Thyma Bandle
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El último tramo del viaje de los Bandle había sido demasiado largo para los pequeños, que hartos de la monotonía que ofrecía el mar abierto, estaban deseosos de pisar tierra firme para vivir nuevas aventuras. En el barco habían jugado, cantado y correteado hasta desgastar las maderas y la paciencia de los tripulantes más siesos, pero pese a que eran capaces de entretenerse con la nada, la vida en el navío se les hacía bastante tediosa.
Un día, como otro cualquiera, el capitán de la bohemia tripulación reunió a todos los tripulantes para anunciarles los nuevos acontecimientos. Por lo visto el barco estaba teniendo algunos fallos estructurales y no podrían continuar sin repararlo. Les avisó que pasarían una temporada en la siguiente isla, no supo decirles cuanto tiempo permanecerían allí, pero en principio serían varios días. Toda la tripulación tenían tareas asignadas para esos días, desde conseguir materiales, hasta contactos... Todos estarían ocupados, menos los mellizos, que viajaban con ellos con carácter especial y no pertenecían, como tal, a la tripulación. -VACACIONEEEEEES- Gritó Thyma cuando el capitán terminó de hablar.
La isla a la que iban era peculiar, pequeñita y muy montañosa. El capitán les contó que allí había ríos de color carmesí y que hacía mucho frío. Los Bandle incrédulos, estaban ansiosos por ver semejante espectáculo de la naturaleza. "¿Como va a ser eso así? ¿Ríos de color rojo?" Se preguntaba Thyma a cada rato, sin lograr ni siquiera imaginárselo.
Por fin llegaron a Bloothe y era todo lo pequeña y montañosa que les habían prometido. Los Bandle por primera vez en la vida, habían tomado la decisión de separarse. Ambos sentían una especie de síndrome de abstinencia ante sus gustos y aficiones, después de un trayecto tan largo en alta mar. La decisión había sido dura, pero ni echándolo a suertes veían justicia en las decisiones. Por lo que para ser equitativos y estar el mínimo tiempo posible separados, decidieron desfogarse cada uno por su lado durante unas horas. Como no se conocían la zona y eran consciente de ello, fijaron una hora de reunión, en el mismo puerto. -El puerto no tiene pérdida, Thym.- Le dijo convencida. Después se despidieron con besos y abrazos y se fueron cada uno en una dirección.
Thyma se adentró en la población y no tardó en notar que el bullicio iba en aumento. La pequeña transitaba por las calles, con la tranquilidad de pasar totalmente desapercibida, dado su tamaño y agilidad. Sus pasitos le llevaron a una enorme plaza, llena de vida y un dulce aroma la atrajo poderosamente. Thyma tenía una especie de radar culinario que le permitía localizar al instante las pastelerías y puestos de dulces ambulantes de cualquier ciudad, sin conocerla, su instinto y su olfato siempre la llevaban a empotrar su nariz en algún escaparate con tartas o pastas o bollos. Esta vez, su goloso instinto le llevó frente a una tienda con productos locales y no dudó en llevarse una muestra de cada. La tendera, además le regaló gominolas caseras. No paraba de decirle a Thyma que era muy mona y por más que ella le explicaba que era un disfraz de cabra, la señora no entraba en razón, por lo que la pequeña asumió que la señora tenía alguna deficiencia y de buena gana le agradeció el regalo.
Pasaron las horas y Thyma fue de acá para allá. Visitó varias tiendas de moda, pero todo resultaba demasiado simple, pese a que la gente vestía de una forma muy recargada, para lo humilde que se veían, en las tiendas no se veía nada fuera de lo normal. En cambio la gastronomía era rica y variada, todo muy calórico para aguantar bien las bajas temperaturas. En cada parada, la cocinera tomaba notas sobre cómo mezclaban los sabores y el interesante uso de especias que hacían, aunque muchas no las identificaba y le tocaba preguntar. Los tenderos y camareros, habituados al trasiego de gente, se mostraron muy amables ante las preguntas de la pequeña y le informaban abiertamente al descubrir su genuino interés.
Las conversaciones, la barriga cada vez más llena y los ricos zumos que probó, entretuvieron a la pequeña hasta el punto de sobrepasar la hora en la que había quedado con su hermano. Definitivamente, no estaba habituada a separarse de él. Thyma comenzó a estresarse y todo su pelaje se erizó. Comenzó a correr en dirección al puerto o lo que ella pensaba que era el puerto, pero iba muy lenta, había comido demasiado y encima solo encontró un callejón sin salida. Dio varias vueltas y llegó a la misma plaza en cuatro ocasiones diferentes, tres de ellas por la misma calle. Thyma no se orientaba tan bien como su hermano, pero el nerviosismo de llegar tarde y preocuparle, le enturbiaban las ideas. Solo le quedaba una opción. -THYMOOOOOOOOO- Gritó a pleno pulmón. Al no obtener respuesta comenzó a correr un poco más deprisa. -THYM, THYM, THYM, THYM...- los gritos y carrera no iban acompasados, eso acababa fatigando a la pequeña. En una de las paradas necesarias para tomar aire y seguir gritando vio algo alucinante. Los ojos de la Tontatta se abrieron por completo, al igual que su boca y sus cejas levantaron arrugando su frente, al ver a lo lejos, en la dichosa plaza, a un hombre metálico azul y naranja. -¡¡¡WAAAAAALAAAAAAAA!!!- Exclamó sorprendida, mientras presa de la curiosidad se fue acercando hacia el hombre metalizado. -¡¡¡WAAALAAAAAA QUE CHULOOO!!! ¿A que si? Ese disfraz si que me gusta...- Le dijo al extraño mientras golpeaba con sus pequeños nudillos en la aparente armadura. -Mi disfraz es de cabra, lo he hecho yo. ¿Te gusta? Mi hermano va a alucinar cuando te vea.- Continuó hablando a toda velocidad. -Me llamo Thyma ¿Y tu?- Le preguntó finalmente sin dejar muy claro si le dejaría tiempo para responder o continuaría hablando y lanzando preguntas al aire.
Un día, como otro cualquiera, el capitán de la bohemia tripulación reunió a todos los tripulantes para anunciarles los nuevos acontecimientos. Por lo visto el barco estaba teniendo algunos fallos estructurales y no podrían continuar sin repararlo. Les avisó que pasarían una temporada en la siguiente isla, no supo decirles cuanto tiempo permanecerían allí, pero en principio serían varios días. Toda la tripulación tenían tareas asignadas para esos días, desde conseguir materiales, hasta contactos... Todos estarían ocupados, menos los mellizos, que viajaban con ellos con carácter especial y no pertenecían, como tal, a la tripulación. -VACACIONEEEEEES- Gritó Thyma cuando el capitán terminó de hablar.
La isla a la que iban era peculiar, pequeñita y muy montañosa. El capitán les contó que allí había ríos de color carmesí y que hacía mucho frío. Los Bandle incrédulos, estaban ansiosos por ver semejante espectáculo de la naturaleza. "¿Como va a ser eso así? ¿Ríos de color rojo?" Se preguntaba Thyma a cada rato, sin lograr ni siquiera imaginárselo.
Los Bandle prepararon su equipaje, cada uno cogió lo más oportuno. Thyma preparó su cerbatana, con su munición, su kit de costura de viaje y sus utensilios de cocina más viejos, guardó cada cosa en su lugar, dentro de la mochila y el arma la colocó debidamente en su cinturón. Lo más difícil fue escoger un atuendo adecuado. Debía ser cómodo y a la vez calentito, resistente, pero ligero. Thyma lamentaba no haber terminado su abrigo, por haber estado enredando en la bodega del barco. Lo cierto era que, muchos días, no solo se dedicaba a entrenar, si no que también se dedicaba a jugar y a trastear con las cosas que allí había, perdiendo un tiempo hermoso de costura. Ahora no tenía abrigo y debía buscar alternativas. Tras darle varias vueltas y consultarlo con su querido hermano, llegaron a la conclusión de que el disfraz de cabritilla era la mejor opción.
Por último, Thymo se puso muy serio y le entregó unas semillas con una extensa explicación sobre ellas. -¡La leeeche! ¿Todo eso pueden hacer?- Le preguntó a su hermano, que estaba emocionadísimo con el tema de las semillas. Hablaron largo y tendido sobre las semillas y sobre la isla que visitarían. Thymo estaba ansioso por perderse entre los bosques y visitar las montañas, pero a Thyma no le apetecía tanto ese plan. Ella prefería caminar por la ciudad y visitar la tiendas, comprobar que género circulaba por ese lado del mundo y descubrir cómo vestía allí la gente. Ya habría tiempo de llenarse de bichos.
Por fin llegaron a Bloothe y era todo lo pequeña y montañosa que les habían prometido. Los Bandle por primera vez en la vida, habían tomado la decisión de separarse. Ambos sentían una especie de síndrome de abstinencia ante sus gustos y aficiones, después de un trayecto tan largo en alta mar. La decisión había sido dura, pero ni echándolo a suertes veían justicia en las decisiones. Por lo que para ser equitativos y estar el mínimo tiempo posible separados, decidieron desfogarse cada uno por su lado durante unas horas. Como no se conocían la zona y eran consciente de ello, fijaron una hora de reunión, en el mismo puerto. -El puerto no tiene pérdida, Thym.- Le dijo convencida. Después se despidieron con besos y abrazos y se fueron cada uno en una dirección.
Thyma se adentró en la población y no tardó en notar que el bullicio iba en aumento. La pequeña transitaba por las calles, con la tranquilidad de pasar totalmente desapercibida, dado su tamaño y agilidad. Sus pasitos le llevaron a una enorme plaza, llena de vida y un dulce aroma la atrajo poderosamente. Thyma tenía una especie de radar culinario que le permitía localizar al instante las pastelerías y puestos de dulces ambulantes de cualquier ciudad, sin conocerla, su instinto y su olfato siempre la llevaban a empotrar su nariz en algún escaparate con tartas o pastas o bollos. Esta vez, su goloso instinto le llevó frente a una tienda con productos locales y no dudó en llevarse una muestra de cada. La tendera, además le regaló gominolas caseras. No paraba de decirle a Thyma que era muy mona y por más que ella le explicaba que era un disfraz de cabra, la señora no entraba en razón, por lo que la pequeña asumió que la señora tenía alguna deficiencia y de buena gana le agradeció el regalo.
Pasaron las horas y Thyma fue de acá para allá. Visitó varias tiendas de moda, pero todo resultaba demasiado simple, pese a que la gente vestía de una forma muy recargada, para lo humilde que se veían, en las tiendas no se veía nada fuera de lo normal. En cambio la gastronomía era rica y variada, todo muy calórico para aguantar bien las bajas temperaturas. En cada parada, la cocinera tomaba notas sobre cómo mezclaban los sabores y el interesante uso de especias que hacían, aunque muchas no las identificaba y le tocaba preguntar. Los tenderos y camareros, habituados al trasiego de gente, se mostraron muy amables ante las preguntas de la pequeña y le informaban abiertamente al descubrir su genuino interés.
Las conversaciones, la barriga cada vez más llena y los ricos zumos que probó, entretuvieron a la pequeña hasta el punto de sobrepasar la hora en la que había quedado con su hermano. Definitivamente, no estaba habituada a separarse de él. Thyma comenzó a estresarse y todo su pelaje se erizó. Comenzó a correr en dirección al puerto o lo que ella pensaba que era el puerto, pero iba muy lenta, había comido demasiado y encima solo encontró un callejón sin salida. Dio varias vueltas y llegó a la misma plaza en cuatro ocasiones diferentes, tres de ellas por la misma calle. Thyma no se orientaba tan bien como su hermano, pero el nerviosismo de llegar tarde y preocuparle, le enturbiaban las ideas. Solo le quedaba una opción. -THYMOOOOOOOOO- Gritó a pleno pulmón. Al no obtener respuesta comenzó a correr un poco más deprisa. -THYM, THYM, THYM, THYM...- los gritos y carrera no iban acompasados, eso acababa fatigando a la pequeña. En una de las paradas necesarias para tomar aire y seguir gritando vio algo alucinante. Los ojos de la Tontatta se abrieron por completo, al igual que su boca y sus cejas levantaron arrugando su frente, al ver a lo lejos, en la dichosa plaza, a un hombre metálico azul y naranja. -¡¡¡WAAAAAALAAAAAAAA!!!- Exclamó sorprendida, mientras presa de la curiosidad se fue acercando hacia el hombre metalizado. -¡¡¡WAAALAAAAAA QUE CHULOOO!!! ¿A que si? Ese disfraz si que me gusta...- Le dijo al extraño mientras golpeaba con sus pequeños nudillos en la aparente armadura. -Mi disfraz es de cabra, lo he hecho yo. ¿Te gusta? Mi hermano va a alucinar cuando te vea.- Continuó hablando a toda velocidad. -Me llamo Thyma ¿Y tu?- Le preguntó finalmente sin dejar muy claro si le dejaría tiempo para responder o continuaría hablando y lanzando preguntas al aire.
Matt
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-Bien Matt, objetivo de la misión, encuentra al VIP, protegerlo, cuidarlo y ayudarle desde las sombras, si ves algo extraño ponte en contacto con nosotros, el VIP no puede sospechar quien eres en realidad, espía sus movimientos, averigua lo que trama, pero sobre todo, tiene que llegar a la isla Banaro, elimina a todo aquél que se interponga en su camino- Esas fueron las ordenes recibidas, claramente tenía que estar oculto, no llamar la atención y vigilar, era bastante difícil para el robot, pero la toma de buenas decisiones le hacía un activo importante para la agencia. ¿El VIP? Sí, sabía quien era, tenía la información de el en el interior de su memoria, solo tenía que llegar a la isla, localizarlo y controlarlo ¿Fácil no? Pero no lo es cuando tu única tapadera es ser un borracho, un mercenario o un cazador, porque por sus pintas no podía dar otra imagen...
Nada más llegar a la isla se puso a buscar al objetivo, iba vestido con sus vendas por todo el cuerpo, su manto harapiento con capucha sobre el cuerpo entero para ocultar su brillante cuerpo. A su espalda igual de envuelta portaba su arma de grandes proporciones, no hacía falta decir que no pasaba muy disimulado, por lo que su identidad de borracho inocente quedaba descartada, decidiría la de mercenario, en estos mares era más indicada para su misión, de un lado para el otro buscando trabajo, eso podría ayudarle...
Dos horas, treinta y siete minutos, dieciséis segundos, es lo que tardó en encontrar al VIP, quien parecía tener problemas de dinero con dos personas bastante sospechosas. El VIP se había reunido con esos dos personajes en una taberna, se habían sentado en la mesa del fondo para no ser molestados pero no habían caído que tenían una ventana al lado, donde al otro lado, apoyado contra la pared estaba MATT, escuchando la conversación. Parecía que alguien le había prestado dinero para unas investigaciones, cosas de científicos, pero las investigaciones aún no habían sido vendidas por lo que no tenía el dinero para devolvérselo a quien le concedió dicho "préstamo" -Hablaremos con el jefe, pero ni por asomo te pienses que esto va ha quedar así, como no nos des el dinero hoy, te cortamos el cuello, si nosotros no cobramos, tú tampoco...- Claramente hasta el robot sabía que era una amenaza y para él, el mero hecho de pronunciarlo es por que lo has pensado, si lo piensas, es por que estás creyendo que puedes hacerlo, pensar, creer, eran suficientes indicios como para darlo por posible, tenía que evitarlo...
Dos horas más tarde, en un callejón esos dos hombres esperaban al VIP, quien no tenía el dinero, claro, necesitaba llegar a la isla Banaro para vender ese proyecto ¿A quien? Al gobierno claro, era interesante pero como no sabían si el lo tenía encima o en su cabeza, robarle era demasiado arriesgado, por lo que solo quedaba asegurarse que llegara a al venta en plenas condiciones... -¿Vendrá o habrá que ir a buscarlo?- Pregunta uno al otro impaciente -Vendrá...- Pero para desgracia de ellos, quien entró por la entrada del callejón no fue el cuerpo escombro del científico, era MATT -Me envían, a, pagar, una deuda- Dijo con eco metálico y pronunciación pausada -¿¿Tientes el dinero??- Preguntaron, a lo que el cyborg respondió agarrando su espada y lanzando un corte descendente, entre el peso del arma y la fuerza del cyborg, el hierro partió clavícula y llego bien profundo del primer objetivo, el segundo quien no se quedó quieto ante tal atrocidad, sacó un cuchillo y se lo clavó en el cuello a MATT, pero el cuchillo simplemente fue bloqueado por una piel de aleación metálica, murió al recibir un corte horizontal en el cuello, no se lo cortó del todo, pero el golpe fue suficiente para partir la columna... Lo siguiente fue fácil, escondió los cuerpos en los contenedores que habían al lado donde los bares que tenían salida de emergencia hacia dicho callejón tiraban toda la porquería y observando que ni viniera nadie, se quitó las vendas y el harapo de capa para lavarlas con el agua que había en un cubo.
Tras un buen rato frotando, las salpicaduras de sangre quedaron borrosas pero su cuidado no fue impoluto cuando escuchó una voz que observó su verdadero cuerpo, su presencia como agente y como proyecto clasificado estaba en peligro. Se giró y la luz de su cara pasó de azul a naranja/amarillenta pero volvió a pasar a color azul demostrando que estaba tranquilo... Analizó la situación y siguió lavando la ropa, para luego poco a poco empezar a vendarse de nuevo -Curiosa, isla... No saber, que tener, gatos que, hablan- comentó en voz alta -¿Te has, perdido? Necesitas, encontrar a tu, dueño...- ¿Quizás el robot ayudaría al animal perdido?
Nada más llegar a la isla se puso a buscar al objetivo, iba vestido con sus vendas por todo el cuerpo, su manto harapiento con capucha sobre el cuerpo entero para ocultar su brillante cuerpo. A su espalda igual de envuelta portaba su arma de grandes proporciones, no hacía falta decir que no pasaba muy disimulado, por lo que su identidad de borracho inocente quedaba descartada, decidiría la de mercenario, en estos mares era más indicada para su misión, de un lado para el otro buscando trabajo, eso podría ayudarle...
Dos horas, treinta y siete minutos, dieciséis segundos, es lo que tardó en encontrar al VIP, quien parecía tener problemas de dinero con dos personas bastante sospechosas. El VIP se había reunido con esos dos personajes en una taberna, se habían sentado en la mesa del fondo para no ser molestados pero no habían caído que tenían una ventana al lado, donde al otro lado, apoyado contra la pared estaba MATT, escuchando la conversación. Parecía que alguien le había prestado dinero para unas investigaciones, cosas de científicos, pero las investigaciones aún no habían sido vendidas por lo que no tenía el dinero para devolvérselo a quien le concedió dicho "préstamo" -Hablaremos con el jefe, pero ni por asomo te pienses que esto va ha quedar así, como no nos des el dinero hoy, te cortamos el cuello, si nosotros no cobramos, tú tampoco...- Claramente hasta el robot sabía que era una amenaza y para él, el mero hecho de pronunciarlo es por que lo has pensado, si lo piensas, es por que estás creyendo que puedes hacerlo, pensar, creer, eran suficientes indicios como para darlo por posible, tenía que evitarlo...
Dos horas más tarde, en un callejón esos dos hombres esperaban al VIP, quien no tenía el dinero, claro, necesitaba llegar a la isla Banaro para vender ese proyecto ¿A quien? Al gobierno claro, era interesante pero como no sabían si el lo tenía encima o en su cabeza, robarle era demasiado arriesgado, por lo que solo quedaba asegurarse que llegara a al venta en plenas condiciones... -¿Vendrá o habrá que ir a buscarlo?- Pregunta uno al otro impaciente -Vendrá...- Pero para desgracia de ellos, quien entró por la entrada del callejón no fue el cuerpo escombro del científico, era MATT -Me envían, a, pagar, una deuda- Dijo con eco metálico y pronunciación pausada -¿¿Tientes el dinero??- Preguntaron, a lo que el cyborg respondió agarrando su espada y lanzando un corte descendente, entre el peso del arma y la fuerza del cyborg, el hierro partió clavícula y llego bien profundo del primer objetivo, el segundo quien no se quedó quieto ante tal atrocidad, sacó un cuchillo y se lo clavó en el cuello a MATT, pero el cuchillo simplemente fue bloqueado por una piel de aleación metálica, murió al recibir un corte horizontal en el cuello, no se lo cortó del todo, pero el golpe fue suficiente para partir la columna... Lo siguiente fue fácil, escondió los cuerpos en los contenedores que habían al lado donde los bares que tenían salida de emergencia hacia dicho callejón tiraban toda la porquería y observando que ni viniera nadie, se quitó las vendas y el harapo de capa para lavarlas con el agua que había en un cubo.
Tras un buen rato frotando, las salpicaduras de sangre quedaron borrosas pero su cuidado no fue impoluto cuando escuchó una voz que observó su verdadero cuerpo, su presencia como agente y como proyecto clasificado estaba en peligro. Se giró y la luz de su cara pasó de azul a naranja/amarillenta pero volvió a pasar a color azul demostrando que estaba tranquilo... Analizó la situación y siguió lavando la ropa, para luego poco a poco empezar a vendarse de nuevo -Curiosa, isla... No saber, que tener, gatos que, hablan- comentó en voz alta -¿Te has, perdido? Necesitas, encontrar a tu, dueño...- ¿Quizás el robot ayudaría al animal perdido?
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Thyma dejó de darle toquecitos al ciborg cuando escuchó lo del gato. En un acto reflejo se agarró ambas mejillas con las manos y comenzó a mover las caderas de un lado a otro, mientras de sus ojos salían luminosos y coloridos destellos. -¿De verdad? ¿Aquí hay gatos que hablan? FANTAAAASTICO- La pequeña no podía creerse la suerte que tenían de haber ido a caer a una Isla con tantas peculiaridades asombrosas. -¿Mi dueño? No, no Thymo es mi hermano. Los artistas somos libres, no tenemos dueño señor Hombre de Hojalata.- Le contestó con una amplia sonrisa, después se quedó algo pensativa observando al desconocido. Le surgieron muchas dudas en ese momento, cómo era posible que llevase esos harapos cubriendo un traje tan alucinante y brillante, respecto a eso se preguntaba si ese disfraz daría calor o frío. Probablemente con un forro acolchado podía solucionarlo y no necesitaba abrigarse. En la mente de la Tontatta todo comenzaba a tener sentido. -Estoy buscando el puerto Señor, allí está mi hermano y ya llego tarde, se va a preocupar. ¿Me acompañas? Estoy un poco desorientada, ya he pasado por esta plaza treinta y siete veces ¿Te lo puedes creer?- Thyma gesticulaba exageradamente y se iba alterando a medida que iba hablando, subiendo el tono de voz y también su velocidad. Le contó con pelos y señales por qué habían decidido separarse y el desastre que suponía no llegar a tiempo al reencuentro, por supuesto la historia estaba adornada con momentos épicos de cosecha propia y no dejaba claro si su hermano era un Tontatta como ella o un valiente gigante.
La pequeña tenía los ojos fijados en Matt y en su indumentaria. No le pasó desapercibido el hecho de que estuviera limpiándolas cuando se acercó a él. Ni corta, ni perezosa hizo lo que mejor se le daba: limpiar. Thyma comenzó a trepar por el cuerpo del hombre, utilizando las telas que lo cubrían para ayudarse. Una vez estuvo encima de su hombro comenzó a dejarse caer, soltando por sus manos un reguero jabonoso. En un abrir y cerrar de ojos el ciborg estaba cubierto de espuma blanca y en otro instante, igual de veloz, la espuma había desaparecido, llevándose consigo todo rastro de suciedad de las telas. No había ni una pequeña marca de sangre, ni de nada más y en su lugar había dejado un muy agradable aroma a flor de azahar. De no ser porque el tejido estaba ya muy raído, cualquiera podía pensar que esos vendaje y la capa eran completamente nuevos. Thyma estaba sobre el suelo con los brazos en jarra, denotando orgullo por haberle ayudado. -Las manchas de zumo de arándanos son difíciles de quitar ¿A que si?- Le dijo satisfecha, dando por hecho algo muy alejado de la realidad. Thyma era inocente por naturaleza y aun viendo una evidencia clara de cerca, le costaba creer y ver el mal en las personas. ¿Cómo iba a imaginarse ella que ese tipo acababa de matar, a sangre fría, a dos personas? Eso era impensable. Su mundo era sencillo y veía la vida con el filtro de la inocencia de un niño. La voz de Thyma y sus expresiones no dejaban lugar a dudas de sus buenas intenciones, pero estaba siendo tan escandalosa como siempre. Las personas que deambulaban cerca se giraban a mirar, pues aunque Matt pasaba un poco más desapercibido, una Tontatta gritona, no tanto, además la mayoría de habitantes de Bloothe, no habían visto a un Tontatta en su vida. -Bueno, ¿me vas a ayudar o no?- Le preguntó con pequeños brincos, dando por hecho que aceptaría, pues ella le había ayudado primero.
La pequeña tenía los ojos fijados en Matt y en su indumentaria. No le pasó desapercibido el hecho de que estuviera limpiándolas cuando se acercó a él. Ni corta, ni perezosa hizo lo que mejor se le daba: limpiar. Thyma comenzó a trepar por el cuerpo del hombre, utilizando las telas que lo cubrían para ayudarse. Una vez estuvo encima de su hombro comenzó a dejarse caer, soltando por sus manos un reguero jabonoso. En un abrir y cerrar de ojos el ciborg estaba cubierto de espuma blanca y en otro instante, igual de veloz, la espuma había desaparecido, llevándose consigo todo rastro de suciedad de las telas. No había ni una pequeña marca de sangre, ni de nada más y en su lugar había dejado un muy agradable aroma a flor de azahar. De no ser porque el tejido estaba ya muy raído, cualquiera podía pensar que esos vendaje y la capa eran completamente nuevos. Thyma estaba sobre el suelo con los brazos en jarra, denotando orgullo por haberle ayudado. -Las manchas de zumo de arándanos son difíciles de quitar ¿A que si?- Le dijo satisfecha, dando por hecho algo muy alejado de la realidad. Thyma era inocente por naturaleza y aun viendo una evidencia clara de cerca, le costaba creer y ver el mal en las personas. ¿Cómo iba a imaginarse ella que ese tipo acababa de matar, a sangre fría, a dos personas? Eso era impensable. Su mundo era sencillo y veía la vida con el filtro de la inocencia de un niño. La voz de Thyma y sus expresiones no dejaban lugar a dudas de sus buenas intenciones, pero estaba siendo tan escandalosa como siempre. Las personas que deambulaban cerca se giraban a mirar, pues aunque Matt pasaba un poco más desapercibido, una Tontatta gritona, no tanto, además la mayoría de habitantes de Bloothe, no habían visto a un Tontatta en su vida. -Bueno, ¿me vas a ayudar o no?- Le preguntó con pequeños brincos, dando por hecho que aceptaría, pues ella le había ayudado primero.
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El gato cada vez hablaba más rápido, si Matt no tuviese un programa para analizar lo que decía podría haberse perdido alguna frase, el robot, una vez cubierto por vendas y con la capa mojados se plantó delante del pequeño animal y miró hacia los lados, -El conejo busca a Thymo, Matt ayudará a encontrar a Thymo, no preocuparse- Comentó mientras empezó a caminar, salió del callejón y se acercó a la primera persona que vio, un hombre, alto, algo delgado -Disculpa, buen, hombre, ¿Sabría donde esta Thymo? Está en el puerto- Preguntó inocentemente, el hombre se llevó la mano al mentón y se quedó pensativo -¡Ah! Quieres decir Fymo, sí, pero no está en el puerto, está a tres calles, ves por esta todo recto, la primera a la derecha y luego cruza otra, verás una casa un tanto ruinosa, ahí esta Fymo, pero no hables tan a la ligera bien hombre, si Fymo se enfada tendrás problemas- El robot no entendía las palabras del hombre, entendió que Fymo, estaba algo irascible al haber perdido a su perro, por lo que se daría prisa en llegar hasta el -Ven, aquí, bonito- Comentó con su voz metálica la cual no podía disimular y pausando entre las palabras, a veces hablaba más rápido, otras el programa vocal no reproducía como es debido...
Se puso en marcha directo a la casa de Fymo, entendió que el nombre era confusión de la pequeña comadreja, hablar ya era un misterio de la evolución por lo que es comprensible que errase al pronunciar. Caminando uno podía notarse que las casas cambiaban un poco a un tanto más deteriorado, si se preguntara al ciudadano os diría que estáis en la zona más "dejada" de la isla, mala suerte para los inconscientes...
Tras llegar a la casa, había un hombre sentado en la puerta, parecía ser de dos plantas, Matt se acercó y el hombre que estaba sentado se levantó -¿Que quieres?- El robot giró el cuello para observar al hombre -Vengo ha, ver a, Thymo, tengo lo que, necesita- El hombre miró al robot de arriba a bajo -Vienes por "ese" asunto, entiendo, puedes pasar- Se apartó, -Vamos Castor- Dijo Matt al animal que hablaba a una velocidad pasmosa... Entró visualizando lo que había en el interior... Gente tirada por los sofás, humo y un olor tóxico bastante flatulento -Mis receptores, de olfato, olores y productos, captan, químicos, tóxicos...- Subió las escaleras donde había gente de diferente pinta quines le guiaron hasta una habitación... -¿Fymo?- Preguntó el robot... Él solo asintió... -Te traigo, tú, mejor compañero...- Confesó el metálico ser...
Por la isla era conocido este hombre, como un camello de poca monta, pero con el suficiente "poder" llevaba una pequeña banda con la cual movía la mercancía y justamente necesitaba a un mercenario que cumpliera una pequeña misión, había un hombre en la isla que le estaba fastidiando las ventas, por eso Matt consiguió llegar tan lejos... Se pensaban que era el sicario... ¿Os lo podéis creer?
Se puso en marcha directo a la casa de Fymo, entendió que el nombre era confusión de la pequeña comadreja, hablar ya era un misterio de la evolución por lo que es comprensible que errase al pronunciar. Caminando uno podía notarse que las casas cambiaban un poco a un tanto más deteriorado, si se preguntara al ciudadano os diría que estáis en la zona más "dejada" de la isla, mala suerte para los inconscientes...
Tras llegar a la casa, había un hombre sentado en la puerta, parecía ser de dos plantas, Matt se acercó y el hombre que estaba sentado se levantó -¿Que quieres?- El robot giró el cuello para observar al hombre -Vengo ha, ver a, Thymo, tengo lo que, necesita- El hombre miró al robot de arriba a bajo -Vienes por "ese" asunto, entiendo, puedes pasar- Se apartó, -Vamos Castor- Dijo Matt al animal que hablaba a una velocidad pasmosa... Entró visualizando lo que había en el interior... Gente tirada por los sofás, humo y un olor tóxico bastante flatulento -Mis receptores, de olfato, olores y productos, captan, químicos, tóxicos...- Subió las escaleras donde había gente de diferente pinta quines le guiaron hasta una habitación... -¿Fymo?- Preguntó el robot... Él solo asintió... -Te traigo, tú, mejor compañero...- Confesó el metálico ser...
Por la isla era conocido este hombre, como un camello de poca monta, pero con el suficiente "poder" llevaba una pequeña banda con la cual movía la mercancía y justamente necesitaba a un mercenario que cumpliera una pequeña misión, había un hombre en la isla que le estaba fastidiando las ventas, por eso Matt consiguió llegar tan lejos... Se pensaban que era el sicario... ¿Os lo podéis creer?
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Matt estuvo de acuerdo en ayudar a la pequeña. Eso la tranquilizó un poco, ya veía el momento de reunirse con su mellizo, mucho más cercano. -Muchas gracias señor Hombre de Hojalata.- Le dijo con dulzura. El ciborg comenzó a caminar saliendo del callejón, Thyma le siguió a paso ligero para seguirle el ritmo, cuando estuvo a su altura, volvió a dirigirse a Matt. -Oye, no me has dicho tu nombre...- Le dijo algo curiosa. Matt no respondió, en su lugar se dirigió al primer hombre que se cruzaron. Era alto y delgado, de mediana edad, con la piel curtida y los ojos saltones. El ciborg le preguntó por Thymo. El hombre amablemente les dio las indicaciones para encontrarle. Thyma se quedó muy extrañada, ya no por el cambio de nombre, eso podía responder a un acento extraño o un mal entendido, si no que lo más raro de todo es que su hermano hubiese abandonado el puerto sin ella. "Tal vez al no encontrarme ha ido en mi búsqueda, pensará que me ha pasado algo malo." Pensó muy preocupada. Entonces Matt la invitó a seguirle con un apodo cariñoso. -Soy una chica, señor.- Le contestó mientras se colgaba de un salto en sus vendajes. Con gran habilidad trepó hasta su hombro para tomar asiento. Desde ahí tenía mejores vistas y estaba más cómoda. Thyma miraba hacia todos los lados, mientras movía sus piececitos. -Oye ¿Cómo haces para poner esa voz tan guay? Le va estupenda a tu disfraz. ¿Tu también eres Mocatriz?- Le preguntó mientras se dirigían a la casa de Fymo.
A medida que avanzaban el ambiente de la ciudad cambió radicalmente. La zona a la que se adentraban era más austera y humilde, las casas no estaban tan cuidadas, las calles apenas contaban con ornamentos y los que había estaban viejos y deteriorados. Thyma por fin se quedó en silencio, su corto recorrido por el mundo le había enseñado que los lugares así, eran impredecibles y podían ser peligrosos, por lo que sin darse cuenta se puso en alerta. "¿Por qué Thymo vendría a un sitio tan feo a buscarme?" La inocente Bandle, como siempre, se hacía las preguntas equivocadas.
Cuando llegaron a la casa, la situación se tornó dantesca. ¿Cómo podía un sitio tan sucio, estar habitado? ¿Quién diablos querría vivir en semejante pocilga? Éstas y más cuestiones bombardeaban la mente de la Tontatta. Matt, por su lado, gestionó la entrada al lugar, con el que aparentemente era el portero. Al entrar en la casa, lo primero que notaron fue un bofetón olfativo. Allí el ambiente era denso y el olor a destilados y otros químicos se entrelazaban en un aroma agrio y ácido. Aquello resultaba repugnante para alguien como Thyma. Vieron varias personas tiradas en sofás, parecía que hubiese amortiguado la caída del piso superior, dado el estado que aparentaban y las posturas que tenían. Varias ratas se cruzaron antes ellos y por las paredes corrían cucarachas. La pequeña escrupulosa, se llevó las manos a la boca para detener las arcadas, Después saltó del hombro de Matt hacia el suelo, pensando que no podría detener el vómito, pero para su fortuna a ras de suelo los olores no eran tan intensos y pudo recomponerse. El ciborg comenzó a decir algo del olor, pero Thyma estaba demasiado ocupada manteniendo su estómago en el sitio, como para poder entender lo que decía. -Huele peste.- Dijo confirmando lo que fuese que dijera. Subieron las escaleras y unos hombres mucho más conscientes que los del sofá les guiaron hasta Fymo.
Qué decepción más grande. Ese no era su hermano, ni se le parecía. Fymo, un hombre grandullón, con una prominente barriga y cara de pocos amigos, se levantó de la silla, dio una última calada a su puro y lo apagó en el rebosante cenicero sobre el escritorio. -Y ¿Dónde está?- Dijo con la voz ronca y grave. Thyma comenzó a dar saltitos y a saludar agitando su mano en el aire. -Hola Fymo. Aquí abajo.- El horondo hombre se asomó por encima del escritorio para comprobar de dónde procedía esa voz tan estridente. Al ver a Thyma sus ojos se abrieron muchísimo y soltó una amplia y sonora carcajada. -¿Se puede saber en qué me va a ayudar a mi una puta rata?- Preguntó de forma contundente y regresando a la seriedad más absoluta. -Pero si es una cabra... ¿Está claro, no? Los cuernitos, las pezuñas y hasta los...- Thyma se quedó en silencio, petrificada, al sentir la mirada desafiante de Fymo sobre ella. -¿Qué cojones estas haciendo en mi casa?- Bramó. Thyma comenzó a hacer pucheros y sus ojos se humedecieron, entonces se desató su diarrea verbal. La pequeña comenzó a contarle a toda velocidad la historia que les traía a ese lugar, la separación con su hermano, los zumos que la entretuvieron, conocer al Hombre de Hojalata, las indicaciones a la casa y casi vomitar subiendo las escaleras. -Pero yo busco a Thymo. THYYYY MOOOO. Mi hermano, no a Fymo.- Unos lagrimones gordos comenzaron a surgir de sus ojos, pero mantuvo la compostura. Fymo miraba incrédulo a la Tontatta, ni por asomo se creería esa historia tan rocambolesca por muchas lágrimas que soltase esa cosa, pero la pequeña había dado un dato que no le era del todo ajeno. La descripción del hombre con los ojos saltones que les indicó el camino a su casa, coincidía a la perfección con Rob, uno de sus camellos menos lucrativo y por lo visto, discreto. Fymo se giró con calma, agarró una escopeta de debajo del escritorio y encañonó a Matt. Apuntando directamente a su cabeza comenzó a dar órdenes claras. -Ni te muevas y procura que la rata tampoco.- Le dijo sin apartar la mirada del ciborg. Thyma pegó sus brazos al cuerpo y se quedó tiesa e inmóvil, pero con su cerbatana bajo su mano. -Traedme a Rob.- Dijo finalmente. Uno de los que les habían guiado por la casa, salió corriendo por la puerta al oír la orden, los otros dos, se quedaron a ambos lados de la salida, protegiéndola.
A medida que avanzaban el ambiente de la ciudad cambió radicalmente. La zona a la que se adentraban era más austera y humilde, las casas no estaban tan cuidadas, las calles apenas contaban con ornamentos y los que había estaban viejos y deteriorados. Thyma por fin se quedó en silencio, su corto recorrido por el mundo le había enseñado que los lugares así, eran impredecibles y podían ser peligrosos, por lo que sin darse cuenta se puso en alerta. "¿Por qué Thymo vendría a un sitio tan feo a buscarme?" La inocente Bandle, como siempre, se hacía las preguntas equivocadas.
Cuando llegaron a la casa, la situación se tornó dantesca. ¿Cómo podía un sitio tan sucio, estar habitado? ¿Quién diablos querría vivir en semejante pocilga? Éstas y más cuestiones bombardeaban la mente de la Tontatta. Matt, por su lado, gestionó la entrada al lugar, con el que aparentemente era el portero. Al entrar en la casa, lo primero que notaron fue un bofetón olfativo. Allí el ambiente era denso y el olor a destilados y otros químicos se entrelazaban en un aroma agrio y ácido. Aquello resultaba repugnante para alguien como Thyma. Vieron varias personas tiradas en sofás, parecía que hubiese amortiguado la caída del piso superior, dado el estado que aparentaban y las posturas que tenían. Varias ratas se cruzaron antes ellos y por las paredes corrían cucarachas. La pequeña escrupulosa, se llevó las manos a la boca para detener las arcadas, Después saltó del hombro de Matt hacia el suelo, pensando que no podría detener el vómito, pero para su fortuna a ras de suelo los olores no eran tan intensos y pudo recomponerse. El ciborg comenzó a decir algo del olor, pero Thyma estaba demasiado ocupada manteniendo su estómago en el sitio, como para poder entender lo que decía. -Huele peste.- Dijo confirmando lo que fuese que dijera. Subieron las escaleras y unos hombres mucho más conscientes que los del sofá les guiaron hasta Fymo.
Qué decepción más grande. Ese no era su hermano, ni se le parecía. Fymo, un hombre grandullón, con una prominente barriga y cara de pocos amigos, se levantó de la silla, dio una última calada a su puro y lo apagó en el rebosante cenicero sobre el escritorio. -Y ¿Dónde está?- Dijo con la voz ronca y grave. Thyma comenzó a dar saltitos y a saludar agitando su mano en el aire. -Hola Fymo. Aquí abajo.- El horondo hombre se asomó por encima del escritorio para comprobar de dónde procedía esa voz tan estridente. Al ver a Thyma sus ojos se abrieron muchísimo y soltó una amplia y sonora carcajada. -¿Se puede saber en qué me va a ayudar a mi una puta rata?- Preguntó de forma contundente y regresando a la seriedad más absoluta. -Pero si es una cabra... ¿Está claro, no? Los cuernitos, las pezuñas y hasta los...- Thyma se quedó en silencio, petrificada, al sentir la mirada desafiante de Fymo sobre ella. -¿Qué cojones estas haciendo en mi casa?- Bramó. Thyma comenzó a hacer pucheros y sus ojos se humedecieron, entonces se desató su diarrea verbal. La pequeña comenzó a contarle a toda velocidad la historia que les traía a ese lugar, la separación con su hermano, los zumos que la entretuvieron, conocer al Hombre de Hojalata, las indicaciones a la casa y casi vomitar subiendo las escaleras. -Pero yo busco a Thymo. THYYYY MOOOO. Mi hermano, no a Fymo.- Unos lagrimones gordos comenzaron a surgir de sus ojos, pero mantuvo la compostura. Fymo miraba incrédulo a la Tontatta, ni por asomo se creería esa historia tan rocambolesca por muchas lágrimas que soltase esa cosa, pero la pequeña había dado un dato que no le era del todo ajeno. La descripción del hombre con los ojos saltones que les indicó el camino a su casa, coincidía a la perfección con Rob, uno de sus camellos menos lucrativo y por lo visto, discreto. Fymo se giró con calma, agarró una escopeta de debajo del escritorio y encañonó a Matt. Apuntando directamente a su cabeza comenzó a dar órdenes claras. -Ni te muevas y procura que la rata tampoco.- Le dijo sin apartar la mirada del ciborg. Thyma pegó sus brazos al cuerpo y se quedó tiesa e inmóvil, pero con su cerbatana bajo su mano. -Traedme a Rob.- Dijo finalmente. Uno de los que les habían guiado por la casa, salió corriendo por la puerta al oír la orden, los otros dos, se quedaron a ambos lados de la salida, protegiéndola.
Matt
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Akuma no mi
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Cuando el camello dijo rata, al robot le quedó más claro, dudaba entre que animal era y al final resultó que no era un mono, si no, una rata... Claramente alguien tenía que hacerle un par de arreglos en su sistema de analizar animales, cualquier día confunde a un humano con un orangután con alopecia. Algo no le cuadraba a Matt, sí este era su hermano le trataba un poco mal, como lo hacían los demás compañeros del agente cuando tenía que ayudarles, excepto esa mujer, ella le mostró quien le trataba bien y quien le trataba mal, por eso sabía la diferencia... Luego el hámster empezó a soltar la historia en verso y rapeando a una velocidad que ya le gustaría a muchos para viajar, entendió un poco mejor la situación tras esa escena y luego se golpeó la mano izquierda con el puño de la derecha -Ya... entiendo... Este no, es tú hermano...- Tras eso se quedó callado unos segundos y continuó -Hermano, definición, consanguíneo, colactáneo, nacido de la misma madre y comúnmente mismo padre, aún que muchos solo, creen eso... También definido como compañero, camarada, amigo, colega de vida... Que se mantiene relación sanguínea...- Matt se lleva la mano derecha al pecho, donde el corazón e inclina un poco su cabeza -Disculpa, confundir tú, hermano con, un animal, en ningún, momento quise, decir que usted, fuera una alimaña, simplemente fue, confusión de entendimiento, mi creador, dice que no se, analizar la situación en, eventos de linea temporal...- Vamos, en resumidas cuentas, que pasaba de un objetivo a otro olvidando el anterior, conoce al tontata, busca información de su hermano, ya no se acuerda del tontata, simplemente busca a Fymo y así sucesivamente... Pero si se pone a pensar, algo en su programación iba mal... ¿No estaba de misión? En que momento entiende que la petición de ayuda de la pequeña era una nueva misión entrante...
Aún estaba siendo encañonado por el hombre, este, con la vena de la frente del tamaño de una cañería del bajante del baño, se enfada un poco por la confusión y pasó lo que no tenía que pasar... -¡Me estás llamando alimaña!- Vamos, no escuchó ninguna palabra, haber, no era premio novel de la lengua pero tampoco se expresaba mal el robot ¿No? Dicho maleante, golpeó con la punta del arma la cabeza del robot para parecer más amenazante, lo que consiguió fue que la luz que tenía en la cabeza cambiara de color azul que significaba "pasivo" a roja, que era una definición más... Bueno, sigue leyendo...
El robot alzó su mano izquierda agarrando el cañón del arma la cual se disparó apuntando al techo -Has dañado, propiedad del gobierno, por tanto has cometido, un delito, contra los cuerpos de seguridad, se te juzgará como criminal, yo, te condeno, a muerte...- El hombre sin entender del todo la situación le suelta tremendo puñetazo en la cara con la mano izquierda ya que con la derecha aún mantenía agarrada el arma, se escuchó un "crack" pero Matt no tenía nariz... Así que por descarte, alguien se rompió algún dedo de la mano -¡La ostia, tienes la cara más dura que mi mujer!- Gritó mientras cambiaba su cara a una de dolor
Aún estaba siendo encañonado por el hombre, este, con la vena de la frente del tamaño de una cañería del bajante del baño, se enfada un poco por la confusión y pasó lo que no tenía que pasar... -¡Me estás llamando alimaña!- Vamos, no escuchó ninguna palabra, haber, no era premio novel de la lengua pero tampoco se expresaba mal el robot ¿No? Dicho maleante, golpeó con la punta del arma la cabeza del robot para parecer más amenazante, lo que consiguió fue que la luz que tenía en la cabeza cambiara de color azul que significaba "pasivo" a roja, que era una definición más... Bueno, sigue leyendo...
El robot alzó su mano izquierda agarrando el cañón del arma la cual se disparó apuntando al techo -Has dañado, propiedad del gobierno, por tanto has cometido, un delito, contra los cuerpos de seguridad, se te juzgará como criminal, yo, te condeno, a muerte...- El hombre sin entender del todo la situación le suelta tremendo puñetazo en la cara con la mano izquierda ya que con la derecha aún mantenía agarrada el arma, se escuchó un "crack" pero Matt no tenía nariz... Así que por descarte, alguien se rompió algún dedo de la mano -¡La ostia, tienes la cara más dura que mi mujer!- Gritó mientras cambiaba su cara a una de dolor
Thyma Bandle
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Matt parecía estar comprendiendo la situación. Para Thyma esto suponía un alivio, pues no estaban en el mejor de los lugares de la isla y encima cada vez se retrasaba más el encuentro con su hermano. El ciborg actuaba y se expresaba de forma extraña, pero qué sabía Thyma de eso, absolutamente nada. Ella lo veía como una actuación magistral, el Hombre de Hojalata no se salía de su papel en ningún momento, a ella nunca le había tocado actuar como un robot y suponía que así era como se comportaban y hablaban.
Thyma estaba tranquila viendo cómo el traficante encañonaba a Matt. Confiaba en su velocidad y reflejos para que nada grave le pasase, además tenía su arma a mano. Pero nada de eso fue necesario pues tanto Matt como Fymo comenzaron a hablar entre ellos y caldearse el uno al otro. -¡WAAAALAAAAAA!- Exclamó Thyma en una frecuencia tan aguda que era apenas audible, al ver el cambio de color en la cara de Matt. El ciborg manejó la situación sin problemas, a pesar de que acabó disparando al techo. Thyma saltó al escritorio con su cerbatana en la mano y con la otra mano alzó su puñito. -Eso, eso... No se daña el material del gobierno sin consecuencias. ¿A que si?- Dijo apoyando a su nuevo amigo. Entonces Fymo, mostrando toda su rebeldía, le dio un puñetazo a Matt en la cara. El sonido de huesos rotos fue totalmente gráfico de lo que estaba sucediendo. El dolor tardó en llegar a sus receptores y todavía le quedó tiempo de protestar, antes de que un aullido de dolor surcara el edificio. Thyma se tapó las orejas con ambas manos, para protegerse de los alaridos del hombre. Como no paraba de gritar y ella misma no podía escuchar sus propios pensamientos, Thyma se vio en la obligación de detener semejante estruendo. Además aquello alertaría al resto de personas y no tardarían en acudir. La Tontatta salió corriendo en dirección al grandullón y saltó en dirección a su cara, para cuando Fymo la notó y se la quiso quitar de encima, la melliza Bandle había sellado su boca con una plasta pegajosa que le impediría emitir tanto ruido.
La pequeña apresurada comenzó a intentar salir de esa casa, para ello se colocó detrás de Matt y empezó a empujarle. Éste podría notar, que a pesar de su reducido tamaño Thyma tenía fuerza suficiente como para moverlo de su sitio. -¡Vamos Hombre de Hojalata, tenemos que salir de aquí!- Gritó mientras le empujaba. Desde fuera llegaban los sonidos de unas botas golpeando los tablones de las escaleras, podrían ser dos o tal vez más. Thyma dejó de empujar a Matt, cuando un chico bajito y delgado hizo presencia en la sala. -¿Qué sucede jefe?- Dijo cuando entró. Sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron cuando vio a su superior abatido, sin poder hablar y señalando a Matt con la mano que no tenía rota. La tez del jefe estaba pálida y comenzaban a marcársele las ojeras. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, el hombrecillo recibió un golpe en el entrecejo. Un pequeño punto rojo apareció entre sus cejas y sus ojos se juntaron antes de caer desplomado al suelo. Thyma había usado uno de sus perdigones más duros para abatirlo y quitando la cerbatana de sus labios, volvió a meter prisa a Matt, para marcharse.
Thyma estaba tranquila viendo cómo el traficante encañonaba a Matt. Confiaba en su velocidad y reflejos para que nada grave le pasase, además tenía su arma a mano. Pero nada de eso fue necesario pues tanto Matt como Fymo comenzaron a hablar entre ellos y caldearse el uno al otro. -¡WAAAALAAAAAA!- Exclamó Thyma en una frecuencia tan aguda que era apenas audible, al ver el cambio de color en la cara de Matt. El ciborg manejó la situación sin problemas, a pesar de que acabó disparando al techo. Thyma saltó al escritorio con su cerbatana en la mano y con la otra mano alzó su puñito. -Eso, eso... No se daña el material del gobierno sin consecuencias. ¿A que si?- Dijo apoyando a su nuevo amigo. Entonces Fymo, mostrando toda su rebeldía, le dio un puñetazo a Matt en la cara. El sonido de huesos rotos fue totalmente gráfico de lo que estaba sucediendo. El dolor tardó en llegar a sus receptores y todavía le quedó tiempo de protestar, antes de que un aullido de dolor surcara el edificio. Thyma se tapó las orejas con ambas manos, para protegerse de los alaridos del hombre. Como no paraba de gritar y ella misma no podía escuchar sus propios pensamientos, Thyma se vio en la obligación de detener semejante estruendo. Además aquello alertaría al resto de personas y no tardarían en acudir. La Tontatta salió corriendo en dirección al grandullón y saltó en dirección a su cara, para cuando Fymo la notó y se la quiso quitar de encima, la melliza Bandle había sellado su boca con una plasta pegajosa que le impediría emitir tanto ruido.
La pequeña apresurada comenzó a intentar salir de esa casa, para ello se colocó detrás de Matt y empezó a empujarle. Éste podría notar, que a pesar de su reducido tamaño Thyma tenía fuerza suficiente como para moverlo de su sitio. -¡Vamos Hombre de Hojalata, tenemos que salir de aquí!- Gritó mientras le empujaba. Desde fuera llegaban los sonidos de unas botas golpeando los tablones de las escaleras, podrían ser dos o tal vez más. Thyma dejó de empujar a Matt, cuando un chico bajito y delgado hizo presencia en la sala. -¿Qué sucede jefe?- Dijo cuando entró. Sus ojos se abrieron y sus pupilas se dilataron cuando vio a su superior abatido, sin poder hablar y señalando a Matt con la mano que no tenía rota. La tez del jefe estaba pálida y comenzaban a marcársele las ojeras. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, el hombrecillo recibió un golpe en el entrecejo. Un pequeño punto rojo apareció entre sus cejas y sus ojos se juntaron antes de caer desplomado al suelo. Thyma había usado uno de sus perdigones más duros para abatirlo y quitando la cerbatana de sus labios, volvió a meter prisa a Matt, para marcharse.
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