Una última vez [Evento - Dorito]

En realidad la vida pirata no estaba mal del todo. Desde hacía más de un año llevaban planificando aquella operación, e infiltrarse en la banda de Halley no había sido particularmente complicado. En origen habían creído que se trataba del brazo en el Paraíso de los Piratas Kepler, pero tras el estudio concienzudo de estos habían llegado a la conclusión de que esa era tan solo una mentira que estos contaban. Nada encajaba una vez puesto sobre el tablero y examinado de forma crítica, pero pese a todo sí que habían descubierto una importante conexión entre ellos y el Bajo Mundo: Halley y sus hombres traficaban con algunas de las drogas más peligrosas del Grand Line y las introducían allá por donde pasaban. En aquella ocasión, de hecho, la bodega estaba hasta los topes de pingüinos karatekas recién cazados a los que habían rociado con un extraño líquido que se infiltraba bajo su piel. Estaban aprovechando la muy probable escasez para hacer un negocio terrible. Por eso, Blaze había insistido en seguir adelante con ello.

Conseguir que lo reclutasen solo había requerido una serie de hazañas físicas apenas por encima de una persona común. Prueba de carga, levantando una piedra de casi doscientos kilos -podría haber tratado de levantar más, pero no quería resultar sospechoso-; de vista, leyendo palabras a una distancia de casi treinta metros de carteles por la villa donde había embarcado y una prueba de combate contra Harley, el contramaestre, al que dio una dura batalla y decidió dejar ganar. Tenía que impresionar a aquella gente, pero tampoco podía excederse o las sospechas habrían brotado fácilmente.

- ¿Sabes nadar? -preguntó el capitán, tendiéndole la mano mientras lo ayudaba a levantarse.

- Solía ser pescador en el South Blue -mintió-. Arponero, cazaba bestias marinas cerca de Baterilla. Buen trabajo, pero muy mal pagado.

Las cicatrices de sus manos, por suerte, también habían contado la historia. La mayoría de los marineros las tenían callosas y llenas de cicatrices, si bien no fue algo en lo que el capitán hubiese reparado. Simplemente había sonreído ante su respuesta y asentido con convicción, dándole la bienvenida a la tripulación y asignándole como supervisor al propio Harley, en propias palabras de Halley un "genio de la organización".

Su trabajo en el barco le hizo entender la necesidad de las pruebas y la pregunta que había hecho. Los pingüinos karatekas eran extremadamente peligrosos en tierra, por lo que era necesario atraparlos mientras nadaban y asegurarse de que para cuando llegasen al barco estuviesen lo bastante débiles. Durante casi tres semanas la parte principal de su labor había sido, precisamente, lanzarse al agua con un cuchillo y atrapar pingüinos. Sin dudarlo lo había hecho, cargando también de forma incansable sus cuerpos hasta la bodega para ser procesados.

Había estudiado detenidamente el comportamiento de cada miembro en cada rato libre que tenía, que no eran muchos. Había visto cómo embadurnaban a los animales con esa cosa, se había enterado del objetivo que perseguían y, en cuanto había tenido una oportunidad, se había ocupado de enviar la carta para que la Legión supiese a qué debía atenerse. Se dirigían a Pucci, una isla afiliada a la Liga de los Mares pero que no sería impedimento para detener a la banda. Al fin y al cabo, Halley había asesinado a un comandante hacía unos años y la Lanza nunca olvidaba un agravio.

- ¡Tierra a la vista! -exclamó el vigía una mañana-. ¡Pucci a tres millas!

Blaze bebió un trago de su petaca y empezó a prepararse. Ese día lo iban a detener, tenía que estar guapo.

La embarcación no era demasiado grande, pero daba de sobra para que estuviésemos a gusto Jin y yo. Con eso yo ya me contentaba, no tenía sentido alguno preocuparse por el barco que habíamos dejado a solas, bueno, con un Tontatta extremadamente torpe dentro. No sería muy difícil encontrarlo, solo teníamos que volver a la isla donde nos separamos y comprobar que no se había movido de allí y en el caso de hacerlo… Bueno, a seguir el rastro de caos que solía dejar Muffin haya por donde fuera, sería algo divertido de cualquiera de las formas. Por lo pronto había decidido seguir con esta ruta hacia Sabaody, no tenía ninguna prisa en dar la vuelta al mundo así que cuando llegara a mi objetivo seguramente daría media vuelta, no me sentía preparado para el Nuevo Mundo. El caso es que no podía simplemente renunciar a esta especie de carrera implícita en la que un montón de gente interesante se había visto envuelta. Sentía que si volvía hasta mi barco, me perdería algo que me haría no poder lograr mi sueño jamás. Por eso había logrado convencer a mi querido timonel de que siguiera hacia delante hasta que el trayecto terminara.

Esta vez me había informado del lugar al que íbamos. Con todo lo que se me venía encima, necesitaba estar un poco más al tanto de hacia dónde iba, aunque no había seguido preguntando en cuanto escuché que aquí se comía muy bien. Es decir, tampoco quería enterarme de todo y con saber que había comida de todos los sitios y sabores, yo ya creo que podría decirse que conocía todo lo esencial de este viaje.

Por eso, en cuanto desembarcamos en el puerto, no dudé en decirle a Jin que nos veríamos en un rato, que necesitaba explorar este sitio. Sabía que si me acompañaba no me dejaría pasármelo bien como yo lo hago. Que no me quejaba, me ayudaba mucho para tener los pies sobre la tierra, pero si no podía merodear por ahí libremente, no podía hacer mi magia y conocer a gente nueva, hacer cosas divertidas… Se marchó diciéndome que iría a por provisiones y que intentara que no me timaran con los precios a lo que accedí sin problema alguno, caminando a lo largo del puerto. En lo primero que me fijé fue en una especie de estación que había a lo lejos, parecía ser algún tipo de zona especial para barcos, aunque no me imagino qué tipo de barcos cabrían ahí. Por otra parte, era impresionante la cantidad de navíos que llegaban y se iban, siempre había mercancía en movimiento y había tanto trabajadores entusiasmados que hablaban a gritos con otros que se encontraban prácticamente al otro extremo de la costa como jornaleros que estaban ya hartos de la misma rutina cada día, escupiendo al suelo de mala gana de vez en cuando como si eso hiciese pasar más rápido el tiempo. Por ejemplo, ahora mismo acababa de llegar un barco pirata que parecía disponerse a hacer lo mismo, bajando una tabla para poder subir y bajar las cosas, de hecho, ahí mismo estaba Albert ayudando con una de las caj… ¿¡Qué!? ¿¡Qué hacía él aquí!?

Rápidamente me coloqué detrás de un carro, agarrándome a él para que me llevase más allá ya que si hubiese seguido ahí me habría visto seguro. ¿Por qué tenía que verlo justo ahora? La última vez que nos vimos, aunque no acabáramos en malos términos, me había rechazado y todavía seguía un poco… Bueno, interesado por el chico, así que lo último que quería en ese momento era verlo porque por primera vez en mucho tiempo, no sabría qué decir. Me bajé del carro, llevándome una mirada extrañada de la muchacha que lo estaba llevando, aunque no me dijo nada en ese momento. Me di la vuelta para salir de ahí con toda la mala suerte de darme de cara con un montón de troncos de madera que se desataron, teniendo que emprender el vuelo para evitar que me aplastaran. Desgraciadamente, justo una caja que estaba llevando una grúa me dio en mitad del vuelo, haciendo que cayera de nuevo en la madera del suelo del puerto. Me froté la zona del golpe, quejándome un poco. ¿Por qué tenía que perder el control de esta manera por un idiota la que vi una sola noche? Me di cuenta de que había unos pies enfrente de mí por lo que alcé la mirada hasta ver la cara del dueño, comprobando que me estaba mirando la fuente de todas mis vergüenzas. Me sonrojé en ese mismo instante, riendo nervioso al no saber qué hacer.

-Vaya… Albert, no te había visto… Parece que nos volvemos a ver de la misma manera en la que nos dejamos de ver, yo en el suelo y tú de pie.

De nuevo solté una pequeña risa. Ni siquiera sabía si lo que había dicho tenía sentido. Joder, Yor, ¿cómo puedes ser tan calzonazos?

- ¡Es para hoy, princesa! -le gritaron desde el otro lado de la puerta-. ¡Otros necesitamos utilizar el baño!

No había contestado. Ni siquiera hizo caso a los aporreos desquiciados contra la puerta. Tan solo siguió contando los segundos bajo el agua de la ducha, uno a uno, hasta que se sintió limpio. Había tenido que hacer concesiones durante su tiempo en el barco: Salía de su camastro y si bien bebía no tenía tiempo de calentar, lo suplía a través del ejercicio que debía hacer durante todo el día. Cuando tenía un momento hacía unas cuantas flexiones, claro, aunque seguía sin sentirse bien hacerlo así. Sin embargo, por lo que se negaba a pasar bajo ningún concepto era a renunciar a su ducha. Podía aplazarla, pero no pensaba bajar del barco sin ducharse cuando estaba a punto de reunirse con sus compañeros por fin.

Aprovechó el agua para limpiar los medallones. Había tenido que mantenerlos ocultos cada noche durante las últimas semanas e iba a necesitarlos en perfecto estado de revista si quería evitar la paliza de Maxwell una vez en la lanza. Blaze no solía dejar nada al azar, y si había una mínima posibilidad de que esa gente investigase sus cosas mientras dormía no iba a correr el riesgo de que encontrasen nada sospechoso. Sin embargo, pareció buena idea salir del aseo con ellas ya colgadas. Entre sus pectorales ni siquiera la ajustada camiseta blanca los dejaba ver -al menos no de forma evidente mientras se mantenía en reposo-, así que le pareció un resultado aceptable pese a todo. Además, había conseguido que no oliesen a mierda; eso era un logro.

- Todo tuyo -espetó, golpeándolo con el hombro.

Cuando salió a la cubierta la mayor parte del cargamento ya estaba listo. Eran cajas y cajas llenas de pingüino adulterado que Blaze se había ocupado discretamente de marcar con una "X" en la parte interior de la tapa para que, si en Inteligencia habían hecho los deberes, la menor cantidad de gente posible fuese intoxicada por el animal. En cualquier caso ya habían atracado y sin dudarlo ni por un momento tomó la primera de ellas y se dispuso a bajarla manualmente. Cualquiera que manejase ese volumen instalaría aunque fuese una pequeña grúa manual para mover los cargamentos, pero tampoco iba a protestar. Hizo uno, dos y hasta tres viajes mientras sus compañeros hacían el primero, sin rechistar ni protestar. Sin embargo, cuando estaba a punto de dejar en el suelo la séptima apareció un imprevisto: Yor.

- ¿Podrías apartarte un momento? -preguntó-. Tengo que dejar la caja.

Según sus cálculos quedaban unas cuantas más hasta la treintena que debían descargar. Miró hacia el barco, en el que la montaña apenas era ya visible, si bien podía ver parte de los últimos cargamentos. En el muelle, por su parte, había ya unas veintitrés cargadas por los otros siete porteadores. Suspiró, encogiéndose de hombros. Podría haber ignorado a los demás, pero en su lugar subió una vez más esperando que Yor optase por marcharse en el tiempo que él tardaba. Si eso no era así lo saludaría tras dejar la última caja.

- Cuánto tiempo -diría-. Si tu forma de conquistarme es caer siempre a mis pies, debo advertirte que vas por mal camino.

Puede que ya hubiese bebido un poco. Todavía no demasiado, pero sí lo suficiente. Sus palabras para Yor podían hacer que se avergonzase y era plenamente consciente: Iba a necesitar un momento de tranquilidad para dar con su contacto, más aún para no llamar la atención de forma innecesaria. Y el chico hada era, en todos los aspectos, demasiado llamativo.

Suspiré por su respuesta, era muy de su estilo. Rodé hacia un lado antes de levantarme para que tardase menos en dejar la caja y me limpié un poco el polvo que se me había puesto sobre la ropa, ya podrían limpiar este suelo un poco más… Me crucé de brazos mientras lo veía volver a subir al barco a continuar con su trabajo. No entendía cómo podía estar tranquilo después de lo de la última vez, actuaba como si no hubiese rechazado mis intentos de cortejarlo, si es que se podía llamar así. Que no me molestaba el hecho de que lo hubiese hecho, para nada, me molestaba que actuara como si no hubiese significado nada para él. Además, ¿Qué hacía yo aquí esperando? No teníamos nada de lo que hablar realmente, pero tampoco se sentía muy bien irme sin decir nada ahora que me había visto. Aunque es lo que estaba haciendo él, me había dicho que me apartara y había seguido con su trabajo tan pancho, dejándome con cara de idiota aquí parado. Sí, lo mejor sería marcharme y cada uno a su rollo. El único inconveniente era que en lo que yo había tardado en llegar a esta conclusión, Albert ya había terminado y me estaba hablando. Y vaya si le gustaba chincharme…

¡No es eso! No estoy… ¡No!- Dije mientras notaba mis mejillas encenderse, por lo que miré hacia otro lado. ¿Qué significaba siquiera lo de “vas por mal camino”? ¿Voy por alguno? Ya está este chico jodiendo con mi cabeza.- Da igual… ¿Qué haces aquí?

Miré detrás de él para echarle un vistazo al barco del que venía. No me pasó por desapercibida la bandera pirata que ondeaba alegremente en lo alto del mástil, a lo que simplemente alcé una ceja, mirando entonces a Albert, esperando que no tuviese que explicarme demasiado, después de todo, era un chico listo. Ahora, o bien me había mentido cuando nos conocimos y resultaba que era un pirata o estaba con algo en mente para hacerse pasar por uno. Bueno, realmente podría simplemente haber estado en esta isla, haber pasado por aquí y haberse ofrecido para descargar cosas con tal de ganarse unos cuantos berries. ¡Podría ser cualquier cosa! Que frustrante… Iba a abrir la boca para hablar de nuevo, pero con una leve brisa portuaria me llegó un olor de lo más curioso y, peor aún, familiar.

Ignoré por completo a Albert entonces, siguiendo el olor con la nariz hasta llegar hasta una de las cajas, acercándome hasta que confirmé mis sospechas. Me quedé mirando la caja unos segundos, no sabiendo muy bien cómo reaccionar a esta información. El olor era exactamente el mismo, era la droga que se usaba para dopar a los combatientes y con la que me obligaron a pelear en alguna ocasión. Había intentado negarme a consumirla todo lo posible e incluso a mis padres se les había ocurrido la macabra broma de ofrecerme dos platos de comida, uno con un mendrugo de pan y agua y otro con un delicioso asado de pollo, pero impregnado de la potente droga. Así, o comía a duras penas o iba colocado. Recordar los efectos que tenía era de lo más desagradable, recuerdo perfectamente cómo te hacía empezar a sudar frío por todo el cuerpo, te llenaba de tanta energía que era hasta doloroso e incentivaba las conductas violentas. Ya obviamente tenía otros efectos como ojos rojos, salivación extrema… Pero eso era lo que más recordaba, las ganas de hacer daño a la gente… Me recorrió un escalofrío todo el cuerpo, girándome hacia Albert para confrontarlo.

-¿Qué haces traficando con droga? ¿Sabes lo peligrosa que es esta?- A pesar de lo enfadado que estaba, procuré no hablar muy fuerte, sentía… Aprecio, sí, eso, por él y tenía la esperanza de que hubiese una buena explicación para esto.- Reconocería este olor en cualquier lugar y… No sé si sabes con lo que estás tratando.

No quería desvelar demasiado, no iba a ponerme a llorar en mitad del puerto. Al menos, no lo quería hacer.

Efectivamente Yor se había quedado a esperarlo. Logró sonrojarlo, pero no fue suficiente como para hacerlo salir corriendo. En realidad no tenia claro si era esa clase de muchacho, pero por su comportamiento de adolescente angustiado habría presumido que sí. Tal vez simplemente había puesto las expectativas muy altas o, por la contra, no había tenido en cuenta todos los factores. ¿Ambas, tal vez? Era todavía muy pronto para aventurarse a dar con una teoría, si bien era cierto que tras la vergüenza inicial comenzó a olfatear el aire como un perro. Puso los ojos en blanco. "Pues claro, es un adicto".

- Trabajar -contestó con serenidad, pero el sabueso ya estaba bajo la pista de algo-. No todos tenemos una fortuna familiar que nos mantenga.

Estaba siendo muy brusco con él, quizá. Yor podía ser un poco... Demasiado... Yor, pero no era mala persona. Tratar de maltratarlo aprovechándose de sus puntos débiles no parecía una forma particularmente honesta de actuar, aunque en cierta manera resultaba necesario. Si se le volvía a pegar de nuevo no podría zafarse el tiempo que necesitaba para informar detenidamente al escuadrón de neutralización. En cualquier caso, tampoco parecía que estuviera funcionando del todo porque el chico seguía ahí, cerca de las cajas. Estaba a punto de ponerle la mano en el hombro para que no robase cuando se dio la vuelta para confrontarlo.

Se mantuvo con calma mientras el pirata hablaba, pero rozó suavemente el pomo de su espada con la mano mientras buscaba camino para entrar en el bolsillo. Un movimiento sutil, pero esperaba que hasta un zote como Yor fuese capaz de captar: Una advertencia silente, y aunque no iba a hacerle daño... Que él lo pensase podía ser la diferencia entre que ambos viviesen o uno de los dos tuviese que acabar muerto.

Una vez terminó soltó una leve carcajada, y hasta le dedicó una sonrisa para que cualquier otra persona en el muelle tomase por una burla lo que estaba diciendo. No podía permitirse que nadie hablase antes de tiempo o que se corriese el rumor de que la carne adulterada estaba a punto de llegar a las cocinas. Se golpeó el pecho un par de veces con el puño y paró de reír, clavando la mirada en él amenazante pero sin desdibujar su sonrisa.

- No seas tonto, Yor -desenvainó su daga e invadió su espacio, pegándole un culatazo a la tapa para moverla-. Es pingüino karateka. Yo mismo los he cazado, con esta belleza... -Su tono fue volviéndose un poco más oscuro a medida que iba hablando hasta que cerró la caja nuevamente-. Por desgracia para ti, no tenemos pensado venderlo al pormenor, así que tendrás que probarlo en algún restaurante. -Guardó la daga de nuevo-. Si es que no enfadas a nadie por el camino.

- ¡Albert! -gritaron desde el barco-. ¿Dónde estás, tunante?

Se encogió de hombros.

- El capitán me requiere. Ya hablaremos.

Se dio la vuelta y enfiló el tablón. A ver qué quería ese patán ahora.

Me quedé expectante, necesitaba una respuesta pronto o seguramente perdería el control. Había visto cómo esta droga había destrozado a personas hasta convertirse en una vasija de lo que una vez fue y no podía permitir que estas camparan a sus anchas. Miré incrédulo la amenaza que obtuve como respuesta, tragando saliva mientras mi cerebro procesaba toda la información, abrumándome con posibles acciones que podría hacer. No dije ninguna palabra, mientras me trataba como a un idiota lo miré en absoluto silencio, ¿encima iban a venderlo a los bares para que cualquiera se tomase esta carne envenenada? Noté un sudor frío recorrerme la nuca, tampoco me despedí cuando se dio media vuelta para hablar con su capitán.

Di un paso hacia atrás, no debía meterme en esto, seguro que había una razón detrás de todo esto, hasta ahora Albert no me había dado ninguna razón para sospechar de que fuese mala persona, tal vez actuaba así porque estaba siendo amenazado o tenía algún tipo de plan para actuar o… Entonces me di cuenta de una cosa, una cosa que me hizo reír a carcajadas hasta llorar de la risa. Me di un par de palmaditas en las mejillas para espabilarme, volviendo a sonreír a la par que notaba como toda la incertidumbre y pesadumbre se me iban del cuerpo. ¿Por qué actuaba así delante de él solo porque me gustase un poquito? Estaba perdiendo el rumbo y cualquiera de mis amigos se reiría de mí si me viese actuar así. No he salido al mar para caer en un papel de idiota solo por eso, ya veré cómo gestionar eso, lo importante ahora era hacer lo que hacía siempre, es decir, lo que sintiese como correcto. Me la sudaba si Albert tuviera o no algo que hacer con esta gente, si tenía un plan o era un imbécil que traficaba con droga, el caso es que esta situación era inadmisible y no me iba a marchar dejando que otros inocentes tomaran ese veneno.

Hice brotar mis alas y de un fuerte aleteo contra el suelo alcé el vuelo, mirando desde arriba el barco hasta que encontré al capitán y al otro, por ahora idiota hasta que entendiese mejor la situación. Me lancé en picado hacia el capitán, agarrándolo del cuello de la camisa en cuanto entré en contacto con él, deslizándonos por tablas de madera que se rompieron bajo la inercia de mi movimiento. El hombre me miró con los ojos bien abiertos tanto por la sorpresa como por el dolor que le había causado el choque, a lo que yo le sonreí tranquilamente. Uno de sus subordinados reaccionó con rapidez, acercándose hacia a mí con una espada en mano a lo que me giré para mirarlo sin más mientras una ráfaga de viento le alborotó el pelo antes de incendiar al hombre que tuvo que saltar por la borda para no ser achicharrado completamente. Aproveché para echar un vistazo al resto de la tripulación, que se había quedado totalmente petrificada ante mis acciones, observándome con temor a lo que haría a continuación. Simplemente posé la mirada sobre Albert, al que le sonreí con cierta diversión.

-Por algún motivo no quería precipitarme por miedo a que pensases mal de mí ya que por algún estúpido motivo me interesas, pero luego he pensado que ese no soy yo y a pesar d elo que sienta, si algo no me gusta debería actuar para cambiarlo, así que si te vale de algo, lo siento.- Volví a dirigir mi atención hacia el hombre que tenía bien agarrado.- Ahora me vas a decir a quién le has comprado esto y a quién se lo ibas a vender, no voy a permitir que drogueis a inocentes, ¿¡acaso sabes el daño que puedes hacer con eso que tienes ahí?!

Escupí esas palabras con rabia, estaba harto de que la gente se aprovechase de su poder para sacar beneficio de los que no pueden defenderse. Yo una vez fui uno de aquellos que no podían luchar por sí mismos y ahora que podía hacerlo, no voy a dudar jamás en pelear por mí y por esa misma gente.

- Capitán -saludó-. ¿Me buscabas?

Halley suspiró.

- ¿Ya estabas ganduleando ahí abajo? -preguntó el pirata-. Aún quedaban cajas por bajar. Si vuelves a escaquearte te quitaré una parte del jornal, muchacho.

- Pero, capitán -protestó, aun cuando el sueldo de pirata no habría podido importarle menos-. Éramos ocho descargando y he bajado casi la tercera parte yo solo. Podría haber ido más despacio y aún estar terminando ahora, pero no me parecía justo seguir si mis compañeros van a cobrar lo mismo que yo.

- Es cierto Connie -comentó Harley, que se limaba las uñas sobre un barril-. El chico es una bestia. Casi parece...

Blaze estuvo a punto de arrugar la nariz ante la suspicacia del contramaestre, pero por suerte -o por desgracia- Yor los interrumpió de la forma más estúpida y violenta que se le podría haber ocurrido. ¿Tirar las cajas al mar? No, ¿Para qué? ¿Incendiarlas con sus superpoderes de chica mágica? Evidentemente que no. ¿Por qué actuar como una persona con más de tres neuronas funcionales? No, mucho mejor tener solo dos y que estas estuviesen bailando un tango. ¡Había agarrado a Halley y lo había arrastrado por el barco! No contento con eso, casi había matado al pobre Matt "el tuerto" achicharrándolo.

Miró a Harley, quien presa de la ira estaba apuntando ya su mosquetón contra Yor. Sin perder un segundo corrió hacia él y le movió el cañón para evitar que disparase. No le gustó en absoluto aquello y Blaze acabó siendo apuntado por el arma durante un instante.

- Si fallas el tiro podrías matar al capitán -se excusó-. Además, no está en peligro. Fíjate.

La ropa se había rasgado por el roce, pero su cuerpo seguía intacto. Pese a la fuerza de Yor Halley no parecía haber recibido ningún daño. Estaba furioso, sí, con los ojos como platos casi fuera de sus órbitas y los dientes casi rechinando. Podía notar casi el pulso en sus muñecas, viéndolo claramente en su yugular casi palpitante. Poco a poco se iba poniendo de un rubor rojizo, casi ardiente, a medida que el pirata que lo tenía agarrado iba hablando.

- ¡¿Tú conoces a este imbécil, Albert?! -bramó-. ¡Porque o consigues que me baje en cinco segundos o después de matarlo te voy a dar cincuenta latigazos!

Blaze bufó.

- Lo veo justo, capitán -dijo-. Pero si no lo baja en cinco segundos lo mataré yo.

Su advertencia no se hizo esperar. Como si de un cristal al romperse se tratara una leve emanación de humedad comenzó a moverse tras Blaze golpear con cierta potencia el aire. Esta se desplazaba muy lentamente hacia su objetivo, pero era apenas perceptible a través de la vista. No esperaba darle de lleno, pero sí al menos dañarle las alas para hacerlo caer.

- Arabesco de cien tejas -dijo casi como un suspiro, esperando impactar la espalda de Yor.

No sabía qué estaba haciendo, había perdido el control total sobre la situación y lo único que podía hacer, o más bien que estaba haciendo, era sonreír como un lunático, ¿en qué momento se había convertido en un tic nervioso? Este capitán ni siquiera parecía herido, solo cada vez más enfadado conforme los segundos pasaban. Estaba rodeado, no había ningún lugar al que pudiese irme y ni siquiera quería hacerlo. Tampoco entendía muy bien qué pretendía hacer con todo esto, había actuado sin pensarlo, pero es que, ¿cómo hacerlo en una situación así? Estaba asustado y notaba como el agarre en el cuello del capitán me temblaba, no iba a salir bien parado de esta.

-¡No puedo soltarte! ¡Si hago eso significaría que no he aprendido nada! ¡No puedo permitir que más niños combatan hasta morir!- La voz me temblaba, no tenía credibilidad alguna.

¿Por qué me estaba pasando ahora esto? Podría haber sido en cualquier otro momento cuando estuviese a solas en mi barco, descansando en la cama, cuando mis acciones no tuviesen consecuencias tan graves. En algún momento toda esta rabia se había ido acumulando en alguna parte de mi cabeza y todo lo que había aprendido con Alice no había ayudado. Me había ido de aquella isla porque no quería tener nada que ver con la gente que la habitaba, quería vivir mi propia vida y ahora por algún motivo el mundo parecía creer tener el derecho de traérmelo todo de vuelta, pero aún peor. Peor porque ahora podía actuar por mí mismo y eso significaba que existía la posibilidad de que me equivocase. Miré a Albert con los ojos de un animal asustado, alumbrado en mitad de la noche cuando escuché sus palabras, esta vez sabía que lo haría.

Sabía que de algún modo me había lanzado algún ataque, pero no pude ver nada hasta que ya estuve a una distancia muy peligrosa. No podría esquivarlo moviendo, pero quizá si dejaba el vuelo podría minimizar los daños, un roce sería doloroso, pero no peligroso. Sin embargo, cuando estaba a punto de hacerlo, noté un dolor horrible en el hombro. Observé a mi “rehén”, comprobando que en algún momento había sacado un puñal que me había clavado con fuerza, distrayéndome lo suficiente para que el ataque de Albert me diese de lleno. Dejé de notar mis alas en ese instante, cayendo rápidamente, dándome en el costado contra la barandilla, pudiendo agarrame con una mano a pesar del dolor que me inundaba. Aún así, no tardó en entrar en mi campo de visión el capitán que arrancó el puñal de mi hombro y lo clavó seguidamente en mi mano, sacándolo después ya que ya había conseguido que soltara el agarre.

Lo último que vi antes de chocar contra el agua fue la risueña cara de este, riéndose de mi desgracia conforme caía. No sabía cómo de grave era la herida en mis alas, pero no podía alzar el vuelo para irme de aquí, en cuanto toqué el agua, me fui hundiendo lentamente. Pude ver como el agua se teñía de rojo a mi alrededor, dejando un rastro por encima de mí. Curiosamente el agua fría me resultó reconfortante, como un golpe de realidad en toda la cara, al menos si moría ahora, estaría tranquilo. Ya había puesto en movimiento a Jin, seguro que lo haría bien, espero que se encargara de que Muffin no acabara de nuevo preso…

Todo se había salido de control muy rápido. Yor era consciente de que algo se acercaba, podía verlo. No era difícil de evitar, solo tenía que soltar a Halley y salir volando. Estaría a salvo si simplemente no hacía ninguna tontería. Pero claro, él no era así. Él tenía que intentar evitarlo, pero sin soltar al pirata. Este se resistió, claro, y aprovechó el mínimo descuido para acceder a su cuchillo y clavárselo con furia en el hombro. Sin ninguna piedad siguió hasta derribarlo, cayendo de bruces contra cubierta él y aferrándose a la baranda Yor, a punto de caer. Su primer impulso fue ir discretamente a ayudarlo -aunque no sabía cómo-, pero Halley llegó antes y apuñaló su mano, haciéndolo caer al mar.

- Pasea con los peces, sabandija -maldijo. Luego se giró hacia su tripulación-. ¡¿Y vosotros no tenéis nada que hacer?! ¡Tirad a trabajar de una vez! -Blaze trató de darse la vuelta, pero el capitán estuvo rápido-. Tú no. Tú primero me vas a explicarme un par de cosas, y luego vas a cargar el doble de cajas en cada viaje.

Blaze asintió, contando mentalmente el tiempo que le quedaba. No era mucho, menos aún si debía cargar el doble de cajas en el camino. Aun así se mantuvo impertérrito delante de Halley, con un lenguaje corporal abierto que mostraba la mayor sinceridad posible. Con fingido apuro explicó que se trataba de un antiguo compañero pescador, enloquecido desde que no podía nadar y cazarrecompensas de oficio desde entonces. Se disculpó tímidamente agachando la mirada y recogió los brazos, como si temiese las consecuencias.

- Dijo que sentía algo por ti -inquirió-. ¿Algo que decir al respecto?

- ¿Soy un bombón? -contestó dubitativo, con una sonrisa tímida.

- ¡¿Te crees que es momento de bromear?! -le pegó una bofetada-. ¡Casi me mata la maricona de tu amigo! Cuando vuelvas hablaremos de nuevo, y más te vale que no me entere de nada raro mientras no estás aquí.

Noventa segundos. Desde el primer minuto era agónico; desde el segundo, las probabilidades de que su cuerpo luchara contra sí mismo crecían exponencialmente. Fingiendo que era un peso imposible cargó dos cajas, una sobre otra, y esforzándose en que todo su cuerpo se viese tenso comenzó a caminar mientras evaluaba la situación. Necesitaba un punto ciego del barco, que al mismo tiempo tiempo no fuese a estar en el camino de sus compañeros para que no reconociesen las cajas y que además le dejase tiempo suficiente como para bajar hasta él. Por desgracia no parecía haber ningún sitio cerca; debido a sus habilidades él tenía las rutas más largas por recorrer. Iba a tener que arriesgarse.

Cuando llegó al primer callejón oscuro que vio dejó las cajas al fondo. Ciento quince. Echó entonces a correr sin preocuparse de sus zapatos, ni tampoco de sus armas. Hizo un esfuerzo por cerrar la tráquea y trató de inspirar con el estómago, llenándolo de aire con no poco dolor de su esófago. Saltó al agua de cabeza desde un muelle y se zambulló. Seguía contando los segundos, ya ciento treinta, treinta y uno, treinta y dos... Vio a Yor cuando ya pasaba de ciento cuarenta, y para cuando llegó a él ya había perdido la cuenta. Aferró su cintura para asirlo, lo abrazó con una mano y con la otra cerró su nariz con fuerza. En ese momento posó sus labios sobre los suyos y, tras conseguir que abriese débilmente la boca, le insufló aire desde su estómago. Vomitivo, seguramente, pero tampoco estaba como para exigir.

Había ganado unos segundos, pero emerger fue mucho más complicado. Había perdido la noción de dónde estaba y tuvo que hacer una apuesta que, no tenía claro cómo, salió más o menos bien. Arrastró al inepto pirata hasta el callejón y se aseguró de que estaba vivo.

- Espera aquí mientras hago la entrega -espetó-. Si alguien te ve nos van a matar a ambos, casi seguro.

Agarró cómodamente las cajas y se marchó hacia su destino. Tan solo esperaba secarse para cuando llegara.

Me reí divertido mientras me acomodaba en el sillón de la biblioteca. Había improvisado un pequeño fuerte con sábanas y cojines para que nadie me molestase, aunque de normal ya nadie venía por aquí. Era mi momento de paz, una vez a la semana, y lo aprovechaba todo lo que podía. Era verdad que ya me había leído este libro diez veces, pero simplemente no me cansaba de repasar las palabras en mi cabeza, era un mantra que me ayudaba en mis peores momentos. Además, ¿quién podía culparme por fantasear un poco con tener la esperanza de vivir aventuras en los mares? Era una pena que esta gente se hubiese muerto, seguro que vendrían a ayudarme si se enteraban de mi situación, yo hasta lo soñaba a veces. Pasé la página tranquilamente, usaba como luz un par de velas colocadas en una mesita justo a mi derecha, aún no controlaba muy bien mis poderes así que practicaba con velas de este tipo.

Mi calma no duró mucho, pronto oí la voz de mi madre llamándome para continuar con mi entrenamiento. Tensé todo mi cuerpo, otra vez no… Estaba seguro de que todavía no se había pasado el tiempo de mi descanso, aunque no podía saberlo con certeza, no me dejaban nunca ver los relojes, no entiendo por qué. Tragué saliva muy nervioso, tenía que esconderme, disfrutar un poco más aunque fuera. Me levanté con rapidez, mi libro bien pegado al pecho como si me diese fuerzas y salí corriendo hacia el jardín trasero, allí podría esconderme en la oscuridad de la noche.

Quizá si hubiese tenido un poco más de cuidado no habría tirado la vela al suelo, quizá aquella noche habría sido distinta…

Cuando volví a abrir los ojos lo primero que vi fue a Albert. A continuación noté cómo me ardían los pulmones y la garganta, acompañado de una sensación punzante en la cabeza, como si me la estuvieran taladrando. Asentí levemente a sus palabras, sin fuerza y me apoyé contra una pared, abrazando mis piernas y acercándomelas hasta el pecho. Observé en silencio cómo se marchaba y cuando sentí que estaba solo, me puse a llorar, intentando no hacer demasiado ruido. Hacía mucho que no lloraba, incluso me sentí más aliviado, aunque los ojos me escocían bastante. Me llevé una mano hasta la espalda, notando la sangre que había ahí, intenté hacer brotar mis alas, pero solo se asomaron en mi piel y noté yo mismo el corte que habían sufrido. Sentí entonces todo el frío que mi cuerpo había optado por obviar hasta que estuviese más consciente y volví a pensar que iba a morir, que esto era una prórroga nada más. Intenté recomponerme como pude, cerrando los ojos y haciendo respiraciones para calmarme, vacié la mente como pude, tenía que estar atento a mis latidos, el subir y bajar de mi pecho. No sé cuánto tiempo estuve así, pero cuando abrí los ojos de nuevo, Albert estaba ahí, mirándome.

-Perdón, yo…- Me había salvado la vida, como mínimo podía ser sincero. Si lo hubiese hecho antes seguramente no habría pasado nada de esto.- Ya te dije que mis padres eran nobles, ¿no? Tenían un hobby que compartían con otros nobles de mi isla, usaban a sus propios hijos como luchadores en peleas clandestinas… La droga que había en esos pingüinos es la que a veces nos obligaban a tomar para doparnos y divertirse más y… Perdí el control, últimamente mi pasado está volviendo todo a mí, estaba asustado y no sabía qué hacer y…- Suspiré, limpiando un par de lágrimas que me bajaban por las mejillas.- Lo siento, siento haberte importunado, se me da demasiado bien ser un incordio… Si puedo hacer algo por ayudarte, me gustaría hacerlo, no tenías que pagar el pato por mi idiotez.

Se quitó la camisa. Siempre llevaba una camiseta por debajo, aun si el día era tórrido. Se la quitó también y la estrujó mientras se concentraba para secarla del todo. Húmeda no servía para hacer una venda. La cortó en varios pedazos bastamente y se la lanzó al pirata. Con las mismas volvió a ponerse la camisa, percatándose de que en realidad, como acababa de hacer, no era completamente dependiente de que las prendas se secasen por sí solas. En cualquier caso, una vez Yor tenía las vendas a mano podría hacerse cargo, aunque fuera pobremente, mientras él o estaba.

- Solo intenta no morirte.

Levantó las cajas con cierta pesadez. A él aguantar la respiración un poco más de la cuenta no le pasaba especial factura, pero se había lanzado con las botas y armado. La ropa... La ropa era sencillamente tela, nada que en verdad le molestase demasiado para nadar. El problema había sido todo lo demás: El lastre, las prisas, la tensión... La adrenalina empezaba decaer, lo que significaba que por un rato iba a sentirse cansado. No agotado, tal vez, pero sí que la pesadez le iba a hacer algo de mella. Aun así echó a caminar sin preocuparse especialmente, consciente de que más pronto que tarde volvería a encontrarse bien.

Callejeó como pudo para evitar miradas indiscretas o compañeros que se percatasen de que estaba mojado. Para cuando llegó al restaurante que había hecho el doble encargo -había optado por empezar donde su contacto esperaba- le faltaba un poco de aliento. Aun así no detuvo el paso y entró en el local sin titubear, saludando al entrar con una inclinación de cabeza.

- Buenos días, traigo el encargo -dijo, tal como el habían explicado.

- Déjalas por aquí, en la trastienda -dijo un hombre con sombrero de cheff-. Espero que hayan llegado frescos e intactos.

No conocía a ese hombre, pero le habían informado de que el Cipher Pol se haría cargo en aquella ocasión y conocía el código. Blaze seguía sin creer en ellos, sabía que había mil maneras mejores de comunicarse y estaba seguro de que eran tan fáciles de interceptar y desencriptar como cualquier charla casual, pero no estaba bajo su responsabilidad decidir en aquel momento; él solo debía asegurarse de que todo siguiese bien para cuando el momento llegara.

- Pescados del día diez -contestó mientras extendía la mano-. Lo hemos marcado en cada caja.

Guardó el fajo de billetes en el bolsillo y desanduvo sus pasos hasta volver con Yor. No tenía mucho tiempo para quedarse con él y pronto debería volver a por más cajas o Halley empezaría a sospechar, así que se puso manos a la obra: Nada más aparecer por el callejón empezó a revisar los vendajes y a asegurarse de que la herida no empezaba a infectarse todavía. Que no tardaría, suponía, pero les compraba algo de tiempo para comprar antibióticos y alcohol.

- La próxima vez que quieras hacer algo estúpido hazte cargo de saber a qué te enfrentas -le reprendió-. No voy a estar siempre para salvarte el pellejo.

Cogí las vendas, enfadándome yo solo porque a pesar de la situación, a pesar de lo que había hecho y a pesar de que ya estaba seguro que no querría verme ni en pintura después de hoy, aún me había puesto ligeramente nervioso porque era su puta camisa. Suspiré profundamente una vez estuve solo y me puse manos a la obra. Como pude fui vendando mis heridas, tensando la tela para asegurarme de que no se soltasen. Cuando el ardor de estas me molestó, me di cuenta de que estaba perdiendo la costumbre a este tipo de cosas. Antes curarme este tipo de heridas era pan de cada día, pero últimamente me había confiado más, hacía tiempo que nadie me causaba tanto daño, supongo que había llegado a pensar que no había nadie interesante con quien pelear. Tenía que volver a entrenar como antes, esta vez me había ocurrido a mi solo, pero la gente que me rodeaba también podría sufrir si no me lo tomaba más en serio.

Cuando Albert inspeccionó mis vendas, no supe muy bien lo que estaba ocurriendo. Me había preparado ya para algún tipo de regañina, pero solo estuve en silencio durante todo el proceso. Quizá estaría pensando algo como que yo ya soy mayorcito para saber lo que hago y que no tiene que hacerme de niñera y explicarme las cosas. Algo así parecía bastante propio de él, lo que me hizo soltar una pequeña risa, risa que me provocó que me doblara un poco por el dolor en el pecho. Genial, Yor, buen momento para reírte, solo hace falta que se piense que no te estás tomando esto en serio. Asentí ante sus palabras y apoyé una mano en la pared, intentando levantarme del suelo.

-No te preocupes, no te voy a causar más molestias, me iré al barco y no me volverás a ver, esta vez de verdad.-´No me gustaron esas palabras, pero sería lo mejor para ambos.

Cuando me puse en pie, di un par de pasos antes de caer al suelo, intentando asirme a un cubo de la basura que había en el callejón, aunque lo único que hice fue llevármelo conmigo al suelo. Me aparté como pude aún tumbado y me di la vuelta para poder mirar hacia arriba. Me llevé una mano a la cara, empezando a reír levemente por la situación, era cruelmente divertida. No podía ni irme con dignidad de esta situación, a saber cuanto tardaría en recuperar mis alas y… Mejor no pensar demasiado en todo esto, solo iba a volver a hacerme llorar.

-Tengo una especie de don para hacer el ridículo… Mejor me espero aquí un poco más hasta que recupere la energía en las piernas, pero de verdad que no hace falta que te quedes.- Lo miré intentando no verlo directamente a la cara por miedo a cómo me estaría observando.- Te estás arriesgando ya con esto, es demasiado.

Desvió la mirada apenas por un segundo cuando se rio, pero enseguida volvió al trabajo. No veía síntomas de infección, pero prefirió asegurar y fue vaciando cuidadosamente su petaca en cada corte, intentando desperdiciar lo mínimo posible. Todavía sentía la seguridad que le regalaba el alcohol y conocía bien su cuerpo; podía renunciar a él, al menos a un poco. Si quería hacerlo... Esa ya era otra historia muy distinta. Siempre apuraba su whisky al máximo y trataba de calcular cuántos tragos necesitaba para esta o aquella tarea, minimizando en la medida de lo posible cuánto consumía. Tenía algo de autocontrol, y aunque sabía que ese vicio se lo robaría poco a poco también era consciente de que era adicto. Podía lidiar con ello, al menos de momento.

- No vas a hacer eso -contestó él-. Eres demasiado idiota. -Terminó de cerrarle la venda del ala (si es que se podía llamar venda al desastre que había hecho ahí) y se incorporó-. Vas a ir a cada local de la ruta y vas a incendiar tantas cajas como puedas.

Siempre estaba preparado. Para casi todo tenía un plan, y para cada imprevisto una contingencia. En el bolsillo de la camisa había optado por llevar la hoja de ruta con cada local que debía visitar y un mapa sencillo dibujado. Dentro de la bota, sin embargo, consciente de que podría caer al agua o empaparse, se había asegurado de guardar veinte berries en billetes de uno, todos ellos con las direcciones de los veintitantos locales escritos con tinta en los márgenes y en cada espacio en blanco. Era angustioso de leer y complicado, pero el papel de algodón no se deshacía con el agua y la tinta buena era relativamente resistente a esta.

Comprobó los billetes. Tres de ellos estaban completamente emborronados, mientras que otros diez estaban parcialmente reconocibles. Siete, los de la parte central, estaban bien. Dos de ellos, de hecho, estaban secos. Guardó todos los húmedos de nuevo en la bota tras apretarlos para que perdiesen el agua y el seco en el bolsillo de la petaca. Luego le pasó el otro, con un suspiro.

- No puedo evitar que te hagas cargo de la droga -dijo-. Tan solo... Hazlo con cabeza. Si de golpe empiezan a arder todas las tascas de mala muerte de esta ciudad Halley me matará. En fin, tengo que seguir. Tú intenta que no te reconozcan.

Mientras volvía al barco se cruzó con algún que otro marine, pero se ignoraron mutuamente. Llegó al puerto, recogió dos nuevas cajas y comenzó a caminar una vez más, fingiendo que le costaba horrores levantarlas. Lo cierto era que sencillo no estaba siendo, pero solo eran cajas y ni siquiera se acercaba a su máximo. El volumen era molesto, eso sí, pero una incomodidad pasajera. Cuanto antes terminase, más podría descansar de cara a la siguiente.

Me quedé quieto mientras me colocaba bien las vendas, yo creía que estaba mucho mejor, pero por las quejas que soltaba por lo bajo y los apretones que metía, supongo que no estaría tan bien. Yo intentaba no quejarme demasiado, pero no podía evitar soltar algún que otro jadeo por el dolor, apretando los puños para desviar la atención a otro lado. No quería decirle que tuviese más cuidado ya que me estaba haciendo un favor, pero con el alcohol, empezaba a escocer demasiado. Mientras él parecía mirar algo, estuve tocando por encima las vendas, lo había hecho perfectamente, lo cual me daba un poco de rabia…

Alcé la mirada cuando volvió a hablarme, prestando más atención a lo que hacía. Intenté mirar por encima lo que había en sus papeles, aunque no pude sacar nada en específico. No pude evitar sonreír por sus palabras, tenía mucha razón, seguramente tras recuperarme un poco, habría ido sin dudar a terminar el trabajo, solo que con un poco más de cabeza. Bueno, eso es lo que me gustaría pensar, porque es cierto que habría ido a quemar todo de golpe sin pensar muy bien en lo sospechoso que sería. Cogí el papel, mirándolo un par de segundos antes de pensar cual sería mi próximo objetivo. Me despedí con la mano mientras Albert salía del callejón.

-Ya verás como esta vez me sale mejor, no te preocupes por mí.- Le dije antes de perderlo de vista. Dudaba que se lo creyese, pero era mejor que nada.

Aún así, esperé unos minutos hasta que sentí que podía moverme de nuevo sin mucha dificultad. Ya que me había recomendado pasar por desapercibido, decidí usar mi forma de hada, ahora que no tenía alas no iría dejando un rastro de polvo por ahí y realmente creo que mi apariencia cambiaba lo necesario para que no se me reconociese fácilmente. A veces estar a plena vista era lo más sencillo para no ser descubierto, seguro que tras mi pésima actuación no esperarían que me pusiese en marcha tan rápido y menos que ahora pareciese una chiquilla. Por suerte, y cosa que no había previsto, el dolor mitigó un poco cuando tomé esa forma más delicada, supongo que al perder masa había menos daño; eso y que podría controlar mejor el fuego suponía solo ventajas a salir así. Una vez fuera del callejón, me dirigí a mi nuevo objetivo, con nuevos ánimos en el cuerpo. Lo que no me esperaba era algún silbido de los transeúntes, aunque mi ropa fuese más llamativa y corta y mi cuerpo más provocador, no creí que algo así fuese a suceder. Por suerte no me molestaron demasiado y pude entrar al bar en cuestión, sentándome en una de las sillas. En algún momento de lucidez había pensado que si entraba, se incendiaba el sitio y salía, iba a ser demasiado sospechoso así que fingiría haber venido a tomarme algo. Sin embargo, pronto mi calma se vio interrumpida.

-Ey, bonita, ¿qué hace una chica aquí sola como tú en un sitio como este?

Miré al hombre que se había sentado en mi misma mesa, con dos cervezas en mano, una de ellas me la dio a mi. Sonreí nervioso, mientras aceptaba la bebida. No tenía un problema con hablar, mi voz era mucho más suave y aguda en esta forma, pero con este pavo aquí no podría actuar libremente. Venga ya, ¿qué pasa con mi suerte hoy?

Caminaba con cierta calma. De vez en cuando hacía una pausa momentánea para tomar aire, respirar tranquilo y, especialmente, para hacer tiempo. Su ritmo constate podía ser particularmente rápido, y aunque no era algo que le molestase sí que se trataba de un detalle que difícilmente podía justificar. Si llegaba antes de tiempo a cualquier lugar o se cruzaba con alguien con quien sería imposible toparse sin ir especialmente deprisa podía ser peliagudo. Al fin y al cabo, ¿por qué habría mentido respecto a sus capacidades si no tuviese algo que ocultar? Porque, en verdad, tenía mucho que ocultar.

Cuando llegó al siguiente restaurante poco más que lo trataron como a un perro. Le ordenaron entrar por la trastienda, le dedicaron malas palabras y de no haber sido porque dejó muy claro lo importante que era que le pagasen -quizá utilizando un poco de intimidación- estaba seguro de que no habrían soltado un solo berrie. Le habían amenazado con llamar a la Marina para avisar de que Halley estaba atracado en los muelles de Pucci. Blaze simplemente había extendido la mano mientras mantenía fija la mirada, en completo silencio. Cuando se encogió de hombros y su mano se movió hacia la empuñadura de Invierno pareció que sus reticencias al pago fueron desvaneciéndose rápidamente.

- Un placer hacer negocios -dijo-. Espero tengan un buen día.

Al abandonar el restaurante se subió a su tejado un momento y sacó su den den mushi del bolsillo. Lo apretó un poco para que escupiese el agua de más -no iba a morir, pero provocaba distorsión en las llamadas- y marcó el número que le habían indicado para aquellas situaciones. Suspiró. No habría esperado tener que darle uso, pero iba a necesitarlo para evitar una intoxicación masiva.

- ¿Padre? -preguntó. El silencio se hizo durante un momento hasta que lo escuchó aclararse la garganta-. Necesito un favor.

Dos minutos después volvía de camino a trasladar la segunda caja. No tardó demasiado y lo trataron un poco mejor, aunque seguía notando el desprecio de los dueños. Blaze sentía, en parte, deseos de indicarles que no eran tan honrados ciudadanos de impoluta moral si estaban comprando un producto de lujo a unas treinta veces menos su valor. Sin embargo, tan solo volvió desandando sus pasos por cada calle que había transitado hasta dar con el barco de Halley. El capitán, sin embargo, no estaba en él: Estaba sentado sobre la última caja.

Se encendió un cigarro, sin decir nada. Durante unos segundos lo ignoró, sabiendo que debería pedirle que se apartase. Sin embargo Blaze esperó pacientemente sin decir nada hasta que los ojos avellana del pirata chocaron con los suyos. Denotaba cierta indiferencia, si bien le escupió humo en la cara, y tras un minuto de silencio por fin tuvo a bien decir algo:

- Curiosas habilidades para un simple pescador -dijo-. Y buena espada. ¿Dónde decías que pescabas, Albert?

Blaze esperó un par de segundos en responder.

- En el South Blue, cerca de Baterilla.

- Eres un hombre fuerte y musculoso. Seguro que en Sabaody pagaría muy bien por ti alguna noble aburrida. ¿Qué hacías, además de pescar?

- Tocar el violín. Me enseñó mi padre de niño.

Halley suspiró.

- ¿Por qué me lo haces todo tan difícil? -preguntó-. Te estoy pagando bien, te trato como mereces... ¿Por qué lo has sacado del agua?

De pronto todo tenía sentido.

- Soy pescador, no asesino -repuso-. Además, es mi amigo. No puedo dejarlo morir por ser imbécil. Además, no va a dar más problemas. Apenas se tiene en pie.

- ¿Sabes, Albert? Me gusta pensar que soy un hombre justo. Valoro a las personas con moral y siempre he defendido que hay que hacer lo que uno considera correcto. Pero también hay que asumir las consecuencias. -Blaze asintió-. Cien latigazos. Hoy. Y otros diez cada mañana los próximos diez días.

Suspiró.

- Está bien, acabemos con esto. -Se quitó la camisa y caminó hasta el barco.

Una vez en él se arrodilló frente al palo mayor, sujetando las agarraderas mientras esperaba a que Harley lo atase.

No lo avisaron de que llegaría el primero. Aulló de dolor por un instante, tardando en recuperar la compostura unos valiosos segundos, pero llegó el segundo y toda su espalda se dobló. Nunca había recibido un latigazo, y si bien creía poder aguantarlos estaba muy lejos de resultar una experiencia agradable.

Agarré el vaso de cerveza, llevándome una sonrisa complaciente por parte del hombre. Realmente, si lo pensaba un poco, no era tan horrible que me hubiera sucedido esto, así podría disimular bastante mejor el hecho de que había venido a quemar las cajas con droga. Di un pequeño sorbo, sabiendo cómo de mal me sentaban este tipo de cosas, y me eché un mechón del pelo hacia atrás, pensando que eso sería bonito a los ojos del hombre este.

-Bueno… He llegado hace poco a la isla y preguntando en el puerto he oído que este sitio estaba bien…

La respuesta pareció satisfacer al desconocido, que soltó una pequeña carcajada mientras daba un par de golpes sobre la mesa. Mientras aproveché para echarle un vistazo, era un tipo de pintas curiosas, es decir, llevaba la mitad del rostro tapado por un flequillo un tanto despeinado, dos espadas en las que de vez en cuando tamborileaba los dedos y un chaleco negro que conjuntaba con una clásica camisa blanca. Desde luego no parecía un simple camarero de aquí o un don nadie. Yo me reacomodé en la silla un poco, nervioso por la atenta mirada de este, que parecía estar analizándome con la mirada;se sentía como estar pasando un examen. No sé qué opinión formó, pero a continuación se cruzó de piernas y apoyó un codo en la mesa para sostener su barbilla contra la mano, mirándome con una sonrisa amable.

-Perdona, no sé dónde están mis modales, mi nombre es Dave F. Boy, pero puedes llamarme simplemente Dave.- Me guiñó un tras decir aquello.- No te recomiendo mucho la comida de este sitio, igual te han engañado, pero la bebida… Eso ya es otro tema, por favor, bebe, bebe, no seas tímida, a esta ronda invito yo.

Había algo en su tono de voz que hacía que se me erizara la piel, era como si toda esta conversación no fuese más como otro día de trabajo para él. Espero que no fuese el caso, porque eso significaría que me había visto como una chica fácil y desde luego no era fácil… Ni una chica, claro. Tras presentarme, continué hablando con él, por algún motivo no parecía tener intención de irse pronto así que en cuanto pude me excusé diciendo que necesitaba ir al baño. Una vez me aseguré de que no me veía nadie, me asomé como pude hasta la puerta de la despensa, entreabriéndola para que un poco del fuego que brotó de mi mano se colase dentro del cuarto. Desde donde estaba, podía ver y oler las cajas así que tampoco quise arriesgarme a entrar al cuarto, si simplemente me concentraba en que el fuego fuese en la dirección correcta no tendría ni que estar tan cerca. Sonreí satisfecho, volviendo a mi mesa, aunque la sonrisa me duró hasta que sentí un tirón de uno de mis brazos.  Justo cuando pensé que ya me habían descubierto, lo que pasaba es que a Dave se le había ocurrido que era buena idea sentarme en su regazo, poniéndome una mano en la espalda que para mi gusto estaba demasiado baja. Sin embargo, simplemente le sonreí para no levantar sospechas, echándole otro sorbo a mi vaso de cerveza en la mesa.

-Puede que Pucci tenga una comida increíble, pero tú eres la única chica que he visto que merezca la pena en este sitio, para chuparse los de…- Se calló de golpe, oliendo el humo que estaba justo saliendo por la puerta. Curiosamente, no pareció importarle demasiado ya que simplemente me bajó, levantándose luego él.- Mierda… Bueno, no pasa nada, avisaré al jefe y tú y yo podemos seguir esta agradable cita en otro sitio.

Me extrañó un poco que tuviera que avisar a alguien de que este bar se estaba incendiando, pero capaz es que trabajase para la guardia del puerto o algo por el estilo. Decidí, de todos modos, aceptar su propuesta, sería una tapadera mucho más creíble se iba acompañado por él y en el caso de que se intentara pasar conmigo, simplemente lo mandaría a la mierda, podría fácilmente engañarlo para ir a los bares que quería quemar diciéndole que quería hacer turismo gastronómico, este baboso al final sería una ayuda bastante decente. Le cogí del brazo, apoyándome levemente en él para tenerlo un poco contento y dejé que me llevara a donde tuviera que ir antes de poder seguir con mi misión. Lo que no me había esperado es encontrarme volviendo a la zona del puerto donde casi había muerto hacía apenas unos minutos y mucho menos subiendo al mismo barco.

Me aparté entonces de golpe, ganándome una mirada de extrañeza por parte de Dave. Maldije por lo bajo, intentando pensar en una buena excusa antes de que hablase él. Era demasiado temerario volver en este estado al barco, puede que este tripulante no supiese cómo era, pero el capitán desde luego no sería tan estúpido. Pronto se me vinieron las palabras a la cabeza y jugué con mis manos, fingiendo estar nervioso, aunque no requirió mucho esfuerzo por la situación.

-No sabía que eras un pirata… ¿Puedo esperar aquí abajo? Es que me da un poco de miedo, pero eres muy atractivo, no me importaría continuar la cita cuando termines con tus deberes ahí…

La respuesta le resultó suficiente ya que tras darme una leve palmadita en el culo como para reafirmarme, me dijo que tardaría unos segundos antes de subir para allá. A los segundos me alegré de no haber subido, porque si el oído no me fallaba, estaba escuchando a Albert gritar de dolor, cuando bajase Dave, sin duda le intentaría sacar información de lo que estaba sucediendo, no debía, pero si estaba en un peligro real tendría que intervenir o… Joder, vaya mierda de isla.

Aspecto de Dave F. Boy:

Una cosa que debía reconocer de Halley era su disciplina. Desde que había iniciado el seguimiento de su tripulación había podido encontrar que se trataba de alguien riguroso, una persona exigente consigo misma. El plan de los pingüinos era torpe en algunos aspectos, claro, pero extremadamente ingenioso y abría la puerta a un negocio que, incluso de haber querido, podrían haberlo hecho legítimo. Era casi admirable su inventiva y sus capacidades para aprovechar cada oportunidad de hacer negocio con lo primero que se presentaba delante de él. De reconocer la oportunidad cuando la veía sería más preciso, en realidad.

Otra cosa que tenía que darle era que no era cruel. Rígido e inflexible, pero no cruel. Gobernaba con puño de hierro su nave y dominaba sobre cada uno de los marineros sin que nadie se le opusiese sin nunca hacer nada que fuese injusto. Quizá cien latigazos podían parecerle excesivos, pero Halley no reía, ni decía nada mientras lo hacía. Tan solo movía el arma y esta lo azotaba con un chasquido. Cada diez, más o menos, el capitán lanzaba un cubo al mar, lo subía lleno y utilizaba el agua salada para refrescarle la espalda. También para limpiarle la sangre. Él por su parte se mantenía arrodillado, impasible, si bien cuando la punta chasqueaba contra alguna herida recién abierta no podía evitar un quejido grave, que se convertía en grito cuando acertaba dos veces seguidas en el mismo punto.

Cuando pasaban de ochenta estaba empezando a perder la cuenta. ¿Ochenta y siete, quizá? Tal vez solo ochenta y cinco, pero también era posible que hubiesen llegado a las noventa. Se concentró profundamente en su dolor, en comprenderlo, esperando el siguiente golpe. Pero no llegó.

- ¿Qué ha hecho este mierdas? -preguntó Dave de la nada.

- Follarme a tu madre -espetó Blaze con voz algo debilitada-. Cambié cada berrie que le debía por un latigazo.

Escuchó a Halley contener una risita, aunque a David no le hizo ninguna gracia. Sacó su espada y trató de asestarle un tajo en el cuello pero la espada rebotó. Casi tan sorprendido como molesto se dispuso a dar otro más, sin llegar en cualquier caso a hacerlo. Blaze escuchó el látigo romper el aire y la espada caer al suelo. Apenas hizo caso a los berridos del subcapitán mientras Halley le decía, a voz de grito, que él era el único que castigaba a sus hombres. En cualquier caso, Blaze agradeció la improvisada pausa para su espalda.

- Deberías estar repartiendo -dijo Halley-. ¿Qué haces aquí?

- Se nos ha incendiado un cargamento en la posada Lamentos de dama -contestó Dave-. No sabemos cómo ha pasado, pero los dueños se han negado a pagar después de eso.

- Eso no parece bueno -comentó, y Blaze recibió un latigazo más-. ¿Le has explicado lo que podía pasar?

Hubo un silencio incómodo, roto por él cuando llegó el siguiente latigazo.

- Me... Me olvidé.

Otro silencio.

- Bueno Albert, parece que es tu día de suerte. -Escuchó cómo avanzaba hacia él-. Te perdono los nueve que te quedan. Pero tienes que recuperar mi dinero.

Halley lo desató, pero él tardó un momento en levantarse. Veía borroso a causa del dolor y sentía que le faltaban fuerzas. No supo ni cómo lograba erguirse, tambaleante, y se dio la vuelta para encarar al capitán. Hincó la rodilla al suelo cuando notó que perdía el equilibrio, volviendo a ponerse de pie con dificultad, y asintió.

- Necesito cambiarme primero -dijo, caminando lentamente hacia la bodega.

Una vez allí, con ropa limpia en las manos y frente al espejo del baño, se dio cuenta de que había cometido un error fatal. Nadie parecía haberse dado cuenta, pero llevaba los medallones de la Legión colgados al cuello. Se desinfectó las heridas como pudo, muy despacio y sentado sobre la letrina para no caerse al suelo, y las cubrió de gasa. Se cubrió de gasa la espalda entera, cerrando el vendaje con mucha dificultad usando más esparadrapo del que habría querido. Pero estaba vivo.

En realidad estaba casi convencido de que esperaba matarlo antes de llegar a los cien, o habría detenido a Dave antes de que golpeara su cuerpo con la espada. Algo debía haber visto tras el primer impacto para no dejarle dar un segundo. Aunque no había dado puntada sin hilo y había sabido venderlo como un acto de misericordia. En cualquier caso, no queriendo pensar más en ello, salió de la bodega listo para seguir con su labor.

- ¿Cuál es el sitio? -fue lo único que preguntó al regresar, aunque no pudo evitar fijarse en el abultado bolsillo del subcapitán.

Lo miró a los ojos con dureza. ¿De verdad estaba robando a Halley?

Estaba ya de los nervios cuando por fin vi bajar a Dave, solo que por algún motivo estaba acompañado de Albert, que parecía no estar muy contento de estar ahí. Realmente igual tenía algo de suerte y no me reconocía con esta ropa y aspecto, al final y al cabo nunca le llegué a enseñar esta forma. El pirata se encendió un cigarro mientras bajaban, tomando una calada tranquilamente que luego expulsó en dirección a su acompañante, supongo que para molestar. Soltó una risa condescendiente y cuando llegaron enfrente de mí, cambió la expresión totalmente al verme.

-Disculpa, encanto, pero vamos a tener que tomar un pequeño desvío, no tardaremos mucho.- Por algún motivo decidió decirme aquello mientras me cogía del mentón, quizá pensó que sería atractivo.- Pero bueno, mientras me encargo de que este imbécil haga bien su trabajo, puedo charlar contigo, tengo capacidad de sobra para manejar a un vago y a una chica tan preciosa como tú a la vez.

Mira que yo no sabía de ligar, ni de muchas cosas, pero estaba seguro que ser tan descaradamente baboso no era una buena forma, no conmigo por lo menos. De todos modos, podía haber cierta ventaja en que no quisiese soltar su “oportunidad” conmigo. Esta vez no actuaría sin pensar primero, tenía que buscar una forma de poder comunicarme con Albert y contarle el plan que se me había ocurrido. Bueno, no era exactamente un plan, era simplemente ocuparnos los dos del payaso esto una vez estuviésemos en un lugar a solas, en el tiempo que había estado aquí ya había visto infinidad de callejuelas y callejones donde podríamos actuar sin ser vistos. Seguí en mi papel de chica tonta y guapa y solté una risa boba, cogiéndole del brazo de nuevo y soltando algún comentario sobre lo atractivos que eran los hombres que trabajaban con ganas.

Emprendimos la marcha, no parecían ninguno de los dos muy dispuestos a hablar lo que me hacía estar nervioso. Tampoco sabía qué había ocurrido exactamente en el barco, pero desde luego no sería algo bueno por lo que había oído, aunque el falso pirata estaba de una pieza, eso estaba bastante bien dentro de los estándares de esa tripulación. Cuando por fin estuvimos en un lugar en el que no transcurría gente decidí entrar en acción. Hice crecer mi cola de salamandra y le toqué la espalda a Albert para que mirara, no giré la cara ni nada así que no pude ver si estaba mirando, pero aún así pasé el mensaje. Lo señalé a él y luego a mí, tras eso moví un poco la cola como fingiendo una pelea y por último apunté hacia Dave. Eso era lo mejor que podía hacer por ahora sin ser demasiado obvio, por suerte Dave estaba mirando la humareda que se había formado en el bar. Cuando estuvimos delante del sitio, me apartó de él, suspirando mientras le hacía un gesto Albert para que lo acompañara, aunque eso sí, antes se dirigió a mí para hablarme.

-No te preocupes, muñeca, si oyes jaleo dentro estaré bien, a veces un hombre tiene que ponerse serio en el trabajo.

Entonces, el muy imbécil me besó. No había podido esquivarlo ya que tenía la cabeza en otro sitio, pensando en si mi mensaje había sido recibido, si aceptaría la idea, si saldría bien la pelea. Cuando se separó de mis labios tuve que hacer mi mayor esfuerzo para no lanzarme a liarme a hostias con él, llevándome las manos a las espaldas, apretando entonces los puños. Miré al suelo fingiendo vergüenza, a lo que escuché una risa por su parte. A este lo iba a mandar volando de un golpe hoy.

Sentía un leve mareo. Podía ver su sangre en el suelo y, si bien no era demasiada, había bastado para que el sabor a óxido llenase su boca. El alcohol, que en realidad no era tanto como para emborracharlo, hacía que su cuerpo fuese más susceptible a perder sangre y temperatura, por lo que vio casi normal tener los dedos ligeramente adormecidos. Cogió un vaso de cerámica y bebió varios vasos de agua antes de dejar el barco; también cogió prestada una cantimplora, que llenó dos veces tras beberse su contenido la primera. Davidson era un pirata, incluso para los estándares de Halley. Más cruel, más inhumano y, sobre todo, más torpe.

- Vamos, que no tengo todo el día -lo apuró el lugarteniente-. Algunos tenemos vida, perro.

Diría que no comprendía la animadversión que el pirata parecía profesarle, pero debía concederle que sentía exactamente lo mismo hacia él. Podría tratar de escudarse en que se trataba de un pirata peligroso, un criminal despreciable o incluso que sabía que maltrataba a algunos de los tripulantes más apocados; pero no. Sencillamente no le gustaba, era un odio mutuo que se había ido alimentando desde su aparición en el barco. Casi siempre de manera fría, sin llegar a las manos, pero una noche que Dave se había atrevido a sacarle el cuchillo en medio de una borrachera Blaze no había tenido compasión. Aún lo veía apretar la mano cada poco tiempo; la fractura en el escafoides estaba casi curada, pero el dolor no se iría de ahí.

Ya en el puerto comprendió por qué tanta urgencia de David: Una fulana. Tenía los ojos verdes de Yor y su cicatriz además de cierto parecido con él, así que no le costó imaginarse qué había sucedido para que las llamas estuviesen consumiendo parte del cargamento. Sin embargo no dejó que ni por un segundo se viese en su mirada que sabía qué estaba pasando. Por lo menos había sido lo bastante inteligente como para darse cuenta él solo de que subir hasta el barco era una mala idea.

Irónicamente el camino lo hizo sentirse más despejado. No mucho, pero lo bastante como para ayudar a apagar el fuego que invadía el local. Yor, sin embargo, parecía tener un plan completamente distinto que consistía, de alguna forma, en bailar con David. Pelear, asumió, aunque no tenía la cabeza para eso en ese momento. Puede que ya no estuviese hecho polvo, pero un golpe podía ser fatal en aquel momento.

- En fin -comentó-. Puedes darme ya el dinero que has robado y fingiré que esto no ha sucedido o podemos entrar ahí y no garantizo que pueda salvarte después de lo que te voy a hacer.

Fue sutil. Apenas pudo escuchar la vaina resonar metálico cuando dejó que su katana cayese de nuevo resbalando por ella.

- ¿Además de vago y tunante ahora eres detective? -preguntó-. Porque vas muy mal si crees que yo robaría a Halley.

Blaze se encogió de hombros.

- Está bien. -Dio un paso y abrió la puerta de la taberna-. Te espero dentro, entonces.

Me quedé en silencio mientras ambos entraban al bar, no había tenido ninguna respuesta por parte de Albert así que tampoco me la iba a jugar saltando en un ataque sorpresa. Lo malo es que ahora tendría que seguir con Dave por ahí y si ya me había dado un beso a estas alturas a saber lo que tenía en mente para después. Vaya asco, encima mi puto primer beso había sido con él… Bueno, no pasa nada, no quería dárselo, así que no contaba y el único que lo había visto había sido Albert por lo que no llegaría a oídos de nadie más. Aun así, estaba nervioso por si se sobrepasaba, no me apetecía lidiar con un hombre así… Mmm… A lo mejor podría irme ya, tampoco era una parte tan crucial de mi plan, me iría yo solo y así no tendría que aguantar a nadie. Justo cuando estaba a punto de decidirme, escuché alboroto dentro del bar.

Avancé hasta la puerta, donde vi a los dos en posición de combate. Al parecer habían comenzado a pelear en algún momento, Dave tenía ambas espadas desenvainadas y una mesa a sus pies cortada por la mitad. Albert había cogido distancia, se le notaba todavía dolorido por los latigazos, totalmente normal, y en su mirada se podía ver la forma en la que estaba analizando toda la situación. Yo, por mi parte, aproveché la situación. No cometería el mismo error que antes, iría con todo de primeras. Comencé la transformación a salamandra completa fuera del local para poder atacar por sorpresa. Noté cómo ganaba centímetros y centímetros, por suerte los edificios de la mayoría de islas del Grand Line, sobre todo las más transitadas, tenían techos bastante altos para que cualquiera entrase. Mis extremidades también se alargaron y aunque dolió un poco cuando las vendas se estrecharon más al tener que abarcar más cuerpo, seguí con la atención fijada en el espadachín. Por último mis ojos se tornaron completamente negros y mi pelo pasó a ser de fuego, en una especie de cresta. Me puse a cuatro patas, aferrándome con fuerza al suelo para coger impulso y tirarme hacia Dave, que se sorprendió cuando de repente una salamandra humanoide gigante se abalanzó contra él.

Intentó esquivar el ataque, cosa que habría podido hacer de no ser porque tenía más alcance gracias a la cola, girando en mitad del aire para darle un latigazo con está que lo incrustó contra la barra. Como era de esperar, no tardó en levantarse, esta pelea no sería sencilla, Albert y yo estábamos malheridos y no tardé en notar un ardor en el pecho por culpa del movimiento que había hecho. Dave, por su parte, soltó un risa amarga mientras le daba una buena calada al cigarro que de algún modo no había soltado, soltando el humo por la nariz.

-Parece que a la pequeña rata se le ha unido otra alimaña… En fin, parece que esta vez me voy a divertir peleando.

Di un paso hacia atrás, inflando un poco el pecho. El pirata tenía pinta de manejarse bastante bien, así que no estaría nada mal torcer las cosas a nuestro favor. Solté entonces una humareda hacia él, lo suficiente para que no nos pudiese ver acercarnos a atacar. No sabía cómo de bueno era Albert peleando, pero lo descubriría enseguida.

Dejó que la puerta se cerrase tras él. El humo hacía más complicado respirar, pero no había ningún incendio a la vista. Salía de la trastienda, y si bien habían tenido que abrir las ventanas para evitar congestionar a su escasa clientela, no parecía que fuese a pasar aquello a mayores. Dave entró casi de inmediato tras él, golpeando con fuerza contra el suelo y dando un sonoro portazo al tiempo que desenvainaba sus espadas. Suspiró. No estaba en condiciones de enfrentarse a él de igual a igual; se iba a desgastar mucho si trataba de utilizar la escasa humedad a su favor, pero si desenvainaba a Invierno iba a tener que utilizarla con ambas manos; tal como estaba no se veía capaz de concentrar efectivamente tanta fuerza como necesitaba.

- Envaina -ordenó sin titubear.

Podía encontrarse mal, pero no iba a dejar que el subcapitán lo notase ni por un instante. Se dio la vuelta para tenerlo cara a cara mientras se mantenía impasible, clavándole en la mirada sus ojos dorados. Un rictus serio por única mueca, una postura recta y relajada y la mano izquierda agarrando el pomo de su espada.

- Esto solo tiene dos finales, y ninguno es bueno para ti -explicó al ver que Dave no bajaba las armas-. Si me matas tendrás que explicar a Halley por qué lo has hecho después de habértelo prohibido. Si no me matas, te matará Halley cuando te entregue a él.

Con cierta furia partió una mesa a la mitad. No lo impresionaba, pero dejaba claro por qué era uno de los miembros más peligrosos de la tripulación de Halley. Sin embargo no avanzó más, tan solo se detuvo en seco sin guardar ninguna de las espadas.

- Y si ahora te dejo vivir supongo que borrón y cuenta nueva, ¿no?

- No, pero si devuelves lo que has robado podría fingir que esto no ha sucedido. -Extendió la mano derecha sin perder la atención total-. Nadie sabrá que has intentado robar al capitán.

Pudo verlo dudar. En el fondo, Dave sabía que Blaze se había dejado vencer por Harley durante la prueba. Lo había visto cazar pingüinos, también hacer cien flexiones cada mañana. Tenía más vigor que la mayoría en el barco y en general se movía con mucha más agilidad por todas partes, casi danzando entre los cabos. Quizá tuviese la seguridad de poder vencer, pero no sabía a qué precio: ¿Una herida mortal, quizá? ¿Un ojo menos? Tal vez una dura y lenta recuperación por múltiples heridas. Pudo ver que su expresión cambiaba por completo; estaba dispuesto a aceptar su propuesta... Pero entonces pasó Yor.

El pirata había entrado en la taberna. Cargaba contra David y lo golpeó con tanta fuerza que lo incrustó contra la barra. Blaze prefirió ignorar los gritos del camarero y solo esperar mientras todo se iba desarrollado. El subcapitán se levantó algo adolecido, pero aun así sonriendo, y se preparó para el combate. Él no pudo evitar echar una mirada asesina por un momento a Yor, que no contento con su entrada triunfal había envuelto en humo a su contrincante. Quizá para él no era importante controlar cada movimiento de su adversario, pero para el soldado lo era.

- Supongo que no me dejas más remedio -espetó a Yor, desenvainando la espada-. Ken nomai: Neko no ken.

Como si dibujase sobre el aire con la espada haciendo de pincel trazó una línea recta, perfectamente paralela al suelo, que comenzó a avanzar. En un día de sol la franja era relativamente visible, pero ante la ausencia de luz el tajo simplemente avanzaba hacia su objetivo. En aquella situación no podía ir a medio gas; sencillamente, tenía que dejar fuera de combate a Dave antes de que fuese muy tarde para él.

Tener esta forma me otorgaba ciertas ventajas. Aunque el hecho de convertirse en una salamandra gigante ya molaba lo suficiente, también venía con una mejor visión y mayor fuerza. Por eso aunque hubiera cubierto a mi enemigo en el humo, podía ver las perturbaciones en este, esquivando el tajo por poco. Era mejor espadachín que Jin, era una pena que no estuviese aquí para poder practicar, habría sido un encuentro más productivo. Por andar pensando en eso tuve que esquivar otro corte, esta vez rozándome la mejilla. Fruncí el ceño, no quería estar demasiado tiempo peleando contra este tipo. Pegué un salto hasta el techo, pegándome a este para deslizarme hasta acabar por encima de él.

Me solté, dejándome caer, pero pudo ver mi movimiento, quizá por lo mismo que había visto yo su movimiento con la espada y dio un salto para atrás, esquivándolo fácilmente. Inspiré con fuerza por la nariz para hacer desaparecer todo el humo al ver que no estaba siendo de mucha ayuda y miré fijamente a nuestro contrincante. Dave usaba muy bien sus dos espadas, con una delimitaba su espacio del nuestro, defendiéndose de los ataques que le lanzáramos y con la otra pasaba a la ofensiva. Cada vez que intentaba acercarme demasiado tenía que parar para evitar llevarme un tajo serio o simplemente me desviaba el golpe, parecía un cazador jugando con su presa antes de matarla. Me faltaba velocidad, no podía pasar a través de las pequeñas brechas en su defensa. Incliné la cabeza, confuso y molesto, hasta que de repente se me ocurrió una idea. Solté una risa divertida y a continuación me vomité en el pecho parte de mi veneno mientras corría hacia él, Dave me miró con absoluto asco y confusión. Cuando llegué hasta él, intentó rajarme en el pecho y aunque el impacto fue doloroso, no resultó mortal pues había solidificado la sustancia para cubrirme. No tenía que ser más rápido para encontrar un punto de ataque sin que me diese, podía darme, aguantarme y atacar yo.

El puñetazo que le di en el tórax hizo que por unos segundos sacase todo el aire que tenía dentro y aunque seguía adolorido, con esfuerzo hizo un movimiento con ambas espadas hacia arriba que levantó una corriente de aire lo suficientemente fuerte como para hacerme volar unos metros atrás hasta golpearme contra la pared, soltando un pequeño grito de dolor cuando noté el golpe contra las heridas de las alas. Me apoyé como pude en la pared, no estaba acostumbrado a pelear en tan mal estado y empezaba a sudar frío de nuevo.

-Oye… Y si… Uf… Un relevo, enseguida sigo peleando, ¿va?- Le dije a Blaze entre bocanadas de aire.- Te lo he dejado un poco blando ya entre los dos golpes.

-Ya te gustaría, pedazo de mierda, si peleases en serio en vez de vomitarte encima, quizá hasta sería interesante.- Replicó al segundo de que yo terminase de hablar.

Un poco desorbitada me parecía la respuesta, la pelea me la tomaba en serio, esta era mi forma de luchar le gustase o no.

El corte se había debilitado demasiado. Dave no tardó en salir del humo y chocarse contra él, pero apenas llegó a dibujar una leve línea de sangre en su pecho tras rajar la ropa. No importaba, ya había asumido que no podía confiar en habilidades a distancia mientras la humedad escasease en el ambiente. Estaba listo para lanzarse al ataque, pero Yor se le adelantó; era indisciplinado y temerario, igual de bruto que había tratado de ser contra Halley pero esa vez sin el factor sorpresa. Sin saber pelear era normal que el lugarteniente estuviese representando una amenaza lo bastante grande como para ser incapaz de franquear la defensa de sus espadas. Lo habría ayudado, pero se movía tanto y él abusaba tanto de las distancias cortas que solo se habrían entorpecido. En su lugar aprovechó la distracción para sentarse durante unos segundos sobre una mesa, analizando con ojo crítico cada movimiento de su objetivo.

No ayudaba que Yor se encontrase en un estado tan lamentable. Sus golpes eran más torpes de lo que cabría esperar, y aunque fue capaz de impactar su puño contra el pirata este no tardó en deshacerse de él con una simple técnica barata. Blaze se levantó entonces, espada tomada con ambas manos en posición de kogasumi, flexionando ambas piernas y manteniendo la hoja levantada a la altura de la cabeza, paralela al suelo. Abrió bien los ojos si hacer ningún gesto; ninguna mueca. Respiró hondo, bajando la mano derecha de la empuñadura hasta mantenerla recta bajo ella. Dave lo tomó como una provocación y se abalanzó sobre él sin dudarlo, tratando de seguir la misma estrategia que llevaba utilizando todo ese tiempo. Pero él sí sabía pelear.

Antes de que llegase comenzó a mover su brazo libre hacia el lado, rotando también su cadera y girando sobre sí mismo mientras en lugar de bloquear desviaba la primera espada. Seguramente Dave creyó en ese momento que había encontrado una apertura y trató de utilizar su otra hoja para atacarlo. Justo el movimiento que habría esperado de un aficionado. Evitarlo fue sencillo, incluso malherido como estaba, tan solo bajando el arma para terminar de cubrirse y, dibujando un nuevo movimiento envolvente, terminó e hacerle perder el equilibrio.

No quería perder el tiempo. No podía permitírselo. En otras circunstancias quizá habría tratado de demostrar su superioridad, de hacerle ver quién se manejaba mejor con la espada... Esa vez no. Haciendo uso de la inercia se abalanzó sobre él con un tajo que cruzó desde su cadera derecha hasta la axila izquierda, profundizando cuanto pudo para inhabilitar completamente el brazo. Y pareció que lo conseguía, porque ya a su espalda notó cómo el metal resonaba contra el suelo. Oyó un grito ahogado poco más tarde, y cuando se volvió el pirata apuntaba su espada hacia él mientras mantenía el brazo herido pegado al cuerpo, inerte.

- A estas alturas matarte sería un acto de piedad -dijo, pausadamente-. Cuando te arrastre hasta el capitán, ¿qué crees que pensará al ver tus bolsillos?

- ¡Le diré que fuiste tú! -amenazó en un grito siseante-. ¡Tú robaste el dinero, y cuando te confronté me heriste y metiste eso en mi bolsillo! Tú y tu amigo, la cosa de fuego. Diantres por mí, no haber reconocido el mal fario en esa furcia.

Escupió sangre hacia Yor. Blaze esa vez no se puso en guardia. No lo necesitaba, solo acercarse con cuidado. Dio un paso adelante. Y otro, y otro más. Dave no podía mover fácilmente el brazo derecho. La herida era superficial en la cadera, pero en el pecho debía ser sumamente dolorosa. Con cada movimiento, todavía más. Aun así no quería relajarse, pues solo hacía falta un instante para que la desesperación se tornase ventaja. Así pues, en cuanto tuvo oportunidad, aferró su muñeca y con un golpe del pomo contra el dorso de la mano hizo que soltara la otra arma. Tras eso, atinó un puñetazo con todas sus fuerzas a la sien del pirata.

Blaze se volvió hacia Yor con la mirada sombría.

- Su historia no se sostendría de no ser por ti -explicó mientras rebuscaba por sus bolsillos-. Tú no tienes recompensa por tu cabeza, así que necesito un favor: Entrégalo en el primer cuartel que veas. Y, a ser posible, no les digas nada de mí.

Caminó hasta la puerta como pudo. Le quedaban muy pocas energías después de aquello. Necesitaba llegar al barco y echarse una larga siesta. Una vez la abrió se quedó en el umbral, respirando aire limpio. Era agradable.

Me apoyé como pude contra la pared, mirando en silencio el duelo que tenían ambos espadachines. No lo había pensado hasta ahora, pero tenía sentido ver a Albert con una espada en mano, era mucho más sutil, mucho más suave y letal que pegarle a alguien un buen puñetazo. Por eso no me gustaba pelear con espadas, si ibas a darle una paliza a alguien, al menos que supiese que ibas con mala leche. Todo esto era solo una objeción, por ponerle alguna, a la demostración de superioridad que hizo en ese momento. Era casi molesto ver lo bien que se había adaptado a la situación y lo poco que había tardado en ganar a su oponente. No me importó cuando Dave me escupió e insultó, la verdad es que no le tenía ningún respeto por lo que lo que dijese sobre mí eran palabras dichas en vano. Sin embargo, había algo que me escamaba de toda esta situación, no se sentía bien. Por algún motivo me estaba dejando un regusto agrio en la boca y la mirada que me propició Albert no fue de mucha ayuda. Tardé unos segundos en reaccionar a sus palabras, cogiendo luego el cuerpo del pirata mientras volvía completamente a mi forma humana. La camisa ahora tenía zonas más oscuras por las heridas que habían sangrado como reacción a los nuevos golpes, pero hice acopio de voluntad y las ignoré lo mejor que pude.

Pasé por el lado de Albert, que parecía estar pensando en algo apoyado en el marco de la puerta y antes de irme calle arriba, lo más lejos posible del barco y de todo lo que había sucedido en apenas un par de horas, me giré para dirigirle unas palabras.

-Eres muy raro. Creo… No, la verdad es que no sé qué pensar de ti. Haces que me pasen cosas extrañas y me comporte aún más extraño, así que espero que no nos volvamos a ver. ¡Buena suerte, Albert!

Le dije aquello con una sonrisa, por muy borde que sonara, no iba a malas, simplemente era mi honesta opinión. Me despedí con la mano de él y luego coloqué bien el cuerpo sobre mi hombro, que se había deslizado un poco hacia la derecha por el movimiento del brazo. No fue muy difícil encontrar un sitio donde poder entregar al pirata, aunque me quedé unos minutos en la puerta pensando. No quería que la gente se pensase que ahora iba haciendo favores a las autoridades entregando a los buscados, pero tenía que cumplir esta parte, se lo debía. Fruncí el ceño mientras balanceaba el peso de mi cuerpo de izquierda a derecha e vez en cuando, intentando llegar a una buena conclusión, yo no era un cazarrecompensas como para hacer estas cosas… Oh… Entré al establecimiento, dejando el cuerpo inconsciente sobre el mostrador como si fuese un saco de patatas. La señorita con gafas que había detrás de este dio un pequeño brinco, colocándoselas bien para ver mejor lo que tenía delante.

-Su…Supongo que viene a entregar a este hombre, ¿no?- Se notaba nerviosa por algún motivo.

-Sip…- Dije sin más, queriendo irme lo antes posible.

-Bueno, tendrá que darme su nombre y…- La interrumpí antes de que continuase hablando.

-Nah, no lo he cazado yo, vengo de parte de la cazarrecompensas Alice Won…¿Wok? ¿Wanda? No, ¿cómo era? Lo tengo en la punta de la lengua… Era un nombre un poco cochino al final… ¡Oh! ¡Ya lo sé! ¡Alice Wanderlust! Es un nombre rarísimo la verdad.

La chica se tomó unos segundos mirándome antes de escribir lo que tenía que escribir en la ficha. Rápidamente dos hombres entraron a la sala, cogiendo el cuerpo y llevándoselo a saber dónde. Una vez vi esto, simplemente me dirigí a la puerta, ignorando los llamados de la señorita de las gafas para recibir el dinero, no había sido mi caza de todos modos así que no lo recogería.

Iría a buscar a Jin, con suerte él había tenido un mejor día que yo.

Blaze se encogió de hombros. Ni siquiera miró hacia él. Apoyado en la puerta, casado como estaba, tan solo quería respirar un poco. Necesitaba hacerlo, pero lo seguiría haciedo aun si no lo necesitase. En realidad le gustaba que sus pulmones se llenaran, era una sensación cálida.

- El mar es inmenso -fue lo único que dijo.

Lo vio marchar por el rabillo del ojo y tomó otro camino. Se dejó deslumbrar por el sol de media tarde mientras avanzaba, sin saber muy bien qué hacer. Sabía que el Cipher Pol no se desharía del producto en mal estado, pero no podía hacer una ronda por todas partes él mismo. No tenía forma de deshacerse de todo aquello, tampoco de ocultarlo. Además, no podría hacerlo a tiempo. Metió la mano en su bolsillo, sacando uno de los berries con todos los establecimientos apuntados. Suspiró, agotado. Debía hacer lo correcto, pero lo correcto iba a salir desastrosamente mal.

Limpió el filo de Invierno usando su camisa y la envainó. Deambuló por las calles por un rato, buscado una autoridad, hasta que finalmente se topó con una pareja marine que parecía patrullar la zona. Al verlo se pusieron en guardia y desenvainaron sus armas, apuntando hacia él. Blaze levantó las manos dejando ver las palmas. Era un hombre con un billete, sin más. Algo pálido y de aspecto cansado, pero nada llamativo.

- ¡Alto! -ordenaron-. Acaban de informar de una reyerta en un bar a causa de... ¿Pingüinos?

Suspiró una vez más con pesadez.

- Supongo que no queda más remedio -dijo, más para sí mismo que para ellos-. Esto es para vosotros.

La cara de sorpresa de los marines al ver que trataban de sobornarlos con un berrie fue casi de estupefacción. Casi ofendidos por el poco valor que les estaba otorgando se acercaron con actitud hostil, tratando de cercarlo, pero él nunca había pretendido pelear con ellos.

Fingiendo entrar en guardia descargó una patada contra la canilla de uno de los dos y, asumiendo las consecuencias, marchó corriendo. No aguantó mucho antes de tener que parar a vomitar, pero sí lo bastante para perderlos de vista un rato. Había dejado el billete tirado en el suelo y, si bien dudaba que se percatasen de aquello, que siguiesen su pista también le iba a ser de utilidad.

Llegó al barco casi a trompicones, al borde del desmayo. Halley lo observaba con su único ojo sentado en un banco, fumando de su pipa.

- ¿Y David? -preguntó parcamente.

- Nos... Nos robaba -respondió-. Cuando lo confronté huyó, pero pude herirlo... -Se arrodilló-. Se ha llevado el dinero.

- Chico... No es que no te crea, pero...

- ¡La Marina! -gritó Harley a su espalda-. ¡Viene la Marina!

Los dos agentes estaban en el puerto, pero no era eso de lo que Halley hablaba. Cerrándoles la salida al mar había un buque de guerra, y no tardaron en subir el tablón media docena de soldados de blanco, entre ellos uno con chaquetón blanco a la espalda.

- Detenedlos a todos -ordenó-. Si alguno se resiste pasadlo a cuchillo.

Halley podía ser muchas cosas, pero no era estúpido. Mientras Blaze se desmayaba él se arrodilló tranquilamente, esperando su momento.