Arny Sanskari
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El viento mecía su cuerpo gaseoso a voluntad mientras el ornitorrinco se dejaba llevar, transportado en brazos de la naturaleza. Viajar con las corrientes era algo relativamente simple para él dada la practica y sus conocimientos como navegante. Además, la experiencia le avisaba de antemano al entrar en la zona de influencia de las islas. No era necesario percibir el magnetismo cuando todo alrededor cambia drásticamente para alguien tan sensible al movimiento del aire.
La temperatura había descendido rápidamente para cuando Arny notó que fluir por los cielos empezaba a resultar más denso y pesado. Las corrientes bajo él se arremolinaban formando ciclos que presagiaban la marea rompiendo contra algún cortado de una isla. Podría ser cualquiera de ellas, de las muchas que poblaban el paraíso, la primera parte del Grand Line, pero el mink sabía donde iba aquella vez, por lo que cuando las agujas de su log pose apuntaron directamente al suelo, comenzó a bajar hasta atravesar el manto de nubes que ocultaban el océano bajo sus pies.
Conocía la isla por las descripciones que había leído previamente. Sabía lo que podía esperar. Pero nada lo había preparado para la hermosa visión de una tierra con aquel predominante rojo apareciendo ante su pico. Brillando bajo la luz del sol de la mañana en todo su esplendor. Vertiendo ríos carmesíes al mar. Pero las cosas no serían tan pacificas así en la tierra como en los cielos.
Una autentica marejada de barcos entrando y saliendo de la isla, rompía toda paz con los típicos sonidos de un puerto con mucho trafico. Mayormente cagamentos entre marineros y gaviotas. Estibadores y trabajadores portuarios en general, corriendo de un lado a otro como locos y carros con mercancía, casi volando entre las tablas que separaban tierra de las bodegas de los navíos.
-Un problema menos- pensó el ornitorrinco al tomar tierra dentro de la ciudad, en la zona donde los marineros esparcen sus pagas con gusto. Múltiples posadas y tabernas de poca monta hacen las delicias de los más valientes. Prostitutas ejerciendo a todas horas, puestos callejeros de comida con bastante mala pinta y un puesto con prensa, revistas y cromos para los niños completaban el escenario. Los actores estaban en posición, tan solo esperando ordenes del director. -Y muchos problemas más- dijo en voz baja al ver la situación. Estaba claro que aquel lugar era un paraíso para los piratas y que la mayoría de las cosas en aquel barrio tan cercano al puerto, estaban preparadas para timar y robar a los turistas y a tantos incautos como les fuera posible.
-Me llevo esto- dijo al dueño del quiosco tras agarrar uno de los periódicos. Acto seguido le tendió un berry lanzándolo al aire, pero para cuando el hombre quiso agarrarlo y centrar su mirada, el mink ya había desaparecido del puesto.
-El lugarteniente de un Yonko... interesante- pensó tras leer las noticias -Si alguien capaz de matarlo sigue por aquí podría haber muchos problemas... además... ¿Qué hacía aquí?¿No estamos muy lejos de su territorio?- Arny tenía muchas dudas mientras miraba al cielo, sentado en un banco del parque cercano a puerto. Estaba seguro de que las cosas ocurrían siempre por una razón, incluso las malas. Por lo que la posibilidad de que todo aquello estuviera ocurriendo en aquel momento, justo cuando él había llegado, lo animaba en cierto modo. Esperaba poder llegar a ver con sus propios ojos, alguna de las leyendas vivas de los mares mientras estaba en Bloothe.
La temperatura había descendido rápidamente para cuando Arny notó que fluir por los cielos empezaba a resultar más denso y pesado. Las corrientes bajo él se arremolinaban formando ciclos que presagiaban la marea rompiendo contra algún cortado de una isla. Podría ser cualquiera de ellas, de las muchas que poblaban el paraíso, la primera parte del Grand Line, pero el mink sabía donde iba aquella vez, por lo que cuando las agujas de su log pose apuntaron directamente al suelo, comenzó a bajar hasta atravesar el manto de nubes que ocultaban el océano bajo sus pies.
Conocía la isla por las descripciones que había leído previamente. Sabía lo que podía esperar. Pero nada lo había preparado para la hermosa visión de una tierra con aquel predominante rojo apareciendo ante su pico. Brillando bajo la luz del sol de la mañana en todo su esplendor. Vertiendo ríos carmesíes al mar. Pero las cosas no serían tan pacificas así en la tierra como en los cielos.
Una autentica marejada de barcos entrando y saliendo de la isla, rompía toda paz con los típicos sonidos de un puerto con mucho trafico. Mayormente cagamentos entre marineros y gaviotas. Estibadores y trabajadores portuarios en general, corriendo de un lado a otro como locos y carros con mercancía, casi volando entre las tablas que separaban tierra de las bodegas de los navíos.
-Un problema menos- pensó el ornitorrinco al tomar tierra dentro de la ciudad, en la zona donde los marineros esparcen sus pagas con gusto. Múltiples posadas y tabernas de poca monta hacen las delicias de los más valientes. Prostitutas ejerciendo a todas horas, puestos callejeros de comida con bastante mala pinta y un puesto con prensa, revistas y cromos para los niños completaban el escenario. Los actores estaban en posición, tan solo esperando ordenes del director. -Y muchos problemas más- dijo en voz baja al ver la situación. Estaba claro que aquel lugar era un paraíso para los piratas y que la mayoría de las cosas en aquel barrio tan cercano al puerto, estaban preparadas para timar y robar a los turistas y a tantos incautos como les fuera posible.
-Me llevo esto- dijo al dueño del quiosco tras agarrar uno de los periódicos. Acto seguido le tendió un berry lanzándolo al aire, pero para cuando el hombre quiso agarrarlo y centrar su mirada, el mink ya había desaparecido del puesto.
-El lugarteniente de un Yonko... interesante- pensó tras leer las noticias -Si alguien capaz de matarlo sigue por aquí podría haber muchos problemas... además... ¿Qué hacía aquí?¿No estamos muy lejos de su territorio?- Arny tenía muchas dudas mientras miraba al cielo, sentado en un banco del parque cercano a puerto. Estaba seguro de que las cosas ocurrían siempre por una razón, incluso las malas. Por lo que la posibilidad de que todo aquello estuviera ocurriendo en aquel momento, justo cuando él había llegado, lo animaba en cierto modo. Esperaba poder llegar a ver con sus propios ojos, alguna de las leyendas vivas de los mares mientras estaba en Bloothe.
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¿Podía haber una isla más monocromática? Todo en la isla era rojo, no me vendría mal para camuflarme en ciertos sitios dados lo colores que solía vestir, y no iba a cambiar ahora como era normal. Notaba según nos acercábamos a la isla como la temperatura bajaba, me centré en la respiración y el calor comenzó a reconfortarme de nuevo. Sin duda alguna era la habilidad más útil que había aprendido hasta entonces.
Por otra parte, Alice, parecía que quería buscar información sobre gente que tuviese recompensa por su cabeza. Era normal, dado que como cazadores nos dedicábamos a cazar a criminales, sin embargo, adentrarnos en una isla en la que sabíamos que habría una cantidad absurda de piratas no era algo que fuese buena idea, menos aún el separarnos, Hayato no sabría hacer nada, no le pasaría nada posiblemente, sabía defenderse, pero no era el tipo más despierto para ese tipo de misiones.
Aun así, nos dio nombre en clave, siendo el mío Red Riot, no sabía para que lo necesitaría, pero si para ella era importante intentaría recordarlo. Una vez en el puerto, acompañé a Hayato, aunque cuando nos dirigíamos hacia una taberna en la que encontrar algo de información para saber por donde empezar, choqué con un par de tipos. Uno comenzó a vociferarme, mientras el otro colocándose a mi espalda me sujetó y tapó la boca, en ese momento el otro sacó un puñal y se lanzó contra mí con la intención de apuñalarme.
Reaccioné lo más rápido que pude y mientras con una mano cogía la mano que tenía en la boca, con la otra conseguí sujetar la mano de mi atacante, activé mi habilidad y les cambié de posición entre ellos, quedando ambos de espaldas a mí. Aproveché ese momento de confusión y me metí entre la gente que pasaba cerca para librarme de aquel problema. Suspiré. Apenas había llegado a la isla y ya me habían intentado matar. Era normal que no aguantase a tipos como aquellos ¿qué les habría costado disculparse?
Por otra parte, aquel embrollo había conseguido que perdiese de vista a Hayato y ahora ya estábamos todos separados. “Dividámonos, que haremos más daño” pensé mientras negaba con la cabeza. Bueno, ya no podía hacer nada por encontrarlo, así que intenté centrarme en mi parte y me dirigí a la primera taberna que vi. No tenía un gran aspecto, pero seguro que algo encontraba. Y bueno, no me equivoqué del todo. Todos hablaban de un asesinato de alguien importante, pero por lo que entendía no debía ser obra de ningún cazador, dado que el jaleo que se había montado en aquella isla no sería tal, sino más bien el contrario.
Por otra parte, Alice, parecía que quería buscar información sobre gente que tuviese recompensa por su cabeza. Era normal, dado que como cazadores nos dedicábamos a cazar a criminales, sin embargo, adentrarnos en una isla en la que sabíamos que habría una cantidad absurda de piratas no era algo que fuese buena idea, menos aún el separarnos, Hayato no sabría hacer nada, no le pasaría nada posiblemente, sabía defenderse, pero no era el tipo más despierto para ese tipo de misiones.
Aun así, nos dio nombre en clave, siendo el mío Red Riot, no sabía para que lo necesitaría, pero si para ella era importante intentaría recordarlo. Una vez en el puerto, acompañé a Hayato, aunque cuando nos dirigíamos hacia una taberna en la que encontrar algo de información para saber por donde empezar, choqué con un par de tipos. Uno comenzó a vociferarme, mientras el otro colocándose a mi espalda me sujetó y tapó la boca, en ese momento el otro sacó un puñal y se lanzó contra mí con la intención de apuñalarme.
Reaccioné lo más rápido que pude y mientras con una mano cogía la mano que tenía en la boca, con la otra conseguí sujetar la mano de mi atacante, activé mi habilidad y les cambié de posición entre ellos, quedando ambos de espaldas a mí. Aproveché ese momento de confusión y me metí entre la gente que pasaba cerca para librarme de aquel problema. Suspiré. Apenas había llegado a la isla y ya me habían intentado matar. Era normal que no aguantase a tipos como aquellos ¿qué les habría costado disculparse?
Por otra parte, aquel embrollo había conseguido que perdiese de vista a Hayato y ahora ya estábamos todos separados. “Dividámonos, que haremos más daño” pensé mientras negaba con la cabeza. Bueno, ya no podía hacer nada por encontrarlo, así que intenté centrarme en mi parte y me dirigí a la primera taberna que vi. No tenía un gran aspecto, pero seguro que algo encontraba. Y bueno, no me equivoqué del todo. Todos hablaban de un asesinato de alguien importante, pero por lo que entendía no debía ser obra de ningún cazador, dado que el jaleo que se había montado en aquella isla no sería tal, sino más bien el contrario.
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-Tontitos...- pensó el ornitorrinco, pues era realmente difícil acercarse a él sin que lo notase. Su electrorecepción y la sensibilidad a los gases que lo rodeaban, lo convertían en un sujeto complicado de sorprender. -Tres alientos- contó mientras se ponía en pie y se giraba para encarar a tres trúhanes -Parásitos como vosotros ni siquiera merecen llamarse piratas- dijo antes de que los bravucones, con evidentes intenciones, abrieran la boca. Dos espadas resonaron al salir de sus vainas y un trabuco amartilló, apuntando directamente al mink -Si ya sabes como va esto, suelta todos tus objetos de valor- espetó el del trabuco con un deje de superioridad y desprecio. Las cicatrices en su cara mostraban un activo pasado en la piratería. Mostraban experiencia, pero nada lo había preparado para lo que se les vino encima a él y sus acompañantes.
Arcadas, ojos llorosos, dificultad respiratoria, vómitos, mareos y finalmente convulsiones. Cuando perdieron la conciencia y se desmayaron bajo la atenta mirada del ornitorrinco, este se giró y se fue del parque, tranquilo, pues nadie que lo hubiera visto podría decir que él hizo algo.
Su caminar lo llevo de nuevo a la zona con chigres y tabernas. Tenía hambre y como navegante, se entendía bien con los hombres de mar. Por lo que suponía que podría mezclarse más o menos bien ahora que entendía el ambiente general del lugar. Por más que lo hubiera estudiado, la realidad era compleja de plasmar en el papel. Todos los manuscritos que hablaban de Bloothe no eran capaces de transmitir la atmósfera que se vive en un refugio para piratas, y Arny se alegraba de que Vivi se hubiera quedado con el barco.
Arny no era ningún experto y por el camino había conseguido distinguir muchos detalles que relacionaban tiendas y posadas, con diferentes bandas pirata. Pero inconscientemente el mink también buscaba marcas que delatasen grupos esclavistas, pues las noticias de Dark Dome habían dejado un amargo sabor de boca al ornitorrinco, que se juró hacer una visita a la isla.
Con el caminar de quien lleva mucho tiempo subido a un barco, acostumbrado a caminar con las mareas bajo sus pies y acaba de pisar tierra, Arny entro en la tasca. Un momento para vistazo rápido para observar a la audiencia, y que esta lo observase a él. Ya estaba acostumbrado al ritual. Fingido caminar hasta la barra y un golpe con su puño sobre las maderas con una moneda en la mano -Una jarra de cerveza fría como el corazón de tu suegra- pidió mientras tomaba asiento, despertando alguna carcajada entre la concurrencia, que pronto volvió a sus conversaciones. Un breve vistazo le había valido para detectar al sujeto más interesante del lugar. Mirada y aspecto intimidantes, ropajes sacados del imaginario de un libro de aventuras y una sonrisa perenne en su rostro adolescente -Tráenos, al chaval y a mi, algo de comer- pidió -Para ser una de las primeras islas del paraíso, es muy ajetreada ¿No te parece?- preguntó al chaval con piezas de armadura incluidas en su vestimenta -Arny- dijo sin más mientras añadía otras monedas a la primera para pagar la comida.
Arcadas, ojos llorosos, dificultad respiratoria, vómitos, mareos y finalmente convulsiones. Cuando perdieron la conciencia y se desmayaron bajo la atenta mirada del ornitorrinco, este se giró y se fue del parque, tranquilo, pues nadie que lo hubiera visto podría decir que él hizo algo.
Su caminar lo llevo de nuevo a la zona con chigres y tabernas. Tenía hambre y como navegante, se entendía bien con los hombres de mar. Por lo que suponía que podría mezclarse más o menos bien ahora que entendía el ambiente general del lugar. Por más que lo hubiera estudiado, la realidad era compleja de plasmar en el papel. Todos los manuscritos que hablaban de Bloothe no eran capaces de transmitir la atmósfera que se vive en un refugio para piratas, y Arny se alegraba de que Vivi se hubiera quedado con el barco.
Arny no era ningún experto y por el camino había conseguido distinguir muchos detalles que relacionaban tiendas y posadas, con diferentes bandas pirata. Pero inconscientemente el mink también buscaba marcas que delatasen grupos esclavistas, pues las noticias de Dark Dome habían dejado un amargo sabor de boca al ornitorrinco, que se juró hacer una visita a la isla.
Con el caminar de quien lleva mucho tiempo subido a un barco, acostumbrado a caminar con las mareas bajo sus pies y acaba de pisar tierra, Arny entro en la tasca. Un momento para vistazo rápido para observar a la audiencia, y que esta lo observase a él. Ya estaba acostumbrado al ritual. Fingido caminar hasta la barra y un golpe con su puño sobre las maderas con una moneda en la mano -Una jarra de cerveza fría como el corazón de tu suegra- pidió mientras tomaba asiento, despertando alguna carcajada entre la concurrencia, que pronto volvió a sus conversaciones. Un breve vistazo le había valido para detectar al sujeto más interesante del lugar. Mirada y aspecto intimidantes, ropajes sacados del imaginario de un libro de aventuras y una sonrisa perenne en su rostro adolescente -Tráenos, al chaval y a mi, algo de comer- pidió -Para ser una de las primeras islas del paraíso, es muy ajetreada ¿No te parece?- preguntó al chaval con piezas de armadura incluidas en su vestimenta -Arny- dijo sin más mientras añadía otras monedas a la primera para pagar la comida.
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Tras estar unos segundos en aquella taberna comencé a notar más marcadamente el barullo que había formado. Risas, gritos, amenazas, partidas entre varios tipos que no parecían muy amistosos. Quizás lo mejor sería pasar desapercibido por el momento. Me acerqué a la barra y con un simple gesto le hice saber al camarero que quería una bebida. No tardó demasiado en traérmela. Dejé una moneda en la barra cuando puso la jarra delante de mí y la cogió con cara de malas pulgas.
En una pared tras la barra pude ver que había carteles de recompensa. Imaginé que a pesar de ser una isla principalmente de piratas, venían otros visitantes que se dedicaban a otra cosa o que sencillamente eran informativos de con quién no meterse en la isla si se les veía. No eran pocos los carteles, pude contar más de una veintena, estando algunos puestos sobre otros. Tras observarlos un momento miré a mi alrededor para ver si había alguno de aquellos criminales de los carteles en la taberna, pero no me pareció encontrar a ninguno.
En cambio, un ser del cual solo había leído en libros se sentó a mi lado y pidió algo de comida para los dos. Aquello me sorprendió. Los extraños no solían tener tanta amabilidad sin un objetivo detrás. Luego se dirigió a mí.
-Bueno, tampoco sé cuanta gente es habitual por estos lares – le respondí educadamente –. Sin embargo, para mi gusto es demasiada gente, no estoy acostumbrado a tanto barullo.
El tipo era un mink, sabía de la raza dado que había cazado junto a Hayato a uno con apariencia de toro. Sin embargo, este era la creación más extraña de la creación, tenía pinta de nutría, con la cabeza de un pato y unas patas como las de un topo, aunque con membranas interdigitales, como si fuese una criatura marina, todo esto lo completaba una cola de castor. Su pelaje era de un color negro, al igual que sus ojos.
-Gracias por la comida, pero, ¿puedo preguntarle por qué? No le conozco de nada y me parece bastante amabilidad para una isla tan hostil como he podido comprobar en el poco tiempo que llevo en ella – saqué la pipa que tenía y la preparé para fumar mientras traían la comida – Disculpe la brusquedad de mi pregunta, espero que entienda mi sospecha y no soy alguien que se vaya por las ramas, sino más bien de frente.
En una pared tras la barra pude ver que había carteles de recompensa. Imaginé que a pesar de ser una isla principalmente de piratas, venían otros visitantes que se dedicaban a otra cosa o que sencillamente eran informativos de con quién no meterse en la isla si se les veía. No eran pocos los carteles, pude contar más de una veintena, estando algunos puestos sobre otros. Tras observarlos un momento miré a mi alrededor para ver si había alguno de aquellos criminales de los carteles en la taberna, pero no me pareció encontrar a ninguno.
En cambio, un ser del cual solo había leído en libros se sentó a mi lado y pidió algo de comida para los dos. Aquello me sorprendió. Los extraños no solían tener tanta amabilidad sin un objetivo detrás. Luego se dirigió a mí.
-Bueno, tampoco sé cuanta gente es habitual por estos lares – le respondí educadamente –. Sin embargo, para mi gusto es demasiada gente, no estoy acostumbrado a tanto barullo.
El tipo era un mink, sabía de la raza dado que había cazado junto a Hayato a uno con apariencia de toro. Sin embargo, este era la creación más extraña de la creación, tenía pinta de nutría, con la cabeza de un pato y unas patas como las de un topo, aunque con membranas interdigitales, como si fuese una criatura marina, todo esto lo completaba una cola de castor. Su pelaje era de un color negro, al igual que sus ojos.
-Gracias por la comida, pero, ¿puedo preguntarle por qué? No le conozco de nada y me parece bastante amabilidad para una isla tan hostil como he podido comprobar en el poco tiempo que llevo en ella – saqué la pipa que tenía y la preparé para fumar mientras traían la comida – Disculpe la brusquedad de mi pregunta, espero que entienda mi sospecha y no soy alguien que se vaya por las ramas, sino más bien de frente.
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-Si, tienes toda la razón- dijo por toda respuesta, mientras enseñaba los dientes de su pico en una sonrisa patuna. Tras eso le dio un largo trago a la jarra y esperó a que el camarero recogiera el dinero y fuese a la cocina a encargar la comida -Tienes pinta de ser tan de por aquí como yo, chico. Han matado a alguien muy importante en el mundo de la piratería y las cosas pueden ponerse complicadas para un extranjero solitario- explicó en tono confidencial -Puedes comer o no. Pero yo me muero de hambre- dijo en un tono algo más alto y apuró su jarra hasta el fondo -JEFE, SE ME HA LLENADO LA JARRA DE AIRE- gritó, haciéndose oír por encima del gentío, esperando que regresara el camarero con otra jarra de cerveza espumosa. Arny no tenía miedo por emborracharse. Su aguante estaba mucho más allá de un par de jarras de cerveza aguada y desvaída. Pero podía comportarse como un autentico marinero, eso si que se le daba bien.
Varias barbas nuevas llegaron a la tasca en un momento dado. Una de las barbas que ya estaban dentro corrió a la cocina, y de la misma, salió el cocinero con una macheta en su mano derecha -El jefe no está y no va a estar para vosotros nunca- exclamó antes de escupir en el suelo frente a los pies del cabecilla pirata que acababa de entrar -Habrá consecuencias- dijo el último antes de darse la vuelta y regresar por donde habían entrado. El cocinero regresó a la cocina, pero los juramentos pudieron oírse durante un buen rato en el ahora silencioso comedor.
Poco a poco, los tertulianos comenzaron a levantarse e irse sin esperar a que saliera su comida. Cuando los primeros salieron, otros más acabaron sus tragos de un golpe y los siguieron. Cada vez con mayor afluencia -Tal vez es hora de que nos vayamos también, no se si quiero presenciar lo que está por venir, ya que no tenemos nada que ver- comentó casual el mink a su acompañante.
Desde luego Arny no tenía idea de que podría pasar, pero cuando una muchedumbre a punto de comer interrumpe su almuerzo y desaparece del lugar, no suelen ser buenas noticias. Los bancos de peces que siempre van juntos también se dispersan cuando aparece un tiburón.
El camarero salió cargado con platos humeantes de carne y puré de patatas bien especiado justo cuando quedaban un par de mesas ocupadas y las dos banquetas de la barra.
Arny comenzó a gotear por el pico al oler la comida y los ojos se le pusieron vidriosos -Esto era para una mesa que acaba de salir sin haber pagado. Tomad- dijo con tranquilidad y deposito los platos frente a la pareja -Total, solo tenemos eso en el menú- dijo en voz baja mientras se daba la vuelta, y regresaba a la cocina a cancelar todos los pedidos de las mesas que acababan de quedarse completamente vaciás.
Varias barbas nuevas llegaron a la tasca en un momento dado. Una de las barbas que ya estaban dentro corrió a la cocina, y de la misma, salió el cocinero con una macheta en su mano derecha -El jefe no está y no va a estar para vosotros nunca- exclamó antes de escupir en el suelo frente a los pies del cabecilla pirata que acababa de entrar -Habrá consecuencias- dijo el último antes de darse la vuelta y regresar por donde habían entrado. El cocinero regresó a la cocina, pero los juramentos pudieron oírse durante un buen rato en el ahora silencioso comedor.
Poco a poco, los tertulianos comenzaron a levantarse e irse sin esperar a que saliera su comida. Cuando los primeros salieron, otros más acabaron sus tragos de un golpe y los siguieron. Cada vez con mayor afluencia -Tal vez es hora de que nos vayamos también, no se si quiero presenciar lo que está por venir, ya que no tenemos nada que ver- comentó casual el mink a su acompañante.
Desde luego Arny no tenía idea de que podría pasar, pero cuando una muchedumbre a punto de comer interrumpe su almuerzo y desaparece del lugar, no suelen ser buenas noticias. Los bancos de peces que siempre van juntos también se dispersan cuando aparece un tiburón.
El camarero salió cargado con platos humeantes de carne y puré de patatas bien especiado justo cuando quedaban un par de mesas ocupadas y las dos banquetas de la barra.
Arny comenzó a gotear por el pico al oler la comida y los ojos se le pusieron vidriosos -Esto era para una mesa que acaba de salir sin haber pagado. Tomad- dijo con tranquilidad y deposito los platos frente a la pareja -Total, solo tenemos eso en el menú- dijo en voz baja mientras se daba la vuelta, y regresaba a la cocina a cancelar todos los pedidos de las mesas que acababan de quedarse completamente vaciás.
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EL tipo aquel me dio la razón de lo que había dicho, sin embargo, no me terminó de dar una respuesta a lo que le había preguntado. Como era evidente se había dado cuenta de que yo no era alguien que fuese de aquella isla y me dijo que él tampoco lo era. Pero lo que más me hizo sospechar de él fue el que hiciese referencia a que aquel era un lugar peligroso para alguien solitario como lo era yo en aquel momento. Razón no le faltaba, pero el decirlo tan abiertamente me hacía estar algo reticente de aquel tipo. Encendí una cerilla y comencé a fumar de la pipa con tranquilidad mientras el ornitorrinco pedía otra jarra de cerveza.
De pronto salió un tipo de la cocina con un cuchillo de tamaño considerable en una mano y se dirigió hacia unos tipos que acababan de entrar. No parecía muy contento y a pesar del barullo que había se le escuchó perfectamente como los mandaba con viento fresco fuera del local. A regañadientes los tres tipos salieron del local mientras amenazaban al cocinero con consecuencias. Por mi parte ignoré aquella situación a pesar de haber mirado al principio para ver la causa del barullo, me centré en mi bebida y en mi pipa.
El animal humanoide comentó que quizás lo mejor era marcharse, lo miré y sonreí.
-Me temo que me apetece comer, ya que me invitas, no me gustaría cabrear al cocinero con dos comandas perdidas, jajaja.
No pasó apenas ni un minuto cuando trajeron unos platos de comida que parecía que eran de un par de tipos que se habían marchado sin pagar. Apagué la pipa y comencé a comer. Tal y como imaginé la comida no era para mucho, pero como se solía decir, a caballo regalado no le mires el diente.
-¿Lo ves? No hay mal que por bien no venga, venga, siéntate a comer – le dije al babeante animal cuando se marchó el camarero.
Mientras comía mi plato teque carias de las puntas que llevaba clavadas en los laterales de las placas de la armadura, al hacerlo una diminuta marca apareció en ellas, a pesar de mi tranquilidad, sabía cómo el extraño y precavido forastero que lo que había sucedido no pasaría por alto y un altercado ocurriría en poco tiempo. De hecho, no era algo que notase yo solo, dado que mucha de la gente cada poco tiempo miraba la puerta como si estuviesen esperando algo.
De pronto salió un tipo de la cocina con un cuchillo de tamaño considerable en una mano y se dirigió hacia unos tipos que acababan de entrar. No parecía muy contento y a pesar del barullo que había se le escuchó perfectamente como los mandaba con viento fresco fuera del local. A regañadientes los tres tipos salieron del local mientras amenazaban al cocinero con consecuencias. Por mi parte ignoré aquella situación a pesar de haber mirado al principio para ver la causa del barullo, me centré en mi bebida y en mi pipa.
El animal humanoide comentó que quizás lo mejor era marcharse, lo miré y sonreí.
-Me temo que me apetece comer, ya que me invitas, no me gustaría cabrear al cocinero con dos comandas perdidas, jajaja.
No pasó apenas ni un minuto cuando trajeron unos platos de comida que parecía que eran de un par de tipos que se habían marchado sin pagar. Apagué la pipa y comencé a comer. Tal y como imaginé la comida no era para mucho, pero como se solía decir, a caballo regalado no le mires el diente.
-¿Lo ves? No hay mal que por bien no venga, venga, siéntate a comer – le dije al babeante animal cuando se marchó el camarero.
Mientras comía mi plato teque carias de las puntas que llevaba clavadas en los laterales de las placas de la armadura, al hacerlo una diminuta marca apareció en ellas, a pesar de mi tranquilidad, sabía cómo el extraño y precavido forastero que lo que había sucedido no pasaría por alto y un altercado ocurriría en poco tiempo. De hecho, no era algo que notase yo solo, dado que mucha de la gente cada poco tiempo miraba la puerta como si estuviesen esperando algo.
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Aún sin la confirmación del chico, el ornitorrinco estaba casi desfallecido de hambre por el viaje hasta la isla. Aquellos platos humeantes para alguien que podría flambear leche si se acercase a un cazo, y más con hambre, eran un manjar. Manjar que comenzó a soplar porque estaba demasiado caliente para la lengua del mink. Mientras, el ambiente del local se volvía más y más frio y tenso.
Las miradas de los comensales hacia la puerta de la cocina y la de la calle hacía parecer que estaban presenciando un partido de tenis muy igualado. Todos esperando que al fin alguien marcase un punto. Expectantes por ver desde que lado llegaría.
-Siento que tan distinguida clientela- dijo con soberbia un gordo con la cara rojiza y la nariz hinchada con claras marcas de bebedor habitual -Tenga que presenciar el cierre abrupto del local por la falta, increíblemente estúpida, de conocimiento del dueño- rezaba mientras caminaba teatralmente de camino a la barra. Pero no dio más que tres pasos antes de que un cuchillo de cocina, un cebollero de treinta y dos centímetros de hoja. Volase directo a la cabeza del pirata que acababa de entrar.
La hoja rebotó sobre la frente del sonriente hombre y se clavó en el techo de madera hasta casi la mitad -Como habéis podido comprobar vosotros mismos- terminó, otorgándose la razón -El único motivo por el que se te permite seguir regentando este antro sin problemas con bandas, es por que nos pagas para protegerte, lo sabes- explicó, dando peso a sus palabras bajando la voz. Como un autentico cuenta cuentos profesional haría para ganar la atención del respetable -Si no nos pagas, cualquiera podría atacar tu negocio... cualquiera- repitió ya al lado de la barra donde el mink continuaba centrado en su plato, soplando la comida caliente y llenándose el pico a cucharadas de estofado y puré por igual -Total, para esa bazofia que sirves- dijo señalando el plato que soplaba Arny. Esto fue la gota que colmó el vaso y la paciencia del cocinero, superando también su miedo y hablando al fin -MI COMIDA NO ES...- según apareció por la puerta de la cocina, el pirata golpeo el plato del ornitorrinco, haciéndolo volar hasta los dientes del cocinero y dejando al mink con los ojos completamente abiertos de la sorpresa, mirando su comida ahora entre los pies del desplomado hombre.
Un zumbido eléctrico comenzó a sonar mientras el mink se giraba con los ojos entrecerrados -¿Por que?- pregunto con un tono de voz bajo, denso. Sacado directamente desde estomago mientras trataba de controlar el tono -¿Por que?- repitió un poco más alto, con los ojos más abiertos y un extraño deje en la ultima vocal. -Tranquilo, te hubiera hecho daño comerte eso, te he hecho un favor. ¿Por que no me lo agradeces?- replicó el hombre, sintiéndose confiado por su poder y su posición -JUSTO ACABABA DE TERMINAR DE SOPLARLA, ¿SABES LO QUE SUESTA SOPLAR SIN LABIOS?- gritó el mink incapaz de contenerse más ante la sugerencia del pirata. Un zumbido eléctrico comenzó a rodear al ornitorrinco mientras este concentraba el electro en sus puños. Un movimiento tan natural y entrenado para él, que tan solo en un par de segundos le daba el puño a oler al cobrador de impuestos, haciéndolo volar de vuelta a la calle.
Mientras el caos se desataba entre los clientes restantes por haber golpeado al pirata, Arny resoplaba tratando de calmarse tras haber soltado toda su rabia en aquel puñetazo.
Las miradas de los comensales hacia la puerta de la cocina y la de la calle hacía parecer que estaban presenciando un partido de tenis muy igualado. Todos esperando que al fin alguien marcase un punto. Expectantes por ver desde que lado llegaría.
-Siento que tan distinguida clientela- dijo con soberbia un gordo con la cara rojiza y la nariz hinchada con claras marcas de bebedor habitual -Tenga que presenciar el cierre abrupto del local por la falta, increíblemente estúpida, de conocimiento del dueño- rezaba mientras caminaba teatralmente de camino a la barra. Pero no dio más que tres pasos antes de que un cuchillo de cocina, un cebollero de treinta y dos centímetros de hoja. Volase directo a la cabeza del pirata que acababa de entrar.
La hoja rebotó sobre la frente del sonriente hombre y se clavó en el techo de madera hasta casi la mitad -Como habéis podido comprobar vosotros mismos- terminó, otorgándose la razón -El único motivo por el que se te permite seguir regentando este antro sin problemas con bandas, es por que nos pagas para protegerte, lo sabes- explicó, dando peso a sus palabras bajando la voz. Como un autentico cuenta cuentos profesional haría para ganar la atención del respetable -Si no nos pagas, cualquiera podría atacar tu negocio... cualquiera- repitió ya al lado de la barra donde el mink continuaba centrado en su plato, soplando la comida caliente y llenándose el pico a cucharadas de estofado y puré por igual -Total, para esa bazofia que sirves- dijo señalando el plato que soplaba Arny. Esto fue la gota que colmó el vaso y la paciencia del cocinero, superando también su miedo y hablando al fin -MI COMIDA NO ES...- según apareció por la puerta de la cocina, el pirata golpeo el plato del ornitorrinco, haciéndolo volar hasta los dientes del cocinero y dejando al mink con los ojos completamente abiertos de la sorpresa, mirando su comida ahora entre los pies del desplomado hombre.
Un zumbido eléctrico comenzó a sonar mientras el mink se giraba con los ojos entrecerrados -¿Por que?- pregunto con un tono de voz bajo, denso. Sacado directamente desde estomago mientras trataba de controlar el tono -¿Por que?- repitió un poco más alto, con los ojos más abiertos y un extraño deje en la ultima vocal. -Tranquilo, te hubiera hecho daño comerte eso, te he hecho un favor. ¿Por que no me lo agradeces?- replicó el hombre, sintiéndose confiado por su poder y su posición -JUSTO ACABABA DE TERMINAR DE SOPLARLA, ¿SABES LO QUE SUESTA SOPLAR SIN LABIOS?- gritó el mink incapaz de contenerse más ante la sugerencia del pirata. Un zumbido eléctrico comenzó a rodear al ornitorrinco mientras este concentraba el electro en sus puños. Un movimiento tan natural y entrenado para él, que tan solo en un par de segundos le daba el puño a oler al cobrador de impuestos, haciéndolo volar de vuelta a la calle.
Mientras el caos se desataba entre los clientes restantes por haber golpeado al pirata, Arny resoplaba tratando de calmarse tras haber soltado toda su rabia en aquel puñetazo.
Sasaki
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Características
fuerza
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Agilidad
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Akuma no mi
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No pasó apenas nada de tiempo desde que nos pusieron la comida que la puerta del local se abrió con gran estrépito, todo el mundo miró a la puerta por la que entraba un tipo con cara de malas pulgas. No me costó reconocer quien era. No sabía su nombre real, pero desde ahora le llamaría por lo que representaba, problemas.
El tipo comenzó a hablar y a informar que el local se encontraba cerrado. Mientras todo el mundo le miraba y el hacía varios aspavientos un cuchillo pasó volando desde la cocina. Sin duda alguna la que se iba a liar no iba a ser pequeña. No me fijé en que es lo que había sucedido con el cuchillo, pero me había parecido por un momento que este había rebotado en el pirata. Al pirata no pareció importarle aquello y continuó hablando, principalmente para provocar al cocinero, y lo que pudiese pasar no me gustaba. Cogí uno de los clavos que había marcado y cuando todos estaban distraídos lo lancé hacia la puerta de la cocina.
No me esperé que justo en ese momento la puerta se abriese. La punta se clavó a la vez que la voz del cocinero se escuchaba. El pirata se había acercado hasta la posición del ornitorrinco y golpeó el plato que salió volando en dirección a la puerta de la cocina por la que acababa de aparecer el cocinero. Sin pensarlo, cambié mi posición a la del clavo, haciendo que donde antes tenía mi pie derecho apareciese el kanji. Una vez en la nueva posición puse mi antebrazo frente a la cara del cocinero en el momento justo que el plato golpeó la armadura.
El plato y la comida cayeron al suelo y me salpicaron por todas partes. Me giré al cocinero. Llevaba un cuchillo similar al que había lanzado en la mano y sin esperar a que se recompusiese de lo que acababa de pasar, le quité el cuchillo. Si estaba listo para cocinar estaba listo para cortar, mi arma tenía que comprobarla antes y no tenía tiempo en ese momento, luego quizás.
-Me quedo de momento con esto, usted vuelva dentro. – Ordené al cocinero que dio un par de pasos hacia atrás.
El pirata parecía estar centrándose en el mink, quien estaba haciendo cosas raras, se le estaba erizando el pelo, como si hubiese algo de electricidad a su alrededor. La electricidad pareció concentrarse en su puño y golpeó al liante que salió volando de nuevo a la calle. Sorprendido miré al animal humanoide.
-¿Qué demonios acabas de hacer? - le pregunté acercándome y dejando el cuchillo en la mesa. Luego saqué mi katana y comencé a mirar su filo para ver si estaba en buenas condiciones –. ¿Se puede aprender? Porque parece bastante útil.
El tipo comenzó a hablar y a informar que el local se encontraba cerrado. Mientras todo el mundo le miraba y el hacía varios aspavientos un cuchillo pasó volando desde la cocina. Sin duda alguna la que se iba a liar no iba a ser pequeña. No me fijé en que es lo que había sucedido con el cuchillo, pero me había parecido por un momento que este había rebotado en el pirata. Al pirata no pareció importarle aquello y continuó hablando, principalmente para provocar al cocinero, y lo que pudiese pasar no me gustaba. Cogí uno de los clavos que había marcado y cuando todos estaban distraídos lo lancé hacia la puerta de la cocina.
No me esperé que justo en ese momento la puerta se abriese. La punta se clavó a la vez que la voz del cocinero se escuchaba. El pirata se había acercado hasta la posición del ornitorrinco y golpeó el plato que salió volando en dirección a la puerta de la cocina por la que acababa de aparecer el cocinero. Sin pensarlo, cambié mi posición a la del clavo, haciendo que donde antes tenía mi pie derecho apareciese el kanji. Una vez en la nueva posición puse mi antebrazo frente a la cara del cocinero en el momento justo que el plato golpeó la armadura.
El plato y la comida cayeron al suelo y me salpicaron por todas partes. Me giré al cocinero. Llevaba un cuchillo similar al que había lanzado en la mano y sin esperar a que se recompusiese de lo que acababa de pasar, le quité el cuchillo. Si estaba listo para cocinar estaba listo para cortar, mi arma tenía que comprobarla antes y no tenía tiempo en ese momento, luego quizás.
-Me quedo de momento con esto, usted vuelva dentro. – Ordené al cocinero que dio un par de pasos hacia atrás.
El pirata parecía estar centrándose en el mink, quien estaba haciendo cosas raras, se le estaba erizando el pelo, como si hubiese algo de electricidad a su alrededor. La electricidad pareció concentrarse en su puño y golpeó al liante que salió volando de nuevo a la calle. Sorprendido miré al animal humanoide.
-¿Qué demonios acabas de hacer? - le pregunté acercándome y dejando el cuchillo en la mesa. Luego saqué mi katana y comencé a mirar su filo para ver si estaba en buenas condiciones –. ¿Se puede aprender? Porque parece bastante útil.
Arny Sanskari
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Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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La curiosa manera en la que se desplazó Sasaki, no pasó inadvertida para el ornitorrinco. Pero la furia por el desperdicio de comida. Su comida. Mantuvo alejado de su mente la sorpresa por aquella habilidad -Por lo que sé es herencia de mi tribu. No se si un humano podría manejar la electricidad como nosotros, pero viendo como te mueves es posible que ya la uses a tu modo. Te puedo explicar algo más después, si te interesa.- explicó en tono serio -Ahora discúlpame por favor, he pagado por una comida que no he comido, y quiero que me devuelvan mi dinero- continuó con el mismo tono serio, pero el deje de su voz tenía una sombra oscura. Un tono ronco que parecía salir directamente desde el estomago del mink, que ya se movía hacia la puerta, que hubiera quedado destrozada de no abrirse hacia ambos lados.
Los clientes, indecisos entre tratar de huir y salir a la calle o quedarse dentro ahora que Arny iba a salir, gritaban sandeces al ornitorrinco por haber cabreado al cobrador. Sandeces que Arny ignoró por completo, pues tenía una cosa clara, los verdaderamente peligrosos estarían ocupados buscando al asesino, no cobrando impuestos.
El ornitorrinco elevó la mano derecha para empujar la puerta y salir, justo en el momento en el que una botella se rompía contra el suelo de la entrada, dejando correr un liquido hacia el interior que pronto comenzó a arder en llamas -¿Acaso eres un piratilla adolescente?- preguntó el mink al ver el cóctel molotov ardiendo frente a sus pies. El fuego terminó de asustar a los parroquianos que ahora se debatían entre salir en estampida y no querer acercarse al pato extraño con cola de castor que comenzaba a caminar hacia el fuego.
A medida que Arny se aproximaba, las llamas se consumían sin terminar de quemar todo el liquido de la botella. Apagando el incendio por completo al salir al exterior. Apagar un fuego era simple para alguien que podía manipular el oxigeno presente.
Las carcajadas del maníaco, que aparentemente estaba intacto, se cortaron al instante cuando vio salir al mink sin una sola quemadura, apagándose las llamas a su paso -¿Que eres?- preguntó sin un ápice de temor, sino más bien curiosidad -¿Un giojin raro?¿Acaso tu madre estuvo en una orgía con un castor y una anguila?- -Soy el que pagó por un plato de comida que no se pudo comer... y vengo a que me devuelvas mi dinero- cortó el ornitorrinco, haciendo que el hombre rompiera en carcajadas.
La calle estaba llena de curiosos y las ventanas de testigos. No era la primera vez que aquel hombre terminaba peleando con quienes habían estado “protegiendo”, y esperaban ver como aplastaba al dueño de otro negocio. Las voluntades de los espectadores estaban con el local, por lo que rieron cuando él lo hizo y señalaban al mink con sus dedos mientras hacían comentarios jocosos solo para volver a romper a reír.
-Podría convertir esto en una lección muy educativa- comenzó Arny -Pero me temo que los cacahuetes resecos que tenéis por cerebro, no están preparados para entender como los organofosfatos afectan a la acetilcolinesterasa...- se lamentó de manera fingida -... Pero os lo puedo mostrar- terminó con una extraña sonrisa en su pico, un gesto que junto al brillo de sus ojos, levanto más de un escalofrío entre el grupo de curiosos.
Arny no era un asesino a sangre fría, no utilizaría gas nervioso tan solo para deshacerse de los estúpidos temerosos que el pirata tenía de su lado. Pero sabía como podía asustarlos.
Mientras fingía buscar algo en su mochila comenzó a desplegar su poder. Para cuando "encontró" un tubo de ensayo, el monóxido de carbono ya ocupaba buena parte de la zona. El ornitorrinco mantenía el gas centrado en la masa de gente, por lo que cualquiera que cruzase casualmente por ahí, no sufriría los efectos -Los mares son muy grandes, deberíais saberlo, ya que recibís tantos turistas- comenzó con teatralidad el mink mientras mostraba el cilindro de cristal con tapa, pero nada dentro -Hay gente capaz de cosas que ni siquiera sois capaces de imaginar con esas pequeñas cabecitas de malandrines vuestras- Arny estaba disfrutando el momento, mientras la atención de todos era llevada al frasco vacío -Esto por ejemplo es un arma que podría mataros a todos si se me rompe el frasco o se destapa...Por error...- dijo con un tono más bajo, haciendo que su publico tuviese que esforzarse por escuchar. Arny no era buen actor, pero había dado las suficientes presentaciones en Ohara como para saber tratar a una multitud. Las risas ya eran menos, sin embargo los movimientos inquietos y los rostros indecisos de los viandantes sacó al pirata de su trance, viendo que la situación se le escapaba de las manos -Pero si eso el un frasco de orines- exclamó queriendo hacer una gracia para aliviar la tensión de sus apoyos morales -¿Te lo dio el veterinario?- Las carcajadas comenzaron de nuevo y era todo lo que necesitaba el ornitorrinco para destapar el tubito, y darle un sentido visual a la causa del malestar del grupo.
Cuando Arny hizo subir el monóxido de carbono hasta la altura de las cabezas en alta concentración, la repentina falta de oxigeno y la inhalación del gas comenzó a marear a los presentes -Unas buenas carcajadas era todo lo que necesitaba, muchas gracias, payaso mayor del reino- agradeció con una reverencia el mink ante el pirata, que comenzaba a sentirse enfermo, mareado, con la visión borrosa y ganas de vomitar.
La estampida de pasos huyendo del lugar resonó como un terremoto mientras buscaban alejarse cuanto antes de aquel científico que casi los mata. Tras salir de la zona de influjo del mink y regresar el oxigeno a su concentración habitual, todos volvieron a respirar con normalidad, pero el susto los llevaría a encerrarse en casa una buena temporada.
-Pues al final me quedo sin comer y sin cobrar- bufaba Arny mientras tapaba el frasco, que siempre estuvo vacío, y lo regresaba a su lugar en la mochila.
Los clientes, indecisos entre tratar de huir y salir a la calle o quedarse dentro ahora que Arny iba a salir, gritaban sandeces al ornitorrinco por haber cabreado al cobrador. Sandeces que Arny ignoró por completo, pues tenía una cosa clara, los verdaderamente peligrosos estarían ocupados buscando al asesino, no cobrando impuestos.
El ornitorrinco elevó la mano derecha para empujar la puerta y salir, justo en el momento en el que una botella se rompía contra el suelo de la entrada, dejando correr un liquido hacia el interior que pronto comenzó a arder en llamas -¿Acaso eres un piratilla adolescente?- preguntó el mink al ver el cóctel molotov ardiendo frente a sus pies. El fuego terminó de asustar a los parroquianos que ahora se debatían entre salir en estampida y no querer acercarse al pato extraño con cola de castor que comenzaba a caminar hacia el fuego.
A medida que Arny se aproximaba, las llamas se consumían sin terminar de quemar todo el liquido de la botella. Apagando el incendio por completo al salir al exterior. Apagar un fuego era simple para alguien que podía manipular el oxigeno presente.
Las carcajadas del maníaco, que aparentemente estaba intacto, se cortaron al instante cuando vio salir al mink sin una sola quemadura, apagándose las llamas a su paso -¿Que eres?- preguntó sin un ápice de temor, sino más bien curiosidad -¿Un giojin raro?¿Acaso tu madre estuvo en una orgía con un castor y una anguila?- -Soy el que pagó por un plato de comida que no se pudo comer... y vengo a que me devuelvas mi dinero- cortó el ornitorrinco, haciendo que el hombre rompiera en carcajadas.
La calle estaba llena de curiosos y las ventanas de testigos. No era la primera vez que aquel hombre terminaba peleando con quienes habían estado “protegiendo”, y esperaban ver como aplastaba al dueño de otro negocio. Las voluntades de los espectadores estaban con el local, por lo que rieron cuando él lo hizo y señalaban al mink con sus dedos mientras hacían comentarios jocosos solo para volver a romper a reír.
-Podría convertir esto en una lección muy educativa- comenzó Arny -Pero me temo que los cacahuetes resecos que tenéis por cerebro, no están preparados para entender como los organofosfatos afectan a la acetilcolinesterasa...- se lamentó de manera fingida -... Pero os lo puedo mostrar- terminó con una extraña sonrisa en su pico, un gesto que junto al brillo de sus ojos, levanto más de un escalofrío entre el grupo de curiosos.
Arny no era un asesino a sangre fría, no utilizaría gas nervioso tan solo para deshacerse de los estúpidos temerosos que el pirata tenía de su lado. Pero sabía como podía asustarlos.
Mientras fingía buscar algo en su mochila comenzó a desplegar su poder. Para cuando "encontró" un tubo de ensayo, el monóxido de carbono ya ocupaba buena parte de la zona. El ornitorrinco mantenía el gas centrado en la masa de gente, por lo que cualquiera que cruzase casualmente por ahí, no sufriría los efectos -Los mares son muy grandes, deberíais saberlo, ya que recibís tantos turistas- comenzó con teatralidad el mink mientras mostraba el cilindro de cristal con tapa, pero nada dentro -Hay gente capaz de cosas que ni siquiera sois capaces de imaginar con esas pequeñas cabecitas de malandrines vuestras- Arny estaba disfrutando el momento, mientras la atención de todos era llevada al frasco vacío -Esto por ejemplo es un arma que podría mataros a todos si se me rompe el frasco o se destapa...Por error...- dijo con un tono más bajo, haciendo que su publico tuviese que esforzarse por escuchar. Arny no era buen actor, pero había dado las suficientes presentaciones en Ohara como para saber tratar a una multitud. Las risas ya eran menos, sin embargo los movimientos inquietos y los rostros indecisos de los viandantes sacó al pirata de su trance, viendo que la situación se le escapaba de las manos -Pero si eso el un frasco de orines- exclamó queriendo hacer una gracia para aliviar la tensión de sus apoyos morales -¿Te lo dio el veterinario?- Las carcajadas comenzaron de nuevo y era todo lo que necesitaba el ornitorrinco para destapar el tubito, y darle un sentido visual a la causa del malestar del grupo.
Cuando Arny hizo subir el monóxido de carbono hasta la altura de las cabezas en alta concentración, la repentina falta de oxigeno y la inhalación del gas comenzó a marear a los presentes -Unas buenas carcajadas era todo lo que necesitaba, muchas gracias, payaso mayor del reino- agradeció con una reverencia el mink ante el pirata, que comenzaba a sentirse enfermo, mareado, con la visión borrosa y ganas de vomitar.
La estampida de pasos huyendo del lugar resonó como un terremoto mientras buscaban alejarse cuanto antes de aquel científico que casi los mata. Tras salir de la zona de influjo del mink y regresar el oxigeno a su concentración habitual, todos volvieron a respirar con normalidad, pero el susto los llevaría a encerrarse en casa una buena temporada.
-Pues al final me quedo sin comer y sin cobrar- bufaba Arny mientras tapaba el frasco, que siempre estuvo vacío, y lo regresaba a su lugar en la mochila.
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