[Privado Takeshi e Yunita]Una tarde de charla

Me encontraba en la proa del barco, mirando al mar. Apoyada sobre la barandilla transformada en un lince gracias a mi akuma no mi. Me gustaba estar en alta mar y no me desagradaban en absoluto los viajes largos, pues me sentía como en casa. Al ver aparecer una bahía en el horizonte volví a mi forma humana y sonreí, pues aunque adorara estar el alta mar, sentía curiosidad por ver cómo sería aquél lugar.
Una vez desembarcamos, me dediqué a caminar por el barco en dirección a la salida. La verdad es que era un barco muy grande, no me había dado cuenta hasta ese momento, quizá sería porque me pareció que no iba a encontrar la salida nunca. También pude percatarme de lo bien decorado que estaba el mismo y de que se encontraba en muy buen estado para tener el tiempo que tenía.
Cuando al fin encontré la salida me topé con un chico de pelo castaño y mechas rojas. "Vaya pintas" pensé, pero no dije nada, simplemente me limité a seguir mi camino intentando pasar desapercibido, pues no es que fuera una chica muy sociable y... Cuanto menos contacto con la gente, mejor.

Salí del barco, no sin antes sonreír, pues me había percatado de que aquél chico se había quedado mirándome. Tras pisar tierra firme, comencé a andar en dirección al pueblo más cercano. Había viajado hasta aquella isla debido a su vegetación, me parecía un lugar divertido para cazar transformada en lince, pero primero debía ir al pueblo. La verdad es que tenía ganas de tomar un trago de alguna bebida alcohólica. Caminaba por delante de aquél extraño chico, pues había salido del barco antes que él y, además, yo llevaba un ritmo bastante más acelerado. Era un lugar bastante bonito, lleno de árboles altos y frondosos, también se podían ver animales salvajes no agresivos. Por el lugar corría una brisa bastante agradable que hacía ondear mi cabello de forma divertida, tapándome a veces la cara.

Pude darme cuenta de que el chico también se dirigía al pueblo y, por un instante, pensé que me seguía... Pero descarté rápidamente aquella idea, ya que debido a su lentitud al caminar, probablemente no tardaría en perderme de vista.

Al llegar al pueblo entré a la primera taberna que vi y lo observé todo con detenimiento, había algunos chicos borrachos y parecía que al tabernero no le estaba gustando la actitud de estos chicos, pues uno de ellos se encontraba bailando sobre una mesa y el pobre tabernero tenía cara de estar desquiciado, mas lo nos podía echar... Eran clientes. La verdad es que aquél día no estaba de buen humor, no tenía ningún motivo para no estarlo, simplemente me había levantado con la pierna izquierda. Quizá fue culpa de mi cara de enfado por lo que todos los chicos se me quedaron mirando, o quizá no, no lo sé...

Me senté justo en frente de la barra y, mientras esperaba que llegara el camarero observaba cómo se divertían aquellos chicos que, tras haber estado un rato mirándome, comenzaban a bailar de nuevo. Apoyé ambos codos en la barra y miré al camarero, que acababa de llegar.

-Déjame un amaretto con red bull, por favor.- Le dije con tono amable, pues a pesar de mi enfado, aquel pobre hombre ya tenía bastante con aguantar a los idiotas aquellos, como para encima aguantar que le hablen mal.

Debido a que tenía el sentido del oído bastante desarrollado gracias a mi akuma, aquél chirrido que quizá nadie había escuchado me molestó bastante, por lo que dirigí mi mirada hacia la puerta y, no sé por qué no me sorprendió, aquél chico que me había encontrado al salir del barco estaba ahí, era quien había provocado aquel chirrido tan desagradable para mí.

Observé que el extraño se sentó cerca de mí y dirigí mi mirada al camarero, que llegaba en aquél momento con mi copa en la mano y, tras dármela, lo atendió a él. Clavé mis ojos en aquella copa de amaretto, ésta bebida tenía un color amarillento bastante atrayente, y su sabor era exquisito, al menos para mí... Por ese mismo motivo era mi bebida favorita.

Sonreí ligeramente antes de tomar el primer sorbo a mi bebida. Empezaba a oscurecerse el día, pero para mí sólo estaba empezando.

-Comienza la juerga.- Susurré y sonreí de nuevo, para tomar después un sorbo, vaciando la copa hasta la mitad.

Oí la pregunta de aquél chico y giré la cabeza para observarlo con más detenimiento, la verdad es que era un sujeto bastante extraño, por lo cual a pesar de que no solía relacionarme con nadie, me decidí a contestarle a aquella pregunta, mostrando una media sonrisa.

-Antes de responder a esa pregunta, me gustaría saber su nombre.- Dije mostrando una sonrisa bastante dulce y amigable, aunque en realidad era una chica bastante fría y para nada sociable.

Tras haber preguntado aquello, me terminé la copa de amaretto de otro sorbo y me relamí con gusto. En ese momento vi aparecer al camarero con la jarra de Sake que había pedido el misterioso sujeto que ahora se encontraba hablándome. El camarero era un hombre de unos 50 años, o al menos esa edad aparentaba. Tenía cara de cansancio debido al escándalo que seguían montando los borrachos, así que, en cierto modo, sentí lástima por él.

Fuera cada vez estaba más oscuro, cosa que me iba a favorecer para mi cacería. Pensé que resultaría bastante divertido cazar de noche y borracha.

Sonreí al notar que se había molestado levemente debido a su forma de hablar. Y antes de responder a lo que me había dicho le pedí al camarero una segunda copa de la misma bebida. Éste asintió y volvió a desaparecer de mi vista.

-A mí me llaman "Gatita".- Reí de manera divertida.- Pero mi nombre es Marianne.- Mentí, pues no solía dar mi nombre a cualquiera que me lo preguntara. Siendo la novia de un famoso pirata, ¿ A qué chalada se le ocurriría dar su nombre real ?. No creí que fuera a darse cuenta puesto que mentir era una de las cosas que mejor se me daban.

-Con respecto a la pregunta...- Hice una pausa para coger la copa que el camarero acababa de traerme.- Tenía pensado emborracharme. ¿Y usted, Kamen?, ¿Qué hace en este escandaloso bar?.- Dije, mirando a los jóvenes borrachos.

Tras decir esto, tomé un trago de la nueva copa de Amaretto.

Observé cómo bebía sake aquél extraño y me terminé mi segunda copa de un sorbo. La verdad es que solía beber bastante y soportaba muy bien el alcohol, a pesar de las "pequeñas" dimensiones de mi cuerpo, mas nunca llegaría a beber tanto como mi novio.

- Entonces llámame :"Señorita" .- Sonreí de manera simpática. Aquél tipo me parecía algo curioso y, aunque no me interesara por él, me solía gustar ligar con los hombres y luego no hacerles caso, me gustaba jugar con los sentimientos de las personas, así como un gatito juega con su presa antes de matarla. Al terminar de escuchar lo que el tipo dijo, mostré una media sonrisa, pues ya suponía lo que pensaba hacer.- Está bien.- Dije, observando con curiosidad la situación y la verdad es que la cara de pánico que había originado aquella acción del chico en los demás jóvenes era demasiado divertida. En aquél instante todos volvieron a sus asientos y guardaron un profundo silencio, uno de ellos temblaba, otro lloraba por la muerte de su amigo. "¡Esto iba a ser una gran noche!", pensé.

Le pedí una tercera copa de la misma bebida al camarero, que había mostrado cara de horror al principio, pero después se tornó en una expresión de alivio, al menos ya había tranquilidad. Aplaudí ligeramente mientras observaba al chico sentarse de nuevo.

Al notar la seriedad de aquél chico, volví a reír falsamente, pero mi comportamiento cambio de manera algo drástica, cuando hasta hace unos momentos me comportaba de manera amistosa, ahora me había vuelto bastante más arisca, pues no me habían gustado aquellas palabras. No comprendía por qué era tan fácil de irritar aquél chico.

-No comprendo por qué entablas una conversación, si después no tienes ganas de hablar. Simplemente trataba de ser amable...- Me encogí ligeramente de hombros y suspiré.- Pero ya veo que no debí de fingir un comportamiento que no es habitual en mí.

Después de haber dicho aquellas palabras y ver que el chico no mostraba interés alguno en proseguir la conversación, decidí volver a mi objetivo principal ;" Emborracharme y cazar ". Por lo cual me terminé aquella tercera copa, y pedí una más. Normalmente el alcohol comenzaba hacerme efecto a partir de la quinta copa.