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Auch… La cabeza… Quizá la celebración con Jin había sido demasiado animada, pero es que no pude evitarlo… Había un montón de gente interesante en la isla y me puse nervioso. Es decir, si quería tener una buena reputación con gente influyente, debía fingir que no me importaba conocer a gente nueva. Siempre he escuchado que beber te deshinibe, el problema es que ahora no recordaba si habría causado una buena impresión por lo borracho que iba, confíemos en que sí. Suspiré, frotándome la frente mientras volvía en mí. Me estiré tranquilamente y abrí los ojos, dándome cuenta de que estaba en un lugar un tanto oscuro, entre unos barriles. Perfecto, seguramente estuviese en la bodega de algún bar de mala muerte, sería bastante vergonzoso tener que verme con el dueño al salir. Me levanté, haciendo un poco de ruido sin querer y acerqué la mano a la pared, para poder moverme sin tropezarme ni chocarme con nada. Me extrañó mucho cuando en vez de encontrarme una puerta, noté unas escaleras que iban hacia arriba. Decidí no darle mucha importancia, probablemente estuviese en un sótano y ya por lo que las subí, abriendo la escotilla para ser automáticamente cegado por la luz del sol.
En ese momento fue cuando me di cuenta. Antes de nada, me vino el olor a sal a la nariz, después el sonido del oleaje y finalmente cuando mis ojos se acostumbraron al cambio de luz pude comprobarlo de primera mano. Estaba en un barco. Y no solo en un barco, que podría ser algo no necesariamente malo, sino en un barco que había zarpado. Me puse pálido en ese mismo instante, corriendo hasta el borde del barco para intentar ver si al menos la isla se encontraba cerca, pero lo único que podía ver a mi alrededor era una inmensa masa de agua azul. Tragué saliva, llevándome las manos a la cabeza, intentando pensar en una solución, pero lo único que me venía a la cabeza era la increíble bronca que me iba a dar Jin la próxima vez que nos viésemos. Tendría que sentarme a escucharlo hablar sobre no sé qué de ser responsable, tener dos dedos de frente… Quizás lo mejor sería quedarme en este barco varado para siempre con tal de ahorrarme eso. Espera… ¿Varado? Eso es imposible, los barcos no zarpan solos que yo sepa, ¡aquí tiene que haber una tripulación! A lo mejor si se lo pido por favor podrían dar media vuelta a Karakuri y ya ahí hacer como si no hubiese pasado nada. Sí, esa era mi mejor opción. Dejé de apoyarme en la barandilla y me giré, mirando hacia el barco.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Ha habido una pequeña confusión, de hecho, si me dejáis explicarla, puede que incluso os riais un poquito…
Caminé lentamente en busca de alguien, no estando muy seguro de se había hecho bien en delatarme a mí mismo al hablar en voz alta. Bueno, tampoco es como si hubiese podido continuar esto mucho tiempo, me habrían acabado encontrando tarde o temprano, el barco no era muy grande que digamos. De todos modos, seguro que eran buenas personas las de este barco, ¿qué probabilidad había de que justo hubiese acabado en un barco con gente que lo quisiese secuestrar…¿ ¿O matar…? ¿O vender…? Que va, que va, seguro que todo iba a salir bien.
En ese momento fue cuando me di cuenta. Antes de nada, me vino el olor a sal a la nariz, después el sonido del oleaje y finalmente cuando mis ojos se acostumbraron al cambio de luz pude comprobarlo de primera mano. Estaba en un barco. Y no solo en un barco, que podría ser algo no necesariamente malo, sino en un barco que había zarpado. Me puse pálido en ese mismo instante, corriendo hasta el borde del barco para intentar ver si al menos la isla se encontraba cerca, pero lo único que podía ver a mi alrededor era una inmensa masa de agua azul. Tragué saliva, llevándome las manos a la cabeza, intentando pensar en una solución, pero lo único que me venía a la cabeza era la increíble bronca que me iba a dar Jin la próxima vez que nos viésemos. Tendría que sentarme a escucharlo hablar sobre no sé qué de ser responsable, tener dos dedos de frente… Quizás lo mejor sería quedarme en este barco varado para siempre con tal de ahorrarme eso. Espera… ¿Varado? Eso es imposible, los barcos no zarpan solos que yo sepa, ¡aquí tiene que haber una tripulación! A lo mejor si se lo pido por favor podrían dar media vuelta a Karakuri y ya ahí hacer como si no hubiese pasado nada. Sí, esa era mi mejor opción. Dejé de apoyarme en la barandilla y me giré, mirando hacia el barco.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Ha habido una pequeña confusión, de hecho, si me dejáis explicarla, puede que incluso os riais un poquito…
Caminé lentamente en busca de alguien, no estando muy seguro de se había hecho bien en delatarme a mí mismo al hablar en voz alta. Bueno, tampoco es como si hubiese podido continuar esto mucho tiempo, me habrían acabado encontrando tarde o temprano, el barco no era muy grande que digamos. De todos modos, seguro que eran buenas personas las de este barco, ¿qué probabilidad había de que justo hubiese acabado en un barco con gente que lo quisiese secuestrar…¿ ¿O matar…? ¿O vender…? Que va, que va, seguro que todo iba a salir bien.
Sudabas. Desde hacía muchos años seguías una rutina más o menos estricta. Una taza de té nada más levantarte, estiramientos y ejercicio. Con cuidado y delicadeza, evitando siempre cualquier lesión, pero forzándote a mejorar día a día, semana a semana, mes a mes. Tus huesos crujían levemente a veces, dándote una temprana alerta que avisaba del final. Otras, simplemente, eras capaz de terminar la tabla con soltura. Esa era una de aquellas veces.
Te miraste al espejo. Vestías una sonrisa de orgullo pueril y mirada decidida hacia el espejo, que te devolvía una imagen que lejanamente recordaba a la niña que solías ser. Suspiraste, quitándote la ropa mientras caminabas hacia el baño. Como si de un ritual se tratase la ibas doblando sin detenerte en un cuadrado casi perfecto, apilándola de la misma manera que cada día y dejándola en el cesto que tenías específicamente para la ropa de deporte. Al ritmo de tus pasos solías recitar una letanía, a veces una lista de wanteds y otras algún pasaje de un libro que te gustase. Otras, como aquel día, recitabas de memoria un número concreto, cifra a cifra, como si el silencio pudiese hacer que poco a poco el recuerdo se erosionase.
Diste un paso al interior de la bañera, sentándote sobre la porcelana fría y abriendo el grifo para dejar que el agua corriese, también fría. Contuviste el chillido que siempre se te escapaba, estirándote tras un escalofrío inicial. Tu espalda se tensó al principio, tus ojos se abrieron de par en par y tus labios se fruncieron en una mueca rasgada, pero contuviste el impulso de cerrar la llave y tan solo te dejaste envolver por el abrazo del agua. Todo tu cuerpo pasó por el mismo proceso intentando contraerse y estirarse al mismo tiempo hasta que reuniste energías para estirarte completamente, y al hacerlo sentiste que, de golpe, hasta el más pequeño músculo bajo tu piel se relajaba con un chasquido. Echaste la cabeza hacia atrás, recostándote. Deberías enjabonarte y quitarte el sudor, pero ya habría tiempo para eso.
O no.
Un grito ajeno rasgó el silencio. Estabas hecha a escuchar a Bob, George, Billy y a todos los demás dándose órdenes entre ellos, pero no reconocías la voz que resonaba en ese momento. Tampoco te dio tiempo a reflexionar mucho sobre ella; te enjabonaste rápidamente, aclaraste el cuerpo después de frotar afanosamente hasta que no podías percibir el más mínimo olor a sudor y, toalla a modo de turbante y albornoz rosa que llevarías con tus zapatillas de conejitos si no fuese porque Hayato te las había robado... Que a todo esto, seguíais sin encontrar a Hayato.
- Pero más le vale estar bien -me contestaste, dedicando una fría mirada al espejo.
Te pusiste unas pantuflas blancas de algodón de Arabasta y saliste del cuarto hasta el puente de mando. Tus dependencias estaban tras el timón, lo que te permitía controlar en general todo lo que sucedía en él. En esa ocasión, por ejemplo, al polizón que acababa de colarse en tu barco. Como era habitual todos los demás habían decidido que no era su puñetero problema y, aunque podías escuchar sus conversaciones, ni siquiera dedicaban una sencilla mirada al muchacho.
- Es de muy mala educación molestar a una dama durante su baño, chico -espetaste, con voz altiva-. ¿Qué haces en mi nave?
Te miraste al espejo. Vestías una sonrisa de orgullo pueril y mirada decidida hacia el espejo, que te devolvía una imagen que lejanamente recordaba a la niña que solías ser. Suspiraste, quitándote la ropa mientras caminabas hacia el baño. Como si de un ritual se tratase la ibas doblando sin detenerte en un cuadrado casi perfecto, apilándola de la misma manera que cada día y dejándola en el cesto que tenías específicamente para la ropa de deporte. Al ritmo de tus pasos solías recitar una letanía, a veces una lista de wanteds y otras algún pasaje de un libro que te gustase. Otras, como aquel día, recitabas de memoria un número concreto, cifra a cifra, como si el silencio pudiese hacer que poco a poco el recuerdo se erosionase.
Diste un paso al interior de la bañera, sentándote sobre la porcelana fría y abriendo el grifo para dejar que el agua corriese, también fría. Contuviste el chillido que siempre se te escapaba, estirándote tras un escalofrío inicial. Tu espalda se tensó al principio, tus ojos se abrieron de par en par y tus labios se fruncieron en una mueca rasgada, pero contuviste el impulso de cerrar la llave y tan solo te dejaste envolver por el abrazo del agua. Todo tu cuerpo pasó por el mismo proceso intentando contraerse y estirarse al mismo tiempo hasta que reuniste energías para estirarte completamente, y al hacerlo sentiste que, de golpe, hasta el más pequeño músculo bajo tu piel se relajaba con un chasquido. Echaste la cabeza hacia atrás, recostándote. Deberías enjabonarte y quitarte el sudor, pero ya habría tiempo para eso.
O no.
Un grito ajeno rasgó el silencio. Estabas hecha a escuchar a Bob, George, Billy y a todos los demás dándose órdenes entre ellos, pero no reconocías la voz que resonaba en ese momento. Tampoco te dio tiempo a reflexionar mucho sobre ella; te enjabonaste rápidamente, aclaraste el cuerpo después de frotar afanosamente hasta que no podías percibir el más mínimo olor a sudor y, toalla a modo de turbante y albornoz rosa que llevarías con tus zapatillas de conejitos si no fuese porque Hayato te las había robado... Que a todo esto, seguíais sin encontrar a Hayato.
- Pero más le vale estar bien -me contestaste, dedicando una fría mirada al espejo.
Te pusiste unas pantuflas blancas de algodón de Arabasta y saliste del cuarto hasta el puente de mando. Tus dependencias estaban tras el timón, lo que te permitía controlar en general todo lo que sucedía en él. En esa ocasión, por ejemplo, al polizón que acababa de colarse en tu barco. Como era habitual todos los demás habían decidido que no era su puñetero problema y, aunque podías escuchar sus conversaciones, ni siquiera dedicaban una sencilla mirada al muchacho.
- Es de muy mala educación molestar a una dama durante su baño, chico -espetaste, con voz altiva-. ¿Qué haces en mi nave?
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Al oír aquella voz alcé la mirada en dirección a esta, no pudiendo evitar esbozar una sonrisa divertida. Desde luego era un atuendo muy divertido el que llevaba, aunque tampoco iba a reírme explícitamente, lo que daría yo por ropa limpia y un buen baño ahora mismo que olía a… ¿Era vómito o sangre? En fin, por lo menos alguien en este barco había decidido hablarme, podía escuchar lo que debían ser otros tripulantes, pero o bien habían pasado de mí o no me habían escuchado. Fuera lo que fuese, esta chica parecía ser la que estaba al mando de todo esto así que a lo mejor todo este enredo tenía fácil solución. Le sonreí de forma sincera enseñando todos mis dientes y me dispuse a hablar.
-Verás, creo que la borrachera de ayer acabó muy mal… O muy bien, depende de como lo mires. El caso es que sin querer he acabado en tu barco.- Miré alrededor, esta vez fijándome un poco más en el navío.- He de decir que no está nada mal y en cualquier otra ocasión habría agradecido un buen paseo, pero tengo a un amigo en Karakuri que a estas alturas del día seguramente esté planeando mi muerte por haber desaparecido de repente así que si pudieras dar media vuelta y volver…
Sonreí satisfecho, la verdad es que había podido expresarme bastante mejor de lo que pensaba. Me quedé mirándola unos segundos más hasta que decidí acercarme hasta donde estaba ella de un salto, para poder hablar con más comodidad sin tener que estar alzando la voz desde la cubierta del barco hasta donde ella estaba. Me fijé entonces en el albornoz que llevaba, parecía muy cómodo y me recordaba a los que había llegado a usar cuando era solo un renacuajo. Le ofrecí entonces la mano, como gesto amistoso y cortés.
-Perdón, ni siquiera me he presentado, soy Yor D. Krein. Es un placer conocerte y estar en lo que asumo que es tu barco… Oye, ¿cuánto cuesta algo así? Porque estoy en necesidad de uno y aunque tengo otros planes, comprar uno podría estar bien también.
Por suerte no parecía ser una chica desagradable. Reconocía el valor de la tela de ese albornoz por lo que asumía que era una chica acostumbrada al lujo, lo cual podía ser un inconveniente si era una pija mimada. Aun así, había salido a la mar en un barco y por mucho dinero que se tuviese, una travesía por mar nunca era algo excesivamente cómodo así que al menos tendría que darle eso a la mujer. También, si lo pensaba, el tono en el que le había hablado y cómo lo había mirado no es que denotasen mucha simpatía por su situación. Solo me había colado en su barco sin querer, tampoco hacía falta mirarme como si fuese una rata. De todos modos ya estaba volviendo a adelantarme a los acontecimientos, no sé por qué seguía intentando prever lo que iba a suceder, una mala costumbre pegada por Jin, supongo. Tenía que hacer lo de siempre, relajarme y dejarme fluir con la situación, improvisar. Seguro que no era tan mala.
-Verás, creo que la borrachera de ayer acabó muy mal… O muy bien, depende de como lo mires. El caso es que sin querer he acabado en tu barco.- Miré alrededor, esta vez fijándome un poco más en el navío.- He de decir que no está nada mal y en cualquier otra ocasión habría agradecido un buen paseo, pero tengo a un amigo en Karakuri que a estas alturas del día seguramente esté planeando mi muerte por haber desaparecido de repente así que si pudieras dar media vuelta y volver…
Sonreí satisfecho, la verdad es que había podido expresarme bastante mejor de lo que pensaba. Me quedé mirándola unos segundos más hasta que decidí acercarme hasta donde estaba ella de un salto, para poder hablar con más comodidad sin tener que estar alzando la voz desde la cubierta del barco hasta donde ella estaba. Me fijé entonces en el albornoz que llevaba, parecía muy cómodo y me recordaba a los que había llegado a usar cuando era solo un renacuajo. Le ofrecí entonces la mano, como gesto amistoso y cortés.
-Perdón, ni siquiera me he presentado, soy Yor D. Krein. Es un placer conocerte y estar en lo que asumo que es tu barco… Oye, ¿cuánto cuesta algo así? Porque estoy en necesidad de uno y aunque tengo otros planes, comprar uno podría estar bien también.
Por suerte no parecía ser una chica desagradable. Reconocía el valor de la tela de ese albornoz por lo que asumía que era una chica acostumbrada al lujo, lo cual podía ser un inconveniente si era una pija mimada. Aun así, había salido a la mar en un barco y por mucho dinero que se tuviese, una travesía por mar nunca era algo excesivamente cómodo así que al menos tendría que darle eso a la mujer. También, si lo pensaba, el tono en el que le había hablado y cómo lo había mirado no es que denotasen mucha simpatía por su situación. Solo me había colado en su barco sin querer, tampoco hacía falta mirarme como si fuese una rata. De todos modos ya estaba volviendo a adelantarme a los acontecimientos, no sé por qué seguía intentando prever lo que iba a suceder, una mala costumbre pegada por Jin, supongo. Tenía que hacer lo de siempre, relajarme y dejarme fluir con la situación, improvisar. Seguro que no era tan mala.
Oh no. Otro igual. Hayato desaparecía constantemente, e incluso no habías logrado dar con él siguiéndole la pista tras su última juerga en Bloothe. Estabas segura de que en Karakuri había sucedido algo similar, y si lograbas contener las ansias de Sasaki de asesinarlo era probable que tú misma te encargases de hacerlo. El porqué de que tanta gente bebiese hasta emborracharse tanto que se confundiese de barco nunca lo ibas a entender, y aunque tampoco pensabas quitarle la culpa a los chicos por haberse traído a un desconocido al barco, lo único que podías hacer era bufar con desaprobación.
- Tendrás que ponerte en contacto con tu amigo una vez lleguemos a Dark Dome -dijiste-. Deben quedar aún unos días, quizá una semana con el viento en contra, pero...
- ¡Tierra a la vista!
- ¿Qué? -Levantaste la mirada hacia George, que desde el carajo observaba el horizonte. Solía pasarse el día ahí para evadir el resto de sus tareas, así que extraoficialmente se había convertido en el vigía del barco. También era el que, a cambio, menos tiempo disfrutaba una vez atracabais en Little Paradise de la isla-. ¡Pero si ni siquiera hemos entrado en el círculo de oscuridad!
Dark Dome City tenía ese nombre por la oscuridad que reinaba en ella, siendo siempre de noche. A excepción del punto más elevado, Linde de la oscuridad, donde el sol llegaba a verse durante unas pocas horas al día, el cielo estrellado reinaba hasta treinta millas desde la costa. Era imposible que vieseis tierra sin entrar en el círculo, mucho más que estuvieseis dando con ella tan pronto.
- ¡Es un glaciar! -gritó esa vez-. ¡O un manglar! ¡Hay cosas muy raras!
- Dame un momento... ¿Krein? Sí, y por favor, apártate un poco. Hueles a que la fiesta acabó mal.
Junto al timón descansaba siempre tu catalejo, una óptica relativamente sencilla que te dejaba ver lo que había a mucha distancia. A falta de uno que hiciera la función que tú perseguías habías hecho tú misma el cuerpo, que ampliaba un ángulo de apenas treinta minutos para conseguir ampliaciones kilométricas. Resultaba complicado de utilizar para cualquiera que tuviese manos temblorosas o no supiese qué se iba a encontrar delante, pero tú más o menos te habías hecho a él. Eso y que no estabas dispuesta a admitir que lo ideal era subir hasta el puesto de vigía.
- ¿Qué demonios es eso? -Aún estabais lejos pero no tardaríais mucho en llegar-. Eso no está en mis mapas. -Miraste de nuevo hacia el polizón-. Y el barco es robado, por cierto. Como la tripulación. Salvo el tipo raro de rojo, aunque no sé por dónde anda ahora mismo.
- Tendrás que ponerte en contacto con tu amigo una vez lleguemos a Dark Dome -dijiste-. Deben quedar aún unos días, quizá una semana con el viento en contra, pero...
- ¡Tierra a la vista!
- ¿Qué? -Levantaste la mirada hacia George, que desde el carajo observaba el horizonte. Solía pasarse el día ahí para evadir el resto de sus tareas, así que extraoficialmente se había convertido en el vigía del barco. También era el que, a cambio, menos tiempo disfrutaba una vez atracabais en Little Paradise de la isla-. ¡Pero si ni siquiera hemos entrado en el círculo de oscuridad!
Dark Dome City tenía ese nombre por la oscuridad que reinaba en ella, siendo siempre de noche. A excepción del punto más elevado, Linde de la oscuridad, donde el sol llegaba a verse durante unas pocas horas al día, el cielo estrellado reinaba hasta treinta millas desde la costa. Era imposible que vieseis tierra sin entrar en el círculo, mucho más que estuvieseis dando con ella tan pronto.
- ¡Es un glaciar! -gritó esa vez-. ¡O un manglar! ¡Hay cosas muy raras!
- Dame un momento... ¿Krein? Sí, y por favor, apártate un poco. Hueles a que la fiesta acabó mal.
Junto al timón descansaba siempre tu catalejo, una óptica relativamente sencilla que te dejaba ver lo que había a mucha distancia. A falta de uno que hiciera la función que tú perseguías habías hecho tú misma el cuerpo, que ampliaba un ángulo de apenas treinta minutos para conseguir ampliaciones kilométricas. Resultaba complicado de utilizar para cualquiera que tuviese manos temblorosas o no supiese qué se iba a encontrar delante, pero tú más o menos te habías hecho a él. Eso y que no estabas dispuesta a admitir que lo ideal era subir hasta el puesto de vigía.
- ¿Qué demonios es eso? -Aún estabais lejos pero no tardaríais mucho en llegar-. Eso no está en mis mapas. -Miraste de nuevo hacia el polizón-. Y el barco es robado, por cierto. Como la tripulación. Salvo el tipo raro de rojo, aunque no sé por dónde anda ahora mismo.
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Asentí lentamente, no eran las noticias que me habría gustado recibir, pero al menos solo serían un par de días. A lo mejor conseguía hacerme amigo de esta gente, conocer a gente en alta mar siempre era una buena noticia, podrían contarme cosas interesantes, sitios a los que ir, gente a la que conocer… Y ese sitio parecía interesante, tenía un nombre gracioso y quizá allí hubiese alguien lo suficientemente increíble como para pedirle que se una a mi tripulación, que siendo solo dos no era muy imponente…
-No tengo ni idea de qué es Dark Dome, pero suena bastante divertido así que tampoco tengo mucho problema en acompañaros, está bien.
O bueno, lo estaría si uno de sus hombres no hubiese dicho de golpe que ya había tierra cerca. Sonreí satisfecho, al parecer la suerte seguía corriendo a mi lado por lo que todo este encuentro podría acabarse bien pronto. Parpadeé un par de veces en confusión cuando mencionó mi olor, echándole una olida a mi sobaco para comprobar sus palabras. A ver, no estaba bien, pero tampoco estaba excesivamente mal, era más bien como una mofeta que se duchaba una vez cada tres días, podría ser mucho peor. Le seguí haciendo un poco caso omiso a lo de alejarme, aunque para tampoco ser descortés en un barco invitado, si que me puse a un metro más o menos. Me apoyé en el borde de la barandilla, intentando ver cualquier cosa, aunque al ser una mancha en el horizonte, no pude discernir nada interesante, seguro que el sitio estaba lleno de cosas interesantes con tesoros, amigos y enemigos, aventuras… Prácticamente era una parada obligatoria a estas alturas, seguro que la chica estaba pensando lo mismo, pero lo estaba disimulando. Ohh, mierda, me estaba hablando.
-¿Eh? ¿Robado? Da igual, en todo caso felicidades por que una tripulación robada te siga tan bien las órdenes, seguro que enfadada eres aterradora.- Apoyé la mejilla en una mano, mirando felizmente al obstáculo que se interponía entre nosotros y nuestro destino.- Vamos a atracar allí, ¿no? Es decir, has encontrado algo que no aparece en el mapa, deberías estar muy orgullosa, pinta emocionante. A mi navegante siempre lo hago pararse en esta clase de aventuras.
Volví a enfocar la mirada en esa cosa extraña, sintiendo como la emoción empezaba a surgir en mí. A las malas, si no quería pararse, quizá si era lo suficientemente rápido con mi fruta, podría volar hasta ahí y luego volver. Hice una mueca en ese momento, no me gustan este tipo de situaciones. En mi barco soy yo el que toma las decisiones por lo que en cualquier otra ocasión simplemente diría de ir allí e iríamos, pero tenía que comportarme en este navío.
-Si no quieres arriesgar tu barco y hombres, podría… Ir hasta allí.- Dije mirando hacia otro lado, seguro que así disimulaba las ganas que tenía de lanzarme allí.- Es demasiado peligroso no hacerle caso a ese sitio y que haya una tribu de cazadores peligrosísimos que vayan detrás de nosotros, es algo muy probable.
-No tengo ni idea de qué es Dark Dome, pero suena bastante divertido así que tampoco tengo mucho problema en acompañaros, está bien.
O bueno, lo estaría si uno de sus hombres no hubiese dicho de golpe que ya había tierra cerca. Sonreí satisfecho, al parecer la suerte seguía corriendo a mi lado por lo que todo este encuentro podría acabarse bien pronto. Parpadeé un par de veces en confusión cuando mencionó mi olor, echándole una olida a mi sobaco para comprobar sus palabras. A ver, no estaba bien, pero tampoco estaba excesivamente mal, era más bien como una mofeta que se duchaba una vez cada tres días, podría ser mucho peor. Le seguí haciendo un poco caso omiso a lo de alejarme, aunque para tampoco ser descortés en un barco invitado, si que me puse a un metro más o menos. Me apoyé en el borde de la barandilla, intentando ver cualquier cosa, aunque al ser una mancha en el horizonte, no pude discernir nada interesante, seguro que el sitio estaba lleno de cosas interesantes con tesoros, amigos y enemigos, aventuras… Prácticamente era una parada obligatoria a estas alturas, seguro que la chica estaba pensando lo mismo, pero lo estaba disimulando. Ohh, mierda, me estaba hablando.
-¿Eh? ¿Robado? Da igual, en todo caso felicidades por que una tripulación robada te siga tan bien las órdenes, seguro que enfadada eres aterradora.- Apoyé la mejilla en una mano, mirando felizmente al obstáculo que se interponía entre nosotros y nuestro destino.- Vamos a atracar allí, ¿no? Es decir, has encontrado algo que no aparece en el mapa, deberías estar muy orgullosa, pinta emocionante. A mi navegante siempre lo hago pararse en esta clase de aventuras.
Volví a enfocar la mirada en esa cosa extraña, sintiendo como la emoción empezaba a surgir en mí. A las malas, si no quería pararse, quizá si era lo suficientemente rápido con mi fruta, podría volar hasta ahí y luego volver. Hice una mueca en ese momento, no me gustan este tipo de situaciones. En mi barco soy yo el que toma las decisiones por lo que en cualquier otra ocasión simplemente diría de ir allí e iríamos, pero tenía que comportarme en este navío.
-Si no quieres arriesgar tu barco y hombres, podría… Ir hasta allí.- Dije mirando hacia otro lado, seguro que así disimulaba las ganas que tenía de lanzarme allí.- Es demasiado peligroso no hacerle caso a ese sitio y que haya una tribu de cazadores peligrosísimos que vayan detrás de nosotros, es algo muy probable.
Abriste el cajón donde guardabas las cartas de navegación. Si bien Sasaki se encargaba de llevar al barco de un sitio a otro no te gustaba vivir ajena a las rutas que seguía. La Senda del futuro, como había decidido apodarla un vendedor de mapas con particular sentido del humor ante la presencia de tantas islas futuristas -originalidad al poder- no tenía marcado ningún evento climático particularmente relevante. Tormentas, algún tornado ocasional y olas de tamaño descomunal, sí, pero nada que no hubieses visto en otros puntos del Grand Line. Una isla evanescente era algo que esperarías escuchar en historias alocadas de algún marinero con exceso de imaginación, si bien tampoco te sorprendería que los cuentos de taberna se volviesen reales en aquel mar.
- Debe ser brujería -mascullaste, sin hacer realmente demasiado caso a lo que te decía Krein-. Podría ser peligroso, o...
Por babor y estribor pasaron barcos adelantándote. El cómo no los había visto George era algo que escapaba a tu conocimiento. Te asomaste a ambos lados del barco buscando algún signo de hostilidad, pero no lo encontraste. Uno de los navíos os estaba adelantando, mientras que el otro parecía seguiros a la par, si bien se había escorado en su ruta y ahora emergía entre la niebla. Preocupante, ya que el día parecía soleado hasta que te habías dado cuenta de la densa niebla azul a vuestro alrededor. También del frío que empezaba a hacer. Sin duda investigar por qué se sucedían cosas tan raras ahí era algo que merecía la pena investigar.
Te diste la vuelta, abriendo la puerta de tu dormitorio. Duvalle había hecho un buen trabajo decorándolo, por lo que apenas le habías hecho cambios. Miraste de arriba a abajo al polizón, preguntándote si le podía valer algo de la ropa que Surya había dejado atrás cuando se fue. En realidad, dudabas que le sentase bien una túnica pensada para un gigantón como el ángel y tampoco querías desprenderte de ella. Sin embargo, el disfraz de pirata que había llevado yo mientras no habíamos podido comprarme un conjunto adecuado... Estaba ahí, en el armario, muerto de risa.
- Sigues necesitando una ducha -dijiste-. Y ropa limpia. Y yo cambiarme. Entra.
El cuarto consistía en una pared llena de armarios empotrados, otra con la cama y un par de estanterías, el escritorio que descansaba junto a la puerta y una última pared casi desnuda, decorada con perchas y cuadros, en la que dos puertas daban pie al baño y la habitación de los relojes. No se trataba de un espacio demasiado grande, pero dejaba libre sitio para caminar apaciblemente. Era sin duda la estancia más grande del barco y la única sin baño compartido, por lo que habías aceptado tomar las riendas de la tripulación a cambio de poder tomar el tiempo que necesitabas.
- La primera puerta a la derecha -dijiste-. Aún hay agua de mi baño, no es como agua nueva pero hasta mi sudor huele mejor que tu borrachera. Además, tengo jabón y algunos perfumes que puedes ponerte. -Le tiraste el disfraz. Le iba a quedar algo justo, pero estaba limpio-. Lávate mientras me arreglo. Y ay de ti como se te ocurra espiar mientras me cambio.
Una vez se metiese en el baño colocarías tu ropa metódicamente sobre la cama. La falda negra, un jersey borgoña de cachemira, una blusa blanca, medias, sujetador y braguitas. Dejaste unos botines negros con apenas tacón a los pies de la cama y te quitaste el albornoz no sin antes echar una mirada furtiva al baño, esperando ver la puerta cerrada a cal y canto. Te vestiste rápidamente y, tras sentarte momentáneamente en la cama, terminaste de peinarte y recogiste tu cabello en una larga trenza, cerrándola con un lazo a juego del jersey. También te colocaste la liga con los cuchillos en el muslo, ataste a tu cintura las alas de la libertad y colgaste la hoja de la llama del cinturón, envainada. Estabas lista para lo que fuese.
- Debe ser brujería -mascullaste, sin hacer realmente demasiado caso a lo que te decía Krein-. Podría ser peligroso, o...
Por babor y estribor pasaron barcos adelantándote. El cómo no los había visto George era algo que escapaba a tu conocimiento. Te asomaste a ambos lados del barco buscando algún signo de hostilidad, pero no lo encontraste. Uno de los navíos os estaba adelantando, mientras que el otro parecía seguiros a la par, si bien se había escorado en su ruta y ahora emergía entre la niebla. Preocupante, ya que el día parecía soleado hasta que te habías dado cuenta de la densa niebla azul a vuestro alrededor. También del frío que empezaba a hacer. Sin duda investigar por qué se sucedían cosas tan raras ahí era algo que merecía la pena investigar.
Te diste la vuelta, abriendo la puerta de tu dormitorio. Duvalle había hecho un buen trabajo decorándolo, por lo que apenas le habías hecho cambios. Miraste de arriba a abajo al polizón, preguntándote si le podía valer algo de la ropa que Surya había dejado atrás cuando se fue. En realidad, dudabas que le sentase bien una túnica pensada para un gigantón como el ángel y tampoco querías desprenderte de ella. Sin embargo, el disfraz de pirata que había llevado yo mientras no habíamos podido comprarme un conjunto adecuado... Estaba ahí, en el armario, muerto de risa.
- Sigues necesitando una ducha -dijiste-. Y ropa limpia. Y yo cambiarme. Entra.
El cuarto consistía en una pared llena de armarios empotrados, otra con la cama y un par de estanterías, el escritorio que descansaba junto a la puerta y una última pared casi desnuda, decorada con perchas y cuadros, en la que dos puertas daban pie al baño y la habitación de los relojes. No se trataba de un espacio demasiado grande, pero dejaba libre sitio para caminar apaciblemente. Era sin duda la estancia más grande del barco y la única sin baño compartido, por lo que habías aceptado tomar las riendas de la tripulación a cambio de poder tomar el tiempo que necesitabas.
- La primera puerta a la derecha -dijiste-. Aún hay agua de mi baño, no es como agua nueva pero hasta mi sudor huele mejor que tu borrachera. Además, tengo jabón y algunos perfumes que puedes ponerte. -Le tiraste el disfraz. Le iba a quedar algo justo, pero estaba limpio-. Lávate mientras me arreglo. Y ay de ti como se te ocurra espiar mientras me cambio.
Una vez se metiese en el baño colocarías tu ropa metódicamente sobre la cama. La falda negra, un jersey borgoña de cachemira, una blusa blanca, medias, sujetador y braguitas. Dejaste unos botines negros con apenas tacón a los pies de la cama y te quitaste el albornoz no sin antes echar una mirada furtiva al baño, esperando ver la puerta cerrada a cal y canto. Te vestiste rápidamente y, tras sentarte momentáneamente en la cama, terminaste de peinarte y recogiste tu cabello en una larga trenza, cerrándola con un lazo a juego del jersey. También te colocaste la liga con los cuchillos en el muslo, ataste a tu cintura las alas de la libertad y colgaste la hoja de la llama del cinturón, envainada. Estabas lista para lo que fuese.
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Me sorprendió mucho ver de repente todos esos barcos, aquí había algo realmente extraño. Habían aparecido de la nada junto con toda esta niebla azulada, sin ningún tipo de aviso. ¿Eran otros barcos que navegaban en pos de esa inminente aventura en la extraña isla? ¿O eran quizá ilusiones formadas por la misma para atraer a sus presas? Tuve que contener con dificultad mi emoción ante esa misma idea, aunque rápidamente me distraje al verla caminar hacia un cuarto. Incliné levemente la cabeza por sus palabras.
-¿Qué problema tengo exactamente? Vamos a ir ahora de aventuras, ¿no voy a ensuciarme ahora de todos modos? No tiene sentido que vaya a ducharme.
La miré unos segundos y al entender que no iba a dar su brazo a torcer suspiré, haciéndole caso y entrando. Esto de ser un invitado modelo era un coñazo. La habitación la verdad es que era muy poco práctica, ¿para qué tantos armarios? En una tormenta se abrirían y se caería todo lo de dentro Y eso era algo que sucedía mucho en el Grand Line. Cotilleé un poco por la habitación sin tocar nada para tampoco ser muy grosero, pero nunca había estado en la habitación de otro capitán y tenía curiosidad por la distribución de las cosas, a lo mejor podría aprender un poco para mí. Alcé una ceja por sus palabras, girándome para verla.
-¿Para qué querría yo verte desnuda? Solo me interesaría si en realidad fueses un par de niños disfrazados bajo una tela parecida a la piel o fueses un cyborg o un robot.- De repente la miré con un poco más de interés.- ¿Eres algo de eso? Porque solamente ser guapa no es razón de peso.
Tragué saliva por la mirada que me dirigió, menos mal que las miradas no matan. Cogí las cosas que me dio y me metí al baño, mirando la bañera unos segundos. No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, un par de agradables recuerdos habían decidido visitarme. Me quité la ropa tranquilamente y me metí poco a poco en el baño, sintiendo un leve escalofrío. Daba igual que no fuese agua salada, seguía sintiendo un hormigueo recorrer mi cuerpo. Por suerte me acostumbré rápido, relajándome y burbujeando el agua con la boca para entretenerme. No recordaba la última vez que me había bañado en algo así… Sí, en un río o con la lluvia no era tampoco tan raro, pero esto era otra cosa completamente distinta. Me sumergí hasta la cabeza, sacudiéndome luego. Me enjaboné rápidamente, había perdido ya el suficiente tiempo y quería salir a la aventura de una vez. Aproveché los poderes de fuego para secarme con velocidad y me puse la ropa que me había dejado. La verdad es que era un poco incómoda, por lo que hice un poco de fuerza para aflojar algunas costuras, sintiéndome mucho mejor al instante. Una vez ya estuve totalmente preparado salí del baño, mucho más fresquito.
-Yo que tú tiraría ese agua pronto antes de que se estanque. Por cierto, ¿esta ropa que me has dado no es un poco rara? Te lo agradezco, pero parece casi como si fuese un disfraz cutre…
Alcé la mirada entonces para estar cara a cara, sorprendiéndome con la forma en la que se había vestido. No es lo que se me habría ocurrido a mí para ir de aventuras, pero bueno, supongo que si lo llevaba era porque sabía lo que se hacía. Al menos le sentaba muy bien.
-¿Qué problema tengo exactamente? Vamos a ir ahora de aventuras, ¿no voy a ensuciarme ahora de todos modos? No tiene sentido que vaya a ducharme.
La miré unos segundos y al entender que no iba a dar su brazo a torcer suspiré, haciéndole caso y entrando. Esto de ser un invitado modelo era un coñazo. La habitación la verdad es que era muy poco práctica, ¿para qué tantos armarios? En una tormenta se abrirían y se caería todo lo de dentro Y eso era algo que sucedía mucho en el Grand Line. Cotilleé un poco por la habitación sin tocar nada para tampoco ser muy grosero, pero nunca había estado en la habitación de otro capitán y tenía curiosidad por la distribución de las cosas, a lo mejor podría aprender un poco para mí. Alcé una ceja por sus palabras, girándome para verla.
-¿Para qué querría yo verte desnuda? Solo me interesaría si en realidad fueses un par de niños disfrazados bajo una tela parecida a la piel o fueses un cyborg o un robot.- De repente la miré con un poco más de interés.- ¿Eres algo de eso? Porque solamente ser guapa no es razón de peso.
Tragué saliva por la mirada que me dirigió, menos mal que las miradas no matan. Cogí las cosas que me dio y me metí al baño, mirando la bañera unos segundos. No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, un par de agradables recuerdos habían decidido visitarme. Me quité la ropa tranquilamente y me metí poco a poco en el baño, sintiendo un leve escalofrío. Daba igual que no fuese agua salada, seguía sintiendo un hormigueo recorrer mi cuerpo. Por suerte me acostumbré rápido, relajándome y burbujeando el agua con la boca para entretenerme. No recordaba la última vez que me había bañado en algo así… Sí, en un río o con la lluvia no era tampoco tan raro, pero esto era otra cosa completamente distinta. Me sumergí hasta la cabeza, sacudiéndome luego. Me enjaboné rápidamente, había perdido ya el suficiente tiempo y quería salir a la aventura de una vez. Aproveché los poderes de fuego para secarme con velocidad y me puse la ropa que me había dejado. La verdad es que era un poco incómoda, por lo que hice un poco de fuerza para aflojar algunas costuras, sintiéndome mucho mejor al instante. Una vez ya estuve totalmente preparado salí del baño, mucho más fresquito.
-Yo que tú tiraría ese agua pronto antes de que se estanque. Por cierto, ¿esta ropa que me has dado no es un poco rara? Te lo agradezco, pero parece casi como si fuese un disfraz cutre…
Alcé la mirada entonces para estar cara a cara, sorprendiéndome con la forma en la que se había vestido. No es lo que se me habría ocurrido a mí para ir de aventuras, pero bueno, supongo que si lo llevaba era porque sabía lo que se hacía. Al menos le sentaba muy bien.
- Puede. -Pusiste en blanco los ojos. Plebe-. Pero es más por mí que por ti.
Esbozaste una sonrisa ante su comentario. Solía costarte creer que un hombre no mintiese cuando negaba sus comportamientos lascivos, pero en aquel caso parecía ser verdad. No notabas segundas intenciones ocultas bajo sus palabras, y notabas verdadero desconcierto ante la idea de espiarte. Quizá fuese un maleante, algo cerdo, polizón y un poco descarado, pero sus intenciones parecían inocentes. Quizá pudieses convertirlo en un cazador de provecho o al menos en un grumete competente si aprendía a utilizar bien la fregona. Además, el disfraz le sentaba de maravilla.
Parpadeaste varias veces con una sonrisa de póker ante su pregunta. ¿De verdad no se había dado cuenta de que era un disfraz? Es decir, tenía mejor calidad que un disfraz normal y corriente, pero seguía viéndose a la legua que se trataba de un disfraz. No le habías dado el sable de plástico ni el parche para el ojo, pero incluso en los diez centímetros que te sacaba podía verse fácilmente dónde la tela quedaba demasiado corta.
- Es un disfraz -reconociste-. No tengo ropa de chico que prestarte, y no sería de buena anfitriona hacerte vestir una falda.
Te molestó que lo llamase cutre. No obstante te asustó más la advertencia que te dio. A toda prisa entraste al baño, comprobando el color terroso que había dejado el paso de Krein e la bañera. También todas las salpicaduras que estaban aquí y allá por las paredes, su ropa empapada porque seguramente no sabía comportarse en una bañera y... ¿Cómo se suponía que ibas a quitarle el tapón sin meter la mano? Ya llevabas puesto el jersey y la blusa; suspiraste, agotada. Encima estaba a punto de dar la hora en la que los relojes se iban a quedar sin cuerda.
Metiste el dedo en el agua, conteniendo malamente una mueca de asco, dejando que un hilillo negro se desprendiese hacia el fondo, y dejaste que tirase del tapón. Con las mismas tomaste la alcachofa de la ducha para fregarte el dedo cuidadosamente, así como para ir removiendo los restos de arenilla que se iban quedando pegados a los bordes de la bañera. Las tuberías del barco iban a una fosa semihermética en la que los desperdicios se almacenaban, mientras el agua pasaba a una depuradora y era liberada en el mar de vuelta. Te alegrabas mucho de no ser quien se encargaba de vaciar el depósito; también te sorprendía que alguien pudiese estar tan sucio como para dejar un rastro tan marcado.
- Yo debería poner en hora mis relojes, no estar limpiando tus cosas -protestaste-. En fin, vamos a ver qué hay allá.
Saliste del cuarto y cerraste la puerta tras el chico. No ibas a dejarlo dentro, mucho menos a solas con los relojes. Con un poco de suerte llegaríais a tiempo de vuelta antes de que la mayoría se parasen.
- Bueno, vamos allá, ¿no? -dijiste, lanzando un garfio hacia el palo-. A ver qué nos depara la isla que no sale en los mapas.
El riel se recogió de golpe, propulsándote, y saliste volando hacia allí.
Esbozaste una sonrisa ante su comentario. Solía costarte creer que un hombre no mintiese cuando negaba sus comportamientos lascivos, pero en aquel caso parecía ser verdad. No notabas segundas intenciones ocultas bajo sus palabras, y notabas verdadero desconcierto ante la idea de espiarte. Quizá fuese un maleante, algo cerdo, polizón y un poco descarado, pero sus intenciones parecían inocentes. Quizá pudieses convertirlo en un cazador de provecho o al menos en un grumete competente si aprendía a utilizar bien la fregona. Además, el disfraz le sentaba de maravilla.
Parpadeaste varias veces con una sonrisa de póker ante su pregunta. ¿De verdad no se había dado cuenta de que era un disfraz? Es decir, tenía mejor calidad que un disfraz normal y corriente, pero seguía viéndose a la legua que se trataba de un disfraz. No le habías dado el sable de plástico ni el parche para el ojo, pero incluso en los diez centímetros que te sacaba podía verse fácilmente dónde la tela quedaba demasiado corta.
- Es un disfraz -reconociste-. No tengo ropa de chico que prestarte, y no sería de buena anfitriona hacerte vestir una falda.
Te molestó que lo llamase cutre. No obstante te asustó más la advertencia que te dio. A toda prisa entraste al baño, comprobando el color terroso que había dejado el paso de Krein e la bañera. También todas las salpicaduras que estaban aquí y allá por las paredes, su ropa empapada porque seguramente no sabía comportarse en una bañera y... ¿Cómo se suponía que ibas a quitarle el tapón sin meter la mano? Ya llevabas puesto el jersey y la blusa; suspiraste, agotada. Encima estaba a punto de dar la hora en la que los relojes se iban a quedar sin cuerda.
Metiste el dedo en el agua, conteniendo malamente una mueca de asco, dejando que un hilillo negro se desprendiese hacia el fondo, y dejaste que tirase del tapón. Con las mismas tomaste la alcachofa de la ducha para fregarte el dedo cuidadosamente, así como para ir removiendo los restos de arenilla que se iban quedando pegados a los bordes de la bañera. Las tuberías del barco iban a una fosa semihermética en la que los desperdicios se almacenaban, mientras el agua pasaba a una depuradora y era liberada en el mar de vuelta. Te alegrabas mucho de no ser quien se encargaba de vaciar el depósito; también te sorprendía que alguien pudiese estar tan sucio como para dejar un rastro tan marcado.
- Yo debería poner en hora mis relojes, no estar limpiando tus cosas -protestaste-. En fin, vamos a ver qué hay allá.
Saliste del cuarto y cerraste la puerta tras el chico. No ibas a dejarlo dentro, mucho menos a solas con los relojes. Con un poco de suerte llegaríais a tiempo de vuelta antes de que la mayoría se parasen.
- Bueno, vamos allá, ¿no? -dijiste, lanzando un garfio hacia el palo-. A ver qué nos depara la isla que no sale en los mapas.
El riel se recogió de golpe, propulsándote, y saliste volando hacia allí.
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Akuma no mi
Varios
Volví a mirar la ropa que me había dejado. Vale, sí, eso tiene mucho más sentido. Me reí entonces, saber que llevaba un disfraz de pirata era muy curioso, después de todo no lo necesitaba, ya lo era de por sí.
De nuevo, no pude evitar reírme cuando vi su reacción. La seguí hasta la puerta, apoyándome en el borde de esta para observarla hacer aquello. Bueno, es posible que me hubiese pasado disfrutando del baño, pero en mi defensa hacía mucho que no me tomaba uno y no sabía cuando iba a volver a gozar de otro así que lo había aprovechado al máximo. Me habría ofrecido a ayudar, pero la chica se estaba moviendo muy rápido para limpiar todo ese desastre y me daba cosa interponerme por si decidía echarme del barco por guarro. Volví a seguirla cuando salió, rascándome la nuca con cierta timidez.
-No era mi intención, es solo que estaba muy sucio, cosa que también ha pasado sin querer. Que por cierto, ¿por qué los relojes? Yo creo que la hora da un poco igual, si tienes que hacer algo sabes que hay que hacerlo y ya, no me suele importar mucho la hora.
Miré con curiosidad ese barco, sorprendiéndome cuando salió disparada, no sabía que había tecnología así. Maldije por lo bajo cuando me percaté de los segundos que había perdido observando a la chica volar, que, a todo esto, ¿se había presentado? Hice mis alas brotar de la espalda y alcé el vuelo con rapidez para intentar llegar a su lado rápidamente. Una vez conseguimos aterrizar en la isla, miré a mi alrededor. Este sitio no tenía nada que ver con todo lo que había visto hasta ahora. Para empezar, en la orilla de esta isla, si podía llamarse orilla ya que era más bien un conjunto de raíces entrelazadas, había restos de otros navíos hundidos hacía tiempo. Lo más extraño es que de algún modo se habían unido en ciertas partes para consolidar más el terreno bajo nuestros pies, no sabía si había sido un trabajo humano o simple casualidad, pero la sensación desagradable que me daba seguía dándome escalofríos. Suspiré, guardando las alas, no quería chocarme o enredarme en nada si empezábamos una expedición hacia el interior de la isla.
-Antes de seguir avanzando, a lo mejor deberías decirme tu nombre. Ya sabes por si nos perdemos o algo y tenemos que llamarnos. No sé por qué no me lo has dicho todavía, si es por vergüenza o porque es un nombre ridículo, prometo reírme contigo y no de ti.
Mientras esperaba su respuesta, intenté discernir algo entre los árboles que se levantaban ante nosotros. Hice una mueca, por lo menos esta parte de la arboleda era densa por lo que entre la poca luz que había y lo juntos que estaban los troncos, no pude ver nada. Si algo podía tener claro es que con esta vegetación, debería haber animales salvajes sí o sí lo cual no me preocupaba como tal, no al menos si fuese solo, por algún motivo solía caerles bien. El problema era mi nueva amiga, no pensaba que fuera débil ya que era más que capaz de capitanear un barco, pero no sabía cuán fuerte era y eso podía suponer un problema si nos encontrábamos con criaturas hostiles. Cogí una de las ramas cercanas que parecía bastante resistente, escupí en uno de los extremos una concentración del veneno para crear una superficie inflamable y aspiré para luego escupir una llamarada que no tardó en prender la punta. Sonreí satisfecho por mi trabajo, enseñándoselo orgulloso a mi acompañante.
-Como técnicamente sigo siendo un invitado y no habría visitado este lugar de no ser por ti, te cedo los honores de comenzar la expedición.- Me quedé unos segundos en silencio, procesando lo que había dicho.- Osea, no es que sea un cobarde y quiera ir detrás, ¡por mi ya habría entrado a este sitio de cabeza, claro está!
De nuevo, no pude evitar reírme cuando vi su reacción. La seguí hasta la puerta, apoyándome en el borde de esta para observarla hacer aquello. Bueno, es posible que me hubiese pasado disfrutando del baño, pero en mi defensa hacía mucho que no me tomaba uno y no sabía cuando iba a volver a gozar de otro así que lo había aprovechado al máximo. Me habría ofrecido a ayudar, pero la chica se estaba moviendo muy rápido para limpiar todo ese desastre y me daba cosa interponerme por si decidía echarme del barco por guarro. Volví a seguirla cuando salió, rascándome la nuca con cierta timidez.
-No era mi intención, es solo que estaba muy sucio, cosa que también ha pasado sin querer. Que por cierto, ¿por qué los relojes? Yo creo que la hora da un poco igual, si tienes que hacer algo sabes que hay que hacerlo y ya, no me suele importar mucho la hora.
Miré con curiosidad ese barco, sorprendiéndome cuando salió disparada, no sabía que había tecnología así. Maldije por lo bajo cuando me percaté de los segundos que había perdido observando a la chica volar, que, a todo esto, ¿se había presentado? Hice mis alas brotar de la espalda y alcé el vuelo con rapidez para intentar llegar a su lado rápidamente. Una vez conseguimos aterrizar en la isla, miré a mi alrededor. Este sitio no tenía nada que ver con todo lo que había visto hasta ahora. Para empezar, en la orilla de esta isla, si podía llamarse orilla ya que era más bien un conjunto de raíces entrelazadas, había restos de otros navíos hundidos hacía tiempo. Lo más extraño es que de algún modo se habían unido en ciertas partes para consolidar más el terreno bajo nuestros pies, no sabía si había sido un trabajo humano o simple casualidad, pero la sensación desagradable que me daba seguía dándome escalofríos. Suspiré, guardando las alas, no quería chocarme o enredarme en nada si empezábamos una expedición hacia el interior de la isla.
-Antes de seguir avanzando, a lo mejor deberías decirme tu nombre. Ya sabes por si nos perdemos o algo y tenemos que llamarnos. No sé por qué no me lo has dicho todavía, si es por vergüenza o porque es un nombre ridículo, prometo reírme contigo y no de ti.
Mientras esperaba su respuesta, intenté discernir algo entre los árboles que se levantaban ante nosotros. Hice una mueca, por lo menos esta parte de la arboleda era densa por lo que entre la poca luz que había y lo juntos que estaban los troncos, no pude ver nada. Si algo podía tener claro es que con esta vegetación, debería haber animales salvajes sí o sí lo cual no me preocupaba como tal, no al menos si fuese solo, por algún motivo solía caerles bien. El problema era mi nueva amiga, no pensaba que fuera débil ya que era más que capaz de capitanear un barco, pero no sabía cuán fuerte era y eso podía suponer un problema si nos encontrábamos con criaturas hostiles. Cogí una de las ramas cercanas que parecía bastante resistente, escupí en uno de los extremos una concentración del veneno para crear una superficie inflamable y aspiré para luego escupir una llamarada que no tardó en prender la punta. Sonreí satisfecho por mi trabajo, enseñándoselo orgulloso a mi acompañante.
-Como técnicamente sigo siendo un invitado y no habría visitado este lugar de no ser por ti, te cedo los honores de comenzar la expedición.- Me quedé unos segundos en silencio, procesando lo que había dicho.- Osea, no es que sea un cobarde y quiera ir detrás, ¡por mi ya habría entrado a este sitio de cabeza, claro está!
El aterrizaje solía ser la parte más complicada. Balancearte por el aire no suponía un problema casi nunca, pero perder velocidad era mucho más complicado que acelerar y tomar tierra una tarea más delicada que el despegue. Para Krein parecía más fácil, poniéndose a tu altura sin dificultad envuelto en un par de alas y descendiendo con suma tranquilidad sobre un fragmento de manglar. Tú iniciaste el descenso, primero clavando el primer garfio contra el suelo y trazando trayectorias curvas después. Entralazabas rieles para perder empuje poco a poco e ibas horizontalizando tu trayectoria hasta que pudiste pisar el islote con un pequeño -no obstante doloroso- salto.
Lo primero que hiciste fue observar el terreno. Apenas sí era un conjunto de raíces y humus, pero estaba entablillado y atornillado a restos de embarcaciones y enormes bloques de hielo de diferentes pero colosales dimensiones. Contuviste un chillido de asombro mientras tu sonrisa adolorida se iba apaciguando, contemplando la costa que habíais dejado a vuestras espaldas. No había rastro de los barcos que os habían flanqueado. Querías pensar que habrían vadeado el islote para proseguir su camino, pero se habían acercado demasiado a ti como para realmente creer eso. Además, la maldita niebla azul seguía envolviéndolo todo. Como el rey del laberinto se hubiese mudado repentinamente para huir de Bianca ibas a darle un buen par de mamporros por payaso.
- Alice -contestaste-. Alice Wanderlust. -No tenía sentido seguir huyendo de un apellido. Si Lewis había podido seguirte la pista a pesar de ocultarlo invitarlo a llegar a ti era una firme declaración de intenciones que sabías tu primo no podría ignorar. Además, dudabas que Krein supiese nada de los Wanderlust. Ni de nada en general-. Creo que fue porque esta cosa llamó demasiado mi atención; disculpa mis modales. -Una leve inclinación de cabeza acompañó tus palabras-. Los relojes... Necesitan cuidado. No puedes dejar que el mecanismo permanezca mucho tiempo parado; cada uno es un pequeño corazón que late y si se detiene podría no volver a arrancar. -En realidad sí que lo hacían, siempre y cuando no hubiese que arreglar una pieza en su interior-. Además, si se me paran luego tengo que sincronizar la hora de todos. No es una tarea agradable.
Casi como un rito de calma diste tres vueltas al reloj que tenías al cuello. Nunca dejabas que se parase, pero al mismo tiempo ayudaba a combatir la sensación de que tu tiempo se agotaba. No sabías si Illje lo había hecho a mano o lo había encargado, pero en cualquier caso había pensado en ti mientras se ocupaba de él. Como cuando había lanzado regueros de tinta sobre tu piel marcándote por siempre.
Cogiste la antorcha que Krein te pasó. Parecía igual de miedoso que Momojiro, así que decidiste asumir que él también era un novato surcando las aguas por primera vez. Sonreíste con cierta condescendencia, meneaste la cabeza y diste un paso adelante.
- Gracias, me encanta ir delante. Quien va detrás recibe detrás. -Con esas, le guiñaste un ojo y comenzaste a guiar la marcha.
En realidad no parecía más que un lugar desierto, algo así como un sumidero marino al que todos los desperdicios llegaban. Sin embargo había zonas remachadas y unidas artificialmente, atornilladas o pegadas. No parecía haber ninguna construcción, si bien entre el hielo había un par de cuevas glaciales en las que no tenías ninguna intención de entrar. También divisabas un par de árboles, aunque no sabrías decir su tipo, y alguna que otra embarcación en posturas un tanto extrañas. Entonces, un sonido extraño te alteró. Era como un gorgoteo intenso y rítmico, pero en cuanto te diste la vuelta tras de ti solo estaba Krein, y el sonido había desaparecido.
- ¿Has oído eso? -preguntaste-. No me da ninguna buena espina.
Lo primero que hiciste fue observar el terreno. Apenas sí era un conjunto de raíces y humus, pero estaba entablillado y atornillado a restos de embarcaciones y enormes bloques de hielo de diferentes pero colosales dimensiones. Contuviste un chillido de asombro mientras tu sonrisa adolorida se iba apaciguando, contemplando la costa que habíais dejado a vuestras espaldas. No había rastro de los barcos que os habían flanqueado. Querías pensar que habrían vadeado el islote para proseguir su camino, pero se habían acercado demasiado a ti como para realmente creer eso. Además, la maldita niebla azul seguía envolviéndolo todo. Como el rey del laberinto se hubiese mudado repentinamente para huir de Bianca ibas a darle un buen par de mamporros por payaso.
- Alice -contestaste-. Alice Wanderlust. -No tenía sentido seguir huyendo de un apellido. Si Lewis había podido seguirte la pista a pesar de ocultarlo invitarlo a llegar a ti era una firme declaración de intenciones que sabías tu primo no podría ignorar. Además, dudabas que Krein supiese nada de los Wanderlust. Ni de nada en general-. Creo que fue porque esta cosa llamó demasiado mi atención; disculpa mis modales. -Una leve inclinación de cabeza acompañó tus palabras-. Los relojes... Necesitan cuidado. No puedes dejar que el mecanismo permanezca mucho tiempo parado; cada uno es un pequeño corazón que late y si se detiene podría no volver a arrancar. -En realidad sí que lo hacían, siempre y cuando no hubiese que arreglar una pieza en su interior-. Además, si se me paran luego tengo que sincronizar la hora de todos. No es una tarea agradable.
Casi como un rito de calma diste tres vueltas al reloj que tenías al cuello. Nunca dejabas que se parase, pero al mismo tiempo ayudaba a combatir la sensación de que tu tiempo se agotaba. No sabías si Illje lo había hecho a mano o lo había encargado, pero en cualquier caso había pensado en ti mientras se ocupaba de él. Como cuando había lanzado regueros de tinta sobre tu piel marcándote por siempre.
Cogiste la antorcha que Krein te pasó. Parecía igual de miedoso que Momojiro, así que decidiste asumir que él también era un novato surcando las aguas por primera vez. Sonreíste con cierta condescendencia, meneaste la cabeza y diste un paso adelante.
- Gracias, me encanta ir delante. Quien va detrás recibe detrás. -Con esas, le guiñaste un ojo y comenzaste a guiar la marcha.
En realidad no parecía más que un lugar desierto, algo así como un sumidero marino al que todos los desperdicios llegaban. Sin embargo había zonas remachadas y unidas artificialmente, atornilladas o pegadas. No parecía haber ninguna construcción, si bien entre el hielo había un par de cuevas glaciales en las que no tenías ninguna intención de entrar. También divisabas un par de árboles, aunque no sabrías decir su tipo, y alguna que otra embarcación en posturas un tanto extrañas. Entonces, un sonido extraño te alteró. Era como un gorgoteo intenso y rítmico, pero en cuanto te diste la vuelta tras de ti solo estaba Krein, y el sonido había desaparecido.
- ¿Has oído eso? -preguntaste-. No me da ninguna buena espina.
Dorito
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Alice Wanderlust… No había oído ese nombre jamás, pero era lo suficientemente pomposo como para saber que probablemente vendría de una familia rica, cosa que concordaba a la perfección con el resto de las cosas que había visto. Además, el dinero para tantísima ropa debía salir de algún lugar. Sin embargo, lo que me llamó de verdad la atención fueron sus siguientes palabras, no sé qué era lo que había en ellas, pero me hizo sentir culpable por mis palabras.
-Ya veo… No volveré a hablar mal de tus relojes, lo siento.- Quizá había sonado más serio de lo que pretendía, pero al menos el mensaje había llegado.
No protesté cuando cogió la antorcha de mis manos, no era mi intención dársela, pero tampoco ganaba nada quejándome. Esta chica me caía bien, parecía valiente y decidida a hacer lo que tuviese que hacer, que pena que fuese ya una capitana de su propia embarcación, quizá le habría pedido que se uniese a mi tripulación, aunque a lo mejor era demasiado precipitado. Después de desembarcar en… ¿Cómo lo llamó? ¿Dark Dome? Da igual, no es relevante. El caso es que si una vez llegamos allí me cae lo suficientemente bien, podría decírselo.
Reclutaciones a parte, la expedición que tanto me interesaba empeoraba a cada segundo que transcurría. Yo me esperaba que este lugar estuviese repleto de esqueletos vivientes de náufragos que murieron a manos de las horribles criaturas que habitaban la isla, plantas igual o más letales que los propios animales probando nuestras capacidades de supervivencia. Pero esto lo único que era era un paseo por un jardín especialmente feo y frío por partes. Las cuevas tampoco eran demasiado interesantes ya que no parecía haber rastro de ningún habitante en ellas, aunque tampoco sé cómo de cómo sería vivir en una cueva congelada, seguro que no habría siquiera musgo para dormir cómodamente en el suelo. Lo único que podría captar mi interés es la forma en la que algunas secciones del suelo estaban pegadas unas a las otras, no parecía algo hecho por el azar, sino el trabajo de un ser vivo. De todos modos, o esa persona se marchó o murió hace tiempo o se escondía muy bien porque aquí no había nada. O al menos eso pensaba hasta que pude escuchar ese sonido extraño. Me alegré cuando Alice lo mencionó, no me lo había imaginado entonces.
-Sí, ha sido muy extraño…- Fruncí el ceño, no sabía identificar su procedencia y alrededor de nosotros no parecía haber nada relevante.- No parecía un animal, al menos el sonido era demasiado rítmico para que no fuese un ser inteligente provocándolo o una máquina, ¿no crees?
De repente se me iluminó la cara ante la increíble idea que había tenido, podría ser un tanto descabellada, pero sería muy guay si resultara ser cierta. Miré a Alice con una cara llena de curiosidad infantil.
- ¿Y si toda esta porquería ha cobrado vida y es una máquina sedienta de sangre formada a partir de los restos de barcos y demás basura que hemos visto por aquí? Sería de lo más interesante, ¿a que sí?
-Ya veo… No volveré a hablar mal de tus relojes, lo siento.- Quizá había sonado más serio de lo que pretendía, pero al menos el mensaje había llegado.
No protesté cuando cogió la antorcha de mis manos, no era mi intención dársela, pero tampoco ganaba nada quejándome. Esta chica me caía bien, parecía valiente y decidida a hacer lo que tuviese que hacer, que pena que fuese ya una capitana de su propia embarcación, quizá le habría pedido que se uniese a mi tripulación, aunque a lo mejor era demasiado precipitado. Después de desembarcar en… ¿Cómo lo llamó? ¿Dark Dome? Da igual, no es relevante. El caso es que si una vez llegamos allí me cae lo suficientemente bien, podría decírselo.
Reclutaciones a parte, la expedición que tanto me interesaba empeoraba a cada segundo que transcurría. Yo me esperaba que este lugar estuviese repleto de esqueletos vivientes de náufragos que murieron a manos de las horribles criaturas que habitaban la isla, plantas igual o más letales que los propios animales probando nuestras capacidades de supervivencia. Pero esto lo único que era era un paseo por un jardín especialmente feo y frío por partes. Las cuevas tampoco eran demasiado interesantes ya que no parecía haber rastro de ningún habitante en ellas, aunque tampoco sé cómo de cómo sería vivir en una cueva congelada, seguro que no habría siquiera musgo para dormir cómodamente en el suelo. Lo único que podría captar mi interés es la forma en la que algunas secciones del suelo estaban pegadas unas a las otras, no parecía algo hecho por el azar, sino el trabajo de un ser vivo. De todos modos, o esa persona se marchó o murió hace tiempo o se escondía muy bien porque aquí no había nada. O al menos eso pensaba hasta que pude escuchar ese sonido extraño. Me alegré cuando Alice lo mencionó, no me lo había imaginado entonces.
-Sí, ha sido muy extraño…- Fruncí el ceño, no sabía identificar su procedencia y alrededor de nosotros no parecía haber nada relevante.- No parecía un animal, al menos el sonido era demasiado rítmico para que no fuese un ser inteligente provocándolo o una máquina, ¿no crees?
De repente se me iluminó la cara ante la increíble idea que había tenido, podría ser un tanto descabellada, pero sería muy guay si resultara ser cierta. Miré a Alice con una cara llena de curiosidad infantil.
- ¿Y si toda esta porquería ha cobrado vida y es una máquina sedienta de sangre formada a partir de los restos de barcos y demás basura que hemos visto por aquí? Sería de lo más interesante, ¿a que sí?
La teoría de Krein era, cuanto menos, pintoresca. La idea de que aquel vertedero gigante se hubiese convertido en un ser -máquina, en sus palabras exactas- sediento de sangre dispuesto a triturar a cualquier incauto que se acercase. Era lo que sucedía con el laberinto de Thriller Bark, en verdad, pues el jardín de granados se había vuelto eso una vez habíais puesto un pie en su interior. Sin embargo tu mente racional y a veces un poco cuadriculada se negaba a buscar siempre una explicación sobrenatural, al menos antes de descartar el resto de posibilidades. Pero, ¿qué otra cosa podía ser? El muchacho había apuntado con cierta precisión que ningún animal podría realizar un sonido tan regular: Debía ser un humano, o una máquina.
- No sé lo que será, pero no me inspira confianza.
Dabas vueltas sobre ti misma lentamente, sin salirte de un eje de rotación que poco a poco arrancaba la hierba del manglar. El fuego a tu vera se movía parsimonioso, crepitando sobre la rama húmeda. Soltaba un cierto hedor a eucalipto quemado y emanaba humo negro, muy negro. Era mejor que nada, pero resultaba incómodo ahora que te dabas cuenta. También haber dejado los relojes sin dar cuerda. Contaste hasta diez mientras pellizcabas entre tu índice y corazón la punta de tu pulgar, fingiendo que se retorcía hasta que la cuerda se hubiese tensado de todo. No querías que se parasen, no estaba bien.
- ¡Agh!
Todo tu cuerpo se tensó de golpe. Pegaste un brinco que te hizo crujir las rodillas, y en medio del alarido se formó una sonrisa que no eras capaz de desdibujar. El viento había soplado con especial fuerza hasta apagar la antorcha. Ni siquiera estabais a oscuras, tan solo te habías asustado. Te habías asustado mucho. Trataste de recobrar la compostura acariciándote los meniscos desde las corvas, sabiendo que el dolor te acompañaría por el resto del día si no por un par de jornadas más, si no tenías suerte. Debías estar más atenta, y desde luego debías tener mucho más cuidado.
Sin embargo tu corazón latía con fuerza. El sonido había llegado desde detrás de Krein, inmerso en la niebla y deteniéndose en cuanto habías mirado en su dirección. Si había algo estaría ahí, pero si os seguía se ocultaría para seguir tras vosotros. Quizá incluso tratase de atraeros con sus sonidos hasta que os hubieseis perdido. Miraste hacia los lados, dedicando al joven una mirada que pretendía ser confiada pero que parecía casi suplicante:
- Sea lo que sea, puedo localizarlo.
Temblabas. Tiraste al suelo el palo, aferrando el reloj de collar con ambas manos. Era reconfortante en cierto modo, pero seguía costándote relajar tu mente. El tiempo pasaba segundo a segundo como árboles a tu alrededor en un bosque, o como gotas de agua en el mar. Cerraste los ojos para despertar aquel extraño sentido al que Surya había llamado mantra, una forma de ver lo que de otra forma era invisible, de escuchar lo que no hablaba. Al principio todo era tembloroso y brillante; poco a poco susurraste una letanía incoherente como si se tratase de una canción de cuna, tratando de sincronizarte con los latidos de tu corazón. No era fácil, pero por fin notabas a Krein. Y algo más.
- Por ahí -señalaste, casi colapsando por el esfuerzo.
- No sé lo que será, pero no me inspira confianza.
Dabas vueltas sobre ti misma lentamente, sin salirte de un eje de rotación que poco a poco arrancaba la hierba del manglar. El fuego a tu vera se movía parsimonioso, crepitando sobre la rama húmeda. Soltaba un cierto hedor a eucalipto quemado y emanaba humo negro, muy negro. Era mejor que nada, pero resultaba incómodo ahora que te dabas cuenta. También haber dejado los relojes sin dar cuerda. Contaste hasta diez mientras pellizcabas entre tu índice y corazón la punta de tu pulgar, fingiendo que se retorcía hasta que la cuerda se hubiese tensado de todo. No querías que se parasen, no estaba bien.
- ¡Agh!
Todo tu cuerpo se tensó de golpe. Pegaste un brinco que te hizo crujir las rodillas, y en medio del alarido se formó una sonrisa que no eras capaz de desdibujar. El viento había soplado con especial fuerza hasta apagar la antorcha. Ni siquiera estabais a oscuras, tan solo te habías asustado. Te habías asustado mucho. Trataste de recobrar la compostura acariciándote los meniscos desde las corvas, sabiendo que el dolor te acompañaría por el resto del día si no por un par de jornadas más, si no tenías suerte. Debías estar más atenta, y desde luego debías tener mucho más cuidado.
Sin embargo tu corazón latía con fuerza. El sonido había llegado desde detrás de Krein, inmerso en la niebla y deteniéndose en cuanto habías mirado en su dirección. Si había algo estaría ahí, pero si os seguía se ocultaría para seguir tras vosotros. Quizá incluso tratase de atraeros con sus sonidos hasta que os hubieseis perdido. Miraste hacia los lados, dedicando al joven una mirada que pretendía ser confiada pero que parecía casi suplicante:
- Sea lo que sea, puedo localizarlo.
Temblabas. Tiraste al suelo el palo, aferrando el reloj de collar con ambas manos. Era reconfortante en cierto modo, pero seguía costándote relajar tu mente. El tiempo pasaba segundo a segundo como árboles a tu alrededor en un bosque, o como gotas de agua en el mar. Cerraste los ojos para despertar aquel extraño sentido al que Surya había llamado mantra, una forma de ver lo que de otra forma era invisible, de escuchar lo que no hablaba. Al principio todo era tembloroso y brillante; poco a poco susurraste una letanía incoherente como si se tratase de una canción de cuna, tratando de sincronizarte con los latidos de tu corazón. No era fácil, pero por fin notabas a Krein. Y algo más.
- Por ahí -señalaste, casi colapsando por el esfuerzo.
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Me puse en posición defensiva en cuanto el sonido volvió, esta vez mucho más claro, seguramente porque nuestras mentes ya estaban alerta. Miré a Alice, poniéndome entre medio de lo que fuese ese sonido y ella, no sabía si nos atacaría, pero la chica no parecía muy dispuesta ahora mismo a pelear. No pude evitar sonreír al oír sus palabras, asintiendo con decisión, parecía asustada, pero eso no la estaba deteniendo para desentrañar este misterio. Definitivamente se había ganado mi respeto.
-Pues claro que puedes localizarlo, Alice. Vamos a darle una paliza a ese bicho por hacer que te tropieces.- Respondí para animarla, aunque era exactamente lo que pensaba de todos modos.
Observé a la capitana sin saber muy bien qué estaba haciendo, confiando en que pronto me diría dónde estaba nuestro nuevo conocido. Me acerqué a ella cuando vi que se encontraba débil, preocupándome por su bienestar. Asentí, mirando en la dirección que señalaba. No veía nada así que seguiría necesitando la ayuda de Alice. La miré unos segundos sin saber muy bien si me ganaría una buena por lo que iba a hacer, pero tampoco iba a dejarla aquí tirada en ese estado. Con un rápido “Con permiso” hice que se subiese a mi espalda y me dispuse a correr en aquella dirección. Tuve cuidado de que ella no se golpeara con ninguna de la vegetación que nos rodeaba, teniendo o bien que quemar algunas partes con mi aliento o llevarme yo las rozaduras. Nada grave. Seguí un poco más sus indicaciones hasta que por fin lo tuvimos delante de nosotros. Habría atacado directamente, pero tenía a Alice a la espalda.
La criatura que se encontraba a unos metros enfrente de nosotros y… Desde luego no se asemejaba a nada que hubiese visto antes. Esta cosa tenía varios metros de altura, una aglomeración de trozos de metal y vegetación que lo pegaba todo para que no se desmoronase la estructura. El sonido que habíamos escuchado antes parecía ser el propio motor de la máquina, que sacaba el humo resultante por un tubo que tenía en la parte de arriba de su cuerpo. Si es que eso era su cuerpo y la parte de arriba. Todo el ser parecía rezumar un líquido espeso de color negro, dejando caer gotas al suelo que parecían derretir la porción del suelo que tocaban. Se mantenía en pie gracias a seis diferentes patas, algunas formadas por vigas de metal, otras por árboles muertos. El movimiento de la criatura parecía errático, casi como si le doliese el hecho de estar ahí en pie. Pude distinguir una parte delantera gracias a lo que parecían ser ojos artificiales, contando hasta un total de ocho, sería difícil atacarlo en un punto ciego.
-Alice… ¿Puedes moverte ya? Si no, aún puedo pelear contigo encima, pero sería más incómodo.
Intenté no alzar demasiado la voz, esa mitad máquina mitad planta nos estaba observando desde que habíamos llegado. Pero todavía no había decidido atacar. Al principio creí que era por falta de hostilidad, pero pronto me di cuenta que estábamos bajo la mirada de un cazador astuto que buscaba una apertura en su presa para acabar el trabajo lo antes posible. No debía hacer ningún movimiento brusco antes de decidir con Alice cómo afrontar este encuentro.
-Pues claro que puedes localizarlo, Alice. Vamos a darle una paliza a ese bicho por hacer que te tropieces.- Respondí para animarla, aunque era exactamente lo que pensaba de todos modos.
Observé a la capitana sin saber muy bien qué estaba haciendo, confiando en que pronto me diría dónde estaba nuestro nuevo conocido. Me acerqué a ella cuando vi que se encontraba débil, preocupándome por su bienestar. Asentí, mirando en la dirección que señalaba. No veía nada así que seguiría necesitando la ayuda de Alice. La miré unos segundos sin saber muy bien si me ganaría una buena por lo que iba a hacer, pero tampoco iba a dejarla aquí tirada en ese estado. Con un rápido “Con permiso” hice que se subiese a mi espalda y me dispuse a correr en aquella dirección. Tuve cuidado de que ella no se golpeara con ninguna de la vegetación que nos rodeaba, teniendo o bien que quemar algunas partes con mi aliento o llevarme yo las rozaduras. Nada grave. Seguí un poco más sus indicaciones hasta que por fin lo tuvimos delante de nosotros. Habría atacado directamente, pero tenía a Alice a la espalda.
La criatura que se encontraba a unos metros enfrente de nosotros y… Desde luego no se asemejaba a nada que hubiese visto antes. Esta cosa tenía varios metros de altura, una aglomeración de trozos de metal y vegetación que lo pegaba todo para que no se desmoronase la estructura. El sonido que habíamos escuchado antes parecía ser el propio motor de la máquina, que sacaba el humo resultante por un tubo que tenía en la parte de arriba de su cuerpo. Si es que eso era su cuerpo y la parte de arriba. Todo el ser parecía rezumar un líquido espeso de color negro, dejando caer gotas al suelo que parecían derretir la porción del suelo que tocaban. Se mantenía en pie gracias a seis diferentes patas, algunas formadas por vigas de metal, otras por árboles muertos. El movimiento de la criatura parecía errático, casi como si le doliese el hecho de estar ahí en pie. Pude distinguir una parte delantera gracias a lo que parecían ser ojos artificiales, contando hasta un total de ocho, sería difícil atacarlo en un punto ciego.
-Alice… ¿Puedes moverte ya? Si no, aún puedo pelear contigo encima, pero sería más incómodo.
Intenté no alzar demasiado la voz, esa mitad máquina mitad planta nos estaba observando desde que habíamos llegado. Pero todavía no había decidido atacar. Al principio creí que era por falta de hostilidad, pero pronto me di cuenta que estábamos bajo la mirada de un cazador astuto que buscaba una apertura en su presa para acabar el trabajo lo antes posible. No debía hacer ningún movimiento brusco antes de decidir con Alice cómo afrontar este encuentro.
Recuperaste las energías de golpe.
- ¡Oye! -protestaste cuando lo sentiste levantarte-. ¿Se puede saber qué haces?
Te costó mantener la calma y retener la concentración, y a poco habías estado de clavarle uno de los cuchillos en cuanto puso una mano sobre tu pierna. Por suerte habías tenido el tiempo justo de razonar que no intentaba hacerte nada, o que si lo hacía era de la manera más subóptima posible. No podría secuestrarte si tú conservabas la altura, pero tampoco parecía que esa fuese su intención. Apartaste lentamente la mano de tu muslo y simplemente te dejaste llevar, abrazando su torso con delicadeza y firmeza.
El viaje no fue demasiado cómodo. Preferías no quejarte teniendo en cuenta el esfuerzo que Krein iba haciendo para chamuscar las ramas más altas y evitando -a veces a costa de su propia integridad- que tú te rozases con las bajas. Seguía oliendo un poco fuerte, pero no resultaba desagradable, y que se tomara tantas molestias por ti era casi adorable. Había poca gente que lo hiciese, en realidad. Illje, quizá Surya si volvías a encontrártelo... Podías contarlos con los dedos de una mano; te sobrarían dedos, además.
Siguió la ruta que trazabas con el dedo. Sin hablar mucho habías establecido un código que pudiese distinguir fácilmente tan solo utilizando tu mano y su torso. Apuntando hacia delante era obvio, si le tocabas con el anular izquierda y con el pulgar derecha. Como quien tocaba un piano te concentrabas tecleando con índice y corazón, haciendo así también más obvio cuándo los otros dos dedos eran los que pulsaban sobre él. Terminasteis llegando a una especie de claro, no demasiado amplio, que se abría entre trozos de barco y glaciar. En él se encontraba algo que definir como aberración se quedaba corto: Gorgoteante, emitía un eco metálico que rechinaba a cada momento que sus patas se movían. Medía varias túes de altura; también soltaba un aceite negro como brea. Se movió lo que debía ser un paso de sus extrañas patas, haciendo que apretases las manos contra el muchacho del susto.
- Oh, perdón -te disculpaste al momento-. Ya me bajo, sí.
En realidad solo habías flaqueado momentáneamente, pero te pareció que explicar por qué no tener tus relojes en hora te impedía concentrarte para utilizar el Haki de observación -probablemente teniendo que explicarle qué era el Haki de observación en el proceso- podría hacerte quedar como una loca. En cualquier caso miraste hacia la aberración. ¿Era eso lo que sentías? No podías notar qué había más allá, tan solo que poseía presencia, a pesar de que no parecía estar vivo en absoluto. Se trataba de una máquina, pero algo debía estar moviéndola.
- Quizá haya algo vivo dentro -dijiste-. Intenta que siga así para poder interrogarlo.
Desenvainaste la espada, esperando el primer movimiento.
- ¡Oye! -protestaste cuando lo sentiste levantarte-. ¿Se puede saber qué haces?
Te costó mantener la calma y retener la concentración, y a poco habías estado de clavarle uno de los cuchillos en cuanto puso una mano sobre tu pierna. Por suerte habías tenido el tiempo justo de razonar que no intentaba hacerte nada, o que si lo hacía era de la manera más subóptima posible. No podría secuestrarte si tú conservabas la altura, pero tampoco parecía que esa fuese su intención. Apartaste lentamente la mano de tu muslo y simplemente te dejaste llevar, abrazando su torso con delicadeza y firmeza.
El viaje no fue demasiado cómodo. Preferías no quejarte teniendo en cuenta el esfuerzo que Krein iba haciendo para chamuscar las ramas más altas y evitando -a veces a costa de su propia integridad- que tú te rozases con las bajas. Seguía oliendo un poco fuerte, pero no resultaba desagradable, y que se tomara tantas molestias por ti era casi adorable. Había poca gente que lo hiciese, en realidad. Illje, quizá Surya si volvías a encontrártelo... Podías contarlos con los dedos de una mano; te sobrarían dedos, además.
Siguió la ruta que trazabas con el dedo. Sin hablar mucho habías establecido un código que pudiese distinguir fácilmente tan solo utilizando tu mano y su torso. Apuntando hacia delante era obvio, si le tocabas con el anular izquierda y con el pulgar derecha. Como quien tocaba un piano te concentrabas tecleando con índice y corazón, haciendo así también más obvio cuándo los otros dos dedos eran los que pulsaban sobre él. Terminasteis llegando a una especie de claro, no demasiado amplio, que se abría entre trozos de barco y glaciar. En él se encontraba algo que definir como aberración se quedaba corto: Gorgoteante, emitía un eco metálico que rechinaba a cada momento que sus patas se movían. Medía varias túes de altura; también soltaba un aceite negro como brea. Se movió lo que debía ser un paso de sus extrañas patas, haciendo que apretases las manos contra el muchacho del susto.
- Oh, perdón -te disculpaste al momento-. Ya me bajo, sí.
En realidad solo habías flaqueado momentáneamente, pero te pareció que explicar por qué no tener tus relojes en hora te impedía concentrarte para utilizar el Haki de observación -probablemente teniendo que explicarle qué era el Haki de observación en el proceso- podría hacerte quedar como una loca. En cualquier caso miraste hacia la aberración. ¿Era eso lo que sentías? No podías notar qué había más allá, tan solo que poseía presencia, a pesar de que no parecía estar vivo en absoluto. Se trataba de una máquina, pero algo debía estar moviéndola.
- Quizá haya algo vivo dentro -dijiste-. Intenta que siga así para poder interrogarlo.
Desenvainaste la espada, esperando el primer movimiento.
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Observé de nuevo a la criatura, ¿algo vivo dentro? No parecía algo posible, pero Alice había conseguido encontrar a este bicho de alguna forma, así que no había ningún motivo para desconfiar del sexto sentido de la chica, hasta ahora había funcionado. De todos modos, eso complicaba las cosas, el combate se complicaría un poco más.
-No te preocupes, no tengo intención de quitar ninguna vida más.
Este tipo de combates no me gustaban, tenía que estar pendiente de no hacer demasiado daño a la criatura y ni siquiera sabía cómo peleaba Alice para poder adaptarme, pensar en estas situaciones era un coñazo. Suspiré, negando con la cabeza. Comerse el coco ahora no serviría de nada, solo debía hacer lo que mejor se me daba. Di paso a mi transformación, con la forma híbrida debería bastar. Empecé a crecer en altura, rasgando algunas partes del disfraz, gajes del oficio. Mis ojos se tornaron completamente negros, la mitad de mis piernas y brazos cambiando a los de una salamandra por lo que se volvieron igualmente negros con manchas amarillas. Finalmente, de mi espalda brotaron las mismas alas de antes y de mi espalda baja una cola que perforó los pantalones. Había probado alguna vez sacar la cola por encima del pantalón, pero eso solo provocaba que se me cayeran.
Una vez ya estuve preparado para el combate, sonreí dejando que unas hileras de humo saliesen por las comisuras de mis labios. De un rápido salto me abalancé sobre la máquina, no queriendo que embistiese hacia nosotros. Cuando estuve cerca, la criatura alzó una de sus patas, usándola para golpearme, aunque por suerte me dio tiempo a defenderme con los brazos, evitando así un fuerte golpe en el costado. Por el impacto fui propulsado hasta uno de los árboles colindantes del claro. Pude redireccionar mi cuerpo en el aire, apoyando los pies en el tronco para aprovechar y propulsarme de nuevo hacia el combate, esta vez sí pudiendo propinarle un buen golpe en lo que supuse que era su cara, haciéndolo tambalearse durante unos segundos. Solté una pequeña risa, esta pelea desde luego sería entretenida, los reflejos de esta cosa eran envidiables. Ahora me encontraba en el suelo, enfrente de mi rival por lo que debía estar atento. Con sus patas intentó golpearme y aplastarme como si fuese una simple mosca, aunque fui esquivando los golpes, viendo después las grietas en el suelo que dejaba por la potencia de sus ataques. Recibir un golpe de lleno de cualquiera de ellos dejaría marca seguro. Era cierto que podía esquivar sus ataques, pero eso me mantenía ocupado, era incapaz de acercarme a atacar, no dejaba espacios abiertos. Al ser una máquina podía continuar con sus ataques sin vacilar ni variar en velocidad y fuerza, era una rutina para él.
Intenté mirar rápidamente hacia donde estaba Alice, viendo que ya se había puesto en movimiento. Sonreí para mis adentros, si yo no podía darle una paliza, ella podría mientras lo mantenía ocupado. Desgraciadamente, este pequeño despiste fue suficiente para que me tropezase con uno de los boquetes que había formado en el suelo. La bestia aprovechó para darme un buen golpe en el costado, que hizo que expulsase todo el aire que tenía dentro. Seguidamente sentí otro golpe en la cabeza que me estrelló contra el suelo, haciendo que mi frente se chocase contra las tablas del suelo, rompiéndolas. En un instante perdí la fuerza de mis extremidades, no entendiendo exactamente dónde me encontraba. Podía notar la sangre bajar por mi frente hasta la mejilla, tenía que moverme, pero no me llegaba la fuerza. No podía dejarme golpear, si seguía empujándome hacia abajo caería al mar y ahí ya no había segundas oportunidades. Jin no podría recogerme esta vez. Jin… No podía caer aquí, él no lo sabría, le prometí que cambiaríamos el mundo. Alice. Alice estaba aquí también, no me perdonaría nunca morir delante de ella, tendría que vivir con ese recuerdo y no quiero hacerle eso a nadie, conocía esa sensación y era horrible. Grité hasta que pude oírme, recuperando los sentidos tan rápido como los había perdido. Pude levantarme a tiempo para parar otro golpe con las manos, cogiendo su pata, haciendo que las tablas bajo mis pies se hundiesen un poco. Di un salto para evitar otro golpe que venía por mi izquierda, todavía agarrándolo. Con fuerza lancé su pata hacia abajo, clavándola en el suelo de modo que no pudo sacarla de ahí. Envolví la cola en la extremidad de la criatura que había intentado atacarme por la izquierda y apreté todo lo que pude, aplastándola.
Me encontraba eufórico, una gran sonrisa no podía abandonar mi rostro. No iba a morir hoy, eso lo tenía bien claro.
-No te preocupes, no tengo intención de quitar ninguna vida más.
Este tipo de combates no me gustaban, tenía que estar pendiente de no hacer demasiado daño a la criatura y ni siquiera sabía cómo peleaba Alice para poder adaptarme, pensar en estas situaciones era un coñazo. Suspiré, negando con la cabeza. Comerse el coco ahora no serviría de nada, solo debía hacer lo que mejor se me daba. Di paso a mi transformación, con la forma híbrida debería bastar. Empecé a crecer en altura, rasgando algunas partes del disfraz, gajes del oficio. Mis ojos se tornaron completamente negros, la mitad de mis piernas y brazos cambiando a los de una salamandra por lo que se volvieron igualmente negros con manchas amarillas. Finalmente, de mi espalda brotaron las mismas alas de antes y de mi espalda baja una cola que perforó los pantalones. Había probado alguna vez sacar la cola por encima del pantalón, pero eso solo provocaba que se me cayeran.
Una vez ya estuve preparado para el combate, sonreí dejando que unas hileras de humo saliesen por las comisuras de mis labios. De un rápido salto me abalancé sobre la máquina, no queriendo que embistiese hacia nosotros. Cuando estuve cerca, la criatura alzó una de sus patas, usándola para golpearme, aunque por suerte me dio tiempo a defenderme con los brazos, evitando así un fuerte golpe en el costado. Por el impacto fui propulsado hasta uno de los árboles colindantes del claro. Pude redireccionar mi cuerpo en el aire, apoyando los pies en el tronco para aprovechar y propulsarme de nuevo hacia el combate, esta vez sí pudiendo propinarle un buen golpe en lo que supuse que era su cara, haciéndolo tambalearse durante unos segundos. Solté una pequeña risa, esta pelea desde luego sería entretenida, los reflejos de esta cosa eran envidiables. Ahora me encontraba en el suelo, enfrente de mi rival por lo que debía estar atento. Con sus patas intentó golpearme y aplastarme como si fuese una simple mosca, aunque fui esquivando los golpes, viendo después las grietas en el suelo que dejaba por la potencia de sus ataques. Recibir un golpe de lleno de cualquiera de ellos dejaría marca seguro. Era cierto que podía esquivar sus ataques, pero eso me mantenía ocupado, era incapaz de acercarme a atacar, no dejaba espacios abiertos. Al ser una máquina podía continuar con sus ataques sin vacilar ni variar en velocidad y fuerza, era una rutina para él.
Intenté mirar rápidamente hacia donde estaba Alice, viendo que ya se había puesto en movimiento. Sonreí para mis adentros, si yo no podía darle una paliza, ella podría mientras lo mantenía ocupado. Desgraciadamente, este pequeño despiste fue suficiente para que me tropezase con uno de los boquetes que había formado en el suelo. La bestia aprovechó para darme un buen golpe en el costado, que hizo que expulsase todo el aire que tenía dentro. Seguidamente sentí otro golpe en la cabeza que me estrelló contra el suelo, haciendo que mi frente se chocase contra las tablas del suelo, rompiéndolas. En un instante perdí la fuerza de mis extremidades, no entendiendo exactamente dónde me encontraba. Podía notar la sangre bajar por mi frente hasta la mejilla, tenía que moverme, pero no me llegaba la fuerza. No podía dejarme golpear, si seguía empujándome hacia abajo caería al mar y ahí ya no había segundas oportunidades. Jin no podría recogerme esta vez. Jin… No podía caer aquí, él no lo sabría, le prometí que cambiaríamos el mundo. Alice. Alice estaba aquí también, no me perdonaría nunca morir delante de ella, tendría que vivir con ese recuerdo y no quiero hacerle eso a nadie, conocía esa sensación y era horrible. Grité hasta que pude oírme, recuperando los sentidos tan rápido como los había perdido. Pude levantarme a tiempo para parar otro golpe con las manos, cogiendo su pata, haciendo que las tablas bajo mis pies se hundiesen un poco. Di un salto para evitar otro golpe que venía por mi izquierda, todavía agarrándolo. Con fuerza lancé su pata hacia abajo, clavándola en el suelo de modo que no pudo sacarla de ahí. Envolví la cola en la extremidad de la criatura que había intentado atacarme por la izquierda y apreté todo lo que pude, aplastándola.
Me encontraba eufórico, una gran sonrisa no podía abandonar mi rostro. No iba a morir hoy, eso lo tenía bien claro.
Apenas razonaste aquella frase cuando comenzó a transformarse en un ser de fuego. No había sido complicado deducir que se trataba de un usuario zoan -especialmente tras ver sus alas-, pero entre las llamas y el humo asumiste que se trataba de uno de los tipos de fruta más raros: Una zoan mitológica. Con las pocas que había en el mundo quizá habías juzgado mal a Krein por su aspecto inocente; ¿habías caído en la misma trampa que tú tendías a los criminales? Quizá ese casual polizón era... No, definitivamente no. Menudo golpe se había llevado. Era un novato con suerte.
Hiciste un esfuerzo consciente por no abalanzarte al mismo tiempo que él contra aquella cosa. En su lugar, te dispusiste a estudiarlo. Tenía muchas patas, metálicas, y aunque su cuerpo parecía compuesto por barro y restos de madera estabas segura de que había algún mecanismo en su interior. Repasabas la anatomía de sus movimientos cada vez que hacía uno, cerciorándote de que sus ojos veían de verdad, de que su cuerpo se mantenía en mayor o menor medida erguido y, particularmente, de que su cuello -o torso, no sabrías decirlo con exactitud- se compactaba ligeramente cuando daba un golpe. Te estabas haciendo una idea un tanto bizarra de cómo controlaba aquel ser su piloto, pero tampoco había ningún indicio que te invitase a pensar lo contrario.
La criatura no había reparado en ti. Lo agradeciste. No te sentías en condiciones para pelear, no con el pecho acelerado y la cabeza en otra parte. Giraste en tu mano la espada, agarrando con la otra el reloj de Illje como si fuese a ayudar en algo. No del todo, pero te calmaba un poco la ansiedad. Pronto les darías cuerda, pero mientras tanto debías averiguar a qué te exponías allí. ¿Cómo podía haber un monstruo así? ¿Quién lo había creado? ¿Cómo se movía? Sus entresijos eran de lo más interesantes; también de lo más peligrosos. Te habría gustado decirle a Krein que intentase no dañarlo, pero ponerte exquisita en una situación así podía acabar con el muchacho malherido. Más malherido.
- Joder -musitaste, evitando mirar su rostro ensangrentado para centrarte en la bestia-. ¿Te encuentras bien?
Sin esperar respuesta enfocaste en una de sus patas. El mundo pasó a un segundo plano en el que solo existíais la bestia y tú. Lanzaste uno de los ganchos contra la bestia y el otro contra el suelo, aprovechado el primero para ganar impulso y el segundo para virar. Diste un par de vueltas por el aire a una distancia prudencial, ya con la mirada molesta del monstruo fijándose en ti a cada rato, aunque sin perder de vista al pirata. Respiraste hondo, apretaste la empuñadura de la espada y, en un movimiento estúpidamente arriesgado, pasaste por debajo de él evadiendo sus patas y rajando su parte inferior. Pudiste hundir la hoja por completo, pero no sucedió nada, y cuando aterrizaste enganchada a un árbol abrió su boca deforme y lanzó hacia ti un chorro de brea.
No tenías tiempo de evitarlo. No te daría para hacerlo. Adelantaste la mano y atrajiste hacia ella toda la masa negruzca, absorbiéndola. Una vez lo hiciste dejaste que tu mano volviese a la normalidad y descendiste hasta el suelo con cuidado.
- Debería haberle roto algo. -Confusa, te pusiste en guardia-. Debería tener mecanismos en la parte baja.
Pero no había nada.
Hiciste un esfuerzo consciente por no abalanzarte al mismo tiempo que él contra aquella cosa. En su lugar, te dispusiste a estudiarlo. Tenía muchas patas, metálicas, y aunque su cuerpo parecía compuesto por barro y restos de madera estabas segura de que había algún mecanismo en su interior. Repasabas la anatomía de sus movimientos cada vez que hacía uno, cerciorándote de que sus ojos veían de verdad, de que su cuerpo se mantenía en mayor o menor medida erguido y, particularmente, de que su cuello -o torso, no sabrías decirlo con exactitud- se compactaba ligeramente cuando daba un golpe. Te estabas haciendo una idea un tanto bizarra de cómo controlaba aquel ser su piloto, pero tampoco había ningún indicio que te invitase a pensar lo contrario.
La criatura no había reparado en ti. Lo agradeciste. No te sentías en condiciones para pelear, no con el pecho acelerado y la cabeza en otra parte. Giraste en tu mano la espada, agarrando con la otra el reloj de Illje como si fuese a ayudar en algo. No del todo, pero te calmaba un poco la ansiedad. Pronto les darías cuerda, pero mientras tanto debías averiguar a qué te exponías allí. ¿Cómo podía haber un monstruo así? ¿Quién lo había creado? ¿Cómo se movía? Sus entresijos eran de lo más interesantes; también de lo más peligrosos. Te habría gustado decirle a Krein que intentase no dañarlo, pero ponerte exquisita en una situación así podía acabar con el muchacho malherido. Más malherido.
- Joder -musitaste, evitando mirar su rostro ensangrentado para centrarte en la bestia-. ¿Te encuentras bien?
Sin esperar respuesta enfocaste en una de sus patas. El mundo pasó a un segundo plano en el que solo existíais la bestia y tú. Lanzaste uno de los ganchos contra la bestia y el otro contra el suelo, aprovechado el primero para ganar impulso y el segundo para virar. Diste un par de vueltas por el aire a una distancia prudencial, ya con la mirada molesta del monstruo fijándose en ti a cada rato, aunque sin perder de vista al pirata. Respiraste hondo, apretaste la empuñadura de la espada y, en un movimiento estúpidamente arriesgado, pasaste por debajo de él evadiendo sus patas y rajando su parte inferior. Pudiste hundir la hoja por completo, pero no sucedió nada, y cuando aterrizaste enganchada a un árbol abrió su boca deforme y lanzó hacia ti un chorro de brea.
No tenías tiempo de evitarlo. No te daría para hacerlo. Adelantaste la mano y atrajiste hacia ella toda la masa negruzca, absorbiéndola. Una vez lo hiciste dejaste que tu mano volviese a la normalidad y descendiste hasta el suelo con cuidado.
- Debería haberle roto algo. -Confusa, te pusiste en guardia-. Debería tener mecanismos en la parte baja.
Pero no había nada.
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fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
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Chasqueé la lengua molesto cuando vi que el ataque de Alice no había surtido efecto, ¿sería inmortal? Lo dudo bastante, algo se nos tenía que estar pasando. Me alejé un poco de la criatura, poniéndome al lado de mi nueva amiga, sin despegar el ojo de nuestro objetivo que por suerte parecía estar ahora entretenido intentando despegar su pata del suelo.
-Estoy perfectamente, aún me queda mucho por pelear.- Me pasé una mano por la frente, intentando limpiar un poco de la sangre que brotaba.- Tengo una idea, puede que sea un poco cruel, pero si lo que has hecho no lo ha tumbado, no creo que le pase demasiado si le quitamos todas las patas. Una vez que no pueda moverse podrás investigar todo lo que quieras.
Escupí un poco de sangre al lado y me crují los nudillos, preparándome para entrar de vuelta al combate. Miré entonces a la chica, ya que estaba, voy a aprovechar este segundo de paz.
-Por cierto, ¿luego podrías contarme lo de absorber cosas y cómo has encontrado a nuestro amigo? Parece bastante interesante.
Dicho esto, volví a correr para terminar esta batalla de una vez por todas. Mientras me acercaba, tuve que esquivar algunos proyectiles formados por la brea tan asquerosa que lo recubría enteramente. Me fijé entonces en lo que era exactamente. No tenía ni idea de qué podría ser, pero me recordaba mucho a la savia de los árboles o al componente tan raro que vi que algunas máquinas usaban en Karakuri para funcionar. Eso me dio una buena idea. Y si no funcionaba, todo animal salvaje le teme al fuego.
Inflé el pecho y escupí llamas al aire. Todavía tenía que perfeccionarlo, pero pude controlar más o menos la dirección del fuego hasta que las coloqué sobre mis puños, añadiendo potencia de fuego a mis golpes, nunca mejor dicho. Tras tener que agacharme para esquivar un golpe alto, di un salto hasta una de las patas, encaramándome a ella. Me agarré con fuerza para no caerme cuando comenzó a moverse para echarme y fui escalando por ella hasta llegar punto de unión, donde golpeé con fuerza, provocando que el fuego derritiese parte de la brea que lo mantenía unido. Cuando cayó la pierna, me aparté con velocidad pues la máquina no había perdido ni un segundo en intentar volver a darme, no podría aguantar otra serie de golpes como la de antes. Ahora solo tenía que repetir el proceso un par de veces más, con suerte Alice me estaría ayudando y esto sería pan comido.
Vi como la pierna que había perdido la criatura se fue separando poco a poco, la brea que lo mantenía todo unido parecía estar deshaciéndose una vez fue separada del cuerpo original, estaba bien saberlo. Quizá esta cosa fuese obra de un usuario de fruta del diablo, ¿alguien que se ha comido la fruta de la brea? ¿Una brea que puede dar vida a la basura? No parecía muy posible, pero tampoco iba a descartarlo, no tengo ni idea de qué tipo de mecanismo puede hacer posible algo así por lo que para mí es la opción más sencilla.
Por suerte, las heridas que había recibido me habían servido para poner más atención a esta pelea, mis sentidos estaban alerta y agudizados, por lo que pude quitarle otra pata usando el mismo método. Aunque esto desde luego había herido a la bestia, podía seguir perfectamente en pie y sus ganas de pelea seguían igual que al principio del encuentro. Si fuese una persona, la verdad es que sería un rival increíble, pero luchar contra algo que parecía no tener ni voluntad ni deseos era más que decepcionante la verdad.
-Estoy perfectamente, aún me queda mucho por pelear.- Me pasé una mano por la frente, intentando limpiar un poco de la sangre que brotaba.- Tengo una idea, puede que sea un poco cruel, pero si lo que has hecho no lo ha tumbado, no creo que le pase demasiado si le quitamos todas las patas. Una vez que no pueda moverse podrás investigar todo lo que quieras.
Escupí un poco de sangre al lado y me crují los nudillos, preparándome para entrar de vuelta al combate. Miré entonces a la chica, ya que estaba, voy a aprovechar este segundo de paz.
-Por cierto, ¿luego podrías contarme lo de absorber cosas y cómo has encontrado a nuestro amigo? Parece bastante interesante.
Dicho esto, volví a correr para terminar esta batalla de una vez por todas. Mientras me acercaba, tuve que esquivar algunos proyectiles formados por la brea tan asquerosa que lo recubría enteramente. Me fijé entonces en lo que era exactamente. No tenía ni idea de qué podría ser, pero me recordaba mucho a la savia de los árboles o al componente tan raro que vi que algunas máquinas usaban en Karakuri para funcionar. Eso me dio una buena idea. Y si no funcionaba, todo animal salvaje le teme al fuego.
Inflé el pecho y escupí llamas al aire. Todavía tenía que perfeccionarlo, pero pude controlar más o menos la dirección del fuego hasta que las coloqué sobre mis puños, añadiendo potencia de fuego a mis golpes, nunca mejor dicho. Tras tener que agacharme para esquivar un golpe alto, di un salto hasta una de las patas, encaramándome a ella. Me agarré con fuerza para no caerme cuando comenzó a moverse para echarme y fui escalando por ella hasta llegar punto de unión, donde golpeé con fuerza, provocando que el fuego derritiese parte de la brea que lo mantenía unido. Cuando cayó la pierna, me aparté con velocidad pues la máquina no había perdido ni un segundo en intentar volver a darme, no podría aguantar otra serie de golpes como la de antes. Ahora solo tenía que repetir el proceso un par de veces más, con suerte Alice me estaría ayudando y esto sería pan comido.
Vi como la pierna que había perdido la criatura se fue separando poco a poco, la brea que lo mantenía todo unido parecía estar deshaciéndose una vez fue separada del cuerpo original, estaba bien saberlo. Quizá esta cosa fuese obra de un usuario de fruta del diablo, ¿alguien que se ha comido la fruta de la brea? ¿Una brea que puede dar vida a la basura? No parecía muy posible, pero tampoco iba a descartarlo, no tengo ni idea de qué tipo de mecanismo puede hacer posible algo así por lo que para mí es la opción más sencilla.
Por suerte, las heridas que había recibido me habían servido para poner más atención a esta pelea, mis sentidos estaban alerta y agudizados, por lo que pude quitarle otra pata usando el mismo método. Aunque esto desde luego había herido a la bestia, podía seguir perfectamente en pie y sus ganas de pelea seguían igual que al principio del encuentro. Si fuese una persona, la verdad es que sería un rival increíble, pero luchar contra algo que parecía no tener ni voluntad ni deseos era más que decepcionante la verdad.
La conclusión a la que Krein había llegado parecía correcta, hasta cierto punto. Sin su medio de locomoción el artefacto-criatura estaría a vuestra merced para acercaros con relativa seguridad. Podría seguir lanzando esa cosa negra, claro, pero dudabas seriamente de que poseyese fuerza para pretender un cabezazo o siquiera para levantarse después de intentarlo. Estaba indefenso, en mayor o menor medida, si no podía moverse.
- Estoy segura de que sabes la respuesta a la primera -contestaste, echándole una ojeada a sus alas-. Venga, vamos a dejarlo cojo.
La cosa se había percatado de tu presencia. Eso no significaba que te prestase demasiada atención, pero sí que echaba la vista hacia ti con mayor frecuencia que antes. Si no hubiese sido por lo agresivo del ataque del chico probablemente se hubiese abalanzado contra ti, pero no era una bestia irracional y se había dado cuenta de que te movías en círculos amplios. Una carga frontal por tu parte era impensable, perseguirte casi una quimera y alcanzarte un sueño. Sin embargo cuando comenzases a moverte serías un blanco relativamente sencillo para su brea. Por desgracia para la cosa... No necesitabas moverte mucho.
- Ares -musitaste, envainando la espada.
En lugar de soltar la empuñadura deslizaste la mano hasta el pomo, llevando la otra también contra esta. Como si de un acto de artesanía se tratase extendiste una suave línea de oscuridad que alcanzó dos metros de largo. Con las palmas acariciaste su superficie, tallando una punta engalanada en su extremo, aún completamente negra, pero brillante como el más puro de los metales. Hiciste girar la lanza entre tus dedos hasta ponerte en guardia, con la punta adelantada y hacia el suelo, esperando por si la cosa hacía algo hacia ti. Krein la tenía bastante entretenida, por lo que muy pronto pudiste cambiar de posición y prepararte para el ataque.
Cerraste un ojo. El otro adquirió un brillo plateado mientras te concentrabas en las patas que aún le quedaban. No querías herir a Krein, así que esperabas que estuviese atento. Con más fuerza de la que te habría gustado admitir arrojaste la lanza contra la junta de una sus patas. En el aire, Ares se dividió en cinco lanzas más que impactaron en distintos puntos de las demás, y una de ellas en el cuerpo. Tu objetivo principal se separó de cuajo, y una segunda se dobló por una rótula incapaz de sostener el peso. No hizo falta acertar el resto porque a dos patas el ser no podía sostener su propio peso y cayó sobre sí mismo.
- Es el momento.
Te abalanzaste rápidamente. Recogiste a Ares y comenzaste a orbitar con los garfios alrededor del gólem, tratando de hundir el filo de la lanza hasta rajar a varios centímetros de profundidad. Cuando llegaste a la cabeza te alejaste de nuevo, esperando que se pelase como una mandarina. Solo había que esperar.
- Estoy segura de que sabes la respuesta a la primera -contestaste, echándole una ojeada a sus alas-. Venga, vamos a dejarlo cojo.
La cosa se había percatado de tu presencia. Eso no significaba que te prestase demasiada atención, pero sí que echaba la vista hacia ti con mayor frecuencia que antes. Si no hubiese sido por lo agresivo del ataque del chico probablemente se hubiese abalanzado contra ti, pero no era una bestia irracional y se había dado cuenta de que te movías en círculos amplios. Una carga frontal por tu parte era impensable, perseguirte casi una quimera y alcanzarte un sueño. Sin embargo cuando comenzases a moverte serías un blanco relativamente sencillo para su brea. Por desgracia para la cosa... No necesitabas moverte mucho.
- Ares -musitaste, envainando la espada.
En lugar de soltar la empuñadura deslizaste la mano hasta el pomo, llevando la otra también contra esta. Como si de un acto de artesanía se tratase extendiste una suave línea de oscuridad que alcanzó dos metros de largo. Con las palmas acariciaste su superficie, tallando una punta engalanada en su extremo, aún completamente negra, pero brillante como el más puro de los metales. Hiciste girar la lanza entre tus dedos hasta ponerte en guardia, con la punta adelantada y hacia el suelo, esperando por si la cosa hacía algo hacia ti. Krein la tenía bastante entretenida, por lo que muy pronto pudiste cambiar de posición y prepararte para el ataque.
Cerraste un ojo. El otro adquirió un brillo plateado mientras te concentrabas en las patas que aún le quedaban. No querías herir a Krein, así que esperabas que estuviese atento. Con más fuerza de la que te habría gustado admitir arrojaste la lanza contra la junta de una sus patas. En el aire, Ares se dividió en cinco lanzas más que impactaron en distintos puntos de las demás, y una de ellas en el cuerpo. Tu objetivo principal se separó de cuajo, y una segunda se dobló por una rótula incapaz de sostener el peso. No hizo falta acertar el resto porque a dos patas el ser no podía sostener su propio peso y cayó sobre sí mismo.
- Es el momento.
Te abalanzaste rápidamente. Recogiste a Ares y comenzaste a orbitar con los garfios alrededor del gólem, tratando de hundir el filo de la lanza hasta rajar a varios centímetros de profundidad. Cuando llegaste a la cabeza te alejaste de nuevo, esperando que se pelase como una mandarina. Solo había que esperar.
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Cuando por fin acabó el combate, volví a mi forma humana, suspirando un tanto cansado. La adrenalina había mantenido a raya todo el cansancio y el dolor y ahora que se estaba yendo, empezaba a notar las represalias del combate. En fin, nada que no pudiese aguantar. Me acerqué de nuevo a Alice, observando el bicho junto a ella.
-¿A qué se supone que estamos esperando? Oh…
Me callé cuando de golpe toda la brea empezó a evaporarse de la nada. El olor que desprendía aquel humo era sumamente desagradable, teniendo que taparme la nariz y mira que había olido cosas asquerosas en mi vida. Cuando aquel grotesco espectáculo terminó, quedó solamente el armatoste que se escondía bajo la capa superficial. Tras unos segundos en lo que parecía que no iba a ocurrir nada, de golpe un trozo de metal salió disparado hacia arriba, como si hubiese estado colocado a presión. Del hueco restante reptó una especie de babosa que estaba compuesta de la misma brea, solo que parecía bastante más débil y enfermiza. Estuve a punto de ir hacia ella para tocarla y ver qué era, pero el buen juicio de Alice al ver mis intenciones lo impidió. Esto si que me había dejado totalmente fuera, no tiene ningún sentido, definitivamente eso era lo que controlaba el resto, pero… ¿Era simplemente un animal salvaje?
-Esto sí que es raro… No tengo mucha idea sobre biología, ¿pero eso lo puede hacer un animal? ¿Qué clase de sitio es este que puede dar origen a algo así?
Me tensé de golpe al pensar en esa posibilidad. Quizá este no fuese el único en su especie, debía estar alerta por si de repente nos atacaba otro así. O peor, una versión modificada. Había tantas posibilidades… ¡Esto sí era una aventura! No pude contener la sonrisa, esto era emoción pura. Por fin algo reseñable de verdad que anotar en mi diario, la historia lo tenía todo. Un comienzo confuso e intrigante, una isla misteriosa, una nueva amistad… Ahora solo había que descubrir el resto, tenía que haber una explicación para que esta isla existiese, según había dicho Alice antes, no salía en los mapas. Me giré hacia la chica de nuevo, con nuevas energías renovadas.
-Bien, podríamos meter a esa babosa en un tarro y llevárnosla, podríamos seguir adentrándonos en busca de algo que explique todo esto… Las posibilidades son prácticamente infinitas.
Después de decir aquello, habiendo ya tomado una decisión en mi cabeza, me acerqué al linde del claro, intentando ver más allá de la espesura del bosque, aunque no había nada interesante a simple vista. En otro momento habría entrado sin pensar en busca de cualquier cosa, pero recordé las palabras de Jin la última vez que hice algo así: “Capitán, eres idiota.” Eso se debía a que la última vez acabamos totalmente perdidos y pensándolo bien, esta situación era bastante parecida. Volví a la escena del crimen, donde la babosa todavía agonizaba, intentando moverse hacia alguna dirección. Di una patada contra el suelo, molesto por no saber el próximo movimiento de mi aventura, golpeándome sin querer con una especie de tubo que estaba escondido entre la maleza. La grieta que creé por el golpe comenzó a rezumar ese líquido negro, lo cual era muy curioso. Vi que el tubo acababa a escasos metros de donde la criatura estaba la primera vez que la vimos, pero por el otro extremo parecía continuar y continuar. Sonreí contento, esto definitivamente era una pista.
-Ey, mira, creo que he encontrado algo.- Comenté señalando la dirección.
-¿A qué se supone que estamos esperando? Oh…
Me callé cuando de golpe toda la brea empezó a evaporarse de la nada. El olor que desprendía aquel humo era sumamente desagradable, teniendo que taparme la nariz y mira que había olido cosas asquerosas en mi vida. Cuando aquel grotesco espectáculo terminó, quedó solamente el armatoste que se escondía bajo la capa superficial. Tras unos segundos en lo que parecía que no iba a ocurrir nada, de golpe un trozo de metal salió disparado hacia arriba, como si hubiese estado colocado a presión. Del hueco restante reptó una especie de babosa que estaba compuesta de la misma brea, solo que parecía bastante más débil y enfermiza. Estuve a punto de ir hacia ella para tocarla y ver qué era, pero el buen juicio de Alice al ver mis intenciones lo impidió. Esto si que me había dejado totalmente fuera, no tiene ningún sentido, definitivamente eso era lo que controlaba el resto, pero… ¿Era simplemente un animal salvaje?
-Esto sí que es raro… No tengo mucha idea sobre biología, ¿pero eso lo puede hacer un animal? ¿Qué clase de sitio es este que puede dar origen a algo así?
Me tensé de golpe al pensar en esa posibilidad. Quizá este no fuese el único en su especie, debía estar alerta por si de repente nos atacaba otro así. O peor, una versión modificada. Había tantas posibilidades… ¡Esto sí era una aventura! No pude contener la sonrisa, esto era emoción pura. Por fin algo reseñable de verdad que anotar en mi diario, la historia lo tenía todo. Un comienzo confuso e intrigante, una isla misteriosa, una nueva amistad… Ahora solo había que descubrir el resto, tenía que haber una explicación para que esta isla existiese, según había dicho Alice antes, no salía en los mapas. Me giré hacia la chica de nuevo, con nuevas energías renovadas.
-Bien, podríamos meter a esa babosa en un tarro y llevárnosla, podríamos seguir adentrándonos en busca de algo que explique todo esto… Las posibilidades son prácticamente infinitas.
Después de decir aquello, habiendo ya tomado una decisión en mi cabeza, me acerqué al linde del claro, intentando ver más allá de la espesura del bosque, aunque no había nada interesante a simple vista. En otro momento habría entrado sin pensar en busca de cualquier cosa, pero recordé las palabras de Jin la última vez que hice algo así: “Capitán, eres idiota.” Eso se debía a que la última vez acabamos totalmente perdidos y pensándolo bien, esta situación era bastante parecida. Volví a la escena del crimen, donde la babosa todavía agonizaba, intentando moverse hacia alguna dirección. Di una patada contra el suelo, molesto por no saber el próximo movimiento de mi aventura, golpeándome sin querer con una especie de tubo que estaba escondido entre la maleza. La grieta que creé por el golpe comenzó a rezumar ese líquido negro, lo cual era muy curioso. Vi que el tubo acababa a escasos metros de donde la criatura estaba la primera vez que la vimos, pero por el otro extremo parecía continuar y continuar. Sonreí contento, esto definitivamente era una pista.
-Ey, mira, creo que he encontrado algo.- Comenté señalando la dirección.
Te mantuviste a la espera mientras la parte superior de la criatura se separaba violentamente del resto, como si fuese alguna clase de tapón. No habías pensado que pudiese estar cerrado a presión, aunque eso indicaba que quienquiera que estuviese ahí dentro no estaba solo. Desde el interior era poco probable que pudiese salir de ahí sin ayuda, mucho menos que pudiese manejar el delicado instrumental que se requería para encerrar algo de esa forma. Sin embargo cuando viste salir una extraña babosa negra envuelta en la misma brea que escupía reprimiste una arcada. Era asquerosa. ¿Qué demonios era?
Entre el desconcierto y el disgusto te llevaste la mano a la boca, queriendo dejar de mirar sin poder apartar los ojos del animal. Se movía lentamente con espasmos agonizantes, expulsando más brea por orificios que a primera vista no habías visto. Arrastrándose iba dejando esa baba negra que Krein estuvo a punto de tocar. Tuviste que pararle la mano casi por reflejo, quizá apretando su muñeca con algo más de fuerza de lo que debías, antes de retirarla rápidamente y sonreír con cierto nerviosismo.
- Creo que lo ideal es no tocarla -aclaraste-. No sabemos si es venenosa.
Krein pareció aceptar tu propuesta, ya que se detuvo y por un momento trató de quedarse observando. Tú negabas con la cabeza; habías sentido un aura humana, pero eso era de todo menos humano. Al menos, querías pensar que no había nadie ahí dentro. Parecía pensar, y a mantra no se aparecía como una bestia cualquiera. ¿Cómo podía eso estar ahí dentro? Resoplaste, dubitativa.
- Deberíamos matarlo -sentenciaste, en absoluto decidida-. Sea lo que sea está sufriendo. Y si en algún momento eso ha sido humano tendemos que encontrar al responsable de esto.
Osuka Sumisu era un revolucionario, o así solía venderlo el Gobierno Mundial. Sus poderes manejaban la piedra, así que dudabas que se tratase de él directamente, pero algo muy extraño había sucedido ahí para llegar a ese punto. Entonces el polizón dio con una posible respuesta. No una respuesta particularmente satisfactoria, pero una respuesta: Un tubo enorme, al menos gigante para ser un tubo. A ti te costaría entrar ahí, pero la aberración podría deslizarse por él sin problemas.
- ¿Y cómo demonios llegamos hasta el otro lado...? Vale, olvídalo. -La lanza se desvaneció en tus manos-. Vamos a dejar que eso entre y seguiremos su aura.
Entre el desconcierto y el disgusto te llevaste la mano a la boca, queriendo dejar de mirar sin poder apartar los ojos del animal. Se movía lentamente con espasmos agonizantes, expulsando más brea por orificios que a primera vista no habías visto. Arrastrándose iba dejando esa baba negra que Krein estuvo a punto de tocar. Tuviste que pararle la mano casi por reflejo, quizá apretando su muñeca con algo más de fuerza de lo que debías, antes de retirarla rápidamente y sonreír con cierto nerviosismo.
- Creo que lo ideal es no tocarla -aclaraste-. No sabemos si es venenosa.
Krein pareció aceptar tu propuesta, ya que se detuvo y por un momento trató de quedarse observando. Tú negabas con la cabeza; habías sentido un aura humana, pero eso era de todo menos humano. Al menos, querías pensar que no había nadie ahí dentro. Parecía pensar, y a mantra no se aparecía como una bestia cualquiera. ¿Cómo podía eso estar ahí dentro? Resoplaste, dubitativa.
- Deberíamos matarlo -sentenciaste, en absoluto decidida-. Sea lo que sea está sufriendo. Y si en algún momento eso ha sido humano tendemos que encontrar al responsable de esto.
Osuka Sumisu era un revolucionario, o así solía venderlo el Gobierno Mundial. Sus poderes manejaban la piedra, así que dudabas que se tratase de él directamente, pero algo muy extraño había sucedido ahí para llegar a ese punto. Entonces el polizón dio con una posible respuesta. No una respuesta particularmente satisfactoria, pero una respuesta: Un tubo enorme, al menos gigante para ser un tubo. A ti te costaría entrar ahí, pero la aberración podría deslizarse por él sin problemas.
- ¿Y cómo demonios llegamos hasta el otro lado...? Vale, olvídalo. -La lanza se desvaneció en tus manos-. Vamos a dejar que eso entre y seguiremos su aura.
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Cuando noté la fuerza del agarre me sorprendí con creces, ya sabía y había visto que desde luego no era una damisela en apuros, pero no me esperaba tanta fuerza en un cuerpo tan pequeño. Intenté no reírme del claro nerviosismo de la chica, haciéndole caso. No había pensado en un posible veneno, aunque tenía todo el sentido del mundo, cuando yo secretaba veneno, también me ponía igual de viscoso. Asentí ante su propuesta, era mucho más razonable que nos guiase hasta su guarida, ahí habría alguna explicación a todo esto.
-¿Seguiremos su aura? ¿Es algo que se puede aprender? Creía que era más bien algo de tu fruta, la cual todavía no entiendo demasiado bien, pero parece bastante guay.
Mientras le decía aquello me acerqué a la babosa, cogiendo un trozo metálico y poniéndoselo delante para que se subiese. El plan era bueno, pero si teníamos que esperar a que el bicho entrase por cuenta propia, estaríamos aquí hasta el infinito. Lo llevé tranquilamente hasta el orificio y lo dejé ahí, viendo cómo entraba poco a poco.
-¿Seguro que es nuestra mejor opción? Esto va a ser muy lento y…- Me callé cuando escuché el sonido como si una piedra cayese en un charco. Me giré de nuevo para ver a la babosa y pude ver cómo al entrar en contacto con el líquido se movía con mucha más rapidez.- Vale, retiro lo dicho.
Tanto Alice como yo nos pusimos en movimiento, yo más bien siguiéndola a ella ya que de algún modo parecía percibir su presencia. Era algo de lo más curioso, pero supongo que quizá no fuese tan raro como pensaba. No hacía ni un año que había salido por fin de casa y ahora que tenía que enfrentarme a la inmensidad del mundo, todo me parecía absolutamente grande y desconocido. Era desde luego una maravilla, es cierto que había leído bastantes libros, pero ninguno hablaba demasiado del mundo exterior con profundidad, la mayoría eran libros históricos, fábulas y novelas de ficción por lo que no podía discernir del todo qué partes eran invención del autor y cuáles eran reales. Cada día conocía más y más, desgraciadamente el mal que habitaba en mi hogar se encontraba en gran medida en todas partes, pero eso no podía desanimarme. Visiones como las que había tenido hoy, con esa criatura horrible y lo que lo controlaba, no alentaban demasiado. Pero supongo que por eso había tanta maldad en el mundo. La gente perdía la esperanza de poder significar un cambio real en su entorno y eso solo añadía leña al fuego. Por eso debía pelear por los que no podían. Tras unos minutos de marcha rápida, miré a Alice.
-Supongo que el plan es llegar hasta la fuente de todo esto, encontrar al culpable, darle una paliza, descubrir si se puede revertir para ayudar a nuestra querida babosa del tubo y si no detener el proceso para el futuro, ¿verdad? Al menos no suena complicado.
Al final todo se resumía a lo mismo.
-¿Seguiremos su aura? ¿Es algo que se puede aprender? Creía que era más bien algo de tu fruta, la cual todavía no entiendo demasiado bien, pero parece bastante guay.
Mientras le decía aquello me acerqué a la babosa, cogiendo un trozo metálico y poniéndoselo delante para que se subiese. El plan era bueno, pero si teníamos que esperar a que el bicho entrase por cuenta propia, estaríamos aquí hasta el infinito. Lo llevé tranquilamente hasta el orificio y lo dejé ahí, viendo cómo entraba poco a poco.
-¿Seguro que es nuestra mejor opción? Esto va a ser muy lento y…- Me callé cuando escuché el sonido como si una piedra cayese en un charco. Me giré de nuevo para ver a la babosa y pude ver cómo al entrar en contacto con el líquido se movía con mucha más rapidez.- Vale, retiro lo dicho.
Tanto Alice como yo nos pusimos en movimiento, yo más bien siguiéndola a ella ya que de algún modo parecía percibir su presencia. Era algo de lo más curioso, pero supongo que quizá no fuese tan raro como pensaba. No hacía ni un año que había salido por fin de casa y ahora que tenía que enfrentarme a la inmensidad del mundo, todo me parecía absolutamente grande y desconocido. Era desde luego una maravilla, es cierto que había leído bastantes libros, pero ninguno hablaba demasiado del mundo exterior con profundidad, la mayoría eran libros históricos, fábulas y novelas de ficción por lo que no podía discernir del todo qué partes eran invención del autor y cuáles eran reales. Cada día conocía más y más, desgraciadamente el mal que habitaba en mi hogar se encontraba en gran medida en todas partes, pero eso no podía desanimarme. Visiones como las que había tenido hoy, con esa criatura horrible y lo que lo controlaba, no alentaban demasiado. Pero supongo que por eso había tanta maldad en el mundo. La gente perdía la esperanza de poder significar un cambio real en su entorno y eso solo añadía leña al fuego. Por eso debía pelear por los que no podían. Tras unos minutos de marcha rápida, miré a Alice.
-Supongo que el plan es llegar hasta la fuente de todo esto, encontrar al culpable, darle una paliza, descubrir si se puede revertir para ayudar a nuestra querida babosa del tubo y si no detener el proceso para el futuro, ¿verdad? Al menos no suena complicado.
Al final todo se resumía a lo mismo.
- Puede aprenderse -contestaste-, pero no es sencillo. Es una habilidad innata de los ángeles, o eso solía decir Surya. -Te diste cuenta de que Krein no conocía a Surya, así que optaste por aclararlo-: Un ángel con el que viajé un tiempo. Venía de un reino en los cielos, más allá de las nubes y gobernado por su dios. -Sonreíste-. Bueno, nuestro dios.
Solía ser llamada fe porque requería de una creencia en lo no comprobable. Conocer al ángel por un lado había reforzado tus convicciones, pero estabas segura de que en parte había pervertido lo que solía ser tu devoción. Había algo más allá y habías podido experimentarlo. Qué diantres, hasta habías aprendido a despertar ese ojo divino capaz de atisbar entre las nieblas del futuro. De alguna manera te habían bendecido, y solía reconfortarte el pensar que Surya había partido una vez tú controlabas la habilidad que él solía llamar Mantra.
- Debo parecer una loca cuando cuento estas cosas -dijiste, finalmente-. El mantra es un poder que se puede desarrollar una vez eres capaz de ver en ti misma. Cuando te conoces, cuando todas las voces de tu pensamiento hablan sin distraerte y puedes escuchar lo que dicen todas ellas, entonces empiezas a oír las de los demás. Las de la gente a tu alrededor, cuando estás muy cerca, y si te concentras casi cualquiera que no esté demasiado lejos. Es... No sé cómo explicarlo; toda tú eres parte de algo más grande que respira contigo, que siente a tu lado, y que te habla en una lengua que con esfuerzo puedes llegar a aprender.
Ni siquiera habías comenzado a profundizar en todo lo que significaba el Haki -Mantra, como lo llamaba preferentemente Surya-, pero habías comenzado a entenderlo. Era probablemente la habilidad más poderosa de tu arsenal, por encima del poderoso Haki de armadura y a la par con la yami yami no mi. Sí, definitivamente era como mínimo igual de importante que la fruta.
- En realidad no conozco ninguna fruta que otorgue poderes extrasensoriales. Y... Sí, es una forma sencilla de decirlo.
Apretaste las manos pretendiendo no pensar en los relojes. Respiraste hondo un par de veces, buscando concentrarte, y señalaste una dirección. No podías escuchar su voz una vez se sumergía y alejaba, pero dudabas que el camino siguiese curvas. Señalaste con la mano Hacia donde se movía y comenzaste a caminar hacia ahí.
- A ver si tenemos suerte y podemos entregar al culpable en el Gremio -comentaste-. Empieza a acabarse el dinero y mami necesita relojes nuevos.
Solía ser llamada fe porque requería de una creencia en lo no comprobable. Conocer al ángel por un lado había reforzado tus convicciones, pero estabas segura de que en parte había pervertido lo que solía ser tu devoción. Había algo más allá y habías podido experimentarlo. Qué diantres, hasta habías aprendido a despertar ese ojo divino capaz de atisbar entre las nieblas del futuro. De alguna manera te habían bendecido, y solía reconfortarte el pensar que Surya había partido una vez tú controlabas la habilidad que él solía llamar Mantra.
- Debo parecer una loca cuando cuento estas cosas -dijiste, finalmente-. El mantra es un poder que se puede desarrollar una vez eres capaz de ver en ti misma. Cuando te conoces, cuando todas las voces de tu pensamiento hablan sin distraerte y puedes escuchar lo que dicen todas ellas, entonces empiezas a oír las de los demás. Las de la gente a tu alrededor, cuando estás muy cerca, y si te concentras casi cualquiera que no esté demasiado lejos. Es... No sé cómo explicarlo; toda tú eres parte de algo más grande que respira contigo, que siente a tu lado, y que te habla en una lengua que con esfuerzo puedes llegar a aprender.
Ni siquiera habías comenzado a profundizar en todo lo que significaba el Haki -Mantra, como lo llamaba preferentemente Surya-, pero habías comenzado a entenderlo. Era probablemente la habilidad más poderosa de tu arsenal, por encima del poderoso Haki de armadura y a la par con la yami yami no mi. Sí, definitivamente era como mínimo igual de importante que la fruta.
- En realidad no conozco ninguna fruta que otorgue poderes extrasensoriales. Y... Sí, es una forma sencilla de decirlo.
Apretaste las manos pretendiendo no pensar en los relojes. Respiraste hondo un par de veces, buscando concentrarte, y señalaste una dirección. No podías escuchar su voz una vez se sumergía y alejaba, pero dudabas que el camino siguiese curvas. Señalaste con la mano Hacia donde se movía y comenzaste a caminar hacia ahí.
- A ver si tenemos suerte y podemos entregar al culpable en el Gremio -comentaste-. Empieza a acabarse el dinero y mami necesita relojes nuevos.
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Asentí lentamente, era bastante para procesar de una. Una habilidad enseñada por un dios en una isla que está en los cielos. Tenía que decirle a Jin que debía llevarnos hasta allí, ya que se encargase él de descubrir cómo. La parte negativa de la explicación fue… Bueno, toda. Sonaba muy complicado eso de conocerse completamente hasta los niveles de adquirir un sensor de ese calibre. Apreté los dientes molesto ante mi propio pensamiento, por supuesto que debía ser algo complicado, era un poder único y para ser poderoso había que poner mucho esfuerzo, si me quejaba ante algo así, no podría llegar nunca a ser Rey de los Piratas.
-No es una locura, es decir, ¿acabas de ver a lo que nos hemos enfrentado? Es un poco crédulo por mi parte, pero prefiero confiar y creer en este tipo de cosas hasta que vea con mis propios ojos que no es cierto.- Le sonreí entonces a la chica.- Además, no me has dado ninguna razón para no confiar en tu palabra. Intentaré aprender lo que dices, ahora que me he decidido a hacerlo, es solo cuestión de tiempo que lo consiga.
Agradecí de nuevo el radar que tenía, facilitaba mucho las cosas, habría sido un problema tener que seguir el tubo excavando en la tierra para asegurarnos de que íbamos por el buen camino. Sin embargo, mi calma se vio interrumpida ante la mención del Gremio. La vi durante unos segundos, no me esperaba que fuese una cazarrecompensas, aunque… Ahora que lo pensaba, era lo más lógico. Por eso su barco no tenía ninguna bandera pirata o del gobierno y derivados, una persona así de fuerte obviamente no sería tampoco un civil normal y corriente. Tragué saliva, inquietándome un poco, tampoco quería pelearme con ella, a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, habíamos combatido juntos, me había dejado ropa, estar en su barco por un error mío… Por suerte no se había dado cuenta de que era un pirata, menos mal que la confusión inicial que tenía al despertar evitó que me presentase como pirata. Igual tampoco debería ponerme demasiado nervioso, hasta ahora me he comportado como haría siempre y no parecía sospechar nada. Al darme cuenta de que quizá llevaba demasiado tiempo pensando, decidí intentar seguir una conversación normal.
-Veo que aprecias mucho tus relojes, a mí me pasa lo mismo con un libro, es mi favorito. Cuenta por encima la historia de una gente que vivió hace cientos de años y cambió el mundo.- Me mordí la lengua cuando estuve a punto de decir que fue lo que me inspiró a salir a la mar, a lo mejor Alice conocía el libro y eso me hubiese delatado totalmente.
Que bueno, igual tampoco había sido demasiado buena idea contar nada relacionado con mi libro… Da igual, con suerte solo me hace parecer un friki de los piratas, que tampoco iba del todo desencaminada con esa observación. Tenía que practicar más eso de hablar con otra gente, si no lo dirigía hacia temas que conociese o me interesaran, me perdía y ahora esa manía mía podría ponerme en peligro.
-No es una locura, es decir, ¿acabas de ver a lo que nos hemos enfrentado? Es un poco crédulo por mi parte, pero prefiero confiar y creer en este tipo de cosas hasta que vea con mis propios ojos que no es cierto.- Le sonreí entonces a la chica.- Además, no me has dado ninguna razón para no confiar en tu palabra. Intentaré aprender lo que dices, ahora que me he decidido a hacerlo, es solo cuestión de tiempo que lo consiga.
Agradecí de nuevo el radar que tenía, facilitaba mucho las cosas, habría sido un problema tener que seguir el tubo excavando en la tierra para asegurarnos de que íbamos por el buen camino. Sin embargo, mi calma se vio interrumpida ante la mención del Gremio. La vi durante unos segundos, no me esperaba que fuese una cazarrecompensas, aunque… Ahora que lo pensaba, era lo más lógico. Por eso su barco no tenía ninguna bandera pirata o del gobierno y derivados, una persona así de fuerte obviamente no sería tampoco un civil normal y corriente. Tragué saliva, inquietándome un poco, tampoco quería pelearme con ella, a pesar del poco tiempo que llevábamos juntos, habíamos combatido juntos, me había dejado ropa, estar en su barco por un error mío… Por suerte no se había dado cuenta de que era un pirata, menos mal que la confusión inicial que tenía al despertar evitó que me presentase como pirata. Igual tampoco debería ponerme demasiado nervioso, hasta ahora me he comportado como haría siempre y no parecía sospechar nada. Al darme cuenta de que quizá llevaba demasiado tiempo pensando, decidí intentar seguir una conversación normal.
-Veo que aprecias mucho tus relojes, a mí me pasa lo mismo con un libro, es mi favorito. Cuenta por encima la historia de una gente que vivió hace cientos de años y cambió el mundo.- Me mordí la lengua cuando estuve a punto de decir que fue lo que me inspiró a salir a la mar, a lo mejor Alice conocía el libro y eso me hubiese delatado totalmente.
Que bueno, igual tampoco había sido demasiado buena idea contar nada relacionado con mi libro… Da igual, con suerte solo me hace parecer un friki de los piratas, que tampoco iba del todo desencaminada con esa observación. Tenía que practicar más eso de hablar con otra gente, si no lo dirigía hacia temas que conociese o me interesaran, me perdía y ahora esa manía mía podría ponerme en peligro.
Tic, tac. Tic, tac. A cada paso que dabas las manecillas del reloj de Illje, casi silenciosas, embotaban tu cabeza con su paso inquebrantable. Consultaste la hora una vez más, calculando el tiempo que te quedaba antes de que todos se detuviesen. A esas alturas incluso si uno o dos se hubiesen parado a tu llegada no sería por completo una mala noticia. Miraste a los lados, como buscando en un recuerdo los más susceptibles. Uno de pared, el primero que solías cargar, y uno de mesita, un despertador analógico con un curioso sistema de campana activada por tensión, pero con menos capacidad de retención de la cuerda. Suspiraste, agobiada.
- He perdido el rastro, pero tampoco importa mucho. -En realidad te frustraba-. Los últimos cien metros solo se ha movido en línea recta. Malo será que no continúe en esa dirección.
Cabía suponer que además la salida estaría por el centro. Quizá ahí hubiese un intercambiador radial que permitiese a la babosa moverse por todas partes, o a quienquiera que estuviese detrás de aquello ir enviándolas sin mayores problemas logísticos. Lo que te perturbaba de verdad, de entre todo lo que podías llegar a cuestionar, era el hecho de que la babosa no estaba desnuda cuando os la habíais encontrado. A su alrededor había una capa de musgo, tierra, manglar y un mecanismo metálico en sus patas. Tenía que significar algo. Sin embargo, Krein te distrajo de tus pensamientos por un momento.
- Cuando era pequeña leía el mismo libro una y otra vez -comentaste-. Un mundo mágico en el que una niña debía desenvolverse entre sonrisas sin gato, orugas videntes y reinas de corazones. Durante muchos años tuve que conformarme con leer aventuras de otros hasta que empezamos a escribir la nuestra. -Te diste cuenta tarde, pero preferiste no darle importancia-. El mundo que cambió Monkey D. Luffy ya no existe, Krein; y mientras no mates indiscriminadamente o te vuelvas una amenaza no hay nada que me obligue a cazarte. Ni siquiera tienes recompensa, me da igual que seas un pirata. -Reíste con cierta confianza-. Mi tripulación también lo era. Y mi barco, vaya.
Duvalle entregada, grumetes sin delitos de sangre ni recompensa, hombres fieles que no habían dejado de ser marineros pero vivían con la seguridad de dormir a pierna suelta. No había sido difícil convencerlos. Por otro lado, era obvio a qué se dedicaba Krein; ¿por qué si no se habría puesto nervioso? Eso sin contar que se veía a la legua y que había aceptado reunirse con su amigo en Dark Dome. Pero es que tampoco recordabas su cara de ningún cartel, así que no había por qué enfrentarte a él. Por novato que fuera, seguía poseyendo una fruta muy peligrosa.
En cualquier caso seguisteis caminando y en el centro de la isla se confirmaron tus sospechas: Doce bocas de tubo, de una de las cuales salió la babosa -u otra, la verdad es que resultaba complicado saberlo- que comenzó a arrastrarse hasta un montón de escombros. Estaban babados con aquella brea y, cuando los tocó, empezaron a rodearla. No lo entendías.
- Lo que sea que genera esto tiene que estar por aquí. ¡Vamos!
- He perdido el rastro, pero tampoco importa mucho. -En realidad te frustraba-. Los últimos cien metros solo se ha movido en línea recta. Malo será que no continúe en esa dirección.
Cabía suponer que además la salida estaría por el centro. Quizá ahí hubiese un intercambiador radial que permitiese a la babosa moverse por todas partes, o a quienquiera que estuviese detrás de aquello ir enviándolas sin mayores problemas logísticos. Lo que te perturbaba de verdad, de entre todo lo que podías llegar a cuestionar, era el hecho de que la babosa no estaba desnuda cuando os la habíais encontrado. A su alrededor había una capa de musgo, tierra, manglar y un mecanismo metálico en sus patas. Tenía que significar algo. Sin embargo, Krein te distrajo de tus pensamientos por un momento.
- Cuando era pequeña leía el mismo libro una y otra vez -comentaste-. Un mundo mágico en el que una niña debía desenvolverse entre sonrisas sin gato, orugas videntes y reinas de corazones. Durante muchos años tuve que conformarme con leer aventuras de otros hasta que empezamos a escribir la nuestra. -Te diste cuenta tarde, pero preferiste no darle importancia-. El mundo que cambió Monkey D. Luffy ya no existe, Krein; y mientras no mates indiscriminadamente o te vuelvas una amenaza no hay nada que me obligue a cazarte. Ni siquiera tienes recompensa, me da igual que seas un pirata. -Reíste con cierta confianza-. Mi tripulación también lo era. Y mi barco, vaya.
Duvalle entregada, grumetes sin delitos de sangre ni recompensa, hombres fieles que no habían dejado de ser marineros pero vivían con la seguridad de dormir a pierna suelta. No había sido difícil convencerlos. Por otro lado, era obvio a qué se dedicaba Krein; ¿por qué si no se habría puesto nervioso? Eso sin contar que se veía a la legua y que había aceptado reunirse con su amigo en Dark Dome. Pero es que tampoco recordabas su cara de ningún cartel, así que no había por qué enfrentarte a él. Por novato que fuera, seguía poseyendo una fruta muy peligrosa.
En cualquier caso seguisteis caminando y en el centro de la isla se confirmaron tus sospechas: Doce bocas de tubo, de una de las cuales salió la babosa -u otra, la verdad es que resultaba complicado saberlo- que comenzó a arrastrarse hasta un montón de escombros. Estaban babados con aquella brea y, cuando los tocó, empezaron a rodearla. No lo entendías.
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Dorito
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Agilidad
Destreza
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Akuma no mi
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-¡Eso es justo lo que yo hacía!- La emoción en mi cara era mucho más que clara, nunca había tenido algo así en común con nadie.- ¿Cuál es el título del libro? Me gustaría leerlo alguna vez.
Me descolocó un poco que me hubiera descubierto tan rápido. ¿Tan obvio había sido? Me había parecido que lo estaba llevando con naturalidad… Bueno, al menos nuestra amistad seguía intacta, que era lo que más me preocupaba en este punto. Sin embargo, las palabras que dijo sobre Luffy y este mundo me hicieron fruncir el ceño, había algo en cómo lo había dicho que me molestaba.
-Sí, tienes razón, lo que consiguió hace tanto tiempo se perdió con casi la misma rapidez con la que lo consiguió… Por eso le estoy tomando la palabra ahora, porque nos dio algo muy bonito y lo desaprovechamos.- Le sonreí entonces, estaba acostumbrado a que la gente no me animara con este tema.- Además, me estoy divirtiendo mucho por el camino, solo el viaje ya ha merecido la pena. Ya he cambiado la vida de una persona, de mi navegante, y eso es algo que tiene un valor incalculable, solo me queda hacerlo con el resto del mundo.- La miré esta vez con cierta diversión.- Y cuando tenga una recompensa altísima, podrás ir a darme caza, la verdad es que me haría mucha ilusión.
Observé los tubos, dándome cuenta rápidamente de que estaban colocados en formación de círculo, lo cual era de lo más extraño. Ignoré a la babosa, eso solo me distraería y no nos ayudaría a ninguno de los dos por lo que intenté poner todo de mi parte para ver cualquier indicio a nuestro alrededor sobre algo que nos dijese dónde estaba el culpable. No tenía sentido, si había algo aquí construido, debería verse, en este sitio no había nada relevante, pero no había nada que superase la altura de los árboles. ¿Cómo podría esconderse algo así? Aunque… Quizá… Miré de nuevo hacia los tubos, sonriendo cuando uno de los escombros que salió volando hacia la babosa destapó lo que parecía ser parte de una puerta metálica.
-¡Alice, lo tengo!- Exclamé en el instante que lo vi, corriendo hacia el lugar.- No vemos nada fuera, porque no hay nada fuera, ya vimos que la isla está hecha por mogollón de restos de barcos y maquinaria, tiene sentido que… ¡Ajá!
Tras apartar un par de hierbas muertas y demás pedruscos, encontré la manivela, que giré con rapidez para que Alice y yo nos metieramos antes de que la bestia se formase por completo. Levanté la pesada puerta y la miré, esperando a que saltara dentro, cerrando la puerta detrás de nosotros. Por suerte, no hubo ningún problema con la espesa oscuridad que se creó, inflé mi pecho con las llamas, viéndose un poco la luz a través de mi pecho. Por si acaso decidí quedarme así, si hubiera más brea aquí dentro, Alice podría acabar quemada viva. Además, quizá ella agradecería que me callase un poco.
Me descolocó un poco que me hubiera descubierto tan rápido. ¿Tan obvio había sido? Me había parecido que lo estaba llevando con naturalidad… Bueno, al menos nuestra amistad seguía intacta, que era lo que más me preocupaba en este punto. Sin embargo, las palabras que dijo sobre Luffy y este mundo me hicieron fruncir el ceño, había algo en cómo lo había dicho que me molestaba.
-Sí, tienes razón, lo que consiguió hace tanto tiempo se perdió con casi la misma rapidez con la que lo consiguió… Por eso le estoy tomando la palabra ahora, porque nos dio algo muy bonito y lo desaprovechamos.- Le sonreí entonces, estaba acostumbrado a que la gente no me animara con este tema.- Además, me estoy divirtiendo mucho por el camino, solo el viaje ya ha merecido la pena. Ya he cambiado la vida de una persona, de mi navegante, y eso es algo que tiene un valor incalculable, solo me queda hacerlo con el resto del mundo.- La miré esta vez con cierta diversión.- Y cuando tenga una recompensa altísima, podrás ir a darme caza, la verdad es que me haría mucha ilusión.
Observé los tubos, dándome cuenta rápidamente de que estaban colocados en formación de círculo, lo cual era de lo más extraño. Ignoré a la babosa, eso solo me distraería y no nos ayudaría a ninguno de los dos por lo que intenté poner todo de mi parte para ver cualquier indicio a nuestro alrededor sobre algo que nos dijese dónde estaba el culpable. No tenía sentido, si había algo aquí construido, debería verse, en este sitio no había nada relevante, pero no había nada que superase la altura de los árboles. ¿Cómo podría esconderse algo así? Aunque… Quizá… Miré de nuevo hacia los tubos, sonriendo cuando uno de los escombros que salió volando hacia la babosa destapó lo que parecía ser parte de una puerta metálica.
-¡Alice, lo tengo!- Exclamé en el instante que lo vi, corriendo hacia el lugar.- No vemos nada fuera, porque no hay nada fuera, ya vimos que la isla está hecha por mogollón de restos de barcos y maquinaria, tiene sentido que… ¡Ajá!
Tras apartar un par de hierbas muertas y demás pedruscos, encontré la manivela, que giré con rapidez para que Alice y yo nos metieramos antes de que la bestia se formase por completo. Levanté la pesada puerta y la miré, esperando a que saltara dentro, cerrando la puerta detrás de nosotros. Por suerte, no hubo ningún problema con la espesa oscuridad que se creó, inflé mi pecho con las llamas, viéndose un poco la luz a través de mi pecho. Por si acaso decidí quedarme así, si hubiera más brea aquí dentro, Alice podría acabar quemada viva. Además, quizá ella agradecería que me callase un poco.
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