Michaela Albás
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-¿Has arreglado el encuentro?
Crawford le pasó una pequeña nota de papel escrita con pulcra caligrafía. En ella había una hora y un lugar, todo lo necesario. Había decidido dejar que el hombre se encargara de algunas tareas para que pudiera sentirse útil mientras estaban en pleno viaje por el mar. La siguiente parada en su ruta, a su pesar, era Karakuri. Michaela no toleraba bien el clima frío y decididamente detestaba las temperaturas bajo cero que se estilaban en el reino tecnológico, pero no se podía evitar. Estaba en el camino… y era el hogar del querido amigo de un conocido.
Uno de sus clientes le había dado el contacto. Había hecho que Crawford le llamara y concertara una reunión para hablar de negocios. Si salía bien, y no veía por qué no podía, pronto introduciría cierto producto bastante cotizado en los Blues.
A ella no le gustaban en demasía las drogas; cuando era más joven había probado alguna que otra, alentada por su marido. No había tardado en hartarse y por fortuna no era un asunto en el que él hubiera insistido. De todas formas, sabía lo suficiente como para saber que si el hombre no mentía acerca de su mercancía habría mucha gente deseosa de probarla. Un alucinógeno de larga duración y escasos efectos secundarios, más allá de la inevitable jaqueca y deshidratación. El más destacable era un irritante pitido en los oídos que desaparecía con el tiempo y ligero entumecimiento en los dedos de manos y pies. Bastante manejable, sobre todo comparada con otras en el mercado.
El plan era sencillo. Llegar a Karakuri, acudir a la cita y sellar el trato. Una vez hecho, dirigirse al puerto y cargar la mercancía en el barco. No el suyo, claro. Ella no podía regresar tan pronto; todavía no estaba segura de que los esbirros de su marido la hubieran dejado en paz. Pero había llamado a su capitán de confianza, el mismo que capturaba por ella los animales que después vendía, y él le había recomendado a un amigo. Haría la primera ruta con el producto y si salía bien, se pensaría en contratarle a largo plazo. No era para nada una mala inversión.
Suspirando, se puso su enorme abrigo negro y salió del camarote mientras el barco terminaba de atracar. La tela de la prenda era gruesa y el cuello de pelo ayudaba a mantenerla en calor, pero eso no evitaba que el viento le azotara la cara sin piedad. Ugh.
-Con suerte esto acabará pronto.- Dijo en voz baja.
Bajó ayudada por Crawford. Detrás de ellos, Myers y los demás estaban acabando de asegurar el navío. Irían a buscar comida y agua para el siguiente viaje en lo que ella despachaba los negocios. Michaela señaló hacia delante con la barbilla, deseando ponerse a cubierto.
-Búscame un sitio en donde pueda tomar algo caliente. Que esté cerca del lugar acordado.
La estampa a su alrededor era bastante bonita y el Reino Futurista de Baldimore una vista preciosa y bastante diferente a todo lo que ella hubiera visto en otros lados. Pero los ojos de la joven criminal estaban fijos en el camino y todo lo que quería era largarse cuanto antes.
Crawford le pasó una pequeña nota de papel escrita con pulcra caligrafía. En ella había una hora y un lugar, todo lo necesario. Había decidido dejar que el hombre se encargara de algunas tareas para que pudiera sentirse útil mientras estaban en pleno viaje por el mar. La siguiente parada en su ruta, a su pesar, era Karakuri. Michaela no toleraba bien el clima frío y decididamente detestaba las temperaturas bajo cero que se estilaban en el reino tecnológico, pero no se podía evitar. Estaba en el camino… y era el hogar del querido amigo de un conocido.
Uno de sus clientes le había dado el contacto. Había hecho que Crawford le llamara y concertara una reunión para hablar de negocios. Si salía bien, y no veía por qué no podía, pronto introduciría cierto producto bastante cotizado en los Blues.
A ella no le gustaban en demasía las drogas; cuando era más joven había probado alguna que otra, alentada por su marido. No había tardado en hartarse y por fortuna no era un asunto en el que él hubiera insistido. De todas formas, sabía lo suficiente como para saber que si el hombre no mentía acerca de su mercancía habría mucha gente deseosa de probarla. Un alucinógeno de larga duración y escasos efectos secundarios, más allá de la inevitable jaqueca y deshidratación. El más destacable era un irritante pitido en los oídos que desaparecía con el tiempo y ligero entumecimiento en los dedos de manos y pies. Bastante manejable, sobre todo comparada con otras en el mercado.
El plan era sencillo. Llegar a Karakuri, acudir a la cita y sellar el trato. Una vez hecho, dirigirse al puerto y cargar la mercancía en el barco. No el suyo, claro. Ella no podía regresar tan pronto; todavía no estaba segura de que los esbirros de su marido la hubieran dejado en paz. Pero había llamado a su capitán de confianza, el mismo que capturaba por ella los animales que después vendía, y él le había recomendado a un amigo. Haría la primera ruta con el producto y si salía bien, se pensaría en contratarle a largo plazo. No era para nada una mala inversión.
Suspirando, se puso su enorme abrigo negro y salió del camarote mientras el barco terminaba de atracar. La tela de la prenda era gruesa y el cuello de pelo ayudaba a mantenerla en calor, pero eso no evitaba que el viento le azotara la cara sin piedad. Ugh.
-Con suerte esto acabará pronto.- Dijo en voz baja.
Bajó ayudada por Crawford. Detrás de ellos, Myers y los demás estaban acabando de asegurar el navío. Irían a buscar comida y agua para el siguiente viaje en lo que ella despachaba los negocios. Michaela señaló hacia delante con la barbilla, deseando ponerse a cubierto.
-Búscame un sitio en donde pueda tomar algo caliente. Que esté cerca del lugar acordado.
La estampa a su alrededor era bastante bonita y el Reino Futurista de Baldimore una vista preciosa y bastante diferente a todo lo que ella hubiera visto en otros lados. Pero los ojos de la joven criminal estaban fijos en el camino y todo lo que quería era largarse cuanto antes.
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Parecía que la información que había llegado hasta mí de que allí se encontraba Hakkin Whisper. El único problema era que no había llegado con la suficiente prontitud a la isla para encontrarlo. Parecía ser alguien con suerte, pero no me iba a parar ahí y le iba a perseguir costase lo que costase. Si era cierto que tenía información, por poca que fuese, de quienes mataron a Sung debía de conseguirla.
La información que recibimos la chica rubia y yo del nuevo informante era que se había largado de la isla hacía unas cuantas horas, concretamente cuando la gente comenzó a llegar a la isla en masas, y además de eso nos dijo que se iría a la siguiente isla, Karakuri. La información nos contó una buena suma de dinero, sobre todo para mí. Tenía un presupuesto limitado y debía de ganar algo más o el viaje sería relativamente corto. Los barcos no eran baratos y el que solo me llevasen no era una opción. Conseguí un buen trato con un capitán y con el mero hecho de ayudarles con la carga y descarga de la mercancía me permitirían ir en el barco hasta aquella isla, lo único que debía hacer era permanecer en silencio y no hacer preguntas que pudiesen ser problemáticas.
No me costó llevar a cabo aquellas indicaciones, no me interesaba el socializar con aquella gente y menos aún si lo que trasportaban eran posiblemente algo ilegal. En los momentos en los que tenía libre y no debía de hacer nada en el barco, me escondía en bodegas donde no me viese nadie ni me escuchasen. Allí entrenaba con las sombras que tenía acumuladas, salvo Dokko dado su gran tamaño, sin embargo, los ataques simultáneos que realizaban las otras tres sin duda alguna eran un gran reto para mí.
Cuando llegamos a Karakuri pude ver que era una isla con una tecnología fuera de lo normal. La ciudad estaba tremendamente desarrollada en comparación con otras en las que había estado y una ciudad, como decía mi maestro, era un buen lugar tanto para pasar desapercibido como para conseguir trabajo. Antes de desembarcar y cuando no miraba nadie, hice que mi sombra dejase el suelo y se colocase sobre cada parte de mis ropas como un manto que las cubre. El frío era bastante intenso, de aquella forma el aire y las temperaturas pasarían un poco más desapercibidas para mí. Ahora era hora de buscar un rápido trabajo para tener algo de efectivo y si podía ser seguir buscando a mi objetivo.
La información que recibimos la chica rubia y yo del nuevo informante era que se había largado de la isla hacía unas cuantas horas, concretamente cuando la gente comenzó a llegar a la isla en masas, y además de eso nos dijo que se iría a la siguiente isla, Karakuri. La información nos contó una buena suma de dinero, sobre todo para mí. Tenía un presupuesto limitado y debía de ganar algo más o el viaje sería relativamente corto. Los barcos no eran baratos y el que solo me llevasen no era una opción. Conseguí un buen trato con un capitán y con el mero hecho de ayudarles con la carga y descarga de la mercancía me permitirían ir en el barco hasta aquella isla, lo único que debía hacer era permanecer en silencio y no hacer preguntas que pudiesen ser problemáticas.
No me costó llevar a cabo aquellas indicaciones, no me interesaba el socializar con aquella gente y menos aún si lo que trasportaban eran posiblemente algo ilegal. En los momentos en los que tenía libre y no debía de hacer nada en el barco, me escondía en bodegas donde no me viese nadie ni me escuchasen. Allí entrenaba con las sombras que tenía acumuladas, salvo Dokko dado su gran tamaño, sin embargo, los ataques simultáneos que realizaban las otras tres sin duda alguna eran un gran reto para mí.
Cuando llegamos a Karakuri pude ver que era una isla con una tecnología fuera de lo normal. La ciudad estaba tremendamente desarrollada en comparación con otras en las que había estado y una ciudad, como decía mi maestro, era un buen lugar tanto para pasar desapercibido como para conseguir trabajo. Antes de desembarcar y cuando no miraba nadie, hice que mi sombra dejase el suelo y se colocase sobre cada parte de mis ropas como un manto que las cubre. El frío era bastante intenso, de aquella forma el aire y las temperaturas pasarían un poco más desapercibidas para mí. Ahora era hora de buscar un rápido trabajo para tener algo de efectivo y si podía ser seguir buscando a mi objetivo.
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Crawford la llevó sin protestar por las calles de Karakuri, alejándose del puerto y protegiéndola del viento como pudo hasta llegar a un enorme edificio. Un enorme hotel. Fue allí donde Michaela miró hacia arriba por primera vez. Quedó… sorprendida, si bien no impresionada. Sabía la fama de tecnológica que tenía Karakuri, pero verlo en persona era otro asunto. Las luces, los robots, los sonidos en los que antes no se había fijado… tras los primeros segundos le pareció ruidosa y fría. Sin decir nada, entró en el edificio.
-La reunión es en el tercer piso; han reservado un salón para ello. Entretanto, pediré un té en el bar. Tome asiento.
Eso hizo. Suspiró mientras se sentaba y se quitaba el abrigo. Al menos allí dentro no hacía frío. Berry y Aurum, sus dos serpientes, salieron a investigar desde las profundidades del abrigo. Michaela las acarició con cariño y en cuestión de segundos, llegó el camarero. Solo que no era un camarero, era un hombre de hojalata que apenas le llegaba a la cintura, con una bandeja vacía en lo que se suponía eran sus manos.
-¿Qué puedo ofrecerle en esta agradable velada?
Arrugó la nariz brevemente, pero contestó. Un té negro, sin azúcar. Algo tan sencillo que ni siquiera una máquina hecha de contrachapado podía fastidiarlo. O eso esperaba, al menos. Mientras el robotillo se alejaba, vio a lo lejos a Crawford. Estaba hablando por el mini den den mushi y parecía fastidiado. Alzó una ceja, curiosa. Esperaba que no hubieran cancelado su reunión.
No tardó en enterarse, porque el hombre no tardó en ir con ella.
-Lo siento, ha habido un ligero cambio de planes. Myers y los otros se han encontrado con una fuga en el barco y tengo que volver para ayudarles a solucionarlo. Mandaré a alguien para que le acompañe a la reunión.
Asintió brevemente. Entendía que tuviera que volver; ella tampoco confiaba en que los otros mendrugos fueran capaces de vérselas por si mismos incluso con algo tan mundano como una fuga. Pero no podía acudir sola a una reunión tan importante. Aparentaría… debilidad. Y no quería eso. Tendría que confiar en el criterio de Crawford; esperaba que mandase a alguien adecuado.
Mientras ella esperaba a que llegara la hora, el fiel Crawford llegaba a las calles y escaneaba a la multitud, buscando a alguien que pareciera adecuado. No podía ser demasiado intimidante, el trato tenía que tener lugar con cierta confianza por las dos partes. Alguien joven sería ideal; no quería pagar mucho y necesitaban a alguien discreto. Al final, vio a un chico que le llamó la atención. Tras hacerle algunas señas, se acercó a él.
-¿Te interesa ganar un par de berries? ¿Sabes ser discreto?
Quizá no era la mejor manera de preguntar, pero había algo de prisa. Esperaría a que le respondiera y en caso de que aceptara, le diría cómo llegar hasta Michaela. Que tenía que acompañarla a una reunión muy importante y asegurarse de que sus invitados eran conscientes del honor que era estar en su presencia. No debían rechazar el trato, bajo ningún concepto. A continuación, le daría una bolsita de dinero y saldría corriendo. Todavía tenía que solucionar lo del barco.
-La reunión es en el tercer piso; han reservado un salón para ello. Entretanto, pediré un té en el bar. Tome asiento.
Eso hizo. Suspiró mientras se sentaba y se quitaba el abrigo. Al menos allí dentro no hacía frío. Berry y Aurum, sus dos serpientes, salieron a investigar desde las profundidades del abrigo. Michaela las acarició con cariño y en cuestión de segundos, llegó el camarero. Solo que no era un camarero, era un hombre de hojalata que apenas le llegaba a la cintura, con una bandeja vacía en lo que se suponía eran sus manos.
-¿Qué puedo ofrecerle en esta agradable velada?
Arrugó la nariz brevemente, pero contestó. Un té negro, sin azúcar. Algo tan sencillo que ni siquiera una máquina hecha de contrachapado podía fastidiarlo. O eso esperaba, al menos. Mientras el robotillo se alejaba, vio a lo lejos a Crawford. Estaba hablando por el mini den den mushi y parecía fastidiado. Alzó una ceja, curiosa. Esperaba que no hubieran cancelado su reunión.
No tardó en enterarse, porque el hombre no tardó en ir con ella.
-Lo siento, ha habido un ligero cambio de planes. Myers y los otros se han encontrado con una fuga en el barco y tengo que volver para ayudarles a solucionarlo. Mandaré a alguien para que le acompañe a la reunión.
Asintió brevemente. Entendía que tuviera que volver; ella tampoco confiaba en que los otros mendrugos fueran capaces de vérselas por si mismos incluso con algo tan mundano como una fuga. Pero no podía acudir sola a una reunión tan importante. Aparentaría… debilidad. Y no quería eso. Tendría que confiar en el criterio de Crawford; esperaba que mandase a alguien adecuado.
Mientras ella esperaba a que llegara la hora, el fiel Crawford llegaba a las calles y escaneaba a la multitud, buscando a alguien que pareciera adecuado. No podía ser demasiado intimidante, el trato tenía que tener lugar con cierta confianza por las dos partes. Alguien joven sería ideal; no quería pagar mucho y necesitaban a alguien discreto. Al final, vio a un chico que le llamó la atención. Tras hacerle algunas señas, se acercó a él.
-¿Te interesa ganar un par de berries? ¿Sabes ser discreto?
Quizá no era la mejor manera de preguntar, pero había algo de prisa. Esperaría a que le respondiera y en caso de que aceptara, le diría cómo llegar hasta Michaela. Que tenía que acompañarla a una reunión muy importante y asegurarse de que sus invitados eran conscientes del honor que era estar en su presencia. No debían rechazar el trato, bajo ningún concepto. A continuación, le daría una bolsita de dinero y saldría corriendo. Todavía tenía que solucionar lo del barco.
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A medida que avanzaba por el mulle del puerto, pude ver que incluso este estaba mejor estructurado y con una tecnología que parecía más fiable para los barcos que los puertos tradicionales de otras islas. No me llamaba mucho aquello, pero era posible que aquella isla pudiese enseñarme alguna cosa que me sirviese en un futuro para alguna invención. La cosa no se quedó solo en eso. A medida que me fijaba en la gente del lugar pude descubrir que aquello era más impresionante de lo que pensaba. Su tecnología no se aplicaba solo a estructuras sino también al ámbito biológico y había un montón de personas a las que se le podía ver algún tipo de implante metálico, ya fuese un brazo, una pierna o un ojo.
En esas que mientras iba caminando, cuando me fije en un tipo que parecía algo agobiado. Parecía que estaba buscando algo o a alguien. Iba bien vestido y no me pareció que fuese alguien como los locales con implantes de algún tipo. No sabía si era porque me había quedado mirándole, pero el hombre se acercó con prisas hasta mí y me pregunto un par de cosas.
- ¿Te interesa ganar un par de berries? ¿Sabes ser discreto?
-Bueno, si, busco trabajo y sé ser discreto, pero no tomo trabajos a la ligera y sin saber nada de mi cliente. – Le dije en tono serio, si de algo me había dado cuenta cuando estuve con Sung era que entre más desesperado el cliente, más había que permanecer calmado, les daría seguridad y mejorarían la oferta de lo que pagarían sin necesidad de hacer nada –. Explícame y decidiré si me interesa.
El tipo no me dio muchas explicaciones y en lo único que se esforzó de verdad fue en explicarme como llegar hasta una persona. Parecía que él no era quien mandaba, tampoco es que importase, los tipos que pudiesen trabajar en aquellos edificios seguro que tenían dinero suficiente como para tener a bastante gente bajo sus órdenes. Finalmente acepté el trabajo, a fin de cuentas, no me había tenido que molestarme en buscarlo y había venido él a mí. El hombre me entregó un saquito con monedas que guardé en el bolsillo y luego me dirigí hasta donde se encontraba mi verdadero cliente. Cuando llegué al edificio, antes de entrar las sombras que me cubrían volvieron a su estado natural bajo mis pies y la ropa cambió a un traje negro y mucho más formal de lo que tenía antes. Ya preparado me dirigí al cuarto en el que esperaría el cliente.
En esas que mientras iba caminando, cuando me fije en un tipo que parecía algo agobiado. Parecía que estaba buscando algo o a alguien. Iba bien vestido y no me pareció que fuese alguien como los locales con implantes de algún tipo. No sabía si era porque me había quedado mirándole, pero el hombre se acercó con prisas hasta mí y me pregunto un par de cosas.
- ¿Te interesa ganar un par de berries? ¿Sabes ser discreto?
-Bueno, si, busco trabajo y sé ser discreto, pero no tomo trabajos a la ligera y sin saber nada de mi cliente. – Le dije en tono serio, si de algo me había dado cuenta cuando estuve con Sung era que entre más desesperado el cliente, más había que permanecer calmado, les daría seguridad y mejorarían la oferta de lo que pagarían sin necesidad de hacer nada –. Explícame y decidiré si me interesa.
El tipo no me dio muchas explicaciones y en lo único que se esforzó de verdad fue en explicarme como llegar hasta una persona. Parecía que él no era quien mandaba, tampoco es que importase, los tipos que pudiesen trabajar en aquellos edificios seguro que tenían dinero suficiente como para tener a bastante gente bajo sus órdenes. Finalmente acepté el trabajo, a fin de cuentas, no me había tenido que molestarme en buscarlo y había venido él a mí. El hombre me entregó un saquito con monedas que guardé en el bolsillo y luego me dirigí hasta donde se encontraba mi verdadero cliente. Cuando llegué al edificio, antes de entrar las sombras que me cubrían volvieron a su estado natural bajo mis pies y la ropa cambió a un traje negro y mucho más formal de lo que tenía antes. Ya preparado me dirigí al cuarto en el que esperaría el cliente.
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El enviado de Crawford no tardó demasiado en aparecer. Lo justo para que el extraño robot regresara con su té y este enfriara lo suficiente como para empezar a tomarlo. Notó un pequeño regusto a vainilla y se relamió mientras nadie la miraba. No todo era frío en Karakuri, pero siempre había sido capaz de retener algo de calidez a su alrededor.
Levantó la mirada y la clavó en él nada más puso el pie en la habitación. Era algo más bajo que ella, pero tenía buen porte y sus ojos llamaban la atención. Divagó en ellos un único segundo, antes de evaluarle en su conjunto. Parecía algo despeinado, pero era la única parte descuidada. Llevaba un traje negro, formal, que encajaba a la perfección con su elegante vestido y se movía con seguridad y calma a un tiempo. Le hizo una pequeña seña con la mano para que se acercara, mientras se preguntaba de dónde le habría sacado Crawford. ¿Iba así vestido de antes? Quizá le había interrumpido mientras se dirigía a otro asunto. En cualquier caso, eso no importaba.
-Buenos días. Por favor, tome asiento. – Le indicó con educación una butaca frente a ella, antes de mirar el reloj. Tenían el tiempo justo para las presentaciones y las expectaciones, antes de tener que moverse. Perfecto. – Mi nombre es Michaela Albás. Imagino que Crawford ya le habrá explicado lo que se espera de usted.
En realidad, no estaba segura. De nuevo y al fin y al cabo, había pasado muy poco tiempo. Por otro lado, era una situación delicada. Bien se lo había explicado y el joven había aceptado precisamente por la naturaleza del trabajo o bien no lo había hecho y estaba allí sin ser consciente de dónde se encontraba.
-Gracias por acudir.- Ante todo, había que ser educada. No tenían un plan B.- En realidad, es algo bastante sencillo. En breves tengo una reunión con un hombre bastante importante, y estoy esperando cerrar con él un trato de exportación de especias en los Blues. – Lo dijo sin vacilar, como si estuviera convencida de lo que decía. En cierto modo, así era.- Lógicamente dudo que él aparezca solo y por desgracia mis hombres han tenido una pequeña emergencia. Me gustaría que me acompañaras y, si la ocasión lo necesitara, me ayudases a convencerle de aceptar el trato. No creo que llegue a ser necesario, pero de serlo, toda ayuda sería bienvenida. ¿Confío en que ya te han compensado por las molestias?
Eso esperaba, al fin y al cabo. No debería ser un trato difícil. En cualquier caso, si algo se salía de lo previsto y el chico resultaba ser útil siempre podía añadir una paga extra. Hacer aliados nunca era una mala inversión.
-Si tienes cualquier duda, que no me extrañaría, estaré encantada de resolverla. Lamento la urgencia, pero me alegro de que hayas llegado.
Levantó la mirada y la clavó en él nada más puso el pie en la habitación. Era algo más bajo que ella, pero tenía buen porte y sus ojos llamaban la atención. Divagó en ellos un único segundo, antes de evaluarle en su conjunto. Parecía algo despeinado, pero era la única parte descuidada. Llevaba un traje negro, formal, que encajaba a la perfección con su elegante vestido y se movía con seguridad y calma a un tiempo. Le hizo una pequeña seña con la mano para que se acercara, mientras se preguntaba de dónde le habría sacado Crawford. ¿Iba así vestido de antes? Quizá le había interrumpido mientras se dirigía a otro asunto. En cualquier caso, eso no importaba.
-Buenos días. Por favor, tome asiento. – Le indicó con educación una butaca frente a ella, antes de mirar el reloj. Tenían el tiempo justo para las presentaciones y las expectaciones, antes de tener que moverse. Perfecto. – Mi nombre es Michaela Albás. Imagino que Crawford ya le habrá explicado lo que se espera de usted.
En realidad, no estaba segura. De nuevo y al fin y al cabo, había pasado muy poco tiempo. Por otro lado, era una situación delicada. Bien se lo había explicado y el joven había aceptado precisamente por la naturaleza del trabajo o bien no lo había hecho y estaba allí sin ser consciente de dónde se encontraba.
-Gracias por acudir.- Ante todo, había que ser educada. No tenían un plan B.- En realidad, es algo bastante sencillo. En breves tengo una reunión con un hombre bastante importante, y estoy esperando cerrar con él un trato de exportación de especias en los Blues. – Lo dijo sin vacilar, como si estuviera convencida de lo que decía. En cierto modo, así era.- Lógicamente dudo que él aparezca solo y por desgracia mis hombres han tenido una pequeña emergencia. Me gustaría que me acompañaras y, si la ocasión lo necesitara, me ayudases a convencerle de aceptar el trato. No creo que llegue a ser necesario, pero de serlo, toda ayuda sería bienvenida. ¿Confío en que ya te han compensado por las molestias?
Eso esperaba, al fin y al cabo. No debería ser un trato difícil. En cualquier caso, si algo se salía de lo previsto y el chico resultaba ser útil siempre podía añadir una paga extra. Hacer aliados nunca era una mala inversión.
-Si tienes cualquier duda, que no me extrañaría, estaré encantada de resolverla. Lamento la urgencia, pero me alegro de que hayas llegado.
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Mientras subía a la estancia en la que se encontraba mi cliente, me di cuenta de que no sabía nada de ella, ni su nombre ni como reconocerla. Con las prisas de aquel tipo y la rapidez con lo que había sucedido todo no me había percatado de ello. A pesar de ello, imaginé que no sería complicado encontrar a la persona en cuestión. Cuando llegué a la entrada de la estancia, sin parar entré en la sala. Había gente distribuida por la habitación, parecían personas normales y corrientes, quizás más adineradas de lo normal, sin embargo, pude ver a una mujer que permanecía sentada tomando algo y era la única que me miraba.
Comencé a caminar hacia la mujer justo en el momento en el que ella me hizo un gesto para que me acercase. Según avanzaba pude ver como un pequeño robot se movía con una bandeja, por lo que supuse que serían algo similar a un camarero. Cuando llegué a apenas un par de metros de la mujer miré a un robot.
-Un whisky on the rock, por favor. – Volví a mirar a la chica y esta me ofreció que me sentase frente a ella. No había duda, era la clienta, se presentó y, al igual que yo hice con ella, pareció que supuso que era yo a quien esperaba –. Me llamo Morgoth Bauglir, encantado. La verdad es que no dio tiempo a mucha conversación, pero me ha quedado claro que he de ser discreto, supongo que con lo que vea y escuche. De todos modos, es de imaginar que debe haber cierta función de protector en caso de que la ocasión lo amerite. – le respondí justo cuando llegó mi pedido.
Mientras daba un par de tragos a mi bebida, la mujer me explicó que era lo que sucedía y que era lo que buscaba de mí. Como había resumido bien su lacayo, ser discreto sin perder presencia o hacer que la de la joven fuese mayor de lo que podía ser. No me consideraba alguien preparado para conseguir tratos para mercancías, pero alguna vez si había visto negociar del tema.
-La mercancía no me importa, - dije dando un pequeño trago – pero lo realmente importante es que le hagáis ver puedes hacer con tu adversario, tanto para que el trato le salga beneficioso, como para que sepa cuales pueden ser las consecuencias de una traición o de oponerse abiertamente a usted. – di otro trago –. Pero intuyo que eso lo tiene ya previsto, personalmente no tengo experiencia en ese ámbito y me llevaré una buena experiencia de esto. Aún así, haré lo que pueda. En cuanto a la compensación he recibido esto, no se lo que habrá dentro, noté que había urgencia y he preferido esperar antes de ver el pago. Pero una vez que he aceptado no me retractaré.
Me levanté y extendí mi mano a la joven para sellar el trato que estábamos haciendo.
Comencé a caminar hacia la mujer justo en el momento en el que ella me hizo un gesto para que me acercase. Según avanzaba pude ver como un pequeño robot se movía con una bandeja, por lo que supuse que serían algo similar a un camarero. Cuando llegué a apenas un par de metros de la mujer miré a un robot.
-Un whisky on the rock, por favor. – Volví a mirar a la chica y esta me ofreció que me sentase frente a ella. No había duda, era la clienta, se presentó y, al igual que yo hice con ella, pareció que supuso que era yo a quien esperaba –. Me llamo Morgoth Bauglir, encantado. La verdad es que no dio tiempo a mucha conversación, pero me ha quedado claro que he de ser discreto, supongo que con lo que vea y escuche. De todos modos, es de imaginar que debe haber cierta función de protector en caso de que la ocasión lo amerite. – le respondí justo cuando llegó mi pedido.
Mientras daba un par de tragos a mi bebida, la mujer me explicó que era lo que sucedía y que era lo que buscaba de mí. Como había resumido bien su lacayo, ser discreto sin perder presencia o hacer que la de la joven fuese mayor de lo que podía ser. No me consideraba alguien preparado para conseguir tratos para mercancías, pero alguna vez si había visto negociar del tema.
-La mercancía no me importa, - dije dando un pequeño trago – pero lo realmente importante es que le hagáis ver puedes hacer con tu adversario, tanto para que el trato le salga beneficioso, como para que sepa cuales pueden ser las consecuencias de una traición o de oponerse abiertamente a usted. – di otro trago –. Pero intuyo que eso lo tiene ya previsto, personalmente no tengo experiencia en ese ámbito y me llevaré una buena experiencia de esto. Aún así, haré lo que pueda. En cuanto a la compensación he recibido esto, no se lo que habrá dentro, noté que había urgencia y he preferido esperar antes de ver el pago. Pero una vez que he aceptado no me retractaré.
Me levanté y extendí mi mano a la joven para sellar el trato que estábamos haciendo.
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La calma que tenía el hombre era contagiosa y aunque Michaela no estaba particularmente nerviosa, se encontró a si misma recostándose en la butaca y mirando el reloj una última vez. Faltaba poco, pero… no había particular prisa. Solo tenían que subir un par de pisos.
El robot regresó en breves con el whisky de… Morgoth, había dicho. Desconocía el apellido, pero pensó en que más adelante le pediría a Crawford que buscara algo al respecto. Tanta compostura para haberle encontrado en la calle meros minutos atrás le hacía pensar que igual había sido algo más que una coincidencia.
No había pensado mucho en cuanto al rol de protector, pero era cierto que podía llegar a ser útil. En principio no esperaba que el trato escalara tanto, aunque… no conocía a ese hombre más que por terceros. Era mejor ir preparada, desde luego. Y si Morgoth había aceptado defenderla de la ocasión necesitarlo, sin duda era algo bienvenido.
-En ese caso, creo que nos entendemos a la perfección.
A continuación, procedió a darle unos consejos. Michaela le escuchó mientras se acababa el té y levantaba la ceja, un tanto interesada. No se le pasó por alto el comentario acerca de la mercancía; claramente el chico se olía lo que ocurría. Si pese a eso estaba allí… bueno, él sabría. No era como si fuera a conseguir muestras gratis. Vio la bolsa que seguramente le hubiera dado Crawford y asintió con tranquilidad, antes de ponerse en pie.
-Puedes inspeccionar el contenido, no hay más que berries. Si una vez terminemos juzgas necesario aumentar la cantidad dilo y veremos qué puede hacerse. En cualquier caso, deberíamos ir yendo. Nos esperan en la quinta planta.
No era que no tuviera razón; sin ninguna duda dar cuenta de las consecuencias de que el trato no saliera adelante podía ser un buen método para lograr una alianza firme… pero no muy fiable. Si era posible, era preferible empezar en buenos términos. Siempre había tiempo para meter el miedo en la ecuación, pero partir del respeto era algo que no siempre podía construirse más adelante.
Dejó unos berries en la mano del robot y avanzó hasta el ascensor. Aguardó por Morgoth y una vez estuvieron ambos, le dio al botón y la máquina ascendió. Aprovechó para echarle un vistazo y acercarse, acomodándole las solapas del traje para que quedaran a la misma altura.
-No deberíamos tener ningún problema. Veamos qué tienen para nosotros.
Salió del ascensor para encontrarse a dos hombres de traje esperándoles. Se inclinaron brevemente, antes de guiarles hasta una sala con varios sillones y un hombre sentado frente a un escritorio. Fumaba un enorme puro y sonrió al verles. Michaela avanzó y antes de que pudiera hacer nada, oyó como la puerta se cerraba tras ellos.
Ya no había marcha atrás.
El robot regresó en breves con el whisky de… Morgoth, había dicho. Desconocía el apellido, pero pensó en que más adelante le pediría a Crawford que buscara algo al respecto. Tanta compostura para haberle encontrado en la calle meros minutos atrás le hacía pensar que igual había sido algo más que una coincidencia.
No había pensado mucho en cuanto al rol de protector, pero era cierto que podía llegar a ser útil. En principio no esperaba que el trato escalara tanto, aunque… no conocía a ese hombre más que por terceros. Era mejor ir preparada, desde luego. Y si Morgoth había aceptado defenderla de la ocasión necesitarlo, sin duda era algo bienvenido.
-En ese caso, creo que nos entendemos a la perfección.
A continuación, procedió a darle unos consejos. Michaela le escuchó mientras se acababa el té y levantaba la ceja, un tanto interesada. No se le pasó por alto el comentario acerca de la mercancía; claramente el chico se olía lo que ocurría. Si pese a eso estaba allí… bueno, él sabría. No era como si fuera a conseguir muestras gratis. Vio la bolsa que seguramente le hubiera dado Crawford y asintió con tranquilidad, antes de ponerse en pie.
-Puedes inspeccionar el contenido, no hay más que berries. Si una vez terminemos juzgas necesario aumentar la cantidad dilo y veremos qué puede hacerse. En cualquier caso, deberíamos ir yendo. Nos esperan en la quinta planta.
No era que no tuviera razón; sin ninguna duda dar cuenta de las consecuencias de que el trato no saliera adelante podía ser un buen método para lograr una alianza firme… pero no muy fiable. Si era posible, era preferible empezar en buenos términos. Siempre había tiempo para meter el miedo en la ecuación, pero partir del respeto era algo que no siempre podía construirse más adelante.
Dejó unos berries en la mano del robot y avanzó hasta el ascensor. Aguardó por Morgoth y una vez estuvieron ambos, le dio al botón y la máquina ascendió. Aprovechó para echarle un vistazo y acercarse, acomodándole las solapas del traje para que quedaran a la misma altura.
-No deberíamos tener ningún problema. Veamos qué tienen para nosotros.
Salió del ascensor para encontrarse a dos hombres de traje esperándoles. Se inclinaron brevemente, antes de guiarles hasta una sala con varios sillones y un hombre sentado frente a un escritorio. Fumaba un enorme puro y sonrió al verles. Michaela avanzó y antes de que pudiera hacer nada, oyó como la puerta se cerraba tras ellos.
Ya no había marcha atrás.
Morgoth
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La mujer pareció relajarse a medida que le hablaba, no sabía si era por el hecho de que hubiese llegado a tiempo o porque sabía que podía confiar en que haría un buen trabajo dado que con poca información había entendido correctamente el trabajo. Aún así, no se me pasó desapercibido que miró al reloj, debía de faltar poco y debía ser un trato bastante importante.
Pareció estar de acuerdo respecto a que debía estar preparado para defenderla en caso de ser necesario. Por otra parte, mientras le hablé se mantuvo en silencio y parecía atender a cada palabra que le decía. Cuando terminé me incitó a mirar el contenido del saquito que me había dado el tipo aquel, y me informó que podría haber más recompensa de ser necesario, aunque imaginé que sería si había algún extra en el trabajo que lo mereciese. La chica se levantó haciéndome saber que era el momento de ponerse en camino.
Apuré mi bebida y me puse en pie como ella. Me abotoné el botón superior de la americana del traje y le hice un gesto para que pasase delante de mí. Una vez lo hizo le seguí un paso por detrás de ella. El trabajo había empezado y me puse más serio además de ponerme alerta a lo que sucedía a nuestro alrededor. Nos dirigimos hasta un ascensor donde ella pulsó el botón de la planta a la que nos dirigiríamos. Aproveché aquel momento en el interior del ascensor para que nuestras sombras se juntasen y de esa forma hacer que Otsoa pasase a su sombra. En caso de ser necesario podría defenderla, aunque fuese un poco.
La puerta del ascensor se abrió y dos hombres nos esperaban, hicieron una pequeña inclinación y nos guiaron por el pasillo, mientras nos guiaban mi sombra se separó de mí y se formó una sombra idéntica a la mía. Esta quedaría en el pasillo para vigilar junto a Katua. El despacho en el que entramos era amplio con un escritorio bastante ostentoso con un tipo que estaba fumando un puro. Y de pronto la puerta se cerró. Ahora estábamos encerrados. Miré al tipo aquel y pude notar que desprendía un olor de un color amarillo pálido, era curioso dado que no había visto a mucha gente con ese olor, por otra parte, me fijé por primera vez en el de mi acompañante y era de un color morado oscuro que la verdad combinaba bastante bien con su tono de piel, de forma similar a lo que pasaba con el tipo de enfrente.
Pareció estar de acuerdo respecto a que debía estar preparado para defenderla en caso de ser necesario. Por otra parte, mientras le hablé se mantuvo en silencio y parecía atender a cada palabra que le decía. Cuando terminé me incitó a mirar el contenido del saquito que me había dado el tipo aquel, y me informó que podría haber más recompensa de ser necesario, aunque imaginé que sería si había algún extra en el trabajo que lo mereciese. La chica se levantó haciéndome saber que era el momento de ponerse en camino.
Apuré mi bebida y me puse en pie como ella. Me abotoné el botón superior de la americana del traje y le hice un gesto para que pasase delante de mí. Una vez lo hizo le seguí un paso por detrás de ella. El trabajo había empezado y me puse más serio además de ponerme alerta a lo que sucedía a nuestro alrededor. Nos dirigimos hasta un ascensor donde ella pulsó el botón de la planta a la que nos dirigiríamos. Aproveché aquel momento en el interior del ascensor para que nuestras sombras se juntasen y de esa forma hacer que Otsoa pasase a su sombra. En caso de ser necesario podría defenderla, aunque fuese un poco.
La puerta del ascensor se abrió y dos hombres nos esperaban, hicieron una pequeña inclinación y nos guiaron por el pasillo, mientras nos guiaban mi sombra se separó de mí y se formó una sombra idéntica a la mía. Esta quedaría en el pasillo para vigilar junto a Katua. El despacho en el que entramos era amplio con un escritorio bastante ostentoso con un tipo que estaba fumando un puro. Y de pronto la puerta se cerró. Ahora estábamos encerrados. Miré al tipo aquel y pude notar que desprendía un olor de un color amarillo pálido, era curioso dado que no había visto a mucha gente con ese olor, por otra parte, me fijé por primera vez en el de mi acompañante y era de un color morado oscuro que la verdad combinaba bastante bien con su tono de piel, de forma similar a lo que pasaba con el tipo de enfrente.
Michaela Albás
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Caminando por el pasillo, notó de casualidad algo por el rabillo del ojo. En lo que dura un paso, la sombra de su acompañante se deshizo de él silenciosamente, quedando en el pasillo. ¿O había sido al revés? Volvió a mirar al frente. Los dos hombres que les guiaban no habían notado nada y Morgoth no había siquiera mirado atrás, pero Michaela estaba bastante convencida de que había sido cosa suya.
Por un instante apretó los labios, pero eso fue lo único que delató que acababa de ver algo extraño. A su cabeza acudió Freites D. Alpha, el pirata que había amenazado con cortarle años de su vida. ¿Sería este un poder similar? Ahora estaba en el paraíso, al fin y al cabo. ¿Tal era el nivel que gente como esa caminaban tan tranquilamente por la calle? Se sentía algo pequeña, en parte. Por otro lado, tenía una tremenda curiosidad… que en seguida se vio aplacada.
No conocía a su interlocutor. Mientras no le tuvo delante pudo haber sido… cualquiera, en realidad. Y tras ver de pasada aquella muestra casual de poderío se había dejado llevar por el qué podría ser… pero ese hombre no parecía poderoso, sino más bien arrogante. Era consciente de que las apariencias podían engañar, pero su instinto le decía que no era el caso. Alzó la mano y esbozó una diminuta sonrisa de cortesía. El criminal se levantó sonriendo de oreja a oreja y no dudó en besarle el dorso de la mano. La nariz de Michaela se agitó un segundo, pero logró reprimir el impulso de arrugarla. Apestaba a tabaco, el hombre y toda la habitación. Sin embargo, nada de eso importaba. Se sentó en la butaca que le señaló y se quitó el abrigo, dejando que Aurum y Berry se asomaran entre la tela. El hombre alzó las cejas con apreciación, pero no las mencionó.
-Señora Albás, es un placer conocerla en persona por fin. Mis allegados en los Blues me han hablado terriblemente bien de usted.
-El sentimiento es mutuo; me alegro de haber pasado por Karakuri al final. Tengo entendido que tenía pensado expandirse y… sería un placer ayudarle con ello.
El hombre se levantó, asintiendo con la cabeza. Le hizo un gesto con la mano tanto a Morgoth como a sus propios gorilas para que se pusieran cómodos y en cuestión de un par de minutos había hecho copas para todos. Olía a whisky añejo, pero Michaela tan solo se mojó los labios. Por buena que fuera la bebida, no pretendía emborracharse allí. Confiaba en que sería suficiente para que su anfitrión se diera por contentado.
-Veo que los rumores son ciertos. –Dijo el hombre con otra gran sonrisa.- No pierde usted el tiempo.
Por un instante apretó los labios, pero eso fue lo único que delató que acababa de ver algo extraño. A su cabeza acudió Freites D. Alpha, el pirata que había amenazado con cortarle años de su vida. ¿Sería este un poder similar? Ahora estaba en el paraíso, al fin y al cabo. ¿Tal era el nivel que gente como esa caminaban tan tranquilamente por la calle? Se sentía algo pequeña, en parte. Por otro lado, tenía una tremenda curiosidad… que en seguida se vio aplacada.
No conocía a su interlocutor. Mientras no le tuvo delante pudo haber sido… cualquiera, en realidad. Y tras ver de pasada aquella muestra casual de poderío se había dejado llevar por el qué podría ser… pero ese hombre no parecía poderoso, sino más bien arrogante. Era consciente de que las apariencias podían engañar, pero su instinto le decía que no era el caso. Alzó la mano y esbozó una diminuta sonrisa de cortesía. El criminal se levantó sonriendo de oreja a oreja y no dudó en besarle el dorso de la mano. La nariz de Michaela se agitó un segundo, pero logró reprimir el impulso de arrugarla. Apestaba a tabaco, el hombre y toda la habitación. Sin embargo, nada de eso importaba. Se sentó en la butaca que le señaló y se quitó el abrigo, dejando que Aurum y Berry se asomaran entre la tela. El hombre alzó las cejas con apreciación, pero no las mencionó.
-Señora Albás, es un placer conocerla en persona por fin. Mis allegados en los Blues me han hablado terriblemente bien de usted.
-El sentimiento es mutuo; me alegro de haber pasado por Karakuri al final. Tengo entendido que tenía pensado expandirse y… sería un placer ayudarle con ello.
El hombre se levantó, asintiendo con la cabeza. Le hizo un gesto con la mano tanto a Morgoth como a sus propios gorilas para que se pusieran cómodos y en cuestión de un par de minutos había hecho copas para todos. Olía a whisky añejo, pero Michaela tan solo se mojó los labios. Por buena que fuera la bebida, no pretendía emborracharse allí. Confiaba en que sería suficiente para que su anfitrión se diera por contentado.
-Veo que los rumores son ciertos. –Dijo el hombre con otra gran sonrisa.- No pierde usted el tiempo.
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El tipo que era nuestro anfitrión se levantó y fue hasta la joven dándole un pequeño beso en los nudillos, como se esperaría que se hiciese en una situación de ética como aquella en la que las impresiones y los modales propios y del oponente eran tan notables para saber quién llevaba la batuta que dirigía. Sin embargo, a pesar de la situación de encierro y de superioridad numérica que tenía el anfitrión, lo que le daba una mayor autoridad, la joven intentó igualarla al quitarse el abrigo y salir de este dos serpientes, apenas por medio segundo no pude resistirme y sonreír ante la situación de sorpresa.
Entonces comenzaron las negociaciones, y como no cabía esperar de otra forma con halagos de ambas partes. Aquel hombre volvió a levantarse y comenzó a preparar bebidas y comenzó a ofrecerse las a sus hombres y a mí. Con un gesto de la mano le hice entender que no quería, a pesar de que notaba que el olor a whisky añejo denotaba que era bueno. El hombre me miró un poco extrañado.
-Lo siento, no bebo alcohol en el trabajo. – me disculpé.
Dejé que volviesen a lo suyo y me centré en las sombras que habían quedado fuera. Ordené a Katua que se moviese por el pasillo para cerciorarse de que no sucedía nada extraño en las cercanías, mientras que mi sombra se colocó frente a la puerta como si fuese una estatua y adoptó una postura de defensa de la puerta.
Cuando volví a centrarme en la habitación pude ver que los hombres del anfitrión habían aceptado la bebida y daban pequeños tragos a la bebida. El color de su olor era similar al de su jefe, sin embargo, se le entremezclaba otro, quizás tuviesen una colonia que ocultaba el color de su olor natural. Luego mi vista se fue a la ventana desde donde vi un pájaro que volaba mientras ardía. No era algo normal y eso que había visto bastante cosas raras ya. Dejé de prestarle atención y volví a ponerme alerta en el trabajo que estaba haciendo.
De pronto noté en mi cabeza un maullido, Katua había encontrado algo. Me centré en é y pude ver a través de sus ojos que se acercaba un carrito de comida con dos empleados al pasillo, pasé mi concentración a mi sombra tras ordenarle a Katua que se ocultase y luego con i sombra busqué un lugar en el que ocultarme. En el techo vi una salida de aire, saltó y se coló entre las rejas antes de que girasen en el pasillo los camareros.
Entonces comenzaron las negociaciones, y como no cabía esperar de otra forma con halagos de ambas partes. Aquel hombre volvió a levantarse y comenzó a preparar bebidas y comenzó a ofrecerse las a sus hombres y a mí. Con un gesto de la mano le hice entender que no quería, a pesar de que notaba que el olor a whisky añejo denotaba que era bueno. El hombre me miró un poco extrañado.
-Lo siento, no bebo alcohol en el trabajo. – me disculpé.
Dejé que volviesen a lo suyo y me centré en las sombras que habían quedado fuera. Ordené a Katua que se moviese por el pasillo para cerciorarse de que no sucedía nada extraño en las cercanías, mientras que mi sombra se colocó frente a la puerta como si fuese una estatua y adoptó una postura de defensa de la puerta.
Cuando volví a centrarme en la habitación pude ver que los hombres del anfitrión habían aceptado la bebida y daban pequeños tragos a la bebida. El color de su olor era similar al de su jefe, sin embargo, se le entremezclaba otro, quizás tuviesen una colonia que ocultaba el color de su olor natural. Luego mi vista se fue a la ventana desde donde vi un pájaro que volaba mientras ardía. No era algo normal y eso que había visto bastante cosas raras ya. Dejé de prestarle atención y volví a ponerme alerta en el trabajo que estaba haciendo.
De pronto noté en mi cabeza un maullido, Katua había encontrado algo. Me centré en é y pude ver a través de sus ojos que se acercaba un carrito de comida con dos empleados al pasillo, pasé mi concentración a mi sombra tras ordenarle a Katua que se ocultase y luego con i sombra busqué un lugar en el que ocultarme. En el techo vi una salida de aire, saltó y se coló entre las rejas antes de que girasen en el pasillo los camareros.
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-Estoy segura de que un hombre importante como usted entenderá que es mejor ser concisos en estas situaciones. Ambos tenemos asuntos que atender, ¿me equivoco?
El hombre asintió convencido y dio dos buenos tragos de whisky, antes de alargar la mano para coger la botella y rellenarse el vaso. Lo bajaba como si fuera agua, pero no parecía emborracharse con facilidad. Michaela mantenía el suyo en el regazo con tranquilidad, sin la menor intención de continuar bebiendo.
-Sin duda, sin duda. Pero eso no quiere decir que este asunto en concreto no sea importante. Soy un hombre orgulloso y me jacto de la calidad de mis productos. Estas… especias, son algo terriblemente especial. No me gustaría que algo les pasara por el camino. Damian te recomendó diciendo que tus estándares estarían a la par con los míos. ¿Es eso así?
Michaela esbozó una pequeña sonrisa. Ah, la gente empezaba a hablar de ella. Le enorgullecía que su apenas creciente reputación hubiera llegado al paraíso. Había tomado bastantes medidas para asegurarse la calidad de sus entregas. Hasta ahora solo enviaba criaturas a sus clientes, pero no era un negocio fácil. Asegurar un estado prístino tras una captura que muchas veces podía volverse sangrienta no era sencillo, pero había formado bien a su tripulación y ahora tanto esfuerzo estaba dando sus frutos.
-Le han informado adecuadamente. Conmigo, la mercancía está siempre a salvo. No entregaré nada que no supere unos rigurosos controles de calidad. Por supuesto, le advierto que eso puede significar que el margen de beneficios a veces se reduzca un poco, sobre todo al principio. Una vez controlemos las mejores circunstancias y condiciones para su traslado, no habrá producto no aprovechado.
El hombre asintió una vez más, pero terminó por fruncir el ceño y señalarla con el dedo.
-¿Estás insinuando que mi producto no está a la altura? ¿Es eso? No hay un gramo de esto menos eficaz que el resto. Te lo demostraré.
Michaela fue a decir algo, pero el hombre actuó antes de que pudiera. Se levantó y se dirigió a una de las estanterías, donde había una pequeña caja fuerte. La abrió sin miramientos mientras uno de sus gorilas se ponía delante para que no viera la combinación. La criminal apartó los ojos, por decoro. Para cuando volvió a mirar, la caja fuerte se había cerrado y el hombre tenía una pequeña bolsita llena de polvo amarillo entre las manos. Se la tiró al regazo, retándola.
-¡Ahí tienes eso que has venido a buscar! ¡Compruébalo, si tan poco te fías! ¡PRUÉBALA, VENGA! A VER SI ES TAN MALA COMO PARA NO SOBREVIVIR UN VIAJE EN TU BARCUCHO.
Michaela se quedó quieta, sin tocar la bolsita. Todo se estaba desmadrando demasiado rápido; por lo visto el alcohol sí estaba haciendo mella en el hombre. Con cuidado, dejó su vaso y la bolsita sobre la mesa, mirando a su interlocutor seriamente por unos segundos. Al final, miró hacia su propio guardaespaldas.
-No consiento que nadie me hable así. Dime, Morgoth, ¿consideras que haya alguna razón para quedarme aquí?
Volvió a mirar al hombre con dureza.
-Esta no es forma de hacer negocios.
El hombre asintió convencido y dio dos buenos tragos de whisky, antes de alargar la mano para coger la botella y rellenarse el vaso. Lo bajaba como si fuera agua, pero no parecía emborracharse con facilidad. Michaela mantenía el suyo en el regazo con tranquilidad, sin la menor intención de continuar bebiendo.
-Sin duda, sin duda. Pero eso no quiere decir que este asunto en concreto no sea importante. Soy un hombre orgulloso y me jacto de la calidad de mis productos. Estas… especias, son algo terriblemente especial. No me gustaría que algo les pasara por el camino. Damian te recomendó diciendo que tus estándares estarían a la par con los míos. ¿Es eso así?
Michaela esbozó una pequeña sonrisa. Ah, la gente empezaba a hablar de ella. Le enorgullecía que su apenas creciente reputación hubiera llegado al paraíso. Había tomado bastantes medidas para asegurarse la calidad de sus entregas. Hasta ahora solo enviaba criaturas a sus clientes, pero no era un negocio fácil. Asegurar un estado prístino tras una captura que muchas veces podía volverse sangrienta no era sencillo, pero había formado bien a su tripulación y ahora tanto esfuerzo estaba dando sus frutos.
-Le han informado adecuadamente. Conmigo, la mercancía está siempre a salvo. No entregaré nada que no supere unos rigurosos controles de calidad. Por supuesto, le advierto que eso puede significar que el margen de beneficios a veces se reduzca un poco, sobre todo al principio. Una vez controlemos las mejores circunstancias y condiciones para su traslado, no habrá producto no aprovechado.
El hombre asintió una vez más, pero terminó por fruncir el ceño y señalarla con el dedo.
-¿Estás insinuando que mi producto no está a la altura? ¿Es eso? No hay un gramo de esto menos eficaz que el resto. Te lo demostraré.
Michaela fue a decir algo, pero el hombre actuó antes de que pudiera. Se levantó y se dirigió a una de las estanterías, donde había una pequeña caja fuerte. La abrió sin miramientos mientras uno de sus gorilas se ponía delante para que no viera la combinación. La criminal apartó los ojos, por decoro. Para cuando volvió a mirar, la caja fuerte se había cerrado y el hombre tenía una pequeña bolsita llena de polvo amarillo entre las manos. Se la tiró al regazo, retándola.
-¡Ahí tienes eso que has venido a buscar! ¡Compruébalo, si tan poco te fías! ¡PRUÉBALA, VENGA! A VER SI ES TAN MALA COMO PARA NO SOBREVIVIR UN VIAJE EN TU BARCUCHO.
Michaela se quedó quieta, sin tocar la bolsita. Todo se estaba desmadrando demasiado rápido; por lo visto el alcohol sí estaba haciendo mella en el hombre. Con cuidado, dejó su vaso y la bolsita sobre la mesa, mirando a su interlocutor seriamente por unos segundos. Al final, miró hacia su propio guardaespaldas.
-No consiento que nadie me hable así. Dime, Morgoth, ¿consideras que haya alguna razón para quedarme aquí?
Volvió a mirar al hombre con dureza.
-Esta no es forma de hacer negocios.
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Nuestro anfitrión parecía estar bastante acostumbrado a la bebida que nos había ofrecido y la bebía con bastante tranquilidad. Cuando habló tras la respuesta de mi Michaela se describió como un hombre orgulloso y luego halagó a la chica con que había escuchado buenas cosas de ella. Por mi parte no sabía de qué estaban hablando y me limité a volver a vigilar lo que estaba sucediendo fuera.
El carrito con los camareros se paró justo frente a la puerta y comenzaron a hablar en cuchicheos que no llegué a entender. Mientras observaba uno de los camareros se acacho y pareció rebuscar algo en el interior de carro que iba cubierto por un mantel. Sin embargo, no tardé mucho en descubrir que era lo que ocultaban y el camarero que se había agachado sacó dos armas que parecían fusiles. ¿Acaso aquello era una encerrona a la chica por sus negocios y eran competencia desleal? Aquello no importaba ahora, me había contratado y no podía permitir que le sucediese nada en aquel momento.
Katua salió de su escondite y se acercó a los camareros, se sentó y dio un pequeño maullido. Los camareros se detuvieron y miraron al gato de sombra. Lo miraron extrañados e hicieron algunos aspavientos para intentar espantarle, pero no sirvió de nada. Mientras estuvieron distraídos con el gato, mi sombra bajó del respiradero y vació la munición de todos los cargadores de las armas, luego las amartillo para asegurarse de que no quedaba ni una sola bala en estas. Dejó las cosas como estaban y subió de nuevo al respiradero.
Cuando desapareció el gato comenzó a correr y se marchó del pasillo, los camareros no le siguieron y se cargaron con las armas sin volver a comprobarlas. Volví mi concentración al interior de la estancia y pude notar que había comenzado una discusión, parecía que Michaela había ofendido de alguna forma a nuestro anfitrión, aunque no creía que eso fuese así. El tipo aquel, se dirigió a un lado de la estancia donde se encontraba una caja fuerte. Uno de los guardias se movió para colocarse entre la caja y nosotros para que no mirásemos la contraseña. La chica por su parte apartó la mirada, sin embargo, yo no aparté la mirada y la turnaba entre los dos guardias.
El tipo tras cerrar la caja le lanzó algo a la chica que con rápido movimiento cogí en el aire antes de que le diese, luego viendo que era una con una especie de polvo se la entregué, tras unos segundos la chica habló y me hizo una pregunta.
-No encuentro una buena razón para soportar impertinencias sin provocación previa, señora.
El carrito con los camareros se paró justo frente a la puerta y comenzaron a hablar en cuchicheos que no llegué a entender. Mientras observaba uno de los camareros se acacho y pareció rebuscar algo en el interior de carro que iba cubierto por un mantel. Sin embargo, no tardé mucho en descubrir que era lo que ocultaban y el camarero que se había agachado sacó dos armas que parecían fusiles. ¿Acaso aquello era una encerrona a la chica por sus negocios y eran competencia desleal? Aquello no importaba ahora, me había contratado y no podía permitir que le sucediese nada en aquel momento.
Katua salió de su escondite y se acercó a los camareros, se sentó y dio un pequeño maullido. Los camareros se detuvieron y miraron al gato de sombra. Lo miraron extrañados e hicieron algunos aspavientos para intentar espantarle, pero no sirvió de nada. Mientras estuvieron distraídos con el gato, mi sombra bajó del respiradero y vació la munición de todos los cargadores de las armas, luego las amartillo para asegurarse de que no quedaba ni una sola bala en estas. Dejó las cosas como estaban y subió de nuevo al respiradero.
Cuando desapareció el gato comenzó a correr y se marchó del pasillo, los camareros no le siguieron y se cargaron con las armas sin volver a comprobarlas. Volví mi concentración al interior de la estancia y pude notar que había comenzado una discusión, parecía que Michaela había ofendido de alguna forma a nuestro anfitrión, aunque no creía que eso fuese así. El tipo aquel, se dirigió a un lado de la estancia donde se encontraba una caja fuerte. Uno de los guardias se movió para colocarse entre la caja y nosotros para que no mirásemos la contraseña. La chica por su parte apartó la mirada, sin embargo, yo no aparté la mirada y la turnaba entre los dos guardias.
El tipo tras cerrar la caja le lanzó algo a la chica que con rápido movimiento cogí en el aire antes de que le diese, luego viendo que era una con una especie de polvo se la entregué, tras unos segundos la chica habló y me hizo una pregunta.
-No encuentro una buena razón para soportar impertinencias sin provocación previa, señora.
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El criminal la miraba con rabia en los ojos.
-Maldita ramera, te crees muy buena…
Lo dijo por lo bajo, pero la habitación era lo suficientemente pequeña como para que se le oyera claramente. Michaela escuchó la respuesta de Morgoth y tras asentir, se levantó con toda la intención de irse.
-Déjeme explicarle una cosa. – comentó mientras iba hacia la puerta, dándole la espalda.- Sin esta ramera, su producto nunca llegará a salvo hasta los Blues. Cualquier barco que envíe será interceptado, asediado y devastado. Tus preciadas especias se venderán por las esquinas cortadas con polvo y enfermedad y muy pronto no podrán distinguirse de la canela más vulgar. Tenga un buen día.
Cogió el pomo de la puerta con la mano, pero entonces oyó un grito a su espalda.
-¡Espera!
Suspiró. Por supuesto que se arrepentía. Los hombres solían ladrar y ladrar pero rara vez se arriesgaban a morder. Solo lo hacían cuando estaban seguros de poder ganar y en esa batalla el criminal llevaba las de perder.
-Espera, por favor. No ha sido más que un malentendido.
Por lo menos su tono volvía a ser templado en lugar de una tormenta de gritos. Michaela se giró y se cruzó de brazos. Supo que había sido un error en cuanto uno de los guardias del hombre se interpuso entre ella y la puerta a su espalda, pero ahora ya no importaba. Fingiendo que no lo había notado, avanzó un par de pasos y se quedó mirando a su interlocutor, expectante. Más le valía decir algo útil o por más que quisiera ese trato se largaría por la puerta y el mequetrefe que había frente a ella no podría hacer nada por evitarlo.
-No ha sido más que un malentendido.- Repitió, con una tentadora sonrisa. Michaela no se fiaba ni un pelo; todavía tenía la locura en los ojos.- Este producto es el resultado de muchos años de trabajo y es muy preciado para mí. No puedo dejar que cualquiera se lo lleve sin comprobar su… carácter, de antemano. ¿Entiende?
Se rehusaba a creer que Morgoth tuviera razón con el consejo que le había dado antes de subir. ¿Acaso todo había sido una treta para ver con cuánta valía podía defender su preciado polvo? No, lo dudaba. El arrebato del hombre había sido genuino y estaba bastante segura de que tenía que ver con la condenada droga. Quizá los rumores la habían vendido un poco demasiado bien… o quizá el creador había terminado abusando de ella algo más de lo adecuado.
En lugar de sentarse, levantó un único dedo en el aire.
-Pasarás la mercancía a mis manos a mitad del precio y me quedaré con el 60% de las ganancias. No es una oferta, es la realidad. ¿Nos hemos entendido?
Por un momento, el hombre la miró con verdadero odio. Por toda respuesta, Michaela alzó una ceja. No estaba en posición de protestar, no después de semejante espectáculo. Los rumores corren como la pólvora y acababa de darle bastante munición. Por suerte, parecía ser consciente de ello.
Tras unos segundos tentativos, le estrechó la mano con firmeza. Michaela sonrió con orgullo.
El trato estaba sellado.
-Maldita ramera, te crees muy buena…
Lo dijo por lo bajo, pero la habitación era lo suficientemente pequeña como para que se le oyera claramente. Michaela escuchó la respuesta de Morgoth y tras asentir, se levantó con toda la intención de irse.
-Déjeme explicarle una cosa. – comentó mientras iba hacia la puerta, dándole la espalda.- Sin esta ramera, su producto nunca llegará a salvo hasta los Blues. Cualquier barco que envíe será interceptado, asediado y devastado. Tus preciadas especias se venderán por las esquinas cortadas con polvo y enfermedad y muy pronto no podrán distinguirse de la canela más vulgar. Tenga un buen día.
Cogió el pomo de la puerta con la mano, pero entonces oyó un grito a su espalda.
-¡Espera!
Suspiró. Por supuesto que se arrepentía. Los hombres solían ladrar y ladrar pero rara vez se arriesgaban a morder. Solo lo hacían cuando estaban seguros de poder ganar y en esa batalla el criminal llevaba las de perder.
-Espera, por favor. No ha sido más que un malentendido.
Por lo menos su tono volvía a ser templado en lugar de una tormenta de gritos. Michaela se giró y se cruzó de brazos. Supo que había sido un error en cuanto uno de los guardias del hombre se interpuso entre ella y la puerta a su espalda, pero ahora ya no importaba. Fingiendo que no lo había notado, avanzó un par de pasos y se quedó mirando a su interlocutor, expectante. Más le valía decir algo útil o por más que quisiera ese trato se largaría por la puerta y el mequetrefe que había frente a ella no podría hacer nada por evitarlo.
-No ha sido más que un malentendido.- Repitió, con una tentadora sonrisa. Michaela no se fiaba ni un pelo; todavía tenía la locura en los ojos.- Este producto es el resultado de muchos años de trabajo y es muy preciado para mí. No puedo dejar que cualquiera se lo lleve sin comprobar su… carácter, de antemano. ¿Entiende?
Se rehusaba a creer que Morgoth tuviera razón con el consejo que le había dado antes de subir. ¿Acaso todo había sido una treta para ver con cuánta valía podía defender su preciado polvo? No, lo dudaba. El arrebato del hombre había sido genuino y estaba bastante segura de que tenía que ver con la condenada droga. Quizá los rumores la habían vendido un poco demasiado bien… o quizá el creador había terminado abusando de ella algo más de lo adecuado.
En lugar de sentarse, levantó un único dedo en el aire.
-Pasarás la mercancía a mis manos a mitad del precio y me quedaré con el 60% de las ganancias. No es una oferta, es la realidad. ¿Nos hemos entendido?
Por un momento, el hombre la miró con verdadero odio. Por toda respuesta, Michaela alzó una ceja. No estaba en posición de protestar, no después de semejante espectáculo. Los rumores corren como la pólvora y acababa de darle bastante munición. Por suerte, parecía ser consciente de ello.
Tras unos segundos tentativos, le estrechó la mano con firmeza. Michaela sonrió con orgullo.
El trato estaba sellado.
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El traficante soltó un insulto hacia la chica por lo bajo, aunque fue fácilmente audible. Michaela tras escucharme se levantó y se dirigió a la salida y como me resulto costumbre según pasó a mi lado me giré y la seguí a apenas unos centímetros, la situación era demasiado tensa como para no creer que se saliese de control en cualquier momento, más aún con lo que había fuera. Por lo que mi sombra me pudo mostrar, había escuchado lo que sucedía y habían levantado el mantel un poco por si tenían que dejar las armas por si salía alguien de la habitación de pronto.
El traficante le pidió que esperásemos y la chica se giró y le escuchó. Cuando lo hicimos unos de los hombres del tipo aquel se interpuso entre nosotros y la salida. Avanzamos unos pasos alejándonos de la puerta y el tipo aquel se retiró a su posición original mientras si jefe suplicaba el perdón de Michaela, alegando estrés y preocupación. Entonces la chica le dijo los términos que quería para el trato que quería cerrar con él y tras unos segundos ambos se estrecharon la mano para sellar la negociación.
En ese momento un golpe en la puerta interrumpió el momento, por suerte mi sombra me había prevenido de ello y para cuando pasó ya había sacado del bolsillo una T.I.M.E. la lancé hacia la entrada y me interpuse entre Michaela y la bomba y cree un par de escudos que me cubrieron casi por completo, luego lancé una pequeña descarga sobre la esfera cuando estuvo a la altura de los asaltantes y detonó lanzándole hacia un lado con quemaduras y se chocaron con violencia contra las paredes. Sin duda alguna les había pillado por sorpresa todo aquello, incluso a los atacantes.
-Otsoa a por inmoviliza al de la derecha, y me encargo del otro.
Al decir aquello un lobo de gran tamaño saltó en dirección de uno de los hombres del traficante y lo tiró al suelo pisándole en el pecho mientras su hocico se colocaba a escasos centímetros de la cara del tipo aquel, por mi parte saqué la pistola y apunté al otro directamente mientras me acercaba a grandes pasos, antes de que pudiese hacer algo para defenderse.
-Bueno, creo que necesitamos una buena explicación para esto antes de que decida añadir más muertos en la sala. – Y al decir aquello le introduje el cañón en la boca al guardia que levantaba las manos. Esperaba que su jefe me respondiese con rapidez.
El traficante le pidió que esperásemos y la chica se giró y le escuchó. Cuando lo hicimos unos de los hombres del tipo aquel se interpuso entre nosotros y la salida. Avanzamos unos pasos alejándonos de la puerta y el tipo aquel se retiró a su posición original mientras si jefe suplicaba el perdón de Michaela, alegando estrés y preocupación. Entonces la chica le dijo los términos que quería para el trato que quería cerrar con él y tras unos segundos ambos se estrecharon la mano para sellar la negociación.
En ese momento un golpe en la puerta interrumpió el momento, por suerte mi sombra me había prevenido de ello y para cuando pasó ya había sacado del bolsillo una T.I.M.E. la lancé hacia la entrada y me interpuse entre Michaela y la bomba y cree un par de escudos que me cubrieron casi por completo, luego lancé una pequeña descarga sobre la esfera cuando estuvo a la altura de los asaltantes y detonó lanzándole hacia un lado con quemaduras y se chocaron con violencia contra las paredes. Sin duda alguna les había pillado por sorpresa todo aquello, incluso a los atacantes.
-Otsoa a por inmoviliza al de la derecha, y me encargo del otro.
Al decir aquello un lobo de gran tamaño saltó en dirección de uno de los hombres del traficante y lo tiró al suelo pisándole en el pecho mientras su hocico se colocaba a escasos centímetros de la cara del tipo aquel, por mi parte saqué la pistola y apunté al otro directamente mientras me acercaba a grandes pasos, antes de que pudiese hacer algo para defenderse.
-Bueno, creo que necesitamos una buena explicación para esto antes de que decida añadir más muertos en la sala. – Y al decir aquello le introduje el cañón en la boca al guardia que levantaba las manos. Esperaba que su jefe me respondiese con rapidez.
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Todo sucedió terriblemente rápido. Acababa de estrechar la mano del Rocher y a priori el trato parecía cerrado, con mejores condiciones de las planeadas incluso.
-Tenía preparado un documento para dejarlo todo por escrito, deja que corrija los términos y…
El criminal no pudo terminar la frase. Alguien llamó a la puerta y ese fue el principio del caos. Michaela se giró, pero lo único que vio fue la espalda de Morgoth mientras lanzaba algo hacia la puerta. La explosión ocurrió casi de inmediato, pero por suerte a su alrededor se habían creado dos escudos. Observó con los ojos muy abiertos cómo los dos recién llegados, claramente con intención de atacarle, quedaban a merced de Morgoth. Uno había terminado con quemaduras en el ojo y los dos habían acabado por chocarse contra las paredes y caer al suelo.
Desde luego el chico se iba a merecer una propina.
No supo de donde, pero en seguida un enorme lobo apareció bajo las órdenes de Morgoth y se colocó encima de uno de los hombres del traficante, mientras el chico apuntaba con una pistola al otro.
Michaela pensó rápido. ¿Acaso todo había sido una farsa? Si de verdad pretendía atacarla desde el principio Rocher no saldría con vida de la habitación. Frunciendo el ceño, metió la mano dentro del abrigo y agarró uno de sus alfanjes. Girándose, le llevó apenas unos segundos colocarlo en el cuello del traficante. Este seguía mirando a la puerta por la que habían aparecido los atacantes y todavía parecía algo confundido. Michaela le dio una bofetada tal que resonó en toda la habitación.
-Habla.- Exigió.
Por fin, pareció reaccionar y tras soltar un grito empezó a mover las manos muy rápido y a intentar apartarse. Michaela le tiró de la camisa para que no se apartara del filo de su arma.
-¡Alto! ¡ALTO! ESOS NO SON MIS HOMBRES.
¿Qué no eran sus hombres? Le dio otra bofetada, antes de señalarle con la cabeza para que saliera de detrás de la mesa.
-Pruébalo. ¿A las órdenes de quién están entonces?
El hombre se movió rápido, temblando como un flan y echando cautelosas miradas a la pistola de Morgoth y el alfanje de Michaela. Al final llegó junto a los dos extraños y se echó al suelo, palpándoles el pecho y buscando cualquier cosa que pudiera exculparle. Para su suerte, su esfuerzo se vio recompensado y no tardó mucho en encontrar un sello de latón en el bolsillo de ambos hombres. En él había plasmada una rosa negra. Frenéticamente, se la enseñó a Michaela.
-¡Mira! E-este es el sello de James Cooter. Es uno de mis rivales aquí en Karakuri, controla la mitad de la producción. ¡Quería sabotear las negociaciones!
Michaela arrugó la nariz. Le sonaba el nombre y aunque no tenía ningún asunto con ella, si llevaban enemistados cierto tiempo no era tan extraño que hubiera decidido tomar medidas expeditivas ante la posibilidad de que el Té Amarillo que vendía Rocher se expandiera hacia los Blues.
Se adelantó y sin miramientos, cortó el cuello de uno de los hombres y lo tiró encima del carrito. Abriendo su anillo, mojó su sello en la sangre y se lo estampó en la mejilla.
-Despierta al otro, que envíe el mensaje a ese tal Cooter. Firmemos el trato.
El enorme lobo de Morgoth todavía seguía encima del guardia. Michaela le dedicó una pequeña sonrisa. Era una buena bestia y ella bastante afortunada.
-Morgoth, revisa este cuarto. Si ves algo que te guste, puedes cogerlo.- Notó la mirada airada de Rocher en su nuca y se la devolvió con creces.- Considéralo una justa compensación por las molestias.
-Tenía preparado un documento para dejarlo todo por escrito, deja que corrija los términos y…
El criminal no pudo terminar la frase. Alguien llamó a la puerta y ese fue el principio del caos. Michaela se giró, pero lo único que vio fue la espalda de Morgoth mientras lanzaba algo hacia la puerta. La explosión ocurrió casi de inmediato, pero por suerte a su alrededor se habían creado dos escudos. Observó con los ojos muy abiertos cómo los dos recién llegados, claramente con intención de atacarle, quedaban a merced de Morgoth. Uno había terminado con quemaduras en el ojo y los dos habían acabado por chocarse contra las paredes y caer al suelo.
Desde luego el chico se iba a merecer una propina.
No supo de donde, pero en seguida un enorme lobo apareció bajo las órdenes de Morgoth y se colocó encima de uno de los hombres del traficante, mientras el chico apuntaba con una pistola al otro.
Michaela pensó rápido. ¿Acaso todo había sido una farsa? Si de verdad pretendía atacarla desde el principio Rocher no saldría con vida de la habitación. Frunciendo el ceño, metió la mano dentro del abrigo y agarró uno de sus alfanjes. Girándose, le llevó apenas unos segundos colocarlo en el cuello del traficante. Este seguía mirando a la puerta por la que habían aparecido los atacantes y todavía parecía algo confundido. Michaela le dio una bofetada tal que resonó en toda la habitación.
-Habla.- Exigió.
Por fin, pareció reaccionar y tras soltar un grito empezó a mover las manos muy rápido y a intentar apartarse. Michaela le tiró de la camisa para que no se apartara del filo de su arma.
-¡Alto! ¡ALTO! ESOS NO SON MIS HOMBRES.
¿Qué no eran sus hombres? Le dio otra bofetada, antes de señalarle con la cabeza para que saliera de detrás de la mesa.
-Pruébalo. ¿A las órdenes de quién están entonces?
El hombre se movió rápido, temblando como un flan y echando cautelosas miradas a la pistola de Morgoth y el alfanje de Michaela. Al final llegó junto a los dos extraños y se echó al suelo, palpándoles el pecho y buscando cualquier cosa que pudiera exculparle. Para su suerte, su esfuerzo se vio recompensado y no tardó mucho en encontrar un sello de latón en el bolsillo de ambos hombres. En él había plasmada una rosa negra. Frenéticamente, se la enseñó a Michaela.
-¡Mira! E-este es el sello de James Cooter. Es uno de mis rivales aquí en Karakuri, controla la mitad de la producción. ¡Quería sabotear las negociaciones!
Michaela arrugó la nariz. Le sonaba el nombre y aunque no tenía ningún asunto con ella, si llevaban enemistados cierto tiempo no era tan extraño que hubiera decidido tomar medidas expeditivas ante la posibilidad de que el Té Amarillo que vendía Rocher se expandiera hacia los Blues.
Se adelantó y sin miramientos, cortó el cuello de uno de los hombres y lo tiró encima del carrito. Abriendo su anillo, mojó su sello en la sangre y se lo estampó en la mejilla.
-Despierta al otro, que envíe el mensaje a ese tal Cooter. Firmemos el trato.
El enorme lobo de Morgoth todavía seguía encima del guardia. Michaela le dedicó una pequeña sonrisa. Era una buena bestia y ella bastante afortunada.
-Morgoth, revisa este cuarto. Si ves algo que te guste, puedes cogerlo.- Notó la mirada airada de Rocher en su nuca y se la devolvió con creces.- Considéralo una justa compensación por las molestias.
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Michaela sacó un arma de entre el abrigo y amenazó al traficante para que hablase. Sin duda no era algo que ella se hubiese esperado y como yo quería una explicación para aquel alboroto que había tenido que armar. Sin embargo, me resultó extraño al mirar al hombre que este pareciese extrañado y sorprendido de lo que acababa de pasar. ¿Era posible que no hubiese sido cosa de él?
El hombre negó que aquellos hombres que habían irrumpido eran suyos, Michaela era evidente que estaba enfadada y tras un guantazo le hizo un gesto para que nos los probase. Este se dirigió con diligencia hasta uno de los asaltantes y comenzó a rebuscar entre su ropa hasta que sacó lo que parecía un sello. Explicó que eral el símbolo de otra de las bandas de traficantes del lugar. No me convenció demasiado la respuesta del tipo aquel, sin embargo, Michaela parecía ligeramente más tranquila.
La chica fue hasta uno de los tipos inconscientes y le cortó la cabeza, luego hizo algo con su anillo. Después de eso me ordenó que despertase al otro tipo y le llevase aquel mensaje a su jefe. Asentí y solté al tipo aquel que parecía que se había cagado encima y me dirigí hasta el tipo en el suelo, le di un par de toques pero no pareció que se despertase, di un pequeño silbido y Otsoa vino hasta mi posición. El lobo comenzó a lamerle la cara, no tenía saliva pero si notaría algo de frescor.
-Sigue, cuando se despierte avísame.
La chica me permitió revisar la habitación para buscar alguna cosa que me interesase y quedármelo como parte del pago. Mientras esperaba al aviso del lobo, comencé a revisar la habitación, había cosas que habían sido dañadas debido a la explosión y su valor se había reducido. Por suerte, un par de botellas de whisky habían sobrevivido, cogí una y la abrí un momento, olía igual que el que nos había ofrecido, abrí el abrigo y lo introduje, haciendo que quedase guardado en las sombras en el momento en el que nadie podía verlo.
Mientras revisaba uno de los cajones de un escritorio, pude ver unas monedas que reconocí al lado de un par de fajos de billetes, miré al traficante y pude notar que no le gustó que tocase aquello.
-Tranquilo, no voy a desvalijar la oficina, solo me quedaré con la mitad de lo que tienes en este cajón – le dije sacando solo un fajo de billetes, mientras con la otra mano sustraía varias monedas de oro con aquel símbolo extraño.
En ese momento, Otsoa dio un gruñido, me acerqué a él después de cerrar el cajón. El tipo estaba consciente por fin, pero estaba temblando, no sabía si por el lobo que tenía encima, por el dolor del golpe anterior o por el dolor de las quemaduras. Cuando llegué me puse de cuclillas a su lado.
-Hola – dije en un tono despreocupado y con una sonrisa.
El hombre negó que aquellos hombres que habían irrumpido eran suyos, Michaela era evidente que estaba enfadada y tras un guantazo le hizo un gesto para que nos los probase. Este se dirigió con diligencia hasta uno de los asaltantes y comenzó a rebuscar entre su ropa hasta que sacó lo que parecía un sello. Explicó que eral el símbolo de otra de las bandas de traficantes del lugar. No me convenció demasiado la respuesta del tipo aquel, sin embargo, Michaela parecía ligeramente más tranquila.
La chica fue hasta uno de los tipos inconscientes y le cortó la cabeza, luego hizo algo con su anillo. Después de eso me ordenó que despertase al otro tipo y le llevase aquel mensaje a su jefe. Asentí y solté al tipo aquel que parecía que se había cagado encima y me dirigí hasta el tipo en el suelo, le di un par de toques pero no pareció que se despertase, di un pequeño silbido y Otsoa vino hasta mi posición. El lobo comenzó a lamerle la cara, no tenía saliva pero si notaría algo de frescor.
-Sigue, cuando se despierte avísame.
La chica me permitió revisar la habitación para buscar alguna cosa que me interesase y quedármelo como parte del pago. Mientras esperaba al aviso del lobo, comencé a revisar la habitación, había cosas que habían sido dañadas debido a la explosión y su valor se había reducido. Por suerte, un par de botellas de whisky habían sobrevivido, cogí una y la abrí un momento, olía igual que el que nos había ofrecido, abrí el abrigo y lo introduje, haciendo que quedase guardado en las sombras en el momento en el que nadie podía verlo.
Mientras revisaba uno de los cajones de un escritorio, pude ver unas monedas que reconocí al lado de un par de fajos de billetes, miré al traficante y pude notar que no le gustó que tocase aquello.
-Tranquilo, no voy a desvalijar la oficina, solo me quedaré con la mitad de lo que tienes en este cajón – le dije sacando solo un fajo de billetes, mientras con la otra mano sustraía varias monedas de oro con aquel símbolo extraño.
En ese momento, Otsoa dio un gruñido, me acerqué a él después de cerrar el cajón. El tipo estaba consciente por fin, pero estaba temblando, no sabía si por el lobo que tenía encima, por el dolor del golpe anterior o por el dolor de las quemaduras. Cuando llegué me puse de cuclillas a su lado.
-Hola – dije en un tono despreocupado y con una sonrisa.
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Mientras el tembloroso traficante organizaba los papeles del contrato, Morgoth revisó la habitación. Michaela se quedó esperando en el medio de todo el desastre que se había armado, de brazos cruzados. Vio cómo agarraba una botella de whisky, unos billetes y algunas monedas de oro. Asintió con la cabeza, aprobándolo. Un precio más que justo por sus servicios, al fin y al cabo. Tenía que recordar conseguir su contacto antes de que se separasen; era terriblemente eficaz en situaciones críticas. Si le gustaba el dinero, y sin duda lo parecía, no veía motivo por el que no pudieran colaborar en otras ocasiones.
-Aquí tienes.
Rocher le tendió los papeles. A su espalda, en la puerta, el matón que había sobrevivido acababa de resucitar. Michaela le miró de soslayo, pero en seguida Morgoth estuvo con él. Todavía tenía su sello estampado en la cara, así que mientras lo llevara intacto, no debería haber ningún malentendido.
-Asegúrate de que recuerde bien mi nombre cuando regrese con su jefe. No quiero más malentendidos.
Volvió su vista hacia los papeles. Describían a la perfección las condiciones de la transacción que habían estado discutiendo. Agarró una pluma del escritorio y agachándose, tachó los números para incluir el descuento por el ataque que habían sufrido. Repeler a traficantes rivales no era una condición inicial y la oferta que le había dado a Rocher era más que justa, tendría que lidiar con ella pero iba a asegurarse de que quedara en papel para ambos.
Firmó ambas copias y volvió a abrir su anillo. Bajo la reluciente esmeralda, el ojo disecado de su marido la miraba con expresión vacía. Todavía estaba rojo, manchado de sangre que empezaba a secarse. Con un suspiro, agarró un pañuelo de tela de su abrigo y lo limpió a conciencia antes de hundirlo brevemente en el tintero y estamparlo en ambos contratos. Volvió a limpiarlo, cerró el anillo y le tendió su copia a Rocher.
-Intenta saltarte los términos y toda tu mercancía acabará en el fondo del mar. ¿Estamos?
Le vio asentir. La miraba con odio, pero no parecía muy predispuesto a engañarla. Tendría que bastar, por ahora. Enrolló el papel, se lo guardó y se puso el abrigo. Aurum salió de las profundidades de la tela y le frotó la mejilla con afecto. Michaela sonrió, antes de despedirse.
-Iré a ocuparme de los preparativos. El primer envío partirá esta tarde. Estaremos en contacto.
Fue hacia Morgoth, el cadáver y el mensajero. Se quedó en el quicio de la puerta, dejando que terminaran lo que necesitaran.
-¿Todo listo?
-Aquí tienes.
Rocher le tendió los papeles. A su espalda, en la puerta, el matón que había sobrevivido acababa de resucitar. Michaela le miró de soslayo, pero en seguida Morgoth estuvo con él. Todavía tenía su sello estampado en la cara, así que mientras lo llevara intacto, no debería haber ningún malentendido.
-Asegúrate de que recuerde bien mi nombre cuando regrese con su jefe. No quiero más malentendidos.
Volvió su vista hacia los papeles. Describían a la perfección las condiciones de la transacción que habían estado discutiendo. Agarró una pluma del escritorio y agachándose, tachó los números para incluir el descuento por el ataque que habían sufrido. Repeler a traficantes rivales no era una condición inicial y la oferta que le había dado a Rocher era más que justa, tendría que lidiar con ella pero iba a asegurarse de que quedara en papel para ambos.
Firmó ambas copias y volvió a abrir su anillo. Bajo la reluciente esmeralda, el ojo disecado de su marido la miraba con expresión vacía. Todavía estaba rojo, manchado de sangre que empezaba a secarse. Con un suspiro, agarró un pañuelo de tela de su abrigo y lo limpió a conciencia antes de hundirlo brevemente en el tintero y estamparlo en ambos contratos. Volvió a limpiarlo, cerró el anillo y le tendió su copia a Rocher.
-Intenta saltarte los términos y toda tu mercancía acabará en el fondo del mar. ¿Estamos?
Le vio asentir. La miraba con odio, pero no parecía muy predispuesto a engañarla. Tendría que bastar, por ahora. Enrolló el papel, se lo guardó y se puso el abrigo. Aurum salió de las profundidades de la tela y le frotó la mejilla con afecto. Michaela sonrió, antes de despedirse.
-Iré a ocuparme de los preparativos. El primer envío partirá esta tarde. Estaremos en contacto.
Fue hacia Morgoth, el cadáver y el mensajero. Se quedó en el quicio de la puerta, dejando que terminaran lo que necesitaran.
-¿Todo listo?
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Tras saludar al tipo temeroso, pude escuchar como la joven me pedía que el asesino recordase su nombre.
-Si señora – le respondí alegremente –. Bueno, ya ves que la señora quiere que mandes un mensaje, tienes que entenderlo bien y transmitirlo sin ningún error, ¿lo entiendes? – El tipo asintió rápidamente y una lágrima le resbaló por la mejilla –. Bien, ella es Michaela Albás. Desde ahora es la que va a mandar por aquí y cualquier cosa que quiera hacer tu jefe tendrá que pedirle permiso. – hice una pequeña pausa –. Le dirás a tu jefe que esto es debido al intento de asesinato, si no cumple con esto su imperio se acabará pues acabaremos con él. Por cierto, en la cara tienes un sello que te ha dejado marcado para que sepáis su marca, ni se te ocurra borrarlo, ¿Vale? – el chico volvió a asentir efusivamente – Bien, ahora repite lo que te he dicho.
El asesino, tardó varios minutos en repetir todo lo que le había dicho el tartamudeo que tenía debido a la situación en la que se encontraba le dificultaba hablar claramente. Cuando terminó de hablar le sonreí y le di unas palmaditas en la cabeza a modo de recompensa como si de un perro que hubiese hecho algo bien se tratase.
-Muy bien. Ahora quiero que me digas que sabéis de Hakkin Wishper “el trasgo”. Estoy buscándolo y es muy importante para mi encontrarlo.
El tipo no parecía saber demasiado, si me pudo contar que era un tipo extraño y bastante feo que había hablado con su jefe hacía unos días y le había pedido algo de lo que no sabía nada, pero creía haber escuchado que ya no se encontraba en el lugar y se había marchado de la isla. Otra vez tarde llegaba a buscar al tipo aquel, sin embargo, ahora tenía un hilo del que tirar en caso de que no acabase encontrando al tal Hakkin. Le di las gracias por la información y le dije que podía irse. Justo cuando iba a salir por la puerta vi que miró hacia el carrito donde estaba su compañero.
-No te olvides de tu amigo, ayudará a tu jefe a ver cómo nos las tomamos. Gracias. – Tras esto me acerqué a Michaela que esperaba –. Lo siento, perdón por la tardanza, todo listo. – Al hacerlo hice una pequeña inclinación.
-Si señora – le respondí alegremente –. Bueno, ya ves que la señora quiere que mandes un mensaje, tienes que entenderlo bien y transmitirlo sin ningún error, ¿lo entiendes? – El tipo asintió rápidamente y una lágrima le resbaló por la mejilla –. Bien, ella es Michaela Albás. Desde ahora es la que va a mandar por aquí y cualquier cosa que quiera hacer tu jefe tendrá que pedirle permiso. – hice una pequeña pausa –. Le dirás a tu jefe que esto es debido al intento de asesinato, si no cumple con esto su imperio se acabará pues acabaremos con él. Por cierto, en la cara tienes un sello que te ha dejado marcado para que sepáis su marca, ni se te ocurra borrarlo, ¿Vale? – el chico volvió a asentir efusivamente – Bien, ahora repite lo que te he dicho.
El asesino, tardó varios minutos en repetir todo lo que le había dicho el tartamudeo que tenía debido a la situación en la que se encontraba le dificultaba hablar claramente. Cuando terminó de hablar le sonreí y le di unas palmaditas en la cabeza a modo de recompensa como si de un perro que hubiese hecho algo bien se tratase.
-Muy bien. Ahora quiero que me digas que sabéis de Hakkin Wishper “el trasgo”. Estoy buscándolo y es muy importante para mi encontrarlo.
El tipo no parecía saber demasiado, si me pudo contar que era un tipo extraño y bastante feo que había hablado con su jefe hacía unos días y le había pedido algo de lo que no sabía nada, pero creía haber escuchado que ya no se encontraba en el lugar y se había marchado de la isla. Otra vez tarde llegaba a buscar al tipo aquel, sin embargo, ahora tenía un hilo del que tirar en caso de que no acabase encontrando al tal Hakkin. Le di las gracias por la información y le dije que podía irse. Justo cuando iba a salir por la puerta vi que miró hacia el carrito donde estaba su compañero.
-No te olvides de tu amigo, ayudará a tu jefe a ver cómo nos las tomamos. Gracias. – Tras esto me acerqué a Michaela que esperaba –. Lo siento, perdón por la tardanza, todo listo. – Al hacerlo hice una pequeña inclinación.
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Pudo escuchar de fondo el intercambio entre Morgoth y el lacayo que había intentado matarla. Era bastante consciente de que en cuanto terminaran allí Morgoth se marcharía, pero viéndole trabajar casi le daba pena. Myers bien podría aprender algo de él; ese extraño traficante de Karakuri no volvería a intentar meterse en sus negocios tras ese encuentro.
Asintió ante la inclinación de Morgoth. – No te preocupes, es tiempo bien gastado.
Ya se había despedido de Rocher, así que simplemente fue hasta la puerta. En el medio y medio del pasillo, un pequeño reguero de sangre se iba convirtiendo en gotitas cuanto más avanzaban. Hasta que la herida coagulara, el lacayo iba a ir manchando con el carrito de sirviente allí por donde pasara. Por un momento pensó en seguirle, pero en seguida descartó la idea. Todavía tenía que finalizar los preparativos antes de marcharse, dar rodeos cuando ya había mandado un mensaje contundente no sería nada productivo.
-Desconozco quién es ese Whisper, o por qué necesitas encontrarlo, pero recordaré el nombre. Si averiguo algo al respecto, no dudaré en hacértelo saber. Considéralo un favor por tu excelente ayuda hoy.
Le tendió a Morgoth un pequeño papelito con su número de Den Den Mushi. Se alegraba de que hubiera conseguido algo útil de tan desastroso encuentro. Ella, por su parte, era más que feliz con el contrato que tenía entre las manos. Era consciente de que muchos de los nobles de Down iban a saltar como hienas sobre la mercancía; para cuando acabara su periplo por el paraíso y regresara a los Blues, habría hecho no poco dinero y mejorado su reputación. Con suerte, eso afianzaría su posición. Los matones de su marido se estaban acercando y tarde o temprano iba a tener que plantarles cara.
Llegaron al vestíbulo en el que se habían visto por primera vez. Michaela avanzó hasta la salida; en la puerta la esperaba Crawford, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Confío en que el chico os haya sido útil, mi señora. He contactado con el capitán que nos recomendaron; está listo para recibir las especias.
-Perfecto, podemos ir a arreglarlo de inmediato. Y en efecto, el chico ha sido una gran ayuda.
Se giró hacia Morgoth y le tendió la mano con amabilidad.
-Le deseo una buena velada y un buen viaje. Cuentas con mi apoyo, si alguna vez lo requirieses.
Asintió ante la inclinación de Morgoth. – No te preocupes, es tiempo bien gastado.
Ya se había despedido de Rocher, así que simplemente fue hasta la puerta. En el medio y medio del pasillo, un pequeño reguero de sangre se iba convirtiendo en gotitas cuanto más avanzaban. Hasta que la herida coagulara, el lacayo iba a ir manchando con el carrito de sirviente allí por donde pasara. Por un momento pensó en seguirle, pero en seguida descartó la idea. Todavía tenía que finalizar los preparativos antes de marcharse, dar rodeos cuando ya había mandado un mensaje contundente no sería nada productivo.
-Desconozco quién es ese Whisper, o por qué necesitas encontrarlo, pero recordaré el nombre. Si averiguo algo al respecto, no dudaré en hacértelo saber. Considéralo un favor por tu excelente ayuda hoy.
Le tendió a Morgoth un pequeño papelito con su número de Den Den Mushi. Se alegraba de que hubiera conseguido algo útil de tan desastroso encuentro. Ella, por su parte, era más que feliz con el contrato que tenía entre las manos. Era consciente de que muchos de los nobles de Down iban a saltar como hienas sobre la mercancía; para cuando acabara su periplo por el paraíso y regresara a los Blues, habría hecho no poco dinero y mejorado su reputación. Con suerte, eso afianzaría su posición. Los matones de su marido se estaban acercando y tarde o temprano iba a tener que plantarles cara.
Llegaron al vestíbulo en el que se habían visto por primera vez. Michaela avanzó hasta la salida; en la puerta la esperaba Crawford, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Confío en que el chico os haya sido útil, mi señora. He contactado con el capitán que nos recomendaron; está listo para recibir las especias.
-Perfecto, podemos ir a arreglarlo de inmediato. Y en efecto, el chico ha sido una gran ayuda.
Se giró hacia Morgoth y le tendió la mano con amabilidad.
-Le deseo una buena velada y un buen viaje. Cuentas con mi apoyo, si alguna vez lo requirieses.
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No pareció importarle el que le hubiese hecho esperar un poco. Otsoa comenzó a caminar junto a nosotros por el pasillo olfateando el rastre de sangre que había ido dejando el asesino con el carrito. Mientras avanzábamos, pude notar como la sombra de Katua y mi propia sombra se volvía a juntar con mi cuerpo antes de llegar al ascensor. Mientras descendíamos la joven me dijo que ella no sabía nada de aquel hombre, pero que me dijo que si se enteraba de algo me informaría. Con esto me entregó un papel que imaginé lo que sería-
-Ahora mismo no dispongo de ninguno, pero en cuanto me haga con uno le informaré del número para lo que necesite. Gracias. – hice una pequeña pausa –. El tipo ese es un contacto que puede estar relacionado con una persona que estoy buscando desde hace un tiempo. – mi tono se volvió algo más sombrío a como había sido antes –. Tengo unos asuntos pendientes, y bueno, ya se sabe que las ratas y cucarachas no son fáciles de pillar.
Cuando el ascensor paró nos encontrábamos en la planta en la que nos habíamos reunido hacía un rato. Avanzamos hacia la salida, donde reconocí al tipo que me había apagado y mandado a aquel trabajo. Debía haber sido algo orquestado por el destino, pues parecía que ambos habíamos ganado algo, quizás ella más, pero para haber aceptado solo el dinero del trabajo, había conseguido algo de información.
La joven informó al hombre aquel que había hecho bien en enviarme, luego se giró hacia mí y me tendió la mano, se la sujeté con suavidad y le di un pequeño beso en el dorso de la mano mientras se despedía.
-Espero que su velada sea igual de buena y sus negocios sigan siendo fructíferos. Cualquier cosa que necesite ya le informaré de mi contacto, mientras tanto, si envía un mensaje al complejo de hoteles Grand Mountain pueden entregarme rápidamente el mensaje.
Tras marcharse la joven y su empleado salí del hotel y caminé por la ciudad en dirección al puerto. Debía continuar para intentar atrapar a el tipo ese lo antes posible, ahora sabía estaba más cerca de él. En el puerto no tardé en encontrar a alguien que me llevase hasta la siguiente isla. Como imaginaba con dinero todo era más fácil.
-Ahora mismo no dispongo de ninguno, pero en cuanto me haga con uno le informaré del número para lo que necesite. Gracias. – hice una pequeña pausa –. El tipo ese es un contacto que puede estar relacionado con una persona que estoy buscando desde hace un tiempo. – mi tono se volvió algo más sombrío a como había sido antes –. Tengo unos asuntos pendientes, y bueno, ya se sabe que las ratas y cucarachas no son fáciles de pillar.
Cuando el ascensor paró nos encontrábamos en la planta en la que nos habíamos reunido hacía un rato. Avanzamos hacia la salida, donde reconocí al tipo que me había apagado y mandado a aquel trabajo. Debía haber sido algo orquestado por el destino, pues parecía que ambos habíamos ganado algo, quizás ella más, pero para haber aceptado solo el dinero del trabajo, había conseguido algo de información.
La joven informó al hombre aquel que había hecho bien en enviarme, luego se giró hacia mí y me tendió la mano, se la sujeté con suavidad y le di un pequeño beso en el dorso de la mano mientras se despedía.
-Espero que su velada sea igual de buena y sus negocios sigan siendo fructíferos. Cualquier cosa que necesite ya le informaré de mi contacto, mientras tanto, si envía un mensaje al complejo de hoteles Grand Mountain pueden entregarme rápidamente el mensaje.
Tras marcharse la joven y su empleado salí del hotel y caminé por la ciudad en dirección al puerto. Debía continuar para intentar atrapar a el tipo ese lo antes posible, ahora sabía estaba más cerca de él. En el puerto no tardé en encontrar a alguien que me llevase hasta la siguiente isla. Como imaginaba con dinero todo era más fácil.
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