Anna Bloodfallen
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A lo largo de mi vida me ha tocado tragar mucha mierda. Y cuando digo mucha, me refiero a mucha. Mis padres me vendieron y fui criada en un orfanato junto a un montón de huérfanos, en un lugar donde el miedo y la violencia eran los métodos más eficaces. Tuve que vender a mis compañeros para sobrevivir a una prueba infernal. Me uní a una organización dedicada a cazar herejes, y he matado a muchísima gente por solo pensar distinto. Fui traicionada e incriminada por un asesinato que no cometí, fui sentenciada a muerte. Sin embargo, el padre del chico al que supuestamente maté me ofreció un trato: a cambio de reunir información importante sobre el Ejército Revolucionario me dejaría volver a Yhardum y limpiaría mi imagen. En serio, he tenido que tragar mucha mierda, pero nunca esperé estar en una situación como esta…
Contexto, sí. La gente lo necesita para saber por qué digo lo que estoy diciendo. El mar del norte es bastante tranquilo y mi pequeño barquito no debería tener problemas, pero ¿qué pasa cuando te metes en medio de un enfrentamiento naval entre marines y piratas? Cañonazos, olas grandes, barcos gigantescos, un tonto que intentó colarse en mi pobre navío… Lo pasé muy mal pensando que moriría ahogada porque los que heredamos la voluntad de la Madre Luna no podemos nadar. Tuve que remar muy rápido y con mucha energía para llegar a un lugar seguro. Y lo conseguí. Sin embargo, no me di cuenta de que mi estúpido bote tenía un agujero. Me hundí.
Parece que no tengo tanta mala suerte, pues me desperté en una cama limpia y perfumada. Apenas abrí los ojos vi que había una decena de niñas mirándome como si fuera la cosa más rara del mundo, como si fuera un mono comiendo maní en un zoológico. No soy un maldito mono, pero ojalá hubiera tenido maní. Les pregunté qué pasaba y la más grande de ellas, una niña de entre diez y sesenta años, respondió que me había encontrado en la costa de la isla. Como está feo dejar morir a la gente pues me rescató. Yo se lo agradecí mucho y quise irme, pero no me dejó.
Pasó un día y todo bien. Gente amable, divertida y buena para la bebida. Pasaron dos días y las cosas comenzaron a distorsionarse. Ya no era solo bebida, sino también sustancias alucinógenas. Pasaron tres días e intenté huir por la noche. No me interesa un estilo de vida así y tampoco podía perder mi tiempo. Como si la niña de entre diez y sesenta años supiera lo que iba a hacer, tomó la iniciativa y escondió mi barco. Entonces pasaron cuatro, cinco y hasta siete malditos días. ¡Llevo una puta semana secuestrada en este infierno! ¡La gente no deja de cantar, emborracharse y disfrutar la vida! ¡Ya no puedo soportarlo más!
¿Y cuál es la situación tan terrible en la que estoy? Bueno, sí, a ver cómo lo cuento… Quiero decir una cosa antes, y es que todas las personas de este pueblo de palmeras y cosas tropicales son niñas. Bueno, la niña de entre diez y sesenta años me prometió una cosa: si conseguía vencerla a ella y a las diez hermanas en un torneo de baile, me regresaría el barco reparado y me daría un mapa para volver a donde sea que deba volver. Le dije que sí. Si bien nunca he bailado en mi vida, pensé que me las podría apañar, pero…
—¡Limbo!
¡¿Qué se supone que es esta cosa?!
Contexto, sí. La gente lo necesita para saber por qué digo lo que estoy diciendo. El mar del norte es bastante tranquilo y mi pequeño barquito no debería tener problemas, pero ¿qué pasa cuando te metes en medio de un enfrentamiento naval entre marines y piratas? Cañonazos, olas grandes, barcos gigantescos, un tonto que intentó colarse en mi pobre navío… Lo pasé muy mal pensando que moriría ahogada porque los que heredamos la voluntad de la Madre Luna no podemos nadar. Tuve que remar muy rápido y con mucha energía para llegar a un lugar seguro. Y lo conseguí. Sin embargo, no me di cuenta de que mi estúpido bote tenía un agujero. Me hundí.
Parece que no tengo tanta mala suerte, pues me desperté en una cama limpia y perfumada. Apenas abrí los ojos vi que había una decena de niñas mirándome como si fuera la cosa más rara del mundo, como si fuera un mono comiendo maní en un zoológico. No soy un maldito mono, pero ojalá hubiera tenido maní. Les pregunté qué pasaba y la más grande de ellas, una niña de entre diez y sesenta años, respondió que me había encontrado en la costa de la isla. Como está feo dejar morir a la gente pues me rescató. Yo se lo agradecí mucho y quise irme, pero no me dejó.
Pasó un día y todo bien. Gente amable, divertida y buena para la bebida. Pasaron dos días y las cosas comenzaron a distorsionarse. Ya no era solo bebida, sino también sustancias alucinógenas. Pasaron tres días e intenté huir por la noche. No me interesa un estilo de vida así y tampoco podía perder mi tiempo. Como si la niña de entre diez y sesenta años supiera lo que iba a hacer, tomó la iniciativa y escondió mi barco. Entonces pasaron cuatro, cinco y hasta siete malditos días. ¡Llevo una puta semana secuestrada en este infierno! ¡La gente no deja de cantar, emborracharse y disfrutar la vida! ¡Ya no puedo soportarlo más!
¿Y cuál es la situación tan terrible en la que estoy? Bueno, sí, a ver cómo lo cuento… Quiero decir una cosa antes, y es que todas las personas de este pueblo de palmeras y cosas tropicales son niñas. Bueno, la niña de entre diez y sesenta años me prometió una cosa: si conseguía vencerla a ella y a las diez hermanas en un torneo de baile, me regresaría el barco reparado y me daría un mapa para volver a donde sea que deba volver. Le dije que sí. Si bien nunca he bailado en mi vida, pensé que me las podría apañar, pero…
—¡Limbo!
¡¿Qué se supone que es esta cosa?!
Aki D. Arlia
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Tendría que haber estudiado.
Vale, no, en realidad no. Pero tendría que haber contratado a alguien que hubiera estudiado. Aki salió de la sala de mandos del Loreley con el ceño fruncido y algo de hollín en la cara. No tenía claro de dónde había salido, lo que le fastidiaba todavía más. Miró a los cuatro confines, pero solo vio agua. El sistema automático de navegación del barco se había roto y si no llegaba a una isla, no sería capaz de encontrar a alguien que lo arreglase. Si se iba por su cuenta seguramente acabaría llegando a tierra, pero no estaba segura de saber guiar a nadie de vuelta. Por suerte, ni necesitaba comer ni dormir, al menos no tan a menudo como alguien normal. Por desgracia, todo lo que eso indicaba era que le esperaban unos días muy, pero que muy, aburridos.
¡Y en el North Blue de entre todas partes! Frío y vampiros, eso era todo lo que había allí. Y conejos gigantes, aunque dudaba que fuera a aparecer uno en mitad del agua.
Pasaron las horas y cada vez la perspectiva de irse por su cuenta era más y más atractiva. Sin embargo, al final no tuvo que hacerlo. Una serie de barquitos de madera, bastante más pequeños que su navío, aparecieron en el horizonte. Al verla se acercaron y sin decirle nada empezaron a rodear de cuerdas el Loreley. En cuestión de minutos la estaban remolcando rumbo a… ¿a dónde? Intentó hablar con las personas que iban en las barcas, pero solo se reían y asentían con la cabeza. Una se cayó al agua, pero el resto siguieron riendo y celebrando… algo. O al menos, eso parecía. Sin saber bien cómo reaccionar, pero consciente de que le venía bien la mano amiga, Aki se dejó hacer.
Horas después, llegaron a tierra firme. Era una isla… pequeña, islote más bien. Por algún motivo había palmeras y plantas tropicales. En cuanto pisó el suelo se la llevaron un montón de… ¿niñas? No era capaz de decir a ciencia cierta cuántos años podían tener, pero parecían bastante jóvenes. Le arrastraron y todo sucedió muy de prisa. De repente, se encontró en una enorme, enorme pista de gente bailando. Bueno, no todo el mundo bailaba. Había alguien a quien también debían de haber rescatado, porque no pegaba en el ambiente ni con cola. Un jovencito de pelo corto y moreno con pinta de asustado, aunque no podía culparle.
-Si queréis tener vuestros barcos intactos, ¡debéis ganar el torneo de baile!
¿Oh? La súcubo sonrió de oreja a oreja. Un baile a cambio de que le arreglaran el barco, era un buenísimo trato. O eso parecía, al menos. Se acercó al chico y le puso la mano en el hombro para asegurarle que todo iría bien.
-Parece que estamos en el mismo bando. No te preocupes, en seguida estaremos lejos de aquí.
Sin embargo, de repente, el anuncio del tipo de concurso cayó sobre ella como un jarro de agua fría. La mano que tenía en el hombro del muchacho resbaló al suelo y miró con horror como la barra de madera se les acercaba más y más.
Y es que Aki nunca había bailado el limbo.
Vale, no, en realidad no. Pero tendría que haber contratado a alguien que hubiera estudiado. Aki salió de la sala de mandos del Loreley con el ceño fruncido y algo de hollín en la cara. No tenía claro de dónde había salido, lo que le fastidiaba todavía más. Miró a los cuatro confines, pero solo vio agua. El sistema automático de navegación del barco se había roto y si no llegaba a una isla, no sería capaz de encontrar a alguien que lo arreglase. Si se iba por su cuenta seguramente acabaría llegando a tierra, pero no estaba segura de saber guiar a nadie de vuelta. Por suerte, ni necesitaba comer ni dormir, al menos no tan a menudo como alguien normal. Por desgracia, todo lo que eso indicaba era que le esperaban unos días muy, pero que muy, aburridos.
¡Y en el North Blue de entre todas partes! Frío y vampiros, eso era todo lo que había allí. Y conejos gigantes, aunque dudaba que fuera a aparecer uno en mitad del agua.
Pasaron las horas y cada vez la perspectiva de irse por su cuenta era más y más atractiva. Sin embargo, al final no tuvo que hacerlo. Una serie de barquitos de madera, bastante más pequeños que su navío, aparecieron en el horizonte. Al verla se acercaron y sin decirle nada empezaron a rodear de cuerdas el Loreley. En cuestión de minutos la estaban remolcando rumbo a… ¿a dónde? Intentó hablar con las personas que iban en las barcas, pero solo se reían y asentían con la cabeza. Una se cayó al agua, pero el resto siguieron riendo y celebrando… algo. O al menos, eso parecía. Sin saber bien cómo reaccionar, pero consciente de que le venía bien la mano amiga, Aki se dejó hacer.
Horas después, llegaron a tierra firme. Era una isla… pequeña, islote más bien. Por algún motivo había palmeras y plantas tropicales. En cuanto pisó el suelo se la llevaron un montón de… ¿niñas? No era capaz de decir a ciencia cierta cuántos años podían tener, pero parecían bastante jóvenes. Le arrastraron y todo sucedió muy de prisa. De repente, se encontró en una enorme, enorme pista de gente bailando. Bueno, no todo el mundo bailaba. Había alguien a quien también debían de haber rescatado, porque no pegaba en el ambiente ni con cola. Un jovencito de pelo corto y moreno con pinta de asustado, aunque no podía culparle.
-Si queréis tener vuestros barcos intactos, ¡debéis ganar el torneo de baile!
¿Oh? La súcubo sonrió de oreja a oreja. Un baile a cambio de que le arreglaran el barco, era un buenísimo trato. O eso parecía, al menos. Se acercó al chico y le puso la mano en el hombro para asegurarle que todo iría bien.
-Parece que estamos en el mismo bando. No te preocupes, en seguida estaremos lejos de aquí.
Sin embargo, de repente, el anuncio del tipo de concurso cayó sobre ella como un jarro de agua fría. La mano que tenía en el hombro del muchacho resbaló al suelo y miró con horror como la barra de madera se les acercaba más y más.
Y es que Aki nunca había bailado el limbo.
Anna Bloodfallen
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Suelto un respingo cuando siento una mano en el hombro. Lo siento, estoy consternada frente a la estúpida prueba que tengo en frente. ¡Estoy perdiendo el tiempo! Debería estar reuniendo información sobre el Ejército Revolucionario para poder regresar a Yhardum, pero en vez de eso me encuentro en… ¡En un maldito concurso de baile! Miro hacia arriba y veo a una mujer de hermosos cabellos rojos. ¿Qué? ¿Estoy viendo a un ángel o algo así? Es normal sentirse como una puta ameba en comparación a esta… diosa. Da igual, nunca me ha interesado la belleza, he hecho todo lo posible para parecer lo menos atractiva posible. A las bonitas las suelen violar y tratar mal, no quiero eso para mí.
Dice que estamos en el mismo bando. Supongo que es bueno, parece tener buenas piernas y seguro que tiene más ritmo que yo. Sin embargo, cuando la niña jefa presenta la prueba como que la seguridad se nos va a la mierda. Ambas estamos en blanco frente… ¡¿Por qué tenemos que pasar por debajo de un maldito palo?! Bueno, si de esto se tratará el concurso ni tan mal. Soy bastante elástica, mucho más que una persona ordinaria, y a diferencia de la señorita preciosa no tengo dos grandes melones que bien podrían incomodarme.
—Esto… ¿Estás segura de que ganaremos? —le pregunto, mirándole con expresión vacía, apuntando la barra de madera y con unas horribles ojeras.
Y la música no tarda en llegar. De un momento a otro las niñas se han vuelto super sexys, visten prendas reveladoras y parece que las faldas rústicas (un montón de hojas, en realidad) son la máxima moda en esta isla. Los tambores retumban en todos sitios y una niña empieza a cantar. Lo raro es que tiene voz de hombre, pero no seré yo quien la juzgará. Menudo flow. Las niñas tienen un movimiento de cadera épico, si yo intentara hacerlo seguro que acabaría rompiéndome el cuerpo. Y entonces la primera de ellas, una niña con sobrepeso pero con mucho estilo, pasa por debajo de la vara.
—¡Este es el limbo! ¡Lo único que tienen que hacer es pasar bailando por debajo del palo! —anuncia la presentadora tan emocionada como si hubiera ganado la lotería. ¿Por qué algo me dice que han esperado algo así por décadas?
Cuando la niña con sobrepeso termina de pasar la vara, las personas que la sujetan la hacen descender un poco. Ya entiendo de qué va esto. La prueba se hace más y más difícil; no tardará en exigir una agilidad sobrehumana. Pero jamás perderé contra un monstruo que come lo mismo que diez niños de Yhardum. ¡Jamás!
—Sí, ganaremos fijo —determino al final con el puño en alto.
Ahora es mi turno, bitches.
Dice que estamos en el mismo bando. Supongo que es bueno, parece tener buenas piernas y seguro que tiene más ritmo que yo. Sin embargo, cuando la niña jefa presenta la prueba como que la seguridad se nos va a la mierda. Ambas estamos en blanco frente… ¡¿Por qué tenemos que pasar por debajo de un maldito palo?! Bueno, si de esto se tratará el concurso ni tan mal. Soy bastante elástica, mucho más que una persona ordinaria, y a diferencia de la señorita preciosa no tengo dos grandes melones que bien podrían incomodarme.
—Esto… ¿Estás segura de que ganaremos? —le pregunto, mirándole con expresión vacía, apuntando la barra de madera y con unas horribles ojeras.
Y la música no tarda en llegar. De un momento a otro las niñas se han vuelto super sexys, visten prendas reveladoras y parece que las faldas rústicas (un montón de hojas, en realidad) son la máxima moda en esta isla. Los tambores retumban en todos sitios y una niña empieza a cantar. Lo raro es que tiene voz de hombre, pero no seré yo quien la juzgará. Menudo flow. Las niñas tienen un movimiento de cadera épico, si yo intentara hacerlo seguro que acabaría rompiéndome el cuerpo. Y entonces la primera de ellas, una niña con sobrepeso pero con mucho estilo, pasa por debajo de la vara.
—¡Este es el limbo! ¡Lo único que tienen que hacer es pasar bailando por debajo del palo! —anuncia la presentadora tan emocionada como si hubiera ganado la lotería. ¿Por qué algo me dice que han esperado algo así por décadas?
Cuando la niña con sobrepeso termina de pasar la vara, las personas que la sujetan la hacen descender un poco. Ya entiendo de qué va esto. La prueba se hace más y más difícil; no tardará en exigir una agilidad sobrehumana. Pero jamás perderé contra un monstruo que come lo mismo que diez niños de Yhardum. ¡Jamás!
—Sí, ganaremos fijo —determino al final con el puño en alto.
Ahora es mi turno, bitches.
Aki D. Arlia
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A ver. A ver. No podía ser difícil, ¿no? Había estado en situaciones peores. Definitivamente, conocía bailes muchísimo más complicados. Y aún así, no pudo evitar fruncir el ceño al ver cómo su oponente cruzaba la barra inclinándose con cierta elegancia.
Eso no era un baile. Gimnasia, sin duda. ¿Componente artístico? Desde luego. PERO SEGUÍA SIENDO AGACHARSE. ESO NO ERA BAILAR. ESO ERAN TRAMPAS Y… ¿por qué estaba entrando en pánico? Respiró hondo y descubrió que su recién encontrada compañera le estaba mirando. A la pobre niña le hacía falta dormir un par de días seguidos, aunque teniendo en cuenta que a ella seguramente también acabaran de ‘’rescatarla’’ no le extrañaba demasiado.
-Bueno… si no, podemos secuestrar a un ingeniero para que nos eche un cable. Aunque claro, primero tendríamos que identificarlo.
Y desde luego, eso era un problema. Les habían dicho que de ganar les ayudarían, por lo que tenía que haber alguien allí capaz de arreglarles los barcos. Pero toda la gente que les rodeaba parecía similar, todas vestían igual y tenían una sonrisa enorme de oreja a oreja. Qué irritante.
Explicaron la prueba, como si hiciera alguna falta. Por algún motivo, estaban extremadamente ilusionadas. ¿De verdad se pasaban la vida secuestrando náufragos para obligarles a jugar al limbo? Entendía que la isla era pequeña, pero parecía un pasatiempo costoso y algo absurdo. Aunque al fin y al cabo, ella no era nadie para juzgar. Todo lo que importaba ahora era seguir el juego y hacerse con la victoria.
Su compañera llevó el puño al cielo y la pirata no pudo sino sonreír. Algo de confianza no les iría mal. Asintió y se llevó las manos a la cabeza para hacerse una coleta. Baja, por supuesto. No hacía falta complicarse más la vida. Una vez su larga melena estuvo fuera de su camino, centró la vista en el palo. Era hora de jugar.
Se aproximó con cautela, moviendo poco a poco las caderas. No estaba segura de si ayudaría, pero era posible que el extraño baile que estaban haciendo les ayudase a equilibrarse o algo de cara a bailar el limbo. Además, tenía cierto ritmo. Bueno, la verdad es que no estaba nada mal.
En menos tiempo de lo que había imaginado, sus caderas se movían igual de rápido que las de las nativas y la barra del limbo había quedado a su espalda; había pasado la primera ronda satisfactoria y limpiamente. La bajaron un poco más y una de sus contrincantes se apresuró a pasar por debajo, todavía moviéndose y dando gritos de alegría. Aki tragó saliva y miró con una pequeña sonrisa a la otra náufraga.
-¡Hora de ganar!
Eso no era un baile. Gimnasia, sin duda. ¿Componente artístico? Desde luego. PERO SEGUÍA SIENDO AGACHARSE. ESO NO ERA BAILAR. ESO ERAN TRAMPAS Y… ¿por qué estaba entrando en pánico? Respiró hondo y descubrió que su recién encontrada compañera le estaba mirando. A la pobre niña le hacía falta dormir un par de días seguidos, aunque teniendo en cuenta que a ella seguramente también acabaran de ‘’rescatarla’’ no le extrañaba demasiado.
-Bueno… si no, podemos secuestrar a un ingeniero para que nos eche un cable. Aunque claro, primero tendríamos que identificarlo.
Y desde luego, eso era un problema. Les habían dicho que de ganar les ayudarían, por lo que tenía que haber alguien allí capaz de arreglarles los barcos. Pero toda la gente que les rodeaba parecía similar, todas vestían igual y tenían una sonrisa enorme de oreja a oreja. Qué irritante.
Explicaron la prueba, como si hiciera alguna falta. Por algún motivo, estaban extremadamente ilusionadas. ¿De verdad se pasaban la vida secuestrando náufragos para obligarles a jugar al limbo? Entendía que la isla era pequeña, pero parecía un pasatiempo costoso y algo absurdo. Aunque al fin y al cabo, ella no era nadie para juzgar. Todo lo que importaba ahora era seguir el juego y hacerse con la victoria.
Su compañera llevó el puño al cielo y la pirata no pudo sino sonreír. Algo de confianza no les iría mal. Asintió y se llevó las manos a la cabeza para hacerse una coleta. Baja, por supuesto. No hacía falta complicarse más la vida. Una vez su larga melena estuvo fuera de su camino, centró la vista en el palo. Era hora de jugar.
Se aproximó con cautela, moviendo poco a poco las caderas. No estaba segura de si ayudaría, pero era posible que el extraño baile que estaban haciendo les ayudase a equilibrarse o algo de cara a bailar el limbo. Además, tenía cierto ritmo. Bueno, la verdad es que no estaba nada mal.
En menos tiempo de lo que había imaginado, sus caderas se movían igual de rápido que las de las nativas y la barra del limbo había quedado a su espalda; había pasado la primera ronda satisfactoria y limpiamente. La bajaron un poco más y una de sus contrincantes se apresuró a pasar por debajo, todavía moviéndose y dando gritos de alegría. Aki tragó saliva y miró con una pequeña sonrisa a la otra náufraga.
-¡Hora de ganar!
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Los movimientos de la pelirroja me han hipnotizado. ¡Y eso que aún no ha comenzado a bailar! O a pasar por debajo del palo, lo que sea. Jamás había pensado que alguien pudiera moverse con esa fluidez natural. Me alegra que sea mi compañera, pero yo tampoco perderé. No sé de dónde ha salido este espíritu competitivo que nunca he tenido, pero ahí estoy, queriendo ganar una estúpida competencia para continuar mi viaje. Ay, qué sería de mí si me vieran los otros inquisidores… Sería la burla de Yhardum.
Mi compañera ha hecho un gran debut, así que no pienso quedar atrás. Je, tengo una idea. No es mía como tal porque la he sacado de una obra de teatro. O intervención artística. Un poco de maquillaje por aquí y por allá para parecer un poco más demacrada y voilá. Brazos arriba y pata coja. Lo tengo. Tengo la impresión de que la música va por un lado y yo por otro, pero debe ser mi imaginación. El paso del zombie es infalible, lo aprendí esa vez. Debería meter un poco más de sabrosura porque pareciera que solo camino, pero me da vergüenza; esto es suficiente.
Cuando llego a la vara flexiono la espalda de golpe, dando la impresión de que me he roto. Un poco de ilusionismo está bien, ¿no? Sigo con el ritmo del zombie, pero ahora que he tomado un poco más de confianza me doy el lujo de mover un poco el pechito. Boom, primera ronda ganada. ¡Esto es facilísimo! Me limito a levantar el pulgar en señal de victoria y me preparo para la siguiente tanda.
El juego continúa y me voy quedando ya sin pasos. Usé el de la cigüeña y las sorprendí a todas con el paso de la alcachofa. La danza de la lagartija fue la mejor porque conseguí descalificar a la niña con sobrepeso, pero aún estamos lejos de ganar. La vara sigue bajando y una de ellas es muy buena. Es esa niña rubia con forma de huevo: dorso redondo y piernas como fideos. Quiero saber qué pasaría si la empujara. ¿Rodaría? Ah, da igual. Es la mejor de las niñas, pero no es rival para la pelirroja. No me duele admitirlo porque casi no tengo orgullo, de hecho, mi espíritu competitivo se fue a la basura en la segunda ronda cuando vi a la mujer hacer magia de verdad. Estamos en ligas diferentes, debe ser una bailarina profesional. Seguro que se dedica a estos concursos turbios.
—Oye, no te lo dije antes. Soy Anna —me presento casi en un susurro. Debí haberme presentado antes, pero estaba muy ocupada quejándome de esta rara competencia—. Ganémosles a estas niñas.
Mi compañera ha hecho un gran debut, así que no pienso quedar atrás. Je, tengo una idea. No es mía como tal porque la he sacado de una obra de teatro. O intervención artística. Un poco de maquillaje por aquí y por allá para parecer un poco más demacrada y voilá. Brazos arriba y pata coja. Lo tengo. Tengo la impresión de que la música va por un lado y yo por otro, pero debe ser mi imaginación. El paso del zombie es infalible, lo aprendí esa vez. Debería meter un poco más de sabrosura porque pareciera que solo camino, pero me da vergüenza; esto es suficiente.
Cuando llego a la vara flexiono la espalda de golpe, dando la impresión de que me he roto. Un poco de ilusionismo está bien, ¿no? Sigo con el ritmo del zombie, pero ahora que he tomado un poco más de confianza me doy el lujo de mover un poco el pechito. Boom, primera ronda ganada. ¡Esto es facilísimo! Me limito a levantar el pulgar en señal de victoria y me preparo para la siguiente tanda.
El juego continúa y me voy quedando ya sin pasos. Usé el de la cigüeña y las sorprendí a todas con el paso de la alcachofa. La danza de la lagartija fue la mejor porque conseguí descalificar a la niña con sobrepeso, pero aún estamos lejos de ganar. La vara sigue bajando y una de ellas es muy buena. Es esa niña rubia con forma de huevo: dorso redondo y piernas como fideos. Quiero saber qué pasaría si la empujara. ¿Rodaría? Ah, da igual. Es la mejor de las niñas, pero no es rival para la pelirroja. No me duele admitirlo porque casi no tengo orgullo, de hecho, mi espíritu competitivo se fue a la basura en la segunda ronda cuando vi a la mujer hacer magia de verdad. Estamos en ligas diferentes, debe ser una bailarina profesional. Seguro que se dedica a estos concursos turbios.
—Oye, no te lo dije antes. Soy Anna —me presento casi en un susurro. Debí haberme presentado antes, pero estaba muy ocupada quejándome de esta rara competencia—. Ganémosles a estas niñas.
Aki D. Arlia
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Ah, las sorpresas le encantaban. Sobre todo si eran agradables. Y la chiquilla náufraga arrasando en el limbo lo había sido, definitivamente. Tenía un estilo de baile muy particular y el maquillaje acababa de atar toda la escena. Zombies en una isla tropical, seguro que eso no se lo esperaban.
Las rondas fueron pasando y una a una las hermanas de su contrincante van cayendo como moscas, mientras Aki y su improvisada compañera las van destrozando a golpe de pata y cadera. Hay momentos en los que la pelirroja cierra los ojos por miedo de sentir como la vara le toca y la posibilidad de salir de ahí por las buenas se les escapa, pero por suerte no es más que una ilusión y la batalla sigue adelante.
-Mi nombre es Aki.- Corresponde en otro susurro.- Machaquémosles. Ya no queda nada. ¡Es hora de la gran final!
Era verdad. Solo quedaban dos de las hermanas, la chica que parecía un huevo y la que les había retado a la extraña competición. La música sigue sonando pero el ritmo cambia. Se acelera. La barra baja tanto que la pirata frunce el ceño, insegura. Las mates no son lo suyo, pero algo le dice que su talla no va a dejarle pasar de esa ronda. Ah no, eso sí que no.
Sin dejar de bailar, se acerca. La chica huevo ya ha pasado, ¡casi rodando! Pero sabe que si logra imitarla estará descalificada y ellas a un paso de la victoria. Se echa hacia atrás y cierra los ojos, guiándose por lo que nota con los pies. Ya ha hecho la ruta suficientes veces como para no caerse. Sus piernas pasan, seguidas de su cintura. Llega el momento clave y con una pequeña sonrisa cruza los brazos por el pecho. Un pequeño golpe de su akuma cambia una talla por otra y en cuestión de segundos pasa al otro lado. Para cuando baja los brazos su par de preciosidades vuelven a lo que eran y Aki mira a su alrededor con inocencia. No se puede considerar trampa, no se lo habían prohibido expresamente.
Oye vítores y gritos a su alrededor. No parecen muy molestas de estar a punto de perder. Aliviada, le hace un gesto a Anna. ¡En cuanto pase al otro lado habrán ganado! ¡Les arreglarán los barcos!
-¡Yo creo en ti! ¡¡No dudes!!
Le espera con ilusión más allá de la barra del limbo, todavía bailando. Al final el ritmo de las chicas coco era pegadizo y todo, quién lo iba a decir.
Las rondas fueron pasando y una a una las hermanas de su contrincante van cayendo como moscas, mientras Aki y su improvisada compañera las van destrozando a golpe de pata y cadera. Hay momentos en los que la pelirroja cierra los ojos por miedo de sentir como la vara le toca y la posibilidad de salir de ahí por las buenas se les escapa, pero por suerte no es más que una ilusión y la batalla sigue adelante.
-Mi nombre es Aki.- Corresponde en otro susurro.- Machaquémosles. Ya no queda nada. ¡Es hora de la gran final!
Era verdad. Solo quedaban dos de las hermanas, la chica que parecía un huevo y la que les había retado a la extraña competición. La música sigue sonando pero el ritmo cambia. Se acelera. La barra baja tanto que la pirata frunce el ceño, insegura. Las mates no son lo suyo, pero algo le dice que su talla no va a dejarle pasar de esa ronda. Ah no, eso sí que no.
Sin dejar de bailar, se acerca. La chica huevo ya ha pasado, ¡casi rodando! Pero sabe que si logra imitarla estará descalificada y ellas a un paso de la victoria. Se echa hacia atrás y cierra los ojos, guiándose por lo que nota con los pies. Ya ha hecho la ruta suficientes veces como para no caerse. Sus piernas pasan, seguidas de su cintura. Llega el momento clave y con una pequeña sonrisa cruza los brazos por el pecho. Un pequeño golpe de su akuma cambia una talla por otra y en cuestión de segundos pasa al otro lado. Para cuando baja los brazos su par de preciosidades vuelven a lo que eran y Aki mira a su alrededor con inocencia. No se puede considerar trampa, no se lo habían prohibido expresamente.
Oye vítores y gritos a su alrededor. No parecen muy molestas de estar a punto de perder. Aliviada, le hace un gesto a Anna. ¡En cuanto pase al otro lado habrán ganado! ¡Les arreglarán los barcos!
-¡Yo creo en ti! ¡¡No dudes!!
Le espera con ilusión más allá de la barra del limbo, todavía bailando. Al final el ritmo de las chicas coco era pegadizo y todo, quién lo iba a decir.
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