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La noche toma las vibras de las calles, algunos faroles encendidos marcan tabernas locales y una neblina anula los sentidos de orientación no dejando ver más halla que la palma. La noche azul enmarca aquellas fotos que tiñen la memoria de Marian, maldición de insomnio tan diaria como sus ansias de cambiar la carne por acero. Pero para esa ciencia no está listo, la taberna más cercana lo invitaba a cenar con aromas de invierno, aromas tan seductores como para dejar el laboratorio y salir con sus compatriotas. Con la diestra toma su escudo y lo carga sobre sus hombros dejándolo caer en la espalda, toma una caja con la zurda y deja el umbral de su casa cerrando la puerta con llave.
La dirección es recta y por el camino solo cruzan roedores buscando acilo par el frio tan hostil que azota la isla. Frio que el joven cubre con un gran tapado de oso que le regalo su viejo, abrigo que apenas deja ver la mitad de su semblante. El aire frio le cala los pulmones mientras exhala bocanadas de vapor encuadrando la imagen en una canción de invierno. Al cabo de unos cien metros se detiene frente a una fortaleza de roble y pino. Barnices pétreos y pardos intenso, un cartel demencial que invitaba a morir y no a pasar. “Conviértete en la carnada de estos bastardos mientras pruebas el mejor estofado del mundo”, letras que fueron plasmadas con un tinte carmín semejante a la sangre. Enormes antorchas flamean intensas y hacen del cartel una obra salvaje, el pelado lo ve y con un gran golpe en la puerta entra riendo al lugar. Casi veinticinco soldados nórdicos haciendo ritual a Odín, parecen los clientes de la taberna más nórdica jamás descripta. Todos cargando hachas, armas, también bebiendo en cuernos, reunidos en mesas redondas y juegos de azar. Bestias tragan comida, jóvenes dispuestas a la lujuria sobre las faldas de las bestias y hasta un monje está colgado de una cruz a la altura del techo. Todos callaron con la entrada del calvo solo la voz de un jabalí peludo se dedicaba a chillar.
-Oooh… Que lindo te ha quedado todo-
Le grita Marian al cantinero con su imponente voz, en esa taberna se juegan hermosos juegos de tablero y rol y esa noche era temática Vikinga. Todos allí le dan la bienvenida mientras ríen, nadie en ese lugar tiene grandes capacidades de guerra ni lucha, era todo parte del espectáculo. El calvo se acerca a una meza hace una seña al pequeño y gracioso cantinero toma un cuerno con cerveza y se sienta en una de las mesas, enseguida una moza le acerca un plato con estofado caliente que no duda en devorar haciendo honor al salvajismo que buscan imitar.
Apoya su imponente escudo en el respaldo de la silla, escudo que de casualidad y destino tenia un deje épico danés.
-Acérquense a esta mesa y juguemos ajedrez. Héroes y bandidos bajo código de honor, sin dinero ni apuestas.-
El joven toma un peón negro y uno blanco, los esconde uno en cada mano esperando un valiente que acepte el sorteo. Las piezas son exquisitas talladas con delicadeza y amor, mientras que el tablero es un monstruo con casillas de cinco por cinco centímetros.
La dirección es recta y por el camino solo cruzan roedores buscando acilo par el frio tan hostil que azota la isla. Frio que el joven cubre con un gran tapado de oso que le regalo su viejo, abrigo que apenas deja ver la mitad de su semblante. El aire frio le cala los pulmones mientras exhala bocanadas de vapor encuadrando la imagen en una canción de invierno. Al cabo de unos cien metros se detiene frente a una fortaleza de roble y pino. Barnices pétreos y pardos intenso, un cartel demencial que invitaba a morir y no a pasar. “Conviértete en la carnada de estos bastardos mientras pruebas el mejor estofado del mundo”, letras que fueron plasmadas con un tinte carmín semejante a la sangre. Enormes antorchas flamean intensas y hacen del cartel una obra salvaje, el pelado lo ve y con un gran golpe en la puerta entra riendo al lugar. Casi veinticinco soldados nórdicos haciendo ritual a Odín, parecen los clientes de la taberna más nórdica jamás descripta. Todos cargando hachas, armas, también bebiendo en cuernos, reunidos en mesas redondas y juegos de azar. Bestias tragan comida, jóvenes dispuestas a la lujuria sobre las faldas de las bestias y hasta un monje está colgado de una cruz a la altura del techo. Todos callaron con la entrada del calvo solo la voz de un jabalí peludo se dedicaba a chillar.
-Oooh… Que lindo te ha quedado todo-
Le grita Marian al cantinero con su imponente voz, en esa taberna se juegan hermosos juegos de tablero y rol y esa noche era temática Vikinga. Todos allí le dan la bienvenida mientras ríen, nadie en ese lugar tiene grandes capacidades de guerra ni lucha, era todo parte del espectáculo. El calvo se acerca a una meza hace una seña al pequeño y gracioso cantinero toma un cuerno con cerveza y se sienta en una de las mesas, enseguida una moza le acerca un plato con estofado caliente que no duda en devorar haciendo honor al salvajismo que buscan imitar.
Apoya su imponente escudo en el respaldo de la silla, escudo que de casualidad y destino tenia un deje épico danés.
-Acérquense a esta mesa y juguemos ajedrez. Héroes y bandidos bajo código de honor, sin dinero ni apuestas.-
El joven toma un peón negro y uno blanco, los esconde uno en cada mano esperando un valiente que acepte el sorteo. Las piezas son exquisitas talladas con delicadeza y amor, mientras que el tablero es un monstruo con casillas de cinco por cinco centímetros.
Claude von Appetit
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E Illje... Se fue. Explicó sus motivos, pero no escuchó los míos para acompañarla. "Lo siento Claude, sacas lo mejor de mí", me dijo, o algo así. "Tengo que sacar yo lo mejor de mí para ser una buena segunda al mando", la escuché decir, aunque con cada minuto que pasa me cuestiono si realmente en mi memoria no se están entremezclando la realidad y la ficción. ¿Qué me dijo antes de irse? ¿Qué excusa me dio? No la recuerdo, en realidad, pero en el fondo ambos sabemos que es lo que ella necesitaba. También yo, en cierto modo; tenía que volver a este mar. Por fin, mi vía crucis ha comenzado.
Nunca quise volver, pero he escuchado rumores no poco fiables de alguien que se encuentra aquí. Shimotsuki es un extraño lugar en el que cobijarse, pero a veces el cotilleo transporta información valiosa; información que nadie se molesta en ocultar porque parece trivial, banal o simplemente inútil pero que, cuando cae en los oídos adecuados, cobra pleno significado. Esta es una de esas situaciones en las que ha pasado, y por eso estoy aquí; pensé que se encontraría en el Nuevo Mundo, pero estando tan cerca de la reverse Mountain no podía desaprovechar la oportunidad de dejarme caer por aquí.
Llevo a mis espaldas un chaquetón de capitán que una vez tuvo mi nombre bordado. Lo decoran manchas de sangre seca con años de antigüedad y varias puñaladas que caen desde el espaldar hasta sus ajados bajos, tachando en óxido negro y cortes lo que una vez fue palabra "Justicia". Completo mi disfraz con la misma ropa que llevaba aquel día: Pantalones negros rotos, sisa blanca ensangrentada y unos zapatos que vieron una vez mejores días, pero son los que debo llevar. No me siento cómodo envuelto en mi propia sangre, ni tampoco en ropa sucia; aun así, avanzo. He afilado la Pluma, lista para devolver cada corte; es lo único que se conserva en buen estado tras tanto tiempo. También lo único que necesita estarlo.
Quiero seguir avanzando, pero hace frío. Me detengo delante de una ruidosa taberna donde minutos antes se ha parado alguien, lo veo en sus huellas. Miro el cartel, que ofrece estofado y violencia. Lo segundo lo puedo encontrar yo solo, pero lo primero es algo que no puedo rechazar. Ignorando mis pintas de fantasma, opto por abrir la puerta y me encuentro con la feliz coincidencia de que no soy el único disfrazado. En el local un sinfín de hombres disfrazados de nórdico juegan juegos de mesa y lo que parecen ser juegos de rol. Mientras tanto, en una esquina, con gran escudo tras la silla, un enorme hombre calvo espera a un rival digno para jugar al ajedrez. Esta es otra oportunidad para dejar que mi fama se eleve por los cielos. Escúchalo por un momento: Claude von Appetit, rey de los piratas, conquistador de los cielos, soberano de Sakura, amante de las sirenas de tierra, fantasma de la venganza, genio del ajedrez, hombre de tus sueños...
- Y de los de todos, en realidad -completo en voz alta, sin darme cuenta-. Hey, ¿qué tal, chati? -Tal vez señalar con ambos dedos índices y guiñando el ojo a un gigantón con pinta de peligroso no sea la mejor idea del mundo, pero ahora que lo he hecho... Que me quiten lo bailado-. Elijo la mano izquierda. Turnos de treinta segundos; podemos contarlos con mi reloj.
Saco de mi bolsillo un... ¿Pulpo? ¿Otra vez? Esto se va a convertir en una mala costumbre. Sin embargo, cuando estoy a punto de tirarlo contra la ventana emite una suerte de gemido.
- ¿Sabes qué? Cuando el pulpo gima salta el turno. Así es más interesante. ¡Camarero! -grito-. ¡Dos de lo que esté bebiendo el chiquitín!
Me siento frente a él. Ojalá me toquen negras.
Nunca quise volver, pero he escuchado rumores no poco fiables de alguien que se encuentra aquí. Shimotsuki es un extraño lugar en el que cobijarse, pero a veces el cotilleo transporta información valiosa; información que nadie se molesta en ocultar porque parece trivial, banal o simplemente inútil pero que, cuando cae en los oídos adecuados, cobra pleno significado. Esta es una de esas situaciones en las que ha pasado, y por eso estoy aquí; pensé que se encontraría en el Nuevo Mundo, pero estando tan cerca de la reverse Mountain no podía desaprovechar la oportunidad de dejarme caer por aquí.
Llevo a mis espaldas un chaquetón de capitán que una vez tuvo mi nombre bordado. Lo decoran manchas de sangre seca con años de antigüedad y varias puñaladas que caen desde el espaldar hasta sus ajados bajos, tachando en óxido negro y cortes lo que una vez fue palabra "Justicia". Completo mi disfraz con la misma ropa que llevaba aquel día: Pantalones negros rotos, sisa blanca ensangrentada y unos zapatos que vieron una vez mejores días, pero son los que debo llevar. No me siento cómodo envuelto en mi propia sangre, ni tampoco en ropa sucia; aun así, avanzo. He afilado la Pluma, lista para devolver cada corte; es lo único que se conserva en buen estado tras tanto tiempo. También lo único que necesita estarlo.
Quiero seguir avanzando, pero hace frío. Me detengo delante de una ruidosa taberna donde minutos antes se ha parado alguien, lo veo en sus huellas. Miro el cartel, que ofrece estofado y violencia. Lo segundo lo puedo encontrar yo solo, pero lo primero es algo que no puedo rechazar. Ignorando mis pintas de fantasma, opto por abrir la puerta y me encuentro con la feliz coincidencia de que no soy el único disfrazado. En el local un sinfín de hombres disfrazados de nórdico juegan juegos de mesa y lo que parecen ser juegos de rol. Mientras tanto, en una esquina, con gran escudo tras la silla, un enorme hombre calvo espera a un rival digno para jugar al ajedrez. Esta es otra oportunidad para dejar que mi fama se eleve por los cielos. Escúchalo por un momento: Claude von Appetit, rey de los piratas, conquistador de los cielos, soberano de Sakura, amante de las sirenas de tierra, fantasma de la venganza, genio del ajedrez, hombre de tus sueños...
- Y de los de todos, en realidad -completo en voz alta, sin darme cuenta-. Hey, ¿qué tal, chati? -Tal vez señalar con ambos dedos índices y guiñando el ojo a un gigantón con pinta de peligroso no sea la mejor idea del mundo, pero ahora que lo he hecho... Que me quiten lo bailado-. Elijo la mano izquierda. Turnos de treinta segundos; podemos contarlos con mi reloj.
Saco de mi bolsillo un... ¿Pulpo? ¿Otra vez? Esto se va a convertir en una mala costumbre. Sin embargo, cuando estoy a punto de tirarlo contra la ventana emite una suerte de gemido.
- ¿Sabes qué? Cuando el pulpo gima salta el turno. Así es más interesante. ¡Camarero! -grito-. ¡Dos de lo que esté bebiendo el chiquitín!
Me siento frente a él. Ojalá me toquen negras.
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Vientos fuertes del este se cuelan por la puerta abierta y en el marco de madera cuelga un joven de fachas muertas, la gloria de lo pudo ser un rey de los mares devoró la escena. El calvo no deja de ofrecer el sorteo, lo observa, recorre cada parte de su cuerpo buscando lo que hace su mente rechinar. A caso no fue la semana pasada la ambientación pirata piensa. Evidentemente no era un joven de por allí, o él no lo conocía, estaba seguro que jamás lo había visto. Y de pronto el espectro escupe algunas palabras sin sentido mientras señala a Marian con los dedos y le regala un guiño. Acaso me está coqueteando, es bastante bonito la verdad vuelve a pensar. Pero lo que pudo ser en una hermosa historia de amor se convierte en aquel rival que desea, el pelirrojo con un sutil saludo se presenta sin mostrar identidad y selecciona la mano zurda aceptando la partida de ajedrez. Marian intenta presentarse, la verdad no quería tener problemas con alguien que tenía la fama de la crueldad como vestimenta, pero el pirata interrumpe llevando una de sus manos al bolsillo. Mierda es un arma piensa el bigotón que se inclina sobre la silla buscando estar más cerca del colosal escudo, bajo ningún concepto iba a dejar que le hiciera daño a alguien. Pero sus ojos en cacería de lo absurdo encuentran en la mano del Colorado un bonito cefalópodo que propone como reloj tras escuchar un ridículo gemido. Tiene que ser una puta broma es un insulto para el juego piensa mientras abre la mano y muestra el peón negro.
- Te tocan negras cansador de tesoros, la semana pasada fue la noche de sucios e inmorales piratas creo que te has equivocado de prendas y de rival de ajedrez.
Marian estaba un poco desconfiada con su rival y luego de hablarle le palmea la espalda, lo mira a los ojos aclarando.
-Soy Mariam Ramaseca, bienvenido. Por cierto, tienes un pelo hermoso. -
Seriamente no busca problemas y prefiere halagarlo e incluso bromear para que el pirata se sienta como en casa, toma el asiento de su silla y se ajusta a ella.
- Cantinero yo pago su consumición, aparte de ganarle no le vamos hacer pagar la comida. Aquí en Shimotsuki somos hospitalarios. Jajaja.
Termina entre risas con la jarra en la mano invitándolo a brindar. Toma el peón de E y lo desliza por el tablero ofreciendo un exquisito silbido de felpa contra roble, lo deja descansar en E4. Por arco reflejo presiona la cabeza del pulpo, que fiel a su rol vuelve a gemir de manera particular. El pelado mira a su rival pidiendo por favor que no sea un rebelde, no quería luchar ni perder ninguna pieza de su ajedrez.
- Te tocan negras cansador de tesoros, la semana pasada fue la noche de sucios e inmorales piratas creo que te has equivocado de prendas y de rival de ajedrez.
Marian estaba un poco desconfiada con su rival y luego de hablarle le palmea la espalda, lo mira a los ojos aclarando.
-Soy Mariam Ramaseca, bienvenido. Por cierto, tienes un pelo hermoso. -
Seriamente no busca problemas y prefiere halagarlo e incluso bromear para que el pirata se sienta como en casa, toma el asiento de su silla y se ajusta a ella.
- Cantinero yo pago su consumición, aparte de ganarle no le vamos hacer pagar la comida. Aquí en Shimotsuki somos hospitalarios. Jajaja.
Termina entre risas con la jarra en la mano invitándolo a brindar. Toma el peón de E y lo desliza por el tablero ofreciendo un exquisito silbido de felpa contra roble, lo deja descansar en E4. Por arco reflejo presiona la cabeza del pulpo, que fiel a su rol vuelve a gemir de manera particular. El pelado mira a su rival pidiendo por favor que no sea un rebelde, no quería luchar ni perder ninguna pieza de su ajedrez.
Claude von Appetit
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Incluso estando sentado como se encuentra sé que es más alto que yo. No es que me moleste, sigo siendo mejor, pero se me hace cuanto menos extraño mirar a alguien desde abajo, aunque sea en la situación hipotética. Lo que no se me hace tan raro, sin embargo, es que ponga una mueca extraña cuando explico la norma "de la casa" que se me ha ocurrido para la improvisada competición. Parece, por otro lado, que no está muy de acuerdo con mis pintas; lo entiendo, siendo sinceros yo tampoco estoy muy de acuerdo con ellas. Pero es una suerte de ritual, algo que debo hacer. Y debo hacerlo como me lo hicieron a mí.
- Afortunadamente solo soy sucio y pirata -contesto, con una sonrisa segura. Si eso es todo lo que tiene que decir antes de que me siente, me parece que hemos roto el hielo mejor de lo que cabría esperar-. Sin embargo... A no ser que haya alguien mejor en la taberna, he elegido al idóneo. Pero por si acaso... ¿Tú qué opinas?
Lo digo mirando al pulpo, que gime en una agonía incomprensible. De alguna forma, pese a llevar horas lejos del mar -si no días- no hace otra cosa que quejarse, aunque no se está asfixiando ni nada. Parece más lastimero que de auxilio, así que podemos no darle importancia. Al menos, hasta que caga tinta en mi mano. Qué puto asco.
Reprimo las ganas de estamparlo contra la pared y en su lugar lo dejo violentamente contra la mesa. Parece que el golpe lo ha dejado medio grogui, pero no creo que tarde demasiado en volver a quejarse. Por mi parte froto la mano con un trapo en forma de barba que tiene pegado a la cara uno de estos tipos disfrazados de nórdico. Va tan borracho que ni siquiera se ha dado cuenta, pero mañana probablemente se pregunte por qué no es pelirrojo ya. Por ahora, solo sonríe. Y yo, me río.
- Sí, es precioso -coincido. Cuando alguien tiene razón tiene razón; no puedo quitársela así como así, sería de mala educación-. Tú tienes un aspecto reluciente.
De hecho bajo la luz de las velas le brilla la calva, pero me ahorro el comentario. No es necesario meterme todavía con un tipo más grande que yo; no al menos hoy, que tengo que estar presentable y en perfectas condiciones de descanso para lo que se nos viene. Porque, después de ganar esta partida de ajedrez con reglas de justicia social, voy a hacer que se trague esas palabras de gallo y se va a dar cuenta de quién manda en el corral.
- Está bien. Según las reglas del ajedrez de justicia social, las negras empiezan. O sería racista.
Independientemente de su respuesta adelanto el peón real dos casillas. Es hora de ganar.
- Afortunadamente solo soy sucio y pirata -contesto, con una sonrisa segura. Si eso es todo lo que tiene que decir antes de que me siente, me parece que hemos roto el hielo mejor de lo que cabría esperar-. Sin embargo... A no ser que haya alguien mejor en la taberna, he elegido al idóneo. Pero por si acaso... ¿Tú qué opinas?
Lo digo mirando al pulpo, que gime en una agonía incomprensible. De alguna forma, pese a llevar horas lejos del mar -si no días- no hace otra cosa que quejarse, aunque no se está asfixiando ni nada. Parece más lastimero que de auxilio, así que podemos no darle importancia. Al menos, hasta que caga tinta en mi mano. Qué puto asco.
Reprimo las ganas de estamparlo contra la pared y en su lugar lo dejo violentamente contra la mesa. Parece que el golpe lo ha dejado medio grogui, pero no creo que tarde demasiado en volver a quejarse. Por mi parte froto la mano con un trapo en forma de barba que tiene pegado a la cara uno de estos tipos disfrazados de nórdico. Va tan borracho que ni siquiera se ha dado cuenta, pero mañana probablemente se pregunte por qué no es pelirrojo ya. Por ahora, solo sonríe. Y yo, me río.
- Sí, es precioso -coincido. Cuando alguien tiene razón tiene razón; no puedo quitársela así como así, sería de mala educación-. Tú tienes un aspecto reluciente.
De hecho bajo la luz de las velas le brilla la calva, pero me ahorro el comentario. No es necesario meterme todavía con un tipo más grande que yo; no al menos hoy, que tengo que estar presentable y en perfectas condiciones de descanso para lo que se nos viene. Porque, después de ganar esta partida de ajedrez con reglas de justicia social, voy a hacer que se trague esas palabras de gallo y se va a dar cuenta de quién manda en el corral.
- Está bien. Según las reglas del ajedrez de justicia social, las negras empiezan. O sería racista.
Independientemente de su respuesta adelanto el peón real dos casillas. Es hora de ganar.
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Su padre le había contado de los saqueadores del mar, bucaneros deshonrados e incivilizados que buscaban riquezas por los mares sin respeto a la vida, a la propiedad ni las autoridades. Y que aquel que ahora es su rival halla confesado ser uno lo dejo un tanto molesto y confuso. Acaso era necesario y responsable seguir con aquella partida, al fin y al cabo, el pirata no dejaba de ser un criminal, bastante mono y bien hablado, hasta extrañamente confiable, de esas personas que plasman con autoestima y personalidad una primera impresión, pero donde quedaba la moral entonces. Moral tan intachable con la que se blindo durante años, predicas enteras en sus clases, tabernas y amigos, manchadas por una noche de birras y juegos con un ladrón. Una única idea era segura entonces, no quería generar algún tipo de conflicto. Tal vez explorar sus intenciones mientras nos concentramos en sesenta y cuatro casillas será lo mas indicado piensa.
-Que hostil, pobre animal.-
Habla el pelado mirando como el colorado golpea el pupo contra la mesa. Fue una acción que lo altero. Mostro violencia, una típica señal de marcar la cancha con un movimiento brusco.
-No parecen ser de por aquí, tu amiguito está un poco incómodo. –
¿Quién lleva un pulo en su bolsillo? Piensa acariciándose los mostachos con la palma abierta juntándolos en la pera y dejándolos volver a su horizontalidad.
Observa nuevamente a su rival y lo cree en arrebato de cordura cuando usa de mantel el cotillón de uno de los falsos nórdicos de allí, el cual iba lo suficientemente borracho para dejarlo pasar y sonreírle. Va a ser una larga noche piensa Marian, que levanta la jarra vacía de cerveza pidiendo otra ronda a la mesa.
Tras un intercambio de cumplidos y un discurso social que no logro convencer a al local ambos sujetos calcan en blancas y negras el primer movimiento. Esto lo lleva a pensar que su rival tiene una vaga noción del juego. Piensa entonces que lo mejor es dejarse ganar y terminar la noche con una fuerte resaca y tal vez alguna de las nórdicas, no eran su fetiche los disfraces, pero la verdad que el atuendo vikingo lo prende un poco.
-¿No te parece que es mas racista comenzar primero con negras? -
Retruca el calvo dejando la voz mestiza entre comida y alcohol, la verdad conoce poco de movida sociales anti racismo pero se vio intimidante en el discurso. Toma su caballo de rey y lo hace picar en la casilla F tres. Se dejaría ganar, pero comenzaría con una apertura digna de manual, eso si es conciencia de clase.
En el fondo un coro de vagos canta ganados por el alcohol y la noche, aparece guitarra bandoneón y redoblante, convirtiendo un primitivo cantico en orquesta en vivo. En la mesa de jugos el pelado calca el movimiento de reloj de ajedrez golpea al pulpo en la cabeza como arco reflejo, con bastante fuerza la verdad, y este se acompasa con los muchachos vomitando un agónico gemido, parecía ser de dolor. Mira rápido al colorado avergonzado, sabe que se la va a cobrar. Ignora el jolgorio de fondo que lo invitan a bailar y esconde la mirada tras una gigante sonrisa de arrepentimiento.
-Que hostil, pobre animal.-
Habla el pelado mirando como el colorado golpea el pupo contra la mesa. Fue una acción que lo altero. Mostro violencia, una típica señal de marcar la cancha con un movimiento brusco.
-No parecen ser de por aquí, tu amiguito está un poco incómodo. –
¿Quién lleva un pulo en su bolsillo? Piensa acariciándose los mostachos con la palma abierta juntándolos en la pera y dejándolos volver a su horizontalidad.
Observa nuevamente a su rival y lo cree en arrebato de cordura cuando usa de mantel el cotillón de uno de los falsos nórdicos de allí, el cual iba lo suficientemente borracho para dejarlo pasar y sonreírle. Va a ser una larga noche piensa Marian, que levanta la jarra vacía de cerveza pidiendo otra ronda a la mesa.
Tras un intercambio de cumplidos y un discurso social que no logro convencer a al local ambos sujetos calcan en blancas y negras el primer movimiento. Esto lo lleva a pensar que su rival tiene una vaga noción del juego. Piensa entonces que lo mejor es dejarse ganar y terminar la noche con una fuerte resaca y tal vez alguna de las nórdicas, no eran su fetiche los disfraces, pero la verdad que el atuendo vikingo lo prende un poco.
-¿No te parece que es mas racista comenzar primero con negras? -
Retruca el calvo dejando la voz mestiza entre comida y alcohol, la verdad conoce poco de movida sociales anti racismo pero se vio intimidante en el discurso. Toma su caballo de rey y lo hace picar en la casilla F tres. Se dejaría ganar, pero comenzaría con una apertura digna de manual, eso si es conciencia de clase.
En el fondo un coro de vagos canta ganados por el alcohol y la noche, aparece guitarra bandoneón y redoblante, convirtiendo un primitivo cantico en orquesta en vivo. En la mesa de jugos el pelado calca el movimiento de reloj de ajedrez golpea al pulpo en la cabeza como arco reflejo, con bastante fuerza la verdad, y este se acompasa con los muchachos vomitando un agónico gemido, parecía ser de dolor. Mira rápido al colorado avergonzado, sabe que se la va a cobrar. Ignora el jolgorio de fondo que lo invitan a bailar y esconde la mirada tras una gigante sonrisa de arrepentimiento.
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- Culpa suya por cagarme en la mano -contesto. Los pulpos no son de fiar; mucho menos los que tienen más cabeza que tentáculos-. Pero mejor vayamos dándole a esto.
Mi primer movimiento asombra a mi rival, que contesta sorprendido sin comprender del todo lo que acabo de hacer. Es normal, no todo el mundo puede ser un maestro del ajedrez y por supuesto no todos pueden manejar las reglas de memoria tal como yo lo hago. Porque así es, soy el mejor jugador de ajedrez de este planeta, y quien diga lo contrario miente. Probablemente.
Me fijo... No. ¡No! ¿Cómo he podido no verlo antes? Está en su cara, rompiendo por completo su rostro en dos partes asimétricas, convirtiendo la esfera circunvuelta de su cabeza: Un puto bigote. De pronto me crispo hasta el punto de desear coger una cuchilla y afeitarlo ahí mismo, pero eso iría en contra de las reglas del ajedrez. No puedes hacer que tu rival salga con menos pelo del que tenía al entrar, lo sabe todo el mundo. Además, afeitarlo implicaría tocar eso. Y no quiero. Míralo, ahí, agitándose levemente mientras respira, meneándose cuando mueve los labios o aparece alguna leve brisa por la razón que sea.
- No, al contrario -lo corrijo-. Históricamente las blancas han usurpado el derecho de las negras a decidir al azar quién comienza; hasta que la falta se repare, las negras deben comenzar. Es emancipador.
Siempre me ha gustado esa palabra. Es rimbombante, pero no lo suficiente como para amedrentar a alguien con el discurso. Te hace culto pero accesible, como un profesor con coderas. Y yo soy alguien culto y accesible, así que cuando comete una nueva infracción se la explico con las mejores palabras que puedo encontrar:
- En el ajedrez con justicia social el caballero no puede pasar por encima de los peones o sería clasista -explico, levantando un dedo, y muevo mi reina. Concretamente a donde estaba su caballo, comiéndolo-. La dama puede moverse adonde quiera, que para eso es una mujer fuerte, negra e independiente. Siempre y cuando no bloquee su salida un peón, claro. Pasarle por encima también sería clasista.
Me encanta este juego, y sobre todo podré enseñarle a Mostachete que no se juega con Claude von Appetit, ganador del torneo mundial de ajedrez con perspectiva de género y de las damas con conciencia de clase. Presiono la cabeza del calamar para que gima, cediéndole el turno.
- Vas.
Mi primer movimiento asombra a mi rival, que contesta sorprendido sin comprender del todo lo que acabo de hacer. Es normal, no todo el mundo puede ser un maestro del ajedrez y por supuesto no todos pueden manejar las reglas de memoria tal como yo lo hago. Porque así es, soy el mejor jugador de ajedrez de este planeta, y quien diga lo contrario miente. Probablemente.
Me fijo... No. ¡No! ¿Cómo he podido no verlo antes? Está en su cara, rompiendo por completo su rostro en dos partes asimétricas, convirtiendo la esfera circunvuelta de su cabeza: Un puto bigote. De pronto me crispo hasta el punto de desear coger una cuchilla y afeitarlo ahí mismo, pero eso iría en contra de las reglas del ajedrez. No puedes hacer que tu rival salga con menos pelo del que tenía al entrar, lo sabe todo el mundo. Además, afeitarlo implicaría tocar eso. Y no quiero. Míralo, ahí, agitándose levemente mientras respira, meneándose cuando mueve los labios o aparece alguna leve brisa por la razón que sea.
- No, al contrario -lo corrijo-. Históricamente las blancas han usurpado el derecho de las negras a decidir al azar quién comienza; hasta que la falta se repare, las negras deben comenzar. Es emancipador.
Siempre me ha gustado esa palabra. Es rimbombante, pero no lo suficiente como para amedrentar a alguien con el discurso. Te hace culto pero accesible, como un profesor con coderas. Y yo soy alguien culto y accesible, así que cuando comete una nueva infracción se la explico con las mejores palabras que puedo encontrar:
- En el ajedrez con justicia social el caballero no puede pasar por encima de los peones o sería clasista -explico, levantando un dedo, y muevo mi reina. Concretamente a donde estaba su caballo, comiéndolo-. La dama puede moverse adonde quiera, que para eso es una mujer fuerte, negra e independiente. Siempre y cuando no bloquee su salida un peón, claro. Pasarle por encima también sería clasista.
Me encanta este juego, y sobre todo podré enseñarle a Mostachete que no se juega con Claude von Appetit, ganador del torneo mundial de ajedrez con perspectiva de género y de las damas con conciencia de clase. Presiono la cabeza del calamar para que gima, cediéndole el turno.
- Vas.
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¿Que los pulpos no son de fiar? Los piratas no son de fiar piensa mientras observa cada movimiento que hace esperando que no sea hostil. Y de pronto un discurso progresista y de lucha étnica emana de sus labios. Discurso casi escupido con total soltura, y tez blanca si porque es de tez blanca. Comienzan negras por derecho, es algo que realmente hizo cuestionar al bigotón todos sus dejes moralistas y lucha social, tiene razón pensó casi estafado por ver de quien viene. Muchos años jugando al ajedrez y nunca pensó ese detalle que parecía brillante en los labios de un pordiosero, excéntrico y que lleva un pulo en los bolsillos. Como podía ahora concentrarse, en lo que decidió fuera su derrota, si mas que ajedrez era una lucha por el progreso y derechos humanos. Ahora con una nueva observación con respecto a su caballo clasista e inmoral que había pisoteado a sus pobres peones en el afán de avanzar y nada más. Esboza una sonrisa, pero no una de fraternidad si no de admiración y sorpresa. ¿Realmente ese ser era un pirata? Piensa mientras observa acercarse la dama negra sin seguir los patrones del ajedrez clásico. Una dama que era una mujer deconstruida y fuerte, que tomó la decisión de su camino y arrebato el atropello de aquel caballero contra su propio pueblo.
-¿Pensé que lo piratas no sabían de derechos?
Impone su caducado pensar, un pensar mas que propio heredado por línea de sangre que estaba recibiendo una paliza del pelirrojo. Con la cuestión no intenta generar una brecha, al contrario, al pelado lo inunda una gran curiosidad y decide jugar el juego de aquel desconocido, que aún no se había identificado. Mira su cuerno echo jarra, lo ve de negra cerveza, esta excitación no es por el alcohol piensa mientras se interesa más por el ser frente a el que por el tablero, algo muy raro la verdad.
-Me has sorprendido, ¿Y se desenrocamos el patriarcados?
Brama el pelado tomando al rey y posicionándolo, caído, frente al peón central del enroque corto. Decidido jugar aquel juego que parecía querer su rival. Apuro la cerveza de un sorbo y con la mano en el aire ordeno otra ronda, esta vez para toda la taberna, “si no hay café para todos que no halla para ninguno” recordó aquel mural de antaño, lo que se habla con la boca hay que sostenerlo con los huevos piensa, en este caso con el bolsillo. Mira el pulpo sin intensión de golpearlo y este entendiendo la indirecta decide gemir sin ser tocado. Replica palabras de su rival.
-Vas.
-¿Pensé que lo piratas no sabían de derechos?
Impone su caducado pensar, un pensar mas que propio heredado por línea de sangre que estaba recibiendo una paliza del pelirrojo. Con la cuestión no intenta generar una brecha, al contrario, al pelado lo inunda una gran curiosidad y decide jugar el juego de aquel desconocido, que aún no se había identificado. Mira su cuerno echo jarra, lo ve de negra cerveza, esta excitación no es por el alcohol piensa mientras se interesa más por el ser frente a el que por el tablero, algo muy raro la verdad.
-Me has sorprendido, ¿Y se desenrocamos el patriarcados?
Brama el pelado tomando al rey y posicionándolo, caído, frente al peón central del enroque corto. Decidido jugar aquel juego que parecía querer su rival. Apuro la cerveza de un sorbo y con la mano en el aire ordeno otra ronda, esta vez para toda la taberna, “si no hay café para todos que no halla para ninguno” recordó aquel mural de antaño, lo que se habla con la boca hay que sostenerlo con los huevos piensa, en este caso con el bolsillo. Mira el pulpo sin intensión de golpearlo y este entendiendo la indirecta decide gemir sin ser tocado. Replica palabras de su rival.
-Vas.
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Lo miro, confiado, pero poco a poco mi sonrisa de seguridad va tornando en una mueca de nerviosismo. Miro al tablero, y de nuevo a él. Regreso al tablero, me centro en sus ojos, miro su bigote -ese estúpido bigote-, miro al pulpo... No puede ser. Mi expresión se crispa por un momento, sin llegar a entender del todo bien cómo alguien que ni siquiera comprendía las reglas del ajedrez con justicia social puede haber realizado un movimiento propio de los grandes maestros. Porque lo ha hecho. Ha descubierto LA JUGADA.
- Ha sido una buena partida -reconozco. Normalmente ningún jugador es tan osado como para realizar el gambito francés por su dificultad técnica y, sobre todo, por las múltiples condiciones que posee para ser realizada-. Te felicito.
La única jugada del ajedrez con justicia social que posee un límite de turnos para ser llevada a cabo: Cuatro, exactamente. Durante ellos deben darse un sinnúmero de pequeñas circunstancias: Debe haber oposición al patriarcado con una reina, castigado un comportamiento clasista, no dañado a un obrero, respetado el culto y mantenido intactos los castillos. Además de esto solo se puede realizar fuera de jaque y mientras la reina de su mismo color no haya sucumbido al patriarcado moviéndose por orden del rey. Y la ha realizado a la perfección; a pesar de semejante mostacho, sabe jugar al ajedrez.
- Desenroquémoslos juntos -concedo, deponiendo a mi rey-. Has ganado.
Le tiendo una mano mientras con la otra agarro mi jarra de cerveza. Es el doble de grande que la que él estaba consumiendo, pero cuando voy por la mitad me doy cuenta de que no ha sido la mejor idea. Ya cuando conocí a Kia me di cuenta de que una pinta de golpe podía significar demasiado, y esta jarra es de al menos cinco. Aun así continúo bebiendo hasta terminar, lo que me hace proferir semejante eructo que el pulpo, entre gimoteos no sé si de miedo o de emoción sale volando contra la pared, donde se queda pegado con sus ventosas, y empieza a moverse por ella hasta toparse con un florero y meterse dentro. Suspira aliviado.
- ¿De dónde eres, buen hombre, y cómo estás tan versado en los caminos de la moderna ciencia? -le pregunto. Definitivamente he bebido demasiado y demasiado rápido-. No es que no me guste tu bigote. Si a ti te gusta hacer el... Ridículo... Es cosa tuya. -Tal vez no debería haber dicho eso-. Pero nunca había conocido a un tipo que pudiese llevar pintas tan ridículas y conocer los misterios del ajedrez. Hip.
Oh, perfecto, ahora tengo hipo.
- Ha sido una buena partida -reconozco. Normalmente ningún jugador es tan osado como para realizar el gambito francés por su dificultad técnica y, sobre todo, por las múltiples condiciones que posee para ser realizada-. Te felicito.
La única jugada del ajedrez con justicia social que posee un límite de turnos para ser llevada a cabo: Cuatro, exactamente. Durante ellos deben darse un sinnúmero de pequeñas circunstancias: Debe haber oposición al patriarcado con una reina, castigado un comportamiento clasista, no dañado a un obrero, respetado el culto y mantenido intactos los castillos. Además de esto solo se puede realizar fuera de jaque y mientras la reina de su mismo color no haya sucumbido al patriarcado moviéndose por orden del rey. Y la ha realizado a la perfección; a pesar de semejante mostacho, sabe jugar al ajedrez.
- Desenroquémoslos juntos -concedo, deponiendo a mi rey-. Has ganado.
Le tiendo una mano mientras con la otra agarro mi jarra de cerveza. Es el doble de grande que la que él estaba consumiendo, pero cuando voy por la mitad me doy cuenta de que no ha sido la mejor idea. Ya cuando conocí a Kia me di cuenta de que una pinta de golpe podía significar demasiado, y esta jarra es de al menos cinco. Aun así continúo bebiendo hasta terminar, lo que me hace proferir semejante eructo que el pulpo, entre gimoteos no sé si de miedo o de emoción sale volando contra la pared, donde se queda pegado con sus ventosas, y empieza a moverse por ella hasta toparse con un florero y meterse dentro. Suspira aliviado.
- ¿De dónde eres, buen hombre, y cómo estás tan versado en los caminos de la moderna ciencia? -le pregunto. Definitivamente he bebido demasiado y demasiado rápido-. No es que no me guste tu bigote. Si a ti te gusta hacer el... Ridículo... Es cosa tuya. -Tal vez no debería haber dicho eso-. Pero nunca había conocido a un tipo que pudiese llevar pintas tan ridículas y conocer los misterios del ajedrez. Hip.
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Su rival lo observa, mira el tablero y lo vuelve a ver como buscando un error en lo que fue la ultima jugada de Marian, una jugada improvisada que rompe toda lógica ajedrecista, pero que entraba en aquel juego idealista. El colorado, sin desarrollar pieza, aclara lo buena que fue la partida y lo felicita. Acaso ya termino pensó Marian, que hizo a su rival detener una nueva forma de jugar en aquel entrañable tablero. Sin dejar que el pelado hable, pelado que solo pudo pintar entre sus mostachos una sonrisa, el pirata toma su rey y dispone a desenrocarlo afirmando su derrota. El pelirrojo extiende la mano y toma su jarra de alcohol, un gesto cordial y que enmarca camaradería a primera vista.
El acto de su rival dejo un poco confuso al guardián. ¿Que se suponía que tenía que hacer? Aceptar la derrota sin mas no era lo que él quería, había orquestado en su cabeza la idea de perder, es una persona honrada, pero lo cuesta salir del lineamiento que se propuso. Y siguiendo el juego idealista como podía llamar derrota a un intercambio culturar entre caballeros. ¿Es justo llamar derrota o victoria a una normalidad que durante años se intentó tapar? No es momento de callar y acepar, hay que hacerse cargo, la desconstrucción de un sistema en decadencia no se logra con victorias dadas como verdad, el también hizo caer al coronado. Primero lo primero piensa mientras ve la mano del rival en el aire. Con su diestra la toma fuerte y mira los ojos de aquel que lo hizo vivir un momento icónico y realista, intenta dejar palabras claras pero aquel pirata vomita una aberración sobre su vello facial que opaca la primera pregunta sobre la procedencia de Mariam. Un Mariam ordenado que ve saltar el pecho del colorado delatando su hipo aclara.
-Soy de aquí, de esta gente que beben en comunión con un hombre, soy solo un hombre de barro, pero sin soplo divino. Las ciencias son lo único absoluto ¿Como se puede estar lejos de ella?
Quiere mostrar un poco de elegancia contestando las cuestiones del pelirrojo, estaba lejos de ser su verborragia normal ya que el alcohol fue ganando terreno. Para sus adentros piensa que no conocía otro lugar mas que lo mares cardinales, no es aventurero ni viajero solo un profe de matemáticas en aquel suspiro de mundo. Muestra su tajante ateísmo erradicando relatos de algún libro divino que por el mundo se esparce, y mostrando amor por las únicas ciencias que reconoce como validas, las exactas.
-Con respecto a mi bigote, no sabía que la estética de un hombre le generaría tanto problema a un hombre de mundo como usted.
No se sente ofendido por aquellas palabras, ya había sufrido desamor por tener semejante mostacho devorando su rostro. A el le gustaba y eso es lo que importa. Sin soltarle la mano y ganado por la cerveza murmura.
-Es imposible tomar la victoria ¿Qué sentido tendría? ¿Existe algo como la victoria? Ambos patriarcados cayeron, brindemos por eso. ¿Tú de dónde eres?
Profundo y práctico en sus palabras, fondea la cerveza que le acaban de traer mientras los musico del lugar tocan un tango.
El acto de su rival dejo un poco confuso al guardián. ¿Que se suponía que tenía que hacer? Aceptar la derrota sin mas no era lo que él quería, había orquestado en su cabeza la idea de perder, es una persona honrada, pero lo cuesta salir del lineamiento que se propuso. Y siguiendo el juego idealista como podía llamar derrota a un intercambio culturar entre caballeros. ¿Es justo llamar derrota o victoria a una normalidad que durante años se intentó tapar? No es momento de callar y acepar, hay que hacerse cargo, la desconstrucción de un sistema en decadencia no se logra con victorias dadas como verdad, el también hizo caer al coronado. Primero lo primero piensa mientras ve la mano del rival en el aire. Con su diestra la toma fuerte y mira los ojos de aquel que lo hizo vivir un momento icónico y realista, intenta dejar palabras claras pero aquel pirata vomita una aberración sobre su vello facial que opaca la primera pregunta sobre la procedencia de Mariam. Un Mariam ordenado que ve saltar el pecho del colorado delatando su hipo aclara.
-Soy de aquí, de esta gente que beben en comunión con un hombre, soy solo un hombre de barro, pero sin soplo divino. Las ciencias son lo único absoluto ¿Como se puede estar lejos de ella?
Quiere mostrar un poco de elegancia contestando las cuestiones del pelirrojo, estaba lejos de ser su verborragia normal ya que el alcohol fue ganando terreno. Para sus adentros piensa que no conocía otro lugar mas que lo mares cardinales, no es aventurero ni viajero solo un profe de matemáticas en aquel suspiro de mundo. Muestra su tajante ateísmo erradicando relatos de algún libro divino que por el mundo se esparce, y mostrando amor por las únicas ciencias que reconoce como validas, las exactas.
-Con respecto a mi bigote, no sabía que la estética de un hombre le generaría tanto problema a un hombre de mundo como usted.
No se sente ofendido por aquellas palabras, ya había sufrido desamor por tener semejante mostacho devorando su rostro. A el le gustaba y eso es lo que importa. Sin soltarle la mano y ganado por la cerveza murmura.
-Es imposible tomar la victoria ¿Qué sentido tendría? ¿Existe algo como la victoria? Ambos patriarcados cayeron, brindemos por eso. ¿Tú de dónde eres?
Profundo y práctico en sus palabras, fondea la cerveza que le acaban de traer mientras los musico del lugar tocan un tango.
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Su respuesta me abruma. Entiendo la referencia, pero... ¿Por qué la conoce él? Es ateo; lógico, por otro lado; la mera idea de que exista en este mundo algo más perfecto o poderoso que yo es simplemente contraintuitiva y, aunque algo excitante, el concepto de algo a lo que nunca podré rebasar por mucho que me esfuerce resulta simplemente estúpido. No obstante, sí que sería de obligado honor mencionar que, si bien no en términos estrictos de deidad, hay un dios que reina en lo alto de Skypeia sobre su tierra celestial. Aunque mejor me callo, es probable que aquí me tomen por loco si les explico lo que es el mar vertical y el mar blanco. Tal vez piensen que estoy más borracho de lo que ya estoy.
- Porque lo absoluto no da esperanzas -explico, encogiéndome de hombros. El tipo del mostacho ha decidido iniciar un duelo dialéctico, y si bien no soy creyente sí que puedo entender los motivos que pueden llevar a un hombre a tener fe-. Las matemáticas y la física explican lo que sucede cuando una manzana cae del árbol, y aunque la biología explique cómo nacemos... No puede decirnos el por qué. ¿Cuál es el propósito de tu existencia, Marian? La ciencia no puede decirte qué has venido a hacer al mundo. No va a confortarte en la soledad, ni a darte esperanzas de una vida mejor cuando la muerte se aproxime. La ciencia solo te dice que estás, que en algún momento dejarás de estar y que, tal vez, con mucha suerte, algún día logres entender el universo mejor que tus ancestros. Pero el mundo necesita soñar.
En realidad por esa razón decidí estudiar literatura. Hace mucho que supe que prefería leer historias sobre estrellas y no temer la certeza de que algún día ellas no serán más que un recuerdo lejano; polvo cósmico, igual que yo.
Salgo de mi trance repentinamente. Me pregunta qué hay de malo en su bigote, y dudo. Responder sería de mala educación, pero al mismo tiempo dejar de contestar impediría que optase por peinados faciales más dignos, como... No sé, cualquier cosa.
- No, si está bien, solo... ¿Por qué un bigote? Te separa la cara en dos mitades asimétricas, y no deja que tu labio superior se vea. Descompensa tu cabeza, y encima... No quiero importunarte, pero en el Grand Line hay gente que se molesta mucho al ver un bigote. -Yo, de hecho, cuando estoy sobrio-. Te lo digo por tu bien, aunque si vas a seguir mucho perdido en esta isla, no tiene nada de malo. Casi.
Me llenan la jarra de nuevo, y bebo. Sigo bebiendo hasta que me la tienen que llenar de nuevo, y brindo con él para beber de nuevo. No acepta su victoria, dándola por empate, y quiere saber de dónde soy. ¿Tal vez debería contarle la verdad? Bueno, creo que no hay ningún problema en edulcorarla un poco:
- Nací en una tierra lejana, pero muy cercana al mismo tiempo. En ella se construyen grandes estructuras de piedra, majestuosas y únicas en el mundo entero. De hecho, me apodan el Basilisco de Thesalia. -En realidad una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero yo continúo-. He surcado los mares en busca del One Piece y he encontrado Raftel tras surcar el mar vertical -parece que al final se lo voy a contar- y he hecho de una sirena de tierra mi amante por una noche. -Me levanto de golpe sobre la silla, y alzando mi arma al cielo me dirijo a todo el mundo, ya a pleno pulmón-. ¡He salvado y conquistado el reino de Sakura con solo caminar sobre sus nevadas tierras! ¡Mi nombre es Claude von Appetit, mejor espada del mundo y hombre de vuestros sueños! -Hago una pausa dramática y tras el breve mutis culmino, en un susurro-: Y de los de todos, en realidad.
- Porque lo absoluto no da esperanzas -explico, encogiéndome de hombros. El tipo del mostacho ha decidido iniciar un duelo dialéctico, y si bien no soy creyente sí que puedo entender los motivos que pueden llevar a un hombre a tener fe-. Las matemáticas y la física explican lo que sucede cuando una manzana cae del árbol, y aunque la biología explique cómo nacemos... No puede decirnos el por qué. ¿Cuál es el propósito de tu existencia, Marian? La ciencia no puede decirte qué has venido a hacer al mundo. No va a confortarte en la soledad, ni a darte esperanzas de una vida mejor cuando la muerte se aproxime. La ciencia solo te dice que estás, que en algún momento dejarás de estar y que, tal vez, con mucha suerte, algún día logres entender el universo mejor que tus ancestros. Pero el mundo necesita soñar.
En realidad por esa razón decidí estudiar literatura. Hace mucho que supe que prefería leer historias sobre estrellas y no temer la certeza de que algún día ellas no serán más que un recuerdo lejano; polvo cósmico, igual que yo.
Salgo de mi trance repentinamente. Me pregunta qué hay de malo en su bigote, y dudo. Responder sería de mala educación, pero al mismo tiempo dejar de contestar impediría que optase por peinados faciales más dignos, como... No sé, cualquier cosa.
- No, si está bien, solo... ¿Por qué un bigote? Te separa la cara en dos mitades asimétricas, y no deja que tu labio superior se vea. Descompensa tu cabeza, y encima... No quiero importunarte, pero en el Grand Line hay gente que se molesta mucho al ver un bigote. -Yo, de hecho, cuando estoy sobrio-. Te lo digo por tu bien, aunque si vas a seguir mucho perdido en esta isla, no tiene nada de malo. Casi.
Me llenan la jarra de nuevo, y bebo. Sigo bebiendo hasta que me la tienen que llenar de nuevo, y brindo con él para beber de nuevo. No acepta su victoria, dándola por empate, y quiere saber de dónde soy. ¿Tal vez debería contarle la verdad? Bueno, creo que no hay ningún problema en edulcorarla un poco:
- Nací en una tierra lejana, pero muy cercana al mismo tiempo. En ella se construyen grandes estructuras de piedra, majestuosas y únicas en el mundo entero. De hecho, me apodan el Basilisco de Thesalia. -En realidad una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero yo continúo-. He surcado los mares en busca del One Piece y he encontrado Raftel tras surcar el mar vertical -parece que al final se lo voy a contar- y he hecho de una sirena de tierra mi amante por una noche. -Me levanto de golpe sobre la silla, y alzando mi arma al cielo me dirijo a todo el mundo, ya a pleno pulmón-. ¡He salvado y conquistado el reino de Sakura con solo caminar sobre sus nevadas tierras! ¡Mi nombre es Claude von Appetit, mejor espada del mundo y hombre de vuestros sueños! -Hago una pausa dramática y tras el breve mutis culmino, en un susurro-: Y de los de todos, en realidad.
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Un tango rezonga lejos tras las palabras del colorado que no dejaban de sorprender a Marian, ese tango que siempre lo hacía levantar de la silla era casi ignorado. La esperanza, esa palabra tan mundana y llena de valor vacío, incluso en el pensamiento no recuerda la ultima vez que la tuvo. Como se puede tener esperanza si uno esta seguro de algo, si hizo todo lo posible para vivir por eso, lo calculo, lo estudio y así tenia que ser, no ve razón alguna como para agradecer ese enunciado ni tomarlo como sabiduría. Y sin dejarlo refutar sigue hablando desde una postura bastante elocuente y convincente. Habla de soñar de quienes somo y a que venimos, mucha filosofía, cuestiones que Marian hace años no se hacía. Como responder a eso, en lo inmediato tenía razón, y recordó las palabras d su dije de anochecida, voluntad. Marian no cuestionaba su existencia la entendía como un rito cultural, el hombre compartiendo ideas en sociedad, su existencia entonces no era mas que la voluntad de proteger, pero lejos estaba de ser esperanza era así, así lo hizo su padre abuelo y ancestros. Siempre se sueña, aunque no lo recordemos, metas si, objetivos tangibles, pero no ilusiones maquilladas con divinidades.
-Estoy aquí por ser el ganador entre otras células, mi propósito es cultural, la voluntad de mi apellido. La soledad se quita con terapia. No sueño tengo metas, alguna vez fui un niño ya no.
Remata el pelado, mientras algún recuerdo de antaño lo atormenta, la piel podrida de un cadáver en descomposición se alojó en su cabeza, no sale la imagen sigue ahí. Una imagen que parecía buscar algo en el joven. Ya no está, celebra entre pensamientos mientras se puede centrar en lo real, bebe cerveza hasta gotear sobre su falda. Esa era una imagen recurrente, algo que se debía a un trauma, él estaba seguro de eso. Trauma que seguro no le ofrecía su vello facial.
-Tranquilo pirata mi intención no es dejar la isla, puedo estar seguro con mi hermoso mostacho. Y veo que hoy vas tocado, no creo que sea un problema. Además, no hay mujer en el mundo que no le guste lo sedoso de estos, es un fetiche.
Entonces se acaricia los mostachos con una sola mano, los une en la pera y los deja volver solos al lugar. Jamás fue una cuestión dejar el lugar, allí estaban sus estudios, alumnos, amantes, amigos si se le podían llamar así y su casa. La vieja cabaña de barro donde se alza su gran laboratorio, estudio de su vida, como podía dejar un lugar así. Había leído sobre el GL de pequeño, alguna vez pensó en ir y vivir, y viajar, en fin, cosas de crio. No podía ponerse melancólico con pequeñas cuestiones de un pirata, además el alcohol también viaja rápido al cerebelo. Tampoco mantener su facha era una escusa para no viajar, solo que no estaba en los planes que trazo para él. Tal vez conocer a algún ingeniero o físico si seria interesante, la idea de viajar lentamente cobraba vida en el embriagado pelado, no quería dejar de preguntar, solo de curiosidad pensó y se convenció.
-En un lugar así. ¿Cómo vive un ingeniero? Alguna vez leí de grandes maestros. ¿Son solo fabulas verdad?
Con cada palabra que hablaba intentaba convencerse de que no era más que una ilusión, en cualquier lugar o momento podía estudiar, no era necesario viajar para crecer, pero para sus adentros sabia que seria necesario solo tenia miedo de migrar. Cada palabra que agregaba el colorado hacía que esa idea, en su tímido inocente, tomara forma. El pirata le habla de Raftel, de ciudades con arquitecturas únicas, habrá algún lugar para un ingeniero como yo pensó viendo como le servían otra pinta y su colega gritaba a todo pulmón ser un salvador y gran espadachín. El grandulón lo mira y no deja de reír como si esas palabras lo inundaran de juerga, vio el fondo la cerveza directo de la botella y se deja ganar por una brutal carcajada.
-Tu si que sabes contar historias, dime. ¿Existe algún paraíso de ingeniería por allí?
La duda, el temor, y las desconfianzas se habían ido, parecía volver a los años más jóvenes de su vida donde era un cazador de cuentos. Como se puede ir del lo absoluto al sueño en un par de líneas, eran procesos internos del inmaduro Marian.
-Estoy aquí por ser el ganador entre otras células, mi propósito es cultural, la voluntad de mi apellido. La soledad se quita con terapia. No sueño tengo metas, alguna vez fui un niño ya no.
Remata el pelado, mientras algún recuerdo de antaño lo atormenta, la piel podrida de un cadáver en descomposición se alojó en su cabeza, no sale la imagen sigue ahí. Una imagen que parecía buscar algo en el joven. Ya no está, celebra entre pensamientos mientras se puede centrar en lo real, bebe cerveza hasta gotear sobre su falda. Esa era una imagen recurrente, algo que se debía a un trauma, él estaba seguro de eso. Trauma que seguro no le ofrecía su vello facial.
-Tranquilo pirata mi intención no es dejar la isla, puedo estar seguro con mi hermoso mostacho. Y veo que hoy vas tocado, no creo que sea un problema. Además, no hay mujer en el mundo que no le guste lo sedoso de estos, es un fetiche.
Entonces se acaricia los mostachos con una sola mano, los une en la pera y los deja volver solos al lugar. Jamás fue una cuestión dejar el lugar, allí estaban sus estudios, alumnos, amantes, amigos si se le podían llamar así y su casa. La vieja cabaña de barro donde se alza su gran laboratorio, estudio de su vida, como podía dejar un lugar así. Había leído sobre el GL de pequeño, alguna vez pensó en ir y vivir, y viajar, en fin, cosas de crio. No podía ponerse melancólico con pequeñas cuestiones de un pirata, además el alcohol también viaja rápido al cerebelo. Tampoco mantener su facha era una escusa para no viajar, solo que no estaba en los planes que trazo para él. Tal vez conocer a algún ingeniero o físico si seria interesante, la idea de viajar lentamente cobraba vida en el embriagado pelado, no quería dejar de preguntar, solo de curiosidad pensó y se convenció.
-En un lugar así. ¿Cómo vive un ingeniero? Alguna vez leí de grandes maestros. ¿Son solo fabulas verdad?
Con cada palabra que hablaba intentaba convencerse de que no era más que una ilusión, en cualquier lugar o momento podía estudiar, no era necesario viajar para crecer, pero para sus adentros sabia que seria necesario solo tenia miedo de migrar. Cada palabra que agregaba el colorado hacía que esa idea, en su tímido inocente, tomara forma. El pirata le habla de Raftel, de ciudades con arquitecturas únicas, habrá algún lugar para un ingeniero como yo pensó viendo como le servían otra pinta y su colega gritaba a todo pulmón ser un salvador y gran espadachín. El grandulón lo mira y no deja de reír como si esas palabras lo inundaran de juerga, vio el fondo la cerveza directo de la botella y se deja ganar por una brutal carcajada.
-Tu si que sabes contar historias, dime. ¿Existe algún paraíso de ingeniería por allí?
La duda, el temor, y las desconfianzas se habían ido, parecía volver a los años más jóvenes de su vida donde era un cazador de cuentos. Como se puede ir del lo absoluto al sueño en un par de líneas, eran procesos internos del inmaduro Marian.
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Me cuesta mucho comprender que alguien pueda tener una visión tan descarnada de la vida. Metas, pero no sueños; objetivos, pero no ilusiones. La búsqueda de la perfección serena y fría, sin pasión de ninguna clase. Me da un escalofrío al escucharlo, es justo la clase de vida que yo no sería capaz de llevar. O sí, pero lo que seguro es es la vida que no quiero llevar. Porque como decía el dramaturgo, toda la vida es sueño. Claro que termina con un colofón muy desgarrador, pero siempre hay que quedarse con lo mejor de cada parte.
- Solo porque un día hubo sueños hoy hay ciencia -contesto finalmente, sin bajarme de la silla. Parte de mi pose consiste en el dedo elevado hacia las nubes mientras mi otra mano apunta al suelo a modo de enseña aristotélica-. Hay que imaginar para crear; no hay ciencia sin arte.
En el silencio tras mi discurso reflexiono un poco más sobre las palabras del mostacho. No desea dejar su isla, pero tiene curiosidad por lo que hay allá fuera. Como hombre de ciencia, pregunta por ingenieros, pero deja bien claro que su niñez ya pasó. ¿Se autoengaña para perseguir un sueño? No parece esa clase de persona, pero... Repugnante. ¿Cómo va a ser un bigote fetiche de algo? Como mucho entre morsas o schnauzers, pero a ningún humano en su sano juicio se le pasaría por la cabeza mirar bajo el erotismo semejante atentado estético.
En cualquier caso me halaga. Es lógico, soy increíble y mi performance todavía más. Lógicamente la realidad supera a cualquier ficción, y aunque nadie parece haberme tomado en serio -todo el mundo está jugando rol, vaya- sí que hay un par de pintas más en mi mesa a las que me invitan nuestros nuevos y peludos amigos.
- En mi tierra no hay muchos ingenieros -confieso. Tequila Wolf es un lugar lleno de maestros de obras, pero nadie se molesta en que el puente sea estable. Es un castigo para los condenados, no interesa que llegue a culminarse nunca-. Pero hay una infinidad de islas en Grand Line, y en una de ellas... -No puedo evitar pensar en Illje. Ella es de esa isla, y seguramente la mejor ingeniera que ha salido de ella-. Se llama Dark Dome. La controlan familias de bajos fondos, pero están increíbles ingenieros. Bueno, en realidad hay de todo, o al menos todo lo que el dinero pueda pagar.
Me bajo de la silla y me siento de nuevo. Mis mejillas enrojecidas y mi sonrisa idiota confirman que finalmente me he emborrachado, pero aún conservo el habla y una dicción más o menos correcta. Sí es cierto que articular los fonemas más complejos me resulta algo complicado, pero sigo bebiendo un poco más.
- Yo ahora navego para volver más allá de la Isla Gyojin. Es un mar increíble, y una de las primeras islas tras dejar atrás Ryugu es un laboratorio gigantesco abandonado. Me pregunto si quedará algo útil por ahí todav...
La puerta se abre de golpe, y lo que asumo es un paisano entra a trompicones, derrumbándose sobre una mesa. Toda la taberna se gira hacia él, pero yo asumo que es otro jugador.
- Pero bueno, ¿estás seguro de que no quieres viajar?
- Solo porque un día hubo sueños hoy hay ciencia -contesto finalmente, sin bajarme de la silla. Parte de mi pose consiste en el dedo elevado hacia las nubes mientras mi otra mano apunta al suelo a modo de enseña aristotélica-. Hay que imaginar para crear; no hay ciencia sin arte.
En el silencio tras mi discurso reflexiono un poco más sobre las palabras del mostacho. No desea dejar su isla, pero tiene curiosidad por lo que hay allá fuera. Como hombre de ciencia, pregunta por ingenieros, pero deja bien claro que su niñez ya pasó. ¿Se autoengaña para perseguir un sueño? No parece esa clase de persona, pero... Repugnante. ¿Cómo va a ser un bigote fetiche de algo? Como mucho entre morsas o schnauzers, pero a ningún humano en su sano juicio se le pasaría por la cabeza mirar bajo el erotismo semejante atentado estético.
En cualquier caso me halaga. Es lógico, soy increíble y mi performance todavía más. Lógicamente la realidad supera a cualquier ficción, y aunque nadie parece haberme tomado en serio -todo el mundo está jugando rol, vaya- sí que hay un par de pintas más en mi mesa a las que me invitan nuestros nuevos y peludos amigos.
- En mi tierra no hay muchos ingenieros -confieso. Tequila Wolf es un lugar lleno de maestros de obras, pero nadie se molesta en que el puente sea estable. Es un castigo para los condenados, no interesa que llegue a culminarse nunca-. Pero hay una infinidad de islas en Grand Line, y en una de ellas... -No puedo evitar pensar en Illje. Ella es de esa isla, y seguramente la mejor ingeniera que ha salido de ella-. Se llama Dark Dome. La controlan familias de bajos fondos, pero están increíbles ingenieros. Bueno, en realidad hay de todo, o al menos todo lo que el dinero pueda pagar.
Me bajo de la silla y me siento de nuevo. Mis mejillas enrojecidas y mi sonrisa idiota confirman que finalmente me he emborrachado, pero aún conservo el habla y una dicción más o menos correcta. Sí es cierto que articular los fonemas más complejos me resulta algo complicado, pero sigo bebiendo un poco más.
- Yo ahora navego para volver más allá de la Isla Gyojin. Es un mar increíble, y una de las primeras islas tras dejar atrás Ryugu es un laboratorio gigantesco abandonado. Me pregunto si quedará algo útil por ahí todav...
La puerta se abre de golpe, y lo que asumo es un paisano entra a trompicones, derrumbándose sobre una mesa. Toda la taberna se gira hacia él, pero yo asumo que es otro jugador.
- Pero bueno, ¿estás seguro de que no quieres viajar?
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Como podía prestar atención si aquel con el cual charlaba estaba sobre la mesa y bebiendo desbocado. Las palabras del colorado no lo toman por sorpresa, alguna vez se cuestiono ese asunto idiota de los sueños; que humano con razón no lo hizo. Pero la conclusión siempre fue la misma, no existe algo tal para alcanzar la perfección, lo exacto. Ese capricho de artistas que se necesita de ellos para llegar a comprender el universo, no son más que la sombra tibia de la ciencia en decadencia. – Discrepo mi buen amigo. No hay arte sin ciencia, es lo exacto. La ciencia está, no se necesito soñar, solo comprender y despojar las fantasías. – Lo mira a la altura de la entrepierna, trata de esquivar su bulto, pero por mas que se esfuerza termina siendo delatado, los ojos pestañean sospechando que lleva aquel ser bajo las ropas. Nunca se había cuestionado su orientación sexual, solo fue un reflejo y la situación lo lleno de timidez. Sin dejarse ganar por la situación toma la jarra y bebe mucha cerveza dejando caer un poco por la comisura de sus labios, esta vez encuentra los ojos del colorado como refugio. Escucha un poco, el tema de la ingeniería es de sus favoritos, pero se topa con una negación del asunto. Hasta llegar a Dark dome, bajos fondos, dinero comprando la ciencia, es el lugar a que no quiere llegar, reafirmando la idea de no viajar por allí, esta lleno de gente idiota piensa.
El pirata cuenta de su ruta mariana, la isla Gyojin, Ryugu, son lugares que nunca había escuchado Marian, tampoco se imagina como serian. Solo conserva la idea de encontrar un laboratorio abandonado, eso si seria divertido. Indagar, comparar, trabajar, en qué momento científico se encuentra, poder terminar un estudio. Esa es la aventura que quiere vivir.
Se abre con frenesí la puerta de la taberna dejando entrar una pequeña briza helada, suficiente para hacerlo mirar en dirección al umbral. Ve caer un cuerpo sobre la mesa y solo piensa en el primer desmayado de la noche. Era algo bastante habitual ver este tipo de circunstancias en las fiestas de rol, más que jugar, los borrachos de turno aprovechan el derroche de alcohol. Vuelva a la boca de su compañero, este con su pregunta abre grietas cerradas, una cuestión fulminante. No era la hora para pensar mucho y menos con estado etílico que llevaba, no quería parecer un idiota y responde de inmediato. – Alguna vez, quizás-. Pero antes que pudiera seguir con su conclusión siente un grito proveniente de la mesa donde estaba tirado el hombre. - ¡Piñata! -. Gira todo su cuerpo para ver en dirección de el alboroto, cuando ve que colgado del techo tenían al borracho de recién y había uno de los jugadores de rol, bastante alcalizado, con los ojos vendados y un palo en la mano intentando dar al colgado. No pudo con eso y tomo su escudo con intención de interponerse entre el palo y el golpe que iba certero, nada de eso paso su estado de alcohol lo hizo caer bajo el colgado quedando sobre su escudo. El golpe dio de lleno en el ahorcado y una explosión aturdió a Marian, el pecho se le abrió de los pectorales a la pelvis, de su interior cayeron cientos de bombones de licor, realmente “aquel” era una piñata. Mierda piensa mientras ve a todos los borrachos caerle encima buscando juntar bocadillos.
El pirata cuenta de su ruta mariana, la isla Gyojin, Ryugu, son lugares que nunca había escuchado Marian, tampoco se imagina como serian. Solo conserva la idea de encontrar un laboratorio abandonado, eso si seria divertido. Indagar, comparar, trabajar, en qué momento científico se encuentra, poder terminar un estudio. Esa es la aventura que quiere vivir.
Se abre con frenesí la puerta de la taberna dejando entrar una pequeña briza helada, suficiente para hacerlo mirar en dirección al umbral. Ve caer un cuerpo sobre la mesa y solo piensa en el primer desmayado de la noche. Era algo bastante habitual ver este tipo de circunstancias en las fiestas de rol, más que jugar, los borrachos de turno aprovechan el derroche de alcohol. Vuelva a la boca de su compañero, este con su pregunta abre grietas cerradas, una cuestión fulminante. No era la hora para pensar mucho y menos con estado etílico que llevaba, no quería parecer un idiota y responde de inmediato. – Alguna vez, quizás-. Pero antes que pudiera seguir con su conclusión siente un grito proveniente de la mesa donde estaba tirado el hombre. - ¡Piñata! -. Gira todo su cuerpo para ver en dirección de el alboroto, cuando ve que colgado del techo tenían al borracho de recién y había uno de los jugadores de rol, bastante alcalizado, con los ojos vendados y un palo en la mano intentando dar al colgado. No pudo con eso y tomo su escudo con intención de interponerse entre el palo y el golpe que iba certero, nada de eso paso su estado de alcohol lo hizo caer bajo el colgado quedando sobre su escudo. El golpe dio de lleno en el ahorcado y una explosión aturdió a Marian, el pecho se le abrió de los pectorales a la pelvis, de su interior cayeron cientos de bombones de licor, realmente “aquel” era una piñata. Mierda piensa mientras ve a todos los borrachos caerle encima buscando juntar bocadillos.
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- ¡Ojalá estar tan borracho como equivocado tú, amigo!
Lo ve todo desde una perspectiva inhumana, casi ridícula. Anula el lado humano de las cosas, como si el ajedrez de justicia social no fuese un juego válido para él, como si en su mente solo... Existiese el ajedrez. ¿Podría haber algo más triste? Una vida en la que todo es matematizable, calculable, predecible... Qué aburrido sería el mundo si todo fuese así. Por suerte esta vida es caos, alegría, color, transiciones con magia cinematográfica y un sinfín de cosas interesantes más.
- A no ser que te guste pensar que estamos aquí por ninguna razón durante un tiempo elegido al azar y determinados totalmente por la biología y las leyes físicas... El arte va primero. Incluso el cómo decoras tu cara es arte. Por poco que le pueda gustar a determinada gente -como la que tiene criterio, por ejemplo- es una elección que posee cuerpo, forma, trasfondo y madurez estética. -No puedo creer que esté defendiendo el arte a través de un bigote. Puede que definitivamente esté demasiado borracho-. Los tatuajes, los ornamentos en las armas y armaduras... Hay arte en todo lo que nos rodea. Y sin irnos a cosas tan triviales, el arte refleja la visión subjetiva del mundo. No se puede estudiar el universo sin crear una impronta propia en él.
Me cuesta rescatar argumentos en este estado, pero el bigotón no tiene razón, de eso estoy seguro. De todos modos tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos, porque el hombre que se ha derrumbado en medio de la taberna ahora está siendo colgado por un grupo de tunantes borrachos. Si bien normalmente no me meto en los asuntos de otra gente, creo que esta es una de esas situaciones en las que un hombre debe ayudar a otro, así que me levanto.
Me tambaleo ligeramente, pero es normal. Estoy a punto de desenvainar mi espada, pero en el último momento llega el golpe y hace que el hombre estalle. Parece que realmente era una piñata, porque llueven caramelos desde su interior. Aun así lo óptimo será comprobarlo, por lo que me voy acercando mientras evito a la panda de jugadores que se abalanzan a por las chucherías y me acerco al cuerpo. Lo bajo con cuidado y lo dejo en la mesa.
- Ey, amigo, ¿estás bien? -Me quedo un rato esperando su respuesta, pero no obtengo ninguna. Lo han matado-. ¡Malditos seáis, frikis! ¡Habéis matado a un pobre hombre! ¡Asesinos!
No puedo contener esta rabia que aflora en mí. Esto podría haberme pasado, por lo que me cuesta contener las lágrimas. Maldita sea, ¿cómo pueden haberlo ahorcado? Y luego apaleado. Aunque sea una piñata, era un hombre con sus sueños y esperanzas, con sus ilusiones... golpeo con los puños su pecho, hundiéndole las costillas de papel maché.
- Oh, perdón.
Lo ve todo desde una perspectiva inhumana, casi ridícula. Anula el lado humano de las cosas, como si el ajedrez de justicia social no fuese un juego válido para él, como si en su mente solo... Existiese el ajedrez. ¿Podría haber algo más triste? Una vida en la que todo es matematizable, calculable, predecible... Qué aburrido sería el mundo si todo fuese así. Por suerte esta vida es caos, alegría, color, transiciones con magia cinematográfica y un sinfín de cosas interesantes más.
- A no ser que te guste pensar que estamos aquí por ninguna razón durante un tiempo elegido al azar y determinados totalmente por la biología y las leyes físicas... El arte va primero. Incluso el cómo decoras tu cara es arte. Por poco que le pueda gustar a determinada gente -como la que tiene criterio, por ejemplo- es una elección que posee cuerpo, forma, trasfondo y madurez estética. -No puedo creer que esté defendiendo el arte a través de un bigote. Puede que definitivamente esté demasiado borracho-. Los tatuajes, los ornamentos en las armas y armaduras... Hay arte en todo lo que nos rodea. Y sin irnos a cosas tan triviales, el arte refleja la visión subjetiva del mundo. No se puede estudiar el universo sin crear una impronta propia en él.
Me cuesta rescatar argumentos en este estado, pero el bigotón no tiene razón, de eso estoy seguro. De todos modos tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos, porque el hombre que se ha derrumbado en medio de la taberna ahora está siendo colgado por un grupo de tunantes borrachos. Si bien normalmente no me meto en los asuntos de otra gente, creo que esta es una de esas situaciones en las que un hombre debe ayudar a otro, así que me levanto.
Me tambaleo ligeramente, pero es normal. Estoy a punto de desenvainar mi espada, pero en el último momento llega el golpe y hace que el hombre estalle. Parece que realmente era una piñata, porque llueven caramelos desde su interior. Aun así lo óptimo será comprobarlo, por lo que me voy acercando mientras evito a la panda de jugadores que se abalanzan a por las chucherías y me acerco al cuerpo. Lo bajo con cuidado y lo dejo en la mesa.
- Ey, amigo, ¿estás bien? -Me quedo un rato esperando su respuesta, pero no obtengo ninguna. Lo han matado-. ¡Malditos seáis, frikis! ¡Habéis matado a un pobre hombre! ¡Asesinos!
No puedo contener esta rabia que aflora en mí. Esto podría haberme pasado, por lo que me cuesta contener las lágrimas. Maldita sea, ¿cómo pueden haberlo ahorcado? Y luego apaleado. Aunque sea una piñata, era un hombre con sus sueños y esperanzas, con sus ilusiones... golpeo con los puños su pecho, hundiéndole las costillas de papel maché.
- Oh, perdón.
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Discrepaba enormemente con su compañero de copas, pero era imposible hacérselo ver en aquel momento, tenia casi quince hombres ebrios sobre el buscando los chocolates de la piñata. No le gustaba dejar conversaciones por la mitad, piensa que seria buena idea llevarle unos dulces en muestra de tregua ideológica. Aguanta el peso de los tipos y se pone a juntar golosinas como un chico, recuerda algún cumpleaños local, el alcohol sin dudas estaba haciendo estragos. Tomo una cantidad absurdamente grande gracias al tamaño de sus manos y se levanto buscando al colorado. Lo ve lamentándose sobre los restos de la piñata y no duda en soltar una gigantesca carcajada que deja pequeña a la taberna.
-Veo que no soy el único ciego por aquí. Deja ese montón de papel maché y ven para acá que te conseguí unas golosinas. –
Grita desbocado el pelado, tomando una postura chabacana escoltada con mejillas ruborizadas y una sonrisa ebria. No estaba en su mejor momento sin dudas, pero tenia la diestra repleta de chocolates con licor que ofrece desesperado a su nuevo colega. Lo empieza a observar de arriba hacia abajo. El colorado no paraba de darle vueltas, mientras lentamente perdía el equilibrio. El sacudón de recién, pararse repentinamente y gatear como un infante hicieron de el alcohol un cohete a su cabeza. Sin control y vergüenza toma un puñado de chocolates, con envoltorio, y los comienza a devorar ensuciando todo su rostro de chocolate derretido. No era la imagen que le gustaba dar, pero ya no estaba consciente de ello, cuando logra darse cuenta del enchastre toma el primer retazo de tela que encontró. Lo jala con fuerza pues parecía estar atascado, en su cabeza comienza a pelear con ese pedazo de algodón que parecía estar ganando la contienda. Gruñe con fuerza y con ambas manos logara liberar la tensión, luego de escuchar el sonido de tela desgarrándose. Era el vestido de una de las damas del lugar, nuestro bestial pelado logro romper, y ella no dudo en vomitar un frenético alarido.
-Es un acosador, Marian eres tú ¿Qué haces? –
El retazo había cumplido su función, pero había dejado en descubierto la ropa interior de la dama que no encontraba posición para disimular. Marian toma noción de lo que había ocurrido, pero le ganan las ganas de burlarse de la pequeña lencería que llevaba la joven. En un estado de sobriedad jamás se perdonaría la situación que hizo vivir a Ofelia, el inmaduro bigotón estaba experimentando su primera borrachera fuerte. Quiso seguirle el paso al pirata y estaba haciendo el ridículo, pero en su cabeza solo estaba la idea cómica del bikini diminuto.
-Perdona Ofelia no sabia que era tuyo este pedazo de tela, te lo puedo pegar, porque la ropa interior que llevas es muy graciosa. –
Una idea brutal reírse de una tanga de microfibra que dividía en dos el mejor trasero que jamás vio en su vida. La costilla de Adán se enfadó tomo coraje y le bajo los pantalones a Marian, quería que sintiera lo mismo que ella. Sin importarle mucho giro hacia el pirata y le volvió a ofrecer dulces, esta vez con los pantalones bajos y sin ropa interior. Era momento de detener esta locura, la borrachera de Marian era casi nociva.
-Veo que no soy el único ciego por aquí. Deja ese montón de papel maché y ven para acá que te conseguí unas golosinas. –
Grita desbocado el pelado, tomando una postura chabacana escoltada con mejillas ruborizadas y una sonrisa ebria. No estaba en su mejor momento sin dudas, pero tenia la diestra repleta de chocolates con licor que ofrece desesperado a su nuevo colega. Lo empieza a observar de arriba hacia abajo. El colorado no paraba de darle vueltas, mientras lentamente perdía el equilibrio. El sacudón de recién, pararse repentinamente y gatear como un infante hicieron de el alcohol un cohete a su cabeza. Sin control y vergüenza toma un puñado de chocolates, con envoltorio, y los comienza a devorar ensuciando todo su rostro de chocolate derretido. No era la imagen que le gustaba dar, pero ya no estaba consciente de ello, cuando logra darse cuenta del enchastre toma el primer retazo de tela que encontró. Lo jala con fuerza pues parecía estar atascado, en su cabeza comienza a pelear con ese pedazo de algodón que parecía estar ganando la contienda. Gruñe con fuerza y con ambas manos logara liberar la tensión, luego de escuchar el sonido de tela desgarrándose. Era el vestido de una de las damas del lugar, nuestro bestial pelado logro romper, y ella no dudo en vomitar un frenético alarido.
-Es un acosador, Marian eres tú ¿Qué haces? –
El retazo había cumplido su función, pero había dejado en descubierto la ropa interior de la dama que no encontraba posición para disimular. Marian toma noción de lo que había ocurrido, pero le ganan las ganas de burlarse de la pequeña lencería que llevaba la joven. En un estado de sobriedad jamás se perdonaría la situación que hizo vivir a Ofelia, el inmaduro bigotón estaba experimentando su primera borrachera fuerte. Quiso seguirle el paso al pirata y estaba haciendo el ridículo, pero en su cabeza solo estaba la idea cómica del bikini diminuto.
-Perdona Ofelia no sabia que era tuyo este pedazo de tela, te lo puedo pegar, porque la ropa interior que llevas es muy graciosa. –
Una idea brutal reírse de una tanga de microfibra que dividía en dos el mejor trasero que jamás vio en su vida. La costilla de Adán se enfadó tomo coraje y le bajo los pantalones a Marian, quería que sintiera lo mismo que ella. Sin importarle mucho giro hacia el pirata y le volvió a ofrecer dulces, esta vez con los pantalones bajos y sin ropa interior. Era momento de detener esta locura, la borrachera de Marian era casi nociva.
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Mis lágrimas caen sobre el cuerpo de Dorian P. Ñata, el nombre con el que he decidido bautizar a mi nuevo amigo -y dentro de poco mi pretérito amigo- de papel maché, deshaciendo poco a poco los vestigios de lo que hace un momento era su hiperrealista cara. La verdad es que han tomado un notable esfuerzo para algo tan banal, pero precisamente por eso el crimen que han cometido contra esta inanimada figura pretendidamente humanoide es una atrocidad aún mayor. ¿Cómo se atreven a destruir el arte de esa manera?
Me dispongo a maldecirlos. Ya he sacado unas ramas de romero y un incensario negro en el que pienso quemar algo de mirra -o una barba, lo que sea- pero una voz interrumpe mi cadena de pensamientos. Conozco esa voz. Sí, me suena. Puedo notar su tono grave, ese timbre bigotón... ¡Es Marian! Me giro hacia él. Está muy borracho, y aunque no escucho del todo lo que me dice parece que se avergüenza de lo que hago.
- No está pasando nada que no haría sobrio -explico-. Por cierto, tengo un amigo que presentarte.
Camino junto a Dorian. No es muy hablador, puede que porque hay un enorme agujero en su abdomen o porque ha nacido como una inanimada obra de arte creada para sufrir y morir, pero su sonrisa persiste con él hasta el último aliento -ya expirado- con ánimos de conocer un nuevo amigo pero ¡Oh dramático giro de los acontecimientos! Marian acaba de reventar la falda de una mujer. El segundo mejor culo de la habitación, pero ese no es el caso. Es la hora de que ponga en manos de un profesional esa falda profanada. Pero no tengo tela con la que arreglarlo.
Aun así, ¿quién soy yo para quedarme mirando?
-¡Tranquila señora, yo la salvaré! -Ignoro el rabo de Marian. Por suerte no lleva el vello púbico en forma de bigote, pero aun así evito mirarlo. Se ha puesto a comer chocolate como un cerdo y quién sabe qué otras cosas de cerdo querrá hacer si le doy la oportunidad-. Armando -le digo a la piñata. ¿Se llamaba Armando? -, vas a servir a un bien mayor.
No tengo hilo y aguja, pero sí una grapadora, así que el torso de muñeco es ahora parte de la falda de madamme, que grita horrorizada ante la atenta mirada del señor Ñata. Un gracias no estaría mal, pero me conformo con ese grito siempre y cuando a mí no me baje los pantalones. Aunque tras un momento me doy cuenta de que para grapar me he apoyado en su pierna, y eso lo explica todo.
- Dicen que un lo siento lo arregla todo, pero pedir perdón no te va a desgrapar la pierna.
Es lo último que digo antes de sentarme una vez más, algo tambaleante, y pedir con la mano una pinta más.
- No deberías tomar tantos caramelos, Ramaseca, es malo para los dientes.
Me dispongo a maldecirlos. Ya he sacado unas ramas de romero y un incensario negro en el que pienso quemar algo de mirra -o una barba, lo que sea- pero una voz interrumpe mi cadena de pensamientos. Conozco esa voz. Sí, me suena. Puedo notar su tono grave, ese timbre bigotón... ¡Es Marian! Me giro hacia él. Está muy borracho, y aunque no escucho del todo lo que me dice parece que se avergüenza de lo que hago.
- No está pasando nada que no haría sobrio -explico-. Por cierto, tengo un amigo que presentarte.
Camino junto a Dorian. No es muy hablador, puede que porque hay un enorme agujero en su abdomen o porque ha nacido como una inanimada obra de arte creada para sufrir y morir, pero su sonrisa persiste con él hasta el último aliento -ya expirado- con ánimos de conocer un nuevo amigo pero ¡Oh dramático giro de los acontecimientos! Marian acaba de reventar la falda de una mujer. El segundo mejor culo de la habitación, pero ese no es el caso. Es la hora de que ponga en manos de un profesional esa falda profanada. Pero no tengo tela con la que arreglarlo.
Aun así, ¿quién soy yo para quedarme mirando?
-¡Tranquila señora, yo la salvaré! -Ignoro el rabo de Marian. Por suerte no lleva el vello púbico en forma de bigote, pero aun así evito mirarlo. Se ha puesto a comer chocolate como un cerdo y quién sabe qué otras cosas de cerdo querrá hacer si le doy la oportunidad-. Armando -le digo a la piñata. ¿Se llamaba Armando? -, vas a servir a un bien mayor.
No tengo hilo y aguja, pero sí una grapadora, así que el torso de muñeco es ahora parte de la falda de madamme, que grita horrorizada ante la atenta mirada del señor Ñata. Un gracias no estaría mal, pero me conformo con ese grito siempre y cuando a mí no me baje los pantalones. Aunque tras un momento me doy cuenta de que para grapar me he apoyado en su pierna, y eso lo explica todo.
- Dicen que un lo siento lo arregla todo, pero pedir perdón no te va a desgrapar la pierna.
Es lo último que digo antes de sentarme una vez más, algo tambaleante, y pedir con la mano una pinta más.
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Seguramente esta no era la vida que Simón quería para él, estar parado exhibiendo el rabo y devorando golosinas producto de una tremenda borrachera, sin dudas no lo era. Pero en aquella ruidosa cantina estaba el bigotón con un retardo de realidad de unos cuantos segundos, los suficiente para hacer el ridículo frente a los extraños y su amigo. Termina de saborear el ultimo chocolate y producto de una brisa en su entrepierna logra darse cuenta que no llevaba ropa interior. Con un solo movimiento, rustico, inhumano, trata de llevarse los pantalones a su verdadero sitio. Es una acción que le toma bastante tiempo y es ahí que anula su memoria y brama entre hipo y cachondeo.
-¿Quién me ha bajado los pantalones?
Lo que le faltaba para recibirse de idiota, Marian aquí aprendió que beber con desconocidos y mezclar azúcar no iban de la mano. No recuerda una borrachera tal en su escueta memoria de vida de mariposa. Comienza a observar la nada un punto muerto, un comportamiento de retardado mental, y una hebra de memoria lo llena de valentina para enfrentar a la damisela que le había arrebatado las vestiduras, no recordó que el rajo su falda, detalles. Gira sus mas de dos metros de robusta anatomía en dirección a la mesa de la pequeña, antes de decir nada vuelve a idiotizar la mirada, esta vez con las acciones del pirata, entonces todas sus ganas de hablar se esfuman.
Un grito de horror gano los oídos del Marian, el cual calco en su imaginación cada movimiento del colorado. Era verdad que no le iba a ser daño, pero parecía que aquella engrampadora había tomado un poco de las lujuriosas piernas de la mujer. Sintió entonces un frio en sus propias piernas recordando oportunidades donde por accidente se había engrampado las yemas de los dedos, dolor sin heridas graves. El bigotón comenzó a reír como idiota y entre risas le contesta a su nuevo amigo.
-No se preocupe siempre traigo un cepillo dental. –
Saca de su bolsillo un ejemplar de bambú para la higiene de la boca, le gustaba mucho conservar el medio ambiente y la frescura del aliento. Y entonces un plato de estofado tibio le gana de lleno la pelada y salpica parte de los mostachos de Marian. Nunca miraba para atrás, entonces gira todo su cuerpo buscando una respuesta al atentado. Allí un tipo, o tipa, lo suficientemente grande como para arrojar el plato tan lejos lo increpa, dice que están molestando a los clientes, que se han pasado. El bigotón ve su cepillo en el suelo y enfurece, producto del golpe dejo caer tan valiosa herramienta. Toma el primer plato que encuentra, pasta con fileto, y se lo devuelve. La precisión no era la mejor y termina por impactar en otro ser. Un tipo delgado asoma entre la multitud parado en una mesa y grita.
-¡Guerra de comida!
-¿Quién me ha bajado los pantalones?
Lo que le faltaba para recibirse de idiota, Marian aquí aprendió que beber con desconocidos y mezclar azúcar no iban de la mano. No recuerda una borrachera tal en su escueta memoria de vida de mariposa. Comienza a observar la nada un punto muerto, un comportamiento de retardado mental, y una hebra de memoria lo llena de valentina para enfrentar a la damisela que le había arrebatado las vestiduras, no recordó que el rajo su falda, detalles. Gira sus mas de dos metros de robusta anatomía en dirección a la mesa de la pequeña, antes de decir nada vuelve a idiotizar la mirada, esta vez con las acciones del pirata, entonces todas sus ganas de hablar se esfuman.
Un grito de horror gano los oídos del Marian, el cual calco en su imaginación cada movimiento del colorado. Era verdad que no le iba a ser daño, pero parecía que aquella engrampadora había tomado un poco de las lujuriosas piernas de la mujer. Sintió entonces un frio en sus propias piernas recordando oportunidades donde por accidente se había engrampado las yemas de los dedos, dolor sin heridas graves. El bigotón comenzó a reír como idiota y entre risas le contesta a su nuevo amigo.
-No se preocupe siempre traigo un cepillo dental. –
Saca de su bolsillo un ejemplar de bambú para la higiene de la boca, le gustaba mucho conservar el medio ambiente y la frescura del aliento. Y entonces un plato de estofado tibio le gana de lleno la pelada y salpica parte de los mostachos de Marian. Nunca miraba para atrás, entonces gira todo su cuerpo buscando una respuesta al atentado. Allí un tipo, o tipa, lo suficientemente grande como para arrojar el plato tan lejos lo increpa, dice que están molestando a los clientes, que se han pasado. El bigotón ve su cepillo en el suelo y enfurece, producto del golpe dejo caer tan valiosa herramienta. Toma el primer plato que encuentra, pasta con fileto, y se lo devuelve. La precisión no era la mejor y termina por impactar en otro ser. Un tipo delgado asoma entre la multitud parado en una mesa y grita.
-¡Guerra de comida!
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No es justo decir que todo se haya ido volviendo caótico a mi alrededor porque seguramente yo tenga algo de culpa, pero lo cierto es que entre el calvo exhibicionista, la mujer gritona, los jugadores de rol encolerizados, la mirada de reproche de Armando -¿se llamaba Armando?- empiezo a sentirme un tanto incómodo. No tanto por la gente borracha, el alboroto, el inminente altercado, los platos voladores o el puto Armando joder deja de mirarme. ¿Es lo que quieres? ¿De verdad es lo que quieres? ¡Me cago en la leche!
Rujo de furia mientras hundo mi puño en su cara, tratando de dejarlo inconsciente. Sin embargo atravieso el papel maché hasta golpear el muslo de la mujer que lo viste, y me quedo confuso por un momento.
- Siempre supe que eras un cabeza hueca -le espeto, antes de darme la vuelta con desdén-. Sé muy feliz con ese zorrón.
Me agacho por instinto para evitar un plato de torrijas sin torrijas que volaba hacia mi cara. Esta gente no parece saber que las guerras de comida se hacen sin añadir menaje; al fin y al cabo, si las convenciones internacionales al respecto de los duelos de comida lo permitiesen se repetiría la masacre del festival de Alusia, en el que se declaró una guerra de comida durante una cata de carne en espada. Desde ese fatídico día no se permitió nunca más utilizar vajilla, menaje, complementos o sopa muy caliente durante una batalla de este tipo, so pena de catapulta.
- Es curioso, porque mucha gente piensa que la pena de catapulta implica ser catapultado -explico-, pero no tiene nada que ver: La realidad es que te atan a la cuchara y la accionan tantas veces como sea necesario hasta que mueres o pasan los meses de pena. Es un método salvaje, pero con cierta elegancia en su funcionamiento. He conocido verdugos tan hábiles que podían hacer a la cabeza separarse del cuerpo en un primer tiro.
Recuerdo además el caso de Alfred Spine, un quiropráctico experto con dotes para el asesinato que, aunque tardó tres tiros, logró sacar el esqueleto completo sin musculatura del cuerpo del reo. Pero eso fue antes de que la Convención Internacional de Paludena prohibiese la catapultación lúdica.
Una albóndiga aterriza en mi boca. Está buena, pero no mucho. Mientras mastico llegan los espaguetis, y me enfado. No ha sido Armando, claro que no, pero le pego otro puñetazo. Y lanzo la cerveza de mi jarra de una manera muy especial. Primero la bebo y luego, usando mi técnica especial y única de aspersor, impregno toda la estancia de cerveza y trozos de albóndiga.
- Así aprenderéis quién manda.
Rujo de furia mientras hundo mi puño en su cara, tratando de dejarlo inconsciente. Sin embargo atravieso el papel maché hasta golpear el muslo de la mujer que lo viste, y me quedo confuso por un momento.
- Siempre supe que eras un cabeza hueca -le espeto, antes de darme la vuelta con desdén-. Sé muy feliz con ese zorrón.
Me agacho por instinto para evitar un plato de torrijas sin torrijas que volaba hacia mi cara. Esta gente no parece saber que las guerras de comida se hacen sin añadir menaje; al fin y al cabo, si las convenciones internacionales al respecto de los duelos de comida lo permitiesen se repetiría la masacre del festival de Alusia, en el que se declaró una guerra de comida durante una cata de carne en espada. Desde ese fatídico día no se permitió nunca más utilizar vajilla, menaje, complementos o sopa muy caliente durante una batalla de este tipo, so pena de catapulta.
- Es curioso, porque mucha gente piensa que la pena de catapulta implica ser catapultado -explico-, pero no tiene nada que ver: La realidad es que te atan a la cuchara y la accionan tantas veces como sea necesario hasta que mueres o pasan los meses de pena. Es un método salvaje, pero con cierta elegancia en su funcionamiento. He conocido verdugos tan hábiles que podían hacer a la cabeza separarse del cuerpo en un primer tiro.
Recuerdo además el caso de Alfred Spine, un quiropráctico experto con dotes para el asesinato que, aunque tardó tres tiros, logró sacar el esqueleto completo sin musculatura del cuerpo del reo. Pero eso fue antes de que la Convención Internacional de Paludena prohibiese la catapultación lúdica.
Una albóndiga aterriza en mi boca. Está buena, pero no mucho. Mientras mastico llegan los espaguetis, y me enfado. No ha sido Armando, claro que no, pero le pego otro puñetazo. Y lanzo la cerveza de mi jarra de una manera muy especial. Primero la bebo y luego, usando mi técnica especial y única de aspersor, impregno toda la estancia de cerveza y trozos de albóndiga.
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