¿Tu isla? ¡Esta es mi isla! (conquista de isla - Moderado nivel 3) (Shessy - Naye)

Parecía que la carrerita se acababa, pues Tinny no tardó en gruñir y eso significaba una palabra "peligro". Así que me frené en seco y me giré preparando mi mano para llevármela tras la espalda, lugar donde tenía mi arco, por si las moscas. Con uno podía medirme en fuerza si fuera necesario, sin embargo me salieron dos tipos trajeados a mayores cortándome el paso. Tinny por su parte saltó hacia mi hombro, cual loro, mientras que yo todavía barajaba el que hacer. ¿Serían gente a la que he ofendido también en mi carrerita?

Parecían ser unos emisarios que venían en nombre de su "señor" y que querían verme tanto a mi como a mi capitana. Espera ¿Cómo sabían que era mi capitana? o mejor ¿Cómo sabían mi nombre?. No me inspiraban confianza alguna, debía admitirlo, pero tampoco parecía tener muchas opciones. Cierto era que podía lanzar un destello, o usar mis alas y mandar a estos tipos a tomar viento fresco y buscar a Chess por mi cuenta. Sin embargo me habían levantado la curiosidad, algo que odiaba, y me garantizaban que al menos encontraría a la capi si les acompañaba. Y no contentos con ello me habían quitado del medio a aquel molesto, inútil y sobrante francotirador. Por tanto podía estar algo más "tranquila" y quizás una vez viera a mi capitana me explicara que demonios estaba pasando.

-Les acompañaré- le dije al que me había hablado con tono calmado y tranquilo, pero sin quitar todavía mi mano de la espalda sosteniendo el arco. Como era obvio no me fiaba, pero entre dar vueltas como una idiota hasta la mansión o reunirme con la capi y saber quien es esta gente, pues gana lo segundo.

Nunca imaginó que cortar a tantas personas por la mitad en medio de una ciudad pudiese ser tan limpio. Ni una sola gota de sangre derramada por su parte, una actuación mucho más amable que el destino que ellos habían preparado para ella y para su compañera. Por eso no se arrepintió en cuanto escuchó los insultos y los gritos. Y por eso tampoco hizo amago de moverse al ver que la gente se dedicaba a huir de la escena. Para los civiles aquel sería un escenario complicado, pero había dejado claras sus intenciones hacia los que le perseguían. Con un profundo suspiro, envainó por un segundo sus armas, aunque dejó aquella cúpula azulada por si las moscas. También resultaba parte de un pequeño experimento para comprobar cuánto podía llegar a mantenerla, pero eso estaba en un plano secundario. A su alrededor tenía varias cosas que importaban más que nada: la primera de ellas era el francotirador y tratar de averiguar dónde se encontraba, pues mientras no consiguiese averiguarlo seguiría atada por los escondites cercanos. La segunda eran aquellos hombres a los que había cortado, dispuestos con tatuajes que no podía llegar a comprender y que resultaban desconcertantes. Y la tercera pero no menos importante eran los civiles.

Los civiles eran los que más le preocupaban, pues muchos de ellos estaban sufriendo debido a las medidas drásticas que ella había tenido que tomar. Sin salirse de aquella cúpula, trazó varios movimientos a su alrededor, ayudando a manipular varios de los objetos en pos de ser de ayuda. Que le insultasen y le llamasen bruja no le preocupaba tanto como la seguridad de la gente, así que se aseguró de ofrecerles unos cuantos servicios de movilidad para todo aquello derramado durante la batalla. Seguramente no recibiese halagos ni agradecimientos, pero la vida que había elegido normalmente resultaba dura y eso solo era el comienzo.

Como no podía duplicarse ni mucho menos, suspiró nuevamente. Seguro que aquel tipo de actividades le quitarían años de vida, pero ya había dictado su propia sentencia al convertirse en pirata. Continuó por lo más básico, acercándose a los cerdos que habían decidido atacarle. Si bien no tenían culpa alguna en lo que respectaba a sus planes, habían estado a punto de resultar dañinos para su persona. Y no solo para ella, también para todos aquellos dispuestos por el lugar. Civiles, habían osado poner en peligro a los civiles. No había perdón para eso. Pero tampoco sería ella su verdugo, bastante habían tenido con ser cortados sin morir. Seguro que resultaba una experiencia traumática -como había sido para ella la primera vez que cortó a alguien sin hacerle sangrar-.

- A ver, vosotros-. Aproximándose hacia un grupo de soldados caídos en el suelo, se agachó un poco. Examinó por encima su cuerpo partido en dos, percatándose de los diseños de los tatuajes. Correspondía al mismo que tenían otros, no hacía falta tener mucho ojo para darse cuenta, y por eso le preocupaba. ¿Sería algo así como la marca de quienes habían decidido que ella y su compañera eran presas? Suponía que sí, pero tampoco es que tuviesen pocos enemigos en la ciudad precisamente. Habían robado planos, destruido un asentamiento de suministros -y robado su dinero-, y ahora atentaban a sus pertenencias. Sin duda estaban en un lío.- ¿Quién demonios os envía? Y recordad que igual que os he cortado por la mitad puedo separaros de vuestros miembros favoritos sin pestañear y dejaros de por vida sin disfrutar de los placeres de la anatomía humana-. En todo momento intentó sonar lo más firme que podía, aunque la idea de hacer ese tipo de cosas le resultaba francamente repugnante. Sobre todo si tenía en cuenta que suponía desnudarlos.

Acarició el puente de su nariz con suavidad. Había tenido que estar tan centrada en los movimientos que iban a realizar sus enemigos y en quiénes eran realmente los que querían atacarle que le ardían los ojos. Por no hablar del cansancio que suponía mantener aquella cúpula a su alrededor, y que poco a poco iba perdiendo fuerzas a medida que el tiempo pasaba. No podría quedarse ahí mucho tiempo tampoco, y debía movilizarse si no quería ser blanco de nuevos ataques.

Pero entonces escuchó aquel disparo desde el torreón, y giró todo su cuerpo en dirección al lugar. No es como si creyese que podría detener una bala simplemente con sus brazos desnudos -aunque no lo descartaba-, pero quería comprobar qué demonios había ocurrido. Desde donde estaba, logró observar -achinando un poco los ojos- una figura cayendo. ¿Qué demonios estaba pasando?

Volvió a girarse en dirección al grupo de hombres al que había apuntado. Con el ceño fruncido, les observó sin decir nada, preguntándose exactamente lo que debía hacer. No tenía demasiada información y le preocupaba estar en una calle principal. Además, estaba segura de que si intentaba alejarse de allí acabaría por perderse. La cantidad de problemas que tenía iban acumulándose poco a poco en sus hombros, y aunque en otro momento se hubiese dicho a sí misma que lo mejor sería dejarlo, sabía que en un momento así no podía rendirse. Al contrario, era en ese tipo de situaciones donde debía demostrar su fuerza de voluntad.

- Me llamo Cheshire. Cuando alguien os recoja, decidle a vuestro señor, sea quien sea, que esta ciudad ahora me pertenece a mí.- Les dijo, y echó a correr en lo que suponía era la dirección correcta hacia el reloj. Faltaría más, resultaba inmenso y estaba justo delante. Pero con su orientación todo podía pasar.

Nayelis:El hombre con aspecto de mayordomo niega con la cabeza, evidentemente decepcionado. Tras eso, te mira con desdén:

- Espero que su capitana sea más avispada que usted. Adiós, señorita. Chicos, no tenemos nada que hacer aquí. Nos vamos.

El mayordomo se marcha por una callejuela. Las dos personas que te cortaban el paso dejan de prestarte atención, marchándose con el pequeño sirviente. ¿Y ahora qué?

Cheshire: Los testigos acaban perdiendo la curiosidad o recuperándose del susto y marchando, incluyendo la mayor parte de gente armada que observaba la escena, salvo uno o dos que se hacen los remolones. En cuanto a los del suelo, tienes problemas para interrogarlos.

- ¡Mi brazo! ¡Mi brazo!

- Voy a morir... no quiero morir.

- ¡Joder! ¡Me falta medio torso!

La mayoría están tan asustados que ni siquiera se han dado cuenta aún de que no se están desangrando ni les duelen las heridas. Los otros están directamente en shock o se han desmayado. No parece que vayas a lograr sacarles mucho, cuando...

- ¡La Araña Roja! ¡Por favor, cúrame y te llevaré a la guarida!

La persona que te ha dicho eso es un hombre de pelo castaño corto con barba completa y chaleco de cuero marrón. Le faltan las piernas y medio brazo derecho. Parece bastante pálido, supones que por el susto. Si decides ignorarle e ir a la torre del reloj, verás al pie del edificio el cadáver estampado de un hombre joven. El estado en que está da a entender que se murió en la caída, pero si prestas atención verás que tiene dos heridas de bala en la cabeza. Cerca del cuerpo hay un rifle de francotirador que se ha roto en la caída.

En las últimas dos horas se había estado preguntando una y otra vez por qué demonios había decidido que quería esa ciudad. Desde luego, no podía decirse que la quisiese por sus riquezas, por su posición estratégica en el globo o por amor hacia la misma. Y si tenía en cuenta que ninguno de esos tres motivos era lo que le había llevado a querer coronarse como reina, ¿qué le quedaba entonces? Nada más allá de sus propias ambiciones y de enfrentarse directamente al gobierno y a los criminales que se coronaban como líderes de los bajos fondos del lugar. El poder no significaba nada para ella, al contrario que para esos hombres y mujeres dispuestos a someter a los demás. Quizás porque no comprendía lo que el poder podía llegar a hacer, o simplemente porque para ella, que había estado viviendo tanto últimamente, algo semejante no era relevante. Sí, estaba segura de que era eso mismo. Cuánta apatía para alguien como ella.

- A ver, y ahora qué...- Murmuró por lo bajo, suspirando profundamente. Desde que no tenía una diana en la nuca o varias personas intentando cortarle por la mitad todo resultaba mucho más sencillo. Podía respirar, por ejemplo. Igual que todas las personas tiradas en la calle, por mucho que creyesen lo contrario.- ¿Si te salvo vas a ser útil o qué? Porque tus amigos ni siquiera se han dado cuenta de que no están sangrando. Me parece que no harás mucha diferencia-. Y a pesar de sus palabras, agotada como estaba, aceptó internamente a ayudarle. No sabía si serviría de mucho hacerle caso, pero por lo menos había ganado un nombre. Ya era más de lo que sabía hacía tan solo unos minutos. Fingiendo que no le caía una gota de sudor por la frente a causa del cansancio, y ahogando un jadeo para parecer normal, volvió a mover suavemente los dedos. Observó el lugar para intentar encontrar exactamente su brazo y sus piernas, aunque por suerte no fue demasiado difícil: al fin y al cabo, no había mandado sus extremidades a volar.

Nada más colocárselas, la cúpula azulada por fin desapareció el entorno. Cheshire se fijó en el lugar y volvió a suspirar por quincuagésima vez aquel día. Devolverle las extremidades había sido sencillo, nada que no pudiese hacer teniendo en cuenta que únicamente debía juntarlas de nuevo, pero haber tenido que estar pendiente de todo sí que fue un problema. Por suerte, uno que finalizaba. Miró al hombre y alzó una ceja, quedándose a una distancia prudente. Después de su discurso y de lo que había hecho no creía que fuese a tomar una estúpida decisión, pero en aquella ciudad había visto a mucha gente tonta tomar decisiones tremendamente estúpidas, así que ya no se esperaba nada.

- Venga, vamos. No tengo todo el día para estar perdiéndolo con vosotros-. Dijo, tratando de sonar firme. Lo cierto era que le pesaban las rodillas y tenía hambre. También algo de calor. De haber podido elegir, seguramente habría aprovechado para tumbarse a dormir una siesta. Pero con todo en marcha no podía siquiera pensar en tomarse un descanso.- Háblame de ella mientras caminas. Como vea cualquier intento de causarme problemas por tu parte volveré a cortarte en pedazos y tiraré tus extremidades a los tiburones.- Compuso. Por lo que creía, sonaba a frase propia de los piratas. O por lo menos, a ella le había resultado intimidante.

Lo cierto era que se estaba desviando un poco de la misión. Había quedado con Nayelis para llegar hasta la casa, y como no fuese en la misma dirección estaba segura de que no llegaría a tiempo. Pero tampoco quería arriesgarse a llevar al hombre por medio de toda la ciudad esperando a que cualquiera se diese cuenta. Debía actuar, y suponía que apresarle y encontrar una de las guaridas sería útil. Nayelis tendría que esperar por el momento.

Esto es lo que pasa cuando no quieres o no te das cuenta al prestar atención a gente, concretamente a unos desconocidos. Empezaba a cansarme de todo un poco y a sentir que estábamos allí simplemente para dar vueltas. Mi capitana seguía en paradero desconocido y aquellos hombres por lo visto sabían donde estaba.

Se decepcionaron, no les culpo, pero no podía dejarlos ir, y más sabiendo que nos buscaban a ambas, bueno, más a la capitana que a mi.

-Hemos quedado en reunirnos en la casa -señalé con el dedo hacia el objetivo colina arriba- En teoría nos íbamos a encontrar ahí pero como pueden ver todo se torció. Si me acompañan, quizás puedan hablar con ella, pues si, es más avispada que yo. Y si no quieres acompañarme, bueno, pues ya nos veremos más tarde seguramente.

Vale que me había equivocado, pero en cierto modo ya me daba igual. Así que di dos leves golpecitos en mi pierna para que Tinny comenzara a escalar por ella y subiera a mi hombro, como un gato, aunque era un conejo.

-Vámonos Tinny, no tengo cabeza para intrigas y estas cosas.

No era lo mío ser una borde, pero tampoco me iba a dejar pisar por aquellos tipos. ¿Querían ver a la capi? Que me siguieran, pues seguro que tampoco les haría falta para encontrarla. Así que si me siguen bien, sino también. Yo tenía que llegar a aquella casa como le había prometido la capitana.

Así que comencé a caminar una vez aquellos tipos me abrieron el paso. Tenía que hablar con la jefa cuanto antes...