Morgoth
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Cuando me encontraba casi recuperado por completo de todas mis heridas y huesos rotos, había recibido una carta de Dorrea en la cual me decía que me acercase hasta la isla de Bloothe. Una isla al inicio del paraíso. Era posible que en ella encontrase algún tipo de pista que me ayudase a avanzar en mi camino a la venganza.
Parecía que en ella había ocurrido el asesinato de alguien bastante importante. Era cierto que esa persona no tenía nada que ver con mi maestro, pero donde se sucedían muchos asesinatos y más si había algún asesinado que era de renombre era un sitio donde era necesario echarle un vistazo. Por mi parte, no estaba muy de acuerdo con lo que me pedía, no era la ruta que quería tomar, por lo que me parecía no era la ruta donde había muerto mi maestro y sabía que el moverse por el mar del paraíso era complejo dadas las rutas magnéticas. Sin embargo, era quien me había salvado y además me había enseñado un pasado del que Sung me había mantenido ignorante, pero ahora que tenía aquella información sabía como actuaba mi objetivo.
Sin quitarme las vendas me puse mi ropa habitual y avisé en recepción de que tenía que marcharme. Les pregunté por algún barco que fuese a aquella isla. Me informaron que un trabajador del hotel estaría en el puerto esperando para llevarme hasta allí, solo tendría que pagarle después.
El viaje no fue movido y en unos días llegamos a la isla. Estaba llena de barcos, por lo que me contó el navegante, no era algo normal y por lo que se veía en las banderas, la mayoría eran piratas. Sería complicado enterarse de algo que fuese realmente cierto y tarea imposible salir de allí sin haberme metido en algún problema por cualquier estupidez, aún así trataría de pasar lo más desapercibido que pudiese. Cuando llegamos al puerto, de mi sombra salió volando Raven, sin duda me ayudaría a evitar algunos problemas que apareciesen calles.
Una vez en el puerto, pagué una moneda por los servicios del capitán y me adentré en aquella tierra rojiza que desentonaba con el color de los edificios, aunque lo que más desentonaba eran los olores que podía ver por todas partes y todos bastante feos. Fui avanzando por las calles y compré un periódico para enterarme de las últimas noticias. No salía nada diferente a lo que me había contado ya Dorrea, sin duda tenía mejor información que el periódico si su información había llegado antes que el periódico.
La noticia que más destacaba era la muerte de un tipo bastante importante de una banda pirata. No me interesaba ni me importaba demasiado, era un pirata y un criminal. Lo que me interesaba era si su muerte estaba relacionada con otras y quienes habían sido los asesinos. Solo me quedaba un lugar en el que poder encontrar información. Una taberna, no era algo que me gustase dado el dolor de cabeza que me daba, pero no quedaba de otra.
Parecía que en ella había ocurrido el asesinato de alguien bastante importante. Era cierto que esa persona no tenía nada que ver con mi maestro, pero donde se sucedían muchos asesinatos y más si había algún asesinado que era de renombre era un sitio donde era necesario echarle un vistazo. Por mi parte, no estaba muy de acuerdo con lo que me pedía, no era la ruta que quería tomar, por lo que me parecía no era la ruta donde había muerto mi maestro y sabía que el moverse por el mar del paraíso era complejo dadas las rutas magnéticas. Sin embargo, era quien me había salvado y además me había enseñado un pasado del que Sung me había mantenido ignorante, pero ahora que tenía aquella información sabía como actuaba mi objetivo.
Sin quitarme las vendas me puse mi ropa habitual y avisé en recepción de que tenía que marcharme. Les pregunté por algún barco que fuese a aquella isla. Me informaron que un trabajador del hotel estaría en el puerto esperando para llevarme hasta allí, solo tendría que pagarle después.
El viaje no fue movido y en unos días llegamos a la isla. Estaba llena de barcos, por lo que me contó el navegante, no era algo normal y por lo que se veía en las banderas, la mayoría eran piratas. Sería complicado enterarse de algo que fuese realmente cierto y tarea imposible salir de allí sin haberme metido en algún problema por cualquier estupidez, aún así trataría de pasar lo más desapercibido que pudiese. Cuando llegamos al puerto, de mi sombra salió volando Raven, sin duda me ayudaría a evitar algunos problemas que apareciesen calles.
Una vez en el puerto, pagué una moneda por los servicios del capitán y me adentré en aquella tierra rojiza que desentonaba con el color de los edificios, aunque lo que más desentonaba eran los olores que podía ver por todas partes y todos bastante feos. Fui avanzando por las calles y compré un periódico para enterarme de las últimas noticias. No salía nada diferente a lo que me había contado ya Dorrea, sin duda tenía mejor información que el periódico si su información había llegado antes que el periódico.
La noticia que más destacaba era la muerte de un tipo bastante importante de una banda pirata. No me interesaba ni me importaba demasiado, era un pirata y un criminal. Lo que me interesaba era si su muerte estaba relacionada con otras y quienes habían sido los asesinos. Solo me quedaba un lugar en el que poder encontrar información. Una taberna, no era algo que me gustase dado el dolor de cabeza que me daba, pero no quedaba de otra.
Sujetabas el secador con cierta incredulidad. Aquella mañana te habías ocupado de darle cuerda a todos tus relojes y habías tenido que echar no pocas veces del cuarto a Hayato. Estaba obsesionado con su maldita deuda por el jersey -y por las zapatillas que estabas segura te había robado él- y no paraba de hacer preguntas ridículas acerca de lo que él llamaba gaijines. Asumías de alguna forma que con eso se refería a la gente ajena a su extraña cultura, aunque conociendo a esa gente podría ser algún insulto velado. En cualquier caso habías acabado mandándolo a recabar información acerca del peligroso pirata Max Power, lo cual... Había colado. Pusiste el secador a máxima potencia y te secaste el pelo. Sí, había invadido el aseo mientras te bañabas.
Bloothe no era el lugar ideal para pasar unos días de descanso, pero sí el sitio perfecto para tener entretenidos a dos cazarrecompensas con nula idea de cómo funcionaba el mundo y tanta energía como un par de yorkshire terriers cocainómanos. Todavía no tenías muy claro cómo o por qué habían acabado en tu barco, pero como mínimo resultaban ser una pareja con habilidades útiles fuera del barco: Cazaban bien. Era una habilidad que, salvo por Hatsume, nadie más compartía ahí. El barco se os empezaba a quedar algo pequeño, pero por lo menos tenías gente que te cubriese las espaldas. Por muy raros que fuesen esos tres, al menos no estabas completamente sola.
Dejaste la toalla meticulosamente doblada sobre el colgador, cuadrando sus esquinas, y saliste del baño. Estiraste los brazos, tronaste el cuello y estiraste un poco las piernas antes de comenzar a colocar con parsimonia ceremonial la ropa sobre la cama, desde la última pieza que te pondrías hasta la primera. Las medias se deslizaron suavemente por tus piernas, pero la básica roja te oprimía ligeramente; no demasiado, pero durante unos segundos fue incómodo. Sobre ella una camisa de cuadros, y cerrando el conjunto unos shorts desteñidos de color azul celeste. Cuando te pusiste los zapatos notaste que el dedo gordo te dolía un poco, pero no le diste importancia. Siempre te dolía todo.
- Nathan -llamaste, una vez saliste, al vigía. Solía ser un ave nocturna y pocas veces te lo encontrabas despierto una vez habíais atracado. Sin embargo ese día estaba en la cubierta, tirado mientras comía una manzana-. Cuidad el barco en lo que volvemos.
Había motivos para que Bloothe fuese un lugar interesante, pero el más impactante era la supuesta muerte del subcapitán de Terra Kepler Chris Foam, uno de los grandes piratas del Nuevo Mundo, en esa misma isla. Las preguntas que se despertaban en tu mente iban desde el por qué estaría ahí ese hombre hasta quién podría haber estado ahí para acabar con su vida. No parecía, según su perfil, la clase de hombre a quien fuese fácil coger en un renuncio y mucho menos atrapar con la guardia baja. Mientras salías del barco teorizabas al respecto, aunque no llegabas a ninguna conclusión satisfactoria. También quedaba saber si era una muerte casual o formaba parte de un plan orquestado para acabar con la delicada paz de un paraíso pirata -quizá Bloothe llegase a ser violenta y oscura, pero había un cierto consenso similar al de Jaya-. Te preocupaba toparte con algo verdaderamente peligroso e incluso que la venganza de Kepler llegase sin previo aviso, pero también era una buena forma de conseguir dinero fácil: Buscar los cadáveres de piratas poderosos implicaba cargar carne inerte con grandes, grandes, muy grandes cifras sobre su cabeza.
Con cierta idea carroñera en la cabeza entraste a la Dama de hierro, una taberna de nombre no muy acogedor pero cuyas ventanas al menos dejaban ver un interior limpio. Por el momento te conformarías con eso, sobre todo porque la higiene en un local así de una isla como aquella era presumiblemente negligente. Así pues, armada con tu eterna sonrisa y una mirada un tanto suspicaz, abriste la puerta.
Bloothe no era el lugar ideal para pasar unos días de descanso, pero sí el sitio perfecto para tener entretenidos a dos cazarrecompensas con nula idea de cómo funcionaba el mundo y tanta energía como un par de yorkshire terriers cocainómanos. Todavía no tenías muy claro cómo o por qué habían acabado en tu barco, pero como mínimo resultaban ser una pareja con habilidades útiles fuera del barco: Cazaban bien. Era una habilidad que, salvo por Hatsume, nadie más compartía ahí. El barco se os empezaba a quedar algo pequeño, pero por lo menos tenías gente que te cubriese las espaldas. Por muy raros que fuesen esos tres, al menos no estabas completamente sola.
Dejaste la toalla meticulosamente doblada sobre el colgador, cuadrando sus esquinas, y saliste del baño. Estiraste los brazos, tronaste el cuello y estiraste un poco las piernas antes de comenzar a colocar con parsimonia ceremonial la ropa sobre la cama, desde la última pieza que te pondrías hasta la primera. Las medias se deslizaron suavemente por tus piernas, pero la básica roja te oprimía ligeramente; no demasiado, pero durante unos segundos fue incómodo. Sobre ella una camisa de cuadros, y cerrando el conjunto unos shorts desteñidos de color azul celeste. Cuando te pusiste los zapatos notaste que el dedo gordo te dolía un poco, pero no le diste importancia. Siempre te dolía todo.
- Nathan -llamaste, una vez saliste, al vigía. Solía ser un ave nocturna y pocas veces te lo encontrabas despierto una vez habíais atracado. Sin embargo ese día estaba en la cubierta, tirado mientras comía una manzana-. Cuidad el barco en lo que volvemos.
Había motivos para que Bloothe fuese un lugar interesante, pero el más impactante era la supuesta muerte del subcapitán de Terra Kepler Chris Foam, uno de los grandes piratas del Nuevo Mundo, en esa misma isla. Las preguntas que se despertaban en tu mente iban desde el por qué estaría ahí ese hombre hasta quién podría haber estado ahí para acabar con su vida. No parecía, según su perfil, la clase de hombre a quien fuese fácil coger en un renuncio y mucho menos atrapar con la guardia baja. Mientras salías del barco teorizabas al respecto, aunque no llegabas a ninguna conclusión satisfactoria. También quedaba saber si era una muerte casual o formaba parte de un plan orquestado para acabar con la delicada paz de un paraíso pirata -quizá Bloothe llegase a ser violenta y oscura, pero había un cierto consenso similar al de Jaya-. Te preocupaba toparte con algo verdaderamente peligroso e incluso que la venganza de Kepler llegase sin previo aviso, pero también era una buena forma de conseguir dinero fácil: Buscar los cadáveres de piratas poderosos implicaba cargar carne inerte con grandes, grandes, muy grandes cifras sobre su cabeza.
Con cierta idea carroñera en la cabeza entraste a la Dama de hierro, una taberna de nombre no muy acogedor pero cuyas ventanas al menos dejaban ver un interior limpio. Por el momento te conformarías con eso, sobre todo porque la higiene en un local así de una isla como aquella era presumiblemente negligente. Así pues, armada con tu eterna sonrisa y una mirada un tanto suspicaz, abriste la puerta.
Morgoth
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Akuma no mi
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Entre en una taberna que estaba bastante limpia esperando que los olores que hubiese fuesen menos y más agradables de ver. El nombre no era muy acogedor, y a mi me habían amenazado con encerrarme en una, “la Dama de hierro”. Cuando entré miré alrededor y al fondo pude ver un tablón con lo que parecían carteles de recompensa. Decían que el muerto estaba muy bien relacionado en la banda dentro de la banda de Kepler lo que suponía que sería alguien con bastante poder y no podría ser derrotado por un cualquiera.
Me dirigí allí antes que a la barra para ver que clase de recompensas y así hacerme una idea de quien había por las cercanías de aquella isla que podía ser problemático. Las recompensas eran variadas, pero no eran realmente llamativas para el cadáver que había. La más alta apenas llegaba a los veinte millones, no parecía que aquella lista estuviese demasiado actualizada. Mientras terminaba de mirar el resto de carteles, Katua salió de mi sombra y se escabulló entre las mesas para vigilar por la zona y ayudarme a recolectar información que pudiese ser relevante. Cogí el cartel de la recompensa más alta y me dirigí a una mesa, la más limpia y que estuviese libre.
Un camarero se acercó casi con miedo y mirando hacia el cartel que tenía en la mano al cabo de unos minutos.
-¿Va a pedir algo, señor?
-Sí, quiero un té y algo de comer siempre que sea comestible, gracias. – le respondí tranquilamente dejando el cartel sobre la mesa.
Me centré en Katua y comencé a escuchar y a ver a través de él. Le iba ordenando por donde moverse e iba buscando lo que parecía información relevante. No escuchaba nada que hiciese alguna referencia al pirata que buscaba, un tal Clodoaldo “el taladro”. Sí era un nombre bastante extraño para hacerse famoso.
Mientras me encontraba concentrado en Katua pude ver como una chica que casi parecía una niña entraba en la taberna. Sin duda un lugar bastante extraño para alguien con ese aspecto. Quizás tuviese algún tipo de relación con los jefes del lugar, o quizás era alguien de una familia extremadamente rica que le permitiese caprichos extraños como aquel, lo que significaría que era posible que entrase tras ella un séquito de guardias para protegerla ante posibles criminales, sin embargo, esto segundo no se cumplió y por su comportamiento, similar al de alguien nuevo en un lugar no conocido eliminaba la otra opción. Por lo que solo quedaba la posibilidad de que fuese alguien que supiese hacerse respetar a pesar de las apariencias y que estaba por casualidad en el lugar.
Dejé de centrarme en Katua justo cuando el camarero me traía lo que había pedido. No parecía mucha cosa o de gran calidad, pero mejor que nada también era. Le di un trago al té y miré hacia la recién llegada.
-¿Buscas a alguien, jovencita? Pereces algo perdida – le pregunté tranquilamente.
Me dirigí allí antes que a la barra para ver que clase de recompensas y así hacerme una idea de quien había por las cercanías de aquella isla que podía ser problemático. Las recompensas eran variadas, pero no eran realmente llamativas para el cadáver que había. La más alta apenas llegaba a los veinte millones, no parecía que aquella lista estuviese demasiado actualizada. Mientras terminaba de mirar el resto de carteles, Katua salió de mi sombra y se escabulló entre las mesas para vigilar por la zona y ayudarme a recolectar información que pudiese ser relevante. Cogí el cartel de la recompensa más alta y me dirigí a una mesa, la más limpia y que estuviese libre.
Un camarero se acercó casi con miedo y mirando hacia el cartel que tenía en la mano al cabo de unos minutos.
-¿Va a pedir algo, señor?
-Sí, quiero un té y algo de comer siempre que sea comestible, gracias. – le respondí tranquilamente dejando el cartel sobre la mesa.
Me centré en Katua y comencé a escuchar y a ver a través de él. Le iba ordenando por donde moverse e iba buscando lo que parecía información relevante. No escuchaba nada que hiciese alguna referencia al pirata que buscaba, un tal Clodoaldo “el taladro”. Sí era un nombre bastante extraño para hacerse famoso.
Mientras me encontraba concentrado en Katua pude ver como una chica que casi parecía una niña entraba en la taberna. Sin duda un lugar bastante extraño para alguien con ese aspecto. Quizás tuviese algún tipo de relación con los jefes del lugar, o quizás era alguien de una familia extremadamente rica que le permitiese caprichos extraños como aquel, lo que significaría que era posible que entrase tras ella un séquito de guardias para protegerla ante posibles criminales, sin embargo, esto segundo no se cumplió y por su comportamiento, similar al de alguien nuevo en un lugar no conocido eliminaba la otra opción. Por lo que solo quedaba la posibilidad de que fuese alguien que supiese hacerse respetar a pesar de las apariencias y que estaba por casualidad en el lugar.
Dejé de centrarme en Katua justo cuando el camarero me traía lo que había pedido. No parecía mucha cosa o de gran calidad, pero mejor que nada también era. Le di un trago al té y miré hacia la recién llegada.
-¿Buscas a alguien, jovencita? Pereces algo perdida – le pregunté tranquilamente.
El ambiente era inusitadamente tranquilo. Había algo de ruido y no poca gente jugaba a las cartas o al majong en las mesas entre risas, pero podías percatarte fácilmente de que nadie ocultaba un puñal bajo la mesa o escondía cartas en la manga. No había grandes gritos más allá de alguna maldición cuando alguien perdía o bramidos sedientos de piratas demasiado efusivos, ya borrachos. Quizá se debiese al instrumento de tortura que coronaba la pared frente a la puerta, manchada de sangre seca y con un cartel de pizarra que marcaba, escrito a mano con tiza, el número doscientos treinta y ocho. Te imaginabas qué significaba ese valor, así que tan solo bajaste la mirada lo suficiente como para toparte con un muchacho moreno que, con los no mejores modales que habrías esperado de un camarero, preguntó por tu comanda.
- Un té negro con pimienta, por favor -respondiste, casi por instinto. Especiar el té con un toque picante siempre te había llamado-. Muchas gracias.
No disimulaste la curiosidad frente al cartel mientras buscabas una mesa, dándote la vuelta para encontrar de nuevo al camarero de malos modales. Con curiosidad lo miraste fijamente por un segundo, preguntándote cuál sería la forma más educada de hacer la pregunta. Había carteles ahí, sí, pero era una isla sin ley y llena de piratas; bien podían ser muestra de orgullo por parte de los dueños y no una invitación para cazarrecompensas. Quizá, incluso, fuesen una trampa para ellos.
- ¿Por qué tenéis carteles de "se busca" en un tablón? -preguntaste-. ¿No estaría mejor enmarcarlos? Si les tenéis cariño sería lo lógico, ahí a la intemperie cualquiera podría mancharlos o romperlos.
Eso es, Alice, como siempre discreta y simpática, casi como si supieses relacionarte con la plebe. Te acercaste a los carteles como si quisieras demostrar tu punto, sacando uno al azar de ahí -quitando primero la chincheta, para evitar romperlo- y enseñárselo. Triunfal se lo pusiste delante, como si acabases de realizar un esfuerzo titánico merecedor de pleno reconocimiento. Era una forma silenciosa de decir "tachán", pero sin parecer una cría repipi a la que le faltaban un par de grados del último hervor. En su lugar, así simplemente parecías un poco estúpida. Sí, Alice, parecías un poco estúpida.
- Lo siento, igual ha sido descortés -terminaste reconociendo-. Ahora coloco de vuelta el cartel. ¿Tenéis algún bollito o pastas para acompañar el té?
Tras eso, simplemente, caminaste hasta una pequeña mesa de madera libre, sentándote a esperar tu pedido.
- Un té negro con pimienta, por favor -respondiste, casi por instinto. Especiar el té con un toque picante siempre te había llamado-. Muchas gracias.
No disimulaste la curiosidad frente al cartel mientras buscabas una mesa, dándote la vuelta para encontrar de nuevo al camarero de malos modales. Con curiosidad lo miraste fijamente por un segundo, preguntándote cuál sería la forma más educada de hacer la pregunta. Había carteles ahí, sí, pero era una isla sin ley y llena de piratas; bien podían ser muestra de orgullo por parte de los dueños y no una invitación para cazarrecompensas. Quizá, incluso, fuesen una trampa para ellos.
- ¿Por qué tenéis carteles de "se busca" en un tablón? -preguntaste-. ¿No estaría mejor enmarcarlos? Si les tenéis cariño sería lo lógico, ahí a la intemperie cualquiera podría mancharlos o romperlos.
Eso es, Alice, como siempre discreta y simpática, casi como si supieses relacionarte con la plebe. Te acercaste a los carteles como si quisieras demostrar tu punto, sacando uno al azar de ahí -quitando primero la chincheta, para evitar romperlo- y enseñárselo. Triunfal se lo pusiste delante, como si acabases de realizar un esfuerzo titánico merecedor de pleno reconocimiento. Era una forma silenciosa de decir "tachán", pero sin parecer una cría repipi a la que le faltaban un par de grados del último hervor. En su lugar, así simplemente parecías un poco estúpida. Sí, Alice, parecías un poco estúpida.
- Lo siento, igual ha sido descortés -terminaste reconociendo-. Ahora coloco de vuelta el cartel. ¿Tenéis algún bollito o pastas para acompañar el té?
Tras eso, simplemente, caminaste hasta una pequeña mesa de madera libre, sentándote a esperar tu pedido.
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La joven me pidió un té negro con pimienta. No parecía haberme escuchado bien lo que le había preguntado, sin decir nada en absoluto me giré para ir a buscar el té de la chica, aunque hubiese sido algo descortés. Sin embargo, apenas me había girado cuando me hizo un comentario por los carteles que había en el tablón. Estaba claramente ofendida por aquello y se burló con que deberían de estar enmarcados para que se conservasen mejor y de esa forma no se estropeasen.
Pero su queja no se quedó ahí y cogió un cartel y me lo colocó delante de la cara, claramente tenía toda la razón. Si querían conservarlos mejor era la mejor opción, pero yo no creía que estuviesen ahí porque a los propietarios les cayesen bien los piratas o los criminales. Le sonreí y me dirigí a la barra a hacer el pedido, e imaginándome, quizás erróneamente por el aspecto que tenía, pedí algo de acompañamiento con el té.
Tras un par de minutos me pusieron los tés en un par de tazas junto con un plato con unas pastas que parecían caseras y no tenían mala pinta. Pagué ambas consumiciones y cogí las bebidas con una mano y con cuidado para que no se derramasen y con la otra mano el plato con las pastas. Fui hasta la mesa en la que se había sentado la chica y puse su orden delante de ella, colocándola como en el mejor de los restaurantes le presentarían la bebida, mientras que frente a una silla a su lado mi bebida y entre ambas bebidas el plato de pastas.
-No te preocupes, seguro que tienes tus motivos. Por el cartel no te preocupes lo iba a coger yo antes de que me pidieses tu té – le dije mientras me sentaba en una silla a su lado, cogí una pasta le di un pequeño mordisco –. Si quiere mi opinión creo que los carteles los ponen para que los turistas como nosotros tengamos cuidado con esas personas. Por cierto, me llamo Morgoth, encantado.
Observé a la chica con curiosidad por su reacción ante el que me hubiese sentado con ella, esperaba que a pesar de aquella prepotencia se diese cuenta de que yo no trabajaba allí, mientras me volví a centrar en Katua para escuchar los rumores que había en el local. Justo cuando iba a dejar de centrarme en la sombra escuché el hombre del tipo que buscaba. Parecía ser que el tal Clodoaldo había llegado hacía poco tiempo a la isla, pero que se encontraba en otra parte de la ciudad buscando más camaradas, parecía ser que se encontraba en Didrik Pining y no se quedaría más que un par de días.
Pero su queja no se quedó ahí y cogió un cartel y me lo colocó delante de la cara, claramente tenía toda la razón. Si querían conservarlos mejor era la mejor opción, pero yo no creía que estuviesen ahí porque a los propietarios les cayesen bien los piratas o los criminales. Le sonreí y me dirigí a la barra a hacer el pedido, e imaginándome, quizás erróneamente por el aspecto que tenía, pedí algo de acompañamiento con el té.
Tras un par de minutos me pusieron los tés en un par de tazas junto con un plato con unas pastas que parecían caseras y no tenían mala pinta. Pagué ambas consumiciones y cogí las bebidas con una mano y con cuidado para que no se derramasen y con la otra mano el plato con las pastas. Fui hasta la mesa en la que se había sentado la chica y puse su orden delante de ella, colocándola como en el mejor de los restaurantes le presentarían la bebida, mientras que frente a una silla a su lado mi bebida y entre ambas bebidas el plato de pastas.
-No te preocupes, seguro que tienes tus motivos. Por el cartel no te preocupes lo iba a coger yo antes de que me pidieses tu té – le dije mientras me sentaba en una silla a su lado, cogí una pasta le di un pequeño mordisco –. Si quiere mi opinión creo que los carteles los ponen para que los turistas como nosotros tengamos cuidado con esas personas. Por cierto, me llamo Morgoth, encantado.
Observé a la chica con curiosidad por su reacción ante el que me hubiese sentado con ella, esperaba que a pesar de aquella prepotencia se diese cuenta de que yo no trabajaba allí, mientras me volví a centrar en Katua para escuchar los rumores que había en el local. Justo cuando iba a dejar de centrarme en la sombra escuché el hombre del tipo que buscaba. Parecía ser que el tal Clodoaldo había llegado hacía poco tiempo a la isla, pero que se encontraba en otra parte de la ciudad buscando más camaradas, parecía ser que se encontraba en Didrik Pining y no se quedaría más que un par de días.
Te desconcertó su respuesta. ¿Pensaba recogerlo él? Lo miraste de arriba a abajo, cuestionando si se trataría de otro cazador. No tenía pinta de cazarrecompensas, claro, pero tú tampoco. Además, ¿por qué se haría cazarrecompensas un camarero? Ah, tenía mucho más sentido así: Para que los forasteros estuviésemos alerta. Espera, ¿entonces él no era el camarero? El rojo de tus mejillas afloró con tanta intensidad que lo sentiste quemarte la piel. Apuraste tus pasos hasta la mesa como si tratases de huir de la vergüenza, pero no era posible: Por un lado, no se iba de tu cabeza; por el otro... Te llevó el dichoso té sin protestar para, acto seguido, sentarse frente a ti como si fuese lo más normal del mundo.
Los primeros segundos te quedaste con la mirada fija en él y un rictus que pretendía ser una sonrisa. Era la primera vez en tu vida que se te hacía antinatural sonreír. Dejaste pasar un rato, baqueteando la mesa con los dedos antes de agarrar con nervio la taza de té y beber, aunque era más una excusa para mirar hacia otro lado y se te puso la cara aún más roja, esta vez porque te quemabas la lengua. Tragaste con dificultad, tosiste, maldijiste en voz no muy baja y volviste a mirarlo. Ya habías hecho el ridículo, ¿por qué estar nerviosa ahora? ¿No? El corazón seguía latiéndote a mil, así que quizá podríamos decir que no salió del todo bien. Tampoco era planificado, al fin y al cabo.
- Alice -dijiste entonces, nada más dejó de arderte la lengua-. Yo me llamo Alice. Encantada.
Te concentraste en evadir sus ojos colocando tu mirada en el cartel. Al final te lo habías llevado contigo y, mientras observabas la descorazonadora foto que ilustraba el rostro de... ¿Clodoaldo? Parpadeaste un par de veces, confusa. Su carencia de apellido y el sobrenombre del taladro te hicieron dar la vuelta al cartel, en busca de un breve historial. Historial que, de hecho, no era breve. Para ganarse sus veinte millones de recompensa sobre la cabeza habían pasado por perforar con un instrumento desconocido la cabeza de no menos de trece personas, robos a mano armada -varios con asesinatos incluidos-, no menos de medio centenar de asesinatos en total... Se te revolvió un poco el estómago. Veinte millones no era la cifra más alta que se podía alcanzar en el Grand Line, estaba muy lejos de serlo, pero el Taladro era la clase de monstruo que merecía pasar sus días en prisión.
Te llevaste una galleta a la boca. Insulsa, como poco, pero tampoco se podía esperar mucho más de aquel lugar. Estabas en Bloothe, no en Little Paradise; aunque si estuvieses en Little Paradise seguramente no te estarías planteando capturar a ese tipo. Era un lugar al que te gustaba poder regresar de vez en cuando, a pesar de todo.
- Parece un tipo pintoresco -concluiste-. Quizá que esté su cartel ahí tenga que ver con la racha de... -Paraste por un momento-. ¿Has leído el Diario de Economía Mundial últimamente? Decían cosas interesantes sobre la isla Gyojin.
Esperabas que entendiese la indirecta. No parecía ser un sitio terrible, pero desde luego estaba lejos de ser un buen sitio para charlar.
Los primeros segundos te quedaste con la mirada fija en él y un rictus que pretendía ser una sonrisa. Era la primera vez en tu vida que se te hacía antinatural sonreír. Dejaste pasar un rato, baqueteando la mesa con los dedos antes de agarrar con nervio la taza de té y beber, aunque era más una excusa para mirar hacia otro lado y se te puso la cara aún más roja, esta vez porque te quemabas la lengua. Tragaste con dificultad, tosiste, maldijiste en voz no muy baja y volviste a mirarlo. Ya habías hecho el ridículo, ¿por qué estar nerviosa ahora? ¿No? El corazón seguía latiéndote a mil, así que quizá podríamos decir que no salió del todo bien. Tampoco era planificado, al fin y al cabo.
- Alice -dijiste entonces, nada más dejó de arderte la lengua-. Yo me llamo Alice. Encantada.
Te concentraste en evadir sus ojos colocando tu mirada en el cartel. Al final te lo habías llevado contigo y, mientras observabas la descorazonadora foto que ilustraba el rostro de... ¿Clodoaldo? Parpadeaste un par de veces, confusa. Su carencia de apellido y el sobrenombre del taladro te hicieron dar la vuelta al cartel, en busca de un breve historial. Historial que, de hecho, no era breve. Para ganarse sus veinte millones de recompensa sobre la cabeza habían pasado por perforar con un instrumento desconocido la cabeza de no menos de trece personas, robos a mano armada -varios con asesinatos incluidos-, no menos de medio centenar de asesinatos en total... Se te revolvió un poco el estómago. Veinte millones no era la cifra más alta que se podía alcanzar en el Grand Line, estaba muy lejos de serlo, pero el Taladro era la clase de monstruo que merecía pasar sus días en prisión.
Te llevaste una galleta a la boca. Insulsa, como poco, pero tampoco se podía esperar mucho más de aquel lugar. Estabas en Bloothe, no en Little Paradise; aunque si estuvieses en Little Paradise seguramente no te estarías planteando capturar a ese tipo. Era un lugar al que te gustaba poder regresar de vez en cuando, a pesar de todo.
- Parece un tipo pintoresco -concluiste-. Quizá que esté su cartel ahí tenga que ver con la racha de... -Paraste por un momento-. ¿Has leído el Diario de Economía Mundial últimamente? Decían cosas interesantes sobre la isla Gyojin.
Esperabas que entendiese la indirecta. No parecía ser un sitio terrible, pero desde luego estaba lejos de ser un buen sitio para charlar.
Morgoth
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Características
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Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Sin duda alguna la chica parecía completamente avergonzada de lo que había pasado y el error que había cometido confundiéndome con un camarero del local. No se lo podía reprochar, salvo por la chaqueta larga mis pintas podían pasar perfectamente por las de un metre. Tras presentarse como Alice, la chica se quedó callada por completo, haciendo un silencio incómodo entre los dos, aunque a mí no me importaba y, de hecho, el color rojizo que le había aparecido en las mejillas la hacía más guapa.
Mientras degustaba el té me fijé en el aroma que desprendía la joven, de un color azul celeste, parecía una mezcla de varias cosas, pero que sin duda alguna le quedaba tremendamente bien. Abrí la boca para hacerle una pregunta, sin embargo, ella se adelantó e hizo un comentario acerca del tipo del cartel y luego sobre la isla Gyojin que mencionaban en un periódico.
-La verdad es que sí, ha de ser alguien bastante pintoresco y seguro que bastante carismático y con información – le respondí tranquilamente, luego continue hablando más bajo y acercándome un poco a la chica –. Y bueno, he estado un par de meses centrándome en recuperarme de unas lesiones y huesos rotos que tenía, así que no me preocupé de leer ningún diario, de hecho, me enteré de la muerte del subcapitán de Kepler un poco de casualidad – cogí otra pasta y volví a ponerme cómodo en la silla – Si quieres, podemos ir a Didrik Pining a preguntarle unas cuantas cosas a nuestro amigo, Estoy seguro que no es un lugar ni la mitad de agradable que este, pero seguro que alguna respuesta tendremos.
Esperé la respuesta de la chica, sin embargo, tenía claro que una vez terminase mi té iría a buscar al tal Clodoaldo. Sabía que, a pesar del nombre tan absurdo, la recompensa era algo a tener a tener en cuenta, apenas estábamos al inicio del paraíso, y un precio por su cabeza de tal dimensión significaba que había provocado unos altercados bastante importantes.
No me demoré en terminar mi consumición, me levanté de la silla y con un elegante saludo me despedí de la chica para ir a por mi objetivo, antes de marcharme recogí el cartel luego silbé y Katua vino hasta mí y con un par de saltos se colocó sobre mi hombro izquierdo. Acaricié al animal mientras salía del establecimiento. Cuando salí me dirigí a un tipo que parecía un lugareño por sus formas de vestir y le pregunté por la localización de la taberna donde se suponía que se encontraría el pirata. El hombre amablemente me indicó como llegar hasta allí, pero lo acompañó con una advertencia para que no fuese dado, que según sus palabras textuales “Por allí no iban buenas piezas”.
Mientras degustaba el té me fijé en el aroma que desprendía la joven, de un color azul celeste, parecía una mezcla de varias cosas, pero que sin duda alguna le quedaba tremendamente bien. Abrí la boca para hacerle una pregunta, sin embargo, ella se adelantó e hizo un comentario acerca del tipo del cartel y luego sobre la isla Gyojin que mencionaban en un periódico.
-La verdad es que sí, ha de ser alguien bastante pintoresco y seguro que bastante carismático y con información – le respondí tranquilamente, luego continue hablando más bajo y acercándome un poco a la chica –. Y bueno, he estado un par de meses centrándome en recuperarme de unas lesiones y huesos rotos que tenía, así que no me preocupé de leer ningún diario, de hecho, me enteré de la muerte del subcapitán de Kepler un poco de casualidad – cogí otra pasta y volví a ponerme cómodo en la silla – Si quieres, podemos ir a Didrik Pining a preguntarle unas cuantas cosas a nuestro amigo, Estoy seguro que no es un lugar ni la mitad de agradable que este, pero seguro que alguna respuesta tendremos.
Esperé la respuesta de la chica, sin embargo, tenía claro que una vez terminase mi té iría a buscar al tal Clodoaldo. Sabía que, a pesar del nombre tan absurdo, la recompensa era algo a tener a tener en cuenta, apenas estábamos al inicio del paraíso, y un precio por su cabeza de tal dimensión significaba que había provocado unos altercados bastante importantes.
No me demoré en terminar mi consumición, me levanté de la silla y con un elegante saludo me despedí de la chica para ir a por mi objetivo, antes de marcharme recogí el cartel luego silbé y Katua vino hasta mí y con un par de saltos se colocó sobre mi hombro izquierdo. Acaricié al animal mientras salía del establecimiento. Cuando salí me dirigí a un tipo que parecía un lugareño por sus formas de vestir y le pregunté por la localización de la taberna donde se suponía que se encontraría el pirata. El hombre amablemente me indicó como llegar hasta allí, pero lo acompañó con una advertencia para que no fuese dado, que según sus palabras textuales “Por allí no iban buenas piezas”.
Un sano nivel de paranoia, combinado con una cierta incapacidad para mentir, era quizá una de tus más bellas cualidades. Quizá no positiva, pero sí bella. Morgoth no parecía haber leído nada acerca de la isla Gyojin por unas lesiones -una excusa que desvelaba cierto carácter dejado o, como mínimo, despreocupado-. De haberlo leído sabría que el mismo artículo hablaba tanto de Ryugu como de Bloothe, por lo que no había razones para desvelar que buscabais... No, no. No. ¿Estaba loco? Buscaba al asesino de Chris Foam. Si bien era cierto que más o menos tú buscabas algo similar no pretendías encontrarte a nadie vivo, mientras que él pretendía meterse de lleno en la boca del lobo.
- Me parece bien. -¿Qué? ¿Cómo que te parecía bien? No podía parecerte bien-. Desde luego, parece más divertido que quedarme aquí y jugar a las señoritas.
Oh, cielo santo. Así que era eso. Daba igual que fueses inteligente, al final del día cualquier cosa que pareciese mínimamente peligrosa te guiaba como la luz de una vela a las polillas. Eras lo suficientemente lista como para no ir en línea recta hacia ella, pero lo suficientemente básica como para avanzar aun sabiendo que muy probablemente te quemases. Lógicamente no pretendías meterte en la boca del lobo, o al menos esa no era tu idea fundamental, pero una bombillita se había iluminado gritando "peligro". En lugar de tomarlo como una alerta, tus ojos brillaban a su reflejo con la ilusión de un niño con juguetes nuevos.
No terminaste el té. No era malo, tampoco bueno, y ya había algo en el horizonte que no solo te guiaba en tus pesquisas, sino que además amenazaba con elevar enormemente tus niveles de adrenalina. Ya solo la mera idea de acercarte al riesgo hacía que todo lo demás pasase a un segundo plano. Sacaste unos pocos billetes del bolso sin dejar que la cartera asomase -llevabas cerca de cinco millones en efectivo- y los pusiste sobre la mesa; mientras lo hacías, te levantaste con tanto ímpetu que la silla cayó hacia atrás con un ruido sordo. Por un momento todo el mundo miró hacia ti. Tú agachaste la mirada, mascullaste unas disculpas en voz baja y levantaste la silla cuidadosamente. Miraste a Morgoth, tratando de ignorar lo que acababa de suceder.
- Llévame a Didrik -solicitaste-. Cuanto antes mejor.
Te encaminaste a la puerta con decisión, pero un tipo desde una mesa te agarró la muñeca. Pudiste parar a tiempo antes del tirón, pero algo bulló dentro de ti. Lo miraste con una mezcla de miedo, pero sobre todo furia. Ya no reaccionabas con instinto asesino como hacía unos meses, pero aun así todo tu cuerpo se tensó al instante hasta que te diste cuenta de que era Bill.
- ¡Guapa! -exclamó con voz de borracho-. ¿No quiere quedarte un ratito con nosotros? Lo pasharás bie.
Respiraste profundamente. Él, por su parte, te dejó con la otra mano un trozo de papel entre los dedos, que escondiste en tu palma rápidamente.
- ¡Quita! -gritaste con desprecio, dando un tirón al que no se resistió-. Putos borrachos.
Al salir de la taberna revisaste el papel: Era un fragmento de cartel doblado con un nombre y una recompensa. El nombre, Dark Matters, junto a una recompensa de cuatro cientos cincuenta y siete millones de berries y una frase escrita a mano en el reverso te daban algunas pistas que estabas segura de no entender del todo bien. ¿Qué podía significar "El ojo ciego te mira"? Agh, todo sería mucho más fácil si Bill tuviese mejor letra. En cualquier caso, guardaste el papel en tu escote rápidamente y esperaste por Morgoth.
- Me parece bien. -¿Qué? ¿Cómo que te parecía bien? No podía parecerte bien-. Desde luego, parece más divertido que quedarme aquí y jugar a las señoritas.
Oh, cielo santo. Así que era eso. Daba igual que fueses inteligente, al final del día cualquier cosa que pareciese mínimamente peligrosa te guiaba como la luz de una vela a las polillas. Eras lo suficientemente lista como para no ir en línea recta hacia ella, pero lo suficientemente básica como para avanzar aun sabiendo que muy probablemente te quemases. Lógicamente no pretendías meterte en la boca del lobo, o al menos esa no era tu idea fundamental, pero una bombillita se había iluminado gritando "peligro". En lugar de tomarlo como una alerta, tus ojos brillaban a su reflejo con la ilusión de un niño con juguetes nuevos.
No terminaste el té. No era malo, tampoco bueno, y ya había algo en el horizonte que no solo te guiaba en tus pesquisas, sino que además amenazaba con elevar enormemente tus niveles de adrenalina. Ya solo la mera idea de acercarte al riesgo hacía que todo lo demás pasase a un segundo plano. Sacaste unos pocos billetes del bolso sin dejar que la cartera asomase -llevabas cerca de cinco millones en efectivo- y los pusiste sobre la mesa; mientras lo hacías, te levantaste con tanto ímpetu que la silla cayó hacia atrás con un ruido sordo. Por un momento todo el mundo miró hacia ti. Tú agachaste la mirada, mascullaste unas disculpas en voz baja y levantaste la silla cuidadosamente. Miraste a Morgoth, tratando de ignorar lo que acababa de suceder.
- Llévame a Didrik -solicitaste-. Cuanto antes mejor.
Te encaminaste a la puerta con decisión, pero un tipo desde una mesa te agarró la muñeca. Pudiste parar a tiempo antes del tirón, pero algo bulló dentro de ti. Lo miraste con una mezcla de miedo, pero sobre todo furia. Ya no reaccionabas con instinto asesino como hacía unos meses, pero aun así todo tu cuerpo se tensó al instante hasta que te diste cuenta de que era Bill.
- ¡Guapa! -exclamó con voz de borracho-. ¿No quiere quedarte un ratito con nosotros? Lo pasharás bie.
Respiraste profundamente. Él, por su parte, te dejó con la otra mano un trozo de papel entre los dedos, que escondiste en tu palma rápidamente.
- ¡Quita! -gritaste con desprecio, dando un tirón al que no se resistió-. Putos borrachos.
Al salir de la taberna revisaste el papel: Era un fragmento de cartel doblado con un nombre y una recompensa. El nombre, Dark Matters, junto a una recompensa de cuatro cientos cincuenta y siete millones de berries y una frase escrita a mano en el reverso te daban algunas pistas que estabas segura de no entender del todo bien. ¿Qué podía significar "El ojo ciego te mira"? Agh, todo sería mucho más fácil si Bill tuviese mejor letra. En cualquier caso, guardaste el papel en tu escote rápidamente y esperaste por Morgoth.
Morgoth
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La chica no dudó mucho a la hora de aceptar el querer ir a por el pirata. Parecía bastante decidida y con ganas de hacerlo. Según me adelanté para ir a preguntar por indicaciones escuché un ruido, parecía que se había levantad tan efusivamente que había tirado la silla. Al hacerlo dejó unos billetes en la mesa. ¿Por qué lo hacía si ya estaba todo pagado? No dije nada y salí del local.
Tras preguntar indicaciones volví a donde estaba la chica, que por alguna razón es estaba guardando algo en el escote, parecía un papel. Me comenzaba a preguntar si de verdad era buena idea llevarla. Su comportamiento era cuanto menos extraño y sospechoso. Esperé a que terminase de prepararse y mientras le transmití las indicaciones a Raven quien a una orden cuando estuvimos preparados comenzó a volar para guiarnos. No sabía si la chica se daría cuenta de que seguíamos al cuervo, sin embargo, intenté disimular.
-¿Y qué le trae por esta isla tan fría, señorita? – le pregunté a la vez que me rascaba un momento en el cuello, las vendas comenzaban a picarme, por suerte llevaba la mitad de las que había tenido una semana atrás –. Por cierto, ¿qué perfume llevas? Su color es muy bonito.
El cuervo nos iba llevando por las calles menos transitadas para evitar miradas y líos innecesarios que podían retrasarnos o involucrarnos, y lo más importante para mí, no me levantaría tanto dolor de cabeza. Mientras caminábamos en mi mente iba imaginado situaciones en las que podríamos vernos involucrados cuando nos encontrásemos con aquel tipo. Debíamos de andar con cuidado y tener algún as en la manga.
Mientras avanzábamos fingí tropezar y me apoyé un momento en la chica apoyando mi mano sobre ella. Aproveché aquel momento para que la sombra de Otsoa pasase a estar en la de la chica. En caso de que las cosas se pusiesen turbias el lobo podría ganarle algo de tiempo para huir, a fin de cuentas, la chica se estaba involucrando en algo que era posible que de forma normal no se habría metido y no quería cargar con el hecho de que le pasase algo por mi culpa.
-Personalmente no me interesa lo que le haya pasado al pirata aquel, tengo otros motivos para investigar el caso. Busco pistas de otra persona y me dijeron que podría estar relacionado todo esto, y bueno no me extrañaría. – dije cuando entramos en la calle en la que se encontraba la taberna.
Tras preguntar indicaciones volví a donde estaba la chica, que por alguna razón es estaba guardando algo en el escote, parecía un papel. Me comenzaba a preguntar si de verdad era buena idea llevarla. Su comportamiento era cuanto menos extraño y sospechoso. Esperé a que terminase de prepararse y mientras le transmití las indicaciones a Raven quien a una orden cuando estuvimos preparados comenzó a volar para guiarnos. No sabía si la chica se daría cuenta de que seguíamos al cuervo, sin embargo, intenté disimular.
-¿Y qué le trae por esta isla tan fría, señorita? – le pregunté a la vez que me rascaba un momento en el cuello, las vendas comenzaban a picarme, por suerte llevaba la mitad de las que había tenido una semana atrás –. Por cierto, ¿qué perfume llevas? Su color es muy bonito.
El cuervo nos iba llevando por las calles menos transitadas para evitar miradas y líos innecesarios que podían retrasarnos o involucrarnos, y lo más importante para mí, no me levantaría tanto dolor de cabeza. Mientras caminábamos en mi mente iba imaginado situaciones en las que podríamos vernos involucrados cuando nos encontrásemos con aquel tipo. Debíamos de andar con cuidado y tener algún as en la manga.
Mientras avanzábamos fingí tropezar y me apoyé un momento en la chica apoyando mi mano sobre ella. Aproveché aquel momento para que la sombra de Otsoa pasase a estar en la de la chica. En caso de que las cosas se pusiesen turbias el lobo podría ganarle algo de tiempo para huir, a fin de cuentas, la chica se estaba involucrando en algo que era posible que de forma normal no se habría metido y no quería cargar con el hecho de que le pasase algo por mi culpa.
-Personalmente no me interesa lo que le haya pasado al pirata aquel, tengo otros motivos para investigar el caso. Busco pistas de otra persona y me dijeron que podría estar relacionado todo esto, y bueno no me extrañaría. – dije cuando entramos en la calle en la que se encontraba la taberna.
Morgoth no tardó en aparecer, justo mientras terminabas de acomodar la nota. No era difícil de ocultar ni había que hacer grandes aspavientos, pero que se percatase te hizo pensar que quizá deberías haber escondido el papel directamente en el bolso, o incluso en el dobladillo de la falda. Cerraste la chaqueta por delante de ti para cubrirte del frío y, en cierta medida, de las miradas que pudiese echarte encima tu peculiar acompañante, por una u otra razón. Bloothe era una isla invernal, y aunque el frío no era algo que te molestase especialmente preferías no estar completamente expuesta a él constantemente.
- ¿Además de disfrutar del paisaje? -Señalaste con la mano abierta a un hombre tirado frente a un portal. Agarraba una botella de vino y olía a orina reciente-. Nunca es mal momento para ver los ríos de sangre de Bloothe o acercarse a las cabras en sus montañas. -Desde que habías descubierto que no contestar a las preguntas era una opción que al mentir se te notase todo había dejado de ser un problema para ti-. Mi... ¿Perfume? ¿Azul?
Pensaste por un momento, sin saber qué responder. Aquel día utilizabas higo y pimienta negra, un perfume que te recordaba ligeramente a los paseos por el campo. ¿Pero cómo podía ver alguien los olores? Quizá poseía Haki de observación en alguna medida, aún sin controlarlo. ¿Era una forma de explicarte sus habilidades? Un lenguaje secreto confuso y contradictorio, difícil de entender sin e... ¡Espera un momento!
- ¡Sinestesia! -exclamaste. No como un clamor al cielo, pero sí con cierta emoción-. Tienes los sentidos cruzados, de manera que tu cerebro traduce algunos estímulos... Como visuales. Por lo menos no se te ha llenado la boca de sabor a higos.
Se tropezó, apoyándose en ti para evitar caer. Tú trastabillaste, convirtiendo tu esqueleto en oscuridad para evitar riesgos. Sentiste que el aliento te faltaba y un suspiro dejó escapar tu sonrisa, forzada, mientras Morgpth recuperaba el equilibrio. Tuviste que parar por un momento, conteniendo la respiración para no soltar un chillido.
- Ten más cuidado, por favor -solicitaste-. Por si no lo has notado, soy una dulce y frágil dama.
El camino no tuvo muchos más imprevistos. Un par de mendigos que pedían limosna, más miradas perversas de las que habías recibido jamás en Little Paradise y algún que otro tipo sospechoso que se daba la vuelta al veros por la misma calle que él. Sabías que cualquiera de ellos podía fácilmente ser un asesino o estar a punto de pelearse a muerte con alguien, pero preferiste pensar que eran simples camellos. Morgoth al parecer no tenía interés en la muerte de Foam, sino que perseguía otros intereses casualmente relacionados con él. Tú, por tu parte, con descansar de Hayato y Sasaki por un rato tenías suficiente.
- Yo solo quiero enterarme de qué está pasando, la verdad -reconociste, encogiéndote de hombros-. Estaba casi atracando cuando me llegaron las noticias. Y si de por medio puedo sacar algo de rendimiento... Bueno, estará bien.
Abriste la puerta de Didrik cuando la tuviste al alcance de la mano, sosteniéndosela a Morgoth. El interior era tenue y oscuro, apenas iluminado por lámparas mortecinas y con un hombre sentado frente a un piano cantando Little drop of poison. No era el arreglo más habilidoso que habías escuchado, pero efectivamente era un lugar mucho más peligroso que la Dama de hierro.
- ¿Además de disfrutar del paisaje? -Señalaste con la mano abierta a un hombre tirado frente a un portal. Agarraba una botella de vino y olía a orina reciente-. Nunca es mal momento para ver los ríos de sangre de Bloothe o acercarse a las cabras en sus montañas. -Desde que habías descubierto que no contestar a las preguntas era una opción que al mentir se te notase todo había dejado de ser un problema para ti-. Mi... ¿Perfume? ¿Azul?
Pensaste por un momento, sin saber qué responder. Aquel día utilizabas higo y pimienta negra, un perfume que te recordaba ligeramente a los paseos por el campo. ¿Pero cómo podía ver alguien los olores? Quizá poseía Haki de observación en alguna medida, aún sin controlarlo. ¿Era una forma de explicarte sus habilidades? Un lenguaje secreto confuso y contradictorio, difícil de entender sin e... ¡Espera un momento!
- ¡Sinestesia! -exclamaste. No como un clamor al cielo, pero sí con cierta emoción-. Tienes los sentidos cruzados, de manera que tu cerebro traduce algunos estímulos... Como visuales. Por lo menos no se te ha llenado la boca de sabor a higos.
Se tropezó, apoyándose en ti para evitar caer. Tú trastabillaste, convirtiendo tu esqueleto en oscuridad para evitar riesgos. Sentiste que el aliento te faltaba y un suspiro dejó escapar tu sonrisa, forzada, mientras Morgpth recuperaba el equilibrio. Tuviste que parar por un momento, conteniendo la respiración para no soltar un chillido.
- Ten más cuidado, por favor -solicitaste-. Por si no lo has notado, soy una dulce y frágil dama.
El camino no tuvo muchos más imprevistos. Un par de mendigos que pedían limosna, más miradas perversas de las que habías recibido jamás en Little Paradise y algún que otro tipo sospechoso que se daba la vuelta al veros por la misma calle que él. Sabías que cualquiera de ellos podía fácilmente ser un asesino o estar a punto de pelearse a muerte con alguien, pero preferiste pensar que eran simples camellos. Morgoth al parecer no tenía interés en la muerte de Foam, sino que perseguía otros intereses casualmente relacionados con él. Tú, por tu parte, con descansar de Hayato y Sasaki por un rato tenías suficiente.
- Yo solo quiero enterarme de qué está pasando, la verdad -reconociste, encogiéndote de hombros-. Estaba casi atracando cuando me llegaron las noticias. Y si de por medio puedo sacar algo de rendimiento... Bueno, estará bien.
Abriste la puerta de Didrik cuando la tuviste al alcance de la mano, sosteniéndosela a Morgoth. El interior era tenue y oscuro, apenas iluminado por lámparas mortecinas y con un hombre sentado frente a un piano cantando Little drop of poison. No era el arreglo más habilidoso que habías escuchado, pero efectivamente era un lugar mucho más peligroso que la Dama de hierro.
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La respuesta de la chica a la pregunta de que hacía ella en la isla fue bastante vaga y algo irónica cuando le seguí con la vista hacia un mendigo borracho y meado que había en el portal de una casa. Por otra parte, cuando le pregunté por su perfume, la chica se quedó callada, como cavilando la respuesta. En ese tiempo me di cuenta de lo que le había dicho y que sin duda alguna había sido algo bastante extraño. La vergüenza que me dio haber dicho aquello se me comenzó a notar cuando la cara se me comenzó a poner roja, fui a corregir la pregunta, pero la chica comenzó a hablar. Parecía que sabía que conocía la enfermedad y luego se apiadó de que no fuera el gusto lo que tuviese alterado.
-Yo a veces lo agradecería, los sitios extremadamente concurridos suponen un autentico dolor de cabeza, – le expliqué – literalmente. Es tanta la información que recibo a veces que supone un gran problema.
Concentrado en la respuesta es cuando me tropecé y el que me apoyase en ella ligeramente no pareció gustarle en absoluto y una ligera reprimenda me cayó.
-La próxima vez que decida tropezarme lo tendré en cuenta.
Le decía la verdad, pero, ¿quién se creería que una persona se tropezaba a propósito? A pesar de esto, la chica siguió bastante receptiva a seguir conversando y su interés por lo que había sucedido es meramente cotilleo. No podía negárselo, por lo que había escuchado el subcapitán de uno de los piratas más buscados del mundo había sido asesinado, eso no pasaba todos los días o por lo menos no de forma tan discreta.
La joven fue la primera en acercarse a la puerta de la taberna, la cual ya apuntaba maneras desde la entrada por su aspecto. Abrió la puerta y dejó ver un interior apenas iluminado con un montón de colores que mezclados parecían algo entre barro y vómito. Cerré los ojos para prepararme mentalmente y le di a Raven la orden de que entrase en el local, por su parte, Katua entró silenciosamente por el suelo habiéndose bajado de mi hombro antes.
El cuervo de sombra entró a la vez que lo hacía yo, por mi parte, le hice un gesto de agradecimiento a la chica que me sujetaba la puerta y cuando terminé de entrar pude ver como Raven andaba revoloteando por todo el local y causando un pequeño revuelo que se pasó cuando la chica entró y el pájaro salió. Miré alrededor y localicé a nuestro objetivo, se encontraba con un par de tipos más sentado cerca del piano que ambientaba la taberna parecía ya bastante bebido y montaba bastante jolgorio. Me acerqué a la barra y pedí una jarra de cerveza que pagué con unas monedas.
-Bueno, ¿Cómo abordamos el tema?
-Yo a veces lo agradecería, los sitios extremadamente concurridos suponen un autentico dolor de cabeza, – le expliqué – literalmente. Es tanta la información que recibo a veces que supone un gran problema.
Concentrado en la respuesta es cuando me tropecé y el que me apoyase en ella ligeramente no pareció gustarle en absoluto y una ligera reprimenda me cayó.
-La próxima vez que decida tropezarme lo tendré en cuenta.
Le decía la verdad, pero, ¿quién se creería que una persona se tropezaba a propósito? A pesar de esto, la chica siguió bastante receptiva a seguir conversando y su interés por lo que había sucedido es meramente cotilleo. No podía negárselo, por lo que había escuchado el subcapitán de uno de los piratas más buscados del mundo había sido asesinado, eso no pasaba todos los días o por lo menos no de forma tan discreta.
La joven fue la primera en acercarse a la puerta de la taberna, la cual ya apuntaba maneras desde la entrada por su aspecto. Abrió la puerta y dejó ver un interior apenas iluminado con un montón de colores que mezclados parecían algo entre barro y vómito. Cerré los ojos para prepararme mentalmente y le di a Raven la orden de que entrase en el local, por su parte, Katua entró silenciosamente por el suelo habiéndose bajado de mi hombro antes.
El cuervo de sombra entró a la vez que lo hacía yo, por mi parte, le hice un gesto de agradecimiento a la chica que me sujetaba la puerta y cuando terminé de entrar pude ver como Raven andaba revoloteando por todo el local y causando un pequeño revuelo que se pasó cuando la chica entró y el pájaro salió. Miré alrededor y localicé a nuestro objetivo, se encontraba con un par de tipos más sentado cerca del piano que ambientaba la taberna parecía ya bastante bebido y montaba bastante jolgorio. Me acerqué a la barra y pedí una jarra de cerveza que pagué con unas monedas.
-Bueno, ¿Cómo abordamos el tema?
- Gracias -repusiste, con cierta burla-. Eres todo un caballero.
Morgoth entró delante de ti al local. Era oscuro y pestilente pero al menos tenía buena música -o algo así-. Cuando tú entraste, concentrada en todo lo que pudieses captar, te pareció que algo volaba por encima de tu cabeza mientras cruzabas el umbral. ¿Alguna clase de sistema de vigilancia? ¿Un usuario? Un escalofrío recorrió tu cuerpo por un instante mientras un centenar de teorías a cada cual más absurda se iban fraguando en tu cabeza hasta que el olor del local te sacó de tu ensimismamiento. Y la pregunta de tu acompañante también.
Tu reacción fue parpadear un par de veces, confusa. Si bien te gustaba más mandar de lo que estabas dispuesta a reconocer, muy poca gente aceptaba darte el mando sin que tuvieses que demostrar nada antes. Ese chico, para bien o para mal, era diferente: Tenía la cabeza al revés que los demás. Aunque, en realidad, teniendo en cuenta sus sentidos, era casi tan literal como metafórico.
- Depende. ¿A quién buscas? -Esperabas un nombre, claro, pero en realidad tu pregunta se enfocaba en detalles acerca de las personas a quienes buscaba. Eso hacía mucho más fácil cualquier búsqueda, aunque no te ibas a parar a detallarle por qué era lo ideal-. Más importante aún, ¿quién tiene información aquí dentro?
Lo cierto era que no sabías cómo Morgoth había descubierto el sitio. De hecho, que pudiese tratar de tenderte una trampa era una opción que habías sopesado fugazmente, desechándola por improbable y, sobre todo, por poco divertida. No obstante no sabías nada acerca de él, ni mucho menos de Didrik. Lo que fuera que pudiese haber en el lugar lo conocía él, no tú, por lo que tus aproximaciones serían francamente imprecisas. Aun así, mientras esperabas su respuesta, analizaste el entorno.
- Tienen una planta superior y un sótano, pero también más puertas de las que necesitaría una taberna ordinaria -señalaste-. Baños, cocina, almacén, y... ¿Cuál será? -Había dos puertas de más. Si bien no podías asegurarlo y seguramente hubiese más usos en una taberna que los que a ti se te ocurrían, si al muchacho le había llegado el soplo de que ahí obtendría información seguramente la hubiese, siempre y cuando pudiese pagar el precio que valía-. Ven conmigo.
Te acercaste a la barra sin particular cuidado. Algunas manos se te acercaban peligrosamente, pero con la gracia de una bailarina las esquivabas con naturalidad tratando de fingir -aunque fingías de pena- que ni te habías enterado. Una vez frente al madero te sentaste en una banqueta y esperaste al mesonero, sacando nuevamente unos billetes que mantuviste ocultos en la palma de tu mano.
- Una cerveza negra, por favor -ordenaste-. Y quiero verle.
Sirvió la cerveza sin cuidado, dejando demasiada espuma y en un vaso algo sucio. Sus dientes tampoco eran demasiado bonitos, pero al menos tenía sonrisa amable.
- ¿Ver a quién?
- Tú ya lo sabes. -Pusiste un par de billetes sobre la mesa. Fue a recogerlos, pero dejaste la mano encima-. ¿Sabes de qué te estoy hablando?
- El dinero es dinero -dijo él-. No todos los días entran dos princesas a regalármelo.
Lo retiraste de la mesa.
- No es un regalo. -Pusiste de nuevo dos billetes, esta vez más grandes-. ¿Cuánto cuesta verle?
- ¿Cuántas ganas tenéis de verla?
Miraste a Morgoth, esperando su reacción.
Morgoth entró delante de ti al local. Era oscuro y pestilente pero al menos tenía buena música -o algo así-. Cuando tú entraste, concentrada en todo lo que pudieses captar, te pareció que algo volaba por encima de tu cabeza mientras cruzabas el umbral. ¿Alguna clase de sistema de vigilancia? ¿Un usuario? Un escalofrío recorrió tu cuerpo por un instante mientras un centenar de teorías a cada cual más absurda se iban fraguando en tu cabeza hasta que el olor del local te sacó de tu ensimismamiento. Y la pregunta de tu acompañante también.
Tu reacción fue parpadear un par de veces, confusa. Si bien te gustaba más mandar de lo que estabas dispuesta a reconocer, muy poca gente aceptaba darte el mando sin que tuvieses que demostrar nada antes. Ese chico, para bien o para mal, era diferente: Tenía la cabeza al revés que los demás. Aunque, en realidad, teniendo en cuenta sus sentidos, era casi tan literal como metafórico.
- Depende. ¿A quién buscas? -Esperabas un nombre, claro, pero en realidad tu pregunta se enfocaba en detalles acerca de las personas a quienes buscaba. Eso hacía mucho más fácil cualquier búsqueda, aunque no te ibas a parar a detallarle por qué era lo ideal-. Más importante aún, ¿quién tiene información aquí dentro?
Lo cierto era que no sabías cómo Morgoth había descubierto el sitio. De hecho, que pudiese tratar de tenderte una trampa era una opción que habías sopesado fugazmente, desechándola por improbable y, sobre todo, por poco divertida. No obstante no sabías nada acerca de él, ni mucho menos de Didrik. Lo que fuera que pudiese haber en el lugar lo conocía él, no tú, por lo que tus aproximaciones serían francamente imprecisas. Aun así, mientras esperabas su respuesta, analizaste el entorno.
- Tienen una planta superior y un sótano, pero también más puertas de las que necesitaría una taberna ordinaria -señalaste-. Baños, cocina, almacén, y... ¿Cuál será? -Había dos puertas de más. Si bien no podías asegurarlo y seguramente hubiese más usos en una taberna que los que a ti se te ocurrían, si al muchacho le había llegado el soplo de que ahí obtendría información seguramente la hubiese, siempre y cuando pudiese pagar el precio que valía-. Ven conmigo.
Te acercaste a la barra sin particular cuidado. Algunas manos se te acercaban peligrosamente, pero con la gracia de una bailarina las esquivabas con naturalidad tratando de fingir -aunque fingías de pena- que ni te habías enterado. Una vez frente al madero te sentaste en una banqueta y esperaste al mesonero, sacando nuevamente unos billetes que mantuviste ocultos en la palma de tu mano.
- Una cerveza negra, por favor -ordenaste-. Y quiero verle.
Sirvió la cerveza sin cuidado, dejando demasiada espuma y en un vaso algo sucio. Sus dientes tampoco eran demasiado bonitos, pero al menos tenía sonrisa amable.
- ¿Ver a quién?
- Tú ya lo sabes. -Pusiste un par de billetes sobre la mesa. Fue a recogerlos, pero dejaste la mano encima-. ¿Sabes de qué te estoy hablando?
- El dinero es dinero -dijo él-. No todos los días entran dos princesas a regalármelo.
Lo retiraste de la mesa.
- No es un regalo. -Pusiste de nuevo dos billetes, esta vez más grandes-. ¿Cuánto cuesta verle?
- ¿Cuántas ganas tenéis de verla?
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La chica, aunque pareció sorprenderse al principio de que le preguntase por como proceder para ir a sacarle la información al tipo de los taladros, se recompuso rápido y tomó la iniciativa de forma que alguien con experiencia haría. Lo primero que hizo fue buscar información de lo que yo buscaba.
-Pues no se apenas nada de él. Se que su nombre es Hakkin Whisper, lo llaman trasgo. Que es castaño, de estatura media, complexión muy delgada y de unos treinta y cinco, ah, y no tiene un aspecto demasiado saludable. – Era relativamente poca información, pero suponía que peor era nada.
Katua mientras hablábamos parecía que consiguió colarse en el grupo donde estaba el tipo de los taladros, quien parecía estar alardeándose de una historia personal en la que acababa con la vida de unos civiles. Miré hacia él un momento y pude ver como hacía una representación de como acababa con las personas de las que hablaba. En ese momento, la chica pareció que tuvo una idea y comenzó a andar hacia la barra.
La seguí a través de las mesas donde los liantes aquellos intentaban sujetarla o llamarle la atención como mínimo para que se quedase con ellos, pero ella avanzó sin problemas esquivándoles sin problemas. Una vez en la barra pidió una cerveza e intentó chantajear al camarero para que nos dejase ver a alguien.
El camarero al principio se hacía el tonto con lo que le decía la chica, sin embargo, cuando vio que sacaba más dinero se mostró más receptivo a hacer caso de lo que decía la joven. No sabía a quien podríamos ver si pagamos al tabernero, pero ahora tenía curiosidad. Por mi parte, había ido directamente a por el tipo de los taladros, pero si había alguien que pudiese tener más información o por lo menos más fiable que un novato del paraíso quizás sería mejor arriesgarse. Miré los billetes de la chica e igualé esa cantidad.
-Nos interesa, y no pondremos más dinero, lo siguiente será reducir este sitio a escombros con todos dentro. – le dije con una sonrisa en la cara intentando parecer lo más angelical posible.
Cuando le dije esto me apoyé sobre la barra para acercarme a él y aprovechar que con mi mano oculta sacar de la sombra con la mano oculta un explosivo. El tipo no pareció esperarse aquella respuesta y me miró fijamente, como si evaluase si lo que había dicho era cierto o no. Pareció que lo fue.
-Aquella puerta, comportaos ahí dentro no tengo ganas de problemas aquí dentro. – nos dijo señalando una de las puertas que había mencionado la chica mientras con la otra nos quitaba los billetes de la mano con brusquedad.
-Agradecidos. – le respondí con la misma sonrisa.
-Pues no se apenas nada de él. Se que su nombre es Hakkin Whisper, lo llaman trasgo. Que es castaño, de estatura media, complexión muy delgada y de unos treinta y cinco, ah, y no tiene un aspecto demasiado saludable. – Era relativamente poca información, pero suponía que peor era nada.
Katua mientras hablábamos parecía que consiguió colarse en el grupo donde estaba el tipo de los taladros, quien parecía estar alardeándose de una historia personal en la que acababa con la vida de unos civiles. Miré hacia él un momento y pude ver como hacía una representación de como acababa con las personas de las que hablaba. En ese momento, la chica pareció que tuvo una idea y comenzó a andar hacia la barra.
La seguí a través de las mesas donde los liantes aquellos intentaban sujetarla o llamarle la atención como mínimo para que se quedase con ellos, pero ella avanzó sin problemas esquivándoles sin problemas. Una vez en la barra pidió una cerveza e intentó chantajear al camarero para que nos dejase ver a alguien.
El camarero al principio se hacía el tonto con lo que le decía la chica, sin embargo, cuando vio que sacaba más dinero se mostró más receptivo a hacer caso de lo que decía la joven. No sabía a quien podríamos ver si pagamos al tabernero, pero ahora tenía curiosidad. Por mi parte, había ido directamente a por el tipo de los taladros, pero si había alguien que pudiese tener más información o por lo menos más fiable que un novato del paraíso quizás sería mejor arriesgarse. Miré los billetes de la chica e igualé esa cantidad.
-Nos interesa, y no pondremos más dinero, lo siguiente será reducir este sitio a escombros con todos dentro. – le dije con una sonrisa en la cara intentando parecer lo más angelical posible.
Cuando le dije esto me apoyé sobre la barra para acercarme a él y aprovechar que con mi mano oculta sacar de la sombra con la mano oculta un explosivo. El tipo no pareció esperarse aquella respuesta y me miró fijamente, como si evaluase si lo que había dicho era cierto o no. Pareció que lo fue.
-Aquella puerta, comportaos ahí dentro no tengo ganas de problemas aquí dentro. – nos dijo señalando una de las puertas que había mencionado la chica mientras con la otra nos quitaba los billetes de la mano con brusquedad.
-Agradecidos. – le respondí con la misma sonrisa.
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