Roland von Klauswitz
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Roland sonrió cuando el pirata dejó de moverse, pero siguió sobre él varios minutos más, hasta asegurarse de que estaba bien muerto. No iba a rriesgarse a que se despertase y volviera a tocar los huevos. Aun así, estaba satisfecho. La Nodriza no fallaba nunca, aunque hasta el momento solo la había usado para sacarle pasta a la gente. Bueno, bien pensado, eso era lo que haría con ese tipejo. Estaba seguro de que su cabeza se cobraría bien, siempre y cuando nadie llegase a quitársela.
Agarró el saco y extrajo una bufanda. Le prestó tan poca atención a lo que sacaba que ni le importó el estampado de abetos. Los arbolitos quedaron manchados rápidamente de sangre cuando se lo ató alrededor de la pierna herida. Casi se desmaya al apretarlo. Echó mano a su petaca y se la vació en el gaznate, pero tan solo quedaban unas pocas gotas de la lejía que le había echado. Vaya mierda. La agitó con fuerza mientras convocaba sus poderes. Luego volvió a beber.
-Puaj. -Escupió-. Ponche de huevo, me cago en mis muertos.
Tiró la petaca y volvió a meter la mano en el saco. Esta vez, como había sido bueno, obtuvo exactamente lo que quería: un hacha y una caja fuerte. De uno de los laterales colgabauna cadenita con un gancho para que Roland pudiese colgársela del cinturón.
Se puso en pie no sin dificultad. Le costaba mover la pierna herida, lo cual implicaría una ridícula cantidad de dulces en breve. Dio una palmada y llovieron mazapanes, que devoró sin masticar, con más resignación que otra cosa. No le alivió mucho. Mierda, iba a tener que ponerse hasta el ojete de esas mierdas. Aun así, cogió el hacha para hacer lo suyo y meter la cabeza en la caja.
Se tomó un rato para comer y reponerse. Potó un par de veces, en parte por el ascazo de la sangre y en parte por el regusto dulzón en su boca. Para compensarlo decidió extraer un paquetito que había comprado hacía unos días. Lo abrió y su nariz dio buena cuenta del contenido. Nada como un poquito de coca para espabilarse. Luego buscó a Braud para enseñarle su presa y dejar claro que se ponía en cabeza -nunca mejor dicho- de la competición. ¿Qué era lo siguiente? Seguir con la caza, seguramente. Tiró el hacha y recogió el mazo. Trepó para salir de la zanja y sacó a Rudolf, soltando una larga ristra de palabrotas por el esfuerzo y el dolor de la herida. Al menos no tendría que seguir andando, no con su moto de nuevo en marcha.
-¿Qué coño es esa cosa? -se dijo en voz alta. Parecía una especie de animal enorme y feo que iba hacia los soldados. ¿Cuánto pagarían por matar a ese bicho? ¿Y por el montón de piratas a su alrededor?
Subió a la moto y arrancó. El moto ronroneó como siempre mientras las tres ruedas dejaban gruesos surcos en la nieve. A los pocos metros comenzó a elevarse y Roland encaró su nuevo desafío. Voló sobre los piratas que marchaban a la batalla y preparó los lanzamisiles para una ráfaga. Más valía que funcionasen bien. Estaba deseando ver cómo estallaban esas hormiguitas.
Agarró el saco y extrajo una bufanda. Le prestó tan poca atención a lo que sacaba que ni le importó el estampado de abetos. Los arbolitos quedaron manchados rápidamente de sangre cuando se lo ató alrededor de la pierna herida. Casi se desmaya al apretarlo. Echó mano a su petaca y se la vació en el gaznate, pero tan solo quedaban unas pocas gotas de la lejía que le había echado. Vaya mierda. La agitó con fuerza mientras convocaba sus poderes. Luego volvió a beber.
-Puaj. -Escupió-. Ponche de huevo, me cago en mis muertos.
Tiró la petaca y volvió a meter la mano en el saco. Esta vez, como había sido bueno, obtuvo exactamente lo que quería: un hacha y una caja fuerte. De uno de los laterales colgabauna cadenita con un gancho para que Roland pudiese colgársela del cinturón.
Se puso en pie no sin dificultad. Le costaba mover la pierna herida, lo cual implicaría una ridícula cantidad de dulces en breve. Dio una palmada y llovieron mazapanes, que devoró sin masticar, con más resignación que otra cosa. No le alivió mucho. Mierda, iba a tener que ponerse hasta el ojete de esas mierdas. Aun así, cogió el hacha para hacer lo suyo y meter la cabeza en la caja.
Se tomó un rato para comer y reponerse. Potó un par de veces, en parte por el ascazo de la sangre y en parte por el regusto dulzón en su boca. Para compensarlo decidió extraer un paquetito que había comprado hacía unos días. Lo abrió y su nariz dio buena cuenta del contenido. Nada como un poquito de coca para espabilarse. Luego buscó a Braud para enseñarle su presa y dejar claro que se ponía en cabeza -nunca mejor dicho- de la competición. ¿Qué era lo siguiente? Seguir con la caza, seguramente. Tiró el hacha y recogió el mazo. Trepó para salir de la zanja y sacó a Rudolf, soltando una larga ristra de palabrotas por el esfuerzo y el dolor de la herida. Al menos no tendría que seguir andando, no con su moto de nuevo en marcha.
-¿Qué coño es esa cosa? -se dijo en voz alta. Parecía una especie de animal enorme y feo que iba hacia los soldados. ¿Cuánto pagarían por matar a ese bicho? ¿Y por el montón de piratas a su alrededor?
Subió a la moto y arrancó. El moto ronroneó como siempre mientras las tres ruedas dejaban gruesos surcos en la nieve. A los pocos metros comenzó a elevarse y Roland encaró su nuevo desafío. Voló sobre los piratas que marchaban a la batalla y preparó los lanzamisiles para una ráfaga. Más valía que funcionasen bien. Estaba deseando ver cómo estallaban esas hormiguitas.
- Resumen:
- Hacha - dulces - jódete Braud - coca - moto - fuego
Raion
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El pequeño barco hecho de cáscara de nuez explotó con violencia en cuanto el poderoso viento lo zarandeó, para sorpresa de Raion. El mink, consciente de que si se hubiera encontrado cerca era probable que hubiese sufrido daños muy severos si no mortales de necesidad, suspiró aliviado. No obstante sentía una profunda rabia por el hecho de que no fuese a poder cobrar su recompensa. Era la primera vez que un enemigo vencido se le escapaba, y para alguien que se jactaba de ser un cazador sin igual aquello era sin duda una mancha en su expediente. Así que se prometió que volvería encontrarse con ese hombre... y que entonces le entregaría a la justicia definitivamente.
No obstante, pronto el león se centró nuevamente en lo que tenía a su alrededor. Habían ido hasta allí para eliminar el bloqueo de comunicaciones que los asaltantes habían establecido en torno a la isla, y lo más seguro era que la fuente de dicho bloqueo se encontrase en ese barco, el más grande de los que formaban aquella línea.
Por lo tanto, lo más inteligente era sin duda investigar el interior del navío, algo para lo que contaba además con la ayuda de Kohaku, que al parecer era junto a él la única persona que quedaba allí. Así que le miró y, con una sonrisa, le dijo:
- Voy a bajar al interior del barco, ¿te vienes? A ver qué encontramos.
Y acto seguido, le acompañara o no el cazarrecompensas humano, el mink se internaría en las profundidades del navío en busca de lo que fuera que estaba provocando el bloqueo.
No obstante, pronto el león se centró nuevamente en lo que tenía a su alrededor. Habían ido hasta allí para eliminar el bloqueo de comunicaciones que los asaltantes habían establecido en torno a la isla, y lo más seguro era que la fuente de dicho bloqueo se encontrase en ese barco, el más grande de los que formaban aquella línea.
Por lo tanto, lo más inteligente era sin duda investigar el interior del navío, algo para lo que contaba además con la ayuda de Kohaku, que al parecer era junto a él la única persona que quedaba allí. Así que le miró y, con una sonrisa, le dijo:
- Voy a bajar al interior del barco, ¿te vienes? A ver qué encontramos.
Y acto seguido, le acompañara o no el cazarrecompensas humano, el mink se internaría en las profundidades del navío en busca de lo que fuera que estaba provocando el bloqueo.
- Resumen:
- Meterme en el interior del barco tras proponer a Kohaku que me acompañe.
Illje Landvik
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¡Había funcionado! De alguna manera había funcionado y les iban a llevar con sus soberanos. Ya era hora, todo sea dicho de paso.
Nos llevaron castillo adelante hasta acabar frente a una enorme puerta. Una de las bonitas, de las que esconden cosas maravillosas detrás. De las bien decoradas, de las hechas para presumir. Y, por supuesto, ignoraron esa puerta y les llevaron por la izquierda.
¿Sería falsa? A lo mejor solo era de decorado y en realidad no habían logrado resolver su crisis antes porque estaban en la miseria. Aunque si era así tenía que concederles que al menos sabían ante todo guardar las apariencias. No sabía hasta qué punto necesitaban guardarlas si no entendía por qué nadie iría a parar allí habiendo mil islas más interesantes, pero bien podía ser una cuestión de orgullo. Y ella no iba a meterse con el orgullo de nadie.
Tras la puerta que abrieron, había tres jóvenes claramente esperándolos. Por un momento se sintió incómoda. ¿Esperaban que escogieran? ¿Iban a regalarles un esclavo? Volvió a mirarlos bien, decidiendo que en realidad no terminaba de ser un mal pago. Siempre podía liberar al suyo y ganarse su confianza y lealtad eterna. Eso estaba moralmente bien visto. Se inclinó sobre el hombro de Claude y susurró:
-Me pido al de la izquierda.
En estos temas, había que ser rápidos. Sabía que Claude tenía tan buen gusto como ella, si no se lo hubiera pedido seguramente él lo habría hecho.
Sin embargo, en cuanto el chico del medio habló, comprendió que esa no era su recompensa. Chasqueó la lengua, algo decepcionada. La idea de un perpetuo compañero forzoso no sonaba nada mal, pero si tenía que pedirlo perdía la gracia.
En seguida se dio cuenta de que Claude tenía razón. Era un Morty. ¿Y que era un Morty? Bueno, a demás del diminutivo del príncipe, el desdén de su voz le explicaba que era un individuo con pocas habilidades y todavía menor voluntad.
-Sí, desde luego la enorme puerta de decorado no ha sido cosa suya.
Negó con la cabeza con algo de condescendencia, mientras Claude les dejaba las cosas bien claras a los príncipes. Espera. ¿Segunda al mando? Le agarró del cuello de la camisa.
-Oye oye oye. Esas cosas me las preguntas primero, que aún se van a hacer una idea equivocada.
Sin embargo, la conejita no tardó en distraerse. ¡Habían aceptado! Normal, por otro lado. El pobre era un Morty. Seguro que estaba en sus genes el ser complaciente. Empezó a fantasear con todo lo que podían pedirle, pero al final cayó en una cosa que había dicho y una malvada sonrisa se extendió por su rostro.
-¿Tenéis dificultades, dices? Seguramente podamos ayudar con ello. Dinos de qué se trata y nos encargaremos, aunque claro… eso aumentará tu deuda con nosotros.
Le guiñó un ojo a Claude. Seguro que lo entendía. Una tarea pequeñita y podrían pedir todavía más recompensas. Al fin y al cabo acababan de librarles de una plaga de hongos. ¿Cómo de malos podían ser sus problemas?
-Ah si. También nos gustaría conocer el camino a la azotea, por favor.
Ante todo, educación.
Nos llevaron castillo adelante hasta acabar frente a una enorme puerta. Una de las bonitas, de las que esconden cosas maravillosas detrás. De las bien decoradas, de las hechas para presumir. Y, por supuesto, ignoraron esa puerta y les llevaron por la izquierda.
¿Sería falsa? A lo mejor solo era de decorado y en realidad no habían logrado resolver su crisis antes porque estaban en la miseria. Aunque si era así tenía que concederles que al menos sabían ante todo guardar las apariencias. No sabía hasta qué punto necesitaban guardarlas si no entendía por qué nadie iría a parar allí habiendo mil islas más interesantes, pero bien podía ser una cuestión de orgullo. Y ella no iba a meterse con el orgullo de nadie.
Tras la puerta que abrieron, había tres jóvenes claramente esperándolos. Por un momento se sintió incómoda. ¿Esperaban que escogieran? ¿Iban a regalarles un esclavo? Volvió a mirarlos bien, decidiendo que en realidad no terminaba de ser un mal pago. Siempre podía liberar al suyo y ganarse su confianza y lealtad eterna. Eso estaba moralmente bien visto. Se inclinó sobre el hombro de Claude y susurró:
-Me pido al de la izquierda.
En estos temas, había que ser rápidos. Sabía que Claude tenía tan buen gusto como ella, si no se lo hubiera pedido seguramente él lo habría hecho.
Sin embargo, en cuanto el chico del medio habló, comprendió que esa no era su recompensa. Chasqueó la lengua, algo decepcionada. La idea de un perpetuo compañero forzoso no sonaba nada mal, pero si tenía que pedirlo perdía la gracia.
En seguida se dio cuenta de que Claude tenía razón. Era un Morty. ¿Y que era un Morty? Bueno, a demás del diminutivo del príncipe, el desdén de su voz le explicaba que era un individuo con pocas habilidades y todavía menor voluntad.
-Sí, desde luego la enorme puerta de decorado no ha sido cosa suya.
Negó con la cabeza con algo de condescendencia, mientras Claude les dejaba las cosas bien claras a los príncipes. Espera. ¿Segunda al mando? Le agarró del cuello de la camisa.
-Oye oye oye. Esas cosas me las preguntas primero, que aún se van a hacer una idea equivocada.
Sin embargo, la conejita no tardó en distraerse. ¡Habían aceptado! Normal, por otro lado. El pobre era un Morty. Seguro que estaba en sus genes el ser complaciente. Empezó a fantasear con todo lo que podían pedirle, pero al final cayó en una cosa que había dicho y una malvada sonrisa se extendió por su rostro.
-¿Tenéis dificultades, dices? Seguramente podamos ayudar con ello. Dinos de qué se trata y nos encargaremos, aunque claro… eso aumentará tu deuda con nosotros.
Le guiñó un ojo a Claude. Seguro que lo entendía. Una tarea pequeñita y podrían pedir todavía más recompensas. Al fin y al cabo acababan de librarles de una plaga de hongos. ¿Cómo de malos podían ser sus problemas?
-Ah si. También nos gustaría conocer el camino a la azotea, por favor.
Ante todo, educación.
- resumen:
- Desvariar y preguntarle a Morty que problemas tienen para echar un cable y que nos deba todavía más cosas.
Había que reconocer que no todo había ido tan mal como ella pensaba. Es decir, no es que la albina supiera mucho sobre tecnología —por no decir que no tiene puta idea de cómo funciona nada— pero no hacían falta muchas luces para entender que el palo de metal con discos y una lucecita bajo el casco no era parte habitual de los barcos… Y si la antena no estaba arriba… Cuanto más abajo mejor, supuso.
—Muy bien, de puta madre. ¿Pero ahora como coño la apago? —Se quejó para sí misma, observando una vez más el panel de control. Estando bajo el agua… Con Raion tal vez hubiera podido pedirle que le dijera a su cosa que la estrujara hasta romperla o la mordiera como si fuera un juguete. Porque no era tan bestia burra como plantearse estampar el puto submarino contra la puta antena y lo mismo matarse en el proceso. ¿Mal encarada, temperamental, malhumorada? Todo lo que tú quieras. Y una bestia parda, pero no era tan gilipollas. Tenía en muy alta estima su vida. Así que solo quedaba volver a subir arriba y buscar desde dentro del barco otra vez, salvo que el submarino… ¡Bingo!
Bueno, no había cantado bingo todavía, pero había algo: Entre todos los botones del panel de control se encontraba uno de «herramientas» con diferentes opciones entre las que contaba con un brazo metálico, como un gancho; una… ¿Sierra? ¿Para qué necesitaba un barco metálico una sierra? Y lo que parecían explosivos. La cuestión era cual debería usar. Seguramente cortar cables eléctricos bajo el agua —o intentarlo— con algo metálico no era la idea más brillante. Y los explosivos podían darle al rey marino bebé. «¿Para qué narices se ha traído este hombre a un bicho que da más problemas que soluciones?» Bufó. Quizás pudiera averiar la antena si las pinzas tenían suficiente fuera. Con doblarla y hacerla girar… Quizás tirando un poco para que se rompieran los cables por dentro.
Tenía encendida mientras la radio del vehículo y el DDM, así que pudo suponer que aquellos ruidos mientras intentaba llamar a Kohaku y Abigail a la vez debían ser cosa suya. Seguiría probando, a ver si no se iba del todo con las manos vacías —como si un submarino si no se lo cargaba fuera un mal premio—.
Al finalizar su tarea, si no la había liado y podía comunicarse con Kohaku y Abigail avisaría de la situación diciendo lo siguiente: «La antena estaba bajo el agua, la he encontrado gracias al bicho de Raion… Y parece que la he conseguido romper. ¿Cómo van las cosas por ahí arriba?». De no conseguirlo acabaría apagando ambos DDM por estar hasta las narices del ruido de las interferencias.
—Muy bien, de puta madre. ¿Pero ahora como coño la apago? —Se quejó para sí misma, observando una vez más el panel de control. Estando bajo el agua… Con Raion tal vez hubiera podido pedirle que le dijera a su cosa que la estrujara hasta romperla o la mordiera como si fuera un juguete. Porque no era tan bestia burra como plantearse estampar el puto submarino contra la puta antena y lo mismo matarse en el proceso. ¿Mal encarada, temperamental, malhumorada? Todo lo que tú quieras. Y una bestia parda, pero no era tan gilipollas. Tenía en muy alta estima su vida. Así que solo quedaba volver a subir arriba y buscar desde dentro del barco otra vez, salvo que el submarino… ¡Bingo!
Bueno, no había cantado bingo todavía, pero había algo: Entre todos los botones del panel de control se encontraba uno de «herramientas» con diferentes opciones entre las que contaba con un brazo metálico, como un gancho; una… ¿Sierra? ¿Para qué necesitaba un barco metálico una sierra? Y lo que parecían explosivos. La cuestión era cual debería usar. Seguramente cortar cables eléctricos bajo el agua —o intentarlo— con algo metálico no era la idea más brillante. Y los explosivos podían darle al rey marino bebé. «¿Para qué narices se ha traído este hombre a un bicho que da más problemas que soluciones?» Bufó. Quizás pudiera averiar la antena si las pinzas tenían suficiente fuera. Con doblarla y hacerla girar… Quizás tirando un poco para que se rompieran los cables por dentro.
Tenía encendida mientras la radio del vehículo y el DDM, así que pudo suponer que aquellos ruidos mientras intentaba llamar a Kohaku y Abigail a la vez debían ser cosa suya. Seguiría probando, a ver si no se iba del todo con las manos vacías —como si un submarino si no se lo cargaba fuera un mal premio—.
Al finalizar su tarea, si no la había liado y podía comunicarse con Kohaku y Abigail avisaría de la situación diciendo lo siguiente: «La antena estaba bajo el agua, la he encontrado gracias al bicho de Raion… Y parece que la he conseguido romper. ¿Cómo van las cosas por ahí arriba?». De no conseguirlo acabaría apagando ambos DDM por estar hasta las narices del ruido de las interferencias.
- resumen:
- • Ser una malhablada, como siempre.
• Decidir intentar averiar, romper, estropear; la posible antena usando la «mano mecánica» no vaya a electrocutarse o hacer explotar al bebé rey marino de Raion en su lugar.
• Intentar comunicarse con Ko y Abby para avisarles. Si no lo consigue estar harta de las interferencias y apagar el DMM y la radio del submarino.
Bizvan
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No hubo necesidad de mencionar nada, el mismo barco se encargó de dar un claro mensaje a todos aquellos que se encontraban presentes. “Salgan de aquí o mueran”
Todo el mundo actuó de manera sensata y dió prioridad a su vida, ignorando por completo a los soldados del reino y al marine, quienes de igual forma comenzaron a llevar a los heridos hacia el pequeño barco de extracción.
No hubo problema en llegar al navío, todo el mundo se encontraba lo suficientemente ocupado en tratar de salvar su propia vida, como para desperdiciar tiempo en tratar de detener a unos intrusos.
En cuanto todos los pasajeros se encontraban a bordo, el barco comenzó a alejarse lo más rápido que se podía permitir. Durante esos instantes, Bizvan miró el caos que había provocado y cómo este se expandía a otras naves.
* Mierda, esto si que va ser un problema, al menos nadie nos está prestando atención, pero aún así eso es un caos. *justo en ese instantes el estruendo de una explosión se escuchó, seguido del sonido de un objeto pesado impactando contra la madera del navío ubicado a un costado del barco que el marine arruinó. Las llamas se propagaron con rapidez, y era probable que esta situación se repitiera una o dos veces más si no hacían algo para controlar las llamas.
No obstante no era tiempo de contemplar todo el desastre y como este se expandía, pues el pequeño barco en cual se encontraba el marine, los esqueletos y los soldados del reino, afrontaba sus propios problemas.
Una enorme bola de fuego proveniente de las entrañas del navío dañado se dirigía hacia ellos con rapidez.
Tratando de actuar lo más rápido que se podía permitir, el marine tomó los diales que llevaba consigo y arrojó uno a Zero y otro a Descarte. Por un momento se lamentó por no llevar consigo más diales, pues ellos pudo haber ayudado un poco más en esta situación.
- Utilicen esos diales para intentar detener la bola de fuego. -indicó Bizvan a sus esqueletos, mientras que él dejaba de utilizar “Lele” y se preparaba para arrojar la mayor cantidad de ondas cortantes que le fuera posible en dirección de la bola de fuego.
Él había escuchado hablar de espadachines capaces de cortar incluso el fuego, no había forma de saber si Bizvan era capaz de algo así, sin embargo no había mucho que se pudiese hacer en ese instante, solo intentar y esperar que el daño se redujera.
- Resumen:
- Darle un dial de viento y agua a dos de sus esqueletos e indicarles usarlos para intentar hacer algo contra la bola de fuego.
Arrojar todas las ondas cortantes que pueda en un intento por reducir el tamaño de la bola de fuego.
Kohaku Sato
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—Adelántate tú —le dijo al mink con seria—. Yo voy a investigar el puente de mando a ver si encuentro algo de utilidad que nos ayude a saber que plan tenían esta panda de bastardos y si hay algo que ayude a devolver las comunicaciones.
Dicho aquello, Kohaku trató de vislumbrar el lugar en el que debía estar el puente de mando y puso rumbo hacia allí. Iba contemplando todo lo que había a su alrededor, tratando de encontrar algo que fuera inusual. Dudaba que los piratas hubieran dejado algo allí, pero revisarlo todo no estaba de más. Lo que sí pudo ver con más claridad es que estaban en un barco bastante grande y de relativa calidad, el cual con una capa de pintura y unos buenos remaches podría servirle de utilidad o, incluso, venderlo y sacar algo de dinero por él. Sin embargo, ahora mismo no debía pensar en los futuros negocios ajenos a la cacería y se adentró en la sala de mando.
Una vez estuviera dentro examinaría todo con calma y detalle, tratando de buscar algo que devolviera las comunicaciones con la gente que se encontraba en la orilla de la isla. Era raro que aquel oficial pudiera comunicarse, mientras que ellos no.
Después de eso, en el caso de no encontrar nada, pondría rumbo al interior del barco en busca de Hazel y Raion. Si habían terminado en aquel lugar, era momento de volver a la costa y ayudar al puto gordo de Roland, a la señorita de apellido ilegible y a Braud.
Dicho aquello, Kohaku trató de vislumbrar el lugar en el que debía estar el puente de mando y puso rumbo hacia allí. Iba contemplando todo lo que había a su alrededor, tratando de encontrar algo que fuera inusual. Dudaba que los piratas hubieran dejado algo allí, pero revisarlo todo no estaba de más. Lo que sí pudo ver con más claridad es que estaban en un barco bastante grande y de relativa calidad, el cual con una capa de pintura y unos buenos remaches podría servirle de utilidad o, incluso, venderlo y sacar algo de dinero por él. Sin embargo, ahora mismo no debía pensar en los futuros negocios ajenos a la cacería y se adentró en la sala de mando.
Una vez estuviera dentro examinaría todo con calma y detalle, tratando de buscar algo que devolviera las comunicaciones con la gente que se encontraba en la orilla de la isla. Era raro que aquel oficial pudiera comunicarse, mientras que ellos no.
Después de eso, en el caso de no encontrar nada, pondría rumbo al interior del barco en busca de Hazel y Raion. Si habían terminado en aquel lugar, era momento de volver a la costa y ayudar al puto gordo de Roland, a la señorita de apellido ilegible y a Braud.
- Resumen:
- Kohaku haciendo cosas
Abigail Mjöllnir
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Funcionó, pero a medias. Entonces no era necesario que hubiera nada dentro de las figuras de arcilla, también podía crearlas vacías y darles movimiento igualmente. Estas, sin embargo, parecían ser mucho más primitivas. Aquella a la que había atravesado con su disparo seguía moviéndose sin hacer mucho caso -ya había hecho bastante daño así que por ahora no le hizo más caso-. La otra, sin embargo, sí que reaccionó atacándola a ella y a las trincheras.
Podría haberse movido, pero tenía demasiado cerca a las defensas de Sakura y prefería evitar la mayor cantidad de bajas posibles. No podía permitirse retroceder, tenía que ser su muro, su bastión. Protegerlos y ayudarles a repeler a los invasores.
Exhaló una bocanada de aire y dejó fluir energía espiritual cuando vio venir el primer zarpazo. Una bruma dorada comenzó a envolver a Abi, otorgándole una nueva forma mientras la arena de los sacos rotos se esparcía por ahí. Ante aquel zarpazo que intentaba aplastarla, la cazadora interpuso uno de sus brazos -procurando no poner el arco delante-, ahora cubierto por una capa de energía espiritual con aspecto de armadura. Confiaba bastante en el aumento de resistencia que le daba aquella habilidad, así que se permitió el lujo de reforzarla únicamente con el haki de armadura que tenía, aunque fuera débil.
Recibiera los daños que recibiera, buscaría moverse unos pasos hacia atrás para tener espacio y volvería a abrir todas las ventanas de su cuerpo.
—Menos explosivos quiero que lo uséis todo —ordenó.
Sus habitantes obedecieron mientras la forma de Arcángel Guardiana de Abi se dejaba ver. Con un montón de decoración inútil como su halo roto o sus alas de mentira, esperaba que fuera lo bastante fuerte como para resistir el impacto.
Lo primero en salir de su torso fue una llamarada concentrada -el disparo concentrado de lanzallamas que no abarcaba mucho espacio pero que era de largo alcance- que buscaba debilitar la arcilla de la bestia a base de puro calor, no tenía mucha idea de la química de la arcilla pero... tenía que intentarlo. Después vino todo lo demás. Un disparo de la balista de asedio, uno de francotirador, y al menos decenas de disparos de rifles, ya había visto que antes las balas no habían servido de nada pero esperaba que con el calor y por haber roto antes la arcilla, ésta se hubiese debilitado. Además, el que portaba su revólver disparó la red para tratar de inmovilizarlo el máximo tiempo posible.
Ella, por su parte, disparó una única flecha de luz solidificada cargada con haki, todo apuntando a la bestia hueca de arcilla.
Por desgracia, estaba demasiado concentrada en proteger y no morirse como para fijarse en el gigantesco obstáculo que empezaba a emerger del mar.
Podría haberse movido, pero tenía demasiado cerca a las defensas de Sakura y prefería evitar la mayor cantidad de bajas posibles. No podía permitirse retroceder, tenía que ser su muro, su bastión. Protegerlos y ayudarles a repeler a los invasores.
Exhaló una bocanada de aire y dejó fluir energía espiritual cuando vio venir el primer zarpazo. Una bruma dorada comenzó a envolver a Abi, otorgándole una nueva forma mientras la arena de los sacos rotos se esparcía por ahí. Ante aquel zarpazo que intentaba aplastarla, la cazadora interpuso uno de sus brazos -procurando no poner el arco delante-, ahora cubierto por una capa de energía espiritual con aspecto de armadura. Confiaba bastante en el aumento de resistencia que le daba aquella habilidad, así que se permitió el lujo de reforzarla únicamente con el haki de armadura que tenía, aunque fuera débil.
Recibiera los daños que recibiera, buscaría moverse unos pasos hacia atrás para tener espacio y volvería a abrir todas las ventanas de su cuerpo.
—Menos explosivos quiero que lo uséis todo —ordenó.
Sus habitantes obedecieron mientras la forma de Arcángel Guardiana de Abi se dejaba ver. Con un montón de decoración inútil como su halo roto o sus alas de mentira, esperaba que fuera lo bastante fuerte como para resistir el impacto.
Lo primero en salir de su torso fue una llamarada concentrada -el disparo concentrado de lanzallamas que no abarcaba mucho espacio pero que era de largo alcance- que buscaba debilitar la arcilla de la bestia a base de puro calor, no tenía mucha idea de la química de la arcilla pero... tenía que intentarlo. Después vino todo lo demás. Un disparo de la balista de asedio, uno de francotirador, y al menos decenas de disparos de rifles, ya había visto que antes las balas no habían servido de nada pero esperaba que con el calor y por haber roto antes la arcilla, ésta se hubiese debilitado. Además, el que portaba su revólver disparó la red para tratar de inmovilizarlo el máximo tiempo posible.
Ella, por su parte, disparó una única flecha de luz solidificada cargada con haki, todo apuntando a la bestia hueca de arcilla.
Por desgracia, estaba demasiado concentrada en proteger y no morirse como para fijarse en el gigantesco obstáculo que empezaba a emerger del mar.
- resumen:
Saca poderes de magical gurl (Arcángel, Modo Guardiana) para subir la resistencia en 3 rangos (10) y busca interceptar el ataque sin esquivar para evitar más daños y posibles muertes.
Después pues se limita a descargar plomo y luz sobre el bichejo.
Claude von Appetit
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Vale, como era lógico esperar, el príncipe Morty ha aceptado. O sea, es un Morty, por el amor de dios, ¿cómo iba a negarse? Aunque comete el error de preguntar antes de que realicemos la tarea, y eso es un error porque... ¡Ey ey ey! ¡Illje! ¡Eso ha sido maleducado! Casi antes de que me dé cuenta, la sirena de tierra no ha tenido otra cosa que hacer que agarrar ambas tiras de mi vestido y empujarme contra ella, amenazante. Al parecer, ahora no puedo decir que es mi segunda al mando porque "la gente podría hacerse una idea equivocada". ¿Cómo que equivocada, señora? ¡Si hasta la he puesto por delante de Nassor! ¡Y de Lysbeth! He tenido con ella una confianza que ya querría cualquier otro. Pero bueno, está bien.
- Tercera al mando -acepto, a regañadientes-. Pero de ahí no pienso bajar.
En cualquier caso Illje se adelanta, y puedo captar su plan desde el inicio: Pretende llevarse más aún que tres deseos, y eso resulta genial. ¡Además del baile del pollo podría hacerle bajar las escaleras sentado! Sí, eso podría ser una buena opción, o incluso... No está en mis planes casarme, pero tener como tripulante a la princesita... ¿Habrá pensado Illje lo mismo? Si nos llevamos a la niña podríamos convertirla en la cuarta o quinta mejor pirata de la historia, por detrás de mí, Illje, Lysbeth... Sí, la cuarta está bien.
- ¡¿Te imaginas que la princesa sea pelirroja?! -exclamo, emocionado, garrándola de las manos-. ¡Sería una hermana casi perfecta para el Nepo, y podríamos comprarle vestidos, y compartirlos, y hacer noches de pijama...! ¿Da?
Me doy cuenta de pronto de que sigo delante del príncipe, así que me cuadro inmediatamente. Golpeo el suelo con un taconazo, pongo las manos tras la espalda y tanto mi espalda recta como mi mentón erguido muestran un porte militar como el que muy pocos de sus soldados tienen. Tampoco aparto la mirada de él, y espero un momento.
- Por ahora solo saber qué requerís de nosotros, un pequeño contingente si es necesario y... Sí, creo que el acceso a la azotea podría estar bien. Sobre el precio hablaremos cuando haya paz, o moralmente no podré solicitar nada.
- Tercera al mando -acepto, a regañadientes-. Pero de ahí no pienso bajar.
En cualquier caso Illje se adelanta, y puedo captar su plan desde el inicio: Pretende llevarse más aún que tres deseos, y eso resulta genial. ¡Además del baile del pollo podría hacerle bajar las escaleras sentado! Sí, eso podría ser una buena opción, o incluso... No está en mis planes casarme, pero tener como tripulante a la princesita... ¿Habrá pensado Illje lo mismo? Si nos llevamos a la niña podríamos convertirla en la cuarta o quinta mejor pirata de la historia, por detrás de mí, Illje, Lysbeth... Sí, la cuarta está bien.
- ¡¿Te imaginas que la princesa sea pelirroja?! -exclamo, emocionado, garrándola de las manos-. ¡Sería una hermana casi perfecta para el Nepo, y podríamos comprarle vestidos, y compartirlos, y hacer noches de pijama...! ¿Da?
Me doy cuenta de pronto de que sigo delante del príncipe, así que me cuadro inmediatamente. Golpeo el suelo con un taconazo, pongo las manos tras la espalda y tanto mi espalda recta como mi mentón erguido muestran un porte militar como el que muy pocos de sus soldados tienen. Tampoco aparto la mirada de él, y espero un momento.
- Por ahora solo saber qué requerís de nosotros, un pequeño contingente si es necesario y... Sí, creo que el acceso a la azotea podría estar bien. Sobre el precio hablaremos cuando haya paz, o moralmente no podré solicitar nada.
- Resumen:
- Ser educado con el príncipe.
Ryuichi Ichiban
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Finalmente Roland dejó de pelear. Aunque no pareció percatarse de que le había llamado gordo. Aquello le decepcionó un poco, siendo sinceros. Durante un instante se preguntó si sería buena idea pedirle a Roland que le quitara de la espalda todas aquellas púas, pero... Lo conocía. Diría que no, seguramente. Sabía que las púas serían un problema a mayores si no era capaz de quitárselas pronto. Y aquella preocupación se acentuó todavía más cuando vio aquella bestia a lo lejos.
Estaba seguro de que podría añadir su piel a su montón de trofeos. Podría incluso hacerse un abrigo, como el de oso que llevaba. Pero con esas púas no estaba en condiciones de combatir. Claro, que sería un mérito aún mayor si con ese inconveniente ganaba de todas formas, sin embargo... Preferiría buscar la manera de quitárselas. Estuvo apunto de pedírselo a Roland finalmente, pero este se subió a su cacharro y se marchó. Gruñó por lo bajo. Tendría que aguantarse con las púas por el momento.
Empezó a correr hacia aquella bestia, aguantando el dolor de su espalda. Podría pedírselo a uno cualquiera en el campo de batalla o incluso amenazar a alguien para que se las quite. Aunque claro, para eso tendría que encontrar a alguien... Seguro que alguien de su gremio sería capaz de quitárselas todas en un santiamén. Pero, por el momento, se limitó a dirigirse hacia la bestia para verla más de cerca.
Estaba seguro de que podría añadir su piel a su montón de trofeos. Podría incluso hacerse un abrigo, como el de oso que llevaba. Pero con esas púas no estaba en condiciones de combatir. Claro, que sería un mérito aún mayor si con ese inconveniente ganaba de todas formas, sin embargo... Preferiría buscar la manera de quitárselas. Estuvo apunto de pedírselo a Roland finalmente, pero este se subió a su cacharro y se marchó. Gruñó por lo bajo. Tendría que aguantarse con las púas por el momento.
Empezó a correr hacia aquella bestia, aguantando el dolor de su espalda. Podría pedírselo a uno cualquiera en el campo de batalla o incluso amenazar a alguien para que se las quite. Aunque claro, para eso tendría que encontrar a alguien... Seguro que alguien de su gremio sería capaz de quitárselas todas en un santiamén. Pero, por el momento, se limitó a dirigirse hacia la bestia para verla más de cerca.
- Resumen:
- Pensar en como quitarme las púas y correr hacia el bichardo
Zira
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Sí que le costó llegar, más que nada porque había pedido la orientación por un segundo, pero fue cuestión de salir del bosque para reubicarse y correr de nuevo hacia su grupo. –¡Mierda! –Insultaba al aire, pues no le salieron bien las cosas y además había dejado las armas de sus compañeros atrás, aunque ese era el menor de los problemas, ya mandaría a alguien para recuperarlas. Ahora la prioridad era otra, debía avisar al resto que pronto el enemigo abriría fuego, pero no podía ir a decírselo a los soldados uno por uno, debía buscar a alguien que esté al mando o tenga algo de influencia.
Ya llegando se encontró a Drukoff de primeras, como si se pudiera ignorar a ese grandote, estaba hablando con alguien, Zira lo analizó con la mirada lo más rápido que pudo. –Bingo… –Se acercó a paso acelerado a los dos grandotes, el hombre se le adelantó al hablar, la chica escuchó la pregunta que él tenía para ella. –Se fue hacia el acantilado de allí. –Señaló la dirección en la que lo vio dirigirse. –Se supone que fue a enfrentar a más de una decena de soldados enemigos, o eso se decía… Grr ¡Da igual! –Gritó con un tono alto debido a la frustración, le costaba articular las palabras gracias a los nervios de la situación.
–Mire, creo que puedo confiar en usted, me enfrenté a un infiltrado que había entre nosotros, se me escapó pero pude ver su cara y la de otros cinco más, hay siete en total. Seis ya se fueron, pero uno sigue entre nosostros. ¡Y pronto el líder de esos tipos dará la orden de ataque! Eso es lo que escuché de esos tipos. Freites D. Alpha no importa, él puede acabar con un ejército sin problemas. –Soltó toda la información de forma acelerada, se notaba la alta confianza que tiene en su capitán. –Lo que tenga para decirle a Alpha yo se lo diré, usted podría encargarse de comandar a la gente o asignar a alguien para hacerlo y que evite que nos destrocen a cañonazos. –Pocas veces se ponía nerviosa, pero la situación la ponía tensa.
Ya llegando se encontró a Drukoff de primeras, como si se pudiera ignorar a ese grandote, estaba hablando con alguien, Zira lo analizó con la mirada lo más rápido que pudo. –Bingo… –Se acercó a paso acelerado a los dos grandotes, el hombre se le adelantó al hablar, la chica escuchó la pregunta que él tenía para ella. –Se fue hacia el acantilado de allí. –Señaló la dirección en la que lo vio dirigirse. –Se supone que fue a enfrentar a más de una decena de soldados enemigos, o eso se decía… Grr ¡Da igual! –Gritó con un tono alto debido a la frustración, le costaba articular las palabras gracias a los nervios de la situación.
–Mire, creo que puedo confiar en usted, me enfrenté a un infiltrado que había entre nosotros, se me escapó pero pude ver su cara y la de otros cinco más, hay siete en total. Seis ya se fueron, pero uno sigue entre nosostros. ¡Y pronto el líder de esos tipos dará la orden de ataque! Eso es lo que escuché de esos tipos. Freites D. Alpha no importa, él puede acabar con un ejército sin problemas. –Soltó toda la información de forma acelerada, se notaba la alta confianza que tiene en su capitán. –Lo que tenga para decirle a Alpha yo se lo diré, usted podría encargarse de comandar a la gente o asignar a alguien para hacerlo y que evite que nos destrocen a cañonazos. –Pocas veces se ponía nerviosa, pero la situación la ponía tensa.
- Resumen:
- Zira se acerca al pelirrojo, le responde a su pregunta y le lanza toda la información que tenía encima. También se ofreció a ir ella por Alpha si él tenía pensado hacerlo, no sin antes exigirle que haga algo con el ataque que se venía.
Normas del capítulo:
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
- Abi, Braud y Roland:
- Por partes. En lo alto de la colina Abi se protege del zarpazo sin recibir muchos daños en el brazo. La bestia es fuerte y pesada, pero al recibir el golpe te da la impresión de que no es precisamente ágil ni fuerte, aunque sí resistente, buenos escudos para las tropas y excelentes esponjas de balas como pronto comprobarás. NO necesitas mucho esfuerzo para zafarte, todos los disparos de calibre menor parece que no hacen daño, pero los de la balista, la flecha de luz y todos los potenciados hacen mella en su estructura. De todas formas ves que casi has añadido más agujeros a los ya existentes, aunque tenga la red por encima no parece importarle mucho, pero entre los huecos, mientras trata de resistirse puedes ver algo por dentro. Grabado en la parte trasera de su cuello hay una especie de sello del tamaño de un puño hecho con lo que parece ser sangre.
Mientras tanto colina abajo los dos cazadores deciden ir a ayudar a las tropas, asaltando por la retaguardia a los piratas que cargan. El misil de Roland se carga a tres de ellos, aunque por la reacción crees que lo han tomado como un disparo de los cañones de arriba.
Durante el siguiente turno conseguis alcanzarlos, la mayoría son morralla, por lo que podéis hacer acciones cerradas contra ellos. Eso sí, cuanto más salvajes seáis, más reacción habrá luego por su parte, ah, y no olvidéis a la gran bestia que los acompaña, no os interesa llamar su atención… ¿O sí?
- Hazel, Raion y Kohaku:
- Kohaku. No es muy difícil encontrar el puente de mando. Tienes que subir unas cuantas escaleras, tener cuidado con no golpearte la cabeza cuando pasa de cubierta a cubierta… lo típico, está todo bien señalizado por arriba y se ve que es la sala con más visibilidad al frente de la superestructura del barco. No es muy grande, pensada para un máximo de unas cinco o seis personas con sitio para un timonel, un navegante, el capitán y seguramente un par de personas más de apoyo. No hace falta saber mucho sólo con ver los controles, es un barco avanzado, una persona que supiera lo que hace podría moverlo con facilidad y necesitaría una tripulación escasa para operar con lo básico. También encuentras un mapa en una pequeña mesa, en este está Sakura y alrededor las posiciones de los otros barcos con inhibidores, uno en cada punto cardinal, a unos kilómetros de la costa. Vosotros estáis en el Barco Este, la flota principal de los piratas aparece marcada a una distancia fuera del mapa en dirección Noroeste. No ves nada que se parezca a controles de una antena o algo parecido, aunque puede que no hayas mirado lo suficiente, podrías quedarte más si quieres, o buscar en otros sitios.
Raion. Te adentras en las entrañas del barco, notas el rastro de Hazel cuando llegas a una cubierta donde están los camarotes. Este sigue por los pasillos hasta que baja a un nivel inferior, podrías seguirlo, pero notas otro rastro familiar cuando vas por los estrechos pasillos. El rastro del capitán que acaba de escapar, puede que por aquí se encuentre su camarote. Por el contrario podrías buscar a tu compañera o la sala de control de la antena.
Hazel. En una escena algo extraña has logrado que un submarino estrangule el poste de una antena bajo un barco. Suena estúpido, pero metal se queja y se retuerce, varios cables se van tensando y rompiendo a medida que la estructura cede hasta que logras desanclarla del casco de la nave. Los cables que quedan se rompen y esta cae a las profundidades. Todavía escuchas algunas interferencias, pero ahora se podría mantener una conversación con alguien… crees.
- Bizvan:
- Los diales son buena idea, aunque cuando los comparas con la escala de la bola de fuego, no es que puedan hacer mucho para detenerla. Eso sí, el de viento es usado para hacer una corriente que aparta un poco la nave y el de agua para mojar a los tripulantes.
Hasta ahí las buenas noticias. Te das cuenta demasiado tarde de que las ondas cortantes sólo hacen eso cortar, cortar una masa amorfa de gases en combustión que poco ayuda a detenerla, menos aún debilitarla, a lo mejor usando el plano de la espada hubiera sido mejor idea para hacer una corriente de viento.
Eres el último en agacharte, el calor es insoportable mientras la deflagración os pasa por encima. Los soldados hubieran sufrido quemaduras peores de no haberse refugiado y haber sido mojados. Definitivamente ninguno ha acabado intacto, pero no hay más bajas. Cuando las llamas se dispersan puedes ver que el exterior del barco está quemado y tienes quemaduras en varias partes del cuerpo, no tienen buena pinta. En fin, parece que vuestra tarea aquí ha concluido, a no ser que desees hacer algo más podéis poner rumbo a tierra.
- Freites y Zira:
- Freites. Envuelves el mango con el papel y lo alzas en alto, tu montura salta, no le cuesta mucho llegar a la altura suficiente para rebasar vuestra prisión. Sostienes el martillo y de pronto te parece que todo va más despacio, ves como una chispa sale de una de las esquinas de este, luego otra y se van conectando hasta formar un arco, un rayo que conecta con las nubes que os rodean. No es el único, casi al instante aparecen otros cuatro, por un momento notas que ha funcionado, hasta que lo sientes. Primero a través de palma, luego va recorriendo el brazo hasta el resto del cuerpo. En ese momento recuerdas un pequeño detalle, los pararrayos funcionan porque tocan tierra. Si no tocas tierra la electricidad no tiene a donde ir salvo tu cuerpo. Te viene a la cabeza el chispazo de antes, el arma que quedó cargada al caer y soltó la mayoría al tocar tierra.
Salís de vuestra prisión, pero Suzaku se tropieza al llegar a tierra y ambos caéis al suelo. Ha sido un instante, pero por primera vez en mucho tiempo notas una sensación que creías olvidada. Te arde el cuerpo, no tienes quemaduras, pero el dolor que notas es un entumecimiento ardiente que entorpece tus movimientos. Toda esa electricidad ha pasado por tu cuerpo, aunque el papel está intacto y el martillo algo caliente, pero en buenas condiciones. Los dos estáis en una condición similar, ahora lo entiendes, es una jaula pensada para dejar vulnerables a los que logren escapar con vida. La buena noticia es que no parece haber ni un alma que se aproveche de este estado, así que nadie debería ponerte pegas para volver a la playa.
Zira. El hombre al escuchar tus palabras coge un DDM, parece que tienen algo de interferencia, pero pueden comunicar cosas. Escuchas como avisa de lo que has comunicado y luego cuelga. Después suelta una carcajada.
- No, no jovencita. Mi trabajo no es comandar nada, has hecho un buen trabajo al decirmelo y ya he informado al encargado. - Hace una pequeña pausa y toma aire, su semblante se torna serio. - Mis órdenes son ir a buscar a tu capitán, y pienso cumplir las órdenes de mi señora. - Su tono cambia en cuanto lo dice. - Bien, si es ahí a donde ha ido… Puedes acompañarme si quieres.
Te da la espalda y comienza a caminar en esa dirección con un paso rápido, casi te obligaría a correr si quieres seguirle el ritmo.
- Ilje y Claude:
- Aunque no lo sepáis, con el reino sumido en el caos, una plaga de hongos acechando que no parece ser más que la punta del iceberg y quienes habitualmente toman las decisiones en casa fuera, el príncipe Mortimer esperaba que su corta regencia –creo que no está bien empleada aquí, pero creo que se me entiende- estuviese libre por completo de incidencias. Es decir, ¿qué más desgracias se podrían pedir?
-Lamento decirle que no puedo aceptar ninguna deuda que recaiga sobre mi persona, señora –dice el príncipe cuando los ojos te han clink cink, Ilje-. Puedo hacerlo provisionalmente en nombre del reino, de forma que mi padre o mi hermana os pagarán justamente cuando llegue el momento. Aunque os dijese que sí puedo hacerlo sería mentira y sólo traería problemas, así que prefiero ser sincero.
Hace una pausa de nuevo para mirar a sus hermanos, que continúan a otras cosas. ¿Acaso lo han dejado también de niñera? ¿Qué clase de familia real es ésa? Sea como sea, os vuelve a conceder su atención:
-Creo que todo está tranquilo en el castillo en estos momentos, pero no sucede lo mismo fuera. Un montón de disturbios se han desatado al unísono y sin conexión aparente en todo el reino, pero está claro que debe haber algo que lo conecte todo y explique por qué hemos pasado de la paz a este desconcierto en un abrir y cerrar de ojo.
No hace una petición expresa, pero entiende que a buen entendedor pocas palabras bastan. Si solicitáis tropas, el príncipe os dirá que en el castillo no queda más que lo que podríamos llamar como “Servicios Mínimos de Guarnición” y la escolta personal de los príncipes, pues el resto del ejército ha marchado para combatir el caos. Claro que, mandar al ejército a resolver sus problemas es algo que podría haber hecho sin vuestra ayuda. No creo que si solicitáis tropas que os acompañan y cumplan vuestras órdenes les merezca la pena llegar a un trato.
Por último señala en la dirección de la que habéis venido. Al acceder al corredor que conducía al gran portón os ha pasado inadvertida –y a mí también- una pequeña escalera de piedra que nace inmediatamente a la derecha de la entrada al pasillo. Supongo que eso será lo que lleve a la azotea, ¿no?
Freites D. Alpha
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Suspire. Me encuentro en el suelo después de haber cometido aquella acción temeraria. Lo último que pude ver fue una cadena de rayos uniéndose y arremetiendo contra nosotros. Mi estrategia (si es que lo podemos llamar de esa manera) no había salido como pensaba. Realmente creía que usar la hoja legendaria como aislante habría surtido efecto. Ya puedo ver que no y ser partícipe de no, nada que hacer.
-¿Suzaku? – Observe a mi súper ave. Se encontraba en el suelo he intentaba levantarse. – Quieta, no luches. Descansa. - Ella se recostó en el suelo. Yo me intente levantar. Las piernas me temblaban y este extraño ardor entorpecía mis movimientos. Respire profundamente tratando de controlar mis acciones como meramente pude. Me acerque lentamente a la cabeza dela plumífera. Me senté con ambas rodillas en el suelo y apoye su cabeza en mis piernas, acariciándole. – Fallo mío, hermosa. - La examine. Pude notar que su estado actual era muy similar al mio. Si no fuera porque tanto ella como yo somos existencias poco comunes esos rayos nos hubieran partido en mil pedazos.
Para nuestra suerte, nuestro poder nos había ayudado a sobrevivir.
- Descansemos un poco. – Dije con tranquile. Estira mi mano esta llegar hasta mi brazo mecánico que se encontraba en la alforja y lo uní a mi cuerpo. Retire la hoja del mango guardándola en mi kimono. Luego, coloque mi martillo a un costado, aún estaba caliente y me alegraba que soportara la descarga. – Quizás si lo hubiera arrojado las descargas fueran caído en este. Fallo mío. Nos toca descansar un poco antes de seguir adelante.
-¿Suzaku? – Observe a mi súper ave. Se encontraba en el suelo he intentaba levantarse. – Quieta, no luches. Descansa. - Ella se recostó en el suelo. Yo me intente levantar. Las piernas me temblaban y este extraño ardor entorpecía mis movimientos. Respire profundamente tratando de controlar mis acciones como meramente pude. Me acerque lentamente a la cabeza dela plumífera. Me senté con ambas rodillas en el suelo y apoye su cabeza en mis piernas, acariciándole. – Fallo mío, hermosa. - La examine. Pude notar que su estado actual era muy similar al mio. Si no fuera porque tanto ella como yo somos existencias poco comunes esos rayos nos hubieran partido en mil pedazos.
Para nuestra suerte, nuestro poder nos había ayudado a sobrevivir.
- Descansemos un poco. – Dije con tranquile. Estira mi mano esta llegar hasta mi brazo mecánico que se encontraba en la alforja y lo uní a mi cuerpo. Retire la hoja del mango guardándola en mi kimono. Luego, coloque mi martillo a un costado, aún estaba caliente y me alegraba que soportara la descarga. – Quizás si lo hubiera arrojado las descargas fueran caído en este. Fallo mío. Nos toca descansar un poco antes de seguir adelante.
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Bizvan
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Dentro de lo que se podía esperar, las cosas salieron bastante bien. La bola de fuego causó daño a todos, por fortuna no cobró ninguna vida o causó que el barco fuera inservible.
Un aroma desagradable se podía apreciar con ligera facilidad.
Bizvan relajó su cuerpo al ver que el peligro había pasado e inmediatamente comenzó a sentir el dolor causado por las diferentes quemaduras en su cuerpo. No tenían buen aspecto, sin embargo podía agradecer de encontrarse con vida.
Zero y Descarte se acercaron al marine para entregarle los diales.
- Bien hecho chicos, esto me acaba de dar una buena idea para un proyecto futuro, aunque debo iniciar con los planos. -el espadachín envainó a Madre, tomó los diales para guardarlos.
* Debo recordar en cargar con los otros para este tipo de situaciones. *Bizvan contaba con seis diales más de agua, uno de viento y uno de hielo, pero no solía llevarlos consigo, pues consideraba que llevar un solo dial de agua y viento sería suficiente para una emergencia, cosa que terminó siendo cierta, sin embargo contar con más de esas conchas sería mejor.
Bizvan procuró tomar nota de aquellos pensamientos, para luego adentrarse dónde deberían estar el resto de los soldados del reino. Ya estando ahí tomaría el equipo e ingredientes de su banano tactico para comenzar a crear remedios para las quemaduras usando sus conocimientos médicos y naturales.
No había más que hacer hasta llegar a tierra, al menos no había otra cosa que él recordara o supiera, por ello solo se limitaría a atender a los soldados se encontraran heridos, para finalmente comenzar a atender sus propias heridas.
Un aroma desagradable se podía apreciar con ligera facilidad.
Bizvan relajó su cuerpo al ver que el peligro había pasado e inmediatamente comenzó a sentir el dolor causado por las diferentes quemaduras en su cuerpo. No tenían buen aspecto, sin embargo podía agradecer de encontrarse con vida.
Zero y Descarte se acercaron al marine para entregarle los diales.
- Bien hecho chicos, esto me acaba de dar una buena idea para un proyecto futuro, aunque debo iniciar con los planos. -el espadachín envainó a Madre, tomó los diales para guardarlos.
* Debo recordar en cargar con los otros para este tipo de situaciones. *Bizvan contaba con seis diales más de agua, uno de viento y uno de hielo, pero no solía llevarlos consigo, pues consideraba que llevar un solo dial de agua y viento sería suficiente para una emergencia, cosa que terminó siendo cierta, sin embargo contar con más de esas conchas sería mejor.
Bizvan procuró tomar nota de aquellos pensamientos, para luego adentrarse dónde deberían estar el resto de los soldados del reino. Ya estando ahí tomaría el equipo e ingredientes de su banano tactico para comenzar a crear remedios para las quemaduras usando sus conocimientos médicos y naturales.
No había más que hacer hasta llegar a tierra, al menos no había otra cosa que él recordara o supiera, por ello solo se limitaría a atender a los soldados se encontraran heridos, para finalmente comenzar a atender sus propias heridas.
- Resumen:
- Pensar en algunos proyectos futuros.
Comenzar a crear remedios para atender las heridas de los soldados.
Atender sus propias heridas al terminar con los soldados.
Abigail Mjöllnir
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—Tch... tengo que acabar rápido, antes de darle demasiada información —murmuró, quejándose del zarpazo que, por suerte, no resultó demasiado efectivo ante su defensa fortalecida, sufrió dolores y unos desgarros ligeros que la hicieron sangrar, aunque dichas heridas no eran preocupantes. Tenía que acabar cuanto antes, no podía estar segura de que esas bestias no estuvieran enviándole información a Charles como dos semanas atrás. Estaba gastando casi todos sus factores sorpresa, y no le hacía ni pizca de gracia.
Lo que sí le hizo gracia fue lo que percibió al recibir el golpe. Ella misma y aquella bestia eran bastante parecidos, los dos eran mucho más resistentes que fuertes y no tenían demasiada agilidad. Quizá la diferencia estaban en los recursos que tenían y en que solo uno de los dos tenía fuerza de voluntad como tal. No pensaba permitir que una bestia sin alma pudiera con ella.
Su forma espiritual aún duraría un poco más, así que podía permitirse ponerse más violenta sin poner en peligro a quienes estaba protegiendo, aquellos que estaban detrás de su espalda.
—Los de las armas de balas esperad, no les afectan. Aseguraos de recargar la balista y los cañones y si veis más piratas disparadles con los rifles —indicó a sus habitantes, que se movilizaron para acelerar la recarga de las armas más pesadas.
La bestia se retorció en la red y no tardaría demasiado en deshacerse de ella, pero...
«¿Qué es eso?» pensó, al ver que en su nuca había algo grabado «Quizá eso sea lo que les de vida si no tienen un cuerpo dentro»
En su oficio habían varias formas de responder ante una amenaza desconocida. Ya había intentado la forma pacífica y había salido mal, esta vez no se preguntaría tanto qué hacer. Se movió para poder tener una línea de tiro más clara y, de nuevo, apuntó con su arco. Una vez más utilizó la luz -no quería desvelar todos sus talentos tan deprisa- para formar una flecha sólida y disparó, apuntando directamente al sello rojo de la bestia de arcilla.
—Mantenedlos alejados, abrid fuego ante cualquier pirata u hostil —declaró mientras disparaba una nueva Flecha de Luz que por el efecto del Tempestas que tenía acoplado en el arco llevaría, además, una carga eléctrica.
Siguiendo sus órdenes, los que estaban dentro de su fortaleza -no había cerrado nada, así que seguía teniendo todas las ventanas abiertas- abrirían fuego contra los piratas que se pusieran a tiro. Miró de reojo en dirección a la bestia gigante y casqueó la lengua, ya tenía otro motivo para acabar rápido: dejar el camino despejado para que el bombardeo aliado se reanude y encargarse de ese bicho.
Lo que sí le hizo gracia fue lo que percibió al recibir el golpe. Ella misma y aquella bestia eran bastante parecidos, los dos eran mucho más resistentes que fuertes y no tenían demasiada agilidad. Quizá la diferencia estaban en los recursos que tenían y en que solo uno de los dos tenía fuerza de voluntad como tal. No pensaba permitir que una bestia sin alma pudiera con ella.
Su forma espiritual aún duraría un poco más, así que podía permitirse ponerse más violenta sin poner en peligro a quienes estaba protegiendo, aquellos que estaban detrás de su espalda.
—Los de las armas de balas esperad, no les afectan. Aseguraos de recargar la balista y los cañones y si veis más piratas disparadles con los rifles —indicó a sus habitantes, que se movilizaron para acelerar la recarga de las armas más pesadas.
La bestia se retorció en la red y no tardaría demasiado en deshacerse de ella, pero...
«¿Qué es eso?» pensó, al ver que en su nuca había algo grabado «Quizá eso sea lo que les de vida si no tienen un cuerpo dentro»
En su oficio habían varias formas de responder ante una amenaza desconocida. Ya había intentado la forma pacífica y había salido mal, esta vez no se preguntaría tanto qué hacer. Se movió para poder tener una línea de tiro más clara y, de nuevo, apuntó con su arco. Una vez más utilizó la luz -no quería desvelar todos sus talentos tan deprisa- para formar una flecha sólida y disparó, apuntando directamente al sello rojo de la bestia de arcilla.
—Mantenedlos alejados, abrid fuego ante cualquier pirata u hostil —declaró mientras disparaba una nueva Flecha de Luz que por el efecto del Tempestas que tenía acoplado en el arco llevaría, además, una carga eléctrica.
Siguiendo sus órdenes, los que estaban dentro de su fortaleza -no había cerrado nada, así que seguía teniendo todas las ventanas abiertas- abrirían fuego contra los piratas que se pusieran a tiro. Miró de reojo en dirección a la bestia gigante y casqueó la lengua, ya tenía otro motivo para acabar rápido: dejar el camino despejado para que el bombardeo aliado se reanude y encargarse de ese bicho.
- resumen:
- Recargar balista y cañones.
- Disparar una nueva flecha de luz reforzada con electricidad. Va dirigida al sello de sangre para ver qué pasa si lo rompe.
Roland von Klauswitz
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Era divertido aplastar a esos tipos, como cuando de niño las hormigas gigantes del hielo atacaron aquel colegio. Los piratas eran pequeños, frágiles y estaban de espaldas. Presa fácil al cien por cien, lo ideal para cosechar ganancias rápidas. La clase de gente de la que los fuertes podían y debían aprovecharse. No podía decirse que fuesen de los importantes, así que difícilmente valdrían un pimiento, pero suponía que si se cargaba a los suficientes conseguiría sumar una cantidad decente a base de morralla muerta.
Desde lo alto, dio rienda suelta al frenesí de pólvora, caos, destrucción y muerte que iba siempre unida a sus tareas. Cosas del oficio de cazador, aunque no es como si Roland estuviera disgustado en absoluto.
-¡Hohoho! -exclamó mientras sobrevolaba la tropa y sacaba su ametralladora a pasear.
Rudolf empezó a vomitar como si hubiese probado la comida con la que la primera ex-mujer de Roland intentó envenenarle. Bala tras bala, a un ritmo abrumador e implacable llovió sobre los criminales, sembrando la nieve de muertos y rojo al mismo tiempo que cagaba un río constante de casquillos vacíos y humeantes.
No era un tiroteo unilateral, por supuesto, pero mantenerse en movimiento y a una buena altura hacía maravillas para no quedar convertido en un queso de esos con agujeros como coño se llamaran. Aunque no es como si unos cuantos perdigones mal disparados fuesen a hacerle algo a un tío como él. Incluso se permitió descender y acercarse a Braud. El gigante peleaba a pelo, y ya iba siendo hora de que aprendiera a usar un arma de las de verdad.
-Agarra uno y verás como te dejas de puñetazos y ostias -le propuso, señalando las cajas lanzamisiles a ambos lados de su moto. Roland ya había usado uno como garrote en una ocasión, y la verdad era que le había gustado. Se sentía uno poderoso empuñando uno de esos, como si fuese un pollón explosivo.
Y para demostrar su poderío, volvió a elevarse y descargó toda su artillería contra esa especie de cosa animalesca tan fea y grandota. Si explotaba como un globo de agua lleno de vísceras y casquería sería un espectáculo digno de verse.
Desde lo alto, dio rienda suelta al frenesí de pólvora, caos, destrucción y muerte que iba siempre unida a sus tareas. Cosas del oficio de cazador, aunque no es como si Roland estuviera disgustado en absoluto.
-¡Hohoho! -exclamó mientras sobrevolaba la tropa y sacaba su ametralladora a pasear.
Rudolf empezó a vomitar como si hubiese probado la comida con la que la primera ex-mujer de Roland intentó envenenarle. Bala tras bala, a un ritmo abrumador e implacable llovió sobre los criminales, sembrando la nieve de muertos y rojo al mismo tiempo que cagaba un río constante de casquillos vacíos y humeantes.
No era un tiroteo unilateral, por supuesto, pero mantenerse en movimiento y a una buena altura hacía maravillas para no quedar convertido en un queso de esos con agujeros como coño se llamaran. Aunque no es como si unos cuantos perdigones mal disparados fuesen a hacerle algo a un tío como él. Incluso se permitió descender y acercarse a Braud. El gigante peleaba a pelo, y ya iba siendo hora de que aprendiera a usar un arma de las de verdad.
-Agarra uno y verás como te dejas de puñetazos y ostias -le propuso, señalando las cajas lanzamisiles a ambos lados de su moto. Roland ya había usado uno como garrote en una ocasión, y la verdad era que le había gustado. Se sentía uno poderoso empuñando uno de esos, como si fuese un pollón explosivo.
Y para demostrar su poderío, volvió a elevarse y descargó toda su artillería contra esa especie de cosa animalesca tan fea y grandota. Si explotaba como un globo de agua lleno de vísceras y casquería sería un espectáculo digno de verse.
- Resumen:
- Disparar en plan abusón, ofrecer un misil a Braud a ver si le gusta pegar a la gente con él y luego disparar todos los demás contra el bicharraco ese gigante/lo que sea esa cosa que quiero que explote.
Kohaku Sato
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—Pues no es gran cosa —murmuró, observando desde la puerta la sala de mandos. Había visto salas de control mucho más grandes que esa, aunque ¿qué podía esperar de unos burdos y sucios piratas? Aunque el tipejo al que había estado apunto de enfrentarse parecía más un general que un burdo delincuente.
Una vez dentro observó cada objeto que hubiera de forma tan rápida como efectiva, encontrando sobre la mesa un mapa de la zona. Era un mapa muy detallado de la isla y sus costas, así como dibujados en ella cuatro barcos colocados de forma muy regular. Kohaku no era una persona que entendiera mucho de mapas o navegación, es más, su sentido de la orientación era de lo más básico, pero por las señalizaciones que tenía el propio mapa pudo saber que cada navío estaba situado en punto cardina distinto frente a la costa en la que habían embarcado. «Puede ser casualidad…, o tal vez no», se dijo, observando el mapa con más atención.
De pronto, algo comenzó a vibrar en el interior de su bolsa, emitiendo justo después el indistinguible sonido que hace un den den mushi al recibir una llamada. Le pilló por sorpresa, así que tardó un par de segundos más en cogerlo de lo habitual. Al presionar el botón, al otro lado se encontraba Hazel.
—¿¡BAJO EL AGUA!? —se sobresaltó el cazador, ante la idea de tener que bajar buceando para romper las dichosas antes, después de todo era el único que sabía nadar. No obstante, recordó de pronto que Hazel había tomado un submarino prestado—. Yo he conseguido un mapa que indican donde están situadas las otras antenas, o eso creo. Además de indicar como están distribuidos los barcos enemigos. Si hacemos uso del submarino, la mascota de Raion y de lo que le gusta liarla a nuestro amigo Mink, quizás podamos devolver las comunicaciones más pronto que tarde —le dijo, como si estuviera dando un plan detallado, aunque no era así—. Yo iré a buscar a Raion y nos vemos en el costado diestro del barco, ¿entendido? Nos vemos.
Y sin dejarla responder, cortó la comunicación. Dicho aquello, a sabiendas de que los minks tienen buen oído, salió de allí y comenzó a llamar a Raion en voz alta, adentrándose un poco en el barco. Una vez lo encontrara le diría lo que Hazel le había comunicado, así como el contenido del mapa y la idea de ir a destruir las antenas y hacer daño en los barcos enemigos.
—¿Qué te parece, Raion? —le preguntó, para luego esperar a que Hazel elevara el submarino y partir con ella—. Espero que conduzcas mejor el submarino que el trineo —le diría a Hazel si logran zarpar en el submarino.
Una vez dentro observó cada objeto que hubiera de forma tan rápida como efectiva, encontrando sobre la mesa un mapa de la zona. Era un mapa muy detallado de la isla y sus costas, así como dibujados en ella cuatro barcos colocados de forma muy regular. Kohaku no era una persona que entendiera mucho de mapas o navegación, es más, su sentido de la orientación era de lo más básico, pero por las señalizaciones que tenía el propio mapa pudo saber que cada navío estaba situado en punto cardina distinto frente a la costa en la que habían embarcado. «Puede ser casualidad…, o tal vez no», se dijo, observando el mapa con más atención.
De pronto, algo comenzó a vibrar en el interior de su bolsa, emitiendo justo después el indistinguible sonido que hace un den den mushi al recibir una llamada. Le pilló por sorpresa, así que tardó un par de segundos más en cogerlo de lo habitual. Al presionar el botón, al otro lado se encontraba Hazel.
—¿¡BAJO EL AGUA!? —se sobresaltó el cazador, ante la idea de tener que bajar buceando para romper las dichosas antes, después de todo era el único que sabía nadar. No obstante, recordó de pronto que Hazel había tomado un submarino prestado—. Yo he conseguido un mapa que indican donde están situadas las otras antenas, o eso creo. Además de indicar como están distribuidos los barcos enemigos. Si hacemos uso del submarino, la mascota de Raion y de lo que le gusta liarla a nuestro amigo Mink, quizás podamos devolver las comunicaciones más pronto que tarde —le dijo, como si estuviera dando un plan detallado, aunque no era así—. Yo iré a buscar a Raion y nos vemos en el costado diestro del barco, ¿entendido? Nos vemos.
Y sin dejarla responder, cortó la comunicación. Dicho aquello, a sabiendas de que los minks tienen buen oído, salió de allí y comenzó a llamar a Raion en voz alta, adentrándose un poco en el barco. Una vez lo encontrara le diría lo que Hazel le había comunicado, así como el contenido del mapa y la idea de ir a destruir las antenas y hacer daño en los barcos enemigos.
—¿Qué te parece, Raion? —le preguntó, para luego esperar a que Hazel elevara el submarino y partir con ella—. Espero que conduzcas mejor el submarino que el trineo —le diría a Hazel si logran zarpar en el submarino.
- Resumen:
- Coger el mapa + hablar con Hazel + buscar y hablar con Raion + subir al submarino y poner rumbo a donde diga Hazel
Raion
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El león se adentró más y más en las entrañas de aquel navío, guiado inicialmente por el rastro de su compañera cazarrecompensas Hazel. Sin embargo, pronto las señales de la presencia reciente de otra persona comenzaron a hacerse patentes. El capitán de aquel barco, el tipo que tantos problemas le había dado hasta que logró derrotarle. Intrigado por lo que podría encontrar, el curioso felino decidió seguir aquel rastro. Recorrió los estrechos pasillos, buscando alguna pista de lo que aquellos tipos hacían allí. Quiénes eran realmente, quién les había ordenado bloquear las comunicaciones y por qué... cualquier información que pudiera servirle. Quién sabía, tal vez incluso pudiera encontrar su camarote y acceder a sus pertenencias, anotaciones, etc. Seguramente lo que pudiera encontrar en ese lugar resultaría de enorme valor.
Por un momento le pareció escuchar a lo lejos la voz de Kohaku, pero no logró entender qué decía. Sabía que su compañero era poderoso y que podía arreglárselas solo, además de que en principio eran las únicas personas que seguían con vida en el barco. Por lo tanto, el mink decidió seguir adelante. La posibilidad de encontrar algo que resolviera el misterio de lo que sucedía en la isla resultaba demasiado tentadora. La clave para detener el bloqueo de comunicaciones, o hasta la invasión del Reino de Drum podía encontrarse allí. Era incluso posible que el rastro del capitán le llevase a algún lugar secreto dentro del navío... Las posibilidades eran potencialmente demasiado buenas como para no seguir buscando.
Además, a diferencia de sus dos compañeros él podía volar. Lo que significaba que incluso si una vez hubiera encontrado lo que buscaba ellos no habían tenido más remedio que marcharse, no necesitaría medio de transporte alguno para volver a la costa o atacar algún otro de los navíos de la línea de bloqueo. Su poder era cuanto le hacía falta para ello. Y si le necesitaban podía acudir volando en su ayuda, alcanzándoles en un momento. Sin embargo no tendría otra oportunidad de encontrar las respuestas que necesitaban si estas se hallaban allí.
Por un momento le pareció escuchar a lo lejos la voz de Kohaku, pero no logró entender qué decía. Sabía que su compañero era poderoso y que podía arreglárselas solo, además de que en principio eran las únicas personas que seguían con vida en el barco. Por lo tanto, el mink decidió seguir adelante. La posibilidad de encontrar algo que resolviera el misterio de lo que sucedía en la isla resultaba demasiado tentadora. La clave para detener el bloqueo de comunicaciones, o hasta la invasión del Reino de Drum podía encontrarse allí. Era incluso posible que el rastro del capitán le llevase a algún lugar secreto dentro del navío... Las posibilidades eran potencialmente demasiado buenas como para no seguir buscando.
Además, a diferencia de sus dos compañeros él podía volar. Lo que significaba que incluso si una vez hubiera encontrado lo que buscaba ellos no habían tenido más remedio que marcharse, no necesitaría medio de transporte alguno para volver a la costa o atacar algún otro de los navíos de la línea de bloqueo. Su poder era cuanto le hacía falta para ello. Y si le necesitaban podía acudir volando en su ayuda, alcanzándoles en un momento. Sin embargo no tendría otra oportunidad de encontrar las respuestas que necesitaban si estas se hallaban allí.
- Resumen:
- Tirar p'abajo siguiendo el rastro del capitán huido en busca de cualquier información u otro hallazgo que pueda resultarnos de utilidad.
—Espera un momento, no creo que... —Y la comunicación se cortó. Hazel soltó un alarido dentro del submarino, claramente a su límite. Había sido capaz de llamar durante unos segundos, pero solo a Kohaku y con una calidad terrible. Abby no había podido cogerlo, o quizás la señal no llegara por estar demasiado lejos del lugar donde había creado esa brecha en la interrupción de comunicaciones. Si Kohaku tenía razón en algo era en que tenían que ocuparse de los demás barcos. Hazel miró exasperada lo que tenía en frente, buscando lo que se suponía que indicaría el nivel de carburante del submarino. ¿Y si se quedaban atrapados en el fondo del mar? Con suerte habría suficiente para poder llegar a tierra al menos.
Sin muchas más opciones, la albina acabaría por dirigirse a donde le había indicado el moreno y esperaría… Esperaría un rato largo. Hasta el punto de acabar hasta las narices —más aún—.
—¿Dónde cojones se han metido? —Cuestionó en voz alta, abriendo la escotilla del submarino tras haberlo dejado «estabilizado». Le empezaba a coger el truco a aquel cacharro, o eso creía ella. Desde ahí buscaría un cabo para intentar subir a cubierta y pegar cuatro voces. De verdad, hubiera estado de fábula tener a alguien que pudiera dirigir el barco en vez de ir con su cascara de nuez subacuática como proponía Kohaku. Una de las cosas que quería decirle cuando le colgó en las narices. A la próxima que entrenasen juntos o estuvieran en un lugar seguro le haría comerse el caracol, lo tenía claro.
Cruzada de brazos, acabó esperando hasta cinco minutos más hasta que a Kohaku le dio por asomarse, Solo. No estaban los piratas, no estaba Raion. ¿Qué se había perdido? Bueno, se lo había perdido por su propia culpa, buscando una forma útil de ayudar en vez de simplemente pelearse. Eso se lo hubiera dejado al pollito si se hubiera dignado en venir. Sí, el recuerdo de su «amigo» asomaba en esos momentos más que nunca. Desde luego se lo cobraría con creces. Solo había que esperar a que pasara toda esa mierda.
—Bueno, ¿Vas a ponerme al día o? ¿Y los piratas? ¿Raion? Aunque dudo que cupiéramos todos de todos modos. Sinceramente, si por mi fuera os pondría a alguno de los dos a mover este armatoste en vez de usar el submarino. Que yo sé nadar bien, pero intenta tú abrir la escotilla debajo del agua para salir. Y no, yo no sé navegar, así que sería costa tuya o de Raion.
Una vez la hubiera puesto al día, o poniéndose al día mientras volvía al submarino, que había dejado amarrado al cabo, por si las moscas antes de subir, se aseguraría de desatar el nudo, cerrar la escotilla y pedir indicaciones sobre a donde tenían que ir a su nuevo copiloto.
—Si nos quedamos sin combustible subiré hacia arriba con antelación y nos tocará… Seguramente nadar. ¿Estará bien dejar solo a Raion?
Sin muchas más opciones, la albina acabaría por dirigirse a donde le había indicado el moreno y esperaría… Esperaría un rato largo. Hasta el punto de acabar hasta las narices —más aún—.
—¿Dónde cojones se han metido? —Cuestionó en voz alta, abriendo la escotilla del submarino tras haberlo dejado «estabilizado». Le empezaba a coger el truco a aquel cacharro, o eso creía ella. Desde ahí buscaría un cabo para intentar subir a cubierta y pegar cuatro voces. De verdad, hubiera estado de fábula tener a alguien que pudiera dirigir el barco en vez de ir con su cascara de nuez subacuática como proponía Kohaku. Una de las cosas que quería decirle cuando le colgó en las narices. A la próxima que entrenasen juntos o estuvieran en un lugar seguro le haría comerse el caracol, lo tenía claro.
Cruzada de brazos, acabó esperando hasta cinco minutos más hasta que a Kohaku le dio por asomarse, Solo. No estaban los piratas, no estaba Raion. ¿Qué se había perdido? Bueno, se lo había perdido por su propia culpa, buscando una forma útil de ayudar en vez de simplemente pelearse. Eso se lo hubiera dejado al pollito si se hubiera dignado en venir. Sí, el recuerdo de su «amigo» asomaba en esos momentos más que nunca. Desde luego se lo cobraría con creces. Solo había que esperar a que pasara toda esa mierda.
—Bueno, ¿Vas a ponerme al día o? ¿Y los piratas? ¿Raion? Aunque dudo que cupiéramos todos de todos modos. Sinceramente, si por mi fuera os pondría a alguno de los dos a mover este armatoste en vez de usar el submarino. Que yo sé nadar bien, pero intenta tú abrir la escotilla debajo del agua para salir. Y no, yo no sé navegar, así que sería costa tuya o de Raion.
Una vez la hubiera puesto al día, o poniéndose al día mientras volvía al submarino, que había dejado amarrado al cabo, por si las moscas antes de subir, se aseguraría de desatar el nudo, cerrar la escotilla y pedir indicaciones sobre a donde tenían que ir a su nuevo copiloto.
—Si nos quedamos sin combustible subiré hacia arriba con antelación y nos tocará… Seguramente nadar. ¿Estará bien dejar solo a Raion?
- resumen:
- • Ragear porque Kohaku le cuelgue sin dejarle hablar.
• Subir otra vez, como le ha dicho el señorito, tras comprobar el combustible.
• Esperar cual gilipollas hasta que aparece solo Kohaku porque Raion le ha hecho /ignore.
• Cuestionar qué ha pasado en su ausencia, acordarse del pollo y de su ascendencia, volver al submarino tras preguntar cosas, y confirmar que no hay manera de usar el barco en vez del cacharro, ponerse de nuevo en plan piloto y pedir indicaciones. Si ve el carburante bajando demasiado hará por volver a emerger y ya se buscarán la vida.
Zira
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La chica respiraba hondo mientras el hombre sacaba el den den mushi, Zira escuchó lo que el hombre avisaba, no encontró ningún inconveniente en sus palabras, largó un suspiro de alivio. Fue entonces que el pelirrojo le habló. –Bien, espero que haga bien su trabajo el otro. –Dijo en referencia a la persona con la que el pelirrojo se comunicó para luego tronarse el cuello. Encaró a Drukoff para darle algunas indicaciones. –Será mejor que reúnas a todos los B.B.K, incluidos los tres grandes, seguro el capitán querrá darnos nuevas órdenes en torno a esta situación. –Le dijo al gigante, este la miró, iba a decir algo, pues nunca la vio tan seria. –¿Por favorcito? –Con una sonrisa y un tono infantil volvió la Zira de siempre.
Drukoff solo largó una pequeña carcajada ante la actitud de Zira, le mostró un pulgar arriba y nuevamente estaba por hablar, pero entonces ella salió corriendo detrás del pelirrojo. –Hey, espérame. –Se quejó mientras corría detrás suyo, ambos iban a por Alpha, sin embargo no sabían con exactitud su situación.
Drukoff solo largó una pequeña carcajada ante la actitud de Zira, le mostró un pulgar arriba y nuevamente estaba por hablar, pero entonces ella salió corriendo detrás del pelirrojo. –Hey, espérame. –Se quejó mientras corría detrás suyo, ambos iban a por Alpha, sin embargo no sabían con exactitud su situación.
- Resumen:
- Zira le da una indicación a Drukoff y luego se dispone a seguir a su nuevo compañero..
Normas del capítulo:
Durante un instante todos los problemas parecen pequeños. Durante unos segundos el tiempo se detiene y las miradas de todo el mundo se dirigen al cielo. Todo empieza como un brillo en la lejanía, un segundo amanecer que poco a poco surca el firmamento. Con un brillo cegador y una estela de llamas un inmenso meteorito aparece de la nada, partiendo los cielos con una estela de humo y un estruendo ensordecedor. Tarda unos segundos eternos en pasar sobre el cielo de Sakura hasta perderse de nuevo por el otro lado del horizonte.
El silencio se hace, sin que nadie sepa exáctamente lo que hacer, pero cuando parecía que todo podía volver a la normalidad… un estruendo llega a vuestros oídos desde la lejanía. Un temblor sacude la tierra y varias avalanchas se desmoronan en las montañas lejanas. Es entonces cuando empieza a nevar, pero no son copos de nieve, sino de ceniza.
La escena ha dejado a todos sin palabras, un cataclismo ha sacudido los mares en alguna parte del mundo y no podéis evitar pensar… que podíais haber sido vosotros. Quizás esta segunda oportunidad en la vida ha hecho que alguno se replantee si de verdad debería estar ahí, pero ya es demasiado tarde. Y tal y como se detuvo, la guerra se reanuda, con los ojos puestos en el horizonte, con el temor de que esto no haya acabado.
- Se moderará los martes entre las 22:00 y las 23:59.
- No se puede postear los martes antes de la moderación.
- Hay un reloj que marca el tiempo restante. Cuando acaba los temas se cierran.
- Está prohibido metarrolear, powerrolear y demás actitudes tóxicas.
- A más riesgo, más premio.
- Como es tradición, el barco de Sons of Anarchy se hundirá en algún momento.
- Cada post debe ocupar entre 250 y 1.200 palabras. Si no se está en estos límites, el post podría ser ignorado.
- Es responsabilidad de un usuario comunicarse con la gente con la que interactúa.
- Si un post tiene más de 15 faltas ortográficas por párrafo podría ser ignorado.
- Hacer un resumen de acciones relevantes es obligatorio independientemente de la extensión.
- La ley del plot no es a prueba de idiotas.
Moderación:
Durante un instante todos los problemas parecen pequeños. Durante unos segundos el tiempo se detiene y las miradas de todo el mundo se dirigen al cielo. Todo empieza como un brillo en la lejanía, un segundo amanecer que poco a poco surca el firmamento. Con un brillo cegador y una estela de llamas un inmenso meteorito aparece de la nada, partiendo los cielos con una estela de humo y un estruendo ensordecedor. Tarda unos segundos eternos en pasar sobre el cielo de Sakura hasta perderse de nuevo por el otro lado del horizonte.
El silencio se hace, sin que nadie sepa exáctamente lo que hacer, pero cuando parecía que todo podía volver a la normalidad… un estruendo llega a vuestros oídos desde la lejanía. Un temblor sacude la tierra y varias avalanchas se desmoronan en las montañas lejanas. Es entonces cuando empieza a nevar, pero no son copos de nieve, sino de ceniza.
La escena ha dejado a todos sin palabras, un cataclismo ha sacudido los mares en alguna parte del mundo y no podéis evitar pensar… que podíais haber sido vosotros. Quizás esta segunda oportunidad en la vida ha hecho que alguno se replantee si de verdad debería estar ahí, pero ya es demasiado tarde. Y tal y como se detuvo, la guerra se reanuda, con los ojos puestos en el horizonte, con el temor de que esto no haya acabado.
- Abi, Braud y Roland:
- Abi, disparas apuntando al sello y la flecha atraviesa la cerámica limpiamente, dejando un agujero en esta. No parece que la bestia haya recibido más daño que antes, pero algo ha cambiado. Se ha quedado completamente quieta, inerte, como una estatua normal. Sin el movimiento que le de vida pierde el equilibrio y cae al suelo, partiéndose en mil pedazos.
- ¡Llenadlo de agujeros! - Uno de los oficiales que lo ha visto grita la orden. - ¡Cuando veáis una marca roja disparad con todo!
Tras eso parte de los soldados con armas pesadas empiezan a sobrepasar a la bestia que queda, parece que ya saben como tratar con esta distracción. Y hablando de distracciones…
Roland, dejas bastantes muertos tras tu paso y una cantidad importante de piratas queda inerte sobre el barro tras los pasos de sus compañeros. Si, te disparan y fallan pero tras el último ataque no son los únicos a los que has llamado la atención. Las explosiones se ven espectaculares, trozos de madera en llamas salen volando, junto con trozos de esa materia negra que lo compone. Cuando el humo se disipa puedes ver que has abierto un gran agujero en el casco del barco que había tomado como caparazón. Pero la masa negra que lo compone tiene agarrado la parte que te parece más interesante de un barco a parte de la despensa, los cañones. Protegidos a buen recaudo ahora se giran y te apuntan. Siete de ellos descargan una salva explosiva contra lo que ha demostrado ser la mayor amenaza hasta ahora.
- Hazel, Raion y Kohaku:
- Raion, sigues el rastro y este te lleva a un camarote. Es poco más grande que los demás, con las comodidades justas como para poder trabajar con algo de intimidad. Sin duda es el del capitán, aunque al igual que el resto es algo austero, casi con una disciplina militar, presenta la decoración justa. Al lado del camastro puedes ver un armario, en frente un pequeño escritorio con una cajonera pequeña. En el escritorio hay una foto en la cual puedes ver la escena de una niña a hombros de este hombre (Unos años más joven) mientras juegan con su perro. Mientras investigas encuentras la doblada perfectamente en uno de los cajones una bandera que no es pirata, sino de un reino que no reconoces, también varias condecoraciones y méritos. Tras registrar a fondo la habitación encuentras algo, un diario. Las entradas son regulares y la letra pequeña pero uniforme, necesitarías algo de tiempo libre si deseas indagar más en la vida de este hombre y su tripulación.
Kohaku. Mientras te comunicas con Hazel alguien llega a la cubierta, por un momento piensas que son más enemigos, pero al mirar te tranquilizas. Son los soldados de Sakura que os acompañaban. Han terminado de asegurar la zona y comprobar los restos de los demás barcos, durante la batalla se dispersaron, pero dado que no habéis tardado mucho en encargaros han subido. Llegan casi al mismo tiempo que emerge Hazel con el submarino que ha tomado prestado (Por cierto, casi no ha consumido combustible, calculas que podría navegar un par de horas más sin problemas)
Los soldados os indican que pueden encargarse de navegar el barco para evitar que lo tomen de nuevo los piratas y llevarlo a puerto. Aunque uno de ellos propone otra cosa. En caso de que decidáis ir a por otra de las antenas podríais usarlo para acercaros al enemigo. Con ellos a bordo tenéis la tripulación necesaria para tripularlo con lo básico. También podríais pedirles que lo lleven a puerto e ir en submarino, o por otra parte volver todos a la isla y ayudar en la batalla. Eso ya es decisión vuestra.
Decidáis lo que decidáis están más o menos a la misma distancia, podéis narrar el viaje por las aguas y llegaréis en la siguiente moderación.
- Bizvan:
- Mientras regresáis y tratas las heridas recibís algunos mensajes perdidos en los den den mushi. La mayoría pruebas de comunicaciones de Sakura, aunque todavía con alguna interferencia. Está claro que ahora se podía establecer una comunicación, puede que incluso llamar y pedir refuerzos a la Marina.
No tardáis mucho en llegar a tierra donde os atienden y te ponen al día. Si necesitas comunicarte con algún superior para que traiga refuerzos a la isla este es el momento. En cuanto a la batalla en la costa, están en un empate que parecen estar perdiendo, las fuerzas de la isla resisten, pero cada vez los piratas usan algún truco nuevo para seguir avanzando. Si lo deseas podrías ir a la playa, o por el contrario dedicar antes un tiempo a que te traten mejor las heridas en enfermería antes de ir.
- Freites y Zira:
- Zira, no te cuesta mucho alcanzar el paso de tu nuevo acompañante. Camina rápido aunque parece no darle mucha importancia ni a la guerra que se está librando cerca o a literalmente el meteorito apocalíptico que acaba de surcar los cielos sobre vuestras cabezas. Podrías preguntarle algo mientras camináis y dependiendo de lo que sea podría responder con algo de información útil.
Freites, mientras ambos descansais de la descarga ves a tus espaldas como la tormenta empeora por momentos. Empiezan a caer rayos dentro de la zona donde estabas y cada vez con más frecuencia, aunque las varillas que los provocan están empezando a temblar.
Un meteorito después puedes ver a tres personas que se acercan por donde viniste. Una es Zira, acompañada de un pelirrojo alto con una coraza y la insignia de la banda de Payne en esta. La otra camina de un lado a otro cerca de Zira, aunque no hace nada de ruido, es un encapuchado con una máscara blanca y plana sin rasgos faciales, con una chaqueta negra y unos pantalones de cuero.
- Saludos. Mi nombre es Theodor Lowenhart, un fiel sirviente de mi señora Cecylia Payne. - Se presenta mientras hace una cortés reverencia. - Y esta es… Fukuro, deja de hacer eso, no nos dejas bien cuando caminas a espaldas de alguien.
- Ui. Perdón Theo, ya saber, es la costumbre. - Una risilla femenina sale de debajo de la máscara a la vez que ella salta al lado de su compañero, quedando ambos a la vista.
- Supongo que ya lo habéis visto, pero la situación en la isla ha cambiado. Nuestra señora requiere vuestra presencia y es mi deber llevaros con ella.
Tras el descanso te encuentras lo suficientemente bien como para volver a la acción, aunque con algo de dolor. La cuestión es ¿Irás con ellos o continuarás con la batalla en Sakura?
Freites D. Alpha
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Definitivamente todo lo que acaba de ocurrir me ha dejado un poco fuera de lugar. ¿Acaso eso era un meteorito? Apenas he tenido la oportunidad de verlo y el retumbo nos ha dejado casi sordos a Suzaku y a mi persona. El tiempo pasa y el descanso va haciendo efecto. Aunque el estruendo adentro de la jaula se hace cada vez más y más indetenible. Unos segundos más adentro y lo más seguro era que hubiéramos terminado fritos.
Quizás no habíamos salido de allí ilesos, pero hubiera sido peor.
¿La nieve se tornó negra? No… esta cosa que estaba cayendo no era nieve, era cecina. Era algo normal después de haber recibido una dosis del humo de la roca gigante flameante. Además, de algo era seguro, es que era demasiada casualidad. Yo tenía una corazonada, pero aún no estaba ciento por ciento seguro.
-Vamos, amor. Debemos seguir adelante. – Me levante al igual que mi súper ave. El descansar nos había sentado bastante bien a ambos, pero aun sentíamos algo de dolor. Tanto la plumífera como yo estábamos listos para la batalla, pero los cambias cambiarían drásticamente.
Llegarían Zira con otras dos personas. No me había sido difícil identificar el emblema de Payne, el hombre se presento cordialmente. Cosa que agradecía mucho. – El placer es mío señor Theodor. – Incline la cabeza devolviendo el saludo. – Y un placer también, Fukuro – Incline nuevamente la cabeza.
- Tu infórmame de la situación, Zira. – Una vez ella me diera todos los datos. Procedería a sonreír satisfechos. – Tal y como lo predije. Bien hecho, te has ganado un nuevo juguete. – Saque de la alforja el arma que le había quitado al hombre del escudo. Se la entregue con una expresión de alegría en mi rostro. – Estoy orgulloso. Tu información será de utilidad. Necesitamos reunir a todos para el siguiente movimiento.
Monte sobre Suzaku y mire fijamente al señor Theodor. – Me gustaría un informe general mientras nos ponemos en camino para reunimos con Lady Payne, si es posible claro. El tiempo apremia, debemos ser rapidos. Zira, conmigo. – Le extendí la mano para que montara a Suzaku y cabalgase conmigo. Nada era más rápido que mi súper ave y el tiempo apremiaba.
Quizás no habíamos salido de allí ilesos, pero hubiera sido peor.
¿La nieve se tornó negra? No… esta cosa que estaba cayendo no era nieve, era cecina. Era algo normal después de haber recibido una dosis del humo de la roca gigante flameante. Además, de algo era seguro, es que era demasiada casualidad. Yo tenía una corazonada, pero aún no estaba ciento por ciento seguro.
-Vamos, amor. Debemos seguir adelante. – Me levante al igual que mi súper ave. El descansar nos había sentado bastante bien a ambos, pero aun sentíamos algo de dolor. Tanto la plumífera como yo estábamos listos para la batalla, pero los cambias cambiarían drásticamente.
Llegarían Zira con otras dos personas. No me había sido difícil identificar el emblema de Payne, el hombre se presento cordialmente. Cosa que agradecía mucho. – El placer es mío señor Theodor. – Incline la cabeza devolviendo el saludo. – Y un placer también, Fukuro – Incline nuevamente la cabeza.
- Tu infórmame de la situación, Zira. – Una vez ella me diera todos los datos. Procedería a sonreír satisfechos. – Tal y como lo predije. Bien hecho, te has ganado un nuevo juguete. – Saque de la alforja el arma que le había quitado al hombre del escudo. Se la entregue con una expresión de alegría en mi rostro. – Estoy orgulloso. Tu información será de utilidad. Necesitamos reunir a todos para el siguiente movimiento.
Monte sobre Suzaku y mire fijamente al señor Theodor. – Me gustaría un informe general mientras nos ponemos en camino para reunimos con Lady Payne, si es posible claro. El tiempo apremia, debemos ser rapidos. Zira, conmigo. – Le extendí la mano para que montara a Suzaku y cabalgase conmigo. Nada era más rápido que mi súper ave y el tiempo apremiaba.
- Resumen:
- -Cotillear un poco
-Dar el arma nueva a Zira, si no es muchas molestia pido a mi narrador que le especifique como luce el arma a Zira, ya que no paneo quedármela.
- No negar a ir a la audiencia con Payne y ponerme en marcha.
Illje Landvik
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La conejita puso los ojos en blanco. ¿Tercera al mando?
-Capitana Segunda.- Afirmó con seguridad.- O Grumete Primera, como prefieras. Es mi última oferta.
De cualquier modo, eso era una minucia. Podían discutir la sintáctica más adelante, porque el hecho era que con su barco habiendo zarpado en otra dirección, tan solo quedaban ellos dos para disputarse los puestos que quisieran. No había duda de que llegarían a un acuerdo más que satisfactorio antes o después.
La idea de secuestrar a la princesa, sin embargo, ya le convencía menos. Es decir, entendía su punto, pero seguía siendo una princesa. ¿Realmente querían compararla con el Nepo? Se inclinó para susurrarle al oído:
-¿No crees que se sentiría un poquito mal cuando no pudiera seguirle el ritmo? Ten en cuenta que no sabemos de dónde ha salido…
Con el Nepo era diferente, al fin y al cabo. Le habían encontrado cuando era un hermoso osezno y desde aquella toda su educación y alimentación habían sido exquisitas. Incluso ahora que no estaba a su lado, tenía total confianza en que se cuidaría perfectamente. El Nepo era así de listo. Una princesa desconocida, por otro lado… Oh no.
-¿Y si tiene piojos?- preguntó en un susurro preocupado. No. No, definitivamente era mala idea.
En cualquier caso, el príncipe no tarda en contestar. Según sus palabras si lograban mantener la paz lograrían otro favor, bien del rey o de la princesa. Era a todas luces un buen trato porque, ¿cómo de difícil podía ser mantener la paz? No más de lo que había sido librarse de los dinosaurios, eso seguro.
Confiada, aceptó la oferta de una expresiva cabezada. Antes de hacer de adalides de la justicia, sin embargo, tenían otra tarea pendiente.
En cuanto les señalaron el camino a la azotea, Illje echó a caminar por las escaleras a toda velocidad. Si había algo cierto en toda esa situación era que iban a cambiar la bandera. ¿Por qué? Bueno… ¿Por qué no? Sabía que Claude siempre llevaba una encima, que menos que darle uso.
Sin embargo, en cuanto llegó arriba… se quedó quieta, callada, mirando el horizonte.
Por un segundo creyó que estaba amaneciendo, pero aunque no recordaba exactamente qué hora era, sabía que no tenía sentido. Y poco después, un meteorito surcó el cielo. A la conejita se le pusieron los pelos de gallina mientras un escalofrío le recorría entera. No entendía qué estaba sucediendo, pero sabía que no era bueno. El suelo se sacudió bajo sus pies y un estruendo marcó el final de la pesadilla. Quizá el principio. La ceniza empezó a caer perezosamente mientras Illje sacudía la cabeza para intentar quitarse la mala sensación de encima. Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en el premio: ¡La bandera de Sakura! Un poco más tranquila, se dirigió hacia allí y empezó a desatarla con calma mientras tarareaba por lo bajo.
No sabía qué acababa de suceder y tampoco estaba segura de querer saberlo. Cosas que brillan en lo alto, donde no puede alcanzar, no eran asunto suyo. No a menos que estuvieran cerca, por lo menos.
-Capitana Segunda.- Afirmó con seguridad.- O Grumete Primera, como prefieras. Es mi última oferta.
De cualquier modo, eso era una minucia. Podían discutir la sintáctica más adelante, porque el hecho era que con su barco habiendo zarpado en otra dirección, tan solo quedaban ellos dos para disputarse los puestos que quisieran. No había duda de que llegarían a un acuerdo más que satisfactorio antes o después.
La idea de secuestrar a la princesa, sin embargo, ya le convencía menos. Es decir, entendía su punto, pero seguía siendo una princesa. ¿Realmente querían compararla con el Nepo? Se inclinó para susurrarle al oído:
-¿No crees que se sentiría un poquito mal cuando no pudiera seguirle el ritmo? Ten en cuenta que no sabemos de dónde ha salido…
Con el Nepo era diferente, al fin y al cabo. Le habían encontrado cuando era un hermoso osezno y desde aquella toda su educación y alimentación habían sido exquisitas. Incluso ahora que no estaba a su lado, tenía total confianza en que se cuidaría perfectamente. El Nepo era así de listo. Una princesa desconocida, por otro lado… Oh no.
-¿Y si tiene piojos?- preguntó en un susurro preocupado. No. No, definitivamente era mala idea.
En cualquier caso, el príncipe no tarda en contestar. Según sus palabras si lograban mantener la paz lograrían otro favor, bien del rey o de la princesa. Era a todas luces un buen trato porque, ¿cómo de difícil podía ser mantener la paz? No más de lo que había sido librarse de los dinosaurios, eso seguro.
Confiada, aceptó la oferta de una expresiva cabezada. Antes de hacer de adalides de la justicia, sin embargo, tenían otra tarea pendiente.
En cuanto les señalaron el camino a la azotea, Illje echó a caminar por las escaleras a toda velocidad. Si había algo cierto en toda esa situación era que iban a cambiar la bandera. ¿Por qué? Bueno… ¿Por qué no? Sabía que Claude siempre llevaba una encima, que menos que darle uso.
Sin embargo, en cuanto llegó arriba… se quedó quieta, callada, mirando el horizonte.
Por un segundo creyó que estaba amaneciendo, pero aunque no recordaba exactamente qué hora era, sabía que no tenía sentido. Y poco después, un meteorito surcó el cielo. A la conejita se le pusieron los pelos de gallina mientras un escalofrío le recorría entera. No entendía qué estaba sucediendo, pero sabía que no era bueno. El suelo se sacudió bajo sus pies y un estruendo marcó el final de la pesadilla. Quizá el principio. La ceniza empezó a caer perezosamente mientras Illje sacudía la cabeza para intentar quitarse la mala sensación de encima. Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en el premio: ¡La bandera de Sakura! Un poco más tranquila, se dirigió hacia allí y empezó a desatarla con calma mientras tarareaba por lo bajo.
No sabía qué acababa de suceder y tampoco estaba segura de querer saberlo. Cosas que brillan en lo alto, donde no puede alcanzar, no eran asunto suyo. No a menos que estuvieran cerca, por lo menos.
- resumen:
- Subir a la azotea, acojonarse con el meteorito y distraerse quitando la bandera de sakura
Roland von Klauswitz
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Impacto directo. Cien puntos para Roland y cero para ese trozo de mierda que acababa de aprender el significado de recibir un misil en la puta cara. Bueno, quizás no en la cara exactamente, pero poco importaba si a uno lo bombardeaban por un lado o por otro. Lo importante era el BOOM.
Roland se permitió regodearse mientras Rudolf surcaba los cielos lentamente. Aprovechó el momento triunfal para zamparse unos pocos dulces más recién horneados en el infierno azucarado del que su poder los invocara. Eso le agrió el buen humor, pero si valía para que la pierna dejase de escocerle como lo hacía tendría que aguantarse. Además, había un montón de pardillos con los que pagar la mala leche que le dejaba el azúcar.
Sin embargo, todo se descontroló enseguida. En cuanto el humo se disipó se encontró con más de media docena de cañones apuntándole. Vaya cagada. ¿Le iban a devolver el favor ahora? ¿Cómo? Osea, esa cosa ni siquiera parecía estar entera, ¿y aun así pretendía dispararle?
-Putos bichos raros.
Aceleró, dejando que el viento y el rugido del motor se llevaran sus contundentes pensamientos sobre la cantidad de pirados excéntricos que había en esa zona del mundo. Le daba motivos a uno para querer volverse a su isla y no salir más.
Los cañones bramaron al soltar su carga. Un buen acelerón hacía milagros con según qué cosas, lo que incluía evitar salvas de artillería. Lástima que los reflejos de Roland no fuesen los que eran en su juventud. Cincuenta años antes, esas dos balas no le habrían dado. Más que el dolor físico le dolió ver caer varias de las piezas de su moto. La caja lanzamisiles izquierda se soltó por el impacto, provocando una enorme explosión al detonar su carga; el fuego engulló a Roland durante la fracción de segundo que la onda expansiva tardó en darle un empujón. La otra le había dado en la mano, cobrándose algún hueso roto -Roland desconocía y le importaba un huevo si en la mano había más de un hueso- y un trozo del manillar, junto con varias de las astas del cráneo de reno que formaban la parte delantera de Black Rodolfus.
-¡Hijoputa!
Viró bruscamente y encaró al barco-engendro raro. Tocó la palanquita adecuada y la calavera de reno abrió la boca. El aire se onduló ante el tubo agujereado que surgía de su boca. No sabía qué era esa cosa negra ni tampoco quería saberlo. No era necesario. Fuera lo que fuese, se quemaría antes de poder volver a dispararle.
Activó el lanzallamas e hizo una pasada para freírlo.
Roland se permitió regodearse mientras Rudolf surcaba los cielos lentamente. Aprovechó el momento triunfal para zamparse unos pocos dulces más recién horneados en el infierno azucarado del que su poder los invocara. Eso le agrió el buen humor, pero si valía para que la pierna dejase de escocerle como lo hacía tendría que aguantarse. Además, había un montón de pardillos con los que pagar la mala leche que le dejaba el azúcar.
Sin embargo, todo se descontroló enseguida. En cuanto el humo se disipó se encontró con más de media docena de cañones apuntándole. Vaya cagada. ¿Le iban a devolver el favor ahora? ¿Cómo? Osea, esa cosa ni siquiera parecía estar entera, ¿y aun así pretendía dispararle?
-Putos bichos raros.
Aceleró, dejando que el viento y el rugido del motor se llevaran sus contundentes pensamientos sobre la cantidad de pirados excéntricos que había en esa zona del mundo. Le daba motivos a uno para querer volverse a su isla y no salir más.
Los cañones bramaron al soltar su carga. Un buen acelerón hacía milagros con según qué cosas, lo que incluía evitar salvas de artillería. Lástima que los reflejos de Roland no fuesen los que eran en su juventud. Cincuenta años antes, esas dos balas no le habrían dado. Más que el dolor físico le dolió ver caer varias de las piezas de su moto. La caja lanzamisiles izquierda se soltó por el impacto, provocando una enorme explosión al detonar su carga; el fuego engulló a Roland durante la fracción de segundo que la onda expansiva tardó en darle un empujón. La otra le había dado en la mano, cobrándose algún hueso roto -Roland desconocía y le importaba un huevo si en la mano había más de un hueso- y un trozo del manillar, junto con varias de las astas del cráneo de reno que formaban la parte delantera de Black Rodolfus.
-¡Hijoputa!
Viró bruscamente y encaró al barco-engendro raro. Tocó la palanquita adecuada y la calavera de reno abrió la boca. El aire se onduló ante el tubo agujereado que surgía de su boca. No sabía qué era esa cosa negra ni tampoco quería saberlo. No era necesario. Fuera lo que fuese, se quemaría antes de poder volver a dispararle.
Activó el lanzallamas e hizo una pasada para freírlo.
- Resumen:
- Fuegooo
Abigail Mjöllnir
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Su intuición no había fallado. Una vez destruido el sello, la bestia de arcilla dejó de moverse y acabó desmoronándose. Uno de los oficiales lo vio y tardó poco en gritar la orden, ahorrándole a la cazadora el tener que alzar ella misma la voz. Iba a preguntar ssi podían contener a los piratas ahora que tenían bajo control a las bestias de arcilla, pero ocurrió algo inesperado.
Un estruendo en los cielos llamó la atención de la beata, que alzó la mirada solo para ver como algo... una roca gigantesca, aparecía desde el cielo. Si eso caía en Sakura no habría manera de defender la isla. Tragó saliva, preparándose para... no sabía para qué. Por suerte, pasados unos segundos, el meteorito pasó de largo y se hizo el silencio durante unos segundos eternos. Lo había seguido con la mirada por la estela, en esa dirección... no sabría determinar en qué isla había caído, pero fuera cual fuera habría quedado devastada.
No se movió, y menos mal. Lo siguiente que escuchó fue un estruendo. El suelo tembló y empezó a oirse el sonido de avalanchas. Los daños del meteorito habían llegado incluso a Sakura, donde ya no caían copos de nieve si no partículas de ceniza.
Respiró hondo y volvió a mirar el campo de batalla, fuera nieve o ceniza, no podía dejar que eso la distrajera de su deber. Había una bestia gigante... pero Roland y Braud estaban ocupándose de ella. Supuso que ellos dos serían suficiente y, sinceramente, pasaba de tener que discutir con el barbudo para ver quién se llevaba el mérito. Haría su trabajo de defender la colina del avance de los piratas, y le daría minutos de alivio a las tropas -eso sí, si veía que la bestia se acercaba demasiado no dudaría en robarle su presa al barbudo-. La bestia de arcilla que quedaba ya tenía bastantes agujeros, con el armamento que tenían deberían ser capaces de tumbarla ellos mismos.
Lo primero que hizo fue tratar de intimidarlos -y volarlos-. Tenía ya todas las ventanas abiertas y las armas de asedio estaban recargadas, así que no tardó nada de tiempo en disparar, de nuevo, los tres cañones. Una vez disparados y tras la supuesta explosión, Abi guardó su arco y volvió a sujetar el rifle. Esta vez sin usar sus diales, avanzó y empezó a disparar en las piernas a cualquier pirata que encontrara a su paso.
—Intentad disparar a sus piernas. Puede que alguno sepa algo —ordenó a sus habitantes, que empezarían a usar sus rifles para continuar "limpiando" la colina a tiros.
Su forma angelical empezaría a desaparecer, regresando a su vestimenta habitual. La resistencia de su cuerpo también volvería a la normalidad.
Un estruendo en los cielos llamó la atención de la beata, que alzó la mirada solo para ver como algo... una roca gigantesca, aparecía desde el cielo. Si eso caía en Sakura no habría manera de defender la isla. Tragó saliva, preparándose para... no sabía para qué. Por suerte, pasados unos segundos, el meteorito pasó de largo y se hizo el silencio durante unos segundos eternos. Lo había seguido con la mirada por la estela, en esa dirección... no sabría determinar en qué isla había caído, pero fuera cual fuera habría quedado devastada.
No se movió, y menos mal. Lo siguiente que escuchó fue un estruendo. El suelo tembló y empezó a oirse el sonido de avalanchas. Los daños del meteorito habían llegado incluso a Sakura, donde ya no caían copos de nieve si no partículas de ceniza.
Respiró hondo y volvió a mirar el campo de batalla, fuera nieve o ceniza, no podía dejar que eso la distrajera de su deber. Había una bestia gigante... pero Roland y Braud estaban ocupándose de ella. Supuso que ellos dos serían suficiente y, sinceramente, pasaba de tener que discutir con el barbudo para ver quién se llevaba el mérito. Haría su trabajo de defender la colina del avance de los piratas, y le daría minutos de alivio a las tropas -eso sí, si veía que la bestia se acercaba demasiado no dudaría en robarle su presa al barbudo-. La bestia de arcilla que quedaba ya tenía bastantes agujeros, con el armamento que tenían deberían ser capaces de tumbarla ellos mismos.
Lo primero que hizo fue tratar de intimidarlos -y volarlos-. Tenía ya todas las ventanas abiertas y las armas de asedio estaban recargadas, así que no tardó nada de tiempo en disparar, de nuevo, los tres cañones. Una vez disparados y tras la supuesta explosión, Abi guardó su arco y volvió a sujetar el rifle. Esta vez sin usar sus diales, avanzó y empezó a disparar en las piernas a cualquier pirata que encontrara a su paso.
—Intentad disparar a sus piernas. Puede que alguno sepa algo —ordenó a sus habitantes, que empezarían a usar sus rifles para continuar "limpiando" la colina a tiros.
Su forma angelical empezaría a desaparecer, regresando a su vestimenta habitual. La resistencia de su cuerpo también volvería a la normalidad.
- resumen:
Pegar cañonazos y tiros a los malos. Su trasformasión se acaba.
Raion
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No fue necesario buscar demasiado para que el rastro del capitán fugado le llevase a un camarote algo más amplio que los demás que había visto. Por el olor tenía que haber pertenecido al capitán, aunque al león le llamó la atención su sencillez. Apenas tenía lo justo para el trabajo diario y el descanso nocturno, y los ornamentos brillaban por su ausencia. Extraño para un capitán pirata. De hecho todo parecía estar ordenado de forma muy meticulosa, casi... marcial. ¿Tal vez aquellos tipos no fuesen piratas sino militares sin señor? Mercenarios, por utilizar la expresión más adecuada.
En el escritorio podía verse una fotografía que representaba al capitán huido en sus años de juventud llevando a hombros a una niña que, según dedujo el mink, debía de ser su hija. El perro que le había ayudado a escapar también aparecía, aparentemente jugando con ellos.
La curiosidad llevó a Raion a seguir investigando, registrando centímetro a centímetro el camarote. Abrió cada cajón y puerta, inspeccionando todo cuanto encontró en su interior. Entre ello destacaba una bandera que, confirmando sus sospechas, no era pirata. Por el contrario, parecía tratarse del símbolo de algún país que el león no conocía. Junto a ella varias medallas que inequívocamente correspondían a condecoraciones militares. ¿Tal vez el reino al que servían había caído en desgracia y habían sido forzados a ganarse la vida de aquella forma? ¿O tal vez fuera ese país el responsable del ataque? Esta segunda opción le parecía menos probable, pues el capitán no le había parecido alguien que huiría de un combate si estuviera en juego para él algo más que dinero.
Finalmente dio con otro objeto que llamó poderosamente su atención. Un pequeño libro que, mirado con atención, parecía alguna especie de cuaderno de bitácora o diario. La letra era firme, pequeña y regular, y parecía haber sido escrito con frecuencia. Probablemente contuviera algún dato importante.
En ese momento su Den Den Mushi sonó. Al otro lado de la línea, la voz de Hazel le informó de que habían logrado poner fin al bloqueo de las comunicaciones (lo que por otro lado resultaba obvio, pues de lo contrario no habrían podido comunicarse de aquel modo). También le pidió que subiera a cubierta, pues al parecer tal vez fuera el momento de volver a la costa para ayudar en el combate.
El mink haría casi y, tras guardar el diario en un bolsillo, subiría a cubierta. Si finalmente decidían volver a la costa aprovecharía para leer el diario, comenzando por el último mes. No le interesaba la vida previa del capitán, sino lo que les había traído hasta allí y cualquier dato que pudiera averiguar al respecto.
En el escritorio podía verse una fotografía que representaba al capitán huido en sus años de juventud llevando a hombros a una niña que, según dedujo el mink, debía de ser su hija. El perro que le había ayudado a escapar también aparecía, aparentemente jugando con ellos.
La curiosidad llevó a Raion a seguir investigando, registrando centímetro a centímetro el camarote. Abrió cada cajón y puerta, inspeccionando todo cuanto encontró en su interior. Entre ello destacaba una bandera que, confirmando sus sospechas, no era pirata. Por el contrario, parecía tratarse del símbolo de algún país que el león no conocía. Junto a ella varias medallas que inequívocamente correspondían a condecoraciones militares. ¿Tal vez el reino al que servían había caído en desgracia y habían sido forzados a ganarse la vida de aquella forma? ¿O tal vez fuera ese país el responsable del ataque? Esta segunda opción le parecía menos probable, pues el capitán no le había parecido alguien que huiría de un combate si estuviera en juego para él algo más que dinero.
Finalmente dio con otro objeto que llamó poderosamente su atención. Un pequeño libro que, mirado con atención, parecía alguna especie de cuaderno de bitácora o diario. La letra era firme, pequeña y regular, y parecía haber sido escrito con frecuencia. Probablemente contuviera algún dato importante.
En ese momento su Den Den Mushi sonó. Al otro lado de la línea, la voz de Hazel le informó de que habían logrado poner fin al bloqueo de las comunicaciones (lo que por otro lado resultaba obvio, pues de lo contrario no habrían podido comunicarse de aquel modo). También le pidió que subiera a cubierta, pues al parecer tal vez fuera el momento de volver a la costa para ayudar en el combate.
El mink haría casi y, tras guardar el diario en un bolsillo, subiría a cubierta. Si finalmente decidían volver a la costa aprovecharía para leer el diario, comenzando por el último mes. No le interesaba la vida previa del capitán, sino lo que les había traído hasta allí y cualquier dato que pudiera averiguar al respecto.
- Resumen:
- Coger el diario, contestar a la llamada de Hazel (lo pondrá en su post) y subir a cubierta. Si nos vamos a la costa leer el último mes del diario en busca de información valiosa.
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