Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El talento estaba reservado solo para unos pocos afortunados, mientras que el resto debía acostumbrarse a fracasar y a levantarse después de cada caída para no quedar atrás. Christa lo sabía muy bien, incluso podría decir que se había acostumbrado a fallar, mas no a rendirse y esto último era fundamental para alcanzar sus sueños. Por lo mismo fue que se esforzó más que nunca en reunir aliados confiables y poderosos, trazar una estrategia junto a veteranos de guerra y hacer uso de todos los recursos de los que disponía con el objetivo de conseguir el trono de English Garden. Sin embargo, las fuerzas del reino fueron implacables y siempre estuvieron un paso por delante. Los caballeros reales, quienes alguna vez sirvieron a su madre, pisotearon todo su esfuerzo y marginaron al mínimo la probabilidad de recuperar el trono.
Después de sufrir una derrota absolutamente humillante Christa no tuvo otra opción que huir de English Garden, dejando atrás gran parte de su herencia en la que se incluía el barco insignia de la tripulación de su madre ya disuelta, el Horror Circus. El barco se hallaba anclado en las costas de una isla aparentemente desierta del mar del norte, ocupado por unos pocos valientes que decidieron quedarse a proteger uno de los tesoros más importantes de la Reina Bruja. En la bodega había oro, armas increíblemente poderosas y artefactos maravillosos que no podía llevar consigo. Por poco que le gustase, había confiado los tesoros de su madre a unos pocos que aún se mantenían leales al imperio.
A pesar de haber fracasado en recuperar el trono de English Garden se había prometido a sí misma reunir la fuerza necesaria para cumplir sus objetivos. Aunaría aliados confiables, artefactos indispensables, riquezas inimaginables y un poderío descomunal para superar cada obstáculo que apareciera en el camino. ¿Tenía un plan para conseguirlo? Por supuesto que no, pero tenía una idea aproximada de cómo empezar. Había escuchado que gran parte de la fuerza que tuvo su madre la había conseguido en sus innumerables viajes por el Grand Line, y Christa haría lo mismo: experimentaría en carne propia el viaje de la Reina Bruja.
Decir que el comienzo fue difícil sería quedarse corto puesto que Christa carecía de los medios propios para llegar al Paraíso. No tenía un barco en condiciones de subir la Reverse Mountain ni un navegante que estuviera a la altura de dicha misión. Tampoco podía cruzar el Calm Belt con Isara debido a la ausencia de viento, así que debía conformarse con un limitado abanico de opciones. Había escuchado que tanto La Legión como la Marina tenían los medios para cruzar la franja sin corrientes, pero infiltrarse en uno de sus barcos era demasiado arriesgado. También había escuchado sobre temerosos piratas que, en busca de fama y riquezas, se aventuraban en subir la Reverse Mountain, pero tampoco parecía ser una opción demasiado segura. Por suerte, Christa contaba con el dinero suficiente para comprar un pasaje en uno de los pocos barcos que llevaban a bordo civiles y constantemente cruzaban de un lado a otro.
—No puedo llevarte conmigo así que nos tendremos que reunir en Bloothe, Isara —le había dicho al grifo antes de subir a la embarcación—. Estaré bien, lo prometo, no tienes que preocuparte por mí. Te quiero, ¿lo sabes?
Así, la princesa sin trono abandonó el mar del norte en busca de sus sueños. Encontraría al ladrón en Bloothe, recuperaría a Stormrage y partiría rumbo a Dark Dome para poner orden en la Torre de Némesis.
El viaje acaba de comenzar, se dijo a sí misma.
Después de sufrir una derrota absolutamente humillante Christa no tuvo otra opción que huir de English Garden, dejando atrás gran parte de su herencia en la que se incluía el barco insignia de la tripulación de su madre ya disuelta, el Horror Circus. El barco se hallaba anclado en las costas de una isla aparentemente desierta del mar del norte, ocupado por unos pocos valientes que decidieron quedarse a proteger uno de los tesoros más importantes de la Reina Bruja. En la bodega había oro, armas increíblemente poderosas y artefactos maravillosos que no podía llevar consigo. Por poco que le gustase, había confiado los tesoros de su madre a unos pocos que aún se mantenían leales al imperio.
A pesar de haber fracasado en recuperar el trono de English Garden se había prometido a sí misma reunir la fuerza necesaria para cumplir sus objetivos. Aunaría aliados confiables, artefactos indispensables, riquezas inimaginables y un poderío descomunal para superar cada obstáculo que apareciera en el camino. ¿Tenía un plan para conseguirlo? Por supuesto que no, pero tenía una idea aproximada de cómo empezar. Había escuchado que gran parte de la fuerza que tuvo su madre la había conseguido en sus innumerables viajes por el Grand Line, y Christa haría lo mismo: experimentaría en carne propia el viaje de la Reina Bruja.
Decir que el comienzo fue difícil sería quedarse corto puesto que Christa carecía de los medios propios para llegar al Paraíso. No tenía un barco en condiciones de subir la Reverse Mountain ni un navegante que estuviera a la altura de dicha misión. Tampoco podía cruzar el Calm Belt con Isara debido a la ausencia de viento, así que debía conformarse con un limitado abanico de opciones. Había escuchado que tanto La Legión como la Marina tenían los medios para cruzar la franja sin corrientes, pero infiltrarse en uno de sus barcos era demasiado arriesgado. También había escuchado sobre temerosos piratas que, en busca de fama y riquezas, se aventuraban en subir la Reverse Mountain, pero tampoco parecía ser una opción demasiado segura. Por suerte, Christa contaba con el dinero suficiente para comprar un pasaje en uno de los pocos barcos que llevaban a bordo civiles y constantemente cruzaban de un lado a otro.
—No puedo llevarte conmigo así que nos tendremos que reunir en Bloothe, Isara —le había dicho al grifo antes de subir a la embarcación—. Estaré bien, lo prometo, no tienes que preocuparte por mí. Te quiero, ¿lo sabes?
Así, la princesa sin trono abandonó el mar del norte en busca de sus sueños. Encontraría al ladrón en Bloothe, recuperaría a Stormrage y partiría rumbo a Dark Dome para poner orden en la Torre de Némesis.
El viaje acaba de comenzar, se dijo a sí misma.
Ryukami Aigon
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La fría brisa de la mañana acariciaba la piel desnuda del peliazul erizando los bellos de los brazos, mientras el pirata holgazaneaba como de costumbre sentado en un tocón de madera mirando al horizonte y acariciando las cuerdas de su guitarra mientras con el zurrón y las katanas apoyadas a un lado. La banda se había dispersado por el momento y Aigon había terminado en unos salares de color rojo carmesí por donde circulaba el agua que bajaba de las montañas.
Una pequeña cabra apareció frente al pirata, llamando su atención inmediatamente. Poco a poco la cabra se fue acercando hasta el pirata hasta estar junto a él, cuando la tenía al lado, el peliazul extendió la mano para acariciarla haciendo que rápidamente la cabra se asustará y saliera corriendo, algo a su alrededor volvió a llamar su atención, haciéndole girar rápidamente la cabeza. -¡¡No!! ¡¡No puede ser! Grito el musico llevándose las manos a la cabeza mientras fijaba la mirada en sus pertenencias, viendo que Nozarashi había desaparecido de donde estaba, dejando solo a Fuhiguiri sobre el zurrón.
- ¡Ahí estas! – Dijo dando un brinco para agarrar sus cosas y salir corriendo hacia el norte tras una sombra que se ocultó tras unos robles que se encontraban a unos veinte metros de donde estaba él. Seguirle el paso por la nieve era tarea complicada y aunque no terminaba de perderlo de vista del todo se alejaba considerablemente del pirata.
Sus pasos le guiaban directos al paso entre dos montañas, la figura seguía alejándose de a medida que se acercaban mientras Aigon peleaba por correr tanto como podía sobre la nieve cada vez más y más profunda haciendo que fuera imposible alcanzarla, hasta que finalmente la perdió de vista.
Aun así, pudo seguir las huellas del ladrón hasta los picos, un pequeño poblado en las montañas lleno de cuevas, piratas, contrabandistas y gente de la peor calaña.
Una pequeña cabra apareció frente al pirata, llamando su atención inmediatamente. Poco a poco la cabra se fue acercando hasta el pirata hasta estar junto a él, cuando la tenía al lado, el peliazul extendió la mano para acariciarla haciendo que rápidamente la cabra se asustará y saliera corriendo, algo a su alrededor volvió a llamar su atención, haciéndole girar rápidamente la cabeza. -¡¡No!! ¡¡No puede ser! Grito el musico llevándose las manos a la cabeza mientras fijaba la mirada en sus pertenencias, viendo que Nozarashi había desaparecido de donde estaba, dejando solo a Fuhiguiri sobre el zurrón.
- ¡Ahí estas! – Dijo dando un brinco para agarrar sus cosas y salir corriendo hacia el norte tras una sombra que se ocultó tras unos robles que se encontraban a unos veinte metros de donde estaba él. Seguirle el paso por la nieve era tarea complicada y aunque no terminaba de perderlo de vista del todo se alejaba considerablemente del pirata.
Sus pasos le guiaban directos al paso entre dos montañas, la figura seguía alejándose de a medida que se acercaban mientras Aigon peleaba por correr tanto como podía sobre la nieve cada vez más y más profunda haciendo que fuera imposible alcanzarla, hasta que finalmente la perdió de vista.
Aun así, pudo seguir las huellas del ladrón hasta los picos, un pequeño poblado en las montañas lleno de cuevas, piratas, contrabandistas y gente de la peor calaña.
Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Tenía numerosas pruebas y ninguna duda para concluir que Bloothe era una isla de mierda. No es que el barro fuera del todo molesto, algo inaceptable para cualquier otra princesa, sino que el olor impregnado en las calles era tan desagradable que hacía ver los suburbios de English Garden como un auténtico paraíso. Sin importar a donde fuera todo olía terriblemente mal e incluso había profundos charcos en el suelo que, desde luego, no eran agua. Para su opinión, también había demasiados vagabundos que, al presentarse la más mínima oportunidad, intentaban conseguir un par de monedas para ir a la taberna y beberse una jarra de vino. Sin embargo, ni el olor ni los vagabundos eran peor que los asquerosos piratas que se paseaban de un bar a otro, buscando problemas con cualquiera que estuviera en su camino.
La princesa se estaba hospedando en uno de los supuestos mejores hostales de El Nido, el asentamiento más importante de todo Bloothe. El contrabando era de lo más común y podía conseguirse prácticamente cualquier cosa si se tenía el dinero suficiente. Christa lo tenía, pero no estaba dispuesta a negociar con unos piratas cualesquiera. A sus ojos solo había dos tipos: los héroes que luchaban por sus sueños y la escoria repugnante que se aprovechaba del más débil. Tras pasar una tarde en El Nido se dio cuenta de que era un cúmulo del segundo tipo. Algunos parecían imponentes y terroríficos, gente con la que nadie querría meterse, pero en el fondo solo eran la basura que alguien se había olvidado de tirar.
Desafortunadamente, había escuchado que el ladrón de Stormrage llevaba un tiempo haciendo negocios en Bloothe. ¿Cómo no iba a pasar una temporada allí? Era el sitio ideal para alguien que se ganaba la vida tomando cosas ajenas. Si bien no tenía demasiada información sobre el ladrón, sabía por dónde comenzar para averiguar no solo el nombre del canalla, sino también su paradero y la gente con la que solía tratar. Más pronto que tarde acabaría encontrando al ladrón y le daría una paliza que no olvidaría en su vida. Bueno, eso si es que conseguía sobrevivir a la furia de una von Steinhell, quienes eran especialmente conocidas por su fuerte temperamento y su irritabilidad.
Al día siguiente de llegar a Bloothe se reunió con Luisa, una mujer de unos cuarenta y pico años que había trabajado en los barrios bajos de English Garden. Luisa atendía a todo tipo de clientes y, sin importar sus exigencias, las cumplía todas y cada una de ellas. A pesar de no estar en sus mejores años, todavía podía satisfacer la curiosidad de algunos hombres. La prostituta habló sobre un antro que se hallaba en la periferia de El Nido, un sitio al que nadie querría ir a pasar el rato. Decir que era peligroso sería quedarse corto, pero Christa tampoco tenía más opciones.
—Gracias. Esto es para ti —agradeció, dejando unos cuantos billetes sobre la mesa y entonces partió al infame antro para conseguir más información.
La princesa se estaba hospedando en uno de los supuestos mejores hostales de El Nido, el asentamiento más importante de todo Bloothe. El contrabando era de lo más común y podía conseguirse prácticamente cualquier cosa si se tenía el dinero suficiente. Christa lo tenía, pero no estaba dispuesta a negociar con unos piratas cualesquiera. A sus ojos solo había dos tipos: los héroes que luchaban por sus sueños y la escoria repugnante que se aprovechaba del más débil. Tras pasar una tarde en El Nido se dio cuenta de que era un cúmulo del segundo tipo. Algunos parecían imponentes y terroríficos, gente con la que nadie querría meterse, pero en el fondo solo eran la basura que alguien se había olvidado de tirar.
Desafortunadamente, había escuchado que el ladrón de Stormrage llevaba un tiempo haciendo negocios en Bloothe. ¿Cómo no iba a pasar una temporada allí? Era el sitio ideal para alguien que se ganaba la vida tomando cosas ajenas. Si bien no tenía demasiada información sobre el ladrón, sabía por dónde comenzar para averiguar no solo el nombre del canalla, sino también su paradero y la gente con la que solía tratar. Más pronto que tarde acabaría encontrando al ladrón y le daría una paliza que no olvidaría en su vida. Bueno, eso si es que conseguía sobrevivir a la furia de una von Steinhell, quienes eran especialmente conocidas por su fuerte temperamento y su irritabilidad.
Al día siguiente de llegar a Bloothe se reunió con Luisa, una mujer de unos cuarenta y pico años que había trabajado en los barrios bajos de English Garden. Luisa atendía a todo tipo de clientes y, sin importar sus exigencias, las cumplía todas y cada una de ellas. A pesar de no estar en sus mejores años, todavía podía satisfacer la curiosidad de algunos hombres. La prostituta habló sobre un antro que se hallaba en la periferia de El Nido, un sitio al que nadie querría ir a pasar el rato. Decir que era peligroso sería quedarse corto, pero Christa tampoco tenía más opciones.
—Gracias. Esto es para ti —agradeció, dejando unos cuantos billetes sobre la mesa y entonces partió al infame antro para conseguir más información.
Ryukami Aigon
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-¿Dónde se habrá metido ese infeliz? Se preguntaba el joven mientras giraba la cabeza de un lado a otro buscando al ladrón. Mientras caminaba por el poblado, entre vagabundos y rufianes topo con un grupo de piratas, tres rufianes corpulentos, uno de ellos más alto, calvo y con una cicatriz en el ojo derecho, se acercó hasta Aigon para darle un empujón disimuladamente el distraído musico buscaba con la mirada el paradero del ladrón de la katana.
-¡Eh tú!- Mira por dónde vas imbécil.- Dijo el tipo más alto mientras el peliazul clavaba su mirada en él y al mismo tiempo los otros dos tipos se colocaban alrededor. Durante unos segundos los tres sonrieron como bobos y los dos que le habían rodeado intentaron agarrarlo por la espalda. -Esa espada que llevas parece cara, dánosla y te perdonaré… jajajaajaja.- Dijo el tipo alto frete a él mientras Aigon se llevaba la mano al mango de Fushiguiri, desenvainándola y dándole con el mango en la cara al tipo de su derecha antes de que pudiera agarrarle y atizando con el canto de la espada en el pecho al de su izquierda.
-No tengo tiempo para esto. - Dijo después de deshacerse de lo dos hombres y dando un paso hacia delante para poner la katana en el cuello del calvo. -Alguien de este sucio boquete ya me a robado una de mis katanas, ¿Crees que voy a dejar que me robéis la otra? – Preguntaba con el rostro serio y los ojos clavados en el calvo mientras sus compañeros aun estaban tirados en el suelo.
-Per- Perdo-Perdónanos- Balbuceaba el calvo mientras el filo de Fushiguiri le rozaba la garganta. -Le ayudaremos a buscar su arma, pero no nos mate. – El peliazul bajo el arma, esos rufianes habían intentado robarle y probablemente intentarían hacerlo de nuevo o con el siguiente turista que pasara por allí, pero había perdido de vista al ladrón de su otra arma y probablemente aquellos tres podrían tener alguna idea de donde iría a vender su botín el otro ladrón.
- ¿Y bien? ¿A dónde crees que ha ido el tipo que me ha robado mi otra arma? -Preguntaba el peliazul mientras volvía a enfundar a Fushiguiri sin quitar el ojo de encima ala calvo.
El tipo dio un paso atrás y respiró aliviado antes de responder. -Esta zona esta llena de contrabandistas, si la espada es tan buena como la que llevas todos se partirán la cara entre ellos para poder tenerla, pero solo hay dos o tres a este lado de la isla que pagarían bien esa clase de objetos…- Explicaba el calvo mientras sus compañeros poco a poco se reincorporaban de nuevo desde el suelo. -Lo llevaremos hasta ellos…-
-¡Eh tú!- Mira por dónde vas imbécil.- Dijo el tipo más alto mientras el peliazul clavaba su mirada en él y al mismo tiempo los otros dos tipos se colocaban alrededor. Durante unos segundos los tres sonrieron como bobos y los dos que le habían rodeado intentaron agarrarlo por la espalda. -Esa espada que llevas parece cara, dánosla y te perdonaré… jajajaajaja.- Dijo el tipo alto frete a él mientras Aigon se llevaba la mano al mango de Fushiguiri, desenvainándola y dándole con el mango en la cara al tipo de su derecha antes de que pudiera agarrarle y atizando con el canto de la espada en el pecho al de su izquierda.
-No tengo tiempo para esto. - Dijo después de deshacerse de lo dos hombres y dando un paso hacia delante para poner la katana en el cuello del calvo. -Alguien de este sucio boquete ya me a robado una de mis katanas, ¿Crees que voy a dejar que me robéis la otra? – Preguntaba con el rostro serio y los ojos clavados en el calvo mientras sus compañeros aun estaban tirados en el suelo.
-Per- Perdo-Perdónanos- Balbuceaba el calvo mientras el filo de Fushiguiri le rozaba la garganta. -Le ayudaremos a buscar su arma, pero no nos mate. – El peliazul bajo el arma, esos rufianes habían intentado robarle y probablemente intentarían hacerlo de nuevo o con el siguiente turista que pasara por allí, pero había perdido de vista al ladrón de su otra arma y probablemente aquellos tres podrían tener alguna idea de donde iría a vender su botín el otro ladrón.
- ¿Y bien? ¿A dónde crees que ha ido el tipo que me ha robado mi otra arma? -Preguntaba el peliazul mientras volvía a enfundar a Fushiguiri sin quitar el ojo de encima ala calvo.
El tipo dio un paso atrás y respiró aliviado antes de responder. -Esta zona esta llena de contrabandistas, si la espada es tan buena como la que llevas todos se partirán la cara entre ellos para poder tenerla, pero solo hay dos o tres a este lado de la isla que pagarían bien esa clase de objetos…- Explicaba el calvo mientras sus compañeros poco a poco se reincorporaban de nuevo desde el suelo. -Lo llevaremos hasta ellos…-
Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El centro de El Nido parecía un barrio de ricachones en comparación a las zonas periféricas en donde se reunían los peores hombres de la isla. Había asesinos, ladrones y contrabandistas por doquier. Si bien la princesa no les tenía miedo a unos cuantos piratas de mierda, prefería estar en un lugar mucho más agradable y sin tantos peligros. Confiaba en su fuerza, pero no en su suerte o, mejor dicho, mala suerte. En sitios como ese había muchos factores que escapaban de su control como, por poner un ejemplo, una bala perdida producto de un enfrentamiento cualquiera. Así que iba a tener que esforzarse en ser cautelosa y no una imprudente sin cabeza como lo era siempre.
El antro al que se refería la prostituta era, bueno, una asquerosa taberna que invocaba a gente del bajo mundo. Se trataba de un edificio de tres plantas: la primera de ella era de piedras y tenía múltiples ventanas rotas; tanto la segunda como la tercera eran de madera y la última de estas tenía un balcón con vistas al vertedero. Había botellas de vidrio, envases y otro tipo de basura en el suelo. Desde fuera podía sentir el nauseabundo olor de la orina y la cerveza de mala calidad. La música, por otro lado, parecía ser un rugido constante que, en vez de calmar el corazón y apaciguar el miedo, invitaba a destruir el mundo completo y sumirlo en un auténtico caos. La combinación entre la guitarra y la batería era tormentosa, pero lo peor era la voz del vocalista.
La princesa miró al cielo y allí vio una gigantesca sombra que le sacó una sonrisa. Iba a estar bien, no debía tener miedo. Dio un paso hacia delante y entró en la taberna sin llamar la atención. Llevaba su rostro oculto bajo la capucha de la capa mágica, así que esperaba que nadie le reconociera. Por fortuna, los que menos interesados estaban en la hija de la Reina Bruja eran los criminales que perseguían sus propios intereses. Christa caminó hacia la escalera del fondo para alejarse de la horrible música y subió hasta el tercer piso en donde había poca gente.
Tomó asiento justo en una esquina, sacó uno de los odres y comenzó a beber mientras pensaba en todos los arreglos musicales que le haría a esa banda. Primero, conservaría el sonido áspero de la voz, pero lo armonizaría con la guitarra. Segundo, cambiaría el tempo de la batería y, si bien mantendría el doble pedal, lo haría variar para que la música no se convirtiese en algo monótono. Fue entonces, cuando divagaba entre los ríos del pensamiento, que escuchó algo que capturó su atención y parecía prometedor. Al parecer, había un infame personaje conocido como Camaleón, quien se dedicaba a vender armas robadas o conseguidas por medios sospechosos. Estaba organizando una especie de arriesgada subasta en la que vendería un destacamento de primer nivel antes de partir a la siguiente isla.
—Quiero saber dónde hará la subasta ese tal Camaleón —interrumpió la princesa sin quitarse la capucha, llamando la atención de los hombres que estaban en el balcón—. Pagaré por la información.
Uno de ellos, un hombre calvo y de brazos fornidos que tenía un tatuaje de un corazón en el tríceps, estudió con la mirada a la princesa, analizándola de pies a cabeza. Frunció el ceño y le hizo un gesto para que se largase, advirtiéndole de que no habría problemas si hacía caso.
—Dije que pagaré por la información —repitió Christa, dedicándole una fría mirada al trío de hombres—. ¿O prefieren soltarla por las malas? —preguntó, enseñando la daga bajo la capa.
—Está bien, está bien. No sé qué negocios tienes pensado hacer con Camaleón, pero no le digas que se nos soltó la lengua; no queremos problemas contigo ni con él —dijo el calvo—. Está organizando una subasta en Los Picos, un pueblo entre cuevas y quebradas. Creo que empieza dentro de dos días así que tienes tiempo para llegar y preguntar por su ubicación exacta.
La princesa se aseguró de recordar la información y sacó un fajo de billetes para dejarlo sobre la mesa; entonces, abandonó el antro agradeciendo que nada malo había pasado… aún.
El antro al que se refería la prostituta era, bueno, una asquerosa taberna que invocaba a gente del bajo mundo. Se trataba de un edificio de tres plantas: la primera de ella era de piedras y tenía múltiples ventanas rotas; tanto la segunda como la tercera eran de madera y la última de estas tenía un balcón con vistas al vertedero. Había botellas de vidrio, envases y otro tipo de basura en el suelo. Desde fuera podía sentir el nauseabundo olor de la orina y la cerveza de mala calidad. La música, por otro lado, parecía ser un rugido constante que, en vez de calmar el corazón y apaciguar el miedo, invitaba a destruir el mundo completo y sumirlo en un auténtico caos. La combinación entre la guitarra y la batería era tormentosa, pero lo peor era la voz del vocalista.
La princesa miró al cielo y allí vio una gigantesca sombra que le sacó una sonrisa. Iba a estar bien, no debía tener miedo. Dio un paso hacia delante y entró en la taberna sin llamar la atención. Llevaba su rostro oculto bajo la capucha de la capa mágica, así que esperaba que nadie le reconociera. Por fortuna, los que menos interesados estaban en la hija de la Reina Bruja eran los criminales que perseguían sus propios intereses. Christa caminó hacia la escalera del fondo para alejarse de la horrible música y subió hasta el tercer piso en donde había poca gente.
Tomó asiento justo en una esquina, sacó uno de los odres y comenzó a beber mientras pensaba en todos los arreglos musicales que le haría a esa banda. Primero, conservaría el sonido áspero de la voz, pero lo armonizaría con la guitarra. Segundo, cambiaría el tempo de la batería y, si bien mantendría el doble pedal, lo haría variar para que la música no se convirtiese en algo monótono. Fue entonces, cuando divagaba entre los ríos del pensamiento, que escuchó algo que capturó su atención y parecía prometedor. Al parecer, había un infame personaje conocido como Camaleón, quien se dedicaba a vender armas robadas o conseguidas por medios sospechosos. Estaba organizando una especie de arriesgada subasta en la que vendería un destacamento de primer nivel antes de partir a la siguiente isla.
—Quiero saber dónde hará la subasta ese tal Camaleón —interrumpió la princesa sin quitarse la capucha, llamando la atención de los hombres que estaban en el balcón—. Pagaré por la información.
Uno de ellos, un hombre calvo y de brazos fornidos que tenía un tatuaje de un corazón en el tríceps, estudió con la mirada a la princesa, analizándola de pies a cabeza. Frunció el ceño y le hizo un gesto para que se largase, advirtiéndole de que no habría problemas si hacía caso.
—Dije que pagaré por la información —repitió Christa, dedicándole una fría mirada al trío de hombres—. ¿O prefieren soltarla por las malas? —preguntó, enseñando la daga bajo la capa.
—Está bien, está bien. No sé qué negocios tienes pensado hacer con Camaleón, pero no le digas que se nos soltó la lengua; no queremos problemas contigo ni con él —dijo el calvo—. Está organizando una subasta en Los Picos, un pueblo entre cuevas y quebradas. Creo que empieza dentro de dos días así que tienes tiempo para llegar y preguntar por su ubicación exacta.
La princesa se aseguró de recordar la información y sacó un fajo de billetes para dejarlo sobre la mesa; entonces, abandonó el antro agradeciendo que nada malo había pasado… aún.
Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A medida que se alejaba de la costa las condiciones meteorológicas empeoraban. El viento había dejado de ser una suave brisa que sacudía con ternura los cabellos para convertirse en el soplido de un dragón embravecido que levantaba tanto polvo como pequeñas piedrecillas. De acuerdo al mapa que había conseguido (uno bastante básico, por cierto) debía tardar entre cuatro y cinco horas en llegar a Los Picos, pero sabía que al final tardaría cerca de un día o un día y medio por culpa del clima. Era peligroso avanzar por los escarpados senderos de la montaña en medio de una densa neblina; no quería caer al vacío y morir sin haber logrado nada.
Existía la posibilidad de invocar a Isara y cruzar Bloothe a través del cielo, pero detestaba depender en cada ocasión de su compañera. Por difícil que resultase tenía que llegar por sus propios medios. No habría quejas ni intenciones de renunciar; llegaría a Los Picos sin ninguna ayuda y recuperaría a Stormrage. Así, las primeras horas de viaje fueron las más tranquilas por increíble que suene. Sí, el viento era una molestia y subir los empinados senderos resultaba agotador, pero lo horrible comenzó cuando cayó la neblina. Se vio en la obligación de detener la marcha y resignarse a montar el campamento justo en las faldas de un cerro. Era imposible ver a través de la niebla y ya había visto que el camino era mucho más traicionero de lo que aparentaba ser en primera instancia.
Tras montar la tienda le dio un buen sorbo al odre y utilizó el dial de fuego para hacer una fogata. Si bien la princesa no era una cocinera especialmente buena, tampoco era de esas personas incapaces de preparar un huevo cocido. Esa tarde cenó pasta con albóndigas y, después de lavar los trastos, acomodó el saco de dormir para descansar. Sin embargo, fue entonces que comenzó a escuchar unas pisadas en dirección al campamento. Se incorporó enseguida y consideró la posibilidad de que fueran bandidos; lo último que quería era una pelea en medio de la montaña. Empuñó la daga y salió de la tienda para enfrentar lo que fuera que hubiera allí.
Su corazón se detuvo por un momento cuando sus ojos se cruzaron con los de una gigantesca bestia que parecía un oso con cuernos de ciervo. La criatura se alzó en dos patas y rugió furiosa, pero el fuego se interponía entre ella y Christa. Por lo general, los depredadores pasaban de la princesa debido a su carisma natural, pero su instinto le gritaba a viva voz que esa bestia sería la excepción. Tenía que salir corriendo de ahí, olvidarse del campamento y de las provisiones: había que sobrevivir.
La criatura se abalanzó sobre Christa, quien tuvo que rodar hacia atrás para evitar ser atrapada por sus garras. Cogió el dial de fuego, apuntó y presionó el botón para disparar una llamarada ígnea que dio de lleno en el pecho del monstruo, haciéndolo aullar de dolor. No obstante, haría falta más potencia para detenerlo o, en el mejor de los casos, ahuyentarlo. La princesa aprovechó la oportunidad para coger la capa mágica, unos cuantos odres y largarse de allí. La bestia destrozó la tienda con sus grotescas zarpas y empezó a correr hacia Christa.
Corría lo más rápido que le permitían sus piernas y a su cabeza llegaron los recuerdos de la Prueba del Cazador en el bosque de Ralún. En ese momento también había corrido de una bestia, aunque era mucho más imponente que el oso-ciervo. Continuó huyendo, adentrándose cada vez más en las sombras sin saber hacia dónde ir. Tropezó con una piedra en el camino y se dio de bruces contra el suelo. Cuando se colocó de pie la bestia ya se encontraba a su espalda. Protegió su cabeza con los brazos cuando la criatura le golpeó con sus zarpas. Su brazo derecho terminó arañado y había chocado contra una roca por culpa del impacto, pero pudo haber sido mucho peor de no ser por la capa mágica. Aguantando el dolor, la princesa nuevamente usó el dial de fuego para espantar al oso, sin embargo, no resultó como le hubiera gustado.
—No voy a morir en esta estúpida montaña —declaró, enfrentando a la bestia con la mirada—. Aún hay muchas cosas que debo hacer. ¡Definitivamente no voy a morir, maldito monstruo!
El oso rugió como si entendiera las palabras de la humana y se abalanzó una vez más. Una sombra descendió en picada desde el cielo nocturno y entonces la tierra tembló. La bestia se paralizó de miedo al ver a Isara y comenzó a retroceder hasta perderse en la oscuridad. Si el grifo no hubiera aparecido, probablemente Christa habría sido devorada por el oso-ciervo. Sin embargo, a pesar de haber sobrevivido, no estaba contenta sino más bien todo lo contrario.
—Volví a depender de ti… ¡Siempre termina siendo así! —rugió, golpeando el suelo con sus puños. Isara le dedicó una mirada de tristeza—. No, no, no te sientas mal. No es tu culpa, es solo que… Quiero ser capaz de defenderme por mi propia cuenta, no quiero ser solo una princesa que debe ser rescatada cada vez que está en apuros.
Christa pasó el resto de la noche junto a Isara, durmiendo apoyada en su gigantesco dorso, y despertó cuando el primer rayo de sol le golpeó suavemente el rostro. Volvió al campamento para recuperar lo que estuviera en un estado medianamente decente y marchó hacia Los Picos, pensando en cómo volverse más fuerte para dejar de ser una maldita carga. Estaba desanimada y tenía el orgullo destrozado, pero al menos llegaría al destino por sus propios miedos sin depender una vez más de Isara.
Existía la posibilidad de invocar a Isara y cruzar Bloothe a través del cielo, pero detestaba depender en cada ocasión de su compañera. Por difícil que resultase tenía que llegar por sus propios medios. No habría quejas ni intenciones de renunciar; llegaría a Los Picos sin ninguna ayuda y recuperaría a Stormrage. Así, las primeras horas de viaje fueron las más tranquilas por increíble que suene. Sí, el viento era una molestia y subir los empinados senderos resultaba agotador, pero lo horrible comenzó cuando cayó la neblina. Se vio en la obligación de detener la marcha y resignarse a montar el campamento justo en las faldas de un cerro. Era imposible ver a través de la niebla y ya había visto que el camino era mucho más traicionero de lo que aparentaba ser en primera instancia.
Tras montar la tienda le dio un buen sorbo al odre y utilizó el dial de fuego para hacer una fogata. Si bien la princesa no era una cocinera especialmente buena, tampoco era de esas personas incapaces de preparar un huevo cocido. Esa tarde cenó pasta con albóndigas y, después de lavar los trastos, acomodó el saco de dormir para descansar. Sin embargo, fue entonces que comenzó a escuchar unas pisadas en dirección al campamento. Se incorporó enseguida y consideró la posibilidad de que fueran bandidos; lo último que quería era una pelea en medio de la montaña. Empuñó la daga y salió de la tienda para enfrentar lo que fuera que hubiera allí.
Su corazón se detuvo por un momento cuando sus ojos se cruzaron con los de una gigantesca bestia que parecía un oso con cuernos de ciervo. La criatura se alzó en dos patas y rugió furiosa, pero el fuego se interponía entre ella y Christa. Por lo general, los depredadores pasaban de la princesa debido a su carisma natural, pero su instinto le gritaba a viva voz que esa bestia sería la excepción. Tenía que salir corriendo de ahí, olvidarse del campamento y de las provisiones: había que sobrevivir.
La criatura se abalanzó sobre Christa, quien tuvo que rodar hacia atrás para evitar ser atrapada por sus garras. Cogió el dial de fuego, apuntó y presionó el botón para disparar una llamarada ígnea que dio de lleno en el pecho del monstruo, haciéndolo aullar de dolor. No obstante, haría falta más potencia para detenerlo o, en el mejor de los casos, ahuyentarlo. La princesa aprovechó la oportunidad para coger la capa mágica, unos cuantos odres y largarse de allí. La bestia destrozó la tienda con sus grotescas zarpas y empezó a correr hacia Christa.
Corría lo más rápido que le permitían sus piernas y a su cabeza llegaron los recuerdos de la Prueba del Cazador en el bosque de Ralún. En ese momento también había corrido de una bestia, aunque era mucho más imponente que el oso-ciervo. Continuó huyendo, adentrándose cada vez más en las sombras sin saber hacia dónde ir. Tropezó con una piedra en el camino y se dio de bruces contra el suelo. Cuando se colocó de pie la bestia ya se encontraba a su espalda. Protegió su cabeza con los brazos cuando la criatura le golpeó con sus zarpas. Su brazo derecho terminó arañado y había chocado contra una roca por culpa del impacto, pero pudo haber sido mucho peor de no ser por la capa mágica. Aguantando el dolor, la princesa nuevamente usó el dial de fuego para espantar al oso, sin embargo, no resultó como le hubiera gustado.
—No voy a morir en esta estúpida montaña —declaró, enfrentando a la bestia con la mirada—. Aún hay muchas cosas que debo hacer. ¡Definitivamente no voy a morir, maldito monstruo!
El oso rugió como si entendiera las palabras de la humana y se abalanzó una vez más. Una sombra descendió en picada desde el cielo nocturno y entonces la tierra tembló. La bestia se paralizó de miedo al ver a Isara y comenzó a retroceder hasta perderse en la oscuridad. Si el grifo no hubiera aparecido, probablemente Christa habría sido devorada por el oso-ciervo. Sin embargo, a pesar de haber sobrevivido, no estaba contenta sino más bien todo lo contrario.
—Volví a depender de ti… ¡Siempre termina siendo así! —rugió, golpeando el suelo con sus puños. Isara le dedicó una mirada de tristeza—. No, no, no te sientas mal. No es tu culpa, es solo que… Quiero ser capaz de defenderme por mi propia cuenta, no quiero ser solo una princesa que debe ser rescatada cada vez que está en apuros.
Christa pasó el resto de la noche junto a Isara, durmiendo apoyada en su gigantesco dorso, y despertó cuando el primer rayo de sol le golpeó suavemente el rostro. Volvió al campamento para recuperar lo que estuviera en un estado medianamente decente y marchó hacia Los Picos, pensando en cómo volverse más fuerte para dejar de ser una maldita carga. Estaba desanimada y tenía el orgullo destrozado, pero al menos llegaría al destino por sus propios miedos sin depender una vez más de Isara.
Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El pueblo de Los Picos estaba formado por un complejo sistema de cuevas unidas a través de conductos que comunicaban los distintos niveles de la estructura. La mayoría de las personas vivían en los niveles más bajos, pues eran los de más fácil acceso. Allí se aglomeraban piratas y criminales quienes pasaban de taberna en taberna. En el mercado vendían armas, drogas y básicamente cualquier cosa esperable del mercado negro, aunque lo mejor eran los sicarios que ofrecían sus servicios con descuento. Eso sí, los precios eran exageradamente altos. Si bien el comercio de Los Picos era interesante, lo que en realidad llamaba la atención era quiénes vivían en los pisos superiores. O más bien quiénes se hospedaban allí para hacer negocios.
La princesa todavía tenía el ánimo por los suelos; le iba a costar el encuentro con la bestia de las montañas. Había sido una situación extraña, ¿verdad? Primero, los animales no solían atacar a Christa; segundo, la mayoría de las criaturas le tenían un miedo instintivo al fuego, en cambio, el oso atacó como si le diera igual quemarse. Para terminar en Bloothe los osos no eran una especie demasiado común. ¿Cómo iban a basar su dieta en las aguas contaminadas por los salares? Desde luego que había algo raro, pero ahora mismo tenía que enfocarse en recuperar a Stormrage en vez de dirigir energías en preguntas que muy probablemente no tenían respuesta.
Entró a una taberna, no mucho mejor que las de El Nido, y tomó asiento en una esquina. No es como si le gustasen los bares o sitios de ese estilo, pero era donde los hombres aflojaban la lengua. Nada más entrar se dio cuenta de un dúo de borrachos que se lo estaba pasando bien, alegando que habían ganado un montón de dinero y que lo gastarían en la subasta de Camaleón. Recibieron miradas de desconfianza y molestia, pero ningún cliente de la taberna quedó indiferente. La subasta de Camaleón era un evento exclusivo que no podía anunciarse a los cuatro vientos, de lo contrario, llegaría gente indeseable. Ahora bien, ¿cómo una subasta tan reservada podía estar en conocimiento de unos bobos como esos? Tal vez no era tan exclusiva como Camaleón decía ser.
—Escuché que un oso atacó a una familia en las montañas —dijo un hombre que estaba sentado en la diagonal de Christa—. Me contaron que encontraron los cuerpos destrozados, pero al parecer el oso no se los comió. ¿Habrá matado a la familia por diversión…?
¿Por diversión? Un oso jamás mataría a un ser humano solamente porque quiere pasarlo bien, eso es un comportamiento de los humanos. Como sospechaba, hay algo extraño en todo esto…, se dijo a sí misma mientras continuaba espiando la conversación.
Le dio un buen sorbo al odre de agua y se dejó encantar por el concierto de una mujer junto a un guitarrista y a un percusionista. La voz de la cantante era dulce y embriagadora, aunque, a oído de Christa, todavía le faltaba control sobre el diafragma.
Un hombre vestido de negro entró a la taberna y, nada más poner un pie dentro, sacó un arma y abrió fuego contra los borrachos que iban por la vida anunciando la subasta. La música se detuvo, Christa dejó de beber y los clientes miraron al asesino, quien guardó la pistola sin perturbación. No le había temblado la mano ni un poco; era evidente que había matado antes como, probablemente, la mayoría de los idiotas que estaban en la taberna.
—El señor Camaleón manda sus saludos y dice que hay dos plazas disponibles para la subasta que se realizará mañana a medio día, aunque su ubicación aún no ha sido revelada —anunció el asesino—. Estaré en el cuarto nivel esperando a todos los que quieran participar. Buena suerte.
La princesa todavía tenía el ánimo por los suelos; le iba a costar el encuentro con la bestia de las montañas. Había sido una situación extraña, ¿verdad? Primero, los animales no solían atacar a Christa; segundo, la mayoría de las criaturas le tenían un miedo instintivo al fuego, en cambio, el oso atacó como si le diera igual quemarse. Para terminar en Bloothe los osos no eran una especie demasiado común. ¿Cómo iban a basar su dieta en las aguas contaminadas por los salares? Desde luego que había algo raro, pero ahora mismo tenía que enfocarse en recuperar a Stormrage en vez de dirigir energías en preguntas que muy probablemente no tenían respuesta.
Entró a una taberna, no mucho mejor que las de El Nido, y tomó asiento en una esquina. No es como si le gustasen los bares o sitios de ese estilo, pero era donde los hombres aflojaban la lengua. Nada más entrar se dio cuenta de un dúo de borrachos que se lo estaba pasando bien, alegando que habían ganado un montón de dinero y que lo gastarían en la subasta de Camaleón. Recibieron miradas de desconfianza y molestia, pero ningún cliente de la taberna quedó indiferente. La subasta de Camaleón era un evento exclusivo que no podía anunciarse a los cuatro vientos, de lo contrario, llegaría gente indeseable. Ahora bien, ¿cómo una subasta tan reservada podía estar en conocimiento de unos bobos como esos? Tal vez no era tan exclusiva como Camaleón decía ser.
—Escuché que un oso atacó a una familia en las montañas —dijo un hombre que estaba sentado en la diagonal de Christa—. Me contaron que encontraron los cuerpos destrozados, pero al parecer el oso no se los comió. ¿Habrá matado a la familia por diversión…?
¿Por diversión? Un oso jamás mataría a un ser humano solamente porque quiere pasarlo bien, eso es un comportamiento de los humanos. Como sospechaba, hay algo extraño en todo esto…, se dijo a sí misma mientras continuaba espiando la conversación.
Le dio un buen sorbo al odre de agua y se dejó encantar por el concierto de una mujer junto a un guitarrista y a un percusionista. La voz de la cantante era dulce y embriagadora, aunque, a oído de Christa, todavía le faltaba control sobre el diafragma.
Un hombre vestido de negro entró a la taberna y, nada más poner un pie dentro, sacó un arma y abrió fuego contra los borrachos que iban por la vida anunciando la subasta. La música se detuvo, Christa dejó de beber y los clientes miraron al asesino, quien guardó la pistola sin perturbación. No le había temblado la mano ni un poco; era evidente que había matado antes como, probablemente, la mayoría de los idiotas que estaban en la taberna.
—El señor Camaleón manda sus saludos y dice que hay dos plazas disponibles para la subasta que se realizará mañana a medio día, aunque su ubicación aún no ha sido revelada —anunció el asesino—. Estaré en el cuarto nivel esperando a todos los que quieran participar. Buena suerte.
Christa
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Al principio pensó que llegar al cuarto y penúltimo nivel pan comido, después de todo, ¿por qué tendría que ser difícil subir unos cuantos peldaños? Bueno, resultó ser que para pasar de un nivel a otro había que cumplir una de las dos condiciones. La primera de ellas era comprar un boleto de piso y cada uno tenía un precio exorbitante; a través de este método solo se podía llegar al cuarto nivel. La segunda condición era demostrar ser útil para la pintoresca comunidad de Los Picos, ya fuera entregando a un traidor de los bajos fondos, batiéndose a duelo con cualquiera de las leyendas o haber reunido previamente los logros necesarios. Había una tercera condición reservada para un puñado de criminales y piratas: influencia dentro del Bajo Mundo.
Por supuesto, la princesa no iba a usar prácticamente toda su pequeña fortuna en comprar tres boletos de mierda que no volvería a usar en su vida, así que solo le quedaba la segunda opción. Sin embargo, ¿cómo iba a demostrar en tan poco tiempo ser útil para la comunidad de Los Picos? Tenía menos de un día para llegar al cuarto piso sin hacerse enemiga de medio mundo en el proceso, así que tenía descartada la opción de usar a Isara como ariete de batalla y echar abajo todo el pueblo. Lamentablemente, al final lo único que se le daba bien era ir de frente sin pensar en las consecuencias y, como no quería ganar dinero ni había reunido logros, iba a tener que luchar.
El primer guardián era un hombre alto, fornido y con más pelos en el pecho que en la cabeza. Tenía un bonito tatuaje de una sirena en su brazo derecho y había perdido un ojo en una batalla épica contra una cabra-espada, una especie endémica de Bloothe. No necesitaba armas para destrozar a sus enemigos: le valía la fuerza de sus puñetazos. El hombre de dos metros y treinta centímetros se burló de la princesa cuando escuchó que quería avanzar al segundo nivel.
—Tendrás que pagar —dijo el guardián—. ¿O de verdad estás pensando en pelear contra mí?
Christa frunció el ceño y fulminó al hombre con la mirada, haciendo que retrocediera asustado. No estaba de humor para humillaciones ni burlas. Lo mejor para Los Picos sería que Christa recuperase lo suyo y siguiera su camino, pero si seguían molestándole… Bueno, por algo era la hija de la Reina Bruja.
—Cierra la boca y prepárate para pelear —le desafió.
Cuando los ciudadanos de Los Picos se enteraron de que una enana había desafiado al guardián del segundo piso se reunieron para ver la pelea. No había un cuadrilátero ni era un campo de batalla, solo un corredor lo suficientemente alto y ancho como para pelear sin demasiados problemas. Ahora, la princesa no tenía demasiada información sobre su oponente, solo sabía que era un bruto que le gustaba el combate cuerpo a cuerpo. Le hubiera gustado pensar en una estrategia llena de detalles sacados del culo, pero ese no era su estilo.
Nada más comenzar el desafío, la princesa introdujo la mano dentro de la capa y la mantuvo ahí. Luego, sus ojos brillaron con la intensidad de un rayo y comenzó a desprender estática, el característico sonido cuando una radio es interferida o no tiene señal. El guardián, impaciente como siempre, se abalanzó sobre la princesa e intentó agarrarla con sus poderosas manos. Christa era ágil y escurridiza así que no le costó esquivar el intento de agarre. Aprovechó la oportunidad para contraatacar. Quitó la mano de la capa y de esta sacó una concha gris. Pulsó el botón del artefacto e invocó una nube de humo. Cuando se dispersó el humo, una daga suspendida en el cielo que despedía chispas rojas estaba a milímetros del cuello del guardián.
—Parece inofensiva, pero te aseguro que podrías cortar diamante con su hoja —alardeó la princesa sin expresión en su rostro.
Así, Christa consiguió avanzar al siguiente piso.
Por supuesto, la princesa no iba a usar prácticamente toda su pequeña fortuna en comprar tres boletos de mierda que no volvería a usar en su vida, así que solo le quedaba la segunda opción. Sin embargo, ¿cómo iba a demostrar en tan poco tiempo ser útil para la comunidad de Los Picos? Tenía menos de un día para llegar al cuarto piso sin hacerse enemiga de medio mundo en el proceso, así que tenía descartada la opción de usar a Isara como ariete de batalla y echar abajo todo el pueblo. Lamentablemente, al final lo único que se le daba bien era ir de frente sin pensar en las consecuencias y, como no quería ganar dinero ni había reunido logros, iba a tener que luchar.
El primer guardián era un hombre alto, fornido y con más pelos en el pecho que en la cabeza. Tenía un bonito tatuaje de una sirena en su brazo derecho y había perdido un ojo en una batalla épica contra una cabra-espada, una especie endémica de Bloothe. No necesitaba armas para destrozar a sus enemigos: le valía la fuerza de sus puñetazos. El hombre de dos metros y treinta centímetros se burló de la princesa cuando escuchó que quería avanzar al segundo nivel.
—Tendrás que pagar —dijo el guardián—. ¿O de verdad estás pensando en pelear contra mí?
Christa frunció el ceño y fulminó al hombre con la mirada, haciendo que retrocediera asustado. No estaba de humor para humillaciones ni burlas. Lo mejor para Los Picos sería que Christa recuperase lo suyo y siguiera su camino, pero si seguían molestándole… Bueno, por algo era la hija de la Reina Bruja.
—Cierra la boca y prepárate para pelear —le desafió.
Cuando los ciudadanos de Los Picos se enteraron de que una enana había desafiado al guardián del segundo piso se reunieron para ver la pelea. No había un cuadrilátero ni era un campo de batalla, solo un corredor lo suficientemente alto y ancho como para pelear sin demasiados problemas. Ahora, la princesa no tenía demasiada información sobre su oponente, solo sabía que era un bruto que le gustaba el combate cuerpo a cuerpo. Le hubiera gustado pensar en una estrategia llena de detalles sacados del culo, pero ese no era su estilo.
Nada más comenzar el desafío, la princesa introdujo la mano dentro de la capa y la mantuvo ahí. Luego, sus ojos brillaron con la intensidad de un rayo y comenzó a desprender estática, el característico sonido cuando una radio es interferida o no tiene señal. El guardián, impaciente como siempre, se abalanzó sobre la princesa e intentó agarrarla con sus poderosas manos. Christa era ágil y escurridiza así que no le costó esquivar el intento de agarre. Aprovechó la oportunidad para contraatacar. Quitó la mano de la capa y de esta sacó una concha gris. Pulsó el botón del artefacto e invocó una nube de humo. Cuando se dispersó el humo, una daga suspendida en el cielo que despedía chispas rojas estaba a milímetros del cuello del guardián.
—Parece inofensiva, pero te aseguro que podrías cortar diamante con su hoja —alardeó la princesa sin expresión en su rostro.
Así, Christa consiguió avanzar al siguiente piso.
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.