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El "Armonía del Atardecer", un enorme crucero de más de doscientos metros de eslora, con siete cubiertas superiores y otras siete inferiores equipado con camarotes para todas las clases, casino, restaurantes, salas de juego, teatro para obras y conciertos, varias piscinas y una gran variedad de entretenimiento mundano que no recordaba en ese momento. Una embarcación de recreo, para resumir, una de las que la gente usa para pasar unas vacaciones inolvidables mientras disfruta de una o varias etapas de la ruta de este mar, una bastante estable, por lo que había escuchado, con las ventajas de contar con algunos "atajos comerciales" que evitaban las zonas de mayor peligro. Hacía años que esta compañía no tenía problemas, ni accidentes ni con la piratería, y puede que fuera en parte por nuestro destino Dark Dome. Demasiado dinero en este barco, por lo que había visto, dinero que iría a parar en parte a la siguiente isla, una isla en la cual había más de un negocio cuestionable de gente con la suficiente influencia como para no dejar que unos rufianes dieran problemas en medio del mar. Y yo, sinceramente, esperaba que no hubiese ningún problema, o por lo menos era lo que pensaba al ver pasar a una pareja de hombres con un traje algo casual, con gafas de sol y una ropa lo suficientemente holgada como para esconder más de un arma pequeña. Destacaban demasiado, estaban tensos, a diferencia del resto de tripulantes, para alguien con buen ojo gritaban "personal de seguridad" a cientos de metros, pero su presencia me aliviaba más de lo que debería.
Pero ¿Cuál era la razón de este alivio? ¿acaso no eras una máquina de matar entrenada para salir de situaciones difíciles? la presencia de uno o dos hombres armados no debería de suponer ninguna diferencia. Bueno, en este caso sí que lo suponía. Porque resulta que la máquina de matar sin sentimientos había quedado sumergida a más de veinte metros bajo la superficie del mar. RAL, el traje y la máscara y prácticamente todo el arsenal estaban en una taquilla metida en un submarino que nos hacía de escolta ¿Y a quién le había tocado hacer la labor de paisano? ¿Al peliblanco extrovertido amante de los explosivos? No ¿A la, literalmente, máquina de matar sin sentimientos? Tampoco y, siendo sinceros no quería imaginármelo con una camisa de flores y un sombrero de pala tomando una piña colada en una tumbona al lado de la piscina. No, le había tocado a la chica con ansiedad social que le daba un microinfarto cada vez que un camarero le preguntaba si deseaba una bebida. "Llévate ropa cómoda porque vas de vacaciones pagadas" fue lo único que me dijeron antes de darme una maleta con el informe dentro y dejarme en este barco.
Tras evitar casi de forma instintiva las miradas de los pasajeros y llegar a mi camarote, comprobar que no hubiera grabadoras ocultas, dispositivos remotos, ni cámaras escondidas, deshice la maleta y saqué el informe disimulado entre las páginas de un libro. El grueso de la misión se llevaría a cabo en Dark Dome, estaba claro que la filtración de datos de la que me encargué en Bloothe había tenido un origen en algún sitio, y los de inteligencia habían rastreado al principal sospechoso en aquella ciudad. Pero si llegábamos en un barco oficial y con los uniformes cantaría demasiado. A parte de que nuestra llegada debía ser secreta, cabía la posibilidad de que hubiera informantes entre los barcos que hacían las rutas más habituales que daban a la ciudad. Puede que no hubiese nadie implicado a bordo, puede que sí, pero por si acaso alguien debía hacerse pasar por un turista más e investigar en los días que duraba el trayecto. Obviamente Omega era alguien conocido y de aspecto llamativo, Matt ya ni digamos. Pero el mío nadie lo conocía, ni siquiera mis compañeros. Simplemente me resigné a la misión, leí los datos y me deshice el informe en cuanto pude.
Habían pasado dos días de trayecto y no tenía nada, eran cientos de personas las que estaban de pasajeros, sin contar con el personal de a bordo, e ir por ahí preguntando si había alguien nuevo o con una historia que no cuadrase no era lo mío. Al final las posibilidades de que esto fuera una gran pérdida de tiempo, una forma de forzarme unas vacaciones, o un plan urdido para poder ver mi verdadero rostro, no dejaban de rondar mi cabeza. Decidí tomarme un descanso e ir a tomar algo dulce en una de las cafeterías de la cubierta, que me diera el sol un poco y poder descansar la cabeza durante media hora. No había visto nada, nadie comportándose de manera sospechosa, nadie con un aspecto llamativo que dijese "mira soy el malo" ni ninguna "mirada" que resaltase entre las de la muchedumbre. Suspiré y di un sorbo a mi sorbete de café mirando con ojos vacíos a la gente que iba y venía ¿Eso era un ornitorrinco?
Pero ¿Cuál era la razón de este alivio? ¿acaso no eras una máquina de matar entrenada para salir de situaciones difíciles? la presencia de uno o dos hombres armados no debería de suponer ninguna diferencia. Bueno, en este caso sí que lo suponía. Porque resulta que la máquina de matar sin sentimientos había quedado sumergida a más de veinte metros bajo la superficie del mar. RAL, el traje y la máscara y prácticamente todo el arsenal estaban en una taquilla metida en un submarino que nos hacía de escolta ¿Y a quién le había tocado hacer la labor de paisano? ¿Al peliblanco extrovertido amante de los explosivos? No ¿A la, literalmente, máquina de matar sin sentimientos? Tampoco y, siendo sinceros no quería imaginármelo con una camisa de flores y un sombrero de pala tomando una piña colada en una tumbona al lado de la piscina. No, le había tocado a la chica con ansiedad social que le daba un microinfarto cada vez que un camarero le preguntaba si deseaba una bebida. "Llévate ropa cómoda porque vas de vacaciones pagadas" fue lo único que me dijeron antes de darme una maleta con el informe dentro y dejarme en este barco.
Tras evitar casi de forma instintiva las miradas de los pasajeros y llegar a mi camarote, comprobar que no hubiera grabadoras ocultas, dispositivos remotos, ni cámaras escondidas, deshice la maleta y saqué el informe disimulado entre las páginas de un libro. El grueso de la misión se llevaría a cabo en Dark Dome, estaba claro que la filtración de datos de la que me encargué en Bloothe había tenido un origen en algún sitio, y los de inteligencia habían rastreado al principal sospechoso en aquella ciudad. Pero si llegábamos en un barco oficial y con los uniformes cantaría demasiado. A parte de que nuestra llegada debía ser secreta, cabía la posibilidad de que hubiera informantes entre los barcos que hacían las rutas más habituales que daban a la ciudad. Puede que no hubiese nadie implicado a bordo, puede que sí, pero por si acaso alguien debía hacerse pasar por un turista más e investigar en los días que duraba el trayecto. Obviamente Omega era alguien conocido y de aspecto llamativo, Matt ya ni digamos. Pero el mío nadie lo conocía, ni siquiera mis compañeros. Simplemente me resigné a la misión, leí los datos y me deshice el informe en cuanto pude.
Habían pasado dos días de trayecto y no tenía nada, eran cientos de personas las que estaban de pasajeros, sin contar con el personal de a bordo, e ir por ahí preguntando si había alguien nuevo o con una historia que no cuadrase no era lo mío. Al final las posibilidades de que esto fuera una gran pérdida de tiempo, una forma de forzarme unas vacaciones, o un plan urdido para poder ver mi verdadero rostro, no dejaban de rondar mi cabeza. Decidí tomarme un descanso e ir a tomar algo dulce en una de las cafeterías de la cubierta, que me diera el sol un poco y poder descansar la cabeza durante media hora. No había visto nada, nadie comportándose de manera sospechosa, nadie con un aspecto llamativo que dijese "mira soy el malo" ni ninguna "mirada" que resaltase entre las de la muchedumbre. Suspiré y di un sorbo a mi sorbete de café mirando con ojos vacíos a la gente que iba y venía ¿Eso era un ornitorrinco?
Arny Sanskari
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-¿Por que no?- pensó el mink mientras abordaba el gran crucero que navegaba a varios metros bajo su ruta de vuelo. No le vendría mal comer y beber algo y aquellos barcos estaban llenos de camareros con bandejas llenas de cosas ricas. Su condición de logia le facilitaba mucho las cosas a la hora de pasar desapercibido, por lo que descender y posarse en la cubierta en su forma gaseosa fue la parte fácil, lo complicado fue encontrar un lugar solitario donde poder regresar a su forma normal, pero siempre existía una manera.
Tras bajar a la zona de camarotes, donde nadie estaría mirando. Y asegurarse de que no había den den mushi, cámaras u objetos de vigilancia, un ornitorrinco hermosote, de metro setenta y cinco aparecía por la escalera en dirección a cubierta. Vestido con una bata de laboratorio blanca, lo cual se había terminado por convertir en su vestimenta habitual y su inseparable mochila de viaje, donde transportaba sus inventos, sus dibujos y sus notas. Además de material para dibujar y escribir.
Arny se frotaba las patas, ahora solo tenía que encontrar el buffet, por lo que comenzó a buscar por la cubierta. Las gentes que pululaban por el crucero parecían pertenecer a la clase adinerada -¿De que otra manera podrían permitirse tanto lujo?- se preguntó irónicamente el mink mientras esbozaba una ligera sonrisa en su pico -El buffet tiene que ser una pasada- pensó entonces, emocionándose y acelerando el paso. No le resultaba difícil colarse entre los grupos de caminantes con su agilidad. Observaba a sus alrededores con la esperanza de encontrar alguna pista del lugar donde tenían la comida, algún plato o cubierto en alguna mesa, algo. Cuando calló en la cuenta de que en aquel lugar no encontraría lo que buscaba al ver muchas copas con bebidas espumosas o de colorines con sombrillas, pero nada de carne o pescado -HMMM- meditó mientras se tocaba la punta del pico con una mano -¿Tal vez en alguna de las cubiertas superiores?-
El "look Nueva Ohara" si bien no era lo más conveniente a la hora de no llamar la atención, pues una bata de laboratorio siempre la llama. Ofrecía a quien la llevase, aunque fuese un mink, cierto halo de respetabilidad, por lo que Arny no tubo muchos problemas para avanzar hacia la siguiente cubierta por encima de la cubierta base. La enorme piscina cubierta.
Barras de bar de bambú rodeaban el lugar de baño con aperitivos y zumos, pero aquello no era lo que buscaba el ornitorrinco. Los bocaditos podrían estar muy sabrosos, pero tras observar el lugar y no encontrar nada interesante regresó a la escalera que lo llevaría a la siguiente sobrecubierta.
Tras bajar a la zona de camarotes, donde nadie estaría mirando. Y asegurarse de que no había den den mushi, cámaras u objetos de vigilancia, un ornitorrinco hermosote, de metro setenta y cinco aparecía por la escalera en dirección a cubierta. Vestido con una bata de laboratorio blanca, lo cual se había terminado por convertir en su vestimenta habitual y su inseparable mochila de viaje, donde transportaba sus inventos, sus dibujos y sus notas. Además de material para dibujar y escribir.
Arny se frotaba las patas, ahora solo tenía que encontrar el buffet, por lo que comenzó a buscar por la cubierta. Las gentes que pululaban por el crucero parecían pertenecer a la clase adinerada -¿De que otra manera podrían permitirse tanto lujo?- se preguntó irónicamente el mink mientras esbozaba una ligera sonrisa en su pico -El buffet tiene que ser una pasada- pensó entonces, emocionándose y acelerando el paso. No le resultaba difícil colarse entre los grupos de caminantes con su agilidad. Observaba a sus alrededores con la esperanza de encontrar alguna pista del lugar donde tenían la comida, algún plato o cubierto en alguna mesa, algo. Cuando calló en la cuenta de que en aquel lugar no encontraría lo que buscaba al ver muchas copas con bebidas espumosas o de colorines con sombrillas, pero nada de carne o pescado -HMMM- meditó mientras se tocaba la punta del pico con una mano -¿Tal vez en alguna de las cubiertas superiores?-
El "look Nueva Ohara" si bien no era lo más conveniente a la hora de no llamar la atención, pues una bata de laboratorio siempre la llama. Ofrecía a quien la llevase, aunque fuese un mink, cierto halo de respetabilidad, por lo que Arny no tubo muchos problemas para avanzar hacia la siguiente cubierta por encima de la cubierta base. La enorme piscina cubierta.
Barras de bar de bambú rodeaban el lugar de baño con aperitivos y zumos, pero aquello no era lo que buscaba el ornitorrinco. Los bocaditos podrían estar muy sabrosos, pero tras observar el lugar y no encontrar nada interesante regresó a la escalera que lo llevaría a la siguiente sobrecubierta.
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Vale, no era sólo un ornitorrinco, cuando lo pude ver caminado cerca de otras personas pude darme cuenta. Era un ornitorrinco de tamaño humano, con una bata de laboratorio, caminando a dos patas entre los tripulantes buscando algo ¿Podría ser un mink millonario extrovertido en sus vacaciones? Era posible, pero por su mirada no parecía muy familiarizado con la disposición del barco. Era sospechoso como poco, y mi misión era buscar gente sospechosa.
Terminé rápidamente el frapuccino con nata, caramelo y galleta troceada, pagué y me puse a seguir su pista. No era precisamente difícil, incluso cuando lo perdía de vista las personas de a bordo hablaban en alto de su peculiar aspecto, por lo que sólo tenía que seguir los rumores. Había subido a la cubierta superior, donde se encontraban varios restaurantes dispuestos alrededor de una gran plaza central que recorría parte de la cubierta, por encima varios pisos de pasarelas con tiendas, bares y demás locales de ocio, pero por ahora parecía que tenía interés en los restaurantes. De todas formas esta era la zona más concurrida del barco a estas horas, alguien que quisiera causar problemas, o incluso daño a la gente escogería sin duda esta zona para actuar.
Quizás me estaba preocupando por nada, cabía la posibilidad de que fuera un pasajero peculiar que simplemente estaba disfrutando de unas vacaciones. Pero también cabía la posibilidad de que fuera alguien con malas intenciones, una nunca podía confiarse.
En ese momento se me pasó por la cabeza, alguien así destacaría en estos días que habían pasado, pero nada, ni un rumor entre los pasajeros ni tripulantes. Y desde luego nadie tan interesado en los restaurantes se quedaría días encerrado en el camarote en un viaje que pintaba ser tan caro como este. Sólo se me ocurría una posibilidad, eso no era un mink, era un disfraz muy logrado, sólo había que mirarlo, perfectamente podía caber una persona bajo esa capa de pelo, y el pretexto de un pico rígido era perfecto para disimular la falta de expresividad al hablar. Sólo había una comunidad que fuera lo suficientemente osada para darme problemas en esta misión con un disfraz tan obvio. Una comunidad de miembros gregarios y altamente empáticos. Podía haber abordado como una persona normal y haber adoptado su "fursona" en el momento de actuar, al fin y al cabo los furros daban más importancia a sus alter ego que a sus identidades humanas.
Me habían seguido hasta aquí, recordaban lo del magnicidio perpetrado en esa sala donde ocurrieron cosas que prefiero no recordar, en la que dije palabras que no volverán a ser mencionadas delante de un alma pura. De alguna manera sabían que estaba aquí, pero no sabían que era yo sin el disfraz. Tenía que encargarme de este problema por mi cuenta, no era el primer asesino que enviaban, pero me encargaría de que fuera el último, pero primero tenía que desenmascararlo. Para ello tenía que aproximarme, asegurarme de sus intenciones, y entonces...
Entré en el restaurante, uno con bufé libre, compensaba con cantidad una comida menos refinada que la de otros establecimientos, pero aun así seguía teniendo buena pinta. Me aproximé al supuesto ornitorrinco, me puse al lado y agarré las pinzas de ensalada. Empezaría con una ensalada de pasta, tenía buena pinta.
Terminé rápidamente el frapuccino con nata, caramelo y galleta troceada, pagué y me puse a seguir su pista. No era precisamente difícil, incluso cuando lo perdía de vista las personas de a bordo hablaban en alto de su peculiar aspecto, por lo que sólo tenía que seguir los rumores. Había subido a la cubierta superior, donde se encontraban varios restaurantes dispuestos alrededor de una gran plaza central que recorría parte de la cubierta, por encima varios pisos de pasarelas con tiendas, bares y demás locales de ocio, pero por ahora parecía que tenía interés en los restaurantes. De todas formas esta era la zona más concurrida del barco a estas horas, alguien que quisiera causar problemas, o incluso daño a la gente escogería sin duda esta zona para actuar.
Quizás me estaba preocupando por nada, cabía la posibilidad de que fuera un pasajero peculiar que simplemente estaba disfrutando de unas vacaciones. Pero también cabía la posibilidad de que fuera alguien con malas intenciones, una nunca podía confiarse.
En ese momento se me pasó por la cabeza, alguien así destacaría en estos días que habían pasado, pero nada, ni un rumor entre los pasajeros ni tripulantes. Y desde luego nadie tan interesado en los restaurantes se quedaría días encerrado en el camarote en un viaje que pintaba ser tan caro como este. Sólo se me ocurría una posibilidad, eso no era un mink, era un disfraz muy logrado, sólo había que mirarlo, perfectamente podía caber una persona bajo esa capa de pelo, y el pretexto de un pico rígido era perfecto para disimular la falta de expresividad al hablar. Sólo había una comunidad que fuera lo suficientemente osada para darme problemas en esta misión con un disfraz tan obvio. Una comunidad de miembros gregarios y altamente empáticos. Podía haber abordado como una persona normal y haber adoptado su "fursona" en el momento de actuar, al fin y al cabo los furros daban más importancia a sus alter ego que a sus identidades humanas.
Me habían seguido hasta aquí, recordaban lo del magnicidio perpetrado en esa sala donde ocurrieron cosas que prefiero no recordar, en la que dije palabras que no volverán a ser mencionadas delante de un alma pura. De alguna manera sabían que estaba aquí, pero no sabían que era yo sin el disfraz. Tenía que encargarme de este problema por mi cuenta, no era el primer asesino que enviaban, pero me encargaría de que fuera el último, pero primero tenía que desenmascararlo. Para ello tenía que aproximarme, asegurarme de sus intenciones, y entonces...
Entré en el restaurante, uno con bufé libre, compensaba con cantidad una comida menos refinada que la de otros establecimientos, pero aun así seguía teniendo buena pinta. Me aproximé al supuesto ornitorrinco, me puse al lado y agarré las pinzas de ensalada. Empezaría con una ensalada de pasta, tenía buena pinta.
Arny Sanskari
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Los ojos del mink reflejaron la emoción que sentía el ornitorrinco tras descubrir la zona donde sus sueños se harían realidad. Al menos los más inmediatos, llenar el estomago y saciar su sed.
Si bien el sitio estaba abarrotado de humanos que se le quedaban mirando como las vacas al tren, no fue difícil encontrar un lugar donde sentarse a comer. Tras observar los restaurantes le apetecía todo. Carne, marisco, pescado... cada comedor estaba especializado en algo, y luego estaba la joya de la corona. El buffet libre. El restaurante donde cumplir con las fantasías del gordo más gordo. Si bien la calidad no podía compararse, Arny estaba ahí con un propósito muy concreto, llenarse hasta el rebosadero... gratis
-Genial, genial- exclamaba el ornitorrinco tras agarrar su primer plato y acercarse a las mesas que mantenían la comida caliente o fría según la necesidad. -Carne roja, pescado azul y verduritas de colores. Un zumito y pan, para empezar- canturreaba mientras iba seleccionando tajadas de uno y de otro. Cucharadas de pico de gallo, una jarra entera de zumo de melocotón y varios bollos de pan individuales.
Con su bandeja bien llena, pasó por la zona de postres antes de sentarse, tan solo quería echar un vistazo a su futuro antes de hincar el diente a la ternera asada y al pez espada empanado que tenía entre manos.
Depositó sus platos en una mesa al fondo, donde la afluencia de gente permitía huecos donde sentarse y regresó a por más mientras la comida se enfriaba a una temperatura a la que el ornitorrinco pudiera comer sin quemarse.
Una nueva bandeja cargada, esta vez con platos de la sección de ensaladas, era la intención del mink, que meneaba la cola de lado a lado disfrutando ya del festín que estaba a punto de meterse entre pecho y espalda. Cuando cargaba un plato con ensalada de garbanzos con su huevito cocido y su atún escabechado, notó la lacerante necesidad de mirar hacia atrás. Solo para encontrarse mirando directamente a dos pozos azules tras unas lentes, que lo observaban con fijeza -Holi- saludó a la chica. Moviendo los dedos de una palmeada mano derecha y una sonrisa patuna en su pico dentado. Estaba muy acostumbrado ya a ese tipo de atención gracias a sus años viajando por el mundo. El aspecto general de la muchacha despertaba en él la misma sensación que Mimi por alguna razón, por lo que se mostró amistoso sin pensarlo mientras continuaba con un “poco” de arroz frito con cosas y varias tajadas de pulpo con pimentón -¿Quien coloca las cosas aquí?- comentó en alto un poco ofendido por la disposición tan dispar y mezclada de comida en la supuesta “sección de ensaladas”
Sin perder de vista su mesa y el resto de su comida, se dio prisa en terminar aquella segunda ronda y regresó a su asiento, dispuesto a pasar un buen rato observando ricachones perder el juicio por cuatro gambas.
Si bien el sitio estaba abarrotado de humanos que se le quedaban mirando como las vacas al tren, no fue difícil encontrar un lugar donde sentarse a comer. Tras observar los restaurantes le apetecía todo. Carne, marisco, pescado... cada comedor estaba especializado en algo, y luego estaba la joya de la corona. El buffet libre. El restaurante donde cumplir con las fantasías del gordo más gordo. Si bien la calidad no podía compararse, Arny estaba ahí con un propósito muy concreto, llenarse hasta el rebosadero... gratis
-Genial, genial- exclamaba el ornitorrinco tras agarrar su primer plato y acercarse a las mesas que mantenían la comida caliente o fría según la necesidad. -Carne roja, pescado azul y verduritas de colores. Un zumito y pan, para empezar- canturreaba mientras iba seleccionando tajadas de uno y de otro. Cucharadas de pico de gallo, una jarra entera de zumo de melocotón y varios bollos de pan individuales.
Con su bandeja bien llena, pasó por la zona de postres antes de sentarse, tan solo quería echar un vistazo a su futuro antes de hincar el diente a la ternera asada y al pez espada empanado que tenía entre manos.
Depositó sus platos en una mesa al fondo, donde la afluencia de gente permitía huecos donde sentarse y regresó a por más mientras la comida se enfriaba a una temperatura a la que el ornitorrinco pudiera comer sin quemarse.
Una nueva bandeja cargada, esta vez con platos de la sección de ensaladas, era la intención del mink, que meneaba la cola de lado a lado disfrutando ya del festín que estaba a punto de meterse entre pecho y espalda. Cuando cargaba un plato con ensalada de garbanzos con su huevito cocido y su atún escabechado, notó la lacerante necesidad de mirar hacia atrás. Solo para encontrarse mirando directamente a dos pozos azules tras unas lentes, que lo observaban con fijeza -Holi- saludó a la chica. Moviendo los dedos de una palmeada mano derecha y una sonrisa patuna en su pico dentado. Estaba muy acostumbrado ya a ese tipo de atención gracias a sus años viajando por el mundo. El aspecto general de la muchacha despertaba en él la misma sensación que Mimi por alguna razón, por lo que se mostró amistoso sin pensarlo mientras continuaba con un “poco” de arroz frito con cosas y varias tajadas de pulpo con pimentón -¿Quien coloca las cosas aquí?- comentó en alto un poco ofendido por la disposición tan dispar y mezclada de comida en la supuesta “sección de ensaladas”
Sin perder de vista su mesa y el resto de su comida, se dio prisa en terminar aquella segunda ronda y regresó a su asiento, dispuesto a pasar un buen rato observando ricachones perder el juicio por cuatro gambas.
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Mierda, estaba demasiado cerca. Sin darme cuenta me había puesto al lado suyo y había llamado su atención ¿Tan atentamente lo estaba vigilando? Era posible, estaba demasiado acostumbrada a poder mirar a la gente tras la seguridad de la máscara que se me había olvidado casi como comportarme en público. Pero lejos de alterarlo simplemente sonrió y me dirigió un "holi" para luego irse a servir mucha más comida de la que una persona normal ingeriría de una sentada. ¿Acaso planeaba llenarse el traje de comida? ¿Y gambas? Eso con el sol y el calor debía de oler fatal ¿Hasta qué punto estaba dispuesto a entrar en personaje?
- H-hola... - Contesté con un hilillo de voz y apartando la mirada hacia el suelo sin darme cuenta de que ya se había marchado.
No, espera, la vocalización era demasiado buena, había movimientos y gesticulación que simple cartón y cuero no podían simular. Además de que, a pesar de ser un pico había dientes debajo, no una cara humana. Los ojos estaban demasiado separados como para que pudiese ver a través de ellos, y se movían con la naturalidad de unos que tienen músculos reales y párpados vivos, no como vacuas esferas de cristal coloreado. O era el que más dinero había invertido en su disfraz o simplemente estaba demasiado paranoica por la falta del mío. No, cabía la posibilidad de que fuera un simple mink, que todo esto no fuera más que un simple constructo de mi imaginación, que llevaba demasiado tiempo sin unas vacaciones y era completa y absolutamente incapaz de relajarme, quedándome siempre en la peor de las situaciones. Dios, si no me controlaba podría acabar como Matt.
Pero me había dado cuenta de otro detalle. Miré el plato de ensalada de pasta, miré alrededor, nadie estaba solo. Todo el mundo venía acompañado, pareja, amigos, familia, este era un viaje para disfrutar en compañía y yo... bueno, llamaría demasiado la atención estando comiendo sola. Pero ya me había llenado el plato, era de mala educación tirar la comida, y más delante de todas aquellas personas ¿Qué pensarían? Me mirarían, no podría soportar todas aquellas miradas a la vez, ni cuando me fuese ni cuando me sentase sola. Tenía que hacer de tripas corazón, y sólo había una persona más sentada sola en una mesa... a la cual no parecía preocuparle mucho las miradas indiscretas.
- D- Disculpe. - Comencé diciendo con una voz algo tímida pero lo suficientemente alta como para que me pudiese escuchar entre el gentío. - ¿Le importa que... me siente? - Pregunté señalando la silla de en frente.
- H-hola... - Contesté con un hilillo de voz y apartando la mirada hacia el suelo sin darme cuenta de que ya se había marchado.
No, espera, la vocalización era demasiado buena, había movimientos y gesticulación que simple cartón y cuero no podían simular. Además de que, a pesar de ser un pico había dientes debajo, no una cara humana. Los ojos estaban demasiado separados como para que pudiese ver a través de ellos, y se movían con la naturalidad de unos que tienen músculos reales y párpados vivos, no como vacuas esferas de cristal coloreado. O era el que más dinero había invertido en su disfraz o simplemente estaba demasiado paranoica por la falta del mío. No, cabía la posibilidad de que fuera un simple mink, que todo esto no fuera más que un simple constructo de mi imaginación, que llevaba demasiado tiempo sin unas vacaciones y era completa y absolutamente incapaz de relajarme, quedándome siempre en la peor de las situaciones. Dios, si no me controlaba podría acabar como Matt.
Pero me había dado cuenta de otro detalle. Miré el plato de ensalada de pasta, miré alrededor, nadie estaba solo. Todo el mundo venía acompañado, pareja, amigos, familia, este era un viaje para disfrutar en compañía y yo... bueno, llamaría demasiado la atención estando comiendo sola. Pero ya me había llenado el plato, era de mala educación tirar la comida, y más delante de todas aquellas personas ¿Qué pensarían? Me mirarían, no podría soportar todas aquellas miradas a la vez, ni cuando me fuese ni cuando me sentase sola. Tenía que hacer de tripas corazón, y sólo había una persona más sentada sola en una mesa... a la cual no parecía preocuparle mucho las miradas indiscretas.
- D- Disculpe. - Comencé diciendo con una voz algo tímida pero lo suficientemente alta como para que me pudiese escuchar entre el gentío. - ¿Le importa que... me siente? - Pregunté señalando la silla de en frente.
Arny Sanskari
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-MMMMHHHHH- se podía oír al ornitorrinco desde lejos -QUE BUENO, COÑO- hablaba solo en aquella mesa, al menos hasta que aquella chica se quedó de pie, mirándolo, moviendo sus labios en frente de su pico -¿PERDONA?- preguntó en un tono de voz tal vez un poco más alto de lo que hubiera debido, pero estaba emocionado por la comida -AH..si, si. Claro. Siéntate, te hago sitio para tus platos- dijo mientras apartaba los suyos y trataba de hacer hueco en la mesa.
-Pareces demasiado tímida como para venir a sentarte al centro de todas las miradas- observó el mink, que era muy consciente de la atención que la gente le prestaba en los lugares por los que pasaba -Tengo una amiga parecida a ti... solo que ella es rubia... y desde luego, no es nada tímida... ¡pero también usa gafas!... en verdad no se parece en nada a ti, pero me recuerdas a ella de alguna forma que ahora mismo no sabría decir- terminó liándose el ornitorrinco antes de meterse entera una tajada de ternera y masticarla de varias bocados, con los ojos cerrados y la boca abierta, disfrutando cada oleada de sabor que golpeaba sus papilas.
-Esa ensaladita tiene buena pinta pero... ¿No vas a comer nada más?- Arny siempre que podía comer de aquella manera aprovechaba a llenarse como si no hubiera un mañana. Sabía lo que era pasar hambre y no estaba dispuesto a que las “vacas flacas” lo pillasen de nuevo con el estomago vacío. Por eso, aquel detalle se había fijado en su subconsciente y animaba a todos a comer y disfrutar como si fuese la ultima vez -¿Te estas dejando sitio para el postre?- preguntó entonces -Yo también, puedes tener el estomago muy lleno, pero el postre siempre va en el corazón- sonrió con el pico brillante de la grasa de los fritos que se estaba metiendo de cuatro en cuatro.
En aquel momento ya había terminado con un par de platos, y es que tener un pico de aquel tamaño permite comer a una velocidad considerable. La gente continuaba murmurando a su alrededor, como siempre. Las miradas embobadas continuaban fijas en el ornitorrinco, que estaba acostumbrado a convertirse en una atracción de feria. Antiguamente hubiera soportado peor aquella presión, pero la capacidad de desaparecer que ofrecía su fruta y su experiencia actual tratando con el mundo, le permitían disfrutar de una buena comilona, aun siendo el centro de toda la atención del lugar.
-Pareces demasiado tímida como para venir a sentarte al centro de todas las miradas- observó el mink, que era muy consciente de la atención que la gente le prestaba en los lugares por los que pasaba -Tengo una amiga parecida a ti... solo que ella es rubia... y desde luego, no es nada tímida... ¡pero también usa gafas!... en verdad no se parece en nada a ti, pero me recuerdas a ella de alguna forma que ahora mismo no sabría decir- terminó liándose el ornitorrinco antes de meterse entera una tajada de ternera y masticarla de varias bocados, con los ojos cerrados y la boca abierta, disfrutando cada oleada de sabor que golpeaba sus papilas.
-Esa ensaladita tiene buena pinta pero... ¿No vas a comer nada más?- Arny siempre que podía comer de aquella manera aprovechaba a llenarse como si no hubiera un mañana. Sabía lo que era pasar hambre y no estaba dispuesto a que las “vacas flacas” lo pillasen de nuevo con el estomago vacío. Por eso, aquel detalle se había fijado en su subconsciente y animaba a todos a comer y disfrutar como si fuese la ultima vez -¿Te estas dejando sitio para el postre?- preguntó entonces -Yo también, puedes tener el estomago muy lleno, pero el postre siempre va en el corazón- sonrió con el pico brillante de la grasa de los fritos que se estaba metiendo de cuatro en cuatro.
En aquel momento ya había terminado con un par de platos, y es que tener un pico de aquel tamaño permite comer a una velocidad considerable. La gente continuaba murmurando a su alrededor, como siempre. Las miradas embobadas continuaban fijas en el ornitorrinco, que estaba acostumbrado a convertirse en una atracción de feria. Antiguamente hubiera soportado peor aquella presión, pero la capacidad de desaparecer que ofrecía su fruta y su experiencia actual tratando con el mundo, le permitían disfrutar de una buena comilona, aun siendo el centro de toda la atención del lugar.
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Hablaba demasiado, no, eso no era todo, demasiadas palabras, una avalancha de información, y todo ello con la sorprendente habilidad de tener una vocalización perfecta mientras masticaba, engullía y fagocitaba a una velocidad vertiginosa el contenido de los platos. La gente lo miraba, tanto que casi enmascaraba el hecho de que estuviera sentada en frente, aunque muchos decidían no ser irrespetuosos y simplemente pasaban de largo, mirando de reojo, dejando que los variados sonidos de la comida entrando en su boca fueran ahogados por las voces de fondo del comedor.
No notaba malicia ni intenciones hostiles, tampoco que me estuviera distrayendo de forma deliberada, era posible que simplemente se tratase de alguien peculiar. Me ofreció comida, con todo lo que estaba comiendo era lógico que le pareciera poco un simple plato de ensalada de pasta. Negué con la cabeza, en un gesto suave que no pareciera ofensivo, una simple y educada negativa.
T-tú no... - Miré a los lados, la gente miraba, pero procuraba no acercarse a la mesa, con el ruido de fondo sólo los que estuvieran en la mesa escucharían la conversación. - No abordaste el barco en el último puerto... me... ¿Me equivoco? - Me llevé la mano a las gafas, tenía que trabajar para cambiar un poco el tono, hacerlo más serio, procurando mirarlo a los ojos, pero haciendo que el reflejo de la luz en las lámparas del techo ocultase mi mirada. - Alguien con ese apetito... hubiera llamado la atención el primer día... pero... no noto que nadie te haya reconocido hasta ahora, esas... miradas suelen ser... peculiares. Incluso si has estado en otros establecimientos... muchos comparten personal y clientela.
No sólo era eso, cuanto más pensaba en ello más posibilidades había de que fuera un polizón, podía estar equivocada, en cuyo caso no había nada que una disculpa y agachar la cabeza no pudieran arreglar. Pero en caso de estar en lo cierto tenía que averiguar cual era la razón por la que estaba a bordo ¿Por qué había evitado los registros del puerto? ¿Cómo había llegado? o, de haber abordado en el puerto ¿Cómo había permanecido escondido todo este tiempo? No era una experta en el metabolismo que tal criatura podía tener, pero si comía con ese apetito era poco probable que hubiera estado escondido mucho tiempo.
No notaba malicia ni intenciones hostiles, tampoco que me estuviera distrayendo de forma deliberada, era posible que simplemente se tratase de alguien peculiar. Me ofreció comida, con todo lo que estaba comiendo era lógico que le pareciera poco un simple plato de ensalada de pasta. Negué con la cabeza, en un gesto suave que no pareciera ofensivo, una simple y educada negativa.
T-tú no... - Miré a los lados, la gente miraba, pero procuraba no acercarse a la mesa, con el ruido de fondo sólo los que estuvieran en la mesa escucharían la conversación. - No abordaste el barco en el último puerto... me... ¿Me equivoco? - Me llevé la mano a las gafas, tenía que trabajar para cambiar un poco el tono, hacerlo más serio, procurando mirarlo a los ojos, pero haciendo que el reflejo de la luz en las lámparas del techo ocultase mi mirada. - Alguien con ese apetito... hubiera llamado la atención el primer día... pero... no noto que nadie te haya reconocido hasta ahora, esas... miradas suelen ser... peculiares. Incluso si has estado en otros establecimientos... muchos comparten personal y clientela.
No sólo era eso, cuanto más pensaba en ello más posibilidades había de que fuera un polizón, podía estar equivocada, en cuyo caso no había nada que una disculpa y agachar la cabeza no pudieran arreglar. Pero en caso de estar en lo cierto tenía que averiguar cual era la razón por la que estaba a bordo ¿Por qué había evitado los registros del puerto? ¿Cómo había llegado? o, de haber abordado en el puerto ¿Cómo había permanecido escondido todo este tiempo? No era una experta en el metabolismo que tal criatura podía tener, pero si comía con ese apetito era poco probable que hubiera estado escondido mucho tiempo.
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-¿Hmmmm?- pregunto el mink con el pico lleno -¿Curiosa profesional? Tal vez sea eso lo que me recuerda a mi amiga- concedió entonces -Ehh... bueno, es complicado de explicar, pero...- El ornitorrinco entonces bajo el pico y miró de frente a la muchacha. Unos ojos oscuros que reflejaban su lado salvaje la observaron sin pestañear durante unos segundos y bajando el tono hasta un casi inaudible hilo de voz respondió -Yo habito este barco desde poco antes de que fuese bautizado. Los que tienen... tenéis suerte, podéis observarme comer y pasearme por las instalaciones. Aunque debo decir que cada año modifican más el barco original y hay veces que termino asustando a los novatos destinados a achicar agua de sentina...- Arny había escuchado suficientes historias de fantasmas y mitos de marineros como para poder utilizar los recursos que tenía a su favor. No era la primera vez, ni sería la ultima, que alguien escuchaba sobre un barco embrujado. Así que el navegante, trató de colar aquella mentira y si la situación se descontrolaba mucho, tenía sus poderes para respaldar sus palabras. Crearía algo de caos alrededor, pero seguro que sería divertido
-Es más...- Pensó -Puede que...- Dirigiéndose a la chica de nuevo, otra vez en aquel tono serio y confidencial -¿Quieres verlo? Pero me debes prometer que no correrás asustada como una liebre- propuso. Arny tenía varios trucos bajo la manga para utilizar llegado el caso. Había comprobado la ruta que describía el crucero antes de bajar y se dirigía al mismo destino que tenía él, al menos pasaría cerca. Por lo que perder algo más de tiempo no le importaba si aquello le aseguraba un buen rato de risas.
-Te lo mostraré si quieres, pero primero el postre. Siempre queda espacio para el postre aunque tengas el estomago lleno, ya sabes, por que el postre va en el corazón- dijo mientras daba buena cuenta de la comida restante ante él engullendo como un pavo. En verdad había ingerido más comida de la que normalmente comería, pero no podía resistirse a llenar varios platos en un buffet. Probar, aunque fuesen pequeñas porciones, de casi todo. Y ahora, aunque su cuerpo le pedía que parase, su corazón lo animaba, alegre, a probar un pedazo, un par de cucharadas, tal vez un poco de esto y aquello. Tarta sacher, con chocolate brillante por encima, gelatinas de todos los colores. Flan de huevo y de vainilla en la sección de postres clásicos, pero en las propuestas del chef Arny encontró flan de café y flan de coco, arroz con leche endulzada con leche condensada en lugar del tradicional azúcar, y requemado por encima. Como requemada estaba la capa de azúcar que cubría las generosas raciones de yema tostada con nata montada a la menta.
A punto de desmayarse, a punto de vomitar para seguir comiendo. A punto de colapsar ante las ganas de probarlo todo o no empacharse, el mink regresó a la mesa con las manos vacías -Debo esperar un poco a bajar todo eso- explico a la chica señalando los platos vacíos.
-Es más...- Pensó -Puede que...- Dirigiéndose a la chica de nuevo, otra vez en aquel tono serio y confidencial -¿Quieres verlo? Pero me debes prometer que no correrás asustada como una liebre- propuso. Arny tenía varios trucos bajo la manga para utilizar llegado el caso. Había comprobado la ruta que describía el crucero antes de bajar y se dirigía al mismo destino que tenía él, al menos pasaría cerca. Por lo que perder algo más de tiempo no le importaba si aquello le aseguraba un buen rato de risas.
-Te lo mostraré si quieres, pero primero el postre. Siempre queda espacio para el postre aunque tengas el estomago lleno, ya sabes, por que el postre va en el corazón- dijo mientras daba buena cuenta de la comida restante ante él engullendo como un pavo. En verdad había ingerido más comida de la que normalmente comería, pero no podía resistirse a llenar varios platos en un buffet. Probar, aunque fuesen pequeñas porciones, de casi todo. Y ahora, aunque su cuerpo le pedía que parase, su corazón lo animaba, alegre, a probar un pedazo, un par de cucharadas, tal vez un poco de esto y aquello. Tarta sacher, con chocolate brillante por encima, gelatinas de todos los colores. Flan de huevo y de vainilla en la sección de postres clásicos, pero en las propuestas del chef Arny encontró flan de café y flan de coco, arroz con leche endulzada con leche condensada en lugar del tradicional azúcar, y requemado por encima. Como requemada estaba la capa de azúcar que cubría las generosas raciones de yema tostada con nata montada a la menta.
A punto de desmayarse, a punto de vomitar para seguir comiendo. A punto de colapsar ante las ganas de probarlo todo o no empacharse, el mink regresó a la mesa con las manos vacías -Debo esperar un poco a bajar todo eso- explico a la chica señalando los platos vacíos.
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Escuché con atención su explicación. Un habitante del barco, más que un polizón, era alguien que había estado en este navío desde que estaba en el dique seco. Fue narrando en un tono que poco a poco fue cambiando de la anécdota a la historia de fantasmas de media noche. No voy a negar que mi cara no reflejara cierta inquietud ante la posibilidad de que me hubiera encontrado con un fantasma, pero ¿Qué clase de fantasma necesitaba comer? Y todo esto era si dábamos por sentado que todo lo que él dijera fuera cierto.
- A mi me... encargaron vigilar por si había una anomalía en este viaje. - Comencé diciendo con una voz un poco más confiada una vez la conversación fue tomando ritmo. - En ese caso tengo que comprobar que tu historia... sea cierta.- Terminé casi apartando la mirada.
Vi cómo se levantaba a por los postres, pero, como era más normal, estaba lleno. No le cabía ni un bocado más, tanto hablar de los postres para luego no tocarlos.
- Entonces... si no le importa...- Comencé diciendo mientras me levantaba. - Podría mostrármelo. Así haremos tiempo para digerir la comida.
Con un gesto le señalé la salida. Era muy probable que todo lo que me hubiera dicho no fuera más que una sarta de mentiras para intentar asustarme. Pero por otro lado no tenía pruebas que demostrasen la veracidad de su historia, o por otro lado la falsedad de esta. No me hacía gracia, pero presionaría un poco, ver hasta donde podía llevar la farsa de serlo, o por el contrario aprender algo interesante del barco de mano de uno de sus tripulantes más antiguos. En caso de que su testimonio fuera falso tendría que cambiar de marcha e interrogarlo, no podía permitir que una negligencia pusiera en peligro el barco. Si decía la verdad lo dejaría en paz o, por otro lado le pediría su ayuda para poder localizar cualquier anomalía a bordo durante el tiempo que quedase de viaje. En cualquiera de los dos casos no estaría perdiendo el tiempo.
- A mi me... encargaron vigilar por si había una anomalía en este viaje. - Comencé diciendo con una voz un poco más confiada una vez la conversación fue tomando ritmo. - En ese caso tengo que comprobar que tu historia... sea cierta.- Terminé casi apartando la mirada.
Vi cómo se levantaba a por los postres, pero, como era más normal, estaba lleno. No le cabía ni un bocado más, tanto hablar de los postres para luego no tocarlos.
- Entonces... si no le importa...- Comencé diciendo mientras me levantaba. - Podría mostrármelo. Así haremos tiempo para digerir la comida.
Con un gesto le señalé la salida. Era muy probable que todo lo que me hubiera dicho no fuera más que una sarta de mentiras para intentar asustarme. Pero por otro lado no tenía pruebas que demostrasen la veracidad de su historia, o por otro lado la falsedad de esta. No me hacía gracia, pero presionaría un poco, ver hasta donde podía llevar la farsa de serlo, o por el contrario aprender algo interesante del barco de mano de uno de sus tripulantes más antiguos. En caso de que su testimonio fuera falso tendría que cambiar de marcha e interrogarlo, no podía permitir que una negligencia pusiera en peligro el barco. Si decía la verdad lo dejaría en paz o, por otro lado le pediría su ayuda para poder localizar cualquier anomalía a bordo durante el tiempo que quedase de viaje. En cualquiera de los dos casos no estaría perdiendo el tiempo.
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-Oh... ¿Sin tomar el postre?- pregunto con tono infantil antes de levantarse, entonces, cuando la chica se dio la vuelta para encarar la puerta de salida, y haciendo uso de sus poderes, la atravesó.
O tal vez seria mas correcto decir que la rodeo, pero dada la naturaleza de su fruta, el resultado visual podría ser el mismo.
La muchacha notaria el viento y el frescor que invadía su cuerpo durante menos de un segundo. Tan solo para ver como el cuerpo del mink se materializaba en medio del aire ante ella, dándola la espalda, mientras caminaba a la salida. Pero sin dejar de mirar, entristecido, el expositor de postres y levantando el caos mas absoluto en las mesas próximas que entre gritos y rostros pálidos salían corriendo, huyendo de la aparición que acababa de atravesar a una chica. Asustando y confundiendo a partes iguales a quien no había visto nada, que los miraban correr anonadados desde sus sillas, con la cuchara a medio camino entre la boca y el plato.
-¿Salimos?- pregunto cuando ya resultaba imposible continuar observando las dulces delicias que marchaba sin probar.
Música típica de orquesta sonaba a lo lejos, en algún lugar del barco, y las olas mecían suavemente aquel gigante.
-Hace mucho que no me divierto, ¿Sabes?- dijo entonces, cuando la chica se reunió con él en la terraza de la cubierta de los restaurantes, mientras levitaba a tres centímetros del suelo. Lo justo tanto como para no llamar la atención, como para dejar claro que lo estaba haciendo a quien supiera mirar.
O tal vez seria mas correcto decir que la rodeo, pero dada la naturaleza de su fruta, el resultado visual podría ser el mismo.
La muchacha notaria el viento y el frescor que invadía su cuerpo durante menos de un segundo. Tan solo para ver como el cuerpo del mink se materializaba en medio del aire ante ella, dándola la espalda, mientras caminaba a la salida. Pero sin dejar de mirar, entristecido, el expositor de postres y levantando el caos mas absoluto en las mesas próximas que entre gritos y rostros pálidos salían corriendo, huyendo de la aparición que acababa de atravesar a una chica. Asustando y confundiendo a partes iguales a quien no había visto nada, que los miraban correr anonadados desde sus sillas, con la cuchara a medio camino entre la boca y el plato.
-¿Salimos?- pregunto cuando ya resultaba imposible continuar observando las dulces delicias que marchaba sin probar.
Música típica de orquesta sonaba a lo lejos, en algún lugar del barco, y las olas mecían suavemente aquel gigante.
-Hace mucho que no me divierto, ¿Sabes?- dijo entonces, cuando la chica se reunió con él en la terraza de la cubierta de los restaurantes, mientras levitaba a tres centímetros del suelo. Lo justo tanto como para no llamar la atención, como para dejar claro que lo estaba haciendo a quien supiera mirar.
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Y... se desató el caos. Bueno, no como tal, pero algo parecido. Por alguna razón la gente no solía ver normal a alguien ser atravesado por un ornitorrinco del tamaño de un humano. Esa corriente que había pasado a mi lado, que me había rodeado, fría y antinatural ponía los pelos de punta, y mi cara ayudaba a comprar su historia de fantasma... bueno, por lo menos a que lo pareciera. Me estaba dando una pista de que esto no era más que una gran y elaborada mentira, pero siempre podía ser un tripulante que se aburría y le gustaba asustar a la gente.
-Y-Ya veo...- Dije al ver como la gente se escandalizaba por la escena. Pobres, les habían arruinado la comida ¿Esa era su definición de diversión? Era una broma pesada, sí, no le había hecho daño a nadie, y bien podía ser un espectáculo del crucero.
Por una parte mi cara mostraba un gesto de preocupación, pero por otro no podía mostrar terror, no cuando había visto cosas, un humano vivo podía hacer algo mucho más horrible que la broma de un fantasma. A estas alturas estaba curada de espanto, quizás eso fue lo que evitó que saliera corriendo. Seguía notando su mirada, y algo muerto no me daba esa sensación. Pero si no estaba muerto, si no era un fantasma, era otra cosa ¿Una fruta del diablo? No era la primera que podía hacer algo parecido que me encontraba, o puede que todo fuera una ilusión. No importaba, si era alguien problemático me encargaría de él. Por ahora decidí seguirle el juego.
-¿S-Sabes? Los marineros son supersticiosos... - Comencé diciendo al ponerme a su lado en la terraza. - Algunas de sus creencias son raras, todas ellas alrededor de la mala suerte. - Continué diciendo mientras caminaba por la terraza, al lado de la barandilla, pasando el dedo por la barra metálica. - Hay algunas muy estúpidas, como ver una pelirroja antes de zarpar o no hacer una ofrenda al santo patrón del barco. Pero entre ellas hay una que atrae la mala suerte más que ninguna otra. ¿Sabes cual es? - Terminé mientras caminaba a una zona con cada vez menos gente, una que se acercaba a una esquina de ese piso de las terrazas, con una puerta de personal al fondo. - Te lo diré si me muestras una parte del barco que nadie conozca. - Mi tono había estado cambiando, uno algo más confiado, quizás algo más pícaro mientras dibujaba una pequeña sonrisa en el rostro y señalaba la puerta.
-Y-Ya veo...- Dije al ver como la gente se escandalizaba por la escena. Pobres, les habían arruinado la comida ¿Esa era su definición de diversión? Era una broma pesada, sí, no le había hecho daño a nadie, y bien podía ser un espectáculo del crucero.
Por una parte mi cara mostraba un gesto de preocupación, pero por otro no podía mostrar terror, no cuando había visto cosas, un humano vivo podía hacer algo mucho más horrible que la broma de un fantasma. A estas alturas estaba curada de espanto, quizás eso fue lo que evitó que saliera corriendo. Seguía notando su mirada, y algo muerto no me daba esa sensación. Pero si no estaba muerto, si no era un fantasma, era otra cosa ¿Una fruta del diablo? No era la primera que podía hacer algo parecido que me encontraba, o puede que todo fuera una ilusión. No importaba, si era alguien problemático me encargaría de él. Por ahora decidí seguirle el juego.
-¿S-Sabes? Los marineros son supersticiosos... - Comencé diciendo al ponerme a su lado en la terraza. - Algunas de sus creencias son raras, todas ellas alrededor de la mala suerte. - Continué diciendo mientras caminaba por la terraza, al lado de la barandilla, pasando el dedo por la barra metálica. - Hay algunas muy estúpidas, como ver una pelirroja antes de zarpar o no hacer una ofrenda al santo patrón del barco. Pero entre ellas hay una que atrae la mala suerte más que ninguna otra. ¿Sabes cual es? - Terminé mientras caminaba a una zona con cada vez menos gente, una que se acercaba a una esquina de ese piso de las terrazas, con una puerta de personal al fondo. - Te lo diré si me muestras una parte del barco que nadie conozca. - Mi tono había estado cambiando, uno algo más confiado, quizás algo más pícaro mientras dibujaba una pequeña sonrisa en el rostro y señalaba la puerta.
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-De hecho- comenzó el ornitorrinco levantando el índice de la mano derecha, como queriendo dar un apunte -Los pelirrojos dan mala suerte a bordo... Ni se les permite hablar con el capitán, el timonel o el contramaestre antes de partir. Pero si algo molesta a un marino de bien es una mujer a bordo. Por supuesto todo son supercherías, pero encontraras a muchos capitanes que no te subirán a su barco simplemente por ser mujer- terminó Arny -Podría decirte cientos de pequeñas cosas que los marinos hacen antes de partir, durante el viaje y al llegar a puerto. Muchas por tradición, más que por una creencia real. Pero nunca veras a un verdadero marinero dañar una gaviota o un albatros, o embarcar con otro que no sea el pie derecho- El timonel, climatólogo y amante de los barcos en general, sabía unas cuantas de esas leyendas. No en vano había leído mucho y muchas otras las había visto con sus propios ojos.
El océano, lleno de barcos navegando en la misma dirección, cascotes y piezas de hielo resultaba todo un espectáculo desde aquella altura, además, la tranquilidad de poder dejarse llevar, sabiendo que él mismo no tenía que ponerse al timón de aquel mastodonte le permitían disfrutar de la escena y tal vez, jugar un poquito. Pudiendo dejar sus planes a un lado por un momento y disfrutar de la vida.
-No puedo enseñarte las partes ocultas de mi barco, señorita- dijo entonces, aun en el papel de fantasma -El Klabautermann se enfadará conmigo- Si verdaderamente conocía leyendas marinas y quería retar al navegante, podría pasar esa prueba que el mink acababa de poner -Por otro lado, no puedo teleportarte detrás de las puertas, yo podría pasar, pero no tendría mucho sentido sin tener llaves con las que abrir todas y cada una de las cerraduras que encontraremos por el camino a la cuarta bajocubiert...- Arny cerro el pico y abrió mucho los ojos repentinamente, cortando a medias la frase, dando a entender que había dicho algo que no debía.
El océano, lleno de barcos navegando en la misma dirección, cascotes y piezas de hielo resultaba todo un espectáculo desde aquella altura, además, la tranquilidad de poder dejarse llevar, sabiendo que él mismo no tenía que ponerse al timón de aquel mastodonte le permitían disfrutar de la escena y tal vez, jugar un poquito. Pudiendo dejar sus planes a un lado por un momento y disfrutar de la vida.
-No puedo enseñarte las partes ocultas de mi barco, señorita- dijo entonces, aun en el papel de fantasma -El Klabautermann se enfadará conmigo- Si verdaderamente conocía leyendas marinas y quería retar al navegante, podría pasar esa prueba que el mink acababa de poner -Por otro lado, no puedo teleportarte detrás de las puertas, yo podría pasar, pero no tendría mucho sentido sin tener llaves con las que abrir todas y cada una de las cerraduras que encontraremos por el camino a la cuarta bajocubiert...- Arny cerro el pico y abrió mucho los ojos repentinamente, cortando a medias la frase, dando a entender que había dicho algo que no debía.
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Sonreí levemente sin encararle, hablaba mucho, mejor dicho, hablaba demasiado para su propio bien. Estaba bastante familiarizado con la estructura del barco, lo que hablaba a su favor, o por el contrario era extremadamente preocupante. Por mi parte había estudiado los planos del barco y, aunque no los sabía de memoria conocía el número de cubiertas y varias rutas que daban a las partes más críticas como el bloque motor, el generador, los depósitos o la depuradora de agua.
- Descuida. - Saqué un llavero del pantalón, obviamente alguien a quien le habían confiado la seguridad del viaje tenía acceso a partes que los turistas no tenían. - No creo que le importe. - Y con un giro de muñeca abrí la gruesa puerta metálica, accediendo a un pasillo que había perdido toda la magia de un crucero de lujo.
El suelo de finas baldosas había dado lugar a una superficie de metal corrugado para evitar resbalones, las paredes pintadas con un vistoso gusto ahora eran de metal pintado de un gris marinero estéril, las lujosas lámparas cambiaron a unas luces empotradas de mera utilidad, la única decoración presente, letras pintadas que indicaban dónde estaba cada cosa y una serie de tuberías adheridas a las paredes. Di unos pasos en ese mundo completamente diferente, casi sin ocultar la satisfacción en mi cara, si era una broma de uno de los tripulantes podía echarme unas risas, si era un intruso con malas intenciones podría atraparlo en un lugar más cerrado como este. Y si de verdad era un fantasma... por lo menos sería una anécdota interesante que contar a todos cuando me reuniera con ellos en Dark Dome.
- Si conoces al Klabautermann del barco... - Comencé a decir mientras caminaba al lado de una de las tuberías que parecía, a juzgar por el calor que irradiaba, llevar vapor a presión dentro de esta. - Sabrás entonces que hay algo que da mala fortuna, y que le ofende casi tanto como no tratar con respeto al barco, que alguien olvide su verdadero nombre. - Me di la vuelta para que no se viera del todo mi rostro, dejándolo en la penumbra. - Dime... ¿Cuál es el nombre original del barco? - Pregunté posando la mano al lado de la tubería, a una distancia que casi quemaba.
- Descuida. - Saqué un llavero del pantalón, obviamente alguien a quien le habían confiado la seguridad del viaje tenía acceso a partes que los turistas no tenían. - No creo que le importe. - Y con un giro de muñeca abrí la gruesa puerta metálica, accediendo a un pasillo que había perdido toda la magia de un crucero de lujo.
El suelo de finas baldosas había dado lugar a una superficie de metal corrugado para evitar resbalones, las paredes pintadas con un vistoso gusto ahora eran de metal pintado de un gris marinero estéril, las lujosas lámparas cambiaron a unas luces empotradas de mera utilidad, la única decoración presente, letras pintadas que indicaban dónde estaba cada cosa y una serie de tuberías adheridas a las paredes. Di unos pasos en ese mundo completamente diferente, casi sin ocultar la satisfacción en mi cara, si era una broma de uno de los tripulantes podía echarme unas risas, si era un intruso con malas intenciones podría atraparlo en un lugar más cerrado como este. Y si de verdad era un fantasma... por lo menos sería una anécdota interesante que contar a todos cuando me reuniera con ellos en Dark Dome.
- Si conoces al Klabautermann del barco... - Comencé a decir mientras caminaba al lado de una de las tuberías que parecía, a juzgar por el calor que irradiaba, llevar vapor a presión dentro de esta. - Sabrás entonces que hay algo que da mala fortuna, y que le ofende casi tanto como no tratar con respeto al barco, que alguien olvide su verdadero nombre. - Me di la vuelta para que no se viera del todo mi rostro, dejándolo en la penumbra. - Dime... ¿Cuál es el nombre original del barco? - Pregunté posando la mano al lado de la tubería, a una distancia que casi quemaba.
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-Vaaaaaaya...- pensó el mink al escuchar el manojo de llaves -No me va a dejar divertirme en el crucero-
El sol, la música, el gentío, incluso el olor a comida. Aquella chica se lo había arrebatado todo haciéndolo entrar en aquel pasillo oscuro y frio, carente de vida y aburrido
-Vah, pensé que me querías llevar a algún lugar divertido, pero veo que tan solo quieres hablar de ese tipo. Él solo se preocupa por mantener a salvo a la tripulación, no le importan las fiestas ni las horas de risas que podríamos estar pegándonos ahí fuera... Sin contar con los postres...- exclamó -Todo tipo de pasatiempos, incluidas piscinas a bordo donde relajarnos tomando un copazo, y tu me traes aquí, el lugar más aburrido del crucero...- El ornitorrinco negaba con la cabeza visiblemente, la decepción se derramaba por sus ojos cuando levantó la mirada -Pensé que habíamos conectado, que nos entendíamos y míranos ahora. Discutiendo por cualquier tontería. Lo nuestro no puede continuar- dijo entonces con un tono que quería sonar a corazón roto pero que no le terminaba de salir muy bien -Podrías haber tenido la aventura de tu vida y ahora voy a tener que dejarte sola en la oscuridad. Sola no... con tu arrepentimiento-
Toda aquella palabrería tan solo era para dar tiempo al gas Neón a esparcirse por el estrecho lugar. No era venenoso ni dañino para los humanos, a menos que eliminase todo el oxigeno de la ecuación, pero Arny dejó el suficiente como para que la mezcla no resultase toxica para la mujer y antes de que ésta pudiera reaccionar, el mink utilizó su electro.
Un fogonazo de luz blanquecina intensa sacudió el pasillo tras el calambrazo azulado. El ornitorrinco, al estar preparado, supo el momento exacto en el que cerrar sus ojos para no quedar cegado y aprovechó el tiempo que aquello podía concederle, en salir flotando a toda velocidad por donde había entrado. Con suerte, su rival se centraría en el sonido de sus pasos... inexistentes y se retrasaría aun más tratando de atraparlo.
Sin tiempo para averiguaciones, el mink salió por el hueco bajo la puerta y se difuminó en el aire. Al menos hasta encontrarse a una altura adecuada para dejarse llevar de nuevo por las corrientes de viento en dirección a su próximo destino.
El sol, la música, el gentío, incluso el olor a comida. Aquella chica se lo había arrebatado todo haciéndolo entrar en aquel pasillo oscuro y frio, carente de vida y aburrido
-Vah, pensé que me querías llevar a algún lugar divertido, pero veo que tan solo quieres hablar de ese tipo. Él solo se preocupa por mantener a salvo a la tripulación, no le importan las fiestas ni las horas de risas que podríamos estar pegándonos ahí fuera... Sin contar con los postres...- exclamó -Todo tipo de pasatiempos, incluidas piscinas a bordo donde relajarnos tomando un copazo, y tu me traes aquí, el lugar más aburrido del crucero...- El ornitorrinco negaba con la cabeza visiblemente, la decepción se derramaba por sus ojos cuando levantó la mirada -Pensé que habíamos conectado, que nos entendíamos y míranos ahora. Discutiendo por cualquier tontería. Lo nuestro no puede continuar- dijo entonces con un tono que quería sonar a corazón roto pero que no le terminaba de salir muy bien -Podrías haber tenido la aventura de tu vida y ahora voy a tener que dejarte sola en la oscuridad. Sola no... con tu arrepentimiento-
Toda aquella palabrería tan solo era para dar tiempo al gas Neón a esparcirse por el estrecho lugar. No era venenoso ni dañino para los humanos, a menos que eliminase todo el oxigeno de la ecuación, pero Arny dejó el suficiente como para que la mezcla no resultase toxica para la mujer y antes de que ésta pudiera reaccionar, el mink utilizó su electro.
Un fogonazo de luz blanquecina intensa sacudió el pasillo tras el calambrazo azulado. El ornitorrinco, al estar preparado, supo el momento exacto en el que cerrar sus ojos para no quedar cegado y aprovechó el tiempo que aquello podía concederle, en salir flotando a toda velocidad por donde había entrado. Con suerte, su rival se centraría en el sonido de sus pasos... inexistentes y se retrasaría aun más tratando de atraparlo.
Sin tiempo para averiguaciones, el mink salió por el hueco bajo la puerta y se difuminó en el aire. Al menos hasta encontrarse a una altura adecuada para dejarse llevar de nuevo por las corrientes de viento en dirección a su próximo destino.
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¡Lo tenía! O eso era lo que pensaba. Seguramente hubiera sido mi pregunta, por supuesto que alguien nuevo no tendría ni idea del nombre original del barco, no lo tenía ni yo, pero era un farol para poder descubrir sus intenciones. Un monólogo triste, como si fuera un fantasma que sólo quería pasar un buen rato, pero tenía la sensación de que estaba haciendo algo. No notaba que tuviera intenciones de atacarme, todo lo contrario, como si estuviera haciendo las cosas deliberadamente para no hacerme daño. Pero no tenía ni idea de lo que planeaba. Me quedé quieta, sin hacer ningún movimiento brusco, sin asustarlo para que hiciera algo precipitado, pero no sirvió de nada.
Un fogonazo de luz, fue lo que siguió a una chispa. Una luz cegadora que me bloqueó la visión durante unos segundos. No esperaba que pudiera hacer eso, menos aún cuando no notaba que quisiera hacerme daño. Pero esto no era bueno, estaba notando cómo su mirada se apartaba de mí y se alejaba. Corrí con los brazos de frente, casi tropezándome, golpeando con estos el metal de la puerta. Torpemente alcancé el manillar y abrí para volver a salir al exterior. Mis ojos se volvieron a hacer a la luz en unos instantes, pero ahí no había nada, no se escuchaban pasos, no lo esperaba, sabía que podía volar y levitar. Miré a un lado de forma instintiva, con la vista todavía afectada por el reflejo, no se veía gran cosa, pero notaba cómo su mirada se alejaba rápidamente, ascendiendo por encima del barco sin que pudiera alcanzarlo.
Quise llevar la mano a mi arma, pero me percaté de que no la llevaba encima, llamaría demasiado la atención, por supuesto, pero era la costumbre. Suspiré, sea lo que fuere, ya estaba lejos, no la notaba, si era una amenaza había sido repelida, si era otra cosa... también. Nunca llegaría a saber exactamente sus intenciones, bueno, a no ser que nos volviéramos a cruzar de nuevo. Al final me resigné a retirarme a mi camarote, tenía que informar por muy extraña que hubiera sido la situación.
- Te digo la verdad. Era un ornitorrinco del tamaño de una persona y con el apetito de diez. - Repetí por enésima vez a Claris, quien estaba al otro lado de la línea. - No, no he tocado las gambas, así que no me han sentado mal. Sí se fue volando... creo... ¡Que no me he metido nada! ¿Quieres tomarte esto en serio?... - La conversación se prolongó durante horas y creo que todo este episodio fue un duro golpe a mi credibilidad.
Un fogonazo de luz, fue lo que siguió a una chispa. Una luz cegadora que me bloqueó la visión durante unos segundos. No esperaba que pudiera hacer eso, menos aún cuando no notaba que quisiera hacerme daño. Pero esto no era bueno, estaba notando cómo su mirada se apartaba de mí y se alejaba. Corrí con los brazos de frente, casi tropezándome, golpeando con estos el metal de la puerta. Torpemente alcancé el manillar y abrí para volver a salir al exterior. Mis ojos se volvieron a hacer a la luz en unos instantes, pero ahí no había nada, no se escuchaban pasos, no lo esperaba, sabía que podía volar y levitar. Miré a un lado de forma instintiva, con la vista todavía afectada por el reflejo, no se veía gran cosa, pero notaba cómo su mirada se alejaba rápidamente, ascendiendo por encima del barco sin que pudiera alcanzarlo.
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