From nights we don't remember (Bô Thyjo)

El frío en las manos, el aliento helado, la sangre circulando lentamente por mis venas, la sensación de respirar el aire y notar cómo quemaba. Me recordaba a mi hogar, a los momentos en los que la nieve caía y nosotras salíamos a jugar, cuando la sangre de nuestros cabellos era lo único que se mezclaba en aquel mar blanco. Luego nuestros ojos del mismo color vieron cómo todo se teñía de ese color y poco tiempo después, nos hicieron esclavas. Quizás por eso aquel país me transportaba a tiempos mejores, me llevaba de la mano de la nostalgia a momentos en los que sin duda, había sido mucho más feliz.

Momentos a los que ahora no podía volver, momentos por los que ahora debía luchar.

Conseguí anclar el barco en el puerto sin demasiado problema, viajaba en un pequeño barco con el que me había hecho al comenzar mi pequeño viaje. Gracias a mi orientación y mis capacidades para navegar no tenía demasiado problema en llegar a las zonas que quería cuando quería. Era sin embargo el momento de parar a comprar provisiones y prepararme para la siguiente ciudad.

Tiré del abrigo negro para colocarme, largo hasta la mitad de los muslos, cruzado al pecho con unos pantalones negros y unas botas del mismo color. Lo único que aportaba algo de matiz a toda aquella tonalidad oscura era mi cabello de un rojo vino y mis orbes color sangre. La marca de los Landvik, el cabello pelirrojo, los ojos de la abuela del mismo tono, tal vez en alguna parte y momento de todo esto, ya se había decidido que yo me convertiría en una especie de monstruo.

Desde mi apariencia hasta mis poderes, todo tenía que ver con la sangre.- Al menos creo que mi personalidad no tiene mucho que ver…- Lo suelto al aire, más como un anhelo que como una afirmación, me gusta pensar que no soy tan mala persona como todos parecen verme una vez que me transformo. Sin embargo ella no está en este momento, así que puedo darme el lujo de simplemente disfrutar del viaje.

-¿Hay un polizón en el barco? -Escucho eso de un hombre, mirando con curiosidad el barco que se encuentra al lado del mío no puedo evitar acercarme, presa de la curiosidad. Quizás eso de buscar algo de tranquilidad y un sitio en el que pasar el día era relativo, al final siempre acababa metiendo la nariz en todo lo que gritara problemas.

-¿Sucede algo? -Pregunté presa del interés de la situación, ladeando el rostro, esperando algo. Bueno, fuera lo que fuera, acabaría descubriendo.

Había pasado demasiado tiempo acostumbrado a aquella condición, a sentir un hormigueo incesante que ya había dejado de resultar tiempo atrás molesto, sencillamente se había vuelto el pan de cada día. Mis sentidos seguían conectados a lo que una vez fue mi cuerpo, sin embargo, era extraño el sentir que puedes actuar con ellos con normalidad y que sin embargo estos no respondan, no puedo asegurar que me haya terminado de acostumbrar del todo a verme reducido a un hombre en un estado vegetativo corporal que tan solo podía comunicarse mediante los pensamientos, pero sin lugar a dudas ese era el pan de cada día y debía de acostumbrarme a ello.

Aquel día había comenzado como un día cualquiera, yo en un estado de trance que había aprendido a realizar mientras que la bestia dormía, y debió de ser lo común para mí, ya que imaginaba que su mañana sería como la de todos los días, ir al bosque para cazar cuatro criaturas, cocinarlas y alimentarse de ellas, y no me habría preocupado de no ser porque en cuanto desperté del trance lo único que pude ver fueron seis cuerpos arrojados contra el suelo.

La bestia se erguía en pie, frente a ellos, al parecer los había derribado a golpes a saber por qué motivo, el impacto había destrozado varios barriles de vino que ahora habían comenzado a esparcir su contenido por aquella habitación. Fue entonces cuando reconocí aquello como un almacén, pero desconocía de qué lugar era, así que decidí preguntarle directamente.

"Bô. ¿Se puede saber por qué le has arreado una paliza a estos seis tipos? ¿Dónde demonios estamos?"

Bô decidió responder de inmediato a mis preguntas, algo que no solía hacer pero que hoy parecía llevar con buena gana.

- Yo dormir en barco, ellos venir a pegar. ¡Yo defender!-

En la mente del troglodita apareció una figura sombría llevándose la mano hacia el rostro, así era la forma en la que podía transmitirle mi expresión corporal, después respondí a aquello.

"Pues quizá deberías marcharte ahora, antes de que vengan otros seis. ¿No?"

El troglodita de nuevo me respondió, solo que esta vez pareció remolonear, al parecer había un alimento en aquel almacén que aseguraba que olía muy bien.

- Yo comer, luego salir. Aquí oler bien.-

Como si de una bestia se tratase, Bô se colocó de cuclillas y acercó la nariz al suelo, y después de responder una mueca de asco por el olor del vino, descubrió el lugar en el que habían almacenado en esa misma habitación la carne de larga duración, a lo que se dirigió hacia allí de manera rauda, solo que no le importó el derribar varios barriles en su trayecto, lo cual, sin duda, atraería la atención de diferentes personas por el exceso de ruido.

Mientras que sucedía todo aquello el aparente marinero con el que había hablado Aria pareció mostrarse conforme con la idea de comentarle lo que sucedía en el interior de aquella embarcación.

- Parece ser que sí. Unos de los míos aseguran haber encontrado a un hombre en el almacén del barco. Nadie sabe cómo ha llegado hasta allí ni qué está haciendo, pero hemos enviado seis tripulantes y aún no han vuelto. A este paso tendremos que sacarlo a punta de espada...-

Justo en ese momento sonaron fuertes ruidos en el interior del barco, similares a caídas de objetos pesados.

-Entonces… ¿Qué les parece si me encargo yo? -Un silencio sepulcral reinó un minuto y no pude evitar reír de forma leve. Suele pasar, la gente tiende a subestimar mis capacidades por mi apariencia, por mi calma o por la sonrisa perpetua que pinta mis labios.- Es solo para saber que pasa, estoy segura de que no hará falta herir a nadie.- Decidieron darme una oportunidad de manera algo escéptica, sin embargo no era algo que me preocupase demasiado, en mi isla natal había tratado con cosas peores de las que ellos podían imaginar, los buenos nórdicos y sus maneras de hacer las cosas bajo sangre y alcohol.

Aunque realmente espero no encontrarme sangre por el camino o indicios de peligro para mi, lo que menos me apetece es definitivamente que ella salga a jugar en este momento.

Con un salto llego a la rampa, estoy acostumbrada a ayudar a la gente a solucionar sus problemas y también es habitual encontrar un montón de cosas extrañas en el proceso y momento de eso. Se de sobra que tal vez me estoy metiendo en un nuevo problema que no se si podré solucionar, pero mientras pueda ayudarles no creo pase nada raro.

En cuanto salto dentro del barco puedo darme cuenta de lo que estaba hablando el hombre, aquella situación es extraña y el ruido estridente de los objetos me confirma que la persona que hay dentro no tiene demasiada delicadeza.- ¿Hola? ¿Señor polizonte? No quiero hacerle daño, pero el dueño del barco está algo preocupado.- Alzando la voz lo suficiente como para que me escuche espero no tener que adentrarme en el barco, sentada calmadamente en la barandilla del barco espero a que de alguna señal de vida. Un par de golpes con el pie en el suelo esperando llamar su atención y con calma suspiro.- Espero no tener que bajar, sería problemático.- Y ella adora las cosas problemáticas, sin embargo no tengo ganas de armar una nueva carnicería en aquel puerto.

Ni bestia roja ni nada, a este paso me iban a llamar la destructora de puertos en masa y no hay nada más triste para una navegante y carpintera que me llamen algo así. Pero bueno, me gusta considerar que todos esos nombres y apodos le pertenecen a ella y no a mi.

Ya que se de sobra, que a ella le encantan.

De momento la cosa es ver si hay señal de que venga hasta arriba, con las manos en los bolsillos espero un par de minutos, mientras la sensación de sangre en el ambiente hace que cierre los ojos. Lo que menos me apetece es otra pelea, pero la habrá de ser necesario.

Habría intentado debatir con aquella bestia el si obtener carne o no en aquellas condiciones debía de ser una decisión prioritaria a salir de allí cuanto antes, pero tenía algo por seguro, y es que si había carne de por medio aquel tipo no se movería ni un ápice del lugar hasta encontrarla.

No pasó demasiado tiempo hasta que Bô encontró lo que buscaba, y es que dentro de una cesta de mimbre se encontraban tres kilos de aquel manjar en muy buen estado. "Ya tienes lo que buscas, es hora de que te marches." Volví a insistir, a lo que él no pudo hacer más que responder las siguientes palabras a regañadientes.

- Grr... Marchar.-

Justo en aquel momento las palabras de la fémina inundaron aquella habitación, algo que en lo personal a mí no me afectó en lo más mínimo, mi intención era marcharme sin más, si hubiese podido, pero para la afición desmesurada de aquella bestia aquello sonó como música para sus oídos, si había algo que le gustase que no fuese la carne era el sexo opuesto. "Contrólate." Fue lo único que le dije, aunque mis palabras sobraban, si en algo destacaba aquel tipo era en ser cortés con las mujeres, o bueno... Todo lo cortés que podía ser algo tan incivilizado como él.

La bestia salió de aquel almacén, acatando las órdenes que había dado aquella mujer, de hecho, lo hizo con una velocidad desmesurada, hasta el punto que prácticamente parecía estar cargando contra ella. No pasó más de un minuto desde que el troglodita corrió hacia la dirección de la voz, arreó un puñetazo a la pared y se abrió pasó con las manos hacia el lugar en el que ella estaba, saliendo a través de un boquete de la pared, al tiempo que agregaba las siguientes palabras.

- Oh. ¡Hola! ¡Holaaaa!-

La imagen de un tipo de dos metros saliendo a través de un hueco de la pared atuendado con nada más que simples pieles y con tres quilos de carne en una de sus manos imaginé que debería de ser una sorpresa para aquella mujer, aunque en el fondo yo lo único que deseaba era que aquello no terminase en una pelea, valoraba la salud de mi cuerpo más que el inepto de la bestia.

Creo que pocas cosas en esta vida pueden alterarme, sacarme de mi espacio de paz y calma o incluso sorprenderme. Bueno, acabé casándome con un hombre ciertamente lleno de secretos, misterios y poder, pero a la vez una maldición. Aunque fui yo la que se lo llevó a la tumba y no la susodicha, considero que en algún momento la vida simplemente dejó de tener sorpresas para mi o tal vez.

Tal vez ella me asustaba tanto, que no dejaba espacio para nada más. La oscuridad absoluta, los delirios, las palabras y susurros que escucho a todas horas. Su mensaje, su necesidad de sangre, su terror y temor, tal vez es una mezcla de todo ello por lo que la imagen de aquel hombre no me altera. Simplemente le sonrío, con los brazos cruzados bajo el pecho, ladeando suavemente la cabeza.- ¡Hola! ¿Has terminado lo que tenías que hacer? El dueño del barco está preocupado.- Me acerco a la pared que acaba de romper, mientras miro la madera restante y todo el boquete. Agarró uno de los trozos restantes con calma.

-Bueno, no será difícil de arreglar, luego ayudaré al hombre.- Si tenía parte del equipamiento de carpintería podría apañar algo, con un par de listones de más podía hacerle una pared nueva o cerrar el agujero. Con algo de masilla por los huecos para asegurar que no entre frío o agua, bueno, antes de que empiece a meterme en modo trabajo, me doy cuenta de lo que lleva en las manos.- Veo que tenias hambre, aunque no creo que la carne cruda sea la mejor opción.- Le hago un gesto con la cabeza para que me siga, esperando que lo haga de manera pacífica y no tener que hacer nada peligroso por esta vez.- Señor dueño, si me deja un par de utensilios de carpintería, le arreglaré gratis la pared y lo que él haya roto.- El hombre me miró algo dudoso, ya que yo estaba pagando por los daños o errores del polizonte.

Le resté importancia y me ajuste ligeramente el abrigo.- No me molesta, y no creo que él lo hiciera a las malas, tal vez solo tenía hambre y no sabía que hacer…- Le miro fijamente, sonriendo divertida.- Se nota que vienes de muy lejos, soy Aria… ¿Cómo te llamas? -Esperando saber si podía responderme o no, si podía hablar, de momento lo único que quería era que bajara del barco sin armar jaleo o problemas. Luego ayudaría al hombre con el arreglo y problemas solucionados.

Todos contentos y yo bajo un perfecto control, maravilloso.

De primeras pensé que la actitud del hombre-bestia iba a alarmar a más personas aún, y tenía por seguro que iba a abrir un frente de combate en el barco, sin embargo, aquella agresiva aparición por parte del indisciplinado no pareció afectar en lo más mínimo a aquella mujer, lo cual no sabía si debía de preocuparme o alegrarme. No veía nada extraño en ella a través de los ojos Bô, pero todo aquello era... ¿Exótico? Quizás aquellas fuesen las palabras con las que mejor podría describirlo. Era una situación muy ajena a mí.

A falta de conocer si aquel encuentro sería fruto de más problemas o no, sospeché que aquella mujer quizá también fuese una incivilizada, lo cual solo se traducía en un cóctel que podía salir mal, dos incivilizados en una ciudad desconocida, y lo peor era que al conocer a Bô sabía con certeza que frente a una fémina mis consejos no servirían para nada. Así que me senté metafóricamente hablando a esperar para ver lo que sucedería.

Bô respondió a su primera pregunta con un firme movimiento de cabeza para indicar un "sí", al tiempo que le restaba importancia a las opiniones del dueño del barco al ignorarlo completamente, por otro lado, pareció mostrarse extrañado ante el hecho de que aquella mujer fuese a reparar aquel barco, ya que tenía por costumbre que aquello era un trabajo que realizaban los hombres, sin embargo, no quiso decir nada al respecto, tan solo se limitó a sonreír y a alzar el gran trozo de carne entre sus manos, al tiempo que decía las siguientes palabras.

- ¡Yo querer compartir carne con tú! ¡YO COCINAR!-

Bô parecía ignorar por completo las sospechas que yo presentaba sobre aquella mujer, y es que ahora parecía mostrarse aún más cordial que antes, queriendo asumir los gastos de la reparación de aquel barco. Aquello tan solo me hacía repetirme la misma pregunta, una y otra vez. "¿Por qué será tan amable con un desconocido?"

El troglodita no esperó a que yo encontrase mi respuesta, ya que se dedicó a seguir el trasero de la muchacha cual perrillo faldero, y en cuanto el musculoso y salvaje hombre de dos metros atuendado con pieles llegó junto con ella hacia la posición del señor de la embarcación, este pareció empalidecer, de hecho, quiso restarle importancia a los desperfectos causados, temeroso del que había dejado inconsciente a un tercio de su embarcación en poco tiempo.

Dueño del Barco: - No. No hace falta... Seguro que no ha sido para tanto... Tan solo marchaos y dejad que mis hombres lo hagan.-

Ignorando las palabras de aquel hombre, Bô respondió a las palabras de la fémina.

- ¡Bô Thyjo! ¡Ese es mi nombre, Arrhia!-

Exclamó de nuevo, pronunciando mal el nombre de Aria.

- ¿Tú vivir aquí? ¿Haber bosque? ¿Fogata?-

Preguntó de nuevo, sin despegarse de ella, al parecer aquella bestia se dedicaría a seguir a la mujer.

El hombre parecía simpático, nada que no hubiera visto a una escala parecida cuando estaba en casa. No pude evitar reír cuando me invitó a comer algo, mientras negaba de manera suave con la cabeza.- No me parece correcto, no es tu comida, pero si vas a cocinar tú… ¡Tendré que aceptarlo! - Mientras no lo cocine yo, para mi desgracia mis manos se hicieron para crear cosas con madera, no con alimentos o cosas elaboradas. Vivía de comida enlatada, precocinada o que no diera demasiados problemas a la hora de calentarse. No es que nunca lo hubiera intentado, es que todo lo que tuviera que ver con ese ambito se me escapaba entre los dedos.

También estaba el tema de que , aunque había ayudado en cocina con cosas simples y en temas de servidumbre, cuando podría haber empezado a aprender comenzó mi problema con ella. La idea de cortarme en la cocina y entrar en modo bestia por culpa de un filete o una verdura no me resultaba demasiado tentadora.

Finalmente bajamos, el hombre se pone nervioso, pide disculpas y un montón de cosas sobre el tema sucedido. Niego suavemente, mientras le miro sin demasiado problema.- No tengo problema en cumplir con mi problema, mi barco es el que está al lado y tardaré poco en arreglarlo antes de que me vaya.- Tal vez era la presencia de nuestro nuevo amigo, o el hecho de que la reparación había incluido el K.O técnico de unos seis hombres.

-¿Bô? Es un nombre muy curioso.- Admití con calma.- ¿De dónde vienes? - No tenía pinta de que hubiera realizado un trayecto corto, ni que fuera de una de las islas más civilizadas de Paraíso o sus zonas cercanas. Era complicado saberlo, me guste o no este mar, el Nuevo Mundo y todo lo que me esperaba aún era raro para mi.

Negué ante sus palabras, señalando el barco en el que había venido.- Vine sola en ese barco, ando en busca de mi familia, el tema de un bosque o una fogata no será difícil, en esta isla de hielo hay bosque.- El problema iba a ser que si quería acampar iba a ser bastante complicado, pero tal vez podía darle el placer de hacer una fogata, una cena en alguna cueva viendo caer la nieve y luego dormir yo tranquilamente en una posada o incluso en mi barco.

Aunque me hubiera pasado casi diez años acampando en todo tipo de lugares, no era agradable repetir la experiencia por gusto. Así que me adentre en la zona boscosa de aquella isla, separándome un poco de la ciudad. Tal vez algunos me dirían que estaba loca, y definitivamente lo estoy, pero no por las razones que ellos creen o piensan.

Ante la risa de la aparentemente joven mujer el troglodita no pudo evitar el esbozar una amplia sonrisa, mostrándose además bastante satisfecho con el hecho de que ella aceptase aquella improvisada "cita". Durante toda la conversación que ella mantuvo con el marinero él se limitó a contemplarla sin decir palabra, aparentemente porque no parecía entender mucho, pero la realidad era que aquel hombre no le importaba en nada, dedicándose nuevamente a responder sus palabras.

- Sí. Woruka decir que yo llamarme así. Woruka ser mi maestro. Yo venir de cientrífico.-

Pronunció mal la última palabra a causa de su dificultad.

- Salir de allí y ir a bosque. Bosque cálido, no bosque frío.-

El hombre se frotó las manos en los hombros y mostró una mueca de desacuerdo.-

- Aquí frío.-

Me pareció extraño que Bô fuese capaz de entender el rumbo de la conversación, debido lo poco que le había enseñado, sin embargo, parecía que se defendía bien en aquellas condiciones. Me mantuve relativamente en guardia pese a que aquella muchacha estuviese siendo tan cordial con aquel tipo, sin embargo, el hecho de que hubiese dicho tan rápidamente que venía de un laboratorio hizo que se me erizase la piel, más nos valía que aquella persona no fuese una de las que nos estuviese buscando.

Bô dirigió su mirada hacia la embarcación que le había señalado la buena mujer, mostrando una mueca de sorpresa al ver lo grande que era respecto a su tamaño, ya que le sorprendía aquello debido a que él no sabía llevar ni una balsa.

- ¡Oh! ¡Eso ser grande! ¡¿Tú poder sola?!-

Exclamó con la inocencia de un niño pequeño, al tiempo que dirigía la mirada hacia el bosque, dejando constancia de que quería marchar ya hacia allí.

-¿Woruka? ¿Vino contigo en el barco? -No me digas que me he dejado a alguien más en ese bodega, puede causar problemas, aunque por las palabras del hombre no tiene pinta de que sea alguien problemático. Las palabras que me dice me hacen pensar, si lo he entendido medianamente, es algo bastante complicado. Cruce suavemente los brazos, ladeando el rostro para mirarle.- ¿Eres algo así como un experimento? Perdona las preguntas, pero… Eres interesante.- Reí de forma leve, sin poder evitarlo. No parecía mala persona, algo bruta y eso, pero no parece tener mal fondo. Si hubiera querido podría haber intentado herirme encima de aquel barco sin apenas hueco para que me moviera.

Me di cuenta de que quizás no llevaba la ropa más adecuada para aquella clase de clima, escuchando sus palabras y su sorpresa por el barco, asentí.- También se llevar barcos más grandes y construirlos, mi maestro me enseñó.- Orgullosa levanté el mentón, aunque aquello era algo del pasado que había perdido en una marea roja.- Espera aquí un momento.- Tarde cinco minutos, no demasiado. Subir al barco, agarrar la manta más grande y mullida que tenía y extendérsela.- Toma, póntela en los hombros, no tendrás tanto frío.- Aquella clase de frío hacía tiempo que había dejado de afectarme. Tal vez alguna clase de corriente aun peor se había apoderado de mi cuerpo y por mucho que quisiera, esa sensación de entumecimiento no desaparecía.

-Vamos anda, el bosque nos espera.- Un gesto y empezamos rápidamente la ruta hacia el bosque, se que hay animales raros por esa zona pero no creo den mucho problema siendo dos los que vamos. Extraño hacer expediciones, perderme en aventuras, ruinas e historias que nadie recuerda. Llevo las manos a los bolsillos del abrigo, esperando a que mi compañero camine y finalmente nos encontremos en aquel bosque.

Disfrute mirando las distintas plantas, era un lugar con buenas plantas medicinales y mucha variedad para tratar distintos tipos de cambios de temperatura.- Este lugar es fascinante, muchas de estas plantas pueden ayudar a la gente.- Y también matarla si no se usaba de la manera correcta. Roseanne me había ayudado a aprender sus principios, para que servían, me enseñó por si alguna vez tenía que usarlo para algo y al final había encontrado el gusto en todo aquello, comencé a aprender por mi cuenta.

Antes de que me diera cuenta, sabía que podía matar a alguien, que podía paralizarlo y que podía salvarlo. También que podía volverlo tan loco como para matar a cientos de personas, como los verdaderos Berserkers de la historia.

Ante la pregunta que había planteado la exuberante mujer, Bô llevó la mano hacia su propia barbilla y tuvo una verdadera crisis de no saber qué responder. Ciertamente llevaba escuchando la voz de Woruka desde hacía mucho tiempo, pero jamás lo había visto en persona, aquella fue la primera vez que le hicieron preguntarse las siguientes palabras... "¿Dónde estar...?"

Absorto en sus pensamientos No pudo evitar el ignorar la mayor parte de sus palabras, al menos, hasta que ella nombró el bosque, siendo entonces en donde las escasas neuronas que funcionaban en aquella cabeza parecieron conectar entre sí como si de un chispazo se tratase.

-¡Bosque! ¡Woruka estar allí! ¡Yo venir de bosque!-

Ni siquiera yo supe cómo había llegado a aquel razonamiento tan estúpido, y eso que estaba en su cabeza, lo cual me permitía saber lo que pensaba en todo momento. Se puso en marcha junto con ella, comenzando a tiritar en mitad de camino, ya que no se había puesto la manta en los hombros debido a que no lo había escuchado.

-F... Bos... Bosque... F... Frío...-

Susurraba entre dientes al tiempo que se veía obligado a abrazarse a sí mismo para evitar pasar más frío, ya que apenas iba atuendado con cuatro pieles mal puestas.

- Yo... No comer planta.-

Respondió ante las palabras de la muchacha.