Festividad invernal libre de Copyright [Evento de navidad]

El campamento se vaciaba gradualmente mientras los habitantes de Larpeira regresaban a sus hogares festivamente decorados. La última risa resonó en el claro iluminado por lámparas tintineantes, y el silencio solo interrumpido por el crepitar del fuego se apoderó de mi improvisado campamento médica.

Guardé cuidadosamente mis suministros y mientras hervía el instrumental escuché el lejano sonido de risas y canciones provenientes de una taberna cercana. La música fluía como un río, llevándome a explorar la posibilidad de encontrar más personas con quienes compartir historias y alegría, tal vez incluso algún herido al que cobrar unos berries.

Caminé por la calle adoquinada del pueblo, siguiendo el alegre murmullo que guiaba mi camino. La taberna estaba iluminada por una mezcla de velas y luces centelleantes. Empujé la puerta entreabierta y entré, siendo recibido por una ola de calor que fundió la escarcha de mi pelo.

La taberna estaba animada, con mesas ocupadas por grupos festivos disfrutando de sus bebidas y compañía. El humo de la chimenea danzaba en el aire mientras me dirigía hacia la barra encendiendo mi enésima pipa, llevaba un tabaco dulzón con un toque de perique que hacía las delicias de aquellos que lo olían. Allí un tabernero atareado servía bebidas y despachaba a los clientes.

Entre las notas de una canción alegre, percibí el olor de una vieja conocida cantando a voz en grito, su voz estaba algo congestionada y su aspecto era algo diferente, pero estaba claro que era la Zorra de la marina.

"Me engañan mis ojos? o es la zorra mas tarada de toda la marina?", dije dirigiéndome a Berry mostrando todos mis colmillos en una enorme sonrisa.

"Tabernero! lléname el pote de café negro como el alma de esta Marine, que paga ella!", continué lanzándole al barman mi abollado pote de zinc mientras estallaba en una estruendosa carcajada.

Resumen:

Claramente se lo estaba pasando en grande cuando a sus ojos apareció un felpudo y conocido rostro. ¡Era Anagumitsu! Y a este no podría engañarlo tan fácil como a los otros, su olfato era tan bueno como el suyo claro cuando no estaba nadando en mocos y agua. Se levantó de la barra como si hubiera visto a un ángel ingresar al lugar y se lanzó en un abrazo feroz contra el tejón sin olvidar cubrir su cuerpo en haki para no terminar estrellada en la pared.

—¡Si es que me vienes como anillo al dedo! Si mi memoria no me falla puedes curar cosas y heridas como si fuese coser y bailar. ¿O era cocinar y cantar? ¡Da igual! Dime por favor que puedes darme algo para destaparme la nariz y dejar de estornudar apenas un viento frío me toca. ¿Necesitas pelo? ¿Sangre? ¿Uñas? Y pide lo que quieras, no me molesta seguir cantando en esta fiesta.—

Y Berry ya estaba mordiendo sus uñas y arrancando un poco de su cabello para darlo al mink junto con un charco de baba que contenía una sustancia púrpura y gelatinosa. Un poco asqueroso e improvisado pero la zorra humana estaba desesperada por curar su alergia o al menos tener algo para olvidarse de ello por todo el tiempo. El karaoke era divertido pero deseaba explorar más partes de la isla y sentía que sus hombres se lo habían ganado.

—No importa si mi cabello se vuelve verde o mis ojos se vuelven multicolor. Mientras ya no tenga mocos y no tenga que estar deteniendome cada cinco segundos para sonarme la nariz tomaré lo que me digas.—

La mujer sonrió para luego quedarse junto al tejón esperando un médicamento milagroso. Confiaba en las capacidades de su amigo peludo, después de todo era capaz de improvisar en una isla casi sin recursos y teniendo tantas cosas a su alrededor a lo mejor hasta le podía dar un tratamiento eficiente que le permitiese jugar en la nieve por primera vez en la vida.

Resumen:

Habían ocurrido demasiadas cosas, un frenetismo que para alguien impaciente como ella no le era molesto. Primeramente Prometio le había saludado con cortesía gesto que respondió con una leve reverencia mientras seguía a lo suyo. No se percató de la cercanía con la mujer que era como un torbellino de emociones, primero le tiró a todos sus hombres encima y luego por si fuera poco intentó tocar a Minazuki cosa que al parecer su arma no se tomó de buena manera. Al menos cambió de intención y se alejó para jugar con una niña y seguir en su locura, Sowon observó de reojo a la marine era alguien sin mucho pudor ni miedo a otros, una persona ciertamente peligrosa que al menos le había dado clientela.

Entre trago y trago los marines junto a otros presentes en el lugar comenzaron a comprar las dagas y la herrera a contar los fajos de billetes. Quizás había caído en la época indicada, ya que los soldados tenían su sueldo fresco y listo para gastar dado que la teniente parecía pagar todo cantando. Fue esto que hizo levantar la mirada de Sowon al ver como la oficial subía a la barra dedicando parte de la canción hacia su persona pero pateando una de sus dagas que se clavó con precisión en el suelo de madera.

Debía ser algo interesante ser pateada por esa mujer, quizás hasta ser estrujada por esa musculatura hasta no ser más que huesos rotos en un baño de sangre. ¿Podría cortarle? Esa piel se veía tan tersa y a la vez tan endurecida a esfuerzo, bañarse en su sangre era un placer que desearía experimentar en más de una ocasión. Aunque, de momento debería actuar con la prudencia y palabras de una dama, no era una presa sencilla ni valía la pena tras haberle reportado tan buenas ventas.

—Tenga más cuidado oficial, mis armas como ya habrá notado no son solo para presumir. Mi arte no debe ser juzgado a la ligera, así como una flor tiene sus espinas...—

Sus palabras cayeron en saco roto, cuando alzó la mirada la mismaa oficial estaba comiendo más chocolate. Era rápida, era imprudente y era grosera, ciertamente alguien que no desearía como enemigo. Suspiró levantando la daga del suelo y envolviendo la misma en una funda, pagó por lo consumido que solo había sido agua y unos dulces amargos para levantarse.

Estaba por abandonar el lugar cuando un mink ingresó por la puerta principal, al parecer un conocido de la marine quien saltó como loca a su encuentro y por primera vez sus palabras le interesaron a la cazadora. ¿Un médico? Vanko buscaba alguien que se viera capaz de realizar operaciones complejas y le había comentado su necesidad de encontrar buenos doctores. El tejón no vestía como marine ni como un pirata, era una especie de gitano sin rumbo.

Su paso se detuvo mientras giró en dirección al mink con sus ojos grises clavados en el premio. Su sonrisa realzó su evidente belleza mientras sus manos acariciaron la funda de su espada. Su andar era delicado, preciso como si el tiempo a su alrededor se detuviera para dar el timing ideal a cada gesticulación.

—Disculpe la intromisión, pero no pude evitar escuchar la situación como comprenderá en un sitio así la voz llega lejos. Shinozaki Sowon, es un placer conocerle. ¿Puede hacer medicina a partir de simples recursos naturales? Verá soy una artesana que se dedica a comerciar sus bienes, no puedo brindarle los detalles aquí dentro pero si está interesado en triplicar sus ganancias tengo un socio que puede estar interesado en usted. Si no es mucha molestia, apreciaría ver el proceso de primera mano para entender más concretamente en que beneficios nos reportaría su inclusión...—

La mujer hizo una reverencia ante el médico mostrando que el ofrecimiento y la cortesía no eran un truco. Hablaba muy enserio y los billetes que había ganado en esos minutos probaban sus palabras, podría ser un buen negocio tener a un médico como acompañante hasta el punto de encuentro con Vanko.

Resumen:

- Tras tanto tiempo… he regresado.

A la espalda de la figura encapuchada, una joven mink perro alzó una ceja cuestionando la frase.

- Pero señora… ¿no habíais dicho que nunca habíais estado en el Palo Norte?

Illje salió de su trance al oírla.

- ¿Eh? Ah, sí. Es verdad. No sé por qué he dicho eso.

Sin ninguna duda, debía de ser la baja temperatura. Había una ligera niebla y la humedad del ambiente hacía que el frío se te metiera hasta los huesos. Le dolía un poco la cabeza, pero imaginaba que se le pasaría una vez se acostumbrara o se pusiera en marcha. Se envolvió un poco más en la enorme capa que le cubría. Estaba forrada por dentro, pero ni siquiera eso lograba mantenerla en calor mientras estaba quieta. Suspirando, se agachó y acarició a Lobo con cariño mientras se giraba para mirar a la mink.

- Gracias una vez más por dejarme subir, Toniña.

- Ya le he dicho que Toñi está bien.

- Y yo que no me trates de usted.

Ambas mujeres sonrieron. Llevaban varias semanas viajando juntas; Toñi estaba regresando a casa tras haberse metido en un asunto un tanto peliagudo con unos secuestradores mientras estaba de viaje. Illje había resultado estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Poco después había llegado la carta del Gran Padre León y Toñi había sido lo bastante amable como para ofrecerse a llevarla hasta allí. Si bien Illje tenía su propio barco, decidió aceptar y disfrutar de la compañía. Llevaba un tiempo por su cuenta.

Ahora, sin embargo, el viaje había terminado e Illje tenía una misión que cumplir. Agarró el enorme cascanueces que había traído consigo como regalo de cortesía y bajó la pasarela del barco a toda velocidad en sus patines. Lobo le siguió corriendo  y ambos recorrieron en seguida el puerto, provocando exclamaciones de sorpresa allí por donde pasaban. Que estuvieran a punto de atropellar a un par de personas no ayudó, claro.

Se encontraban en Villa Abelia y aunque Toñi se la había descrito, era más… hortera de lo que había pensado. En realidad se la había imaginado majestuosa, pero todas las luces hacían que el lugar estuviera demasiado recargado. Allí donde mirabas había una nueva instalación navideña, luminosa y enorme, lista para cegar a todo el que osara posar sus ojos sobre ella.

Siguió corriendo, su objetivo en mente. Sabía la hora que era y habían llegado más tarde de lo previsto. Solo un par de minutos, pero lo justo como para hacerle perder el tren si no se concentraba. No pensaba consentirlo.

Lo oyó antes de verlo. El chu chuuu completamente artificial y el sonido de villancicos solo podía significar que se estaba acercando. Por suerte, las indicaciones de Toñi habían servido y en seguida se plantó en la vía. De acuerdo, había calculado mal y la parada claramente no era ahí, ¡pero no importaba!

Así tenía tiempo. Lo vio en la distancia y se preparó, colocándose el cascanueces debajo del brazo. Cuando el tren pasó y se fue, dio un saltó y agarró una de las barras que sujetaban el techo del último vagón. Aterrizó dando vueltas y tardó un segundo en levantarse. ‘’Soy una superviviente’’- pensó.

En realidad, el trenecito no iba a gran velocidad. También era blanco, decorado con el mismo gusto excesivo de Nueva Abelia y claramente pensado para los turistas. Podría haberse subido en cualquiera de los vagones, pero no se había dado tanta prisa para acabar en una nota poco impresionante.

Se levantó y se ajustó la capa para que le cubriera bien, sin quitarse la capucha. No estaba segura de quién podía estar observando. Se sentó en una esquina, ignorando que las otras personas del vagón la miraban fijamente y no se cortaban en cuchichear.

Lo importante era que estaba en camino a su objetivo: el centro del árbol.

Resumen:

La navidad en el Palo Norte parece animarse a cada momento que pasa. Los coros de villanos cantando por las calles se intensifican a medida que más y más gente se va contagiando, dejando casi en cada calle un grupo de gente; da igual hacia dónde miréis seguramente os topéis con uno, pero sorprendentemente todos cantan la misma canción de forma perfectamente sincronizada, al ritmo de una percusión que, si os fijáis bien, parece nacer en las mismísimas entrañas de la Tierra… O la madera. Ligeros temblores, apenas perceptibles si no estáis prestando demasiada atención, que van marcando la base rítmica de alguna forma. Eso parece explicar su inusitada coordinación, aunque fácilmente podéis daros cuenta de que esto requiere de un ensayo constante y difícilmente sin sentidos muy desarrollados podríais llegar a semejante nivel. Salvo quienes habéis tocado la nieve, claro…

Si habéis tocado la nieve con las manos desnudas puede que no lo hayáis notado antes, pero parece que vuestra mente poco a poco comienza a abrirse: Los colores son más vivos, las luces más brillantes (sorprendentemente, no os dañan los ojos) y poco a poco podéis ver los sonidos: Del suelo nacen débiles y atenuadas líneas al ritmo de la música, que de pronto podéis ir escuchando más claramente: Es una percusión, sí, pero debe significar algo; tiene que querer decir algo. ¿Por qué ahora son verdes esas ondas? ¿Por qué de pronto azules? No importa, porque a medida que vuestro pensamiento se despeja la sutil idea de comenzar a cantar con los demás se planta en vuestra mente. Débil, podéis desecharla rápidamente; pero tenéis ganas de hacerlo. Los que no habéis venido con abrigos apropiados y la nieve os ha caído por el cuerpo también comenzáis, poco a poco, a sentiros así. Quizá va siendo hora de abrigaros bien.

Los que coméis y bebéis… Ay, en los restos del ponche alrededor de vuestros labios y por donde caen las migas de galleta… No sucede nada, pero vuestro Haki os alerta de que la fecha de consumo preferente de todo lo que estáis tomando venció hace meses. ¿El Haki puede hacer eso? Igual es un mensaje de megafonía, pero no parece haber ningún caracol a la vista y, en realidad, tampoco sabríais describir la naturaleza de la voz que habéis escuchado. No obstante las bebidas y alimentos que consumís saben bien, no parece haber ningún motivo para preocuparse más allá de esa extraña voz. ¿Será paranoia? Bah, tanto tiene, quizá deberíais disfrutar más de las fiestas.

Lo que todos, independientemente de la irresponsabilidad que estéis cometiendo podéis percibir es el hecho de que el cielo repentinamente se ve surcado por una estela de color gris humo en dirección a la fábrica de juguetes. A su cabeza una moto metalizada de color rojo, con astas de reno y un gran probóscide brillante en la parte delantera. Sobre ella viaja un hombre gordo, casi mórbido, que grita obscenidades mientras lanza cajas irresponsablemente de un saco gigante que lleva a medio escapar de sus alforjas. Los que estéis por las calles podéis ver que las cajas (algunas extremadamente pesadas) se hunden en la nieve y otras caen en la cabeza de los cantores, dejándolos inconscientes en el mejor de los casos. Otras caen cariñosamente en las manos de unas pocas personas, pero son las que menos, y cuando estas abren ilusionadas el paquete resulta ser carbón… O algo parecido, porque no tarda en reventar y mandarlos volando. Esos son los niños malos.

Ah, y Roland ha llegado.

– ¡Feliz navidad hij[CENSURADO]! –Una trompeta suena desde ninguna parte cuando suelta improperios, parece. Escucháis MUCHOS sonidos de este tipo mientras surca los cielos, aunque termina desapareciendo en algún punto.

En Crumpit han intentado derribar al orondo Santa Clasus con armamento pesado, aunque casi todos los disparos fallan y algunos obuses impactan en Nueva Pesci. Algunos crumpitenses maldicen la navidad entre dientes mientras lo que parece ser una voz en off describe sus acciones como si se tratase de un cuento cualquiera, lo que los altera un poco más y murmuran algo sobre un pollo escondiendo caracoles. El ánimo parece caldeado; muchos de ellos siguen afanándose en retirar la nieve mientras otros tantos terminan de organizar las pancartas para la manifestación navideña.

Mientras tanto, en Nueva Pesci, el ruido de los obuses impactar contra algunos de los edificios más altos de la ciudad (dos torres muy parecidas pero no del todo) no parece hacer que cunda el pánico. De hecho, algún que otro ciudadano se acerca a las torres que, si bien se mantienen estructuralmente intactas, un par de muros amenazan con desplomarse. Algunos vecinos, incluso, cierran los ojos y se abren de brazos mientras esperan que les caiga encima. Pobre gente de Pesci, aunque no debemos ignorar que se está empezando a extender por la ciudad el rumor del Krampus, un demonio que busca robar la navidad, aunque es notablemente más feo y con cierto olor a pescado; alguna gente se moviliza discretamente hacia él, quién sabe con qué intenciones, pero podéis ver el rostro secretamente esperanzado de quienes peregrinan en su busca.

En Abelia por el momento no está sucediendo nada especialmente relevante, a no ser que tengamos en cuenta que un grupo de gente va llevando de aquí para allá montado sobre un escudo con forma de concha a un anciano de aspecto bastante siniestro, envuelto en un hábito negro con capucha, que va rapeando lo feliz que le hace la navidad mientras lanza a todas partes bolas de luces a todas partes. A veces señala a alguna persona que, ilusionada, se une a su séquito y le hace los coros y bases rítmicas. Es un espectáculo algo lamentable, pero la gente de Abelia parece bastante feliz de que el alcalde haya salido a celebrar las fiestas. Cuidado, eso sí, porque poco a poco esto se está convirtiendo en una rave.

En Larpeira ha pasado algo curioso. Quizá solo alguno que otro se haya percatado, porque lo cierto es que nadie suele llegar tan alto, pero la caja no parece haber desaparecido de la torre. No sabéis cómo ha pasado, pero es como si nadie la hubiese tocado. Tras ver el cofre vacío el presentador sonríe y anuncia su error con una alegría sin par. Parece que él tampoco sabe lo que hay en el interior, pero desde luego la situación de encontrar cofres vacíos no se le hace ajena.

– ¡La próxima ronda del concurso de escalada hasta el campanario se dará en quince minutos! –anuncia–. ¡¿Conseguirá alguien bajar el gran cofre del campanario o será un año más en el que deberemos hacer la queima?!

Un gigantesco foco alumbra desde lo más alto un caldero de barro gigante. Tiene una cara serena en su parte delantera, pero de él sale un extraño humo. A los lados, cogiéndolo de las asas, dos gigantescas grúas lo levantan ligeramente haciendo que desparrame una gran cantidad de líquido. Este empieza a moverse  por las calles, golpear en las puertas y esparcirse con fuerza arrastrando gente y decoraciones. ¡Es alcohol! O bueno, sabe a alcohol. ¿De verdad estáis probando un líquido sospechoso del suelo? Qué cerdetes.

Pequeño aviso

Cualquier objeto que se esté usando y no lo veamos en la ficha es susceptible de desaparecer en las próximas moderaciones

Mapa:

1. Se realizará moderación global una vez por semana.
   
   
2. Se podrá postear desde la moderación hasta el viernes siguiente, incluidos.
   
   
3. Los jugadores pueden interactuar libremente y crear cualquier NPC, a excepción de Roland, Gran Padre, Gran Madre, Rudolph y el Doctor.
   
   
4. Los premios y experiencia obtenidos serán secreto hasta el final del evento.
   
   
5. Se cobrará la totalidad de los premios de la lotería anterior al finalizar el evento.
   
   
6. Cada post debe superar las 250 palabras.
   
   
7. Aunque ya nadie se acuerde del chiste, el barco de los Sons of Anarchy será destruido en algún momento del evento.
   
   
8. Se puede postear tantas veces como uno quiera, siempre que haya al menos tres posts de otros usuarios (no personajes; usuarios) entre su último post y el siguiente. Al menos debe haber 2 usuarios diferentes posteando, no vale que lo haga un único usuario con 3 cuentas.
   
   
9. Cualquier usuario puede moderar y manipular el entorno de la ciudad en que se encuentre, siempre que no haya una moderación en el post anterior.
   
   
10. Por lo que sea, un niño con un hacha puede talar el árbol, pero vosotros sois incapaces de hacer cualquier daño al árbol. Podéis rolear esto si queréis.
    
    
11. Habrá premios extra para los usuarios que moderen.
    
    
12. Si un personaje la lía, podría abrírsele un combate.
    
    
13. Si dos personajes se van a enfrentar, se les abrirá un tema de combate.
    
    
14. Podéis moveros libremente entre cualquier ciudad o fábrica (recordando que tenéis prohibido on rol entrar a ellas), pero llegar a un nuevo lugar implica mínimo dos posts: Uno abandonando el lugar donde estás y otro llegando. También puedes rolear por el camino, asaltando un tren, lo que quieras.
    
    
15. Se debe añadir un resumen con localización en cada post. Se agradece que indiquéis en el título el nombre de quienes están cerca para que estos se percaten en caso de ser necesario.
    
    
16. De ser necesarias, podrían añadirse más reglas a esta lista.
    

FF paró en seco derrapando en el suelo y levantando una cantidad de nieve considerable. Miró a su alrededor, olfateando el ambiente. Había algo raro. Era como si hubiese aumentado su vista una barbaridad y ahora fuese capaz de percibir mucho más los colores. Y los cánticos... ¿Por qué tenía ganas de unirse a ellos? Esas no eran las canciones de un superhéroe, eran villancicos. Normalmente le gustaba escucharlos, pero no tenía intención de desviarse de su misión y unirse a ellos, ¿Por qué sentía una pequeña necesidad de hacerlo?

—¡Santos macarrones con tomate y queso! Es muy posible que el enemigo tenga una suerte de control mental sobre nosotros. Por suerte, la fuerza de voluntad de Furia Flamígera es legendaria y es imposible que caiga en una de esas trampas —dijo, sin tener ni idea en realidad de cuánto tiempo más podría resistir esos impulsos.

Su vista de golpe se movió hacia arriba. Una estela roja surcaba los cielos con entereza. Cualquiera esperaría oír de su procedencia una jocosa y alegre risa, pero no. Una felicitación de la festividad acompañada de un insulto. Empezaron a caer regalos sobre la nieve y sobre la gente. FF se acercó a uno a paso rápido y lo levantó, siendo más pesado de lo que podría esperar. Pensó en abrirlo pero, justamente, alguien a su derecha abrió uno antes. El trozo de carbón que había sacado explotó, haciendo que FF soltara su regalo del asombro. ¿Aquella figura estaba bombardeando la navidad? ¿Quién era?

Por si fuera poco, unos misiles volaron desde vete a saber dónde directos hacia la figura voladora, fallando estrepitosamente. Los misiles iban peligrosamente dirigidos a la ciudad en la que estaban. Impactaron con dos torres que tenía a su izquierda, a varios metros. Empezó a correr hacia allí tan rápido como pudo. Parecía que la estructura aguantaba, pero... Uno de los muros en una de las torres empezaba a desprenderse. Había gente debajo. Sonriendo con amplitud, enseñando sus afilados dientes, se cruzó de brazos mientras corría, poniéndolos frente a su pecho en forma de X.

—¡Toca salvar gente! ¡Gotta go... FAST!

Tras esa última palabra, de sus pies brotaron enormes llamas y se propulsó hacia delante, levantando una gran cantidad de nieve a los lados. Consiguió agarrar a dos personas que había en la zona de peligro y alejarlos lo suficiente de la torre, siendo una mujer y un niño. En cuanto los dejó vio que los escombros empezaban a caer y ellos estaban a salvo. Hizo una pose de celebración cuando, de golpe, la mujer que había salvado gritó:

—¡Mi bebé!

—¿Eh?

Miró de nuevo. Los escombros caían directos a aplastar un carrito de bebé del cual salían llantos y lloros. "El trabajo de un héroe nunca acaba" pensó FF para si mismo. De nuevo, de sus pies volvieron a salir llamas que lo propulsaron hacia delante. Cuando los escombros estaban ya apunto de tocar suelo, consiguió sacar al bebé de su carro y llevarlo en brazos al otro lado. Una enorme nube de nieve se levantó cuando los trozos del muro impactaron en el suelo, haciéndolo temblar. De entre la nieve levantada, mientras se disipaba, empezaba a emerger nuestro héroe cargando en brazos con la criatura, que reía e intentaba agarrarle del casco.

—Aquí tiene, señora.

—¡¿Estás loco?! —dijo la mujer agarrando de nuevo a su bebé, que empezó a llorar al verse separado del casco— ¡A esa velocidad podrías haberle roto el cuello! ¡O haberlo quemado con ese fuego! ¡Ten más cuidado!

FF miró hacia el horizonte, donde la figura voladora se había perdido, con melancolía. En efecto, la vida del héroe no solo nunca acababa, sino que era muy desagradecida. Pero no importaba. No lo hacía por los halagos. Empezó a caminar con exceso dramatismo y decisión hacia donde iba la figura voladora, pensando para sí mismo (aunque hablando en voz alta).

—Este es mi don. Esta es mi maldición. Soy... Furia Flamígera.

Resumen:

  Cuándo Elyria salió a buscar a Hayden, ocurrió. En el cielo, un loco en moto voladora sobrevolaba la isla, lanzando lindas palabras para celebrar la navidad, y lanzando increíbles y variados regalos. Con el pequeño detalle de que pesaban un quintal y estaban aplastando a la gente. O peor, que explotaban al ser abiertas. Y en una de esas explosiones, cayó una placa en sus pies que ponía ’Para Carrero Blanco’. Además, gran parte de la ciudad parecía estar poseída, cantando con una coordinación que no tenía ningún sentido.

Tardó unos segundos en reaccionar, esto era demasiado extraño. Pero entonces usó su Sky Walk para subirse a los tejados más altos, saltando de uno a otro mientras pateaba todos los regalos que podía en dirección hacia el mar. A la zona sin barcos, claro. Evidentemente, seguía siendo una sola persona, así que la única zona segura era la estela por la que la capitana corría, no podía cubrir toda la ciudad. Y mucho menos toda la isla.

Pero inmediatamente ocurrió algo que requería de su atención. Una especie de misiles intentaron golpear al motorista, pero tenían la puntería de un padre borracho, y acabaron yendo en dirección a dos edificios. Elyria corrió a toda velocidad en esa dirección, pero evidentemente no pudo hacer nada para pararlos.

La gente parecía seguir estando poseída, hasta el nivel de esperar con los brazos abiertos para ser aplastados por los escombros. De nuevo, solo era una persona, pero estaban cayendo dos edificios. ¿Cómo iba a hacer esto? No podía salvar a todo el mundo. Pero entonces llegó Hayden para salvar la navidad, encargándose del otro derrumbamiento.

Por su parte, Elyria clavó el talón en el suelo, levantando un muro de hielo curvado para cubrir a los civiles de todo peligro. Pudo notar que algunos trozos de pared y muebles de roble macizo eran demasiado grandes y pesados, y romperían el hielo. Pero ya lo tenía planeado, así que dió un salto hacia atrás, saltando encima del muro de hielo, esperando a que se rompiese la estructura y terminase de caer. Desenvainó a Khione, y cuándo llegó el momento, realizó rápidos cortes en horizontal y en vertical, que crearon una onda cortante en forma de cuadrícula, intentando no pasarse de rango y cargarse aún más el edificio. Los escombros y muebles quedaron cortados en cubitos, y chocaron contra el muro de hielo, evitando que ningún civil fuese herido.

Aliviada, bajó, viendo cómo la gente seguía en trance, mirando al cielo embobada. ¿Qué demonios estaba pasando? En cualquier caso, evacuó la zona, en algunos casos, teniendo que cargar a la gente en brazos porque no querían moverse. Cuándo acabó, corrió al otro edificio, donde Hayden se estaba alejando de forma épica mientras una señora gritaba nerviosa. Elyria se acercó a él, poniendo la mano en su hombro.

“Buen trabajo, Hay—Furia Flamígera. Le contaré a Hayden sobre tus hazañas, Smiley man estaba orgulloso,” dijo con una sonrisa, esperando haber dicho bien el nombre del superheroe.

“Pero esto no ha acabado. El mal nunca descansa, así que nosotros tampoco podemos hacerlo. La gente se está comportando de una manera muy extraña. Quería ir al centro de la isla a investigar, pero ahora… No sé si debería ir a la fábrica de juguetes. Ese motorista extraño fue en esa dirección.”

Resumen:

¿Qué era esa voz tan tenue? ¿Los alimentos estaban pasados, pero de dónde venían esas palabras? Buah, quizá no era para tanto, al final de cuentas me la estaba pasando muy bien con todos mis conocidos en ese peculiar bar. De hecho, tomando el ejemplo de Berry, subí al escenario y pedí el micrófono para mostrar mis habilidades para el canto.

-I wish it waaaaaaaaaas christmas todaaaaaay -cantaba mientras dañaba los tímpanos de los presentes y sostenía mi vaso de ponche en la otra mano.

Estaba pasando un buen día, una de las mejores fechas decembrinas que había vivido en años. Miraba con na sonrisa a todos mis conocidos presentes al mismo tiempo que me sumergía en mi performance. Me olvidé por un buen rato sobre la invitación del gran padre y sobre su intento de asesinato, éramos el micrófono y yo contra el bar.

Mientras cantaba con toda mi alma, un mensajero llegó corriendo a la taberna gritando lleno de emoción, que la segunda ronda del concurso de escalada estaba por comenzar. Sí, ese mismo concurso que no tenía premio. ¿Y ahora querían volver a estafar a más personas? No es que me importaran mucho los demás, pero genuinamente me enojaba que me hubieran visto la cara de estúpido antes.

-Ya vuelvo Alpha -le dije alzando la mano y azotando mi vaso contra la barra.

Salí enojado por la puerta principal decidido a enseñarle una lección a aquel presentador o a reclamar mi legítimo premio. Tomé con fuerza el mango de mi espada y fruncí el ceño mirando hacia la catedral.

-Kirara, Arrhenius, vamos a calentar un poco el clima.

Resumen:

  Elaina y Stormrider eran el centro de atención de las calles de la ciudad. O al menos lo eran, hasta que ocurrió todo esto. Un motero obeso volador lanzando regalos. Estos aplastando a la gente o mandándola por los aires. Y eso sin ni siquiera hablar del intento fallido de intentar derribarlo con misiles, que parecían dirigirse a una zona poblada. Elaina se sintió culpable ante su propio suspiro de alivio, cuándo este no vino en su dirección.

  En cualquier caso, tenía que actuar. No entendía nada, pero en apenas unos minutos la ciudad se había llenado de gente herida. Bueno, y de cadáveres, pero no podía hacer mucho por esas desgraciadas almas. Para colmo, en un rollito que parecía sacado de la Iglesia del Palmar de Troya, sin premio, la gente cantaba en perfecta sincronía. Daba miedo.

  Pero entonces, le dió uno de sus ataques. ¡Joder! ¡Justo ahora no! Al menos no era un episodio depresivo, eso hubiese sido aún peor. Pero ahora tenía que ayudar, y su personalidad tranquila y amable se transformó en la de una mujer muy enfadada. Cómo siempre, intentaba ocultarlo, pero su cara era un cuadro. Y esta situación tan tensa… no transmitía mucha seguridad a sus pacientes. Pero tenía que dejar de pensar en sus putas gilipolleces y actuar. Había mucho trabajo por delante.

  Rápidamente saltó de su caballo y se acercó a las víctimas más cercanas. Evaluó la situación rápidamente, siguiendo la cadena de prioridad, y se puso de rodillas en la nieve al lado de el superviviente de una de las explosiones. Había perdido ambas manos, su cuerpo estaba carbonizado y estaba inconsciente, pero con pulso. ¿En qué cojones estaba pensando ese puto gordo?

  Sacó su equipo de medicina de las alforjas de Stormrider. Ninguna locura, aparte de sus herramientas y materiales de primeros auxilios, pero tendría que valer. No se esperaba algo así. Este hombre sobreviviría, pero solo porque la explosión había sido tan ardiente que había calcinado sus muñones, salvandole de desangrarse. Pero aún así trató las heridas con rapidez, vendando, limpiando, desinfectando, usando palos y tela para fijar huesos rotos hasta la llegada a un hospital.

  Cuándo acabó con el primer herido, se levantó a por el siguiente. Heridas graves, pero no urgentes. Un regalo le había caído en el hombro y le había reventado el brazo. No estaba en peligro, pero joder si dolía. Y encima estaba consciente para sufrirlo. Elaina se acercó a él, intentando forzar una sonrisa. Y se volvió a poner de rodillas en la nieve para trabajar. De uno en uno. Por suerte, los desgraciados estaban demasiado traumatizados cómo para molestarse por su actitud… agresiva. Aunque también podrían ser un poco más agradecidos los muy imbéciles. Encima que les salvo después de ser aplastados por ser unos putos inútiles sin reflejos…

  Finalmente terminó con esa pequeña área. No era la gran cosa, teniendo en cuenta la escala de una ciudad entera. No, de una isla entera. Pero ella hacía lo que podía cómo una sola persona con materiales y energía limitada. Y estaba agotada. Pero aún quedaba mucho día por delante. Ahora tenía que llevar al chico de la explosión a un hospital. Era el único que lo necesitaba con cierta urgencia. Y a poder ser, a reponer sus suministros médicos.

  Elaina iba en dirección a él para cargarlo, cuándo empezó a notar cómo veía cosas raras. Líneas de colores al ritmo de la música de esos sectarios extraños. También veía y escuchaba mejor de lo normal, si es que eso se podía llamar mejor claro. ¿Qué cojones? ¿Me han envenenado? Si no he tomado nada raro… Lo que me faltaba, enfadada y drogada, hijos de puta.

Resumen:

La teniente, más parecida a un pañuelo usado que a una oficial, presentaba claros síntomas de una reacción alérgica. Aunque la falta de equipo médico especializado en la isla planteaba un desafío, me sumergí en la maleta de uno de los marines a su lado. Allí encontré un mortero, medicamentos variados, un toque del ron de mi petaca, un poco de pólvora negra y fragmentos de uñas de la mink. "La química, a veces, parecía magia para los no iniciados", reflexioné mientras observaba la mezcla transformarse en un brebaje de aroma repugnante. Encendí el alcohol restante en el mortero y se lo entregué a la mink cuando se apagó.

"Con esto, tus síntomas deberían mejorar. No garantizo que desaparezcan, pero al menos tendrás unos días de alivio de tu dolencia", compartí, consciente de la limitación de mis recursos.

Mientras Berry tomaba la medicina, una extraña sensación comenzó a apoderarse de mí. "¿Qué está pasando?", me pregunté, tomando apuntes rápidos con un trozo de carbón. "Posibilidad de drogas o veneno. Alucinaciones visuales y auditivas, desinhibición social", anoté en la mesa consciente de que, si esta extraña experiencia era compartida por todos, estábamos en un aprieto.

En el exterior, se desató un tumulto, con algunos huyendo despavoridos. En medio del caos reinante, Anagumitsu, subió a una mesa y anunció: "Hay posibilidades de que nos hayan envenenado a todos o de que estemos sufriendo una intoxicación alimenticia". Mientras me limpiaba las garras de la mugre acumulada, sin preocuparme por las formas.

"No les voy a mentir; algunos pueden no superar esto, pero los que lo hagan serán más fuertes", declaré, retirándome al rincón más tranquilo de la taberna. "No quiero pánico colectivo. Siéntense, tomen un té para aliviar sus síntomas y, supongo, intentaré encontrar una solución antes de que mi cerebro se detenga", añadí, señalando la puerta para aquellos que quisieran abandonar la incertidumbre, aunque dudaba de que fueran a llegar muy lejos.

En medio del bullicio, la mink, con la medicina en su sistema, comenzó a mostrar signos de mejoría aunque aun falta un tiempo para corroborarla experiencia". Mis pensamientos se sumieron en la tarea de descifrar la causa de esta extraña aflicción, mientras afuera, la incertidumbre se mezclaba con el temor y algo de desesperanza.

Resumen:

 Aria seguía trabajando tranquilamente. Había sido un buen día para el negocio, aún si apenas había abierto esa misma mañana. La gente se dejaba llevar por el consumismo de la navidad, y vender sus prendas era más fácil que nunca. ¡Incluso había conseguido varios encargos personalizados! A este ritmo, podría rentabilizar la inversión en tan solo un par de días.

 Y fue entonces cuando empezaron a ocurrir cosas extrañas. Aria pensaba que era una actuación musical, pero cuándo salió a la calle a seguir atrayendo clientela, pudo ver cómo más y más gente de la ciudad cantaba con una coordinación inaudita. Y no parecían formar parte de un grupo organizado, lo cuál lo hacía aún más impresionante. Lo que sí que pudo notar, es que los que se unieron al cántico tendían a ser gente mal abrigada, con piel descubierta. Sobre todo esos que llevaban esos conjuntos tan… reveladores. ¿Acaso sería el frío la causa? No. Eso no tenía mucho sentido.

 Y si esto no era suficiente para ponerla en modo alerta, una moto voladora gigante cruzaba por el cielo en dirección a la fábrica de juguetes, dejando atrás una estela gris y una lluvia de regalos. ¿Acaso era esta la versión moderna de Papa Noel? ¿Habían pasado de moda los trineos con renos, o acaso se habían puesto en huelga por sus condiciones laborales de mierda?

 En cualquier caso, era precioso. La gente estaría muy feliz de recibir tantos rega—Espera… ¿Esa caja acababa de romperle las costillas a ese hombre? ¿Y ese chaval con pintas de macarrilla había salido volando por los aires? ¿Estaba… muerto? ¡¿Qué cojones estaba pasando?! ¡Esto era un ataque enmascarado de amor por la navidad! ¿Debería cerrar la tienda y refugiarse en la seguridad del segundo piso? Estaba aterrorizada, paralizada, sin saber cómo debía actuar. Solo esperaba que esos momentos de dudas no le costasen una mala pasada.

Resumen:

Caminando por los senderos que salían de Larpeira con la ayuda de la gente, pues no tenía siquiera un mapa de la zona y no sabía por donde iba, puse dirección a Jingle Heat Club, por lo que me había dicho el anciano, no había un lugar más indicado para aglomerar a gente "turbia", gente con deseos, gente con la guardia baja y en todas las islas, en estos clubs, es donde la flor imnata de la escoria se junta, así que. ¿Por qué no ir hasta ahí? Claro que era el primer sitio que visitaría.
En mi camino hacia el club de caballeros, observé a aquél psicópata al que busqué tiempo a tras, el famoso en el bajo mundo por sus regalos y ahora lo entendí todo. Surcando los cielos un loco dejó caer regalos por todos lados. Al estar yo en dirección a otro "pueblo" por así decirlo no cayeron mucho, no era un centro, pero pude ver tres regalos caer de forma brusca contra el suelo. Caminé hasta el más cercano y por intuición usé mi poder, liberé una onda del mismo la cual hizo que esa caja se moviera unos centímetros. Si podía moverla es que era imantable, por lo que ahí dentro había algo... Siempre hemos escuchado que la curiosidad mató al gato, pero yo no soy ningún gato...

Me acerqué al regalo y a pocos dos metros de él, observé como de lejos una pareja que iba sobre una mula con carretilla agarraba uno de ellos y al abrirlo "boooom" sorpresa. Miré el regalo y me aparté de el lentamente como el que no queire la cosa. Lo dejé ahí, ni lo aparté, ni intenté desconectar nada. Claramente era algo que no me influía, si alguien lo abría claramente no escuchó lo de "La curiosidad..." y sin esperar mucho, de pronto vi un par de proyectiles militares intentando derribar al terrorista...
Seguí caminando sin darme cuenta que los colores poco a poco eran más vivos, iba tapado, con un buen chaquetón de pelo, pero la cabeza descubierta por lo que esa nieve empezó a afectarme sin darme cuenta. Poco a poco ya pude ver el centro de la isla.

Hasta ahora lo que había podido reunir, era información general sobre los pueblos, algo de información sobre los juguetes y que aquí estaba el loco de los regalos, no parecía que esta fuera mi mejor visita, claramente si nada más aparecer ya está bombardeando a la gente y le responden con buena potencia militar es que, esta misión no sería precisamente aburrida...

resumen:

Tras consumir la medicina de sabor asqueroso sin darle mucha relevancia al asunto y confiando ciegamente en Anagumitsu la mink comenzó a sentirse extraña. Sus ojos veían los colores más vivos y las voces en su cabeza le advertían de la comida en mal estado observó como su amigo mink empezaba a hablar sobre peligrosos efectos en las comidas y pedía la calma de los presentes a la par que su nariz se destapaba y finalmente podía olfatear su alrededor.

—¡Puedo olfatear! ¡Puedo olfatear!—

Comenzó a celebrar la mujer saltando por todo el lugar antes de volver a su forma normal y tirarse sobre Alpha con gran alegría. Finalmente estaba curada o al menos de momento se sentía mucho mejor que antes, relamiendo sus labios y riendo mientras los efectos del cóctel junto a todo lo anteriormente tomado hacian efecto en su cuerpo y le acercaban a un estado de borrachera y sueño.

—¡Sorpresaaa! ¡Buaah! ¿Qué tal si nos vamos juntos y dormimos en una camita? ¡Ñam! ¡Pero antes hay que arrestar a los culpables de esto! ¡Soldados recorran el pueblo interroguen sospechosos, no coman ni tomen nada que les ofrezcan! Todos los demás nos quedaremos en Berrycuarentena.—

Los hombres saludaron y salieron a explorar el pueblo en busca de respuestas mientras que ella se quedaría dentro lanzando una mirada fulminante al cantinero y tomando el ejemplo de Anagumitsu subiendo a la barra para interrogarle.

—Empieza a cantar, esto es considerado un atentado sanitario ¿Qué tiene la comida? ¿Quién es tu jefe? ¿Por qué veo todo raro? ¿Qué es esa música que suena a lo lejos?—

Sus preguntas parecían tener cada vez menos sentido mientras la mink seguía interrogando e intentando sacar alguna respuesta. Su intención era resolver el misterio lo antes posible para irse junto con Alpha a disfrutar la noche dado a que su nariz ya no molestaba, si no podía hacer eso simplemente se marcharía del lugar para seguir su propia investigación aunque según Anagumitsu era una Berrycuarentena obligatoria.

Resumen:

Todo en el bar estaba bastante movido, cantaban, bailaban, bebían, Ocho se encontraba tocando su clarinete mientras Berry cantaba al son de la misma, era una magnifica vista para todos, en un momento determinado Prometio también se unió al canto, subiendo a la barra con aquella copa de ponche. Fue entonces cuando Sora escuchó aquella voz, que provenía de todos lados y de ninguno a la vez, ¿Las comidas estaban vencidas? ¿Acaso era esto posible en una taberna con tantas personas?. Sora no le dio demasiada importancia al asunto hasta que un tipo entro con entusiasmo al establecimiento para decir que la segunda ronda del concurso de escalada se acababa de abrir, lo que dejó confundido al chico.

El Joven Prometio se veía verdaderamente enojado y parecía que al salir de la taberna se iba a dirigir hasta el lugar donde se estuviera efectuando dicho concurso, por lo que Sora tomó su martillo y lo colocó en su espalda, luego sacó un botecito con crema de su bolso y se acercó a la pequeña Ocho para que esta se lo pusiera, aunque el clima era frio, tenia que mantener su cuerpo hidratado debido a su delicada piel de Gyojin. Posteriormente le pediria a la pequeña que saliera junto a el para ir hasta donde se dirigia el joven Prometio.

Sabia que a pesar de que caminara lo mas rápido que pudiera, no iba alcanzar ni en sueños la velocidad de Prometio, así que sin mas se dispuso a salir del bar, cuando de repente se había percatado de que las calles estaban siendo inundadas por ¿Alcohol? Sora nunca se había dado un trago de aquella sustancia, sin embargo muchos de los que se encuentran en las calles tomaban de este liquido sin mas, tomaban vasos, copas, cubos, todo tipo de artilugios que pudieran almacenar el liquido era valido en aquella sustancial situación.

— Su..be..te a mis hom..bros — Le pidió a la pequeña Ocho, esta acataria las ordenes, ya que era liquido, sin embargo, por la actitud de las personas, sabia que podria ser peligroso para una pequeña. Sus pies se ensuciaban con aquel liquido, la nieve pasaba de ser blanca a convertirse en algún tipo de lodo según las personas pisaban la misma empapada de aquel extraño alcohol, no entendía el motivo de aquella situación, pero debía ir hasta la catedral, si es que esta escena inmunda le permitía hacerlo.

Larperia:

Claramente el día de la muchacha se iba a torcer de mala manera, pasó de estar tan tranquila caminando buscando la inspiración para una de sus obras de arte a intentar por puro instinto a salvar a la gente. La gente no solo acabó herida por su curiosidad, fueron atacados por a saber quien, solo sabía que en ese pueblo estaba lloviendo de todo menos agua.
No pudo hacer nada con la gente que abrió las cajas pero intentó salvar a dos personas que tenía al lado a las cuales se les iba a caer un cacho de torre encima, no pensó pues de haberlo hecho sabía que no tenía ninguna forma de salvarles, es más, habría muerto ella aplastada por mucho que en su cabeza se repitiera "Me da tiempo" por suerte para ella y para los civiles, un hombre con pintas de payaso y un cohete en el culo los salvó a una velocidad increíble. Sorprendida, observó como dos personas ayudaban al resto.

Tras ver que gente más capacitada ayudaba a quienes lo necesitaban, ella se limitó a coger a los heridos por las bombas en los regalos y llevarlos hasta una de las tiendas en las que la gente se acumulaba a ser atendida. Irónicamente, aquí la que tiene el control total sobre su cuerpo, que puede modificarlo, alterarlo y fusionarlo, fue de las personas que no se dio cuenta el pequeño efecto que tiene esa extraña nieve sobre los sentidos, tampoco reparó en los cánticos. Iba cubierta, solo iba destapada la cabeza por lo que el efecto aún no era para ver las lineas de sonido, aún que no se había dado cuenta que alguien había subido el brillo de la pantalla...

resumen:

Lumin:

Las palabras de su capitana hicieron que saltaran todas sus alarmas, ¿Piratas? No pudo evitar ponerse tenso, hasta pasó de los malditos críos que seguían burlándose de él tras los cristales. ¿Pero de quien estaba hablando? Intentó hablar con ella, pero parecía estar ocupada en otras cosas, hablando, cantando y comiendo ¿No ha bebido no? Por lo menos no lo ha visto Seth o le echaría bronca. Observó a Prometío, Sora y Alpha, más tarde a la señorita de las armas, (Claro que, el no se sabía los nombres) ¿Quien de esos era pirata? Sea quien sea, le habían roto la noche. No comió nada más, no bebió, solo se dispuso a mirar con una sonrisa en la cara y ojos penetrantes.

Más tarde cambió de prioridad, olvidó los piratas que no parecían muy peligrosos y salió corriendo fuera a la calle tras escuchar las primeras detonaciones, todos ya saben lo que pasó por lo que al grano. Seth salió corriendo a auxiliar a una persona que había abierto uno de los regalos, estaba destrozada, sin manos, con quemaduras en pecho y cara, claramente no estaba vivo o le faltaba poco para abandonar este mundo -¡Un médico!- Gritó, de pronto recibió tres bolas de nieve en la cara, eran de parte de los niños que aún querían seguir jugando -¡Campas sobre campanas! ¡¿No veis que estamos en medio de una tragedia?!- Gritó... Pero... ¿Había dicho algo de campanas? Ya puede ser por la nieve que recogió para lanzarla a los críos o de tantos proyectiles de nieve lanzados por los niños que, de pronto se fijó en unas lineas que pasaban por el suelo, ese azul tan bonito... Ese cambio repentino a turquesa -Ostias, que guapo- Y aún con el herido en los brazos empezó a cantar


Nadie parecía preocupado, nadie parecía alarmarse en desmedía por lo que estaba pasando pero así estaba la situación. Tras unos segundos tomando el pulso al hombre, ya había fallecido -¡No pasa nada, era un niño malo!- Gritó uno de los críos -¿Malo? Explicate- Exigió el Gyojin -¡Solo si me pillas jajajaja!- Y el niño salió corriendo -¡Mocoso ven aquí!- Y el gyojin detrás cantando...

Mmmm, una curiosa navidad ¿no lo crees? Realmente todo está muy tranquilo. Mucho, para tu gusto. Comenzabas a cogerle gusto al asunto, hasta que lo que comías te comenzó a saber mal. El café comenzó a tener un horrible sabor cosa que tu expresión no pudo ocultar, pequeño pirata. Ahora otros síntomas comienzan a tomar control sobre ti. Tu visión se torna… ¿Algo borrosa? ¿Notas musicales? ¿Acaso las Hommieficaste? ¿Qué está pasándote Alpha? No comienzas a sentirte nada bien.

Rayos… Tus hommies.

-¡Chicos, a mí! – Haces un llamado a todos tus homies. Quienes entran tranquilamente al establecimiento. Los elementales parecen estar bien, pero Suzaku y Susanoo parece también estar también con ciertos problemas iguales que los tuyos, quitando lo de la comida, claro está.

-¡Alpha, él ha llegado! – Te indico Thor. Tú abriste los ojos de golpe sorprendido por saber que había llegado a la isla más pronto de lo que te pudiste imaginar. Pero justo ahora no te encuentras en las condiciones más óptimas a ir a por él. Intentaste ordenar tus pensamientos. Como podías, claro está. Y llegaste a la conclusión que lo único raro que podría haber ocurrido era la nieve. Era lo único en común que habrían tocado tú y tus plumíferos.

Ya te tocaba tomar precauciones.

Ahora, para tu sorpresa Berry aparecido y saltado sobre ti. Dudaste un momento que no fuera una alucinación más. Pero le viste con el uniforme y te diste cuenta que no lo era. – ¿Tú también tienes una akuma no mí? – Mirase a los lados, intentando ubicar a Prometio. Pero te diste cuenta que ya no estaba. – Berry… no me siento muy bien. – ¿Acaso era por los efectos alucinógenos? No lo creo, comenzaste a boztesar y te diste cuenta que el café vencido no funciona como el resto de los cafés (jaja que pendejo) Tu enfermedad comienza a sutir efecto. Tu narcolepsia después de mucho, comienza a afectarte.

- ¡Maldita sea! – Dijo Logi mirándote. – Alpha por favor no te duermas justo ahora. ¡Café! ¡Necesitamos café!

Spoiler:

Bueno, aunque había salido decidido a reclamar mi premio, apenas poner un par par de pasos en la nieve pude notar que algo no marchaba bien. Las calles estaban cubiertas de... ¿aceite, licor? Comencé a sentirme un poco mal, las cosas empezaban a dar más vueltas de lo usual, me estaba mareando mucho para solamente haber consumido un vaso de ponche con licor. ¡Claro! Esa extraña voz en mi interior seguramente tenía razón, los alimentos estaban en mal estado. Además el licor embarrado en la nieve no estaba ayudando

Quizás ir en ese momento a reclamar mi premio no era la mejor idea,  ¿lo habrían hecho a propósito? ¿La responsable sería la linda mink del pueblo o quizás el encargado de la cantina? Bueno, lo mejor era regresar a la cantina, tal vez Berry y su equipo de Marines tuvieran unas pastillas para el malestar. Me disponía a dar media vuelta cuando alcancé a divisar un objeto volador no identificado surcando por los cielos, la persona que montaba ese vehículo aventaba... ¿regalos? Quizás me tocase un sweter o con un poco de suerte unas tums para mi estómago. La primera de las cajas cayó en las manos de un habitante que, lleno de emoción, abrió la caja.

-¡Hermano, hermano, ha empezado la navi,! -la caja que estaba en sus manos explotó, dejando apenas rastro del chico.

Claro que ese enfermo no era Santa, era el retorcido de Roland. Alcé mi mirada al cielo: uno, dos, tres... diez, veinte. Eran muchísimos regalos cayendo, como si de lluvia se tratase. No sabía si estaba viendo doble por los efectos de la comida, pero era posible asumir que todos los regalos eran más bien bombas. Desenfundé mi espada y lancé un corte al aire para eliminar todas las cajas voladoras que pudiera antes de que tocaran tierra.

-Hydrogen -dije mientras lanzaba mi onda cortante.

En el cielo comenzaron a verse varias explosiones, parecían fuegos artificiales. Me puse sobre mis rodillas, ese ataque no me había sentado nada bien, estaba por, me sentía tan, mi estómago marchaba...

-Puaaaaaaaah -vomité todo el contenido de mi estómago- puaaaaaah -otra vez- puaaaaaaaah.

En resumen, no sabía que yo pudiese vomitar tantas veces. Tras vaciar por completo mi estómago me limpié la boca, parecía que me había purgado, al menos la comida que estaba pasada ya había sido expulsada por completo de mi cuerpo, pero... Ahora me sentía completamente débil por tener el estómago vacío. Kirara parecía no sentirse tampoco del todo bien, el único que estaba al cien por ciento (sin contar que temblaba de frío) era Arrhenius.

El vehículo volador se alejaba rápidamente, pero aun llovían algunos regalos explosivos, de hecho un par de ellas iban a caer justamente en, en, ¡En la taberna!

Resumen:

Las cosas no pintaban nada bien en la taberna, pese a Berry interrogar al tabernero con todos los medios posibles este no aflojaba la lengua ni aunque su vida estuviera puesta bajo sospecha del mayor terrorismo en la faz del planeta y una posible condena a muerte el mink era testarudo en afirmar que nada estaba en mal estado y se dirigió a la bodega en busca de la documentación y cafeína tras los alaridos de los animales y algodón de azucar.

Para aumentar el caos, Alpha comenzó a dormirse y pese a las cachetadas electrificadas de una Berry que estaba perdiendo los nervios este no parecía reaccionar (eso que las cachetadas sonaban fuertes). La mink se aferró a lo único que podiía hacer en aquel momento, cuando el tabernero regresó con una bolsa de cafeína fresca la zorra intentó administrarsela al pirata via oral pero este no abría la boca.

—¡Vas a abrir esa boca quieras o no!—

La mink apretujó la entrepierna de Alpha enviando un fuerte apretón junto a un choque de su electro que resplandeció en todo el lugar sumado a un sonido de chispas. Al menos el pirata dormilón abrió lo suficiente la boca para que Berry tomase un embudo con el cual el cantinero mezclaba sus tragos y vertiera las semillas molidas de café en el improvisado canal. ¿Estaba ayudando o matando al pobre pirata semidormido? Nadie en el lugar parecía saber cual de las dos opciones era.

Berry se sentó limpiando el sudor de su frente creyendo que todo había terminado finalmente... error. Un estallido la hizo saltar de su silla como a un gato asustadizo y al levantar la mirada había un hueco enorme en el techo.

—¡Nos atacan! ¡Voy a subir a ver que pasa!—

La zorra trepó por las escaleras a la terraza observando el panorama, lo primero fue un aire helado en toda la cara que le hizo temblar de frío pese a su abrigo bastante grueso y lo segundo una lluvia de ¿Regalos? Pero estos olían mal suerte que Anagumitsu le había destapado la nariz si no otra historia ocurriría, aroma a pólvora y se sentían las detonaciones en la distancia que bien podían confundirse con celebraciones.Concentrando la fuerza necesaria en su brazo la mink saltó desde la terraza y haciendo uso de una onda cortante logró hacer estallar varios de los regalos en pleno descenso.

Más no tuvo tanta fortuna ya que la onda expansiva generada por los estallidos fue lo suficientemente fuerte para hacerla aterrizar forzosamente en la taberna incluso abriendo sus alas no fue capaz de frenar hasta estar recostada en el suelo de madera habiendo abierto otro hueco en el lugar pero evitando que todo volase en pedazos. En el cielo de la ciudad nadie habrá ignorado la gigantesca bola de fuego, humo y el ruido generado por la explosión de aquellos regalos en conjunto.

—Este lugar no es seguro ¡Alpha! ¡Anagumitsu! ¡Guapa! Agarren todo lo posible y salgamos de aquí antes de que más cosas nos caigan del cielo.—

Resumen:

Nada más entrar en el gran club famoso del lugar, entendí todo lo que había escuchado de el, la gente decía que era un club tanto de caballeros como de damas y eso se notaba solo entrando, no entendía por que todo brillaba tanto, por qué era tan reluciente y la gente estaba tan sumamente feliz, quizás no abran siempre y justamente hoy lo están aprovechando. Me desplacé hasta una mesa vacía, pedí un wisky y observé alrededor, parecía gente normal, excepto una mesa, sus ropas, su forma de actuar, parecían más piratas que lugareños, claramente no eran de aquí y por los tatuajes de una calavera derretida, me arriesgaba a asegurar que eran piratas.

Tras unos minutos observando, ese grupo de supuestos piratas eran los que más la liaban, a los demás no parecía importarles la prepotencia de estos ni que hayan llovido bombas, ciertamente esta isla era muy rara... -Disculpe- Paré a una de las camareras -¿La jefa está en el local?- La mujer alzó una ceja -¿Quiere un duelo contra Rudolph?- Preguntó con una amplia sonrisa... ¿Duelo? No sabía las capacidades de ese hombre luchando pero había escuchado que así te atendía la mujer en persona -¿Que tipo de estilo usa?- Pregunté curioso -Usa muy variados, pero ahora le he visto probar el callejero, quizás ese use hoy, pero nunca se sabe- La mujer parecía feliz del reto, ¿Callejero? Quizás son cuchillos, no soy muy propicio a combatir contra objetos afilados, pero suelen ser imantables por lo que no tendría que preocuparme mucho... -Me interesa, ¿Podría saber más?- La mujer dio un par de saltitos -¡Claro! Voy a ver si está "Mama" y le aviso- Quizás un combate no sería lo mejor pero si me acerca al objetivo, me bastaba...

Resumen:

Las palabras de Roland resuenan en mi cabeza, demasiado sucias para repetirlas y, por qué no, demasiado poco memorables para recordarlas. No puedo decir con certeza qué palabras usaba originalmente, tampoco tengo muy claro qué decían, pero una cosa es segura: Roland tiene muy mala caligrafía. El Gran Padre León también ha enviado su carta, una invitación loándome zalameramente pero sin aproximarse ni por asomo a un resquicio de la grandeza que he rozado este último año... Más o menos. Después de Casino Island y mis escarceos por cierta prisión que supuestamente no existe y de la que obviamente no ha habido una fuga masiva -Jerry y Atio me han enviado una postal desde Elbaf para felicitarme las fiestas, son tan monos- asumí que si bien no el periódico por lo menos el verdadero y definitivo espíritu de la navidad, el Gran Padre, tendría a bien felicitarme por mis tropelías.

Pero parece que no.

Para terminar de una vez por todas con cuanto espíritu navideño quedaba, Diego ha recibido la misma carta que yo: ¡Solo cambia el nombre! Y Diego no es que haya sido malo, pero todo lo que ha hecho este año es acumular chatarra y sacarle los ojos a algún que otro criador. Era de esperar, en cuanto lo dejas volar libre hace tonterías, pero en su carta tampoco menciona nada. Al menos en la de León, porque la de Roland olía a envoltorio de hamburguesa y la ha roto a picotazos; Diego odia el olor a tranchete. O eso me ha dicho, porque la verdad es que Diego tiene muy mal pronto y si ha leído algo malo... Aunque, en realidad, Diego no sabe leer.

- Tenemos que arreglar esto -anuncio en voz alta mirando hacia él-. Es el momento de que Diego y Claude salven la navidad... Otra vez.

La mirada de Diego se ensombrece por un momento, pero pronto abre su pico a modo de media sonrisa y responde:

- Estamos listos.

Diego tiene una voz extrañamente profunda, aunque creo que todos los cuervos hablan así. Dice algunas cosas más mientras me cambio, pero no le presto especial atención; los cuervos dicen muchas tonterías. Especialmente Diego; es el más parlanchín de todos los cuervos que conozco, y conozco al menos dos.

Botas altas de cuero negro con hebilla dorada, unos pantalones marineros de algodón color borgoña, gitana blanca con fajín negro y una larga gabardina a juego con los pantalones. El toque lo da un gorro píleo del mismo color rematado en una borla blanca .sí, el gorrito de navidades se llama gorro píleo- y una larga barba postiza casi blanca, con algunos mechones gris claro para darle cierta profundidad. He tenido que derrotar a treinta y dos piratas barbudos canosos para poder armar esta peluca facial, pero parece que el resultado merece la pena: Salvo por la tripa, la edad y que soy mucho más guapo parezco el único y verdadero espíritu navideño en persona.

- Solo te falta el trineo -apuntala Diego desde su jaula. Hace años que no la cierro, pero a pesar de tener una percha preciosa en la pared del camarote le gusta más tener su propio espacio.

- De eso tenemos que hablar. -El barco lleva un rato atracado. Se lo he robado a un grupo de contrabandistas y he tenido la suerte de que en él había justo lo que necesitaba-. Pero primero... -Coloco un minicollar de flores alrededor de su cabeza, un gorrito de frutas y una faldita de hojas-. Perfecto.

Diego se mira al espejo antes de subirse a mi hombro. Juntos salimos a cubierta, donde un increíblemente lujoso trineo -robado en otra parte, pero esa es historia para otro día- descansa detrás de nueve imponentes especímenes listos para galopar por toda Nueva Pesci llevando el espíritu navideño de vuelta al Palo Norte.

- Claude...

- ¿Qué?

- Eso no son renos.

- Claro que no son renos, tonto. El Gran Padre lleva la navidad en su trineo de rinos a todas partes.

- Tampoco son rinos.

Parece que el cuerno de papel maché que les he puesto no es suficiente para disimular que se trata de hipopótamos.

- Al del cuerno rojo lo llamo Ridolph.

- Tengo miedo.

- Consta en acta.

Me he pasado la noche haciendo manualidades para este momento, y el saco está a rebosar de ellas. Así que, por muchas reticencias que tenga Diego, me subo al trineo con una gran sonrisa y arreo a los hipopótamos, que se ponen en marcha de inmediato hacia la gran ciudad a una velocidad que, en realidad, no había calculado que fuesen capaces de alcanzar. Pero así funciona la navidad.

- ¡Ho Ho Ho!

Nueva Pesci:

La nieve comenzó a caer en Nueva Pesci.

Los miembros de La Ópera estaban reunidos en la cubierta del barco, muchos de ellos sentados en sillas teatrales. Cuerdas, el violinista principal de la banda, sintió la aterradora presencia del hombre al que conocían como Director: estaba llegando. Por inercia, como si su cuerpo pasara a ser una marioneta vacía a merced de la música, comenzó a tocar. Pronto el resto de los violinistas se unieron a los sonidos graves y dramáticos que presagiaban la llegada del monstruo más despiadado del infierno. Y enseguida entraron los de los cantos gregorianos para aportar su cuota de dramatismo.

-Sí que son buenos -comentó Timón y procedió a fumar.

Los tambores y platillos se unieron después y entregaron profundidad a la música, deteniéndose en compases específicos para dejar que el violín de Cuerdas brillase como siempre. Deslizaba el arco en un vaivén encantador y era como si cada nota se hubiera armonizado a la perfección con las olas del mar. Una sombra pasó por sobre el barco y, en respuesta a lo desconocido y la oscuridad, los violines se tornaron peligrosos y paranoicos. Estaba llegando el clímax. El navío se sacudía, los coristas rugían y los violines lloraban. De un momento a otro, a medida que se acercaba el Director, el concierto armónico y dramático se volvió el mismo caos del infierno. La anarquía continuó hasta que la figura del Director apareció en la cubierta y entonces todo fue silencio.

-Malditos bastardos… ¿Tienen que dramatizar todo? -gruñó y caminó hacia el centro, apoyado en su bastón y protegido por su sombrero de copa.

El hombre se detuvo y una de sus acompañantes colocó un banquillo justo en frente de él. Miró la orquesta que tenía en frente y sonrió orgulloso de lo que había conseguido después de cincuenta años dedicados a la música. El lamento de sus violines y el rugido de sus tambores iban a cambiar la industria musical, harían que los músicos volvieran al sendero de la pasión y el arte, a lo clásico, y abandonar la plasticidad y la falsedad.

-Esta es una buena oportunidad para todos ustedes, delincuentes -su voz era aguda e infantil-. No lo arruinen y demuestren lo que…

Una risa escandalosa interrumpió las emotivas palabras del Director. Era uno de los nuevos. Se reía a carcajadas mientras se sujetaba el estómago y las lágrimas le salían por los ojos. Todos a su alrededor, incluso Christa, empalidecieron y comenzaron a alejarse.

-¡¿En serio este es el Director?! ¡¿Ese Director?! ¡Pero si es un niño!

Se escuchó un estruendo a lo lejos, como si algo hubiera explotado, y el chico nuevo yacía inconsciente con el Director a su lado.

Era cierto: el Director era un anciano de sesenta y cinco años atrapado en el cuerpo de un niño. Sus mejillas rosadas, sus dientes de leche y sus adorables ojos negros como aceitunas… A pesar de estar vestido como un mafioso de Sicilia, su apariencia irradiaba ternura. Era extraño ver a un niño de metro y medio con un bastón y un sombrero como ese, pero más raro era verlo quejarse de la juventud y de cómo ya no cedían el asiento en el transporte público.

-Di-Director, hemos llegado a Nueva… a Villa Abelia. Sí, hemos llegado a Villa Abelia y los gorilas están listos para descargar el barco -informó Christa, sobándose las manos mientras era escrutada por la mirada del anciano (¿o niño?)-. Hay problemas… Un lunático está dejando caer cajas del cielo y al parecer son bombas.

-¿Bombas? ¿Qué clase de bastardo desquiciado haría una idiotez como esa? -gruñó el Director con el ceño fruncido, apoyando ambas manos en el bastón como si de él dependiera su completa estabilidad. Y entonces sonrió-. Entraremos tocando en Villa Abelia, ¿me escuchaste? Lo haremos a lo grande y retrataremos el caos de la Navidad con nuestra música.

A Christa no le parecía una buena idea que los músicos avanzaran por las calles mientras la ciudad parecía un campo de batalla.

-¡Vamos, malditos delincuentes! ¡Hagan música para mis oídos!

La Ópera comenzó a tocar a medida que descendían del barco y se aproximaban al centro de Nueva Pesci.

Nueva Pesci:

Todo iba de maravilla.

Amelia ya tenía el truco y empezaba a amasar cada vez más rápido como si la masa fuera parte de sus manos. Decidió terminar cuando vio que la masa era consistente y fuerte, y solo entonces la cortó y moldeó en forma de galletas de Navidad. Añadió unas cuantas chispas de chocolate y espolvoreó otras cuantas. Lucían fantásticas incluso sin hornear y, lo más importante, es que Amelia las había hecho con mucho esfuerzo.

El aroma de las galletas en el horno invadía el salón de estar, donde Prometeo y Klauss charlaban y bebían cerveza. No era la primera vez que pasaban la Navidad juntos por exigencias de la Armada Revolucionaria, algo que en su momento no le gustó en lo absoluto a Sophia porque, según sus palabras, “la Navidad se debía pasar en familia”. Klauss también recordó con nostalgia a la madre de Amelia. Algo había cambiado en ella, la pasión que desbordaba en su mirada se había apagado de un momento a otro, y entonces decidió marcharse sin ninguna explicación.

-Salud, mi hermano, por las personas que ya no están -brindó Klauss con una sonrisa amarga.

Prometeo miró con detención la lata de cerveza y la alzó.

-Y por los que todavía están -añadió con una sonrisa sincera en contraste a la de Klauss.

De pronto, comenzaron a escucharse explosiones a lo lejos, explosiones que se acercaban rápidamente a la casa de Klauss. Los hombres intercambiaron miradas, asintieron como si hubieran hablado por telepatía y entonces Prometeo caminó hacia la cocina. Las explosiones estaban más cerca. Abrió la puerta y buscó a Amelia, escondida en un rincón mientras se tapaba los oídos, y luego una explosión reventó las ventanas de la habitación.

-¡Ven conmigo! ¡Rápido! -gritó Prometeo, acercándose a Amelia mientras estiraba su brazo para alcanzarla-. ¡Te tengo!

Una caja grande y pesada rompió el techo y cayó entre Amelia y Prometeo, astillando la madera del suelo. Emitía un sonido agudo y constante como si dentro hubiera un temporizador. El fénix hiló rápidamente las explosiones en Villa Abelia y la caja misteriosa: era una bomba. La desesperación se hizo más grande cuando Prometeo vio a Amelia del otro lado de la caja, arrinconada con el techo a punto de derrumbarse sobre ella.

-¡Papá, ayúdame!

Prometeo se envolvió en llamas y cubrió la caja con su enorme cuerpo.

-¡Quédate detrás de mí, Amelia! -ordenó el revolucionario mientras el temporizador sonaba cada vez más rápido.

Hubo silencio por un instante y entonces un chirrido penetrante invadió la cocina. Prometeo sintió una fuerza inconmensurable que brotaba desde el interior de la caja, una fuerza que le empujó hacia atrás. Pero no hubo calor ni explosión, solo un ridículo payaso burlesco conectado a un resorte que se movía de acá hacia allá.

-¿Qué? -preguntó Prometeo sin entender lo que estaba viendo, pero la preocupación le devolvió a la realidad-. ¡¿Estás bien, Amelia?!

La niña salió de su escondite y junto a Prometeo se reunió con su padre en la sala de estar. Al asegurarse de que las hijas de Klauss estaban bien, el fénix salió de la casa y vio el caos en las calles. Algunos edificios del pueblo estaban destruidos y las explosiones silenciaron los villancicos, pero lo más impresionante era La Caja. Incluso más alta que las casas de la villa, un titán completamente blanco y adornado solo con unas pocas cintas rojas yacía en algún lugar de Villa Abelia. Estaba allí, erguido y callado, esperando que algo sucediera. ¿Acaso era una bomba súper poderosa? ¿O quizás todo formaba parte de la performance de este año? De ser así, algunas cosas estaban siendo bastante peligrosas.

-Me pregunto qué tendrá esa cosa…

Villa Abelia (Importante para todos los de ahí(?)):