Aki D. Arlia
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Aki se removió en su esquina. Tanto ella como Dexter se encontraban pegados a la pared de un callejón en lo más profundo de Ur’ Tuban, la enorme ciudad del corazón de Samirn. Estaba empezando a amanecer y aunque todavía faltaban no pocos minutos para que una luz dorada y alegre lo bañase todo, empezaban a poder ver más allá de sus narices.
-¡Tijeras!
Era un susurro gritado con alegría, que en seguida dio paso a una cara de perplejidad. Habían empezado a jugar no hacía mucho, pero era la quinta vez seguida que el dragón le ganaba y estaba empezando a pensar que hacía trampas. La idea de utilizar su haki de observación para comprobar si podía al menos forzar un empate se hacía más y más tentadora a cada ronda. Sin embargo, no pasó mucho hasta que el tiempo que les quedaba terminó de escurrírseles entre los dedos.
Llevaban allí, en esa esquina, una hora larga. Era todo lo que había quedado tras una larga noche de maquinaciones y meticulosos planes, de impaciencia y previsión a partes iguales. Al final, la primera parte de su diseño final había resultado más sencilla de lo esperado. No hizo falta preguntarle a ningún guardia cuándo aparecerían los criados, porque Angus tenía un pedazo de valiosa información esperando para ellos:
-Todos los martes al amanecer aparecen dos pecosos provenientes de la parte de arriba. Pasan un par de horas haciendo pedidos de comida y recursos en el mercado y luego regresan. A mediodía lo llevan todo y lo dejan a las afueras de la Fortaleza, donde lo recogen.
Bien, resultaba bastante obvio su objetivo. Los dos pecosos. Lo más lógico era dejar que hicieran primero su trabajo para no levantar sospechas si la comida no aparecía al mediodía, pero aún así debían identificarlos y seguirles para no perderles de vista. Una vez fueran a emprender la vuelta, deberían interceptarlos.
El primer rayo de sol de la mañana cegó a Aki en la cara y cuando levantó la mano para protegerse, sonrió. Su objetivo se acercaba. Se acercó al dragón y le acarició la cara, moviéndosela para supiera dónde estaban.
-Bueno, me pido al pelirrojo. Veamos qué tal te queda a ti el rubio.
De muerte, en realidad, estaba segura. En cualquier caso, ambos jovencitos estaban bastante claramente cortados por el mismo patrón. Altos, estilizados, de piel cuidada y pelo sedoso y acaracolado, uno rubio y el otro pelirrojo. Claramente a los de arriba les gustaban las cosas bonitas. Aki no les conocía en persona, pero eso no quería decir nada. Intentar ganarse su favor seguía siendo el plan A y estaba dispuesta a seguirlo. Pero para eso, primero tenían que seguirles a ellos.
No resultó complicado. Les siguieron mientras llamaban a varias puertas, tanto de comercios como de particulares, entregando sobres que seguramente contuvieran dinero e instrucciones. Si solo se avituallaban de comida o algo más, no tenían forma de saberlo. En cualquier caso, no parecieron darse cuenta de su presencia, siempre a una prudente distancia y para cuando la ciudad comenzaba a despertar, decidieron iniciar el camino de vuelta. Útil horario, al fin y al cabo; llegar cuando no hay nadie y marchar cuando todavía todo está despejado. Y útil para ellos también, que no tardaron en encontrar a los dos pecosos en una calle desalmada, con los guardias de las esquinas de espaldas y demasiado lejos como para venir en su ayuda.
-Es el momento.
En cuanto se lanzó, cayó en la cuenta de que no habían detallado cómo exactamente iban a revelarles lo que planeaban. Oh, bueno. Algo de improvisación siempre era necesaria. La pirata saltó por los aires, aterrizando silenciosamente frente a los criados con una pequeñísima inclinación. Se alzó con sonrisa de gata y se quitó la capucha, aguardando con algo de entusiasmo su reacción.
Exactamente dos segundos y medio después cada una de sus manos tapaba la boca de un pecoso. En retrospectiva, fuera a causa de la sorpresa, el miedo o el enfado, debería haber pensado en añadir mordazas a su estrategia.
-¡Tijeras!
Era un susurro gritado con alegría, que en seguida dio paso a una cara de perplejidad. Habían empezado a jugar no hacía mucho, pero era la quinta vez seguida que el dragón le ganaba y estaba empezando a pensar que hacía trampas. La idea de utilizar su haki de observación para comprobar si podía al menos forzar un empate se hacía más y más tentadora a cada ronda. Sin embargo, no pasó mucho hasta que el tiempo que les quedaba terminó de escurrírseles entre los dedos.
Llevaban allí, en esa esquina, una hora larga. Era todo lo que había quedado tras una larga noche de maquinaciones y meticulosos planes, de impaciencia y previsión a partes iguales. Al final, la primera parte de su diseño final había resultado más sencilla de lo esperado. No hizo falta preguntarle a ningún guardia cuándo aparecerían los criados, porque Angus tenía un pedazo de valiosa información esperando para ellos:
-Todos los martes al amanecer aparecen dos pecosos provenientes de la parte de arriba. Pasan un par de horas haciendo pedidos de comida y recursos en el mercado y luego regresan. A mediodía lo llevan todo y lo dejan a las afueras de la Fortaleza, donde lo recogen.
Bien, resultaba bastante obvio su objetivo. Los dos pecosos. Lo más lógico era dejar que hicieran primero su trabajo para no levantar sospechas si la comida no aparecía al mediodía, pero aún así debían identificarlos y seguirles para no perderles de vista. Una vez fueran a emprender la vuelta, deberían interceptarlos.
El primer rayo de sol de la mañana cegó a Aki en la cara y cuando levantó la mano para protegerse, sonrió. Su objetivo se acercaba. Se acercó al dragón y le acarició la cara, moviéndosela para supiera dónde estaban.
-Bueno, me pido al pelirrojo. Veamos qué tal te queda a ti el rubio.
De muerte, en realidad, estaba segura. En cualquier caso, ambos jovencitos estaban bastante claramente cortados por el mismo patrón. Altos, estilizados, de piel cuidada y pelo sedoso y acaracolado, uno rubio y el otro pelirrojo. Claramente a los de arriba les gustaban las cosas bonitas. Aki no les conocía en persona, pero eso no quería decir nada. Intentar ganarse su favor seguía siendo el plan A y estaba dispuesta a seguirlo. Pero para eso, primero tenían que seguirles a ellos.
No resultó complicado. Les siguieron mientras llamaban a varias puertas, tanto de comercios como de particulares, entregando sobres que seguramente contuvieran dinero e instrucciones. Si solo se avituallaban de comida o algo más, no tenían forma de saberlo. En cualquier caso, no parecieron darse cuenta de su presencia, siempre a una prudente distancia y para cuando la ciudad comenzaba a despertar, decidieron iniciar el camino de vuelta. Útil horario, al fin y al cabo; llegar cuando no hay nadie y marchar cuando todavía todo está despejado. Y útil para ellos también, que no tardaron en encontrar a los dos pecosos en una calle desalmada, con los guardias de las esquinas de espaldas y demasiado lejos como para venir en su ayuda.
-Es el momento.
En cuanto se lanzó, cayó en la cuenta de que no habían detallado cómo exactamente iban a revelarles lo que planeaban. Oh, bueno. Algo de improvisación siempre era necesaria. La pirata saltó por los aires, aterrizando silenciosamente frente a los criados con una pequeñísima inclinación. Se alzó con sonrisa de gata y se quitó la capucha, aguardando con algo de entusiasmo su reacción.
Exactamente dos segundos y medio después cada una de sus manos tapaba la boca de un pecoso. En retrospectiva, fuera a causa de la sorpresa, el miedo o el enfado, debería haber pensado en añadir mordazas a su estrategia.
Dexter Black
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El "Piedra, papel, tijeras" era un juego basado supuestamente en el azar, pero resultaba mucho más complejo que eso. La primera jugada estaba determinada por dos factores, principalmente: El reflejo cerebro-mano hacía a un jugador sacar tijera la primera vez en la mayoría de las situaciones, mientras que la posición inicial de la mano -sumado a lo anterior- hacían que otro resultado posible fuese la piedra. Papel era el resultado menos probable de los tres, por lo que la primera ronda solía decantarse con un empate a piedra por una sencilla razón: Piedra ganaba a tijeras. Tras el primer empate el árbol se bifurcaba en dos opciones, repetir piedra o cambiarla. Repetirla era una opción asumiendo que, tras el empate, el oponente jugaría tijeras creyendo que uno mismo usaría el papel creyendo que su rival elegiría nuevamente piedra, mientras el cambio implicaba asumir que la otra persona elegiría papel, y tomar tijeras. Por eso, los resultados más probables de una segunda ronda eran empate a tijeras o que uno de los dos usase la piedra para romperlas.
Una vez uno de los dos ganaba un enfrentamiento, entraba un factor adicional: El aprendizaje. Cuando un jugador perdía una vez comprendía el motivo de la derrota, por lo que analizaba las elecciones de cada uno y actuaba en consecuencia. Si había perdido con tijeras optaría irremediablemente por la tijera -su rival habría ganado dos veces con piedra y cambiaría a papel-, pero al mismo tiempo el ganador sería consciente de ese mismo hecho, por lo que se aseguraría de variar, eligiendo tijera. Por tanto, desde la primera victoria, el empate se volvía paradigma. Según cuánto se conociesen los participantes, su nivel de reflexividad y su comprensión del funcionamiento del juego, estos podían durar más o menos turnos, pero solían resumirse en el bucle lógico de "si el primer perdedor cambia de jugada gana, si el ganador varía gana". En el caso de que ambos cambiasen era poco probable el empate, por lo que solía acoger esa probabilidad en el seno de la segunda.
Dexter tenía talento para ese juego. Desde siempre había poseído una intuición fuera de lo común -tal vez causa de su Haki de observación, quizá potenciada por este- y una capacidad de abstracción sin igual. Cuando se encontraba frente a un juego como aquel el mundo se desvanecía y todo comenzaba a cobrar sentido. Ese tendón en el pulgar que se tensaba al preparar las tijeras, esa décima de segundo que se tardaba en razonar que uno buscaba el papel, ese movimiento rígido al mover el puño cerrado... Incluso la propia entonación al canturrear el nombre del juego influía.
Por eso con él no había lugar a los empates; nunca había perdido a ese juego.
- Piedra -contestó él, secamente, mientras contenía la risa. A Aki debía dársele bastante bien el juego si realmente se mostraba tan incrédula con cada derrota-. ¿Cinco, ya?
Supo que ella habría replicado, pero no quedaba tiempo para eso. Al parecer Angus había resultado mucho más útil de lo que cualquiera habría podido esperar, advirtiendo que cada martes llegaban dos pecosos -Dexter no supo si tenían pecas o es que el anciano no sabía decir "pecadores"- a la parte baja, haciendo una serie de recados y regresando. Por un momento había albergado la esperanza de que su aparición implicara que visitasen la taberna, pero no parecía que fuesen a tener tanta suerte. Ya era bastante que hubiese un hombre dispuesto a ayudarlos con la información que necesitaban y... ¿Y si Angus les estaba tendiendo una trampa? ¿Y si era un traidor él también?
Desechó la idea al momento. Ni siquiera él podía ver detalles tan concretos, y al hombre Aki ya lo conocía desde antes de su desaparición, por lo que todos los factores de riesgo se iban minimizando en pos de la confianza sobre aquel hombre. Aparte, debía reconocer que si realmente no quisiera ayudarlos habría cometido un error dando tanta información.
Tras ver a los muchachos, los siguieron. Se trataba de un par de efebos apolíneos, uno rubio y otro zanahorio, que viajaban de puerta en puerta y lugar en lugar, repartiendo y recogiendo. En algunos locales el intercambio era un poco más perturbador, no entregando nada y recibiendo lo que seguramente fuese un buen pellizco en forma de sobre, o pequeñas bolsas de un metal tintineante. Pero no tardaron mucho.
Aki se lanzó presa de la emoción. Por su parte. él se mantuvo en la espalda con el colgante de zafiro activado y una ilusión de normalidad alrededor de ellos. Nadie tenía que oír nada, y aunque estaban en un pequeño callejón optó por tomar más precauciones de las necesarias -nunca eran suficientes, en realidad- manteniéndose a su espalda para cercarles la huida.
- Supongo que eso significa que la reconocéis -dijo, desde detrás-. Aun así, por si acaso, dejadme presentaros a Aki D. Arlia.
El miedo era real, pero no captaba en ellos odio ni ira. Tal vez temiesen las consecuencias de verla y no denunciarla, tal vez la maquinaria de propaganda estaba funcionando en lo alto... Quién sabe.
- ¡Pero estás muerta! -exclamó el pelirrojo-. ¿Cómo... cómo?
Él también habría tenido muchas preguntas. Pobre criaturita.
Una vez uno de los dos ganaba un enfrentamiento, entraba un factor adicional: El aprendizaje. Cuando un jugador perdía una vez comprendía el motivo de la derrota, por lo que analizaba las elecciones de cada uno y actuaba en consecuencia. Si había perdido con tijeras optaría irremediablemente por la tijera -su rival habría ganado dos veces con piedra y cambiaría a papel-, pero al mismo tiempo el ganador sería consciente de ese mismo hecho, por lo que se aseguraría de variar, eligiendo tijera. Por tanto, desde la primera victoria, el empate se volvía paradigma. Según cuánto se conociesen los participantes, su nivel de reflexividad y su comprensión del funcionamiento del juego, estos podían durar más o menos turnos, pero solían resumirse en el bucle lógico de "si el primer perdedor cambia de jugada gana, si el ganador varía gana". En el caso de que ambos cambiasen era poco probable el empate, por lo que solía acoger esa probabilidad en el seno de la segunda.
Dexter tenía talento para ese juego. Desde siempre había poseído una intuición fuera de lo común -tal vez causa de su Haki de observación, quizá potenciada por este- y una capacidad de abstracción sin igual. Cuando se encontraba frente a un juego como aquel el mundo se desvanecía y todo comenzaba a cobrar sentido. Ese tendón en el pulgar que se tensaba al preparar las tijeras, esa décima de segundo que se tardaba en razonar que uno buscaba el papel, ese movimiento rígido al mover el puño cerrado... Incluso la propia entonación al canturrear el nombre del juego influía.
Por eso con él no había lugar a los empates; nunca había perdido a ese juego.
- Piedra -contestó él, secamente, mientras contenía la risa. A Aki debía dársele bastante bien el juego si realmente se mostraba tan incrédula con cada derrota-. ¿Cinco, ya?
Supo que ella habría replicado, pero no quedaba tiempo para eso. Al parecer Angus había resultado mucho más útil de lo que cualquiera habría podido esperar, advirtiendo que cada martes llegaban dos pecosos -Dexter no supo si tenían pecas o es que el anciano no sabía decir "pecadores"- a la parte baja, haciendo una serie de recados y regresando. Por un momento había albergado la esperanza de que su aparición implicara que visitasen la taberna, pero no parecía que fuesen a tener tanta suerte. Ya era bastante que hubiese un hombre dispuesto a ayudarlos con la información que necesitaban y... ¿Y si Angus les estaba tendiendo una trampa? ¿Y si era un traidor él también?
Desechó la idea al momento. Ni siquiera él podía ver detalles tan concretos, y al hombre Aki ya lo conocía desde antes de su desaparición, por lo que todos los factores de riesgo se iban minimizando en pos de la confianza sobre aquel hombre. Aparte, debía reconocer que si realmente no quisiera ayudarlos habría cometido un error dando tanta información.
Tras ver a los muchachos, los siguieron. Se trataba de un par de efebos apolíneos, uno rubio y otro zanahorio, que viajaban de puerta en puerta y lugar en lugar, repartiendo y recogiendo. En algunos locales el intercambio era un poco más perturbador, no entregando nada y recibiendo lo que seguramente fuese un buen pellizco en forma de sobre, o pequeñas bolsas de un metal tintineante. Pero no tardaron mucho.
Aki se lanzó presa de la emoción. Por su parte. él se mantuvo en la espalda con el colgante de zafiro activado y una ilusión de normalidad alrededor de ellos. Nadie tenía que oír nada, y aunque estaban en un pequeño callejón optó por tomar más precauciones de las necesarias -nunca eran suficientes, en realidad- manteniéndose a su espalda para cercarles la huida.
- Supongo que eso significa que la reconocéis -dijo, desde detrás-. Aun así, por si acaso, dejadme presentaros a Aki D. Arlia.
El miedo era real, pero no captaba en ellos odio ni ira. Tal vez temiesen las consecuencias de verla y no denunciarla, tal vez la maquinaria de propaganda estaba funcionando en lo alto... Quién sabe.
- ¡Pero estás muerta! -exclamó el pelirrojo-. ¿Cómo... cómo?
Él también habría tenido muchas preguntas. Pobre criaturita.
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En cuanto Dexter apareció, quitó la mano de las bocas de los jóvenes. Todavía parecían asustados, pero por lo menos ya no estaban gritando. Y al fin y al cabo, no podía culparlos. Las primeras palabras que salieron de su boca confirmaron que efectivamente, las noticias de su muerte se habían extendido por Samirn… o por lo menos por la Fortaleza.
-Yo me siento bastante viva.- Dijo con una pequeña sonrisa, antes de señalar a Dexter.- Además, no soy la única. ¿Os suena Dexter Black? Digamos que el paseo desde el Tártaro ha sido… movidito.
No mentía. Por otro lado, ahora que pensaba en ello, era bastante curioso que tuvieran algo tan concreto en común. Ambos creídos muertos, resurgidos de unas cenizas que nunca habían estado ahí. Por supuesto, las circunstancias que les habían llevado a cada uno hasta esa posición eran bastante únicas, para nada comparables. Y, sin embargo, les habían llevado hasta el mismo punto.
Los dos chicos se giraron y otro grito salió de sus gargantas. Aki se acercó y con cuidado, le colocó una mano en el hombro al rubio.
-Ey.- dijo con calma.- Estamos aquí para ayudaros. ¿Vendréis con nosotros?
Pasaron unos segundos. Había una mezcla de emociones en sus caras, desde confusión y preocupación hasta miedo e indecisión. Por un momento realmente pensó que iban a aceptar sin más problemas, el rubio incluso hizo amago de tomar su mano, pero el pelirrojo le detuvo.
-Un segundo.- Había cautela en sus palabras y sospecha en sus ojos.- ¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? Exactamente, ¿cómo vas a ayudarnos? No es como si tuviéramos grandes problemas, en realidad.
Podía creérselo. Al fin y al cabo, venían de la Fortaleza. Si sus puestos eran de chicos de los recados, dudaba que tuvieran tareas de naturaleza más… perversa. Por no hablar de comida y seguridad, cosas valiosísimas.
-Puede que vosotros no, pero mirad a vuestro alrededor. Samirn sufre. Quiero arreglarlo.
Nuevamente, el pelirrojo pareció receloso. El rubio callaba, pero parecía apenado. Estaba segura de que si lograba convencer a su amigo, tendrían todo el camino hecho. Le miró a los ojos, sin dejar que se escapara.
-Sé que en parte es culpa mía. No debí marcharme cuando lo hice, pero no tuve más remedio. Ahora tengo la oportunidad de enmendar mi error, pero no puedo hacerlo yo sola. Necesito vuestra ayuda. ¿La tengo?
Los siguientes instantes fueron interminables, pero al final el chico pelirrojo pareció claudicar. Asintió y de una mirada Aki comprobó que el rubio también se apuntaba. Sonrió. Perfecto. Ahora podían poner su plan en marcha.
-En ese caso, me complace anunciaros que os habéis ganado el día libre. Por aquí, por favor.
Les guió de vuelta a la taberna, donde Angus aguardaba a medio abrirla. Mientras los chicos se presentaban al señor y este les explicaba dónde podían quedarse, se giró hacia Dexter con una gran sonrisa.
-Bueno, primer paso hecho. ¿Quieres saber qué tal se te da ser pelirrojo para variar?
-Yo me siento bastante viva.- Dijo con una pequeña sonrisa, antes de señalar a Dexter.- Además, no soy la única. ¿Os suena Dexter Black? Digamos que el paseo desde el Tártaro ha sido… movidito.
No mentía. Por otro lado, ahora que pensaba en ello, era bastante curioso que tuvieran algo tan concreto en común. Ambos creídos muertos, resurgidos de unas cenizas que nunca habían estado ahí. Por supuesto, las circunstancias que les habían llevado a cada uno hasta esa posición eran bastante únicas, para nada comparables. Y, sin embargo, les habían llevado hasta el mismo punto.
Los dos chicos se giraron y otro grito salió de sus gargantas. Aki se acercó y con cuidado, le colocó una mano en el hombro al rubio.
-Ey.- dijo con calma.- Estamos aquí para ayudaros. ¿Vendréis con nosotros?
Pasaron unos segundos. Había una mezcla de emociones en sus caras, desde confusión y preocupación hasta miedo e indecisión. Por un momento realmente pensó que iban a aceptar sin más problemas, el rubio incluso hizo amago de tomar su mano, pero el pelirrojo le detuvo.
-Un segundo.- Había cautela en sus palabras y sospecha en sus ojos.- ¿Cómo sabemos que podemos confiar en ti? Exactamente, ¿cómo vas a ayudarnos? No es como si tuviéramos grandes problemas, en realidad.
Podía creérselo. Al fin y al cabo, venían de la Fortaleza. Si sus puestos eran de chicos de los recados, dudaba que tuvieran tareas de naturaleza más… perversa. Por no hablar de comida y seguridad, cosas valiosísimas.
-Puede que vosotros no, pero mirad a vuestro alrededor. Samirn sufre. Quiero arreglarlo.
Nuevamente, el pelirrojo pareció receloso. El rubio callaba, pero parecía apenado. Estaba segura de que si lograba convencer a su amigo, tendrían todo el camino hecho. Le miró a los ojos, sin dejar que se escapara.
-Sé que en parte es culpa mía. No debí marcharme cuando lo hice, pero no tuve más remedio. Ahora tengo la oportunidad de enmendar mi error, pero no puedo hacerlo yo sola. Necesito vuestra ayuda. ¿La tengo?
Los siguientes instantes fueron interminables, pero al final el chico pelirrojo pareció claudicar. Asintió y de una mirada Aki comprobó que el rubio también se apuntaba. Sonrió. Perfecto. Ahora podían poner su plan en marcha.
-En ese caso, me complace anunciaros que os habéis ganado el día libre. Por aquí, por favor.
Les guió de vuelta a la taberna, donde Angus aguardaba a medio abrirla. Mientras los chicos se presentaban al señor y este les explicaba dónde podían quedarse, se giró hacia Dexter con una gran sonrisa.
-Bueno, primer paso hecho. ¿Quieres saber qué tal se te da ser pelirrojo para variar?
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Dexter no dijo nada. Tampoco sobre las referencias a la mitología clásica que Aki parecía hacer de forma casi constante. No era que le molestasen, pero se preguntaba si ensayaría esa clase de discursos delante del espejo o tendría una libretita donde iba apuntando sus ocurrencias para el momento en que debiese utilizarlas de alguna forma. Tal vez incluso estaban agendadas, y tenía unas para los días pares e impares, o estaban organizadas tipo "frases para el renacer de entre los muertos", "sinónimos de yummy en un idioma que valga la pena" o incluso "cómo hablar con marineros". El caso es que la expresión le hizo desconectar momentáneamente, no dándole tiempo a reaccionar cuando el pelirrojo demostró ser poco más que un triste niñato egoísta. ¿Cómo podía soltar semejante frase cuando toda la ciudad en la que se había criado agonizaba?
Aun así, por el momento se guardó el enfado y escoltó a la pareja hasta la taberna de Angus, que estaba oportunamente comenzando a abrir. Escuchó las directrices del anciano, que se refería al pelirrojo como "pelo cerilla" y al rubio como "cara de niña" pero parecía, en el fondo, casi exultante de tener un par de manos extra en la taberna para ocuparse de atender la barra y limpiar las mesas. Dexter sabía que secretamente se alegraba más por tener a alguien que le limpiara los baños que por ayudar. Es decir, siendo francos, liberar una isla entera de la opresión de los malvados Hexarcas estaba bien, pero no fregar la mierda de otros era otro nivel. Él también estaría contento si el premio por su lealtad fuese una -aunque fuese efímera- ayuda en su negocio.
Cuando los jovencitos entraron Aki se dio la vuelta, llena de determinación. Sin embargo estaba obviando un detalle en realidad de suma relevancia, aunque pudiese parecer una tontería.
- Te olvidas de una pequeña cosita -comentó, casi juntando los dedos índice y pulgar de una mano-. Un detallito de nada.
Hizo pinza en su oreja y la arrastró a través de la puerta que Angus mantenía abierta mientras contenía la risa. Él también se había dado cuenta de que Aki era como un cachorrito lleno de energías, tanto en lo bueno como en lo malo.
- Aún no sabemos nada de ellos -dijo, una vez estuvieron dentro.
Y es que, más allá de a qué se dedicaban -lo cual podría ser intuitivo, acatar órdenes- no tenían información siquiera acerca de sus nombres, ni tenían muy claro cómo se llevaban con el resto de gente en el interior. Que hubiesen optado finalmente por ayudar implicaba que tenían que suplantarlos, y un "espera que pregunto" no era la respuesta más adecuada cuando tuviesen que responder a un guardia. Por otro lado, había muchas cosas que quería preguntar a esa gente antes de comenzar la infiltración. De ese modo, optó por hacer la primera de sus preguntas:
- Si tardáis mucho en volver, ¿qué os sucedería?
- Absolutamente nada mientras se cumplan -contestó el rubito, expeditivo-. Aunque una vez Jairo se emborrachó a mitad del servicio y no lo hemos vuelto a ver. Supongo que dependerá también del retraso, claro. ¿Por qué?
- Porque tengo muchas preguntas que hacer, y vosotros un mapa que dibujar.
Esperaba que al menos uno de ellos tuviese buenas manos.
Aun así, por el momento se guardó el enfado y escoltó a la pareja hasta la taberna de Angus, que estaba oportunamente comenzando a abrir. Escuchó las directrices del anciano, que se refería al pelirrojo como "pelo cerilla" y al rubio como "cara de niña" pero parecía, en el fondo, casi exultante de tener un par de manos extra en la taberna para ocuparse de atender la barra y limpiar las mesas. Dexter sabía que secretamente se alegraba más por tener a alguien que le limpiara los baños que por ayudar. Es decir, siendo francos, liberar una isla entera de la opresión de los malvados Hexarcas estaba bien, pero no fregar la mierda de otros era otro nivel. Él también estaría contento si el premio por su lealtad fuese una -aunque fuese efímera- ayuda en su negocio.
Cuando los jovencitos entraron Aki se dio la vuelta, llena de determinación. Sin embargo estaba obviando un detalle en realidad de suma relevancia, aunque pudiese parecer una tontería.
- Te olvidas de una pequeña cosita -comentó, casi juntando los dedos índice y pulgar de una mano-. Un detallito de nada.
Hizo pinza en su oreja y la arrastró a través de la puerta que Angus mantenía abierta mientras contenía la risa. Él también se había dado cuenta de que Aki era como un cachorrito lleno de energías, tanto en lo bueno como en lo malo.
- Aún no sabemos nada de ellos -dijo, una vez estuvieron dentro.
Y es que, más allá de a qué se dedicaban -lo cual podría ser intuitivo, acatar órdenes- no tenían información siquiera acerca de sus nombres, ni tenían muy claro cómo se llevaban con el resto de gente en el interior. Que hubiesen optado finalmente por ayudar implicaba que tenían que suplantarlos, y un "espera que pregunto" no era la respuesta más adecuada cuando tuviesen que responder a un guardia. Por otro lado, había muchas cosas que quería preguntar a esa gente antes de comenzar la infiltración. De ese modo, optó por hacer la primera de sus preguntas:
- Si tardáis mucho en volver, ¿qué os sucedería?
- Absolutamente nada mientras se cumplan -contestó el rubito, expeditivo-. Aunque una vez Jairo se emborrachó a mitad del servicio y no lo hemos vuelto a ver. Supongo que dependerá también del retraso, claro. ¿Por qué?
- Porque tengo muchas preguntas que hacer, y vosotros un mapa que dibujar.
Esperaba que al menos uno de ellos tuviese buenas manos.
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¡Por fin! Por fin podían empezar. Irían hasta la fortaleza, averiguarían dónde estaban las guerreras y tras liberarlas pondrían fin al reinado de los Hexarcas. ¡Samirn volvería a su antigua gloria y podría hacerlo bien esta vez! ¡Podría…!
-¿Ah?
¿En qué momento su cuerpo se había quedado en diagonal? Miró hacia atrás y comprendió que Dexter le había agarrado de la oreja, inclinándola cuando ella había intentado seguir andando. Esbozó una pequeña sonrisa. Igual se había adelantado un poco.
Decía que se le olvidaba algo, pero no caía en ello. Se dejó arrastrar mientras intentaba no reírse. Seguramente fuera de los usos más burdos que Dexter le había dado a su legendaria fuerza, pero los pocos segundos que duró el viaje fue tontamente divertido. La imagen mental de lo que debía ser verles bastaba para hacer sonreír a la pelirroja.
En cuanto llegaron a la taberna la soltó y pudo ponerse en pie. Al ver la cara de Angus confirmó que había sido un curioso numerito. Oh, bueno. Entretener era algo que le gustaba. Además, en cuando Dexter le dijo de qué se había olvidado comprendió que tenía razón. No podían representar adecuadamente sus papeles si no tenían un guión que seguir.
El chico pelirrojo todavía tenía el ceño fruncido, pero por algún motivo decidió tomar la iniciativa. Le pidió papel y boli a Angus y una vez lo tuvo empezó a hacer una serie de esquemas en la hoja.
-Si vais a hacer esto, hacedlo bien. Si fracasáis, seremos nosotros quien carguemos con la culpa.
Tenía razón, aunque no le gustase su actitud. Si ellos fracasaban y los sirvientes volvían, seguramente lo que le hubieran hecho a Jairo paliderecía en comparación. Y si se quedaban en la ciudad serían fugitivos y habrían sacrificado su vida cómoda por… nada. Aki se puso seria, atendiendo a los dibujos. La orientación no era lo suyo, pero estaba más que decidida a grabar esos esquemas a fuego en su cabeza.
-Esta es la ruta que seguimos por las mañanas. No tenéis por qué seguirla, pero sí pasar por delante de estos guardias porque suelen vernos cuando venimos. Y saldréis de la ciudad por… aquí. El resto del camino es único, como comprenderéis.
Solo había un camino hacia la cima. El chico procedió a explicarles que había un control justo donde Dexter había predicho y luego empezó a hacer un bosquejo de lo que la pelirroja en seguida reconoció como la fortaleza.
-Igual antes de todo esto… deberíais saber nuestros nombres.- Interrumpió el rubio, con una suave sonrisa.- Me llamo Carlo y mi compañero es Matico. Nos dedicamos a ser… bueno, chicos de los recados, en realidad. Matico le llevó una vez un agua a uno de los Hexarcas, pero fue casualidad.
-No había nadie más cerca porque Mario acababa de quedarse… indispuesto.
Frunció los labios al decirlo. Claramente indispuesto no se acercaba ni por asomo a la realidad, fuera la que fuera.
-Si… justamente. El caso es que solemos hacer el trabajo sucio para los organizadores. Ellos se encargan de conseguir todo lo que la Fortaleza necesita para seguir trabajando y gente como nosotros bajamos a hacer los pedidos, llevamos mensajes de un lado a otro y ayudamos allí donde haga falta una mano extra, por… por los motivos que sean.
Aki sonrió. Parecía que su suerte no dejaba de aumentar. Habían conseguido dos peones. Con esas labores esencialmente tendrían libertad para ir y venir, porque nadie se cuestionaría que estuvieran dando vueltas por la Fortaleza. Resultaba una alegría y un alivio, al menos de momento. Tan solo esperaba que la suerte no se les acabase muy pronto.
-¿Ah?
¿En qué momento su cuerpo se había quedado en diagonal? Miró hacia atrás y comprendió que Dexter le había agarrado de la oreja, inclinándola cuando ella había intentado seguir andando. Esbozó una pequeña sonrisa. Igual se había adelantado un poco.
Decía que se le olvidaba algo, pero no caía en ello. Se dejó arrastrar mientras intentaba no reírse. Seguramente fuera de los usos más burdos que Dexter le había dado a su legendaria fuerza, pero los pocos segundos que duró el viaje fue tontamente divertido. La imagen mental de lo que debía ser verles bastaba para hacer sonreír a la pelirroja.
En cuanto llegaron a la taberna la soltó y pudo ponerse en pie. Al ver la cara de Angus confirmó que había sido un curioso numerito. Oh, bueno. Entretener era algo que le gustaba. Además, en cuando Dexter le dijo de qué se había olvidado comprendió que tenía razón. No podían representar adecuadamente sus papeles si no tenían un guión que seguir.
El chico pelirrojo todavía tenía el ceño fruncido, pero por algún motivo decidió tomar la iniciativa. Le pidió papel y boli a Angus y una vez lo tuvo empezó a hacer una serie de esquemas en la hoja.
-Si vais a hacer esto, hacedlo bien. Si fracasáis, seremos nosotros quien carguemos con la culpa.
Tenía razón, aunque no le gustase su actitud. Si ellos fracasaban y los sirvientes volvían, seguramente lo que le hubieran hecho a Jairo paliderecía en comparación. Y si se quedaban en la ciudad serían fugitivos y habrían sacrificado su vida cómoda por… nada. Aki se puso seria, atendiendo a los dibujos. La orientación no era lo suyo, pero estaba más que decidida a grabar esos esquemas a fuego en su cabeza.
-Esta es la ruta que seguimos por las mañanas. No tenéis por qué seguirla, pero sí pasar por delante de estos guardias porque suelen vernos cuando venimos. Y saldréis de la ciudad por… aquí. El resto del camino es único, como comprenderéis.
Solo había un camino hacia la cima. El chico procedió a explicarles que había un control justo donde Dexter había predicho y luego empezó a hacer un bosquejo de lo que la pelirroja en seguida reconoció como la fortaleza.
-Igual antes de todo esto… deberíais saber nuestros nombres.- Interrumpió el rubio, con una suave sonrisa.- Me llamo Carlo y mi compañero es Matico. Nos dedicamos a ser… bueno, chicos de los recados, en realidad. Matico le llevó una vez un agua a uno de los Hexarcas, pero fue casualidad.
-No había nadie más cerca porque Mario acababa de quedarse… indispuesto.
Frunció los labios al decirlo. Claramente indispuesto no se acercaba ni por asomo a la realidad, fuera la que fuera.
-Si… justamente. El caso es que solemos hacer el trabajo sucio para los organizadores. Ellos se encargan de conseguir todo lo que la Fortaleza necesita para seguir trabajando y gente como nosotros bajamos a hacer los pedidos, llevamos mensajes de un lado a otro y ayudamos allí donde haga falta una mano extra, por… por los motivos que sean.
Aki sonrió. Parecía que su suerte no dejaba de aumentar. Habían conseguido dos peones. Con esas labores esencialmente tendrían libertad para ir y venir, porque nadie se cuestionaría que estuvieran dando vueltas por la Fortaleza. Resultaba una alegría y un alivio, al menos de momento. Tan solo esperaba que la suerte no se les acabase muy pronto.
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Evitó los juegos absurdos de palabras, pero el tándem que formaba la pareja de Carlomático era casi un chiste con patas. Dejando de lado que uno de ellos había sido potencialmente abusado por los Hexarcas -eso de "un agua" bien podía ser alguna clase de extraño eufemismo- y el otro un vago redomado -"indispuesto" seguramente significara "dormido", aunque no descartaba que precisamente ese hubiese sido el más atacado por la lujuria de los poderosos-, los dos parecían tener muy claro su lugar en todo aquello.
Negó con la cabeza. ¿En qué estaba pensando? Si uno de ellos hubiese sufrido abusos muchos más lo sabrían, e incluso entre ellos el miedo habría surgido frente a los gobernantes así como su disposición para ayudarlos habría sido totalmente distinta. Seguramente ambos habrían saltado a la carrera por echarles una mano de haber sucedido algo así, pero no era el caso. Zanahorio seguía mostrándose suspicaz frente al plan, más preocupado por los líos en los que podría meterse si todo salía mal que por la mejora de las cosas si todo iba bien. Y aunque no quería culparle, no podía evitar sentirse decepcionado al ver que un muchacho tan joven con un espíritu tan conformista. ¡Se suponía que el corazón enardecido nacía de la pasión adolescente! ¿Cómo podía un muchacho tener el espíritu tan hecho cenizas?
- Ciertamente que seáis recaderos resulta muy conveniente para nosotros -dijo, mientras liberaba su Haki de observación para colarse en sus mentes. No podía leer sus pensamientos de forma precisa, pero sí podía hallar rastros de emociones contradictorias en caso de estar ellos actuando-. ¿De verdad sois quienes decís?
No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que, efectivamente, sí. Habían tenido mucha suerte, aunque el pelirrojo había protestado sonoramente. El chico rubio parecía entender más su desconfianza e, irónicamente, eso le hizo desconfiar más. No obstante optó por ignorar ese instinto suspicaz porque, al fin y al cabo, ya no tenían otra opción más allá de seguir adelante. Más les valía a ambos que Angus pudiese contenerlos en caso de estar equivocándose. Aunque, en realidad, como mínimo uno de ellos parecía demasiado simple como para estar infiltrado.
- Está bien, podemos confiar en vosotros. Tened este den den mushi. -Dejó sobre la mesa un pequeño caracol de color blanco y negro, con la concha escamosa y azul-. No lo utilicéis para llamarnos, pero trataré de comunicarme con vosotros una vez al día; más, si es posible. Apuntad cualquier detalle interesante y contádmelo cuando os llame. Y tened también esto... -Era un intercomunicador, el mismo que había fabricado Deathstroke hacía años-. Si hay algo realmente urgente encendedlo con este botón y hablad. Todos los que estemos conectados lo escucharemos.
Le dio uno también a Aki y, una vez con eso, se quedó mirando por un breve tiempo los mapas de la fortaleza que iban dibujando los muchachos. No estaba seguro de que cumpliesen unas proporciones muy realistas, pero podían valer. Aun así, quedaba tener confianza en ellos porque tal vez, solo tal vez, habían visto algo raro.
- Estamos buscando un lugar en el que puedan estar encerrados miles de personas -dijo, para finalizar-. ¿Se os ocurre en alguno de vuestros recados o paseos haber visto grandes cantidades de comida, o lo que sea, ir hacia un punto concreto de la fortaleza?
Cruzó los dedos.
- Lo cierto es que no -contestó el rubio de inmediato. Sin embargo, el pelirrojo hacía un esfuerzo por recordar.
Y eso significaba que algo raro había visto.
Negó con la cabeza. ¿En qué estaba pensando? Si uno de ellos hubiese sufrido abusos muchos más lo sabrían, e incluso entre ellos el miedo habría surgido frente a los gobernantes así como su disposición para ayudarlos habría sido totalmente distinta. Seguramente ambos habrían saltado a la carrera por echarles una mano de haber sucedido algo así, pero no era el caso. Zanahorio seguía mostrándose suspicaz frente al plan, más preocupado por los líos en los que podría meterse si todo salía mal que por la mejora de las cosas si todo iba bien. Y aunque no quería culparle, no podía evitar sentirse decepcionado al ver que un muchacho tan joven con un espíritu tan conformista. ¡Se suponía que el corazón enardecido nacía de la pasión adolescente! ¿Cómo podía un muchacho tener el espíritu tan hecho cenizas?
- Ciertamente que seáis recaderos resulta muy conveniente para nosotros -dijo, mientras liberaba su Haki de observación para colarse en sus mentes. No podía leer sus pensamientos de forma precisa, pero sí podía hallar rastros de emociones contradictorias en caso de estar ellos actuando-. ¿De verdad sois quienes decís?
No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que, efectivamente, sí. Habían tenido mucha suerte, aunque el pelirrojo había protestado sonoramente. El chico rubio parecía entender más su desconfianza e, irónicamente, eso le hizo desconfiar más. No obstante optó por ignorar ese instinto suspicaz porque, al fin y al cabo, ya no tenían otra opción más allá de seguir adelante. Más les valía a ambos que Angus pudiese contenerlos en caso de estar equivocándose. Aunque, en realidad, como mínimo uno de ellos parecía demasiado simple como para estar infiltrado.
- Está bien, podemos confiar en vosotros. Tened este den den mushi. -Dejó sobre la mesa un pequeño caracol de color blanco y negro, con la concha escamosa y azul-. No lo utilicéis para llamarnos, pero trataré de comunicarme con vosotros una vez al día; más, si es posible. Apuntad cualquier detalle interesante y contádmelo cuando os llame. Y tened también esto... -Era un intercomunicador, el mismo que había fabricado Deathstroke hacía años-. Si hay algo realmente urgente encendedlo con este botón y hablad. Todos los que estemos conectados lo escucharemos.
Le dio uno también a Aki y, una vez con eso, se quedó mirando por un breve tiempo los mapas de la fortaleza que iban dibujando los muchachos. No estaba seguro de que cumpliesen unas proporciones muy realistas, pero podían valer. Aun así, quedaba tener confianza en ellos porque tal vez, solo tal vez, habían visto algo raro.
- Estamos buscando un lugar en el que puedan estar encerrados miles de personas -dijo, para finalizar-. ¿Se os ocurre en alguno de vuestros recados o paseos haber visto grandes cantidades de comida, o lo que sea, ir hacia un punto concreto de la fortaleza?
Cruzó los dedos.
- Lo cierto es que no -contestó el rubio de inmediato. Sin embargo, el pelirrojo hacía un esfuerzo por recordar.
Y eso significaba que algo raro había visto.
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De repente, ya no era solo el pelirrojo el que desconfiaba. Dexter estaba a la defensiva también, escaneando a los muchachos. No podía culparle, claro. Ella no les conocía personalmente y mentiría si dijera que la actitud agresiva de Matico no le preocupaba. Pero por otro lado… ¿Qué iban a hacer? Tenían que subir a la Fortaleza, de una forma u otra. Y esta era la mejor oportunidad que se les iba a presentar en… no sabía cuánto tiempo, pero sí que no sería poco. Si era una trampa o fruto de la casualidad, no era capaz de distinguirlo. Pese a ello, el único momento en el que parecieron nerviosos de verdad fue cuando Dexter les preguntó si eran quienes decían. Una reacción comprensible, al fin y al cabo.
Iba a decirle algo, pero decidió que eran de confianza. Si había utilizado su mantra u otro método, era irrelevante. Ese visto bueno era la prueba de que estaba decidido; ella habría ido incluso sin garantías, aunque mentiría si dijera que no le dejaba más tranquila. Cogió el intercomunicador que le tendía y se lo colocó con cuidado, probándolo un par de veces en voz baja para comprobar que funcionaba a la perfección. Satisfecha, se centró en los chicos con expresión seria. La última era una buena pregunta y la cara de Matico llamaba la atención. Parecía concentrado, hasta que de repente pareció recordar algo. Pálido como la cera, se giró hacia ellos. Fue a decir algo, pero tras abrir y cerrar la boca un par de veces, se giró hacia Carlo.
-¿Has estado alguna vez cerca del Desagüe?
El rubio se encogió de hombros. Matico volvió a su ceño fruncido, pero empezó a explicar.
-Todo el gasto de comida de la Fortaleza va al mismo lugar, el Desagüe. Es un agujero enorme en una ladera algo alejada del edificio principal. Bueno, más bien como un túnel que da a un agujero. Una vez a la semana se reúnen todos los restos de comida y se llevan allí a tirarlos. Tuve que ir hace un par de meses, porque uno de los chicos habituales se había caído y roto una pierna.
Hizo una pausa. En realidad, eso aunque prometedor, no probaba nada. Puede que estuvieran bajo tierra y que ese Desagüe conectara con la celda, pero no podían hacerlas sobrevivir a base de restos.
-El caso es – añadió - , que también tiran en un segundo viaje un montón de comida cruda. Verduras, patatas, incluso carne. Cuando lo vi pregunté, porque si no se estaba utilizando quizá teníamos que volver a medir las cantidades que encargábamos al bajar a la ciudad. Pero… nunca me dieron una respuesta. Asumí que a nadie le importaba.
Parecía preocupado y era lógico. Ella misma se sentía asqueada. ¿La comida cruda se mezclaba con la podrida o tenían un método para separarla? ¿Tenían siquiera forma de cocinarla allá abajo? Sintió un escalofrío, pero se sobrepuso.
-Indícanos exactamente dónde están esa ladera y ese túnel. Nos encargaremos de comprobarlo.
Miró a Dexter con determinación. Si de verdad les estaban tratando con tan poca humanidad, más razones para seguir adelante. Sin importar lo que pasara.
Iba a decirle algo, pero decidió que eran de confianza. Si había utilizado su mantra u otro método, era irrelevante. Ese visto bueno era la prueba de que estaba decidido; ella habría ido incluso sin garantías, aunque mentiría si dijera que no le dejaba más tranquila. Cogió el intercomunicador que le tendía y se lo colocó con cuidado, probándolo un par de veces en voz baja para comprobar que funcionaba a la perfección. Satisfecha, se centró en los chicos con expresión seria. La última era una buena pregunta y la cara de Matico llamaba la atención. Parecía concentrado, hasta que de repente pareció recordar algo. Pálido como la cera, se giró hacia ellos. Fue a decir algo, pero tras abrir y cerrar la boca un par de veces, se giró hacia Carlo.
-¿Has estado alguna vez cerca del Desagüe?
El rubio se encogió de hombros. Matico volvió a su ceño fruncido, pero empezó a explicar.
-Todo el gasto de comida de la Fortaleza va al mismo lugar, el Desagüe. Es un agujero enorme en una ladera algo alejada del edificio principal. Bueno, más bien como un túnel que da a un agujero. Una vez a la semana se reúnen todos los restos de comida y se llevan allí a tirarlos. Tuve que ir hace un par de meses, porque uno de los chicos habituales se había caído y roto una pierna.
Hizo una pausa. En realidad, eso aunque prometedor, no probaba nada. Puede que estuvieran bajo tierra y que ese Desagüe conectara con la celda, pero no podían hacerlas sobrevivir a base de restos.
-El caso es – añadió - , que también tiran en un segundo viaje un montón de comida cruda. Verduras, patatas, incluso carne. Cuando lo vi pregunté, porque si no se estaba utilizando quizá teníamos que volver a medir las cantidades que encargábamos al bajar a la ciudad. Pero… nunca me dieron una respuesta. Asumí que a nadie le importaba.
Parecía preocupado y era lógico. Ella misma se sentía asqueada. ¿La comida cruda se mezclaba con la podrida o tenían un método para separarla? ¿Tenían siquiera forma de cocinarla allá abajo? Sintió un escalofrío, pero se sobrepuso.
-Indícanos exactamente dónde están esa ladera y ese túnel. Nos encargaremos de comprobarlo.
Miró a Dexter con determinación. Si de verdad les estaban tratando con tan poca humanidad, más razones para seguir adelante. Sin importar lo que pasara.
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El chico rubio seguía despertándole un cierto desasosiego, y si bien no terminaba de desconfiar tampoco podía decir que se sintiese del todo cómodo ante la perspectiva de creer en lo que él podía decirle. El pelirrojo, receloso, se comportaba dentro de lo que cabía como una persona mucho más normal: Había tardado poco en olvidar su viejo estatus para centrarse en la buena vida, una vida prometida gracias a la gloria y gracia de los Hexarcas. A pesar de ello se había dejado convencer, aun reticentemente, porque en el fondo sabía que era lo mejor. Pero Dexter nunca confiaba en un fanático, y el muchacho rubio, que no había dudado ni por un instante en echarles una mano, tenía algo raro. Podía no ser un traidor, pero desde luego algo peligroso para ellos podría ser.
Aparte, Matico había dado con una cosa que podía resultar interesante. Desde luego, como era de esperar, no tendrían una conexión directa establecida -al menos, una visible-, pero tenía que haberla y por supuesto alguien debía hacerse cargo. Alguien que no podía ser un prisionero, como era lógico. De hecho, tener un desagüe -seguramente se refiriesen más bien a alguna clase de fosa, aunque no iba a discutir acerca de fontanería con esa gente- era una idea muy interesante a la hora de mover discretamente grandes cantidades de comida. Aunque, tal como explicaba el chico... No es que esa gente fuese muy discreta. Por un lado tirarlo en dos viajes separados demostraba que cabía la posibilidad de existencia de un mecanismo con doble conducto, enviando parte de la comida a la prisión secreta y la otra, estropeada, a lo que fuera que hubiese al final del túnel. Sin embargo, que tirasen regularmente una cantidad tan ingente de comida por ahí y no diesen ni siquiera explicaciones resultaba, cuanto menos, absurdo. Mejor para ellos, en realidad, pero empezaba a creer que estaba tomando demasiados esfuerzos para batir a una panda de idiotas.
- No es suficiente. -No tenía sentido. No al menos como medida de abastecimiento principal-. ¿Cuánta gente vive en la fortaleza? ¿Cinco mil personas? ¿Ocho mil? No me creo que tiren cerca de la tercera parte en alimento crudo por un vertedero; ya sabría toda la fortaleza que eso sucede. Pero no era tanta comida, ¿verdad?
Matico negó con la cabeza. En realidad, alimentar a todos los habitantes de la parte superior implicaba mucha comida, pero incluso malnutrir a cinco mil guerreras era caro. Asumiendo que nadie más estuviese prisionero, cada día deberían recibir cerca de tres o cuatro toneladas de comida -seguramente más-, y ese gasto sí que no era posible ocultarlo de cara a los sirvientes. Además, arriesgarse a que estos descubriesen suspicazmente sus secretos más oscuros era desde cualquier punto de vista una mala idea difícilmente justificable.
Aun así, con que la comida en buen estado llegase hasta allí les bastaba. Tenía curiosidad, pero tampoco necesitaba conocer todos los detalles. De hecho, era probable que los fuesen descubriendo por el camino una vez estuviesen en las mazmorras y hubiesen rescatado a las guerreras.
Lo que le dejaba la duda realmente era si usaban un mismo conducto o dos diferentes. En el caso de que fuese uno sería todo más sencillo, puesto que bajarían directamente y ya. En caso de ser dos, tendrían que conocer los horarios. Además, aunque los conociesen no podían tirarse sin más por las rampas. Tenían que encontrar el camino hacia las mazmorras, o se toparían de frente con un montón de gente que daría la señal de alarma de inmediato. La cosa estaba siendo más sencilla de lo esperado, pero seguía estando lejos de resultar fácil.
- Está bien, más cosas. -Se irguió en el asiento-. Nos queda poco tiempo. ¿Algún dato más que pueda sernos de utilidad? A lo mejor hay más rampas de desperdicios por la fortaleza adelante, o habéis visto algún carro de suministros que no llegue hasta vuestras manos...
- No. -Carlo negó con la cabeza-. Solo hay uno, que es el que da a la ladera norte. Nadie quiere que los pobres se acumulen en los accesos, así que caen cerca del bosque... Creo. La verdad es que nunca hemos comprobado las bajantes, al menos yo.
Matico negó también.
Dexter miró a Aki, preocupado. Fuese lo que fuese lo que sucedía arriba todo era demasiado extraño. Y el agujero previo, asumió, dado que horadar una montaña de esa forma era, cuanto menos, frívolo. Más cuando se conseguía el mismo resultado con una rampa al aire. También llevaba a la conclusión de que o contaban con canteros expertos o usuarios de fruta del diablo. Aunque eso último ya era de esperar.
Aparte, Matico había dado con una cosa que podía resultar interesante. Desde luego, como era de esperar, no tendrían una conexión directa establecida -al menos, una visible-, pero tenía que haberla y por supuesto alguien debía hacerse cargo. Alguien que no podía ser un prisionero, como era lógico. De hecho, tener un desagüe -seguramente se refiriesen más bien a alguna clase de fosa, aunque no iba a discutir acerca de fontanería con esa gente- era una idea muy interesante a la hora de mover discretamente grandes cantidades de comida. Aunque, tal como explicaba el chico... No es que esa gente fuese muy discreta. Por un lado tirarlo en dos viajes separados demostraba que cabía la posibilidad de existencia de un mecanismo con doble conducto, enviando parte de la comida a la prisión secreta y la otra, estropeada, a lo que fuera que hubiese al final del túnel. Sin embargo, que tirasen regularmente una cantidad tan ingente de comida por ahí y no diesen ni siquiera explicaciones resultaba, cuanto menos, absurdo. Mejor para ellos, en realidad, pero empezaba a creer que estaba tomando demasiados esfuerzos para batir a una panda de idiotas.
- No es suficiente. -No tenía sentido. No al menos como medida de abastecimiento principal-. ¿Cuánta gente vive en la fortaleza? ¿Cinco mil personas? ¿Ocho mil? No me creo que tiren cerca de la tercera parte en alimento crudo por un vertedero; ya sabría toda la fortaleza que eso sucede. Pero no era tanta comida, ¿verdad?
Matico negó con la cabeza. En realidad, alimentar a todos los habitantes de la parte superior implicaba mucha comida, pero incluso malnutrir a cinco mil guerreras era caro. Asumiendo que nadie más estuviese prisionero, cada día deberían recibir cerca de tres o cuatro toneladas de comida -seguramente más-, y ese gasto sí que no era posible ocultarlo de cara a los sirvientes. Además, arriesgarse a que estos descubriesen suspicazmente sus secretos más oscuros era desde cualquier punto de vista una mala idea difícilmente justificable.
Aun así, con que la comida en buen estado llegase hasta allí les bastaba. Tenía curiosidad, pero tampoco necesitaba conocer todos los detalles. De hecho, era probable que los fuesen descubriendo por el camino una vez estuviesen en las mazmorras y hubiesen rescatado a las guerreras.
Lo que le dejaba la duda realmente era si usaban un mismo conducto o dos diferentes. En el caso de que fuese uno sería todo más sencillo, puesto que bajarían directamente y ya. En caso de ser dos, tendrían que conocer los horarios. Además, aunque los conociesen no podían tirarse sin más por las rampas. Tenían que encontrar el camino hacia las mazmorras, o se toparían de frente con un montón de gente que daría la señal de alarma de inmediato. La cosa estaba siendo más sencilla de lo esperado, pero seguía estando lejos de resultar fácil.
- Está bien, más cosas. -Se irguió en el asiento-. Nos queda poco tiempo. ¿Algún dato más que pueda sernos de utilidad? A lo mejor hay más rampas de desperdicios por la fortaleza adelante, o habéis visto algún carro de suministros que no llegue hasta vuestras manos...
- No. -Carlo negó con la cabeza-. Solo hay uno, que es el que da a la ladera norte. Nadie quiere que los pobres se acumulen en los accesos, así que caen cerca del bosque... Creo. La verdad es que nunca hemos comprobado las bajantes, al menos yo.
Matico negó también.
Dexter miró a Aki, preocupado. Fuese lo que fuese lo que sucedía arriba todo era demasiado extraño. Y el agujero previo, asumió, dado que horadar una montaña de esa forma era, cuanto menos, frívolo. Más cuando se conseguía el mismo resultado con una rampa al aire. También llevaba a la conclusión de que o contaban con canteros expertos o usuarios de fruta del diablo. Aunque eso último ya era de esperar.
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Las cuentas de Dexter estaban bien hechas. Con lo que Matico contaba, no habría comida suficiente como para alimentar a todas las guerreras. Que les faltaba información era un hecho, pero tal y como estaban las cosas solo le venían dos posibilidades a la mente.
-O hay más comida en algún lado…- devolvió su mirada de preocupación.- o quedan menos guerreras de las que creíamos.
Se estremeció. Eso no se lo habían planteado. Las habían visto presas en su espejo del Ojo, pero no habían visto cuantas eran. Había sido un momento, ni siquiera estaba segura de recordar correctamente la imagen. Por otro lado… estaban encerradas. No habían bajado ahí voluntariamente. En toda pelea había bajas pero… ¿tantas? Esperaba que no.
Ambos jóvenes parecieron notar la tensión en la habitación. Carlo habló con algo de duda, intentando animarles.
-Es posible que hagan más viajes. Llevamos meses trabajando ahí y Matico solo se ha acercado una vez, pero porque nadie se acerca sin motivo. Y no somos los únicos que bajamos a la ciudad, ni siquiera controlamos todos los pedidos; los Hexarcas tienen a sus propios… sirvientes.
Si llevaba razón o eran palabras vacías, no podían saberlo de momento. Aki meneó la cabeza y agarró los esquemas que Matico había esbozado, guardándolos a buen recaudo. Angus pareció leerle las intenciones y colocó una mano en el hombro de cada chico.
-¿Cómo de bien se os da tirar cervezas?
La pirata esbozó una pequeña sonrisa. Por lo menos, no correrían peligro, al menos no de inmediato. Se giró hacia Dexter y le acarició el brazo con una mano.
-Nuestros oponentes son poderosos, pero eso ya lo sabíamos. El hecho es que nos falta mucha información y a estas alturas… creo que la mejor forma de conseguirlo es ir a la fuente. Además, gracias a ti estaremos en contacto con ellos si necesitamos preguntarles más cosas.
Fue con los chicos una última vez, para hablar acerca de su forma de comportarse. Con una serie de preguntas concretas a cada uno anotó su forma de caminar, de reír, algún que otro tic y costumbre y todos los detalles que tuvieron a bien contarle para dar el pego.
-Si te pasas por la puerta trasera de las cocinas a las tres en punto, Rampier te dará un puñado de higos.- Matico se encogió de hombros.- Me gustan mucho. A cambio, jugamos a las cartas en la despensa cuando tiene un rato libre.
Aki sonrió y asintió. Lo recordaría. Luego, volvió a buscar a Dexter.
-Creo que lo mejor sería transformarnos en el callejón más cercano a la ruta. Así no habrá posibilidad de que les vean salir de aquí… dado que siguen dentro.
Se volvió a colocar la capa y se despidió de Angus y los chicos. Abrió la puerta de la taberna y aguardó a que Dexter pasara delante.
-Veamos cómo de lejos podemos llegar.
-O hay más comida en algún lado…- devolvió su mirada de preocupación.- o quedan menos guerreras de las que creíamos.
Se estremeció. Eso no se lo habían planteado. Las habían visto presas en su espejo del Ojo, pero no habían visto cuantas eran. Había sido un momento, ni siquiera estaba segura de recordar correctamente la imagen. Por otro lado… estaban encerradas. No habían bajado ahí voluntariamente. En toda pelea había bajas pero… ¿tantas? Esperaba que no.
Ambos jóvenes parecieron notar la tensión en la habitación. Carlo habló con algo de duda, intentando animarles.
-Es posible que hagan más viajes. Llevamos meses trabajando ahí y Matico solo se ha acercado una vez, pero porque nadie se acerca sin motivo. Y no somos los únicos que bajamos a la ciudad, ni siquiera controlamos todos los pedidos; los Hexarcas tienen a sus propios… sirvientes.
Si llevaba razón o eran palabras vacías, no podían saberlo de momento. Aki meneó la cabeza y agarró los esquemas que Matico había esbozado, guardándolos a buen recaudo. Angus pareció leerle las intenciones y colocó una mano en el hombro de cada chico.
-¿Cómo de bien se os da tirar cervezas?
La pirata esbozó una pequeña sonrisa. Por lo menos, no correrían peligro, al menos no de inmediato. Se giró hacia Dexter y le acarició el brazo con una mano.
-Nuestros oponentes son poderosos, pero eso ya lo sabíamos. El hecho es que nos falta mucha información y a estas alturas… creo que la mejor forma de conseguirlo es ir a la fuente. Además, gracias a ti estaremos en contacto con ellos si necesitamos preguntarles más cosas.
Fue con los chicos una última vez, para hablar acerca de su forma de comportarse. Con una serie de preguntas concretas a cada uno anotó su forma de caminar, de reír, algún que otro tic y costumbre y todos los detalles que tuvieron a bien contarle para dar el pego.
-Si te pasas por la puerta trasera de las cocinas a las tres en punto, Rampier te dará un puñado de higos.- Matico se encogió de hombros.- Me gustan mucho. A cambio, jugamos a las cartas en la despensa cuando tiene un rato libre.
Aki sonrió y asintió. Lo recordaría. Luego, volvió a buscar a Dexter.
-Creo que lo mejor sería transformarnos en el callejón más cercano a la ruta. Así no habrá posibilidad de que les vean salir de aquí… dado que siguen dentro.
Se volvió a colocar la capa y se despidió de Angus y los chicos. Abrió la puerta de la taberna y aguardó a que Dexter pasara delante.
-Veamos cómo de lejos podemos llegar.
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Esperó pacientemente mientras las explicaciones iban pasando. Escuchaba datos, anécdotas y detalles que en lo personal no le interesaban, pero resultarían vitales para mantener su identidad una vez estuviesen en lo alto. Si Rampier sospechaba todo podría venirse abajo, pero también si no conocían el nombre de su superior directo -un tal Arlelt- o las tareas que tenían asignadas para ese día mientras no se les requiriese para otro menester. En realidad la lista era corta, pero resultaba un hecho impepinable que, como alguien necesitase a los muchachos pronto, se iban a ganar una tunda. Era cierto que ellos mismos habían dicho que no pasaba nada por tardar, claro, pero si debían mentir en los primeros momentos de su actuación era probable que se viesen en problemas antes de poder siquiera darse cuenta.
- Supongo que nos puede bastar con eso, sí -confirmó, dejando la mano sobre la de Aki un momento. Solo un momento-. Tenemos aún mucho que pulir, pero habrá que dejarte hacer lo tuyo.
Improvisación. Aki decidía rápido y de manera eficiente. Él normalmente era capaz de trazar planes de manera veloz, pero siempre buscaba un inicio y un final, no era capaz de solo plantearse la pregunta del "y ahora qué", razón por la que terminaba modificando por completo sus tácticas en lugar de plantear un atajo hasta el paso siguiente al que acabase de fallar. A Akagami eso lo ponía de los nervios, y lo entendía, si bien siempre lo había visto la forma más eficiente de avanzar hacia el éxito. Pero el hecho era que mientras la pelirroja estuviera ahí podía aceptar un cierto margen de caos que era, de hecho, deseable.
Se levantó detrás de ella y la siguió hasta la puerta. Se la sostuvo mientras él salía, y él se la mantuvo mientras ella salía también. Asintió cuando dio la idea, caminando tras ella hacia el callejón más cercano.
Era un espacio entre edificios bastante estrecho, algo oscuro y desde luego maloliente. Caminar por ahí era esquivar bolsas de basura, basura sin bolsa y alguna que otra deposición de rata que había por ahí. No era el lugar idóneo para una cita, pero precisamente por eso era perfecto para transformarse. Nadie buscaría algo sospechoso en medio de una calle totalmente abandonada. De todos modos, antes de que se transformase, le dio un beso en los labios. Solo uno.
- Voy a tener que aguantarme un buen rato -se disculpó, adoptando la apariencia del pelirrojo-. ¿Estamos listos pues?
Encorvó levemente la espalda. Si bien Matico era un hombre apuesto su postura dejaba mucho que desear. Nunca había entrenado, por lo que realmente le faltaban hombros y caían hacia delante ligeramente. Aparte de eso, sonreía levemente con la alegría de quien había mejorado enormemente su vida -o de quien había olvidado sus orígenes, claro- e inclinaba la cabeza hacia un lado. Definitivamente Aki se había quedado con el bueno, pero tampoco pensaba protestar. Total, para un rato que iba a tener que llevarlo no iba a quejarse.
- ¡Vamos allá!
- Supongo que nos puede bastar con eso, sí -confirmó, dejando la mano sobre la de Aki un momento. Solo un momento-. Tenemos aún mucho que pulir, pero habrá que dejarte hacer lo tuyo.
Improvisación. Aki decidía rápido y de manera eficiente. Él normalmente era capaz de trazar planes de manera veloz, pero siempre buscaba un inicio y un final, no era capaz de solo plantearse la pregunta del "y ahora qué", razón por la que terminaba modificando por completo sus tácticas en lugar de plantear un atajo hasta el paso siguiente al que acabase de fallar. A Akagami eso lo ponía de los nervios, y lo entendía, si bien siempre lo había visto la forma más eficiente de avanzar hacia el éxito. Pero el hecho era que mientras la pelirroja estuviera ahí podía aceptar un cierto margen de caos que era, de hecho, deseable.
Se levantó detrás de ella y la siguió hasta la puerta. Se la sostuvo mientras él salía, y él se la mantuvo mientras ella salía también. Asintió cuando dio la idea, caminando tras ella hacia el callejón más cercano.
Era un espacio entre edificios bastante estrecho, algo oscuro y desde luego maloliente. Caminar por ahí era esquivar bolsas de basura, basura sin bolsa y alguna que otra deposición de rata que había por ahí. No era el lugar idóneo para una cita, pero precisamente por eso era perfecto para transformarse. Nadie buscaría algo sospechoso en medio de una calle totalmente abandonada. De todos modos, antes de que se transformase, le dio un beso en los labios. Solo uno.
- Voy a tener que aguantarme un buen rato -se disculpó, adoptando la apariencia del pelirrojo-. ¿Estamos listos pues?
Encorvó levemente la espalda. Si bien Matico era un hombre apuesto su postura dejaba mucho que desear. Nunca había entrenado, por lo que realmente le faltaban hombros y caían hacia delante ligeramente. Aparte de eso, sonreía levemente con la alegría de quien había mejorado enormemente su vida -o de quien había olvidado sus orígenes, claro- e inclinaba la cabeza hacia un lado. Definitivamente Aki se había quedado con el bueno, pero tampoco pensaba protestar. Total, para un rato que iba a tener que llevarlo no iba a quejarse.
- ¡Vamos allá!
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''Qué dulce''
Fue lo único que se le pasó por la cabeza en los cortos segundos que duró su beso. Una hazaña, en realidad, teniendo en cuenta a todo lo que debería estar atendiendo. Por suerte, poco después de que Dexter se apartara Aki regresó al presente y asintió con confianza.
Cerró los ojos por otro segundo y bajo la capucha, su pelo rojo se transformó en rubio. Su ropa se volvió igual de blanca que la del sirviente y su piel un tanto más pálida. Lo cierto es que el chiquillo parecía frágil hasta decir basta, aunque lo más probable era que fuera precisamente esa cualidad lo que le había conseguido un ''empleo'' tan tranquilo. Se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y parpadeó un par de veces, haciéndose a su nueva apariencia. Marco caminaba de forma más despreocupada que Matico y solía llevar una sonrisa distraída en la cara. En realidad, toda esta información se la había dado Matico, porque por lo visto Marco no era muy consciente de cómo se veía.
Aki sonrió. De una forma u otra, era información bienvenida. Y ahora, copias de los dos sirvientes como eran, estaban listos para empezar. Se sentía nerviosa y alerta, pero sabía que era algo bueno; costaría más pillarles desprevenidos. Se acordó en el último segundo de disfrazar su presencia, justo mientras salía del callejón con paso entre tentativo y despreocupado.
Allá que iban.
Al principio, todo fue bien. Acabaron la ruta que les habían descrito sin incidentes y sin cruzarse realmente con nadie que pareciera reconocerles. Desfilaron frente a algunos de los guardias y llegó el momento de salir de la ciudad.
El camino a la Fortaleza, lógicamente, estaba guardado. Un puesto de guardia con varios hombres se interponía entre ellos y el resto de su ruta. Por suerte, siempre y cuando su disfraz fuera lo bastante convincente, no tendrían mucho que temer. El diálogo en esta obra era sencillo.
-Todo encargado, regresamos.
Uno de los guardias les miró de arriba abajo y asintió una vez antes de señalarles el pasaje. Cruzaron juntos y en cuestión de minutos dejaban atrás Ur'Tuban. La pirata tragó saliva y se mordió la lengua para evitar mirar hacia la ciudad una última vez. Esperaba estar haciendo lo correcto, porque ahora… ya no había vuelta atrás.
En seguida se dio cuenta de que dos de los guardias les seguían. Era el procedimiento habitual y dio gracias a que los chicos se lo hubieran comentado, porque de lo contrario estaría empezando a ponerse nerviosa. Sin razón, porque los guardias pese a acompañarles no estaban haciendo mucho caso. Iban hablando entre ellos y parecían más dormidos que despiertos. Por otro lado no eran siquiera las ocho de la mañana, así que no pensaba juzgarles. Mejor para ellos.
Poco después, vio a lo lejos la siguiente parada de su viaje. El puesto de guardia a medio camino. Una vez lo pasaran, solo tendrían que entrar en la Fortaleza para que les dejasen a su aire. Miró a Dexter de reojo; una vez más, se alegraba de no estar sola. Si iba a adentrarse en la boca del lobo… prefería hacerlo bien acompañada.
Fue lo único que se le pasó por la cabeza en los cortos segundos que duró su beso. Una hazaña, en realidad, teniendo en cuenta a todo lo que debería estar atendiendo. Por suerte, poco después de que Dexter se apartara Aki regresó al presente y asintió con confianza.
Cerró los ojos por otro segundo y bajo la capucha, su pelo rojo se transformó en rubio. Su ropa se volvió igual de blanca que la del sirviente y su piel un tanto más pálida. Lo cierto es que el chiquillo parecía frágil hasta decir basta, aunque lo más probable era que fuera precisamente esa cualidad lo que le había conseguido un ''empleo'' tan tranquilo. Se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y parpadeó un par de veces, haciéndose a su nueva apariencia. Marco caminaba de forma más despreocupada que Matico y solía llevar una sonrisa distraída en la cara. En realidad, toda esta información se la había dado Matico, porque por lo visto Marco no era muy consciente de cómo se veía.
Aki sonrió. De una forma u otra, era información bienvenida. Y ahora, copias de los dos sirvientes como eran, estaban listos para empezar. Se sentía nerviosa y alerta, pero sabía que era algo bueno; costaría más pillarles desprevenidos. Se acordó en el último segundo de disfrazar su presencia, justo mientras salía del callejón con paso entre tentativo y despreocupado.
Allá que iban.
Al principio, todo fue bien. Acabaron la ruta que les habían descrito sin incidentes y sin cruzarse realmente con nadie que pareciera reconocerles. Desfilaron frente a algunos de los guardias y llegó el momento de salir de la ciudad.
El camino a la Fortaleza, lógicamente, estaba guardado. Un puesto de guardia con varios hombres se interponía entre ellos y el resto de su ruta. Por suerte, siempre y cuando su disfraz fuera lo bastante convincente, no tendrían mucho que temer. El diálogo en esta obra era sencillo.
-Todo encargado, regresamos.
Uno de los guardias les miró de arriba abajo y asintió una vez antes de señalarles el pasaje. Cruzaron juntos y en cuestión de minutos dejaban atrás Ur'Tuban. La pirata tragó saliva y se mordió la lengua para evitar mirar hacia la ciudad una última vez. Esperaba estar haciendo lo correcto, porque ahora… ya no había vuelta atrás.
En seguida se dio cuenta de que dos de los guardias les seguían. Era el procedimiento habitual y dio gracias a que los chicos se lo hubieran comentado, porque de lo contrario estaría empezando a ponerse nerviosa. Sin razón, porque los guardias pese a acompañarles no estaban haciendo mucho caso. Iban hablando entre ellos y parecían más dormidos que despiertos. Por otro lado no eran siquiera las ocho de la mañana, así que no pensaba juzgarles. Mejor para ellos.
Poco después, vio a lo lejos la siguiente parada de su viaje. El puesto de guardia a medio camino. Una vez lo pasaran, solo tendrían que entrar en la Fortaleza para que les dejasen a su aire. Miró a Dexter de reojo; una vez más, se alegraba de no estar sola. Si iba a adentrarse en la boca del lobo… prefería hacerlo bien acompañada.
Dexter Black
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No recordaba haberse infiltrado nunca. De hecho, tampoco recordaba haberse escondido. A lo largo de los años había trabajado desde lo alto de su torre de cristal o en la vanguardia de su ejército, avanzando con fuerza imparable junto a sus hombres. Pero nunca se había infiltrado. Ni siquiera en Impel Down, o en la Aguja. A veces era cierto que se había disfrazado momentáneamente para seguir a un sujeto en particular o garantizar un avance más rápido, pero nunca así. Se sentía a medio camino entre excitado y aterrado. No, de hecho se sentía mucho más aterrado.
Salieron del callejón con sumo cuidado. Nadie miraba, pero había un par de personas que deambulaban por las calles y tampoco quería que posasen su mirada en el par de jóvenes sospechosos. Que creyesen que se trataba de adolescentes con demasiado fuego en la sangre podía no estar mal, pero si despertaban su curiosidad... Mal asunto. Así que Aki delante, abriendo el paso, y él a apenas media zancada por detrás, caminaron por la ruta que Matico y Carlo les habían explicado. Él no había prestado demasiada atención, pero Aki se movía entre las calles como pez en el agua, interpretando un papel afable y sereno, dedicado. Se le daba bien tratar con las personas, y hasta cierto punto parecía disfrutarlo. Él, por su parte, actuaba de forma un tanto huraña y desconfiada. A Matico, al fin y al cabo, no le gustaba la ciudad.
Intentó aprender los nombres de las calles; también quedarse con sus dimensiones, con los edificios más importantes y con su extensión. La mayoría de las vías eran estrechas y largas, sin apenas avenidas, pero los caminos principales resultaban casi majestuosos. Tal vez esa información les fuese útil más adelante, por lo que trató de guardar las imágenes de la manera más inalterada en su memoria. Era fácil, en realidad: Mientras Aki convencía con su interpretación y encandilaba a cada persona con la que cruzaba más de dos palabras, Dexter ponía sus ojos a trabajar. Bares, tiendas, e incluso las rutas de la gente con la que podían encontrarse más de una vez, cosa que apenas sucedió en un par de ocasiones. También se quedó con la cara de los guardias y los puestos de vigilancia desde los que controlaban el entorno.
- Entonces, ¿ya está todo? -preguntó, haciendo un esfuerzo por parecer preocupado, aunque su desgana era notable-. Como nos castiguen por tu culpa, te voy a...
Los guardias podían escucharlos, pero en parte lo hacía por eso. Matico parecía la clase de persona no demasiado perfeccionista, pero preocupada por su culo. Era lógico pensar que actuase de esa forma -aparte, Carlo parecía haber hecho alguna insinuación al respecto-, lo que en una situación de presión implicaba... Bueno, que se comportase como un cretino. Pero era lo que tenía que hacer, vaya. Allí arriba conocían a la pareja, así que no bastaba con una buena interpretación; debía ser perfecta.
Pareció sencillo superar el primer control, y también el segundo. Parecía más la clase de proceso rutinario por el que nadie quería pasar, lo que se traducía en dejadez y cierto descontrol. No los habían cacheado ni estaban interesados en cualquier cosa que pudiese hacer rentable ese momento. Tuvo que reprimir una mueca de enfado frente a semejante muestra de apoyo a la burocracia, sonriendo con una cortesía innecesaria a los guardias.
Estaban dentro.
Salieron del callejón con sumo cuidado. Nadie miraba, pero había un par de personas que deambulaban por las calles y tampoco quería que posasen su mirada en el par de jóvenes sospechosos. Que creyesen que se trataba de adolescentes con demasiado fuego en la sangre podía no estar mal, pero si despertaban su curiosidad... Mal asunto. Así que Aki delante, abriendo el paso, y él a apenas media zancada por detrás, caminaron por la ruta que Matico y Carlo les habían explicado. Él no había prestado demasiada atención, pero Aki se movía entre las calles como pez en el agua, interpretando un papel afable y sereno, dedicado. Se le daba bien tratar con las personas, y hasta cierto punto parecía disfrutarlo. Él, por su parte, actuaba de forma un tanto huraña y desconfiada. A Matico, al fin y al cabo, no le gustaba la ciudad.
Intentó aprender los nombres de las calles; también quedarse con sus dimensiones, con los edificios más importantes y con su extensión. La mayoría de las vías eran estrechas y largas, sin apenas avenidas, pero los caminos principales resultaban casi majestuosos. Tal vez esa información les fuese útil más adelante, por lo que trató de guardar las imágenes de la manera más inalterada en su memoria. Era fácil, en realidad: Mientras Aki convencía con su interpretación y encandilaba a cada persona con la que cruzaba más de dos palabras, Dexter ponía sus ojos a trabajar. Bares, tiendas, e incluso las rutas de la gente con la que podían encontrarse más de una vez, cosa que apenas sucedió en un par de ocasiones. También se quedó con la cara de los guardias y los puestos de vigilancia desde los que controlaban el entorno.
- Entonces, ¿ya está todo? -preguntó, haciendo un esfuerzo por parecer preocupado, aunque su desgana era notable-. Como nos castiguen por tu culpa, te voy a...
Los guardias podían escucharlos, pero en parte lo hacía por eso. Matico parecía la clase de persona no demasiado perfeccionista, pero preocupada por su culo. Era lógico pensar que actuase de esa forma -aparte, Carlo parecía haber hecho alguna insinuación al respecto-, lo que en una situación de presión implicaba... Bueno, que se comportase como un cretino. Pero era lo que tenía que hacer, vaya. Allí arriba conocían a la pareja, así que no bastaba con una buena interpretación; debía ser perfecta.
Pareció sencillo superar el primer control, y también el segundo. Parecía más la clase de proceso rutinario por el que nadie quería pasar, lo que se traducía en dejadez y cierto descontrol. No los habían cacheado ni estaban interesados en cualquier cosa que pudiese hacer rentable ese momento. Tuvo que reprimir una mueca de enfado frente a semejante muestra de apoyo a la burocracia, sonriendo con una cortesía innecesaria a los guardias.
Estaban dentro.
Aki D. Arlia
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No supo decir si el viaje se le había hecho corto o largo. Para cuando por fin alcanzaron la cima le temblaban las piernas y no era de cansancio. La Fortaleza… por su cabeza paseó un breve pensamiento: ''Estoy en casa''. No tardó en desecharlo. No era su casa y ahora mismo, ni siquiera era el mismo edificio que recordaba.
Se le parecía, sin duda. Atravesaron un control final a las puertas y caminaron por el puente que atravesaba el foso. Al otro lado había una muralla a medio camino entre la decoración y la defensa; no era lo bastante alta o ancha como para resistir un ataque armado, de hecho con algo de maña y un par de manos extra alguien de estatura media podía acabar por subirla si tenía una motivación suficiente. Por otro lado, era estable y aunque estaba hecha de piedra clara y bonita no estaba especialmente decorada. Simplemente, estaba ahí.
Una vez entraron, tuvo que resistir el impulso de atravesar los jardines. Eran enormes y había numerosas formas de llegar al otro lado. Su favorita siempre había sido utilizar el camino central, pero por supuesto, los sirvientes no tenían ese privilegio. Ya no. Guió a Dexter por el lateral, bordeando las hermosas plantas y captando solo rápidos vistazos de lo que solían ser sus rincones favoritos, a lo lejos. No dijo nada, sin embargo. No sabía quién podía estar escuchando.
Poco a poco, se acercaron al edificio central. En forma de enorme C, les tocaba entrar por una puerta lateral en la parte izquierda. No les costó divisarla y de repente se encontraron en unas abarrotadas cocinas llenas de deliciosos olores y gente atareada. Cruzó una mirada con Dexter y le señaló con los ojos una segunda puerta. La atravesaron una vez más tras corresponder un par de miradas y sonrisas y se encontraron en un corredor vacío. Las paredes eran de piedra lisa y había antorchas iluminando cada tramo. Aki se llevó una mano a la cabeza y se revolvió el pelo, tratando de calmarse un poco. Había salido bien, al menos de momento. Solo faltaba una cosa.
-Voy a buscar a Arlelt y decirle que hemos llegado. No debería tardar mucho, ¿te veo en los establos?
Era uno de los sitios a los que les habían dicho que iban una vez acababan sus tareas. Daban de comer manzanas a los animales y los cepillaban para mantenerlos lustrosos. La gente que por lo general se ocupaba de ellos solía alegrarse de tener unos minutos de libertad y así ellos podían escapar del trajín. Dada su situación, era el lugar ideal para hablar con algo de tranquilidad. Pasó por su lado y le apretó el brazo un momento antes de marcharse. Era todo lo que se atrevía a hacer, pero quería tocarle. Hacerle saber que estaba bien, que mantenía la cabeza fría. Darle las gracias, de alguna manera. Demasiadas funciones para un pequeño apretón, pero no tenía otra manera. No por ahora.
Se le parecía, sin duda. Atravesaron un control final a las puertas y caminaron por el puente que atravesaba el foso. Al otro lado había una muralla a medio camino entre la decoración y la defensa; no era lo bastante alta o ancha como para resistir un ataque armado, de hecho con algo de maña y un par de manos extra alguien de estatura media podía acabar por subirla si tenía una motivación suficiente. Por otro lado, era estable y aunque estaba hecha de piedra clara y bonita no estaba especialmente decorada. Simplemente, estaba ahí.
Una vez entraron, tuvo que resistir el impulso de atravesar los jardines. Eran enormes y había numerosas formas de llegar al otro lado. Su favorita siempre había sido utilizar el camino central, pero por supuesto, los sirvientes no tenían ese privilegio. Ya no. Guió a Dexter por el lateral, bordeando las hermosas plantas y captando solo rápidos vistazos de lo que solían ser sus rincones favoritos, a lo lejos. No dijo nada, sin embargo. No sabía quién podía estar escuchando.
Poco a poco, se acercaron al edificio central. En forma de enorme C, les tocaba entrar por una puerta lateral en la parte izquierda. No les costó divisarla y de repente se encontraron en unas abarrotadas cocinas llenas de deliciosos olores y gente atareada. Cruzó una mirada con Dexter y le señaló con los ojos una segunda puerta. La atravesaron una vez más tras corresponder un par de miradas y sonrisas y se encontraron en un corredor vacío. Las paredes eran de piedra lisa y había antorchas iluminando cada tramo. Aki se llevó una mano a la cabeza y se revolvió el pelo, tratando de calmarse un poco. Había salido bien, al menos de momento. Solo faltaba una cosa.
-Voy a buscar a Arlelt y decirle que hemos llegado. No debería tardar mucho, ¿te veo en los establos?
Era uno de los sitios a los que les habían dicho que iban una vez acababan sus tareas. Daban de comer manzanas a los animales y los cepillaban para mantenerlos lustrosos. La gente que por lo general se ocupaba de ellos solía alegrarse de tener unos minutos de libertad y así ellos podían escapar del trajín. Dada su situación, era el lugar ideal para hablar con algo de tranquilidad. Pasó por su lado y le apretó el brazo un momento antes de marcharse. Era todo lo que se atrevía a hacer, pero quería tocarle. Hacerle saber que estaba bien, que mantenía la cabeza fría. Darle las gracias, de alguna manera. Demasiadas funciones para un pequeño apretón, pero no tenía otra manera. No por ahora.
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Lamentó por un instante estar en la piel del apático Matico. Le habría gustado poder sonreír maravillado al atravesar la última muralla y observar los jardines de la fortaleza, preciosos, pero no pudo. En realidad, tal vez lo mejor fuese mantenerse él en el frío y desalentado, o tener un contacto social relativamente amplio terminaría por exponerlo antes que a Aki. Al fin y al cabo ella era mucho mejor en el tema social, y de dar un paso en falso solo necesitaba utilizar su fruta del diablo para conseguir arreglarlo o, como mínimo, para minimizarlo.
Le costaba visualizar la "Fortaleza" como una fortaleza. Estaba torpemente amurallada -se notaba, además, que era nueva- y poseía un sinfín de edificios de dimensiones colosales, algunos de ellos horadados contra las montañas, y algunos más pequeños. La envergadura de la Acrópolis -el término por el que él prefería llamarla- era comparable a la de sus imponentes jardines, llenos de arbustos florales y árboles frondosos que salpicaban de sombras caleidoscópicas cada rincón. En el medio había un camino que nadie tomaba, por alguna razón. Dexter estuvo a punto, pero asumió que era tan mala idea que ni siquiera Aki optaba por llevarla a cabo -no es como si Aki tuviese malas ideas por regla general, pero la había visto dudar-. Así que caminó junto a ella sin decir gran cosa, solo quedándose de nuevo con cada detalle que veía, intentando encontrar algo útil. Una ventana medio abierta, una puerta mal vigilada... Lo que fuera.
- Sí, ahora te veo -respondió perezosamente-. ¡Y no te comas los higos de la cena sin mí esta vez!
Matico había insistido mucho en ello. En realidad Dexter tenía claro que se trataba de un rencoroso de mierda, pero si llevaba año y medio recordándole cada noche que se había comido UN HIGO de su bol una vez, ¿quién era él para no cumplir con su papel? Eso y meterse un poco con Aki, ya de paso, por aquello de rebajar el ambiente. Nunca estaba de más rebajarlo un poco en una situación de vida o muerte; al fin y al cabo, cuanto más nerviosos más probabilidades de muerte.
Mientras iba hacia los caballos pensó en el apretón. ¿Significaba algo? ¿Había querido significarlo, acaso? Tal vez las preguntas al respecto sobrasen, pero al mismo tiempo si no había significado nada podía significarlo todo. En cualquier caso, optó por no darle importancia. Si la tenía era, precisamente, porque no la tenía. Contuvo su sonrisa.
El establo era un lugar cuanto menos curioso. En él había animales con cuadra más grande que algunas casas que había visto, y la gente trabajaba de manera más o menos relajada. Algunos hasta hacían bromas y comentarios chistosos, otros le tiraban encima las sillas de montar y los cepillos a la cara. Él lo recogió todo -fingiendo que no daba bien- y comenzó a adecentar a uno de los sementales. Desde el interior de la casa, escuchaba hablar a la gente, y si bien no decían muchas cosas interesantes, alguna sí iba escuchando cada poco.
- Shh... Buen chico -dijo, dándole una zanahoria y saliendo a por el siguiente-. ¿Cuál toca ahora?
Se podía saber mucho de una persona viendo cómo trataba a sus animales. Dexter no entendía mucho de ello, pero podía ver que estaban muy cuidados en su mayoría, pero tenían varios moretones. Era gente peligrosa.
Le costaba visualizar la "Fortaleza" como una fortaleza. Estaba torpemente amurallada -se notaba, además, que era nueva- y poseía un sinfín de edificios de dimensiones colosales, algunos de ellos horadados contra las montañas, y algunos más pequeños. La envergadura de la Acrópolis -el término por el que él prefería llamarla- era comparable a la de sus imponentes jardines, llenos de arbustos florales y árboles frondosos que salpicaban de sombras caleidoscópicas cada rincón. En el medio había un camino que nadie tomaba, por alguna razón. Dexter estuvo a punto, pero asumió que era tan mala idea que ni siquiera Aki optaba por llevarla a cabo -no es como si Aki tuviese malas ideas por regla general, pero la había visto dudar-. Así que caminó junto a ella sin decir gran cosa, solo quedándose de nuevo con cada detalle que veía, intentando encontrar algo útil. Una ventana medio abierta, una puerta mal vigilada... Lo que fuera.
- Sí, ahora te veo -respondió perezosamente-. ¡Y no te comas los higos de la cena sin mí esta vez!
Matico había insistido mucho en ello. En realidad Dexter tenía claro que se trataba de un rencoroso de mierda, pero si llevaba año y medio recordándole cada noche que se había comido UN HIGO de su bol una vez, ¿quién era él para no cumplir con su papel? Eso y meterse un poco con Aki, ya de paso, por aquello de rebajar el ambiente. Nunca estaba de más rebajarlo un poco en una situación de vida o muerte; al fin y al cabo, cuanto más nerviosos más probabilidades de muerte.
Mientras iba hacia los caballos pensó en el apretón. ¿Significaba algo? ¿Había querido significarlo, acaso? Tal vez las preguntas al respecto sobrasen, pero al mismo tiempo si no había significado nada podía significarlo todo. En cualquier caso, optó por no darle importancia. Si la tenía era, precisamente, porque no la tenía. Contuvo su sonrisa.
El establo era un lugar cuanto menos curioso. En él había animales con cuadra más grande que algunas casas que había visto, y la gente trabajaba de manera más o menos relajada. Algunos hasta hacían bromas y comentarios chistosos, otros le tiraban encima las sillas de montar y los cepillos a la cara. Él lo recogió todo -fingiendo que no daba bien- y comenzó a adecentar a uno de los sementales. Desde el interior de la casa, escuchaba hablar a la gente, y si bien no decían muchas cosas interesantes, alguna sí iba escuchando cada poco.
- Shh... Buen chico -dijo, dándole una zanahoria y saliendo a por el siguiente-. ¿Cuál toca ahora?
Se podía saber mucho de una persona viendo cómo trataba a sus animales. Dexter no entendía mucho de ello, pero podía ver que estaban muy cuidados en su mayoría, pero tenían varios moretones. Era gente peligrosa.
Aki D. Arlia
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Le costó no sacarle la lengua. En su lugar, puso los ojos en blanco y se marchó.
La dinámica entre Marco y Mático le extrañaba. A Aki y Dexter no terminaba de pegarles. Cada frase se hacía forzada y tenía que pensar conscientemente en el lenguaje que quería que transmitiera su cuerpo. No era ideal, pero sabía por experiencia que gran parte estaba en su cabeza. Por fuera, solo se veía lo que ella quería. Y a ese respecto, estaban haciendo una obra bastante buena. De momento no había habido miradas raras ni sospechas, por lo menos que se hubieran dado cuenta. Y habían estado bastante atentos.
Esperaba que él no tuviera problemas para llegar a los establos. Aki dio una vuelta un tanto más larga de lo que esperaba mientras buscaba el despacho de Arlelt, pero en su defensa esa parte de la fortaleza era un puñetero laberinto. Habitaciones pequeñas y algo masificadas, dedicadas a organizar todo lo que hacía falta para hacer funcionar un lugar así. Sumado al hecho de que tenía que encontrar a un hombre al que nunca había visto, le llevó dos intentos dar con el lugar adecuado. Por suerte, tampoco nadie le preguntó qué hacía. Todos estaban demasiado ocupados haciendo su parte del trabajo.
Al final, dio con él. Estaba inclinado sobre un escritorio con el ceño fruncido escudriñando una serie de papeles. Era tal y como se lo habían descrito, un hombre rubio alto, serio y musculoso. Vestía de blanco y tenía un pendiente en la oreja izquierda. Aki respiró hondo y llamó su atención. Se le quedó mirando y ella recitó todo lo que Marco y Matico habían encargado. Arlelt pareció reflexionar un momento antes de asentir y volver a meter la cabeza entre los papeles.
-Bien. Vete por ahí pero no olvides que a la noche te toca a ti colocar las cosas para el desayuno de mañana.
Asintió y se largó, pero por dentro estaba maldiciendo todo. Claramente, el verdadero Marco se había olvidado completamente. Y ella no tenía ni idea de qué tenía que preparar, donde o para cuantas personas. Suspiró y enfiló camino a los establos. Lo mejor era asumir la peor de las posibilidades: acababan de recibir una hora límite. Para mañana por la mañana deberían haber encontrado y liberado a las guerreras o, por lo menos, encontrado un lugar donde ocultarse. Demonios.
Salió del edificio y no pudo evitar quedarse mirando hacia la entrada. El camino del centro… estaba siendo usado. Rápidamente, evitó entrometerse y fue a reunirse con Dexter.
Los establos eran enormes, pero no le costó encontrarle. Había dado con un buen caballo y sin decir nada, agarró un cepillo y se puso a su lado, acariciándolo también. El animal estaba algo maltratado, pero era manso y parecía agradecer las atenciones. Tras asegurarse de que nadie les prestaba atención, Aki sonrió.
-Qué buen chico. Tenemos problemas. Por lo visto, me toca preparar el desayuno esta noche; no sé cómo hacerlo. Y… han llegado los tributos. Son jóvenes, están nerviosos y no parecían especialmente felices de estar aquí.
Lo decía todo en susurros, por supuesto. No pretendía arriesgarse. Por suerte, entre los relinchos de los animales y las bromas de los mozos de cuadras, los establos eran el ambiente perfecto para hablar de secretos.
-Necesitamos un lugar donde escondernos. Quizá… deberíamos ir al Desagüe.
No iba a negar que estaba un poco preocupada. Más allá de donde estaban, carecían de un plan de acción o de un objetivo fijado. A ella no le importaba arriesgarse, pero no quería arriesgarle a él. Ni tampoco arrastrarlo a la locura. Por desgracia… parecía ser demasiado tarde para arrepentirse.
Esperaba sinceramente que no se fuera volando de la isla. Podría hacerlo. Seguramente nadie le siguiera. Pero esperaba que no lo hiciera.
La dinámica entre Marco y Mático le extrañaba. A Aki y Dexter no terminaba de pegarles. Cada frase se hacía forzada y tenía que pensar conscientemente en el lenguaje que quería que transmitiera su cuerpo. No era ideal, pero sabía por experiencia que gran parte estaba en su cabeza. Por fuera, solo se veía lo que ella quería. Y a ese respecto, estaban haciendo una obra bastante buena. De momento no había habido miradas raras ni sospechas, por lo menos que se hubieran dado cuenta. Y habían estado bastante atentos.
Esperaba que él no tuviera problemas para llegar a los establos. Aki dio una vuelta un tanto más larga de lo que esperaba mientras buscaba el despacho de Arlelt, pero en su defensa esa parte de la fortaleza era un puñetero laberinto. Habitaciones pequeñas y algo masificadas, dedicadas a organizar todo lo que hacía falta para hacer funcionar un lugar así. Sumado al hecho de que tenía que encontrar a un hombre al que nunca había visto, le llevó dos intentos dar con el lugar adecuado. Por suerte, tampoco nadie le preguntó qué hacía. Todos estaban demasiado ocupados haciendo su parte del trabajo.
Al final, dio con él. Estaba inclinado sobre un escritorio con el ceño fruncido escudriñando una serie de papeles. Era tal y como se lo habían descrito, un hombre rubio alto, serio y musculoso. Vestía de blanco y tenía un pendiente en la oreja izquierda. Aki respiró hondo y llamó su atención. Se le quedó mirando y ella recitó todo lo que Marco y Matico habían encargado. Arlelt pareció reflexionar un momento antes de asentir y volver a meter la cabeza entre los papeles.
-Bien. Vete por ahí pero no olvides que a la noche te toca a ti colocar las cosas para el desayuno de mañana.
Asintió y se largó, pero por dentro estaba maldiciendo todo. Claramente, el verdadero Marco se había olvidado completamente. Y ella no tenía ni idea de qué tenía que preparar, donde o para cuantas personas. Suspiró y enfiló camino a los establos. Lo mejor era asumir la peor de las posibilidades: acababan de recibir una hora límite. Para mañana por la mañana deberían haber encontrado y liberado a las guerreras o, por lo menos, encontrado un lugar donde ocultarse. Demonios.
Salió del edificio y no pudo evitar quedarse mirando hacia la entrada. El camino del centro… estaba siendo usado. Rápidamente, evitó entrometerse y fue a reunirse con Dexter.
Los establos eran enormes, pero no le costó encontrarle. Había dado con un buen caballo y sin decir nada, agarró un cepillo y se puso a su lado, acariciándolo también. El animal estaba algo maltratado, pero era manso y parecía agradecer las atenciones. Tras asegurarse de que nadie les prestaba atención, Aki sonrió.
-Qué buen chico. Tenemos problemas. Por lo visto, me toca preparar el desayuno esta noche; no sé cómo hacerlo. Y… han llegado los tributos. Son jóvenes, están nerviosos y no parecían especialmente felices de estar aquí.
Lo decía todo en susurros, por supuesto. No pretendía arriesgarse. Por suerte, entre los relinchos de los animales y las bromas de los mozos de cuadras, los establos eran el ambiente perfecto para hablar de secretos.
-Necesitamos un lugar donde escondernos. Quizá… deberíamos ir al Desagüe.
No iba a negar que estaba un poco preocupada. Más allá de donde estaban, carecían de un plan de acción o de un objetivo fijado. A ella no le importaba arriesgarse, pero no quería arriesgarle a él. Ni tampoco arrastrarlo a la locura. Por desgracia… parecía ser demasiado tarde para arrepentirse.
Esperaba sinceramente que no se fuera volando de la isla. Podría hacerlo. Seguramente nadie le siguiera. Pero esperaba que no lo hiciera.
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El animal era tranquilo y de porte noble, enorme y con buen carácter. Pese a que no terminaba de reconocer al mozo que le estaba propiciando los cuidados aceptó de buena gana con un resoplido cuando trató de lavarle las heridas. No eran mucho más que marcas, pero tan oscuras e hinchadas que Dexter estaba seguro dolerían más de lo que podría describir -en el caso, claro, de que fuese capaz de hablar-. También había algunos raspones, y temblequeaba ligeramente cuando acercaba la mano a ellas, con miedo al dolor. Él pasaba una esponja húmeda por ellas, tratando de aliviar el dolor, e intentó colocarle una manta enrollada para que, una vez se fuese, pudiese seguir con esa zona protegida.
Mientras estaba dando tratamiento al caballo escuchó un par de conversaciones de algunos veteranos. La mayoría no tenían mucho que decir, pero encontró una pieza de información trascendental en mitad de una cháchara corriente. No era algo que uno identificase a la primera de cambio, claro, como relevante, pero un chiste tan sencillo cobraba una importancia vital cuando se podían unir los puntos. Si no había malinterpretado lo que estaban comentando, había algo en la acrópolis que funcionaba muy mal: La gente conocía, aunque banalizaba e ignoraba deliberadamente, que algo extraño sucedía en el túnel de desechos. Tampoco podría haberlo confirmado porque de diez palabras tampoco podía evidenciar una realidad, pero el hecho era que se habían dado cuenta de que una cantidad ingente de comida estaba siendo tirada mientras aún era comestible. Lo que sí podía interpretar era que el silencio incómodo de un par de segundos tras eso implicaba que ninguno quería hablar del tema.
Era lógico, al fin y al cabo, pensar que la desaparición de tanta gente no podía haber sido obviada. Había gente que estaría a favor y otra en contra, pero la mayoría habrían sido quienes de ver que un día había guerreras y al siguiente mercenarios; Si no decían nada era por, seguramente, temor a las consecuencias -para ellos mismos o para las guerreras-. Habían aceptado que no podían hacer nada, y no podía culparlos por ello.
Estaba a punto de salir de la cuadra e ir con otro animal cuando Aki se presentó delante de él. Como muchacho adolescente perdía gran parte de su encanto, pero seguía poseyendo ese atractivo infernal que la caracterizaba. Había entrado en una suerte de pánico leve porque debía preparar un desayuno. Él también entró en pánico por un instante, pero se relajó antes de contestar. ¿Por qué el crío no los había advertido de eso?
- Está bien, vamos a tomarlo con tranquilidad -contestó, en voz baja. Luego elevó el tono y prosiguió-. ¡Pero cómo que se te ha caído mi almuerzo al pozo! -gritó, alzando los brazos por encima de la puerta. El caballo se alteró, pero él, en medio de su show, tan solo la abrió y salió visiblemente molesto-. ¿Cómo puedes ser tan descuidado, cerebro de avestruz? No debería confiar en ti, joder. Seguro que te lo has zampado ya y no lo quieres reconocer. Como con los puñeteros higos.
Los demás miraban hacia él con expectación y curiosidad. Aprovechó la oportunidad.
- Chad, Elliot... -Señaló de forma indefinida al grupo, mirando a todos alternativamente. Había escuchado sus nombres, pero no sabía quién era cuál- ¿Podéis encargaros vosotros de prepararlo todo para el desayuno? Voy a ahogar a este inútil, o a conseguir que saque mi comida de donde la haya tirado.
No esperó una confirmación y se llevó a su "compañero" tirándole de la oreja. De ese modo si le hacían el favor perfecto, pero si no al menos tendrían una excusa para no estar mientras se les requería. ¿No era la mejor? No. ¿Castigarían a los muchachos? Si los cogieran, seguro. Pero no lo iba a permitir.
Mientras estaba dando tratamiento al caballo escuchó un par de conversaciones de algunos veteranos. La mayoría no tenían mucho que decir, pero encontró una pieza de información trascendental en mitad de una cháchara corriente. No era algo que uno identificase a la primera de cambio, claro, como relevante, pero un chiste tan sencillo cobraba una importancia vital cuando se podían unir los puntos. Si no había malinterpretado lo que estaban comentando, había algo en la acrópolis que funcionaba muy mal: La gente conocía, aunque banalizaba e ignoraba deliberadamente, que algo extraño sucedía en el túnel de desechos. Tampoco podría haberlo confirmado porque de diez palabras tampoco podía evidenciar una realidad, pero el hecho era que se habían dado cuenta de que una cantidad ingente de comida estaba siendo tirada mientras aún era comestible. Lo que sí podía interpretar era que el silencio incómodo de un par de segundos tras eso implicaba que ninguno quería hablar del tema.
Era lógico, al fin y al cabo, pensar que la desaparición de tanta gente no podía haber sido obviada. Había gente que estaría a favor y otra en contra, pero la mayoría habrían sido quienes de ver que un día había guerreras y al siguiente mercenarios; Si no decían nada era por, seguramente, temor a las consecuencias -para ellos mismos o para las guerreras-. Habían aceptado que no podían hacer nada, y no podía culparlos por ello.
Estaba a punto de salir de la cuadra e ir con otro animal cuando Aki se presentó delante de él. Como muchacho adolescente perdía gran parte de su encanto, pero seguía poseyendo ese atractivo infernal que la caracterizaba. Había entrado en una suerte de pánico leve porque debía preparar un desayuno. Él también entró en pánico por un instante, pero se relajó antes de contestar. ¿Por qué el crío no los había advertido de eso?
- Está bien, vamos a tomarlo con tranquilidad -contestó, en voz baja. Luego elevó el tono y prosiguió-. ¡Pero cómo que se te ha caído mi almuerzo al pozo! -gritó, alzando los brazos por encima de la puerta. El caballo se alteró, pero él, en medio de su show, tan solo la abrió y salió visiblemente molesto-. ¿Cómo puedes ser tan descuidado, cerebro de avestruz? No debería confiar en ti, joder. Seguro que te lo has zampado ya y no lo quieres reconocer. Como con los puñeteros higos.
Los demás miraban hacia él con expectación y curiosidad. Aprovechó la oportunidad.
- Chad, Elliot... -Señaló de forma indefinida al grupo, mirando a todos alternativamente. Había escuchado sus nombres, pero no sabía quién era cuál- ¿Podéis encargaros vosotros de prepararlo todo para el desayuno? Voy a ahogar a este inútil, o a conseguir que saque mi comida de donde la haya tirado.
No esperó una confirmación y se llevó a su "compañero" tirándole de la oreja. De ese modo si le hacían el favor perfecto, pero si no al menos tendrían una excusa para no estar mientras se les requería. ¿No era la mejor? No. ¿Castigarían a los muchachos? Si los cogieran, seguro. Pero no lo iba a permitir.
Aki D. Arlia
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Vio el pánico asomar a sus ojos, solo durante una fracción de segundo. En seguida se relajó y, de algún motivo, eso le relajó a ella. Debían conservar la calma, era vital. No solo para ellos si no para todos los que dependían de que su loca incursión tuviera éxito.
Fingió sobresaltarse en cuanto Dexter alzó la voz, pillando al vuelo lo que trataba de hacer. Fue más complicado esconder la sonrisa, pero bastó con darse la vuelta como si estuviera intentando escaquearse. Aprovechó para apoyar las manos en el lomo del caballo, que se había encabritado, y escondió la cabeza contra el animal para no reírse. ¿Qué insultos eran esos? ¿cerebro de avestruz? ¿podía si quiera considerarse un insulto? Sabía que eran animales endemoniadamente listos. Pero pegaban con el personaje. Y pese a lo bizarro de la situación Aki era, ante todo, una buena actriz.
Se giró, mirando al chaval en el que se había convertido Dexter con el ceño fruncido y la nariz arrugada. También ella arrojó los brazos al cielo para clamar por el malentendido.
-¡Tienes que superar de una vez lo de los malditos higos, joder! ¡FUE UNA VEZ! Y no me lo he comido, aliento de mosquito, se me ha caído. A ver cómo te pones tú cuando te pase, que no sería la primera vez.
Ah, tenían público. Claro que ese era más o menos el plan. El resto de mozos de cuadra se les había quedado mirando, aunque por las caras que tenían no debía de ser la primera vez que se armaba una semejante. Dexter aprovechó para encargarles la tarea del desayuno y segundos después, se le llevaba arrastrado de la oreja. Cumplió con su papel, claro. Maldijo y se quejó todo el camino hasta bien pasados los establos. No tardaron en llegar al pozo, donde tras asegurarse de que nadie les veía, cambió la cara de perros por una sonrisa traviesa.
-Gracias. Eso nos ha comprado tiempo.
Ahora había que utilizarlo. Miró a su alrededor, estudiando la situación. El edificio principal de la Fortaleza todavía quedaba cerca, pero si se escabullían ahora, podían dirigirse hacia el desagüe mientras el resto de mozos de cuadras se ocupaba del desayuno para el día siguiente. Si no les interrumpían o eran llamados, podían tener tiempo de investigar el lugar. Sus dos improvisados aliados les habían explicado cómo podían llegar hasta allí y no tardó en encontrar el camino al que se habían referido. Se lo señaló a Dexter con la mirada.
-¿Te apetece arriesgarte? Tengo la sensación de que allí pueden estar algunas de las respuestas que necesitamos.
Fingió sobresaltarse en cuanto Dexter alzó la voz, pillando al vuelo lo que trataba de hacer. Fue más complicado esconder la sonrisa, pero bastó con darse la vuelta como si estuviera intentando escaquearse. Aprovechó para apoyar las manos en el lomo del caballo, que se había encabritado, y escondió la cabeza contra el animal para no reírse. ¿Qué insultos eran esos? ¿cerebro de avestruz? ¿podía si quiera considerarse un insulto? Sabía que eran animales endemoniadamente listos. Pero pegaban con el personaje. Y pese a lo bizarro de la situación Aki era, ante todo, una buena actriz.
Se giró, mirando al chaval en el que se había convertido Dexter con el ceño fruncido y la nariz arrugada. También ella arrojó los brazos al cielo para clamar por el malentendido.
-¡Tienes que superar de una vez lo de los malditos higos, joder! ¡FUE UNA VEZ! Y no me lo he comido, aliento de mosquito, se me ha caído. A ver cómo te pones tú cuando te pase, que no sería la primera vez.
Ah, tenían público. Claro que ese era más o menos el plan. El resto de mozos de cuadra se les había quedado mirando, aunque por las caras que tenían no debía de ser la primera vez que se armaba una semejante. Dexter aprovechó para encargarles la tarea del desayuno y segundos después, se le llevaba arrastrado de la oreja. Cumplió con su papel, claro. Maldijo y se quejó todo el camino hasta bien pasados los establos. No tardaron en llegar al pozo, donde tras asegurarse de que nadie les veía, cambió la cara de perros por una sonrisa traviesa.
-Gracias. Eso nos ha comprado tiempo.
Ahora había que utilizarlo. Miró a su alrededor, estudiando la situación. El edificio principal de la Fortaleza todavía quedaba cerca, pero si se escabullían ahora, podían dirigirse hacia el desagüe mientras el resto de mozos de cuadras se ocupaba del desayuno para el día siguiente. Si no les interrumpían o eran llamados, podían tener tiempo de investigar el lugar. Sus dos improvisados aliados les habían explicado cómo podían llegar hasta allí y no tardó en encontrar el camino al que se habían referido. Se lo señaló a Dexter con la mirada.
-¿Te apetece arriesgarte? Tengo la sensación de que allí pueden estar algunas de las respuestas que necesitamos.
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Pareció que todo estaba saliendo más o menos bien. Ambos sabían que el tiempo acababa de convertirse en un bien mucho más escaso de lo que habían planificado, pero por lo menos habían conseguido esquivar la primera de las seguramente innumerables flechas que iban a llover hacia ellos mientras trataban de reclamar Samirn. No sabía si sentirse particularmente alegre por el hecho de que todo fuese a tomar carácter de urgencia tan repentinamente, dado que le gustaba tomarse su tiempo para planificarlo todo bien y rehuía los conflictos más inesperados. Por otro lado, dudaba que nadie esperase un giro del destino como aquel... Bueno, en realidad si alguien quería obligarlos a forzar el plan lo más lógico era ponerles delante una tarea que difícilmente sabrían realizar. Sin embargo, él también podía jugar a eso.
- Mejor ocupémonos primero de tu maldita tarea -respondió él.
Se había propuesto no hacerlo, pero dudaba que si había una trampa alguien fuese a pensar que sería capaz de utilizarla de esa manera. Mientras caminaban comenzó a visualizarlo todo, aunque hasta que se topó con el gran comedor. Sin duda ese día iba a ser grande, dado que podía contar al menos un centenar de sillas alrededor de las múltiples mesas. Sin embargo estaba todo lleno de polvo y se veía que realmente no era demasiado usado, así que fue fácil sospechar que primero de nada tocaba encargarse de la limpieza para que pareciese una estancia confortable. No necesitaba ver el futuro para asumir que pretendían dar a su nueva carnaza una imagen de cercanía sumamente irreal, pero ver todas las consecuencias negativas que iría teniendo una u otra opción de colocación o protocolo utilizado le hizo toparse con una que estaba muy cerca de dejar a los muchachos bien parados: Sin latigazos, sin reprimendas, tan solo una mirada de desaprobación por un motivo que aún no había logrado discernir y perfectamente podría deberse a la simple presencia en el lugar, dado que los criados debían comer en otra parte y él había tomado por eslabón en la cadena de sucesos el quedarse ambos en el lugar.
- Sé cómo hacerlo -afirmó, sin tener realmente mucha idea de si sería lo más correcto, pero sí era una opción adecuada-. Así tendremos algo más de tiempo por si acaso.
En realidad quería tiempo porque los nervios estaban desquiciándolo. Llevaba todo el día con la sensación de que algo estaba a punto de salir muy mal y según las horas iban pasando se acentuaba más y más. Si bajaban por el agujero no habría vuelta atrás, porque Carlo y Matico desaparecerían en momentos tal vez críticos. En el caso de que no quisieran castigarlos tendrían que dar explicaciones, y en el momento en que su piel no sangrase ante los latigazos seguramente sospechasen. Además, nada garantizaba que pudiesen encontrar el camino ahí abajo fácilmente. Al fin y al cabo, si había alguien abajo seguramente tendría su propia galería de viviendas, salida y demás estancias para cubrir las necesidades de sus habitantes -dado que resultaba improbable que hubiese una sola persona ahí-. De hecho, era muy difícil que pudiesen bajar tan alegremente sin que alguien diese la voz de alarma. Para eso tendrían que esperar a la noche y contar con ver mejor en la oscuridad que el resto.
Fue colocando todo y explicando a Aki cómo debían hacer mientras avanzaba hasta que fue el momento.
- Aquí van a comer los novicios hoy; tú y yo deberíamos ir a ver si hay algo más que debamos hacer.
No tuvo casi tiempo de terminar la frase, dado que al instante de decirlo apareció un tipo grandullón, alto y gordo, con un poblado mostacho pelirrojo y un tupé algo ralo que no disimulaba la incipiente calva tras sus entradas.
- Ah, aquí estáis, haraganes -dijo-. ¿Esta os parece forma de poner una mesa? ¡Las servilletas no se doblan así!
- ¡Eso era! Sabía que estábamos haciendo algo mal.
- Anda, dobladlas ya en seis puntas si no queréis que os mande a reeducación. Y luego id a las cocinas, creo que hay que pelar muchas patatas y ni un par de torpones podría arruinarlo. ¡Va, va, va!
- Mejor ocupémonos primero de tu maldita tarea -respondió él.
Se había propuesto no hacerlo, pero dudaba que si había una trampa alguien fuese a pensar que sería capaz de utilizarla de esa manera. Mientras caminaban comenzó a visualizarlo todo, aunque hasta que se topó con el gran comedor. Sin duda ese día iba a ser grande, dado que podía contar al menos un centenar de sillas alrededor de las múltiples mesas. Sin embargo estaba todo lleno de polvo y se veía que realmente no era demasiado usado, así que fue fácil sospechar que primero de nada tocaba encargarse de la limpieza para que pareciese una estancia confortable. No necesitaba ver el futuro para asumir que pretendían dar a su nueva carnaza una imagen de cercanía sumamente irreal, pero ver todas las consecuencias negativas que iría teniendo una u otra opción de colocación o protocolo utilizado le hizo toparse con una que estaba muy cerca de dejar a los muchachos bien parados: Sin latigazos, sin reprimendas, tan solo una mirada de desaprobación por un motivo que aún no había logrado discernir y perfectamente podría deberse a la simple presencia en el lugar, dado que los criados debían comer en otra parte y él había tomado por eslabón en la cadena de sucesos el quedarse ambos en el lugar.
- Sé cómo hacerlo -afirmó, sin tener realmente mucha idea de si sería lo más correcto, pero sí era una opción adecuada-. Así tendremos algo más de tiempo por si acaso.
En realidad quería tiempo porque los nervios estaban desquiciándolo. Llevaba todo el día con la sensación de que algo estaba a punto de salir muy mal y según las horas iban pasando se acentuaba más y más. Si bajaban por el agujero no habría vuelta atrás, porque Carlo y Matico desaparecerían en momentos tal vez críticos. En el caso de que no quisieran castigarlos tendrían que dar explicaciones, y en el momento en que su piel no sangrase ante los latigazos seguramente sospechasen. Además, nada garantizaba que pudiesen encontrar el camino ahí abajo fácilmente. Al fin y al cabo, si había alguien abajo seguramente tendría su propia galería de viviendas, salida y demás estancias para cubrir las necesidades de sus habitantes -dado que resultaba improbable que hubiese una sola persona ahí-. De hecho, era muy difícil que pudiesen bajar tan alegremente sin que alguien diese la voz de alarma. Para eso tendrían que esperar a la noche y contar con ver mejor en la oscuridad que el resto.
Fue colocando todo y explicando a Aki cómo debían hacer mientras avanzaba hasta que fue el momento.
- Aquí van a comer los novicios hoy; tú y yo deberíamos ir a ver si hay algo más que debamos hacer.
No tuvo casi tiempo de terminar la frase, dado que al instante de decirlo apareció un tipo grandullón, alto y gordo, con un poblado mostacho pelirrojo y un tupé algo ralo que no disimulaba la incipiente calva tras sus entradas.
- Ah, aquí estáis, haraganes -dijo-. ¿Esta os parece forma de poner una mesa? ¡Las servilletas no se doblan así!
- ¡Eso era! Sabía que estábamos haciendo algo mal.
- Anda, dobladlas ya en seis puntas si no queréis que os mande a reeducación. Y luego id a las cocinas, creo que hay que pelar muchas patatas y ni un par de torpones podría arruinarlo. ¡Va, va, va!
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Le sorprendió su respuesta. Hacía apenas unos minutos habían logrado mandar a dos de los mozos de cuadras a hacer su tarea por ellos, pero ahora de repente quería que se ocuparan. Sin embargo, no tardó en entender por qué lo decía. Si ahora iban al agujero, no pasaría mucho tiempo hasta que alguien se diera cuenta de que faltaban. El desayuno no sería hasta mañana por la mañana, pero si se lo habían pedido con tanto tiempo resultaba un poco estúpido no pensar que alguien iría a revisar que todo estuviera en orden. Si los otros mozos le contaban al responsable la historia de que habían salido peleando por unos estúpidos higos… irían tras ellos. Y cuando no les encontrasen, su tapadera empezaría a flaquear más y más a cada minuto.
Siguió a Dexter de vuelta al edificio principal, en busca del gran comedor. Todavía no tenía muy claro cómo iban a realizar la tarea y en cuanto llegaron y vio el tamaño de la estancia pensó que era imposible adivinar exactamente qué esperaban de ellos. Había no pocas mesas, lo que parecía una infinidad de sillas y todo estaba lleno de polvo, por no hablar de toda la vajilla y múltiples cubiertos y… había demasiados detalles que podían fallar y si bien no sabía exactamente qué clase de castigos se estilaban por allí, ninguno de los que le venían a la mente era agradable.
Empezó a seguir las instrucciones de su compañero, algo extrañada. ¿Cómo sabía él cuál era el orden? ¿Tan afinada estaba su visión del futuro? Estaba impresionada, pero antes de que pudiera decir algo se quedó quieta con un plato en la mano y el ceño fruncido. Lo bajó y miró a todo el comedor, ya casi terminado. Los manteles eran diferentes y había más luz, pero había estado allí antes, años ha. Palideció por momentos y cuando entraron a reñirles pegó un brinco en el sitio. Asintió con firmeza y empezó a doblar servilletas a toda velocidad, creando hermosas estrellas de seis puntas mientras apretaba los labios. Cuando se aseguró de que volvían a estar solos, corrió al lado de Dexter y le agarró el brazo, mirándole fijamente.
-Esto no es para un desayuno. ¿Cuatro tenedores y tres cucharas? No, he visto esta disposición antes. No me di cuenta hasta el final porque… bueno, tenía otras cosas en las que fijarme en el momento. ¿Has contado los asientos?
Diez mesas redondas, cinco sillas en cada una. 150 personas iban a cenar esa noche en el gran comedor. Y al frente de todos, en la mesa larga… se adelantó para comprobar sus sospechas. En su día, un enorme trono presidía la habitación, rodeado de cuatro de sus acólitos. Hoy, seis sitiales se alzaban sobre todo el comedor.
-Los hexarcas.- Susurró.- Van a comer aquí.
¿Por qué no les habían dicho que era para una cena? No podía ser la primera vez que les mandaban hacer eso, no les habían dado más explicaciones y de no ser por la habilidad de Dexter habrían estado en un buen apuro. ¿Una reunión secreta? Quizá simplemente querían mantener a los criados alejados de sus asuntos.
Tenía un mal presentimiento. No sabía qué lo había causado concretamente, ni qué creía que iba a ocurrir, pero no podía ser bueno. Sin embargo, había algo que sí estaba claro y si tuviera que adivinar diría que Dexter estaba pensando lo mismo que ella. Si todos los mandamases iban a estar allí reunidos por la noche…
-Podemos escabullirnos en cuanto baje el sol y nos liberen; dudo que nos quieran por aquí. De momento, ¿patatas?
Todavía estaba algo pálida, pero se le pasaría. Nada mejor para calmar los nervios que una actividad tediosa y repetitiva. O eso pensaba, hasta que vio la montaña de tubérculos que les habían dejado preparada y no pudo evitar maldecir en voz alta.
-¿¿Pretenden dar tortilla a toda la Fortaleza??
Bufando, escaló la montaña de patatas y haciendo hueco con las manos, se hizo una pequeña silla. Agarró la más cercana y se la lanzó a Dexter con una pequeña sonrisa mientras ella pillaba otra.
-Bueno… diría que nos consumirá al menos un par de horas. Quizá perder el tiempo con algo tan tonto no sea tan mala idea.
Desde luego pelar patatas juntos no era su idea de la cita ideal, pero no tenía claro qué les mandarían después y si había algo que se le daba bien era manejar el cuchillo. Sin importar cuántas patatas se hallaran en la montaña, la horadarían hasta el suelo.
Siguió a Dexter de vuelta al edificio principal, en busca del gran comedor. Todavía no tenía muy claro cómo iban a realizar la tarea y en cuanto llegaron y vio el tamaño de la estancia pensó que era imposible adivinar exactamente qué esperaban de ellos. Había no pocas mesas, lo que parecía una infinidad de sillas y todo estaba lleno de polvo, por no hablar de toda la vajilla y múltiples cubiertos y… había demasiados detalles que podían fallar y si bien no sabía exactamente qué clase de castigos se estilaban por allí, ninguno de los que le venían a la mente era agradable.
Empezó a seguir las instrucciones de su compañero, algo extrañada. ¿Cómo sabía él cuál era el orden? ¿Tan afinada estaba su visión del futuro? Estaba impresionada, pero antes de que pudiera decir algo se quedó quieta con un plato en la mano y el ceño fruncido. Lo bajó y miró a todo el comedor, ya casi terminado. Los manteles eran diferentes y había más luz, pero había estado allí antes, años ha. Palideció por momentos y cuando entraron a reñirles pegó un brinco en el sitio. Asintió con firmeza y empezó a doblar servilletas a toda velocidad, creando hermosas estrellas de seis puntas mientras apretaba los labios. Cuando se aseguró de que volvían a estar solos, corrió al lado de Dexter y le agarró el brazo, mirándole fijamente.
-Esto no es para un desayuno. ¿Cuatro tenedores y tres cucharas? No, he visto esta disposición antes. No me di cuenta hasta el final porque… bueno, tenía otras cosas en las que fijarme en el momento. ¿Has contado los asientos?
Diez mesas redondas, cinco sillas en cada una. 150 personas iban a cenar esa noche en el gran comedor. Y al frente de todos, en la mesa larga… se adelantó para comprobar sus sospechas. En su día, un enorme trono presidía la habitación, rodeado de cuatro de sus acólitos. Hoy, seis sitiales se alzaban sobre todo el comedor.
-Los hexarcas.- Susurró.- Van a comer aquí.
¿Por qué no les habían dicho que era para una cena? No podía ser la primera vez que les mandaban hacer eso, no les habían dado más explicaciones y de no ser por la habilidad de Dexter habrían estado en un buen apuro. ¿Una reunión secreta? Quizá simplemente querían mantener a los criados alejados de sus asuntos.
Tenía un mal presentimiento. No sabía qué lo había causado concretamente, ni qué creía que iba a ocurrir, pero no podía ser bueno. Sin embargo, había algo que sí estaba claro y si tuviera que adivinar diría que Dexter estaba pensando lo mismo que ella. Si todos los mandamases iban a estar allí reunidos por la noche…
-Podemos escabullirnos en cuanto baje el sol y nos liberen; dudo que nos quieran por aquí. De momento, ¿patatas?
Todavía estaba algo pálida, pero se le pasaría. Nada mejor para calmar los nervios que una actividad tediosa y repetitiva. O eso pensaba, hasta que vio la montaña de tubérculos que les habían dejado preparada y no pudo evitar maldecir en voz alta.
-¿¿Pretenden dar tortilla a toda la Fortaleza??
Bufando, escaló la montaña de patatas y haciendo hueco con las manos, se hizo una pequeña silla. Agarró la más cercana y se la lanzó a Dexter con una pequeña sonrisa mientras ella pillaba otra.
-Bueno… diría que nos consumirá al menos un par de horas. Quizá perder el tiempo con algo tan tonto no sea tan mala idea.
Desde luego pelar patatas juntos no era su idea de la cita ideal, pero no tenía claro qué les mandarían después y si había algo que se le daba bien era manejar el cuchillo. Sin importar cuántas patatas se hallaran en la montaña, la horadarían hasta el suelo.
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- No solo ellos -contestó, mirada fija en el quinto asiento-. Ella estará aquí.
No tenía conciencia de cuántas mujeres habría entre los grandes Hexarcas que dirigían Samirn, pero tampoco le importaba. Ella era la persona que los estaba viendo, la que probablemente hubiese urdido la contraparte de su plan en una telaraña destinada a atraparlos. Además, podía verla: Ojos amatista y cabellera negra envuelta en un velo de lino crema. Estaba coronada por una tiara de oro con un sutil ojo en el centro y otro torque, también dorado, al cuello. Lo opulento de sus joyas contrastaba con la sobriedad de su conjunto, pero lo más preocupante era su mirada al infinito.
- Patatas, sí.
Cuando su mente regresó a tierra se sintió casi entumecido. Podía tener visiones de futuro, pero ver personas concretas en lugares donde no se iban a encontrar era una cosa completamente distinta. Para proyectar esa imagen, para que él pudiese verla así no bastaba con que fuese vidente. Su presencia tenía que estar impregnando la sala entera. Tragó saliva mientras caminaban, tratando de recuperarse de la impresión. No estaba acostumbrado a presenciar una voluntad capaz de hacerle sombra, y podía contar con los dedos cuánta gente se acercaba a él. Pero al mismo tiempo, eso despertaba su curiosidad.
- ¿Los conocías? A los Hexarcas.
Si habían llegado al poder tras su marcha bien podía no ser así, pero si se trataba de viejas familias dominantes sería lo más lógico suponer que sí; sobre todo si aceptaban la tesis de que llevaban planificando el asalto al poder desde antes de la desaparición de Aki.
Peló una patata con soltura, dejando una monda perfecta sin apenas carne.
- Ojalá todo fuese tan fácil como esto, ¿no te parece?
Seguramente Ella fuese una extranjera, o una exiliada durante los tiempos de Aki. Quizá sencillamente había minimizado el contacto con el mundo, orquestando un plan para retomar la isla y gobernar en secreto. Tal vez los Hexarcas fuesen a fin de cuentas solo títeres de una mujer, como había sido la alta sociedad de Samirn muchos años atrás, solo que esa vez había ejecutado su dominio con una táctica más sutil.
- ¿Y si sí nos quieren ahí? -preguntó-. Ciento cincuenta y seis personas en el salón principal no parecen un buen secreto, por muy confuso que sea todo. Tiene que haber algo más, tiene que ser por algo. ¿Pero por qué?
Todo cobraba y perdía sentido por momentos a medida que lo reflexionaba más y más. El porqué de cada cosa era un misterio que se disolvía en la sinrazón, emergiendo con un nuevo sentido con cada nueva capa de reflexión. La única conclusión era que nada tenía sentido.
- Antes de escabullirnos, en cualquier caso, necesitamos más información. No podemos precipitarnos.
No tenía conciencia de cuántas mujeres habría entre los grandes Hexarcas que dirigían Samirn, pero tampoco le importaba. Ella era la persona que los estaba viendo, la que probablemente hubiese urdido la contraparte de su plan en una telaraña destinada a atraparlos. Además, podía verla: Ojos amatista y cabellera negra envuelta en un velo de lino crema. Estaba coronada por una tiara de oro con un sutil ojo en el centro y otro torque, también dorado, al cuello. Lo opulento de sus joyas contrastaba con la sobriedad de su conjunto, pero lo más preocupante era su mirada al infinito.
- Patatas, sí.
Cuando su mente regresó a tierra se sintió casi entumecido. Podía tener visiones de futuro, pero ver personas concretas en lugares donde no se iban a encontrar era una cosa completamente distinta. Para proyectar esa imagen, para que él pudiese verla así no bastaba con que fuese vidente. Su presencia tenía que estar impregnando la sala entera. Tragó saliva mientras caminaban, tratando de recuperarse de la impresión. No estaba acostumbrado a presenciar una voluntad capaz de hacerle sombra, y podía contar con los dedos cuánta gente se acercaba a él. Pero al mismo tiempo, eso despertaba su curiosidad.
- ¿Los conocías? A los Hexarcas.
Si habían llegado al poder tras su marcha bien podía no ser así, pero si se trataba de viejas familias dominantes sería lo más lógico suponer que sí; sobre todo si aceptaban la tesis de que llevaban planificando el asalto al poder desde antes de la desaparición de Aki.
Peló una patata con soltura, dejando una monda perfecta sin apenas carne.
- Ojalá todo fuese tan fácil como esto, ¿no te parece?
Seguramente Ella fuese una extranjera, o una exiliada durante los tiempos de Aki. Quizá sencillamente había minimizado el contacto con el mundo, orquestando un plan para retomar la isla y gobernar en secreto. Tal vez los Hexarcas fuesen a fin de cuentas solo títeres de una mujer, como había sido la alta sociedad de Samirn muchos años atrás, solo que esa vez había ejecutado su dominio con una táctica más sutil.
- ¿Y si sí nos quieren ahí? -preguntó-. Ciento cincuenta y seis personas en el salón principal no parecen un buen secreto, por muy confuso que sea todo. Tiene que haber algo más, tiene que ser por algo. ¿Pero por qué?
Todo cobraba y perdía sentido por momentos a medida que lo reflexionaba más y más. El porqué de cada cosa era un misterio que se disolvía en la sinrazón, emergiendo con un nuevo sentido con cada nueva capa de reflexión. La única conclusión era que nada tenía sentido.
- Antes de escabullirnos, en cualquier caso, necesitamos más información. No podemos precipitarnos.
Aki D. Arlia
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Se quedó mirando a Dexter con la preocupación pintada en el rostro. No era para menos, era la reacción normal ante un anuncio tan ominoso como ese. Estaba mirando al trono central, pero no parecía estarlo viendo de verdad. Aki tragó saliva. Fuera lo que fuera que estaba viendo, era un problema. ¿Ella? ¿Ella?
Los Hexarcas de antaño eran todos hombres. Cabezas de familias pudientes a medio camino entre la religión y la codicia. Tremendamente devotos, solo hasta donde les reportaba beneficios. Pero si había una mujer en la mezcla, si Dexter veía a una mujer en el trono central, se le ocurría una horrible posibilidad; el puesto de Gran Sacerdotisa había vuelto a ser ocupado. Y eso le hacía pensar que quizás el binomio entre religión y codicia ya no se inclinaba tanto por lo último. Era un problema. Un peligro, en realidad.
Peló otra patata y la dejó caer en el enorme barreño desde lo alto de su montaña de tubérculos. Parpadeó un par de veces y respiró hondo intentando no dejarse llevar por las preocupaciones. Dexter le preguntó si conocía a los Hexarcas y frunció el ceño en respuesta. ¿Los conocía? Probablemente.
-Desconozco quienes son exactamente. Pero es un puesto cubierto siempre por un cabeza de familia, alguien respetado dentro de la nobleza. Alguien con cierta autoridad incluso antes de acceder a ese cargo, por lo que no hay tantas posibilidades como se pueda pensar. Se me ocurren varios candidatos, pero hasta que no sepamos más no tiene mucho sentido elucubrar.
Miró a su alrededor. Ambos eran rápidos y la montaña de patatas había ido bajando hasta tal punto que incluso todavía sentada en su extraño trono de tubérculos estaba casi a la altura de Dexter. Paró un momento, admirando su técnica con el cuchillo. Era igual de rápido que ella, pero tenía un método totalmente diferente y en cierto modo, más suave. Quiso replicarlo, pero se sentía torpe y la patata fue el coste. Se encogió de hombros y la tiró por encima de su cabeza, cogiendo otra. No era el momento de probar algo nuevo. Suspiró y se decidió a contarle lo que le pasaba por la cabeza. Dexter tenía razón, necesitaban más información.
-No creo que sea un secreto, o al menos no uno especialmente guardado. Me preocupa algo. Y si esa mujer que has visto… ¿y si el puesto de Gran Sacerdotisa ha vuelto a ser ocupado? No es algo a lo que se acceda por clase o por sobornos. Hasta donde sé, solo mujeres con la fruta de Lilith, la akuma de súcubo, han ocupado ese puesto. Si hubiera alguien en él… tendría que tener un poder parecido.- Hizo una pausa, mirando fijamente al suelo.- Me preocupa.
Que si les querían ahí, decía. No tenía ni idea. Por momentos tenía la impresión de que caminaban directos a una trampa, pero bien podía ser solo porque se habían metido de un salto en la boca del lobo. Si el peligro era real o paranoia… lo ignoraba. Lo único cierto era que efectivamente necesitaban más datos.
-De una forma u otra, intentar colarnos en la reunión de esta noche sería un suicidio. Sin embargo, si están todos aquí reunidos… quizá podamos aprovechar para indagar por las habitaciones de la Fortaleza.
Recordaba demasiado bien la distribución de todo. Si el puesto de Gran Sacerdotisa había vuelto a ser ocupado, en sus aposentos tendrían la confirmación. Y tal vez allí encontraran un nombre o una pista que les indicara qué hacer a continuación.
-¡¡EH, LOS DE DENTRO!! – Llamaron de repente a la puerta.- ¿Cómo van esas patatas? ¡Más os vale acabar pronto!
Los Hexarcas de antaño eran todos hombres. Cabezas de familias pudientes a medio camino entre la religión y la codicia. Tremendamente devotos, solo hasta donde les reportaba beneficios. Pero si había una mujer en la mezcla, si Dexter veía a una mujer en el trono central, se le ocurría una horrible posibilidad; el puesto de Gran Sacerdotisa había vuelto a ser ocupado. Y eso le hacía pensar que quizás el binomio entre religión y codicia ya no se inclinaba tanto por lo último. Era un problema. Un peligro, en realidad.
Peló otra patata y la dejó caer en el enorme barreño desde lo alto de su montaña de tubérculos. Parpadeó un par de veces y respiró hondo intentando no dejarse llevar por las preocupaciones. Dexter le preguntó si conocía a los Hexarcas y frunció el ceño en respuesta. ¿Los conocía? Probablemente.
-Desconozco quienes son exactamente. Pero es un puesto cubierto siempre por un cabeza de familia, alguien respetado dentro de la nobleza. Alguien con cierta autoridad incluso antes de acceder a ese cargo, por lo que no hay tantas posibilidades como se pueda pensar. Se me ocurren varios candidatos, pero hasta que no sepamos más no tiene mucho sentido elucubrar.
Miró a su alrededor. Ambos eran rápidos y la montaña de patatas había ido bajando hasta tal punto que incluso todavía sentada en su extraño trono de tubérculos estaba casi a la altura de Dexter. Paró un momento, admirando su técnica con el cuchillo. Era igual de rápido que ella, pero tenía un método totalmente diferente y en cierto modo, más suave. Quiso replicarlo, pero se sentía torpe y la patata fue el coste. Se encogió de hombros y la tiró por encima de su cabeza, cogiendo otra. No era el momento de probar algo nuevo. Suspiró y se decidió a contarle lo que le pasaba por la cabeza. Dexter tenía razón, necesitaban más información.
-No creo que sea un secreto, o al menos no uno especialmente guardado. Me preocupa algo. Y si esa mujer que has visto… ¿y si el puesto de Gran Sacerdotisa ha vuelto a ser ocupado? No es algo a lo que se acceda por clase o por sobornos. Hasta donde sé, solo mujeres con la fruta de Lilith, la akuma de súcubo, han ocupado ese puesto. Si hubiera alguien en él… tendría que tener un poder parecido.- Hizo una pausa, mirando fijamente al suelo.- Me preocupa.
Que si les querían ahí, decía. No tenía ni idea. Por momentos tenía la impresión de que caminaban directos a una trampa, pero bien podía ser solo porque se habían metido de un salto en la boca del lobo. Si el peligro era real o paranoia… lo ignoraba. Lo único cierto era que efectivamente necesitaban más datos.
-De una forma u otra, intentar colarnos en la reunión de esta noche sería un suicidio. Sin embargo, si están todos aquí reunidos… quizá podamos aprovechar para indagar por las habitaciones de la Fortaleza.
Recordaba demasiado bien la distribución de todo. Si el puesto de Gran Sacerdotisa había vuelto a ser ocupado, en sus aposentos tendrían la confirmación. Y tal vez allí encontraran un nombre o una pista que les indicara qué hacer a continuación.
-¡¡EH, LOS DE DENTRO!! – Llamaron de repente a la puerta.- ¿Cómo van esas patatas? ¡Más os vale acabar pronto!
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