Nadir
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La noche anterior estuvo ansioso, le costo mas vueltas de lo habitual echarse a dormir y no fue por sus recurrentes pesadillas. Otra función en tierra sin ver a sus padres, y esos malditos recuerdos lo atormentaron, no era un chico que pensara mucho en la desazón del extravió, pero la melancolía lo colmo. Tampoco le molestaba la idea de estar solo, se sentía muy cómodo en la habitación de los animales donde era casi imperturbable; pero sintió la necesidad de verlos de nuevo. El cielo grito con un escandaloso trueno, calcando su ultimo pensamiento blasfemado. Las aguas comenzaron a agitarse dejando a merced el navío y acompañando las ideas de Nadir, el mar parecía entender al chico. Una melodía comenzó a sonar en cubierta llenándola de vida, eran gritos órdenes y algún rezo por parte del resto de tripulantes que veían como las crestas del mar eran cada vez mas imponentes. Y con un bofetón del gran azul el barco se puso de lado, no demoraron los hombres en el mar y el capitán intentando salvar los bienes más preciados. El agua se empezó a colar, los animales estaban alborotados y se escucharon tacos de botas que rompieron la puerta para que lo mas afortunados pudieran salvarse. Monos, perros, jirafas e incluso el tigre en un único movimiento tapizaron y obstruyeron la puerta buscando socorro, el skaypeano gruño rugió, pero era inútil, todos estaban huyendo de un dios. Tomo una de las tablas que funcionaban como banco y se arrojo por la escasa brecha que dejaba una ventana y el principio del mar. La situación allí era peor, le costo varias braceadas y tragar bocanadas de agua salada poder poner sus brazos sobre el trozo de mueble. Y en un movimiento que hizo que se cansara, mas de lo que el insomnio le provocó, logro estabilizar la distara y luego la zurda. La corriente lentamente lo iba alejando de un bote salvavidas que buscaba dar rumbo para salvar los bienes, los animales trataban de no hundirse y se aferraron a cada trozo flotante. -Nadir, hijo de perra mantente con vida que voy por ti. – La voz de su dueño dando una ultima orden en un tono fino y filoso como una navaja.
El trozo de árbol demoro casi seis horas en contactar con una tierra en la que el pequeño jamás había actuado. La arena era rojiza, y parecía predominar el entorno montañoso. Trato de captar alguna fragancia amigable, necesitaba comer algo sus tripas lo delataban a metros por la extensión de costa. Recordó entonces que podía ser visto por cualquier habitante de aquel lugar. Su amo le había dado una orden y seguramente estaba en camino para dar con él, en ese tiempo era necesario pasar desapercibido. Su ropa era la habitual, sus alas estaban a merced y su escandaloso rostro no encontraba donde esconderse. El estómago volvió a rugir, era de prioridad encontrar algo de comer. Comenzó a caminar, no por la costa, rumbo al norte buscando algún indicio de náufragos, en su particular andar cuadrúpedo.
Consiguió entonces mezclarse en lo que parecía un pueblucho, ingresar allí no fue difícil, el truco debía ser no ser visto. El alarido de algunos presentes que lograron divisarlo, iba en sentido contrario a lo que él busco. Creyó estar fallándole a su jefe, que gran error fue meterse a aquel lugar en busca de alimento. Comenzó a alejarse de las personas por encima de los tejados planeando con sus alas entre uno y otro, aunque estas estaban aterradas, , quería irse lo más rápido posible de allí. -Pero que mierda es eso, es un demonio- Eran algunos de los temerosos diálogos que se calaban con fuerza al ver al nacido en el cielo planear, la idea había sido bastante idiota y la gente estaba aterrada pero atenta al espectáculo que estaba montando.
El trozo de árbol demoro casi seis horas en contactar con una tierra en la que el pequeño jamás había actuado. La arena era rojiza, y parecía predominar el entorno montañoso. Trato de captar alguna fragancia amigable, necesitaba comer algo sus tripas lo delataban a metros por la extensión de costa. Recordó entonces que podía ser visto por cualquier habitante de aquel lugar. Su amo le había dado una orden y seguramente estaba en camino para dar con él, en ese tiempo era necesario pasar desapercibido. Su ropa era la habitual, sus alas estaban a merced y su escandaloso rostro no encontraba donde esconderse. El estómago volvió a rugir, era de prioridad encontrar algo de comer. Comenzó a caminar, no por la costa, rumbo al norte buscando algún indicio de náufragos, en su particular andar cuadrúpedo.
Consiguió entonces mezclarse en lo que parecía un pueblucho, ingresar allí no fue difícil, el truco debía ser no ser visto. El alarido de algunos presentes que lograron divisarlo, iba en sentido contrario a lo que él busco. Creyó estar fallándole a su jefe, que gran error fue meterse a aquel lugar en busca de alimento. Comenzó a alejarse de las personas por encima de los tejados planeando con sus alas entre uno y otro, aunque estas estaban aterradas, , quería irse lo más rápido posible de allí. -Pero que mierda es eso, es un demonio- Eran algunos de los temerosos diálogos que se calaban con fuerza al ver al nacido en el cielo planear, la idea había sido bastante idiota y la gente estaba aterrada pero atenta al espectáculo que estaba montando.
Thymo Bandle
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Por un lado la noticia del capitán llegó como un jarro de agua fría, pero por otro, Thymo estaba hasta las pestañas de estar en el barco. Necesitaba estirar sus alas y volar por encima de los bosques y las playas. Con nada más que agua debajo, volar era muy aburrido sin un rumbo al que ir. Además, el barco debía ser reparado y estarían un tiempo indeterminado en la siguiente isla. Lo cual era medio bueno, pues no sabía el tiempo que tendría para disfrutar de pisar tierra de nuevo y sentirse uno con la naturaleza.
Su melliza quería hacer compras y visitar la ciudad y las necesidades del pequeño chocaban completamente con aquellos planes, por lo que por primera vez en su vida decidieron separarse por un rato. Tras acordar un punto de encuentro y entregarla un juego de pop green con las debidas instrucciones, el pequeño desplegó sus alas al fin y voló tan rápido como pudo en busca de su ansiada naturaleza. Pero algo no iba bien para el enano -Todo taaaaan rojo...- dijo en un momento dado. El enano cambiaba entre sus ojos y los múltiples del escarabajo, esperando encontrar algo que no fuese matices rojos. Pero la única nota disonante era alguna cabra algo más limpia de polvo rojo que sus congéneres.
-JOLIIIIIIIIIN- lloraba el tontatta sentado en una piedra roja, observando el yermo paraje -Quería ver algo nuevo, NO UNA SUCIA CABRA- terminó gritando, espantando a uno de los rumiantes. Pero por el contrario acabó llamando la atención de un pequeño grupo de cabras. Pues poseía cierto carisma animal que siempre terminaba poniendo al cazador en situaciones como aquella, en las que terminaba lamido hasta los huesos. Literalmente si es que se dejaba lamer por las rasposas lenguas de un grupo de cabras -Lo siento señoras- se disculpaba el enano mientras trataba de ponerse en pie, casi rodeado -Sois demasiado rojas para mi- se excusaba, cuando otro bicho rojo se aproximó a él y se enroscó en su cuerpo, tratando de morderlo con sus poderosas mandíbulas.
El pequeño comprendía el idioma de los insectos. Reconocía las hormonas y diferentes formas que estos utilizaban para comunicarse gracias a los poderes de su fruta. Por lo que ver la confusión reflejada en un rostro inexpresivo como aquel, terminó por ablandar el ya compasivo corazón del pequeño. Por lo que, en su propio idioma, le mostró que se enfrentaba a un ser superior, no a un simple ratón. La presión se aflojó, pero el bicho no se soltó y se fue. Se enroscó a la mochila del pequeño emitiendo una extraña mezcla de señales. Había temor, pero también interés y por más que el pequeño trataba que se soltase y se fuera, más se aferraba a la mochila, convirtiendo su cuerpo en una fortaleza sobre el macuto. Haciendo imposible, salvo dañando al animal, hacer que se soltase -Bueno, ya tendrás hambre y te soltarás- dijo el pequeño mientras alargaba las correas de la mochila para adaptarla al nuevo volumen.
La transformación había alejado al rebaño, pero no lo suficiente como para que las curiosas cabras no decidieran regresar a chuparle cuando se les pasara el susto. Por lo que Thymo se colocó la mochila por delante para dejar espacio a sus alas, ya que con la escolopendra sobresaliendo tanto, no podría volar, y se elevó por los aires, camino a la ciudad.
Al principio del trayecto, Thymo había estado más pendiente de su polizón que de otra cosa, por lo que terminó entrando a la población por un lugar que no era por el que había salido. Por lo que se encontraba un poco perdido.
El animal seguía sin moverse, parecía que estaría así para siempre, pero Thymo había quedado con su melliza y no quería llegar tarde. Por lo que se puso a sobrevolar lla ciudad, hasta que la cosa más extraña que había visto en su vida se subió a un tejado y comenzó a saltar de uno a otro utilizando sus alas para planear.
Tras comenzar a seguir al -¿Animal?- el tontatta comenzó a hacer cábalas sobre que tipo de bicho tenía delante. El pequeño era muy bueno con los seres vivos en general. Los animales y las plantas. Podía reconocerlos y sabía que hacer en casi cualquier caso cuando se trataba de naturaleza. Pero aquello se escapaba de sus conocimientos -... Es un demonio- gritaban desde la calle, asustados, mientras aquello vagaba sobre los techos de las casas. Pero Thymo estaba decidido a resolver el misterio. Ningún animal se le resistía y aquel parecía haber sobrevivido un incendio.
Un zumbido denso y constante se aproximaba a la bestia. Thymo había cambiado su forma de aletear, haciendo evidente su posición como forma de presentación. El pequeño mantuvo las distancias en todo momento, analizando lo que tenía delante, más parecido a un humano que a un animal. ¡Pero con alas! -¿Que eres?- preguntó el pequeño con autentica curiosidad -Creo que nunca había visto nada tan increíble. Y mira que yo he visto cosas increíbles, ¿Eh? ¡Que soy actor!- continuó sin esperar respuesta, pues en verdad pensaba que tenía un animal delante. -¿Has visto eso?- preguntó a a su nueva amiga, aun aferrada a la mochila. Por contra el tontatta pudo sentir un potente chorro de aversión y desprecio hacia la bestia que tenía delante -WOW- dijo Thymo -Si en lugar de una escolopendra fuese un gato, te habría bufado hasta quedarse sin dientes. ¿Necesitas ayuda?- preguntó al fin, buscando heridas recientes con la mirada.
Su melliza quería hacer compras y visitar la ciudad y las necesidades del pequeño chocaban completamente con aquellos planes, por lo que por primera vez en su vida decidieron separarse por un rato. Tras acordar un punto de encuentro y entregarla un juego de pop green con las debidas instrucciones, el pequeño desplegó sus alas al fin y voló tan rápido como pudo en busca de su ansiada naturaleza. Pero algo no iba bien para el enano -Todo taaaaan rojo...- dijo en un momento dado. El enano cambiaba entre sus ojos y los múltiples del escarabajo, esperando encontrar algo que no fuese matices rojos. Pero la única nota disonante era alguna cabra algo más limpia de polvo rojo que sus congéneres.
-JOLIIIIIIIIIN- lloraba el tontatta sentado en una piedra roja, observando el yermo paraje -Quería ver algo nuevo, NO UNA SUCIA CABRA- terminó gritando, espantando a uno de los rumiantes. Pero por el contrario acabó llamando la atención de un pequeño grupo de cabras. Pues poseía cierto carisma animal que siempre terminaba poniendo al cazador en situaciones como aquella, en las que terminaba lamido hasta los huesos. Literalmente si es que se dejaba lamer por las rasposas lenguas de un grupo de cabras -Lo siento señoras- se disculpaba el enano mientras trataba de ponerse en pie, casi rodeado -Sois demasiado rojas para mi- se excusaba, cuando otro bicho rojo se aproximó a él y se enroscó en su cuerpo, tratando de morderlo con sus poderosas mandíbulas.
- Escolopendra:
El pequeño comprendía el idioma de los insectos. Reconocía las hormonas y diferentes formas que estos utilizaban para comunicarse gracias a los poderes de su fruta. Por lo que ver la confusión reflejada en un rostro inexpresivo como aquel, terminó por ablandar el ya compasivo corazón del pequeño. Por lo que, en su propio idioma, le mostró que se enfrentaba a un ser superior, no a un simple ratón. La presión se aflojó, pero el bicho no se soltó y se fue. Se enroscó a la mochila del pequeño emitiendo una extraña mezcla de señales. Había temor, pero también interés y por más que el pequeño trataba que se soltase y se fuera, más se aferraba a la mochila, convirtiendo su cuerpo en una fortaleza sobre el macuto. Haciendo imposible, salvo dañando al animal, hacer que se soltase -Bueno, ya tendrás hambre y te soltarás- dijo el pequeño mientras alargaba las correas de la mochila para adaptarla al nuevo volumen.
La transformación había alejado al rebaño, pero no lo suficiente como para que las curiosas cabras no decidieran regresar a chuparle cuando se les pasara el susto. Por lo que Thymo se colocó la mochila por delante para dejar espacio a sus alas, ya que con la escolopendra sobresaliendo tanto, no podría volar, y se elevó por los aires, camino a la ciudad.
Al principio del trayecto, Thymo había estado más pendiente de su polizón que de otra cosa, por lo que terminó entrando a la población por un lugar que no era por el que había salido. Por lo que se encontraba un poco perdido.
El animal seguía sin moverse, parecía que estaría así para siempre, pero Thymo había quedado con su melliza y no quería llegar tarde. Por lo que se puso a sobrevolar lla ciudad, hasta que la cosa más extraña que había visto en su vida se subió a un tejado y comenzó a saltar de uno a otro utilizando sus alas para planear.
Tras comenzar a seguir al -¿Animal?- el tontatta comenzó a hacer cábalas sobre que tipo de bicho tenía delante. El pequeño era muy bueno con los seres vivos en general. Los animales y las plantas. Podía reconocerlos y sabía que hacer en casi cualquier caso cuando se trataba de naturaleza. Pero aquello se escapaba de sus conocimientos -... Es un demonio- gritaban desde la calle, asustados, mientras aquello vagaba sobre los techos de las casas. Pero Thymo estaba decidido a resolver el misterio. Ningún animal se le resistía y aquel parecía haber sobrevivido un incendio.
Un zumbido denso y constante se aproximaba a la bestia. Thymo había cambiado su forma de aletear, haciendo evidente su posición como forma de presentación. El pequeño mantuvo las distancias en todo momento, analizando lo que tenía delante, más parecido a un humano que a un animal. ¡Pero con alas! -¿Que eres?- preguntó el pequeño con autentica curiosidad -Creo que nunca había visto nada tan increíble. Y mira que yo he visto cosas increíbles, ¿Eh? ¡Que soy actor!- continuó sin esperar respuesta, pues en verdad pensaba que tenía un animal delante. -¿Has visto eso?- preguntó a a su nueva amiga, aun aferrada a la mochila. Por contra el tontatta pudo sentir un potente chorro de aversión y desprecio hacia la bestia que tenía delante -WOW- dijo Thymo -Si en lugar de una escolopendra fuese un gato, te habría bufado hasta quedarse sin dientes. ¿Necesitas ayuda?- preguntó al fin, buscando heridas recientes con la mirada.
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Mas que un escape por los tejados, aquello era una película de terror. El joven de los cielos jamás miro hacia atrás, jamás se percató del desastre que esto significaba a la función, su jefe lo iba a odiar. Pero el seguía en su afán de buscar un lugar donde meter las narices y no sentir mas el aroma a multitud. Las ganas de ser anónimo pasaron a ser mayores al hambre. Si bien era un animal no era un burro, necesitaba esconderse en algún callejón o edificio, su reserva de energía estaba llegando al límite normal. Frente a el surgieron mas problemas, primero se acerco un particular zumbido y luego vio flotando la silueta de un ser jamás descripto en sus libros de ciencia, y no por fisionomía sino por su idioma. Como era posible que aquel pájaro pudiese hablar, como siquiera podía emitir un juicio de valor ante la situación, en sus días en el circo nunca vio nada semejante como aquello. No necesitaba ayuda de nadie y menos de un animal del que desconocía sus olores. Tal vez seria mejor comerlo y se ahorraría dos grandes problemas, pero no conocía el gusto de su carne por lo que decidió gruñirle y maullar como si se tratase de una especia de felino. Un maullido típico de un gato enfadado, un gato que no quiere ser perturbado y que huye de un terreno desconocido. Sin dar motivos de agresión ni caza, aparta ambas zarpas al pecho y con un brinco salto al siguiente tejado ignorando al pequeño ser. Estaba lo suficientemente lejos del último hombre en pie que él podía ver, pero a unos quince metros del pájaro flotante y en ante sus ojos se elevó lo que parecía ser un edificio de tres plantas abandonado. Entro por una de las ventanas del ultimo piso, una ventana sin cristales, pero si con maderas en cruz que pudo sortearse con facilidad.
El interior era ajeno, podía sospechar de la frecuencia de gente hospedándose con por algunas latas de conserva vacía y un fogón improvisado que llevaba tal vez una semana sin prenderse. No era experto en campamentos ni en la descomposición del carbón, pero la ceniza de la quema estaba fusionada con la humedad, una humedad que era palpable en tacto y narinas incluso las paredes tenia matices de amarillo otoñal. Se acerco a la ventana y controlo que nadie lo halla visto ingresar. Trato también ver indicios de algún miembro de su tripulación que lo llevara al circo, pero estaba mas solo que antes. Maldijo por un momento al mar, mientras inspeccionaba la ausencia de inquilinos allí. Era un lugar grande la habitación de única puerta que lo ayudo a mantenerse incognito, se podría decir que media veinticinco metros cuadrados. Pero la baja luz hacía difícil dar con un dato tan exacto. El hambre apodero de sonidos el lugar, su estomago rugió mas feroz que un oso, y el cansancio que tenia de mochila lo llevaron a echarse en la esquina izquierda de la pared con esa única ventana.
El interior era ajeno, podía sospechar de la frecuencia de gente hospedándose con por algunas latas de conserva vacía y un fogón improvisado que llevaba tal vez una semana sin prenderse. No era experto en campamentos ni en la descomposición del carbón, pero la ceniza de la quema estaba fusionada con la humedad, una humedad que era palpable en tacto y narinas incluso las paredes tenia matices de amarillo otoñal. Se acerco a la ventana y controlo que nadie lo halla visto ingresar. Trato también ver indicios de algún miembro de su tripulación que lo llevara al circo, pero estaba mas solo que antes. Maldijo por un momento al mar, mientras inspeccionaba la ausencia de inquilinos allí. Era un lugar grande la habitación de única puerta que lo ayudo a mantenerse incognito, se podría decir que media veinticinco metros cuadrados. Pero la baja luz hacía difícil dar con un dato tan exacto. El hambre apodero de sonidos el lugar, su estomago rugió mas feroz que un oso, y el cansancio que tenia de mochila lo llevaron a echarse en la esquina izquierda de la pared con esa única ventana.
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-UoOOOOO- exclamó tras los bufidos de la bestia -ASÍ, ASÍ. JUSTO COMO UN GATO. ¿Entonces me entiendes?- preguntó, pero la bestia tomo dirección hacia un viejo edificio de aspecto abandonado.
-Ven gatito, gatito... Mishimishimishi- repetía tras Nadir, hasta que éste se refugió en el interior de la casa. Thymo sabía bastante sobre caza, por lo que una vez entró en “su madriguera” no lo siguió al interior. El instinto de los animales para proteger sus espacios seguros era aterrador hasta en la especie más tranquila. Por el contrario esperó fuera, en el tejado sobre el animal. Atento a los movimientos del animal gracias a sus antenas, capaces de sentir entre otras cosas, las vibraciones cercanas.
Se mostraba intranquilo mientras se movía por el interior. Luego, haciendo que el tontatta se preparase para salir en persecución de nuevo, se asomó a la ventana. Pero no salió, tan solo estuvo ahí, esperando. Vigilante.
Tras unos momentos regresó al interior y continuó moviéndose bajo la atenta mirada del pequeño. Que si bien no era capaz de usar sus ojos, aquellas antenas traducían el movimiento de la bestia en algo que el cerebro del cazador podía interpretar. Cuando el gruñido se dejó oír, el enano supo lo que tenía de mal humor al extraño ser que había encontrado. El hambre.
Por suerte parecía haberse echado a dormir, así que cuando la respiración de la bestia se hizo más pesada y regular, el enano voló de nuevo hasta las praderas de sal donde abundaban las cabras. No tenía idea de cuanto era capaz de comer la bestia durmiente, pero esperaba que una cabra fuese suficiente para alegrar su humor.
El tirachinas, siempre a mano, era un arma muy simple, pero muy silenciosa y efectiva. Durante el vuelo, Thymo comprobó las gomas y la estructura que soportaba toda la tensión. Estaba en perfectas condiciones, pero al pequeño le gustaba revisar sus armas antes de usarlas.
La munición que eligió, sería suficiente para atravesar limpiamente el cráneo de una hembra caprina. Aun así, debía asegurarse de colocar el rodamiento metálico por detrás de sus cuernos, ya que la bala podría rebotar si golpeaba en una de las astas del animal. Por suerte, la increíble fuerza y puntería del pequeño, le permitían aquellos tiros con facilidad.
Una vez la cabra dejo de sufrir espasmos post mortem el tontata la agarró por los cuernos y se elevó en el aire con ella. El disparo había sido tan limpio que taponaba la única vía de entrada, por lo que ni siquiera una sola gota de sangre se desperdiciaría, pues tenía serias dudas de las costumbres alimenticias del ser alado.
Por el camino, sacudió un poco el cadáver para desprender la mayoría de sal y tierra rojiza y se adentró en los limites de la ciudad. El edificio no quedaba lejos y no sabía el aprecio que podían tener los locales por las cabras, por lo que no le pareció buena idea entrar volando con una cabra muerta.
Con unas maderas robadas, su martillo, y unos clavos que encontró mientras robaba las maderas. Construyo una caja lo suficientemente grande como para guardar la cabra muerta y poder llevarla hasta el animal hambriento. Tardó apenas unos minutos en construirla. Se rompería fácilmente, pero no estaba pensada para que durase, sino para que fuese útil un solo trayecto, como así fue.
Cuando nadie rondaba por la zona, el pequeño aprovechó las callejuelas y las sombras, pues todos los viandantes miraban hacia arriba, esperando ver al diablo volador. Para llegar hasta la casa abandonada con la caja. Subirla hasta la ventana fue igualmente sencillo gracias a sus capacidades.
Thymo dejó la caja abierta en la sala mientras la bestia dormía, tratando de ser todo lo silencioso posible para no despertar al animal.
Tras terminar el operativo, salió de nuevo y se puso a observar, esperando a que despertase. Quedaban restos de su olor en los cuernos y en buena parte de las maderas, pero esperaba que no importase y el hambre venciese la desconfianza.
-Ven gatito, gatito... Mishimishimishi- repetía tras Nadir, hasta que éste se refugió en el interior de la casa. Thymo sabía bastante sobre caza, por lo que una vez entró en “su madriguera” no lo siguió al interior. El instinto de los animales para proteger sus espacios seguros era aterrador hasta en la especie más tranquila. Por el contrario esperó fuera, en el tejado sobre el animal. Atento a los movimientos del animal gracias a sus antenas, capaces de sentir entre otras cosas, las vibraciones cercanas.
Se mostraba intranquilo mientras se movía por el interior. Luego, haciendo que el tontatta se preparase para salir en persecución de nuevo, se asomó a la ventana. Pero no salió, tan solo estuvo ahí, esperando. Vigilante.
Tras unos momentos regresó al interior y continuó moviéndose bajo la atenta mirada del pequeño. Que si bien no era capaz de usar sus ojos, aquellas antenas traducían el movimiento de la bestia en algo que el cerebro del cazador podía interpretar. Cuando el gruñido se dejó oír, el enano supo lo que tenía de mal humor al extraño ser que había encontrado. El hambre.
Por suerte parecía haberse echado a dormir, así que cuando la respiración de la bestia se hizo más pesada y regular, el enano voló de nuevo hasta las praderas de sal donde abundaban las cabras. No tenía idea de cuanto era capaz de comer la bestia durmiente, pero esperaba que una cabra fuese suficiente para alegrar su humor.
El tirachinas, siempre a mano, era un arma muy simple, pero muy silenciosa y efectiva. Durante el vuelo, Thymo comprobó las gomas y la estructura que soportaba toda la tensión. Estaba en perfectas condiciones, pero al pequeño le gustaba revisar sus armas antes de usarlas.
La munición que eligió, sería suficiente para atravesar limpiamente el cráneo de una hembra caprina. Aun así, debía asegurarse de colocar el rodamiento metálico por detrás de sus cuernos, ya que la bala podría rebotar si golpeaba en una de las astas del animal. Por suerte, la increíble fuerza y puntería del pequeño, le permitían aquellos tiros con facilidad.
Una vez la cabra dejo de sufrir espasmos post mortem el tontata la agarró por los cuernos y se elevó en el aire con ella. El disparo había sido tan limpio que taponaba la única vía de entrada, por lo que ni siquiera una sola gota de sangre se desperdiciaría, pues tenía serias dudas de las costumbres alimenticias del ser alado.
Por el camino, sacudió un poco el cadáver para desprender la mayoría de sal y tierra rojiza y se adentró en los limites de la ciudad. El edificio no quedaba lejos y no sabía el aprecio que podían tener los locales por las cabras, por lo que no le pareció buena idea entrar volando con una cabra muerta.
Con unas maderas robadas, su martillo, y unos clavos que encontró mientras robaba las maderas. Construyo una caja lo suficientemente grande como para guardar la cabra muerta y poder llevarla hasta el animal hambriento. Tardó apenas unos minutos en construirla. Se rompería fácilmente, pero no estaba pensada para que durase, sino para que fuese útil un solo trayecto, como así fue.
Cuando nadie rondaba por la zona, el pequeño aprovechó las callejuelas y las sombras, pues todos los viandantes miraban hacia arriba, esperando ver al diablo volador. Para llegar hasta la casa abandonada con la caja. Subirla hasta la ventana fue igualmente sencillo gracias a sus capacidades.
Thymo dejó la caja abierta en la sala mientras la bestia dormía, tratando de ser todo lo silencioso posible para no despertar al animal.
Tras terminar el operativo, salió de nuevo y se puso a observar, esperando a que despertase. Quedaban restos de su olor en los cuernos y en buena parte de las maderas, pero esperaba que no importase y el hambre venciese la desconfianza.
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Su sueño era tan ligero, que escucho posarse en el piso un artefacto de madera. No fue capaz de divisar al que haya depositado semejante presente, pero si olfatear un cadáver dentro del ataúd. No dudo en acercarse ni un momento, no fue guiado por la confianza si no por la curiosidad, quien era capaz de ofrendar de esta manera una cabra. Tal vez algún adorador satanista, en algún momento después de una función le ofrecieron como obsequio el cráneo de un macho cabrío, nunca habían llegado a tanto. Sin intención de tener un fan tomo el cadáver y busco como limpiarlo para asarlo en el fogón, su intención no era aceptar un gesto de adoración si no saciar la maldita hambre. En el animal se podía identificar una segunda fragancia ajena a la cabra, pero en su registro no estaba, no era nadie del circo. Con la diestra tomo al animal y lo coloco en el piso barriga arriba, se quito de entre las ropas una pequeña caja de herramientas y busco lo más filoso que tenía. Entre los cachivaches de carpintería encontró una trincheta que sirvió para hacer un rustico tajo en todo el abdomen del animal. Era la primera vez que lo hacía y fue bastante torpe manchándose gran parte del rostro con linfa carmín, en ningún momento tuvo asco. Sigue estropeando la carne arrancando las vísceras con las manos y descartándolas como basura, una violencia a la gastronomía. No conocía nada de caza ni faena de animales solo buscaba “limpiarlo” y poder comerle un cuarto. Luego de tener el cadáver sin tripas y abierto, como una pelea de barrio, dispuso a sacarle el cuero, si su rostro por si era terrorífico esta escena era peor. El cuero quedo totalmente tajeado, abierto y pinchado y en sectores le colgaban pedazos de carne fresca, lo colgó en una esquina del lugar por su inutilidad. Ya la carne pelada, por cierto, disfruto mucho el momento en hacerlo dudo si fue las ganas de matar un animal o el hambre que llevaba. Arranco uno de los cuartos, pensó que sería suficiente carne para saciar el hambre de cualquiera. Aparto una de las maderas para él, maderas que formaban la caja, y al resto las partió con su pie colocándolas en ángulo con una de las pardes. El ruido no era lo suficientemente fuerte como para delatar en metros su posición, pero si para alertar a copropietarios de una persona en el tercer piso. Tomo la leña fina y la posicionó el fogón como una carpa india, con uno de los pequeños trozos y su trincheta, la cual limpio con sus ropas, creo viruta para facilitar el fuego. Con el encendedor que quemaba sus figuras de madera dio lugar al fuego, era lo suficientemente vivo como para iluminar el total del ambiente. Y para finalizar la faena tomo un caño de metal que estaba disperso por el piso, pincho el pedazo de cabra y lo puso a cocinar, de ninguna manera iba a comer algo crudo.
Mientras la carne se cocinaba tomo el pedazo de madera que aparto y su caja de herramientas y comenzó a tallar. La idea era poder hacerse una mascara y ocultar su rostro. Tardo un poco menos que la cocción de la carne en terminar de crear una rustica careta de tigre. Dejo enfriar un poco la pata y se sentó a comerlas con las manos y directa del piso como solía hacerlo en su hogar.
Voces en la primera planta
- Que mierda fue eso. –
- ¿Crees que es un fantasma? –
- No seas idiota, huele a carne. Tengamos cuidado. -
Mientras la carne se cocinaba tomo el pedazo de madera que aparto y su caja de herramientas y comenzó a tallar. La idea era poder hacerse una mascara y ocultar su rostro. Tardo un poco menos que la cocción de la carne en terminar de crear una rustica careta de tigre. Dejo enfriar un poco la pata y se sentó a comerlas con las manos y directa del piso como solía hacerlo en su hogar.
- Mascara:
Voces en la primera planta
- Que mierda fue eso. –
- ¿Crees que es un fantasma? –
- No seas idiota, huele a carne. Tengamos cuidado. -
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Thymo esperaba alguna respuesta de aquel espécimen que había descubierto, pero no esperaba un set tan completo de habilidades como las que pudo registrar en su cuaderno.
Siguió con todos sus sentidos los movimientos de Nadir mientras este ejercía de matarife, preparaba su fuego y moldeaba un pedazo de madera en forma de mascara con sus herramientas. ¡Con herramientas! Subrayó esas palabras en su cuaderno mientras alucinaba. Había leído y oído muchas cosas sobre monos utilizando herramientas. Incluso aquellos humandrils capaces de imitar el uso complejo de armas y técnicas de lucha. Pero jamás había visto nada sobre monos alados capaces de utilizar herramientas y con evidentes síntomas de inteligencia. Thymo estaba maravillado con su hallazgo. Era verdad que era feo como un pecado, pero era sofisticado en sus burdas formas. Era capaz de actuar como un humano pese a sus instintos claramente animalescos -¿Será capaz de hablar?- se preguntaba el enano mientras unas voces comenzaron a sonar desde el piso inferior. Los agudos sentidos del pequeño en aquella transformación le permitían localizar con cierta precisión la procedencia del sonido que subía desde los pisos ocupados.
El tontatta se dejó vencer por la gravedad hasta las ventanas de los pisos inferiores buscando a los hombres que se habían dado cuenta del olor a carne hasta dar con ellos -Espero que funcione- pensó el enano mientras golpeaba el cristal con su manita para sorpresa de los humanos. -Holaaa- dijo moviendo mucho los labios para hacerse entender. Cuando estos abrieron la ventana, el enano comenzó a recitar todas y cada una de las cosas que había podido observar de la criatura de manera atropellada. Sin sentido para los humanos que aun seguían alucinando por que un ser de diez centímetros con alas, antenas y esos extraños ojos. A medio camino entre los ojos de un tontatta y los de un escarabajo -¿Eres una hada?- preguntaron, sin haber entendido ni una palabra de lo que Thymo había dicho -Además es capaz de utiliz... ¿Un hada?- preguntó él mismo, parando en seco su chachara nerviosa tratando de conseguir que no subieran al ultimo piso.
-EEHH... NO. No soy un hada, ¿Qué hada, ni hado?¡Soy un tontatta!- replicó ofendido en cierto modo. Pero halagado por haber sido confundido con un ser imaginario. Thymo no era imaginario, era muy real y estaba dispuesto a demostrárselo a aquellos humanos que pretendían molestar al espécimen más raro que había encontrado hasta el momento mientras trataba de estudiarlo.
Siguió con todos sus sentidos los movimientos de Nadir mientras este ejercía de matarife, preparaba su fuego y moldeaba un pedazo de madera en forma de mascara con sus herramientas. ¡Con herramientas! Subrayó esas palabras en su cuaderno mientras alucinaba. Había leído y oído muchas cosas sobre monos utilizando herramientas. Incluso aquellos humandrils capaces de imitar el uso complejo de armas y técnicas de lucha. Pero jamás había visto nada sobre monos alados capaces de utilizar herramientas y con evidentes síntomas de inteligencia. Thymo estaba maravillado con su hallazgo. Era verdad que era feo como un pecado, pero era sofisticado en sus burdas formas. Era capaz de actuar como un humano pese a sus instintos claramente animalescos -¿Será capaz de hablar?- se preguntaba el enano mientras unas voces comenzaron a sonar desde el piso inferior. Los agudos sentidos del pequeño en aquella transformación le permitían localizar con cierta precisión la procedencia del sonido que subía desde los pisos ocupados.
El tontatta se dejó vencer por la gravedad hasta las ventanas de los pisos inferiores buscando a los hombres que se habían dado cuenta del olor a carne hasta dar con ellos -Espero que funcione- pensó el enano mientras golpeaba el cristal con su manita para sorpresa de los humanos. -Holaaa- dijo moviendo mucho los labios para hacerse entender. Cuando estos abrieron la ventana, el enano comenzó a recitar todas y cada una de las cosas que había podido observar de la criatura de manera atropellada. Sin sentido para los humanos que aun seguían alucinando por que un ser de diez centímetros con alas, antenas y esos extraños ojos. A medio camino entre los ojos de un tontatta y los de un escarabajo -¿Eres una hada?- preguntaron, sin haber entendido ni una palabra de lo que Thymo había dicho -Además es capaz de utiliz... ¿Un hada?- preguntó él mismo, parando en seco su chachara nerviosa tratando de conseguir que no subieran al ultimo piso.
-EEHH... NO. No soy un hada, ¿Qué hada, ni hado?¡Soy un tontatta!- replicó ofendido en cierto modo. Pero halagado por haber sido confundido con un ser imaginario. Thymo no era imaginario, era muy real y estaba dispuesto a demostrárselo a aquellos humanos que pretendían molestar al espécimen más raro que había encontrado hasta el momento mientras trataba de estudiarlo.
Nadir
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La pata de aquella cabra era lo suficientemente grande como para saciar el hambre que traía. Algunas fibras de musculo se las intentaba sacar entre los dientes con chasquidos de la boca mientras dejo el hueso con el resto del cadáver. Apago el fuego con un poco de tierra que junto del mugroso lugar antes de investigar la finca, tomo la mascara con la mano derecha colocando dedo índice y mayor en las cavidades oculares. Recogió con la zurda la caja de herramientas y la guardo entre sus ropas. Salió la habitación y se dirigió a bajar al segundo piso por escalera cuando escucho la voz de habitantes en alguna planta inferior. No era capaz de determinar cuantos eran ni de saber con exactitud de donde provenía aquel alboroto, tampoco supo de que hablaban. Estaba seguro de que ninguna persona lo siguió, y también sabía que nadie lo había visto en la planta de arriba, ignoro el echo que el fuego que utilizo para cocinar fue lo que lo delato, y se escondió en otra pieza con confianza de su anonimato. Esta nueva habitación del tercer piso era un poco mas pequeña que la primera y mas oscura ya que la única ventana que tenia estaba totalmente tapeada. El la vio como el sitio ideal para descansar y huir antes que alguien alcance su posición ya que podía escuchar los pasos de los escalones y huir en dirección a la venta por a que entro, esta se encontraba frente a el lugar que encontró para echarse.
No estaba contento, su estado actual era de preocupación y no podía descansar, sabia que no estaba solo allí pese que no escucho nada más. Tenía un mal presentimiento y no termino de cuestionarse cuando escucho una voz que le helo el corazón - ¿Qué tipo de mierda rara eres? Amen – Una cabeza se dibujo en el marco de la habitación, un joven de no mas de veinte años de edad, pero avejentado por el estado de marginalidad le grito con voz chillona. Era extraño que alguien pase la barrera de alarma que llevaba el skaypeano en sus narinas. Nadir, nulo de opciones y experiencias sociales, gruño al joven enseñándole la máscara, que en aquella penumbra precio ser una segunda cabeza en el demonio alado. El vagabundo dejo ver su cuerpo entero luego de un grito de horror y un llamado de ayuda dándole pase libre al escape de Nadir. – Hermano ayuda, hay un fantasma aquí. – Sintió pasos en las plantas mas bajas, como si una estampida estuviese subiendo al lugar e intento salir lo más rápido posible.
No estaba contento, su estado actual era de preocupación y no podía descansar, sabia que no estaba solo allí pese que no escucho nada más. Tenía un mal presentimiento y no termino de cuestionarse cuando escucho una voz que le helo el corazón - ¿Qué tipo de mierda rara eres? Amen – Una cabeza se dibujo en el marco de la habitación, un joven de no mas de veinte años de edad, pero avejentado por el estado de marginalidad le grito con voz chillona. Era extraño que alguien pase la barrera de alarma que llevaba el skaypeano en sus narinas. Nadir, nulo de opciones y experiencias sociales, gruño al joven enseñándole la máscara, que en aquella penumbra precio ser una segunda cabeza en el demonio alado. El vagabundo dejo ver su cuerpo entero luego de un grito de horror y un llamado de ayuda dándole pase libre al escape de Nadir. – Hermano ayuda, hay un fantasma aquí. – Sintió pasos en las plantas mas bajas, como si una estampida estuviese subiendo al lugar e intento salir lo más rápido posible.
Thymo Bandle
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El grito asustado del joven y la posterior exclamación un par de octavas más agudas que su voz normal sobre un fantasma resonó por las plantas de abajo del edificio, alertando a quienes estaban cerca, incluidos los dos hombres que ya habían sentido algo extraño y que ahora estaban frente a un hada. Los cuales comenzaron a correr -Ya voy hermanito- gritaba uno, dejando con un palmo de narices al tontatta, su transformación y su mochila llena de patas -Pues vaya...- dijo Thymo dándose por vencido, esto iba a ser más difícil de lo que parecía.
Por suerte, el pequeño tontatta volador era mucho más rápido que los bípedos humanos, por lo que pudo llegar a la habitación de la que había salido el grito antes que ellos.
Sabía que tenía que llamar la atención de los curiosos y asustados homínidos sobre si mismo si quería que lo escuchasen y estaba preparado para darlo todo. Sabía lo que tenía que hacer y tenía el tiempo justo para poner en practica la habilidad que le habían enseñado tiempo atrás. Creada por el mejor bailarín del mundo, y gran amigo de los mellizos. Y mejorada por Thymo, ya que el humano no podía volar, pero el pequeño sí, y llevó aquella técnica a un nuevo nivel.
En la sala, la bestia visiblemente asustada, gruñía al humano que había dado la voz de alarma. La oscuridad solía dar seguridad a los animales acorralados, y el pequeño quería evitar a toda costa que nadie saliera herido, pues le sería muy difícil sacar al animal con seguridad del edificio si aquel humano corría sangrando escaleras abajo, por lo que tras analizar la situación comenzó a bailar.
La capacidad de maniobrar en el aire del tontatta, era digna de mención. Pese a que muchos de los movimientos se perdían en las sobras que proyectaban las paredes, enseguida regresaba al lugar iluminado girando cada vez más rápido. Su pasos lo llevaban a perderse en la oscura proyección de sombra del otro lado y regresar segundos después.
Cada vez que el tontatta regresaba a la luz desde los lados, éste giraba más y más rápido.
Cada vez que regresaba a la zona oscura, ahora parecía llevar consigo algo de la luz del medio, hasta que Thymo se convirtió en un pequeño péndulo de luz que giraba y giraba, iluminando la habitación, rebelando el cuerpo de Nadir. Pero dejando atónito al grupo de gente que subía por las escaleras.
-¿PODRÍAIS?, POR FAVOR, ¿DEJAR EN PAZ A ESTA ASUSTADA CRIATURA?- gritó el pequeño mientras intentaba frenar la inercia de los giros, perdiendo luminosidad en el proceso, y regresando las sombras a su lugar mientras luchaba con las arcadas.
Cuando al fin pudo parar, flotó hasta el suelo, cayendo de rodillas visiblemente mareado. Vomitando un pequeño charco de bilis, pues tenía el estómago vacío.
Por suerte, el pequeño tontatta volador era mucho más rápido que los bípedos humanos, por lo que pudo llegar a la habitación de la que había salido el grito antes que ellos.
Sabía que tenía que llamar la atención de los curiosos y asustados homínidos sobre si mismo si quería que lo escuchasen y estaba preparado para darlo todo. Sabía lo que tenía que hacer y tenía el tiempo justo para poner en practica la habilidad que le habían enseñado tiempo atrás. Creada por el mejor bailarín del mundo, y gran amigo de los mellizos. Y mejorada por Thymo, ya que el humano no podía volar, pero el pequeño sí, y llevó aquella técnica a un nuevo nivel.
En la sala, la bestia visiblemente asustada, gruñía al humano que había dado la voz de alarma. La oscuridad solía dar seguridad a los animales acorralados, y el pequeño quería evitar a toda costa que nadie saliera herido, pues le sería muy difícil sacar al animal con seguridad del edificio si aquel humano corría sangrando escaleras abajo, por lo que tras analizar la situación comenzó a bailar.
La capacidad de maniobrar en el aire del tontatta, era digna de mención. Pese a que muchos de los movimientos se perdían en las sobras que proyectaban las paredes, enseguida regresaba al lugar iluminado girando cada vez más rápido. Su pasos lo llevaban a perderse en la oscura proyección de sombra del otro lado y regresar segundos después.
Cada vez que el tontatta regresaba a la luz desde los lados, éste giraba más y más rápido.
Cada vez que regresaba a la zona oscura, ahora parecía llevar consigo algo de la luz del medio, hasta que Thymo se convirtió en un pequeño péndulo de luz que giraba y giraba, iluminando la habitación, rebelando el cuerpo de Nadir. Pero dejando atónito al grupo de gente que subía por las escaleras.
-¿PODRÍAIS?, POR FAVOR, ¿DEJAR EN PAZ A ESTA ASUSTADA CRIATURA?- gritó el pequeño mientras intentaba frenar la inercia de los giros, perdiendo luminosidad en el proceso, y regresando las sombras a su lugar mientras luchaba con las arcadas.
Cuando al fin pudo parar, flotó hasta el suelo, cayendo de rodillas visiblemente mareado. Vomitando un pequeño charco de bilis, pues tenía el estómago vacío.
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