Camarero, mi pescado está frio [Evento Hush Tilikum]

Con la última misión cumplida, y la Venus en posesión de los amables funcionarios del Gobierno que se encargarían de tramitarla dentro del sistema, era el momento de tomarme mi dia de asueto estipulado. ¡Cuánto habíamos avanzado en el Gobierno gracias a los sindicatos! Claro que, como agentes, siempre debíamos estar alerta por si contactaban con nosotros para realizar algún encargo, pero entretanto uno podia tomarse un momento para respirar y quitarse de los hombros la carga compartida de sostener el futuro de la humanidad.

El siguiente punto en la larga travesía era Karakuri, más conocida por su capital Baltimore, un lugar de ciencia y prodigios heredados del famoso Vegapunk convenientemente conservados en la baja temperatura de un clima siempre invernal. Comprados un par jerséis calentitos, y donados a la pareja de tenderos una suma considerable para el apoyo al orfanato local, me uni a un grupo de viajantes que, desde el puerto, también se dirigían a mi mismo destino. Era un grupo, cuanto menos, variopinto; muchos de los cuales habian optado por encapotarse en largos y pesados mantos de piel que ocultaban sus rasgos convirtiéndoles en poco más que espectros en la nieve. Desde luego, aunque con mucho mas estilo, yo prefería la seguridad de mi conjunto naranja bombona de butano con guantes, botas y capucha peludita. ¡¿Quién los iba a encontrar si se caían en la nieve?! ¡Que imprudencia! Por su falta de consciencia me aseguré de contarlos, siendo ellos seis de los doce que íbamos en la comitiva, para asegurarme de que ninguno se perdía.

Caminar por la tundra, pese a que había un camino definido entre donde nos había dejado el barco, que no podía llamarse puerto, y la ciudad, era más difícil, mucho más difícil, de lo que me esperaba. Lamenté al primer tortazo contra el suelo no haberme traído algún tipo de bastón, porque lo más peligroso no era en sí la nieve, que hacía andar un infierno, sino el slush -o nieve derretidilla- que se formaba y te hacía resbalar. Poco a poco me fui quedando atrás, y aunque el día era claro, no estaba nada tranquilo alejándome del grupo.

Exhausto del esfuerzo de levantarme otra vez e intentar esprintar para acercarme a la pequeña -y ya lejana- caravana, me odié de nuevo. Odié la mala suerte de nacer con lo que me impedía suplicarles que me esperasen, odié mis piernas inútiles ancladas en la nieve y la torpeza de la que siempre hacía gala. Siempre había sido peor. Y ser peor en la fría naturaleza era...

Suspiré. El paisaje era hermoso. Un tapiz blanco salpicado de algún que otro marrón que se colaba allá donde el sol había decidido esforzarse. A lo lejos, bastante a lo lejos, la ciudad acariciaba las nubes demostrando el poderío de la humanidad frente a la naturaleza. ¡Ah, cuan lejos habiámos llegado con un poco de esperanza! ¡Sí, sigamos adelante!, me dije, más en vez de hacerlo con una voz interior sólo lo sentí en el pecho, alzándome mi espíritu para obligarme a continuar con una meta clara. Continuar pese a todo.

Es verdad que en el agua, no se estaba precisamente caliente, mi cuerpo estaba acostumbrado a esas temperaturas, se notaban los grados extras en el sur y los pocos grados en el norte, pero aún así era un cambio poco significante para mi temperatura corporal, pero, nadar por estas aguas era algo impensable, moriría de frío antes de entrar en calor con el movimiento, por lo que llegué a la isla en barco. Un mercader me permitió viajar en la bodega, tapado con lonas par que nadie me viese, la coloqué entre cuatro cajas a las esquinas y me hice una especie de tienda de campaña, que rabia me dio tener que pedir un favor al hombre. Una vez en la siguiente isla, miré al cielo, en la anterior me comentaron que mi compañero había sido visto viajando a esta isla, por lo que miré si lo veía volar o cualquier cosa, pero claramente sería difícil pues este viendo helado también debía afectarle por mucho fuego que pudiera crear a sus espaldas. Bajé, con un objetivo claro, una tienda de ropa donde me abastecí con un par de jerséis de cuello alto, uno más fijo para poner debajo del regordete, una camisa térmica y sobre todo un buen abrigo gordo con pelo en la capucha, me encantaba el pelo en la capucha.

Entré en una taberna, bar o restaurante, no sabía bien bien que era, donde un ¿Robot? me atendió y me sirvió sake caliente para el frío, me quedé en una esquina sentado, observando el mundo, nadie me miraba mal, nadie tenía una actitud agresiva o de desprecio, parecía que mi presencia no molestaba a nadie, claramente iba con la capucha, quizás nadie se fijó o cayó en la cuenta de que era un tritón, en mi cabeza no entraba la idea de que pudiera ser que en esta isla no habían prejuicios o racismo, eso era impensable...

Se sentó en la mesa de al lado una pareja de ancianos, bien vestidos y abrigados, el hombre me saludó con una sonrisa, eran educados, me quedé un tanto parado pues el tubo que reconocer mi raza... ¿Sería verdad que en una ciudad tecnológica poco importaba la raza? Quizás era un sitio donde podía relajarme... Igualmente buscaría a ese murciélago gigante, me extrañaba que no diese el cante, encontrarlo era más difícil de lo que me pensaba. Devolví el saludo al hombre sin saber muy bien por qué lo había hecho, pero es de buen nacido ser agradecido ¿no?

Frío. Frío, frío y nada más que maldito frío. Entremedio del camino se levantó un viento que, como no, venía de la boca del mismo Don Invierno con las malas intenciones que le caracterizaban. Ni la ropa térmica impedía que los huesos se te helaran después de tanto tiempo andando por, sobre, entre y a pesar de la nieve.

Pero, por fin, pese al terror de la lejana soledad y el abandono de los que iban al menos medio kilómetro delante mía, llegué como habían hecho ellos unos diez o quince minutos antes. Y desde allí di los precarios pasos que faltaban hasta el umbral sobre el que colgaba un cartel eléctrico cuya luz no ofrecía calor alguna.

Casi me dejé caer sobre la puerta, o lo hubiera hecho si esta no se hubiera abierto mágicamente -aunque aquello allí seguro sería ciencia- haciéndome trastabillar por lo inesperado de huida de mi apoyo. Luego terminé de tropezarme con algo duro y frío que me golpeó -o más bien golpeé sin querer- a mi paso. ¡Ah, por fin sentía algo de calor...! Solo lamentaba que fuera del golpe.

Soltando mi pesada maleta y llevandome la mano a la espinilla de donde manaba el cálido calambre, tuve por fin la oportunidad de mirar a mi alrededor. Una posada cuca, espolvoreada de maravillas ocultas a mi comprensión, cuya puerta era atendida -y barrida de suciedad- por un pequeño autómata. Y cuando mis curiosos ojos fueron recorriendo la estancia encontré allí gente sentada de variopinto origen y .... ¿manufactura? Digamos que las prótesis eran una práctica regular.

—¿Estás bien?—pronunció el bartender lleno de reemplazos.

Extendí al señor sendos pulgares hacia arriba. Todo, ahora, estaba bien. Aunque necesitaba un lugar donde sentarme y algo con lo que llenarme la tripa. ¡Ahora que no tenía que preocuparme -tanto- del frío, mi cuerpo me venía con que tenía hambre! Una mesa... una mesita.... Fui girando sobre mis pies en mi búsqueda. Ocupada, esos dos parecen estar de luna de miel, esos estan jugando a las cartas... ¿Un señor con vitiligo? No... no parece.

No. Eso no es una cresta. ¿Es una cresta? ¿Qué es? Para cuando quise darme cuenta ya iba arrastrando mi maleta dando pasitos para ver mejor qué había allí sentado. O quién, pese a que muchos piensan en ellos como "qués". Tardé un poco en notar que la sorpresa me estaba volviendo poco.... educado. La mirada fija, los ojos entrecerrados con sospecha e interés, el cuerpo tenso por si, como solían contar, decidía usar su brutal fuerza. ¡Estaba siendo racista! ¡Yo! ¡Y sin darme cuenta!

Me tape un guante con la cara para ocultar mi vergüenza y recuperar la compostura. Luego señalé la silla libre en su mesa y me señalé a sabiendas de que, segurísimo, con mi entrada y mi directo acercamiento, me habría visto. Y luego, si me daba permiso, me sentaría dejando mi maleta a mi lado, tomándome un momento para quitarme la capucha -que cómo no, se me enganchaba en los cuernos. ¡No tenía de qué preocuparse, allí los dos éramos bichos raros! Pero no por ser como éramos, si no por no tener carne en nuestro metal.

Una sensación conocida, unos ojos clavados en mi nuca, se me hacía hasta raro no ser objetivo de miradas, por lo que parecía un hombre había entrado en el local, con maleta en mano y un frío en los huesos digno de esta isla maldita que parece haber sido olvidada en el fondo de un congelador. Dicho hombre empezó a ser bastante descarado, se me quedó mirando, no le miré fijamente, había estado tranquilo, clamado, no quería que me rompieran el karma, pero cada vez se acercaba más y más, cada vez su mirada se clavaba hondamente en mi alma hasta el punto que me dieron ganas de levantarme y soltarle el guantazo que su padre no le dio a tiempo, pero pensaba que por una vez aún que fueran humanos había conseguido estar tranquilo y hasta pensaba pagar lo que calentó mi cuerpo. Una gota de sudor bajaba por mi frente, no era por el calorcito que me daba la mesa cubierta por un mantel que parecía más una manta o por el calefactor que había debajo de esta acariciando con su aire calentito mis rodillas, era por la incomodidad sufrida por este futuro cadáver...

El hombre señaló la silla, asentí para que siguiera con la intención que tuviera, ya que no lo había entendido y mi mosqueo iba en aumento, sin darme cuenta que acababa de darle permiso, el hombre se sentó y se quitó la capucha, antes de que se la quitase, ya me iba a levantar y a comunicarme con los puños para dialogar de forma para nada pasiva todo el descaro que estaba teniendo, pero al quitarse la tela de la cabeza, mi mente quedó en pantallazo azul ¡UN HOMBRE CABRA! Mi brote psicótico de agresividad se vio congelado y no por la isla, si no, porque había visto cosas raras, sin ir más lejos el capitán de la tripulación un gigante que parecía una cerilla pero... ¿un hombre cabra? Eso era bastante raro hasta para mí... ¿O no? Da igual, no me lo esperaba -Tienes cuernos...- Comenté, tenía tal bloqueo mental que ni pregunté, simplemente se lo dije como quien comenta a un amigo que tiene un trozo de perejil entre los dientes, ¡Como si no se hubiera dado cuenta! ¿Que estaba pensando que le habían brotado cual grano en segundos? ¿O que se le había posado dos bichos con forma de cuernos en la cabeza? Menos mal que a mi, no me importaba lo que pensaran los demás, si no, habrían podido confundirme con un racista de cuernos... Y lo soy de humanos...

Le dí un buen trago hasta terminarme la copa de sake caliente para hacer una seña a la hojalata que me había servido, "Quiero otra" intenté expresar y pareció entenderme... -¿Que quieres?- Ya pensaba que iba a intentar amenazarme, a pedirme que me fuera o algo y con el frío que hacía fuera, no pensaba hacerlo...

Me encantaban esos momentos. Los había a menudo, pero, como un buen plato de cocido -del cual tenía antojo-, los disfrutaba todo lo que podía. Me hice, como muchas veces con esa pregunta, el asustado, mirando hacia arriba y hacia los lados en un vano intento por verme mis propios cuernos. Luego sonreí dándole a entender que era una broma, una que se me permitía repetir para sorprender. ¡Y aún quedaba lo de mudo!

Me encantaba ver las caras de sorpresa, de estupefacción, de vergüenza, de susto y de risa. Aunque para esas últimas las había de uno y otro tipo. Quizás era por eso por lo que hacía la broma el primero, para que así tuvieran una excusa que yo les diese para reírse de mí en vez de sacar las suyas propias que pudieran apuñalar los huecos de mi corazoncito.

Sin embargo me encontré... siendo presa de un instinto extraño. Uno que, solo cuando podía encontrarle una justificación, entendía. Aquel hombre no me había hecho nada, pero toda su existencia, la de toda su raza, había sido la causa de increíbles atrocidades. Mi sonrisa, esa que habia aparecido con la broma, mengüó. Lo hizo hasta que me reproché a mi mismo el sucumbir al racismo que yo mismo, por mis rasgos, había sufrido también. Sacudiéndo la cabeza un poco para despejar las ideas, me enfrenté a la pregunta con dos respuestas.

La más natural, claro está, fue llevarme la mano a la boca en un gesto natural para cualquier ser... inteligente. Y con manos, claro. "Comer". Luego, con el índice extendido al cielo para pedirle un momento, me giré y doblé para abrír la maleta en el suelo. Tras coger uno de tantos cuadernos y el estuche, dejándolos sobre la mesa, cerré mis bártulos y me volví a sentar derecho.

Le sonreí. Luego me di dos golpecitos en el cuello y  crucé las manos en forma de equis. Tras aquello abrí una hoja nueva, que ya quedaban pocas, y escribí mi nombre en mayúsculas en lo alto para enseñarselo pegándomelo al pecho. Luego dibujé una pequeña flechita.

¿Sabrían los hombres pez leer? ¿Y escribir? Me encontré, brevemente, mirando con interés sus manos ligeramente palmeadas. Luego, como el que no quería aceptar que se fijaba en lo poco común -algo comprensible pero... nada cortés- me giré sobre mi cadera para levantar la mano por si el camarero venía ya a tomarnos comanda. ¡Qué perfecta excusa para no aceptar la vergüenza! ¡Sutil, muy sutil!

El hombre, valga la redundancia era lo más raro que había visto, me hacía señas, como comer... ¿Quieres comer? Pagaté tú maldita comida, no vengas aquí a gorronear más cuando yo no tengo ni ganas ni dinero para ello, luego extrañamente elevó el dedo para pedir lo que entendí como "un momento"  ¿En serio se ha sentado a mi mesa un maldito mimo? Dios, que odio les tenía, humanos y toca narices,  era para pegarles hasta que se dejaran de moverse, pero el tipo sacó una libreta, se tocó el cuello y cruzo brazos... Venga, no era tan idiota como para malinterpretar que este tipo era mudo, por lo que pareció escribió su nombre en la libreta, vale, lo pillo... Sin darme cuenta había pasado de querer pegarle a curiosidad extrema, el tipo me había hipnotizado como un mimo a un turista, quería saber más pero por señas como si de un reto se tratara -Ese es tu nombre... ¿Mudo?- Pregunté, la verdad que el destino se había cebado con el, humano con cuernos de cabra lo que seguro le hacía objetivo de burlas, mudo y humano, sobre todo humano, pobrecillo...

El robot vino a apuntar la comanda del mudito y a servirme más sake calentito, pero mi curiosidad me aflojó la lengua... -¿Como te quedaste mudo? ¿Naciste así o vino de improvisto?- ¡¿Pero que puñetas hacía yo interesándome por un humano?! Hombre, la verdad es que era curioso en sí, tenía bastantes preguntas que le haría una a una y si se enfada siempre lo puedo mandar a freír espárragos, observé alrededor, no había sitio, entendí por que se sentó conmigo un poco tarde, pero más vale tarde que nunca por lo que aproveché dicha situación -Entiendo, entiendo, no había más sitio, soy el único que está solo, supongo que claramente parezco turista, bien, te permito sentarte conmigo a cambio, ¿Por qué tienes cuernos? ¿Por qué eres mudo? ¿Por qué estás aquí? Si te ofenden mis preguntas, siempre te puedes sentar en otro lado- Directo y conciso para que dar vueltas a una situación, si quería estar en mi mesa tendría que entretenerme y entender a alguien mudo era bastante... Pues eso, entretenido... Seguro que este tipejo ganaba en todas las pruebas de mímica en juegos de mesa... Ahora mismo esperaba que no apareciera ese maldito gigante de fuego, aún que probablemente como se sale de lo común intentaría secuestrar al pobre mudo para tener más gente rara en su tripulación

Ah, bien, el camarero altamente mecanizado me había visto y venía para apuntar la comanda. Perfecto. Miré brevemente a mi compañero y asentí dándole a entender que habia dado en el clavo. Mientras escuchaba la comanda del menú del día, que no era nada variado -algo natural dado que aquí sembrar sembrarían poco- escribí la respuesta bajo las cuatro grandes letras de mi nombre/apodo.

"Naci así".

Aunque aquello no era una pregunta tan común, la verdad. Sí que lo era para personas que presentaban una lesión física como amputaciones o paraplejias, pero ¿para la mudez? No. De hecho me había encontrado gente que presuponía simplemente que aquello o bien era por una herida o por un voto; y que les estaba tomando el pelo al contarles que, simplemente, había tenido aquella mala suerte. Y aunque muchas veces en mi día a día querría cambiarme por otros, había aprendido a contentarme con mi propia suerte. Como médico bien sabía que había muchos en una situación peor que yo; y como humano -o como ser consciente- era capaz de extender aquella verdad a campos que no solo se limitaban al de la medicina.

Tras indicarle al camarero, que hacia también las funciones de barman, que de lo poco que me había dado a elegir quería el guiso de carne con patatas, que si bien no era un cocido de tripas servía la misma función, y abstemia agua, señalé al hombre pez por si quería pedir su comanda. Aquella muestra de respeto, en respuesta a su incomprensibles exigencias y falta de paciencia, confiaba que templara sus ánimos y le hiciese perder el hilo de su injustificada rabia.

Mientras, como pausa, iría escribiendo las ansiadas respuestas de aquel que siquiera tenía nombre.

1. Mi madre tenía también.
2. Mala suerte, supongo.
3. Voy de camino a Sabaody, y como no sale el siguiente barco hasta dentro de un par de días, hago turismo.

Luego pidiese y mostrarle las respuestas que parecía poder leer, y para no perder más espacio en la hoja, señalaría mi nombre y luego a mi persona, para luego señalarle a él. No parecía, pese a los rumores sobre su raza, que fuese demasiado tonto como para no entender aquello. Luego, dado que aquello sí era más difícil de hacer entender por señas, escribiría mis preguntas tan legítimas como las suyas.

a) ¿A qué te dedicas?
b) ¿Cuántos años tienes?

Me tomé un momento para la siguiente pregunta. Si yo fuera una persona pez, ¿me importaría qué pez era? Porque bueno, si fuera un señor "tapaculos" a lo mejor que me lo preguntasen me ofendía... Preferí no arriesgarme, porque siempre, en el futuro, podría tirar de alguna enciclopedia.

c) ¿Puedo dibujarte?

El muchacho menciono que nació con dicha tara en sus cuerdas vocales, me quedé pensando que eso no ayudaría a socializar mucho de crío, seguramente en aquellos tiempos antes de ser capturado yo habría sido un crío que habría jugado con él, pero la aparición de la nobleza mundial mataron a ese niño y generaron un monstruo sin precedentes... Bueno, aún no, pero en un futuro se arrepentirían de no haberme matado cuando tuvieron la oportunidad... El hombre cornudo me ofreció pedir comida o eso entendí, acepte, raro en mí comer con un humano pero oye, era una excepción suponía -Lo mismo, pero con sake- Agregué, no quise mirarme la carta, no me importaba, comida era comida, algo que para alguien como yo que había estado bastante tiempo en su computo total sin comer era más que agradecer, pero eso sí, con algo más que agua, me entraban ganas de decir "¿Tú sabes lo que hacen los peces en el agua?" pero estaba fuera de contexto y me daba hasta algo de vergüenza... Aún que esa no era la razón por la cual no bebía agua, simplemente el sake estaba caliente, que si me ofrecían caldo, me lo bebía igual... Que frío dios...

El mudo escribió las respuestas, me gustaba como iba la cosa, se truncó un poco cuando el empezó a preguntar pero para recibir hay que dar o eso decía mi ¿padre? Ni recuerdo quien decía eso... -Tilikum- me presenté -Me dedico a viajar y ni me acuerdo de mis años...- No era broma, no sabía cuanto tiempo había estado de esclavo, todos los días eran iguales y cuando estuve encerrado, todas las bodegas eran idénticas, ni siquiera podía hacerme una idea aproximada de los años que me rondaban, no tenía con que comparar, mis compañeros de esclavitud habían muerto, sin darme tiempo a fijarme en su envejecimiento... La otra pregunta me sorprendió más ¿Dibujarme? No entendía el motivo, quizás al no poder hablar se expresaba mejor pintando o a saber... ¿Que debía hacer? -¿Pintarme? supongo que el no hablar te ha dado más virtudes en otros ámbitos, pero no se si la idea me gusta...- Ser observado y plasmado en papel no me había pasado nunca, observado sí, siempre negativamente pero ¿A caso los humanos tenían más formas de mirar a los demás? Quizás solo estaba preparado para apuñalarme por la espalda a la mínima ¿Si me diesen wanted, usarían su dibujo? Interesante... ¡Oh! Espera, quizás era un pervertido como el del libro ese... -Tienes de tiempo hasta que me acabe la comida pero no me voy a quedar quieto ni a desnudarme- Sí, el del barco que se hundió pintó a la mujer para luego pincharsela, no no no no no eso no iba a pasar...

A viajar... Y tanto tiempo tendría que haber estado viajando, sin una preocupación en el mundo más que disfrutarlo que no sabiá ni los años que tenía. Aunque supongo que sus viajes no estarían absentos de viscisitudes, y que, aqui´y ahora, disfrutaba de una extraña paz en la que a nadie parecía importarle en absoluto que era de otra especie. No pude evitar sonreír al darme cuenta de que yo, también, estaba formando parte de aquel extraño momento en la historia del mundo. ¿Cuántas pequeñas escenas así habrán tenido lugar en la tortuosa historia de los últimos años? Pero aún había mucho que hacer para que, la breve paz que disfrutábamos en aquel momento, fuese algo más que una simple anécdota.

Tras mostrar sorpresa, y algo de confusión, como la que muchas criaturas hermosas que no sabían que lo eran mostraban a veces, aceptó ser retratado. Claro que aquello no iba sin condiciones: una ventana de tiempo limitada. Pero entre que llegaba la comida y se la comía, asumiendo que hubiera que esperar a que se enfriara algo para no quemarnos la lengua, debía tener al menos para un esbozo bien definido.

Se me ensanchó la sonrisa al girarme para coger un papel más adecuado y algo de carboncillo. Mas antes de ponerme a mi labor, y sacados ya los materiales sobre la mesa, tenía que hacer algo para pagarle a cambio.

"Si quieres puede seguir preguntándome, pero cosas Si o No, para que pueda dibujarte"

Porque una de las grandes taras que tenía es que, cuando me ponía manos a la obra, poco podía hacer para comunicarme eficientemente con las pocas personas que tenían la bondad de rodearme.

Empece a definir todo lo que quedaba enmarcado por la mesa. Un cuerpo ancho, musculado, envuelto en un jersey cuya textura ya me preocuparía después de maquetarlo en sombrear. Un cuello ancho, nada humanamente anatómico, casi como una extensión abusiva de los trapecios. Una mandíbula fijada por largas fibras que se anclaban en la espalda...no, no solo en la espalda. En el cogote también... alrededor de esa especie de aleta que, probablemente, tenga una raíz ósea o profundamente cartilaginosa. Unos ojos pequeños, rojos, delineados por su peculiar pigmentación. Brillan. Brillan con una curiosidad ansiosa, impaciente, casi infantil... pero hay una pequeña doblez a su alrededor. Un negro sobre el negro muy difícil de ver.

Para cuando quise darme cuenta estaba con el pecho casi sobre la mesa, acercándome al detalle de esos extraños ojos. Tenia la sospecha de que tenía ojeras, pero no conocía su raza lo suficiente como para que aquella pequeña diferencia no tuviera una razón anatómica subacuática. La piel, cómo no, era brillante, pero parecía más tirando a un marco monocromático pero iridiscente...

Se dice que cuando un genio trabaja nada más existe alrededor, en mi caso cuando entro en la cocina, soy consciente del tiempo que transcurre a medias, pues tengo que controlarlo para que no se me quemen las cosas o que no salgan de su punto correcto, pero una vez paso de los entrantes a los primeros, segundos y postres, solo se el tiempo que llevo creando trozos de cielo al sumar estos, no por que esté conscientemente atento al tiempo de fuera, para mi se paraliza, no existe el "fuera" de la cocina solo mi magia y yo entre fogones... Quizás estaba siendo testigo de alguien igual que yo a la hora de dibujar, pues parecía bien enfocado en lo que hacía. Me puso nervioso, me miraba demasiado fijamente, no estaba tranquilo, tenía tanta tensión como un puerco espín en una tienda de globos o un fugitivo en plena fiesta del almirante general, pero tuve templanza y así seguí... Podía hacer preguntas pero ¿Que haría, cuales haría? -¿Trabajas? ¿Crees que tu vida es más complicada al no hablar? ¿Has mirado si en esta isla pueden hacerte algún implante raro para generar voz o algo parecido? ¿Si te dieran la opción de hablar... la aceptarías?- Las preguntas las hacía poco a poco para que le diera tiempo a responder, si hacía falta las repetiría, solo me interesaba su "voz" -¿Has sido marginado por tu problema? ¿Guardas rencor por ello?- Ya iba rozando un tema tabú creador de disputas -¿Naciste con tus cuernos?- Sí, no pude evitarlo tenía que preguntar, lastima que ahora no pudiera escribir si no le preguntaría el porque tiene cuernos...

Hice otras preguntas banales, como relleno para ocultar las que quería hacer, pero no muchas, poco tardé en dejarle en paz con su lápiz... -Eres extraño, ¿Lo sabes, no?- No era una ofensa, se salia de lo normal y era tranquilizador, quizás hasta me sabría mal acabar con su vida... Era poco probable pero quizás... Se me pasó por la cabeza, también ofrecerle la misma oportunidad de preguntar pero entre lo que tardaría en escribir y que no soy dado a explicarme, no lo hice, total seguramente le mentiría, no me gusta remover el pasado aún que sea mi impulso para seguir adelante...

El restaurante se empezó a animar bastante, el ruido aumentaba pero no afectaba a nuestras conversaciones, me quedé observando la situación, seguía fascinado que nadie se levantara exigiendo mi salida del local por que le da asco comer conmigo o observando mi cara o cualquier estupidez para mostrar su racismo, todo el mundo pasaba de mí, quizás era yo quien tenía un problema con el mundo... Naaaaaa, hay que matarlos a todos... Pero luego.

No quería mentirle, y, para ser sinceros, no creo que hubiera tenido la capacidad de hacerlo enfrascado en la ardua tarea de retratar a alguien que no seguía los cánones morfológicos a los que me había acostumbrado. Aquello no era como dibujar a alguien feo, con una herida sobre la cara, dientes faltantes o malformaciones; no, no al menos de hombros para arriba. Si tenía que compararlo con algo hubiera sido como esos esporádicos encontronazos de algún descendiente de una tribu medio perdida, pero aún así estos resultaban bastante más fáciles al presentar características más comunes...

Asentí; claro que trabajaba, aunque me alegré no poder decirle en qué. Continué con una afirmación más lenta y una mirada irónica; por supuesto que mi vida era más complicada, aunque hubiera gente que lo tuviera más difícil que yo estabamos hablando con respecto al cómputo global y la presencia de discapacidades. Luego tuve que dejar de dibujar.

Huh. Aquello que era tan evidente me había pasado de largo. Miré a mi alrededor y me encontré buscando las prótesis a la altura del cuello. Conocedor de lo común que solían ser las lesiones en la tráquea, normalmente debidos a complicaciones de los fumadores o personas que trabajan con productos químicos, debiera haberse desarrollado en esta isla donde la magia era ciencia algún dispositivo. La anatomía responsable de la voz era compleja, tanto como el más complejo de los instrumentos, y si hubiera tenido la oportunidad... Si tan solo lo hubiéramos sabido antes...

Desgraciadamente se ha demostrado que las partes responsables para el dominio del habla dentro del cerebro deben desarrollarse a una edad mucho más temprana. Incluso aunque ahora hiciera algo, solo podría acabar convirtiéndome en una de esas personas cuya tara me... repelía. Odiaba esa parte de mí que respondía de una forma tan desagradablemente natural a algo que no era culpa de nadie.

Perdí la sonrisa y, creo, que tardaría bastante en recuperarla. Llevaba algunas respuestas de retraso.

No. Depende, que expresé moviendo la cabeza de un lado al otro. Sí. Y... aquí me encontré asintiendo casi de lado. No podía decirle que no había cosas que no me molestasen, por mucho que intentara aceptarlas tanto a estas como las razones de las personas que las hicieron.

¿Nací con cuernos? No, no... ¿o sí? Sé que mis hermanos nacieron con pequeños bultos que luego fuimos desarrollando... Con un mohín y rotando sobre el cuello quise darle a entender que "más o menos".

Las cosas en el local empezaron a caldearse cuando la gente empezó a entrar para la que supongo que era la hora local de comer. ¡Menos mal que habíamos pedido ya! No debían tardar mucho en servirnos lo nuestro... Aunque aquello me alegraba, también significaba que tenía que ponerme en serio con terminar aquel dibujo que llevaba ya repetido dos veces al no quedarme contento con la forma general de la cabeza.

Como tampoco quería que aquello se convirtiese en un interrogatorio, escribí rapidamente algo en el cuaderno para mostrárselo.

"¿Por qué no me cuentas algo de ti?"

Lo que daba cancha para unos cuantos minutos más mientras terminaba de redondear esa cabeza suya.

Me quedé un rato entretenido pensando en la respuesta de "mas o menos" contando que eran cuernos orgánicos, quizás nació sin ellos, muchos gyojins con extremidades o protuberancias, extensiones peligrosas no nacían con ellos, simplemente se iban creando poco a poco en la madurez del individuo, si un crío nacía ya con la nariz del narval o la aleta afilada, desgarraría a la madre por dentro, la natalidad descendería y los gyojins ya se habrían extinguido... -Al final he caído... he tardado en darme cuenta por confundir mi descaro con ignorancia pero he caído en el mismo error que los humanos, preguntar cosas que si te paras a pensar, puedes sacarlas tú mismo, supongo que los cuernos, como mi aleta dorsal fueron creciendo, supongo que la mudez no tiene mucha diferencia si creces con ella o te ataca de viejo, son preguntas que yo entendería como desconocimiento o racismo, lo mio es desconocimiento aún que rozara lo racista, no conozco a humanos como tú, he visto muchas razas, con dos codos, con unas piernas más largas de lo normal, hasta vi una vez una persona con tres ojos, ¿Quieres que te cuente algo de mí? Empezaré por la cantidad de razas y animales que fui conociendo en mi estancia como esclavo...- Marqué un silencio para que supiera que la cosa no iba en broma -Cuando me encadenaron siendo un crío, no se me ocurrió preguntar a esa dulce niña el por qué de tener tres ojos, cuando murió a los... ¿Tres meses? Esa pregunta quedó en el olvido, a los que tenían dos codos, era raro verlos, mi visión infantil creía que era lo más, dos codos, podías abrazar mejor... Ahora pienso que podría estrangular mejor... ¿Como cambia el punto de vista según la edad y experiencias verdad?- Claramente empezaba a caldearme, pero yo solo, no me hacía falta nadie, en cuanto calmara la mente, sería consciente que no hacía falta, pero hablar de lo pasado solo me hacía recordar el odio que le tengo a todos... -Tendría que haberte preguntado, cosas banales, no sobre tus cuernos, tú no me has preguntado si soy un pez o un calamar, si soy un tritón o una aberración... Pero tengo tanto odio a mis espaldas...- Nunca mejor dicho -Que me he convertido en algo como la gente que desprecio, veo a un igual y lo descarto automáticamente... ¿Llegará un día que todos seamos iguales a los ojos de todos?- La respuesta era NO, por lo menos en vida, todos somos iguales una vez muertos, simples desechos que solo sirven para abonar el campo -Muchacho, pareces un alma cándida pero la sociedad te intoxicará, retrasalo lo más que puedas- Me fijé en mi plato y empecé a comer con educación y elegancia mostrando lo menos posible mi dentadura

Tras un rato miré al chaval -¿Que piensas de los nobles mundiales?- Clavé mi mirada fijamente con curiosidad, no, no iba a decir "¿que piensas de la esclavitud?" todo el mundo está en contra, todo el mundo tiene trabajadores, esas cadenas solo son accesorios, ¿Pero la pregunta de nobles? Se nota cuando alguien está orgullosa de esa escoria -Puedes parar para responder, después te dejaré pintarme sin limite de tiempo- Sí, pero según su respuesta, tras acabar de dibujar podría complicarse un poco la situación...

Me detuve. Agradecí que aquel momento que había escogido el destino para mostrarme el terrible pasado de Tilikum estaba meditando entre un trazo y el siguiente. Dejé de mirar el dibujo y me centré en él, buscando en sus pequeños ojos los sentimientos que emponzoñaban sus palabras. Por mucho que quisiese no podía imaginarme la magnitud de lo que habría tenido que sufrir, pero aquello era aplicable a cualquiera... Aunque claro, había tristezas y traumas, injusticias y atrocidades... Eso independientemente de la resiliencia de cada uno.

¿Sería su odio lo que había notado? No...¿no? Sin saber si aquella sensación era propia de un encontronazo con los de su raza o algo solo propio de él es algo que rara vez tendría la oportunidad de comprobar. Pero no debería... enfadarme, ni preocuparme, ni estar tenso como mi cuerpo me pide sin darme razón alguna. El instinto que me empuja a pelear debía de molerlo a golpes de estoica comprensión.

Seguí dibujando intentando plasmar esa... sincera emoción de tristeza y sed de venganza autojustificada.

Contesté la pregunta sin darme cuenta con un leve asiento. Algún día seríamos todos iguales. De verdad. Y mi respuesta, aunque innecesaria, la sobrevino una contestación que me habían dado ya mil veces. Una propia de gente perdida en el espeso bosque de inmisericordia en el que se había convertido el mundo. Mas ahora, y siempre, me aseguraría de ser un pequeño claro en aquella arboleada.

El camarero sirvió los platos en silencio, como temiendo interrumpir la seria discusión que parecía -pero no era- un monólogo. Afortunadamente Tilikum me planteó una jugosa, pero peliaguda, proposición.

Aquella no había sido la primera vez que me habían hecho la temible pregunta. Mas allí no tenía que temer el juicio de expertos psicólogos, sino la ira de un hombre perdido en su propia historia. A pesar de que tenía claro qué tenía que decir y cuál era mi verdad, siempre pasaba unos segundos meditándola, midiéndola y sintiéndola. La escribí y se la mostré antes de acercarme el apetecible guiso.

"No he conocido ninguno, ¿cómo voy a juzgarles?"

Pero justo al tomar la cuchara me di cuenta de que no podía permitirme que aquello fuese, realmente, una conversación casi unilateral. Y con la izquierda, gracias a mi ambidextría, escribí unas cuantas preguntas más.

1) ¿Odias a los humanos?
2) ¿Tienes amigos/familia ahora?
3) ¿Qué piensas tú de los nobles?

Con aquello, y con verle comer con una calma y modales impropios de alguien que había admitido ser esclavo, me daba por satisfecho. Bueno, y comiendo el guiso.

"No he conocido ninguno, ¿cómo voy a juzgarles?" su respuesta me golpeó la cabeza, era comprensible, ¿como alguien que no conoce las profundidades del oceano puede entender lo oscuras que son? Me calmé, su respuesta apaciguó un poco la ira que se encendía en mis entrañas y si a eso le sumas que me quedé estudiando su respuesta, bajé dos marchas en mi actitud... -No los has conocido... Muy buena respuesta... Por mi parte, deseo que no los conozcas nunca pero estaría bien que lo hicieras, podría abrirte un mundo nuevo y comprobar si las historias que cuentan sobre ellos son reales, si eres una persona curiosa claro...- Era sincero, sería lo peor que podría hacer pero de esa forma entendería a alguien como yo. Entre la comida y mis traumas el chico cogió confianza y preguntó libremente -Sí, puedo decir abierta y claramente que odio a todos y cada uno de los humanos simplemente por existir y no conocerlos. Si no fuera por que esta isla no me interesa, tenía mucho frío y que no me has parecido muy diferente a mi, seguramente el propietario del establecimiento tendría que limpiar bastante... Segunda pregunta ¿Familia o amigos? No queda nadie, quizás mi familia siga en mi isla natal, pero no soy el niño que desapareció y no siento lazos emocionales con nadie... Tercera... Pienso que los voy a matar a todos...- Sí, abiertamente mostraba mi ira, sí, podía ser un gran problema si lo escuchaba quien no debía, pero... -Mi vida solo será completa si muero o los mato y me gusta más la segunda opción... ¿Te molesta mi pensamiento?- Estaba siendo muy altivo, siempre decía cosas que provocaban a la gente, siempre se liaba y siempre salia victorioso, cualquier día no sería así... Pero también este chico de apariencia noble e inocente me había dado la "confianza" por así decirlo de comentar las cosas sin tapujos... Total no es como si lo pudiera pregonar a los cuatro vientos antes de que pueda callarle... Digo, silenciarlo... ¡Mierda eso también es clasismo! Sin que lo matara puñetas...

Me acabé mi plato y le mire fijamente -No lo entenderás... Por mucho que uses tu imaginación no podrás, lo mejor es... Si quieres sentir el dolor de otro, ponte en su piel... Espero que nunca lo hagas por lo que pregunta... ¿Sabes lo que son las subastas de esclavos? Si de verdad quieres saber el porqué de mis pensamientos, ves a Shabondy, busca una subasta y observa, de lejos y con prudencia a uno de esos bastardos, si no te repugna, te pido encarecidamente que me encuentres e intentes acabar conmigo por que entonces tú tampoco mereces vivir- Imposible, mi cuerpo rezumaba odio por todos lados, no sabía como decirle "abre los ojos" si vieran lo que hacían, lo que podían llegar a hacer... luego caí... -Mierda... Me he equivocado... Alguien como tú en shabondy... Si aprecias tu vida y libertad no te acerques, con esos cuernos y sin poder gritar serías una gran adquisición... Te secuestrarían en segundos...- Era una pieza de coleccionista que no haría ruido ante el látigo... ¡Espera un momento! ¿Era preocupación por el chaval? No, con todo el sermón seguro que me he puesto en su piel o algo... ¿Cuanto duraré yo una vez llegue a ese infierno?

Denso, pero no espeso, fuertemente especiado, pero no recargado, aunque para mi gusto hubiera cambiado alguna especia hacia un deje algo más picantote; pero estaba bastante bueno. Teniendo en cuenta que allí pocos ingredientes no venían frescos, o, mejor dicho, venían ultrafríos, no creo que pudiera pedírsele más. Aquello me hacía preguntarme si entre todos los embrujos científicos que habían conseguido lograr no había en el interior de aquel pequeño país alguna granja calentada por las maravillas de la tecnología.

Pero eso eran cosas que pensaba para intentar no ahondar, o ahogarme, en la increíble tristeza que el hombre pez me producía. ¿Molesto? No... bueno, algo; un poco. Aunque se le veía inteligente, o al menos apto, seguía sin ver que estaba atrapado en su propia historia. No podía culparle, ya que muchos, si no todos los seres de este mundo, padecíamos de la misma aflicción. Una que en la mayoría de los casos nos era ignota y que, aún expuesta por los que nos querían, nos parecía una mentira cruel e imposible. Era común, tanto en la vida real como las historias que las emulaban, ver cómo uno se revolvía para morder la mano que tan solo quería ayudar.

Y, a pesar del tremendo riesgo, me siento obligado a hacer algo ahora que le conozco.

Son sus últimas palabras las que me devuelven una pequeña sonrisa burlona y hacen que me lleve la mano a la cara, sobre los labios, para ocultarla. Aquello, sin duda, me hizo feliz. Qué hermoso era encontrar esperanza en los rincones perdidos del mundo.

Me encontré dejando la comida y moviendo la mano libre para pedirle que se calmara antes de explotar, mientras con la otra escribía todo lo rápido que podía y luego daba toquecitos para reclamar su atención sobre el papel y no sobre mi cara -no fuese a partírmela antes de tiempo. Por supuesto poco podía yo decir para hacerle cambiar de opinión, pero por suerte era mudo, y como mudo el mundo me había permitido en mi silencio escuchar verdaderamente a los demás.

Lo escrito allí, lo verdaderamente importante, no eran mis palabras, sino las suyas.

"por existir y no conocerlos. Y gracias por preocuparte por este pobre humano."

No podía evitar estar preocupado por cómo iban a salir las cosas. De tranquilo almuerzo podíamos pasar rápidamente a una desagradable golpiza. Un niño atrapado en el cuerpo de un adulto que se culpa y culpa a toda una raza por la infame mala suerte con la que le maldijo el destino. La misma historia que tantas veces se repetía en mil naciones, mil cuerpos y mil novelas. ¿Cómo se desarrollaría la trama? ¿Qué camino recorrería el personaje? Ah, eso sí que variaba, por muy parecida que fuese la premisa inicial.

La frase del día, ¿De verdad me había preocupado por el? Tampoco sabía si llamarlo humano, humano a ciencia cierta, a mi me parecía una cabra, pero sí, con mi última frase demostré quizás algo de preocupación, podía ser un aviso ¡Ya sé! No era un aviso, le veía débil y objeto de deseo de algún coleccionista, seguro que fue eso, esmirriado, con cuernos, con su carácter, no duraría ni lo que tarda en cantar un gallo, en cambio por mi parte iba a causar el mayor impacto de la vida, sí, eso sería... Me veía mucho más fuerte que el para pisar esa tierra, no era preocupación era un alarde de poder... O no... Bueno, dejemoslo ahí, para que remover posibles sentimientos que se olvidarían con el siguiente excremento humano que apareciera, tampoco era tan tonto como para no saber que hay de todo en el mundo y por una vez, me había encontrado algo decente... La primera parte de su respuesta quedo obviada, solo me centré en lo que escribió de "pobre humano" eso me gustó más, decía palabras solo... Bueno, escribía palabras, solo para que me relajara...

Apoyé el codo en la mesa aún sabiendo que era de mala educación, para posar mi mejilla en el puño y miré alrededor, este hombre me estaba haciendo plantearme cosas que la verdad me daban bastante pereza, la primera ¿Sería esta una isla en la que poder estar tranquilo? Claramente no era mi preferida, se me congelaría la aleta en un par de horas a la intemperie, pero para estas personas solo hay tecnología y orgánicos, no está mal la tranquilidad con la que caminan... Y segundo, pero no menos importante Shabondy, mi objetivo, bajo esta isla está mi ciudad natal, donde aún podría tener algo de familia, pensé muchas veces en volver con ellos pero, ¿Se alegrarían de saber las atrocidades que he hecho o sufrido? Eran pacifistas, siempre se quejaban de los que odiaban a los humanos y me había vuelto uno de ellos... No iba a bajar hasta la isla, pero he de admitir que una parte de mi, quería profundizar y saber como estaban las cosas ahí...

Alcé la mano mientras me volvía a sentar correctamente -Un café con leche, corto de café con la leche caliente y tres sobres de azúcar- Petición que el microondas con piernas apuntó y marchó para hacer la comanda, -Son eficientes... Uno de esos no me iría mal para que me ayudara en el viaje- Comenté con lo que parecía una pequeña y breve sonrisa, no era un chiste, pero imaginaba a alguien que acatara ordenes sin chistar y por mucho que intentaran hacer la apariencia similar, ¡No era humano! Es broma, con que obedezca me servía. -¿Como va el dibujo?- Pregunté curisoso

Mientras rumiaba los pensamientos siguió comiendo. Y comiendo. Y comiendo. Casi daba un poco de susto verle ahí devorando su plato con una voracidad tan solo igualada por el intento de modales. Si hubiera visto aquello grabado en una cinta den-den probablemente hubiera juzgado que se trataba de algo grabado a cámara rápida. Lo más gracioso, y preocupante a la vez, es que no parecía que se diese cuenta de aquello.

¿Sería la maniobra "Jaimleich" apropiada para un hombre pez? Aprovechando que estaba enfrascado, y en silencio, uno en el que había quedado perdido dentro de sí mismo, continué captando retales de su alma sobre el papel. Así, con ese deje de confusión que rompía la decisión de su imponente figura...

Y aunque estaba yo mismo enfrascado en mi labor, a la que ya quedaba poco, entre pausa y pausa volvia a disfrutar de aquel maravilloso guiso cuyo pan, del cual estaba seguro había dejado todavía un cacho, había desaparecido de la mesa. Pero bueno, incluso sin el detalle de mojar un soponcito de pan en el caldo iba a estar igualmente bueno...

Nada mas terminar, casi sin pausa, Tilikum ordenó una taza de azúcar con café. ¿Comería tan ansiosamente quizá por su pasado? Sin saber que edad tenía, y por ende sin guarecerse cuando dejara de ser joven, aquella forma de vivir de seguro le pasaría factura. Aunque claro, estaba juzgando su salud desde un punto de vista quizás impropio para su especie... Negué cuando el autómata se quedó mirandome para pedir la comanda. Aún tenía guiso.

Me encontré, mientras perfilaba los últimos detalles, preguntándome si sería posible encontrar libros de anatomía inhumana. Probablemente los habría, pero el Gobierno, si es que tenía acceso a ellos, los tendría escondidos o clasificados para rangos superiores. Pero siempre podía aprovechar mis viajes a otros reinos fuera de la institución para adquirir conocimiento que, si bien no prohibido, no era tan común en la asociación de los mil reinos.

Le extendí el retrato, aunque lo cierto es que no estaba del todo contento con él. No era un mal intento para la primera oportunidad que tenía de dibujar a un hombre pez tan de cerca, pero estaba claro que aquello me había señalado que tenía que acostumbrarme a retratar sin seguir más guía que la referencia de lo que tenía delante. Debería practicar más adelante no siguiendo la creación de constructos, sino la deconstrucción de estos en trazos y formas... pero sin asociación ninguna. Y todo aquello sin olvidar la innegable verdad de que delante de mi no quedaban solo carne, piel y hueso, sino una criatura con alma.


Pausé mi almuerzo para degustar, no sin el apropiado nerviosismo, su reacción.

Observé curioso el dibujo, abrí los ojos y todo de la impresión, era un buen dibujo, observé hasta los pliegues de mis ojos, como jugaba con los colores grises para hacer sombras y como si la luz enfocara de un lado a otro, hasta yo que no era un entendido en dibujo o arte sabía que estaba bastante bien hecho, hasta podía ver como parecía tener relieve como si se saliera de la hoja, sonreí, sería al primer humano que no le tendría rencor o ganas de agredir, se había ganado la calma de mi alma, pero como buen tritón sabía que, unas aguas calmadas tienen peligro en sus corrientes... Dejé la cuchara caer sobre el baso vacío del café y me tiré hacia atrás, no irrespetuosamente, simplemente me erguí y me aparté un par de centímetros de la mesa -Por ahora, he terminado- Comenté cruzando los brazos, me temía que mi estancia en este restaurante llegaba a su fin -Me vas a disculpar, pero cuando termines me iré, puedes comer tranquilamente aún estaré un rato sentado para reposar el tentenpie, te da tiempo hasta tomarte el café, simplemente lo comunico para que luego no quede fugaz- No me gustaba levantarme e irme sin más, avisé por lo que si en un rato me apetecía, no tendría que dar explicaciones, que nunca las daba pero la educación es la educación... Aún que a veces me falte...

Observé la lentitud del muchacho ingiriendo la comida, cada uno tenía su ritmo, -Mañana zarparé, ¿Sabes si hay algo interesante en esta isla que hacer hasta mañana? Debería ir a pedir habitación donde poder sentarme, pero me da curiosidad ver lo que puede ofrecer esta isla- La tecnología de la isla me llamaba la atención quizás encontraría algún objeto o herramienta útil para mí o entretenido de usar, no siempre se puede estar matando a diestro y siniestro, también hay que trabajar de vez en cuando. Quizás haya algún objeto que me permita cocinar más rápido o de mejores formas, ¿Habría algo para cocinar bajo el agua? ¡Ya sé! ¿Tendrían ollas que remuevan solo la comida? Eso sería bastante útil... Quizás un libro que se escuche en vez de leer, así podría seguir la receta a pies juntillas... Bueno, ya veremos que puede ofrecernos el mundo moderno en el que estamos

Ahora que caigo... En la anterior isla estaba aquél payaso el cual me encontré en el bar y en esta, el hombre cornudo, eran polos opuestos pero cabía destacar que todas las islas me estaban mostrando gente curiosa con la que entretenerme un rato, ¿Que me deparará la siguiente? Esperemos que sea igual de entretenido que estos dos...

Tilikum tenía, a su peculiar y extraña forma, una bonita sonrisa. Para muchos ver las filas de aquellos dientes irregulares asomarse hubiera sido una señal de amenaza, de espanto incluso, y aunque yo mismo no podía sino... digamos extrañarme por lo peculiar de su mandíbula, contemplar los distintos músculos faciales que llevaban la felicidad al campo de la anatomía me hacía verdaderamente partícipe del momento. Yo habia conseguido aquello, al igual que había removido el oscuro pozo de su espíritu para dejar pasar algo de luz.

Solo lamentaba que nuestros caminos tendrían que separarse en algún momento. Era imposible que nos convirtiésemos en compañeros de trabajo, en buenos amigos que se iban a visitar de vez en cuando, en un par de pronto-viejos bien dispuestos a criticar y admirar las penurias de la juventud. Pero así eran las cosas... tan solo teníamos que aprovechar los momentos que nos brindaban sin preocuparnos de la fugacidad de estos... y de la vida misma.

Movi los dedos simulando unas piernas, me señalé y le señalé; luego hice como el que miraba alrededor, maravillado. "Iré contigo y veremos que encontramos en esta tierra de fantasía". Pero antes teníamos que pagar. Terminando mi guiso levanté la mano para pagar, porque iba a pagar yo. No habría forma ninguna de que pudiera convencerme de lo contrario. Insistiría y reinsistiría si hacia falta, para luego señalarle moviendo mis dedos por el aire que para la siguiente ya pagaría él. Hacía esto por pura amabilidad, aunque la verdad es que a mitad de hacerlo me preguntaba cómo podría llevar un hombre-pez dinero sin que este se mojase. Eran, según contaban, mucho más fuertes que los seres humanos promedio, por lo que cargar con sacos de monedas tampoco debía ser una tarea imposible para ellos...

Una vez resuelto el tema de la cuenta cogeriá mi dibujo para guardarlo y agarraría mi maleta con el ánimo del pequeño héroe que comienza una gran aventura. ¡Hacia la puerta! ¡A conocer el Reino de Baldimore!

Y allí, en el paraje salpicado de nieve que conformaban las primeras calles de la ciudad había una pequeña montaña que antes no estaba. Un muro helado que había sido construido después de que todos entrasen a comer y antes de que todos salieran. Un parapeto cuya función era la de ocultar y dar cobertura al terrible pelotón.

—¡Ahora! ¡Fuego!

De haber podido gritar, Jojo seguramente lo habría hecho. Su cuerpo recibió la lluvia de proyectiles de pleno. El cuerpo, las piernas, la cara, todo él había sido alcanzado. Al principio intentó huir como reflejo, pero la fría superficie a medio descongelar de las mal calentadas carreteras de la ciudad -y la cruel previsión de los tiradores que prepararon con malicia un charco que se congelase- hicieron que acabasen en el suelo. Sin embargo sus enemigos no mostraron piedad alguna y siguieron atacando al caído.

Aquello debia ser un crimen de guerra....

Pero aquello no constituía una prohibición en las divertidas guerras de nieve.


¡Ah, qué hermosas eran las sonrisas de los niños! ¡Qué gran espíritu de aventura! - Me encontré pensando mientras me dejaba matar por y para su diversión.

Por lo que pude entender, Jójó quería acompañarme a buscar cosas interesantes, ya había compartido bastante con él, en una isla que no volvería a pisar y tranquila, por lo que... Que demonios, mejor seguir, total, mañana volveremos a verlo todo negro. Quiso pagar, alce la mano dirigida hacia el con la palma abierta para negarme, pero el insistió una vez más, ¿La siguiente pago? Quizás me estoy haciendo ideas equivocadas, pero creí entenderlo así, a saber...
Nos levantamos de la mesa tras pagar, bueno, pagó él pero nos levantamos los dos, miré por si me dejaba algo, pero no recordé traer mucho por lo que seguí a Jójó cuando al mirar al frente, observé lo que parecía nieve y no, no estaba antes... ¿Habían ocultado algo detrás? Quizás esta gente no era tan buena y simplemente habían hecho que me confiara, quizás detrás del muro blanco había una metralleta dispuesta a fusilarnos al hombre cabra y al hombre pez, no me gustaba, mi compañero de mesa abrió la puerta y en ese momento alcé la voz -¡Espera!- Sin poder hacer nada miles de proyectiles (Quizás no tantos, pero por dramatizar) golpearon el cuerpo desnutrido del cornudo, a mi, quien estiró el brazo para detenerle, me golpeó en el antebrazo y rápidamente me cubrí contra la pared para no recibir ni un golpe más. Así quedó, Jójó en el suelo y yo mirando su cuerpo tirado desde una posición más alta...

¿Eran niños? ¿Estaban jugando a guerra con bolas de nieve? ¡¡Malditas bacterias salidas del cuerpo amorfo de algún mono sin pelo!! Que susto me habían dado, pensé que nos iban a matar de verdad, pensé que había perdido la mano o algo por el estilo, esto no quedaría así. Miré de reojo al muro y cuando terminaron de lanzar las pocas bolas que habían preparado... -¡El Yeti de las nieves os va a devorar!- Grité mirando a los niños y abriendo bien la boca, salieron asustados corriendo, instintivamente, por rabia o del susto quise darles de su propia medicina, por lo que salí, agarré un buen puñado de nieve del muro y lo comprimí con las dos manos para lanzarlo con fuerza -Gyojin Karate, Bola asesina de nieve!!- Los niños estaban lejos por lo que le erre en el tiro, se me habían escapado... -¡Arriba Jójó, estos mocosos no me van a vencer en ningún tipo de guerra!- Comenté mientras agarraba otro puñado y salía corriendo tras de sí. ¡A mi unos mocosos no iban a vencerme y a asustarme, les iba a mostrar lo que era el verdadero caos sangriento en las guerras aún que mis proyectiles sean agua... ¡Espera! -¡Venga ya, soy un gyojin y la nieve es agua, no sabéis con quien os habéis metido!- Dije mientras corría y reía como un maldito psicópata...

Sonreí. No importaba el peso de la nieve, ni el frío ni el porrazo de la caída. ¿Habría tenido Tilikum oportunidad de ser un niño alguna vez? Uno de verdad. Uno que jugara sin ninguna otra preocupación más en el mundo que ganar o volver a la hora de la cena. No, seguramente no, pero aquello hacía aquel momento aún más hermoso.

Emergi de la montaña sacudiéndome como un perro mojado. Hacía mucho yo también que no tenía la oportunidad de ser un niño. Haciendo una bolita de nieve antes de cojer mi maleta pasé por alto un detalle que los domadores de animales sabían bien. Cuando una cria, ya sea de gato o de perro, no ha podido criarse con su familia el tiempo suficiente, no ha tenido la oportunidad de que le enseñen apropiadamente... Y mordiendo jugando no sabe cuánta fuerza debe aplicar para que aquello siga siendo un juego.

"Clonck, crash" El bolondrio de nieve estalló contra la calzada. Afortunadamente, o quizás por propia determinación, Tilikum no había golpeado a aquellos renacuajos con lo que hubiera sido un golpe digno de aquel nombre. No pude evitar el sentirme... preocupado, y, cómo no, responsable de él. Era un adulto, pero uno al que le habían faltado recorrer muchos caminos para, verdaderamente, llegar a serlo.

Salí tras él sin poder sacudirme, como había bien podido hacer con la nieve, el mal presentimiento de encima. Intentar explicarle que no se sobrepasara, pues los niños allí eran además niños humanos, era muchísimo más importante que que hubiera pronunciado mi nombre mal. Además, también teníamos que enfrentarnos al hecho de que éramos dos hombres adultos persiguiendo a niños locales por las calles... y aunque yo pudiera parecer relativamente afable, no creo que nadie en este basto mundo pudiera adjudicarle semejante calificatorio a la masa de músculos y mala leche que tenía delante. Llegó un momento en el que pude darme cuenta de que, quizás, para los niños aquello habia dejado de ser un juego.

Ellos conocían el terreno, sabían como moverse por la nieve y tenían el miedo y la juventud de su parte... y nosotros teníamos las piernas el doble de largas que ellos. Poco a poco los repentinos requiebros entre las farolas y las esquinas se fueron volviendo cada vez más inútiles, y el cazador -y el que intentaba parar al cazador- fueron ganando terreno. Y fue entonces, tras un nuevo giro, cuando los pequeños cuerpecitos se pararon en seco. Tuvimos que frenar, como ellos habían hecho, para no chocarnos con lo que teniamos delante.

Pero ¿qué teníamos delante? ¿Qué cojones era eso que había destripado los cubos de basura como si estuvieran hechos de papel?

Empecé a lanzar bolas a discreción pero fallaba todo el rato, cuando me acercaba a ellos e intentaba recoger la nieve para crear la bola me ganaban distancia, los niños giraban con mucha habilidad por las esquinas cosa que yo, resbalaba, me pasaba de calle, tenía que recular, buscarlos, era complicado ir a por esos mocosos, eran más escurridizos que una anguila reticular perla oceánica del fondo marino. En un momento, se estancaron, eran míos, les iba a enterrar en nieve. Frené, pero con el suelo como estaba y con los zapatos planos que llevaba, resbalé, caí de culo y seguí avanzando llevándome a dos críos por delante los cuales se sentaron en mi regazo y esquivamos algo, no se que fue, pero algo casi rozó nuestras cabezas.

Los otros niños gritaron y salieron corriendo, los que atrapé gritaron desesperados -¡Muchas gracias Yeti!- Después salieron despavoridos... Al mirar al frente observé lo que parecía... -¡Que puñetas!- Grité, me salió del alma, un maldito tigre con un reloj por ojo izquierdo apareció delante de mis narices, su pierna izquierda era metálica y la mitad de su cuerpo, la cola terminaba en una punta bastante peligrosa ante mis ojos... -¿De donde **** sale esta **** de los ****?- Dije a voz alzada, menos mal que ya no habían más niños por alrededor, si no, que mala influencia... Matarlos vale, pero decir palabrotas delante de ellos...

El tigre se colocó a dos patas y lanzó un zarpazo hacia mi pecho el cual protegí con mis antebrazos de metal, un ruido caracteristico de metal contra metal, más las chispas se hicieron presentes, el golpe me desplazó hacia atrás medio metro, resistí el golpe, pero el suelo no ayudaba a tener estabilidad -¿Te crees por encima mio en la cadena alimenticia?- Ese **** bicho ¿¡En serio creía que podía ser su plato principal!? Se acababa de ganar una paliza de campeonato. Me agaché y agarré un poco de nieve, cuando el felino arremetió contra mi, se la lancé, no fue una bola, era algo más esparcido como cuando tiras tierra, suficiente entretenimiento para que cerrase los ojos y con la otra mano arrearle un puñetazo en todo el mentón que le levanté un poco y conseguí que retrocediera -¡Te voy a convertir en mi nuevo tostador!- No solo era una pelea por supervivencia, tenía que demostrar a esta cosa que los tritones estamos por encima de todo ser terrestre, orgánico o de hojalata.

El tigre volvió a arremeter, esta vez consiguió más apoyo y aumentó la velocidad, cosa que no esperé y no pude más que bloquear nuevamente con mis antebrazos el mordisco que pretendía darme, empezamos a forcejear, parecía que me había pillado el brazo pero había metal, me zarandeaba y yo le pegaba en la cabeza pero ninguno de los dos parecía sobreponerse al otro

Spoiler:

Nunca en mi vida había visto una bestia así. Quizás en libros, tapetes y esculturas; e incluso algún primo suyo mal disecado, ¿pero en directo? No. En directo jamás. Y cuando uno encuentra un monstruo de los que creía haber conseguido escapar refugiándonos en nuestras cuevas de cemento y hierro, algo despierta, algo... primigenio. La necesidad de huir.

Pero esa sensación, aunque clara en el corazón de los niños, no apareció en el hombre pez. ¿Sería aquello quizás porque sus antepasados debian enfrentarse a criaturas mucho más diferentes y, por ende, el espíritu de sus antepasados no reconocía el peligro? ¿O quizás sus antepasados eran más valientes que los míos? Nunca me había considerado cobarde, pero... había una delgada línea entre ser cobarde y ser estúpido.

Y una bien diferenciada en aquel momento entre ser sensato y ser un fiel amigo. Volví a girarme recorridos los cinco o seis vergonzosos metros que ya había huído. Los niños en desbandada y la criatura recién y brutalmente golpeada por un puño forjado bajo la presión de un mar entero.

Y entonces, cuando la resolución de combatir, de defender a mi camarada, se hizo su forzoso hueco entre el miedo me di cuenta de una terrible verdad que muy pocas veces era evaluada. Todo arte marcial, todo combate creado recientemente por los humanos se basaba en luchas entre estos.  Sí, quizás podía extenderse aquellas prácticas a cualquier bípedo con más o menos dificultad, pero aquella verdad innegable significaba que no conocía niungún movimiento destinado a acabar con una criatura que se agazapaba a cuatro patas.

Mis tatatatatatatatarabuelos, así como cualquier otro familiar criado en tierras salvajes, debían estar pasando una terrible vergüenza. Pero bueno, ellos nunca se habrían tenido que enfrentar ni a las armas de fuego ni al mecánico amalgama que tenia delante. Por fin el tañido del metal me sacó de mi ensimismamiento, empujándome a la acción. Corrí hacia ellos, y los pasé, y agachándome rápidamente para tomar la tapa caída del cubo como un vulgar escudo volví con una carga más bien poco heroica.

Si los tremebundos golpes de un hijo del mar no habían conseguido amedrentar a la bestia, poco podía hacer yo para detenerla...¿no? Eso seriá lo que pensaría cualquier hombre moderno, y también alguno prehistórico; eso es lo que pensarían los hijos del mar que aclamaban en sus corazones el ímpetu de Tilikum. Pero se equivocaban. Menospreciaban la certeza de alguien que durante toda su vida había sido débil.

¿Un golpe con el escudo? No, no; eso estaba ahi´para protegerme cuando se revolviera. Solo le daria una patada, que, aunque parece banal, es nuestra extremidad con más potencia. ¿Dónde? En el punto de su media anatomía que podía ser clasificado como un órgano interno, externo. Tan solo esperaba que, como los gatos que tenían la mala costumbre de pasarte con cariño el ojete por la cara, bajo este colgaran también las dos kintama.

"Ante la duda, patada en los cojones" ~~ Proverbio popular.

Estaba enzarzado en una pelea a muerte con la cosa esa cuando de pronto... Un alarido cual gato atropellado se hizo presente, el tigre levantó la parte trasera de su cuerpo y salió corriendo no sin antes, soltar el agarre que tenía, pude observar como el antebrazo de metal estaba un poco doblado, bueno abollado, ese animal tenía buenos colmillos, había que admitirlo. Me quedé observando al cornudo algo extrañado -¿Que técnica secreta has realizado que has conseguido ahuyentar a un animal de ese calibre?- Pregunté curioso puesto que yo no sabía leer la mente y el hablar por lo que no se muy bien lo que pasó, pero tenía que saber como consiguió vencer el solo al tigre...

Tras un rato mirando la situación, la calle por donde se había ido el tigre... ¿Era la misma dirección que los niños? Daba igual, el hierro que me defendió más los ojos del inocente pero con técnicas efectivas, la situación cambió drásticamente, a lo lejos, bueno a lo no tan lejos se escuchó un gran estruendo seguido de un destello y lo que era claramente una llamarada, algo había explotado... Pensé en Katyon, eso eran cosas que le pegaban bastante por lo que no podía perder más tiempo con el hombre cabra -Eso es sospechoso, debería estar buscando a alguien en vez de jugar con críos y mascotas...- Comentó, no por que pretendiera jugar con críos, era una forma de hablar. Me posé delante de Jójó y extendí mi mano para estrechar la suya -Como suelen decir, un placer conocerte, creo que eres el primer humano al que no tengo ganas de matar...- Si es que era humano pero lo dicho era verdad, no guardaba ningún odio hacia el chaval. Esperaría a que me estrechara la mano y luego me iría hacia la explosión raudo y veloz... Bueno, tropezando, resbalando pero estaba yendo vamos...

En la carrera me dio tiempo a pensar, ¿Era esta la primera vez que había encontrado a alguien digno de mi tiempo? ¿O encontré a más gente pero a la cual no le di tiempo a mostrar su alma? Este chico tenía algo especial eso estaba claro, si cualquier humano se hubiera sentado en mi mesa, automáticamente se habría llevado un guantazo legendario pero con este no reaccione así, ¿Dibujarme? Vamos, lo habría matado ahí mismo, pero no me surgió intención real de asesinarle por que si no... Lo habría hecho... ¿Se me había ablandado el corazón? Espera... ¿Tenía corazón? Bueno, daba igual, era la excepción que confirma la regla puesto que aún tenía en mente acabar con todos los nobles mundiales y si me ponía a ello, con toda la raza humana...

Por fortuna no me hizo falta usar el escudo, aunque teniendo en cuenta cómo había dejado el bicho las papeleras casi que mejor hubiera usado directamente un Tekkai... No, mejor era lo que habiá pasado, que había puesto garras en polvorosa y había salido huyendo aullando como un pobre demonio. Nos habíamos librado de una buena, aunque me daba la impresión de que si hubieramos estado un rato más combatiendo hubieramos eliminado por completo la amenaza.

¿Pero teníamos derecho nosotros a arrebatarle la vida a aquella criatura inocente que tan solo se movía por instinto? Aquella era una pregunta con una respuesta difícil, incluso dogmática diría. Como humanos, como miembro perteneciente a la institución de las mil naciones la respuesta debía ser alta y clara, pero la lástima se convertía muchas veces en duda. Ser pragmático era, cuanto menos, difícil.

La explosión a lo lejos, probablemente uno de tantos riesgos de someter la tecnología al alcance popular, puso punto y final a la escena. La siguiente, por desgracia, era una despedida. No sabia si tenía algo que ver con lo que decía o si simplemente Tilikum, como hombre pez, no quería arriesgarse a encontrarse más gatos muertos de hambre; porque bien era sabido que los mininos se pirraban por el pescado. Lo cierto es que si hubiera un bicho marcadamente antropófago por ahí, y encima de mi tamaño, yo también iría a resguardarme. Asintiendo, y asegurándome de que sobre él no corría sangre alguna, estreché su mano con firmeza. Le sonreí, era una sonrisa comprensiva marcada solo por ese deje de tristeza por no saber si el destino volvería a cruzar nuestros caminos. Los den-denes no se llevaban nada bien con el agua salada, y como agente no me estaba permitido ir dando mi número como si tal cosa.

Le despedí con la mano mientras iba a recoger mi maleta y buscaba a las autoridades locales para dar parte de que un tigre andaba suelto por las calles. Afortunadamente, y afortunadamente para Tilikum, no tardé en encontrarme con una pequeña comitiva policial acosada por las exageraciones de un animado -más aún que asustado- grupito de niños.

—¡El yeti ha ahuyentado al ciber-tigre! ¡Lo ha hecho correr hasta las afueras!
—¿Pero qué estáis diciendo de un yeti? — preguntaba el mostachudo de armadura cincuenta años por delante de su tiempo—. Unidad, reporten el avistamiento de un tigre mecanizado.
—¡Ese, ese sabe lo del yeti!

¿Y quién era yo para romper la ilusión de unos niños? No, nadie necesitaba saber aquello. Un simple testimonio deacuerdo a la fantasía... Tan solo necesitaban el relato de un amigable hombre de las nieves recién salido del mar.