[Evento] Hola chocolatito, mi dulce mi rey...

Fue aquí, ¿verdad? El lugar donde hace años conocí a mi buzoncito. No la he vuelto a ver, pero cuando los polluelos dejan el nido el vacío que queda en el corazón de los padres siempre es enardecido por las llamas del cariño. Allá donde esté sé que me recuerda, que piensa en mí cuando utiliza alguno de los trucos que yo le enseñé o a cada paso que da con seguridad porque siempre estuve ahí para apoyarla. Bueno, una vez... Solo una vez. Pero eso es más que suficiente cuando el cariño es tan grande y la marca que dejas tan profunda. Soy la clase de persona que deja marca, cualquiera puede darse cuenta. Aunque, después de cinco años, todo parece haber cambiado.

- ¡Dame la pasta!

Supongo que algunas cosas nunca cambian. Aquí estoy otra vez, en un callejón oscuro donde ni siquiera la luz del sol llega entre los abigarrados edificios que me rodean. Aquí está un ladrón con aspecto de politoxicómano, más en el otro barrio que en este ya y con más que probables signos de llevar mucho sin comer para pagar una adicción que no le hace ningún bien. Y, cómo no, otra vez estoy con mi bolsa de ñoquis recién preparados y listos para hervir. Un hombre no debe salir de casa sin estar listo para lo que surja y, la verdad... Quizá acabar siempre en la misma situación no es casualidad, sino un mensaje del destino. Tal vez este hombre necesitado que me apunta con un cuchillo solo está desorientado y perdido, necesitado de cariño y alguien dispuesto a darle una salida. Quizá la puñalada que ha intentado darme sea solo un grito de auxilio desesperado.

- ¿Sabes qué, amigo yonqui? -le digo-. Voy a ayudarte.

- ¡La pasta!

Lo cierto es que el cuchillo me ha hecho una ligera herida. No sangra, pero me ha dejado moretón. No tenía fuerza suficiente para clavarlo, pero sí la constancia y la voluntad para luchar. Podría ser un increíble subcapitán si consigue superar su adicción; sí. Tengo que intentarlo.

- Ven conmigo.

No le doy muchas opciones más. Lo tomo de la cintura y comienzo a caminar. Huele a vómito y orina, pero no importa. Yo también olí así una temporada, sé lo que es estar en un brete como el que él está sufriendo. Protesta a ratos, intenta apuñalarme la cara... Esta vez estoy preparado y lo evito, pero no ceja en su empeño. Al final en vez de forzar la cerradura de una casa tengo que lanzarlo contra la puerta porque no me doy concentrado con sus intentos de asesinato. Creo que se ha hecho daño, o está muy cansado, porque no se levanta. Aun así, respira. Eso está bien; no querría que se muriese sin probar mi comida. De hecho, nadie debería.

Paseo por la casa. Dejo los ñoquis en la cocina por un momento y entro a las habitaciones, cotilleando los armarios. Parece que hay mucha ropa: Vestidos de cuero, pantalones ajustados, mallas de deporte... No parecen de mi talla, aunque seguramente si fuesen un poco más largos me harían un culo espectacular sin dejar al aire mis pantorrillas. Pero, en cualquier caso, ¿qué no me hace un culo espectacular? Bueno, venga, voy a probarme un par de cosillas y me pongo a cocinar, que no se diga. Fu, pero este hombre me ha dejado olor a mierda en la ropa. Bueno, una ducha y cocino.

Y aquí estoy otra vez, limpio y fresco, en medio de un callejón. Al principio no entiendo por qué tengo la sensación de haberme olvidado algo, pero cuando un hombre de malas pulgas me amenaza con su recortada pidiéndome la pasta me doy cuenta: ¡No hice los ñoquis!

- ¡Gracias! -exclamo, y me voy de vuelta a la casa que allané. Espero que todo vaya bien ahí.

Todo estaba mal... Hacía meses que empezaba a sonreírme la vida, había truncado un par de ventas y cacerías del Albatros, había conseguido dinero y tripulación, un barco, una base donde poder volver y llamar casa, había pensado hasta en cazar presas más grandes y variadas que solo traficantes de vidas, pero mucho me estaban saliendo bien las cosas. Tuve que imaginarme que perseguir a gente tan peligrosa me iba a llevar en un momento u otro a un callejón sin salida, donde la gente que entra, solo sale con los pies por delante y una manta tapando su cuerpo y ese era el destino que me esperaba... Quizás fuese culpa mía, me creía invencible con el poder de la fruta del diablo, creía tener el suficiente poder como para alcanzar mis metas, mis sueños, mis anhelos... ¡¡Como no caí que siempre hay un tiburón más grande en la pecera!! ¿O era un pez más grande en el mar? ¡Da igual el estúpido refranero! Lo que estaba claro es que si no hacía bien mis movimientos acabaría muerto... Ante mí había una de las personas que estaba seguro que podía matarme, obviando los poderes defensivos de mi fruta, él estaba por encima de un alto cargo de la marina y seguramente con una recompensa que le daría sombra a muchos piratas famosos y todo por mi sed de sangre con esa maldita tripulación del "Albatros" ¡En que momento decidí extinguir dicha bandera! Ya les había causado bastante daño, pero siempre quise más...

Mi cuerpo estaba temblando, no me respondía, estaba en las últimas, no tenía ni fuerzas para desenvainar y matar a la misma muerte, simplemente había aceptado mi destino... ¡Miento! aún me quedaba huir, ¡Volver a mi casa! Sí, eso haría, me escabulliría camino a puerto, me enrolaría en el primer barco que me dejara más cerca de mi base, olvidaría Gran Line, la persecución del Albatros, la fama, el dinero, la venganza, la liberación de más animales, ya no eran cosas a las que podía acceder... Me habían dicho que los monstruos de Gran Line no se comparaban a los de los blues pero esto... Esto no lo habría imaginado en la vida.. Es como ver inundarse un desierto o secarse los cuatro blues... Calamidades que si pasan serían el fin del mundo...

¿Queréis saber como llegué a esta situación? Os lo diré, claramente iba tras el Albatros, estaba más cerca, ¡de la anterior isla los vi zarpar! estoy seguro que su capitán notaba mi aliento en su nuca, les estaba pisando los talones, casi podía acariciar con la yema de mis dedos sus condenadas almas, ¡Por eso estaba en esta isla! pero buscando pistas solo encontré a un hombre pidiendo auxilio, había sido atacado... Claramente, me preocupé, parecía que habían abusado del hombre, por la imagen que daba seguramente le habían encerrado en un sótano y usado para vete tú a saber que y cuantas atrocidades, pero... Cuando acepté ayudarle y inicié una cacería contra el monstruo que hizo eso... lo supe.... Era mi fin... Vi la muerte en persona en aquel callejón... ¡¡ESE ERA CLAUDE!! Estoy seguro, ¡lo vi entrar en esa casa! el rostro personificado que tienen los cuatro jinetes del apocalipsis estaba en la isla ¡Tenía que abandonar dicho trozo de tierra cuanto antes! -Dios mio, dios mio, dios mio...- Entré en pánico, estaba desesperado, solo me quedaba... ¡Ya sé! Ni barcos ni ostias, tardarían en zarpar, me haría una cascara de nuez de chocolate con propulsión, llegaría con mis propios medios a la isla más alejada del Gran Line...

Toda prevención sería insuficiente pero gota a gota se hace el río, por lo que ahí escondido me pasé la mano derecha por la cara generando chocolate, creando así una mascara que me tapara toda la cara, acaricié calmando a Regaliz quien notó mi nerviosismo y empezó a moverse -Tranquila chica, te pondré a salvo- Comenté en voz baja y tras coger aire, empecé a moverme sigilosamente camino a puerto... Prefería morir ahogado intentando llegar a casa que sufrir otro encontronazo como el anterior con el caos con pelo rojizo...

Spoiler:

Por el camino voy notando algunas cosas extrañas. El olor a sal de la isla, el frío helado que desprende su aire, el olor a pescado que se pudre en una nevera... Una plétora de sensaciones que no puedo describir del todo bien con palabras. Sin embargo, una muy aproximada sería la de pescadería. Sí, entre el hielo y el pescado, esto es como una pescadería. Pero no estoy aquí para recuperar el pescado sino para comprar ñoquis. ¡No! Estoy aquí para recuperar mis ñoquis, mi receta secreta de ñoquis de calabaza que iba a cocinar a ese tipo, ¿cómo se llamaba? Creo que no le he preguntado su nombre. En cualquier caso no era tan importante; si sobrevive a las contusiones supongo que me lo volveré a encontrar. Siempre me los vuelvo a encontrar.

Intento relajarme. No demasiado, porque no es la primera vez que me atracan en esta calle, pero trato de relajarme. Camino, paso a paso. Despacio, deshaciendo el recorrido que llevaba hace unos minutos y me topo frente a la puerta destrozada. El yonki no está, si bien mis ñoquis siguen encima de la mesa. ¡Junto con mi cuchillo! Joder, ¿me había olvidado el cuchillo? Bueno, no importa. Lo limpio en el fregadero y es hora de comenzar la magia.

El secreto de los ñoquis es la salsa, un buen acompañante que complemente su sabor. Yo los hago de calabaza, que le aporta tonos dulzones y una intensidad de retrogusto cuanto menos curiosa. Es un bocado audaz, y el comino junto a la pimienta roja le dan un toque exótico e intenso, por lo que lo ideal es una salsa suave. Quizá un sofrito clásico con tomate, o tal vez... Eso es, creo que ya sé lo que voy a hacer. Solo necesito que haya los ingredientes necesarios.

No los hay. Sin embargo lo que sí hay es shitake, cerveza negra, chalotas y ajo. Una reducción de cerveza podría ser demasiado fuerte, pero rebajada con un toque de nata... ¿Hay nata? Sigo abriendo cajones y alacenas, dejando cada estante perfectamente organizado en el proceso. Bueno, quizás no sea lo que opine su dueño porque un estante para las especias y otro para las infusiones parece demasiado complejo para él, pero lo que importa es que es el camino correcto. A lo mejor descubre las virtudes de tener un buen orden en las despensas, porque joder, he sacado de ahí hasta un tomate que lejos de estar podrido se había fosilizado. El propio hongo se ha convertido en una piedra verdosa y desagradable. Sí, he tenido que limpiar la nevera también porque santo cielo, qué ascazo.

- Dónde está Momo cuando hace falta -protesto en voz alta, a ver si se da por aludido-. ¡Sí, te he visto, maldito pestuzo con máscara de furro! ¡Esto era una indirecta!

No sé dónde lo he visto, pero no creo que esté muy lejos o ya me habría olvidado de él. Tengo buena memoria, claro, pero a veces estoy a cosas más importantes y no puedo evitar despistarme. Sobre todo cuando tengo una sartén al fuego. Pero cómo huele el ajo mientras empieza a dorarse. Va a ser una comida espectacular, de esas que dejan marca en el corazón. Y tengo suficiente para invitar a hasta... ¿quince personas? Sí, más o menos da para quince. Aunque igual solo catorce, que tengo mucha hambre.

Conseguí llegar al acera de enfrente, colándome entre al gente, la cual me miraba raro ¡No me miréis! Eso llama la atención, como me descubran borro del mapa la isla, llegué al callejón que daba al otro lado de la casa, a la entrada principal, estaba  salvo... -Dónde está Momo cuando hace falta. ¡Sí, te he visto, maldito pestuzo con máscara de furro! ¡Esto era una indirecta!- ¡VOY A MORIR! -¡No soy momo, soy manolo el de la empresa de hielo, tengo una cara común por eso la máscara!- Grité desde enfrente. Del callejón por el cual salí, aparece el hombre magullado, arrastrándose por el suelo con la cara ensangrentada -¡Me dijiste que me ibas a ayudar!- ¡Puto moribundo, muérete ya! Entre tú vida y la mía aprecio más la mía -Lo siento, también se equivoca- Me dí la vuelta y cuando me dispuse a pegar el sprin del diablo sucedió el peor de los panoramas... Regaliz... Decidió suicidarse... Se deslizó por mi cuerpo hasta el suelo y fue directo a la ventana que casualmente daba a la cocina donde la parca estaba cocinado, el olor de comida embriagaba la calle y como no, al maldito pecado de la gula personificado -¡Regaliz, no vaya!- Claro que no me hacía caso, nunca me hacía caso...

Creo que escribiré una novela, de como vivió y murió ese serpentino ser, añoraré como jugábamos, el mordiéndome la cara y yo echando bronca para que aprendiera modales... En fin... Le recordaré de por vida... Eché a correr por la calle abajo... Cuando ya llevaba un par de calles, la maldita enfermedad que cubría mi vida cual cáncer terminal atacó, yo lo llamo enfermedad... Vosotros conciencia... No podía dejar a Regaliz a su suerte... Al moribundo sí, pero no a Regaliz. Me lancé a la carrera nuevamente, era un gasto de energía inútil pero por lo menos moriría por defender a los míos, cuando llegue a la casa, el moribundo se arrastraba calle arriba y Regaliz no estaba... Agarro el mango de mi arma mientras me poso frente a la ventana -¡Devuélveme a regaliz!- Grité... Luego vi que estaba a sus pies moviendo la cola pidiendo comida -¡¡NO ERES UN PERRO MALDITA SERPIENTE!!- Sudó de mi nuevamente... -¡Hagamos un trato Cla...!- No espera... ¡La pelota! sí, le haría la pelota, a este desquiciado mental había que seguirle el juego, espero que no supiera lo que pasó tras nuestro encuentro... Lo dije en defensa propia, pero no creo que lo entendiese -Capi.. Capitán, devuélvame a mi Rey Marino, no me lo cocine por favor, será un fiel soldado y podría tirar del barco cuando sea más grande, todo son ganancias- Comenté intentando convencerlo -Vamos Regaliz, ¡Ven conmigo!- Iba a coger un periódico y a dejarle el hocico rojo al maldito bicho de las narices... ¡Como puñetas se había dado cuenta de mi presencia! Esto era lo peor que podía haber pasado en mi lucha contra el Albatros...

Pensándolo bien no voy a cocer cuatro kilos de ñoquis de una sentada. Solo estamos yo, Momo, el yoki que a saber por dónde anda ya y... ¡Qué demonios es esa cosa! El susto que me llevo hace que pegue un ligero bote, aunque no tardo mucho en darme cuenta de que se trata de un animalillo inofensivo que mira con ojos ilusionados la comida. Sí, bueno, quizá lo de enredarse en mis piernas y tratar de escalarme mientras me aprieta el cuerpo es más propio de una serpiente depredadora y no de una mascota, pero creo que puedo adoptarla. No obstante, eso implica disciplina.

Le meto un empujón para hacerlo caer al suelo. Me ha arrugado la ropa. Lo increpo con el dedo y cuando trata de mordérmelo pam, palazo con la parte ancha del cuchillo en el hocico. Gime como un perro dolido, pero no me ablando y vuelvo a poner el dedo delante de la serpiente, acusatorio. Esta vez no trata de mordérmelo y le acaricio la cabeza. No hace falta dar un grito, solo autoritario cariño.

- Muy bien. Toma un ñoqui.

Aún no están cocidos, pero los animales se comen lo que sea e incluso con solo la masa fresca saben mejor que muchas imitaciones que cualquiera podría comprar en un supermercado. Sin embargo en ese momento entra Momo por la puerta, reclamando la autoridad de Susy y exclamando que será un gran soldado que aprovechar en la banda. Miro a la serpiente, que parece tan perpleja como yo -si bien estoy seguro de que y he entendido un poco mejor las palabras de mi subcapitán-, y ambos clavamos la mirada en él, juiciosos.

- Esto no puede ser un rey marino, tonto -digo, con total convencimiento-. Los reyes marinos viven en el agua, y Susy está en tierra; ¿no lo ves? Eso y que los reyes de tierra son señores pomposos con corona, así que no creo que sea rey tampoco. ¿Tú qué dices, Susy? ¿Eres una reina? -Le enseño un ñoqui con la mano y, dubitativa, niega con la cabeza. Me encantan los animales, puedes convencerlos de cualquier cosa-. ¡Buena chica!

Le lanzo la bolita, que devora con fruición. Cuando termina eructa y yo no puedo evitar reírme. Echo los ñoquis al agua mientras la salsa hace su característico "chup chup", hirviendo hasta que reduzca lo suficiente. Ya queda muy poquito para poder hincarle el diente a esta delicia.

- Sabía que llegarías lejos -comento, dándome la vuelta. Susy me mira esperando más comida pero la aparto de mis piernas un poco-. ¿Pero llegar hasta aquí sin mi ayuda? ¿Hasta Bloothe? Era la prueba que necesitaba para saber que no me equivocaba contigo. Tienes talento para ser un pirata, y ahora que nos hemos reunido podemos encontrar a todos los que faltan. Salvo a Illje, claro. ¡Cierto! Te encantará Illje, es una sirena de tierra, ¡y la mamá adoptiva del Nepo! -Por un momento, me quedo pensando-. No verías a un oso panda con pinta de tipo duro en el Albatros, ¿verdad?

Ser completamente obviado por este demente sin corazón era algo a lo que estaba acostumbrado, pero que esa maldita babosa de mar pasara de mi cara mientras intentaba salvarle era ya pasarse... Dejo que me devore para que coma, la alimento, le doy la vida, la cuido y le rasco el cuerpo que tiene que parece picarle cosa mala y me devuelve tal muestra de amor con un desprecio semejante... ¡Pues ya no le salvo! Que sufra a este tipejo el solito...

-¿Llegar lejos? Tengo que admitir muy a mi pesar, que si no hubieras introducido tú fruto a la fuerza en mi cuerpo en contra de mi voluntad, podría haber muerto unas cuantas veces, pero mis decisiones, mis metas y mi coraje son las que me han traído hasta aquí- Dije orgulloso aún sabiendo que mis palabras caían en saco roto, ¿Espera ha dicho Illje? Nada, demasiada casualidad sería esa, luego me preguntó sobre un oso panda -En el Albatros cada vez hay menos animales, yo me estoy ocupando de ello, no me suena haber visto a un oso panda, pero no lo descarto, son hábiles en lo que ha esclavizar se refiere- ¡No, este era su modos operanding o como se puñetas escriba! El me hacía complice de la conversación y luego me llevaba a la desesperación, no caería de nuevo, tendría que jugar la descarada y arriesgada estrategia de la ultima vez... -Esto.. Capitán, me temo que no puedo acompañarle a buscar a los demás tripulantes, estoy en un entrenamiento super secreto en el cual me haré más fuerte para poder ser un digno sub-capitán, seré el hombre que espera que sea...- Regaliz me miró y negó con la cabeza decepcionado... Maldita sabandija, no pensaba darle más chocolate en su corta y miserable vida... -Regaliz, nos vamos a seguir entrenando, tienes que hacerte tan fuerte como el capitán- Comenté mientras me disponía a recogerle, pero ese caracol sin casa se aferró fuertemente a la pata del pelirrojo, hasta cerró los ojos como un niño pequeño mientras golpeaba con la punta de la cola el suelo -¡Pataletas a mi no!- Comenté enfadado, se comportaba como un niño pequeño malcriado era como... Ostias, si era como Claude, estaban hechos el uno para el otro... ¿Sería este el fin de nuestros caminos juntos? Si tenía que sacrificar la vida del animal para salvar la mía... Era un cambio justo... Si vivía podría salvar a más animales como Regaliz... La llevaré en mi corazón... -¡Regaliz que nos vamos, obedece o te quedas sin cenar!- No hacía más que chillar agudamente, otra cosa que me daba mucha rabia... -¡Esta en la edad del pavo!- Grité mientras forcejeaba con el animal...

Reflexiono sobre lo que me dice. El Nepo no se dejaría capturar como un vulgar esclavo, mucho menos viajaría con esa gente por ahí sin darles guerra. Es mucho más razonable pensar que haya dirigido una fuga masiva y ahora navegue con su tripulación de animales en busca de su capitán y de Illje. Sí, sin duda eso es lo que más sentido tiene; al fin y al cabo, por mucho que no sea de la raza polar de los cosacos de Russuam, fue criado como uno hasta que lo rescatamos de su centro de internamiento. Era apenas un osezno, pero tenía todo el potencial para convertirse en un Fancy Cock; tanto como Momo. Puede que incluso más.

- No te vas a ir a ninguna parte -contesto, virándome hacia él de golpe-. Un entrenamiento no sirve de nada si no te alimentas como es debido, Momo; ¿es que no has aprendido nada? ¡Necesitas proteínas y grasas saludables para crecer fuerte y sano! Cómo se nota que aún eres un crío, tan impetuoso e irresponsable. Recuerdo cuando yo tenía tu edad... Ay, los tiempos de la Marina fueron confusos en muchos más planos de los que podrías esperarte. Por cierto, ¿Cuántos años tienes?

Los ñoquis han cocido ya bastante, así que los añado a la salsa. No tengo una buena fuente de proteína que ofrecer a Momo, pero confío en que al menos sea lo bastante nutritivo como para llegar al día de mañana y poder cazar su propia fuente de proteínas. O de pescarla. O de ir a la tienda a comprar un suplemento. La verdad es que no me importa mucho cómo lo haga, pero es fundamental que se haga grande y fuerte si quiere permanecer en la banda. Tiene el espíritu, tan solo le falta el conocimiento. Una vez posea ambas cosas su potencial despertará y se convertirá en el más grande de mis pupilos. Quizá hasta se acerque a un nivel de poder en el que pueda hacerme sombra si peleo con los brazos atados a la espalda.

- ¡Maldita sea Momojiro von Appetit! -grito, con voz particularmente atronadora mientras me doy la vuelta, quedando en una postura relativamente natural pero muy molona, con el cuchillo apuntando hacia él-. Yo he abierto la puerta, hecho la compra, ordenado las alacenas, preparado la cena... ¿Y te pretendes escaquear solo para no poner la mesa? Saca dos platos para nosotros, un cuenco para tu perro serpiente y cubiertos, por favor. -Me doy la vuelta para seguir a mis cosas-. Ay, qué vida esta; lo que tenemos que sufrir los capitanes por nuestros marineritos. Y ni siquiera nos lo agradecen; algún día me ejecutarán por ser el único hombre vivo que ha pisado Raftel y entonces... ¡Ay, entonces! Entonces te vas a arrepentir de no haberme ayudado más, ya lo verás. Porque el día que yo no esté a ver qué hace esta tripulación, ¿eh? ¡A ver qué hace! Que no te enteras de cómo funciona la vida. No se puede ir con esas pintas esclavizando animales por ahí y huyendo de una cena de tripulación para irte a ligar con pelandruscos por ahí. Tienes que disciplinarte, y sobre todo dejar de poner excusas. Que nadie se cree lo del entrenamiento secreto. Tú hueles a perfume barato. -Vuelvo a girarme, esta vez dejando el cuchillo en la encimera-. Dime la verdad, Momo... ¿Eres okama? Que yo te voy a aceptar y respetar siempre, pero no tienes que desaparecer para vivir tu verdadero yo: Puedes ser quien quieras ser con nosotros. Ahora, a comer.