Satoru Majima
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El agente Majima descansaba plácidamente, apoyado en una esquina de una pared viendo a la gente pasar. Se llevó la mano al bolsillo de su elegante chaqueta negra y sacó un cigarro además de su fiel mechero. Se encontraba en el archipiélago Sabaody debido a una misión un tanto importante. Las altas esferas habían solicitado que un grupo de agentes recuperaran una mercancía de vital importancia. Por lo visto, el Gobierno Mundial había estado un tiempo negociando con un capo de la mafia pero ahora, dicho mafioso había perdido el interés en continuar con el trato y se había echado atrás en el último momento. Eso no había sentado nada bien a los mandamases. Y ahora le correspondía al agente Satoru Majima junto con otro agente, al cual estaba esperando, el recuperar la mercancía de cualquier modo. Según espías, el hombre del bajo mundo planeaba vendérselo a la Liga de los Mares porque les había ofrecido más dinero. Con suerte, Satoru encontraría la muerte en esa misión. No esperaba otra cosa. Anhelaba el sueño eterno pero no tenía la voluntad de hacer él mismo el trabajo.
La gente pasaba enfrente suya por el manglar. Para ser territorio del Bajo Mundo no estaba tan mal el ambiente. Aunque eso solo era lo público. Las Casas de esclavos, los prostíbulos y demás caras ocultas, aunque no tan ocultas, parecían ser como la cara oculta de la Luna. Esperaría al otro agente. Le gustaría hacerlo él solo, pero las órdenes eran claras. Trabajar en equipo. Con un suspiro que echó el humo de su tabaco, miraba fijamente a cada transeúnte. De toda esa gente, varios eran criminales. Solo pensaba en el momento en que fuera detrás de ellos en futuras misiones. El mal debía ser purgado. Tiró con despreció el tabaco y miró para su derecha, pues le pareció oír unos pasos que iban en su dirección. ¿Sería su compañero al fin? ¿O solo otro lugareño que venía a tocarle la moral?
La gente pasaba enfrente suya por el manglar. Para ser territorio del Bajo Mundo no estaba tan mal el ambiente. Aunque eso solo era lo público. Las Casas de esclavos, los prostíbulos y demás caras ocultas, aunque no tan ocultas, parecían ser como la cara oculta de la Luna. Esperaría al otro agente. Le gustaría hacerlo él solo, pero las órdenes eran claras. Trabajar en equipo. Con un suspiro que echó el humo de su tabaco, miraba fijamente a cada transeúnte. De toda esa gente, varios eran criminales. Solo pensaba en el momento en que fuera detrás de ellos en futuras misiones. El mal debía ser purgado. Tiró con despreció el tabaco y miró para su derecha, pues le pareció oír unos pasos que iban en su dirección. ¿Sería su compañero al fin? ¿O solo otro lugareño que venía a tocarle la moral?
Okada Rokuro
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Al fin, después de todo ese tiempo, había recibido nuevas órdenes. Durante un momento Rokuro llegó a dudar de lo que podría haber pasado, pero la tranquilidad volvió a él al escuchar las noticias a través de su Den Den Mushi. Tras el altercado con el hada de los deseos cefalópoda y el actual director del Cipher Pol Rokuro había llegado a temer que su puesto en la agencia de espionaje peligrase, pero se alegró de que no fuera así. No habría sabido qué hacer en aquel caso.
Tras la alegría inicial, llegó la calma. Rokuro comenzó a analizar la información y las órdenes para buscar el mejor curso de acción. La misión parecía un caso típico de engaño por parte de los criminales, nada nuevo. Los tratos con el bajo mundo eran conocidos por nunca llegar a cumplirse. En esto el Gobierno Mundial no era mucho mejor, salvo por el hecho de que eran más poderosos y estaban mejor organizados que los criminales y que debían de mantener una buena imagen. Sin embargo, lo extraño de la misión era que le otorgasen a él el liderazgo. Habían decidido que, en esta ocasión, realizara el trabajo con un compañero, y a juzgar por su nombre en clave podía imaginarse de lo que era capaz.
La misión consistía en recuperar la mercancía de los criminales, pero no había ninguna especificación sobre cómo debía hacerse. Es más, a juzgar por el tono de voz del intercomunicador, a Rokuro le pareció entender que el Gobierno Mundial quería que le demostraran una lección a la familia criminal. Los Bullmery no eran extensamente conocidos en el Grand Line como podían serlo las grandes familias de Dark Dome, pero habían empezado a ganarse un hueco en el Bajo Mundo, al menos lo suficiente como para que el Gobierno decidiese negociar con ellos. Pero habían cometido el error garrafal de engañarles, y no iban a salir indemnes. O aquello era lo que había entendido el peliblanco. Acertara o no en aquel presentimiento, lo que sí era seguro es que a la agencia no le importaba hasta dónde llegaran siempre que no dejasen testigos ni evidencias. Y era justo en aquello en lo que se especializaban los agentes del Cipher Pol.
Salió del hotel con el uniforme de trabajo, el conjunto de chaqueta y pantalón negros junto a una camisa de botones blanca. En esta ocasión había decidido dejar a Susurro de Oscuridad a buen recaudo ya que un hombre armado no avecinaba nada bueno en aquella isla, pero aún tenía varios ases guardados. Entre ellos, a Takarashi, un águila y su fiel compañero. Gracias a los poderes que adquirió cuando consumió su fruta, el ave era capaz de encogerse hasta caber en el bolsillo de su chaqueta, listo para actuar en cuanto le necesitasen. Mientras tanto, pasaría el rato durmiendo y descansando.
Paseando por las extrañas calles de Shabaody, llegó al Manglar 14, el punto de encuentro con su compañero. No lo había conocido aún, pero la descripción que le fue facilitada era bastante fiel a la realidad, por lo que no le costó dar con él. Se presentó en cuanto se acercó al hombre que estaba apoyado contra la pared.
—Soy Kurokage —dijo con un tono neutro—. Antes que nada, me gustaría dejarle claro que, aunque esté al mando de esta operación, ambos poseemos el mismo rango en la agencia y usted posee más edad y experiencia que yo, por lo que estoy abierto a escuchar sus sugerencias sobre cómo deberíamos actuar. Supongo que ya estará familiarizado con los pormenores de la misión. ¿Cómo cree que deberíamos comenzar?
A pesar de estar al mando, Rokuro sabía que escuchar la opinión de su compañero era clave. Tal vez él viese algo que se le escapaba, en eso consistía la colaboración. Y hasta dentro del Gobierno Mundial, en ciertas ocasiones, hacía falta colaborar.
Tras la alegría inicial, llegó la calma. Rokuro comenzó a analizar la información y las órdenes para buscar el mejor curso de acción. La misión parecía un caso típico de engaño por parte de los criminales, nada nuevo. Los tratos con el bajo mundo eran conocidos por nunca llegar a cumplirse. En esto el Gobierno Mundial no era mucho mejor, salvo por el hecho de que eran más poderosos y estaban mejor organizados que los criminales y que debían de mantener una buena imagen. Sin embargo, lo extraño de la misión era que le otorgasen a él el liderazgo. Habían decidido que, en esta ocasión, realizara el trabajo con un compañero, y a juzgar por su nombre en clave podía imaginarse de lo que era capaz.
La misión consistía en recuperar la mercancía de los criminales, pero no había ninguna especificación sobre cómo debía hacerse. Es más, a juzgar por el tono de voz del intercomunicador, a Rokuro le pareció entender que el Gobierno Mundial quería que le demostraran una lección a la familia criminal. Los Bullmery no eran extensamente conocidos en el Grand Line como podían serlo las grandes familias de Dark Dome, pero habían empezado a ganarse un hueco en el Bajo Mundo, al menos lo suficiente como para que el Gobierno decidiese negociar con ellos. Pero habían cometido el error garrafal de engañarles, y no iban a salir indemnes. O aquello era lo que había entendido el peliblanco. Acertara o no en aquel presentimiento, lo que sí era seguro es que a la agencia no le importaba hasta dónde llegaran siempre que no dejasen testigos ni evidencias. Y era justo en aquello en lo que se especializaban los agentes del Cipher Pol.
Salió del hotel con el uniforme de trabajo, el conjunto de chaqueta y pantalón negros junto a una camisa de botones blanca. En esta ocasión había decidido dejar a Susurro de Oscuridad a buen recaudo ya que un hombre armado no avecinaba nada bueno en aquella isla, pero aún tenía varios ases guardados. Entre ellos, a Takarashi, un águila y su fiel compañero. Gracias a los poderes que adquirió cuando consumió su fruta, el ave era capaz de encogerse hasta caber en el bolsillo de su chaqueta, listo para actuar en cuanto le necesitasen. Mientras tanto, pasaría el rato durmiendo y descansando.
Paseando por las extrañas calles de Shabaody, llegó al Manglar 14, el punto de encuentro con su compañero. No lo había conocido aún, pero la descripción que le fue facilitada era bastante fiel a la realidad, por lo que no le costó dar con él. Se presentó en cuanto se acercó al hombre que estaba apoyado contra la pared.
—Soy Kurokage —dijo con un tono neutro—. Antes que nada, me gustaría dejarle claro que, aunque esté al mando de esta operación, ambos poseemos el mismo rango en la agencia y usted posee más edad y experiencia que yo, por lo que estoy abierto a escuchar sus sugerencias sobre cómo deberíamos actuar. Supongo que ya estará familiarizado con los pormenores de la misión. ¿Cómo cree que deberíamos comenzar?
A pesar de estar al mando, Rokuro sabía que escuchar la opinión de su compañero era clave. Tal vez él viese algo que se le escapaba, en eso consistía la colaboración. Y hasta dentro del Gobierno Mundial, en ciertas ocasiones, hacía falta colaborar.
Satoru Majima
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Su compañero se presentó, era un chico joven. Demasiado joven para Majima. Pero si una cosa había aprendido era a no juzgar por las apariencias. Ya se había encontrado antes a jóvenes que resultaban ser más útiles que sus mayores. Pero... ¿Sería este el caso? Majima suspiró y se apartó de la pared. Era cierto que tenía más experiencia que él atrapando criminales por sus tiempos como policía. Pero él se había unido hace poco al Cipher Pol. Aún tenía que aprender mucho acerca de su nuevo trabajo. Pero acerca de su compañero. Le daba la sensación de que "olía" a sangre. Su instinto le decía que ese hombre no era para nada un mindundi. Le miró rápidamente de arriba a abajo. Sabía como moverse por la calle. Satoru prefería moverse como si fuera uno más. Por eso llevaba sus katanas a la vista, en su espalda. Total, que mejor que moverse por un territorio de criminales que enseñar tus propios dientes.
- Mad hound - Respondió - Te han asignado a ti el liderazgo porque probablemente tengas más experiencia que yo en nuestro trabajo a pesar de tu edad. Espero que puedas cumplir con las expectativas - Se llevó la mano al bolsillo delantero y saqué una flor de Hortensia - Toma, un regalo por nuestro primer encuentro. Vamos a ponernos en marcha, no es aconsejable estar en el mismo lugar mucho tiempo. La gente comenzaría a fijarse en nosotros -
Si el agente Kurokage no sabía acerca del lenguaje de las flores, el agente Majima le había dado una flor con el significado de la indiferencia. Pues Satoru nunca sentía interés ni nada por el estilo por sus demás compañeros. Si hacían bien su trabajo era lo único que le importaba. Ahora, echas las presentaciones, tocaba dar una vuelta por el lugar en búsqueda de información. Podrían empezar yendo a una de las salas de subastas o quizás a alguno de los hoteles.
- Bueno, jefe. ¿Donde te gustaría empezar reuniendo información? Podemos comenzar en las casas de subastas, en los hoteles o quizás en los casinos. Cualquier lugar donde haya chusma criminal sería un buen comienzo. ¿No crees? - Respondió mientras comenzaba a fumarse otro cigarrillo.
- Mad hound - Respondió - Te han asignado a ti el liderazgo porque probablemente tengas más experiencia que yo en nuestro trabajo a pesar de tu edad. Espero que puedas cumplir con las expectativas - Se llevó la mano al bolsillo delantero y saqué una flor de Hortensia - Toma, un regalo por nuestro primer encuentro. Vamos a ponernos en marcha, no es aconsejable estar en el mismo lugar mucho tiempo. La gente comenzaría a fijarse en nosotros -
Si el agente Kurokage no sabía acerca del lenguaje de las flores, el agente Majima le había dado una flor con el significado de la indiferencia. Pues Satoru nunca sentía interés ni nada por el estilo por sus demás compañeros. Si hacían bien su trabajo era lo único que le importaba. Ahora, echas las presentaciones, tocaba dar una vuelta por el lugar en búsqueda de información. Podrían empezar yendo a una de las salas de subastas o quizás a alguno de los hoteles.
- Bueno, jefe. ¿Donde te gustaría empezar reuniendo información? Podemos comenzar en las casas de subastas, en los hoteles o quizás en los casinos. Cualquier lugar donde haya chusma criminal sería un buen comienzo. ¿No crees? - Respondió mientras comenzaba a fumarse otro cigarrillo.
Okada Rokuro
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«¿Más experiencia? No creo que sea el caso —reflexionó Rokuro al escuchar aquello de boca de su compañero. Sí, era cierto que desde su incorporación al Cipher Pol había realizado bastantes misiones, pero su carencia inicial de fuerza física junto al hecho de que no se había entrenado desde pequeño para aquel trabajo ni había tenido lazos con el Gobierno Mundial hasta el momento habían contribuido a no ser bien visto por la mayoría de empleados de la agencia, incluido muchos superiores que no le daban la oportunidad de ascender—. Además, hasta el momento solo he participado en misiones menores, como la neutralización de testigos potencialmente peligrosos o hacer de guardaespaldas.»
Pero no lo compartió con Mad Hound. A pesar de ser su compañero, cuanta menos información compartiese mejor, al menos hasta conocerlo un poco más. Era serio, o eso aparentaba, y no parecía andarse con chiquitas, por eso le sorprendió tanto cuando le ofreció la flor. Si aún no sabía qué pensar de él, aquello le desconcertó aún más. «Al menos no parece tan excéntrico como Jojo se dijo.
—Sí, vamos a movernos —decidió. Mad Hound tenía razón: no estaban en territorio amigo y allí los dos juntos, hablando, podía parecer que no tramaban nada bueno. Y, según como lo vieras, así era—. Creo que las casas de subastas son una buena idea. Es más fácil infiltrarse en ellas sin llamar la atención, y el archipiélago es famoso por el tráfico de esclavos. Sin duda, allí encontraremos toda clase de escoria y, con suerte, información.
«Información —pensó amargamente. En el mundo en el que se movía la información lo era todo. Sin información no sabrían a donde ir, o a quién buscar. Ni siquiera sabían qué era lo que debían recuperar—. Tiene que ser algo delicado si los de arriba no nos han dicho qué era.» Aunque por lo que él sabía su compañero podría saberlo y estar haciéndose el tonto. Muchas veces no sabía si podía confiar en los demás, y resultaba mucho más frustrante cuando se trataba de sus propios compañeros. Sin embargo, tenía órdenes y una misión. Y la cumpliría.
Puso rumbo a una de las muchas casas de subastas de Shabaody. Llevaba un tiempo en la isla, y aunque no se la conocía a la perfección, descubrió lo suficiente como para orientarse con facilidad. Además, estaba el hecho de que allí las subastas ilegales no se encontraban precisamente ocultas.
Por el camino intentó hablar con su compañero. No era dado a facilitar información personal, pero si iban a trabajar juntos debía de saber de qué era capaz.
—¿Cuál es tu especialidad? —preguntó de repente, tras un largo silencio—. Ya sabes, dentro de la agencia. ¿En qué destacas y en qué no?
Quizás con eso pudiera empezar a trazar un plan. Quizás.
Pero no lo compartió con Mad Hound. A pesar de ser su compañero, cuanta menos información compartiese mejor, al menos hasta conocerlo un poco más. Era serio, o eso aparentaba, y no parecía andarse con chiquitas, por eso le sorprendió tanto cuando le ofreció la flor. Si aún no sabía qué pensar de él, aquello le desconcertó aún más. «Al menos no parece tan excéntrico como Jojo se dijo.
—Sí, vamos a movernos —decidió. Mad Hound tenía razón: no estaban en territorio amigo y allí los dos juntos, hablando, podía parecer que no tramaban nada bueno. Y, según como lo vieras, así era—. Creo que las casas de subastas son una buena idea. Es más fácil infiltrarse en ellas sin llamar la atención, y el archipiélago es famoso por el tráfico de esclavos. Sin duda, allí encontraremos toda clase de escoria y, con suerte, información.
«Información —pensó amargamente. En el mundo en el que se movía la información lo era todo. Sin información no sabrían a donde ir, o a quién buscar. Ni siquiera sabían qué era lo que debían recuperar—. Tiene que ser algo delicado si los de arriba no nos han dicho qué era.» Aunque por lo que él sabía su compañero podría saberlo y estar haciéndose el tonto. Muchas veces no sabía si podía confiar en los demás, y resultaba mucho más frustrante cuando se trataba de sus propios compañeros. Sin embargo, tenía órdenes y una misión. Y la cumpliría.
Puso rumbo a una de las muchas casas de subastas de Shabaody. Llevaba un tiempo en la isla, y aunque no se la conocía a la perfección, descubrió lo suficiente como para orientarse con facilidad. Además, estaba el hecho de que allí las subastas ilegales no se encontraban precisamente ocultas.
Por el camino intentó hablar con su compañero. No era dado a facilitar información personal, pero si iban a trabajar juntos debía de saber de qué era capaz.
—¿Cuál es tu especialidad? —preguntó de repente, tras un largo silencio—. Ya sabes, dentro de la agencia. ¿En qué destacas y en qué no?
Quizás con eso pudiera empezar a trazar un plan. Quizás.
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