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Los rayos del sol que se filtraban por la ventana me permitían observar las diminutas motas de polvo que se movían paulatinamente. No quería alterar su danza, pero tenía un fuerte impulso de alzar la mano e intentar rozar con las yemas de los dedos aquellas minúsculas motas.
Iba a hacerlo, pero en ese justo momento, antes si quiera a darme tiempo de hacer un leve movimiento, un carraspeo me interrumpió, haciendo que me girase para mirar a mi interlocutor.
– Ejem, ejem… Entonces ¿Te interesa la casa? –preguntó la corpulenta señora Yuko, acompañada de su bigotudo marido.
– Lo siento –le dije realizando una inclinación que se asemejaba a una pequeña reverencia a modo de disculpa por haber estado más atenta al polvo que a la casa en sí. – Eh… Sí, me la quedo.
– Perfecto –contestó la señora mirando a su marido con una amplia sonrisa. Era fácil deducir que llevaban años sin lograr vender aquella ruinosa casa. Podía notar el alivio que sentía al encasquetársela a alguien. Y ni siquiera se habían molestado en limpiarla o reformarla para darle un aspecto más atrayente, así que también era de suponer o que no tenían mucho dinero, o que eran unos tacaños.
– Parece antigua, pero con un par de arreglos se podría…
– Calla Harold, ¿no ves que estoy hablando? –le reprochó la mujer con su voz de maruja cincuentona. – Solo queda el papeleo, el anterior dueño de la casa era mi padre, que en paz descanse –continuó la señora dejando a su marido en un segundo plano. – La casa ahora está a nuestro nombre, y lo seguirá estando, pero para poder vivir de alquiler, debes ir a la mansión de la ciudad para hablar con el dueño, responsable de este pueblo. Se nota que no eres de por aquí –dijo haciendo una pequeña pausa para mirarme de nuevo las alas que emergían de mi espalda. Pese a que se lo había explicado varias veces, seguía pensando que se trataba de una especie de broma. –Tendrás que registrarte para que podamos dejarte la casa en alquiler, aunque puedes ir acomodándote –siguió tras la pausa.
Tras decir esto, se giró dispuesta a salir por la puerta. Pero el marido se quedó mirándome para apuntar una última cosa. Podía percibir en él algo similar a la sumisión, tal vez resignación.
– El señor de la mansión suele estar todo el día allí excepto algunas noches, si no lo encuentras puedes…
– ¡Ay, Harold! No seas pesado –le volvió a interrumpir la señora mientras le agarraba por el brazo y tiraba de él hacia la puerta. – Puede ir ahora perfectamente y encontrarlo en la casa.
La corpulenta pareja no dijo nada más. Salieron por la puerta dando un portazo que provocó la caída de una pequeña viga del techo. No parecía importante, si la casa no se había derruido ya, no lo haría con una viga menos. O eso esperaba.
Un roce en mi pierna hizo que bajara la vista sobresaltada, pero al ver que se trataba de Momo, me calmé.
– Conejo travieso ¿Dónde te habías metido? –le pregunté sin esperar respuesta mientras lo cogía y lo acunaba entre mis brazos. –Tengo que hacer una visita importante, me tienes que esperar aquí, no tardaré.
Tras decirle esto, le di un pequeño beso en la cabeza notando las cosquillas que producían los pelos de sus largas orejas y lo volví a dejar en el suelo.
Sin perder más tiempo, salí yo también de la casa para dirigirme a la mansión. Pensé que me perdería, pero era complicado no ver la gran casa alzándose al fondo de todas las pequeñas y simples viviendas del resto de la isla.
Comencé a caminar a paso lento, deteniéndome para fijarme en el entorno e ir familiarizándome con él. No había calles propiamente dichas, tan solo separación entre pequeñas viviendas que las simulaban. Esa era una de las cosas que le daba al pueblo un aspecto más cercano y familiar, y por ello, me parecía que había hecho una buena elección al decidir quedarme aquí.
En aquel pueblo se respiraba paz y tranquilidad. Las calles estaban plagadas de comerciantes que charlaban amistosamente con las señoras y de niños jugando y correteando. No había nada más dulce que el sonido de sus inocentes risas infantiles.
Continué mi camino acelerando un poco el paso. Estaba un poco nerviosa, no sabía qué hacer al llegar, pero dejé de pensar en ello, convencida de que cuando llegara, sabría lo que debía decir.
Me planté frente a la puerta de la mansión, admirando la puerta principal ¿Oirían mi llamada? Busqué un timbre durante unos segundos que se me hicieron eternos, hasta que al final lo encontré. Toqué el pequeño botón blanco e impoluto y esperé impaciente a que alguien me abriera.
No tardó mucho en recibirme una señora de uniforme, que supuse que sería una de las criadas.
– Buenos días –le dije con la mejor de mis sonrisas. – Estoy aquí porque soy nueva y mis futuros caseros me dijeron que viniera para arreglar unos papeles, quiero trasladarme a este pequeño pueblo.
La mujer, sin mediar palabra, miró de refilón mis alas y me hizo un gesto con la cabeza para que entrase y esperase en el gran salón recibidor.
– Ahora mismo aviso al señor –me dijo mientras se retiraba atravesando una de las puertas.
Me quedé sola en aquella gran sala, en la que me sentía ridículamente pequeña. En el centro de la sala, unas enormes escaleras con una alfombra roja, se dividían en la parte más alta dando lugar a dos caminos posibles, seguramente correspondientes a las habitaciones personales, aseos… Y además de estos caminos, en la planta en la que me encontraba había otras cuatro puertas, dos a cada lado de la sala.
Aguardé en silencio, casi sin respirar por temor a hacer demasiado ruido. Esperaba que el dueño viniera pronto y zanjásemos el asunto, aún me quedaba arreglar la casa y buscar trabajo.
Iba a hacerlo, pero en ese justo momento, antes si quiera a darme tiempo de hacer un leve movimiento, un carraspeo me interrumpió, haciendo que me girase para mirar a mi interlocutor.
– Ejem, ejem… Entonces ¿Te interesa la casa? –preguntó la corpulenta señora Yuko, acompañada de su bigotudo marido.
– Lo siento –le dije realizando una inclinación que se asemejaba a una pequeña reverencia a modo de disculpa por haber estado más atenta al polvo que a la casa en sí. – Eh… Sí, me la quedo.
– Perfecto –contestó la señora mirando a su marido con una amplia sonrisa. Era fácil deducir que llevaban años sin lograr vender aquella ruinosa casa. Podía notar el alivio que sentía al encasquetársela a alguien. Y ni siquiera se habían molestado en limpiarla o reformarla para darle un aspecto más atrayente, así que también era de suponer o que no tenían mucho dinero, o que eran unos tacaños.
– Parece antigua, pero con un par de arreglos se podría…
– Calla Harold, ¿no ves que estoy hablando? –le reprochó la mujer con su voz de maruja cincuentona. – Solo queda el papeleo, el anterior dueño de la casa era mi padre, que en paz descanse –continuó la señora dejando a su marido en un segundo plano. – La casa ahora está a nuestro nombre, y lo seguirá estando, pero para poder vivir de alquiler, debes ir a la mansión de la ciudad para hablar con el dueño, responsable de este pueblo. Se nota que no eres de por aquí –dijo haciendo una pequeña pausa para mirarme de nuevo las alas que emergían de mi espalda. Pese a que se lo había explicado varias veces, seguía pensando que se trataba de una especie de broma. –Tendrás que registrarte para que podamos dejarte la casa en alquiler, aunque puedes ir acomodándote –siguió tras la pausa.
Tras decir esto, se giró dispuesta a salir por la puerta. Pero el marido se quedó mirándome para apuntar una última cosa. Podía percibir en él algo similar a la sumisión, tal vez resignación.
– El señor de la mansión suele estar todo el día allí excepto algunas noches, si no lo encuentras puedes…
– ¡Ay, Harold! No seas pesado –le volvió a interrumpir la señora mientras le agarraba por el brazo y tiraba de él hacia la puerta. – Puede ir ahora perfectamente y encontrarlo en la casa.
La corpulenta pareja no dijo nada más. Salieron por la puerta dando un portazo que provocó la caída de una pequeña viga del techo. No parecía importante, si la casa no se había derruido ya, no lo haría con una viga menos. O eso esperaba.
Un roce en mi pierna hizo que bajara la vista sobresaltada, pero al ver que se trataba de Momo, me calmé.
– Conejo travieso ¿Dónde te habías metido? –le pregunté sin esperar respuesta mientras lo cogía y lo acunaba entre mis brazos. –Tengo que hacer una visita importante, me tienes que esperar aquí, no tardaré.
Tras decirle esto, le di un pequeño beso en la cabeza notando las cosquillas que producían los pelos de sus largas orejas y lo volví a dejar en el suelo.
Sin perder más tiempo, salí yo también de la casa para dirigirme a la mansión. Pensé que me perdería, pero era complicado no ver la gran casa alzándose al fondo de todas las pequeñas y simples viviendas del resto de la isla.
Comencé a caminar a paso lento, deteniéndome para fijarme en el entorno e ir familiarizándome con él. No había calles propiamente dichas, tan solo separación entre pequeñas viviendas que las simulaban. Esa era una de las cosas que le daba al pueblo un aspecto más cercano y familiar, y por ello, me parecía que había hecho una buena elección al decidir quedarme aquí.
En aquel pueblo se respiraba paz y tranquilidad. Las calles estaban plagadas de comerciantes que charlaban amistosamente con las señoras y de niños jugando y correteando. No había nada más dulce que el sonido de sus inocentes risas infantiles.
Continué mi camino acelerando un poco el paso. Estaba un poco nerviosa, no sabía qué hacer al llegar, pero dejé de pensar en ello, convencida de que cuando llegara, sabría lo que debía decir.
Me planté frente a la puerta de la mansión, admirando la puerta principal ¿Oirían mi llamada? Busqué un timbre durante unos segundos que se me hicieron eternos, hasta que al final lo encontré. Toqué el pequeño botón blanco e impoluto y esperé impaciente a que alguien me abriera.
No tardó mucho en recibirme una señora de uniforme, que supuse que sería una de las criadas.
– Buenos días –le dije con la mejor de mis sonrisas. – Estoy aquí porque soy nueva y mis futuros caseros me dijeron que viniera para arreglar unos papeles, quiero trasladarme a este pequeño pueblo.
La mujer, sin mediar palabra, miró de refilón mis alas y me hizo un gesto con la cabeza para que entrase y esperase en el gran salón recibidor.
– Ahora mismo aviso al señor –me dijo mientras se retiraba atravesando una de las puertas.
Me quedé sola en aquella gran sala, en la que me sentía ridículamente pequeña. En el centro de la sala, unas enormes escaleras con una alfombra roja, se dividían en la parte más alta dando lugar a dos caminos posibles, seguramente correspondientes a las habitaciones personales, aseos… Y además de estos caminos, en la planta en la que me encontraba había otras cuatro puertas, dos a cada lado de la sala.
Aguardé en silencio, casi sin respirar por temor a hacer demasiado ruido. Esperaba que el dueño viniera pronto y zanjásemos el asunto, aún me quedaba arreglar la casa y buscar trabajo.
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-Eres un guarro, córtate ese pelo de estropajo y viste bien. Fracasado.
Aquella frase retumbó por toda la mansión en aquella acogedora mañana. Yo iba vestido simplemente con una camisa y un pantalón aterciopelado azul que me regaló mi abuela en Navidad del año pasado.
-¡Papá estoy en mi casa! Déjame ir como me de la gana.
Salí de aquella sala lo más rápido que pude. Mi padre me perseguía veloz con una zapatilla en la mano y dispuesto a darme una lección de ''modales''.
-¡No puedes cogerme! ¡Tengo super poderes!
Para cortarle el paso a mi padre creé un muro de espaguetis en la puerta que separaba el salón donde me encontraba antes al pasillo.
-¡TE TENGO DICHO QUE TIENES PROHIBIDO HACER ESO EN CASA!
Mi padre, furioso, destrozaba los espaguetis con su poderosa zapatilla y se abría paso raudo por aquel ''bosque'' de pasta. Mientras intentaba huir por aquel largo pasillo escuché el timbre de la casa... teníamos visita, así que intenté hacer un giro brusco y dar completamente la vuelta para que aquella visita no me viera así de ridículo... pero no lo logré. Por la velocidad a la que iba se me bajaron los pantalones y me tropecé, caí por las escaleras principales hasta el recibidor en el que se encontraba el visitante. Mi padre si que logró esconderse.
Con la caída me choqué con el hombro del visitante, que resultó ser una especie de... ángel. El hombro de aquella chica hizo que me desestabilizara más aún y me fuera directamente a la ventana que había al lado de la puerta y que daba a la calle. Rompí el cristal con la cabeza y me quedé en el suelo de la calle boca abajo... menos mal que los cristales de la entrada no eran de buena calidad y de un pequeño golpe seco se partían fácilmente.
-Aaah... ¿mami?
Aquella frase retumbó por toda la mansión en aquella acogedora mañana. Yo iba vestido simplemente con una camisa y un pantalón aterciopelado azul que me regaló mi abuela en Navidad del año pasado.
-¡Papá estoy en mi casa! Déjame ir como me de la gana.
Salí de aquella sala lo más rápido que pude. Mi padre me perseguía veloz con una zapatilla en la mano y dispuesto a darme una lección de ''modales''.
-¡No puedes cogerme! ¡Tengo super poderes!
Para cortarle el paso a mi padre creé un muro de espaguetis en la puerta que separaba el salón donde me encontraba antes al pasillo.
-¡TE TENGO DICHO QUE TIENES PROHIBIDO HACER ESO EN CASA!
Mi padre, furioso, destrozaba los espaguetis con su poderosa zapatilla y se abría paso raudo por aquel ''bosque'' de pasta. Mientras intentaba huir por aquel largo pasillo escuché el timbre de la casa... teníamos visita, así que intenté hacer un giro brusco y dar completamente la vuelta para que aquella visita no me viera así de ridículo... pero no lo logré. Por la velocidad a la que iba se me bajaron los pantalones y me tropecé, caí por las escaleras principales hasta el recibidor en el que se encontraba el visitante. Mi padre si que logró esconderse.
Con la caída me choqué con el hombro del visitante, que resultó ser una especie de... ángel. El hombro de aquella chica hizo que me desestabilizara más aún y me fuera directamente a la ventana que había al lado de la puerta y que daba a la calle. Rompí el cristal con la cabeza y me quedé en el suelo de la calle boca abajo... menos mal que los cristales de la entrada no eran de buena calidad y de un pequeño golpe seco se partían fácilmente.
-Aaah... ¿mami?
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Mientras esperaba, el sonido de unas veloces pisadas, que se transformaron en unos confusos golpes. No sabía a qué se podían deber, así que decidí quedarme aguardando al señor de la casa.
Pero aún escuchando esos golpes, noté el choque de un cuerpo contra el mío. Este contacto no se prolongó durante mucho tiempo, puesto que aquel tipo siguió avanzando en su caída hasta darse de bruces contra la ventana y salir mal parado hacia exterior ¿Se trataría de un ladrón?
Me asomé rápidamente y con cuidado por aquella ventana hecha añicos para ver a un chico en calzoncillos y pelo alborotado, algo confuso y tumbado boca abajo en el suelo de la entrada.
Cuando lo vi en ese estado, se me pasaron por la mente miles de respuestas a aquella situación, empezando por la del ladrón, y acabando en una historia en la que el amante de la señora de la casa, era descubierto por el marido y debía huir tal cual le habían pillado en pleno acto.
Con tanto fantasear, se me olvidó lo realmente importante, el estado de aquel pobre y misterioso chico.
-¿Hola? ¿Estás bien? -le pregunté algo confusa y preocupada.
Pero aún escuchando esos golpes, noté el choque de un cuerpo contra el mío. Este contacto no se prolongó durante mucho tiempo, puesto que aquel tipo siguió avanzando en su caída hasta darse de bruces contra la ventana y salir mal parado hacia exterior ¿Se trataría de un ladrón?
Me asomé rápidamente y con cuidado por aquella ventana hecha añicos para ver a un chico en calzoncillos y pelo alborotado, algo confuso y tumbado boca abajo en el suelo de la entrada.
Cuando lo vi en ese estado, se me pasaron por la mente miles de respuestas a aquella situación, empezando por la del ladrón, y acabando en una historia en la que el amante de la señora de la casa, era descubierto por el marido y debía huir tal cual le habían pillado en pleno acto.
Con tanto fantasear, se me olvidó lo realmente importante, el estado de aquel pobre y misterioso chico.
-¿Hola? ¿Estás bien? -le pregunté algo confusa y preocupada.
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Una fina voz de mujer hizo que despertara tras pegarme aquel golpe monumental. Primero abrí los ojos poco a poco y me puse la mano en la cabeza, veía borroso y no escuchaba las cosas con claridad. Me esperé diez segundos y entonces reaccioné.
De un salto me puse en pie mirando a la chica que había preguntado preocupada y me subí los pantalones lo más rápido que pude.
-S... si, estoy bien jejeje. Vaya golpe más tonto ¿verdad?
Su rostro me dejó impresionado... era una chica guapa, verdaderamente guapa... no estaba acostumbrado a ver chicas guapas en el pueblo, casi todas eran viejas o terriblemente ricas y feas.
La voz me temblaba, tanto por el dolor del golpe como por su deslumbrante belleza y su fina voz.
-Ehem... pongámonos serios. Soy Hiroki, el hijo único del alcalde y el único heredero de la fortuna de mi padre.
Me espolsé el polvo de la chaqueta y me arreglé la camisa lo mejor que pude, pero pese a mis esfuerzos seguía sucio y con la ropa arrugada.
-Supongo que eres nueva en el pueblo... bueno, te doy la bienvenida si no te la han dado antes. En cuanto a lo del golpe de antes... no ha sido nada. -dije poniendo una sincera sonrisa, con los ojos cerrados. Seguida de una carcajada. -Bonitas alas... ¿de qué vas disfrazada?
De un salto me puse en pie mirando a la chica que había preguntado preocupada y me subí los pantalones lo más rápido que pude.
-S... si, estoy bien jejeje. Vaya golpe más tonto ¿verdad?
Su rostro me dejó impresionado... era una chica guapa, verdaderamente guapa... no estaba acostumbrado a ver chicas guapas en el pueblo, casi todas eran viejas o terriblemente ricas y feas.
La voz me temblaba, tanto por el dolor del golpe como por su deslumbrante belleza y su fina voz.
-Ehem... pongámonos serios. Soy Hiroki, el hijo único del alcalde y el único heredero de la fortuna de mi padre.
Me espolsé el polvo de la chaqueta y me arreglé la camisa lo mejor que pude, pero pese a mis esfuerzos seguía sucio y con la ropa arrugada.
-Supongo que eres nueva en el pueblo... bueno, te doy la bienvenida si no te la han dado antes. En cuanto a lo del golpe de antes... no ha sido nada. -dije poniendo una sincera sonrisa, con los ojos cerrados. Seguida de una carcajada. -Bonitas alas... ¿de qué vas disfrazada?
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El chico tardó bastante en reaccionar, cosa que hizo que mi preocupación fuera en aumento, pero por suerte, se acabó incorporando con una sonrisa en el rostro mientras se colocaba los pantalones.
Pude notar en él cierto nerviosismo, aunque no era necesario el poder de mi fruta para adivinarlo. No estaba segura a qué se debía, tal vez también se hubiera asustado con el golpe.
-Ehem... pongámonos serios. Soy Hiroki, el hijo único del alcalde y el único heredero de la fortuna de mi padre.
Me resultó extraño que aquel tipo se presentara como el hijo del alcalde. Nunca había conocido a ningún hijo de alcalde, pero juraría que no va en calzoncillos por su casa y huyendo hasta el punto de saltar por la ventana.
-Supongo que eres nueva en el pueblo... bueno, te doy la bienvenida si no te la han dado antes. En cuanto a lo del golpe de antes... no ha sido nada. Bonitas alas... ¿de qué vas disfrazada?
-Sí... Soy nueva -le dije intentando no pensar en lo extraño que era aquel tipo. -Y no voy disfrazada, soy una skypieana, y en mi isla todos tenemos estas alas.
Era lógico que tuviera mis dudas sobre aquel chico, pero la corroboración de la sirvienta me las despejó.
-Señorito ¿Está usted bien? -dijo la chica que me había abierto la puerta hacía escasos minutos. -Tiene que ir a la enfermería a que le miren ese golpe.
Por lo visto era cierto que se trataba del hijo del alcalde. Ahora me sentía mal por haber desconfiado de él. Me dirigí hacia la puerta y se la abrí para que pudiera pasar y le miraran el golpe. Tal vez tuviera algunos fragmentos de cristal incrustados.
Volvió a entrar en la mansión, y cuando le vi con esas pintas, recordé de nuevo la situación y no pude evitar echar a reír.
Pude notar en él cierto nerviosismo, aunque no era necesario el poder de mi fruta para adivinarlo. No estaba segura a qué se debía, tal vez también se hubiera asustado con el golpe.
-Ehem... pongámonos serios. Soy Hiroki, el hijo único del alcalde y el único heredero de la fortuna de mi padre.
Me resultó extraño que aquel tipo se presentara como el hijo del alcalde. Nunca había conocido a ningún hijo de alcalde, pero juraría que no va en calzoncillos por su casa y huyendo hasta el punto de saltar por la ventana.
-Supongo que eres nueva en el pueblo... bueno, te doy la bienvenida si no te la han dado antes. En cuanto a lo del golpe de antes... no ha sido nada. Bonitas alas... ¿de qué vas disfrazada?
-Sí... Soy nueva -le dije intentando no pensar en lo extraño que era aquel tipo. -Y no voy disfrazada, soy una skypieana, y en mi isla todos tenemos estas alas.
Era lógico que tuviera mis dudas sobre aquel chico, pero la corroboración de la sirvienta me las despejó.
-Señorito ¿Está usted bien? -dijo la chica que me había abierto la puerta hacía escasos minutos. -Tiene que ir a la enfermería a que le miren ese golpe.
Por lo visto era cierto que se trataba del hijo del alcalde. Ahora me sentía mal por haber desconfiado de él. Me dirigí hacia la puerta y se la abrí para que pudiera pasar y le miraran el golpe. Tal vez tuviera algunos fragmentos de cristal incrustados.
Volvió a entrar en la mansión, y cuando le vi con esas pintas, recordé de nuevo la situación y no pude evitar echar a reír.
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Dijo que era una skypieana... eso es imposible, Skypiea era solo una leyenda. Una isla en el cielo era una chorrada.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la señora que nos limpiaba la casa, que rápidamente me cogió por el brazo y me llevó a la enfermería... mientras aquel ángel se reía... ¿de mí?
Pasaron cinco minutos y salí bastante mareado, me habían quitado muchos cristales de la cabeza y tenía una contusión en el brazo. Cuando me iba a acercar a la chica para volver a charlar escuché un ruido de una... ¿motosierra?
-HIJO, VOY A MATARTE.
-¡Papá! Otra vez en numerito de la motosierra no.
Empezó a correr hacia nosotros cegado por la furia y yo cogí a la chica como pude y me la llevé corriendo de la mansión... no quería que muriera nada más llegar a aquel ''tranquilo'' pueblo.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la señora que nos limpiaba la casa, que rápidamente me cogió por el brazo y me llevó a la enfermería... mientras aquel ángel se reía... ¿de mí?
Pasaron cinco minutos y salí bastante mareado, me habían quitado muchos cristales de la cabeza y tenía una contusión en el brazo. Cuando me iba a acercar a la chica para volver a charlar escuché un ruido de una... ¿motosierra?
-HIJO, VOY A MATARTE.
-¡Papá! Otra vez en numerito de la motosierra no.
Empezó a correr hacia nosotros cegado por la furia y yo cogí a la chica como pude y me la llevé corriendo de la mansión... no quería que muriera nada más llegar a aquel ''tranquilo'' pueblo.
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Tras unos minutos en lo que supuse que sería la enfermería, el hijo del alcalde salió de nuevo y se puso a mi lado. Iba a preguntarle dónde estaba su padre, necesitaba hablar con él para arreglar los papeles. Pero entonces, un sonido extraño retumbo en las paredes de la mansión, perturbando la calma de esta.
Me giré hacia donde parecía que provenía el sonido, y pude ver ver a un tipo con un motosierra. Mi primera reacción fue pegar un grito, que se vio interrumpido por las palabras del hombre.
-HIJO, VOY A MATARTE.
-¡Papá! Otra vez el numerito de la motosierra no.
¿Aquel era el alcalde? No podía creerlo. Tal vez me equivocaba respecto a aquel pueblo y no era tan apacible como aparentaba.
Antes de poder reaccionar, el joven me agarró y me sacó de allí.
-Pero...-le dije sin que las palabras salieran correctamente de mi boca. -Espera...Yo...Necesito hablar con tu padre.
Aún se podía escuchar, aunque más a lo lejos, el sondo de la motosierra.
-Aunque mejor lo dejo para otro día.
Me giré hacia donde parecía que provenía el sonido, y pude ver ver a un tipo con un motosierra. Mi primera reacción fue pegar un grito, que se vio interrumpido por las palabras del hombre.
-HIJO, VOY A MATARTE.
-¡Papá! Otra vez el numerito de la motosierra no.
¿Aquel era el alcalde? No podía creerlo. Tal vez me equivocaba respecto a aquel pueblo y no era tan apacible como aparentaba.
Antes de poder reaccionar, el joven me agarró y me sacó de allí.
-Pero...-le dije sin que las palabras salieran correctamente de mi boca. -Espera...Yo...Necesito hablar con tu padre.
Aún se podía escuchar, aunque más a lo lejos, el sondo de la motosierra.
-Aunque mejor lo dejo para otro día.
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Necesitaba hablar con mi padre, pero no era el mejor momento para hacerlo. Cuando nos alejamos lo suficiente la dejé sentada debajo de un árbol que estaba rodeado por margaritas.
-Si quieres hablar con mi padre es mejor esperar jajajajaja. Lo siento... por el numerito.
Me senté a su lado y empecé a quitar margaritas del suelo.
-Hay muchas por esta zona de la isla... por cierto ¿por qué has venido aquí? No hay muchos comercios en los que trabajar y vivir aquí puede llegar a ser... monótono. Según como te lo curres.
-Si quieres hablar con mi padre es mejor esperar jajajajaja. Lo siento... por el numerito.
Me senté a su lado y empecé a quitar margaritas del suelo.
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Cuando nos alejamos lo suficiente, me dejó a la sombra de un árbol rodeado por preciosas margaritas.
No estaba muy segura de querer volver a hablar con el alcalde, pero si quería vivir ahí lo tendría que acabar haciendo tarde o temprano.
-Hay muchas por esta zona de la isla... por cierto ¿por qué has venido aquí? No hay muchos comercios en los que trabajar y vivir aquí puede llegar a ser... monótono. Según como te lo curres.
-He venido aquí precisamente porque quiero una vida tranquila y normal... dentro de lo que cabe -dije recordando la escena de la motosierra. -Pero tampoco quiero una vida monótona, supongo que si quiero romper la rutina solo tengo que ir a casa del alcalde.
Miré a aquel chico sin poder evitar sonreír. -Ah, ¿estás mejor? -le pregunté mientras llevaba una de mis manos delicadamente a su cabeza.
No estaba muy segura de querer volver a hablar con el alcalde, pero si quería vivir ahí lo tendría que acabar haciendo tarde o temprano.
-Hay muchas por esta zona de la isla... por cierto ¿por qué has venido aquí? No hay muchos comercios en los que trabajar y vivir aquí puede llegar a ser... monótono. Según como te lo curres.
-He venido aquí precisamente porque quiero una vida tranquila y normal... dentro de lo que cabe -dije recordando la escena de la motosierra. -Pero tampoco quiero una vida monótona, supongo que si quiero romper la rutina solo tengo que ir a casa del alcalde.
Miré a aquel chico sin poder evitar sonreír. -Ah, ¿estás mejor? -le pregunté mientras llevaba una de mis manos delicadamente a su cabeza.
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-Oh... si, estoy mejor la verdad. El golpe ha sido grande, pero ya estoy bien. No te preocupes.
No sabía como continuar la conversación, así que le hablé de la marina.
-De vez en cuando nos visita la marina y nos trae recursos del exterior. No tenemos un gran puerto, por lo que muy de vez en cuando nos visitan barcos mercantes. Se portan bien con nosotros... los piratas no son bien recibidos aquí, cogieron mala fama desde la masacre del capitán Kuro hace unos cientos de años... en tiempos del Sombrero de Paja.
Cerré los ojos y me tiré en el césped, rodeado de margaritas.
-Esas alas... ¿dónde las has conseguido?
No sabía como continuar la conversación, así que le hablé de la marina.
-De vez en cuando nos visita la marina y nos trae recursos del exterior. No tenemos un gran puerto, por lo que muy de vez en cuando nos visitan barcos mercantes. Se portan bien con nosotros... los piratas no son bien recibidos aquí, cogieron mala fama desde la masacre del capitán Kuro hace unos cientos de años... en tiempos del Sombrero de Paja.
Cerré los ojos y me tiré en el césped, rodeado de margaritas.
-Esas alas... ¿dónde las has conseguido?
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Por suerte parecía que le golpe no había resultado tan grave como imaginé, aunque no podía evitar preocuparme por aquel descuidado chico.
Me empezó a hablar de las visitas de la marina para abastecer al pueblo. Al parecer, los piratas no eran bien recibidos en la isla, tenían fama de asesinos sanguinarios. No iba a intentar llevarle la contraria, los piratas que me habían ayudado no eran malas personas, pero no iba a negar que la mayoría lo fueran. A nuestra isla habían llegado bastantes bandas de piratas, y no todas necesariamente buenas. Tampoco tenía nada en contra de la marina, así que en auquel pueblo no tendría problemas.
Se tumbó en el césped con los ojos cerrados. Así se me hacía más fácil verle, ya que tan solo tenía que mirar hacia abajo y el sol no me cegaba.
-Esas alas... ¿dónde las has conseguido?
-Ya te lo he dicho, son mías -le dije acostumbrada a que dudaran de ello. Por lo visto, aquí abajo mi isla era una isla de cuento de hadas, y no todos aceptaban su existencia.
-Puedes tocar si quieres, no se me van a despejar -le dije mientras profería una breve risa.
Me empezó a hablar de las visitas de la marina para abastecer al pueblo. Al parecer, los piratas no eran bien recibidos en la isla, tenían fama de asesinos sanguinarios. No iba a intentar llevarle la contraria, los piratas que me habían ayudado no eran malas personas, pero no iba a negar que la mayoría lo fueran. A nuestra isla habían llegado bastantes bandas de piratas, y no todas necesariamente buenas. Tampoco tenía nada en contra de la marina, así que en auquel pueblo no tendría problemas.
Se tumbó en el césped con los ojos cerrados. Así se me hacía más fácil verle, ya que tan solo tenía que mirar hacia abajo y el sol no me cegaba.
-Esas alas... ¿dónde las has conseguido?
-Ya te lo he dicho, son mías -le dije acostumbrada a que dudaran de ello. Por lo visto, aquí abajo mi isla era una isla de cuento de hadas, y no todos aceptaban su existencia.
-Puedes tocar si quieres, no se me van a despejar -le dije mientras profería una breve risa.
Hiroki
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Abrí los ojos y solté una carcajada, era ridículo que me siguiera mintiendo.
-Me sigo sin creer que sean de verdad...
Me incorporé y me quedé sentado, alargué el brazo y le estiré del ala izquierda... no se despegaba, pero seguía siendo imposible que fuera de verdad.
-Oh, has usado un buen pegamento.
Me volví a reír y a tumbar en el césped, con las manos debajo de la cabeza. No podría engañar a un detective... y menos a uno de tanto nivel como yo lo era.
-No puedes engañar a un detective... se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Skypiea es solo una leyenda... una isla en el cielo ¿estamos locos? Incluso dicen que tenían a un dios... Enel, que perdió contra el Sombrero de Paja en una pelea... ¿quieres que me crea que un pirata ha vencido a un dios en una isla sobre el cielo? Es más, ¡las islas no pueden volar!
-Me sigo sin creer que sean de verdad...
Me incorporé y me quedé sentado, alargué el brazo y le estiré del ala izquierda... no se despegaba, pero seguía siendo imposible que fuera de verdad.
-Oh, has usado un buen pegamento.
Me volví a reír y a tumbar en el césped, con las manos debajo de la cabeza. No podría engañar a un detective... y menos a uno de tanto nivel como yo lo era.
-No puedes engañar a un detective... se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Skypiea es solo una leyenda... una isla en el cielo ¿estamos locos? Incluso dicen que tenían a un dios... Enel, que perdió contra el Sombrero de Paja en una pelea... ¿quieres que me crea que un pirata ha vencido a un dios en una isla sobre el cielo? Es más, ¡las islas no pueden volar!
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Aquel tipo parecía un poco escéptico, pero no me sorprendía, no era el primero que desconfiaba de mi procedencia, y seguramente no sería el último.
-Cree lo que quieras, tarde o temprano te acostumbrarás a mis alas -dije mientras las agitaba suavemente.
-Por cierto, ni siquiera me has dicho como te llamas. Yo soy Ran, y espero poder hablar con tu padre antes de que llegue la tarde ¿Crees que podemos volver ya?
Necesitaba arreglar ese asunto cuanto antes, si todo salía bien, esa misma tarde arreglaría la casa como pudiera y buscaría un trabajo en el pueblo. Pero cuanto más pensaba en lo de arreglar la casa, más nerviosa me ponía. No tenía ni idea de cómo repararla, y no conocía a nadie que me pudiera ayudar, excepto aquel extraño tipo.
-¿Has dicho que eres detective? Me gustaría que me contaras algo más sobre tu trabajo -dije con la intención de acercarme más a él y ganar una amistad en la isla.
-Cree lo que quieras, tarde o temprano te acostumbrarás a mis alas -dije mientras las agitaba suavemente.
-Por cierto, ni siquiera me has dicho como te llamas. Yo soy Ran, y espero poder hablar con tu padre antes de que llegue la tarde ¿Crees que podemos volver ya?
Necesitaba arreglar ese asunto cuanto antes, si todo salía bien, esa misma tarde arreglaría la casa como pudiera y buscaría un trabajo en el pueblo. Pero cuanto más pensaba en lo de arreglar la casa, más nerviosa me ponía. No tenía ni idea de cómo repararla, y no conocía a nadie que me pudiera ayudar, excepto aquel extraño tipo.
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Movió las alas pero yo seguía sin creerme aquel cuento chino, seguía siendo imposible la existencia de esa ''raza'' del cielo. Luego se presentó, tenía un nombre precioso... no como los nombres que tenían las señoras por aquí. Odiaba a esas señoras... solo servían para tropezar a causa de mis trampas de espagueti, en ocasiones era divertido.
-Encantado, yo soy Hiroki, que significa ''Gran Árbol''... aunque eso no importa mucho. En cuanto a mi padre, lo conozco bastante... se que aun seguirá enfadado. Así que es mejor ir a visitarlo en unos veinte minutos más o menos.
Luego preguntó sobre mi trabajo como detective, eso me animó y provocó que esbozara una sonrisa.
-Oh... alguien que se interesa por mi trabajo.
Me acerqué un poco más a ella, quería que me escuchara mejor y también quería apoyarme en el árbol en el que estaba ella.
-Bueno, soy detective desde hace unos años... la vida como detective no es muy entretenida por aquí que se diga... excepto aquella vez que me infiltré en el barco de los Piratas del Doblón. Todo empezó en una calurosa noche de agosto, los hombres de mi padre habían avistado un gran barco con una bandera negra izada en el palo mayor de éste. Todo el pueblo tenía miedo, pues vieron que en la cubierta del barco se alzaba un gigante de piel gris con una voz atronadora. Yo sin dudarlo cogí un bote y me lancé al mar, tenía que descubrir por qué estaban navegando tan cerca del puerto. Navegué durando dos largas horas hasta que estaba a unos tres metros del barco, la respiración del gigante hacía que las olas se agitaran más de lo normal. Pero pude llegar a mi destino, en el mascarón del barco había una pequeña ventana con una tenue luz. De un saltó pude llegar a ella y me colé sin mucha dificultad... con mi espíritu aventurero y valiente empecé a recorrer todos los rincones del lugar en el que me encontraba. Parecía una bodega, estaba toda llena de barriles, cofres llenos de polvo, cañones y poco más. En el techo de aquella bodega había una reja que daba a la cubierta, casi al instante fue tapada por el pie del gigante, dejándome casi en penumbra. Tambaleándome por el movimiento de las olas me fui colando de habitación en habitación. Hasta que llegué a una que estaba llena de huesos, los pelos se me pusieron de punta, eran unos asesinos... investigué aquel cuarto en busca de pistas. En la mesa me encontré unos carteles de ''Se busca''. Eran aquellos piratas, eran los Piratas del Doblón. Tuve que salir corriendo de aquel lugar porque escuché las voces de tres chicas y las pisadas de un cuarto integrante.
Fui corriendo a la bodega y me escondí tras dos grandes barriles llenos de ron... supongo que era ron, vamos. Cuando aquellas voces cesaron decidí salir de mi escondite y subir las escaleras que daban a unos cuartos al lado de la cubierta. Cuando subí la escalera me colé en una cocina bastante grande y llena de suministros. Entonces escuché la voz de uno de los suyos. Me habían pillado, me estaba gritando y era... era horrible, era muy feo, era un pez con una barba rubia que parecía hambriento. Sería la mascota del capitán.
Me intenté zafar de él saliendo por una ventana de la cocina, cosa que no logré porque aquel bicho era tremendamente rápido y grande. Así que me cogió por un pie y me llevó hasta su capitán.
Cuando estaba cara a cara con aquel gigante llegamos a un acuerdo, el se iría de la isla y yo no les destrozaba el barco con mi poder. La charla se vio interrumpida por una chica que según el Wanted que pude ver en el cuarto de los huesos, era Elizabeth Jane, la segunda al mando de aquel peligroso barco de piratas... entre todos llegamos al acuerdo. Y salí triunfante... y mi pueblo bueno, sigue bien.
Rebusqué entre los bolsillos de mi chaqueta y le saqué algunos wanted que aún tenía guardados.
-Mira.
-Encantado, yo soy Hiroki, que significa ''Gran Árbol''... aunque eso no importa mucho. En cuanto a mi padre, lo conozco bastante... se que aun seguirá enfadado. Así que es mejor ir a visitarlo en unos veinte minutos más o menos.
Luego preguntó sobre mi trabajo como detective, eso me animó y provocó que esbozara una sonrisa.
-Oh... alguien que se interesa por mi trabajo.
Me acerqué un poco más a ella, quería que me escuchara mejor y también quería apoyarme en el árbol en el que estaba ella.
-Bueno, soy detective desde hace unos años... la vida como detective no es muy entretenida por aquí que se diga... excepto aquella vez que me infiltré en el barco de los Piratas del Doblón. Todo empezó en una calurosa noche de agosto, los hombres de mi padre habían avistado un gran barco con una bandera negra izada en el palo mayor de éste. Todo el pueblo tenía miedo, pues vieron que en la cubierta del barco se alzaba un gigante de piel gris con una voz atronadora. Yo sin dudarlo cogí un bote y me lancé al mar, tenía que descubrir por qué estaban navegando tan cerca del puerto. Navegué durando dos largas horas hasta que estaba a unos tres metros del barco, la respiración del gigante hacía que las olas se agitaran más de lo normal. Pero pude llegar a mi destino, en el mascarón del barco había una pequeña ventana con una tenue luz. De un saltó pude llegar a ella y me colé sin mucha dificultad... con mi espíritu aventurero y valiente empecé a recorrer todos los rincones del lugar en el que me encontraba. Parecía una bodega, estaba toda llena de barriles, cofres llenos de polvo, cañones y poco más. En el techo de aquella bodega había una reja que daba a la cubierta, casi al instante fue tapada por el pie del gigante, dejándome casi en penumbra. Tambaleándome por el movimiento de las olas me fui colando de habitación en habitación. Hasta que llegué a una que estaba llena de huesos, los pelos se me pusieron de punta, eran unos asesinos... investigué aquel cuarto en busca de pistas. En la mesa me encontré unos carteles de ''Se busca''. Eran aquellos piratas, eran los Piratas del Doblón. Tuve que salir corriendo de aquel lugar porque escuché las voces de tres chicas y las pisadas de un cuarto integrante.
Fui corriendo a la bodega y me escondí tras dos grandes barriles llenos de ron... supongo que era ron, vamos. Cuando aquellas voces cesaron decidí salir de mi escondite y subir las escaleras que daban a unos cuartos al lado de la cubierta. Cuando subí la escalera me colé en una cocina bastante grande y llena de suministros. Entonces escuché la voz de uno de los suyos. Me habían pillado, me estaba gritando y era... era horrible, era muy feo, era un pez con una barba rubia que parecía hambriento. Sería la mascota del capitán.
Me intenté zafar de él saliendo por una ventana de la cocina, cosa que no logré porque aquel bicho era tremendamente rápido y grande. Así que me cogió por un pie y me llevó hasta su capitán.
Cuando estaba cara a cara con aquel gigante llegamos a un acuerdo, el se iría de la isla y yo no les destrozaba el barco con mi poder. La charla se vio interrumpida por una chica que según el Wanted que pude ver en el cuarto de los huesos, era Elizabeth Jane, la segunda al mando de aquel peligroso barco de piratas... entre todos llegamos al acuerdo. Y salí triunfante... y mi pueblo bueno, sigue bien.
Rebusqué entre los bolsillos de mi chaqueta y le saqué algunos wanted que aún tenía guardados.
-Mira.
- Wanted:
Ran Tsubasa
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Aquel chico me contó una historia increíble. Había hecho frente a unos piratas que parecían temibles, debía ser muy valiente. Y tras su fantástica historia, me enseño tres wanteds de los piratas.
-Sí que eres valiente Hiroki -le dije con una amplia sonrisa de emoción y admiración. -Y seguro que un hombre tan valiente e inteligente es capaz de ayudarme a reconstruir la casa en la que voy a vivir de alquiler, si quieres ¿porfi?
Tampoco quería obligarle, seguro que para él era una faena, además, se me había olvidado que era el hijo del alcalde, así que sería mejor rectificar ¿Dónde se había visto a un futuro alcalde reparando casas a los ciudadanos?
-O mejor déjalo, no importa -le dije sin dejar de sonreír para que no se preocupase y se olvidase del tema. -Seguro que yo sola puedo apañármelas.
Me puse en pie y comencé a caminar de nuevo hacia la mansión.
-Y que sepas que las alas sí son de verdad, no estoy tan chalada como para ir con alas de mentira por ahí, jajaja.
-Sí que eres valiente Hiroki -le dije con una amplia sonrisa de emoción y admiración. -Y seguro que un hombre tan valiente e inteligente es capaz de ayudarme a reconstruir la casa en la que voy a vivir de alquiler, si quieres ¿porfi?
Tampoco quería obligarle, seguro que para él era una faena, además, se me había olvidado que era el hijo del alcalde, así que sería mejor rectificar ¿Dónde se había visto a un futuro alcalde reparando casas a los ciudadanos?
-O mejor déjalo, no importa -le dije sin dejar de sonreír para que no se preocupase y se olvidase del tema. -Seguro que yo sola puedo apañármelas.
Me puse en pie y comencé a caminar de nuevo hacia la mansión.
-Y que sepas que las alas sí son de verdad, no estoy tan chalada como para ir con alas de mentira por ahí, jajaja.
Hiroki
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Se quedó impresionada con mi historia... la verdad es que había exagerado un poquito, pero ahora ya daba lo mismo. Así, como quien no quiere la cosa, me dijo que si le podía arreglar la casa en la que estaba ahora mismo de alquiler, luego le dio reparo y dijo que no, que no hacía falta.
Se levantó y empezó a caminar, diciendome otra vez que sus alas eran de verdad.
-¡Oye! Que si, que te ayudo a arreglar tu casa... tengo algunos conocimientos con la carpintería y en hacer chapuzas en general. Qué no te de vergüenza -le dije con una gran sonrisa.
Y me levanté y de un salto me puse a su lado, era bastante bajita... y yo bastante alto.
-Ahora pasemos por mi casa, tengo que coger unas cuantas herramientas y tu tienes que hablar con mi padre... supongo que tendrás papeleo, déjame a mi la casa.
Se levantó y empezó a caminar, diciendome otra vez que sus alas eran de verdad.
-¡Oye! Que si, que te ayudo a arreglar tu casa... tengo algunos conocimientos con la carpintería y en hacer chapuzas en general. Qué no te de vergüenza -le dije con una gran sonrisa.
Y me levanté y de un salto me puse a su lado, era bastante bajita... y yo bastante alto.
-Ahora pasemos por mi casa, tengo que coger unas cuantas herramientas y tu tienes que hablar con mi padre... supongo que tendrás papeleo, déjame a mi la casa.
Ran Tsubasa
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Pensé que dejaría el tema de la casa de lado, cualquiera que sea medianamente inteligente y quiera librarse de esa tarea lo habría hecho, pero Hiroki volvió a sacar el tema y se ofreció para ayudarme.
Se dio cuenta de que había rectificado por vergüenza, no por un cambio repentino de opinión, y eso hizo que cuando se situara a mi lado para ir a la mansión, me sonrojara de manera inevitable. Agaché la vista y continué caminando.
-Ya te he dicho que no hace falta, pero gracias.
Llegamos en pocos minutos a la mansión. Era extraño que lo que más me preocupara en esos momentos fuera que el alcalde no me recibiera con una motosierra.
-Cuando termine de hablar con tu padre espérame en la puerta y te enseñaré el camino a mi casa, pero si tardo mucho puedes ir yendo tú -dije mientras le tendía mi mano con las llaves de la casa. -Es la que está al lado de la panadería.
Mientras le daba las llaves, alcé la otra mano para tocar, por segunda vez en aquel día, el timbre de la mansión.
Se dio cuenta de que había rectificado por vergüenza, no por un cambio repentino de opinión, y eso hizo que cuando se situara a mi lado para ir a la mansión, me sonrojara de manera inevitable. Agaché la vista y continué caminando.
-Ya te he dicho que no hace falta, pero gracias.
Llegamos en pocos minutos a la mansión. Era extraño que lo que más me preocupara en esos momentos fuera que el alcalde no me recibiera con una motosierra.
-Cuando termine de hablar con tu padre espérame en la puerta y te enseñaré el camino a mi casa, pero si tardo mucho puedes ir yendo tú -dije mientras le tendía mi mano con las llaves de la casa. -Es la que está al lado de la panadería.
Mientras le daba las llaves, alcé la otra mano para tocar, por segunda vez en aquel día, el timbre de la mansión.
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-Nah, me puedo esperar... mi padre no tardará mucho, siempre ha sido rápido con el papeleo. No hace falta que toques al timbre, ya abro yo.
Abrí la puerta y la dejé en la sala principal, yo me fui a una habitación anexa al salón y al rato volví a aparecer.
-Ahora mismo está mi padre por aquí, yo... yo es mejor que desaparezca rápido.
Así que salí veloz de la casa y me escondí tras un árbol, esperando a Ran.
Abrí la puerta y la dejé en la sala principal, yo me fui a una habitación anexa al salón y al rato volví a aparecer.
-Ahora mismo está mi padre por aquí, yo... yo es mejor que desaparezca rápido.
Así que salí veloz de la casa y me escondí tras un árbol, esperando a Ran.
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No me extrañaba que quisiera huir, incluso yo deseaba poder escabullirme. No tuve que esperar mucho antes de que el señor de la casa apareciera perfectamente arreglado, con el traje impoluto y sin ningún pliegue, y el pelo correctamente peinado y en su sitio.
Cuando me vio, se acercó hacia mí con una amable sonrisa y los brazos extendidos en señal de recibimiento.
-Disculpa la escena de hace unos minutos, no pretendía asustarte y creo que será mejor que no la comentes por ahí, ya sabes, un alcalde no puede tener esa imagen, lamento que lo hayas tenido que ver. Pero no te preocupes, no pretendía hacer daño a nadie, solo darle una pequeña lección. Bueno, dime ¿en qué puedo ayudarte?
-Yo... Soy nueva en el pueblo y me gustaría mudarme de alquiler a la casa de la señora Yuko.
-Claro, no hay problema, ven conmigo -me dijo dirigiéndose hacia la puerta de su despacho. -No tardaremos mucho en arreglar el papeleo.
Entré con él al despacho, y tal como dijo, no tardamos más de un par de minutos.
-Bueno, pues ya está todo solucionado. Bienvenida al pueblo. Y recuerda, será mejor que no te juntes mucho con mi hijo, podría espantarte, es un poco...rarito. Tiene ideas extrañas en la cabeza, como la de ser detective, será mejor que no le hagas mucho caso. Algún día sentará la cabeza y será un gran alcalde.
Aquellas palabras me recordaron a las que decían mis padres sobre mí, excepto las últimas de confianza. Me quedé mirándole fijamente para averiguar sus sentimientos en el momento que hablaba de su hijo, y como esperaba, eran diferentes a los de mis padres. Podía adivinar en él esperanza y orgullo, aunque bastante ocultos.
Suspiré aliviada y me despedí de él con una sonrisa, ahora solo quedaba encontrarme con Hiroki para arreglar mi casa, y más tarde buscaría un trabajo.
Salí de la mansión y me dirigí al árbol donde lo había visto desaparecer.
-Ya estoy ¿Vamos a arreglar esa casa?
Cuando me vio, se acercó hacia mí con una amable sonrisa y los brazos extendidos en señal de recibimiento.
-Disculpa la escena de hace unos minutos, no pretendía asustarte y creo que será mejor que no la comentes por ahí, ya sabes, un alcalde no puede tener esa imagen, lamento que lo hayas tenido que ver. Pero no te preocupes, no pretendía hacer daño a nadie, solo darle una pequeña lección. Bueno, dime ¿en qué puedo ayudarte?
-Yo... Soy nueva en el pueblo y me gustaría mudarme de alquiler a la casa de la señora Yuko.
-Claro, no hay problema, ven conmigo -me dijo dirigiéndose hacia la puerta de su despacho. -No tardaremos mucho en arreglar el papeleo.
Entré con él al despacho, y tal como dijo, no tardamos más de un par de minutos.
-Bueno, pues ya está todo solucionado. Bienvenida al pueblo. Y recuerda, será mejor que no te juntes mucho con mi hijo, podría espantarte, es un poco...rarito. Tiene ideas extrañas en la cabeza, como la de ser detective, será mejor que no le hagas mucho caso. Algún día sentará la cabeza y será un gran alcalde.
Aquellas palabras me recordaron a las que decían mis padres sobre mí, excepto las últimas de confianza. Me quedé mirándole fijamente para averiguar sus sentimientos en el momento que hablaba de su hijo, y como esperaba, eran diferentes a los de mis padres. Podía adivinar en él esperanza y orgullo, aunque bastante ocultos.
Suspiré aliviada y me despedí de él con una sonrisa, ahora solo quedaba encontrarme con Hiroki para arreglar mi casa, y más tarde buscaría un trabajo.
Salí de la mansión y me dirigí al árbol donde lo había visto desaparecer.
-Ya estoy ¿Vamos a arreglar esa casa?
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