeza del joven pirata. Eran muy largos y apuntaban al techo. Cuarenta centímetros cada uno.

- De humano no tengo mucho. Mientras más coma, consuma y entrene. Podre desarrollar enormes colmillos inferiores. Un cuerpo más fuerte y resistente. Es lo que forma parte de mi herencia biológica. Además de ser inmune a las enfermedades causadas por exposición a metales peligrosos, como lo puede llegar a ser el Plomo Ambar.

Ahora, ¿Cómo nos extinguimos? El gobierno mundial se enteró de nuestra existencia. El hermano de mi madre, la antigua líder. Fue seducido por las palabras de un noble de la red line. Y, en la reunión familiar que solíamos hacer dos veces al año. Logro convencer a todos que lo correcto era ir a la red line y servir a los dragones celestiales.

MI madre y yo nos opusimos y… se llevó a cabo una batalla donde éramos nosotros dos contra toda nuestra familia. Primos… hermanos… abuelos… tíos… Todos se relevaron a las tradiciones, y quisieron acabar con nosotros dos. Y con todo el dolor del mundo, los matamos a todos.

Ahora, ¿Qué es lo que realmente quiero, señor Black? Quiero formar parte de la guerra más magnifica de todas contra el gobierno mundial. Quiero verlo arder y fundirse en mis manos. Quiero que todos y cada uno de ellos pague por la sangre de mi gente derramada. Y no, no se trata de venganza. Se trata de calmar mi sed de guerra. Algo que se encuentra en mis venas por mera herencia sanguínea. No… no soy humano, solo soy una criatura. Y esa es toda mi verdad.

De pronto, entrenar a aquel muchacho no pareció una buena idea. En el mejor de los casos estaba mintiéndole, y en el mejor estaba frente a un genocida que había elegido omitir una parte fundamental de la historia. Había una tercera opción, claro, y era que simplemente el chico fuese una víctima inocente de un programa de adoctrinamiento -lo cual, escuchando atentamente su historia, bien podría ser-. Sin saber si explicarle todo lo que veía mal en esa historia, aunque notablemente perturbado por ella, hizo de tripas corazón y contestó a su propuesta:

- ¿Y qué tiene de único esa daga? Podría bajar yo mismo hasta las minas de Auria a por el metal y fabricar una igual, o robarte esa. Podría incluso comprársela a otra persona a la que se la hayas regalado, y más importante: Ni siquiera en estos momentos lo que me ofreces es único. -Omitió que no le había pedido algo único, pero dado que había llegado con su propia sangre en un vial asumió que ya contaba con que se lo pediría-. Lo que me ofrezcas debe ser algo que no se pueda tomar por la fuerza, comprar o encontrar si tú no lo consientes.

Había tesoros que cobraban valor con el tiempo. La espada de Kirito, por ejemplo, no habría valido nada si no fuese su dueño quien la hubiese llevado tantos años. Tampoco tendría ese valor si no se la hubiese arrebatado de sus gélidas manos muertas. Nadia, e incluso el Filo del destino, si no fuese por el poder que atesoraban por sí mismas, se verían sometidas a la misma lógica. Sin embargo, no solo se trataba de armas increíbles con una fuerza descomunal, sino que habían tomado parte de su propia esencia: Eran armas vivas, y simplemente por esa cualidad ya eran instrumentos únicos. No obstante, siempre dudaba a la hora de considerar si el bastón de las tormentas podía ser considerado único. Para ello debía considerarse a sí mismo único, pero sí estaba claro que se trataba de una pieza cuanto menos rara, excepcional y, la verdad, preciosa. No conocía a nadie que tuviese su habilidad para trabajar el metal, y aunque en algún momento Krauser o Alex pudieron estar a la altura, hacía mucho de ello.

Pero, más allá del precio, seguía estando la historia de asesinato injustificado que le había contado el joven Alpha. La dinastía de los Freites, herreros viciosos obsesionados con los harenes. Quiso explicar por un momento por qué Freites Lilith se había burlado de todo el mundo al iniciar esa tradición, pero habría sido irrespetuoso. No obstante, había verias cosas que sí era necesario dejar claras desde el momento cero:

- Me estás diciendo que tu objetivo último es la guerra. Eso es un arma de doble filo, un perro salvaje con una cadena de carne. Si las guerras terminan, estarás buscando otra. Eso, por no olvidar que si en algún momento no pudiese darte una guerra que librar... La buscarías tú mismo. No sé si realmente te das cuenta de que me pones en un compromiso moral en esto. Nassor me ha hablado muy bien de ti, pero todo lo que oigo... Suena a un enemigo que algún día voy a tener que detener. ¿No te das cuenta?

Alzó el vaso, pidiendo más alcohol. Iba a necesitarlo.

-Estoy más que seguro que la guerra contra la Red line será la más magnifica de todas. Marcará un antes y un después. – Otro profundo trago de Sake. Hizo una señal para que le trajesen otra botella. Definitivamente estaba disfrutando la conversación. Guardo la daga nuevamente en el kimono. – Y si, entiendo perfectamente en la posición que podría llegarlo a colocar con la petición de entrenamiento y la alianza que le pido.

En la profunda de la mente del pequeño, aquel enorme tablero gigante de ajedrez mostraba un nuevo jugador. ¿He dicho jugador? Quizás he querido decir jugadores. Sin lugar a duda la revolución no era un conjunto de cientos o de miles. Eran millones. Una cantidad que incluso Alpha con su necesidad de conflicto bélico podía entender que tenía la desventaja y, aun así, sentía que valía la pena intentar algo. Pero al mismo tiempo ¿valdría la pena?

- En mi mente… no somos más que jugadores en un tablero gigante de ajedrez llamado vida, señor Black. – Dijo sonriendo tranquilamente al líder revolucionario. – En mi caso, yo no tengo miedo a saltar dentro del tablero y convertirme en un mero peón para que mis objetivos se vean cumplidos. Porque si algo he aprendido, es que hasta el peón mejor posicionado, puede ganar una guerra.

De pronto, a la taberna. Entraría la compañera plumífera del pequeño pirata. Suzaku miraba fijamente a Dexter. Se disponía a detallar a lo que ella consideraba en eso momento la existencia más fuerte. Al menos eso le decía sus instintos.

- ¡Oh! Has llegado, hermosa. – El joven rey le arrojo un trozo de carne. Ella lo atraparía con su pico y comenzaría a disgustarlo con total tranquilidad. La mirada de hacia su complacerá, podía hacer notar a cualquiera que le tenía mucho cariño. Era su mejor amiga de toda la vida.

-Con respecto a Nassor. El conoce muy bien mis intenciones. Fui su aprendiz durante un corto tiempo, pero el suficiente como para que me hiciera entender que una guerra sin propósito es algo que no hará nada. Solo traerá dolor y sufrimiento a aquellos que no estén involucrado directamente, como lo pueden llegar a ser los ciudadanos. Y con respecto a yo ser su enemigo. Ciertamente no me interesa. No cazo a personas que no sean piratas. Si usted fuera permanecido como Yonkou y, espero que no se lo tome mal, yo fuera ido directamente a por usted. Pero ahora tengo otro blanco en mente. El demonio del mar. Emile, ya he aplastado a uno de sus acólitos en Hallstat y efectivamente ya sabrá de mi existencia.

Suzaku comenzaría a picotear la cabeza del joven rey de la forja. Este no le prestaba mucha atención. Aquella plática realmente le estaba llenando. Ya había pasado bastante tiempo desde que tenía una conversación tan agradable.

- Yo no necesito buscar la guerra, porque la guerra vendrá directamente a mí. Tómeme como ejemplo. Siempre esta el idiota que quiere escalar en la cadena alimenticia del mundo pirata, si es que podemos llamar así. Llegar al nuevo mundo y tratar de destronar a un yonkou o muy bien, tratar de ser el rey pirata por su cuenta. Aunque personalmente hablando, considero que es una tarea bastante imposible.

De igual manera, mis objetivos para buscar guerra son simplemente otros piratas. Se me conoce como el pirata que caza piratas. Exceptuando una revolucionaria que he tenido que partirle la cara por dos cosas. La primera que ha hecho daño a gente que no podía defenderé, cosa que detesto. Y la segunda, porque no puedo permitir que la revolución donde se encuentra mi amigo, se vea manchada por chusma.

Un momento de pausa, había llegado el postre. Pastel de chocolate y una gran taza de té.

- A lo que voy, que me desvió un poco. Así como yo busco derrotar a piratas y escalar. Vendran a mi futuras promesas a derrocarme y querer escalar. ¿Y sabe qué? Eso está bien será muy placentero esperar pacientemente por aquellos que quieran tumbarme. De lograrlo… ante los ojos de la humanidad, solo seré un pirata más que ha pasado a mejor historia.

Repoblare aquellas islas abandonadas, les daré una segunda oportunidad. Librare infinidad de batallas contra otros piratas. Y esperare pacientemente por que las futuras promesas piratas vengan a por mí. ¿Y si nada de eso llegara a ocurrir? Bueno… igual de imposible, seria tentador tener a los Yonkous de enemigos siendo yo el rey pirata. Aunque eso sería imposible, claro está.

Con sumo cuidado tomaría una cuchara y se dispondría a devorar su pastel que, en combinación con él te, estaba totalmente delicioso.

- Por otro lado. Deberíamos partir pronto. Mientras más pronto salgamos de lo de mi brazo, podremos ocuparnos de nuestros oficios, señor Black. Además, si usted no acepta entrenarme, no existe problema alguno. Respeto totalmente su opinión y desicion. Solo que no me gusta ocupar el tiempo de mi maestra. Es una mujer ocupada. Quizás usted la conozca, se apellida Ardian.

- Eso... Es mentira -declaró. Él tenía alguna que otra noción de ajedrez, e incluso sin ver el futuro era capaz de calcular jugadas a muchos turnos vista-. Ninguna pieza, por sí sola, puede dar mate. Necesita apoyo detrás. En el caso del peón, si este no llega a la base enemiga y se convierte en dama, ni siquiera puede dar mate sino apoyar el de una pieza más noble, en circunstancias muy específicas. Eso por no hablar de que pese a todo, el ajedrez posee apenas treinta y dos piezas mientras que el tablero de este mundo se cuenta por miles de millones, con casi el mismo número de jugadores. Nadie es una pieza, o al menos no totalmente, lo que obliga a ver cualquier conflicto desde un punto de vista muy distinto. -Dejó que pasaran unos segundos antes de continuar-. Pero, aun si asumimos la simplificación como válida, la conclusión más lógica es que hay que proteger con devoción cada una de las piezas, porque nunca se sabe cuándo pueden ser útiles. Una concepción bastante cínica, cabría añadir, pero necesaria en algunos casos.

Siendo justos, lo más sencillo de cara a atajar la situación podría parecer aceptar la alianza, imponer normas estrictas acerca de su naturaleza y romperla si no cumplían con ellas. Del mismo modo, declarar la guerra a los piratas Big Brother y aniquilar sus pretensiones si se volvían una amenaza parecía resultar extraordinariamente sencillo, pero traía varias contras consigo: La primera de ellas, que era una inmoralidad; la segunda, que resultaba peligroso. Es decir, ¿y si Alpha se hacía tan fuerte con su pacto que llegaba a ser un peligro demasiado grande incluso para la supervivencia de la Armada? Si no podían detener al lobo cuando la cadena se rompiese, ellos serían los culpables por llevarlo al corral en primera instancia. Y, de entre todos, él el que más.

Aguantó en silencio su debate interno mirando con ojos vacíos la comida, probando bocado tras bocado sin sentir más que ceniza contra su garganta. No debía tomar parte en esas negociaciones sin meditar sobre el futuro, pero al mismo tiempo ver el futuro lo alteraba inevitablemente. Él mismo se había podido dar cuenta de que cuando trataba de influir para cambiar el flujo de una acción esta se torcía de una forma impredecible, al menos las más inmediatas. Si él seguía un curso de acción hacia algo lejano podían torcerse muchas cosas pequeñas por el camino, pero en el mosaico relucía el gran plan. Eso, a decir verdad, también sonaba bastante cínico.

- La guerra de Tierra Santa debe ser mínima. Silenciosa y tranquila, como un mal sueño. -No iba a explicar en profundidad su plan, lógicamente, pero el muchacho tenía que entenderlo-. Cuanto más destruya la fuerza, más tendrá que reconstruir el mundo. Cuanto más separe la guerra, más deberá acercar la gente. Para unir al mundo en contra de la tiranía y de la opresión nuestras armas deben ser ideológicas, y nuestra batalla intelectual. Y... Sí, claro que llegaremos a las armas, Mary Geoise no va a dejarse rendir tan fácilmente, pero incluso nuestros enemigos luchan por una causa que creen justa, y no respetarlo nos convierte en lo mismo que intentamos destruir.

Había tomado una responsabilidad que no quería de cara a un mundo en el que no sería aceptado, solo porque nadie más estaba dispuesto a llevar esa vida. Había renunciado en cierto modo a sus arrebatos coléricos, a la pasión de la lucha en pos de ser la punta de lanza de una idea, la imagen que su gente pudiese soñar con imitar... No estaba cómodo con ello, no del todo, pero alguien debía hacerlo.

- No puedo darte una guerra como la que pides, y no me estoy negando a entrenarte. Solo quiero un pago que valga lo mismo que yo daré a cambio. Pero no te confundas, si llegas alto en la jerarquía pirata no podrás enfrentar a los que estén a tu misma altura, o el Gobierno Mundial entrará al Nuevo Mundo cuando estéis débiles y nunca un novato llegará a enfrentarte.

Se sorprendió de lo veloz que era el chico comiendo. Él aún estaba a tres bocados de su comida y el niño ya estaba con el postre. En fin, terminaría de comer y luego buscaría un lugar donde poder forjar lo que estaba pidiendo. No parecía tan complicado.

-Cínica… si, pero eficiente. –Dijo el pequeño.- Si muy bien puedo entender su punto de vista y puede que yo mismo quiera darle la razón pero… – Poco a poco los cuernos del pelilargo regresaron al interior de su cabeza. Dio un último trago, vaciando completamente la botella de sake con un fondo blanco. – Nosotros no somos normales.

Era momento de partir. Los pensamientos de Alpha estaban más serenos de lo que acostumbraba. La guerra de la cual hablaba Dexter era una que el pequeño pirata no tenía intención alguna en participar. Pero, podía entenderle y respetar el tipo de visión que el tenia para llegar a una “conclusión pacífica”.

-Por ahora, no tengo nada que ofrecerle, señor Black. Y como podrá saber, los conocimientos de mi familia morirán conmigo. Así que, otro día será.

Era una lástima. Aquel entrenamiento fuera sido interesante, pero asi es la vida, nunca obtienes todo lo que deseas. Por otro lado, mirar la situación con optimismo era lo mejor. Alpha pronto tendría un brazo nuevo, eso era un alivio para él. Aunque, por un momento el recuerdo aquella travesía en la isla amazónica atravesó su mente. Haciéndole sonreír.

Pago la cuenta. Luego se montaría en el lomo de Suzaku. Galopando siguiendo a Dexter a un costado. Admirando la belleza natural y la curiosa arquitectura del archipiélago.

- Se sentirá completamente raro tener un brazo nuevo después de tanto tiempo. Aunque, el mío le había perdido voluntariamente. En la isla de las amazonas. La reina amazonas pidió una muestra de total lealtad para poder lograr una alianza con ellas. Así que no he dudado ni un momento de dar mi brazo. Fue un día lleno de muchas emociones. Pero al final, ha valido la pena.

Cabalgar a su lado y platicar era lo único que podía hacer. Después de todo, solo era un día normal.

Aceleró el ritmo al que comía ante la visible prisa del niño, no sin carraspear para mostrar su descontento con ese comportamiento.

No pidió postre. Como para hacerlo, al fin y al cabo. Cuando terminó se levantó y dejó salir delante al niño, que se montó en una suerte de avestruz amarilla, caminando a su lado. No es que le molestase, pero le resultó curioso tener un ave como montura cuando había tantas otras que tenían mucho más que ofrecer. Un caballo seguramente fuese más dócil, un león... Bueno, a decir verdad él no tenía derecho a juzgar; no le gustaba usar montura, al fin y al cabo.

Freites parecía intentar impresionarlo: Primero como pupilo de Lysbeth Ardian, luego como aliado de las amazonas kuja... No estaba seguro de qué podría haber visto tanta gente en él, aunque se decidía porque simplemente era más gente irreflexiva a la que las consecuencias potenciales de las acciones del joven Alpha le daba un poco igual. Él no podía decir lo mismo, por lo que apuntó en su lista mental de peligros a estudiar el ejército de Amazon Lilly. Al fin y al cabo, si el pequeño en algún momento se volvía una amenaza... Bueno, estaría preparado. Qué remedio.

- Al principio, puede. -Él se había arrancado el brazo en una ocasión, preso del miedo durante el viaje por las catacumbas del Ojo. En realidad no recordaba que hubiese sido particularmente extraño, pero sí había visto tanto a Midorima como a Rocket tardar un tiempo en adaptarse a sus miembros mecánicos. Era más por el manejo, entendía él-. Pero con el tiempo te acostumbras.

El mayor problema estaba en encontrar los materiales. Sabaody no era precisamente una zona minera, y aunque se trataba de un espacio eminentemente comercial no sabía hasta qué punto se vendía algo más que ron, esclavos y algún que otro aperitivo. No obstante, era bastante sencillo dar con ello si hacía las preguntas adecuadas en el lugar debido.

- Dime, Alpha, ¿alguna vez has estado en las subastas de Sabaody?

- ¿Subasta? Para ser honestos, es la primera vez que vengo a esta isla.

Ciertamente esta isla era totalmente desconocida para el pequeño pirata. Aunque era un hecho que resultaba bastante agradable el. Su flora era curiosamente extraña y, su edificaciones resultaron ser bastante intrigantes para el herrero. ¿Acaso Alpha ya habria venido en el pasado a este lugar? Tal vez si o tal vez no. Quien sabe.

- Aunque la última subasta en la que yo estuve. He tenido la oportunidad de ver cómo mucha gente gastaba dinero como locos. Incluso Nassor participó en ella.

Recuerdos de aquella subasta. Un punto neutral donde todas las facciones acordaron un alto la fuego, con el objetivo de disfrutar de la compra de los diferentes objetos que estarían en la misma. Aunque esa subasta tenía dos partes, una de objetos y otras de esclavos.

- En aquellos tiempos aún era un mero grumete. Pero he de decir que mi única compra resultó ser algo bastante... Decepcionante. Solo un papel con un nombre, Hungus Forta.

Aunque había que añadir que las palabras de aquella traducción tenían un mensaje bastante curioso. Hablaban de una última promesa y una voluntad. Hungus Forta ¿Quien eras? Definitivamente sería una aventura interesante para otro dia.

Suzaku miraba a todos lados, detallando cada rincón, siempre alerta como de costumbre. Alpha por otro lado, se encontraba totalmente tranquilo esperando que Dexter le indicada que hacer y que dirección seguirle

Dexter mantuvo en secreto sus verdaderas intenciones. La subasta de Sabaody era famosa no solo por sus raros y exóticos productos, sino también como mercado de esclavos. No era la primera vez que había sido invitado a una, pero siempre había declinado. En aquella ocasión buscaba acero meteórico de Wano, o cobre de Raijin... No sabía si formarían parte de la subasta, pero lo que sí tenía claro era que habría personas. Podía organizar un espectáculo y liberarlas, lo cual sería poco práctico de cara a liberar más en el futuro, o podía simplemente participar, ganarse la confianza de esa gente y poder investigar en profundidad las raíces de los cazadores... Y, ya que estaba, obtener aquellos extraños materiales sin acudir a las minas del Nuevo Mundo.

- Solo tienes diecisiete años y ya hablas como un anciano -contestó, llevándose las manos a la nuca-.No tienes tanto pasado como para hablar de "aquellos tiempos". Ni siquiera yo lo tengo.

Tal vez él sí. Treinta y cinco años, casi, y media vida en el mar. Catorce de ellos como pirata, el último como comandante en jefe de la Armada Revolucionaria. Cuando él hablaba del pasado ya se mezclaban generaciones, eras y muchos amigos que habían ido sucumbiendo al paso del tiempo y a la tiranía de las armas. Si un hombre era viejo cuando tenía más amigos muertos que vivos, él ya estaba en plena senectud... Aunque aún quería dar mucha guerra, y la iba a dar mientras pudiese.

Entre extraños pensamientos se fue dejando llevar hacia la casa de subastas. Había una central, a la que ya acudiría más tarde, y una un poco más modesta, donde se acomodaban las mercancías. Allí podría encontrar los materiales que requería para el brazo de Alpha y, si estaba, uno o dos kilos del material que necesitaba. El Guantelete negro estaba muy cerca de nacer, y con ese pensamiento en mente se adentró al recinto.

- Verás, Alpha. Da igual lo que veas aquí, no puedes organizar un escándalo. Tenemos que comportarnos o no podremos volver, ¿entendido?

Para Alpha seguramente supusiese menos que para él, pero en cualquier caso necesitaban estar calmados si querían acercarse a los que dirigían todo aquello. Al menos, él lo necesitaba. Y si alguien se enajenaba podía resultar muy dañino de cara a conseguir resultados. Odiaba depender de otros, pero qué remedio.

Se sentó en una butaca, listo para pujar.

-Diecisiete y contando, señor Black. Aunque tiene usted mucha razón. Hablo como un viajo cuando simplemente no tengo mucha noción del tiempo.

Para Alpha, el tiempo era relativo. El pasado era  historia y el futuro definitivamente era un misterio, así que le tocaba disfrutar de la mejor parte de todas, el presente. ¿Acaso importaba en este momento lo que él habría hecho en su pasado? ¿Acaso importaba en lo que el se convertiría en un futuro? Para bien o para mal, él se convertiría en el máximo señor de la guerra y el rey magnánimo de su reino pirata. Un lugar donde la fiesta será eterna y la guerra será buscada contra aquellos reinos en tiranía, como lo puede llegar a ser Kieskaya.

Si… aquel frio lugar sin lugar a dudas debería recibir una visita del pequeño pirata. Tarde o temprano ocurriría.

Llegando a la casa de subastas, uno de los empleados se acercó rápidamente a Alpha para entregarle un folleto con todos los “artículos” que hoy serian puestos en subasta. Uno que otro material que el pequeño ya conocía y más adelante al final ponía un nombre que señor de la guerra reconoció de inmediato.

“¿Magdy la aniquiladora? Creo que su wanted está en la pared de mi cuarto en el Erebus… “

Magdy era conocida por ser una hermosa mujer con brutales habilidades para el combate, ademas de ser una pirata que va por su cuenta. – Definitivamente yo "ofertare" también. – Dijo Alpha. Claramente tenia intenciones ocultas, sus palabras lo delataban.. Tomo su den den mushi con mucho cuidado y realizo una llamada rapida.

-¿Donde estas? - Pregunto el pequeño con una sonrisa en al cara.

- Observándote ¿Que puedo hacer por ti, hermano mayor? -Era la voz de Albert la que salia del otro lado, el es su mejor infiltrador.

- Infiltrare en la subasta de persona, ya sabes que hacer.

- Si, Alpha.

Haciendo caso a lo que decía Dexter, Alpha dejaría a Suzaku afuera esperando, era una lástima que no dejaran pasar animales. Sentándose justo a su lado. Más tarde iría a la otra subasta donde la pirata seria puesta a la venta. Una situación bastante curiosa, pero entretenida.

Para Dexter una subasta no era algo desconocido. De hecho, había rechazado asistir a varias y había participado en un sinfín de ellas, desde hacía años. Si bien nunca había asistido a una en Sabaody, esta se desenvolvió con total normalidad: Pujó sensatamente por algunas cosas, no llevándose el lote; tuvo un par de duelos de pujas que, de querer, habría ganado, pero era más satisfactorio saber que sus principales competidores no tendrían dinero una vez saliese a la luz el lote que realmente le interesaba: En efecto, una pequeña remesa de acero meteórico de Wano estaba entre los objetos a comprar, y el precio de salida era relativamente bajo. Estaba seguro de que los auditores estaban frotándose las manos ante la guerra que se avecinaba con el codiciado metal, pero había echado cuentas y no necesitaba gastar más de diez millones de berries en ese par de lingotes, suficientes y de sobra para materializar el Guantelete negro.

No pasó por alto que Freites ojeaba la carta de esclavos, y aunque no reprimió un mohín prefirió mantenerse al margen. Si él decidía que deseaba comprar esclavos... No podía, al menos en ese momento, montar una escena. Luego exigiría su liberación, claro, pero una vez estuviesen lejos de oídos indiscretos. Al fin y al cabo, su plan pasaba por volver en el futuro; si no hacía nada en el presente era solo porque un paso en falso podía arruinar las vidas de miles de personas. Tan cínico como solo el bien común podía ser, debía condenar por un tiempo a unos pocos para poder salvar a muchos. Y seguía sin entender por qué ya no se le rompía el corazón con aquello.

Ah, claro. Él mismo se lo había dejado atravesar.

Tras todo aquello, se había vuelto más frío. Quizá porque no recordaba el dolor y había sufrido mucho en muy poco tiempo, quizá simplemente la herida abierta había cerrado en una masa informe... O, simplemente, aún estaba abierta. Palpó su pecho, apenas adolecido con una sutil línea vertical donde lo habían abierto con la sierra. Deathstroke se había superado con la última operación, quizá no fuese el único. Ese brillo rojo de mirada tan cándida como perturbadora, esa débil mano de apretón firme... Había dado demasiado trabajo a un corazón aún convaleciente, sumado un cadáver más a su lista de fracasos. Y otra vez, queriendo sin querer, su propio latido lo había dejado hasta sin sangre.

- ¡Tres millones! -gritó, subiendo de golpe dos al precio de salida. Dudaba que nadie más pujase, pero aun si lo hacía... Ese material era para él.

<<¿Tres millones? ¿Tan rápido?>> Defitivimante el dinero no era ningún problema para Dexter. Alpha estaba totalmente callado y observando con tranquilidad como el líder de la revolución hacía de lo suyo mientras el resto de invitados se le quedaban mirando. Uno que otro empujo en su contra para tratar de llevarse el material. Pero sin duda el ofertaría en respuesta.

Esta era la segunda subasta de Alpha, tenía mucho tiempo que no venía a una. La última vez este obtuvo una traducción que aún no se ponía a investigar. Aunque quizás resultara ser una tontería o alguna clase de mensaje que el pequeño pirata no lograba comprender aun.

Pero esa era historia para otro momento.

<< ¡Las subastas son emocionantes!>> Se mostraba muy feliz cada vez que alguno de los presentes intentaba ofertar en contra de Black y este simplemente subia la cantidad. Definitivamente no podía en contra de el, la cantidad ya había llegado a cuatro millones y medio y el aún seguía como si nada. << Seguro le sobra dinero.>> Llego a pensar, rápidamente luego de unos instantes el objeto ya eran de ellos. Alpha se levantó de la silla y miraría la reacción de todos, una expresión totalmente de derrota.

- Interesante…

Cuando la puja finalizó, Dexter había obtenido el metal a cambio de cinco millones de berries. Poco para él, pero una gran cifra en relación a la cantidad de material. Solo podía encontrarse en una isla y su extracción era complicada, sí, pero había conseguido lo que pretendía en un primer lugar: Llamar la atención de los organizadores. Al fin y al cabo un pujador tan activo no podía sino atraer las miradas de quienes controlaban todo en ese negocio.

Miró hacia Alpha por un instante. Aún tenía algo de tiempo para charlar con él antes de recoger el lote, y el pequeño llevaba un rato de lo más callado. Teniendo en cuenta el talante dicharachero que había derrochado durante la reunión en la taberna, era una mala señal. No conocía mucho al jovencito, pero desde luego parecía que algo le preocupaba. Dudaba que fuese la subasta que se estaba llevando a cabo en el edificio principal, o al menos esperaba que no fuera eso, pero no iba a saberlo si no preguntaba.

- ¿Sucede algo? -Trató de sonar lo más amable que pudo, aunque sintió que estaba siendo muy autoritario en su tono. Esperaba que al menos su rostro se notase preocupado.

Freites era una persona curiosa. Casi complicada, se podría decir. Tenía unas prioridades y unos sueños que se le antojaban incomprensibles, salvajes y casi una locura, pero no parecía mala persona. No del todo, al menos, y desde luego no era una maldad descontrolada y asoladora como la de Émile llegaba a ser o había sido Derian en su delirio. Tenía tiempo de cambiar de actitud, de reconducirla, de madurar... Con el tiempo se daría cuenta de que la guerra como propósito estaba vacía, y que la vida en pos de adrenalina solo conducía a un cadáver demasiado joven. Pero dejando de lado la obsesión guerrera del chico, mal no le caía, y verlo apagado no resultaba demasiado agradable.

Le habría dicho algo más, pero en ese momento una mujer de falda negra y chaqueta cerrada se aproximó a ambos. Parecía estar examinándolos con la mirada, casi con ímpetu diseccionador. No tenía muy claro por qué esta trataba de estudiarlos, pero esos ojos calculadores muy pronto dejaron paso a una sonrisa de víbora, acompañada de una zalamera lengua de serpiente:

- Buena puja, señor Black. -Lógicamente, sabían quién era-. El acero meteórico es un material extraordinariamente raro, incluso en la tierra de Wano. ¿Desean acompañarme a tomar una copa? Le he visto muy interesado en varios productos y podría hablarle de ciertos lotes exclusivos que llegarán en breve, si aún sigue aquí cuando termine la semana.

Dexter asintió, dándole un codazo a Alpha para animarlo a ir.

- ¿Vamos, pues?

Muchas cosas pasan por mi cabeza constantemente, incluso a veces pienso que debería dejar de tener esta afición por hiperventilar acerca de todo. Si, se que no soy la mejor existencia del mundo, lo se mejor que nadie porque me conozco mejor que nadie. Además, no solo mi cuerpo esta en constante evolución, mi mente también lo está., por eso busco consumir todo lo que esté a mi alrededor para seguir creciendo y apuntar ser el más fuerte. Aunque pensándolo un poco mejor, tal vez lo que me dijo mi padre en aquel momento suele ser verdad.

Si, definitivamente la venganza llegaría sola a mi tarde o temprano, así que debería despreocuparme por ello.

- No ocurre nada, señor Black. – Dije, tratando de mostrarme lo más tranquilo posible, me hacía falta un poco de bebida igualmente, esto de sentirme sobrio era un poco fastidioso. – Solo pensaba un poco en el pasado. Quizás no he tomado las mejores decisiones en mi vida, la venganza es una motivación vacía, llegara un punto donde la cumpliré ¿Y luego qué? ¿Buscaría más guerra sin sentido solo por cumplir un mero capricho? No… no soy tan estúpido.

Aunque, pensándolo un poco más, creo que haber perdido este brazo ha sido una de las mejores cosas que me han podido pasar. Por ellos, quienes han estado para mi desde un comienzo, quienes ha luchado y entrenado conmigo hasta el cansancio. Yo deseo fervientemente que todos sus objetivos se lleven a cabo, que viajen bajo mi insignia y sean libres de hacer lo que quieran en este mundo. Lo que más deseo en este mundo es volver a tener aquello que perdí años atrás.

Recuperare mi hogar tarde o temprano.

- Quizás debería aprender de usted y comenzar a elegir mis acciones pensando un poco más, en vez de simplemente rebanar cabezas por simple capricho. Puede que no comparta su visión, señor Black, pero admito que si tiene razón en la mayoría de las cosas. – Me di un momento para mirarlo, se le notaba preocupado, aunque el sonido de su voz no hacia contraste con su expresión. Aquello me pareció bastante gracioso, no pude evitar llevar mi mano a mis labios para tapar mi risa. - ¡Zehahaha! – Definitivamente el era un ser humano, con virtudes y defectos. Ser humano definitivamente debería sentirse genial. - He llegado a la conclusión de que, no solo mi cuerpo debe evolucionar, también deben hacerlo mi mente y mi espíritu por igual. Conocerlo me ha sentado bastante bien.

Volví a distraerme con el público, algunos estaban dándose golpes en la cabeza, de seguro era porque el revolucionario había conseguido llevarse el premio gordo. Por otro lado, Albert aún seguía haciendo lo suyo, ya me llamaría por den den mushi para informarme de los resultados de la misión que le di, mientras tanto, debía seguir con lo mío.

Sentí un toque en el costado, El dragón me mención algo de ir a un lugar ¿A dónde? No lo se, solo se que una mujer, muy hermosa he de añadir, pero algo no me cuadraba del todo. Simplemente asentí y me dispuse a seguirlos, sin perder de vista a la dama.

Arqueó una ceja ante la respuesta de Alpha. ¿Maduraba o solo le decía lo que creía iba a agradar más a sus oídos? No podía saberlo, pero si desconfiaba de cada persona su lucha no tenía sentido; sin embargo, si confiaba ciegamente, su lucha fracasaría. El equilibrio tan delicado al que enfrentaba cuando debía mandar hombres a morir por una causa que sabía buena hacía que muchas veces se sintiese como saltar al vacío sin red. Freites era una persona caótica, alocada e indescifrable. Si de repente cientos de guerras absurdas surgían a su alrededor todo caería sobre sus espaldas, pero si no le daba un voto, si no tenía al menos un poco de confianza en él... ¿Por qué luchaba?

Por suerte pudo evadir su mente con la llegada de la mujer. Nunca estaba de más hacer migas con los dueños del negocio, más cuando pretendía interrogarlos minuciosamente. Al fin y al cabo, sabía que se trataba de objetos en su mayoría robados, igual que los esclavos eran criminales capturados o forajidos hechos presa -aunque un porcentaje bastante alto era gente secuestrada-, e iba a descubrir de dónde venían todas ellas: Iba a conocer de primera mano quiénes estaban detrás de las capturas.

- Parece que tenemos algo de tiempo -contestó, con una media sonrisa-. Aunque no sé si tendrán algo que pueda valer mi tiempo.

- Por favor, señor Black. -Una de las cosas más importantes en el cortejo comercial era resistirse; quería que lo agasajasen, que lo conquistaran-. Estoy segura de que conoce sobradamente la extraordinaria calidad de todos nuestros productos, y nuestro catálogo exclusivo es algo que desde luego no desean perderse ninguno de los dos.

Con un cierto asomo de duda, se levantó lentamente de su asiento y, guiado por sus pasos, ingresó en las profundidades del edificio. Sabía que era más grande que la bóveda de pujas, pero no esperaba un almacén tan grande. Afortunadamente encontró la razón en las enormes jaulas que poblaban en lugar, dándose cuenta de que compartían trastienda con la subasta de esclavos -o "agencia de contratación", como cínicamente la llamaban-. Tuvo que contenerse para no arruinar el plan, pero afortunadamente fue capaz de tranquilizarse lo bastante como para llegar a la oficina sin organizar una escena. Allí, dos hombres y otra mujer esperaban por ellos.

- Muy bien, ¿qué tesoros me esperan en la próxima subasta? -preguntó, por único saludo, tratando de sonar lo más amable posible dentro de su incomodidad.

Ciertamente la citación estaba a punto de tornarse mal, pero para ellos. Por un lado tenían a Dexter, que claramente pude notar que estaba tratando de contenerse, me di cuenta porque estoy seguro de verlo fruncir el ceño al menos por un segundo. O quizás su voluntad era tan fuerte que me hizo ver aquella imagen.

Por mi lado, no disimulaba mi incomodidad. ¿Esclavos? ¿En qué momento el mundo se había vuelto un lugar tan cínico? Suena irónico incluso viniendo de mi parte, la joven promesa pirata que se caracteriza en ser una criatura bélica que se carga a todo lo que se encuentra en frente. Solo que ha habido algunos malos entendidos, o el gobierno siempre saca a la luz lo que le da la gana. Nunca he dañado a nadie que no tratase de detenerme voluntariamente.

Pero esto me resultaba desagradable.

Fue cuando escuche tranquilamente a Dexter romper el silencio. Realizo a aquella pregunta. Yo estaba totalmente callado y prestando atención. La dama explico que todo lo que se encontraba en el almacén seria el siguiente tesoro en subastarse. Yo levante la ceja, a mí alrededor no podía encontrar otra cosa que no fuera esclavo.

-No creo que seamos parte de su clientela ¿Señor Black? – le dije mirándolo, claramente se podía notar que estaba perdiendo la paciencia, la poca que me quedaba. Le había pedido a Albert que se infiltrara en la subasta como un comprador para salvar a los que pudiéramos, pero quizás ocuparme de esto personalmente desde adentro no sonaba tan mal. – Podría preguntar ¿Quién esta encargado de todo esto?

- Los patrocinadores de nuestro negocio no pueden darse a conocer, niño.

Esa fue la respuesta que tuve por parte de uno de los hombres que se encontraba allí. No pude evitar reírme a carcajadas. – No te recomendaría que me llamaran niño de nuevo. - Estaba a punto de caminar y darle una buena paliza, pero pude sentir como Dexter me tomo del hombro. Así que solo me dispuse a respirar profundo, calmarme y mirar a otro lado. – Esta gente me cae mal. – Dije entre dientes. Sinceramente un simple silbido mío y Suzaku irrumpiría en este lugar para que yo pudiera montarla y comenzar hacer un espectáculo. Pero no era momento de pelear, era momento de ver si Dexter podía entender lo que trataba de encontrar, quería los nombres de la gente encargada de esta subasta.

¿Luego? Ellos tendrían una visita de mi parte.

Dexter mantuvo el rostro inexpresivo. No era como si no sintiese cierta rabia por los esclavos a punto de subastarse, pero no era productivo dejarse llevar por los sentimientos en ese momento, mucho menos por unas emociones tan vanas como aquellas. Si liberaba a esa gente, mucha otra caería y no sería quién de encontrarla. Tenía que ser práctico, por lo que simplemente escuchó cómo estaba a punto de subastarse un lote de cincuenta personas de todas las razas. Fue haciendo cálculos a medida que iban aclarando cada habilidad, cualidad, medida -sí, estaban intentando venderle esclavas sexuales- y precio.

Sin embargo, Freites interrumpió el discurso, aduciendo que no eran parte de su clientela e interpelándolo a él. Le habría mandado callar, pero la mujer se le adelantó de una manera un tanto... Cortante; maleducada, incluso. También lo había llamado niño, y no pareció que al muchacho le agradase. Diecisiete años, menos de metro setenta... Era complicado tomarlo en serio cuando trataba de amenazar a alguien de esa forma, pero por si acaso lo tomó del hombro, tratando de relajarlo. No era el momento ni el lugar para dejarse llevar por el orgullo. E incluso su comentario posterior, desafortunado, estaba un poco fuera de lugar.

- No están aquí para ser tus amigos -contestó, sin apartar la mirada de la mujer-. Quieren ofrecernos un servicio en exclusiva y sería muy maleducado no escuchar todo lo que nos tienen que decir. Tan maleducado como prometer una copa y luego no darla.

Sonrió con cierta placidez, y la mujer pareció relajarse un poco. La atmósfera en sí misma de la sala se destensó de golpe, y uno de los trajeados soltó una breve carcajada. Señalaron unos sillones y les invitaron a sentarse, y desde allí la conversación continuó:

- Nos surten los mejores cazadores de todo Grand Line -explicó-. Es un equipo pequeño, pero en una sola jornada son capaces de contratar hasta treinta personas; a veces más. Y siempre atrapan los mejores especímenes; ¿desearía comprobarlo? Estoy segura de que si prueba a nuestra estrella, querrá comprarla.

Negó con la cabeza, pero puso una sonrisa coqueta. Le repugnaban aquellas palabras, pero no lo dejó ver. Tenía que ceñirse a su plan, por lo que debía dar la sensación de cliente difícil, pero interesado. Y, con suerte, podría dar con ellos tendiéndoles una pequeña trampa.

- Pero lo que veo aquí es pura extensión, ¿no? O sea, no son malos ejemplares, pero ni de lejos son los mejores. -Se aclaró la garganta, sacando del bolsillo una fotografía de Mura en su identidad secreta-. Si hubiese alguien capaz de capturar a esta mujer, estaría dispuesto a pagar su peso en oro. Fíjense en sus ojos felinos, en su cuerpo cuidado... Pero claro, nunca ha sido una chica fácil.

Mordieron el anzuelo.

- Una semana y quinientos millones -respondieron-. Vaya pensando dónde va a estrenarla, señor Black.

-A ver – Observe a Dexter con cara un poco de fastidioso. – Si una persona no te cae medianamente bien de buenas a primeras ¿Cómo demonios sabes que puede llegar a ser serio para un trato? – Claramente me mostraba algo molesto, detesto totalmente que me llamen niño. Aunque el revolucionario logro calmar el ambiente con su singular carisma, cosa que yo agradecía bastante. Tome asiento y escuchaba cada palabra.

<Curioso…> Dexter pedía la captura de una persona en específico. Vi la foto y no me resultaba familiar en ningún lado.  Aunque era más que lógico que todo lo que resultaba ser una tapadera del plan original del dragón. Aunque todo esto me había dado una idea.

- Y… ¿Tienen amazonas? – Pregunte con cierta duda en mi rostro.

-Una curiosa petición de su parte, señor Alpha. – Ella reviso una lista que tenía.–Tenemos unas cuantas, si.

- Las quiero todas.

-Vaya, será un costo grande.– Ella mostraba cierta picardía en sus palabras, por supuesto que ella querría sacarme un gran tajo de dinero por esto.

- ¿Cuánto?

-Te diría que unos  seiscientos millones. Pero como andas acompañado del señor Black y no participe del favoritismo, diré igualmente quinientos.

Suspire profundamente y mire a Dexter por unos instantes, claramente me molestaba rotundamente que calificaran el precio de las personas como si fuera un matadero. Pero resultaba que las amazonas eran mis aliadas. - Este bien, acepto. –  Mi DDM comenzó asonar. – Disculpadme por un momento. -  Me retire a un costado y atendí la llamada.

- Soy yo, Albert.

-A ver ¿Qué ocurre?

- Justo cuando has dado la señal para cancerlar la misión, ya yo había terminado de tomar el lugar de un miembro de la realiza. Me ha costado un poco noquear a los guardias, pero al buena noticia es que me he quedado con los portafolios con dinero que cargaban.

- ¿Cómo cuánto dinero cargaban.

- Como unos quinientos entre los dos que he robado. Habían mas en la habitación. Estos nobles cargan su dinero como su nada pensando que son intocables.

-No has matado a nadie  ¿verdad?

-Hermano mayor ¿Con quién crees que hablas?

-Con el mejor espía del mundo por supuesto. Lleva el dinero a la subasta y que no te pillen.  Entrégalo a uno de los encargados e indica que es el pago de Freites D. Alpha. Yo estoy haciendo unas comprar internas.  – colgué y regrese a la reunión. – En unos instantes llegara un miembro de mi familia al frente y entregara el pago a uno de sus encargados de la subasta ¿Podra su gente asegurarse de recibir mi dinero?

-Sin problema.[/i]